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Poesías líricas

Lope de Vega



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I

   Gallardo pasea Zaide
puerta y calle de su dama,
que desea en gran manera
ver su imagen y adorarla,
porque se vido sin ella  5
en una ausencia muy larga,
que desdichas le sacaron
desterrado de Granada,
no por muerte de hombre alguno
ni por traidor a su dama,  10
mas por dar gusto a enemigos,
si es que en el moro se hallan,
porque es hidalgo en sus cosas
y tanto que al mundo espantan
sus larguezas, pues por ellas  15
el moro dejó su patria;
pero a Granada volvió
a pesar de vil canalla,
porque siendo un moro noble
enemigos nunca faltan.  20
Alzó la cabeza y vido
a su Zaida a la ventana,
tan bizarra y tan hermosa
que al sol quita su luz clara.
Zaida se huelga de ver  25
—10→
a quien ha entregado el alma,
tan turbada y tan alegre
y cuanto alegre turbada,
porque su grande desdicha
le dio nombre de casada,  30
aunque no por eso piensa
olvidar a quien bien ama.
El moro se regocija
y con dolor de su alma,
por no tener más lugar,  35
que el puesto no se le daba,
por ser el moro celoso
de quien es esposa Zaida,
en gozo, contento y penas
le envió aquestas palabras:  40
-¡Oh más hermosa y más bella
que la aurora aljofarada,
mora de los ojos míos,
que otra en beldad no te iguala!
Dime, ¿fáltate salud  45
después que el verme te falta?
Mas según la muestra has dado
amor es el que te falta.
Pues mira, diosa cruel,
lo que me cuestas del alma  50
y cuántas noches dormí
debajo de tus ventanas;
y mira que dos mil veces,
recreándome en tus faldas,
decías: -El firme amor  55
sólo entre los dos se halla.
Pues que por mí no ha quedado,
que cumplo, por mi desgracia,
lo que prometo una vez,
cúmplelo también, ingrata.  60
—11→
No pido más que te acuerdes,
mira mi humilde demanda,
pues en pensar sólo en ti
me ocupo tarde y mañana-.
Su prolijo razonar  65
creo el moro no acabara
si no faltara la lengua
que estaba medio turbada.
La mora tiene la suya
de tal suerte, que no acaba  70
de acabar de abrir la gloria
al moro con la palabra.
Vertiendo de entrambos ojos
perlas con que le aplacaba
al moro sus quejas tristes,  75
dijo la discreta Zaida:
-Zaide mío, a Alá prometo
de cumplirte la palabra
que es jamás no te olvidar,
pues no olvida quien bien ama;  80
pero yo no me aseguro
ni estoy de mí confiada,
que suele, el cuerpo presente,
ser la vigilia doblada,
y más que tú lisonjeas,  85
que ya lo tienes por gala,
de ser como aquí lo has dicho,
no habiendo en mí bueno nada.
Sé muy bien lo que te debo
y pluguiese a Alá quedara  90
hecho mi cuerpo pedazos
antes que yo me casara,
que no hay rato de contento
en mí, ni un punto se aparta
este mi moro enemigo  95
—12→
de mi lado y de mi cama,
y no me deja salir
ni asomarme a la ventana
ni hablar con mis amigas
ni hallarme en fiestas o zambras-.  100
No pudo escuchalla más
el moro, y así se aparta
hechos los ojos dos fuentes
de lágrimas que derrama.
Zaida, no menos que él,  105
se quita de la ventana,
y aunque apartaron los cuerpos,
juntas quedaron las almas.


