España vindicada
(10)A la guerra de África
Leídas en el teatro del circo en la noche del 25 de enero de 1860.
A la toma de Tetuán
7 de febrero de 1860.
A la entrada triunfal del ejército de África
11 de mayo de 1860.
Romance
Para el romancero de la guerra de África.
Uclés 3 de marzo de 1860.
En la inauguración del Instituto español
Cual es la criatura | |
De tantas como encierra | |
La doble inmensidad de mar y tierra; | |
Cuál es el triste ser a quien natura | |
Los dones de su amor de suerte tasa, | |
Que de madrastra rigurosa y dura | |
Con él parece codiciar el nombre?- | |
Pródiga para todos, sólo escasa, | |
Sólo injusta y cruel es para EL HOMBRE. | |
Le negó la firmísima pupila | |
Del ave que a su antojo, | |
Cerniéndose en la atmósfera tranquila, | |
Examina del sol el disco rojo: | |
No le armó con la planta | |
Del fugitivo ciervo | |
Que al viento se adelanta; | |
No con la garra del león, ni diole | |
Del coloso selvático la mole: | |
De nombre rey, por su impotencia siervo, | |
De riesgos donde quiera | |
Y enemigos sin número cercado; | |
Al verle de pujanza desarmado | |
Con que su ruina el infeliz estorbe, | |
Mejor imaginársele pudiera | |
Nacido más para manjar de fiera | |
Que para dueño y árbitro del orbe. | |
Él es, empero, su señor. Su mano, | |
Si tan débil por sí, tan desvalida, | |
Con otra y otra y ciento y mil unida | |
Se reviste de impulso soberano, | |
Y desata el indómito torrente | |
De fuerza a cuyo empuje, | |
Redoblado y creciente, | |
Junta la creación resiste en vano. | |
Por el hombre vencido, el tigre ruge, | |
Y dócil a la rienda y acicate | |
Se mueve el alazán; el hombre abate | |
Y ahonda el recio pino, | |
Y tremolando en él tirantes lonas, | |
Sobre el inquieto campo cristalino | |
Lanza flotante puente | |
Que une entre sí las apartadas zonas: | |
El trueno aterrador copia a la nube, | |
Y a la tierra el volcán; en sus entrañas | |
Negro polvo escondiendo, | |
Lo incendia; estalla, y con bramido horrendo | |
Desquicia la explosión y al cielo sube, | |
Cual brizna leve de menudas cañas, | |
Deshechas en ceniza las montañas. | |
Con la preciosa herencia | |
De la anterior generación uniendo | |
Su caudal todas de poder y ciencia, | |
Veloz el hombre sin cesar camina | |
Por ardua senda que su mano allana, | |
Sediento de arribar al alto punto | |
Límite del saber y dicha humana, | |
Barrera entre el Eterno y su trasunto, | |
Solio que al del empíreo se avecina; | |
Y aquel mísero ser a quien mezquina | |
Dotar nos pareció naturaleza, | |
Formándole de intento | |
Símbolo derisorio de flaqueza; | |
Ese mismo, tan débil cuando SOLO, | |
Erguida la cabeza, | |
Domina EN SOCIEDAD de polo a polo; | |
Y alza su omnipotente pensamiento | |
Ya tan audaz el vuelo de sus alas, | |
Que osa en el aire suspender escalas, | |
Y amenaza asaltar el firmamento. | |
Así los rayos fúlgidos de Apolo, | |
Que en la diáfana bóveda perdidos | |
Esparcen solamente | |
Blando calor, aliento del viviente, | |
En el foco oprimidos | |
Del espejo de Arquímedes ardiente, | |
Se truecan en centella destructora, | |
Que árboles, piedras y metal devora. | |
Ved cuál de Siracusa | |
Se agolpa en las almenas | |
Muchedumbre que al mar mira confusa. | |
Tiembla el guerrero, su consorte llora. | |
� Los bajeles,� exclaman �son aquéllos | |
De Roma, de la bárbara invasora: | |
Suspendidas se ven de sus entenas, | |
