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Composiciones varias



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- I -

El beso de Lesbia

Letrilla

1799

                                  ArribaAbajo¿Qué importa, Amor tirano,
con eslabones nuevos
doblar la atroz cadena
que me cargaste al cuello?
Ni el cautiverio duro, 5           
ni tus rigores temo,
con tal que los mitigue
de Lesbia un dulce beso.
   Cuando su sien nevada
torna el pudor en fuego, 10
y mi amorosa mano
siente latir su pecho,
el solio despreciara
de Júpiter supremo
por conseguir tan sólo 15
de Lesbia un dulce beso.
   No es tan sabroso el néctar
como sus labios tiernos,
ni el céfiro es en mayo
más grato que su aliento. 20
Cual el fragante aroma
de los claveles frescos,
tal es el que difunde
de Lesbia un dulce beso.
   Si por negarme un día 25
sus ojos hechiceros,
o por ingrato olvido
caigo a sus plantas muerto,
no busquen en mi auxilio
ni yerbas ni galenos, 30
pues basta a darme vida
de Lesbia un dulce beso.
   Son gratos a su amada
los trinos del jilguero,
y el ruido de la fuente 35
al cazador sediento;
pero aun es a mi oído
más grato y halagüeño
el que en mi boca forma
de Lesbia un dulce beso. 40
   Jamás de sus mejillas
marchite airado el tiempo
la tez que iluminaron
del alba los reflejos:
y en ellas en retorno 45
le den mis labios ciento
cuando en placer me anegue
de Lesbia un dulce beso.
   Vuela, letrilla mía,
vuela a su blanco seno, 50
y que el amor le inflame
que va contigo envuelto.
¡Mil veces venturosa,
si tus sencillos versos
en pago me alcanzaren 55
de Lesbia un dulce beso!


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- II -

A una tórtola

Anacreóntica

1800

                                  ArribaAbajoDichosa tortolilla,
que en inocentes juegos
las horas entretienes
de mi adorado dueño;
   tú, a quien ofrecen gratos 5           
copa sus labios tiernos,
taza su mano bella,
cuna su lindo seno;
   que del gentil regazo
subiendo al albo cuello, 10
mueves sus rizos de oro
con revolar inquieto;
   tú, que sin tasa gozas
la luz de sus luceros,
y el néctar de su labio, 15
y el ámbar de su aliento.
   Cuéntame por tu vida,
pues sabes sus secretos:
¿suspira cuando parto?,
¿se alegra cuando vuelvo? 20
   ¿No acusa la inconstancia
del caprichoso tiempo
para mi bien tan tardo,
para mi mal tan presto?
   ¿Se acuerda de quien triste 25
por ella está muriendo,
o a más remotos climas
la lleva el pensamiento?
   Mas ¡ay, que ayer airada,
con ademán severo 30
de irrevocable muerte
me fulminó el decreto!
   ¿Y cuál, cuál es mi crimen
para rigor tan fiero?
Si amarla no es delito, 35
culpable no me siento.
   Sé tú mi intercesora;
súbete al hombro bello,
y con arrullos blandos
repítela estos versos: 40
   «No guardes, Lesbia hermosa,
tan implacable ceño,
que ardides inocentes
no son engaños negros.
   Yertos de amor, señora, 45
son perdonables yerros.
¿Qué mucho que tropiece?
¿No ves que es niño y ciego?
   Ni es la venganza halago
de generosos pechos, 50
que amar es dulce cosa,
y odiar, cruel tormento».


