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ArribaAbajoCapítulo VIII

Plan general de canales


(Un proyecto de ley.)

En 1893 proyectó la Cámara Agrícola del Alto-Aragón un Congreso de Aguas y Riegos, en Madrid, con objeto de ilustrar los siguientes temas, que vieron la luz en el Boletín de aquella asociación:

«1.º Resultados económicos de los canales de riego explotados por el Estado en Italia, Bélgica, Francia, Egipto, India inglesa y colonias de Holanda. Ídem de los explotados por el Estado en España: Imperial, Lozoya, Llobregat, Prior y Jarama. Su comparación con el resultado que los canales explotados por Empresas privadas han producido para éstas, para los regantes y para el Fisco.

»2.º Si los canales son obras de utilidad pública. Si debe construirlos o auxiliar su construcción el Estado, y caso afirmativo, en qué condiciones. Causas de la ineficacia de las leyes de auxilio a la construcción de canales dictadas en España. Si es lícito declarar obligatorio el riego y expropiar por causa de utilidad pública las tierras que sus dueños no quieran regar: aplicación del principio de las leyes forestales de Francia y Alemania. Si debe participar el constructor (concesionario privado o Administración pública) en el aumento de valor de las tierras determinado por el riego.

»3.º Estiaje de los ríos en España. Complemento necesario de los canales: pantanos de alimentación; repoblación forestal de las cabeceras de las cuencas hidrográficas. Conclusiones de la experiencia en Rusia, Francia y la India. Plan general de canales y pantanos de riego. Mejora y aumento de los riegos existentes.

»4.º Granjerías pecuarias y cultivos industriales cuyo desarrollo debe ser consecuencia del aumento de los riegos. Medios para apresurar la transformación de los secanos en regadíos. Cultivos de transición.»

*

No tardó la Directiva en comprender que aun esto sería insuficiente para iluminar los muchos puntos obscuros que todavía encierra el problema de los canales y pantanos de riego, así en su aspecto técnico como en el administrativo y financiero, y para llamar hacia él la atención del país y de los poderes en el grado necesario a su pronta realización; y de acuerdo con ella, el señor Costa interesó, el año pasado, de dos ilustres repúblicos, diputados a Cortes en aquella sazón, la presentación de un proyecto de ley en que se disponía la inmediata formación de un plan general de canales con todas las garantías de acierto que podían apetecerse.

Ese proyecto importantísimo que de seguro llamará la atención de nuestros lectores, llegó a estar puesto en limpio en la Secretaría del Congreso, para ser entregado a la Mesa; cuando inopinadamente ocurrió la crisis del partido liberal, atando las manos al Parlamento, y fue preciso aplazar la proyectada ley para otra legislatura, cuya ocasión todavía no ha llegado.

He aquí el Proyecto de referencia:

«Al Congreso de los Diputados:

La atención singular que se ha prestado en estos últimos años a los alumbramientos de aguas para la agricultura en las regiones del planeta más castigadas por la sequía, tales como la India inglesa, las colonias neerlandesas, Egipto, Chile y los Estados Unidos del Norte de América, donde se cuentan por millones de hectáreas las superficies a que se ha extendido el beneficio del riego en poco tiempo, hace pensar con pena en la escasa eficacia que han tenido hasta hoy en nuestro país el ejemplo vivo de las canalizaciones heredadas de los musulmanes, las fervorosas excitaciones de las Cortes de Castilla al emperador Carlos V, el consejo autorizado de tantos ilustres repúblicos, desde Pérez de Herrera hasta Campomanes y Jovellanos, la Instrucción de Corregidores de 1788 y las de Fomento de 1833 y 1850, y los estímulos ofrecidos con mano pródiga en las leyes de Aguas y de Canales de 1840, 1865, 1866, 1870, 1879 y 1883; y de otro lado, la situación desesperada de los agricultores, impotentes ya para resistir con cultivos tan aleatorios y poco remuneradores como los de secano y en lucha con la agricultura progresiva y mejor dotada de otros países, la inmensa carga de la vida moderna, y la consiguiente necesidad de reforzar su acción, de aumentar la potencia productiva del suelo y sustraerlo todo lo posible al libre juego de las fuerzas naturales, obligan a no demorar por más tiempo el planteamiento de aquel problema de economía nacional, y a abordarlo con la misma firme resolución con que se abordó hace más de treinta años el problema de las vías de comunicación, carreteras y ferrocarriles.

Por desgracia, la materia esta de fomento de riegos suscita todavía en la doctrina infinitas dudas y cuestiones, tanto del orden técnico como del económico y sociológico, que no da resueltas la experiencia de las pocas obras de este género construidas en España en los tiempos modernos, y que explica, de una parte, la absoluta ineficacia de las leyes de auxilio promulgadas en 11 de Julio de 1865, 20 de Febrero de 1870 y 27 de Julio de 1883, y de otra, el fracaso financiero de las empresas constructoras de los canales y pantanos ya en su mayor parte terminados, de Urgel, Henares, Esla, Llobregat, Tamarite, Lorca, Híjar, Monteagudo, Calahorra y otros, sea que se haya debido a errores de cálculo o desconocimiento de las condiciones hidrográficas de la región, a escasez del caudal de agua disponible, o a la falta de correspondencia entre la época en que los ríos corren llenos y la fecha en que los cultivos tradicionales reclaman el riego, ora a resistencia de parte de los terratenientes para transformar sus secanos en regadío; o a la falta del necesario complemento en instituciones de crédito agrícola, o en un sistema de colonización, o a otra causa diferente. Siempre resulta, sin género alguno de duda, que el problema, como problema técnico y como problema administrativo, se halla preñado de interrogaciones y necesitadísimo de ilustración: posibilidad de adaptar los cultivos nuevos al régimen de los ríos, casi todos de primavera; determinación de las zonas regables cuyos pobladores se hallan dispuestos ya de presente a recibir el riego, y las que no están en igual caso; inconvenientes del sistema de proyectos aislados, sin relación total a las respectivas cuencas hidrográficas; orden de prelación que convenga seguir en la ejecución de tales obras; pantanos reguladores y de alimentación de los canales; combinación de éstos con el catastro parcelario, con instituciones de crédito que hagan posible la transformación de la agricultura extensiva en intensiva, y con un plan de colonización interior tal como se ha impuesto con las canalizaciones en la América del Norte; derecho que pueda asistir al constructor, sea éste el Estado o una empresa privada, a expropiar las tierras cuyos dueños no puedan o no quieran regarlas; si es preferible al percibo de un canon anual la participación en el aumento del valor del suelo, satisfecha de una vez en especie, o sea en tierra de la que ha de ser beneficiada por el riego; en tal hipótesis, área proporcional en que habría de consistir esa participación, y sistema de colonización que podría adoptarse para ella, como para los terrenos comunales a que alcance el riego; condiciones técnicas de la construcción de diques de pantanos, para prevenir en lo posible su rotura, relativamente tan frecuente, por descomposición química de los morteros; y así por igual tenor cien otras cuestiones, cuya solución previa es indispensable para que el poder público pueda aplicar caudales de la nación a tan costosa necesidad con la certeza de que no han de resultar improductivos.

