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Ruinas



SONETO
                                                    Arcos, templos, columnas seculares      
   ceniza son no más; en polvo vano,
   Sidó(39) reflejo del poder humano,
   ve rodar sus sepulcros y sus lares,
      de Roma la pagana, los altares 5
   se hacinan sobre el mundo grano a grano;
   Venus sin tronco, sin cabeza Jano
   coronan sin pudor los muladares.
      Los gimnasios, el circo, el ateneo
   cayendo van; su túnica divina 10
   cede el genio a la muerte por trofeo;
      y el tiempo canta cuando así camina,
   al Gran Poder, que puede a su deseo
   hacer de la creación una ruina. [85]
 
 
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La tempestad

 
                                                    A Javier de Palacio
   ¡Se acerca...! Yo la miro llegar con raudo vuelo;
sus fúnebres crespones cruzando el éter van;
las águilas que pueblan los ámbitos del cielo
se mecen en las nubes que arrastra el huracán.
   Se acerca... a sus rugidos vacilan las montañas, 5
los mares se levantan con lúgubre clamor,
el viento azota rudo palacios y cabañas,
los hombres espantados se vuelven al Señor.
   Resbalan por el aire las aves agoreras,
la voz de la campana se extiende en la ciudad; 10
intrépido el torrente carcome sus barreras;
por cima de la tierra saltó la tempestad.
 
.........................
 
   ¡Acércate...! No tiemblo; tu aliento no me inquieta;
tu lúgubre alarido lo escucho sin temor;
elévame en tus alas y entonará el poeta 15
sus cánticos sublimes del trueno al estertor.
   Y te alzará al espacio en lucha fatigosa,
y al peso de sus plantas el Mundo temblará,
y en hombros de la nube con frente valerosa [86]
al Trono del Altísimo sus cantos llevará. 20
   Y dejará la tierra, las nubes, el espacio:
y volará más alto del célico dosel;
y oirá latir los mundos al pie de su palacio
teniendo al sol por trono, y al orbe por laurel.
 
.........................
 
   Recuerdo en mi delirio que tú tienes historia, 25
en medio del pasado tu nombre veo brillar
y al descorrer sus velos temblando mi memoria
un mundo de recuerdos la viene acariciar.
   Tú fuiste la que un día rugiendo en los espacios
llegaste a Babilonia que al Asia dominó, 30
y al Éufrates hirviendo lanzaste sus palacios
y el trono de sus déspotas afrenta del Señor.
   La que abrasó a Sodoma; la que inflamó al Vesubio
haciéndole de fuego torrentes vomitar;
el hacha de Herculano; la madre del Diluvio; 35
la antorcha de Pompeya; la fe de Baltasar.
   La que aterró a los hombres, aquel tremendo día
que vio alzarse en el Gólgota la antorcha de la luz,
llevando entre sus alas con ronca algarabía,
verdugos espantados a hundirse ante la Cruz. 40
 
.........................
 
   ¡Acércate! no tiemblo... me encanta tu grandeza;
tus luces son mi gloria, tus truenos mi placer:
tus nubes la corona que sueña mi cabeza;
tus rayos son mi cetro, tu rabia mi poder.
   Aquí, lejos del hombre, te miro frente a frente; 45
tú ruges, y yo canto tu bárbaro rumor;
repite sin descanso tu cántico valiente,
y no oiré de la tierra los gritos de dolor.
   Que el mundo también tiene borrascas espantosas,
también rugiente truena la altiva humanidad, 50
sembrando el rojo suelo de tumbas dolorosas
que cantan por do quiera su indómita crueldad. [87]
   También allí hay borrascas... Sus nubes son cañones
que rayos mil vomitan tronando en ronco son:
sus gotas son de sangre; su espacio las naciones, 55
su norte la esperanza, su viento la ambición.
   Y así como tú rugen, y así como tú crecen;
y cuando el arco santo calmó su frenesí,
con mal oculta cólera cual tú desaparecen,
un rastro de sepulcros dejando tras de sí. 60
 
.........................
 
   Mas ya pasó la nube; las flores sus corolas
sacuden dulcemente del céfiro al amor:
el río vuelve a su cauce; la mar calma sus olas,
y en ellas se adormece tranquilo el pescador.
   ¡El viento se ha dormido...! El mar está sereno: 65
la brisa va cantando del cielo la bondad:
allá... lejos... muy lejos, se escucha sordo un trueno...
¡Es su último suspiro... pasó la tempestad!
   ¡Callad! que no despierte; las frentes siempre impuras,
hundid en los altares, de la plegaria en pos: 70
pedid misericordia... romped las vestiduras...
para espantar al crimen...! ¡La tempestad, es DIOS...! [88]
 