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- III -

El vaticinio

A Lesbia

1800

                                  ArribaAbajoPronta a dejar la bética ribera
que ya en ardor bañaba el blondo estío,
un ¡ay! lanzó la madre primavera,
un ¡ay! envuelto en flores y rocío.
   Del llanto del abril nació la rosa; 5           
de la espuma del mar Venus divina;
de aquel dulce suspiro Lesbia hermosa
más linda que la rosa y que Ciprina.
   Nació, y del alba anticipó el saludo
la turba alada, al rayo de la luna, 10
al par que asidas en airoso nudo
las gracias vuelan a mecer su cuna.
   Amor las palmas de placer batía
cuando los tiernos párpados alzaba,
y al ver la nueva luz, que afrenta al día, 15
ciego a sus pies depositó la aljaba.
   Y «¡Oh niña!, dijo; a tu beldad despojos
son ya las flechas del Amor divisa:
¡cuántas más almas herirán tus ojos!
¡cuánto más fuego encenderá tu risa! 20
   ¡Oh, qué deseos rondarán lascivos
tu fresco labio y tu mejilla pura!
¡Oh, qué miradas y ayes fugitivos
tu blanco seno y tu gentil cintura!
   Ciego a tus pies y en lágrimas deshecho, 25
uno entre tantos rendirá el destino;
uno a quien baste a derretir el pecho
con solo un rayo tu mirar divino.
   Hijo de Apolo, en flébiles querellas
dará a tu nombre armónicos cantares, 30
que al alumbrar de fúlgidas estrellas
difunda el viento por los anchos mares.
   ¡Ay, cuánto afán al mísero le espera,
sin fin luchando con su ingrata suerte,
continuo cebo de mi ardiente hoguera, 35
viviendo el triste en prolongada muerte!
   ¡Felices ambos si tu seno abrasa
chispa fugaz del suyo desprendida!
que no es beldad la que sin mí se pasa,
ni en pechos duros el placer se anida. 40
   No quieras ver marchita tu belleza,
como en el yermo inútil amapola,
que intacta vive en eternal tristeza,
y nace y muere desamada y sola.
   Mas no será; que un alma hermosa veo 45
unida al cuerpo angélico y bizarro,
y en ti la gloria y el mayor trofeo
que el orbe admire en mi triunfante carro».
   Así dijo el Amor. ¡Ay Lesbia amada!
Cumplida está su predicción funesta; 50
cumplida en mí, que el alma embelesada
rendí a tu gracia y tu virtud modesta.
   Dentro del pecho siento al inhumano
de su pérfido triunfo hacer alarde;
sí; que una hoguera me anunció el tirano, 55
y es un volcán el que en mis venas arde.
   ¿Sabes, oh Lesbia, comparado al mío,
qué es el ardor de tu apacible llama?:
tibio lucir de fósforo sombrío
junto al globo inmortal que el aire inflama. 60
   ¿Y eterno habrá de ser? ¿Me niega el cielo
que este incendio voraz se temple un día?
¿Dónde hallará mi padecer consuelo?
¿Dónde? En tus brazos, o en la tumba fría.


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- IV -

La dulce venganza

1800

                                  ArribaAbajoRiñó conmigo mi Corina un día;
gritó y mesó los nítidos cabellos;
torció las manos y los brazos bellos,
y al amor y sus gustos maldecía.
   En su venganza y frenesí furiosa 5           
juró negarme el brillo de sus ojos;
de sus mejillas la naciente rosa,
y el dulce néctar de sus labios rojos.
   Yo que la adoro y por sus gracias muero
temblé al oír el juramento impío, 10
y ofuscando la voz el llanto mío
así la dije en tono lastimero:
   «Si de tu amante la pasión te aíra,
¿por qué el vengarse tu furor retarda?
Oprime el cuello que tu amor respira; 15
traspasa el pecho que tu imagen guarda.
   Justo es que en mí tu cólera desfogues;
que quien no supo complacerte muera:
yo halagaré la mano que me hiera,
o besaré el dogal con que me ahogues». 20
   Ella la vista en el florido suelo
fijó, depuesta su fiereza brava,
y en su regazo sobre el blanco velo
de aromo un ramo deshojando estaba.
   «¿Por qué sin causa, proseguí, te enojas, 25
cruel?» Y en tanto levantó la frente,
miró hacia mí, riose blandamente,
y del aromo me arrojó las hojas.
   Luego enjugó mis húmedas mejillas;
luego oficiosa me aliñó el cabello; 30
después jovial sentose en mis rodillas;
después los brazos enlazó a mi cuello.
   Risueña entonces, con su ardiente labio,
más vivo que el carmín, selló mi boca,
y en pos del beso que mi ardor provoca, 35
ufana prorrumpió: ¡Vengué mi agravio!
   Modelo eterno a los amantes sea
la atroz venganza de mi dulce amiga.
¡Quien no perdona, que perdón no vea,
y odiado expire quien el odio abriga! 40