Y prontas a cebarse en nuestros cuellos | |
La vara, y la segur, y las cadenas.�- | |
Un hombre el rayo de la ciencia vibra, | |
Y de tiranos a su patria libra. | |
Ved cómo el brazo tiende | |
Con el escudo fulminante armado, | |
Cuya llama voraz el aire enciende. | |
Paradas en su vuelo arrebatado | |
Caen en polvo las marinas aves; | |
Las olas hierven; las soberbias naves | |
Nadante hoguera son. Hórrida grita | |
Por entre el humo suena, | |
Y en temerosos ecos se difunde. | |
Si el romano en el mar se precipita, | |
Síguele el fuego allí: la escuadra se hunde; | |
Siracusa la frente alza serena | |
Y adora al hombre que su ruina evita, | |
Y en recia voz que el júbilo levanta, | |
Su libertad y su victoria canta. | |
Pero triunfos sangrientos y crueles | |
No son de ambicionar. Sendas de gloria | |
Varias el hombre ante los ojos mira: | |
Ramos en sus vergeles | |
La madre de las Musas, la Memoria, | |
Ramos guarda de plácidos laureles | |
Para el compás, y la paleta, y lira. | |
Adoradores fieles | |
Somos del genio que el saber inspira, | |
Y a coronas pacíficas aspira | |
Nuestro común afán. También recata | |
La sociedad en su agitado seno | |
Monstruos que al respirar vierten veneno, | |
Que contamina y mata. | |
Crimen, error y tedio forman liga | |
Contra el ínclito ser que siente y piensa: | |
Torre aquí se levante de defensa | |
Donde su diente vil no nos persiga. | |
Aquí sus luces el saber derrame, | |
Su asilo mire aquí la desventura, | |
Despliegue sus encantos la hermosura, | |
El ingenio se inflame, | |
Y ardiendo de virtud en llama pura, | |
Palpite el corazón, admire y ame. | |
�Grande empresa en verdad! A darle cima | |
No será nuestra fuerza poderosa; | |
Pero español aliento nos anima, | |
Y el mágico mirar de tanta hermosa. | |
�Quién en ignoble ociosidad reposa; | |
Quién al saber no da vigilia inmensa, | |
Por lograr de unos labios hechiceros, | |
Escondida entre aplausos lisonjeros, | |
Una tierna sonrisa en recompensa? | |
Obra final del Hacedor divino, | |
Culto de numen la mujer merece: | |
Por ella nuestra vida se embellece, | |
Y enseñarnos tal vez es su destino. | |
Al lanzarnos nosotros por la vía | |
Que allá a la cumbre guía | |
Donde bañado en resplandor descuella | |
De HUMANIDAD Y CIENCIA el doble templo | |
Ya en él la planta sella, | |
Coronada la sien, AUGUSTA BELLA, | |
Que con la voz nos llama y el ejemplo. | |
De virtudes y genios reverente | |
Cerco la ciñe en torno, | |
Que cien guirnaldas a la regia frente | |
Solícitos ofrecen por adorno, | |
Colocando a sus plantas en trofeo | |
Las insignias de Apeles y de Orfeo. | |
Constante bienhechora | |
De la grande nación que en ella adora, | |
También del INSTITUTO es esperanza, | |
Cuando al nacer alcanza | |
Que le tienda su mano protectora. (11) | |
Crezca, pues, a su sombra guarecida, | |
Esta que planta débil abre el suelo, | |
Y riéguela el sudor de nuestro celo; | |
Que día llegará que se alce erguida, | |
Y en tronco agigantado convertida, | |
Superior a las nubes se remonte, | |
Embarazando con su verde pompa | |
El ámbito del cóncavo horizonte. | |
Brío mayor a la constancia nuestra | |
Los obstáculos den; no haya fatiga | |
De arredrarnos capaz, hasta que rompa | |
Las auras con los ecos de su trompa | |
Justa la fama, y diga | |
Que la labor de nuestra firme diestra | |
Rinde a la sociedad precioso fruto, | |
Y es digno de su nombre el INSTITUTO. |
1840.