II

   -Mira, Zaide, que te aviso
que no pases por mi calle  110
ni hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
ni preguntes en qué entiendo
ni quién viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento  115
o qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe.  120
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo jinete,  125
que danzas, cantas y tañes,
—13→
gentil hombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo,
señalado por linaje,  130
el gallo de las bravatas,
la nata de los donaires,
y pierdo mucho en perderte
y gano mucho en amarte,
y que si nacieras mudo  135
fuera posible adorarte;
y por este inconveniente
determino de dejarte,
que eres pródigo de lengua
y amargan tus libertades  140
y habrá menester ponerte
quien quisiere sustentarte
un alcázar en el pecho
y en los labios un alcaide.
Mucho pueden con las damas  145
los galanes de tus partes,
porque los quieren briosos,
que rompan y que desgarren;
mas tras esto, Zaide amigo,
si algún convite te hacen,  150
al plato de [sus] favores
quiere[n] que coma[s] y calle[s].
Costoso fue el que te hice;
venturoso fuera[s], Zaide,
si conservarme supieras  155
como supisme obligarme.
Apenas fuiste salido
de los jardines de Tarfe
cuando hiciste de la tuya
y de mi desdicha alarde.  160
A un morito mal nacido
—14→
me dicen que le enseñaste
la trenza de los cabellos
que te puse en el turbante.
No quiero que me la vuelvas  165
ni quiero que me la guardes,
mas quiero que entiendas, moro,
que en mi desgracia la traes.
También me certificaron
cómo le desafiaste  170
por las verdades que dijo,
que nunca fueran verdades.
De mala gana me río;
¡qué donoso disparate!
No guardas tú tu secreto  175
¿y quieres que otro le guarde?
No quiero admitir disculpa;
otra vez vuelvo a avisarte
que ésta será la postrera
que me hables y te hable-.  180
Dijo la discreta Zaida
a un altivo bencerraje
y al despedirle repite:
«Quien tal hace, que tal pague».


III

   -Di, Zaida, ¿de qué me avisas?  185
¿Quieres que muera y me calle?
No te fíes de mujeres
fundadas en disbarates.
Y si pregunté en qué entiendes
y quién viene a visitarte,  190
son fiestas de mis tormentos
ver qué colores te aplacen.
—15→
Dices que son por mi causa
las que en el rostro te salen;
por la tuya, con mis ojos,  195
tengo regada la calle.
Dícesme que estás corrida
de [que] Zaide poco sabe;
no sé poco, pues que supe
conocerte y adorarte.  200
Confiesas que soy valiente,
que tengo otras muchas partes;
pocas tengo pues no puedo
de una mentira vengarme;
mas ha querido mi suerte  205
que ya en quererme te canses;
no busques inconvenientes,
si no que quieres dejarme.
No entendí que eras mujer
a quien mentiras le placen,  210
mas tales son mis desdichas
que en mí lo imposible hacen;
hanme puesto en tal extremo
que el bien tengo por ultraje:
lóasme para hacerme  215
la nata de los galanes;
yo soy quien pierdo en perderte
y yo quien gano en amarte
y aunque hables en mi ofensa
no dexaré de adorarte.  220
Dices que si fuera mudo
fuera posible adorarme;
si en tu daño no lo he sido,
enmudezca en disculparme.
Si te ha ofendido mi vida  225
y si gustas de matarme,
—16→
basta decir que hablo mucho
para que el pesar me acabe.
Es mi pecho un fuerte muro
de tormentos inmortales  230
y mis labios son silencio,
que no han menester alcaide.
El hacer plato o banquete
es de hombres principales,
mas darles de sus favores  235
sólo pertenece a infantes.
Zaida cruel, que dijiste
que no supe conservarte:
mejor te supe obligar
que tú supiste pagarme.  240
Mienten las moras y moros
y miente el traidor de Zarque
que si yo le amenazara
bastara para matarle.
A ese perro mal nacido  245
a quien [yo] mostré el turbante
no fié yo del secreto;
en pecho bajo no cabe.
Yo le quitaré la vida
y escribiré con su sangre  250
lo que tú, Zaida, replicas:
«Quien tal hace, que tal pague».


