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ArribaAbajoJosé María Pemán

José María Pemán

José María Pemán
(Cádiz, 1897-1981)

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Tras unas adolescentes composiciones modernistas, Pemán obtiene su primer éxito como poeta en la línea casticista, sentimental y realista de Gabriel y Galán. Su poema «El Viático» -«cuadrito andaluz, de poesía directa y color regional», según lo define en sus Apuntes autobiográficos, pág. 34- está escrito tomando como modelo «El embargo». Es un poema preferido por los recitadores, y a esa línea efectista y melodramática no dejará de ser fiel Pemán toda su vida (uno de sus libros incluye una parte titulada expresamente «Tres poesías andaluzas destinadas a la recitación»), lo que contribuirá no poco a alejarle del más exigente gusto contemporáneo.

La poesía casticista, castellanista, con ecos del Siglo de Oro, es la que predomina en sus dos primeros libros De la vida sencilla y Nuevas poesías. Una nueva etapa se inicia con el conocimiento de la antología que Julio Cejador dedica a la poesía tradicional castellana. «Empezó a mandarme, tomo a tomo, aquella fogosa y desordenada Antología, donde a sacos y esportones, mezclando la arena y el oro, recogía de cancioneros, bailes de comedias y pliegos sueltos, cuanto tenía giro y, aire de canción popular. Verdaderamente aquello tenía magnitud de "revelación". Sobre todo en el primer tomo, donde se recogían los pies de villancico, deslumbraba la flexibilidad infinita de medidas y la variedad de matices sentimentales. Era una verdadera especie-ría de la poesía y el sentimiento donde, desde la sal y la pimienta hasta el azafrán para colorear o el almizcle para perfumar, había de todo [...]. La última mecha sobre esta carga poética que se iba acumulando en mi espíritu estuvo a cargo del grande y total Juan Ramón Jiménez» (Apuntes autobiográficos, págs. 57-58). Esta poesía neopopularista produjo los libros A la rueda, rueda, El barrio de Santa Cruz, Señorita del mar. Es el momento en que más próximo se encuentra a su generación cronológica, la del 27.

Luego viene, como en Alberti, el compromiso político, aunque en su caso de dirección contraria: Elegía a la tradición de España (1932) y ya durante la guerra el Poema de la bestia y el ángel.

En 1946 publica Las flores del bien, al que considera su libro «más personal». Las treinta canciones incluidas bajo el título de «Soledades» contendrían, a juicio del   —248→   autor, lo más puro de su inspiración lírica, mientras que las otras secciones serían una reelaboración de sus temas habituales, aunque «con una mayor flexibilidad y personalidad de forma»; serían poemas «más definitivamente despegados de todo sustentáculo concreto, más radicalmente puros y autónomos» (Apuntes autobiográficos, págs. 165-166), algo que siempre obsesionó a Pemán, acusado de cultivar una poesía «impura» por su carga folclórica, política o religiosa.


Obra poética

De la vida sencilla, Madrid, V. H. Sanz Calleja, 1923. Prólogo de Francisco Rodríguez Marín.

Nuevas poesías, Madrid, Voluntad, 1925.

A la rueda, rueda (cancionero), Madrid, G. Hernández y Galo Sáez, 1929.

El barrio de Santa Cruz (itinerario lírico), Jerez de la Frontera, 1931. Prólogo de S. y J. Álvarez Quintero.

Elegía a la tradición de España, Madrid, Tipografía de Manuel Cerón, 1931.

Señorita del mar (itinerario lírico de Cádiz), Madrid, Establecimiento Tipográfico de Sáez Hermanos, 1934.

Poema de la bestia y el ángel, s. l., Jerarquía, 1938.

Por Dios, por la patria y el rey, Madrid, Ediciones Españolas, 1940.

Poesía sacra (selección), Madrid, Escelicer, 1940.

Las musas y las horas (antología poética), Madrid, Aguilar, 1945. Nota preliminar de F. S. R.

Las flores del bien, Barcelona, Montaner y Simón, 1946.

Antología (de poesía lírica), Buenos Aires, Espasa-Calpe (col. Austral), 1955.

Poesía: nueva antología 1917-1965, Madrid, Escelicer, 1965. Prólogo de Manuel Machado.

Obras selectas, inéditas y vedadas, II. Poesía, Madrid, Dopesa, 1972.

Obras de José María Pemán. Las flores del bien, De la vida sencilla (vol. 5), Poesía selecta (vol. 14) (ed. José Antonio Martínez Puche), Madrid, Edibesa, 1997-1998.




Bibliografía

GARCÍA IGLESIAS, Luis, «Poema de la bestia y el ángel», de José María Pemán: verso y composición métrica, Madrid, 1997.

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GASCÓ CONTELL, Emilio, Pemán, Madrid, Epesa, 1974.

MACHADO, Manuel, «Prólogo», en Obras selectas, inéditas y vedadas, II, págs. 9-15.

NIN DE CARDONA, José María, «Estudio preliminar», en Pemán, J. M., Mensajes desde el cerro, Madrid. Organización Sala Editorial, 1974, págs. XVII-LXXXIII.