 
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A un plagiario

 
SONETO
      Ratero del Parnaso; bardo huero;
   Petrarca en comisión; sabio anarquista;
   del divino jardín contrabandista;
   Judas del arte; sacristán de Homero;
      acólito del genio verdadero; 5
   de ajeno(40) capital, capitalista;
   conquistador sin medios de conquista;
   Moreto de cartón; Tasso de cuero;
      detén tu audacia ya; de tu delito
   se ocupan, rebuscándote un fracaso, 10
   cuantos aman del arte lo infinito;
      y por cerrarte para siempre el paso,
   se ha mandado a las musas por escrito
   que haya Guardia civil en el Parnaso. [89]
 
 
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El Mediterráneo

 
ODA
Al Sr. D. Fernando López García
      Mar de la historia; absorto en la ribera
   que enfrena tu poder; oyendo el grito
   indómito y rugiente
   del huracán que rápido levanta
   en desorden los rizos de tu frente, 5
   yo te voy a cantar; el alma mía
   oye con ansia loca
   tu eterna y portentosa melodía;
   y ve en tu faz inquieta
   la inspiración y el arpa del poeta. 10
      Yo te voy a cantar; calma un instante
   tu faz soberbia; ten ese rugido
   que brota de tu seno delirante,
   y cruzando los golfos de la historia
   ensalzaré tu nombre 15
   y humillaré tus bárbaros cantares;
   porque el alma del hombre, [90]
   es más grande que el mundo y que los mares...!
 
.........................
.........................
 
      Tú eres el mar que el corazón admira;
   no el mar rugiente que de polo a polo 20
   revolviéndose en sábanas de espuma
   se alza terrible y solo;
   ni el mar alborotado
   que del África al pie, nunca sereno,
   se asienta en el abismo 25
   y se corona con el ronco trueno;
   ni aquel otro magnífico Oceano
   que gira en espumante remolino,
   hasta besar del Asia envilecida
   las graves cordilleras 30
   asentadas en Dioses; ni el mar bravo
   que por el genio de Colón esclavo,
   mostró arrancando asombros
   al antiguo y soberbio continente,
   un camino de luz sobre su frente, 35
   y un mundo virginal sobre sus hombros.
      Pero tú eres el mar de lo pasado;
   libro gigante de hojas cristalinas,
   que refleja en sus páginas brillantes
   tronos, palacios, tumbas y ruinas. 40
 
.........................
 
      Tú eres el mar altivo y poderoso
   que en roncos tumbos sin cesar tronando,
   levantaba las naves
   de Cartago y Bagdad(41); el mar soberbio
   que llevaba la púrpura de Tiro 45
   a las rocas de Calpe; el que escuchaba
   los cánticos impuros
   del fiero Baltasar, y oyó el gemido
   del Asia que se hundía, [91]
   dejando sobre el mundo estremecido 50
   la eterna maldición de su agonía.
      El que sintió sobre su faz la sombra
   del alto Partenón(42), y miró alzadas
   en sus playas amenas,
   las estatuas magníficas de Atenas 55
   al cielo por el arte arrebatadas;
   y a luz del volcán con ronco acento
   de fuego entre un diluvio,
   empujó al Oceano
   los mármoles y templos de Herculano 60
   revueltos con la lava del Vesubio.
      Tú, el poderoso mar que arrancó al Nilo
   el cetro y la corona
   que ostentó Faraón; el mar severo
   que en toda la extensión de su ancha zona 65
   acompañaba con rumor tranquilo
   los cánticos de Homero,
   y escuchó entre el rumor de la batalla
   el grito de la Grecia
   que llorando su gloria 70
   se arrojaba a la tumba dolorida,
   dejando sobre el libro de la vida,
   la página gigante de su historia.
      El que vio levantada en sus riberas
   a la ciudad de Rómulo 75
   coronada de estatuas y jardines;
   y miró sus banderas,
   espanto de las águilas, cubriendo
   con sus anchos crespones
   al pueblo rey, que bajo infame yugo, 80
   estrechaba con brazos de verdugo
   la virgen libertad de las naciones.
      Y vio a aquel pueblo un día
   temer y vacilar bajo la planta [92]
   de un siglo vengador; y lo vio luego 85
   rodar arrebatado por sus leyes,
   dejando con sus hábitos de guerra,
   a los pueblos dolor; sangre a los Reyes,
   y sábanas de muertos a la tierra.
      El que sin calma en hondo remolino, 90
   acariciando el túmulo de Roma,
   vio alzarse en sus ruinas
   al cristiano valiente
   escribiendo su código fecundo
   con sangre de Jesús, y miró un día 95
   retratada en sus líquidos cristales,
   la Basílica inmensa
   que se lanzó al espacio
   de Miguel Ángel al potente anhelo,
   ofreciendo con cántico profundo, 100
   un pedestal a Dios; a la fe un mundo,
   y un escalón al arte para el cielo.
 
.........................
 
