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Poesías

Mariano José de Larra








ArribaAbajoSoneto


A un mal artista que se atrevió a hacer el busto de doña Mariquita Zavala de Ortiz después de su fallecimiento


   Tente, mentido Fidias que, profano,
dando al mármol inerte alma fingida
tornar imaginabas a la vida
a Cintia bella con esfuerzo vano.

    La grosera facción tu inhábil mano  5
deja en la piedra a trechos esparcida,
que con torpe cincel hiere atrevida,
remedo informe del cincel de Cano.

    No, si Apolo contigo fue severo,
te vengues crudo en la indefensa hermosa  10
del arte, con que lucha tu flaqueza.

    Si la muerte, de hollarla temerosa,
sus rosas respetó, no tú más fiero
borrar pretendas su inmortal belleza.

Abril 1829




ArribaAbajoEpigrama


Al esposo de doña Mariquita Zavala, habiendo mandado hacer un busto de esta señora, después de su muerte, a un artista que le hizo torpemente

   No más llorar, Miguel; que la esperanza
torna el busto del dueño malogrado.
Si bien la semejanza,
por no afligirte el alma conmovida,
del artista el cincel disimulado  5
dentro en la piedra la dejó escondida.

Abril 1829




ArribaAbajoEpigrama


Repentino a un clavel improvisado

...Esta, que ves, florecilla,
esparcida en el papel,
por más que a tus ojos pese,
vive Dios que es un clavel.




ArribaAbajoAnacreóntica


   Toma esa sucia plata,
toma, platero, ese oro,
y en el ferrado yunque
suena el martillo tosco.
Cansa el metal  5
sonante, y al golpe ponderoso
la denegrida fragua
retumbe en ecos broncos.
No con pesada mano
de un casco fragoroso  10
ni de bruñida cota
dibujes los contornos
donde Mavorte fiero
con el semblante torvo
anime a la refriega  15
   sanguinario loco.
Hazme, platero, un vaso
cóncavo, igual, redondo,
donde beber yo pueda
del jugo más sabroso;  20
del que nos dan las uvas
en el templado otoño,
y sobre todo hazlo
cuanto pudieres hondo.
Con el buril esculpe  25
en su luciente dorso
no de feroz guerrero
el atezado rostro.
Ni el brazo peregrino
del extranjero corso,  30
en Austerlitz y en Lodi
y en Jena victorioso.
Ni el rayo que obediente,
presagiador de lloro,
llena a su voz terrible  35
de espanto el orbe todo.
Ni el bronce ya homicida
que con fragor sonoro
muerte despide y luto
entre el ardido plomo.  40
Ni el mentecato grave
que en el papel añoso
mentidos bienes busca
bajo su antiguo polvo.
Graba mi rostro alegre  45
vertiendo risa y gozo
al delicado aspecto
del jerezano mosto.
Y a Baco el rubio grano
pisando allí afanoso,  50
sacando del racimo
el zumo blanco y rojo.
Y amor también que juegue
con pámpanos hojosos
y entre la cepa umbría  55
se esconda con su dolo.
Y allí Célida hermosa
vertiendo vino en torno,
y alma prestando y fuego,
y vida al cuadro todo.  60
Burlando ya mis penas,
secando ya mi lloro,
o ardiendo en puras llamas
a los robustos mozos.
Y así de honores tantos  65
si le fabricas pronto,
te llenen los mortales
de tu vivir celosos;
como abundantes tragos
con el tazón lustroso  70
del tinto Valdepeñas
he de vaciar beodo.

