Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice

Siguiente

Poesías [Selección]

Mihai Eminescu

Traducción de Dana Mihaela Giurcă y José Manuel Lucía Megías

El paje Cupido...

El paje Cupido, astuto,

siempre travieso y tan malcriado,

juguetea alegre con los niños,

duerme en la cama de las damas.

De la luz, como los ladrones,

se aparta con mucho cuidado,

de noche escala las ventanas

a tientas y con mucha calma;

cordoncillos y naderías

aquellos son todos sus bienes...

generoso si nada pides

y tacaño si algo deseas.

En un apolillado libro

buscas la verdad por la noche

y encuentras pegada en las hojas

su vida de cabellos rubios.

Él regala ideas insensatas

a la joven tierna, inmadura,

y con iconos luminosos

la acompaña toda la noche.

Cuando por una sed del alma

se siente abrasada la niña -

es que él ha dormido a su lado

juntos como dos tortolillos.

Es tímido como los niños,

aunque astuta sea su sonrisa;

lánguidos se muestran sus ojos

como los ojos de una viuda.

Hombros y cuellos muy hermosos,

senos blancos, senos redondos,

él los mantiene entre sus brazos

y ocultos entre sus dos manos.

Si se lo pides por favor,

te demuestra bien su crueldad:

el velo blanco que los cubre

tan solo un poco, un poco lo alza.


La oración de un dacio

Cuando no existía ni la muerte, ni nada inmortal,

ni siquiera la semilla de la luz que otorga la vida,

no existía hoy, ni mañana, ni ayer, ni siempre,

pues uno era todas y todo no era más que una1;

cuando la tierra, el cielo, el aire, el mundo entero

estaban en la fila de los que no habían existido jamás,

por aquel entonces estabas Tú solo, y así me pregunto:

¿quién será el dios por quien mostramos devoción?2.

Él fue el único dios antes de que existieran los dioses

y de la inmensidad de las aguas dio poderes a los rayos,

él les da alma a los dioses y felicidad a la gente,

él es la fuente de la salvación de la humanidad:

¡Arriba vuestros corazones! ¡Alzad vuestros cantos!

¡Él es la muerte de la muerte y la resurrección de la vida!

Y él me concedió los ojos para ver la luz del día,

y llenó mi corazón con la virtud de la compasión;

en medio de los bramidos del viento oí su andar

y sentí su tierno verso en voz llevada por el canto,

pero por encima de todo esto mendigo algo más:

¡que consienta mi entrada en el eterno descanso!

Que maldiga a cualquiera que sienta piedad por mí,

que bendiga, en cambio, a todo aquel que me oprima,

que escuche a cualquiera que quiera burlarse de mí,

que haga más fuerte el brazo que quiera matarme,

y que haga subir a lo más alto aquel hombre

que me robe la piedra que pondré bajo mi cabeza.

Que pase yo mi vida perseguido por todo el mundo,

hasta sentir mis ojos vacíos de toda lágrima,

que cada hombre que nazca en el mundo sea mi enemigo,

que no llegue a reconocerme incluso a mí mismo,

que el suplicio y el dolor endurezcan mis sentidos,

que sea capaz de maldecir a mi madre, a la que quería -

cuando el odio más cruel me parezca amor...

entonces quizás olvide mi dolor, entonces podré morir.

Moriré abandonado y lleno de pecados - entonces

que tiren a la calle mi indigno cadáver,

y, Padre, ¡concédele corona valiosa a aquel

que azuce los perros para que me saquen el corazón!

Y para aquel que me arrojará piedras a la cara,

¡ten piedad, mi señor, y concédele la vida eterna!

Solo así, Padre, podría ser yo capaz de agradecerte

que me hayas dado la suerte de vivir en el mundo.

Para pedir tus favores, no doblo las rodillas y la frente,

hacia el odio y las maldiciones querría persuadirte,

sentir que, por tu respiración, mi respiración se para

y que en este apagar eterno desaparezco sin dejar huella.


¡Oh, quédate...!

«¡Oh, quédate conmigo, quédate -

te quiero tanto, te amo tanto!