Por una ley de 1849 se estatuyó que los capitales que se invirtieran en riegos nuevos, estarían exentos de toda contribución por término de diez años. Este beneficio se amplió a un tiempo indefinido por la ley de Aguas de 1866. La ley de 11 de Julio de 1865 distribuyó los cien millones que se habían destinado de la desamortización en 1861 a fomento de riegos, ofreciendo las dos terceras partes en anticipos o préstamos a los propietarios que intentaran obras para regar sus tierras, y el tercio restante en subvenciones a las empresas de construcción de canales y pantanos. La ley de 20 de Febrero de 1870 dio en ese camino más que un paso de gigante, un verdadero salto, concediendo a las empresas constructoras el aumento de contribuciones que se obtuviese por consecuencia del riego hasta el límite de 150 pesetas por hectárea, y tres años más la contribución íntegra a título de indemnización del interés correspondiente a los capitales durante la construcción: lo cual representaba por término medio las dos terceras partes del presupuesto de las obras, si bien cobrado después de terminadas éstas, en un período de diez a quince años. La ley de 27 de Julio de 1883 dio un nuevo avance, otorgando a los concesionarios, cuando éstos fuesen Sindicatos de regantes, una subvención directa, que podía ascender hasta al 50 por 100 de las obras del canal o pantano, con más un anticipo en concepto de préstamo con interés al 3 por 100 para apertura de brazales y acequias secundarias y preparación de tierras; y tratándose de empresas concesionarias, a un 40 por 100 del coste presupuesto del canal o pantano y acequias principales, pagadero en su parte mayor a medida de la construcción de las obras, y el resto, con nombre de premio, a medida que se acreditara el empleo del agua en el riego. Pues bien; todo ha sido inútil para el efecto que con tales leyes se perseguía, no habiendo resultado la última de la serie, con sus tentadoras promesas de subvención, menos ineficaz que la primera, con sus modestas exenciones tributarias; lo cual acredita del modo más palmario que no se conoce aún el camino derecho, y que no existe razón para admitir a priori que produciría mejor resultado, aun dando por supuesto que sea justa y admisible en buenos principios, la reforma aconsejada por algunos en el sentido de englobar el «premio» de la ley de 1883 con la «subvención», para que se abone lo mismo que ésta a medida de la construcción de las obras, o de asegurar un interés fijo a los capitales privados que se inviertan en la construcción, sistema ensayado ya sin éxito por Inglaterra en su vasta colonia de Asia. Bastaría recordar, por ejemplo, que los terratenientes de la zona del principiado canal de Tamarite, el mayor entre todos los construidos, proyectados y posibles en España, anunciaban que no les traería cuenta regar, con el canon impuesto al uso del agua en las últimas concesiones, planteando por tal motivo el dilema de que el Estado fuese quien lo construyera o que se quedara sin construir.

De las consideraciones que preceden dedúcese la urgente necesidad de formar con arreglo a sistema un plan meditado de todas las obras de este género económicamente posibles en España, tal como se halla en cierta manera autorizado por el art. 13 de la ley de 1883, que dejamos citada, y como estuvo previsto y ordenado por Reales decretos y Reales órdenes dictadas en fechas diversas, desde 1845 a 1865 principalmente, y al propio tiempo, de allegar mayor suma de elementos de juicio de los que han podido ser tenidos en cuenta hasta aquí, acudiendo en consulta directa al país, y, en especial, a las personas que hayan hecho de este problema materia especial de reflexión y de estudio, economistas, ingenieros, geógrafos, agrónomos, cónsules, físicos y naturalistas. El sistema seguido al presente, de estudios y proyectos locales, sin relación a la cuenca entera de las respectivas corrientes naturales y a sus condiciones hidrográficas, es una continuación del anárquico sistema de sangrías aisladas hechas en pasados siglos, que tan gran obstáculo oponen hoy a todo proyecto de nuevos aprovechamientos y es contrario a la naturaleza de esta clase de obras, que exigirían ser concebidas concertadamente desde un punto de vista general, en previsión de fracasos como los que se lamentan y para que no se pierda por la contradicción de unos con otros proyectos parte alguna de esa riqueza natural, tanto más preciosa para nuestra agricultura cuanto más avaramente se la brinda el abrasado suelo de la Península.

Fundados en tales razones, los diputados que suscriben tienen el honor de proponer al Congreso el siguiente

PROYECTO DE LEY

Artículo 1.º El ministro de Fomento procederá a formar y presentará a las Cortes, en un término que no exceda de diez y ocho meses contados desde la fecha de esta ley, un plan de canales y pantanos de riego, sea general para toda la Península, sea en secciones, por comarcas o por cuencas hidrográficas.

Art. 2.º Se crea una «Comisión informadora del Plan general de canales y pantanos», compuesta de 15 vocales, para que prepare la formación del plan general a que se refiere el artículo anterior. El cargo de vocal será honorífico y gratuito.

Constituirán la Comisión un individuo de cada una de las siguientes corporaciones y entidades, designadas respectivamente por ellas mismas: Senado, Congreso de los Diputados, Real Consejo de Agricultura, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Sección de aguas de la Junta Superior Facultativa de Obras públicas, Escuela de Montes, Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Escuela de Agricultura de la Florida, Comisión del Mapa geológico de España, Instituto Central Meteorológico, Cámara agrícola del Alto-Aragón, Cámara de Agricultura, Industria y Navegación de Valencia y Sociedad de Geografía comercial; y además dos personas nombradas por el Ministerio de Fomento entre los que se hayan distinguido más por sus trabajos teóricos y prácticos en materia de Hidráulica agrícola.

