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[206]

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El usurero



I
                                                 Sentado estás contemplando
los productos de tus ansias;
la noche de tu conciencia
tiene en tinieblas tu alma.
Desde un libro al otro libro 5      
corren torpes tus miradas,
y el oro pesas y pesas
con la ambición por balanza.
Planta mísera y estéril,
sólo en escombros arraigas; 10
tu patria son las ruinas,
tus flores crecen en lágrimas.
El hambre, solar que explotas,
pálido a tu puerta llama,
y cuando «¡piedad!»(102) te grita, 15
al darle pan, se lo arrancas.
   ¡Caridad! ¡Rosa del cielo...! [207]
Hija de la Cruz cristiana
madre de las buenas obras,
esposa de la esperanza... 20
míralo... ¿por qué no llegas?
¿por qué su pecho no ablandas?
¿por qué tus jugos de gloria
no prestan fuego a sus ramas?
¿por qué a su pálida frente 25
no das rumor con tus alas,
ni das a su amor perfumes,
ni pones dique a sus ansias?
Y la caridad responde...
   «Voy con el pobre a su casa; 30
floto en los hondos suspiros;
palpito en las esperanzas;
me cubro con los harapos
del mendigo y de la anciana;
doy duelo y timbre al gemido, 35
doy colorido a las lágrimas,
y siempre lo miro yerto,
no encuentro fibra en su alma;
la ambición tapa mi boca,
la codicia me rechaza; 40
no hay virtud en su conciencia,
ni hay calor en sus entrañas...»
 
II
   Ven conmigo, ven conmigo,
torpe mercader infame;
ven a contemplar tu obra; 45
ven quizás a avergonzarte.
En ese revuelto lecho
mira un busto miserable:
era una pobre mendiga, [208]
era pobre y era madre. 50
Sus hijos, flores que mueren
de la miseria en la cárcel,
lloran sin saber si lloran,
rezan sin saber qué hacen.
Insepulto por miseria 55
ese pobre cuerpo yace,
y un hijo... la única alhaja
coge para sepultarle.
   A tu casa va, usurero;
¡míralo...! ¡piensa en tu madre...! 60
Va por enterrar la suya...
es huérfano... tiene hambre...
a ti se acerca, y no puede;
anda y vuelve vacilante...
quiere expresarse y solloza... 65
su mano tiembla... ¿qué haces?
Es un santo crucifijo
lo que a tu casa se trae.
¿Lo miras? ¿rezas acaso?
¿Contemplas ese cadáver 70
santo, hermoso, dolorido,
puro, dulce y venerable?
¿Estás mirando en su rostro
de las espinas fatales
las huellas quizás? ¿Recoges 75
en noble ilusión las frases
de aquella boca bendita
que en soplo de bien constante
hizo palpitar la tierra,
pidió amor, templó maldades, 80
besó al hombre su verdugo
y hoy se cierra perdonándole?
¿Meditas quizá la infamia
de aquella turba culpable? [209]
¿Ves el Calvario? ¿Retornas 85
por medio de las edades
a Jerusalén? ¿Percibes
el paso doliente y grave
de la víctima que en hombros
sustenta la cruz? ¿La madre 90
ves quizá tierna, amorosa,
dolorida, vacilante,
muertos de llorar sus ojos,
que besa llorando el ángel?
¿Te detienes? ¿qué meditas? 95
¿qué es lo que tu mano trae?
Es un peso... lo levantas...
pesas el santo cadáver...
lo ves otra vez... lo tocas...
lo devuelves... ¡es culpable...! 100
No es oro, y tú lo rechazas,
porque ni pesa ni vale.
   ¡Cristo también algún día
pesará tu tronco infame!
¡pues tronco sólo es el alma 105
que se alimenta de sangre...!
También tu negra conciencia
torpe, estúpida y cobarde
caerá en la balanza; el cielo,
tribunal inapelable, 110
te juzgará; tu sentencia,
quien te conoce, la sabe.
 