Todos, todos tus deseos, todos

tan solo yo puedo escucharlos;

en la sombra de las tinieblas

yo te comparo con un príncipe,

que mira el abismo del agua

con negros ojos, ojos sabios;

y entre el bramido de las olas,

entre el vibrar de la alta hierba,

yo te hago oír en secreto

avanzar manadas de ciervos;

yo te veo envuelto en mil misterios

cómo canturreas en voz baja,

mientras en el brillo del agua

introduces tu pie descalzo;

mientras miras la luna llena

y sus reflejos en el lago,

tus años parecen instantes,

dulces instantes como siglos».

Así tan tierno, me habló el bosque,

meciendo sobre mí sus bóvedas; -

yo silbaba ajeno a su canto

y salí a la pradera riendo.

Mas si ahora yo allí volviera

ya no podría comprenderlo...

¿dónde estás, dónde estás infancia?

¿Y dónde se encuentra tu bosque?


La princesa de los cuentos

Brumas blancas, resplandecientes

engendra la luna plateada,

las despliega sobre las aguas,

las extiende sobre los campos;

y las flores hacen veladas3

para rasgar las telarañas,

del vestido nocturno cuelgan

simientes de piedras preciosas.

Junto al lago, donde las nubes

han tejido una fina sombra,

entrecortada por las ondas

iguales a anillos de luz,

entrando por entre los juncos

se inclina despacio la niña,

y lanza al tiempo rosas rojas

sobre las ondas encantadas.

Y para ver un rostro, mira

cómo en círculos, corre el agua

pues el lago está hechizado4

por conjuros de Santa Miércoles5;

para que se aparezca el rostro,

las jóvenes arrojan rosas;

las rosas están hechizadas

por conjuros de Santa Viernes.

Ella mira... su pelo rubio,

su rostro brillan con la luna,

mientras en sus ojos azules

se reúnen todos los cuentos.


Venus y Madona

Ideal perdido en la noche de un mundo que ya no existe,

mundo que pensaba en cuentos y que hablaba en poesía,

¡Oh! te veo, te oigo, te pienso, joven y dulce mensaje6

de un cielo con otras estrellas, otros paraísos y otros dioses.

Venus, cálido mármol, ojos de piedra que centellean,

brazo suave como el pensamiento de un emperador poeta7,

tú has sido la divinización de la belleza de la mujer,

de la mujer que hoy vuelvo de nuevo a ver hermosa.

Rafael, perdido en sueños como en una noche estrellada,

alma ebria de rayos y de eternas primaveras,

te vio y soñó un paraíso con jardines perfumados,

te vio flotando reina entre los ángeles del cielo

y creó así en el lienzo blanco a la Madona Divina8,

con su diadema de estrellas, con su tierna sonrisa, virginal,

la cara pálida entre rayos dorados, rostro de ángel, pero mujer,

pues la mujer es el prototipo de los ángeles del cielo.

Así yo, perdido en la noche de una vida de poesía,

te vi, mujer estéril, mujer sin alma, mujer sin fuego,

e hice de ti un ángel, tierno como un día mágico

cuando en una vida vacía sonríe un rayo de buena suerte.

Vi tu rostro pálido por una enfermiza embriaguez,

tus labios amoratados por la mordedura de la corrupción,

y arrojé encima de ti, cruel ser, el velo blanco de la poesía

y a tu palidez le entregué el rayo de la inocencia.

Te entregué los pálidos rayos que rodean con magia

la frente del ángel-genio, la frente del ángel-ideal,

de demonio hice una santa; de una carcajada, una sinfonía;

de tus obscenas miradas, los ojos de la aurora matinal.

Mas hoy cae el velo, ¡cruel ser! Liberada de sueños estériles,

mi frente ha sido despertada por el hielo de tus labios.

¡Y te contemplo, demonio, y mi amor apagado y frío

me enseña sin ninguna duda cómo mirarte con desprecio!

Tú me pareces como una bacante, que con engaños ha robado

de la frente de una virgen el mirto verde del martirio,

una virgen con un alma santa como lo es una oración,

mientras el corazón de la bacante es espasmódico, largo delirio.

¡Oh! ¡Así como Rafael creó a la Madona Divina,

con su diadema de estrellas, con su tierna sonrisa, virginal,

así yo también convertí en diosa a una pálida mujer,

con corazón estéril, frío y con alma llena de veneno!