Abril 1829




ArribaAbajoAnacreóntica


   Quiero cantar las lides
en cítara entonada
sonando el eco horrendo
de fúnebres batallas.
Mas rebelde mi lira  5
cuando mi mano airada
la pulsa, a Fili bella,
sólo a mi Fili canta.
En balde, en balde quiero
las épocas pasadas  10
renovar en mi lira
y antiguas las hazañas.
Amor las cuerdas todas
sacude con sus alas
y obstinado celebra  15
la bella que le encanta.
En balde yo las cuerdas
ardiendo en ira y rabia
una y otra y mil veces
despechado mudara.  20
Sólo a la linda Fili
cuando yo la pulsaba,
sólo sus quince hermosos
amor con ella alaba.
Suena, pues, lira mía,  25
tus voces acordadas
hoy el natal de Fili
den a los ecos blandas.
Y al vibrarlas Favonio
vuele y con dulce calma  30
en su cabello de oro
deposite sus auras.
Vuele el amor a Fili
y entréguele su aljaba
y bullicioso juegue  35
en sus pomas de nácar.
Del tardo Manzanares
las ninfas y zagalas
cojan vistosas flores
y hagan de ellas guirnaldas.  40
Suenen, lira, tus cuerdas
en la fresca mañana
la rosa del capullo
arrojando sus gracias.
Volad, versos, a Fili,  45
y en premio suplicadla
que torne sus ojuelos
a mirarme apiadada,
y en tantos besos deje
que en su labio de grana  50
mi labio robe el fuego
que en su coral se guarda;
cual ve corderos blancos
pacer en la comarca,
y como tiene el prado  55
fragantes flores gayas;
como hebras blondas rizas
sobre su frente vagan
y deja el mar menudas
arenas en la playa;  60
como suspiros tiernos
por ella el pecho lanza,
como zagales bellos
se abrasan en su llama.

Abril 1829




ArribaAbajoEpigrama


   Siempre ha gemido la prensa;
pero hoy que le das, Talidio,
a imprimir tus obras todas,
gime al menos con motivo.




ArribaAbajoOda


   ¿Por qué, mariposilla,
volando de hoja en hoja,
haciendo vas alarde
ya de inconstante y loca?
    ¿Por qué, me di, no imitas  5
la abeja que industriosa
el jugo de las flores
constante en una goza?
    Advierte que no vaga
del alelí a la rosa,  10
que una entre miles busca
y una fragante sola.
    Y cuando ya la elige
hasta exprimirla toda,
jamás voluble pasa  15
sin disfrutarla a otra.
    ¿No ves también que el pecho
de ella liciones toma?
que así jamás libada
deje de amor la copa.  20
    Si en tus cambiantes raros
el sol que te colora
deslumbra nuestros ojos
con tintas mil vistosas;
    ¿Por qué, avecilla leve,  25
rehúsas voladora
sola, una flor y un cáliz
cubrir de orgullo y gloria?
    Para el batir tus alas,
para en las blancas pomas,  30
y en el turgente seno
de la que el pecho adora.
    Allí una florecilla
dulce fragancia hermosa
al seno de mi Fili  35
con ambición le roba.
    Vuela, mariposilla,
que si una vez tan sola
en sus matices quieta
de sus delicias gozas.  40
    No ya más inconstante
has de querer traidora
volver a la floresta
a revolar entre otras.
    Vuela, avecilla, vuela,  45
recoge sus aromas,
y tórnate a mí luego
y dame cuanto cojas.




ArribaAbajoLetrilla


   Allá cuando niño
creí placentero
ver a Anacreonte
en mis gratos sueños.
Traía en el hombro  5
su fiel mensajero,
la blanca paloma
de rizado cuello.
Y con su piquito
a veces un beso  10
le daba al anciano
y un arrullo tierno;
y él agradecido
el dulce alimento
entonces le daba  15
de sus labios mesmos;
la copa de zumo
llenaba Liéo,
que con miel mezclaba
de panal bermejo.  20
Y al lado llevaba
el falaz artero
la lira más suave
que vates oyeron.
Su barba en perfumes  25
bañaba y su pelo;
brillaban sus ojos
cual si echaran fuego.
Llegose el beodo
a mi blando lecho,  30
ya cantando amores,
ya mosto bebiendo;
y con risa loca
el alegre viejo
mostrome la lira  35
con su propio dedo.
Quíseme a sus brazos
arrojar, mas presto
despertome el susto
y el súbito esfuerzo.  40
Y entonce ¡oh prodigio!
aunque fuera sueño.
Halleme la lira
que dejara el griego.
Cogila turbado.  45
Pulsé, y amor luego
que en la cuerda estaba
respondiome ledo.
De entonces mi lira
alegre conservo  50
y si bien no dulce
como en otro tiempo,
mis ocios divierte
sonando a lo menos
amores tan sólo,  55
tan sólo Liéo.




