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Elegía II


De mi vida


ArribaAbajo    ¿Dónde hallar podré paz? ¿el pecho mío,
Como alivio tendrá? ¿de mi deseo
Quien bastará a templar el desvarío?

    Quanto imagino, quanto entiendo y veo
Todo enciende mi mal; todo alimenta  5
Mi furor en su ciego devaneo.

    Se alza espléndido el sol y el mundo alienta
De vida y acción lleno; a mí enojosa
Brilla su luz, y mi dolor fomenta

    Corre el velo la noche pavorosa  10
Bañando en alto sueño a los mortales,
Y en plácida quietud todo reposa:

    Yo solo en vela en ansias infernales
Gimo, y el llanto mis mexillas ara,
Y al cielo envío mis eternos males.  15

    ¡Ay! ¡la suerte enemiga quan avara
Desde la cuna se ostentó conmigo!
Jamás el bien busqué, que el mal no hallara.

    En cuitada orfandad, niño, de abrigo
Falto, solo en el mando, quien me hiciese  20
No hallé un halago, o me abrazase amigo.

    ¿Justicia pudo ser que así naciese
Para ser infeliz? ¿que de mi seno
Nunca el gozo señor ni un punto fuese?

    ¿Nacen los hombres a penar? ¿ageno  25
Es el bien de la tierra? ¿o me castigas
A mí tan solo, Dios elemente y bueno?

    Perdona mi impaciencia, si me obligas
A tan míseras quejas: ¿por qué el crudo
Dolor un breve punto no mitigas?  30

    ¿Por qué, por qué me hieres tan sañudo?
¿Quieres, justo Hacedor, romper tu hechura?
¿El polvo ¡ay padre! en que ofenderte pudo?

    Da paz a este mi pecho: de la obscura
Tiniebla en que mis pies envueltos veo,  35
Llévame por tu diestra a la luz pura.

    El iluso y frenético deseo
Rige, Señor, con valedora mano,
Y haz la santa virtud mi eterno empleo.

    Yo de mí nada puedo: que liviano,  40
Si asirle quiero, escapa; si frenarle,
De mi flaco poder se burla insano.

    ¡Quantas! ¡o quantas veces arrancarle
Del abismo do está! ¡quantas del puro,
Del casto bien propuse enamorarle!  45

    ¡O si alcanzase en soledad seguro
Vivir al menos, exclamé llorando!
Mi estado fuera entonces menos duro.

    Ferviente hasta el gran Ser la mente alzando,
La quieta noche, el turbulento día  50
Pasara yo sus obras contemplando.

    Con el alba la célica armonía
De las aves del sueño me llamara,
Y a las suyas mi lengua se uniría

    A adorar su bondad: quando vibrara  55
Más sus fuegos el sol, del bosque hojoso
La sombra misteriosa me guardara:

    Si su pendón la noche silencioso
Alzara, y en su trono, la alba luna
Bañara el mundo en esplendor gracioso,  60

    Yo sus pasos siguiendo de una en una
Recordara, seguro de más daños,
Las vueltas que en mí usara la fortuna.

    Allí alegre riyera sus engaños,
Su falaz ofrecer, el devaneo  65
De mis perdidos juveniles años.

    Amé, y hallé dolor: volví el deseo
A las ciencias, creyendo que serían
Al alma enferma saludable empleo;

    Las ciencias me burlaron: me ofrecían  70
Remedios que mis llagas irritaban,
Y a la hidalga razón grillos ponían.

    Dexélas, y corrí do me llamaban
La oficiosa ambición y los honores
Entre mil, que sus premios anhelaban;  75

    Mas fastidiéme al punto, y a las flores
Me torné del placer tras un mentido
Bien, que a mi pecho causa mil dolores.

    ¡O! ¡hubiese siempre en soledad vivido!
¡Siempre del mundo al ídolo cerrado  80
Los ojos, y a su voz mi incauto oído!

    Y hubiera tantas ansias excusado,
Tanto miedo, y vergüenza y cruda pena,
Vigilia tanta en lágrimas bañado.

    Pero el cielo parece que condena  85
Los hombres al error, y que se place
En que arrastren del vicio la cadena:

    Nunca el seguro bien nos satisface;
El placer nos fascina; la paz santa
Morada nunca entre sus flores hace.  90

    ¿Quién hay que huele con segura planta
La ardua senda del bien? ¿y quién perdida,
La torna a hallar, y en ella se adelanta?

    Toda es escollos nuestra frágil vida:
Tiende el vicio la red, y la dañosa  95
Ocasión por mil artes nos convida.

