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España vindicada

(10)
                                      Al fin de las regiones europeas
Donde acaba la tierra de Occidente,
Y mares y montañas giganteas
Apartan del antiguo continente
Vasto, fecundo suelo
Allí hay una nación agreste y ruda,
Que de saber y de virtud desnuda,
Mengua es del siglo, escándalo del cielo.�
Esta nación, a quien así acrimina
Voz lejana y vecina
Que al universo engaña,
Ésta, �lo creeréis? ésta es España.
 
   Fue grande, fue temida, fue señora:
Doblaban otro tiempo la rodilla
Los pueblos del ocaso y de la aurora
Delante de la enseña vencedora
De León y Castilla.
Viose después de su poder la silla
Por crudos adversarios contrastada:
Retembló su cimiento al recio embate;
Vaciló en medio del mortal combate
La regia majestad allí sentada,
Perdiendo en riesgo tanto
Ricos girones del purpúreo manto;
Pero a despecho del común encono,
Salvó su fe, su dignidad, su trono.
Émulos que conservan todavía
De pasadas afrentas la memoria,
Hoy nos calumnian con mayor porfía,
Cuando es mayor la castellana gloria.
 
   Se alza en el suelo cántabro pujante
Grito de guerra que los aires hiende,
Y fuego abrasador en un instante
Por la infeliz Península se extiende.
Ven cundir el estrago las naciones
Que hacen de humanidad pomposo alarde;
Y en lugar de extinguir el odio que arde,
Hostigan a los fieros campeones.
Así despedazarse dos leones
Ve un cazador en la africana arena;
Y lejos de que llegue y los amanse,
De intento deja que la lid los canse,
Para echarles a entrambos la cadena.
 
   Nos vieron zozobrar y desviaron
Del náufrago bajel su firme quilla;
Pero las bravas olas se aplacaron,
Y nuestro brazo nos llevó a la orilla.
Ya las iras cesaron;
Ya no se oye el horrísono estampido
Del mortífero bronce,
Por el eco cien veces repetido
Entre el ay del que muere y el herido,
Gira sobre su gonce
La férrea puerta del cancel de Jano;
Movida por la mano
De la PAZ, de la PAZ, que rodeada
De benéficos númenes en tropa,
Viene a cerrar el ominoso templo;
Y la grande nación tan ultrajada,
Hoy se presenta a la confusa Europa
De heroísmo y virtud ínclito ejemplo.
 
   Pudo español contra español la diestra
Levantar iracundo,
Y regar en el choque furibundo
Con la fraterna sangre la palestra;
Pudo servir de un hombre a las pasiones
Que doró artero con falaz vislumbre,
Y ceder al impulso que de lejos
Movía infatigable en sus manejos
El genio de la negra servidumbre,
Sediento del dolor de las naciones;
Mas nunca pudo desterrar del alma
El generoso, innato sentimiento
Que la sangre y la PATRIA nos inspira.
Así en la lid, al huracán violento
Sucediendo la calma,
Cada guerrero a su contrario mira,
Y al ver en él su hermano,
Suelta el acero, tiéndele la mano,
Con el grito de UNIÓN resuena el viento,
Y huye, al oírle, trémulo el tirano.
 
   �Honor, excelsa prez, a los valientes
Que el blasón coronaron de su gloria
Con un timbre mayor que la victoria!
Madres, esposas, vírgenes dolientes,
Que con humilde voto
La piedad implorabais del Eterno
Por las prendas ausentes;
De júbilo llenad el pecho tierno,
Que el cetro usurpador está ya roto.
Festivo canto vuestro labio entone,
Y la mano aperciba
Triunfante lauro y amigable oliva,
Con que su sien el adalid corone.
   Venid ahora a vernos,
Y aprended, �oh políticos sagaces!
En un rasgo no más a conocernos.
Vosotros prolongabais la pelea:
Obra de nuestra mano son las paces.
Olvidar disensiones pertinaces,
Para algún corazón difícil sea;
No para el español: cuéstale sólo
Tan magnánima prueba de heroísmo
Las redes quebrantar que le arma el dolo,
Y por guía admitir su instinto mismo.
 
   No es la patria del Cid y de Padilla
Esa que pinta vuestro labio injusto:
Respeto os deba su blasón augusto,
Que no tolera su león mancilla.
Ese pueblo fanático y grosero,
Juguete del iluso sacerdote,
Y armado siempre de cobarde acero,
Y alegre con la hoguera y el azote,
No le busquéis en el confín hispano:
Buscadle allá donde feroz levanta
Brazo de hierro déspota inhumano,
Y con el suelo, donde siervo nace,
Se vende al hombre reducido a planta.
Vuestro saber que envanecer os hace,
Lo admira España, y sin envidia os deja
Que, deslumbrados con su brillo falso,
Sobre el ara de Dios paséis la reja,
Y arrastréis los monarcas al cadalso.
Domeñar el Océano profundo,
La fe llevar a incógnitas regiones,
Lanzar al moro, conquistar un mundo,
Alzarnos libres para darnos leyes,
Vencer Napoleones,
Sacar de cautiverio nuestros reyes:
Estas solas hazañas
En los hijos buscad de las Españas.
Fiel a la mano augusta que le rige,
Valiente el español y generoso,
Si tal vez al error se precipita,
Pronto de la razón la senda elige;
Y para ser dichoso
Cuando su pecho a la virtud le incita,
Olvidaros tan sólo necesita.