Art. 3.º Dicha Comisión reunirá cuantos estudios oficiales y particulares se hayan hecho en España sobre aforos de ríos; repoblación forestal de las cabeceras de las cuencas hidrográficas; inventario de canales y pantanos existentes en España, con distinción de antiguos y modernos, e importancia de cada uno; cómo y con qué auxilios se construyeron, si fuese conocido; condiciones de su actual explotación y vicisitudes por que han pasado hasta llegar a ella; cultivos a que se aplica el riego y cantidad de agua que consumen por unidad de superficie regada; ordenanzas a que se halla sometido; beneficios obtenidos por los regantes, por el Fisco y por los dueños o concesionarios de la obra; proporción entre el valor del suelo en secano y en regadío: progresión, lenta o rápida, en la adopción del riego e implantación de los cultivos intensivos y sus causas; obstáculos que haya opuesto la extremada concentración o la extremada subdivisión de la propiedad territorial, y medios de vencerlos; proyectos y anteproyectos de nuevos canales y pantanos; condiciones agronómicas, hidrográficas y sociales de las comarcas de la Península a que corresponden tales proyectos; otras zonas o territorios en que podrían practicarse estudios de canalización y embalse de aguas fluviales; en cuáles de ellas es apreciado el riego como medio de fertilización del suelo, y su establecimiento daría pronto resultados, y en cuáles no; resultados económicos y financieros de los canales de riego explotados por el Estado en España, Italia, Bélgica, Francia, Egipto, India Inglesa y Colonias de Holanda, y su comparación con el resultado que los canales explotados por empresas privadas han producido para éstas, para los regantes y para el Fisco; causas de la ineficacia de las leyes de auxilio a la construcción de esta clase de obras, que se han promulgado hasta la fecha en España; condiciones en que podría el Estado construirlas o estimular eficaz y justamente su construcción; si la incorporación de la propiedad del agua de riego con la del suelo es preferible a su separación, y medios de realizarla cuando los constructores no son los regantes mismos; modo de apresurar la transformación de los secanos en regadíos en las zonas regables, una vez construidos los respectivos canales o pantanos; plan de colonización de las tierras públicas comprendidas y de las adquiridas o expropiadas en esas zonas; adaptación de cultivos de regadío al régimen de cada río; canales y pantanos en combinación; y cuantas otras noticias conduzcan de un modo directo al esclarecimiento del problema de los alumbramientos de aguas o sean requisito previo para su resolución.

Se pondrán desde luego a disposición de la Comisión, bajo inventario para su devolución, los proyectos, informaciones, expedientes, documentos, trabajos de todo género, impresos y libros que obren en archivos, bibliotecas y oficinas y dependencias del Estado que la Comisión crea necesarios para el mejor desempeño de su cometido.

Art. 4.º La Comisión se comunicará con los Gobiernos de otras naciones, con sus Academias, Institutos y Asociaciones, y con los representantes diplomáticos y consulares de España en el extranjero, ya directamente o por conducto del ministerio de Estado.

Art. 5.º De igual modo la Comisión organizará una información pública acerca de las cuestiones enunciadas en el artículo 3.º, a la cual tendrán obligación de contribuir los Centros oficiales, Juntas consultivas, divisiones hidrográficas, Cámaras Agrícolas y de Comercio, Ingenieros de las provincias, representantes diplomáticos y cónsules de España en el extranjero, Gobiernos civiles, Diputaciones y Ayuntamientos, siempre que la Comisión informadora reclame su concurso.

Art. 6.º La Comisión podrá acordar que se lleven a cabo, sea por sus individuos o por delegados especiales, algunos viajes de información personal a comarcas de la Península, y aun del extranjero, donde más interese a juicio suyo quilatar los resultados de la experiencia y recoger las inspiraciones de la opinión sobre la materia que es objeto de la presente ley.

Art. 7.º Promoverá asimismo y presidirá una Asamblea o Congreso de Aguas y Riegos, convocando a él a los representantes del trabajo y de la ciencia en este ramo de la economía humana, para que discuta los temas que resulten menos definidos y más necesitados de ilustración y contraste.

Art. 8.º Seguidamente imprimirá, íntegros o en extracto, en uno o más volúmenes, los estudios, Memorias e informes, así escritos como orales, que se hubieren dado o reunido por consecuencia de lo prevenido en los cinco artículos anteriores, a fin de que puedan tenerlos en cuenta las Cortes y se hagan de dominio público.

Podrá igualmente publicar, convenientemente traducidos, documentos, estudios o monografías, escritos en lenguas extranjeras, cuyo conocimiento conceptué de especial interés.

Art. 9.º Redactará, por último, un dictamen general, resumiendo y razonando las conclusiones y puntos de vista que dichos estudios, informes y Memorias le hayan sugerido, y consagrando especial atención al problema de la acción o de la intervención que el Estado deba tener en este género de obras; y de la forma y condiciones en que deba prestarla.

Art. 10. La Comisión nombrará su presidente, vicepresidente y secretario, y organizará sus trabajos y los llevará a cabo con entera independencia del Gobierno, y dará por cumplida la misión que se le encomienda por la presente ley, presentando su dictamen al ministro de Fomento en término de un año, contado desde el día en que se constituya.

Art. 11. Mientras se halle constituida y en ejercicio, podrá imprimir un Boletín periódico, que dé publicidad a sus acuerdos y programas, a los catálogos de noticias, documentos, expedientes, proyectos, libros, monografías y demás que fuere reuniendo, y de informes que reciba, y le sirva de medio general de comunicación con el público y con las autoridades, corporaciones y funcionarios cuya asidua cooperación ha de asegurar el éxito de la presente ley.

Art. 12. Se señala para los gastos de esta Comisión un crédito de... pesetas. El personal auxiliar que necesite será nombrado y retribuido por ella misma.

Palacio del Congreso...»

LO QUE PUEDE DECIRSE EN APOYO DEL PROYECTO

1.º Urge aprovechar en el riego del suelo las aguas fluviales que representan una riqueza inmensa, ahora perdida en gran parte.

2.º Falta preparación; no se sabe dónde y cómo ha de hacerse tal aprovechamiento, según reconoce Moret en el discurso citado en la nota adjunta; y por eso las leyes dictadas para fomentar la construcción de canales y pantanos desde 1849 a 1883 no han dado ningún resultado, y los fracasos en la ejecución han sido tantos como empresas.

3.º Hay que formar un plan general para toda la Península, o bien en partes, por regiones o por cuencas, de que hay ejemplo en los Estados Unidos y en Java (de Holanda), según expresa una nota adjunta.

4.º Y la formación de ese plan exige como requisito previo una enquête, en que se oiga a todo el país, a las personas competentes, etc., y se reúnan los datos de la experiencia de España y el extranjero, como se ha hecho en otras partes, según otra nota adjunta.

Notas o explicación de los cuatro enumerados: 1.º Existe en el planeta una zona comprendida entre los paralelos 20º y 44º al Norte del Ecuador, donde las lluvias, por lo escasas y por lo irregulares (a diferencia de la zona ecuatorial, sometida al régimen de los vientos alisios), no consienten por lo general una agricultura remuneradora, que preste base a naciones ricas y poderosas, sin el auxilio del riego. Dentro de esa zona se constituyeron los grandes imperios de la antigüedad, merced a las grandes canalizaciones, iniciadas hace cuatro mil años: China (Hoang-Ho), Babilonia y Asiria (Éufrates y Tigris) y Egipto (Nilo). En ellas están las grandes obras de irrigación que pueden parangonarse con aquéllas: India (Inglaterra) y Norte de América (Colorado, California, etc.). En ella las dos zonas de regadío más importantes que existen después de ésas, y que corresponden a Europa: Piamonte y Lombardía (Italia) y Cuenca central del Ebro y región levantina de la Península (España), heredadas en gran parte de Roma y de la Edad Media.