      Tú eres el mar que el corazón admira;
   mudo(43) testigo de la furia humana,
   has sentido rodar a los imperios 105
   tumba buscando en tus revueltas olas;
   has visto a las legiones
   de cien Reyes y cien, cubrir tu frente
   de víctimas y horror; a los reflejos
   del rayo esplendoroso(44), 110
   luz de la tempestad, has visto alzado
   el puñal homicida
   sobre el trono sangriento; entre el rugido
   del trueno pavoroso,
   corona de los Alpes, has oído 115
   la voz de los tiranos
   que en espantosa guerra
   se arrancaban ansiosos de las manos, [93]
   cubiertos de baldón, cetros de tierra.
      Y siempre igual, tranquilo o espumoso, 120
   indiferentes lanzas tus raudales
   de los Sirios hirvientes arenales
   al Atlántico mar, y de la zona
   que cubre con sus mármoles Venecia,
   a la tumba de Grecia 125
   que con trozos de mundos se corona;
   y te revuelves con terrible canto
   sujetando del Ebro la corriente,
   y azotas el cadáver del Oriente
   en el revuelto golfo de Lepanto. 130
 
.........................
 
      ¡Cómo te admiro, mar!...; si el alma mía
   frenética tuviera
   de todo el universo la armonía;
   la voz del huracán, y la del trueno;
   y el canto del alud(45) que se desata 135
   de la soberbia cumbre; y el rugido
   de la alta catarata
   que rueda por la sierra,
   y se sepulta en remolino ciego
   buscando en las entrañas de la tierra 140
   el germen del volcán; si yo pudiera
   reunir en uno solo
   los gritos de las mil generaciones
   que poblaron la frente de la esfera,
   al compás de tu ronca algarabía 145
   mi poderoso acento
   el pasado a la muerte arrancaría.
      Porque el alma delira y se conmueve
   cuando al mirar tus golfos cristalinos,
   oyendo enamoradas barcarolas, 150
   descorre del pasado los misterios
   y piensa ver sobre tus crespas olas [94]
   agitando sus tumbas cien imperios.
      Y al escuchar el canto pavoroso
   del lúgubre cañón que al bueno aterra, 155
   llamando con voz fuerte
   al ángel de la muerte
   con la trompa del ángel de la guerra,
   inmenso rayo el porvenir alumbra;
   y apartando cadenas y cañones, 160
   la mente conmovida
   mira alzarse otro mundo y otra vida,
   sobre el polvo de cien generaciones...!
 
.........................
 
      ¡Quién sabe...! acaso un día
   feliz y libre la familia humana 165
   vendrá tranquila a remover tu frente;
   tus roncas olas abrirán camino
   a las velas de todas las naciones;
   por la estrecha garganta
   del Atlántico mar, vendrán las naves 170
   que en sus aguas levanta
   el raudo Misuri(46), con las coronas
   de frutos y de flores
   que crecen de la América en las zonas,
   del espléndido sol a los fulgores; 175
   y vendrán cual ofrenda de otros mares
   las naves del Japón; y las que rompen
   de los polos los hielos seculares;
   las del Obi, del Ganges y del Lena,
   con las que empujan hacia el mar sonoro, 180
   el Rhin soberbio y el sangriento Sena,
   y el Tajo puro que se arrastra en oro.
      Y rodarán tus trasparentes olas
   sin víctimas ni horror; y el blanco lino
   enjugará la sangre derramada 185
   en Génova, Lepanto, y Navarino; [95]
   y el humo de la audaz locomotora
   se unirá con el humo
   del buque altivo, y se alzará al espacio
   plácida nube en delicado vuelo, 190
   llevando como fruto de la guerra,
   el beso de la mar y de la tierra
   a los azules pórticos del cielo.
      El día se acerca ya; la ciencia osada
   carcome tus riberas 195
   para enlazarte al piélago iracundo
   que va del Indo a la región del hielo,
   y se empuja con ronca algarabía
   desde el África ardiente a la Oceanía.
      En breve otro Oceano 200
   a ti se enlazará; montes de espuma
   rodarán por la arena
   desuniendo los viejos continentes,
   y la Europa, calmando sus pesares,
   estrechará con canto soberano, 205
   del Asia vieja la fecunda mano
   en la ronca garganta de dos mares.
   Y empezará otra vida;
   y el Mundo entero acercará la hora
   en que hermanas y unidas las naciones, 210
   esclavo todo de la humana ciencia,
   sin armas, sin legiones,
   con solo una misión y una creencia,
   la Humanidad en su potente vuelo
   sepultará al error hecho pedazos, 215
   y al fin hará con sus potentes brazos,
   escala el mundo, de su patria el cielo. [96]
 
