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ArribaAbajoLetras diversas




III


   Salió la niña en cabello
a coger flores de azâr
y ella y el aurora a un tiempo
mirando las flores van.
Siguiéndolas viene Amor  5
que tras de un verde arrayán
contemplando su hermosura
contempló su libertad.
En el nácar de una rosa
iba a poner su cristal  10
cuando viéndola Amor dijo
para enamorarla más:
-Ofendido me tienen
tus ojos bellos,
pues me ponen la culpa  15
que tienen ellos.
Toma el arco, la niña,
que yo no quiero
ser Amor, pues que matas
a Amor con ellos-.  20

(La que ha de ser. Parte XXII. Zaragoza, 1630.)




IV


   Naranjitas me tira la niña
en Valencia por Navidad,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azâr.
—43→
A una máscara salí  5
y pareme a su ventana;
amaneció su mañana
y el sol en sus ojos vi.
Naranjitas desde allí
me tiró para furor;  10
como no sabe de amor
piensa que todo es burlar,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azâr.

   Naranjitas me tira la niña  15
en Valencia por Navidad,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azâr.

(El bobo del colegio. Parte XIV.)




V


   Claros aires de Valencia,
que dais a la mar embates,
a sus verdes plantas flores
y a sus naranjos azâres;
huéspedes frescos de abril,  5
instrumentos de sus aves,
campanitas del amor
que despertáis los amantes,
llevad mis suspiros,
aires suaves  10
al azâr de unas manos
que en ellas nacen.

(El bobo del colegio.)

  —44→  


VII


   No ser, Luscinda, tus bellas
niñas formalmente estrellas,
bien puede ser;
pero que en su claridad
no tengan cierta deidad,  5
no puede ser.
Que su boca celestial
no sea el mismo coral,
bien puede ser;
mas que no excedan la rosa  10
en ser roja y olorosa,
no puede ser.
Que no sea el blanco pecho
de nieve o cristales hecho,
bien puede ser;  15
mas que no exceda en blancura,
cristales y nieve pura,
no puede ser.
Que no sea Sol ni Apolo,
ángel puro y fénix solo,  20
bien puede ser;
pero que de ángel no tenga
lo que con ángel convenga,
no puede ser.
Que no sean lirios sus venas  25
ni sus manos azucenas,
bien puede ser;
mas que en ellas no se vean
cuantas gracias se desean,
no puede ser.  30

(Lo fingido verdadero. Parte XVI.)

  —45→  


IX


   Si os partiéredes al alba
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.
Si os levantáis de mañana
de los brazos que os desean,  5
porque en los brazos no os vean
de alguna envidia liviana,
pisad con planta de lana,
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.  10

(El ruiseñor de Sevilla [1604-1609]. Parte XVII.)



  —46→  

ArribaAbajoSeguidillas


   Apacibles prados,
creced las hierbas,
que ganado de oro
pasa por ellas.

(El vellocino de oro. Parte XIX. Madrid, 1623.)


   Caminad, suspiros
adonde soléis,
y si duerme mi niña
no la recordéis.

(La niña de plata. Parte IX.)


   No corráis, vientecillos,
con tanta prisa,
porque al son de las aguas
duerme la niña.

(El mármol de Felisardo. Parte VI.)


   En Santiago el Verde
me dieron celos,
noche tiene el día,
vengarme pienso.


   Álamos del seto,
¿dónde está mi amor?
Si se fue con otro
morireme yo.

  —47→  
   Manzanares claro,
río pequeño,
por faltarle el agua
corre con fuego.

(Santiago el verde [1615]. Parte XIII. Madrid, 1620.)



   Blancas coge Lucinda
las azucenas
y en llegando a sus manos
parecen negras.

   Cuando sale el alba,  5
Lucinda bella,
sale más hermosa,
la tierra alegra.

   Con su sol enjuga
sus blancas perlas;  10
si una flor le quita,
dos mil engendra.

   Porque son sus plantas
de primavera
y como cristales  15
sus manos bellas.

   Y ansí, con ser bellas
las azucenas,
en llegando a sus manos
parecen negras.  20

(El caballero de Illescas [hacia 1602]. Parte XIV.)



   Riberitas hermosas
de Darro y Genil,
esforzad vuestros aires,
que me abraso aquí.

   Hermosas riberas  5
donde yo nací,
—48→
la que fue mi muerte
en vosotras vi.

   En el fuego es julio
y en la vista abril;  10
esforzad vuestros aires,
que me abraso aquí.