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A la guerra de África

Décimas

Leídas en el teatro del circo en la noche del 25 de enero de 1860.

                                Vinieron los sarracenos,
y nos molieron a palos;
Que Dios ayuda a los malos,
Cuando son MÁS que los buenos.�
Así dice, por lo menos,
Una copla, urdida mal;
Pues, en examen formal,
Nos ofrece su remate
Un blasfemo disparate
Y una mentira historial.
 
   Para más negro desdoro
Del Rey, galán de la Cava,
Con mayor hueste contaba
Que el ejército del moro.
De pasmo y vergüenza el lloro
Fue que España derramó
Cuando el árabe pisó
La corona indo-germana,
Y lidiando una semana,
Por siete siglos reinó.
 
   España, a su gloria fiel,
Al África necesita
Ir a pagar la visita
Que se entró aquí de tropel.
Esa Mauritania infiel,
Antes, de los godos era;
Y pues la fe verdadera
Ya la bañó con su luz,
Adore otra vez la cruz
En la española bandera.
 
   �Ni en las almenas de un fuerte
Mirar le dejaba el sol
El rifeño al español,
Sin fulminarle la muerte!
Ceuta, cambiada la suerte,
Respirará sin afán.
De allí vino el musulmán;
De allí partirá el cristiano:
Su triunfo, tarde o temprano,
Los que vivan lo verán.
 
   �No dicen los corifeos
De una calumnia insolente,
Que el África propiamente
Principia en los Pirineos?
Los africanos trofeos
Que amontona cada día
La española valentía,
Ver dejan ya bien de bulto
Que ha de ser la voz de insulto
�La conquista en profecía!
 
   �Sea a nuestros héroes dada
Gloria en la empresa a que van,
Y pronto brille en Tetuán
Nuestra enseña de Granada!
Deja la española espada
Los campos de sangre llenos;
No alzan ya los agarenos
Cabezas fieles en palos:
�No les ayuda el ser malos,
Aun siendo MÁS que los buenos!


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A la toma de Tetuán

7 de febrero de 1860.

                               Da el estampido el cañón...
Madrid se levanta apriesa...
-�Ruge, lamiendo su presa,
El castellano león!
Ya es Tetuán de los que son
Los MENOS en la campaña:
Póstrase el moro en su saña,
Y triunfa la cruz arriba.
�Dé todo español un VIVA
Al ejército de España!


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A la entrada triunfal del ejército de África

11 de mayo de 1860.

                          Esos son los que envió
España a vengar su afrenta;
Esos los que en lid sangrienta
La victoria coronó.
No vuelven todos, �ay! no.-
Madre, que al cielo bendices;
Hijas y esposas felices,
Que veis a vuestros valientes,
Besad las tostadas frentes,
Besad más las cicatrices.
 
   Granizo y plomo ha llovido
Sobre esas fuertes falanges,
Y el voraz monstruo del Ganges
Por el moro ha combatido.
 
   �Cuál es el héroe tenido
Por mayor que los demás?
�Dónde va el que deja atrás
La gloria y valor de Aquiles?
Los héroes aquí son miles:
Lo son todos a cual más.
 
   �Honor se dé y alta prez
A los bravos campeones,
Que, ya triunfando en Bullones,
Hicieron temblar a Fez!
En tierra extraña esta vez,
Nietos yacen de Guzmán:
Provoque otra el musulmán
Vuestros invictos aceros,
Y los muertos compañeros
De tumba mejorarán.
 
   Les pesa la arena impía
Que huellan árabes potros,
Y al despediros vosotros
Tembló su osamenta fría.
Tal vez ya saben el día
Que han de ver nuestro pendón,
Y dicen en ronco son
Que yerbas agita y ramos:
�Hoy para después tomamos
De esta tierra posesión.�


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Romance

Para el romancero de la guerra de África.