 
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La Redención

 
SONETO
      Se alzó la cruz; su rayo soberano
   rompió el altar del paganismo impuro;
   el alto Partenón antes seguro,
   templó su orgullo ante el dolor pagano.
      Desde el leño divino el sol cristiano 5
   postró la niebla destrozando el muro,
   y cayeron de horror en antro oscuro
   Júpiter y Plutón, Saturno y Jano.
      Veinte siglos pasaron; el madero
   que Palestina alzó, tiende triunfales 10
   sus santas ramas sobre el mundo artero,
      y anuncia el estandarte a los mortales,
   que ha de dormir el universo entero,
   al rumor de sus hojas celestiales. [97]
 
 
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La expiación

 
BALADA
      Llorando está el pescador
   a los pies de la que adora;
   «Ven»(47), la dice, «a ser señora
   de mi barco, y de mi amor;
      yo endulzaré tu pesar; 5
   bendeciré tu abandono;
   mi barquilla será un trono,
   y tú la reina del mar;
      y besará nuestro Edén
   la luz que en el mar riela; 10
   y el viento dirá a la vela
   nuestra dicha, y nuestro bien.
      Sígueme...» Y la niña impía
   al pescador acompaña.
   Y no escucha en su cabaña 15
   de su padre la agonía;
      y van en la barca huyendo
   del céfiro al soplo blando; [98]
   y siguen ellos gozando
   ¡y sigue el padre muriendo...! 20
      De repente, el huracán
   riza el piélago bravío;
   ruge el trueno en el vacío
   con incomparable afán;
      allá... en la roca gigante 25
   se eleva triste un anciano;
   tiene tendida la mano
   sobre el golfo palpitante,
      y de la borrasca al son,
   que el eco de Dios remeda, 30
   ronca y formidable rueda
   la paterna maldición;
      y los dos amantes gimen
   a aquella voz que estremece,
   y hasta la barca parece 35
   que se espanta de su crimen:
      y al fin con grito fatal
   del mar al empuje fuerte,
   ruedan sábanas de muerte
   sobre el lecho criminal. 40
 
        .........................
        .........................
 
      ¡Hijos, arrojad en pos
   cuanto a la virtud no cuadre,
   pues cuando maldice un padre
   está maldiciendo Dios! [99]
 
 
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Suspiros de una madre

 
      Duerme; en su sueño inocente
   parece que a mí me nombra:
   no se agita ni una sombra
   por el cielo de su frente.
      El ángel de la inocencia 5
   la cobija con sus alas;
   la dan las rosas sus galas
   y los claveles su esencia,
      y un rayo de luz, mendiga
   de su aliento los olores; 10
   ¡madre de los pecadores,
   que el Señor me la bendiga!...
      Yo llevaré a tus altares
   lirios, nardos y azucenas;
   yo le contaré tus penas 15
   cuando entienda de pesares, [100]
      «Mira»(48), le diré, «hacia aquí»,
   mi dedo en el cuadro fijo;
   «Esa es la Madre, ese el Hijo,
   murió por salvarte a ti». 20
      Mas ¡ay! que en el tiempo vario
   no la miren mis amores,
   con la cruz de los dolores
   caminando hacia el Calvario.
      ¡Si siempre estuviese así!... 25
   Si yo la viera en mi anhelo
   abrir los ojos de cielo
   sólo por mirarme a mí!...
      Si hicieses, Virgen María,
   calmando mi angustia loca, 30
   que no dijese mi boca
   nada más que... ¡Madre mía!...
      Y que mis brazos por lecho
   tiernamente le guardaran
   y que nunca la arrancaran 35
   del sagrario de mi pecho...
 
        .........................
 
      Mas ¡ay! el tiempo vendrá.
   Mi voz la dará sonrojos;
   lágrimas veré en sus ojos,
   ¡y por mí no llorará! 40
      Y sufriré su desvío
   aunque triste no me asombre,
   y oiré en sus sueños un nombre...
   ¡y el nombre no será el mío!
      Y tras de dichas extrañas 45
   aunque a su amor no le cuadre,
   harán que olvide a su madre
   los hijos de sus entrañas.
      Y cuando triste sucumba,
   y extienda mi brazo anciano [101] 50
   ¡quizá no encuentre su mano
   para bajar a la tumba!
 
        .........................
 
      Vedla; su sueño profundo
   lo arrulla el plácido ambiente;
   un cabello de su frente 55
   vale más que todo el mundo.
      Que no la despierte el canto
   de mis pensamientos fijos;
   ¡ay! el amor de los hijos
   lo pagamos con el llanto. 60 [102]
 
 
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El heroísmo polaco

 
CANTO
   ¡Astro del porvenir, sol de la historia...!
¡Cantores del Morbén y del Parnaso,
que ilumináis el mundo de la gloria!
¡Tumbas de las Termópilas; oscuras,
abrasadas ruinas 5
de Sagunto y Numancia; humilde Roma,
que mísera te inclinas
presentándote al hombre
como eco solo de tu augusto nombre...!
¡Olas de Trafalgar! rugientes olas, 10
que sois por nuestro orgullo
capiteles de tumbas españolas...
prestadme inspiración... el arpa inquieta
ansiosa de cantar, rompe en sonidos
que se escapan del alma del poeta; 15
arda en potente inspiración tu llama...
con hálito de gloria
la libertad me inflama.
Necesito cantar, como el torrente [103]
precipitarme al Rhin ronco rodando 20
del soberbio Montblanc por la pendiente;
como el nublado oscuro
lanzar el rayo de su seno impuro;
como el volcán que ruge(49) delirante
en piélagos de fuego, 25
indómito brotar, tras sí dejando
al ronco mar bramando,
al mundo conmovido, y al sol ciego.
 