IV

   El mayor Almoralife
de los buenos de Granada,
el de más seguro alfanje  255
y el de más temida lanza,
el sobrino de Zulema,
visorrey de la Alpujarra,
—17→
gran consejero en la paz,
fuerte y bravo en la batalla,  260
en socorro de su rey
se va a la mar desde Baza,
más animoso y galán
que el hijo del moro Audalla;
tanto que al mundo su nombre  265
seguras fianzas daba
que verdaderas saldrían
sus dichosas esperanzas.
Albornoz de seda verde
y de pajizo de gualda,  270
marlota de raso al uso,
de [verdes] lirios sembrada,
por mostrar que allá en la guerra
encubre con esperanzas
los lirios, que ya son verdes  275
y fueron flores moradas;
con cuatro moros detrás
solo en una yegua baya,
que quien quiere adelantarse
bien es que delante vaya,  280
recogiendo, pues la rienda
cesando el trote paraba
por no sentir por la posta
la ausencia de Felisalva.
Saca un retrato del pecho,  285
que aun a sacalle no basta,
porque salen tras la vista
las imágenes del alma.
   -Amada mora -le dice-,
que parece que me hablas  290
con ceño porque te dejo
y dejándote me agravias,
¿cómo me miras alegre,
—18→
pues yo te vi esta mañana
tan enojada conmigo  295
que contigo te enojabas?
Si no lloras como peña
que está dura y echa un agua,
¡mucho me quieren tus ojos,
mucho debo a tus entrañas!  300
Si el arrancar tus cabellos
no es sentimiento que engaña,
¡muchos cabellos, amiga,
por mi respeto te faltan!
Habla ya que a tu pintura  305
le darán vida mis ansias
dejando mi cuerpo triste
vacío y con fuerzas flacas.
Felisalva, no te entiendo,
las suertes están trocadas,  310
hoy callas tú y hablo yo,
ayer hablaste y callaba.
¡Malhaya aquel amador
que al retrato de su dama
le dice sus sentimientos,  315
pues que no sienten las tablas!
¡Malhaya aquel que la mira
en retrato mesurada,
él llorando, flaco y triste,
y ella compuesta y ufana!  320
¡Ay pundonor que me llevas
a meterme en una barca
y entre las ondas y el cielo
cargado de acero y malla!
¡Ay mis baños y jardines  325
que el mejor tiempo os dejara!
Mas si dejo mi contento
¿qué hago en dejar mi casa?
—19→
Amiga, por nuestro amor
que si vives en mi alma  330
suspirando me la envíes,
que no venceré sin alma-.
Con esto los cuatro moros
a media rienda le alcanzan;
esconde el retrato y pica  335
hablando de guerra y armas.


V

   De la armada de su rey
a Baza daba la vuelta
el mejor Almoralife,
sobrino del gran Zulema,  340
y aunque llegó a medianoche,
a pesar de las tinieblas
desde lejos divisaba
de su ciudad las almenas.
-Aquel chapitel es mío  345
con las águilas de César,
insignia de los romanos
que usurparon esta tierra.
La torre de Felisalva
apostaré que es aquélla,  350
que en fe de su dueño altivo
compite con las estrellas.
¡Oh gloria de mi esperanza
y esperanza de mi ausencia,
compañía de mi gusto,  355
soledad de mis querellas!
Si de mi alma quitares
los recelos que la quedan,
y algunas facilidades
—20→
que de tus gustos me cuentan,  360
si tu belleza estimaras
como estimo tu belleza
fueras ídolo de España
y fama de ajenas tierras-.
Dijo, y entrándose en Baza  365
a sus moros dio la yegua
y del barrio de su dama
las blancas paredes besa.
Hizo la seña que usaba
y al ruido de la seña  370
durmieron sus ansias vivas
y Felisalva despierta.
Salió luego a su balcón
y de pechos en las verjas
a su moro envía el alma,  375
que le abrazase por ella.
Apenas pueden hablarse
que la gloria de su pena
les hurtaba las palabras,
que en tal trance no son buenas.  380
Al fin la fuerza de amor
rompió al silencio la fuerza
porque sus querellas mudas
por declarar se revientan,
y la bella Felisalva  385
tan turbada cuanto bella,
estando atento su moro
a preguntalle comienza:
-Almoralife galán
¿cómo venís de la guerra?  390
¿Mataste tantos cristianos
como damas os esperan?
¿Mi retrato viene vivo
o murió de las sospechas
—21→
que a su triste original  395
le dan soledades vuestras?
Del vuestro sabré deciros
que parece que le pesa
de que faltándole el ver
vivir y mirarle pueda-.  400