                                 Lluvia de menudos plomos
Y espesa lluvia de hielo,
Sobre las alas caían
Del ave reina del viento.
Dejara el águila el nido
que labró en monte soberbio,
Cruzando el mar en defensa
De sus hijos en destierro.
Vencedora en el combate
Y herida por defenderlos,
Fuerzas le pide al reposo
Para ir a lidiar de nuevo.
Enemigos aquilones
Plumas le arrancan al vuelo:
Ruedan por los campos unas,
Otras en el mar cayeron;
Y bajo el risco eminente
Que la abriga en tosco hueco,
Penachos en sangre tintos
Alfombran en torno el suelo.
Su graznido, aun desde allí,
Le infunde al milano miedo;
Con el dolor de la llaga
Recrece en ella el esfuerzo,
Y pronto al África vuelve
A desafiar a un tiempo
La barbarie de los hombres,
Las inclemencias del cielo.
 
   Así, por difícil vía,
Con mar borrascosa en medio,
Vienen y al África tornan
Los españoles guerreros.
Llama la patria al herido,
Y al sano la guerra luego;
Compañera de su viaje,
Los va la muerte siguiendo;
Cobra en la batalla, y cobra
Tributo en bajel y en puerto:
�Valieran los triunfos poco
Si se ganaran con menos!
 
   Oid el clamor salvaje
De la hueste de Marruecos:
Ya sus espingardas truenan,
Ya sus caballos partieron.
Gime el valle al estallar
El volcán del cañoneo;
Cimbréanse en los collados
Los árboles corpulentos;
Los claros de cada fila
Se ven de repente llenos;
Por el cristiano caído
Pone otro soldado el pecho;
Furioso turbión de balas
Fulminan los agarenos;
Vidas acaban, y vidas
Entre la gloria sin duelo.
Rocas parten las bombardas,
Obra de andaluz maestro:
�Qué harán, descreído Cam,
Con las carnes de tus nietos!
�Ahogáis al dolor el grito
Con el de la lucha horrendo!
�Fuertes paleáis, y fuertes
Dais el suspiro postrero!
El Dios, cuyo altar ahí
Pisaron vuestros abuelos,
Las almas piadoso mire
Que dejan con ira el cuerpo.
 
   Cadáver hay africano,
Cuyos labios entreabiertos
Guardan con sonrisa fea
De brutal júbilo el sello.
Contaba el mísero iluso,
Soñó, deliró muriendo,
Con el soez paraíso
De su Profeta embustero.
 
   En tanto, en la hueste nuestra
Mano hábil y ardiente celo
Prestan reparo al destrozo
Que hacen el plomo y el hierro,
Tras las filas apretadas,
Muro palpitante, denso,
De entre los pies del que lidia
Sacan al herido en peso.
De rodillas Esculapio
Fibras ata y une huesos;
Desnuda tierra, harta de agua,
Tiene el doliente por lecho.
No era para España el Moro
Contrario bastante fiero;
Cruel en África el hombre,
Lo son más los elementos.
��Victoria!� claman gozosos
Los héroes de Tajo y Ebro.
Contra la voz de alegría
Protesta envidioso el trueno.
 
   Desátanse recias nubes
En copiosos aguaceros,
Que de las tiendas golpean
Con furia el tupido lienzo.
Fuera, penetrante frío;
Dolores y ahogo dentro;
Torrentes de lluvia arriba,
Y abajo balsas de cieno.
Soldado que en la batalla
Sacó lacerado un miembro,
Con todos paga el fiarlos
Al insalubre terreno.
Dan sus efluvios al aire
Desconocidos venenos;
Los cristianos los respiran,
Y al par la muerte con ellos.
 
   Víctimas, que aún de la espada
No fuisteis cabal trofeo,
Salid en hombros amigos
De ese infausto campamento:
Ceuta, el mar, Málaga ofrecen
Aura que aspirar sin riesgo.
�Quién de ese mal los estragos
No vio ya bajo su techo?
�Quién hay que por él no llore
Madre, hijo, consorte o deudo?
El monstruo horrible del Ganges,
De humana sangre sediento,
Con mayor ansia apetece
La sangre del europeo.
 
   Ya un cordón interminable
De hombres y acémilas veo,
Que por la playa arenosa
Caminan con paso lento.
Tristes compañeros guardan
A sus tristes compañeros:
Cien tumbas de prisa abiertas
Mostrarán por dónde fueron.
Henchidos los hospitales,
Ceuta hace hospital el templo:
Cruzan el piélago quillas
Con dolientes cargamentos.
�Valor! �Valor! Ved los altos
Chapiteles malagueños;
Esperad: es la esperanza
La mitad ya del remedio.
Vítores y bendiciones
En ruidoso clamoreo,
Las andas humildes cercan
De los triunfantes enfermos;
Y el soldado que angustioso
Doblaba el lánguido cuello,
Revive y se alza al oir
La voz del amor del pueblo.
Tiernos brazos femeniles,
Que hábito recata honesto,
Posan en huecos vellones
Al desvalido viajero.
La ciencia y la caridad
Auxilio le dan y aliento;
Blando aire la madre patria
Le hace con el manto regio,
Y afable y majestüosa
Las estancias recorriendo,
Reparte la Religión
Las palmas del sufrimiento.
 