III
   ¿Eres padre? Ven conmigo,
quiero consolar tus penas;
mira un cuadro de familia 115
dulce, como la primera [210]
santa ilusión encantada
que brota de la inocencia.
   En el umbral de una choza
limpia, plácida, y modesta, 120
y al pie de fuertes nogales
que al cubrirla la sombrean,
palpita un lienzo divino
de Murillo o de Rivera.
Es una madre muy joven; 125
su frente cándida y tersa,
no puede con los cabellos
que el céfiro desordena;
tiene los ojos hermosos
como el alma que reflejan, 130
fuerte y robusta la espalda,
ancho el seno, pura y recta
la línea de sus facciones,
dignas de Chepre(103) o de Atenas.
Estatua de amor bendito 135
a un ángel puro contempla,
ángel que al sentir sus labios,
«madre... madre...» balbucea.
Al pie de un nogal frondoso
cuyo solo tronco cierra 140
todo el horizonte, un joven
con dulces ojos observa
aquellos amores santos
que en forma humana se besan.
   Pasos suenan en el bosque; 145
¡se repiten...! Ya se acercan,
y una figura, un mendigo
al cándido grupo llega.
La madre con ansia noble
coge una humilde moneda, 150
y en la mano suplicante [211]
con dulce rubor la deja;
«No puedo más», triste dice,
y se excusa por la ofrenda,
y el pobre «Dios te bendiga», 155
repite cuando se aleja.
   «Hijo», murmura la madre
al niño que vive en ella,
y que aún no entiende palabras
ni entiende las obras buenas; 160
«hijo, cuando el desvalido
llame mañana a tu puerta,
dale pan si tiene hambre,
si tiene sed, su sed templa;
si padece, si suspira, 165
si solloza, si se queja,
llora con él; si te llama,
responde a su voz; si ciega,
dale tu mano piadosa;
ponlo otra vez en la senda. 170
Jesús, el cordero dulce
que ves en la cruz aquella,
murió por ti; grande y bueno
sembró su amor en la tierra,
y ante el cetro de la muerte 175
rindió su santa cabeza.
No abandones al que llora;
la caridad, mensajera
es de Dios; el que la sigue
al pie del eterno llega.» 180
 
.........................
 
   ¿Qué dices de tal doctrina?
¿tienes hijos? Cuando sean
hombres como tú, mañana
cuando en la social faena
se presenten, ¿qué recuerdos 185 [212]
te deberán por herencia?
¿Han visto cuadros tan puros?
¿Han visto la santa escena
que la caridad practica(104)
donde hay amor? ¿Las eternas 190
poderosas vibraciones
que parten del alma buena
y que al estallar en obras
nos animan y consuelan,
las han comprendido?... ¡Calla...! 195
Con tu codicia rastrera,
sangre pobre y corrompida
les has filtrado en las venas.
Tus hijos no oyen los ecos
del consuelo a las dolencias; 200
con otro licor se sacian,
otro pan los alimenta.
Ellos ven tasar el llanto;
poner rédito a las penas;
saben que el hambre es dinero; 205
sólo en el oro ven fuerza.
Tasando necesidades
te ven las horas enteras,
y ven brotar su abundancia
de las desgracias ajenas. 210
El corazón no lo sienten
cuando a tu pecho se acercan;
que un usurero, a ser padre,
de ser padre se avergüenza.
No saben la fe de Cristo, 215
ni el valor de Cristo aprecian;
¡que un crucifijo en tus manos
sólo vale lo que pesa...!
Atracado estás de oro
como de carne la hiena; 220 [213]
serpiente social, tú vives
enroscado en la miseria,
y haces de andrajos diamantes,
y haces del hambre moneda;
del desconsuelo esperanza, 225
gloria vil de la materia.
Tu fábrica, sus cimientos
en tu corazón asienta,
y no hay piedad en sus obras,
que es tu corazón de piedra. 230
Cuando lloras, nadie te oye;
si sufres, nadie se acerca;
si llamas, triste silencio;
si mueres... pocos te rezan.
La impiedad, que fue tu guía, 235
cuando sufres no te deja;
¡la caridad! no la implores;
¡el amor! a ti no llega;
no hay piedad para el infame
muladar de tu grandeza. 240
 
.........................
 
   Llora, miserable, llora,
pide a Dios con ansia eterna;
sofoca con tus plegarias
de tus víctimas las quejas;
la vara, que cristalino 245
raudal arrancó a la peña,
puede aún arrancar virtudes
de tu corazón de fiera.
Llora... comprende lo grande
de practicar obras buenas; 250
ten fe en el amor divino;
no tiembles si al bien te acercas...
y a Dios pide... que es su gracia
más grande que tu miseria. [214]
 
 
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España e Italia

 
   ¡España! Su nombre solo
domina el mundo asombrado;
su estandarte, colocado
sobre el Atlas y en el Polo,
   proclama con alto brío 5
al orbe ante quien tremola,
de la alta tierra española
la grandeza y poderío.
   ¡Italia! También nobleza
refleja en sus hijos fieles; 10
los más hermosos laureles
toman brillo en su cabeza.
   Del cristiano el estandarte,
es su vida y su tesoro;
con rico manto de oro 15
la cubre el genio del arte,
   y en lucha que nadie doma
contra el germano o la Galia,
es grande al llamarse Italia,
como brillante al ser Roma. 20
   Flores que la tierra aspira
dan envidia a las naciones; [215]
porque valen sus blasones
más que el mundo que los mira:
   por eso en eternas lides 25
no dan paz a sus querellas;
por eso cubren sus huellas
con Farnesios y con Cides,
   y por eso entre el espanto
de la tierra y de la historia, 30
firman páginas de gloria
como Numancia y Lepanto.
 