VI

   En la prisión está Adulce
alegre porque se sabe
que está preso sin razón
y le quieren mal de balde.
Esto es causa que en el moro  405
es la pena menos grave,
pues no quiere libertad
si con ella han de culpalle.
Piensan que ha de hacer por fuerza
lo que de agrado no hace,  410
enmudeciendo las leyes
para que los mudos hablen.
Arrimado está a una reja
que hace más fuerte la cárcel,
pena un tiempo de traidores  415
castigo ya de leales.
Alzó los ojos al cielo
temiendo que se le cae
y dijo: -Siempre padezco
por leal y por amante.  420
¡Ay Aja ingrata! ¿Qué es esto,
que en medio de mis pesares
hallo viva la memoria
de mis bienes y mis males?
Y todo porque no pueda,  425
—22→
ingrata, desengañarme,
pues con quererte en naciendo
pienso que te quise tarde.
A otra reja me vi asido,
más baja, porque alcanzase  430
las promesas de tu boca,
puesto que ya no se guarden.
¿Cómo quieres, di, que crea
que el aire se las llevase,
estando los dos tan cerca  435
que apenas pasaba el aire?
¿Cómo no te desengañas
de que así quise engañarte
si en medio de los favores
siempre me viste cobarde?  440
¡Agora, ingrata, te pesa
de que te sirva y te ame
y no quieres ser querida
quizá por desobligarte!
¿Quién derribo por el suelo  445
el edificio admirable
que alzó amor a las estrellas,
de que apenas hay señales?
Déjanse sus ruinas
una piedra que declare  450
la mudanza que hizo el tiempo
sin poder jamás mudarme.
Mucho debo a sus amigos,
todos dicen que me guarde,
mas ¿de qué sirve, cruel,  455
si viene el consejo tarde?
¿De qué aprovecha el socorro
y que todo el pueblo llame
si está la casa abrasada
cuando la campana tañen?  460
—23→
¿Quieres, ingrata, que pierda
el premio de ser constante
y que si es la causa firme
que la pena sea mudable?
No, para tanta belleza  465
no hay tormento que sea grave,
pues la ofensa de quererte
se defiende con amarte.
Los ojos vuelve, enemiga,
y podrá ser que eso baste,  470
pues para corta ventura
cualquier favor será grande.
Verás lo mucho que quiero
y lo poco que me vale
y que no es bien que me pierda  475
donde es justo que me gane-.
Llamaron en esto al moro,
que le esperaba su paje,
que venía muy contento
con una carta que trae,  480
donde Adalifa le escribe
el pésame de sus males,
Y Adulce dijo: -¿Qué importa
si Aja gusta que me acaben?




ArribaAbajoRomances a Filis




XII

   Hortelano era Belardo
de las huertas de Valencia,
que los trabajos obligan
a lo que el hombre no piensa.
—24→
Pasado el hebrero loco,
flores para mayo siembra,
que quiere que su esperanza
dé fruto a la primavera.
El trébol para las niñas
pone al lado de la huerta,
por que la fruta de amor
de las tres hojas aprenda.
Albahacas amarillas,
a partes verdes y secas,
trasplanta para casadas
que pasan ya de los treinta
y para las viudas pone
muchos lirios y verbena,
porque lo verde del alma
encubre la saya negra.
Toronjil para muchachas
de aquellas que ya comienzan
a deletrear mentiras,
que hay poca verdad en ellas.
El apio a las opiladas
y a las preñadas almendras,
para melindrosas cardos
y ortigas para las viejas.
Lechugas para briosas
que cuando llueve se queman,
mastuerzo para las frías
y ajenjos para las feas.
De los vestidos que un tiempo
trujo en la Corte, de seda,
ha hecho para las aves
un espantajo de higuera.
Las lechuguillazas grandes,
almidonadas y tiesas
y el sombrero boleado
—25→
que adorna cuello y cabeza,
y sobre un jubón de raso
la más guarnecida cuera,
sin olvidarse las calzas
españolas y tudescas.
Andando regando un día,
viole en medio de la higuera
y riéndose de velle,
le dice desta manera:
-¡Oh ricos despojos
de mi edad primera
y trofeos vivos
de esperanzas muertas!
¡Qué bien parecéis
de dentro y de fuera,
sobre que habéis dado
fin a mi tragedia!
¡Galas y penachos
de mi soldadesca,
un tiempo colores
y agora tristeza!
Un día de Pascua
os llevé a mi aldea
por galas costosas,
invenciones nuevas.
Desde su balcón
me vio una doncella
con el pecho blanco
y la ceja negra.
Dejose burlar,
caseme con ella,
que es bien que se paguen
tan honrosas deudas.
Supo mi delito
aquella morena
—26→
que reinaba en Troya
cuando fue mi reina.
Hizo de mis cosas
una grande hoguera,
tomando venganzas
en plumas y letras.