    El deseo es osado, quan medrosa
Y flaca la razón: a quien el oro,
A quien mirada encanta cariñosa:

    Otro al son corre del clarín sonoro  100
Tras la gloria fatal, y en grato acento
Le suena el bronce horrible, el triste lloro:

    Aquel con impía audacia al elemento
Voluble se abandona en frágil nave,
Y los monstruos dél mira contento.  105

    Nadie se rige por razón, ni sabe
Que codicia, que teme, que desea,
Qual cosa vitupere y qual alabe.

    Así el hombre felice devanea
Sin que jamás el justo medio acierte,  110
Y el mal de todos lados le rodea,
Hasta que da por término en la muerte.




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Discursos




Discurso I


La despedida del anciano25


ArribaAbajo   Por un valle solitario,
Poblado de espesas hayas
Que a la silenciosa luna
Cierran el paso enramadas,
Un anciano venerable,  5
A quien de la dulce patria
Echan el odio y la envidia,
Con inciertos pasos vaga.
De quando en quando los ojos
Vuelve hacia atrás y se para.  10
Y ahogársele el pecho siente
Con mil memorias aciagas.

    ¡O! ¡quiera el cielo benigno
En voz dolorida exclama,
Que sobre ti, patria ciega,  15
Mi persecución no cayga!
Tú te ofendes de los buenos,
Y de tus hijos madrastra
Sus virtudes con oprobrios,
Con grillos sus luces pagas.  20
Si la calumnia apadrinas,
La desidia y la ignorancia,
¿Dónde los varones sabios
Podrás hallar que hoy te faltan?
La verdad ser gusta libre,  25
Y con el honor se inflama:
Él no preciarla la ahuyenta,
Las cárceles la degradan.
Nunca el saber fue dañoso,
Ni nunca ser supo esclava  30
La virtud: si ciudadanos
Quieres, eleva las almas.
¡Que carrera tan inmensa
Se te descubre! labranza,
Población, letras, costumbres,  35
Todo tu atención aguarda.
Aduladores te pierden,
Que tus dolencias regalan:
Cierra el pecho a sus consejos,
Y el oído a sus falacias.  40
Las virtudes son severas,
Y la verdad es amarga:
Quien te la dice te aprecia,
Y quien te adula te agravia.
Contempla la edad augusta,  45
Quando en tu seno brillaban
Mil héroes, dichosa envidia
De las naciones extrañas;
Siglo de oro de tus glorias,
En que a la tierra humillada  50
Enseñoreaste a un tiempo
Con las letras y las armas.
¿Qué se hiciera de tus timbres?
¿De la sangre derramada
De tus valerosos hijos  55
Qual fruto, dime, sacaras?
¿Por qué al menos no los premias,
Y su virtud nos consagras
En honrosas inscripciones,
Y en inmortales estatuas?  60
A tu juventud presentas,
Quando aun no sabe imitarlas,
Las venganzas y adulterios
De las deidades paganas;
¿Y un Pelayo, y un Ramiro,  65
Y otros mil que con su lanza
Quebrantaron las cadenas
Do gemías aherrojada,
En olvido sempiterno
Será que sumidos yazgan?  70
¡O mengua! ¡o descuido! ¡o siglo!
¡Quan mal el mérito ensalzas!
Vieran sus débiles nietos
En sus venerables canas
Las virtudes, que les dieron  75
Nombre eterno, retratadas.
En esto, en esto debieras
Gastar los montes de plata,
Que de las remotas Indias
Traen las flotas a tus playas.  80
El labrador descendiente
De aquellos que por su espada
Te las dieron, con gemidos
Tristes el pan te demanda.
Su miserable familia  85
Por lecho tiene unas pajas;
¿Y tú en locas vanidades
Sumas inmensas derramas?
¡Guarte, que a tu fin caminas!
El velo fatal arranca  90
De tus ojos, y contempla,
Contempla ¡infeliz! tus llagas.
Esos superfluos tocados,
Esos ayrones y gasas
Que te ofrece el extrangero,  95
Venenos son que te acaban.
Con la virtud de tus hijos
Los compras: tus recatadas
Antiguas fembras ¡o tiempos!
Del vicio mismo hoy se jactan.  100
Miralas la frente erguida,
Que altaneras y livianas
Qual vano pavón provocan
La juventud castellana.
Un tiempo fue, quando apenas  105
En lo interior de su casa,
Como deidad la matrona
A sus deudos se mostrara.
Las labores y los hijos,
Entre dueñas y criadas,  110
Del alba a la media noche
Santamente la ocupaban;
Ir hoy del adúltero al lado
Sin seso calles y plazas
Corre impudente, y abona  115
Las más viles cortesanas.
Ve tus jóvenes perdidos;
Y dile a su degradada
Naturaleza, que al moro
A la Libia volver haga.  120
Sus rizadas trenzas mira,