ArribaAbajoOda


   ¿Dónde, abeja incansable,
dónde vas susurrando?
¿De alguna flor sabrosa
buscas la miel acaso?
No más, no más registres  5
el tomillo del prado;
no más el cáliz puro
vayas de flor buscando.
Sin aguardar que el tiempo
reverdezca los ramos,  10
la miel más dulce y rica
toma aquí todo el año.
Llega de Lisi hermosa,
llega a los suaves labios,
y en su calor te guarda  15
del aire y frío insano.
¿Qué rosa, qué flor bella
habrás nunca gozado
que dé tan suave aroma,
sabor tan delicado?  20
La miel coge que miras
contino destilando,
ven luego y en los míos
ponla de rato en rato.
Y vuelve nuevamente,  25
y exprime sus encantos,
y torna al labio mío,
abejilla, a dejarlo.
Y tantas veces firme
renueva tu trabajo  30
como en mis días besos
tengo en ellos sellados.
Que, yo, abeja preciosa,
también cuando libarlos
tierna Lisi me deja,  35
jamás, jamás me canso.
Cuida empero no herirla,
cuando la estés besando,
con el duro acicate
el terso cutis blanco.  40
Tiembla en mi crudo ejemplo,
que por herirla ufano,
el corazón en pena
¡ay triste! me ha costado.
Que el que una vez la hiere  45
luego pierde el descanso,
y abrasado en su fuego
muere al punto en sus brazos.
Si, empero, incauto alguno
te pretendiese osado  50
quitar la vez, escucha,
que lo pretenda en vano.
Súbito en él esconde
el tu aguijón airado
y aprenda en su castigo  55
cuanto fue temerario.
Y en vez de miel suave
sepa en tu hierro amargo
que a Tirsi bien tan grande
le está sólo guardado.  60




ArribaAbajoEpigrama


A un mal poema titulado «Las miserias del hombre»

   Las miserias del hombre
canta Talidio;
y yo al oírle, todas
ya las olvido.
    Porque es entre ellas  5
el escuchar su canto
mayor miseria.




ArribaAbajoLetrilla anacreóntica


   Venga, Fili,
bullicioso
el sabroso
de Jerez.
Del buen mosto  5
de la uva
la honda cuba
vaciaré.

    Si en la plácida
hermosura  10
mi ventura
toda está,
y en la cepa
deliciosa,
¿justo, hermosa,  15
no será

    Que unas veces en mi vaso,
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea?  20

    Si del vino
todo el año
no has engaño
en el beber;
en la copa  25
vacía, chico,
suave y rico
moscatel.

    Si en el pecho
conmovido  30
late henchido
corazón,
¿por qué, Fili,
pues, te aíras,
y me miras  35
con rigor

    Porque a veces en mi vaso,
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea?  40

    Mientras haya
vino y bellas,
las querellas
depondré.
Es mi gozo  45
su sonrisa,
mi divisa
es el placer.

    Ese brazo
blanco y bello  50
a mi cuello
le has de uncir.
Vayan lejos
las quimeras
y no quieras  55
impedir

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  60

    Ese trozo
de cervato
que ya ha rato
rojo está,
saca, Fili,  65
de entre el humo,
con el zumo
venga acá.

    Echa en tanto
que algo quepa,  70
de la cepa
el buen licor.
Y esta, Fili,
entre placeres,
es, si quieres,  75
ocasión

    De que a veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  80

    Mientras pasa
el crudo frío,
que vacío
nunca esté.
Lejos vayan  85
de tu pecho
el despecho
y el desdén,

    Mientras Fabio
el bosque umbroso  90
va cuidoso
a registrar,
yo gozando
con mil lazos
tus abrazos,  95
bien será

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  100

    Mientras huye
del montero
el artero
jabalí;
y la jauría  105
que acaudilla
la corcilla
ve morir;

    En los restos
de una encina  110
la cecina
se ha de ahumar,
y empinando
el Valdepeñas,
pues me enseñas,  115
bien querrás

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  120

    Y el cabrito
venga, que asas
en las brasas
y el pernil,
y de mieles  125
rica torta
presto corta
y dame a mí.

