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ArribaAbajoCanto octavo


Artes y oficios



I

ArribaAbajo   Funesto el siglo actual decimonono
Para las bellas artes ha mediado;
Ni en lo que resta de él su excelso trono
Habrán, según las trazas, recobrado;
Y pues a remediar vuestro abandono  5
Poderoso no soy, mal de mi grado,
Artistas, no tembléis: compadeceros
Sólo sabré mientras os vea en cueros.


II

   No el genio se ha perdido todavía
De Apeles, Miguel Ángel y Lisipo,  10
Mas a quien de ellos por la luz se guía
Falta la inspiración, y acaso el tipo.
Mostrando una vulgar litografía
O un fíat del veloz daguerrotipo,
Hoy se atreve a decir sátrapa estulto:  15
«Amo las artes y les rindo culto.»


III

   A lo más, si el facsímile plomizo
Que el mágico aparato de Daguerre
De sus facciones importantes hizo
No deja satisfecho a don Gutierre,  20
Porque falta a su tez todo el hechizo
Sin el color que trajo de Alcubierre,
Hácese mí hombre retratar al olio,
Y en la cumbre se ve del Capitolio
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IV

   Y yo de la ilusión no lo defraudo  25
Con que presume perpetuar su cara,
Como si el tiempo destructor y raudo
Algo de quien no es alguien respetara;
Antes su sandia vanidad aplaudo
Y sentiría que se hiciese rara;  30
Que si no se retratan los señores,
Se van a morir de hambre los pintores.


V

   Diles, si no, que tracen con maestra
Mano a Goliat vencido por David;
O para gloria suya y dicha muestra  35
Triunfando de Edetania al noble Cid;
O al que dio de su prez tan alta muestra
De Cerinola en la sangrienta lid;
O, a cual más denodado y estratégico,
Ya al domador de Cuzco, ya al de Méjico.  40


VI

   «Perderemos el lienzo y los colores
Y obra y tiempo y barniz, responderán,
Aunque nuestro pincel venza en primores
A Velázquez, Murillo y Zurbarán»;
Y, mal que a ellos les pese y tú lo llores,  45
La verdad, lector pío, te dirán.
¿Qué mucho pues si ponen la paleta
De un necio a la merced o una coqueta?


VII

   Fuerza es que dardo agudo al genio punce
Que, aspirando a pintar más alto asunto,  50
De la dengosa Inés, que el gesto frunce,
Al lienzo dé el insípido trasunto,
Y que el novio o galán a quien se unce
(Siervo actual y tal vez ciervo presunto)
Perfecciones le pida en el traslado  55
Que ella quiere mentir o él ha soñado.
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VIII

   Cierto que retratar es dura cosa
Con sus veneras cien a un viejo verde,
Que el asno de la fábula donosa
Cargado de reliquias nos recuerde,  60
Y resignarse a que lozana rosa,
Que en un día de Abril nace y se pierde,
Brote, a despecho del airado Noto,
En la rugosa faz de horrenda Cloto


IX

   Mas no soy yo tan rígido Aristarco,  65
Que por fas zurre a todos y por nefas.
Si ese varón, indigno de Plutarco,
Merece trasladado tantas befas,
Vale cien duros el suntuoso marco
Que el lienzo prende en góticas cenefas;  70
Y ¡qué! ¿no es para un nieto gran consuelo
Ante un cuadro exclamar: «He aquí mi abuelo»?


X

   Ni todos los retratos que hoy abundan
Más temprano o más tarde irán al Rastro.
Entre mil que se borren o refundan,  75
De uno o dos podrá ser próspero el astro;
Y acaso nuestros pósteros confundan,
Ora en lienzo, ora en busto de alabastro,
Con un genio a algún quídam como yo
Y hagan en el Museo un quid pro quo.  80


XI

   Ni es despreciable objeto un buen retrato.
Puede como obra de arte ser muy bello
El que refleja un rostro caricato;
Fama a Ticiano, a Rubens y a Coello
Dan los que hicieron, y en algún barato,  85
Adonde fue a parar sin merecello,
Tal vez en cara anónima se muestra
De ignorado pincel obra maestra.
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XII

   ¿Y para quién trabajará el artista
Que obras quiera emprender de más empeño?  90
La iglesia conturbada y desprovista
No es ya emporio a las artes del diseño,
Y en este siglo incrédulo, egoísta,
Superstición se llama o vano sueño
La ardiente fe católica y sincera  95
Del siglo de Murillo y de Ribera.


XIII

   Sombra de lo que fue no es ya en Castilla
La antigua solariega aristocracia;
Y sin que yo de octava maravilla
La califique por ganar su gracia,  100
Ni cubrirla pretenda de mancilla
Y a su costa ensalzar la mesocracia,
Ello es que en su habitual munificencia
Fue a las artes segunda Providencia.


