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ArribaAbajoDolores Veintemilla de Galindo (1829-1857)

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ArribaAbajoNota biográfica

Privilegiada con notables talentos artísticos, pues cultivaba la música y manejaba con habilidad el pincel, es la poetisa sin par en nuestro Parnaso, la Sapho americana.

No obstante su hermosura, realzada por tan singulares talentos y dones naturales, su corta vida fue desgraciada pues falleció trágicamente en Cuenca, abandonada de su esposo, a quien reprochó en su inmortal poesía «Quejas», eco profundo de la agonía moral que la impulsó a quitarse la vida, en la noche fatal del 23 de mayo de 1857, a los 26 años, dejando como por casualidad un manojo de poesías inmarcesibles, las que recogió y publicó el conocido literato Celiano Monge (Producciones literarias. Quito, 1908)37.



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ArribaAbajo Selecciones

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ArribaAbajoRecuerdos

En 1847 tenía 17 años cumplidos. Hasta esa edad mis días habían corrido llenos de placeres y brillantes ilusiones. Con la mirada fija en un porvenir risueño y encantador, encontraba bajo mis plantas una senda cubierta de flores, y sobre mi cabeza un cielo tachonado de estrellas.

¡Era feliz, y pensaba que nunca se agostarían esas flores ni se apagarían esos astros!...

Adorada de mi familia, especialmente de mi madre, había llegado a ser el jefe de la casa; en todo se consultaba mi voluntad; todo cedía al más pequeño de mis deseos; era completamente dichosa bajo la sombra del hogar doméstico, y en cuanto a mi vida social, nada me quedaba que pedir a la fortuna.

Desde que tuve 12 años me vi constantemente rodeada de una multitud de hombres, cuyo esmerado empeño era agradarme y satisfacer hasta mis caprichos de niña.

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Una figura regular, un pundonor sin límites y un buen juicio acreditado, me hicieron obtener las consideraciones de todas las personas de las distintas clases sociales de mi patria.

A la edad de 14 años, un sentimiento de gratitud vino por primera vez a fijar mi atención en uno de mis amigos; hasta entonces mi corazón ligero y vago como el volar de la mariposa, no había hecho más que escuchar con desdén, y si se quiere con risa, los suspiros de los que me rodeaban. Se me había enseñado que los hombres no aman nunca y que siempre engañan; esto me hacía reír de ellos sin escrúpulo.

Poco a poco ese sentimiento de gratitud se cambió en una afección tierna, sentida y bienhechora que me ofreció mil y mil encantos.

La confianza que mi madre tenía en mí, me daba una completa libertad; era, pues, señora de mis acciones y de mis horas, y podía ver a mi amigo, que lo era también de mi madre, a mi satisfacción, estar y pasar sola con él, sin caer siquiera en cuenta que mi fortuna era una especialidad.

Respetada siempre por él, uno de mis placeres más íntimos era estar tranquila a su lado. A este hombre virtuoso es a quien debo la mayor parte de mis buenos sentimientos. Las horas que pasábamos juntos las empleaba en formar mi corazón para la virtud. Joven de 19 años, su amor le había vuelto reflexivo y prudente.

Después de cuatro años debíamos unir para siempre nuestro porvenir, y nunca escuché de sus labios la más ligera expresión que pudiera ruborizarme. Noches enteras pasábamos juntos en medio de la exaltación del baile, sin que me diera a comprender su cariño sino por medio de mil delicadas atenciones; por su arrebatado disgusto se notaba que la más pequeña indiscreción de los que me rodeaban había lastimado profundamente su corazón.

Su alma noble no me inspiró jamás sospechas ni inquietudes. Me había prometido amarme siempre, le había   —187→   ofrecido yo pertenecerle por toda mi vida, esto nos hacía felices.

¡Ah, no se puede negar, aun cuando se diga lo contrario, que también el corazón de los hombres tiene impulsos generosos y abriga sentimientos elevados y las más saludables emociones para la virtud!



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ArribaAbajoAspiración


ArribaAbajo    Yo no quiero ventura ni gloria,
sólo quiero mi llanto verter;
que en mi mente la cruda memoria
sólo tengo de cruel padecer.

