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Composiciones inacabadas



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- I -

                                  ArribaAbajoPor las playas de Almería
a ver a Zaida impaciente
un potro veloz hostiga
el gallardo moro Hamete.
   De su patria y de su amante 5           
tres largas lunas ausente
de amor y esperanza lleno
gozoso a sus ojos vuelve.
   En la alta pica apoyado,
por ver las torres de Vélez 10
de pie sobre los estribos
tal vez el potro detiene.
   Mas de nuevo el acicate
clava en las ijadas fuertes
y el disparado galope 15
flojo y tardo le parece.
   Vuelan en tanto las plumas
huyendo del alto almete,
y las gasas del turbante
las bate el viento y revuelve. 20
   Suelto el broche de esmeraldas
el alquicel se desprende,
barriendo la blanca arena
las borlas de plata y verde.
   La dulce patria le aguija 25
la vira de amor le hiere;
atrás los montes se deja,
valles cruza y sierras vence.
   Cuando al llegar a la cumbre
vestida de altos alerces, 30
que sobre humildes collados
levanta su altiva frente,
   vio que las caras almenas
¡oh nunca el triste lo viese!
en vez de argentadas lunas 35
castillos rojos le ofrecen.
   Que Fernando el propio día
con acometida fuerte
escaló sus altos muros
antes que el alba riese. 40
   Quedose inmóvil, su rostro
la palidez de la muerte
cubrió, y apenas sus manos
riendas y lanza sostienen.
   ¡Oh triste patria! ¡Oh fortuna!, 45
bañado de llanto ardiente
clamó. ¡Contra el pueblo moro
durará tu saña siempre!
   ¡Oh Zaida del alma mía:
¿dónde estás? ¡qué infausta suerte! 50
tal vez con hierros aleves/cargada
y amargas lágrimas viertes.


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- II -

                                  ArribaAbajoVuela pájaro de Venus,
corta presuroso el aire
y a las orillas de Duero
lleva mis dolientes ayes.
   De Duero, que en raudo giro 5           
entre chopos y arrayanes
por deliciosas campiñas
lleva sus ondas fugaces.
   Y ufano de tal ventura
la mansión saluda afable 10
de Corila, ninfa hermosa,
gloria y honor de su margen.
   Aquella cuyos luceros
rayos de alegría esparcen,
más que la rosada aurora 15
mal despierta entre celajes.
   Mirela yo descuidado
cuando no bien de la amable
niñez, de inocencia llena,
salió a rendir voluntades. 20
   Y cual suele a los halagos
del cefirillo suaves
la fresca naciente rosa
abrir el purpúreo cáliz
   tal al soplo de la dulce 25
florida edad su semblante
se animó y embelesado
vi sus gracias desplegarse.
   ¡Ay cuán presto cautivaron
mi corazón! Un instante 30
le robó su paz; de entonces
amor en mis venas arde.
   ¡Cuántas veces mi flautilla
su belleza y su donaire
moduló y al eco blando 35
paró las parleras aves!
   Guardan tiernos mis suspiros
las calladas soledades
y el nombre de mi querida
en sus cortezas los sauces. 40
   Y hoy repite a todas horas
lastimado de mis males,
Corila el eco en los montes,
Corila el aura en los valles.
   Benigna escuchó mis ruegos, 45
mirome grata y afable;
plácido Amor aquel día
trocó en gozo mis pesares,
y en bello festón de flores
su cadena dura y grave. 50


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- III -

                                  ArribaAbajoVe, papelejo, en esa forma ruda
propia del estafermo que te envía,
y aquella por la Bética saluda
que tan bella nos dio la Escocia fría:
cuéntala cómo entre esta gente halduda

5

          
vive tu pobre autor ansiando el día,
de ir a ofrecer su colosal persona,
diciendo en tiple: ¿cómo estás, monona?



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- IV -

                                  ArribaAbajoQu'on vante la beauté, les graces de Julie;
que de son tendre amant l'on nous prône l'ardeur;
des plus brillants appas decovert ma Lesbie;
des feux plus dévorants se cachent dans mon coeur.


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- V -

                                  ArribaAbajoDe las agoreras aves
al sordo y lúgubre canto
cuando soñolienta luna
lanzaba tímidos rayos
   de pechos sobre un balcón 5           
en Bayona el rey Fernando
con viles cadenas preso
prorrumpe en ayes amargos.
   Víctima de atroz perfidia,
merced de un fiero tirano 10
ve el trono de sus mayores
en dura cárcel trocado.
   Cuán otro está del que un día
sobre un fogoso caballo
vio Madrid alborozada 15
entre mil vivas y aplausos.
   Mas no llora su desdicha
que allá de sus tiernos años
la caprichosa fortuna
le vio con ojos ingratos. 20
   Su gran corazón destroza
ver que a sus fieles vasallos
cien mil bandidos atroces
preparen grillos pesados.
   Y vuelve a España los ojos 25
vertiendo copioso llanto,
a España que de Pirene
le ocultan los cerros altos:
   ¡Oh adiós, dulce patria mía,
exclama el mísero, en vano 30
ardiendo en tu amor, tu dicha
labrar esperó Fernando.
   Ya jamás mis tristes ojos
verán tus alegres campos,
ni el regio alcázar ibero 35
ni el sesgo correr del Tajo:
   ¡Oh, infamia! ¡Oh baldón' Apenas
tu cetro empuñó mi mano
te vi de escuadrones llena,
de acero y de fuego armados. 40
   Entonces su vil caudillo
con engañosos halagos
me llamó a mi noble pecho
dichas a España brindando.
   ¿Dichas a España? Sus alas 45
tu amor [    ] acaso.


