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[164]



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Apio Herdonio



ODA
                                              En vano, en vano pasan      
los siglos murmurando
sobre el sepulcro humilde de los buenos;
las horas van llegando
a las doradas puertas de la vida; 5
se acercan, aparecen,
suspensas en el tiempo un punto quedan,
y al fin pasan, y ruedan,
y en el eterno mar desaparecen.
   Polvo son las coronas, 10
polvo la roja espada
que en sangre inunda las revueltas zonas;
ceniza las legiones
del déspota feroz, que al cielo insulta
al clavar en sepulcros sus pendones; 15
polvo los dioses son; humo tan sólo
la estatua griega que arrancó a la gloria
su rayo celestial; soplo la vida,
viento la tradición, niebla la historia. [165]
   Aire es la nube que el espacio llena; 20
nada la inmensidad; los astros de(77) oro,
imperceptibles átomos de arena
que arrastra Dios en cadencioso coro;
pobre reflejo de la luz celeste
es el hirviente sol; remedio impuro 25
de la cólera santa,
el ronco mar que arrebatado gira,
y que siglos y siglos fluctuando,
en su cárcel de roca está cantando
de su pobre grandeza la mentira. 30
Cuanto la mente admira,
ceniza es nada más que el polvo hiere;
pues la creación radiante y soberana
bajo la muerte dormirá mañana,
y no puede ser grande lo que muere. 35
   Pero el rayo divino
que desciende de Dios; el rayo puro,
que abrasa de los genios el camino;
aquel que en otros días
ardió en la lira del cantor hebreo, 40
y abrasó con sus llamas
las arpas de David y Jeremías;
esa luz portentosa
en cuya ara sagrada,
dejan con fe gloriosa 45
la imprenta Gutenberg, César la espada,
Cicerón y Bossuet de la elocuencia
la túnica sagrada,
Franklin el rayo arrebatado al trueno,
Virginio su puñal «¡honra!»(78) gritando 50
al desgarrar el palpitante seno
de la esclava infeliz, su genio Apeles,
Calderón y Petrarca sus cantares,
Murillo sus pinceles, [166]
Colón el mundo que arrancó a los mares; 55
esa luz que del bueno en la memoria
se llama eternidad, se llama gloria,
por siempre vivirá, que aunque mañana
se desgarre la tierra
bajo el soplo de Dios, y en negro caos 60
se vuelque el mar, y despeñado el río
de la indomable destrucción arrastre
en trozos la creación por el vacío,
aún su rayo fecundo
se extenderá por la mansión callada, 65
recordando a la noche de la nada
que en su seno apagado rodó el mundo.
   Mas no el renombre del feroz guerrero
que de negra ambición siguiendo el río
en sangre tiñe el criminal acero, 70
es el que el alma arrebatada anhela...
¡César!... ¡Napoleón!... Ante sus nombres
la humanidad suspira, el mar sombrío,
removiendo en sepulcros su oleaje,
horror cantando hacia los astros sube; 75
la muerte afila su puñal impío,
y la agitada nube
desciende con terror sobre la frente
del soberbio Montblanc(79), temiendo acaso
que en el peñón altísimo y sereno 80
se eleven soberanas,
las águilas francesas o romanas
cerrando el paso al huracán y al trueno.
   Mas esos nombres que la mente admira,
falsas grandezas son; la espada rota 85
dejaron sobre el mundo, y en sus tumbas
la maldición del universo flota;
en vano el arte gime
dulcísimos cantares, [167]
levantando en la estatua o en el lienzo 90
a sus nombres magníficos altares;
en vano al mundo con su genio asombran
y en vano el mar de su grandeza agitan,
que si los ciegos sus victorias cantan,
las madres de sus tumbas se levantan 95
y volviéndose a Dios, «¡venganza!...»(80) gritan.
   Pero esa gloria pura
hija del bien, que nunca alzó su vuelo
sobre tronos, ni tumbas, ni ruinas;
esa esencia del cielo 100
que, sin que al mundo asombre,
por cima de los siglos
levanta altivo y vencedor al hombre,
del bueno en la memoria,
esa es la eternidad, esa es la gloria. 105
   A la luz de ese rayo venturoso
el libre te contempla, a ti, del mundo
soberano blasón, Herdonio altivo;
jamás el arte su cincel sagrado
ocupó en tu memoria, ni el poeta 110
levantó hasta tu solio refulgente
el rico fruto de su altiva frente.
Mas yo, que el arpa santa
con delirio pulsé; yo que sereno
canté a la mar que ruge y se agiganta, 115
al huracán, al trueno,
a cuanto libre y bueno
sobre la tierra impura se levanta,
a ti alzaré mis pálidos cantares,
que desprecian del déspota inhumano 120
los cínicos altares,
pues tu virtud que tu recuerdo abona
el noble esfuerzo del cantor corona. [168]
 
.........................
 
