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ArribaAbajo

Sonetos




Al sr. Gaspar de Jovellanos, del consejo de S. M. Oidor en la Real Audiencia le Sevilla2


ArribaAbajo   Las blandas quejas de mi dulce lira,
Mil lágrimas, suspiros y dolores
Me agrada renovar, pues sus rigores
Piadoso el cielo por mi bien retira.

    El dichoso zagal que tierno admira  5
Su linda zagaleja entre las flores,
Y de su llama goza y sus favores,
Alegre cante lo que Amor le inspira.

    Yo llore solo de mi Fili ayrada
El altivo desdén con triste canto,  10
Que el eco lleve al mayoral Jovino,

    Alternando con cítara dorada,
Ya en tierno verso, o dolorido llanto,
Las dulces ansias de un amor divino.




Soneto I


El despecho


ArribaAbajo   Los ojos tristes, de llorar cansados,
Alzando al cielo su clemencia imploro;
Mas vuelven luego al encendido lloro,
Que el grave peso no los sufre alzados.

   Mil dolorosos ayes desdeñados  5
Son ¡ay! tras esto de la luz que adoro;
Y ni me alivia el día, ni mejoro
Con la callada noche mis cuidados.

    Huyo a la soledad, y va conmigo
Oculto el mal y nada me recrea;  10
En la ciudad en lágrimas me anego.

    Aborrezco mi ser y aunque maldigo
La vida, temo que la muerte aún sea
Remedio débil para tanto fuego.




Soneto II


El pronóstico


ArribaAbajo   No en vano, desdeñosa, su luz pura
Ha el cielo a tus ojuelos trasladado,
Y ornó de oro el cabello ensortijado,
Y dio a tu frente gracia. y hermosura.

    Esa encendida boca con ternura  5
Suspirará: tu seno regalado
De blando fuego bullirá agitado,
Y el rostro volverás con más dulzura.

   Tirsi, el felice Tirsi tus favores
Cogerá, altiva Clori, su deseo  10
Coronando en el tálamo dichoso,

    Los Cupidillos verterán mil flores,
Llamando en suaves himnos a Himeneo,
Y Amor su beso le dará gozoso.




Soneto III


El pensamiento


ArribaAbajo   Qual suele abeja inquieta revolando
por florido pensil entre mil rosas,
Hasta venir a hallar las más hermosas,
Andar con dulce trompa susurrando;

   Mas luego que las ve con vuelo blando  5
Baxa y bate las alas vagarosas,
y en medio de sus hojas olorosas
El delicado aroma está gozando:

    Así, mi bien, el pensamiento mío
Con dichosa zozobra por hallarte  10
Vagaba de amor libre por el suelo.

    Pero te vi, rendíme, y mi albedrío
Abrasado en tu luz goza al mirarte
Gracias que envidia de tu rostro el cielo.




Soneto IV


Las artes del amor


ArribaAbajo   Quiso el Amor que el corazón helado
De Nise ardiese, y le lanzó una flecha;
Mas dio al punto a sus pies mil partes hecha
Contra su seno de pudor murado.

    Solicítala en oro transformado,  5
Y al vil metal con altivez desecha.
Busca al vano favor; no le aprovecha,
Quedando en pruebas mil siempre burlado.

    Válese al fin de Tirsi que la adora:
Llama al tierno Himeneo, y oficioso  10
De la mano la arrastra al nupcial lecho.

    Victoria canta el Dios: de la pastora
Cesa el desdén, y en llanto delicioso
Qual nieve al sol se le derrite el pecho.




Soneto V


La paloma


ArribaAbajo   Suelta mi palomita pequeñuela
Y dexamela libre, ladrón fiero:
Suéltamela, pues ves quanto la quiero,
Y mi dolor con ella se consuela.

   Tú allá me la entretienes con cautela:  5
Dos noches no ha venido, aunque la espero,
¡Ay! si esta se detiene, cierto muero:
Suéltala ¡o crudo! y tú verás qual vuela.

    Si señas quieres, el color de nieve,
Manchadas las alitas, amorosa  10
La vista, y el arrullo soberano,

    Lumbroso el cuello y el piquito breve...
Mas suéltala, y verásla bulliciosa,
Qual viene y pica de mi palma el grano.




Soneto VI


Las ilusiones de la ausencia


ArribaAbajo   Hora pienso yo ver a mi señora
De gentil aldeana, y que el cabello
Libre le vaga por el albo cuello,
Cantando alegre al despertar la aurora.