La estatua de Felipe IV y el busto de don Pedro Calderón de la Barca hablan del Teatro Real en las siguientes décimas
1850.
En la inauguración de la escuela central de agricultura
Al rico y al pordiosero, | |
A la hermosa y al galán, | |
Sustento y abrigo dan | |
Labrador y ganadero. | |
Del redil y del granero | |
El tesoro bienhechor | |
Esparce en su alrededor | |
Raudal de vida fecundo: | |
Son providencia del mundo | |
Ganadero y labrador. | |
�Por qué mirar con desdén | |
Al que arte profesa tal? | |
-Por ser estimado mal | |
Quien vende barato el bien. | |
-Pero tus quejas detén, | |
Clase abatida hasta aquí: | |
De haberte olvidado así | |
Nuestra patria se avergüenza, | |
Y hoy con ventaja comienza | |
La justicia para ti. | |
Hoy del polvo te alzarás | |
En que tu humildad yacía; | |
Mas también desde este día | |
De ti España exige más. | |
Con la ciencia adornarás | |
Tus usos de antigua fecha; | |
Mire el que siembra y barbecha | |
Que está ya bien demostrado | |
Que juntos libro y arado | |
Multiplican la cosecha. | |
Prueba ofrecerá segura, | |
Que tanta verdad abone, | |
La campiña ésta, en que pone | |
Su trono la Agricultura. | |
Cual rompe la nube obscura | |
Vívido el rayo del sol, | |
Matizando su arrebol | |
Ardua cima y honda cuenca, | |
Radiará de La Flamenca | |
Bien para el suelo español. | |
En él la divina mano, | |
Que hoy se nos retira escasa, (12) | |
La copa vertió sin tasa | |
De su favor soberano. | |
Clima feliz, rubio grano, | |
Frutos con dulce sazón, | |
Reses de fardo y timón, | |
Reses de aprisco y de guerra, | |
Dote de la hispana tierra | |
Fueron siempre y aún lo son. | |
Hágase un día valer | |
Esta abundancia sin par: | |
Tener y no aprovechar | |
Equivale a no tener. | |
Bebió del Guadiana ayer | |
La oveja, cuyo vellón | |
Hoy en distante región | |
Hace rico al hábil dueño: | |
�Logre el pastor extremeño | |
Lo que ha logrado el sajón! | |
Ostenta con ufanía | |
Su célebre vino el Rhin: | |
Es fuerza que tenga fin | |
Esa injusta nombradía. | |
Las cepas de Andalucía | |
Rinden jugo superior: | |
Adelgazad su vigor, | |
Traiga sin riesgo el placer; | |
Echadle un poco a perder, | |
Se le tendrá por mejor. | |
Más trabajo os costará | |
Del bruto amansar la casta, | |
Que espanto, al bajar el asta, | |
Al león de África da. | |
Víctimas reciba ya | |
Más pingües el matadero, | |
Y el yugo del carretero | |
Más altas cervices ate: | |
No es de sentir, si combate, | |
Que no peligre el torero. | |
Principios ciertos y claros | |
Vais a difundir, señores; | |
Pero a luchar con errores | |
Necesitáis prepararos. | |
Por ignorantes reparos | |
No os dejéis alucinar; | |
Formad en particular | |
Empeño de convertir | |
Al que no deja vivir | |
Ni arboleda ni tallar. | |
Por librar de merma el trigo | |
Echa el incauto en las llamas | |
El álamo, cuyas ramas | |
Dieron al gorrión abrigo. | |
Mas al voraz enemigo | |
Verá en su techo anidar. | |
Sobra en España lugar | |
Para selva y para mies: | |
Yermarla de árboles es | |
Agua a las fuentes robar. | |
Sin ellas mueren los prados, | |
Que dan al ganado vida, | |
Y es la labranza perdida: | |
No hay labranza sin ganados. | |
A cabañas y sembrados, | |
Al colmenar y al vergel | |
Llevad con examen fiel | |
Cuanta mejora es precisa. | |
Marcha hoy el saber aprisa: | |
Marchad a la par con él. | |
En su estado natural | |
Produce el espino adusto | |
Mezquina baya sin gusto, | |
Que ni aun la pica el zorzal. | |
Injertadle con peral, | |
Y el fruto mejor tendréis. | |
Alumnos, esto hallaréis, | |
Si a la rústica experiencia | |
Vástagos nobles de ciencia | |
Con tino aplicar sabéis. | |
Y la patria os deberá | |
Su más preciado tesoro. | |
Que busque el minero el oro: | |
Con el oro os buscará. | |
Y cuando vuelvan acá | |
Los que hoy nuestro suelo ven, | |
Y justa alabanza den | |
Al claro cielo de España, | |
Clamen con sorpresa extraña: | |
�Su campo es cielo también.� | |
Y cuando quiera el viajero | |
Saber quién pudo tornar | |
Granja hermosa el tomillar, | |
La ciénaga abrevadero, | |
Un nombre dirá el vivero, | |
Otro el taller de la miel, | |
Otro el guía del corcel | |
Recio, gallardo y veloz; | |
Y España en sola una voz | |
El de la augusta ISABEL. |
Leída en La Flamenca, el día 28 de septiembre de 1856.
