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ArribaAbajo- XVI -


El beso

Mucho hace el que mucho ama.


(Kempis lib. I, cap. XV.)                




- I -


   Me han contado que al morir
un hombre de corazón,
sintió o presumió sentir,
en Cádiz repercutir
un beso dado en Cantón.
¿Qué es imposible, Asunción?...
Veinte años hace que di
el primer beso ¡ay de mí!
de mi primera pasión...
¡y todavía, Asunción,
aquel frío que sentí
hace arder mi corazón!


- II -


   Desde la ciega atracción,
beso que da el pedernal,
subiendo hasta la oración,
último beso mental,
es el beso la expansión
de esa chispa celestial
que inflamó la creación,
y que en su curso inmortal
va de crisol en crisol
su intensa llama a verter
en la atmósfera del ser
que de un beso encendió el sol.


- III -


   De la cuna al ataúd
va siendo el beso, a su vez,
«amor» en la juventud,
«esperanza» en la niñez,
en el adulto «virtud»,
y «recuerdo» en la vejez.


- IV -


   ¿Vas comprendiendo, Asunción,
que es el beso la expresión
de un idioma universal
que, en inextinto raudal,
de una en otra encarnación
y desde una en otra edad,
en la mejilla es «bondad»,
en los ojos «ilusión»,
en la frente «majestad»,
y entre los labios «pasión»?


- V -


   ¿Nunca se despierta en ti
un recuerdo, como en mí,
de un amante que se fue?...
Si me contestas que sí,
eso es un beso, Asunción,
que en alas de no sé qué,
trae la imaginación.


- VI -


   ¡Gloria a esa oscura señal
del hado en incubación,
que es el germen inmortal
del alma en fermentación,
y a veces trasunto fiel
de todo un mundo moral;
y si no, dígalo aquel
de entre el cual y bajo el cual
nació el alma de Platón!


- VII -


   ¡Gloria a esa condensación
de toda la eternidad,
con cuya tierna efusión
a toda la humanidad
da la paz, la religión;
con la cual la caridad
siembra en el mundo el perdón;
himno a la perpetuidad,
cuyo misterioso son,
sin que lo oiga el corazón,
suena en la posteridad!


- VIII -


   ¿Vas comprendiendo, Asunción?
Mas por si acaso no crees
que el beso es el conductor
de ese fuego encantador
con que este mundo que ves
lo ha animado el Criador...
Prueba a besarme, y después
un beso verás cómo es
esa copa del amor
llena del vital licor
que en el humano festín,
de una en otra boca, al fin
llega, de afán en afán,
a tu boca de carmín
desde los labios de Adán.


- IX -


   Prueba en mí, por compasión,
esa clara iniciación
de un obscuro porvenir;
y entonces, bella Asunción,
comprenderás, si al morir,
un hombre de corazón,
habrá podido sentir,
en Cádiz repercutir
un beso dado en Cantón.




ArribaAbajo- XVII -


Cosas del tiempo


   Pasan veinte años; vuelve él,
y al verse, exclaman él y ella:
(- ¡Santo Dios! ¿y éste es aquél?...)
(- ¡Dios mío! ¿y ésta es aquélla?...)




ArribaAbajo- XVIII -


Todo esta en el corazón


   La reina que enloquecía
por Don Felipe el Hermoso,
la tumba al ver de su esposo,
- ¡Todo está allí!!- se decía.
Sus restos exhumó un día,
mas nada allí vio, y así,
en vez del -todo está allí-,
desde tan triste ocasión,
señalando al corazón,
decía:- ¡Todo está aquí!-




ArribaAbajo- XIX -


¿Qué es amor?


    Cual es cada uno en lo interior,
tal juzga lo de fuera.

(Kempis, lib. II, cap. IV)                



   Dudando, Enriqueta, tu pura inocencia,
si amor, que aún no sientes, es dicha o dolor,
pretendes que diga mi amarga experiencia,
¡feliz, pues lo ignoras! ¿qué cosa es amor?

   ¡Alzad de las tumbas, y al par de la brisa
cruzad, bellas sombras, dejando el no ser!
La Estuardo, Francisca, Lucrecia, Eloísa,
¡dementes sublimes! decid ¿qué es querer?

   - Querer, un misterio- comienza la Estuardo,
que a dos funde en uno, partiendo uno en dos.
¿Qué son tus amores, amor de Abelardo?
- Infierno de dichas y cielo sin Dios.

   No amar siendo amada -prosigue, no es vida;-
no ser nunca amante ni amada, es no ser;
querer, el infierno, no siendo querida;
mas, siendo querida, la gloria es querer.-

   ¡Perdona, oh perpetuo pudor de la historia,
perdona a mi musa, si evoca en tropel
los nombres que fueron escándalo o gloria:
Cleopatra, la Cava, Teresa, Raquel!

   Dejad los sepulcros, falange divina,
tomando a mi acento las formas de ser:
Elena, Artemisa, Judith, Mesalina.
¡Honor o vergüenza! decid, ¿qué es querer?

   Decidme si es fiebre que el alma envenena,
o sólo un deleite que se une al pudor:
Semíramis, Safo, Ninón, Magdalena,
¡Falsarias eternas! ¿qué cosa es amor?

   Teresa la santa, más bien la divina,
- amor- dice,- junta ternura y deber.
- Amar es- replica la vil Mesalina,
hallar el descanso, cansando el placer,

   - Amor pierde- dicen la Cava y Elena,-
la fe y patria siempre, los goces jamás.
- Es- dice, gimiendo de amor Magdalena,
gozar mucho, y luego llorar mucho más.

   Y Safo, con fiebre de amor que no espera,
- morir por quien se ama- prorrumpe,- es querer.
- Es cierto- responde Lucrecia altanera:
morir por quien se ama, si se ama el deber.

   - Vivir en la mente- prosigue Artemisa,
de aquel que amó mucho; y amó porque sí.
- Vivir siempre en otro- murmura Eloísa.
Semíramis dice:- Vivir otro en mí.