   Bajo una noche de baldón impuro
la humanidad dormía 125
de Roma en la soberbia sepultura;
esclavo el pensamiento,
apenas se agitaba; del tirano
el bélico pendón cruzaba el viento;
del Lacio las legiones 130
asolaban al mundo; Grecia muda
sus estatuas le daba y sus canciones;
Babilonia su cetro; Tiro esclava
su manto hecho jirones;
de Cartago las rápidas galeras 135
agitaban las hondas del Tirreno
perdón pidiendo al pueblo soberano;
desde el Ganges rugiente
hasta el monte que mira en sus laderas
levantadas las bélicas banderas 140
del cántabro valiente,
el pueblo rey en dominante yugo
el guerrero pendón soberbio alzaba,
y el mundo se arrastraba
a las plantas de Roma su verdugo. 145
   De repente altanero
Herdonio ardiendo en fuego sacrosanto,
desnuda el libre acero;
y repitiendo el canto
que de Esparta y Atenas 150
arrancara las bárbaras cadenas,
«¡libertad, libertad...!»(81) trémulo grita;
del Capitolio los soberbios muros
arrebatado escala; Roma entera
cual torrente a luchar se precipita; 155
la indómita bandera
domina el muro con pujante vuelo,
y en los aires tremola [169]
pidiendo gloria y protección al cielo;
escala tras escala, 160
el tirano arrastrando sus legiones,
a dormir del Capitolio prueba
los altos torreones;
Herdonio rueda sobre el alto muro,
y la sagrada libertad se eleva 165
envuelta en manto oscuro,
para llevar a Dios de asombro lleno
el sangriento puñal que el vil esclavo,
parricida feroz hundió en su seno.
   ¿Qué hace la plebe impía, 170
que al bueno no socorre? ¡Esclavos viles!
Ese valiente que en vosotros fía,
es vuestro vengador; oyó el gemido
que se escapaba sin cesar al cielo
de vuestro pecho herido; 175
vio el pensamiento humano
a los pies del tirano;
rompió del porvenir la nube oscura,
y vio alzarse la sombra del imperio
prensando a la razón; vio a las naciones 180
arrastrando su rota vestidura
a los pies de Tiberios y Nerones;
escuchó el eco horrible
con que en la lucha fuerte
el paria vil en su deshonra bravo, 185
al César saludaba ante la muerte
para morir esclavo;
oyó el terrible grito de agonía
que en el Circo feroz la madre alzaba,
cuando el hijo rodaba 190
del pueblo entre la ronca gritería;
en asqueroso lecho
vio a la humilde doncella [170]
profanada la frente, impuro el pecho,
al déspota esperando, 195
y a Dios y al universo avergonzando.
   Vio al hombre envilecido
profanar su misión santa y sublime
al carro de los Césares uncido;
vio a la espantada tierra 200
convertida(82) en despojo de la guerra;
a la fuerza en razón; la ley en nada;
la batalla en altar; en Dios la espada.
   Sobre el peñón maldito
que ve Jerusalén triste y doliente 205
cual sombra de un delito,
adivinó la Cruz; vio al pueblo rudo
girar al pie del celestial cordero
cual tigre carnicero;
oyó el terrible grito 210
de la creación que ante el cadáver mudo
en himno ronco de furor rodaba,
y a la lucha corrió con noble anhelo
juzgando necesario,
alzarse en Roma precursor fecundo, 215
para anunciar al mundo
la libertad cercana del Calvario.
   ¿Mas qué hacéis entretanto los que viles
bajo el peso de negra tiranía,
en polvo os arrastráis como reptiles? 220
¡Volad... volad...! esclavos,
como vuela el simoun; a sus pendones
del entusiasmo santo unid la tea...
¡que no muere una idea
cuando tiene por muros corazones...! 225
Corred a la batalla
arrasándolo todo en el camino
como volcán que estalla; [171]
no deis paz al acero,
hasta aplastar a los que al bueno oprimen, 230
y evitaréis con vuestro esfuerzo santo
¡lágrimas al Señor, al mundo un crimen,
y a la creación espanto...!
 
.........................
 
   Pero todo es en vano; Herdonio rueda,
y al despotismo infame 235
tras negra lucha sanguinaria y breve,
su vil pendón sobre los muros clava;
nadie a morir se atreve...
¡Señor... será la plebe
digna de ser esclava...! 240
 
.........................
 
   Herdonio... duerme en paz; indiferente
a tu recuerdo santo, el mundo gira
del tiempo en el torrente;
jamás de tu sepulcro en el camino
dejó la religión sus oraciones, 245
ni el arte sus canciones
ni el fruto hermoso del cincel divino.
Sobre cada grandeza
que con tierra en la tierra se agiganta
y que en la tumba a descender empieza, 250
de admiración un grito se levanta;
y en impuro concierto
el arte y la oración que compra el oro,
viles adulan en indigno coro
hasta la tumba donde yace el muerto. 255
   Mas a ti nadie llega; tu memoria
no tiene sobre el mundo otro terreno
que el corazón del bueno;
acaso el polvo santo
donde latió tu espíritu sublime 260
lo esparcieron las bárbaras legiones [172]
para mengua del mundo; acaso impío
algún tirano al destrozar tu tumba
dejó insepulto tu cadáver frío,
y acaso el huracán... aquél gran día 265
en que Dios en el Gólgota moría,
tus cenizas llevó con raudo vuelo
del redentor a la apenada frente,
para que al fin de su destierro humano
te diese allá en el cielo, 270
la tumba refulgente
que aquí en la tierra te negó el tirano.
   Descansa en paz; ni llanto ni oraciones
arranca tu memoria;
te olvidan las naciones; 275
te olvida el arte; te olvidó la historia;
en su incesante giro
la humanidad no deja ante tu losa
ni un canto ni un suspiro;
mas venganza tendrás; porque mañana 280
cuando exhale la lira del poeta
himnos de libertad; cuando el fecundo
sol de esperanza que matiza el mundo
se lance de la nube a borbotones,
entonces tus hermanos 285
al recordar tu poderoso aliento,
alzarán a tu gloria un monumento
con las tumbas de todos los tiranos. [173]
 
 
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A mi esposa la señora Doña María del Patrocinio Padilla