Las tres bellezas
Versos para la primera distribución de premios a la virtud, celebrada en Madrid.
Dijo en el Pindo un pastor | |
A las hermosas de allí | |
�Bellezas, venid a mí: | |
Quiero cantar la mayor.� | |
Tres solas fueron al juez | |
Por la vega ancha florida: | |
La competencia del Ida | |
Principió segunda vez. | |
Llegársele, ya intranquilo, | |
Vio el pastor a la primera: | |
Tesoro de encantos era, | |
Viviente Venus de Milo. | |
Naturaleza, empeñada | |
En su más difícil obra, | |
Cien gracias le dio de sobra, | |
La del pudor no sobrada. | |
Ella, el ligero cendal | |
De los hombros derribando, | |
�Soy (dijo con eco blando) | |
La Belleza corporal.� | |
�De amor, al verte, se inunda | |
(Repuso el juez) valle y monte: | |
Ven, y a mi derecha ponte; | |
Llega la beldad segunda.� | |
Con laurel se coronaba, | |
Y un sol en su frente ardía: | |
La primera seducía, | |
La segunda arrebataba. | |
�Hija del Numen Ismenio | |
(Prorrumpió), su lauro doy. | |
Cántame sola: yo soy | |
La Belleza del ingenio.� | |
Sintió el pastor dentro en sí | |
Fuego inspirador.-��Oh! ven. | |
Ponte a mi diestra. Mas �quién | |
Viene al certamen tras ti?� | |
Con tímido paso lento | |
Caminaba la postrera, | |
Corno si allí la trajera | |
Resistido mandamiento, | |
Y no avezada a salir | |
Nunca de su pobre hogar, | |
Quisiera el valle cruzar, | |
Excusando el competir. | |
La envolvían hasta el suelo | |
Pliegues de un manto de lino: | |
Rasgos de rostro divino | |
Dejaba entrever el velo; | |
Y de su andar al rumor, | |
Entre las auras movidas, | |
Harpa y flores escondidas | |
Música daban y olor, | |
Que la razón natural | |
Creía, sin más aviso, | |
Fragancia de Paraíso | |
Y ecos de harpa celestial. | |
�Tú eres la beldad sin tilde | |
(Clamó el pastor); alza el manto.� | |
Bajos los ojos en tanto, | |
Callaba la hermosa humilde. | |
Tras un momento de calma, | |
Dijo en los aires expresa | |
La voz de un arcángel: �Esa | |
Es la Belleza del alma. | |
�Con viva solicitud | |
Conságrale ofrenda pura: | |
No hay en el mundo hermosura | |
Más grande que la virtud.� | |
Asió el pastor anhelante | |
Del velo a la hermosa en vano: | |
Con él se quedó en la mano, | |
Con blanca niebla delante. | |
Y en las célicas regiones | |
La voz añadió: �Mortal, | |
De la Belleza moral | |
Se juzga por las acciones.� | |
Y la niebla se aclaró, | |
Y, en el fondo de un vergel, | |
España, la de Isabel, | |
Al zagal apareció. | |
Con su corazón a solas, | |
Que ardor patriótico inflama, | |
Vio pasar en panorama | |
Cien virtudes españolas. | |
El silencio en que han yacido | |
Su alto valor constituye: | |
Son el Guadiana, que fluye | |
Bajo la tierra sin ruido. | |
El heroísmo tal vez | |
Más digno de admiración | |
Queda oculto en un rincón | |
Sin testigos y sin juez. | |