   - ¡Hablar con el aire!- de amor satisfecha.
¡Mal haya su boca! prorrumpe Ninón:-
Amores sin crimen, son sueños sin fecho;
pasión que no afrenta, no es digna pasión.

   ¡En fin! ¿halla el que ama la gloria o el infierno?
¡Aquí las perjuras! ¡Las fieles aquí!
Decidme, en resumen, lo que es ese eterno
deseo que miente, mintiéndose a sí.

   - ¡Morir!- dice Safo. Francisca- ¡el incesto!-
Teresa- ¡aquel místico amor del amor!-
Judith y Lucrecia,- ¡gozar con lo honesto!-
Cleopatra- ¡la orgía!- Raquel- ¡el pudor!

   ¡Silencio! así al mundo volvieron demente;
aún dudan hoy locas, más locas que ayer,
si amor da delicias, o si es solamente
perder la ventura buscando el placer.

   ¡Huid! falsas dueñas de todos los dueños
que el mundo anegaron en llanto por vos,
que hacéis de la vida ya un sueño de sueños,
que hacéis de la carne ya un monstruo, ya un dios.

   ¿Amor en vosotras es todo o no es nada,
verdad o mentira, virtud o placer?
¡Odiosa falange del mundo adorada,
pues sois siempre un caos, ¡tornad al no ser!

   ¡Maldito aquelarre de diosas, que ignora
si amor cura o mata, si afrenta o da honor!
- Ya oíste, Enriqueta; si sabes, ahora
responde tú misma: ¿qué cosa es amor?-




ArribaAbajo - XX -


Las dos grandezas


   Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están.
- Yo soy Alejandro el rey.
- Y yo Diógenes el can.

   - Vengo a hacerte más honrada
tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí?- Yo, nada;
que no me quites el sol.

   - Mi poder...- Es asombroso,
pero a mí nada me asombra.
- Yo puedo hacerte dichoso.
- Lo sé, no haciéndome sombra.

   - Tendrás riquezas sin tasa,
un palacio y un dosel.
- ¿Y para qué quiero casa
más grande que este tonel?

   - Mantos reales gastarás
de oro y seda.- ¡Nada, nada!
¿No ves que me abriga más
esta capa remendada?

   -Ricos manjares devoro.
- Yo con pan duro me allano.
- Bebo el Chipre en copas de oro.
- Yo bebo el agua en la mano.

   - ¿Mandaré cuanto tú mandes?
- ¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y a unas miserias tan grandes
las llamáis dichas humanas?

   - Mi poder a cuantos gimen,
va con gloria a socorrer.
- ¡La gloria! capa del crimen;
crimen sin capa ¡el poder!

   - Toda la tierra, iracundo,
tengo postrada ante mí.
- ¿Y eres el dueño del mundo,
no siendo dueño de ti?

   - Yo sé que, del orbe dueño,
seré del mundo el dichoso.
- Yo sé que tu último sueño
será tu primer reposo.

   - Yo impongo a mi arbitrio leyes.
- ¿Tanto de injusto blasonas?
- Llevo vencidos cien reyes.
- ¡Buen bandido de coronas!

   - Vivir podré aborrecido,
mas no moriré olvidado.
- Viviré desconocido,
mas nunca moriré odiado.

   - ¡Adiós! pues romper no puedo
de tu cinismo el crisol.
- ¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!-

   Y al partir, con mutuo agravio,
uno altivo, otro implacable,
- ¡Miserable! dice el sabio;
y el rey dice:- ¡Miserable!




ArribaAbajo- XXI -


Sufrir es vivir


A mi querido amigo Don Eduardo Bustillo

   Maldiciendo mi dolor,
a Dios clamé de esta suerte:
- Haced que el tiempo, Señor,
venga a arrancarme este amor
que me está dando la muerte.-
   Mis súplicas escuchando,
su interminable camino
de orden de Dios acortando,
corriendo, o más bien, volando,
como siempre el tiempo vino.
   Y voy tu mal a curar,-
dijo; y cuando el bien que adoro
me fue del pecho a arrancar,
me entró un afán de llorar
que, aún de recordarlo, lloro.
   Temiendo por mi pasión
penas sufrí tan extrañas,
que aprendió mi corazón
que una misma cosa son
mis penas y mis entrañas.
   Y feliz con mi dolor,
gritó mi alma arrepentida:
- Decid al tiempo, Señor,
que no me arranque este amor,
que es arrancarme la vida.




ArribaAbajo - XXII -


Los dos espejos


   En el cristal de un espejo
a los cuarenta me vi,
y hallándome feo y viejo,
de rabia el cristal rompí.

   Del alma en la transparencia
mi rostro entonces miré,
y tal me vi en la conciencia,
que el corazón me rasgué.

   Y es que, perdiendo el mortal
la fe, juventud y amor,
¡se mira al espejo, y mal!
¡se ve en el alma, y... peor!




ArribaAbajo - XXIII -


Amor y gloria

   ¡Sobre arena y sobre viento
lo ha fundado el cielo todo!
lo mismo el mundo del lodo,
que el mundo del sentimiento.
De amor y gloria el cimiento
sólo aire y arena son.
¡Torres con que la ilusión
mundo y corazones llena,
las del mundo sois arena,
y aire las del corazón!




ArribaAbajo - XXIV -


Nunca olvida quien bien ama

   Ya que este mundo abandono,
antes de dar cuenta a Dios,
aquí para entre los dos,
mi confesión te diré:
- Con toda el alma perdono
hasta a los que siempre he odiado.
¡A ti, que tanto te he amado,
nunca te perdonaré!




ArribaAbajo- XXV -


Los dos pecadores

   Tú pecas porque me adoras,
y yo peco por gozar;
y en tan diverso pecar,
yo río cuando tú lloras.
¡Maldigo mis dulces horas,
y bendigo tu tormento!
Podrá tu remordimiento
llevarte a un dichoso estado.
¡Yo sí que soy desdichado,
que peco y no me arrepiento!