.........................
 
   Los golfos encantadores,
los montes de azul eterno,
los valles donde el invierno 35
no puede matar las flores;
   los cielos, de Dios alfombra,
que las cubren y las miran;
las estrellas que suspiran
si no las ven en la sombra; 40
   las ciudades de altos muros,
los sepulcros altaneros,
los templos siempre severos,
los pechos siempre seguros;
   las entusiastas porfías, 45
las glorias de sus varones,
sus estatuas, sus canciones(105),
sus lienzos, sus armonías,
   todo las une en la historia
y sus grandezas proclama; 50
todo las lleva a la fama
sobre caminos de gloria...
 
.........................
 
   ¡España! ¡Italia!... Las dos
proceden de un mismo ser;
Roma, les dio su poder; 55 [216]
¡su genio gigante, Dios!...
   Ingrata la humanidad,
a las dos rasgó las venas;
sangre tiñó sus cadenas
al grito de libertad. 60
   Y elevando su estandarte
las dos en bárbaras lides,
dieron a la Guerra Cides,
como colosos al arte.
   Hermanas ante la historia, 65
su luz al orbe fascina;
¡el sol que las ilumina
se llama el sol de la gloria!...
   Si Miguel Ángel en pos
de su gran genio profundo 70
resucita en Roma un mundo
por asemejarse a Dios,
   aquí, con frente altanera,
¡Cervantes, alma inspirada,
con sólo una carcajada 75
derriba una edad entera!
   Aquí se adora el laurel;
allí, de la gloria el brillo;
¡en España, está Murillo!...
¡en Italia, Rafael...! 80
   Allí la absorta razón
canta al cantor del infierno;
aquí, ciñe lauro eterno
la frente de Calderón.
   Aquí el entusiasmo mora; 85
allí la grandeza inflama,
aquí, se vive y se ama;
allí, se canta y se adora.
   Por eso el mundo suspira
si en ellas su duelo templa; 90 [217]
por eso quien las contempla,
al amarlas, las admira...
 
.........................
 
   Hoy agitadas, ardientes,
por cien pasiones minadas,
tristes, ciegas, apenadas, 95
llenas de sangre y dolientes,
   en hondas luchas caminan;
sobre sepulcros golpean;
pendón fratricida ondean;
montes de muertos hacinan; 100
   apóstoles criminales
hieren a las dos naciones;
sus insensatos pendones,
que llevan los vendavales,
   levantan el rudo lema 105
de una libertad impía;
su luz, oscurece al día;
su aliento de guerra, quema.
   Hiriendo a la humanidad
quieren, en mengua del hombre, 110
hundir de Jesús el nombre
para alzar la libertad;
   sin mirar faltos de luz
y ebrios de error infecundo,
que la libertad del mundo 115
tiene por madre la Cruz.
 
.........................
 
   ¡Ah! ¡que las nobles naciones
cumplan su misión de gloria;
que no arranquen de la historia
sus más hermosos blasones! 120
   Que con la Francia su hermana,
unidas contra la muerte,
formen el pueblo más fuerte [218]
de toda la raza humana.
   Que no las hagan pedazos 125
torpes querellas mezquinas;
que las águilas latinas
se eleven desde sus brazos,
   y dilatando las alas
sobre el mundo y bajo el cielo, 130
den vida y amor al suelo
con su luz y con sus galas.
 
.........................
 
   ¡Francia noble!... ¡España altiva!
Italia mártir, doliente...
pueblos que del continente 135
sois la eterna siempreviva;
   cumplid vuestra alta misión,
dando al Hacedor tributo;
la libertad es un fruto
que vive en la religión. 140 [219]
 