.........................
 
   ¡Escuchad! ¡Escuchad! Sobre las olas
del Vístula rugiente 30
un grito ronco de venganza suena;
es de un pueblo gigante; en hora impía
la Mesalina vil, la reina impura
que en medio de la orgía
agotaba el licor de la locura; 35
la que con pecho insano
llevaba eternamente
el deleite en la frente
y el dogal de los pueblos en la mano;
la que humillando crímenes de Roma 40
heredó de Cartago el despotismo,
y el fuego impuro que abrasó a Sodoma;
la que empujó sus bárbaras legiones
desde el Cáucaso al Rhin y en son de guerra
hizo temblar a la espantada tierra 45
con la vil convulsión de sus pasiones,
sobre ese pueblo manantial de bravos
sangrienta se arrojó; montes de muertos
humillaron las cumbres altaneras;
vencieron los esclavos, 50
y el ángel bueno con dolor profundo
miró tras la victoria,
que era estrecha la gloria [104]
para guardar los mártires del mundo.
   Desde entonces Polonia desolada 55
lloró bajo ruinas
como Roma muriendo abandonada;
cien veces altanera
en hondas convulsiones
levantó su bandera; 60
cien veces y otras cien se la arrancaron,
y al pisar sus jirones
Dios, y justicia, y libertad pisaron.
   Hoy la vuelve a elevar; ese rugido
que por el Norte truena 65
es su voz de venganza, el grito santo
de independencia por do quiera resuena;
la guerrera legión rauda se lanza
indómita a luchar; rocas y montes,
torrentes y colinas, 70
peñascos inseguros,
columna de los libres horizontes,
sepulcros, templos, muros;
todo con voz bendita
independencia canta; 75
todo vive y se agita,
se anima y se agiganta;
pues cuando una nación se alza potente
por arrancar su dignidad perdida
de los brazos del déspota inclemente, 80
la patria, que es colina, y es aldea,
historia, religión, recuerdo, idea,
para impulsar al bueno
a defender su Dios y sus hogares,
da voz con ansia loca, 85
al torrente, a la roca,
a la cruz, a la tumba, a los altares.
   ¿Y os atrevéis, tiranos? [105]
Detened el dogal que al pueblo abruma;
¡no más sangre... piedad... roja la pluma 90
solloza de dolor entre mis manos...!
Cuando los pueblos por el mal se oprimen,
los ángeles se espantan,
el mundo retrocede por el crimen
y los cadalsos maldiciones cantan: 95
arrojad esa máscara sangrienta,
y no por contemplaros vencedores
penséis que Dios vuestra maldad consienta;
de Dios en los arcanos
no es dable penetrar; grande y profundo 100
por castigo da el triunfo a la mentira...
¿Lo dudáis? Ved la cruz; allí se mira
vencido Dios, y vencedor el mundo.
 
.........................
 