ArribaAbajo- XXVI -


Muertos que viven


A mi hermano político Don José María Valdés en la muerte de su hija Guillermina

   Con tierna melancolía
van a una niña a enterrar
y el padre, al verla pasar,
dice llorando:- ¡Hija mía!
¡La pierdo cuando aun vivía
con la fe de la ilusión!
Mas se templó su aflicción
mirando al cortejo, y viendo
tantos que, sin fe viviendo,
llevan muerto el corazón.




ArribaAbajo- XXVII -


Las dos linternas


Don Gumersindo Laverde Ruiz



- I -


   De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader.
Distan la suya y la mía
cuanto hay de ser a no ser.

   Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece;
la mía todo lo alegra.

   Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
«todo es según el color
»del cristal con que se mira.»


- II -


   - Con mi linterna- él decía,
- no hallo un hombre entre los seres.-
¡Y yo, que hallo con la mía
hombres hasta en las mujeres!

   El llamó, siempre implacable,
fe y virtud teniendo en poco,
a Alejandro- un miserable,-
y al gran Sócrates- un loco.

   Y yo ¡crédulo! entretanto,
cuando mi linterna empleo,
miro aquí, y encuentro un «santo»;
miro allá y un «mártir» veo.

   ¡Sí! mientras la multitud
sacrifica con paciencia
la dicha por la virtud,
y por la fe la existencia,

   Para él virtud fue- simpleza,-
el más puro amor- escoria,-
- vana ilusión,- la grandeza,
y una necedad- la gloria.

   ¡Diógenes! mientras tu celo
sólo encuentra sin fortuna,
en Esparta algún «chicuelo»,
y hombres en parte ninguna,

   Yo te juro por mi nombre
que, con sufrir el nacer,
es un héroe cualquier hombre,
y un ángel toda mujer.


- III -


   Como al revés contemplamos
yo y él las obras de Dios,
Diógenes o yo engañamos.
¿Cuál mentirá de los dos?

   ¿Quién es, en pintar, más fiel,
las obras que Dios crió?
El cinismo, dirá que él,
la virtud dirá que yo.

   Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
«todo es según el color
»del cristal con que se mira.»




ArribaAbajo- XXVIII -


El mayor castigo


   Cuando de Virgilio en pos
fue el Dante al infierno a dar,
su conciencia, hija de Dios,
dejó a la puerta al entrar.

   Después que a salir volvió,
su conciencia el Dante hallando,
con ella otra vez cargó,
mas dijo así suspirando:

   - Del infierno, en lo profundo,
no vi tan atroz sentencia
como es la de ir por el mundo
cargado con la conciencia.-




ArribaAbajo- XXIX -


Músicas que pasan


A mi querido amigo Don Facundo Goñi



- I -


   ¡Música!- ¡Qué aliento dan
y que esperanzas sin fin,
el «re-tin-tín» del clarín,
del tambor el «ra-ta-plán!»
   ¡Ya aproximándose van!
¡Tambor y clarín resuenen!
¡Cuál la esperanza entretienen!
¡Cómo el corazón abrasan!
Estas músicas que pasan,
¡qué alegres son cuando vienen!


- II -


   ¡Música!- ¡Conforme avanza
ya el tambor o ya el clarín,
causa aliento el «re-tin-tín»,
da el «ra-ta-plán» esperanza!
   ¡Se aleja... y ya en lontananza,
más bien que gozoso afán,
tristeza sus ecos dan!
¡No hay bien seguro en el mundo!
¡Qué lúgubres son, Facundo,
las músicas que se van!


- III -


   ¡Ay! ¡Ni al principio ni al fin,
nos dan a algunos ardor
el «ra-ta-plán» del tambor,
del clarín el «re-tin-tín!»
   ¡Tu esplín, Facundo, y mi esplín...
para músicas están!
¡Poco nuestro antiguo afán
las músicas entretienen,
ni cuando alegres se vienen,
ni cuando tristes se van!




ArribaAbajo- XXX -


La metempsicosis



- I -


   Hallé una historia, lector,
en un viejo pergamino,
donde prueba un sabio autor,
¡ay! que el variar de destino,
sólo es variar de dolor.


- II -



FLOR

   - Flor, primero abandonada,
entre unas hierbas broté,
envidiosa y no envidiada,
sin ver sol me marchité,
llorando y sin ser llorada.


BRUTO

   - A bravo alazán subí,
y de victoria en victoria,
tras mil riesgos, conseguí
para mi dueño la gloria,
y la muerte para mí.


PÁJARO

   - Ave después, hasta el llanto
Dios me condenó a expresar
con las dulzuras del canto:
canté, sí, mas canté tanto,
que al fin me mató el cantar.


MUJER

   - Mujer, y hermosa, nací;
amante, no tuve fe;
esposa burlada fuí;
lo que me amó aborrecí,
y me burló lo que amé.


SABIO

   - Hombre al fin, ciencia y verdad
buscando en lid malograda,
fue desde mi tierna edad,
mi objeto la inmensidad,
y mi término la nada.


DICTADOR

   - En mí, cuando César fuí,
su honor la gloria fundó.
Siempre- vine, vi y vencí;-
adopté un hijo, ¡ay de mí!
creció; le amé y me mató.


HOMBRE

   - La escala transmigradora
de mis cien formas y modos
vuelvo ya a bajar; y ahora
un hombre soy, que, cual todos,
vive, espera, sufre y llora.-


- III -


   Después de saber, lector,
la historia del pergamino,
¿qué importa ser hombre o flor
¡ay! si el variar de destino
sólo es variar de dolor?




ArribaAbajo- XXXI -


Las dos tumbas


   ¡Cuán honda, oh cielos, será,
dije, mi tumba mirando,
que va tragando, tragando,
cuánto nació y nacerá!