XIV

   Pobre ya y sin poder y sin influjo,  105
Aún se atreve a pecar de manirrota.
Su loco amor al heredado lujo
De mayordomos la legión explota,
Que perdonando apenas el orujo,
El jugo van chupando gota a gota  110
De la viña fiada a su cuidado
Por indolente dueño. ¡Mal pecado!...


XV

   Pero esos millonarios del diluvio,
Que al procerato antiguo eclipsan ya,
No así expenden impróvidos el rubio  115
Metal que tales ínfulas les da.
¡Si a lo menos el arte de Vitruvio,
Ya que el de Fidias tan tronado está,
Les mereciese alguna protección!...
Pero ¿ellos?... ¡Sí, ya ya!... ¡Bonitos son...!  120
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XVI

   Algunos, muy contados, con cien llaves
No guardan de su haber el cartapacio,
Y gustan de columnas y arquitrabes,
Y sólo se hallan bien en un palacio.
A ti, que si eres rico serlo sabes,  125
Salmancio, uno te haría de topacio;
Para otros bastaría una buharda,
Y no estarían mal con una albarda.


XVII

   Y ellos construyen casas a porrillo,
Pero ¿cómo? Velando día y noche  130
Por si pueden ahorrar medio ladrillo.
«Menos luz; mi caudal no se derroche;
Que cuesta el pie tres pesos y un cuartillo.
No más ancho el portal; ya cabe un coche.
No tires el cascote; ¡eres muy franco!  135
Con él se puede hacer el sotabanco.»


XVIII

   «¡Pedir por este cuarto ocho mil reales! -
No es caro: tiene siete dormitorios. -
Sí, pero chicos son los principales
Y los otros parecen purgatorios. -  140
No tal... -¿Qué condiciones? -Las usuales:
Tres años de habitarlo obligatorios,
Medio año adelantado y... (¡San Silvestre!)
Por vía de fianza otro semestre.»


XIX

   Bien suelen reservarse una vivienda,  145
Y algunos la más cómoda; ¡oh! sí tal;
Mas, aunque a cada lado hay una tienda,
A un fosforero alquilan el portal.
El nicho del portero no se arrienda;
Que atisba y barre y cuida del fanal;  150
Pero, aunque sólo al propietario acata,
Le pagan los vecinos a prorrata.
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XX

   Que el dueño de una finca, o dos, o tres,
Aproveche, escatime su terreno,
Que el máximum le saque de interés,  155
No lo murmuro yo, no lo condeno;
Mas que midiendo de su hogar los pies
No aspire un hombre de riquezas lleno
A vivir ancho, incólume, tranquilo,
¡Hum! sólo de pensarlo me horripilo.  160


XXI

   ¡Gran Dios! Con la mitad de los haberes
Del que así se compendia y acurruca,
Recaudando mezquinos alquileres
Que no han de prolongar su edad caduca,
Yo, amigo de domésticos placeres,  165
Sólo en mi casa independiente y cuca
Viviría, y aun su área, si pudiera,
Una manzana ocuparía entera.


XXII

   ¡Para que yo sufriera en el segundo
Piso el solfeo atroz de un abejorro,  170
Y el ruido y el hedor del patio inmundo,
Y entre renglones acallando a un rorro
De ama serosa el canto nauseabundo,
Y a mi frente el ladrido de un cachorro,
Y en cada guardillón una liornia,  175
Y en lo bajo un figón y una bigornia!


XXIII

   Mas dando ya de mano a este episodio,
Que por amor idólatra a las bellas
Artes aquí he rimado, no por odio,
A quien se honrara honrándolas a ellas,  180
Vamos por otra vía; que aun el modio
Mi musa no vació de sus querellas.
Ahora, pues arte sois de prez no poca,
Doña Tipografía, a vos os toca.
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XXIV

   ¡Arte de Gutenberg, que tanto vuelo  185
Diste al de Cadmo, como tú sublime,
Cuál te miro rodando por el suelo!
Ahora sí que la prensa suda y gime,
Pero ¡ay! es de pesar y desconsuelo
Al ver que no es la ciencia quien la oprime,  190
Sino el afán de lucro inmoderado,
Que es doquier la carcoma del estado.


XXV

   Mucho se imprime, pero ¿cómo? Al trote;
No con el gusto y corrección de marras.
Al ver tanto tiznado papelote  195
Con letras estrambóticas y charras,
¿Qué dirían si alzaran el cogote
Los Sanchas, los Monfortes, los Ibarras?
Y ¡qué de barbarismos!... Ya se ve;
¡Ni para las erratas hay ya fe!  200


XXVI

   Y el libro al editor no cuesta nada;
Que como son del público dominio,
A Cervantes reimprime y a Granada,
Y a Moreto o León, Horacio o Plinio.
Si otro puso la ciencia y la velada  205
Y tú tan sólo el fácil escrutinio,
¿Con qué razón nos das, con qué pretexto
Mal tipo, ruin papel, viciado el texto?