 
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María

 
ODA
I
   Los que lloráis sin calma;
los que con hondo anhelo
vais en la pena desgarrando el alma;
los que al sentir el duelo
ebrios de duda os olvidáis del cielo. 5
   Esposas sin amores;
esclavos en cadenas;
vírgenes sin frescura y sin colores;
huérfanos, que entre hienas
no tenéis otro hogar que vuestras penas... 10
   Madres dolientes; pobres ateridos
que en los atrios lloráis; pálidos seres,
informe unión de sombras y gemidos;
tristísimas mujeres
que apuráis el dolor tras los placeres. 15
   Sedientos de ventura; [220]
espíritus sin paz, almas sombrías
en donde vive errante la amargura;
imágenes impías
que vais muertas sin flores ni armonías; 20
   ¿por qué acrecéis el duelo?
¿por qué os destroza el mundanal quebranto
con sus garras de hielo?
¿por qué con dulce llanto
no buscáis el raudal del amor santo? 25
   Hay un mar venturoso,
en cuyo seno dulce y cristalino
halla el dolor reposo;
¡los que vagáis sin tino...
dirigiros con fe por su camino...! 30
   Sus brisas son aliento
del Supremo Señor; a sus rumores,
dan las alas del ángel movimiento;
su ribera de amores
tiene Justos y Vírgenes por flores. 35
   En él, deja su estela
la santa nave que al Señor camina;
en él, dulce riela
la estrella que ilumina
sobre alta cumbre la ciudad divina. 40
   ¡Ah! Si lloráis sin calma,
buscad otra ribera
de duelo y de pesar, de horror al alma;
el que vivir espera,
no levanta la muerte por bandera... 45
 
II
   Estrella misteriosa;
dulce laurel sagrado;
espuma vagarosa; [221]
mar siempre sosegado;
jardín de amor por el amor cuidado. 50
   Imagen venerable;
corazón de la vida que en fe alienta;
columna inquebrantable
que en el hombre se asienta,
y llegando hasta Dios a Dios sustenta. 55
   ¡Consuelo, luz, ventura...
madre, refugio, hermana...
vida santa y dulzura...!
¡Purísima mañana,
gozo inefable, caridad cristiana...! 60
   ¡Gloria de las esferas...!
¡Del mundo cielo, de los cielos día...!
¡Madre! si no existieras,
triste el mundo estaría,
y el hombre en su orfandad... ¡te inventaría...! 65
 
III
   Yo he visto a las ciudades
rodar en polvo vano;
tras rudas tempestades,
vi al corazón humano
asombrar con su furia al Oceano. 70
   Contemplé a la miseria
rodando sin amor y sin consuelo;
vi a la brutal materia
amenazando al cielo,
y en ansia loca levantar su vuelo. 75
   En saturnal odiosa
he visto cien Bacantes
mal prendida la veste licenciosa,
y en senos palpitantes,
el crimen y el dolor luchar gigantes. 80 [222]
   He visto en peso frío
a un lado la virtud adormecida,
al otro el oro impío;
y en pos de la partida,
señor el oro, y la virtud rendida. 85
   Por el furor desnudo
he mirado el puñal; lo he visto insano
romper cien veces el cadáver mudo,
y he mirado al tirano
levantarse ante Dios contra su hermano... 90
   Y vi en cadalso fiero
a la justicia sin pudor violada;
y al verdugo altanero;
y a la virtud sagrada,
sobre el poste del crimen reclinada. 95
   Y quise en mi tormento
maldecir y dudar con ansia impía;
mas percibí tu acento,
y al verte, Madre mía,
¡tu aliento fue mi fe, tu amor mi guía...! 100
 
IV
   Te vi pura y brillante
llevar al Hombre Dios; sentí tu grito,
de gracia al cielo por su don amante:
vi tu amor infinito
velar la cuna del amor bendito. 105
   Te vi junto al madero
cuando el orbe rugiendo en ansia loca
lloraba por la muerte del Cordero;
vi al beso de tu boca,
temblar al trueno y palpitar la roca. 110
   Te vi tender valiente
tus brazos al Señor pálido y yerto; [223]
te vi triste y doliente
besar con labio cierto,
una vez y otra vez, a Cristo muerto. 115
   Te vi junto a la fosa
sublime sollozando;
te vi santa y hermosa
las manos levantando,
bendiciendo al Señor... ¡y perdonando...! 120
   Entonces, Madre pura,
lloré tu duelo en tan sagrada escena
olvidando la vida y su amargura;
¡quien siente su cadena,
ni se atreve a llorar junto a tu pena...! 125 [224]
 