   Y huyendo del vil rincón
donde al fin seré arrojado,
los ojos metí espantado
dentro de mi corazón.

   Mas cuando dentro miré,
mis ojos en él no hallaron
¡ni un ser de los que me amaron,
ni un ser de los que yo amé!

   Si no hallo aquí una ilusión,
y allí sólo hallo el vacío,
¿cuál es más hondo, Dios mío,
mi tumba, o mi corazón?




ArribaAbajo- XXXII -


La verdad y las mentiras


A Fernando Álvarez y Guijarro


   Cuando por todo consuelo,
un sacerdote, al nacer,
nos dice en nombre del cielo:
- Polvo es, y polvo ha de ser,-

   Dicen, en coro armonioso,
el pecho de gozo lleno,
la nodriza:- Será hermoso;-
y la madre:- ¡Será bueno,!-

   Y luego, allá en lontananza,
gritan en acorde son:
- ¡Será feliz!- la esperanza;
Y- ¡será Rey!- la ambición.

   Y yendo el tiempo y viniendo,
aquí, lo mismo que allá,
la religión va diciendo:
- ¡Polvo es, y polvo, será!

   Con vanidad y codicia,
dicen, sin reír jamás:
- ¡Será un Creso!- la avaricia;
y el orgullo:- ¡Será más!-

   Y exclaman con fiero acento
de todo saber en pos:
- ¡Será Homero!- el sentimiento;
y la razón:- ¡Será Dios!-

   Y en tanto la religión,
al morir, como al nacer,
repite:- No hay remisión;
¡Polvo es, y polvo ha de ser!-




ArribaAbajo- XXXIII -


La ambición


   A un monte una vez subí,
y de cansado me eché;
mas luego que lo bajé,
de confiado caí.

   ¡Déjame, ambición, aquí
hasta morir descansando!
¿Qué ganaré ambicionando,
si cuanto más suba entiendo
que me he de cansar subiendo,
y me he de caer bajando?




ArribaAbajo - XXXIV -


Los grandes hombres

   De Yuste en el santuario
Carlos Quinto, emperador,
valientemente al calvario
subiendo de su dolor,
   Ver su entierro determina,
cual resuelto capitán,
doblado como la encina
rota por el huracán.
   Ya en el ataúd metido
como en lecho sepulcral,
cayó cual león herido
que lleva el dardo mortal.
   Y al tiempo en que se cayó,
mirándole de hito en hito
una vieja murmuró:
- ¡Qué feo y qué viejecito!-
   Y cuando la multitud
cree que el grande emperador
está, más que en su ataúd,
sepultado en su dolor,
   Él, frunciendo el entrecejo,
y fijo en tan vana idea,
dice:- ¿Que soy feo y viejo?
¡Ella sí que es vieja y fea!
   ¿Qué le importará al cuitado
más bello o más joven ser,
si esas cosas ya han pasado
para nunca más volver?
   Del «Dies iræ»el rumor
ya consternaba el ambiente,
y aun dice el emperador:
- ¡Habrá vieja impertinente!-
   Mientras el canto bosqueja
todo el horror de aquel día,
al rey la voz de la vieja
el corazón le roía.
   Y es cosa particular,
no pueda un varón tan fuerte
una burla despreciar,
él, que desprecia la muerte.
   Don Carlos siente iracundo
el corazón hecho trizas,
y el canto prosigue:- ¡El mundo
se convertirá en cenizas!-
   La vieja, del funeral
oye entretanto el solfeo,
como diciendo:- Sí tal,
muy viejecito y muy feo.-
   Y airado su majestad
sigue:- ¡Bruja del infierno!-
y el canto:- ¡Por tu bondad
líbrame del fuego eterno!
   Calla el coro; alza el semblante
pálido el emperador,
surgiendo allí semejante
a la estatua del dolor;
   Y cuando el monje imperial
vuelve a su celda apartada,
mostrando algo de fatal
en su frente devastada.
   Por todo su ser refleja
santa humildad, puro amor;
tan sólo miró a la vieja
con humos de emperador.




ArribaAbajo- XXXV -


Los relojes del Rey Carlos


   Carlos Quinto el esforzado
se encuentra asaz divertido
de cien relojes rodeado,
cuando va, en Yuste olvidado,
hacia el reino del olvido.

   Los ve delante y detrás
con ojos de encanto llenos,
y les hace ir a compás
ni un minuto más ni menos,
ni instante menos ni más.

   Si un reloj se adelantaba,
el imperial relojero
con avidez lo paraba,
y al retrasarlo exclamaba:
- ¡Más despacio, majadero!-

   Si otro se atrasa un instante,
va, lo coge, lo revisa,
y aligerando el volante,
grita:- ¡Adelante, adelante,
majadero, más aprisa!-

   Y entrando un día,- ¿Qué tal?-
le preguntó el confesor.
Y el relojero imperial
dijo:- yo ando bien, señor;
pero mis relojes mal.

   - Recibid mi parabién-
siguió el noble confidente;
- mas yo creo que también
si ellos andan malamente,
vos, señor, no andáis muy bien.

   ¿No fuera una ocupación
más digna, unir con paciencia
otros relojes, que son,
el primero el corazón,
y el segundo la conciencia?-

   Dudó el rey cortos momentos,
mas pudo al fin responder:
- ¡Sí! más o menos sangrientos,
sólo son remordimientos
todas mis dichas de ayer.

   Yo que agoto la paciencia
en tan necia ocupación,
nunca pensé en mi existencia
en poner el corazón
de acuerdo con la conciencia.-

   Y cuando esto profería,
con su «tic-tac» lastimero
cada reloj que allí había,
parece que le decía
- ¡Majadero! ¡Majadero!

   - ¡Necio!- prosiguió,- al deber
debí unir mi sentimiento,
después, si no antes, de ver
que es una carga el poder,
la gloria un remordimiento.-

   Y los relojes sin duelo
tirando de diez en diez,
tuvo por fin el consuelo
de ponerlos contra el suelo
de acuerdo una sola vez.