XXVII

   Un tomo en cien entregas nos dividen
Siguiendo el homeopático sistema,  210
Y aunque es verdad que un real sólo nos piden
Por cada dosis mínima, es pamema
La baratura; porque tantos ídem
Sumamos al juntar todo el poema,
Que comparando el bulto y el tamaño  215
Doble nos cuesta que costaba antaño.
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XXVIII

   Y rara vez capítulo completo
Nos dan los que laboran esa mina.
Deja la entrega quinta en grande aprieto
La casta integridad de Ceferina,  220
Y hasta que sale a luz otro folleto
Nos tiene con cuidado la heroína;
Si no es que muerta en fárfara la obra,
Nos da un chasco después de una zozobra.


XXIX

   Y chascos menudean de esta especie  225
Para que el más afecto a la lectura
A libros y editores menosprecie;
Si bien no en todos, no, de la censura
Es justo que la cólera se arrecie;
Que honran la nacional literatura  230
Algunos... Mas no a ellos; sólo al vulgo
De pésimos libreros excomulgo.


XXX

   En ese vulgo abortan cien proyectos,
Porque no hay capital, ni fe, ni ciencia;
Por él en cada casa los prospectos  235
Que oro y moro prometen (¡no hay paciencia!)
Pululan como en Julio los insectos;
Y hay hombres de tan cínica insolencia,
Que suelen como gente forajida
La suscripción pedirnos o la vida.  240


XXXI

   Ceca y Meca entre tanto con el rollo
De su docto y ameno manuscrito
Corre un buen escritor de gran meollo;
Y aunque fama ha ganado de erudito,
Si al precio no lo vende del repollo,  245
Bien podrá al cuarto cielo alzar el grito
Viendo frustrada así tanta vigilia;
Que no llevará pan a su familia.
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XXXII

   O amargo desengaño le escarmienta
Si, confiado en la bondad del tomo,  250
A imprimirlo se atreve por su cuenta
Que los corresponsales son de plomo
A quienes fía el mísero la venta,
Y si cobra de seis, Dios sabe cómo,
No hará con esto suculento caldo;  255
Que diez se comen el mezquino saldo.


XXXIII

   Y para un suscriptor que numerata
Pecunia pague la anunciada cuota,
Larga es de los amigos la reata
Que de balde sus páginas explota.  260
¡Crueles!, la impresión no fue barata
Y no espera el autor ninguna flota:
¿Cómo queréis que de la obra satis-
faga los gastos si la apura gratis?


XXXIV

   Y tal vez los más sandios y zopencos...  265
¡Dioses de tal escándalo testigos!,
Los frutos del saber ¿son ya mostrencos?
Si eso amistad se llama, son amigos
De la tímida liebre los podencos
Siguiéndola por montes y por trigos.  270
«Un libro no es dinero». -¡Oiga! ¡Pues ya!...
Vaya usted a comprarlo, y lo verá.


XXXV

   Las letras... Mas ya es tiempo de hacer alto
En ellas, aunque callo mucho, mucho;
Que están pidiendo de mi musa un salto  275
Allá un vasto taller, acá un tenducho.
Grata es la variedad, y a ella falto
si en un solo expediente desembucho
Todo cuanto el magín me representa,
Y sin despacho dejo otros cuarenta.  280
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XXXVI

   Sinónimos no son en castellano,
Aunque vocales de raíz común,
Artífice y artista y artesano;
Mas ya desde Ripoll hasta Sahagún
Artista quiere ser todo cristiano,  285
Aun el que hace pastillas de betún
Y con brocha y cepillo limpia y frota
De aquél el borceguí, de éste la bota.


XXXVII

   A muchos los disculpa la ignorancia,
Y si alguno a sabiendas incurriere  290
En esa inofensiva petulancia,
No haya miedo que yo le vitupere,
Mientras, como hoy sucede en esa Francia,
No en ambición insana degenere,
Y más que los talleres y los hornos  295
Las asonadas ame y los trastornos.


XXXVIII

   Por dicha, aquí no es fácil que el obrero
Los perniciosos hábitos contraiga
Que cunden por allá, y el buen sendero
Abandonando, en el abismo caiga:  300
Aquí del socialismo lisonjero
No la doctrina pérfida se arraiga;
Ni ella haría más próspero el estado
Del que es trabajador, hábil y honrado.