XIII

   Mirando está las cenizas
de aquel saguntino fuego,
los vanos anfiteatros,
vivos ejemplos del tiempo,
Belardo, que allí llegó
con sus cabras y becerros,
antes morador del Tajo
y ya del río Monviedro;
y viendo entre sus ruinas
del tiempo tantos ejemplos
así le dice, llorando
sobre un peñasco de pechos:
-¿Quién se ha de poner contigo
a fuerza, tiempo ligero,
teniendo tantos testigos
de tus poderosos hechos?
¡Qué acabaste de ciudades,
qué deshiciste de imperios,
qué de triunfos has traído
a sepultura de muertos!
Los mármoles que cubrían,
de púrpura y oro llenos,
yacen por el suelo ahora
de inútil yerba cubiertos.
—27→
Aquí, donde recitadas
alegres comedias fueron,
unos alegres sombríos
está recitando el tiempo,
y el lugar que tan apriesa
ocuparon sus asientos
a mis cabras lo agradezca
que su yerba están paciendo,
y sólo de sus balidos
por derribados cimientos
estas bóvedas escuchan
tristes y espantables ecos.
No pienses que soy, Sagunto,
Belisardo ni Pompeyo,
pero soy un desterrado
por uno de tus sucesos,
que como la piedra cae
y sube a su esfera el fuego,
he venido a este lugar
como a verdadero centro.
Ya fuiste ciudad insigne
y fui yo dichoso un tiempo,
tus mármoles levantabas
y yo mi ventura al cielo;
tú por ser buena dudad,
yo por ciudadano bueno
ambos en el suelo estamos,
tú difunta, yo muriendo.
Sobra de malos amigos
en este lugar me han puesto;
tu muerte fue honrada vida,
pues fue de enemigos buenos.
Por haber sido agradable
a tan inclemente cielo
—28→
me pagan desta manera
que ves que penando muero.
Consuélate, ciudad mía,
pues en tus manos me han puesto
en agradable prisión
yerros de mi propio dueño.


XIV

   Contemplando estaba Filis
a la medianoche sola
una vela a cuya lumbre
labrando estaba una cofia,
porque andaba en torno della
una blanca mariposa,
quemándose los extremos
y cerca de arderse toda.
Suspendiose, imaginando
el avecilla animosa,
tomola en sus blancas manos
y así le dice, envidiosa:
-¿Adónde tienes los ojos
que desta luz te enamoras,
la boca con que la besas
y el gusto con que la gozas?
¿Adónde tienes tu ingenio
y dónde está la memoria?
¿Con qué lengua la requiebras?
¿Con qué despojos la adornas?
¿Qué le dices cuando llegas,
cuando en su fe presurosa
le dejas alguna prenda
de la afición que [la] adoras?
—29→
Y sin haberte ido vienes
y después a volar tornas
hasta el punto que tu vida
entre las llamas despojas,
viendo que no será justo
dilatar su muerte y gloria-.
En diciendo estas razones,
llegose al fuego y quemola.
-Dichosa fuiste, avecilla
-Filis prosigue-, pues gozas
en los brazos de tu amigo
vida y muerte gloriosa;
que la vida sin contento
mucha falta y poca sobra
y sólo el sosiego es bueno
adonde el alma reposa.
Mas ¿cómo yo con tu ejemplo
no me doy la muerte ahora?
Morir quiero, pues me anima,
y acabar con tantas cosas.
He sabido que Belardo
su vida pasa con otra,
porque le enojan mis celos
y mis desdichas le enojan-.
Del paño de su labor
un corto cuchillo toma
y dijo toda turbada:
-Oh Belardo, aquí fue Troya-.
Pero primero que fuese
puesto el intento por obra,
quiso probar el dolor,
que es mujer y temerosa.
Con la aguja que labraba
picose el dedo y turbola
—30→
de su muy querida sangre
el ver salir una gota.
Pide un paño a la criada,
intento y cuchillo arroja;
lloró su sangre perdida,
que su amante no la llora.




ArribaAbajoRomances a Belisa




IV

   De pechos sobre una torre
que la mar combate y cerca
mirando las fuertes naves
que se van a Inglaterra,
las aguas crece Belisa
llorando lágrimas tiernas,
diciendo con voces tristes
al que se aparta y la deja:
«Vete, cruel, que bien me queda
en quien vengarme de tu agravio pueda».