   Casta virgen: tú, que pasas
La noche y el día entero
Vigilante cuidadosa
Del que ve el sepulcro abierto,
Dime: de tantos dolientes
Que hallaron en ti consuelo,
�Quién sufre más? �En quién es
Más grande el merecimiento?
�Dónde está el héroe cristiano,
De resignación modelo,
Que el valor santo del mártir
Añade al marcial denuedo?
Nómbrale, pues, ora ocupe
Grado ilustre o pobre puesto:
Siempre es alta la virtud.
Honor merece y respeto,
Lo mismo en noble adalid
Que en combatiente plebeyo,
Y que en ti y en los ministros
De la ciencia y del Eterno,
Que impávidos arrostráis
Las epidemias y el hierro.
LA HERMANA DE LA CARIDAD
   Yo de rodillas pedí
El hábito en que me miras,
Previendo ya que sus iras
La peste probara en mí.
A buscarla vine aquí:
Riesgo mi vida corrió,
Pero en nada engrandeció
Eso mi sagrado ser;
Cumpliendo estaba un deber,
Y ese me le impuse yo.
 
   El ministro del altar,
Con impulso igual al mío,
Fue por su libre albedrío
Con los que van a lidiar;
Como él, el sabio en curar
Al campo marchó también:
Coronas condignas den
A su virtud y valor;
Más hay corona mayor:
Guardada para otra sien.
 
   El capitán valeroso
Que alcanza insigne victoria,
Voluntario de la gloria
Siguió su estandarte hermoso:
Laurel ciña esplendoroso
De gratitud nacional,
Y con aplauso inmortal
Su nombre entre todos ande,
Aún hay corona más grande
Guardada en este hospital.
 
   Mira allí, entre aquellas dos,
Que son la ciencia y la fe,
Aquel joven que se ve
Pronto a dar el alma a Dios,
No fue de la gloria en pos
Por ver un lauro en sus sienes:
Pasaba, pobre de bienes,
Los verdes años fugaces;
Dijo España: � Falta me haces;�
Y él respondió: � Aquí me tienes.�
 
   Le hirieron hijos de Agar
Con rabia y feroz delirio;
Por Dios padeció martirio,
Y Él le viene a coronar.
Óyele el nombre invocar
Del que es de justicia sol...
�Mira en divino arrebol
Su rostro mortal bañado!...
EL POETA
   �Quién es ese hombre?
LA HERMANA DE LA CARIDAD
                                          �Un soldado
   Del ejército español!

Uclés 3 de marzo de 1860.



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En la inauguración del Instituto español

                                    Cual es la criatura
De tantas como encierra
La doble inmensidad de mar y tierra;
Cuál es el triste ser a quien natura
Los dones de su amor de suerte tasa,
Que de madrastra rigurosa y dura
Con él parece codiciar el nombre?-
Pródiga para todos, sólo escasa,
Sólo injusta y cruel es para EL HOMBRE.
 
   Le negó la firmísima pupila
Del ave que a su antojo,
Cerniéndose en la atmósfera tranquila,
Examina del sol el disco rojo:
No le armó con la planta
Del fugitivo ciervo
Que al viento se adelanta;
No con la garra del león, ni diole
Del coloso selvático la mole:
De nombre rey, por su impotencia siervo,
De riesgos donde quiera
Y enemigos sin número cercado;
Al verle de pujanza desarmado
Con que su ruina el infeliz estorbe,
Mejor imaginársele pudiera
Nacido más para manjar de fiera
Que para dueño y árbitro del orbe.
 
   Él es, empero, su señor. Su mano,
Si tan débil por sí, tan desvalida,
Con otra y otra y ciento y mil unida
Se reviste de impulso soberano,
Y desata el indómito torrente
De fuerza a cuyo empuje,
Redoblado y creciente,
Junta la creación resiste en vano.
Por el hombre vencido, el tigre ruge,
Y dócil a la rienda y acicate
Se mueve el alazán; el hombre abate
Y ahonda el recio pino,
Y tremolando en él tirantes lonas,
Sobre el inquieto campo cristalino
Lanza flotante puente
Que une entre sí las apartadas zonas:
El trueno aterrador copia a la nube,
Y a la tierra el volcán; en sus entrañas
Negro polvo escondiendo,
Lo incendia; estalla, y con bramido horrendo
Desquicia la explosión y al cielo sube,
Cual brizna leve de menudas cañas,
Deshechas en ceniza las montañas.
 