 
SONETO
   Es altar la familia; piedra santa,
el dulce amor que en la mujer reposa;
sobre esta piedra colosal y hermosa
sus cúpulas de luz la fe levanta.
   En el árbol familia, libre encanta 5
ruiseñor la mujer siempre amorosa;
y dulce o varonil, madre y esposa,
su amor bendice, o sus dolores canta.
   Niño era yo, y entre angustioso grito
la muerte hundió mi hogar; su labio fiero, 10
lo dejó sin calor, triste y marchito;
   hoy eres tú mi corazón entero...
¡columna de mi amor! que Dios bendito,
te dé más vida que a mi hogar primero. [174]
 
 
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A España

 
SONETO
   Solar de pundonor; de valor río;
columna y valladar de las naciones;
el mundo al tremolar de tus pendones
se espanta de tu noble poderío.
   Con Cartago y con Roma, el hado impío 5
te hizo luchar, por armas tus(83) peñones;
del árabe las bárbaras legiones,
flotaron cual aristas a tu brío.
   Venciste sin cesar; y ¡ay! apenada
riegas con llanto de dolor profundo 10
tu corona gloriosa y venerada;
   ¡Patria! levanta tu esplendor(84) fecundo;
no te destroces con tu propia espada;
véncete a ti, como venciste al mundo... [175]
 
 
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La Fe y la Razón

 
I
      Cuando la cruz coronó
   a la cúpula valiente
   que Miguel Ángel potente
   sobre el templo levantó,
      Dios que escuchaba el cincel 5
   más cercano cada día;
   Dios que las piedras veía
   subir, subir hasta Él,
      al ver la mole arrogante
   suspensa en mitad del cielo; 10
   contemplando el raudo vuelo
   de aquella creación gigante;
      al ver como hasta su pie
   soberbio el templo se alzó,
   «¡Quién llega hasta mí...!» gritó, 15
   y el templo dijo: «¡La Fe...!»
      Entonces Dios, siempre bueno,
   bendijo belleza tanta; [176]
   por no herir la mole santa
   pasó arrebatado el trueno; 20
      la hirviente borrasca impía
   al estrellarse en sus muros
   llenó los cielos oscuros
   de religiosa armonía,
      y el sol dejando el tesoro 25
   de su magnífica frente
   sobre aquel templo esplendente(85)
   tan brillante, tan sonoro,
      dio viveza a sus calados;
   movimiento a sus pilares; 30
   besó en los blancos altares
   los mármoles delicados;
      y dando con efusión
   su luz clara y purpurina,
   fue la lámpara divina 35
   de la gran decoración.
 
        .........................
 
      Desde entonces, por liviano
   murió el arte viejo y rudo;
   sobre el peñón quedó mudo
   de asombro el cincel pagano; 40
      la artística Roma en coro
   saludó el arte infinito,
   con el gran arco de Tito,
   con el Circo y con el Foro;
      y las estatuas de Atenas 45
   honra de la Grecia esclava;
   aquellas diosas de lava
   que arrancan fuego a las venas,
      en sus pedestales rudos
   mudas de vergüenza vieron, 50
   como las yedras cubrieron
   sus pechos antes desnudos; [177]
      ¡y era porque ante el fulgor
   de la cristiana pureza,
   hasta la naturaleza 55
   velaba por el pudor...!
 
II
      Todo cambió con la luz
   que en aquel templo(86) elevaron;
   él marca cómo brotaron
   nuevas artes de la cruz. 60
      La piedra que antes liviana
   hizo eternas las pasiones
   arrancando sensaciones
   a la impudicia pagana,
      bajo el cristiano cincel 65
   que en la gloria se ilumina,
   tomó la forma divina
   de la virgen de Israel:
      retrato del Redentor
   la faz amorosa y grave, 70
   trazó el contorno suave
   de la madre del dolor;
      copió el sollozo, el suspiro,
   la fe, la vida, la gloria;
   llenó de encantos la escoria 75
   de nuestro pobre retiro;
      y era porque Dios, hermano
   de los que le amaban fieles
   mandaba al mundo cinceles,
   para el artista cristiano. 80
 
        .........................
 
      Y no tan sólo el peñón
   su ser el arte cambiaba;
   también el lienzo entonaba [178]
   su más solemne canción.
      Mientras Cellini a la historia 85
   daba su nombre y su brillo,
   ya fermentaba Murillo
   con el fuego de su gloria:
      el gigante apareció;
   lo eterno brillaba en él; 90
   donde llegó su pincel
   sólo su pincel llegó;
      empapado en la grandeza
   del espíritu cristiano,
   con su aliento sobrehumano 95
   domó a la naturaleza;
      y de su potencia en pos
   volando en vuelo fecundo,
   después de abarcar al mundo,
   pintó a la gloria, y a Dios. 100
      Gigante que al orbe asombra
   bajó a la tumba dejando
   al arte nuevo pensando,
   y al arte viejo en la sombra;
      porque en su audaz corazón 105
   que en sus creaciones se ve,
   vivieron mundos de fe,
   con mundos de inspiración.
 
III
      ¡Revolución esplendente!...
   Cuán inmenso es su poder... 110
   la luz se principia a ver
   en cada creación naciente.
      Cantando un himno profundo
   se alzan moles colosales;
   con manto de catedrales 115 [179]
   principia a cubrir el mundo.
      Y no es ya en el Partenón
   donde el arte se ilumina;
   la basílica mezquina
   de la griega ostentación, 120
      es pequeña ante la idea
   que en el templo soberano,
   cual sol del arte cristiano
   bajo la cruz centellea.
      El genio volando en pos 125
   del más inspirado anhelo,
   coge en la cúpula el cielo
   para ofrecérsela a Dios.
      Alza la nave altanera
   por cima del monte grave; 130
   la cruz corona a la nave
   como la luna a la esfera,
      y al par que en la estatua brilla,
   y el lienzo se anima y llora,
   y el arpa consoladora 135
   trémula al genio se humilla;
      el cincel, y la canción,
   el lienzo, el mármol, el oro,
   y el órgano que en el coro
   canta nuestra redención, 140
      al alzar su canto allí,
   donde a Dios el alma ve,
   dicen: «Señor, soy la fe
   que se levanta hasta ti.»
 