   Y añadió:- Tenéis razón:
empleando mi paciencia
en más santa ocupación,
desde hoy pondré el corazón
de acuerdo con la conciencia.-




ArribaAbajo- XXXVI -


Todo y nada

   ¡Cuánta dicha! y ¡cuánta gloria!-
dije, entre humillado y fiero,
leyendo una vez la historia
del emperador Severo.
   Y cuando a verle llegué
- Yo en cambio humilde exclamé:
- no fuí nada, y nada es todo
   Mas con humildad mayor,
vi que al fin de la jornada
exclamó el emperador:
- Yo fuí todo, y todo es nada.-




ArribaAbajo- XXXVII -


Los dos miedos



- I -


   Al comenzar la noche de aquel día,
      ella, lejos de mí,
- ¿Por qué te acercas tanto?- me decía;
      - ¡Tengo miedo de ti!--


- II -


   Y después que la noche hubo pasado,
      dijo, cerca de mí:
- ¿Por qué te alejas tanto de mi lado?
      ¡Tengo miedo sin ti!




ArribaAbajo- XXVIII -


A rey muerto rey puesto

El principio de toda tentación es no ser uno constante...


(Kempis, lib I, cap. XII.)                


   Murió por ti; su entierro al otro día
pasar desde el balcón juntos miramos;
y espantados tal vez de tu falsía
en tu alcoba los dos nos refugiamos.
   Cerrabas con terror los ojos bellos.
El «requiescat» se oía. Al verte triste,
yo la trenza besé de tus cabellos,
y- ¡traición! ¡sacrilegio!- me dijiste.
   Seguía el «de profundis» y gemimos...
el muerto y el terror fueron pasando...
y al ver luego la luz, cuando salimos,
- ¡qué vergüenza!- exclamaste suspirando.
   Decías la verdad. ¡Aquel entierro!..
¡El beso aquel sobre la negra trenza!...
Después ¡la obscuridad de aquel encierro!...
¡Sacrilegio! ¡Traición! ¡Miedo! ¡Vergüenza!




ArribaAbajo- XXXIX -


Hastío

   Sin el amor que encanta,
la soledad de un ermitaño espanta.
Pero es más espantosa todavía
la soledad de dos en compañía.




ArribaAbajo - XL -


Mal de muchas

   ¿Qué mal, doctor, la arrebató a la vida?
Rosaura preguntó con desconsuelo.
- Murió, dijo el doctor, de una caída.
- Pues ¿de dónde cayó?- Cayó del cielo.-




ArribaAbajo- XLI -


Bodas celestes

   Te vi una sola vez, sólo un momento,
mas lo que hace la brisa con las palmas
lo hace en nosotros dos el pensamiento;
y así son aunque ausentes nuestras almas
dos palmeras casadas por el viento.




ArribaAbajo- XLII -


Las dos esposas

Sor Luz, viendo a Rosaura cierto día
      casándose con Blas,
- ¡Oh, qué esposo tan bello! Se decía,
      pero el mío lo es más!-
Luego en la esposa del mortal miraba
      la risa del amor,
y, sin poderlo remediar, ¡lloraba
      la esposa del Señor!




ArribaAbajo - XLIII -


Memorias de un sacristán



- I -


   Dos de Abril. Un bautizo. ¡Hermoso día!
El nacido es mujer, sea en buen hora.
Le pusieron por nombre Rosalía.
La niña es, cual su madre, encantadora.
Ya el agua del Jordán su sien rocía;
todos se ríen y la niña llora.
Cruza un hombre embozado el presbiterio;
mira, gime y se aleja: aquí hay misterio.


- II -


   A unirse vienen dos de amor perdidos.
El novio es muy galán, la novia es bella.
¿Serán en alma como en cuerpo unidos?
Testigos, primas de él y primos de ella.
En nombre del Señor son bendecidos.
Unce el yugo al doncel y a la doncella.
Dejan el templo, y al salir se arrima
un primo a la mujer, y él a una prima.


- III -


   ¡Un entierro! ¡Dichosa criatura!
¿Fue muerto, o se murió? Todo es incierto.
Solos estamos sacristán y cura.
¡Cuán pocos cortesanos tiene un muerto!
Nacer para morir es gran locura.
Suenan las diez. La iglesia es un desierto.
Dejo al muerto esta luz, y echo la llave.
Nacer, amar, morir: después... ¡quién sabe!




ArribaAbajo - XLIV -


El anónimo

   Sobre la tumba de ella escribió un día:
- ¡Por darte vida a ti, me mataría!-
Y al otro día, por autor incierto,
con lápiz al final se vio añadido:
- Si ella hubiese vivido,
ya de hastío tal vez la hubieras muerto-




ArribaAbajo- XLV -


¡Así!



- I -


   - Mira hacia allá. Tu eléctrica mirada
¿por qué se clava con ardor en mí?
¡Es mi pecho un volcán! ¡muero abrasada!
      ¡No me mires así!-


- II -

   -Mira hacia acá. Tus ojos inconstantes
ya no se clavan con ardor en mí;
si he de vivir, mírame «así...» como antes...
      Fíjate bien: «¡así!»-




ArribaAbajo- XLVI -


El alma en venta

   Así con Satanás Julio habló un día:
- ¿Quieres comprarme el alma?- Vale poco.
- Tan sólo por un beso la daría.
- Antiguo pecador, ¿te has vuelto loco?
- La compras?- No.- ¿Por qué?- Porque ya es mía.




ArribaAbajo- XLVII -


Lo de siempre



- I -


   Un galán la adoraba
y ella reía, mientras él lloraba.


- II -


   Después de cierto día,
mientras ella lloraba él se reía.