En España se juntan con la latitud para agravar sus efectos en el respecto de la sequedad, la altitud (es el país más elevado de Europa, con la sola excepción de Suiza), y la estructura de sus cordilleras, por cuya doble circunstancia resulta uno de los países más secos del globo. De aquí que la producción agrícola sea en ella muy aleatoria y muy exigua, su población poco densa, su riqueza escasa, y sus presupuestos dolientes fatalmente de déficit desde el momento en que ha querido presumir de nación moderna y gastar como tal (Constitución y guerras civiles, vías de comunicación, ejército y armada, puertos, colonias lejanas, cuerpo diplomático, lista civil, Ministerios, Parlamento, Tribunales, Gobiernos civiles, Iglesia, Enseñanza, Deuda, etc.).

Con todo ello se ha agravado la situación de la agricultura, que nunca ha sido muy próspera. Es preciso ir en su ayuda, no con medidas artificiales, que no aumentan la riqueza del país, que influyen sólo en su distribución (aduanas), sino disponiendo las fuerzas de la Naturaleza de forma que aumenten la fuerza productiva del suelo. El territorio de una nación, como instrumento de producción, no es tanto obra de la Naturaleza cuanto del hombre, que tiene que elaborarlo: el de Inglaterra, verbigracia, es geológicamente muy poco apto para la agricultura, inferior en tal respecto al español; y sin embargo es hoy más fértil que éste y produce tres veces más: es que Inglaterra ha fabricado su suelo, lo ha conquistado de la Naturaleza, lo ha penetrado de su genio, como explica Lavergne. El suelo español está casi en estado natural, no lo hemos conquistado todavía: allá había que desecarlo, aquí había que regarlo, y todavía el agua va por un lado y la tierra por otro diferente: hay sólo conquistada una pequeña parte, un 3 por 100 (Granada, Murcia, Valencia, Castellón, cuenca central del Ebro), cuya agricultura no desmerece en lo productiva de cualquier otra.

Es forzoso retener la riqueza potencial que se pierde todos los años con el agua de los ríos no canalizada (centenares de millones de pesetas) y que representa el déficit de los presupuestos públicos y el déficit del presupuesto privado de los españoles, los cuales se acuestan todas las noches, en su mayor número, sin haber podido saciar el hambre del día. Sólo rehaciendo nuestra geografía, venciendo la fatalidad de la latitud en la corta proporción en que eso es posible (pues tenemos poca agua disponible), duplicando siquiera las vegas, huertas o planas del Genil, Segura, Turia, Mijares, Ebro y sus afluentes, etcétera, podremos aspirar a ser nación semieuropea, a tener maestros que no se mueran de hambre, a recoger a los emigrantes, a llamar al oro, a hablar de cuerpo electoral, etc.

Hasta ahora se ha cuidado España de su territorio para defenderlo del extranjero (fortalezas, buques, armas...), para abrirle puertas al mar (puertos, faros), y vencer la resistencia que oponían los ríos, montes, etc.; a la locomoción (carreteras, ferrocarriles), y la langosta, filoxera, cólera, etc., a la producción y a la salud; pero se ha cuidado poco de vencer la fatalidad de la sequía, de explotar la gran fuente de riqueza de las nubes, de vivificar el suelo saturándolo de humedad mediante un sistema arterial hidráulico, multiplicando en él los escasos oasis que nos ha dejado el genio de otros siglos.

Es preciso y urge inventariar tales riquezas conquistables y ver el modo de hacerlas nuestras, de colocarlas bajo nuestro dominio. Se hizo un plan de carreteras que luego se ha ido y se va ejecutando; hay que hacer de igual modo un plan de canales y pantanos y consagrar a él buena parte de la atención que hasta ahora hemos consagrado a cosas tal vez menos vitales y que consentían mayor espera.

2.º La mitad de la obra nos la han dado hecha nuestros antepasados: difícilmente podremos duplicar el área de regadío que hemos heredado de ellos.

Pues todavía no es eso lo peor: lo peor es que hemos perdido, al parecer, el secreto de sus éxitos; que siempre que hemos intentado alguna nueva canalización o embalse en este siglo, por punto general la obra ha ido seguida de un fracaso: aquí es un canal, como el de Urgel, construido sobre la base de 33 metros cúbicos por segundo, que se ha encontrado después con que el río no aforaba, en aguas ordinarias, sino 12; allá otro, como el de Henares, que luego de construido ha resultado en seco, porque el agua que lleva el río en el estiaje estaba destinada de antiguo a algunas acequias existentes ya dentro de su zona; más lejos otro, como el de Esla, en la provincia de Zamora, que devuelve casi íntegro su caudal a los 42 kilómetros de su toma, porque los terratenientes no son partidarios del riego y rehúsan el agua; ya es otro, de que ha tenido que incautarse el Estado, confiándolo a la Administración pública, como el del Llobregat, tan importante como el Imperial de Aragón, que costó 25 millones de pesetas y no produce por venta del agua y otros aprovechamientos más que ocho mil duros líquidos al año; o como el proyectado de Tamarite, que no obstante tener construidas obras por valor de algunos millones de pesetas y acogido a los beneficios de la ley de 1883, no ha logrado terminarse ni salvar a la empresa concesionaria, y cuyos terratenientes anuncian que no les traerá cuenta regar con el canon fijado al uso del agua en la última concesión, planteando el dilema de que o se construya como obra pública por cuenta del Estado o se queda sin construir; aquí un pantano como el de Monteagudo, o como el de Calahorra, que no rinden el más insignificante capital al interés invertido en su construcción; allá otro, como el de Níjar, que ha resultado con una capacidad superior al volumen de agua llovida en su cuenca, y por tanto excesivamente caro, que no ha producido ni aun lo preciso para costearse la monda, y que no puede ya contener una gota de agua, por haberse colmado de légamo y caluciones hasta los bordes...

Y no sólo aquí: aun en Francia, casi siempre las empresas de construcción de canales y pantanos han resultado ruinosas, ofreciéndose tipos variadísimos, desde el canal de Verdou, que costó 24 millones, nada más que para 4.000 hectáreas, y que ha resultado que únicamente podía regar una mitad, cubriendo apenas con el producto los gastos de administración hasta el canal de Beacaire, del cual tuvo que incautarse el Estado, que gasta en sostenerlo doble de lo que produce; y desde el canal de Beacaire hasta el de St. Martory, que costó 10 millones y se ha vendido en pública subasta por 4.000 duros.

La razón de tantos fracasos está en que el problema es aquí más complejo que en otras partes, y no hemos tenido ocasión de ahondar en él y ni siquiera de analizar en grado suficiente los múltiples elementos que lo constituyen.

Los canales y pantanos para riego han prosperado en cuatro distintas condiciones:

I. En el Indostán, con una población que conocía ya las ventajas del riego y lo practicaba por medio de embalses, y que alcanzaba una densidad de 200 a 600 habitantes por milla cuadrada, y con ríos caudalosísimos que exigían obras muy vastas.