   Con la preciosa herencia
De la anterior generación uniendo
Su caudal todas de poder y ciencia,
Veloz el hombre sin cesar camina
Por ardua senda que su mano allana,
Sediento de arribar al alto punto
Límite del saber y dicha humana,
Barrera entre el Eterno y su trasunto,
Solio que al del empíreo se avecina;
Y aquel mísero ser a quien mezquina
Dotar nos pareció naturaleza,
Formándole de intento
Símbolo derisorio de flaqueza;
Ese mismo, tan débil cuando SOLO,
Erguida la cabeza,
Domina EN SOCIEDAD de polo a polo;
Y alza su omnipotente pensamiento
Ya tan audaz el vuelo de sus alas,
Que osa en el aire suspender escalas,
Y amenaza asaltar el firmamento.
Así los rayos fúlgidos de Apolo,
Que en la diáfana bóveda perdidos
Esparcen solamente
Blando calor, aliento del viviente,
En el foco oprimidos
Del espejo de Arquímedes ardiente,
Se truecan en centella destructora,
Que árboles, piedras y metal devora.
Ved cuál de Siracusa
Se agolpa en las almenas
Muchedumbre que al mar mira confusa.
Tiembla el guerrero, su consorte llora.
� Los bajeles,� exclaman �son aquéllos
De Roma, de la bárbara invasora:
Suspendidas se ven de sus entenas,
Y prontas a cebarse en nuestros cuellos
La vara, y la segur, y las cadenas.�-
Un hombre el rayo de la ciencia vibra,
Y de tiranos a su patria libra.
Ved cómo el brazo tiende
Con el escudo fulminante armado,
Cuya llama voraz el aire enciende.
Paradas en su vuelo arrebatado
Caen en polvo las marinas aves;
Las olas hierven; las soberbias naves
Nadante hoguera son. Hórrida grita
Por entre el humo suena,
Y en temerosos ecos se difunde.
Si el romano en el mar se precipita,
Síguele el fuego allí: la escuadra se hunde;
Siracusa la frente alza serena
Y adora al hombre que su ruina evita,
Y en recia voz que el júbilo levanta,
Su libertad y su victoria canta.
 
   Pero triunfos sangrientos y crueles
No son de ambicionar. Sendas de gloria
Varias el hombre ante los ojos mira:
Ramos en sus vergeles
La madre de las Musas, la Memoria,
Ramos guarda de plácidos laureles
Para el compás, y la paleta, y lira.
Adoradores fieles
Somos del genio que el saber inspira,
Y a coronas pacíficas aspira
Nuestro común afán. También recata
La sociedad en su agitado seno
Monstruos que al respirar vierten veneno,
Que contamina y mata.
Crimen, error y tedio forman liga
Contra el ínclito ser que siente y piensa:
Torre aquí se levante de defensa
Donde su diente vil no nos persiga.
Aquí sus luces el saber derrame,
Su asilo mire aquí la desventura,
Despliegue sus encantos la hermosura,
El ingenio se inflame,
Y ardiendo de virtud en llama pura,
Palpite el corazón, admire y ame.
 
   �Grande empresa en verdad! A darle cima
No será nuestra fuerza poderosa;
Pero español aliento nos anima,
Y el mágico mirar de tanta hermosa.
�Quién en ignoble ociosidad reposa;
Quién al saber no da vigilia inmensa,
Por lograr de unos labios hechiceros,
Escondida entre aplausos lisonjeros,
Una tierna sonrisa en recompensa?
Obra final del Hacedor divino,
Culto de numen la mujer merece:
Por ella nuestra vida se embellece,
Y enseñarnos tal vez es su destino.
Al lanzarnos nosotros por la vía
Que allá a la cumbre guía
Donde bañado en resplandor descuella
De HUMANIDAD Y CIENCIA el doble templo
Ya en él la planta sella,
Coronada la sien, AUGUSTA BELLA,
Que con la voz nos llama y el ejemplo.
De virtudes y genios reverente
Cerco la ciñe en torno,
Que cien guirnaldas a la regia frente
Solícitos ofrecen por adorno,
Colocando a sus plantas en trofeo
Las insignias de Apeles y de Orfeo.
Constante bienhechora
De la grande nación que en ella adora,
También del INSTITUTO es esperanza,
Cuando al nacer alcanza
Que le tienda su mano protectora. (11)
Crezca, pues, a su sombra guarecida,
Esta que planta débil abre el suelo,
Y riéguela el sudor de nuestro celo;
Que día llegará que se alce erguida,
Y en tronco agigantado convertida,
Superior a las nubes se remonte,
Embarazando con su verde pompa
El ámbito del cóncavo horizonte.
Brío mayor a la constancia nuestra
Los obstáculos den; no haya fatiga
De arredrarnos capaz, hasta que rompa
Las auras con los ecos de su trompa
Justa la fama, y diga
Que la labor de nuestra firme diestra
Rinde a la sociedad precioso fruto,
Y es digno de su nombre el INSTITUTO.