Entre polvos y fragancia
Mentir del sesudo anciano
La cabellera nevada:
Quando del femenil sexo  125
Usurpan dixes y galas,
Y de fatiga incapaces
Un sol, un soplo los aja.
¿Do están los brazos velludos,
De cuyo esfuerzo temblaran  130
Un tiempo la Holanda indócil
Y la discorde Alemania?
¿Dónde aquellos altos pechos,
Que en las Cortes de la patria
Su dignidad sostenían,  135
Y sus sanciones dictaban?
¿Dónde aquellos de virtudes
Dechado augusto, en la Italia
Elocuentes defensores
De las vacilantes aras?  140
¿Dónde el candor castellano,
La parsimonia, la llana
Fe, que entre todos los pueblos
Al español señalaban?
Faltó el entusiasmo honroso,  145
La generosa crianza
Faltó, que un héroe algún día
De cada hidalgo formara.
El hijo del padre al lado
Aprendió de sus palabras  150
La prudencia, y de su diestra
El manejo de las armas.
Regir un bridón indócil
Supo, la cota acerada
Sufrir, y de sus vasallos  155
Responder a las demandas.
Vivió en sus campos entre ellos,
Vio del cultivo las ansias,
Y apreciar supo la espiga
En triste sudor regada.  160
Ni se desdeñó a su mesa
De admitirlos, que a la usanza
Española los aliños
Peregrinos ignorara.
Con ellos partió sus bienes:  165
Entró a la humilde cabaña
Del pobre, y trató las bodas
De la inocente aldeana.
Mas hoy todo se ha trocado:
Las ciudades desoladas  170
Por su nobleza preguntan
Por sus ricos hombres claman;
Mientras ellos en la corte,
En juegos, banquetes, damas,
El oro de sus estados  175
Con ciego furor malgastan.
Y el labrador indigente,
Solo llorando en la parva
Ve el trigo que el mayordomo
Inhumano le arrebata.  180
¿Son para aquesto señores?
¿Para esto vela y afana
El infelice colono,
Expuesto al sol y la escarcha?
Mejor, sí, mejor sus canes  185
Y las bestias en sus quadras
Están: ¡Justo Dios! ¿son estas,
Son estas tus leyes santas?
¿Destinaste a esclavos viles
A los pobres? ¿de otra masa  190
Es el noble que el plebeyo?
¿Tu ley a todos no iguala?
¿No somos todos tus hijos?
¿Y esto ves, y fácil callas?
¿Y contra el déspota injusto  195
Tu diestra al débil no ampara?
¡Ah! sepan que con sus timbres
Y sus carrozas doradas
La virtud los aborrece,
Y la razón los infama.  200
Sólo es noble ante sus ojos
El que es útil y trabaja,
Y en el sudor de su frente
Su honroso sustento gana.
Ella busca y se complace  205
Del artesano en la hollada
Familia, y sus crudas penas
Con gemidos acompaña.
Allí el triste se conduele
Del triste, y con mano blanda  210
Le da el alivio, que el rico
En faz cruda le negara.
Allí encuentra las virtudes;
Allí la muger es casta,
Y los obedientes hijos  215
Qual un Dios al padre acatan,
Mientras en los altos techos
La discordia su impía rabia
Sopla, y tras la vil codicia
A todos los vicios llama.  220
La madre al hijuelo tierno
Echa del pecho inhumana,
Partiendo su nombre augusto
Con la triste mercenaria.
En vano las vivas fuentes  225
De dulce néctar la sabia
Providencia le abre, en vano
La enfermedad le amenaza:
Otros gustos la entretienen;
Salga el tierno infante, salga,  230
Que sus débiles gemidos
Los adúlteros espantan.
¡Ministros de Dios! ¿qué es esto?
¿Cómo no clamáis? ¿la espada
Del anatema terrible  235
Por que ha de estar en la vayna?
Ciérrese, ciérrese el templo.
Nótese de eterna infamia,
A quien cierra a un inocente
Insensible las entrañas.  240
De aquí el mal, la peste toda
De las familias, que abrasa
El cuerpo entero, y anuncia
La ruina más infausta.
El padre busca otros lechos;  245
El hermano de la hermana
No es conocido; y la madre
Es para entrambos extraña.
El ciego interés completa
La desunión: él consagra,  250
A Dios la virgen, o al necio
Vicioso y rico la enlaza.
Llore la infelice, llore,
Y víctima desdichada
El cuello al yugo someta,  255
Que qual dogal ha de ahogarla.
Llore, llore; que al hermano
La ley de su alta prosapia
Pasó las rentas, y a ella
La destinó a ser esclava.  260
¡Justo Carlos! ¿a tu trono
Sus vivas quejas no alcanzan?
Si les prestas blando oído,
¿Por qué el remedio nos tardas?
¿Por qué estos bárbaros usos  265
Que a naturaleza ultrajan,
Y a los que ella iguales hizo