II. En los Estados Unidos, donde, por el contrario, podía llevarse el agua a planicies desiertas y aplicárseles los procedimientos característicos de los yankees, sin que lo estorbaran lindes de heredades ni derechos preexistentes.

III. En Chile, donde por la especial configuración topográfica del suelo, la proximidad de unos a otros ríos paralelos, y lo estrecho del territorio entre las sierras y la costa, no eran posibles grandes canales, sino acequias o canales pequeños en grandísimo número, por cuya razón han podido construirlos por centenares los mismos terratenientes, poniendo en riego una superficie mayor que todo el regadío de España.

IV. En los antiguos imperios de China, Babilonia y Egipto, bajo un régimen de vigorosa unidad política, y más aun, de despotismo, por parte de reyes agricultores, tal como lo imponían las mismas condiciones de la lucha con las fuerzas desbordadas de la Naturaleza, y que hizo posibles sangrías de los ríos, la conquista del agua y su consorcio con el suelo laborable, en la forma que hallaban más conveniente al interés común.

Ninguna de estas condiciones se da en nuestro país sino por excepción; oponiéndose a las grandes canalizaciones, obstáculos de tanta monta como éstos: 1.º El escaso caudal de estiaje de los ríos, o sea, del agua que llevan éstos en verano, y la consiguiente necesidad de adaptar a los meses en que los ríos llevan agua (hasta Junio exclusive), los cultivos intensivos (pues para los extensivos, cereales, etc., no vale casi la pena gastar tantos millones en alumbrar agua de riego), y esa adaptación es obra muy lenta (crecimiento de la cultura del pueblo, aumento del capital mobiliario, ensayos y tanteos locales y su vulgarización mediante la comprobación reiterada del éxito, etcétera). 2.º La existencia de numerosos aprovechamientos existentes de antiguo en los ríos, molinos, acequias de riego, etcétera, que es forzoso respetar, y que a veces hacen imposible, y en todo caso arriesgada y complicadísima la ejecución de un proyecto de canal. 3.º La naturaleza individual del derecho de propiedad y la gran división del suelo, de que hacen tan grandes inconvenientes, que, por causa de ellos, en el Congreso Internacional de aprovechamiento de aguas fluviales de 1889 (París), M. Beau de Bochas, explicando el fracaso de casi todas las concesiones de aguas en Francia, concluía que «la verdadera condición de una empresa de riego sería que ésta principiase por hacerse propietaria de toda la zona regable» (como hizo en parte el Gobierno belga), expropiando las bruyères communales para canalizar la Campine y vender después en lotes el terreno ya regado. 4.º Por la escasa densidad de la población, que hace decir al ingeniero director del canal Imperial, D. Mariano Royo (gran autoridad en esta materia), que la mayor parte de los canales proyectados no llegarán a ejecución, por grandes que sean los auxilios del Estado, como no se dicte una ley de colonización a estilo de los Estados Unidos, saltando sobre preocupaciones de escuela y sobre resistencias al interés colectivo. Esto, sin contar con el imperfecto conocimiento de las condiciones hidrográficas de cada región, agua llovida, aforo de los ríos por meses, en años lluviosos y en años secos; cantidad de agua necesaria en cada provincia para cada clase de cultivo, etc., etc., de que ya dice algo Moret en su discurso citado de 1883.

Esas y otras circunstancias explican: 1.º El fracaso de las leyes de auxilio a la construcción de canales y pantanos. 2.º El fracaso de las empresas que han invertido capitales en este género de obras. 3.º Lo impolítico que resultaría el que se lanzara el Estado a invertir caudales o contraer responsabilidades (asegurando un interés al capital) en la construcción de canales, y con doble motivo, dicho se está, en la de pantanos, mientras no se posea esa orientación y ese criterio positivo y práctico que ahora nos faltan; mientras no se haya estudiado el problema muy a fondo, orgánicamente y en vivo, esto es, no en trazos generales y desde el punto de vista de la agronomía puramente, sino además muy principalmente: 1.º, desde el punto de vista de las condiciones sociales del país (qué comarcas están preparadas para recibir el riego, con prácticas ya de él y capital, cuáles pueden colonizarse, etc.); 2.º, desde el punto de vista financiero (dónde y cómo pueden representar un interés remunerador al capital los aumentos de tributación, el canon del agua o la participación en el aumento del valor del suelo, etcétera); 3.º, desde el punto de vista jurídico (si es justo con el dinero de todos quintuplicar el valor inmobiliario de algunos, sin participar en ese aumento; si es preferible para los particulares y para el Estado o las empresas constructoras esa participación, satisfecha en especie-tierra (incorporando, en tal caso, la propiedad del agua a la del suelo, como está en casi todas nuestras provincias levantinas), al pago de un canon anual como precio del agua consumida; si es justo declarar

obligatorio el riego y expropiable la tierra que su dueño no quiera o no pueda regar; colonización de las tierras expropiadas y de las comunales a que alcance el riego, etc.

3.ª y 4.ª A esa necesidad responde lo apuntado al principio bajo estos números, con las notas de su referencia, a que me remito.

En el año 1896 y a instancia reiterada de varios electores, el fundador de la Cámara agrícola Sr. Costa, fue proclamado candidato para diputado a Cortes. De haber obtenido la representación del distrito de Barbastro, éste hubiera sido el primer proyecto de ley que el Sr. Costa se proponía apoyar en las Cortes; y a él se refirió en su manifiesto-programa de 20 de Marzo de dicho año, al enumerar las medidas legislativas y de gobierno que a su juicio reclamaban con mayor urgencia el estado angustioso de la nación en general, y particularmente de las poblaciones ribereñas del Cinca y sus somontanos, formulado en los siguientes términos:

A los electores del distrito de Barbastro. -Las sentidas y patrióticas excitaciones que muchos de ustedes me dirigen desde diversos puntos, para que acepte la cualidad de candidato a la diputación a Cortes en la presente contienda electoral, reforzadas de palabra por sus respetables comisionados Sres. Artero, Gómez y Molina en el día de ayer, me obligan a no insistir en mi anterior retraimiento y negativa. Correspondo, pues, a la confianza que ponen en mí, aceptando ese que ya ustedes se adelantan a reconocer en sus cartas que es para mí un sacrificio.

No me preguntan, porque están ya hartos de programas, cuál es el que yo llevaría a las Cortes si saliese elegido: hijo del distrito lo mismo que ustedes (nací en Monzón y estudié en sus escuelas), somos antiguos conocidos: me han oído varias veces en privado y en público; y eso les basta. Saben que respeto a los partidos políticos, pero que vivo independiente y ajeno a todos ellos, y por lo mismo, que habría de depender como diputado, exclusivamente de la voluntad del país, atento sólo a sus necesidades y deseos, libre de todo compromiso, y dispuesto en todo momento a devolver el acta a los electores tan pronto como me la pidieran o advirtiese yo que no estaban satisfechos de mí o que me faltaba su confianza.