   Orillas hermosas
que el cristal cubrís,
tened, que me muero,  15
lástima de mí.

   Si encubra las llamas
de nieve y jazmín,
esforzad vuestros aires,
que me abraso aquí.  20

(Pedro Carbonero [1603]. Parte XIV.)




Seguidillas del Guadalquivir


   Río de Sevilla,
¡cuán bien pareces,
con galeras blancas
y ramos verdes!

(Lo cierto por lo dudoso. Parte XX. Madrid, 1625.)


   Vienen de Sanlúcar,
rompiendo el agua,
a la torre del oro
barcos de plata.

(El amante agradecido [1602-1604]. Parte X. Madrid, 1618.)


   Barcos enramados
van a Triana,
el primero de todos
me lleva el alma.

  —49→  
   A San Juan de Alfarache
va la morena
a trocar con la flota
plata por perlas.

(Amar, servir y esperar. Parte XXII.)


   Zarpa la capitana,
tocan a leva
y los ecos responden
a las trompetas.

(El Amete de Toledo. Parte IX.)



   Río de Sevilla,
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!

   Salí de Sevilla  5
a buscar mi dueño,
puse al pie pequeño
dorada servilla.

   Como estoy a la orilla
mi amor mirando,  10
digo suspirando:
-¡Quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!

(Amar, servir y esperar.)





  —50→  

ArribaAbajoLetrillas jocosas


   Mariquita me llaman
los carreteros;
Mariquita me llaman...
voime con ellos.

(Servir a señor discreto.)


   Lavareme en el Tajo
muerta de risa,
que el arena en los dedos
me hace cosquillas.


   Que no quiero bonetes,
que soy muy boba,
y en andando con picos
me pico toda.


   Si te echares al agua,
bien de mis ojos,
llévame en tus brazos,
nademos todos.

(La buena guarda [1610]. Parte XV. Madrid, 1621.)


   Cuantas veces me brindan
tus ojos bellos,
como son de pimienta
bebo con ellos.


   Mi forzado me dice
que no le sigo;
—51→
daré viento a las velas
con mis suspiros.

(La octava maravilla [1609-1610]. Parte X.)



   A los carreteros
del buen Getafe
les rogaba la niña
que la llevasen.

   Pásese, señora,  5
desotra banda,
que es aquella mula
falsificada.
Unta aquellas ruedas,
mozo de Judas,  10
que ninguno se mueve
si no le untan.
Hacia [a]trás se hagan
los de delante,
que se ahorcan las mulas  15
sin ser tratantes.
¡Cómo se arrellana
la madre tía!
¡Vive Dios que no lleve
vieja en mi vida!  20
Si en mi carro llevara
poetas solos,
no llevara un adarme
de viento en todos.
Dale âquella rucia,  25
que se desmanda;
alcaceres ha visto;
ser hembra basta.

(El desconfiado. Parte XIII.)

  —52→  

ArribaAbajoCanciones de San Juan




I



MÚSICOS

La mañana de San Juan, mozas,
vámonos a coger rosas.

UNO SOLO

Pues que tan clara amanece...

TODOS

Vamos a coger rosas.

UNO

Y todo el campo florece...  5

TODOS

Vamos a coger rosas.

UNO

Aquí hay verbena olorosa.

TODOS

Vamos a coger rosas,
la mañana de San Juan, mozas.
Vamos a coger rosas.  10
—53→

UNO

Adonde cantan las aves...

TODOS

Vamos a coger rosas.

UNO

Y corren fuentes suaves...

TODOS

Vamos a coger rosas.

UNO

Aquí convida la sombra.  15

TODOS

Vamos a coger rosas,
la mañana de San Juan, mozas,
vamos a coger rosas.

(La hermosura aborrecida. Parte VII.)




II


   Íbase la niña,
noche de San Juan,
a coger los aires
al fresco del mar.
Miraba los remos  5
que remando van
—54→
cubiertos de flores,
flores de azahar.
Salió un caballero
por el arenal,  10
dijérale amores
cortés y galán.
Respondió la esquiva,
quísola abrazar,
con temor que tiene  15
huyendo se va.
Saliole al camino
otro por burlar,
las hermosas manos
le quiere tomar.  20
Entre estos desvíos
perdido se han
sus ricos zarcillos;
vanlos a buscar.
«¡Dejadme llorar  25
orillas del mar!»
«¡Por aquí, por allí los vi,
por aquí deben de estar!»
Lloraba la niña,
no los puede hallar,  30
danse para ellos,
quiérenla engañar.
«¡Dejadme llorar
orillas del mar!»
«¡Por aquí, por allí los vi,  35
por aquí deben de estar!»
«Tomad, niña, el oro
y no lloréis más,
que todas las niñas
nacen en tomar,  40
que las que no toman
—55→
después llorarán
el no haber tomado
en su verde edad».