    Hora que con cayada hecha pastora  5
Los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos,
Y hora que en ocio en la cabaña mora.

    Tierna hora ríe y va cogiendo flores,
A caza hora tras ella el monte sigo,  10
Y baylar en la fiesta hora la veo.

   Así ausente me alivio en mis dolores,
Y aunque sueño de amor es quanto digo,
El alma siente un celestial recreo.




Soneto VII


El ruego y la crueldad


ArribaAbajo    Huyes, Cinaris bella, y desdeñosa,
De mil dulces palabras olvidada,
Ni vuelves hacia mí la faz rosada,
Ni mi voz oyes por correr furiosa.

    ¡Ay! tente, tente a mi dolor piadosa,  5
Tente y yo callaré: no tu nevada
Planta la selva hiera enmarañada,
Qual la de Venus, quando erró llorosa.

    Ni aun respirar ya puedes de rendida.
Vuelve... ¡ay! ¡ay! vuelve... mas ¡dolor agudo!  10
Que por mejor correr suelta el cayado.

    Vuelve... dixo Damon; pero no oída
De la ingrata su voz, seguir no pudo
En encendidas lágrimas bañado.




Soneto VIII


El deseo y la desconfianza


ArribaAbajo   ¡O si el dolor que siento se acabara,
Y el bien que tanto anhelo se cumpliese!
¡Cómo por desdichado que hora fuese,
La más alta ventura no envidiara!

   Con la esperanza sola me aliviara,  5
Y por mucho que en tanto padeciese,
El gozo de que el mal su fin tuviese,
Lo amargo de la pena al fin templara.

    Por un instante de placer que hubiera
Coa júbilo mis ansias sufriría,  10
Ni en su eterno durar desfalleciera.

    Pero si es tal la desventura mía,
Que huyendo el bien, el daño persevera,
¡Que aguardar puedo en mi letal porfía!




Soneto IX


El propósito inútil


ArribaAbajo   Tiempo, adorada, fue, quando abrasado
Al fuego de tus lumbres celestiales
Osé mi honesta fe, mis dulces males
Cantar sin miedo en verso regalado.

    ¡Que de veces en lágrimas bañado  5
Me halló el alba besando tus umbrales,
O la lóbrega noche, siempre iguales
Mi ciego anhelo y tu desdén helado!

    Pasó aquel tiempo; mas la viva llama
De mil fiel pecho inextinguible dura,  10
Y hablar no puedo, aunque morir me veo.

    Huyo, y muy mas mi corazón se inflama;
Juro olvidarte, y crece mi ternura;
Y siempre a la razón vence el deseo.




Soneto X


La esquivez vencida


ArribaAbajo    No temas, simplecilla; del dichoso
Galán pastor no tardes la ventura:
Apenado a ti corre; su ternura
Premio al fin halle y su anhelar reposo.

    De rosa en la coyunda; el cuello hermoso  5
Pon al yugo feliz: la Copa apura
Que Amor te brinda, y de triunfar segura
Entra en lides suaves con tu esposo.

    ¡La vista tornas! ¡del nupcial abrazo
Huyes tímida y culpas sus ardores,  10
En rubor virginal la faz teñida!

    Mas Venus... Venus... su genial regazo
Sobre el lecho feliz llueve mil flores,
Que Filis coge, y la esquivez olvida.




Soneto XI


Las armas del amor


ArribaAbajo   De tus doradas hebras, mi señora,
Amor formó los lazos para asirme;
De tus bellos ojuelos para herirme
Las flechas y la llama abrasadora.

    Tu dulce boca, que el carmín colora,  5
Su púrpura le dio para rendirme;
Tus manos, si al encanto quise huirme,
Nieve que en fuego se me vuelve ahora.

    Tu voz suave, tu desdén fingido
Y el albo seno do el placer se anida,  10
Pábulo añaden al ardor primero.

    Amor con tales armas me ha rendido:
¡Ay armas celestiales! ¡ay mi vida!
Yo soy, yo quiero ser tu prisionero.




Soneto XII


La humilde reconvención


ArribaAbajo    Dame, traydor Aminta, y jamás sea
Tu candida Amarili desdeñosa,
La guirnalda de flores olorosa
Que a mis sienes ciñó la tierna Alcea.

    ¡Ay! dámela, cruel, y si aun desea  5
Tomar venganza tu pasión zelosa,
He aquí de mi manada una amorosa
Cordera, en torno fenecer la vea.