Pero cumple a mi lealtad exponerles, -para que puedan votar con más conocimiento de causa y, si el caso llega, pedirme cuentas al término del mandato, y aun antes de haber expirado éste,- un resumen de las medidas legislativas y de gobierno que, a mi juicio, reclama con mayor urgencia la situación comprometida y grave que la nación y su atraso en todos los órdenes, y más especialmente el estado angustioso de las poblaciones ribereñas del Cinca y sus somontanos, -y que debe promover o apoyar con su palabra y con su voto en el Parlamento quien quiera que resulte elegido por el sufragio de ustedes, sea el Sr. A. C., sea yo u otro candidato.

He aquí ese programa, que ha de realizarse por partes, a medida que las circunstancias lo vayan aconsejando o consintiendo:

1.º Formación de un plan general de canales de riego, en las condiciones que determine una información pública especial; y construcción inmediata de ellos por cuenta del Estado, empezando por los más importantes de la Península y de más seguro resultado económico, que son los de Barbastro y de la Litera, derivados de los afluentes del río Cinca.

2.º Construcción por el Estado de una red muy vasta de caminos baratos, como está hecho ya hasta en Portugal y lo proponen los ingenieros en la Información de 1887 sobre la Crisis agrícola y pecuaria, -para que pueda llegarse con ruedas a casi todos los pueblos de la Península, convirtiendo a esta atención las sumas que se invierten anualmente en carreteras costosas, las cuales no sirven directamente sino a un número corto de poblaciones y absorben partidas considerables del Presupuesto nacional.

3.º Abrir a toda costa mercados para la producción agrícola de nuestro país, y especialmente el mercado de Francia para los vinos en las condiciones del tratado de 1882.

4.º Reforma del régimen hipotecario vigente, en bien del crédito territorial, de manera que alcancen sus ventajas a la pequeña propiedad y la grande deje de estar sacrificada, acomodando a las condiciones de la propiedad inmueble en España el sistema, tan sencillo y barato, de Australia, según lo tiene reclamado el país en las dos informaciones oficiales de 1883 sobre Reformas sociales y de 1887 sobre la Crisis agrícola y pecuaria.

5.º Suspensión absoluta e inmediata de la venta de bienes propios de los pueblos, como se ha hecho en Inglaterra e Italia, poniendo término a la obra de la desamortización civil, tan desastrosa para las clases menesterosas y que ha introducido honda perturbación en la hacienda municipal.

6.º Autonomía administrativa de los Municipios, aboliendo el régimen actual de centralización, en que se engendra la inmensa llaga del caciquismo local y provincial y la insoportable y afrentosa opresión de las gentes honradas que es su consecuencia.

7.º Como criterio general de gobierno en lo administrativo y financiero, adaptación de los servicios públicos, y consiguientemente del presupuesto nacional de gastos, -(representación diplomática, universidades, provincias, marina de guerra, tribunales de justicia, ejército, vías de comunicación, ministerios, etc.),- a la pobreza del país, que no es transitoria, sino irremediable y constitucional, por lo montuoso de su suelo y lo irregular y abrasado de su clima, -renunciando a empeño pueril y torpe de organizarnos y gastar como las naciones ricas, que nos hace vivir del capital.

8.º Codificación del derecho civil aragonés, a fin de que termine el desconcierto y anarquía presente, sobre todo en materia de sucesiones, y se aminore el número de cuestiones, de discordias y de pleitos; -y poniendo en el Código trabas y cortapisas al nombramiento de herederos universales en capitulación matrimonial, con objeto de evitar los abusos y fraudes de muchos que dejan en total desamparo a sus padres luego que éstos los han instituido.

9.º Establecimiento urgente del seguro sobre la vida, socorros mutuos y cajas de retiro, para los labradores y braceros del campo, menestrales y comerciantes en toda la nación, por iniciativa del Estado y bajo su dirección y patronato, -haciendo extensiva a todos los españoles la hermosa institución de los Montepíos creada para los militares y empleados en el siglo pasado, según se halla ya establecido en una u otra forma en las naciones más conservadoras, Alemania, Inglaterra, Austria, como en las más democráticas, Italia, Suiza y Francia.

10. -Mejora de la instrucción primaria, elevando la condición social de los maestros, encomendando al Estado el pago de sus haberes, introduciendo el trabajo manual en los programas de las escuelas y atendiendo con gran preferencia al desarrollo físico de la niñez, objeto de la más viva preocupación de la pedagogía europea.

11. Justicia a Puerto Rico y Cuba en todos los órdenes, político, económico y administrativo, poniendo término breve, a cualquier precio que no sea el del honor, a una guerra que amenaza durar muchos años y que representa para España una sangría suelta por donde se le escapa la poca vida que le queda.

12. Atención intensa y sostenida a los intereses mercantiles de España y a los de su raza y civilización en el mundo, apretando cada vez más los lazos morales que la unen a Méjico, a Chile y demás naciones hispano-americanas, con la mira de una federación o de una alianza que reprima el instinto invasor y absorbente y contenga los rápidos avances de la república norteamericana, acudiendo con Portugal a salvar algo del porvenir en sus posesiones del África austral, que sin eso acabarán de perderse irremediablemente en pocos años; y haciendo causa común con Francia en lo que toca a los problemas, tan vitales para nuestra nación, que se encierran en estos dos conceptos geográfico-políticos: Marruecos y Egipto.

Con esto no me queda ya más que decir sino una cosa. Quien quiera que sea diputado por el distrito, debe comparecer ante ustedes en mitin solemne, al término de cada legislatura, para darles cuenta de su conducta parlamentaria, oír el juicio de los electores acerca de ella, y renovar en cierto modo su mandato o declinarlo.

Madrid, 20 de Marzo de 1896.

Dos mitins electorales. -Por la doctrina y enseñanzas que estos discursos encierran, nos ha parecido de gran interés la publicación en extracto de aquellos, al objeto de consignar sintéticamente tan útiles y sanas ideas como el orador vertiera con aquel motivo electoral.

Quien desee estudiar y adquirir conocimiento exacto con más extensión de la labor de nuestro muerto autor, realizada a nombre de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón, puede consultar las siguientes obras:

1.º Primera campaña de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón, 1892-1893. Madrid, 1894, Imprenta de San Francisco de Sales.

2.º La Cámara (periódico), Barbastro, 1896-1898.

Revista Nacional (órgano de la Liga Nacional de Productores), Madrid, 1899-1901.

4.º Reconstitución y Europeización de España, programa para un partido nacional. Madrid, 1900.