   No quedo con solo el hierro
de tu espada y de mi afrenta,
que me queda en las entrañas
retrato del mismo Eneas,
y aunque inocente, culpado,
si los pecados se heredan;
matareme por matarle
y moriré porque muera.
«Vete, cruel, que bien me queda
en quien vengarme de tu agravio pueda».

    Mas quiero mudar de intento
y aguardar que salga fuera
—31→
por si en algo te parece
matar a quien te parezca.
Mas no le quiero aguardar,
que será víbora fiera,
que rompiendo mis entrañas,
saldrá dejándome muerta.
«Vete, cruel, que bien me queda
en quien vengarme de tu agravio pueda».
—32→

   Así se queja Belisa
cuando la priesa se llega;
hacen señal a las naves
y todas alzan las velas.
«Aguarda, aguarda -le dice-;
fugitivo esposo, espera...
Mas, ¡ay!, en balde te llamo;
¡plega Dios que nunca vuelvas!
Vete, cruel, que bien me queda
en quien vengarme de tu agravio pueda».






ArribaAbajoLetras para cantar


ArribaAbajoCantar de siega


    Blanca me era yo
cuando entré en la siega;
diome el sol y ya soy morena.
Blanca solía yo ser
antes que a segar viniese;  5
mas no quiso el sol que fuese
blanco el fuego en mi poder.
Mi edad al amanecer
era lustrosa azucena;
diome el sol y ya soy morena.  10

(El gran duque de Moscovia [1603-1606]. Parte VII. Madrid, 1617.)




ArribaAbajoSerranas




I


   Reverencia os hago,
linda vizcaína,
que no hay en Vitoria
doncella más linda.
Llevaisla del alma  5
que esos ojos mira
y esas blancas tocas
son prisiones ricas.
Más preciara haceros,
mi querida amiga,  10
—33→
que vencer los moros
que a Navarra lidian.
-Id con Dios, el conde,
mirad que soy niña,
y he miedo a los hombres  15
que andan en la villa.
Si me ve mi madre,
a fe que me riña.
Yo no trato en almas,
sino en almohadillas.  20
-Dadme vuestra mano;
vámonos, mi vida,
a la mar, que tengo
cuatro naves mías.
-¡Ay Dios, que me fuerzan!  25
¡Ay Dios, que me obligan!
Tómala en los brazos
y a la mar camina.

(Los Prados de León. Parte XVI. Madrid, 1621.)




II


   A caza va el caballero
por los montes de París,
la rienda en la mano izquierda
y en la derecha el neblí.
Pensando va en su señora  5
que no la ha visto al partir,
porque como era casada
estaba su esposo allí.
Como va pensando en ella,
olvidado se ha de sí;  10
los perros siguen las sendas
entre hayas y peñas mil.
—34→
El caballo va a su gusto
que no le quiere regir.
Cuando vuelve el caballero  15
hallose de un monte al fin;
volvió la cabeza al valle
y vio una dama venir,
en el vestido serrana
y en el rostro serafín.  20
   -Por el montecico sola
      ¿cómo iré?
¡Ay Dios, si me perderé!
¿Cómo iré triste, cuitada,
de aquel ingrato dejada?  25
Sola, triste, enamorada,
       ¿dónde iré?
¡Ay Dios, si me perderé!
-¿Dónde vais, serrana bella,
por este verde pinar?  30
Si soy hombre y voy perdido
mayor peligro lleváis.
-Aquí cerca, caballero,
me ha dejado mi galán
por ir a matar un oso  35
que ese valle abajo está.
-¡Oh mal haya el caballero
en el monte Allubricán,
que a solas deja su dama
por matar un animal!  40
Si os place, señora mía,
volved conmigo al lugar,
y porque llueve, podréis
cubriros con mi gabán-.
Perdido se han en el monte  45
con la mucha oscuridad;
—35→
al pie de una parda peña
el alba aguardando están;
la ocasión y la ventura
siempre quieren soledad.  50

(El villano en su rincón. Parte VII.)




III


   Salteáronme los ojos
de la mozuela;
diles más que pedían,
¿de qué se quejan?
Érase la niña  5
libre de las penas
que el amor me causa
porque vine a verla.
Era yo arrogante,
burlé de sus flechas,  10
pero destas burlas
vine a tantas veras.
Vi los bellos ojos
de la mozuela;
diles más que pedían,  15
¿de qué se quejan?