    Cual espectro doliente y lloroso  5
sola quiero en el mundo vagar,
y en mi pecho, cual nunca ardoroso,
sólo quiero tu imagen llevar.

    Yo no quiero del sol luminoso
sus espléndidos rayos mirar,  10
mas yo quiero un lugar tenebroso
do contigo pudiera habitar.

    Si del mundo un imperio se hiciera,
que encerrara tesoros sin cuento;
si este imperio a mis pies se pusiera,  15
lo cambiara por verte un momento.

    Si ángel fuera a quien templos y altares
en mi culto se alzaran, tal vez
con tormentos cambiara, eternales,
por estar un instante a tus pies.  20



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ArribaAbajoDesencanto


ArribaAbajo    ¿Por qué mi mente con tenaz porfía
mi voluntad combate, y obstinada,
tristes recuerdos de la infancia mía
ofrece a mi memoria infortunada?
¿Por qué se cambia el esplendente día  5
en mustia sombra del dolor velada,
y a la sonrisa de inocente calma
sucede el llanto y la ansiedad de mi alma?

   Las puras flores que mi sien orlaron
de mi frente fugaz se desprendieron,  10
y cual sombra levísima pasaron
en pos llevando el bien que me ofrecieron.
Sólo las horas del dolor quedaron;
las horas del placer nunca volvieron,
y de mi vida en el perdido encanto  15
sólo me queda por herencia el llanto.

    Yo era en mi infancia alegre y venturosa
como la flor que el céfiro acaricia,
fascinada cual blanda mariposa
que incauta goza en férvida delicia;  20
pero la humana turba revoltosa
mi corazón hirió con su injusticia
y véome triste, en la mitad del mundo,
víctima infausta de un dolor profundo.



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ArribaAbajoAnhelo


ArribaAbajo    ¡Oh! ¿dónde está ese mundo que soñé
allá en los años de mi edad primera?
¿Dónde ese mundo que en mi mente orlé
de blancas flores...? ¡Todo fue quimera!

   Hoy de mí misma nada me ha quedado,  5
pasaron ya mis horas de ventura,
y sólo tengo un corazón llagado
y un alma ahogada en llanto y amargura.

   ¿Por qué tan pronto la ilusión pasé?
¿Por qué en quebranto se trocó mi risa  10
y mi sueño fugaz se disipó
cual leve nube al soplo de la brisa...?

   Vuelve a mis ojos óptica ilusión,
vuelve, esperanza, a amenizar mi vida,
vuelve, amistad, sublime inspiración...  15
yo quiero dicha aun cuando sea mentida.



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ArribaAbajoSufrimiento


ArribaAbajo    Pasaste, edad hermosa,
en que rizó el ambiente
las hebras del cabello por mi frente
que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa  5
de los felices años,
y contigo mis gratas ilusiones...
Quedan en su lugar los desengaños
que brotó el huracán de las pasiones.

    Entonces ¡ay! entonces, madre mía,  10
tus labios enjugaban
lágrimas infantiles que surcaban
mis purpúreas mejillas... y en el día
¡ay de mí! no estás cerca para verlas...
¡son del dolor alquitaradas perlas!  15

    ¡Madre! ¡Madre! no sepas la amargura
que aqueja el corazón de tu Dolores,
saber mi desventura
fuera aumentar tan sólo los rigores
con que en ti la desgracia audaz se encona.  20
¡En mi nombre mi sino me pusiste,
sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
de espinas ya cambiada...
¡Es tu Dolores ¡ay! tan desdichada!  25



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ArribaAbajoLa noche y mi dolor


ArribaAbajo    El negro manto, que la noche umbría
tiende en el mundo, a descansar convida.
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
cansado el pobre y su dolor olvida.

    También el rico en su mullida cama  5
duerme soñando avaro en sus riquezas;
duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
-Soy invencible y grandes mis proezas.

   Duerme el pastor feliz en su cabaña
y el marino tranquilo en su bajel;  10
a éste no altera la ambición ni saña;
el mar no inquieta el reposar de aquél.