(El valor de las mujeres. Parte XVIII. Madrid. 1623.)




ArribaAbajoSeguidillas de la noche de San Juan


   Salen de Valencia
noche de San Juan
mil coches de damas
al fresco del mar.
¡Cómo retumban los remos,  5
madre, en el agua,
con el fresco viento
de la mañana!
Despertad, señora mía,
despertad,  10
porque viene el alba
del señor San Juan.

(Las flores de don Juan. Parte XII. Madrid, 1619.)


   Vamos a la playa
noche de San Juan
que alegra la tierra
y retumba el mar.
En la paya hagamos  5
fiestas de mil modos,
coronados todos
de verbena y ramos.
A su arena vamos,
noche de San Juan,  10
que alegra la tierra
y retumba el mar.

(El último godo. Parte XXV.)



  —56→  

ArribaAbajoVillancico religioso



CORO

¿Quién tendrá alegría
sin la blanca niña

UNA VOZ

¿Quién podrá alegrarse
si tan lejos deja
aquella alba clara  5
que la tierra alegra
en casa desierta
del bien que tenía?

CORO

¿Quién tendrá alegría
sin la blanca niña?  10

(La madre de la mejor. Parte XVII.)





  —57→  

ArribaAbajoLetras sacras




I


   A la clavelina,
a la perla fina,
a la aurora santa,
que el sol se levanta.
Clavelina hermosa,  5
perla de los cielos,
rocío divino,
soberano Verbo;
gusto que las nubes
a la tierra dieron  10
sobre el vellocino
más puro que el cielo.
Vuestra Madre Aurora,
día tan sereno
a la tierra ha dado  15
que os está diciendo,
puesto que en el cielo
de noche tan fría
a la clavelina
a la perla fría  20
a la aurora santa
que el sol se levanta.
   Reina de los cielos,
Divina señora,
a fe que habéis dado  25
al mundo limosna,
que andaba gitano
—58→
fuera de la gloria
con esa moneda,
pues que vale sola  30
cuanto vale Dios.
Mirad si atesora
la ventura toda
que la tierra aguarda;
a la aurora santa  35
que el sol se levanta;
a la clavelina.

(El Nacimiento de Cristo. Parte XXIV. Zaragoza, 1641. [Impresa ya desde 1613].)




V


   Mañanicas floridas
del frío invierno,
recordad a mi niño
que duerme al hielo.
Mañanas dichosas  5
del frío diciembre,
aunque el cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas
y Dios es tierno,  10
recordad a mi niño
que duerme al hielo.

(El cardenal de Belén.)




VI


   Temblando estaba de frío
el mayor fuego del cielo,
y el que hizo el tiempo mismo
sujeto al rigor del tiempo.
—59→
      ¡Ay niño tierno!  5
¿Cómo si os quema amor, tembláis de hielo?
El que hizo con su mano
los discordes elementos,
naciendo está, por el hombre
a la inclemencia sujeto.  10
      ¡Ay niño tierno!
¿Cómo si os quema amor, tembláis de hielo?

(Los locos por el cielo. Parte VIII. Madrid, 1617.)


ArribaAbajoGallarda


   Al casamiento de Fabio
mayoral del monte nuestro
previenen fiestas y bailes
los pastores y vaqueros.
A danzar sale gallarda  5
la bella Inarda y Fineo
y aunque fuera diferente
fuera la gallarda en vellos.
Con una y otra mudanza
dan vueltas y trotan puestos  10
ya de guerra, ya de paz
siguiendo los instrumentos.
      ¡Al arma, al arma!
      ¡Al arma, pensamiento,
que quieren defenderse los deseos!  15
      En alto me veo,
      capillo de oro tengo,
      moros veo venir;
      no puedo huir
      y aunque pudiera no quiero.  20
      Ten, Amor, el arco quedo,
      que soy niña y tengo miedo.
—60→
      Érame yo niña
      y niña en cabello,
      guardaba ganado,  25
      no guardaba el pecho.
      Andando cazando
      viome el caballero;
      palabras me dijo
      que me enternecieron.  30
      Ten, Amor, el arco quedo,
      que soy niña y tengo miedo.
       ¡Al arma, al arma!
      ¡Al arma, pensamiento,
que quieren defenderse los deseos!  35
      En alto me veo,
      capillo de oro tengo,
      moros veo venir;
      no puedo huir
      y aunque pudiera no quiero.  40
      Ten, Amor, el arco quedo,
      que soy niña y tengo miedo.