IV
      Hoy... dormido está el laúd; 145
   dormido el pincel divino;
   la estatua gira sin tino [180]
   del arte en el ataúd.
      Ya lo duros pedernales
   no toman formas humanas; 150
   mudas las artes cristianas
   no levantan catedrales.
      Sólo la música pura,
   sólo el arte de Stradela,
   como un ruiseñor que vela 155
   de la fronda en la espesura,
      cantando gloria o pasión
   desde un árbol de otro mundo,
   contempla el astro fecundo
   de la gran revolución. 160
 
V
      Es otro siglo... ¡Escuchad!...
   El hierro arrumba y golpea;
   en el taller de la idea
   se funde la humanidad.
      El genio que se lanzó 165
   ayer tras de la belleza,
   roba a la naturaleza
   lo que cien siglos guardó.
      A su luz el pensamiento
   domina montes y mares; 170
   los peñascos seculares
   se desprenden de su asiento,
      y en vez de alzarse a la altura
   en cúpulas o palacios;
   en vez de hendir los espacios 175
   al sol de la arquitectura,
      bajan formando torrentes
   de la tierra a las entrañas;
   unen abiertas montañas, [181]
   forman arcos, forman puentes; 180
      y cuando el hombre sereno
   los arranca al monte mismo,
   o descienden al abismo
   o se levantan al trueno.
      El cincel que nos asombra 185
   por las obras que animaba,
   hoy en las rocas se clava
   «¡Paso!»(87) gritando a la sombra:
      abre inmensas galerías
   en las montañas más graves; 190
   por sus magníficas naves
   gigantescas y sombrías.
      Raudas, hirvientes, sonoras
   corren cubiertas de galas,
   locomotoras con alas 195
   más rápidas que las horas.
      Allí penetra y se extiende
   el hilo en que va el acento;
   cuando pasa el pensamiento
   la negra sombra se enciende; 200
      porque al verse sorprendida
   la virgen naturaleza,
   canta a la humana grandeza
   confesándose vencida.
 
VI
      ¡Siglos de fe y de razón!... 205
   ¿Cuál es más grande, Dios mío?
   ¡Ayer, arte y desvarío...
   hoy... ciencia y revolución!...
      Ayer el peñón sereno
   la gloria de Dios cantaba; 210
   ¡hoy la tormenta es esclava, [182]
   esclavo el rayo y el trueno!
      Ayer el lienzo brilló
   con el fuego de Dios mismo;
   hoy se ilumina el abismo 215
   que Dios con la mar cubrió.
      Ayer en la sombra muda
   brillaba la fe bendita;
   hoy... entre la luz se agita
   cual negra sombra la duda. 220
      Ayer con la fe por guía
   sin otra luz ni otro muro,
   en lecho de sombra oscuro
   la humanidad se dormía;
      hoy con fiera voluntad 225
   fijo y seguro timón,
   la barca de la razón
   conduce a la humanidad;
      y por la mar adelanta...
   y no detiene su vuelo; 230
   y desde el mundo hasta el cielo,
   todo vacila a su planta;
      ya está lejos... ¿Dónde irá?
   ¿Será presa de su ardor?
   ¡Busca un puerto!... tiene amor... 235
   La nave se salvará.
 
VII
      ¡Miradla!... No hay que temer;
   siglo que en tan honda liza
   tan grandes obras realiza,
   sabe adorar y creer. 240
      Mundo que de su ansia en pos
   vuela en tan rápido vuelo,
   no está solo; desde el cielo [183]
   le tiende su mano Dios.
      Si los templos seculares 245
   cantan de ayer las creencias,
   hoy nuestras propias conciencias
   son templos y son altares.
      Libre el pensamiento humano
   a Dios ofrece su culto; 250
   ese templo tan oculto
   es el templo más cristiano.
      Alzando en su utilidad
   el siglo cuanto proclama,
   no se ama a sí, sino que ama 255
   a Dios, en la humanidad.
      Por eso la reflexión
   nos dice al vernos sentir,
   que la fe no ha de morir
   ahogada por la razón; 260
      sino que en vuelo fecundo
   las dos uniendo sus lazos,
   van a confundir sus brazos
   para redimir al mundo. [184]
 