ArribaAbajo- XLVIII -


La viuda y el filósofo

ELLA:- Muerto mi bien me matará la pena.
EL:- ¡Ay! ¡Cuánto envidia ese dolor mi hastío!
ELLA:- ¡Urna es mi corazón de polvo llena!
EL:- Mi pecho es un sarcófago vacío.
ELLA:- ¡No hay suerte tan cruel como mi suerte!
EL:- ¡Dichosa la que amó y ha sido amada!
ELLA:- ¡Hoy en mi corazón reina la muerte!
EL:- ¡En el mío es peor, reina la nada!




ArribaAbajo- XLIX -


   Para querer a un rico, que es un necio,
por pobre me entregaste al abandono.
Si ha sido por codicia, te desprecio,
si ha sido por amor... ¡te lo perdono!




ArribaAbajo- L -


Ellos y ellas

   Se quieren dos, y él y ella
de amor, o de bondad, el pecho lleno,
mientras él nos pregunta «¿es bella, es bella?»
ella va preguntando: «¿es bueno, es bueno?»




ArribaAbajo- LI -


El amor y la fe


Al pie del retrato de Quintana en el álbum de la Sra. Condesa de Antillón

   Jamás cantó la fe ni los placeres,
pero probó su musa soberana
que no son ilusiones los deberes,
ni el patriotismo una palabra vana.
Mas, no adorando a Dios ni a las mujeres,
¿cómo amaba y creía el gran Quintana?
Yo, exceptuando el amor, nada deseo.
Si suprimís a Dios, en nada creo.




ArribaAbajo- LII -


Cuestión de nombre

   De una hermosa pagana la existencia
salvó un cristiano, y, con fervor divino
la pagana dio gracias al «Destino»,
y el cristiano alabó la «Providencia».




ArribaAbajo- LIII -


El gaitero de Gijón


A mi sobrina Guillermina Campoamor y Domínguez



- I -


   - Ya se está el baile arreglando
y el gaitero ¿dónde está?
- Está a su madre enterrando,
pero en seguida vendrá.
- Y ¿vendrá?- Pues, ¿qué ha de hacer?
Cumpliendo con su deber
vedle con la gaita... pero,
¡cómo traerá el corazón
el gaitero,
el gaitero de Gijón!


- II -


   ¡Pobre! ¡Al pensar que en su casa
toda dicha se ha perdido,
un llanto oculto le abrasa
que es cual plomo derretido!
Mas, como ganan sus manos
el pan para sus hermanos,
en gracia del panadero,
toca con resignación
el gaitero,
el gaitero de Gijón.


- III -


   ¡No vio una madre más bella
la nación del sol poniente!...
¡Pero ya una losa, de ella
le separa eternamente!
¡Gime y toca! ¡Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime,
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
el gaitero,
el gaitero de Gijón.


- IV -


   La niña más bailadora,
- ¡Aprisa!- le dice,- ¡aprisa!
Y el gaitero sopla y llora,
poniendo cara de risa.
Y al mirar que de esta suerte
llora a un tiempo y los divierte,
¡silban, como Zoilo a Homero,
algunos sin compasión
al gaitero,
al gaitero de Gijón!


- V -


   Dice el triste en su agonía,
entre soplar y soplar:
- ¡Madre mía, madre mía,
cómo alivia el suspirar!
Y es que en sus entrañas zumba
la voz que apagó la tumba;
¡voz que, pese al mundo entero,
siempre la oirá el corazón
del gaitero,
del gaitero de Gijón!


- VI -


   Decid, lectoras, conmigo:
¡Cuánto gaitero hay así!
Preguntáis ¿por quién lo digo?
Por vos lo digo, y por mí.
¿No veis que al hacer, lectoras,
doloras y más doloras,
mientras yo, de pena muero,
vos las recitáis, al son
del gaitero,
del gaitero de Gijón?...




ArribaAbajo- LIV -


Los extremos se tocan

   Mientras la abuela una muñeca aliña
y, haciéndose la niña, se consuela;
haciéndose la vieja, usa la niña
el báculo y la cofia de su abuela.




ArribaAbajo- LV -


La condición

   Al regresar del otero,
lleno de gozo y cariño
les dio a una niña y un niño
dos pájaros un cabrero.
Dándole un beso primero,
la niña al suyo soltó;
al pájaro que quedó
no se le pudo soltar,
porque el niño, por jugar,
el cuello le retorció.




ArribaAbajo- LVI -


Verdad de las tradiciones



- I -


   Vi una cruz en despoblado
un día que al campo fui
y un hombre me dijo:- «Allí
mató a un ladrón un soldado.»


- II -


   Y ¡oh pérfida tradición!
Cuando del campo volví
otro hombre me dijo:- «Allí
mató a un soldado un ladrón.»




ArribaAbajo- LVII -


La Noche-Buena



- I -


   Son hija y madre; y las dos
con frío, con hambre y pena,
piden en la Noche-Buena
una limosna por Dios.


- II -


   - Hoy los ángeles querrán
la madre a su hija decía,
- que comamos, hija mía,
por ser Noche-Buena, pan.-


- III -


   Y al anuncio de tal fiesta,
abre la madre el regazo,
y sobre él a aquel pedazo
de sus entrañas acuesta.


- IV -


   Al pie de un farol sentada
pide por amor de Dios...
y pasa uno... y pasan dos...
mas ninguno le da nada.


- V -


   La niña con triste acento
- Pero ¿y nuestro pan?- decía.
Ya llega- le respondía
la madre... y ¡llegaba el viento!


- VI -


   Mientras de placer gritando
pasa ante ellas el gentío,
la niña llora de frío,
la madre pide llorando.


- VII -


   Cuando, otra pobre como ella,
una moneda le echó,
recordando que perdió
otra niña como aquélla,


- VIII -


   - Ya nuestro pan ha venido
gritó la madre extasiada...
Mas la niña quedó echada,
como un pájaro en su nido.