(Con su pan se lo coma.)




ArribaAbajoMaya


   Hicieron a Venus maya,
diosa interesable siempre,
los pastores de la isla
donde más imperio tiene.
Como los meses de mayo  5
eran sus mejores meses,
ya porque está verde todo
ya porque la diosa es verde,
Belisa y la bella Antandra
pedían con una fuente  10
—61→
y a la gente que pasaba
esto cantaban alegres
   «Den para la maya,
que es hermosa y galana».
   Pasó Riselo y les dio  15
un doblón para alfileres,
y Fabio para chapines,
que pies celebraba siempre.
Pasó Balo y no dio nada
y las pastoras al verle  20
tan cobarde en el dativo
le cantaron de esta suerte:
   «Pase, pase al palado,
que no lleva blanca ni cornado».
   Pasó Amor, y aunque desnudo  25
llevaba al cuello pendiente
un carcaj de flechas de oro
con plumas blancas y verdes.
   «Dad para la maya,
el caballero,  30
que más vale honra
que no el dinero».
   Amor entre las pastoras
flechas de oro repartía;
pensaba que era moneda  35
y a puñados las cogían.
Quedaron enamoradas
y Venus muerta de risa
—62→
de ver cómo le cantaban
y a propósito decían:  40
   «Iba a coger miel la colmenera,
y picole una abeja por que no vuelva».

(El laberinto de Creta. Parte XVI.)




ArribaAbajoBaile




   Por los jardines de Chipre
andaba el niño Cupido
entre las flores y rosas
jugando con otros niños.

   La aljaba tiene colgada  5
de las ramas de un aliso;
por jugar con ella el viento
volaba de amor herido.
Las aves que en él cantaban,
los enamorados picos  10
trocaron, cuando la vieron
en hacer casados nidos.


Baile

      Íbase el amor
   por entre unos mirtos
   en la verde margen  15
   de un arroyo limpio.
   Los niños en él
   tras los pajarillos
que de rama en rama
   saltan fugitivos.  20
—63→
   En un verde valle
   de álamos ceñido
   vieron dos colmenas
   en un verde sitio.
   Los niños temieron  25
   y Amor, atrevido,
   probar de la miel
   codicioso quiso.
   Picole una abeja
   y dando mil gritos  30
   mostrando la mano
    a su madre dijo:
   «Abejitas me pican, madre;
¿qué haré, que el dolor es grande?».
      Madre, la mi madre,  35
   picome la abeja
   que no hay miel tan du[l]ce
    que después lo sea
   porque no hay colmena
   que después no amargue:  40
   «Abejitas me pican, madre;
¿qué haré, que el dolor es grande?».


Danzar

   Riyéndose Venus
tomole la mano,
rompió de su velo  45
un listón morado;
atole la herida
y dijo al muchacho:
«Sientes que una abeja
por tan breve rato  50
te pique en un dedo
costándole tanto
—64→
y no miras, niño,
del mundo tirano,
a cuantos has muerto  55
disparando el arco».


Baile

   Desengáñese quien ama
y a hacer pesares se aplica,
que le han de picar si pica.


Danzar

   No penséis, tirano Amor,  60
que habéis de picar con celos
que os darán fuego por yelos
y desdenes por favor;
y sepa quien al rigor
de hacer pesares se aplica  65
que le han de picar si pica.


Baile

   Desengáñese, etc., etc.


Danzar

   Luego bajaron de los altos montes
las ninfas a bailar al verde prado;
viendo que Amor lloraba de picado  70
celebraban con ellas los pastores
que con celos y amores las adoran
que amor llorase por quien tantos lloran.
—65→


Baile

   No temáis del amor el arco
que el amor anda picado.  75
   Ya no puede Amor
   disparar las flechas,
   que del interés
   le picó una abeja;
   si el aljaba deja  80
   colgada de un árbol,
no temáis del Amor el arco
que el Amor anda picado.

(El galán de la Membrilla [1615]. Parte X.)





  —66→  

ArribaAbajoSonetos


ArribaAbajoLa Arcadia

[1598]




   No queda más lustroso y cristalino
por altas sierras el arroyo helado
ni está más negro el ébano labrado
ni más azul la flor del verde lino;

   más rubio el oro que de Oriente vino  5
ni más puro, lascivo y regalado
espira olor el ámbar estimado
ni está en la concha el carmesí más fino,

   que frente, cejas, ojos y cabellos,
aliento y boca de mi ninfa bella,  10
angélica figura en vista humana;

   que puesto que ella se parece a ellos
vivos están allí, muertos sin ella,
cristal, ébano, lino, oro, ámbar, grana.