1840.



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La estatua de Felipe IV y el busto de don Pedro Calderón de la Barca hablan del Teatro Real en las siguientes décimas

FELIPE IV
                               Álzase detrás de mí
Palacio que ilustra al dueño,
Donde mi alcázar pequeño
Se alzó mientras yo viví.
Un templo delante vi
A musa extranjera hacer:
Quién es codicio saber,
Y, en estatua, como vivo,
Del despacho fugitivo,
En busca voy del placer.
 
   Ignoro qué ingenios son
Los que esa fachada muestra...
Mas no; que arriba, a mi diestra,
Descúbrese Calderón.
Dime tú, insigne varón,
Que en el curvo ático estás,
�Qué drama, qué musa más
Nuevos en Madrid admiro,
Que allá en nuestro Buen Retiro
No penetraron jamás?
CALDERÓN
   Apurar, señor, pretendo,
Ya que preguntáis así,
Lo que supe desde aquí,
Sólo callando y oyendo.
Y en verdad que no comprendo
Cómo entre duda afanosa,
Nueva y peregrina cosa
La ópera se os figuró,
Después de escribiros yo
La púrpura de la rosa.
 
   Fábula cantada fue
Aquella célebre fiesta;
Fábula cantada es ésta,
Con arte mayor a fe.
Yo en mi romance canté;
Mas hoy de Oriente al Ocaso
Proclama el Dios del Parnaso,
En toda su monarquía,
Lengua de la melodía
La dulce lengua del Tasso.
 
   Pero aunque lo diga el sol,
Y aunque yo me oponga solo,
Sostengo que el buen Apolo
No ha estudiado el español.
Más claro que su arrebol
Haré ver que excede acaso
El habla de Garcilaso
A todas en variedad,
En fuerza y en majestad...
Pero esto no viene al caso.
 
   Ved un teatro, señor,
Donde el músico poema
Su poder junta y extrema
Y magnífico esplendor.
Aquí uno y otro cantor,
Coronados de laurel,
Símbolo glorioso y fiel
De triunfos bien adquiridos,
Hechizarán los oídos
De la corte de Isabel.
 
   Coliseo de ancho foro
Y magnífica platea,
Do quier deslumbra y recrea
Con luz, mármol, seda y oro.
Será de Madrid decoro
Y digno del nombre Real.
Tendrá nuestra capital,
Más grande ya, rica y bella,
Un teatro único en ella,
Y en el mundo principal.
FELIPE IV
   Con singular alegría
Tu relación escuché:
Por lo que a la escena honré,
Honra me dan todavía.
La española bizarría
Celebro, de levantar
Un templo donde hospedar
La musa extraña primero:
Bien sé yo que al forastero
Se debe el mejor lugar.
 
   Mas, cuidado, que si pasa
A dominio el hospedaje,
Quizá en daño y en ultraje
Cederá de los de casa.
Aún de cólera me abrasa
La queja poco leal
De aquel Téllez infernal
Que dijo con necio engaño:
�Madrid halaga al extraño,
Y al hijo le trata mal.�
CALDERÓN
   No temáis, señor, así;
A todo alcanza la mano
Donde el cetro castellano
Resplandece frente a mí.
Por algo me han puesto aquí:
El sol amanece ya,
Que artes, ciencias, cuanto da
Timbres a España y valor,
Con su rayo bienhechor
Vívido fecundará.

1850.



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En la inauguración de la escuela central de agricultura

                          Al rico y al pordiosero,
A la hermosa y al galán,
Sustento y abrigo dan
Labrador y ganadero.
Del redil y del granero
El tesoro bienhechor
Esparce en su alrededor
Raudal de vida fecundo:
Son providencia del mundo
Ganadero y labrador.
 
   �Por qué mirar con desdén
Al que arte profesa tal?
-Por ser estimado mal
Quien vende barato el bien.
-Pero tus quejas detén,
Clase abatida hasta aquí:
De haberte olvidado así
Nuestra patria se avergüenza,
Y hoy con ventaja comienza
La justicia para ti.
 
   Hoy del polvo te alzarás
En que tu humildad yacía;
Mas también desde este día
De ti España exige más.
Con la ciencia adornarás
Tus usos de antigua fecha;
Mire el que siembra y barbecha
Que está ya bien demostrado
Que juntos libro y arado
Multiplican la cosecha.
 
   Prueba ofrecerá segura,
Que tanta verdad abone,
La campiña ésta, en que pone
Su trono la Agricultura.
Cual rompe la nube obscura
Vívido el rayo del sol,
Matizando su arrebol
Ardua cima y honda cuenca,
Radiará de La Flamenca
Bien para el suelo español.
 