- IX -


   ¡Llama... y llama...! ¡Desvarío!
nada hay ya que la despierte:
duerme; está helando, y la muerte
sólo es un sueño con frío.


- X -


   La toca. Al verla tan yerta,
se alza; hacia la luz la atrae,
se espanta, vacila... y cae
a plomo la niña muerta.


-XI -


   ¡Del suelo, de angustia llena,
la madre a su hija levanta!...
Y en tanto, un dichoso canta:
- ¡Esta noche es Noche-Buena!...




ArribaAbajo- LVIII -


Las buenas pecadoras

   Después de días de tormentas llenos
te vi en misa rezar con santa calma,
y dije para mí:- «¡Del mal el menos,
da el cuerpo al diablo pero a Dios el alma!»




ArribaAbajo- LIX -


La ley del embudo

   De su honor, en menoscabo,
faltó un esposo a su esposa;
ella perdonó amorosa
y el público dijo:-¡Bravo!
Faltó la mujer al cabo,
harta de tanto desdén,
y el falso esposo ¿también
perdonó a la esposa? No:
el esposo la mató
y el público dijo:- ¡Bien!




ArribaAbajo- LX -


Rogad a tiempo

   Marchando con su madre, Inés resbala,
cae al suelo, se hiere y disputando
se hablan así después las dos llorando:
- ¡Si no fueras tan mala!...- No soy mala.
- ¿Qué hacías al caer?...- ¡Iba rezando!




ArribaAbajo- LXI -


Hero y Leandro



- I -


   A Hero, Leandro adoraba,
y, por verla, enamorado
el Helesponto cruzaba
todas las noches a nado.


- II -


   Y, según la fama cuenta,
Hero una luz encendía
que en las noches de tormenta
de faro al joven servía.


- III -


   Una noche a Hero, cansada
de mirar hacia Bizancio
rendida, aunque enamorada,
la hizo dormirse el cansancio.


- IV -


   Y esto su amor no mancilla,
pues todas, lo mismo que Hero,
tienen el cuerpo de arcilla
aun teniendo alma de acero.


- V -


   Y lo más triste es, que apenas
la pobre Hero se durmió,
cuando un aire desde Atenas
la luz, soplando, apagó.


- VI -


   Viendo él la luz apagada,
sintió aquel olvido tanto,
que maldiciendo a su amada,
abrasó el mar con su llanto.


- VII -


    Y queriendo, o sin querer,
de pena se dejó ahogar,
sin que él pudiese saber
si le ahogó el llanto o la mar.


- VIII -


   Lo cierto es que al desdichado,
al rayo del sol primero,
la tormenta le echó, ahogado,
al pie de la torre de Hero.


- IX -


   Y cuando muerto le vio
Hero, cual Leandro fiel,
se arrojó al agua y murió,
como él, por él, y con él.


- X -


   ¡Que ellas, fuertes en amar
y flacas en resistir,
si duermen para esperar,
despiertan para morir!




ArribaAbajo- LXII -


Guardas inútiles



- I -


- Ya anocheció: ¿quieres que hablemos, Lola,
      aquí, a solas los dos?
- La que es buena, señor, nunca está sola,
pues está con su madre o está con Dios.


- II -


- Lola, ¿es verdad que un día os encontraron
      solos, allí, a los dos?
- Eso es porque aquel día se quedaron
mi madre en casa y en el cielo Dios.




ArribaAbajo- LXII -


Contrastes



- I -


   ¡Mucho le amaste y te amó!
¿Recuerdas por quién lo digo?
Era tu amante y mi amigo.
¡Amaba, sufrió... y murió!
Cuando su entierro pasó,
todos te oyeron gemir.
Mas yo, Inés, al presentir
que le habías de olvidar,
sentí, viéndote llorar,
la tentación de reír.


- II -


   Al año justo ¡oh traición!
al baile fui de tu boda,
y allí.. cual la villa toda,
vi el gozo en tu corazón.
¿Y el muerto? ¡En el panteón!
¡Ay! cuando olvidada de él
a otro jurabas ser fiel,
yo, al verte reír, gemí,
y dos lágrimas vertí
¡amargas como la hiel!


- III -


   Primero amor: ¡luego olvido!
Aquí tienes explicado
por qué en el baile he llorado
y en el entierro he reído.
¡Siempre este contraste ha sido
ley del sentir y el pensar!
¡Por eso no hay que extrañar
que quien lee en lo porvenir,
vaya a un entierro a reír
y acuda a un baile a llorar!




ArribaAbajo- LXIV -


El gran Proteo

   Porque amaste en tres años a tres hombres,
¿te juzgas una infiel? No, vida mía.
El amor se transforma, y no varía;
un mismo amor puede tener mil nombres.




ArribaAbajo- LXV -


Los progresos del amor



- I -


   Así un esposo le escribió a su esposa:
«- O vienes, o me voy. Te amo de modo
¡que es imposible que yo viva, hermosa,
      un mes lejos de ti!
   ¡Mi amor es, tan profundo, tan profundo,
que te prefiero a todo, a todo, a todo!...»-
Y ella exclamó:- «¡No hay nada en este mundo
      que él quiera como a mí!»-


- II -


   Mas pasan unos meses... y la escribe:
«- ¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!
¡Sólo él, él sólo, en mis entrañas vive!
      Piensa en él más que en ti.
   Su cuna se pondrá junto a mi cama.
No hay cielo para mí más que a su lado.»
Y ella prorrumpe:- «¡Es que, el ingrato, ya ama
      al hijo más que a mí!»


- III -


   Después de algunos años la escribía:
«- Espérame. Ya sabes lo que quiero:
Mucho orden, mucha paz y economía.
      ¿Estás? Yo soy así.
   Cierra el coche; me espanta el reumatismo.
Avísale que voy al cocinero.»-
Y ella pensó:- «¡Se quiere ya a sí mismo
más que al hijo y que a mí!»