¿Lloras, niña? - ¿Con una mirada humedecida e implorante

puedes romper y desgarrar de nuevo mi corazón renegado?9.

A tus pies caigo y miro tus negros ojos profundos como el mar

y beso tus manos, y les pregunto si puedo esperar tu perdón.

¡Seca tus ojos, deja de llorar!... Fue muy cruel la acusación,

fue cruel e injusta, sin ningún motivo, sin fundamento siquiera.

¡Mi alma! Aunque fueras demonio, tú eres santa por el amor,

y adoro este demonio de ojos grandes, de cabellos rubios.


Soneto (Amando en secreto)10

Amando en secreto, guardé silencio,

pensando que a ti esto te gustaría;

en tus ojos leí una eternidad

de sueños asesinos de placer.

No puedo más. La fuerza del amor

da palabras a los tiernos misterios;

quiero ahogarme en la dulce llamarada

de aquella alma que conoce la mía.

¿No ves mi boca quemarse de sed,

que en mis ojos febril se ve el tormento,

mi niña, con larga y rubia melena?

Con un soplo refrescas mis suspiros,

con sonrisas emborrachas mi mente.

Pon fin a mi dolor... ven ya a mi pecho.


Ángel y demonio

La noche en la catedral entristecida, entre luces amarillentas

de cirios de cera que arden y arden junto a los altares -

mientras la bóveda, al fondo, queda oscura, profunda,

impenetrable a los rojos ojos de los pabilos cansados,

en la iglesia desierta, junto al arco de uno de los muros,

arrodillada en los escalones hay una niña como un ángel;

en los iconos del altar, entre fragmentos de rayos rojizos,

pálida y afligida se ve la imagen de la Madre de Dios.

Una antorcha está clavada en un pilar de piedra gris;

brillantes gotas de brea caen al suelo crepitando

y desprendiendo su olor crujen coronas de flores secas

que, en secreto, murmuran la oración de la niña entre susurros.

Hundido en la oscuridad, junto a una cruz de mármol,

en una sombra negra, espesa, como un demonio Él está en vela,

sobre el brazo de la cruz extiende y coloca sus codos,

los ojos hundidos en la cara, la frente arrugada y triste.

Y apoya su barbilla en el hombro frío de la piedra,

su cabello negro como la noche en el brazo blanco del mármol;

de vez en cuando la llama triste con reflejos rosa-blanco

lanza con ternura un rayo que sobre su rostro pasa.

Ella un ángel que reza - Él un demonio que sueña;

Ella un corazón de oro - Él un alma renegada;

Él, en su fatídica sombra, se apoya obstinado -

a los pies de la Virgen, triste, santa, Ella está en vela.

Sobre un muro elevado y frío de puro mármol,

blanco como nieve invernal, nítida como agua cristalina,

se refleja como en un espejo la sombra completa de la niña -

su sombra, que al igual que ella, está arrodillada rezando.

¿Qué es lo que te falta a ti, rubia niña en tu esplendor,

con rostro de mármol blanco y con manos de cera?

El velo - una niebla diáfana mezclada con estrellas; - clara

es tu inocente mirada bajo la sombra de las pestañas;

¿qué es lo que te falta para ser ángel? - Alas largas y estrelladas.

Mas, ¿qué veo? Por los vivos hombros de tu sombra ¿qué se extiende?

Dos sombras de alas que se mueven temblando,

dos alas de sombra que se alzan hacia el cielo.

¡Oh!, no es su sombra aquello - es su ángel de la guarda;

junto al mármol blanco veo sus etéreas formas.

Sobre su inocente vida, se cierne su santa vida,

a su lado él reza, a su lado él también se arrodilla.

Pero si es aquella su sombra - entonces Ella es un ángel,

y sin embargo nadie puede ver sus alas blancas;

los muros santificados por largas oraciones de la humanidad

ven sus alas diáfanas y pregonan el acontecimiento.

¡Te quiero! - casi grita el demonio en su noche,

pero la sombra alada consigue detener sus labios;

no por amor - sino por la oración dobla él sus rodillas

y escucha desde el otro mundo sus dulces y tímidos susurros.