   ¡Ay! dámela, no tardes, que el precioso
Cabello ornó de la pastora mía,  10
Muy más que el oro del Ofir Inciente,

    Quando cantando en ademan gracioso
Y halagüeño mirar, merecí un día
Ceñir con ella su serena frente.




Soneto XIII


La resignación amorosa


ArribaAbajo   ¿Qué quieres, crudo Amor? dexa al cansado
Ánimo respirar solo un momento:
Baste el veneno en que abrasar me siento,
Y el dardo agudo al corazón clavado.

    Ni duermo, ni reposo, y de mi lado  5
Qual sombra huye el placer: ¡ah!¡que lamento
Suena en mi triste oído! De tormento
Basta. Amor, basta, pues de mí has triunfado.

    Le ruego así, y a mi dolor movido
Él me muestra la lumbre por que muero,  10
Puro rayo de angélica hermosura.

   Yo me postro a adorarla, y encendido
En fuego celestial, penar más quiero,
Y morir pido como gran ventura.




Soneto XIV


El ruego encarecido


ArribaAbajo    Dexa ya la cabaña, mi pastora,
Déxala, mi regalo y gloria mía:
Ven, que ya en el oriente raya el día,
Y el sol las cumbres de los montes dora.

    Ven, y al humilde pecho que te adora  5
Torna con tu presencia la alegría.
¡Ay! que tardas, y el alma desconfía;
¡Ay! ven, y alivia mi penar, señora.

    Texida una guirnalda de mil flores,
Y una fragrante delicada rosa  10
Te tengo, Filis, ya para en llegando.

    Darételas cantando mil amores,
Darételas, mi bien, y tú amorosa
Un beso me darás sabroso y blando.




Soneto XV


Los tristes recuerdos


ArribaAbajo    En este valle, do sin seso ahora
En muda soledad tu malhadado
Nombre ¡ay Fili!, repito, afortunado
Decirte osé: mi corazón te adora.

    Junto a este arroyo que tu muerte llora,  5
Te hallé cogiendo flores, y turbado
La guirnalda nupcial en tu dorado
Cabello puse, y te juré señora.

    Allí nos reveló sus deliciosos
Misterios la alma Venus, la sagrada  10
Tea encendiendo plácido Himeneo.

    ¡Ay! ¡dexadme, recuerdos dolorosos!
Mi Fili al claro olimpo fue robada,
Y yo en mil ansias fenecer me veo.




Soneto XVI


La fuga inútil


ArribaAbajo    Tímido corzo de cruel acero
El regalado pecho traspasado,
Ya el seno de la yerba emponzoñado
Por demás huye del veloz montero.

    En vano busca el agua, y el ligero  5
Cuerpo revuelve hacia el doliente lado.
Corre el veneno, y lanza congojado
La vida en un bramido lastimero.

    Así la flecha corazón clavada
Huyó en vano la muerte, revolviendo  10
El ánima a mil partes dolorida:

    Crece el veneno, y de la sangre helada
Se va el herido corazón cubriendo,
Y el fin se llega de mi triste vida.




Soneto XVII


En unas bodas


ArribaAbajo    He aquí el lecho nupcial... ¿tiemblas, amada?
¿Y para ti le ornó de gozo llena
Tu tierna madre? El corazón serena,
Y de santo pudor sube a él velada.

    También yo como tú temí engañada  5
Doblar el cuello a la feliz cadena;
Cedí, y dichosa fui: tu esposo pena,
Llega y colma su suerte afortunada.

    Veo asomar al Himeneo santo;
Que fausta ya Fecundidad te mira,  10
Y en maternal amor arder tu pecho.

    Llega... La virgen entre risa y llanto
Ansia y teme; la madre se retira,
Y corre Honestidad el nupcial lecho.




Soneto XVIII


El remordimiento


ArribaAbajo    Perdona, bella Cintia, al pecho mío ,
Si evita canto tu adorable llama,
Que Fili solo su fineza inflama,
Y él la idolatra aun en mármol frío.

    Si amarte intento, del silencio umbrío  5
Su voz infausta por venganza clama:
¿Así, me dice, ¡o pérfido! se ama?
¡Ay! ¡tiembla, tiembla mi furor, impío!

    Vuélveme a mi inocencia y a mi pura
Candidez virginal: tú de mi pecho  10
¡Aleve! ¡aleve! has la virtud lanzado.

    Vuélveme mi virtud... Su sombra obscura
Me sigue así, y en lágrimas deshecho
Me hallo en el duro suelo desmayado.