ArribaAbajo- LXVI -


El último amor



- I -


   Ve un hombre amante a una mujer muy bella;
mas por fatal disposición del hado,
      ella es más joven y él
calla su amor, porque le apartan de ella
treinta años, en que el triste ha derramado
      un mar de llanto y hiel.


- II -


   ¿Qué pasa luego? Nada. Que entretanto
que ella un amor inmenso, aunque tardío,
      mira en él con piedad,
por la parte de allá del mar de llanto,
«- Adiós- dice él,- último sueño mío,
      hasta la eternidad!...»




ArribaAbajo- LXVII -


Venus sacratísima

Una estatua de Venus Citerea
vio un Abad en un huerto, abandonado;
      la vistió, y con fervor
llevándosela al templo de una aldea,
transformó aquella afrenta del pasado
      en virgen del pudor.
¡Grande impiedad! La Diosa que en Oriente
se hace adorar, porque al desnudo ostenta
      su hermosura carnal,
cubierta con un velo, en Occidente
encantando a los fieles, representa
      la belleza moral!
¡Hondos misterios de la fe, que ignoro!
Se deja Venus contemplar sin velo,
      y es ideal lo real.
Mas se cubre después con seda y oro,
y Venus pasa del Olimpo al Cielo,
      y es lo real ideal.




ArribaAbajo- LXVIII -


Una cita en el cielo


   «En la noche del día de mi santo»
(A Londres me escribiste),
«mira la estrella que miramos tanto
la noche en que partiste.»-

   Pasó la noche de aquel día, y luego
me escribiste exaltada:
- «Uní en la estrella a tu mirar de fuego
mi amorosa mirada.»-

   Mas todo fue ilusión; la noche aquella,
con harta pena mía,
no pude ver nuestra querida estrella...
porque en Londres llovía.




ArribaAbajo- LXIX -


Rosas y fresas



- I -


   Porque lleno de amor te mandé un día
una rosa entre fresas, Juana mía,
tu boca, con que a todos embelesas,
besó la rosa sin comer las fresas.


- II -


   Al mes de tu pasión, una mañana
te envié otra rosa entre las fresas, Juana;
mas tu boca, con ansia, y no amorosa,
comió las fresas sin besar la rosa.




ArribaAbajo- LXX -


El gran festín


   De un junco desprendido, a una corriente
      un gusano cayó;
y una trucha, saltando de repente,
voraz se lo tragó.
   Un martín-pescador cogió a la trucha
      con carnívoro afán;
y al pájaro después, tras fiera lucha,
      lo apresó un gavilán.
   Vengando esta cruel carnicería,
      un diestro cazador
dio un tiro al gavilán, que se comía
      al martín-pescador.
Pero ¡ay! ¡al cazador desventurado
      que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia, y en vedado,
      un guarda lo mató.
A otros nuevos gusanos dará vida
      del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
      a empezar otra vez.

   ¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos
      ¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
      del universo en el atroz festín?...




ArribaAbajo- LXXI -


Caballos y caballeros



- I -


   Cercado un francés quedó;
pero, escapando ligero
el caballo, al caballero
de los prusianos salvó.
   De éstos el corcel huyó
con tanto ardor y constancia,
que el francés con arrogancia
después que pasó el rastrillo
desde su propio castillo
libre gritó: «¡Viva Francia!»


- II -


   Sitiado por hambre, y fiero
destrozándolo a sablazos,
se fue comiendo a pedazos
al caballo el caballero.
   - Al que lo salvó primero
lo pudo él matar después?-
¡Sí! Por un vil interés
hacen mil gentes que callo
lo que hizo con su caballo
el caballero francés!




ArribaAbajo- LXXII -


Lo que es el Olimpo

   ¿Qué es el Olimpo?- Para el niño un juego
de pájaros, de músicas y flores.
¿Qué es para el joven?- Lupanar de amores,
eterna forma del Olimpo griego.
¿Qué es para el hombre?- Para el hombre ciego
es un templo de glorias y de honores;
y el viejo se lo finge en sus dolores
como un rincón de paz y de sosiego.-
Y el viejo ya senil ¿en qué convierte
del Olimpo la espléndida morada?
En un «no ser»,que es menos que la muerte.
Así la infancia y la vejez helada
van cambiando el Olimpo de esta suerte
en flores, en amor, en paz, en nada!




ArribaAbajo- LXXIII -


Viaje redondo



- I -


A la ida


   Parte el buque, y lo bate inútilmente
      la tempestad. ¿Por qué?
Porque, al ir, la tormenta es impotente
      contra el genio y la fe.

   Sobre el buque los pájaros cayeron
      cansados de sufrir.
Los hombres sin piedad se los comieron,
      salió el sol, y ¡a vivir!

   ¡Qué hermoso es el principio de la vida!
      ¡Sentir, creer, triunfar!
¡Un viaje, en buque nuevo, es a la ida
      un festín sobre el mar!


- II -


A la vuelta


   Nada a la vuelta a resistir alcanza
      los ímpetus del mar.
¡Sin juventud, sin fe, sin esperanza,
      es inútil luchar!

   De pedazos del buque haciendo naves,
      y ansiando otro festín,
en cómoda actitud vieron las aves
      del naufragio hasta el fin.

   Y haciendo ellas después lo que antes vieron,
      con un hambre voraz
las aves a los hombres se comieron...
      ¡y todo quedó en paz!




ArribaAbajo - LXXIV -


Los tres guardapelos



- I -


   La madre de mi amor que está en el cielo
cuando era niño aún, como un tesoro
llevaba en un hermoso guardapelo
cabellos míos del color del oro.


- II -


   Otra mujer que con el alma toda
me quiere, tan leal como hechicera
aún guarda desde el día de mi boda
un rizo de mi oscura cabellera.


- III -


   ¡Ay! como nadie por horror al frío
quiere hoy tocar de mi cabeza al hielo,
ya sólo para ti, cabello mío,
mi sepulcro será tu guardapelo!