 
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Despedida

 
      Con el alma dolorida
   voy siguiendo(88) mi camino,
   y hoy me arrebata el destino
   de la patria que es mi vida;
   como tierna despedida 5
   voy a dar forma y calor
   a mi duelo asolador,
   porque en la vital faena,
   el alma estalla de pena
   si no abre cauce al dolor. 10
      Mañana en otros lugares
   mirando gentes extrañas,
   veré soberbias montañas,
   que esconderán mis hogares;
   quizá los férvidos mares 15
   que oculten la patria mía;
   mas siempre mi fantasía
   recordará con anhelo,
   estas flores y este cielo
   de mi dulce Andalucía. 20
      Que aquí son más los rumores [185]
   de los lagos cristalinos
   y son más dulces los trinos
   de los pájaros cantores;
   aquí rebosan las flores 25
   en los prados virginales;
   y confunden sus canales
   aguas de fuentes y lomas,
   y van juntas las palomas
   con las águilas reales. 30
      Aquí por celeste don
   de que no da el mundo ejemplo,
   cada frente tiene un templo
   de arrogante inspiración;
   aquí viva exposición 35
   presenta el suelo fecundo;
   que Dios con amor profundo
   dándonos galas y genio,
   hizo a mi patria el proscenio
   de la belleza del mundo... 40
      Aquí hay soberbias vestales
   que hunden el alma en cadenas,
   por ser estatuas de Atenas
   fuera de sus pedestales;
   hay vírgenes ideales 45
   que con su hermosura fiel
   dejando atrás el pincel
   son por su dulzura y brillo,
   realidades de Murillo,
   modelos de Rafael. 50
      Aquí también la nación
   tiene página brillante;
   aquí está Bailén, gigante
   dogal de Napoleón;
   España por su cañón 55
   gritó a los vencidos bravos: [186]
   «Corred por montes y cabos
   a domar pueblos inmundos;
   que en el taller de mis mundos
   no se fabrican esclavos.» 60
      Arte, belleza, poesía,
   valor, virtudes, historia;
   ¡he aquí los timbres de gloria
   que tiene la patria mía!
   Al dejarla, pena impía 65
   quita aliento a mi razón;
   mas se templa la aflicción
   cuando el alma considera,
   que con fe la patria entera
   se guarda en el corazón. 70 [187]
 
 
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Amor mundano

 
SONETO
   Yo la juraba amor; por fiel trofeo
mi vida la ofrecí con mis destinos;
sus ojos grandes, cándidos, divinos,
contemplaban mi loco devaneo.
   Como tiemblan las almas al deseo 5
temblaban los remansos cristalinos;
el ruiseñor cantaba entre los pinos
los cantos de Julieta y de Romeo.
   Recordando un amor que es maravilla,
«Tú serás mi Isabel», grité con pena 10
doblando en su presencia la rodilla;
   y ella me dijo con su voz serena:
«Ya me duele el estómago, Marsilla;
convídame a cenar, que no estoy buena.» [188]
 
 
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Al ejército español, en el acto de hacer pública la declaración de guerra de España a Marruecos

 
IMPROVISACIÓN
   ¡Ellos son! ¡ellos son! Ved sus pendones
sobre las olas de la mar rugiente,
que besa las arenas
del África infeliz; ellos, los hijos
de la invicta nación en cuya frente 5
brillaron cien coronas,
cuando al compás del victorioso canto,
sintió latir los Mundos
entre las orlas de su regio manto.
   Vedlos allí; bajo sus pasos fieros, 10
la tierra se estremece; absorto el mundo
pregunta quiénes son; gimen los mares
llevando con orgullo sus bajeles,
y al despedirse de los patrios lares,
se espantan los infieles. 15
Los héroes de sus tumbas se levantan
para verlos marchar; ¡Guzmán! ¡Padilla!
¡venid! ¡venid! y admiraréis erguidos
los bélicos leones de Castilla.
Venid; ya la pelea 20 [189]
se agita por do quier; la media luna
huirá otra vez ante el hispano aliento,
como nube de arena
que del desierto al mar empuja el viento...
 
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   ¡Ellos son! ¡ellos son! Los altos hijos 25
de Sagunto y Numancia; los que un día
vieron postrarse ante su inmensa gloria
todos los tronos de la baja tierra;
los que al compás de su guerrero canto
dieron su ley a la nación romana, 30
y hundieron la soberbia mahometana
en las revueltas olas de Lepanto.
   Los que siglo tras siglo en honda lucha
bajo la Cruz sagrada
respiraron las auras de la guerra 35
sin rendirse jamás; los valerosos
que al ronco grito de su patria amada
con santo amor lucharon,
y estrecho el mundo a su valor hallaron.
   Los que al audaz coloso 40
que halló pobre escabel de su grandeza
las cumbres del Moncayo poderoso,
en brazos de su intrépida bravura
le arrancaron el cetro y la victoria,
y con frente serena, 45
polvo hicieron su gloria
sobre el vasto peñón de Santa Elena.
   ¡Ellos son! ¡ellos son...! Los que hoy sin calma
cruzan la mar bravía
buscando el lauro y la brillante palma 50
para honra y gloria de la patria mía.
   Ya van a la victoria; ya severa,
la santa Cruz en sus pendones flota;
ya la noble bandera [190]
dobla la mar remota 55
buscando con afán otra ribera.
¡Madres, padres, hermanos...!
Por ellos no lloréis; las bendiciones
del morador del alto firmamento
sustentan sus pendones, 60
y el abrasado viento
que en la costa africana
bate la arena ardiente,
llevando entre sus alas la victoria
les hará respirar auras de gloria. 65
   Ellos heroicos son: en sus cabezas
se reflejan brillantes
los lauros de magníficas grandezas,
héroes sus padres fueron;
héroes tienen que ser sus sucesores; 70
no temas por tus hijos, pueblo fuerte,
porque es tal su bravura
¡que al herirlos cruel tiembla la muerte...!
   Y tú, madre; no llores... que mañana
a tu regazo volverá ese hijo 75
¡ay! a que borres con amantes besos
de su frente la sangre musulmana,
y te hundirá bajo los mil laureles
que arrebató a los bárbaros infieles;
y si alguno arrastrado en la pelea 80
bajo el alfanje(89) infiel pierde la vida,
cantos eternos le dará la historia;
gloria los mundos y los cielos gloria.
 