(El Aldegüela. Ac. XII.)




ArribaAbajoCanción de bodas



   Dente parabienes
el mayo garrido,
los alegres campos,
las fuentes y ríos.
—36→
Alcen las cabezas  5
los verdes alisos
y con frutos nuevos
almendros floridos.
Echen las mañanas
después del rocío,  10
en espadas verdes
guarnición de lirios.
Suban los ganados
por el monte mismo
que cubrió la nieve  15
a pacer tomillos.


FOLÍA

    Y a los nuevos desposados
eche Dios su bendición;
parabién les den los prados,
pues hoy para en uno son.  20


VUELVEN A DANZAR

   Montañas heladas
y soberbios riscos,
antiguas encinas
y robustos pinos,
dad paso a las aguas  25
en arroyos limpios
que a los valles bajan
de los hielos fríos.
Canten ruiseñores
y con dulces silbos  30
sus amores cuenten
a estos verdes mirtos.
—37→
Fabriquen las aves
con nuevo artificio
para sus hijuelos  35
amorosos nidos.


FOLÍA

    Y a los nuevos desposados
eche Dios su bendición;
parabién les den los prados
pues hoy para en uno son.  40

(Peribáñez [1609-1614]. Parte IV. Madrid, 1904.)




ArribaAbajoCanción de bodas


   Esta novia se lleva la flor,
que las otras no.
Bendiga Dios el molino
que tales novias sustenta,
muela su harina sin cuenta  5
a costa de tal padrino.
Éstas muelen de lo fino
del trigo que muele amor,
que las otras no.

(El Molino, Riv., XXIV, 40 c.)




ArribaAbajoCanción de bautizo



UNA VOZ

   Este niño se lleva la flor,
que los otros no.
Este niño tan garrido.
—38→

TODOS

Se lleva la flor.

VOZ

Que es hermoso y bien nacido.  5

TODOS

Se lleva la flor.

VOZ

La dama que le ha parido.

TODOS

Se lleva la flor.

VOZ

Cuando llegue a estar crecido,
ha de ser un gran señor.  10
Este niño se lleva la flor,
que los otros no.

(El piadoso aragonés [1626]. Parte XXI. Madrid, 1635.)




ArribaAbajoCantar de bautizo


   A la gala de la madrina
que nadie la iguala en toda la villa.
Esta graciosa zagala
vence a todas en la gala
y ella a sí misma se iguala  5
—39→
porque es de suerte divina
que nadie la iguala en toda la villa.
Fue tal su valor divino
que en algún modo convino
que la igualase el padrino  10
porque era tan bella y linda
que nadie la iguala en toda la villa.

(Amores de Albanio e Ismenia, de N. I.)




ArribaAbajoMaya




I

   En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
En las mañanicas,  5
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas.
Ríense las fuentes
tirando perlas  10
a las florecillas
que están más cerca.
Vístense las plantas
de varias sedas
que sacar colores  15
poco les cuesta.
Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.  20
—40→


II

   Sale el mayo hermoso
con los frescos vientos
que le ha dado marzo
de céfiros bellos.
Las lluvias de abril  25
flores le trujeron:
púsose guirnaldas
en rojos cabellos.
Los que eran amantes
amaron de nuevo  30
y los que no amaban
a buscarlo fueron.
Y luego que vieron
mañanas de mayo,
cantan los ruiseñores,  35
retumba el campo.

(El robo de Dina. Parte XXIII. Madrid, 1638.)




ArribaAbajoTrébole


   Trébole, ¡ay Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!
Trébole de la casada
que a su esposo quiere bien;
de la doncella también  5
entre paredes guardada,
que fácilmente engañada
sigue su primer amor.
Trébole, ¡ay Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!  10
—41→
Trébole de la soltera
que tantos amores muda;
trébole de la viuda
que otra vez casarse espera,
tocas blancas por defuera  15
y faldellín de color.
Trébole, ¡ay Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!

(Peribáñez.)




ArribaAbajoVillancicos




II


   Cogiome a tu puerta el toro,
linda casada,
no dijiste: Dios te valga.
El novillo de tu boda
a tu puerta me cogió;  5
de la vuelta que me dio
se rió la aldea toda,
y tú, grave y burladora,
linda casada,
no dijiste: ¡Dios te valga!  10

(Peribáñez.)





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