PEMÁN, José María, Apuntes autobiográficos, Madrid, Edibesa, 1998. Edición de José Antonio Martínez Puche.



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ArribaAbajoLa piedra


ArribaAbajo ¡Qué hermana, tú, la piedra
sin perfil, ya redonda,
suavizada del tiempo y de la lluvia,
sobre el verdín de la calleja triste!
¡Qué hermana, tú, de la pasión callada,
tirada por inútil
en medio de mi vida!

[El barrio de Santa Cruz]

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ArribaAbajoTema de invierno


ArribaAbajo Flota, muerta, Sevilla sobre el río
y su alma, hecha de olores y cantares,
anda por los vecinos olivares
huyendo, errante, sobre el viento frío.

Se fueron ya los mágicos añiles
de las tardes de agosto y los calores,
ahora que la Maestranza tiene flores,
llorosas de humedad, en los toriles.

Quedan sólo en la tarde gris y oscura
los dejos de un amor y una aventura:
una copla de celos dolorida,

unas nubes sangrientamente rojas
y un clavel que, en el libro de mi vida,
pondré, como señal, entre dos hojas.

[Otras poesías andaluzas]

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ArribaAbajoInspiración y gracia


ArribaAbajo Nada hay perfecto en mí, sino las cosas
que son apenas mías:
el relámpago puro,
la centella infinita.
Todo me es dado en gracia:
gracia humana o divina.
La riqueza mejor de mis riquezas
es mi riqueza gratuita.
Riqueza no ganada: plenitud sin esfuerzo.
Maestría
que se me entró desnuda
como el viento o el sol, por las rendijas
mal cerradas del alma; luz robada;
música no aprendida;
rosa de otros jardines
que la mano de Dios, porque Él lo quiso,
puso en mi pecho mientras yo dormía.

Inspiración y Gracia:
todo lo que hay en mí claro y perfecto
vino a mí, sin esfuerzo, en la alegría
del sol de la mañana
cuando yo estaba de rodillas.

Todo, de vuelta, lo encontré en mi mesa:
servido el pan y el agua,
la lámpara encendida...
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Nunca salí al encuentro de las cosas:
y las cosas mejores
me fueron concedidas.

¡Señor: yo te bendigo
por todas mis riquezas gratuitas!

[Poesía sacra]

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ArribaAbajoSoliloquio y paradoja de la muerte


ArribaAbajo Si a vida inmortal no voy
la muerte no existiría:
pues apenas si sería
un no ser lo que ahora soy.

Ella que es tanto, no es nada
si ella acaba toda vida:
pues antes no fue venida
ni después es recordada.

Si a la nada he de volver
¿qué es la muerte para mí?
Nada fui mientras viví:
y al morir, dejé de ser.

Ni a la muerte que me espera
ya puedo llamarla mía
si aquel ser que yo tenía
deja de ser cuando muera.

Sin vida no existe nada:
luego el trance de morir
¿sobre qué puede venir
siendo la vida acabada?

Si un otro vivir no es cierto,
el vivir es una pena
que cabe en el alma ajena,
mas no en mí que ya soy muerto.
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Pero no: que en tal manera
mi muerte gran verdad es
que yo he de vivir después,
según el modo que muera.

Hay muerte porque, al sentirla,
por mía la he de sentir:
porque al punto de morir
ya empiezo a sobrevivirla.

Hay muerte porque es igual
nacer y morir: de suerte
que estoy cierto de mi muerte
porque me siento inmortal.

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ArribaAbajoSoledad en la muerte


ArribaAbajoHay que morir sin compañía...
Esposa mía y compañera:
tuya es mi vida toda entera,
¡pero mi muerte es sólo mía!

Toda la gracia del vivir
te di con mano generosa:
pero el cogollo de la rosa
no lo podemos compartir.

Tienes la vida y la verdad
del compañero y del amigo.
Pero aquel día... ¡yo conmigo
en mi infinita soledad!

Dos almas tienen sólo un Dios
y dos estrellas sólo un cielo.
Dos vidas viven un anhelo
¡pero no hay muertes para dos!

Por esa puerta no entrarás.
En esa senda no serás
ya mi consuelo y mi maestra.
Toda mi vida ha sido nuestra.
¡Mi muerte es mía, nada más!

[Las flores del bien]

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ArribaAbajoVerso del mundo


ArribaAbajo Estoy acompañado de tantas soledades
que parece que canto con la voz de los otros.
¡Le he prestado mi voz a tantas cosas!
¡Le he dado el corazón a tantos ríos!

Pero no: no son ellos los que me dan imágenes
y versos y palabras.
Soy yo el que le doy pulso de música a los astros.
Soy yo el que hablo en el nombre
del cisne y la cascada.

No es que tenga la voz mojada en llanto
porque el día esté triste.
Yo he entristecido el día
y humedecido el prado.

¡Qué de rayos de sol y qué caminos
contrarios, como lanzas de amores en pelea,
los que pasan y cruzan por la plaza
de este corazón mío,
saltada cerradura de la pena,
llave perdida del amor sin tasa!

[Poesía humana]