He aquí los extractos de referencia:

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Primer mitin en Monzón. -Después de exponer las razones que tuvo para dejar presentar su candidatura a la diputación a Cortes por la Cámara Agrícola del Alto-Aragón, y de definir los deberes del candidato antes y después de la elección, detalló y razonó los puntos principales del programa que suscribió y circulado impreso, fijándose con más especialidad en dos de los proyectos de ley que pensaba presentar o promover: 1.º Plan general de canales de riego y construcción de estos por el Estado. 2.º Establecimiento de instituciones de previsión (socorro mutuo, cajas de retiro, seguro sobre la vida) por el Estado par los labriegos, jornaleros, artesanos, etc.

Respecto a lo primero, dio a conocer, en la parte referente a aguas rurales, el dictamen emitido por el Ayuntamiento de Monzón hacía nueve años en la Información pública de 1887, sobre la crisis agrícola y pecuaria, y obrante en el tomo II de la misma; del cual resulta que toda la comarca entre el Cinca y el Segre, acabará de quedar convertida en un desierto sin población, por causa de la sequía, si no se construía pronto el canal de Tamarite; que los labradores carecían de crédito por ser sus tierras de secano; que había disminuido en proporción considerable el cultivo cereal, por el mismo motivo de la sequía y ser el labrador menos poderoso que la tierra; y que es urgente resucitar la ganadería, todo lo cual requiere otra vez el canal de Tamarite. En todo esto, el Ayuntamiento coincide con las doctrinas de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón, que en los tres años que llevaba de existencia había dado notable impulso a los tres proyectos del pantano de Roldán, del canal de Sobrarbe y del canal de Tamarite, y que para llevarlos a feliz término necesitaban el concurso de un diputado celoso y de circunstancias, razón por lo cual ha presentado candidato propio, caso previsto en sus Estatutos.

Desarrolló luego el sistema de razones, por las cuales los canales interesan mucho a los grandes terratenientes (sustitución del cultivo cereal por la ganadería estante, combinada con la transterminación al Pirineo), pero más aún a los jornaleros y labriegos o labradores en pequeño, quienes mediante ellos han de conseguir un bienestar y una independencia que no les han dado ni la Constitución ni el sufragio universal. En comarcas tan castigadas como ésta por la sequía, un canal de riego proporciona al pueblo mayor suma de libertad que una Constitución, por muy democrática que se titule.

Porque conviene más a los pobres que a los ricos, porque éstos pueden ir tirando, no obstante la sequía, y con el canal han de perder gran parte del influjo señorial que ejercen sobre aquéllos, se han esforzado los caciques de Monzón por impedir que la Cámara Agrícola celebrase en esta ciudad el proyectado mitin, donde los oprimidos pudieran acabar de abrir los ojos. Con esto, los dos candidatos vienen a conceptuarse por sus banderas contrarias: el uno, el candidato de los «ricos», el candidato de la sequía; el otro, el candidato del canal, el candidato de los «pobres».

En los nueve años que habían transcurrido desde la fecha del dictamen emitido por el Ayuntamiento de Monzón, han votado las Cortes 700 millones de reales para construir una escuadra de guerra y 600 millones para subvencionar a la Compañía Trasatlántica: a haber servido o querido servir para el caso los diputados de esta comarca, habrían conseguido otros 700 millones para canales y otros 600 para caminos, sin que pueda decirse que España carecía de ellos, puesto que ahora los tiene para sostener la guerra de Cuba, la cual consume esos 700 millones de reales cada medio año, y a estas horas correría ya por las tierras el agua del canal.

Otra de las leyes que pensaba promover el orador tenía por objeto, evitar la miseria nacida de accidentes imprevistos o independientes de la voluntad, de enfermedades, de lesiones o rotura de miembros, de vejez, de fallecimiento, supliendo por la acción directa del Estado la falta de iniciativa particular en lo tocante al socorro mutuo, y constituyéndose el Estado mismo en empresario de seguros para los operarios de la agricultura, de la industria y del comercio, para los labriegos, para los peones o jornaleros del campo, que son los que más necesitan de la previsión y los que menos pueden cuidarse de ella. El militar y el empleado adquieren derecho o pensión para sí y para sus viudas y huérfanos, desde que en el siglo pasado se crearon los Montepíos; en nuestros días, se ha hecho extensiva la institución a los maestros de escuela, a los guardias civiles, etcétera; no hay razón para que no se haga otro tanto respecto de los obreros de las fábricas, y aun de los labradores, jornaleros, artesanos, etc. La iniciativa en este orden corresponde al gran estadista alemán Bismarck, a quien es debido, además de la organización del socorro mutuo, el seguro obligatorio para los obreros de la industria, una de las más nobles creaciones que honran a nuestro siglo. En una u otra forma existe ya en casi toda Europa. En España se crearon hace cinco o seis años Cajas de retiro para los jornaleros u operarios de los Arsenales del Estado, mediante un descuento de 1 por 100.

A continuación explicó la forma de organización que han de recibir esas instituciones de previsión, y los recursos extraordinarios que podrán arbitrar las Juntas locales para facilitar el pago de las cuotas mensuales de los asegurados (cultivos cooperativos, herencias intestadas sin herederos forzosos o sin heredar legítimos, manda pía forzosa, monopolios o exclusivas, etc.); y concluyó ponderando la importancia de estas instituciones para hacer independiente al hombre, y hallando que es superior a la de las libertades políticas, cuya conquista ha costado diez guerras, verdadero río de sangre. Para alcanzar este gran adelanto social no hace falta derramar ninguna: basta saber votar.

Comparó lo que era Monzón villa, cuando nació en ella el orador, con lo que es ahora Monzón ciudad; explica los motivos de la diferencia y deduce que la política española ha recibido y sigue aún una dirección equivocada, que urge sobremanera rectificar.

Se lamenta con tonos muy amargos, y al mismo tiempo muy enérgicos, de que se haya recibido tan hostilmente y hasta faltando a las leyes de la hospitalidad, a la Cámara agrícola por parte de media docena de individuos que pretende tener enfeudada la ciudad; y lo explica diciendo que es principalmente porque su política, la política de la Cámara, es ante todo y sobre todo política social, política para los pobres y para los medianos; y porque los sujetos en cuestión tienen miedo a los medianos y a los pobres de la ciudad, que principian a cansarse ya de serlo contra toda razón. Los graves problemas económicos y sociales que están planteados, el orador quiere resolverlos, con la Cámara, pacíficamente, por el acuerdo y armonía de ricos y de pobres, de monárquicos y republicanos.

Da las gracias al público, en particular a las mujeres, y promete volver muy pronto y no cejar hasta ver al pueblo despierto y en pie, reduciendo a la razón a sus explotadores y tomándoles cuenta de la tutela.

Segundo mitin en Monzón.-Ocupóse el Sr. Costa de la guerra de Cuba, diciendo que más que hablar de república o de monarquía, que más que tratar de canales de riego y de crédito territorial, de tratados de comercio, de autonomía de regiones y municipios, etc., hace falta acabar con aquella guerra, antes de que ella acabe con nosotros.