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- V -

A la ausencia de Corina

Endechas

1804

                                  ArribaAbajoPobre lira mía,
que entre juncia y flores
dulce son de amores
modulaste un día;
   risueña corriente 5           
que en silencio vagas
y al jazmín halagas
la cándida frente;
   verde prado ameno,
perezoso río, 10
bello bosque umbrío
de mis ayes lleno:
   fuente cristalina,
césped venturoso,
que sombra y reposo 15
brindaste a Corina:
   ya de mí se esconde;
que mi mal no siente:
lira, prado, fuente,
¿me diréis en dónde? 20
   Llámola afligido,
búscola azorado
del valle al collado,
del monte al ejido.
   Dobla mis congojas 25
el céfiro blando,
que así suspirando
dice entre las hojas:
   «Más flores hubiera
si aquí se acercara, 30
que es su linda cara
sol de primavera».
   Mas ¡ay Dios! que en tanto
de su amor me priva,
mis quejas esquiva, 35
desprecia mi llanto.
   Huye y no responde;
yo sin ella muero:
náyades del Duero,
¿me diréis adónde? 40
   En pos de sus huellas
voló mi contento
cual se lleva el viento
mis hondas querellas.
   Tú, que mal templada 45
yaces hora y triste,
y un tiempo te viste
por la infiel ornada,
   si alegres amores
modulaste un día, 50
gime, lira mía,
gime mis dolores.


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- VI -

El pudor

Anacreóntica

1806

                                  ArribaAbajoCuando en su concha Venus
salió de entre los mares,
brilló la luz del día
más pura y rutilante.
   Entonces de las plantas 5           
nació el olor süave,
la pompa de las selvas,
el aura de los valles.
   Entonces aprendieron
a modular las aves, 10
y el plácido murmullo
las fuentes y raudales.
   Al verla se disipan
huyendo por los aires
las nubes procelosas, 15
las negras tempestades.
   ¡Cuán bella resplandece
la diosa! ¡Cuán fragantes
donde sus ojos fija
nardos y rosas nacen! 20
   Ufana se recrea
Ciprina al contemplarse,
bañando la sonrisa
sus labios celestiales.
   Al amoroso fuego 25
que en sus miradas arde
el universo todo
se anima y se complace.
   ¡Cómo su frente brilla!
¡Qué hechicero contraste 30
forman los rizos de oro
que el cefirillo bate!
   Jugando rodeaban
su carro de corales
amores y placeres, 35
la risa y el donaire.
   Abrió el excelso Olimpo
sus puertas de diamante,
y el coro de los dioses
a recibirla sale. 40
   Estaba Citerea
sin velo que ocultase
de la admirada turba
sus formas virginales;
   y al ver que así la miran 45
y la belleza aplauden
del pecho alabastrino,
del delicado talle,
   bajó los lindos ojos
en actitud cobarde, 50
y el fuego de sus labios
enrojeció el semblante.
   De este ademán de Venus
nació el pudor amable
dando a su tez de nácar 55
espléndido realce.
   Pudor, pudor divino,
de la inocencia esmalte,
¡qué gracias, qué embelesos
te deben las beldades! 60


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- VI (2) -

                                  ArribaAbajoCuando la blanca Venus
saltó de entre los mares
brilló la luz del día
más pura y agradable.
   Entonces de las flores 5           
nació el olor süave,
el verdor de los prados,
la frescura del aire.
   Entonces murmuraron
las fuentes y raudales: 10
blando sopló Favonio:
cantó amorosa el ave.
   Vertió risueña el alba
aljófar abundante,
y el botón de la rosa 15
mostró su tierno cáliz.
   El universo entero
se admira y se complace,
y más fecundos rayos
el rubio Febo esparce. 20
   Abrió el excelso Olimpo
sus puertas de diamante,
y al solio la condujo
de las altas deidades.
   Iban en pos jugando, 25
no lejos de su madre
amores y placeres,
la risa y el donaire.
   Al verla enajenados
los dioses inmortales 30
su carro de jazmines
cercan por todas partes
   Estaba Citerea
sin velo, sin ropaje,
ni cendal que ocultara 35
sus formas celestiales:
   y viendo que embebidos
la examinan y aplauden
el pecho de alabastro,
la morbidez del talle, 40
   bajó los bellos ojos
sonrojada y cobarde;
y el fuego de sus labios
llenó todo el semblante.
   De este ademán de Venus 45
nació el pudor amable,
y a su hechicero rostro
le dio mayor realce.
   ¡Pudor, pudor divino,
de la inocencia imagen! 50
¡Qué gracias, qué embelesos
te deben las beldades!