    Con el brazo,
más desnudo,  130
hazme un nudo
alrededor,
y la copa
tan vaciada,
llena, amada,  135
que es razón

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  140

    Gira, suerte,
aquesa rueda,
si me queda
que empinar:
que las penas  145
de contino
en el vino
se han de ahogar.

    Ya se dobla,
Fili hermosa,  150
temblorosa
aquella luz.
Mosto, Fili,
vacía el resto,
toma presto  155
y bebe tú,

    Ya que a veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  160

    ¿Quieres, necia,
los traguillos
repetillos
como yo?
Deja, Fili,  165
el loco intento
que aun me siento
con vigor,

    Y otro fuerte
desafío  170
de más brío
has de acabar.
Cada brindis
que alce el brazo
un abrazo  175
tú me da;

    Mientras tanto que en mi vaso
o en tus labios, Fili, beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  180

    Si quisieron
los amores
tus colores
encender;
si fue la uva  185
desgajada,
ya preñada
del placer;

    Como el pece
el agua hendiendo,  190
que bebiendo
ha de morir;
ya beodo
tú me deja
cual la abeja  195
en el jazmín,

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  200

    Si al tocarte
brotas luego
vivo fuego
en el mirar;
cual la chispa  205
al golpe fiero
del acero
el pedernal:

    Si contino
tus caricias  210
mil delicias
vierten ya
¿Por qué, Fili,
a mis placeres
no les quieres  215
agregar

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea?  220

    Porque apenas
en el año
el rebaño
guardo yo,
y vaciando  225
aquí a la lumbre
una azumbre
del Chinchón;

    De las nieves
a la llama,  230
o en la cama
cuido huir;
me aborrecen
dañadores
los pastores  235
del redil,

    Y no quieren que en mi vaso,
o en tus labios, Fili, beba
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  240

    Ni me pueden
las hermosas
envidiosas
ya sufrir,
porque nunca  245
tan travieso
yo las beso
como a ti.

    Mas ¿qué importa
si reímos  250
y vivimos
bien los dos?
Mientras tú
besar te dejas,
guarde ovejas  255
el pastor.

    Y entre tanto que en mi vaso
o en tus labios dulce beba,
ya del rancio de Peralta,
ya sabrosa miel hiblea.  260

    Si disfruto
de mil modos,
digan todos
mal de mí;
que yo vengo  265
mis agravios
en tus labios
de carmín.

    Vaya entonces
por cada uno  270
que importuno
me haga mal,
otro beso,
y de la bota
del de Rota  275
un trago más,

    Y haz que siempre ya en mi vaso,
ya en tus labios, Fili, beba
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  280

    Y la cama
has de mullirme
que dormirme
siento ya;
y ya miro  285
tu belleza
y la pieza
vueltas dar.

    Cuando un tiempo
ya en la bota  290
no haya gota,
del Chinchón,
trataremos,
Fili hermosa,
si es que es cosa  295
justa o no

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  300

    Y echa presto
bien mullido
del ejido
ese vellón;
que mis venas  305
va inflamando
fuego blando
del amor.

    Cuando pasen
treinta abriles  310
juveniles
por tu tez,
pensaremos
ya sin susto
si es que es justo  315
o no lo es

    Que unas veces en mi vaso
y en tus labios otras beba,
ya del rancio de Peralta,
ya la dulce miel hiblea.  320