   En él la divina mano,
Que hoy se nos retira escasa, (12)
La copa vertió sin tasa
De su favor soberano.
Clima feliz, rubio grano,
Frutos con dulce sazón,
Reses de fardo y timón,
Reses de aprisco y de guerra,
Dote de la hispana tierra
Fueron siempre y aún lo son.
 
   Hágase un día valer
Esta abundancia sin par:
Tener y no aprovechar
Equivale a no tener.
Bebió del Guadiana ayer
La oveja, cuyo vellón
Hoy en distante región
Hace rico al hábil dueño:
�Logre el pastor extremeño
Lo que ha logrado el sajón!
 
   Ostenta con ufanía
Su célebre vino el Rhin:
Es fuerza que tenga fin
Esa injusta nombradía.
Las cepas de Andalucía
Rinden jugo superior:
Adelgazad su vigor,
Traiga sin riesgo el placer;
Echadle un poco a perder,
Se le tendrá por mejor.
 
   Más trabajo os costará
Del bruto amansar la casta,
Que espanto, al bajar el asta,
Al león de África da.
Víctimas reciba ya
Más pingües el matadero,
Y el yugo del carretero
Más altas cervices ate:
No es de sentir, si combate,
Que no peligre el torero.
 
   Principios ciertos y claros
Vais a difundir, señores;
Pero a luchar con errores
Necesitáis prepararos.
Por ignorantes reparos
No os dejéis alucinar;
Formad en particular
Empeño de convertir
Al que no deja vivir
Ni arboleda ni tallar.
 
   Por librar de merma el trigo
Echa el incauto en las llamas
El álamo, cuyas ramas
Dieron al gorrión abrigo.
Mas al voraz enemigo
Verá en su techo anidar.
Sobra en España lugar
Para selva y para mies:
Yermarla de árboles es
Agua a las fuentes robar.
 
   Sin ellas mueren los prados,
Que dan al ganado vida,
Y es la labranza perdida:
No hay labranza sin ganados.
A cabañas y sembrados,
Al colmenar y al vergel
Llevad con examen fiel
Cuanta mejora es precisa.
Marcha hoy el saber aprisa:
Marchad a la par con él.
 
   En su estado natural
Produce el espino adusto
Mezquina baya sin gusto,
Que ni aun la pica el zorzal.
Injertadle con peral,
Y el fruto mejor tendréis.
Alumnos, esto hallaréis,
Si a la rústica experiencia
Vástagos nobles de ciencia
Con tino aplicar sabéis.
 
   Y la patria os deberá
Su más preciado tesoro.
Que busque el minero el oro:
Con el oro os buscará.
Y cuando vuelvan acá
Los que hoy nuestro suelo ven,
Y justa alabanza den
Al claro cielo de España,
Clamen con sorpresa extraña:
�Su campo es cielo también.�
 
   Y cuando quiera el viajero
Saber quién pudo tornar
Granja hermosa el tomillar,
La ciénaga abrevadero,
Un nombre dirá el vivero,
Otro el taller de la miel,
Otro el guía del corcel
Recio, gallardo y veloz;
Y España en sola una voz
El de la augusta ISABEL.

Leída en La Flamenca, el día 28 de septiembre de 1856.



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Las tres bellezas

Versos para la primera distribución de premios a la virtud, celebrada en Madrid.

                                 Dijo en el Pindo un pastor
A las hermosas de allí
�Bellezas, venid a mí:
Quiero cantar la mayor.�
 
   Tres solas fueron al juez
Por la vega ancha florida:
La competencia del Ida
Principió segunda vez.
 
   Llegársele, ya intranquilo,
Vio el pastor a la primera:
Tesoro de encantos era,
Viviente Venus de Milo.
 
   Naturaleza, empeñada
En su más difícil obra,
Cien gracias le dio de sobra,
La del pudor no sobrada.
 
   Ella, el ligero cendal
De los hombros derribando,
�Soy (dijo con eco blando)
La Belleza corporal.�
 
   �De amor, al verte, se inunda
(Repuso el juez) valle y monte:
Ven, y a mi derecha ponte;
Llega la beldad segunda.�
 
   Con laurel se coronaba,
Y un sol en su frente ardía:
La primera seducía,
La segunda arrebataba.
 
   �Hija del Numen Ismenio
(Prorrumpió), su lauro doy.
Cántame sola: yo soy
La Belleza del ingenio.�
 
   Sintió el pastor dentro en sí
Fuego inspirador.-��Oh! ven.
Ponte a mi diestra. Mas �quién
Viene al certamen tras ti?�
 
   Con tímido paso lento
Caminaba la postrera,
Corno si allí la trajera
Resistido mandamiento,
 
   Y no avezada a salir
Nunca de su pobre hogar,
Quisiera el valle cruzar,
Excusando el competir.
 