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- VII -

El padre y sus dos hijos

Apólogo

1808

                                  ArribaAbajoDel opaco diciembre en noche fría
un padre con sus hijos en mi aldea
al calor de la humilde chimenea
las perezosas horas divertía.
A su lado el menor se entretenía 5           
de naipes fabricando un edificio,
con más cuidado y atención severa
que el famoso Ribera
trazando el plan del madrileño hospicio.
El mayor repasaba 10
(pues ya en la edad de la razón rayaba)
una mugrienta historia,
depósito de cuentos y dislates,
su lengua atormentando y su memoria
con nombres mil de reyes y magnates. 15
Mas juicioso notando
que unos llamaba el libro fundadores
y otros conquistadores,
¿Cuál es, dijo al papá, la diferencia?
Aquí llegaban, cuando 20
con feliz inocencia
su travieso hermanito,
que acababa gozoso
de coronar su alcázar ostentoso,
saltaba de alegría y daba un grito. 25
Colérico el mayor se alza violento
al verse interrumpido,
y de un solo revés arroja al viento
el palacio pulido,
dejando al pobre niño el desconsuelo 30
de ver su amada fábrica en el suelo.
El padre entonces con amor le dijo:
la respuesta mejor está en la mano:
el fundador de imperios es tu hermano
y tú el conquistador. ¿Lo entiendes, hijo? 35


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- VII (2) -

El padre y sus dos hijos

Apólogo

1806

                                  ArribaAbajoCon sus dos hijos cierto padre estaba,
y mientras el menor se entretenía
de naipes fabricando un edificio
de su edad infantil grato ejercicio;
el mayor se ocupaba, 5           
pues ya más juicio y reflexión tenía,
en recorrer y dar a la memoria
de antiguos reyes una vieja historia.
Y juicioso notando
que unos eran llamados fundadores, 10
y otros conquistadores,
al padre preguntó la diferencia.
En esto estaban, cuando
con feliz inocencia
su travieso hermanito, 15
acabando gozoso
de formar su palacio suntuoso,
saltaba de placer y daba un grito.
Colérico el mayor se alza violento
al verse interrumpido, 20
y el palacio querido
de un ligero revés arroja al viento,
dejando al pobre niño el desconsuelo
de ver su amada fábrica en el suelo.
El padre entonces con amor le dijo: 25
ya la respuesta tienes en la mano;
el fundador de imperios es tu hermano,
y tú el conquistador: ¿lo entiendes, hijo?


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- VIII -

A Belisa

1809

                                  ArribaAbajo¡Cuán dulce, Belisa, suena
del pastorcillo inocente
la voz por la orilla amena
cuando la menuda arena
lame el Betis mansamente! 5           
   Mas cuando los riscos duros
arranca fiero, y de espanto
tiemblan los cesáreos muros,
por los cerros mal seguros
convierte en ayes su canto. 10
   Así, cobarde y confusa,
perdida en extraña tierra
gime mi doliente musa,
y el blando cantar rehúsa
al ronco son de la guerra. 15
   Día habrá, pimpollo hermoso,
que yo tus hechizos cante
en tono tan amoroso,
que de oírme, pesaroso,
dé recelos a tu amante. 20
   La gracia diré, zagala,
de tus formas juveniles
en que ninguna te iguala,
y que en crear tanta gala
se han gozado quince abriles. 25
   Diré que tu frente brilla
más que nieve en valle oscuro;
diré tu bondad sencilla
y el carmín de tu mejilla
como tu inocencia puro; 30
   que cuantos miran pasmados
los prestos y airosos giros
de tus saltos compasados,
el nacer de mil cuidados
te anuncian con mil suspiros. 35
   Diré que aquél que te oyere
pulsar el clave sonoro,
guardar su quietud no espere,
pues de amor de quien las hiere
se quejan las cuerdas de oro. 40
   Y en fin, que Belisa hermosa
luce con su madre bella,
como en la selva frondosa
a par de lozana rosa
purpúreo botón descuella. 45
   Esto y más diré algún día,
gentil ninfa, en tus loores,
si a dicha la musa mía
en vez de adelfa sombría
se ornare de lauro y flores. 50


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- IX -

Canción patriótica dirigida a los soldados españoles con ocasión de la batalla de Eslinga, ganada a Napoleón por los austríacos en el estío de 1809

CORO

                                  ArribaAbajoGuerreros de Iberia
doblad vuestro ardor:
ni el sable repose,
ni duerma el cañón.
 