XXXIX

   El artesano aquí, sin esa embrolla  305
Que exalta y fanatiza al de Lutecia,
Su pitanza asegura, y no en su cholla
Hierve tanta utopía horrible o necia.
Al oler los garbanzos de su olla
Con vaca y pie de puerco y fina especia,  310
De buen grada algún prócer exclamara:
«¡Aquí estoy yo, Maestro; una cuchara!»
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XL

   En la atrasada España el egoísmo
No de males sin fin el foco enciende;
El triste y peligroso pauperismo  315
No aquí es involuntario como allende,
Ni en condición iguala y en guarismo
Al que desesperado allí propende
A subvertir la sociedad ingrata
Que estruja al proletario y le maltrata.  320


XLI

   Aquí, donde por montes y ribazos
Dones redundan de Pomona y Ceres,
Y la vid con la hiedra en dulces lazos
A éste consuelos brinda, a aquél placeres,
No sobran como allá miles de brazos  325
Que en vano pidan obra a los talleres.
La agricultura a muchos alimenta,
Y ¿a quién la industria de su seno ahuyenta?


XLII

   Que una y otra (si bien con cierta sorna
Connatural a la española casta)  330
Progresan sin cesar. Julio retorna
Centuplicado el fruto a la canasta,
Y ya la clase media se abochorna,
Más sensual, o más rica, o menos basta,
De aquella cicatera economía  335
Que en el siglo anterior prevalecía.


XLIII

   Ya un fulano de tal, si algo prospera,
Aunque marqués o conde no se nombra,
Se atreve a reemplazar la ruda estera
Con elegante matizada alfombra;  340
Ya si otro ocupa secular cochera
Con su media fortuna, a nadie asombra,
Y en general con ánimos serenos
Gozamos más, si atesoramos menos.
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XLIV

   Si cayó como tantos el convento  345
De San Felipe el Real (¡horas menguadas!);
Si arrancó la piqueta hasta el cimiento
(¡Oh siglo destructor!) de aquellas gradas
Sobre cuyo enlosado pavimento
Tantos lances y tantas cuchilladas  350
Maquinaron las musas a galope
De Tirso y Calderón, Rojas y Lope;


XLV

   Tiendas lujosas, vastos almacenes
Se alzaron donde lóbregas y gachas,
Gratas sólo a las nenas y a los nenes,  355
De rubor se escondían las covachas;
Si bien aún quedan otras que perenes
(También hundiendo sus siniestras fachas
Para que los vecinos no se alarmen)
Bajo tu palio están, Virgen del Carmen.  360


XLVI

   ¿Y qué fue de Canosa la espelunca
Coetánea de Alejandro y de Tomiris?
¿Quién receló que se cegase nunca
La que arrostró el empuje de los guiris?
Mas del tiempo la hoz todo lo trunca:  365
Cayó, y Cordero, Amato, el Suizo, el Iris
Se alzaron esplendentes, y hasta Pombo
Compró vajilla y ensanchó el biombo.


XLVII

   Aun de lúgubres pecan y de angostas
Tiendas que alumbran faros de Lucena  370
En la calle Imperial y en la de Postas;
Mas en la culpa llevarán la pena
Si, prescindiendo de mezquinas costas,
A Narciso no imitan y a Cachena,
Ya que a Pizala no y a Moratilla  375
Y a Dubost, Nicanor, Samper y Utrilla.
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XLVIII

   Sólo Madrid es corte se decía
De aquel Madrid grosero, pobre, infecto
Que alumno indigno de la Escuela pía
Yo vi, y aun no me acuso de proyecto.  380
Pues si quien dijo tal, lo viese hoy día
Tan otro en su cultura y en su aspecto,
Ya no es corte diría la que piso;
Que es segundo ejemplar del Paraíso.


XLIX

   Y diría sin duda una blasfemia,  385
Pues sobra el polvo y escasea el agua,
Y por más que lo duela a la Academia,
Al lado de un bazar hierve una fragua;
La autoridad con bandos nos apremia;
Mas como si estuviese en Nicaragua,  390
Así los obedece el vecindario;
¡Y hay en cada manzana un comisario!


L

   No obstante, ora de lleno penetrando,
Ora por claraboya o por resquicio,
A la patria del Cid y san Fernando  395
To niegas, alma luz, tu beneficio.
Ni ya nos basta el fósforo nefando,
De yesca y pedernal grave perjuicio;
Que diez calles el gas pródigo alumbra,
Si bien quedan doscientas en penumbra  400


LI

   Pero él irá cundiendo por las calles
Como ya por teatros y por tiendas.
No falta al vencedor de Roncesvalles.
Ingenio y chispa. En próximas calendas
¿Quién sabe si Alcorcón otro Versalles  405
Será y otro Manchester Alcobendas?
¡Sus! sacudid, iberos, la desidia,
Y a París y a Londón daréis envidia.
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LII

   Ya el vapor (¡haya bien quien lo inventó!)
Os traslada jugando al ajedrez  410
De Barcino en un verbo a Mataró,
De Madrid ídem, ídem a Aranjuez.
¿Por qué ¡pesia los dattos de Joló!
Ya de Irún no voláis hasta Jerez
Y desde Vigo a la focense Ampurias,  415
Pues hierro os da Vizcaya y fuego Asturias?