   Pero todo es en vano... Las legiones
se aprestan a luchar; del moscovita 105
los bárbaros pendones
al cielo cubren, y de entre ellos lanza
sus lívidos reflejos
el encendido sol de la venganza.
Los tigres carniceros 110
rugiendo se aproximan; las fronteras
del pueblo libre saltan;
al pie de sus banderas
brotan cadalsos; fieras se levantan
las lívidas cuchillas; a su impuro 115
reflejo de baldón, por la victoria
cantando guerra se despeña el muro
al grito audaz de independencia y gloria...
El bárbaro inhumano
rugiendo de furor al muro llega 120
con el hachón(50) en la sangrienta mano; [106]
arde el hogar, indómitas se extienden
las llamas en hirviente remolino;
los arcos y las cúpulas se encienden,
y el fanatismo ciego 125
se agita en el delirio y el ultraje,
envolviendo a su(51) Dios, que es el pillaje
con su túnica bárbara de fuego.
   Vedlos... Vedlos pasar; turba sangrienta
que rueda sin conciencia en el abismo, 130
la venganza en sus cánticos alienta
y en sus frentes rebosa el despotismo.
El horror, la lujuria desgreñada
ruedan tras sus pendones
de la sazón afrenta; arrebatada 135
la muerte va también; con sus cañones
el César la llamó, y en vuelo insano
corre cantando guerra,
para escribir con tumbas a la tierra
la acusación terrible del tirano.
   ¿Mas qué hacen entre tanto las severas 140
indómitas legiones, que valientes
levantaron al cielo independientes
pidiendo libertades sus banderas?
Corred, hijos del Vístula y del Niemen
al combate feroz; alzad las frentes 145
al cielo libre; abandonad los lares
para buscar la tumba; el mundo entero
mañana esculpirá con brazo fiero
vuestros nombres de gloria en sus altares.
¿Os faltan armas? Escuchad... a coro 150
al libre sol que férvido aparece,
la creación las ofrece
con himno melancólico y sonoro.
«Yo seré tu cañón»(52), con eco rudo [107]
murmura en la montaña 155
el peñasco desnudo;
«yo tu lanza seré»(53), grita el potente
roble soberbio; «con mis rudas olas»,
repite el ronco río,
«yo lavaré tu ultraje, 160
arrastrando con bárbaro coraje
los troncos viles hacia el mar bravío...»(54)
Corred... corred, valientes,
haced armas los árboles, las rocas,
y fosos los torrentes; 165
en las soberbias cumbres
cambiad en armaduras los peñones,
y con cadenas fabricad cañones.
Cuando la patria en las conciencias late,
la creación es esclava del que bueno 170
por la sagrada libertad combate;
y el huracán y trueno
en himno ronco formidable y rudo,
murmuran a los bravos:
«A la batalla, esclavos, 175
que el mismo Dios os servirá de escudo.»
   Mas no duermen los libres altaneros;
para el feroz combate
se animan con valor; arrebatada
Polonia altiva al contemplar su historia, 180
va a luchar otra vez por patria y gloria
con fe desesperada.
Las huestes ya se estrechan; las llanuras
sangrientas de Wagren sienten sus pasos
retumbando en modernas sepulturas; 185
cual móviles riberas
de un mar de fuego que tormenta amaga,
se acercan las banderas [108]
de las contrarias huestes; ya retumba
el sonoro cañón... ¡Dame, Dios mío, 190
el rayo puro que abrasó el salterio
del divino profeta; da a mi frente
las voces agitadas
con que al sol de tu gloria
te bendicen las aguas despeñadas; 195
dame el grito divino
de toda la creación; que el arpa mía
resuene entre mis manos
con mística armonía,
para que oigan absortas las naciones 200
tu magnífica voz en mis canciones!...
Los enemigos con furor se chocan;
truena el cañón, relámpagos de fuego
la tempestad provocan;
con vuelo arrebatado 205
la muerte audaz en remolino ciego
en la metralla rueda; el conmovido
suelo que en otros días
de Bonaparte al bélico alarido
sepulcro fue, sobre sus capas duras 210
vuelve a sentir la azada de la muerte,
que arroja con anhelo
la semilla del mártir a la tierra,
para que el alma que aventó la guerra
como espiga de luz flote en el cielo. 215
Sigue el combate; en montes se acumulan
los troncos destrozados; de los libres
la pequeña legión, vacila al peso
de la hueste gigante; los cañones
a los buenos rodean; 220
los libres batallones
ya mueren, no pelean; [109]
en la mano la espada desfallece
cansada de matar; un solo instante,
y las libres banderas 225
donde flota de patria el grito santo,
rodaron con espanto
entre el ronco clamor de las panteras.
   Mas no lo quiere Dios; de pronto un grito
llena los vientos; tiemblan los verdugos 230
a su profundo son; Polonia siente
nueva vida a sus ecos; cual matrona
magnífica y potente,
alza su voz y a la batalla zumba,
y agita su corona 235
y con brazo feroz cierra su tumba.
   Doscientos héroes son que a las legiones
débiles y oprimidas
quieren salvar; «atrás, atrás», repiten
con magnífica voz; «por patria y gloria 240
vamos a la pelea;
la muerte es la victoria;
bendito el nombre de la patria sea.»
Dicen... juran... y van; con pecho fuerte
indómitos se agitan, y se lanzan 245
con la patria en el alma hacia la muerte;
ya al bronce llegan; el hirviente acero
se hunde en pecho enemigo
con espantoso afán; aún más avanzan;
el ronco cañón cede; 250
panteras y leones
rugiendo a las cureñas se afianzan;
¡la muerte retrocede!
queda en el aire la encendida tea
suspensa en el puñal; vacila un punto, 255
mas desciende después; el bronce grita [110]
con estertóreo son; ¡venganza! suena,
y el rudo brazo de la muerte agita
con doscientos cadáveres la arena.
   ¡Muertos!... ¡muertos!... ¡Dios mío!... 260
cuando alumbraba apenas
la aurora de la vida
con rayos misteriosos sus cadenas...
cuando la ciencia porvenir de oro
les mostraba en su cielo refulgente... 265
y al contemplar su historia
pensaban levantar un sol de gloria
de su patria magnífica en la frente;
cuando do quier veían
madres que los besaban; 270
vírgenes que su amor les prometían;
cuando en sueño juvenil pensaban
que hasta los astros de oro
con sus rayos de luz los saludaban...
Mas ¿por qué ese dolor?; calma, poeta, 275
la canción de amargura,
que salta en olas desde el alma inquieta.
¡Callad!... ¡callad! esposas sin ventura
que al huérfano apretáis en vuestro seno
con bárbaro dolor; mata tus penas, 280
pobre virgen que vas a tus hogares
porque esperaste en vano en los altares
con la frente cubierta de azucenas.
¡Calla! madre sombría,
tú que con labio fijo 285
repites la agonía
de esa dulce María
que llora como tú, muerto a su Hijo!...
¡Callad!... ¡Callad! la muerte es la victoria,
cuando al sepulcro lóbrego se rueda 290 [111]
cubierto con el manto de la gloria;
así cayeron ellos; si os oyeran,
en el sepulcro mudo
de rabia y de dolor se estremecieran(55);
indignos de su gloria os juzgarían; 295
y en pos de sus enojos,
de la muerte a la vida volverían
a arrancaros el llanto de los ojos.
Cuando la patria al grito de su historia
al hijo bueno a la batalla excita, 300
el sepulcro es la gloria;
sobre el cadáver la victoria grita,
y la patria potente,
cual sol que asoma tras borrasca hirviente,
en la tumba del mártir resucita. 305
No con llanto se rompen las cadenas
que labran los tiranos;
la fe que hunde peñascos y montañas
y arranca de los mares los arcanos;
la fe que para el bueno en la pelea 310
es el brazo de Dios; la fe que es muro
donde flota seguro,
el estandarte santo de la idea;
la fe potente a cuyo solo nombre
se achica el mundo y se engrandece el hombre; 315
esa espada será de la victoria
para el pueblo valiente, que en vil yugo
quiera arrancar su gloria
de los brazos sangrientos de un verdugo.
Madres, padres, hermanos... 320
luchad con fe; que en sus potentes brazos
Polonia se levante,
y al poder de los déspotas espante.
Que «¡a la batalla!» grite [112]
con fe robusta la nación entera, 325
y en pos de una bandera
con solo un corazón se precipite:
y... si acaso arrollada
vuelve a ser otra vez; si la matrona
vuelve a ver su corona 330
en la frente del déspota elevada...
imitad la conducta de los bravos,
y en el hondo sepulcro entrad serenos;
que a los ojos de Dios y de los buenos,
las tumbas valen más que los esclavos. 335 [113]
 