   Esparcido el cabello por la espalda
que fue del sol desprecio y maravilla,
Silvia cogía por la verde orilla
del mar de Cádiz conchas en su falda.

   El agua, entre el hinojo de esmeralda  5
para que entrase más el curso humilla;
tejió de mimbre una alta canastilla
y púsola en su frente por guirnalda.

   Mas cuando ya desamparó la playa,
«Mal haya, dijo, el agua, que, tan poca,  10
con su sal me abrasó pies y vestidos».
—67→

   Yo estaba cerca y respondí: «Mal haya
la sal que tiene tu graciosa boca
que así tiene abrasados mis sentidos».



   Silvio a una blanca cordillera suya
de celos de un pastor tiró el cayado
con ser la más hermosa del ganado.
¡Oh amor!, ¿qué no podrá la fuerza tuya?

   Huyó quejosa, que es razón que huya  5
habiéndola sin culpa castigado;
lloró el pastor buscando el monte y prado,
que es justo que quien debe restituya.

   Hallola una pastora en esta afrenta,
y al fin, la trajo al dueño, aunque tirano,  10
de verle arrepentido enternecida.

   Diole sal el pastor, y ella contenta
la tomó de la misma injusta mano,
que un firme amor cualquier agravio olvida.



   Ya no es Amor el atrevido arquero
que pinta de mortal saeta armado,
el dios desnudo y el rapaz vendado
blando a la vista y a las manos fiero.

   Ya no es alarbe cazador ligero,  5
ni el hierro tira en áspides bañado,
ni es Etna ardiente, ni Moncayo helado,
ni viento de la mar, ni sol de hebrero.

   ¡Oh qué blando es Amor, que de una caña
ha hecho un arco y pasador que tira,  10
y la cuerda de un hilo sin sospecha!

   Ya ni los cuerpos ni las almas daña,
mas juega como niño, burla y mira
y mata pajarillos con su flecha.



  —68→  

ArribaAbajoRimas humanas

[1602]





I


   Versos de amor, conceptos esparcidos
engendrados del alma en mis cuidados,
partos de mis sentidos abrasados,
con más dolor que libertad nacidos;

   expósitos al mundo en que perdidos  5
tan rotos anduvistes y trocados,
que sólo donde fuistes engendrados
fuérades por la sangre conocidos.

   Pues que le hurtáis el laberinto a Creta,
a Dédalo los altos pensamientos,  10
la furia al mar, las llamas al abismo,

   si aquel áspid hermoso no os aceta,
dejad la tierra, entretened los vientos,
descansaréis en vuestro centro mismo.




II


   Cuando imagino de mis breves días
los muchos que el tirano amor me debe
y en mi cabello anticipar la nieve
más que los años las tristezas mías,

   veo que son sus falsas alegrías  5
veneno que en el cristal la razón bebe
por quien el apetito se le atreve
vestido de mis dulces fantasías.

   ¿Qué hierbas del olvido ha dado el gusto
a la razón que sin hacer su oficio  10
quiere contra razón satisfacelle?

   Mas consolarse quiere mi disgusto,
que es el deseo del remedio indicio
y el remedio de amor querer vencelle.

  —69→  


IV


   Era la alegre víspera del día
que la que sin igual nació en la tierra
de la cárcel mortal y humana guerra
para la patria celestial salía;

   era la edad en que más viva ardía  5
la nueva sangre que mi pecho encierra
cuando el consejo y la razón destierra
la vanidad que el apetito guía,

   cuando amor me enseñó la vez primera
de Lucinda en su sol los ojos bellos  10
y me abrasó como si rayo fuera.

   Dulce prisión y dulce arder por ellos;
sin duda que su fuego fue mi esfera,
que con verme morir descanso en ellos.




VII


   Éstos los sauces son y ésta la fuente,
los montes éstos y ésta la ribera
donde vi de mi sol la vez primera
los bellos ojos, la serena frente.

   Éste es el río humilde y la corriente  5
y ésta la cuarta y verde primavera
que esmalta el campo alegre y reverbera
en el dorado Toro el sol ardiente.

   Árboles, ya nudó su fe constante...
Mas ¡oh gran desvarío!, que este llano  10
entonces monte le dejé sin duda.