 
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A España

Por las victorias del Pacífico
 
   Como muerta te juzgaron;
e hijos tuyos te ofendieron;
el sol de tu gloria vieron
y en su orgullo no cegaron:
«Duerme», los viles gritaron; 5
«nuestra madre, la que un día
salvando la mar bravía
dominó nuestra ribera,
rota la vieja bandera
se acerca a la tumba fría.» 10
   «Pasó su imperio al azar;
secos están sus laureles;
sus indómitos bajeles
se hundieron en Trafalgar;
cansada de pelear 15
mira sin sangre sus venas;
sus horas grandes y buenas
cambiáronse en amarguras,
y canta sus desventuras
al compás de sus cadenas 20
   Así, con vil deslealtad, [225]
dijeron(106) torpes y vanas,
dos repúblicas livianas,
mengua de la libertad;
de su madre la piedad 25
juzgaron degradación;
con miedo en el corazón
sobre su madre se alzaron,
y en su afán la amenazaron
con el puñal de Nerón... 30
   Mas ¡ah! que el furor delante
no vieron en su deseo,
que nunca llega el pigmeo
al corazón del gigante;
tocó el puñal vacilante 35
de nuestros lauros la rama;
los héroes que el mundo aclama
sobre los mares se irguieron;
¡lo que por su patria hicieron,
ya es asombro de la fama...! 40
   ¿Dónde están esas acciones
que son de la España mengua?
¿dónde hay brazo, dónde hay lengua,
que insulte nuestros blasones?
¿quién abate los pendones 45
de este pueblo sin segundo?
¿quién toca al laurel fecundo
que arrancando de su historia,
cubre con ramas de gloria
todas las glorias del mundo? 50
   ¡Degradación...! Tal idea
merece que se la aclame,
digna por torpe e infame
del pueblo vil que la crea.
No es cobarde quien pelea 55
dominando su ruina; [226]
no es cobarde quien hacina
cuando muerta se la llama,
tumbas que cubre la fama
con su túnica divina. 60
   ¿Qué raza supo luchar
como en Lepanto y vencer?
¿qué pueblo supo caer,
como España en Trafalgar?
¿quién hizo a Roma temblar 65
asombrando a las edades?
¿quién tras rudas tempestades
vio en todas sus convulsiones,
murallas de corazones
guardando sus libertades? 70
   ¿Qué pueblo, cual él, fecundo
domó los mares desiertos?
¿qué pueblo llenó de muertos
el Atlántico profundo?
¿quién postró de todo un mundo 75
cien siglos de vida y cien?
¿qué raza, erguida la sien
y en pos de esperanzas grandes,
levantó sobre los Andes
la cruz de Jerusalén? 80
   El Líbano, el Helicón.
el Cáucaso, el Atla fiero,
el Rhin, el Nido severo,
el Ganges, el Marañón...
¡no hay corriente ni peñón, 85
piélago, cumbre o ribera,
donde la hispana bandera
deje de decir con gloria,
que está escrita nuestra historia
con sepulcros en la esfera...! 90
   Y en vano poder mezquino [227]
nos herirá con su saña;
porque es necesaria España
de los mundos al destino;
su genio sigue un camino 95
grande, elevado y fecundo;
templo en la historia profundo
si vacilase algún día,
al hundirse, aplastaría
con sus escombros al mundo... 100
   Guerras, sombras, tempestades,
ha poco nos agitaron;
nuestros padres expiraron
sin luz y sin libertades;
estúpidas liviandades 105
mancharon la regia cumbre;
del sol la vívida lumbre
no vio nuestras dos riberas,
y hundió el mar nuestras galeras
¡harto de su pesadumbre!... 110
   ¡Cayó España...! Nuevo Atlante,
cedió al destino tirano;
el peso del Oceano
dobló su espalda pujante;
mas de súbito, un gigante 115
toca a sus glorias divinas;
¡España vio en sus colinas
arder extranjero rayo,
y al fuego del Dos de Mayo
resucita entre ruinas!... 120
   De allí su grandeza truena
y nueva vida ambiciona;
San Marcial, Bailén, Gerona,
llevan sus cantos al Sena;
de fe y de pujanza llena, 125
asombra a la nueva edad; [228]
la aclama la humanidad
muralla del continente,
y al alzarse independiente,
se alza con la libertad... 130
   Hoy se agiganta su gloria,
y aún más su acento retumba;
ya los laureles de Otumba
reverdecen en su historia;
fatigada la victoria 135
se alza del mar a través;
los pueblos en su interés
de asombro y de amor se agitan,
y en sus túmulos palpitan
Pizarro y Hernán Cortés. 140
   «¡Gloria!»(107) en Lepanto resuena,
«¡Gloria!»(108) Trafalgar murmura;
la mar, ancha sepultura,
mueve sus tumbas de arena;
de muertos larga cadena 145
cruza los dos oceanos,
y en golfos americanos
cantan cánticos divinos,
almas de nuestros marinos
saludando a sus hermanos... 150
   ¡Allí tras hondos afanes,
glorias y glorias se enlazan;
allí sobre el mar, se abrazan
los Núñez y los Bazanes;
cien soberbios capitanes 155
ornan la nueva victoria
y el mar quede nuestra historia
siente el poder ostentoso,
ruge y se agita orgulloso
de sostener tanta gloria! 160 [229]
 
.........................
 