¿Ella? - Es hija de un rey, rubia con corona de estrellas

cruza feliz por el mundo, ángel, reina y mujer;

¿Él? - Enciende en los pueblos la chispa de la destrucción

y en los corazones vacíos siembra rebeldes ideas.

Separados por las olas de la vida, entre él y ella

hay siglos de pensamiento, una historia, - un pueblo,

a veces - aunque no a menudo - se encuentran y sus ojos

se miran y parecen consumirse en su ardiente deseo.

Sus grandes ojos, azules, dulces y suaves por la ternura,

¡qué profundo penetran en los ojos de él, negros, tormentosos!

Y por su rostro demacrado pasa suavemente una nube roja -

Se aman... y ¡qué lejos ambos están el uno del otro!

Vino un rey pálido, vino con su corona antigua,

pesada de glorias y poder, y se la habría ofrecido

si en la alfombra del trono ella hubiera puesto sus pies,

y en su mano con el cetro, su mano delicada, pequeña.

Pero no - mudos quedaron sus labios apenas entreabiertos,

mudo el corazón en su pecho, su mano echada hacia atrás.

En lo profundo de su alma, ella estaba enamorada. Claro y lento

se mostraba el rostro del demonio en sus virginales sueños.

Ella lo veía agitando al pueblo con ideas distantes, atrevidas;

¡Qué fuerte es! - pensó ella, con amoroso, dulce miedo;

él enciende el presente con la fama de sus ideas, lo enciende

contra todo lo que acumularon largos siglos y frentes grandiosas.

Él a menudo, subido a una piedra, se envuelve con rabia

en el estandarte rojo y su frente áspera-profunda, arrugada,

parecía como una noche negra cubierta de tormentas,

sus ojos centelleaban y su palabra despertaba la furia del pueblo.

En un lecho pobre suda en una larga agonía

el joven. Una lámpara alarga su lengua avara y estrecha,

crepitando en el aire enfermo. - Nadie sabe de él,

nadie suaviza su destino, nadie acaricia su frente.

¡Ay!, todas aquellas ideas dirigidas contra el mundo,

contra las leyes escritas, contra el orden que nos rige

en el nombre de Dios - todas están hoy dirigidas

contra su corazón moribundo, ¡quieren ahogar su alma!

¡Morir sin esperanza! ¿Quién conoce la amargura

que se oculta en estas palabras? - Sentirte sin libertad, diminuto,

ver las grandes aspiraciones que se reducen a nada,

cómo reinan en el mundo los males, sin oposición ninguna,

pues oponiéndote a ellos, desperdicias tu vida -

y al morir ves que has vivido en el mundo en vano:

una muerte así es el infierno. Otras lágrimas, otra amargura

más cruel no es posible. Sientes que no eres más que nada

y estos negros pensamientos casi no le dejan ni morir.

¡Cómo entró en la vida! ¡Cuánto amor por lo justo y lo bueno,

cuánta sincera fraternidad había traído consigo!

¿Y la recompensa? - La amargura, que le oprime el alma.

Pero entre nieblas negras, que cubren sus ojos,

se acerca a él plateada la alta sombra de un ángel,

se sienta suavemente sobre su cama; sus ojos cegados de llanto

ella los besa. - Las nieblas que les cubrían se levantan...

Es Ella. Con una alegría profunda, jamás sentida,

él la mira a los ojos. - Es hermosa entre tanta emoción;

la última hora le reconcilia con toda una vida de dolor;

¡Ay!, murmura él muriéndose. - Adivino quién eres, querida.

He seguido esta tierra, mi tiempo, la vida, el pueblo

con mis ideas rebeldes contra el cielo abierto;

Él no ha querido condenar al demonio, sino que ha enviado

un ángel para reconciliarme, y esta reconciliación... es el amor.


Así tan tierna...

Así tan tierna, te asemejas

a la flor blanca del cerezo;

de la multitud, como un ángel11

de pronto entras en mi vida.

Y con rozar la suave alfombra,

cruje bajo tus pies la seda,

y de los pies a la cabeza

flotas ligera como un sueño.

Del largo, fruncido vestido

surges como el mármol inmóvil -

mi alma pende así de tus ojos

llenos de fortuna y de lágrimas.