   La envolvían hasta el suelo
Pliegues de un manto de lino:
Rasgos de rostro divino
Dejaba entrever el velo;
 
   Y de su andar al rumor,
Entre las auras movidas,
Harpa y flores escondidas
Música daban y olor,
 
   Que la razón natural
Creía, sin más aviso,
Fragancia de Paraíso
Y ecos de harpa celestial.
 
   �Tú eres la beldad sin tilde
(Clamó el pastor); alza el manto.�
Bajos los ojos en tanto,
Callaba la hermosa humilde.
 
   Tras un momento de calma,
Dijo en los aires expresa
La voz de un arcángel: �Esa
Es la Belleza del alma.
 
   �Con viva solicitud
Conságrale ofrenda pura:
No hay en el mundo hermosura
Más grande que la virtud.�
 
   Asió el pastor anhelante
Del velo a la hermosa en vano:
Con él se quedó en la mano,
Con blanca niebla delante.
 
   Y en las célicas regiones
La voz añadió: �Mortal,
De la Belleza moral
Se juzga por las acciones.�
 
Y la niebla se aclaró,
Y, en el fondo de un vergel,
España, la de Isabel,
Al zagal apareció.
 
   Con su corazón a solas,
Que ardor patriótico inflama,
Vio pasar en panorama
Cien virtudes españolas.
 
   El silencio en que han yacido
Su alto valor constituye:
Son el Guadiana, que fluye
Bajo la tierra sin ruido.
 
   El heroísmo tal vez
Más digno de admiración
Queda oculto en un rincón
Sin testigos y sin juez.
 
   Mas viva en tiniebla densa
Quien el bien haciendo vive:
Lo sabe quien lo recibe,
Y Dios que lo recompensa.
 
   Vio el pastor en su lugar
Lo que hoy nuestros ojos ven.
Ya quiere España también
La virtud recompensar.
 
   Allí del falaz Apolo
Arroja el cantor la lira:
Ya mente y labios le inspira
Puro sentimiento solo.
 
   Él quiso dar un laurel
Y hay ciento aquí prevenidos:
Oigamos con sus oídos,
Viendo y sintiendo con él.
 
   La virtud se ofendería
Si en épica voz se oyera:
Su gala es ser verdadera,
Y el rubor su poesía.
 
   Contemplad �cuán a deshora
Esa doncella trabaja,
Entre luz trémula y baja
Y el rosicler de la aurora!
 
   -�Cuándo al reposo te entregas,
Josefa? (13) Va a amanecer.�
-��Ay! tengo que mantener
Mi madre y mi hermana ciegas.�
 
   -�Amalia, (14) dame tu mano;
Tu amor con tu mano pido.�
-�Son de mi padre impedido,
Mi anciana madre y mi hermano.�
 
   -�En este claustro hallarán
Fin tus anhelos, María.� (15)
-�Mi ama se quedaría,
Si yo la dejo, sin pan.
 
   �Inseparables las dos,
De aquel propósito cedo:
Sierva del mundo me quedo
por el servicio de Dios.�
 
   -�Niño, (16) por fin te curé;
Mas tienes que abandonar
Tu ejercicio militar.�
�Mi madre pierde mi pre.�
 
   -Mirad esa, a quien dejó
La razón sin un destello,
Feroz agarrarse al cuello
De aquélla de quien nació. (17)
 
   Persigue con furia igual
A su hermana (18) otra demente.
��Afuera! grita la gente.
Los locos a su hospital.�
 
   -�Mi hija! �Mi hermana! Yo
La tendré lejos de mí,
Después de mi muerte sí,
Durante mi vida no.
 
   �Sólo las fuerzas apoca
De mi larga resistencia
La lucha con la indigencia,
No el reluchar con la loca.�
 
   Mas �qué desgraciado clama?
Cuatro anegándose están:
Triunfantes bramando van
El Tajuña y el Jarama.
 
   �Ya la ropa me desciño.
�Ánimo! no hay que temer.�
�Acudid a esa mujer
Que tiene en brazos un niño!
 
   �Envía, Dios que lo ves,
Libertador oportuno!
Para los dos hubo uno; (19)
Para hijo y madre hubo tres. (20)
 
   De tu solio a manos llenas
Vierte, Señor, bendiciones
Sobre tantos corazones (21)
Con sangre santa en las venas.
 
   No ha muerto aún, ya se ha visto
Con gozosa maravilla;
No ha muerto aún la semilla
Que echó en el Gólgota Cristo.
 
   Poniendo a los vicios dique,
Premiando el ejemplo bueno,
Se hará que en el buen terreno
Más la virtud fructifique.
 
   Sociedad, que al bien caminas,
Cuando así le galardonas,
Valen mucho esas coronas
Que cubren otras de espinas.
 
   Regia mano las ciñó
Y adquieren más precio ya.
�Feliz quien el premio da!
�Bendito quien le ganó!

1861.

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