   Duerme la fiera en lóbrega espesura,
duerme el ave en las ramas guarecida,
duerme el reptil en su morada impura,  15
como el insecto en su mansión florida.

   Duerme el viento, la brisa silenciosa
gime apenas las flores cariciando;
todo entre sombras a la par reposa,
aquí durmiendo, más allá soñando.  20

    Tú, dulce amiga, que tal vez un día
al contemplar la luna misteriosa,
exaltabas tu ardiente fantasía,
derramando una lágrima amorosa,
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    duermes también tranquila y descansada  25
cual marino calmada la tormenta,
así olvidando la inquietud pasada
mientras tu amiga su dolor lamenta.

   Déjame que hoy en soledad contemple
de mi vida las flores deshojadas;  30
hoy no hay mentira que mi dolor temple,
murieron ya mis fábulas soñadas.



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ArribaAbajoA Carmen


(Remitiéndole un jazmín del Cabo)

ArribaAbajo    Menos bella que tú, Carmela mía,
vaya esa flor a ornar tu cabellera;
yo misma la he cogido en la pradera
y cariñosa mi alma te la envía.
Cuando seca y marchita caiga un día  5
no la arrojes, por Dios, a la ribera;
guárdala cual memoria lisonjera
de la dulce amistad que nos unía.



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ArribaAbajoA la misma amiga


ArribaAbajo    ¡Ninfa del Guayas
encantador!
De tus abriles
en el albor,
cuando regreses  5
a la mansión,
donde te espera
todo el amor
de los que hoy ruegan
por ti al Señor;  10
cuando más tarde
vengan en pos
de los placeres
que apuras hoy,
los tiernos goces  15
y la emoción
con que las madres
amamos ¡oh!
a los pedazos del corazón;
no olvides, Carmen,  20
no olvides, ¡no!
¡a tu Dolores
por otro amor!



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ArribaAbajo ¡Quejas!


ArribaAbajo    ¡Y amarle pude!... Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído  5
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.

    Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;  10
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho,
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;  15
él, mi primero, mi ferviente amor.

    Sin él, para mí, el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.  20
Vivía de su vida aprisionada;
era el centro de mi alma el amor suyo,
era mi aspiración, era mi orgullo...
¿por qué tan presto me olvidaba el vil?
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    No es mío ya su amor, que a otra prefiere;  25
sus caricias son frías como el hielo.
Es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción...
¡Y amarle pude delirante, loca!
¡No! mi altivez no sufre su maltrato;  30
y si a olvidar no alcanzas al ingrato
¡te arrancaré del pecho, corazón!



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ArribaAbajoA mis enemigos


ArribaAbajo    ¿Qué os hice yo, mujer desventurada,
que en mi rostro, traidores, escupís
de la infame calumnia la ponzoña
y así matáis a mi alma juvenil?

    ¿Qué sombra os puede hacer una insensata  5
que arroja de los vientos al confín
los lamentos de su alma atribulada
y el llanto de sus ojos? ¡Ay de mí!

   ¿Envidiáis, envidiáis que sus aromas
le dé a las brisas mansas el jazmín?  10
¿Envidiáis que los pájaros entonen
sus himnos cuando el sol viene a lucir?

   ¡No! ¡no os burláis de mí sino del cielo,
que al hacerme tan triste e infeliz,
me dio para endulzar mi desventura  15
de ardiente inspiración rayo gentil!

    ¿Por qué, por qué queréis que yo sofoque
lo que en mi pensamiento osa vivir?
¿Por qué matáis para la dicha mi alma?
¿Por qué ¡cobardes! a traición me herís?  20

   No dan respeto la mujer, la esposa,
la madre amante a vuestra lengua vil...
Me marcáis con el sello de la impura...
¡Ay! ¡nada! ¡nada respetáis en mí!



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ArribaAbajoA un reloj


ArribaAbajo    Con tu acompasado son
marcando vas inclemente
de mi pobre corazón
la violenta pulsación...
¡Dichosa quien no te siente!  5

   Funesto, funesto bien
haces reloj... La venida
marcas del ser a la vida,
y así impasible también
la hora de la partida.  10