   Luego no será justo que me espante,
que mude parecer el pecho humano,
pasando el tiempo que los montes muda.

  —70→  


VIII


   De hoy más las crespas sienes de olorosa
verbena y mirto coronarte puedes,
juncoso Manzanares, pues excedes
del Tajo la corriente caudalosa.

   Lucinda en ti bañó su planta hermosa;  5
bien es que su dorado nombre heredes
y que con perlas por arenas quedes
mereciendo besar su nieve y rosa.

   Y yo envidiar pudiera tu fortuna,
mas he llorado en ti lágrimas tantas  10
(tú buen testigo de mi amargo lloro),

   que mezclada en tus aguas pudo alguna
de Lucinda tocar las tiernas plantas
y convertirse en tus arenas de oro.




IX


   Tu ribera apacible, ingrato río,
y las orillas que en tus ondas bañas
se vuelvan peñas cóncavas y extrañas
y fuego tu licor sabroso y frío.

   Ábrase un rayo tu frescor sombrío,  5
los rojos lirios y las verdes cañas,
niéguente el agua sierras y montañas
y sólo te acompañe el llanto mío.

   Hasta la arena que al correr levantas
se vuelva fieros áspides airados.  10
Mas ¡ay, cuán vana maldición esperas!

   Que cuando en ti mi sol bañó sus plantas,
con ofenderla tú, dejó sagrados
lirios, orilla, arena, agua y riberas.

  —71→  


X


   Cuando pensé que mi tormento esquivo
hiciera fin, comienza mi tormento
y allí donde pensé tener contento
allí sin él desesperado vivo.

   Donde enviaba por el verde olivo  5
me trujo sangre el triste pensamiento;
los bienes que pensé gozar de asiento
huyeron más que el aire fugitivo.

   Cuitado yo, que la enemiga mía
ya de tibieza en hielo se deshace,  10
ya de mi fuego se consume y arde.

   Yo he de morir y ya se acerca el día,
que el mal en mi salud su curso hace
y cuando llega el bien es poco y tarde.




XII


   Así en las olas de la mar feroces,
Betis, mil siglos tu cristal escondas
y otra tanta ciudad sobre tus ondas
de mil navales edificios goces;

   así tus cuevas no interrumpan voces
ni quillas toquen ni permitan sondas
y en tu campo tan fértil correspondas
que rompa el trigo las agudas hoces;

   así en tu arena el indio margen rinda
y al avariento corazón descubras  5
más barras que en ti mira el cielo estrellas,

   que si pusiere en ti sus pies Lucinda
no por besallos sus estampas cubras,
que estoy celoso y voy leyendo en ellas.

  —72→  


XIV


   Vierte racimos la gloriosa palma
y sin amor se pone estéril luto;
Dafnes se queja en su laurel sin fruto,
Narciso en blancas hojas se desalma.

   Está la tierra sin la lluvia en calma,  5
viles hierbas produce el campo enjuto;
porque nunca pagó el amor tributo
gime en su piedra de Anaxarte el alma.

   Oro engendra el amor de agua y de arenas;
porque las conchas aman el rocío  10
quedan de perlas orientales llenas.

   No desprecies, Lucinda hermosa, el mío,
que al trasponer del sol, las azucenas
pierden el lustre y nuestra edad el brío.




LXXVIII


Al triunfo de Judit


   Cuelga sangriento de la cama al suelo
el hombro diestro del feroz tirano
que opuesto al muro de Betulia en vano
despidió contra sí rayos al cielo.

   Revuelto con el ansia el rojo velo  5
del pabellón a la siniestra mano,
descubre el espectáculo inhumano
del tronco horrible convertido en hielo.

   Vestido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada,  10
duermen las guardas que tan mal emplea

   y sobre la muralla coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada.

  —73→  


CI


   Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados
que yacen por el suelo derribados
cuando con sus extremos competían.

   Atrevidos al sol llegar querían  5
y morir en sus rayos abrasados,
de cuya luz contentos y engañados
como la ciega mariposa ardían.

   ¡Oh siempre aborrecido desengaño,
amado al procurarte, odioso al verte,  10
que en lugar de sanar abres la herida!

   Pluguiera a Dios duraras, dulce engaño,
que si ha de dar un desengaño muerte,
mejor es un engaño que da vida.