1.ª COPLA

   El grito de guerra, 5           
que España arrojó,
del Austria en los campos
resuena veloz.
   Mil héroes alzaron
el sacro pendón, 10
y ya la victoria
su sien coronó.
   Guerreros de Iberia, &ª
 

2.ª COPLA

   Si unidos el orbe
triunfantes nos vio,
rivales en gloria 15
mostremos hoy:
   De aquél que hasta el Sena
difunda el terror,
de aquél los laureles,
de aquél el honor. 20
   Guerreros de Iberia, &ª
 

3.ª COPLA

   Del déspota altivo
¿qué vale el furor,
ni enjambres de esclavos
que arrastra el temor?
   El trueno de muerte 25
que Eslinga escuchó,
cubrió sus legiones
de estrago y baldón.
   Guerreros de Iberia, &ª
 

4.ª COPLA

   Cual tala el granizo
las vides en flor, 30
así sus falanges
el Austria arrolló.
   De miles ya muertos
la lid se cubrió;
de miles que expiran 35
se escucha el clamor.
   Guerreros de Iberia, &ª
 

5.ª COPLA

   De espanto el Tirano
la espada soltó,
y en sangre, cayendo,
teñirse la vio. 40
   ¡Mirad cuál le faltan
aliento y color!
¡Mirad cuál revuelve
su vista feroz!
   Guerreros de Iberia, &ª
 

6.ª COPLA

   ¿Tus jefes invocas? 45
Tus jefes no son.
Gemidos, cañones
confunden tu voz.
   ¿Tus águilas buscas,
sangriento opresor? 50
Danubio en sus ondas
al mar las lanzó.
   Guerreros de Iberia, &ª
 

7.ª COPLA

   ¿Qué harás, infelice,
si ardiendo en furor
mil pueblos te juran 55
venganza y rencor?
   La muerte o ser libres:
Vestfalia gritó;
la muerte o ser libres:
responde el Tirol. 60
   Guerreros de Iberia, &ª
 

8.ª COPLA

   Volad, oh guerreros:
destroce el León
los restos que infaman
el suelo español.
   Su imperio, no hay duda, 65
su imperio acabó:
con sangre fue alzado,
y en sangre se hundió.
 

CORO

   Guerreros de Iberia
doblad vuestro ardor: 70
ni el sable repose,
ni duerma el cañón.



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- X -

Canción para el aniversario del Dos de Mayo puesta en música por don Mariano Ledesma

1812

CORO

                                  ArribaAbajoEn este infausto día,
recuerdo a tanto agravio,
suspiros brote el labio,
venganza el corazón;
   y suban nuestros ayes 5           
del céfiro en las alas,
al silbo de las balas
y al trueno del cañón.
 

COPLAS

- I -

   Miradnos, sacros Manes,
gemir en triste coro 10
la faz bañada en lloro,
y el alma en odio y hiel.
   Mas sangre en vez de llanto
se os debe por tributo;
y en vez de adelfa y luto 15
trofeos y laurel.
   En este infausto, &ª

- II -

   ¿Quién ¡ay! del negro día
que hoy dobla nuestras penas
las bárbaras escenas
renueva sin terror? 20
   Erízase el cabello;
se agolpa el llanto ardiente,
y el pecho hervir se siente
de cólera y furor.
   En este infausto, &ª

- III -

   ¡Oh colmo de la infamia! 25
No osando los malvados
lidiar con desarmados
en lucha desigual;
   mintiendo en el semblante
su rabia vengativa, 30
cubrieron con la oliva
su pérfido puñal.
   En este infausto, &ª

- IV -

   No paz con los tiranos,
que es muerte solapada:
afilan más la espada 35
brindando su amistad.
   Mirad los infelices
¡cuál mueren entre horrores!,
mirad a los traidores
gozarse en su maldad. 40
   En este infausto, &ª