ArribaAbajo

Elegías




Elegía I


En un empeño temerario


ArribaAbajo    Amor, desdenes, ira y todo junto
El bando de la envidia y de los zelos
Se han unido en mi daño a un solo punto.

    La medrosa inquietud con mil desvelos
Cubre mi infeliz pecho de amargura:  5
Doy lástima a la tierra y a los cielos.

    Yo vi en mi daño una doncella pura,
Término de beldad y con mil dones,
Que exceden toda humana criatura.

    Sus ojos son de fuego; sus razones  10
Hacen al que las oye temblar luego,
Y encanta en su saber los corazones.

    Yo la miré y temí, y un blando fuego
Sentí que por mis venas discurría;
Y a todo lo demás halléme ciego.  15

    Volvióseme tristeza la alegría,
La paz del corazón tormenta brava,
Y obscuridad infausta el albo día.

    Nunca empero del daño me apartaba,
Mas antes vanamente confiado  20
Del puerto al ancho mar me abandonaba.

    Ni de nubes el cielo encapotado,
Ni de las roncas olas el bramido,
Ni el aquilón por ellas despeñado,

    Ni la negra tiniebla, ni el gemido  25
De los que anega el mar, ni de mi leño
El cruxir, ni el camino no sabido,

    Bastaron a apartarme del empeño,
Ni a volverme al lugar do me alejaba;
Que Amor me arrebataba a mi despeño.  30

    La orilla con los huesos blanqueaba
De muchos que perdieron ya la vida,
Y otros el viento por la mar llevaba:

    Yo alegre en tanto en rápida corrida,
Las olas iba de la mar cortando,  35
De la mar en mi daño embravecida,

    Y en necio error en el Amor fiando,
Que calmase aguardaba la tormenta,
Así a solas conmigo razonando:

    ¡O flaco corazón! ¿qué te amedrenta?  40
¿Que rezelas cobarde, o que te espanta,
Si un Dios tu vela y tu esperanza alienta?

    ¿Pretendes por ventura gloria tanta
Sin peligro alcanzar? ¡Ay! que la gloria
Es solo del que al riesgo se adelanta.  45

    Y aquel solo es el digno de memoria
Que trepa a la difícil aspereza,
Do eterna hará la fama su victoria.

    ¿No ves, no ves, cuitado, tu baxeza?
Pues alza ya los ojos a la cumbre  50
De aquella sobre humana gentileza.

    ¡O beldad celestial! ¡o gloria! ¡o lumbre!
¡O angélico semblante! ¡o luz del día!
Tu esplendor fausto mi tiniebla alumbre.

    Tú mi norte serás, serás mi guía,  55
Tú eres mi estrella, tú mi aurora hermosa:
Tuya es mi libertad y el alma mía.

    Yo sé que qual gigante despeñado
Seré al fin, o qual ícaro atrevido,
En medio el hondo mar precipitado.  60

    Sé que el ciego me arrastra embebecido
Donde pueda acabarme: sé mi engaño,
Y quan alto mi error haya crecido.

    Y el origen fatal de tanto daño
Sé para más dolor, y sé la llama  65
Donde ardí incauto para mal tamaño.

    Y sé como el tirano a sí me llama,
Y a mi rota barquilla en nada ayuda
Contra el sonante mar, que hinchado brama.

    Todo lo sé, señora; mas no muda  70
Su voto Amor, ni yo tornar pudiera,
Pues ya aun me veda que al remedio acuda.

    ¿Y qué gloria mayor, puesto que muera,
Que fenecer por vos? ¿quién lo alcanzara?
¡Ay! ¡si el crudo me oyese, y luego fuera!  75

    Mi fatal caro al menos lastimara
Vuestro pecho en crudeza empedernido,
Y aun piadoso quizá mi fin llorara.

    Con esto del camino no sabido
Pisara yo la senda confiado,  80
Y ni sombra temiera, ni alarido.

    Mas ¡ay mísero! ¡ay triste! que el ayrado
Mar se encrudece y amenaza el suelo,
Y a su furia el Amor me ha abandonado.

    Los vientos silban, se obscurece el cielo,  85
Cruxe frágil el leño, y donde miro,
Encuentro de la noche el negro velo.

    Me quejo, gimo y por demás suspiro:
La muerte a todos lados me saltea,
Y mi barca infeliz perdió ya el giro.  90

    Tal merece quien tanto devanea
Y a imposibles osado se aventura:
Si por su daño alguno los desea,
Sírvale de escarmiento mi locura.

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