   Mas ¡ah! que el arpa sonora
bajo la pena se inclina...
¡nuevas víctimas hacina
la pasión desoladora!...
Ya la España vencedora 165
cambia en dolor su altivez;
de luto cubren su tez
sombras y duelos prolijos;
¡que están luchando sus hijos
con sus hijos otra vez!... 170
   ¡Nueva lid! ¡nuevo rencor!
¡nuevos sepulcros de hermanos!
España, rojas las manos,
desfallece de dolor...
llanto desconsolador 175
sienten las manos brotar;
¡que mueren sin vacilar
sus hijos en cruda guerra,
fratricidas en la tierra,
y gigantes en el mal!... 180
   ¡Bárbaro, crudo destino
que así nuestras glorias mata...!
¿por qué la soberbia ingrata
nos corta siempre el camino?
¿por qué ese esfuerzo mezquino 185
para hacer de un pueblo dos?
¿a qué delirar en pos
de miserables empeños?
¿a qué mostrarnos pequeños,
si nos hizo grandes Dios? 190
   ¡Patria... tu aflicción deploro,
y en tu regazo suspiro;
cuando tu grandeza miro,
más tus desventuras lloro;
nuevas víctimas en coro 195 [230]
se mezclan en tu memoria,
y como siempre, tu historia
revuelve en su desventura,
el llanto de la amargura
con el llanto de la gloria! 200 [231]
 
 
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Filosofía de un vicio

 
   ¿Qué es beber? ¿cómo decir
al que tal quiere saber?
No se puede definir,
que hasta vivir, es beber
la esperanza de morir. 5
   Las abejas en las flores
beben sus mieles preciadas,
y los dulces amadores
beben luz en las miradas,
beben gloria en los amores. 10
   Dios, inmenso mar profundo
de amor, de gloria y bondad,
es bebedor tan fecundo,
que tiene por vaso el mundo...
por licor, la humanidad. 15
   Por eso cuando el pecado
se alza sobre el mundo ciego,
rompe Dios el vaso airado,
y arroja el licor viciado
sobre montañas de fuego. 20 [232]
   En estos hondos aduares
donde hasta el dolor se agota,
bebemos entre pesares
la ventura gota a gota,
los desengaños a mares. 25
   De la pena el brazo fuerte
con furor nos encadena,
y tanto licor nos vierte,
que al descender a la muerte
vamos borrachos de pena. 30
   Por eso juntos brindemos
sin pensar en lo que fuimos
ni llorar lo que seremos;
y ya que unidos nos vemos,
bebamos... pues que vivimos. 35 [233]
 