LIII

   Mas todo se andará. No a España en vano
Del yugo en que gemía libre veo;
No ya barrera del progreso humano
Será el pluvioso y arduo Pirineo;  420
Basta llamarse un hombre ciudadano
Para dar cierto ensanche a su deseo,
Y cuando no el ejemplo, a unos la gula,
A otros el qué dirán nos estimula.


LIV

   Con eso (ojo a esta linda octava) y con  425
Haber la propiedad subdividido
La nacional desamortización,
Pelecha el menestral, y más pulido
Se ha vuelto y de más blanda condición;
Tanto que ya la raza se ha perdido  430
Del antiguo chispero, y no lo ves
Ni en el Barquillo ni en el Avapiés.


LV

   Ni ya, aunque su altivez nadie domeña;
Que hasta en la risa es cáustica y agraz,
Es tan soez y esquiva y zahareña  435
Y tan vapuladora y tan procaz
La intrépida manola madrileña,
Cuyos timbres cantó, no sin solaz
De esta noble y leal y heroica villa,
Don Ramón de la Cruz Cano Olmedilla.  440
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LVI

   Tal que ayer con su cesta de naranjas
Graznaba en el umbral de una taberna
Y apta para saltar setos y zanjas
Llevaba el guardapiés a media pierna,
Hoy la mantilla de anchurosas franjas  445
Por papalina trueca a la moderna,
Y a merced del gachón que la remolca,
En dulce intimidad baila la polca.


LVII

   Ya un baile de guitarra y de candil
No se halla por un ojo de la cara;  450
La flauta priva más y el tamboril,
Delicia de Lequeitio y de Vergara;
Y hay mozuela de escoba y de mandil
Que a la dama a quien sirve se compara,
Y sin violín y oboe y algo más  455
No danza, aunque la maten, un compás.


LVIII

   Cunde en todas las clases el buen gusto,
Y ya no hay matachín que no prefiera
Al calesín emético y vetusto
La decente berlina pesetera,  460
Y en amor y compaña como es justo,
Bultos conducen de distinta esfera
Al Circo y al Canal los omnibuses.
¡Qué plural! ¡Oh Academia, no me acuses!


LIX

   ¿Qué mucho, viendo el bienestar creciente,  465
Que a tiro de ballesta se conoce,
Si la llaneza hispana, que consiente
De altos con bajos el continuo roce,
Humos inspira a la menuda gente,
Que aunque suelen perder a más de doce  470
Vértigos dando a su infeliz cabeza,
Desbastan de otros la áspera corteza?
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LX

   Por tanto, no nos choque en una muestra
Ver a la ortografía atropellada,
Aunque anuncie tal vez a una maestra  475
Que a enseñarla mejor está obligada;
Ni que, haciendo ridícula menestra
Con la lengua de Ercilla y de Granada,
Diga un rótulo: «Aceite por azumbres,
Chocolate, jabón y otras legumbres  480


LXI

   Ni en ricas prendas de moderna hechura
Nos asombre que el crédulo Diario
Brinde con fabulosa baratura;
Ni que el autor de un próvido electuario
Que, inclusa la vejez, todo lo cura,  485
Ofrezca (sin dolor... del operario)
Sacar muela tenaz que el caries mella...
Y quizá la mandíbula con ella.


LXII

   No de unos el falaz charlatanismo
Culpemos y el chillón escaparate,  490
Ni de otros el glorioso laconismo
Con que en breve renglón de bronce mate,
Suprimiendo hasta el nombre de bautismo
(Y de su arte u oficio no se trate)
Su apellido nos dan árabe o godo,  495
Como quien dice: «En él se encierra todo.»


LXIII

   Si es modestia, la alabo y no la apruebo;
Que aunque anuncie linaje esclarecido,
Ni al transeúnte dice nada nuevo
Ni es cosa de comer un apellido.  500
Mas ¿si será el pudor de algún mancebo
Causa motriz de tan extraño olvido,
Temiendo que algún prójimo lo castre
Si dice coram pópulo: «¿Soy sastre?»
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LXIV

   ¿Será orgullo... ¿Y qué importa que lo sea?  505
Cada cual hace de su capa un sayo.
Si basta el nombre solo a dar idea
De lo que fueron César y Pelayo,
¿Por qué el hábil maestro en taracea,
Y el que perfumes roba a Abril y Mayo,  510
Y el que con peine o con tijera priva
No han de tener igual prerrogativa?


