Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoLibro tercero

Fábulas



ArribaAbajoSección política




ArribaAbajoFábula primera


Insuficiencia de las leyes


El reino de los beodos

   Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
      «- Ninguno, cate el vino.»-
      Con júbilo el más, loco
aplaudiose la ley, por costar poco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
      y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañando que el pueblo no la entienda,
el Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: «Ninguno cate el vino»,
añadió «blanco», al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
      Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
      «- Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto», -les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
   Tercera vez burlado,
«- No es eso, no señor», dijo el 'Senado;
«o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino».-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeréis que luego lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de este modo al cesar dio un manifiesto:
«La ley es red, en la que siempre se halla
      descompuesta una malla,
por donde el ruin que en su razón no fía,
se evade suspicaz...» ¡Qué bien decía!
      Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
      «Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala».




ArribaAbajoFábula II


Instituciones inútiles


El arquitecto y el andamio

   Quitó el andamio Simón
después que una casa hubo hecho,
y el andamio con despecho
exclamó: «¡Qué ingrata acción!»
   A tan necia exclamación
dijo Simón muy formal:
«- Quitarte antes, animal,
fuera imprudencia no escasa;
mas después de hecha la casa,
¿hay cosa más natural?»




ArribaAbajoFábula III


La igualdad


La col y la rosa

   Una col, en un cercado,
probaba a una rosa bella
que era tan buena como ella,
y aun de una tierra mejor.
«Mas aunque de cuna iguales,
dijo un pepino, ¡mastuerza!
¿dejarás tú de ser «berza»,
mientras que ella es una «flor»?»




ArribaAbajoFábula IV


Pelear por un mismo fin


Guerras civiles

   Era un reino infeliz en donde altivo,
un partido de «olivo» un dios quería,
y otro partido que en el reino había
pidió el dios de «aceituno» en vez de olivo.
Clamando guerra en su furor activo,
al golpe asolador del hacha impía
fue tumba universal la monarquía;
de un yermo la nación fue ejemplo vivo.
   Hecho el dios de aceituno a sus antojos,
un partido en sus glorias importuno,
lo encumbró sobre míseros despojos:
hasta que, el dios mirando de aceituno,
vieron por fin con desolados ojos
«que aceituno y olivo era todo uno».




ArribaAbajoFábula V


Percances


El ladrón y el sargento

   De los reyes con perdón,
oculto en cuanto robaba,
en un árbol se sentaba,
como en un trono, un ladrón.
Cogió un sargento al bribón
y al árbol le ahorcó en su encono.
Sepa algún rey en su abono
que a veces Dios, y no es falso,
ya hace un trono de un cadalso,
ya hace un cadalso de un trono.




ArribaAbajoFábula VI


Tiranías justas

«-¿Para qué llevas a ese mono? ¡estúpido!»
      (dijo a un oso un lebrel.)
- Porque el dueño que ves, (responde el mísero)
      »me hace cargar con él.»
«- Pues rómpele de un trompis los omóplatos»
      (el lebrel replicó.)
Fue el oso a ejecutarlo; pero súbito
      miró al dueño y tembló.
«- Muera y no temas (el lebrel famélico
      le volvió a replicar;)
«no llevara yo en hombros a ese títere»
      »estando en tu lugar.
»Ser el burro de un mono es muy ridículo»
      (proseguía el lebrel;)
(mata al dueño también, ya que tiránico
      »le hace cargar con él.
»Yo sé de pueblos que después que imbéciles
      »el oso hicieron bien,
»arrogantes mataron a sus déspotas;
      »mátalos tú también.
»O vaya andando, como tú, ese zángano,
      »en perfecta igualdad,
»si no, tus cadenas rompe heroico:
      »viva la libertad!»-
Con calma escuchó el dueño esta filípica
      sin sentido común,
y, dando un par al oso con el látigo,
      dijo:- «¡Valiente atún!
»El oso, el mono y yo, lebrel sin cálculo,
      »hacemos una grey,
»en el cual oso y mono son los súbditos,
      »mientras yo soy el rey.
»El oso, inepto, por mis reales órdenes,
      »va andando con sus pies,
»y el mono va sobre él, porque su mérito
      »nos mantiene a los tres.
»Justo es que sirva a mono tan benéfico
      »el oso de alazán;
»pues para seres como este oso indómito
      »no hay más que «palo y pan.»
«¡A los necios baldón; gloria a los útiles!»
      «esto manda la ley,
»agur, señor lebrel; vos, oso bárbaro,
      »seguid, y ¡viva el rey!»-


Yo no sé si arengó como un estólido
      el patriota animal;
pero responda el respetable público:
      ¿habló el dueño tan mal?




ArribaAbajoSección religiosa

Dios es causa de las causas





ArribaAbajoFábula


La urraca, la rama, el árbol, la tierra y el sol

   Al lado de una iglesia un olmo había,
desde donde una urraca escuchó un día
que un fraile predicaba de este modo:
«Dios todo lo hace, y lo dispone todo.»
Torciendo entonces el agudo gesto,
dijo la atea urraca:- «Por supuesto,
Dios dispondrá si quiere de lo suyo,
porque yo sin sus órdenes arguyo
      que ya corro, ya vuelo,
      según me viene a pelo,
y, aunque su ley traspase soberana,
hoy canto aquí porque me da la gana.»-
      «- Porque yo te sustento
(dijo la rama con sutil acento),
gracias al tronco adusto
      que me encumbra robusto.»-
      «- Yo (con acento ronco
      gritó a la rama el tronco)
te encumbro a ti, porque la tierra amante
con brazo creador me alzó triunfante.»
«- Y yo te levanté (dijo la tierra,
sus entrañas abriendo en son que aterra),
porque ese sol que de su luz me inunda
con sus rayos mis gérmenes fecunda.»
«- Y yo (contestó el sol de orgullo lleno,
con voz de quien es eco el bronco trueno)
porque el potente Ser que todo lo hizo
      desde mi trono alzado
hasta el último fin de lo increado,
cual don con que su alteza manifiesta
¡la clara sombra de su luz me presta!»-
Desde entonces la urraca,
con una fe que su temor aplaca,
cuando oye prorrumpir en el otero:
«yo canto estas rondeñas porque quiero»;
«- cantáis porque Dios quiere ¡bachilleras!»
      (grita a sus compañeras:)
«- ¿cómo ultrajáis al cielo de ese modo?
«Dios todo lo hace, y lo dispone todo».