Abril 1829




ArribaAbajoLetrilla


   Arroyito limpio
ruin y mal pensado
que entre guijas duras
pasas murmurando;
y esos tus cristales  5
corres a mezclarlos
con las arenillas
doradas del Tajo;
si llegas a Fili
cuando esté en mis brazos  10
cesa tu murmurio
maldiciente y bajo,
que la niña Fili
si acierta a escucharlo,
cuando sin testigo  15
los dos nos besamos,
presto, medrosilla,
temerá si acaso
vas de sus ternezas
hablador mofando,  20
y el pudor entonces
a mi tierno halago
con repulsa fiera
dejará burlado.
Y vosotras, ninfas  25
de los verdes prados,
que sabéis sin duda
lo que corre hablando;
y vosotras, flores
de colores gayos,  30
que en su margen pura
refrescáis el labio;
por la ninfa Fili
decidle algo al paso
y en el blando seno  35
florido acalladlo.
Y así, mi arroyuelo,
si entre los peñascos
de hoy más, comedido,
te deslizas manso,  40
nunca el noto fiero
te altere bramando,
ni ábrego en estío
te enjugue el regazo.
Mas dulce Favonio  45
y el céfiro blando
que ricen tus alas
con soplo anhelado.
Y así zagalejas
labios purpurados  50
acerquen ansiosas
a tu dorso claro;
y a tus ondas fíen
tesoro guardado,
y la envidia seas  55
de mozos gallardos.

Abril, 1829.




ArribaAbajoOda


   ¿Qué importa, linda Fili,
qué importa que te digan
si mi cariño pagas
maliciosas amigas?
¿Qué vale porque el ciclo  5
les niegue tanta dicha
que de mi amor y el tuyo
ya murmuren, ya rían?
¿No ves que son en ellas
esas necias hablillas  10
tristes recursos, Fili,
de estériles envidias?
Si el fuego que me abrasa
le encendiste tú misma,
apágalo en tus brazos  15
y lo demás descuida.
Que no cuando te viera
cautivo el primer día,
para encenderme el alma
consejos les pedías.  20
Si para hacerme el daño
no curaste de amigas,
¿por qué para enmendarle
de todo el mundo cuidas?
Torna hacia mí piadosa  25
esas brillantes niñas,
y deja que mi premio
le busquen tus mejillas.
Deja que en ellas coja
dulcísima ambrosía  30
que sólo me entretiene
para tu amor la vida.
Y en tus ojuelos deja
bañados en sonrisa
que ebrio de amor y gozo  35
todo el placer exprima.
Y ardiente y juguetona
responde a mis caricias,
y deja, hermosa Fili,
a todos ya que digan.  40
¿No ves en los verjeles
las aves parlerillas?
¿no ves que en sus amores
de otras jamás se cuidan?
Nunca arrullada y tierna  45
la blanca palomita
triste se recatara
de la ajena malicia.
Cuando el osado amante
sus besos solicita,  50
las encrespadas alas
ella también le pica.
Y cuando al fin ardiente
dichoso se publica,
tal vez, Fili, es su gloria  55
mirarse ya vencida.
Y entonce en sus ojuelos
amor más dulce brilla
cuando el orgullo añade
los triunfos a las dichas.  60
Tú también, amor mío,
sensible las imita,
si tanto me idolatras
a gloria ten ser mía;
y mientras que en mi fuego  65
tus glorias se repitan,
goza, dichosa Fili,
y al mundo todo olvida.