Al efecto, declaróse partidario de reformas políticas, las más radicales, para la isla; tronó contra los políticos rutinarios e imprevisores, que se dejan sorprender siempre por los sucesos que no supieron adelantarse a ellos, concediendo desde un principio lo que se muestran dispuestos a conceder al fin, cuando ha derramado ya el pobre pueblo torrentes de sangre y consumido el país las últimas migajas de su crédito; contó escandalizado el número extraordinario de soldados con que están contribuyendo a aquella guerra las poblaciones ribereñas del Cinca que él ha recorrido, Fonz, San Esteban, Estadilla, Monzón, etc.; y aconsejó a las madres, con plauso del público, que dirigiesen memoriales a las Cortes, uno por cada población, pidiendo la inmediata terminación de la guerra a todo trance y a cualquier precio y la vuelta a España del ejército peninsular.

Con este motivo, para que no se emprendan en lo venidero, con carácter de nacionales, guerras que verdaderamente no lo sean, abogó por el servicio militar obligatorio, vigente ya en casi toda Europa. El Sr. P., o quien quiera que sea el autor de una correspondencia que ha circulado, en la que reprende por ello a nuestro amigo, calificando su propaganda de socialista y extrañándose de que haya podido hacerse a nombre de una Cámara agrícola en cuya Junta figuran tantas personas acaudaladas. Comprendemos la extrañeza del luminar del Cinca; pero ¿qué le vamos a hacer? Dios ha hecho a estas personas bastante rectas y bastante patrióticas para sacrificar las conveniencias de clase en aras de la justicia y del bien común, y compadecen a esos otros cristianos de similor que conservan viva su devoción a la ley de castas, empeñándose en mantener separados a los ricos de los pobres por la ley del embudo. ¡Eso sí que es socialista y demoledor!

Explicó el Sr. Costa de qué modo la política se ha hecho hasta ahora para los ricos, y sobre todo para los ilustrados, únicos que pueden gustar de esas modernas conquistas que se llaman libertad de imprenta, jurado, sufragio universal, libertad de asociación, etc., y de esas grandes vanidades, representación diplomática, posesión de colonias, triunfos militares, etc., ilustrados y ricos que escasamente compondrán medio millón de habitantes; es ya hora (decía) de que la política se haga para los otros diez y siete millones y medio de españoles, que todavía no han obtenido ninguna ventaja de las diez guerras y revoluciones que van sostenidas en el presente siglo por la independencia, por la libertad y por la democracia.

En este orden entendía que lo primero es dotar al agricultor de medios naturales para que la tierra le produzca lo necesario para cubrir tres distintas atenciones: alimentarse suficientemente él y su familia; pagar los tributos indispensables a los servicios públicos, y ahorrar para la vejez. Desgraciadamente, nuestros secanos no producen ni aun para lo primero: de ahí el que se viva más que de la renta, del capital, comiendo sobre el porvenir, y que aun así, más que vivir, deba decirse agonizar. Donde la tierra no produce siquiera treinta hectolitros de trigo por hectárea, que es decir unas quince simientes en cada cosecha, no tiene cuenta sembrar: con sólo 6 o 7 simientes de aumento, le sale el trigo al labrador tan caro como si lo comprara. Mas para que la producción alcance aquella cifra, necesita la tierra tres cosas que el labrador no puede ahora suministrarle en suficiente proporción: labores en cantidad y calidad superiores a las de ahora (lo cual requiere que el labrador sea más fuerte y poderoso que su tierra), humedad (por consiguiente, riego, dada la insuficiencia e irregularidad normal de las lluvias) y abonos (que suponen ganado, como éste hierba, como la hierba agua de riego). Con tal motivo, volvió sobre el tema de los canales de Tamarite y de Barbastro, que permitirán la transformación de la agricultura de la comarca en un doble sentido, como transición para más radicales mudanzas: sustitución del cultivo cereal por el forrajero en los grandes terratenientes y transformación de los braceros del campo en cultivadores de tierra propia, suministrada por medios semejantes a los que autoriza desde muy reciente fecha la previsora legislación inglesa.

En cuanto a la agricultura de secano, fundada principalmente en el cultivo arbustivo (viña), necesita con gran urgencia el mercado de Francia: y para reconquistarlo, es forzoso decidirse por una política exterior franca que disipe los recelos de la vecina república y le afiance nuestra amistad, sin llegar al extremo de comprometernos con ella y con Rusia en los ruinosos términos en que está comprometida Italia con la tríplice. Sólo por ese camino, decía, encontrará alivio la terrible crisis del vino.

Ocupóse seguidamente de la construcción de caminos carreteros y de herradura baratos, aprovechando grandes trayectos de los caminos actuales. En su opinión, como en la de muchos ingenieros, debe suspenderse sin más tardar la construcción de carreteras y destinarse el presupuesto que ahora se invierte en ellas a construir dichos caminos, únicos que caben en la modestia de los recursos nacionales, para que no se dé el triste espectáculo de una nación que se ha arruinado abriendo lujosas vías de comunicación y cuyas poblaciones, no obstante eso, han quedado en su mayor número aisladas, sin poder extraer sus productos y presentarlos ventajosamente en los mercados. El Sr. Costa explicó las condiciones técnicas de este género de vías económicas, las cuales se proponía hacer objeto de otro proyecto de ley en el Parlamento, caso de salir elegido.

A propósito de estas reformas y de otras no menos urgentes, enumeradas por él, condenó acerbamente los abusos de parlamentarismo, del cual dijo que no constituye un régimen cortado a la medida del pueblo español, clasificándolo entre las causas de nuestro atraso y decadencia; y no ocultó su inclinación al sistema representativo (vigente en Alemania, Estados Unidos, etc.), como más propio de un pueblo impresionable, enfermo de incontinencia de la palabra, sin aptitudes para el gobierno y no adiestrado en las prácticas de la libertad.

Tales fueron los principales puntos desarrollados por nuestro candidato en el segundo mitin de Monzón. El Sr. A. C. no dijo nada a los monzonenses, y se comprende: diez años de vida parlamentaria han enseñado al distrito que no tenía dentro nada que decir, ni por tanto nada que hacer en el Congreso de los diputados. Después de eso, Monzón (valga el eufemismo) votó para diputado al Sr. A. C. ¡Pobre pueblo, en poder de tales tutores; y pobre sufragio universal, a merced de sus declarados enemigos, deshonrado impíamente por ellos y convertido en instrumento de opresión y en un medio de adquirir!

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Las doctrinas que el Sr. Costa vertiera en sus discursos electorales fueron perfectamente comprendidas y gustadas del numeroso público, que aplaudió con entusiasmo en todo el curso de la peroración.

Sin embargo, el Sr. Costa ¡no llegó a ser diputado! El caciquismo provincial y local se declaró una vez más enemigo de la patria. Quienes fuimos testigos presenciales de aquella triste jornada, recordamos con dolor este hecho que privó a España de la iniciación de una política nueva; con entrañas.