CXXVII


   Con una risa entre los ojos bellos
bastante a serenar los accidentes
de los cuatro elementos diferentes
cuando muestra el amor del alma en ellos:

   con dulce lengua y labios, que por ellos  5
muestra los blancos y menudos dientes,
con palabras tan graves y prudentes,
que es gloria oíllas si es descanso vellos;

   con vivo ingenio y tono regalado,
con clara voz y pocas veces mucha,  10
con poco afecto y con serena calma,

   con un descuido en el mayor cuidado
habla Lucinda... ¡Triste del que escucha,
pues no le puede responder con alma!

  —74→  


CXXXV


   Cuando digo a Lucinda que me mata
y que me hiela y juntamente enciende,
libre responde que mi mal no entiende
como quien ya de no pagarme trata.

   ¡Ay, de mi amor satisfacción ingrata,  5
pues lo que un monte, un árbol comprehende
niega Lucinda, que mi mal pretende
y la esperanza de mi bien dilata!

   Montes que de mi mal testigos fuistes,
piedras donde lloré, corrientes ríos  10
que con mis tiernas lágrimas crecistes,

   decidle mis confusos desvaríos,
declaradle mi mal, paredes tristes,
pues alma os dieron los suspiras míos.




CLXXV


   Deseando estar dentro de vos propia,
Lucinda, para ver si soy querido,
miré ese rostro, que del cielo ha sido
con estrellas y sol natural copia.

   Y conociendo mi bajeza impropia  5
vime de luz y resplandor vestido
en vuestro sol, como Faetón perdido
cuando abrasó los campos de Etiopía.

   Ya cerca de morir dije: Teneos,
deseos locos, pues lo fuistes tanto  10
siendo tan desiguales los empleos.

   Mas fue el castigo, para más espanto,
dos contrarios, dos muertes, dos deseos,
pues muero en fuego y me deshago en llanto.

  —75→  


CLXXXVIII


   Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro,
deja la prenda que en el ama adoro,
perdida tu bien y por mi daño.

   Ponle su esquila de labrado estaño  5
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas cumple un año.

   Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene  10
como durmiendo en regalado sueño.

   Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta y verasle si a mi choza viene,
que aún tienen sal las manos de su dueño.




CLXXXIX


   Querido manso mío que venistes
por sal mil veces junto aquella roca
y en mi grosera mano vuestra boca
y vuestra lengua de clavel pusistes,

   ¿por qué montañas ásperas subistes  5
que tal selvatiquez el alma os toca?,
¿qué furia os hizo condición tan loca
que la memoria y la razón perdistes?

   Paced la anacardina por que os vuelva
de ese cruel y interesable sueño  10
y no bebáis del agua del olvido.

   Aquí está vuestra vega, monte y selva,
yo soy vuestro pastor y vos mi dueño,
vos mi ganado y yo vuestro perdido.





  —76→  

ArribaAbajoRimas sacras


[1614]




I


   Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

   Cuando miro los años que he pasado  5
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

   Entré por laberinto tan extraño
fiando al débil hilo de la vida  10
el tarde conocido desengaño,

   mas de tu luz mi oscuridad vencida,
el monstruo muerto de mi ciego engaño
vuelve a la patria, la razón perdida.




XIV


   Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño:
tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

   vuelve los ojos a mi fe piadosos  5
pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
—77→

   Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados  10
pues tan amigo de rendidos eres.

   Espera, pues, y escucha mis cuidados...
Pero ¿cómo te digo que me esperes
si estás para esperar los pies clavados?




XV


   ¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

   Seguí mil veces vuestro pie sagrado,  5
fácil de asir, en una Cruz asido,
y atrás volví otras tantas atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado.

   Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño  10
hierran cuando los hallan los esclavos,

   hoy me vuelvo con lágrimas a veros
clavadme vos a vos en vuestro leño
y tendreisme seguro con tres clavos.




XVIII


   ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

    ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras  5
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
—78→

   ¡Cuántas veces el ángel me decía:
«¡Alma, asómate agora a la ventana,  10
verás con cuánto amor llamar porfía!».

   ¡Y cuánta[s], hermosura soberana:
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!




ArribaAbajoLa Circe, con otras rimas y prosas

[1624]





I


   Amor con tan honesto pensamiento
arde en mi pecho y con tan dulce pena,
que haciendo grave honor de la cadena
para cantar me sirve de instrumento.

   No al fuego humano, al celestial atento  5
en alabanza de Amarilis suena
con esta voz que el curso al agua enfrena,
mueve la selva y enamora el viento.

   La luz primera del primero día
luego que el sol nació, toda la encierra,  10
círculo ardiente de su lumbre pura,

   y así también cuando tu sol nacía
todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura.