¡Oh!, feliz sueño de amor,

tierna novia, ¡ay!, de los cuentos,

¡deja de sonreír! Tu sonrisa

me muestra lo dulce que eres,

que con el encanto nocturno

nublas mis ojos para siempre,

con tus más cálidos susurros,

con abrazos de manos frías.

De pronto cruza un pensamiento,

un velo en tus ojos ardientes:

es la ensombrecida renuncia,

la sombra de dulces deseos.

Te vas; he entendido muy bien

que no debo seguir tus pasos,

que te he perdido para siempre,

¡la que fuiste novia de mi alma!

Es culpa mía haberte visto

y nunca podré perdonármelo,

pagaré mi sueño de luz

tendiendo mi derecha en vano.

Aparecerás como imagen

de la eterna virgen María,

llevando en tu frente corona -

¿Adónde vas? ¿Cuándo regresas?12.


El príncipe del tilo

- «Blanca, ¿sabes?, que de un amor

fuera de la ley tú has nacido;

¡desde el principio yo juré

que con Cristo te casarías!

Vistiéndote los santos hábitos,

abandonando este mundo,

expiarás la falta materna

y me redimirás de un crimen.»

- «A este mundo, querido padre,

renuncie quien así lo quiera,

que siento el corazón alegre,

y mi juventud luminosa;

el baile, la música, el bosque...

me encariñé de todos ellos,

¡y no de las celdas vacías

donde lloras, soñando afuera!»

- «Yo sé mejor qué te conviene,

como te he dicho así se hará;

¡para el camino de mañana

empieza a prepararte hoy!»

Las manos se lleva a los ojos,

tan solo piensa en una cosa:

huir de su casa, enloquecida;

es lo único que le queda.

Su corcel blanco, buen amigo,

ensillado la espera fuera,

pone sus pies en el estribo

y se encamina hacia el bosque.

Entre alisos llega la tarde,

la embriagan con sus aromas,

el cielo muestra sus estrellas,

dulces heraldos del silencio.

Entre los bosques ella llega

hasta el santo y viejo tilo,

lleno de flores hasta el suelo

ocultando un arroyo mágico.

Unido a la voz del agua,

suena un cuerno con ternura

más fuerte, cada vez más fuerte,

más cerca, cada vez más cerca;

y el arroyo lleno de magia,

brota, sonando entre olas -

arriba, entre bosques, colinas

la tierna luna está de guardia. -

Como de un hechizo Ella tiembla

y asombrada lo mira todo,

ve a un joven justo a su lado,

montado sobre un corcel negro...

¿Será que sus ojos la mienten,

o acaso es real, verdadero?

Flores de tilo por su pelo

y en su cinto, un cuerno de plata.

Ella entonces baja la vista,

pasa su mano por las sienes,

y se le llena el corazón

de un hechizo muy doloroso.

Él se le acerca lentamente

y con ternura infantil le habla;

ella siente prendida su alma,

tanto que cierra los ojos.

Con una mano le rechaza,

pero se siente entre sus brazos;

por un dolor, por un placer

se le encoge el alma, el pecho.

¿Y gritar?... ya no es capaz,

se inclina ella sobre su hombro,

con mil besos, innumerables

no para de llenar sus labios;

él la acaricia y le pregunta,

y ella entonces su rostro oculta

y le responde lentamente

y con una voz dulce, débil.

Se van, uno al lado del otro,

y no se preocupan por nadie,

y por su amor, uno al otro,

se consumen en sus miradas;

sin cesar se alejan, se alejan,

cruzan entre umbrías el valle,

y su cuerno lleno de pena

suena dulce, suena intenso...

Su tierno sonido esparce

extendiéndose por los valles,

más quedo, cada vez más quedo,

más lejos... cada vez más lejos.

Arriba, entre abetos, colinas

detrás la luna está de guardia,

y el arroyo lleno de magia

brota, sonando entre las olas.


Con el mañana aumentas tus días...

Con el mañana aumentas tus días,

con el ayer reduces tu vida

y sin embargo tienes delante

eternamente el día de hoy.

Y cuando uno se va, otro viene

para continuarlo en este mundo,

igual que cuando el sol se pone

sale al instante él en otro sitio.