Tus leyes no los igualan?
¡O interés! tú solo eres,
Tú de tantos males causa;  270
Y en su cólera los cielos
En los pechos te sembraran,
Tú forjaste las cadenas
Del hombre; inhumano armas
Contra el padre al hijo, y soplas  275
De la sedición la llama.
Tú del mérito modesto
Mofas: al ruin ensalzas,
Y de la verdad divina
El labio angélico callas.  280
Tú al avaro mercadante,
Sin que muertes, ni borrascas
Favor en su pecho infundan,
Al vasto océano lanzas.
Tú de dañosas preseas  285
Su nave en las Islas cargas,
Y con ellas rica en vicios
Tornas con su peste a España.
¡Ay! ¡que a las orillas llega,
Y en ellas suelta entre salvas  290
Su ponzoña! ¡ay! ¡que la plebe
Bate viéndola las palmas!
Corred, corred, ciudadanos;
Hundid en las ondas bravas
Esos aromas y joyas,  295
Que lloros mil os preparan.
Perezcan por siempre en ellas,
Y eterno anatema cayga
Sobre el que a fiar tornare
Su vida a una frágil tabla.  300
Mas tú, siglo corrompido,
Que hasta los cielos levantas
Este interés, y lo adoras
La frente en tierra inclinada;
¿Tu instrucción es esta? ¿el fruto  305
Este de tus luces sabias?
¡O ciego! el abismo mira
Que baxo los pies te labras.
Imagina, inventa medios
De agotar toda la plata  310
De las minas: con tus naos
Inmensos piélagos pasa.
Los talleres multiplica;
Manchen la cándida lana
Ricos tintes; el capullo  315
Con prolixo afán trabaja.
Sustituye cada hora
Trages a trages, que ufana
La beldad vista en oprobrio
De su inocencia y sus gracias.  320
Pon premios a quien descubra
Un placer nuevo; proclama
Su fatal nombre, y altares
Al luxo execrable alza.
El oro tu afán, el oro  325
Solo tu afán sea; nada
Sino oro suene; él la guerra
Sople, la dulce paz haga.
Al taller tus hijos lleve;
De la tierra en las moradas  330
Hondas los suma; corone
Sus más heroycas hazañas.
Mas entre ellos ciudadanos
No busques, que sobre el ara
De la patria a morir corran  335
Con voluntad denodada.
No el pudor busques antiguo,
No el candor en las palabras,
Ni en sus corrompidos pechos
La inocencia, la paz alma.  340
El disfraz de las virtudes,
Un honor riego, una falsa
Probidad, la vil lisonja,
La sencillez afectada,
La astucia alzada en prudencia,  345
Las ceremonias en franca
Amistad, de Dios el nombre
Mofado con impía audacia:
He aquí los letales frutos
De la riqueza; a esto arrastra  350
Al corazón el culpable
Ciego ardor de atesorarlas.
Su falaz brillo los pechos
Fascina: del alto alcázar
A la choza humilde a todos  355
Devora su sed insana.
Todo es menos que ellas: letras,
Virtud, ascendencia clara,
Mérito, honor, nobles hechos,
Todo humilde las acata.  360
Las leyes yacen; sucede
Al amor del bien la helada
Indiferencia; en la sangre
Del pobre el rico se baña.
Los estados no se precian.  365
Por razón: quien más estafa
Es más honrado. La esteva
El labrador desampara;
Vuela a la corte, y vilmente
La libertad aldeana  370
Vende al rico, y sus virtudes
Con todos los vicios mancha.
El maestro de ellos, bien presto
Mil familias asoladas
Con su industria pestilente,  375
En oro y grandezas nada.
Elévase y tiraniza;
Funda un estado, y traspasa
Con él sus pérfidas artes
A su progenie bastarda.  380
Las fortunas son de un día;
El que es hoy señor, mañana
Mendiga: nada hay estable;
Todos trampean y engañan.
En medio en su trono de oro  385
La opulencia atroz con vara
De hierro y sañuda frente
Al pueblo agobia tirana.
Y tras ella, sí, tras ella...
¡Ah España infeliz!... en agua  390
Mi faz se inunda en tan cruda
Memoria, y la voz me falta.
¡Dios bueno! los ojos torna
Compasivo a mi plegaria,
Y echa de mi patria lejos  395
Los desastres que la amagan.
Y vosotros, castellanos,
Aun hay tiempo: las infaustas
Riquezas rendid gozosos
A la virtud, sacrosanta;  400
Tantos ínclitos abuelos
Recordad; no hagáis que baxa
Su progenie sierva sea
De superfluidades vanas.
Tengan vuestros enemigos  405
Su fatal luxo; mas haya
Honradez y ciudadanos,
Qual hubo un tiempo en España.

    Así el anciano decía
Entre lágrimas cansadas,  410
Y triste a caminar vuelve
Viendo que ríe ya el alba.

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