- V -

   Quien vio la sangre y ropas
sembradas por el suelo,
que exprese el desconsuelo
que el alma le enlutó.
   Los aires ensordecen 45
las víctimas que gimen;
a tan horrendo crimen
su luz el sol perdió.
   En este infausto, &ª
- VI -
   Cautivo aquel recinto
nos grita el alto ejemplo: 50
él es de España el templo;
él es el patrio altar;
   y al lauro del que al Sena
los vándalos ahuyente
en voto reverente 55
sus aras debe honrar.
En este infausto, &ª

- VII -

   ¿Qué vale que hoy nos vean
los mares gaditanos
cercar en ayes vanos
fingido panteón? 60
   Formemos de pendones
en más dichosos días
a sus cenizas frías
más digno pabellón.
En este infausto, &ª

- VIII -

   En tanto a sus verdugos 65
persiga en triste sueño
del Prado madrileño
espectro aterrador.
   Sangrienta el agua beban,
sangriento el cielo miren, 70
y en sangre al cabo expiren
por hierro vengador.
   En este infausto día,
recuerdo a tanto agravio,
suspiros brote el labio, 75
venganza el corazón;
   y suban nuestros ayes
del céfiro en las alas,
al silbo de las balas,
y al trueno del cañón. 80



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- XI -

Plegaria al Amor

                                  ArribaAbajo¡Salve, divino Amor, del hombre vida,
fuego dulce y fecundo,
deidad amable que a placer convida
por todo el ancho mundo!
   ¡Salve, luz celestial, perpetua llama 5           
de cuanto existe y dura,
raudal perenne, que do quier derrama
alegría y ventura!
   ¿Qué, di, sin tu favor del orbe fuera?
La fresca pradería, 10
el bosque hojoso, la feraz ribera
yermo horrible sería.
   Por ti gozamos las purpúreas rosas
del céfiro halagadas;
por ti cantan las aves amorosas 15
sus tiernas alboradas.
   Por ti ostenta su gala y gentileza
el alazán ligero;
por ti se humilla y doma su braveza
el leopardo fiero. 20
   Por ti colores mil la flor esmaltan;
por ti brilla el rocío;
por ti en el valle los corderos saltan;
por ti murmura el río.
   Por ti sin tregua juventud lozana 25
se agita y se alboroza;
por ti la bella joven se engalana
y en su beldad se goza.
   Tú solo el dios entre los dioses eres,
y tu mirar risueño 30
más alcázares rinde, cuando quieres,
que del Olimpo el dueño.
   Contra el furor de mis atroces penas
tu alto favor imploro;
que al incesante son de tus cadenas 35
de Lesbia ausente lloro.
   Tú, Niño alado, que en su linda boca
mi sumo bien pusiste,
y enternecer su corazón de roca
en premio me ofreciste, 40
   guárdame, en pago del pesar que siento,
en su pecho nevado
pura como el aroma de su aliento
la fe que me ha jurado.
   Haz que sus ojos dulces 45
do bebe luz el día,
viertan dos tiernas lágrimas al menos
a la memoria mía.


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- XII -

A don Jerónimo de la Escosura

                                  ArribaAbajoEn la guerra está Escosura
y Anita en el Arapil,
como hay tanta tierra en medio
no se pueden divertir.
   Pasó el tiempo en que el galán 5           
como mirlos por abril
en cariñosos arrullos
la rondaba el faldellín.
   Cuántas veces el sultán
que canta el quiquiriquí 10
lo encontró, como a San Pedro,
vertiendo lágrimas mil.
   ¿Por dónde? No están acordes
las zagalas del Genil,
unas dicen por la flauta, 15
las otras por el flautín.
   A las segundas me atengo,
que según se suena aquí,
y a gritos lo publicaban
las manolas de Madrid, 20
   el pito que toca el mozo
es, si vamos a decir,
medidos órgano y fuelles
reclamo de codorniz.
   Pero, malgré le équipage, 25
Fernandito y Patricín,
con cierta petimetrica
que quedó en Benamejí,
   gritando están noche y día
a quien se lo quiere oír, 30
que a veces es más temible
una aguja que un fusil.
   Aquí llegaba un poeta
cuando le vino al magín
enredar un logogrifo. 35
Descifradlo, Jeromín.

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