Y parece como que otras olas

bajan siempre por el mismo vado,

parece como que es otro otoño,

pero siempre caen las mismas hojas.

Camina antes de nuestra noche

la reina de la dulce mañana;

incluso es la muerte una ilusión

y al tiempo un tesorero de vidas.

De cualquier instante pasajero

esta verdad es la que comprendo,

que sostiene a la eternidad

y hace girar todo el universo.

Por eso, aunque vuele este año

y todo él se hunda en el pasado,

tú conservas aún todo el tesoro

que en el alma siempre has tenido.

Con el mañana aumentas tus días,

con el ayer reduces tu vida

teniendo sin embargo delante

eternamente el día de hoy.

Todas las imágenes brillantes,

que en rápidas filas se suceden,

reposan para siempre inmutables

bajo el rayo del juicio eterno.


Se fue el amor...

Y se fue el amor, un amigo

que era sumiso a los dos

y así digo con mis canciones

adiós, adiós, adiós a todos.

Las ha encerrado el olvido

con su fría mano en la cómoda,

y ya ni a los labios me vienen,

ni por la cabeza me pasan.

¡Y tanto murmullo de arroyos,

tanta serenidad de estrellas,

y un amor de tantas tristezas

he enterrado dentro de ellas!

¡De qué inmensidad alejada

surgieron dentro de mi mente!

¡Con cuántos llantos las regué

querida, solo para ti!

¡Cómo cruzaban con fatiga

desde mi pena más profunda,

y cómo aún hoy me lamento

de todo lo que ya no sufro!

¡Que ya no quieres hoy mostrarte,

luz perdida en la lejanía,

con tus ojos oscuros, negros

que han renacido de la muerte!

Con aquella dócil sonrisa,

con aquel tan tierno semblante,

para hacer de mi vida un sueño,

de mi sueño toda una vida.

Que me parezca que te acercas

en cuanto se alza la luna,

en la sombra de dulces cuentos,

los de las mil y una noches.

Era un sueño misterioso,

un sueño demasiado tierno,

y demasiado hermoso era

si tuvo que llegar su fin.

Demasiado ángel a mis ojos,

demasiado poca mujer,

para que la alegría aquella

pudiera durar para siempre.

Y demasiado nos perdimos

tal vez, tú y yo, en sus encantos,

demasiado olvido de Dios,

demasiado olvido de todo.

¡Tal vez ni siquiera haya sitio

en un mundo tan miserable

para una suerte tan santa

que ha traspasado el dolor!


Murmullo del bosque

Y brilla el lago estremeciéndose

y se mece bajo el sol;

yo, mirándolo desde el bosque,

dejo que la pena me embruje

y escucho desde la frescura

la cordoniz13.

Desde manantiales y arroyos

suena somnolienta el agua;

y allí donde penetra el sol,

entre las ramas a las ondas,

entre olas asustadizas

ella se arroja.

El cuco canta, mirlos, tordos -

¿y quién sabe diferenciarlos?

Mil especies de aves trinan

escondidas entre las ramas

y hablan entre ellas con muchos

significados.

Dice el cuco: - «¿Dónde la hermana

de nuestros sueños de verano?

Tan cimbreante y tan querida,

con su mirada fatigada,

que aparezca, igual que un hada,

ante nosotros.»

El viejo tilo alarga una rama,

para que ella pueda doblarla,

que la joven rama se impulse,

que la levante por los brazos,

y que lluevan miles de flores

encima de ella.

Pregunta triste el manantial:

- «¿Dónde se encontrará mi reina?

¿Soltando sus suaves cabellos,

mirando su rostro en mis aguas,

soñadora, que me acaricie

su dulce pie?»

- «¡Querido bosque -contesté-,

ella no viene, ya no viene!

Quedad solos, vosotros, robles,

soñad con los ojos azules,

que solo para mí brillaron

todo el verano».

¡Qué bien que se estaba en el bosque,

cuando era su compañero!

Igual que un cuento encantado

que permanece hoy oscuro...

De dondequiera que estés, vuelve,

para estar solos.


Si pasan los años...

Si pasan los años como han pasado,

ella me gustará cada vez más,

porque en toda su naturaleza

hay un «no sé cómo» y un «no sé qué».