 
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La marcha del califa

A Muley-Abbas
 
   Aláh es grande; Mahoma su profeta;
él altivo preside
del humano el incógnito destino;
él el poder y la grandeza mide;
él eleva al creyente en la otra vida 5
hasta el mágico Edén en donde mora,
el coro virgen que al amor convida;
él numera las hojas que estremece(109)
el huracán bravío;
por su mirada el astro resplandece; 10
por él hacia la mar camina el río.
   Por él suena la voz; huele el olfato,
y por él, gran Muley,
naciste cuasi rey
en lugar de nacer gallina o pato. 15
   Por él, Califa, con tu brazo impío
elevaste la altiva media luna
citando al español a desafío; [234]
por él tras lucha fiera
rodaste al fin sobre tus huestes rotas 20
postrando en tierra tu soberbio alarde;
por él viniste a corregir las notas
y por él hoy te vas; Aláh te guarde.
   Vas a partir; la cortesana villa
por largo tiempo vestirá de luto 25
al recordar tus gracias... africano;
vas a partir, y de pensarlo lloro;
ya no veré tu despejada frente,
ni tus miradas al amor despiertas,
ni tu boca inocente, 30
almacén de marfil con cuatro puertas;
ni admiraré tu porte
ni de tu hermosa barba los matices,
ni veré esas narices
que envidian las narices de la corte; 35
ni veré ese alquicel blanco y flotante
que recordar me hacía
el alquicel de tu compadre o suegro
el soberbio Boabdil, que en horas fieras
al África se fue con tantas veras; 40
que de tanto correr se volvió negro.
   Aláh es grande; Mahoma su profeta;
guardadas en su mano
están las esperanzas y alegrías;
él a pesar de nuestro duelo eterno 45
al África te llama,
quizá previendo como buen hermano,
que está encima el invierno
y te encuentras en ropas de verano.
   Por eso España llora, 50
porque España, Califa, te quería
sin ninguna doblez, sin condiciones,
tan sólo por amor a tu hermosura, [235]
y no hay que hablar de cuentas ni de ceros
en este centro de las dos Castillas, 55
que España da contenta sus dineros
por mirarte en cuclillas;
equívoca postura
que según las diversas religiones
puede tener distintas traducciones. 60
   Nuestras razas, amigas siempre fueron;
salvo allá en lontananza
algunos disgustillos que tuvieron
por exceso quizá de confianza
en Túnez, el Salado, Covadonga, 65
en Clavijo, las Navas,
Caltañazor, Orán, Sevilla,
en los mares de Génova y Lepanto,
en Aragón, en Murcia y en Castilla;
por lo demás, la historia es buen testigo, 70
el pueblo castellano
siempre apreció a tu pueblo como amigo,
y aun me atrevo a decir que como hermano.
   Hoy ese mismo pueblo, fiel te adora;
te aclama, desatina 75
si al cabo de una hora y otra hora
sorprende tu perfil, tras la cortina
de tu rica y soberbia estancia mora;
y es tal a ti su amor, que haces dichoso
al que te ve tan blanco y tan hermoso. 80
   Aláh es grande... Aláh tan sólo sabe
lo que conviene hacer; él nada trunca;
mas a pesar de Aláh, yo te lo imploro...
no te vayas, carísimo tesoro,
o si acaso te vas, no vuelvas nunca. 85
No es tan mala la vida
que pasas por aquí: si otra deseas,
recuerda sólo un rato [236]
el que vives muy bien, y muy barato,
que comes, no trabajas, y paseas. 90
   Si es que recuerdas con dolor profundo
las ricas producciones
de tu suelo natal, detén la vista
sobre las de esta deliciosa tierra;
aquí hay cedros magníficos y cañas; 95
piñones, y bellotas,
y dátiles, y cocos, y castañas;
hay finos y arrozales,
y aunque sé, porque estudio geografía,
que es tu tierra muy rica en animales, 100
te diré que aquí hay tigres, y camellos,
y de seda magníficos gusanos,
y caballos de raza, que por bellos
has de juzgar paisanos.
Hay águilas pujantes, 105
y cuervos que acechando los festines
se alimentan de restos repugnantes;
y hay entre otros excesos,
en este suelo que por rico aterra,
muchísimos camuesos, 110
y quizá más naranjos que en tu tierra.
   Moro... ve con Aláh; todo arreglado
lo dejas tras de ti; ya, ni aun raíces
nos quedan del pasado;
éramos pobres, y nos dejas ricos; 115
te hemos visto además... somos felices.
   En breve el mar sereno
feliz te llevará sobre sus olas
a los brazos del fiero Sidi-Hemete,
mojadas aun tus fénebres mejillas(110) 120
con todo el llanto de las dos Castillas.
   Y llorarán las hembras españolas...
y llorarán los hombres... [237]
y al recordar tus glorias
de pena rebosando, 125
llorarán los establos y las norias,
y hasta el Banco Español de San Fernando.
   ¡Adiós! ¡adiós! te vas... destino insano...
ya en la locomotora
te espera el maquinista... 130
lágrimas y dolor... todo es en vano;
memorias a tu hermano;
que te conserves bien, y hasta otra vista. [238]
 
 
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Sobre el volcán

 
   ¡Es el cráter! Abajo entre las sombras
se oye al fuego tronar
la nube que corona la montaña
también tronando está.
 
   Cañón de roca que a los cielos mira 5
en breve va a estallar;
mensajeras las cúspides de humo
llegan al huracán.
 
¡Sobre tu borde estoy! Yo te contemplo;
levántate a luchar; 10
tu lava seca al pensamiento mío,
jamás calcinará.
 
   Las corrientes de fuego que del mundo
por las entrañas van,
al pasar a tus pies miran el cielo 15
y hasta él quieren llegar.
 
   En tu boca, flamígeras serpean;
se lanzan más allá...
y al fin se tornan en ceniza fría...
¡así es la humanidad...! 20 [239]
 
   En torno de tu cráter, la montaña
yerta y pálida está...
tú asesinas las vides y los árboles;
el fuego es tu puñal.
 
   Mas ya principias; tus entrañas secas 25
rugen por estallar,
como rugen hambrientos los chacales
sobre el festín brutal.
 