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- VI -

                                  ArribaAbajoOh tú que regalas al mísero mundo
los bienes tasados, los males sin cuento,
de paso los gustos, las penas de asiento,
y el son te deleita del llanto profundo.


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- VII -

                                  ArribaAbajoCatorce signos componen
cierta castellana voz
que se aplica a cierto ramo
de cierto arte destructor.
   Resultando de sus letras 5           
tan varia combinación
que a más de quinientos nombres
sube, si a seiscientos no.
   Diré de ellos los que basten
a su cabal comprensión 10
por no apurar tu paciencia
con tan larga procesión.
   Aquella parte del mundo
en que Alejandro nació,
y la que al quinto Fernando 15
un genovés descubrió.
   Un filósofo francés,
un florentino escultor,
la más bella de las flores
y un poeta de Albión. 20
   La metrópoli del mundo
y aquél que su fundador
a pesar de ser su hermano
por reinar sólo mató.
   El lugar en que no caben 25
el provecho y el honor,
el gesto de la alegría,
una virgen y un ratón.
   Lo que al vate desespera,
una italiana canción, 30
un baño, una casa, un ruso,
un rey sabino, un tablón.
   El más antiguo asesino,
un perro, y la que a


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- VIII -

                                  ArribaAbajoSoy voz de diez caracteres
y de cierta sociedad
expreso los individuos
en terminación plural.
   Mas si adivinarme quieres 5           
atento combinarás
nombres que de mis diez letras
compuestos voy a apuntar.
   El semblante de las cosas
te ofrece el primero, un pan 10
el segundo, y adelante
irás viendo los demás.
   En renovación de reyes
una gran solemnidad:
cierta porción de un madero, 15
y un papel que viene y va.
   Un cuadrúpedo del agua,
en el cielo una señal,
y una hortaliza que dicen
quita su fuerza al imán. 20
   Una canción andaluza;
cierto borrón musical;
y el nombre que en femenino
a cierto macho le dan.
   Lo más craso de la noche: 25
un roedor animal,
el río que baña a Cuenca,
un tambor y un alemán.
   Un sacerdote barbado;
y una ropa clerical 30
que en metafórico estilo
no gusta a quien se la dan.
   Una virgen sevillana,
un pescado colosal;
una reina loca, un perro, 35
y la ribera del mar.
   Un río de la Toscana;
otro que en España está,
un marisco y un lisiado
que lo demuestra al andar. 40
   Ciertas hembras musulmanas
que aunque encerradas están,
muchos sin ir a su tierra
las toman bien por acá.
   Un pueblo de Andalucía 45
en que hay/hubo Universidad,
y un pájaro que de nada
sabe más que de volar.
   La recta que con un hierro
forma sin regla un gañán; 50
el primer lecho del hombre,
y un palo para jugar.
   Un dios que tuvo dos caras,
que en hombres no es novedad;
una bestia muy sufrida 55
y la pausa con que va.
   El patrón del primer barco
que arrostró el furor del mar;
el competidor de Eneas
y un resguardo militar. 60
   Un cierto grupo de estrellas
no lejos del polo austral,
cierta parte del zapato,
un pillo y un musulmán.
   El que arrojó la ballena, 65
un cierto rey de Judá,
la insignia del alguacil
y un carnicero animal.
   La hermana de Dido, un palo,
y un dios de la antigüedad 70
que se tragaba muchachos,
como pollos un abad.
   Cierto poeta italiano;
una producción del mar,
el mayor de los nacidos 75
y el jefe del sacristán.
   Una baraja, y dos naipes,
un ungüento, y medio par
de aquellos huevos que Beda
puso muchos siglos ha. 80
   Dos poblaciones francesas,
aquél que enfermo no está;
la mujer del Macedonio
que el Asia logró domar.
   Un emperador de Roma 85
que nació en cierta ciudad
cerca del Betis; y un campo
a los latinos fatal.
   Cierto achaque; el sobrenombre
que a un rey de España se da, 90
y otro rey muy conocido
por su mesa circular.
   Ocho voces que designan
moscovita, luminar,
raza, peñasco, sonido, 95
reunión, cuerno y cantar.
   Bastantes señas te he dado:
ya es pesadez decir más:
siéntate y toma la pluma,
que fácil soy de acertar. 100


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