¿Y me habrá hechizado con algún rayo

en el instante aquel en que nos vimos?

Aunque no es más que una mujer,

sin embargo es distinta, «no sé cómo».

Y por esta razón me da lo mismo

si habla o si permanece en silencio;

pues si su voz es toda ella armonía,

es su silencio también un «no sé qué».

Esclavizado por la misma pena

siempre recorro el mismo camino...

en cada misterio de sus hechizos

hay un «no sé qué», hay un «no sé cómo».


Te vas, en años de tortura

no te verán mis tristes ojos,

enamorados de tu ser,

de cómo te ríes, te mueves14.

Pero no es tierno como un cuento

mi amor, mi doloroso amor;

pero tu alma es un demonio

con rostro de hermoso mármol.

En la cara, un pálido hechizo,

y ojos brillantes, encendidos

y turbadores están húmedos

por halagos y por malicias.

Cuando me tocas, me estremezco,

me sobresalto cuando pasas,

del dulce caer de tus pestañas

pende mi existencia futura.

Te vas, no voy a lamentar

el día de ayer a partir de ahora,

pues no volveré ya a ser víctima

de los despiadados dolores.

Y no confundirás más mi oído

con el respirar de tu boca,

no acariciarás ya mi frente

para hacerme perder el juicio.

Nombres deshonrosos podría

plasmar dentro de mi cabeza,

y odiarte encarnizadamente,

maldecirte, ya que te quiero.

Ahora ya ni eso me queda,

ya no tengo a quién maldecir,

y así como hoy será mañana,

como mañana la eternidad. -

Un otoño se dilata

sobre un cansado y triste arroyo;

encima de él las hojas muertas -

mis sueños que se están muriendo.

La vida como una locura

acabada antes de empezar,

en la negra eternidad

te he tenido un instante en brazos.

Después, levantando sus alas,

se fue para siempre mi suerte -

¡dame el tesoro de un instante

junto con años de lamentos!


Desde el río Nistru15 hasta Tisza16

los Rumanos se me han quejado

de que ya no pueden andar

por culpa de los extranjeros.

Desde Hotin17 hasta el Mar Negro

vienen los rusos18 a caballo,

desde el Mar Negro hasta Hotin

siempre nos cortan el camino;

desde Boian19 a Vatra-Dornii20

la oruga ha llenado los cornos21;

tanto te acosan los extraños

que no puedes reconocerte.

Desde la montaña hasta el valle

se ha abierto paso el enemigo22,

desde Satmar23 hasta Săcele24

tan solo hay vados como aquellos.

¡Ay del pobre e infeliz Rumano!

Siempre hacia atrás como el cangrejo,

ni le va bien, ni tiene ánimo,

ni le es el otoño, otoño,

ni es el verano su verano,

y es extranjero en su país.

Desde Turnu25 hasta Dorohoi26

brotan torrentes de enemigos

y se asientan en nuestra tierra;

se mueren todas las canciones,

y todos los pájaros vuelan

por la multitud de extranjeros;

y solo la sombra del cardo

queda en la puerta del cristiano.

Descubre la patria su seno,

el bosque - hermano del Rumano -

se inclina siempre ante el hacha

y sus manantiales se secan -

¡pobre queda en su país pobre!

¡Quien quiera a los extranjeros,

que los perros coman sus almas,

el desierto coma su casa,

la infamia destroce su estirpe!

¡Rey Esteban27, Su Majestad,

no permanezcas más en Putna28,

deja allí al archimandrita29

todo el cuidado de la iglesia,

deja el cuidado de los Santos

a cargo de los eclesiásticos,

y que ellos doblen las campanas

todo el día, toda la noche,

tal vez se apiadará así Dios,

y puedas librar a tu pueblo!

Tú levántate de la tumba,

que te oiga sonar el cuerno

para reunir así Moldavia.

Si tocas el cuerno una vez,

reunirás a toda Moldavia,

si tocas el cuerno dos veces,

los bosques vendrán a ayudarte,

si lo tocas una tercera

perecerán los enemigos

de una frontera a la otra -

¡Entonces los quieran los cuervos

entonces los quieran las horcas!


Indice