 
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La última hora

 
      Suena el lúgubre tambor
   como un recuerdo que llora;
   la aguda campana implora
   la clemencia del Señor;
   el pueblo murmurador 5
   ruge cual ronca pantera,
   y envuelto en saya severa
   el criminal con pie falso,
   sube al terrible cadalso
   una tras otra escalera. 10
 
      Llega, se para... y suspira;
   dirige la vista al frente,
   y ve al dogal inclemente
   que lo llama... y que lo mira;
   ve al sacerdote que gira 15
   pidiendo que en bien sucumba;
   oye cómo el pueblo zumba,
   y allá en la mansión sagrada, [114]
   mira moverse la azada
   que está cavando su tumba. 20
 
      De pronto su pensamiento
   vibra recuerdo olvidado,
   y de Dios y del tablado
   se aparta con desaliento:
   terrible, por un momento, 25
   el dolor mata su fe;
   pues lejos... muy lejos, ve
   la montaña azul... la aldea...
   y su casa que blanquea,
   de la santa iglesia al pie. 30
 
      Y ve al tristísimo hogar
   que espanto y dolor respira;
   ve a su esposa que suspira,
   y oye a su madre llorar;
   escucha balbucear 35
   al hijo su nombre odiado,
   y oye al vulgo desalmado
   repetir con voz sonora...
   «¡Ese huérfano que llora
   es hijo de ajusticiado...!» 40
 
      Calmando al fin su ansiedad
   vuelve a la vida, y advierte
   que el palo le dice... «muerte...»
   y la cruz... «eternidad»:
   lleno de santa humildad 45
   se arrodilla con fervor,
   y en un éxtasis de amor,
   levantando el crucifijo,
   pone entre el dogal y el hijo
   los brazos del Redentor...! 50 [115]
 
      ¡Ya todo lo ve desierto...!
   Muere su esperanza ciega...
   el verdugo al palo llega...
   la campana toca a muerto...
   pasando con paso cierto 55
   va un instante... y otro instante
   él los cuenta, y anhelante,
   a cada instante que pasa,
   ve la vida más escasa...
   y la muerte más delante... 60
 