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   Y tú Señor, que agitas con tu aliento
las ardientes arenas del Sahara; 85
que haces rugir al mar, volar al viento,
y estremeces con hondo poderío [191]
cuantos mundos ocupan el vacío.
Tú, que al orbe das leyes;
padre del universo, Rey de reyes; 90
astro de salvación que desde el cielo
bajaste a la colina
para nutrir el suelo
con tu sangre divina...
¡protégelos, Señor!... ellos te quieren... 95
por ti van a luchar; en sus conciencias,
vive tu imagen sacrosanta y pura,
y tu nombre y el nombre de su patria
repiten con ternura.
   ¡Protégelos, Señor! Que llegue un día 100
en que espantados tigres y leones,
el rojo sol del África bravía
ilumine de Cristo los pendones;
la hora bendita en que la tierra impura
salude a Dios bajo su nombre solo, 105
desde el desierto que produce llamas,
hasta el helado polo.
   ¡Protégelos, Señor! Ya el mar murmura;
del africano el espantoso grito
se escucha por doquier; roja fulgura 110
su gumía destructora,
y respira con bárbaro contento
auras de sangre en el hispano viento.
   ¡Protégelos, Señor! Y allá en la tarde
del suspirado día, 115
atentos todos a la costa ardiente
del África abrasada;
cuando la nave audaz, se alce valiente
sobre el mar español con la victoria
con santo amor y como tú deseas 120
diremos todos al cantar tu gloria...
¡Poderoso Señor, bendito seas! [192]
 
 
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Atila

 
   Nací poderoso; mis ojos giraron
buscando en el mundo sangriento laurel;
miré a las alturas... los soles temblaron
venganza en mi frente creyendo leer.
   Ceñí la corona y al grito de guerra 5
crucé las montañas rugiendo feroz;
el tigre iracundo que muerde la tierra,
lamiendo mis plantas cobarde tembló.
   Crujieron(90) los robles del bosque en la hondura;
los pinos rodaron con sordo rumor; 10
ardieron los pueblos, alzando a la altura
brillantes hogueras, afrenta del sol.
   Naciones y tronos, ciudades y leyes
de alfombra sirvieron al bárbaro audaz;
si alzaba mi brazo, temblaban los Reyes 15
sentencias de muerte temiendo escuchar.
   Besó la victoria mi carro de guerra;
la muerte espantada mi genio aplaudió,
y al verme tan fiero, nombrome la tierra [193]
verdugo del hombre y azote de Dios. 20
 
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   Miraba una tarde con ojo iracundo
al cielo esplendente soñando matar;
sudarios de muerte tapaban al mundo;
flotaba en el éter sangriento cendal.
   De un pueblo lejano los gritos oía 25
y brindis y acentos de alegre festín;
y hermosas doncellas mi mente veía
tejiendo(91) coronas en danza feliz.
   «¡A mí los guerreros...!»(92) clamé en mi delirio;
«Un pueblo provoca mi bárbaro afán; 30
que llore con sangre terrible martirio...
¡mi brazo de hierro su frente hundirá...!»(93)
   Y raudo corriendo con ansia de fiera,
blandiendo en las manos el hacha feroz,
llegué a sus murallas, pisé su bandera... 35
mi ardiente caballo sus muros saltó.
   ¡Qué gozo! Sus arcos alfombran mi planta,
sus templos profanos hundidos se ven;
la sombra del crimen al verme se espanta;
el mundo cadáver se arrastra a mis pies...! 40
   Hermosas mujeres en rápidos giros
me miran queriendo mi rabia calmar;
sus labios de rosa brotando suspiros,
enjugan la sangre que arroja mi faz.
   Y en copas brillantes me ofrecen licores 45
los altos monarcas del reino infeliz;
y mármoles, arcos, columnas y flores
con lenguas de fuego me cantan a mí.
   Y yo poderoso sintiendo en mi pecho
la hoguera rugiente de impura pasión, 50
arrastro a la virgen al tálamo, hecho
con restos de tumbas del pueblo señor.
   Y bebo la sangre del torpe vencido, [194]
y en montes de muertos enclavo mis pies;
y miro la toga del cónsul caído 55
cubriendo los lomos del regio corcel.
 
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   En hora maldita soñé la ventura
de amar con el fuego de todo el amor,
y ansiando delicias, del mundo en la anchura
celeste doncella mi vista encontró. 60
   La trajo a mi lecho mentido cariño;
la alcé hasta mi trono; la di mi poder;
el tigre iracundo con ansia de niño,
cual manso cordero besaba sus pies.
   Porque era la diosa, como una mañana 65
del mágico cielo que cubre la mar;
más grata que el eco de trompa lejana
que canta victoria con ronco compás.
   Y el héroe gozaba... cantaba la hermosa
la gloria del bravo y el genio del dios; 70
y el arpa vibrando con voz cadenciosa
llevaba a los cielos su dulce canción.
 
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   En noche callada sin calma dormía
soñando combates y glorias sin fin;
mi brazo de hierro la espada blandía 75
y un mundo de esclavos volaba tras mí.
   Buscaba coronas... buscaba placeres
y tronos, y rayos para una mujer,
y carros de fuego con otras mujeres
besando la tierra que alzase su pie. 80
   De pronto resuena terrible alarido;
levanto los brazos con ansia feroz...
despierto... mi lecho de sangre teñido,
me eleva expirante... mi tumba se abrió...
   La muerte se acerca terrible y sombría; 85
dilato la vista con bárbaro afán; [195]
¡la esclava que amante mi cuerpo ceñía,
clavado en el pecho me muestra un puñal!
   «¡Venganza!»(94) murmuro con voz angustiada
asido a la muerte... queriendo vivir... 90
y en torno repite feroz carcajada
la sombra del crimen que viene por mí.
   Y escucho a lo lejos la voz de la danza
y risas y cantos de dulce compás;
y caigo en la tumba gritando «¡venganza!»(95) 95
¡bebiendo mi sangre...! ¡mordiendo el puñal...! [196]
 