   Hasta el nublado la columna sube,
flota y se ensancha audaz; 30
sudario de venganza cubre al mundo;
¡temblad! ¡seres! ¡temblad...!
 
   En el oscuro y poderoso tronco
de la negra espiral,
vibra raudo relámpago que esparce 35
siniestra claridad.
 
   Rojo está el monte, roja la caverna,
rojo y trémulo el mar;
sangre brotan las aguas y las rocas,
¡sangre! ¡sangre! no más. 40
 
   Ya los pobres labriegos de los valles
se aterran de tu afán...
la campana solloza en la Abadía
¡piedad! Señor... ¡piedad!
 
   Vertiginoso el piélago iracundo 45
siente tu fuerza audaz;
sacudiendo tu fuego sus entrañas,
lo quiere hacer bosar.
 
   Las llamas crecen; trepan por la nube;
hacia los astros van; 50 [240]
los astros espantados, a Dios dicen...
el mundo ardiendo está...
 
   El mar que se alza en irritada espuma
llegar quiere al volcán;
el humo al sol; la roca a las estrellas; 55
el fuego... ¡más allá...!
 
¡Espanto por do quier...! Sonó a los mundos
el término de paz;
el incendio amenaza al universo;
¡quién lo dominará! 60
 
   Las llamas en los antros de la tierra
mueren sin claridad
soberanas un punto, a la venganza
se lanzan con afán.
 
   Esclavas de los montes, como Atlante 65
sustentó al ancho mar,
sustentaron cien siglos de los mundos
el peso colosal.
 
   Hoy se sublevan; en torrentes suben;
victoria cantan ya; 70
ceniza van a hacer del universo,
¡ceniza nada más...!
 
   Bosques... mares... augustas cordilleras...
mísera humanidad...
pedid a Dios, pedid; fuego es el cielo, 75
fuego el monte y el mar.
 
   Mas ¡ah! silencio... La montaña pierde
su palidez fatal...
¡Suena el grito de Dios!... escuchad... dice...
«De aquí no pasarás...» 80 [241]
 
   Cede el coloso; en densos pabellones
flota el humo al azar...
se apaga el fuego... ¡el sol desde la cumbre
brilla con majestad...!(111)
 
   ¡Orgulloso poder...! Estás vencido... 85
no te levantes más;
Dios en tu cráter colocó su mano,
¡Dios aplastó al titán...!
 
   Tranquila está la plácida colina;
tranquilo duerme el mar... 90
¡oscuro como el crimen y sombrío
se alza mudo el volcán...!
 
.........................
 
   ¡Poder del mundo! ¡ciencia soberana!
¡soberbia humanidad...!
¡Lava rebelde que hacia Dios te elevas 95
queriendo a Dios llegar...!
 
   Oye la voz que sobre el cráter grita...
oye el grito triunfal...
lo que dice al volcán dice a tu orgullo:
«¡De aquí no pasarás...!» 100 [242]
 
 
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Magdalena

 
   Miradla... cede o avanza,
por do quiera sollozando;
su túnica no la alcanza;
que va tras ella flotando,
también como su esperanza. 5
   De sus trenzas el tesoro
rueda en cascada brillante,
y tras las hebras de oro,
se ve su triste semblante
calcinado por el lloro. 10
   Fue lúbrica cortesana,
y ahora es pobre penitente;
de su frente soberana
rodó la corona ardiente
a un soplo de fe cristiana. 15
   «¿Dónde está Jesús?» llorosa
dice en valles y colinas;
«¿dónde está su faz hermosa?
¿dónde las dulces doctrinas
de su doctrina piadosa?» 20
   Y lo ve... llega... y murmura... [243]
«Yo soy la mujer impura,»
y hunde en polvo su belleza,
y ante la eterna grandeza
se confunde en amargura. 25
   Jesús la mira, y bendito
dice con eco sublime:
«Tienes el rostro marchito...
yo perdono tu delito;
quien me quiere, se redime.» 30
   ¡Bondad del eterno Ser!
¡obra digna del Señor!...
¡ah! que yo te vuelva a ver...
¡lienzo santo del poder...
cuadro hermoso del amor! 35
   Reclinada la que implora;
Jesús, noble ante el delito,
y en forma consoladora,
el perdón, ángel bendito
besando a la pecadora. 40
 
.........................
 
   ¡Cristo! ¡rosa de piedad...!
¡mártir del amor fecundo!
da vida a la humanidad;
la flor de la caridad
se va secando en el mundo. 45
   Pon tus espléndidas manos
sobre pueblos y coronas;
siembra piedad entre hermanos,
y así como tú perdonas,
¡que perdonen los tiranos...! 50

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