      Por fin agitado aspira
   el último soplo leve;
   cruje el tablado; la plebe
   no quiere mirar... y mira...
   el sangriento dogal gira; 65
   «¡perdón!»(56), murmura, «¡perdón!...»
   y en la postrer convulsión
   la muerte con brazo rey,
   entrega el cuerpo a la ley,
   y el alma a la religión. 70 [116]
 
 
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A Marco Bruto

 
SONETO
   Detén el vil puñal; detén tirano
la acción estoica de tu brazo fiero;
de la santa virtud el atrio austero
no se atraviesa con puñal en mano.
   «¡Patria!»(57) repites con afán insano 5
al levantar la muerte en el acero;
¿por qué la invocas en el golpe artero?
La patria es noble, el puñal villano.
   ¡Roma es ya libre! Corre al Aventino
que con lauros te espera en sus cabañas: 10
mas esconde el puñal dentro del lino;
   ¿no lo ocultas aún?... ¿aún lo acompañas?
¡por mentida virtud, fuiste asesino...
lo tendrás que esconder en tus entrañas! [117]
 
 
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Meditación

 
I
      El sol resplandeciente,
   los nacarados mares ilumina
   por la postrera vez desde Occidente;
   en alta mar, doliente
   se escucha el son de la canción marina. 5
 
      La noche va llegando;
   el espacio de sombras se reviste;
   el mundo suspirando,
   parece que se duerme preguntando...
   ¿Manantial de la luz, por qué te fuiste? 10
 
      Su canto vespertino
   repite el mar como en pasados días;
   cumpliendo su destino, [118]
   levanta sin cesar en su camino
   espumas y armonías. 15
 
      El aura silenciosa
   sobre el dormido mar tímida vuela:
   la luna candorosa
   va dejando en su marcha misteriosa
   un suspiro de luz en cada vela. 20
 
      Todo es murmullo, amor, arrobamiento,
   y el mar dice a la brisa
   y le dice a la mar el firmamento:
   «Nuestro amado Señor está contento,
   la calma es su sonrisa.» 25
 
II
      Negras nubes en bandas tenebrosas
   por el cielo cual águilas extienden
   sus alas pavorosas:
   las aguas borrascosas
   a la luz del relámpago se encienden. 30
 
      Volando en raudo vuelo
   las aves con sus cánticos espantan;
   todo es terror y anhelo;
   las olas se levantan
   a recibir las órdenes del cielo. 35
 
      Ruge el trueno sombrío;
   del relámpago audaz surca la llama
   las ondas del vacío;
   el huracán proclama
   del cielo y de la tierra el desafío. 40 [119]
 
      El rayo centellea
   despedazando de la nube el seno;
   el huracán los árboles cimbrea.
   Y se oye entre el rumor de la pelea
   el choque horrible de la mar y el trueno. 45
 
      Todo es terror, y sombras, y locura,
   y en tanto que la tierra se desquicia,
   la borrasca murmura:
   «Del Supremo Hacedor yo soy hechura...
   Mi rabia... es su justicia.» 50 [120]
 
 
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Serenata

 
        Lirio del valle,
     luz de la aldea;
     lago tranquilo
     de olas serenas:
     huye del lecho, 5
     sal a la reja,
     y recoge(58) el suspiro que brota
     de mis endechas.
 
        La blanca luna
     con luz serena 10
     toca los bordes
     de tu cancela;
     duermen los prados,
     duermen las selvas,
     duermen las aves 15
     en la arboleda;
     todo calla, y reposa tranquilo
     junto a la aldea.
 
        Dicen que ha noches
     cantó a tus rejas [121] 20
     forma amorosa
     cántigas tiernas;
     que habló de amores
     a tu alma buena;
     que tú le adoras 25
     y que él te deja,
     dicen que sufres;
     que las violetas
     con tus caricias
     ya no se alegran; 30
     que ya no cantas,
     que ya no juegas;
     ¡que lloras mucho
     si de él te acuerdas...!
 
          .........................
 
        ¡No llores, niña...! 35
     La vida entera
     es un gemido,
     es una queja.
     Si tan temprano
     de tu inocencia 40
     torpes afanes
     arrancan penas,
     para el tiempo en que el alma padece,
     niña... ¿qué dejas?
 
          .........................
 
        Mira que el llanto 45
     que hoy te consuela
     huye, y no vuelve
     cuando se aleja;
     que sus raudales
     al fin se secan, 50
     dejando en torno
     lava que quema, [122]
     y que el pecho se rompe a los ayes
     de la tormenta.
 
        Lirio del valle, 55
     flor de la aldea;
     lago sereno,
     blanca azucena...
     Yo sé que tienes
     donde tú rezas, 60
     de la Virgen bendita una imagen
     cándida y bella:
     rézale mucho,
     niña hechicera,
     de la montaña 65
     corta violetas,
     besa sus manos,
     cuida sus trenzas,
     y ella, que es madre
     del alma buena, 70
     besará con su aliento las flores
     de tu inocencia.

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