LXV

   Y por ventura ¿es arte baladí
El que hace mono al hombre y hombre al mono?
Y artista de vestuario ¿no hay aquí  515
Con más corte que un príncipe en su trono?
(No hablo del que hace en paño y en cutí;
Aludo a cien galanes de alto tono
Que en su taller le miman y le halagan...
Verdad es que cincuenta no le pagan.)  520


LXVI

   He dicho. Ahora tú, numen que me soplas,
Recorre a tu sabor toda la tienda,
Y agarrando con ávidas manoplas
Lo que a tus torpes aras digna ofrenda
Juzgues en esta cáfila de coplas,  525
Respeta lo que Apolo como hacienda
Propia reclame, y la que al pueblo argivo
Dio el próvido telar y el verde olivo.

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ArribaAbajoCanto noveno


El valor



I

ArribaAbajo   ¿Quién es valiente en todo y para todo
Y quién no tiene para nada aliento?
Nadie. En Pedro y en Juan de vario modo
Con la flaqueza lucha el ardimiento.
Tal ciudadano cuando está beodo  5
Osa retar a todo un regimiento,
Y cuando pasa la vinosa fiebre
No tiene más coraje que una liebre.


II

   Tal, que ha cobrado fama de cobarde
Porque excusa prudente una camorra,  10
Se muestra en la ocasión otro Velarde,
Convertida en bravura la pachorra,
Mientras el jaque audaz, que hacía alarde
De ser otro Sansón (¡Dios nos socorra!),
Palidece al silbido de una bala  15
Y pide confesión y calaguala.


III

   Tal, que hace frente a un toro jarameño,
Huye de un gozque, si le ladra esquivo;
Tal provoca a Neptuno en frágil leño,
Y le espanta la sombra de un olivo;  20
Tal, que despierto no, se azora en sueño;
Tal de un muerto se asusta, y no de un vivo;
Tal, que arrostra artillada batería,
Tiembla si un escolar le desafía.
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IV

   Más de un héroe han debido sus laureles  25
No al suyo de que nadie fue testigo,
Sino al valor de sus soldados fieles
O al pánico terror del enemigo;
Otro sólo ha lidiado con papeles,
Y se compara al burgalés Rodrigo;  30
De otro los timbres son luengos mostachos
Con que hace el bu a mujeres y muchachos.


V

   Hombres son los más bravos adalides,
Diga lo que quisiere la Gaceta.
Tal, que fue laureado en veinte lides,  35
Se desmaya al punzarle una lanceta;
Otro, más impertérrito que Alcides,
Llora y gime a los pies de una coqueta,
Y otro, que entre los Pares fuera el trece,
Sólo al ver a su suegra se estremece.  40


VI

   Culpar al pusilánime no es justo
Porque así le haya Dios organizado;
Que ninguno es gallina por su gusto,
Ni todo hombre ha de ser fuerte soldado.
Así varia natura humilde arbusto  45
Cría cual firme roble en el collado,
Y es madre del intrépido y del mandria
Como del renacuajo y la calandria.


VII

   Cierto es que el miedo en muchos o el arrojo
De su crianza o su hábito procede;  50
Del acaso en algunos. Hombre flojo,
Que ni una pulga mataría adrede,
Si provoca un felón su justo enojo
Sin saber si le puede o no le puede
Rifa con él, le tumba, y ya es un guapo  55
Que al lucero del alba da un sopapo.
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VIII

   Tal vez del pundonor nace el denuedo,
Y es su origen más nobletorio;
Tal vez (no es paradoja) el mismo miedo
Hace prodigios de valor notorio.  60
Hombre que al menor ruido reza el Credo,
Blanco de judicial requisitorio,
Por no sufrir dos meses de prisión,
Coge y ¿qué hace? Se arroja de un balcón.


IX

   Oportuno el valor y verdadero  65
Es cualidad que al hombre recomienda,
Y más al que ha nacido caballero;
Pero desluce tan honrada prenda
Quien, venga a cuento o no, sin ley ni fuero,
Todo quiere llevarlo, a la tremenda.  70
Al hombre así tocado de la rabia
Se debiera encerrar en una gavia.