Mas viva en tiniebla densa | |
Quien el bien haciendo vive: | |
Lo sabe quien lo recibe, | |
Y Dios que lo recompensa. | |
Vio el pastor en su lugar | |
Lo que hoy nuestros ojos ven. | |
Ya quiere España también | |
La virtud recompensar. | |
Allí del falaz Apolo | |
Arroja el cantor la lira: | |
Ya mente y labios le inspira | |
Puro sentimiento solo. | |
Él quiso dar un laurel | |
Y hay ciento aquí prevenidos: | |
Oigamos con sus oídos, | |
Viendo y sintiendo con él. | |
La virtud se ofendería | |
Si en épica voz se oyera: | |
Su gala es ser verdadera, | |
Y el rubor su poesía. | |
Contemplad �cuán a deshora | |
Esa doncella trabaja, | |
Entre luz trémula y baja | |
Y el rosicler de la aurora! | |
-�Cuándo al reposo te entregas, | |
Josefa? (13) Va a amanecer.� | |
-��Ay! tengo que mantener | |
Mi madre y mi hermana ciegas.� | |
-�Amalia, (14) dame tu mano; | |
Tu amor con tu mano pido.� | |
-�Son de mi padre impedido, | |
Mi anciana madre y mi hermano.� | |
-�En este claustro hallarán | |
Fin tus anhelos, María.� (15) | |
-�Mi ama se quedaría, | |
Si yo la dejo, sin pan. | |
�Inseparables las dos, | |
De aquel propósito cedo: | |
Sierva del mundo me quedo | |
por el servicio de Dios.� | |
-�Niño, (16) por fin te curé; | |
Mas tienes que abandonar | |
Tu ejercicio militar.� | |
�Mi madre pierde mi pre.� | |
-Mirad esa, a quien dejó | |
La razón sin un destello, | |
Feroz agarrarse al cuello | |
De aquélla de quien nació. (17) | |
Persigue con furia igual | |
A su hermana (18) otra demente. | |
��Afuera! grita la gente. | |
Los locos a su hospital.� | |
-�Mi hija! �Mi hermana! Yo | |
La tendré lejos de mí, | |
Después de mi muerte sí, | |
Durante mi vida no. | |
�Sólo las fuerzas apoca | |
De mi larga resistencia | |
La lucha con la indigencia, | |
No el reluchar con la loca.� | |
Mas �qué desgraciado clama? | |
Cuatro anegándose están: | |
Triunfantes bramando van | |
El Tajuña y el Jarama. | |
�Ya la ropa me desciño. | |
�Ánimo! no hay que temer.� | |
�Acudid a esa mujer | |
Que tiene en brazos un niño! | |
�Envía, Dios que lo ves, | |
Libertador oportuno! | |
Para los dos hubo uno; (19) | |
Para hijo y madre hubo tres. (20) | |
De tu solio a manos llenas | |
Vierte, Señor, bendiciones | |
Sobre tantos corazones (21) | |
Con sangre santa en las venas. | |
No ha muerto aún, ya se ha visto | |
Con gozosa maravilla; | |
No ha muerto aún la semilla | |
Que echó en el Gólgota Cristo. | |
Poniendo a los vicios dique, | |
Premiando el ejemplo bueno, | |
Se hará que en el buen terreno | |
Más la virtud fructifique. | |
Sociedad, que al bien caminas, | |
Cuando así le galardonas, | |
Valen mucho esas coronas | |
Que cubren otras de espinas. | |
Regia mano las ciñó | |
Y adquieren más precio ya. | |
�Feliz quien el premio da! | |
�Bendito quien le ganó! |
1861.