ArribaAbajoImitación de Marco Antonio Flaminio


V


   Cuando con puntas de marfil labrado
animas, labradora, el instrumento,
cantando en sonoroso y limpio acento
los dulces hurtos del amor al prado,
—79→

   ni suena arroyo en éxtasis parado,  5
ni entre las hojas se deleita el viento,
ni por estar a tu dulzura atento
se escucha voz de pájaro pintado.

   Duerme inocente el lobo, que ha vencido
el son divino de tu dulce lira,  10
y entre el mismo ganado está rendido.

   Pues donde tu suave acento admira
a quien falta razón, vida y sentido,
¿qué hará con alma quien por ti suspira?




ArribaAbajoTriunfos divinos

[1625]





ArribaAbajoTemores en el favor


   Cuando en mis manos, rey eterno, os miro,
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto
y la piedad de vuestro pecho admiro.

   Tal vez el alma con temor retiro,  5
tal vez la doy al amoroso llanto,
que arrepentido de ofenderos tanto
con ansias temo y con dolor suspiro.

   Volved los ojos a mirarme humanos
que por las sendas de mi error siniestras  10
me despeñaron pensamientos vanos;

   no sean tantas las desdichas nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.



  —80→  

ArribaAbajoEl laurel de Apolo, con otras rimas

[1630]




   -Boscán, tarde llegamos. -¿Hay posada?
-Llamad desde la posta, Garcilaso.
-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.
-No hay donde nocturnar palestra armada.

   -No entiendo lo que dice la criada.  5
Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,
que ostenta limbos el mentido ocaso
y el sol depingen la porción rosada.

   -¿Estás en ti, mujer? -Negose al tino
el ambulante huésped-. ¡Que en tan poco  10
tiempo tal lengua entre cristianos haya!

   Boscán, perdido habemos el camino,
preguntad por Castilla, que estoy loco
o no habemos salido de Vizcaya.




ArribaAbajoLa Dorotea

[1632]




   Canta pájaro amante en la enramada
selva a su amor, que por el verde suelo
no ha visto el cazador que con desvelo
le está escuchando, la ballesta armada.

   Tírale, yerra, vuela y la turbada  5
voz en el pico transforma en yelo,
vuelve y de ramo en ramo acorta el vuelo
por no alejarse de la prenda amada.

   Desta suerte el amor canta en el nido;
mas luego que los celos que recela  10
le tiran flechas de temor de olvido,
—81→

   huye, teme, sospecha, inquiere, cela,
y hasta que ve que el cazador es ido
de pensamiento en pensamiento vuela.



   Quejosas, Dorotea, están las flores
que los colores las habéis hurtado
y la frígida nieve se ha quejado
de que mayores son vuestros rigores.

   Quejoso está el amor, que los amores  5
se han remitido a vuestro pecho helado
y el sol, que en vuestros ojos abrasado
desprecia los laureles vencedores.

   Quejosa está de vos naturaleza
por vuestra condición áspera y dura,  10
que para humana os dio tanta belleza.

    O menos perfección o más blandura,
que a presumir de vos tanta dureza,
¿cómo os pudiera dar tanta hermosura?




ArribaAbajoXLIV


A una dama que llamando a su puerta le dijo desde la ventana: «Dios provea»


   Señora, aunque soy pobre, no venía
a pediros limosna; que buscaba
un cierto licenciado que posaba
en estas casas cuando Dios quería.

   Extraña siempre fue la estrella mía;  5
que a un pobre parecí desde la aldaba,
pues ya que a la ventana os obligaba,
trujistes desde allá la fantasía.
—82→

   No porque culpa vuestro engaño sea,
que a tal «Dios le provea» no replican  10
mis hábitos, que son de ataracea.

   No mis letras, mis penas significan;
pero ¿cómo queréis que me provea,
si tales como vos se lo suplican?




ArribaAbajoCLIII


Aconseja a un amigo como cortesano viejo


   Don Juan, no se le dar a un hombre nada
de cuanto va y viene, es cuerdo efeto;
que toda la quietud del que es discreto
en solo este aforismo está fundada.

   ¿Qué Gobierno, qué ejército, qué armada  5
corre por vuestra cuenta? Lo perfeto
es el descuido y el tener secreto
cuanto da pesadumbre y cuanto enfada.

   Nunca os halléis en juntas ni en corrillos,
que es cuerdo de las bestias el rodeo,  10
ni en estas ruedas de amolar cuchillos.

   Haced de la virtud secreto empleo:
que yo en mi pobre hogar, con dos librillos,
ni murmuro, ni temo, ni deseo.