X

   Por el contrario, el miedo (nunca airoso
Y ridículo a veces, si otras santo;
Que en un padre es virtud y en un esposo  75
Ver la faz de la muerte con espanto,
Pues quien turba irascible su reposo
No ha de enjugar de su familia el llanto)
Hay casos en que es justo que se llame
Punible, torpe, vergonzoso, infame.  80


XI

   Qué casos sean estos, su conciencia
Propia a cada individuo se lo dicta,
Y cuando es excusable su inocencia
No fiar a la pública vindicta,
Y si deberes hay de tal urgencia  85
Que hablan más alto que la ley estricta...
Respeto a los legistas y a los curas,
Y no quiero meterme en más honduras.
—460→


XII

   Mas si se afrenta al que medroso o flaco
Con cristiana humildad sufre un denuesto,  90
¿Qué merece el que la echa de cosaco
Y a un pobre diablo tímido y modesto,
Impune en su jactancia el muy bellaco,
Insulta con la voz y con el gesto?
¿Es esto por ventura valentía?  95
No, sino vil y baja cobardía.


XIII

   Hay hombres, sin embargo, en quienes vemos,
Por una aberración de la natura,
Unidos tan anómalos extremos
Como son la soberbia y la pavura.  100
¿Por qué razón, si débiles y memos
Hüís el bulto cuando el lance apura,
No ponéis un candado a vuestra lengua
Que os arrastra sin freno a tanta mengua?


XIV

   Si aun al hombre seguro de sí mismo  105
Sientan bien la cordura y la templanza;
Que, sin causa, es risible quijotismo
Romper con cada prójimo una lanza;
O humilde como manda el catecismo
Sea y a nadie ofenda ni por chanza  110
El que pobre de espíritu se siente,
O el merecido lapo le escarmiente.


XV

   Si es abuso brutal, que yo no excuso,
El que hace de su fuerza un tagarote
(Y quien apruebe tal es tan obtuso  115
Como lo puede ser un hotentote),
La flaqueza también tiene su abuso,
Y no es razón que nadie sin escote
Se escude para ser desvergonzado
Con su edad, con su sexo o con su estado.  120
—461→


XVI

   Mas ¿qué diré del que, por ser maestro
En acertar al blanco y en la esgrima,
Con sarcástica lengua y con siniestro
Mirar que en los pacatos pone grima,
Pelillos busca hasta en el Padrenuestro,  125
Que es fuerza que la pólvora dirima,
Si finge o se le pone en la cabeza
Que hay segunda intención en quien lo reza?


XVII

   Si horrible, aun sin ventaja, un desafío
Del Dios de paz y amor la sacrosanta  130
Ley conculca y la humana; cuando impío
Sobre seguro un monstruo las quebranta.
Y cabe el cuerpo inanimado y frío
Del imbele rival su triunfo canta,
Que a funesta pericia solo debe,  135
¿Qué timbre gana? El de asesino aleve.


XVIII

   ¡Y la espada de Temis nadie impetra
Contra el espadachín que odiosa gala
Hace tal vez del crimen que perpetra!
¡Y cuando todo el mundo lo propala,  140
Sólo lo ignora el juez! ¡Oh, si es ya letra
Muerta la ley, borradla noramala:
Cerrad todas las aulas y una sola
Quede en Madrid; el tiro de pistola!


XIX

   ¡Mísera humanidad! Vértigo insano,  145
En un siglo que llaman de cultura,
Al pacífico y probo ciudadano
La disyuntiva exige triste y dura
De poner a merced de airada mano
Su vida, que otras vidas asegura;  150
O si la lid rehúsa cuerdo o feble,
A su nombre imprimir nota indeleble.
—462→


XX

   No de Rómulo y Numa la colonia,
Que de la gloria se elevó a la cumbre
Y del Indo a la gélida Laponia  155
Redujo el orbe entero a servidumbre;
No los héroes de Atenas y Laconia
Conocieron tan bárbara costumbre.
Su sangre era a la patria digna ofrenda;
No a un matasiete en desigual contienda.  160


XXI

   Así, no sólo sin chistar el labio
A fallo indigno Arístides se postra,
Sino que, afable cuanto justo y sabio,
De mano vil que cubre inmunda costra,
Y de su propio inmerecido agravio  165
Le hace instrumento, la votiva ostra
Recibe y el destierro inscribe en ella
Con que el ingrato pueblo le atropella.


XXII

   Así de Maratón el lauro insigne
No menos será eterno en las edades  170
Porque contra Temístocles se indigne
Y el militar bastón alce Euribiades,
Y a tal ultraje el héroe se resigne
Por el bien de dos ínclitas ciudades,
Y el brío reservando a mayor lucha  175
Diga a su émulo: «Pega, pero escucha.»