 
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Esperanza

 
SONETO
   ¡Bendecid al Señor! Alzad las manos,
siervos de ayer, sin sangre ni cadenas;
ya ruedan las fortísimas almenas,
murallas de soberbios y tiranos.
   Ya no hay persas(96), ni godos(97), ni germanos(98), 5
ni verdugos cual Roma, o cual Atenas;
que en las cimas del Gólgota serenas
murió Jesús por enlazar hermanos.
   ¡Hermosa libertad! ¡presta tus dones...!
Desde el Indo hasta el Rhin, del Volga al Tibre 10
repite tus magníficas canciones...
   Que tu poder en las conciencias vibre,
para que digan pronto las naciones:
bendigamos a Dios... ¡el mundo es libre...! [197]
 
 
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La inspiración

 
ODA
   ¡Ah! ¡que la mente inquieta
siente latir la inspiración, y siente
revelación espléndida el poeta...!
   ¡Paso a la inspiración... paso al torrente
que despeñado salta 5
de roca en roca; a los abismos rueda,
y del fondo otra vez surge potente...!
   ¿Adónde va? ¿qué borde la domina?
Mar sin orilla, viento sin barrera,
desde el mundo hasta Dios vuela sin calma; 10
su indómita bandera
que nutre el genio para luz del alma,
sobre el mundo magnífica tremola;
vedla flotar en valles y colinas,
en bosques rudos, en quebradas fieras, 15
en tumbas, en ruinas,
en escombros de pueblos sepultados,
en templos seculares,
en columnas, en pórticos y altares.
   Dios la formó; desde su noble asiento 20 [198]
«Ve», la dijo: «a adornar la gloria mía»;
y ella voló en el viento,
llegó a la fantasía,
y produjo del arte la armonía
al levantar a Dios el pensamiento. 25
   ¡Inspiración! ¡Inspiración! ¡Qué hermosa
por el espacio vas...! Tu noble manto
al sacudirse el hálito del genio
borda al mundo de espléndidas creaciones;
el orbe es el proscenio 30
donde aplauden tus obras las naciones.
   A tu empuje severo,
se alza el hombre triunfal; por tu grandeza
brota el túmulo austero
revelación de eternidad y vida; 35
muda naturaleza
depone sus magníficos altares
de rocas hacinadas
a los pies de tus cúpulas bravías,
que libres e inspiradas 40
repiten soberanas armonías.
Las peñas saltan de la cumbre al valle
si tu genio las cúspides orea;
como el agua de Oreb brota en la roca,
si tu genio la toca, 45
de la roca también surge la idea.
   ¡Paso a la inspiración! Los altos pinos
con el viento modulan sus canciones;
la mar hirviente en sus espumas canta;
el pájaro en sus trinos; 50
el agua en la garganta
de cimas colosales
por donde bulle lúgubre el torrente;
el volcán en sus antros funerales;
el suelto alud en la fatal pendiente. 55 [199]
   Templado al son del universo entero
tu plectro colosal aturde y ciega,
y de Dios en el nombre,
supera al mundo; a lo infinito llega;
refleja al cielo, y transfigura al hombre. 60
Del vaso de la mar saca armonías;
acordes de la roca
que azota el huracán; nuevos rumores
del torrente que choca
con espectros de torres y de muros, 65
y de los ecos duros
del trueno que retumba en el nublado
arrebata la ira,
y con grito inmortal pavor inspira.
   Sentado en la pendiente de la historia 70
yo la miro cruzar de mundo a mundo
en el alma inmortal siempre encendida.
La vi surgir al prepotente sea...
del artista sin fin, y vi la nada
adornarse en el arte; vi del genio 75
la túnica inflamada
bordar la esfera de esplendor y gloria,
y en Tabor de belleza
ceñir de luz al ser; el universo
dio tipo a la creación, y el alma pura 80
desde su pobre pedestal mezquino,
se levantó a la altura
en ansia eterna del laurel divino.
   Aquí cantó a la libertad; más lejos
arcadas en ruinas, 85
son últimos reflejos
de un poder que pasó; lóbregas grutas
desde el lecho del Indo, forman vía
hasta la negra entraña
donde el ara sangrienta no se orea, 90 [200]
con espanto y horror de la montaña,
y del volcán que junto al ara humea;
columnas y pilares
hablan allá de un Dios, cuya armonía
es la deformidad; mudos altares 95
en que la yerba crece
atestiguan la fe de un pueblo entero;
y en alfabeto humano
canta el arte fecundo,
la aspiración de un mundo 100
de la inerte materia soberano.
   ¿Quién como tú? Donde tu genio excitas
brota la luz; la eternidad te inflama;
si a los bronces agitas,
se eternizan los bronces en tu llama. 105
¿Qué de las peñas fuera
que en columna o en arco a Dios bendicen?
¿qué de aquellos festones,
de rosas, de caulículos, de rizos,
de fuertes dentellones 110
ornamento del templo?... En la montaña
como muerta belleza
peñascos sólo sin valor serían;
mas la llamó tu voz; a ti cedieron,
y al resplandor sublime de tu gloria 115
en tu llama de gloria se encendieron.
 