ArribaAbajoOda


   Del aterido invierno
se acercan ya los fríos,
los árboles coposos
desnudos ya los miro.
    Y en la agrupada nieve  5
blanquean revestidos
de copos desatados
donde el verdor ha sido.
    En el lontano oscuro
brillan los altos picos  10
del recio Guadarrama
todos encanecidos.
    Naturaleza triste
llora el tiempo perdido,
y en lluvias se deshace  15
y espera al blando estío.
    Mas ¿a mí qué? si el orbe
se anega, mis amigos,
y los torrentes bajan
del monte desprendidos.  20
    Si en mi cerrada choza
Fili se está conmigo,
y aun más que Fili a veces
cien odres de buen vino.
    Y en tanto que sus galas  25
y el verde primitivo
recobra el campo alegre,
hoy mustio y aterido;
    Y en la estación de amores
divierto yo el oído  30
en canciones ligeras
de sueltos pajarillos;
    Y gozo en la floresta
oloroso tomillo,
y blancas azucenas  35
y balsámico mirto;
    O miro a las zagalas
en juegos no aprendidos
cual leves mariposas
girar en torno mío;  40
    Y en la festiva tarde
bailar con sus queridos,
sus miembros agitando
al son del caramillo;
    O en la ribera grata  45
del onduloso río
las aguas sucederse
sobre su cauce antiguo;
    O la naciente hierba,
apenas ya nacido,  50
segar, junto a la oveja,
el saltón cabritillo,
    Los ecos fatigando
por desiguales riscos,
sencillos, discordantes,  55
sus trémulos balidos;
   Y el lanudo carnero
y el toro embravecido
a su pareja ardiente
buscar de amor ardidos.  60
    En tanto que esto gozo,
y el tiempo en raudo giro
torna a la tierra joven
de Primavera el brillo;
    Para pasar las noches  65
del hivernoso frío,
las híadas pluviosas
para escuchar tranquilo,
    Ni amores de una bella
me faltan, ni un amigo,  70
ni una enranciada bota,
ni menos falta un libro.
    En vano proceloso
cruzando en el ejido
los vientos se combaten  75
sonando agudos silbos.
    Al fuego conversamos,
juntos allí reímos
del que ignorante busca
los placeres mentidos.  80
    Que para aquel se guarda
la dicha, que, entendido,
el tiempo como viene
recibe así tranquilo.
    De rato en rato un vaso  85
en que rebosa un vino
más dulce que aquel néctar
del celebrado Olimpo,
    Vaciado a la redonda
en turnos repetidos  90
mil veces se ve lleno
y otras tantas vacío.
    El techo es un reparo
a la inclemencia y brío
del aquilón furioso  95
que brama de contino.
    En la dudosa llama
tenemos luz y abrigo,
y aunque en rústica choza
no del palacio envidio.  100
    Del bosque separado
al más gigante pino
parece ya deshecho
quejarse en mil chasquidos.
    No aquí del avariento  105
el oro enmohecido
penetra ponzoñoso
a mi feliz retiro.
    Que del amor deseosos
tan sólo y el buen vino,  110
si todos son felices
son igualmente ricos.
    Y aquel que alegre danza,
y duerme bien bebido,
y es rico aquel tan sólo  115
que quiere y es querido.
    Ni menos de la corte
el macilento vicio
a las bellezas trujo
sus juegos más lascivos.  120
    Y andar aquí bien puede
desnudo el ciego niño
si en la ciudad viciada
va de rubor vestido.
    No sabe aquí la hermosa  125
como al fiel pastorcillo
se puede, infiel amante,
dar trato fementido.
    Que a amor le guarda sólo
la zagala sus lirios,  130
y nunca los profana
sino el que es de ellos digno.
    Ni fue jamás besada
sino es de su querido
la simple zagaleja  135
que una vez bien le quiso.
    Y aquí en la choza alegre
placeres son sencillos
los que al trabajo siguen
del día fenecido.  140
    Y a veces si Corilda
se viene con Mirtilo
de esbeltas aldeanas
y pastores seguidos;
    En darles de aquel néctar  145
grande placer sentimos,
y en que la copa apuren
del jugo del racimo;
    Y en ver que alborozados
riñen enardecidos  150
el premio de las danzas
que reparte Cupido.
    Llueva, pues, y granice
y tiemble estremecido
el antes firme suelo  155
que sin cuidados piso;
    Del cielo el trueno airado,
del aire los bramidos,
alteran esos pechos
que abrigan el delito.  160
    Que no del daño ajeno
me reconviene el mío,
y en ruinas caiga el orbe,
si quiere, desunido;
    Que en tanto de las bellas,  165
del saludable vino
felice disfrutando
y al lado de un amigo;
    Me tengo por dichoso
cuando el vellón mullido  170
recibe en su blandura
mis miembros adormidos;
    Y cuando ya a la aurora
del trabajo el aviso
me vuelve a dar del gallo  175
el canto matutino.




ArribaAbajoLa flor de Cintia


   No, Cintia, des a Anardo
la linda florecilla
que tienes en tu seno,
mi amor, tan escondida.
    No se la des; advierte  5
que a Anardo si la fías
al punto entre sus manos
verás tu flor perdida.
    Que a todas igualmente
la pide, si son lindas,  10
y luego la deshoja
una tras otra hojita.
    Dámela a mí, que el pecho
a nada más aspira
sino a libar su aroma,  15
dejándola enterita.
    Y luego que a mis labios
la toque, bella Cintia,
verás como la vuelvo
intacta florecita.  20

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