XXIII

   Así entre Roma y Alba seis varones,
Medido el sol, el número, el espacio;
Tres que al nombre Curiacio dan blasones
Y tres que inmortalizan el de Horacio,  180
No a dirimir privadas disensiones,
Sino a ganar la posesión del Lacio
Cada cual de su patria al estandarte,
Aspiran en la lid que asombra a Marte.
—463→


XXIV

   Las hordas que heredaron la diadema  185
De Augusto, en mil pedazos dividida,
Nos trajeron el hórrido sistema
Del duelo, que ha costado tanta vida.
¡Lógica atroz, que la razón suprema,
Téngala o no, da siempre al homicida!  190
¡Juego en cuyos diabólicos albures
Hacen también su agosto los tahures!


XXV

   Que es cucaña cobrar fama de jaque,
Y según está el mundo de perdido,
Es de ene dar el cargo cuando vaque  195
Antes que al que es amado al que es temido.
Se apropia un terne el paletó o el fraque
De cualquier camarada, y forajido
A sus deudores tras de luengos plazos
Con porvidas responde y cintarazos.  200


XXVI

   Y quizá ese valor que nos aterra,
Cuando la patria lo reclama es cero.
Yo sé, porque lo he visto, que en la guerra
Es el peor soldado el baratero.
O a buen recaudo el hospital le encierra,  205
Y no herido de lanza o de mortero,
O a cien leguas del fuego en su reata
Le trashuma la astrosa garrapata.


XXVII

   Y hay seguros también para matones
Como para el naufragio y el granizo.  210
Mutuo apoyo se dan los temerones
Para medrar con su valor postizo:
Siempre para reñir hallan razones
Cuando el contrario es flojo y primerizo;
Mas si es de armas tomar la parte adversa,  215
Se elude la cuestión, se tergiversa.
—464→


XXVIII

   Hombre que no se bate ni por pienso,
Mas sabe la liturgia ¡huy! al dedillo,
A azuzar a los otros es propenso
Y a mover por un nada un caramillo.  220
A su experiencia, a su saber inmenso
El problema más arduo es muy sencillo
En materias de honor, y según falla
Ha o no lugar a la feroz batalla.


XXIX

   Y siempre está dispuesto a ser padrino,  225
Y a costa del ahijado tose fuerte,
Y aunque pudiera con prudencia y tino
De un prójimo evitar la aciaga suerte,
No admite transacción ni otro camino
Que palinodia neta o duelo a muerte,  230
Y él dispone el mortífero instrumento,
Y sitio y hora y coche y testamento.


XXX

   Así de hombre de pro la fama adquiere,
Y otros son los que pagan el diploma,
Y a expensas del herido o del que hiere  235
Es de razón y ley que beba y coma;
O a expensas de los dos, si sucediere
Que ambos atletas la pesada broma
De tirarse a matar en la contienda
Convierten en opípara merienda.  240


XXXI

   De once duelos en diez, si bien computo,
Tal suele ser por dicha el desenlace;
Pero aun es harto horrendo ese tributo
Y vano hasta a la saña de que nace;
Que más noble o más lindo o menos bruto  245
No hará el cadáver que tendido yace
Al que sólo en la fuerza de un mandoble
Da probanza de sabio o lindo o noble.
—465→


XXXII

   «Así juzga un filósofo profundo,
Y juzga bien, dirá la gente brava;  250
Mas quiere la opinión, reina del mundo,
Que a veces la razón sea su esclava,
Y si afea al honor borrón inmundo,
No con forenses trámites se lava,
Sino con sangre ajena en larga copia,  255
Y a falta de la ajena con la propia.»


XXXIII

   Con más de un texto clásico y conspicuo
Bien probaría yo, si tal quisiera,
De esa opinión lo estéril y lo inicuo,
Y si es justo que sea un calavera  260
De pobre seso y proceder oblicuo,
Y no el que tiene sana la mollera,
Privilegiado juez que así decida
De la honra de un hombre y de la vida.


XXXIV

   Porque no se me acuse de prolijo  265
Y porque no se diga que declamo,
Y empuñando el sagrado crucifijo
Al púlpito, yo lego, me encaramo,
Con ese infausto código transijo,
Y mas que sea de Luzbel reclamo;  270
Pues, aunque pena el confesarlo cueste,
El siglo de Temístocles no es este.


XXXV

   Mas sólo rara vez y en grave injuria
Su fuero ejerza el tribunal intruso,
Ya que mala vergüenza o torpe incuria  275
Tengan leyes más santas en desuso;
La honra verdadera con la espuria
No involucre de hoy más el hombre iluso,
Y en fin no por un quítame esas pajas
Se ensangrienten estoques y navajas.  280
—466→


XXXVI

   Y pues siempre el honor sirve de excusa
Aun a los más abyectos gladiadores,
En el canto que sigue (si mi musa
No me esquiva coqueta sus favores)
Veré si es todo honor el que se usa,  285
Si es uno solo o si hay varios honores,
Y si (mal comprendida la palabra)
Quien más lo invoca más lo descalabra.