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   Yo vi a la edad primera
nombrar a Dios, y lo nombró en tu lira;
y al decir «¡yo te adoro!»
se levantó en el viento 120
el amor, desde el címbalo(99) sonoro,
o en columna de jaspe el sentimiento.
La libertad sobre el tirano erguida
soberbio monumento [201]
te ofreció en Salamina y en Platea; 125
la virtud, la amistad, la fe, la vida,
cuanto elevado orea
el céfiro inmortal, vive en tus brazos;
porque en tu seno fuerte,
el despotismo vil se hace pedazos 130
y vacila la muerte.
   Eterna en Dios, la destrucción constante
se detiene a tu brillo esplendoroso;
yo vi bajo la yedra
del arco derruido 135
himnos de gloria repetir la piedra;
sentí al friso gritar bajo el arado
del tosco labrador; vi en el desierto
aislado capitel decir tu nombre
al peregrino incierto; 140
palacios y ciudades
miré en la sombra muda;
brazos de estatuas, zócalos y flores,
escombro de magníficas edades;
y allí en aquel proscenio 145
de negra destrucción y de dolores,
un cántico se oía;
y era la voz del genio
que cantaba en su tumba todavía...
 
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   Vedlos... sus hijos son; ¡paso a la gloria...! 150
Empujados por cien generaciones
los sustenta en sus cúspides la historia.
Homero, Rafael, Petrarca, Dante,
Virgilio, Calderón, Tasso, Quintana,
y Murillo, y Rembrandt(100), del sol brillante 155
reciben los soberbios resplandores;
y otros genios también con faz radiante
oyen de gloria el poderoso grito, [202]
y a lo inmortal se aferran
y escalan por el arte lo infinito. 160
   Los tiempos agitados
tampoco muerden las sagradas tumbas
donde viven los muertos inspirados;
corren los siglos; tras de pasos ciertos,
los horas a las horas se encaminan; 165
pirámides de muertos
van llegando al osario,
que se nutre de escombros de naciones;
y entre tal destrucción, en tal pelea,
dominando a los mundos y a la historia, 170
los genios siempre grandes,
fijan su noble planta
del mundano poder sobre los Andes,
su alto poder entonan,
y en su propia grandeza se coronan. 175
   ¡Paso al genio...! Mirad... son sus creaciones,
latentes en el alma que suspira;
¡Margarita... Beatriz...! sombras amadas...
¡Laura doliente... pálida Julieta...!
Arpas enamoradas 180
que cantáis los amores del poeta...
¡Sed fe de amor...! Fecundizar el fuego
que fue puro en los Alpes, y en las glosas
del dulce ruiseñor, y en la ribera
que borda el Rhin de pámpanos y rosas... 185
   ¡Imágenes benditas
de fe y de caridad...! Lienzo sublime
donde la forma audaz se transfigura
y por lo eterno gime...
Vírgenes sin contorno 190
que del genio potente de Murillo
en santa procesión vagáis en torno...
nobles lienzos de fe que el genio orea [203]
haciéndoles latir en los amores
de la infinita idea... 195
cuadros de vida y luz, sombra y rumores...
no apaguéis los colores
en que el orbe pasmado se recrea.
   Y vosotras, naciones esplendentes,
Italia... Grecia... España... 200
levantad vuestra voz; dulce Apenino,
soberbio Pirineo;
Patmos de oro y laurel, golfo divino
que bulles en canales,
espejo de fragmentos inmortales; 205
cántabro mar; magníficos escombros
de siglos por los siglos hacinados
que esparce el tiempo al sacudir sus hombros...;
unid los cantos de la historia entera
del genio en alabanza, 210
y a través de los montes y los mares,
el rudo Dante, Calderón y Homero,
unirán sus cantares
dando esplendor al universo entero.
 
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   ¡Poder del genio! ¡inspiración gloriosa! 215
La túnica ostentosa
que del pasado fuera pompa y gala,
en vano la razón si desvaría
pretenderá romper; suelta a los vientos
en pórticos y foros los festones 220
de tu manto de gloria; canta, llora...
alza los monumentos
que adoran las naciones,
y elévate de triunfos soberana;
la razón es tu ser, no tu verdugo; 225
fundamento del alma, en ti se ayuda,
se acerca a ti, te reconoce hermana, [204]
y al mundo deja, y en tu fe se escuda.
Aquel vil desvarío
que afrentó a la razón, y arrasó altares, 230
ojivas(101) nobles, criptas y sepulcros;
el que adoró la forma corrompida,
y derribando a Dios con mano artera
levantó sobre el ara
con espanto del templo a la ramera, 235
enemigo sin fuerza y sin aliento
a tu fúlgido rayo,
rueda como Luzbel; te ve, se asombra,
se despeña del nublo, abre la cumbre,
y mordiendo la sombra, 240
se aterra de tu santa pesadumbre.
   Pasad... pasad... en vano,
fantasmas de la duda,
pretenderéis oscurecer mi mente;
fuerte es la inspiración... Dios le da brío; 245
abrid paso al torrente
que corre desde Adán raudo y profundo,
y ha de llegar intrépido y bravío
a la tarde del mundo.
   Dios lo quiere, y será; cuando vacile 250
el orbe ante el Poder; cuando en pedazos
los astros colosales
desciendan por el viento,
y rotas las barreras
del turbio mar, rebase las montañas, 255
y el volcán sacudido
de su postrer latido
desgarrando del globo las entrañas;
la inspiración en la última criatura
levantará su acento 260
fuerte en la destrucción; verá en ruinas
cien montañas pasar; oirá el lamento [205]
del vaso de la mar despedazado
por la borrasca loca,
que arrancará las aguas espumantes 265
de su cárcel de roca;
se inspirará en horror, y rica y fuerte
acompañando la potente ira,
dominará la muerte
levantándose a Dios desde su lira. 270

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