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ArribaAbajoCapítulo XIII

La voz del río


Uno de los ríos más caudalosos y constantes del Pirineo español es el llamado Ésera, nacido de los ventisqueros de Benasque y la Maladeta: con sus 35 metros cúbicos de agua por segundo, ha de alimentar el canal de riego de Tamarite, prenda e instrumento de redención para la comarca de la Litera, la más seca entre las más feraces de la Península.

He vivido tres años a orillas de ese río, en el punto donde le tributa sus aguas el Isábena y juntos se despeñan, sobre lecho de roca, en demanda del somontano, robusteciendo el rumor de sus olas alborotadas, preñadas de promesas alentadoras, con el eco fragoroso de las dos peñas gigantes, el Morral y las Forcas, que los encajonan y oprimen. Todas las mañanas, al despertarme, escuchaba aquella voz del río, que recuerda las divinas cadencias del Cantábrico en torno de la Concha, diciéndome esto que copio:

«Yo soy la sangre de la Litera, pero no corro por sus venas, y por eso la Litera agoniza; -yo soy el rocío de la Litera, que ha de esmaltar de flores sus campos y mantener en ellos un verdor perpetuo, pero me apartan de allí porque no humedezca sus noches estivales, y por eso las flores de la Litera son abrojos y sus campos, abrasados desiertos africanos, donde sólo podrían vivir tribus de negros sometidos a ignominiosa servidumbre; -yo soy el oro de la Litera con que ha de recogerse el pagaré, cancelarse la hipoteca, alzarse el embargo, recobrarse el patrimonio regado con el sudor de tantas generaciones de trabajadores heroicos, pero no hacen nada por acuñarme, y la Litera sigue gimiendo oprimida bajo una montaña de pagarés, de embargos y de hipotecas cada vez más alta; -yo soy el camino por donde han de volver los tristes emigrantes de la Litera a sus despoblados hogares, pero corro de espaldas a ella, y por eso los emigrantes, cuanto más caminan, creyendo llegar, se encuentran más lejos; -yo soy la libertad y la independencia de la Litera, pero no tengo voz en sus hogares ni en sus comicios, y por eso la Litera es esclava; -yo soy las siete vacas gordas de la Litera, pero no se apacientan en sus campos, y por eso la Litera no bebe de su leche ni come de su carne, y se muere de hambre, se muere de sed, se muere de desesperación, arrojando a millares por el mundo sus hijos demacrados y harapientos que la maldicen, porque no supo abstenerse siquiera de engendrarlos, ya que no había de saber administrarles el rico patrimonio y procurarles el mezquino sustento con que se contentan...»

«Recogedme (seguía diciendo en su infatigable canturia el río Esera); no seáis ciegos, ni desmañados, ni cobardes; recogedme a mí, recoged a mi compañero el río Ara; recoged a nuestro hijo común el río Cinca; derramadnos por un sistema arterial de venas y brazales a través de vuestros campos, de vuestros olivares, de vuestras dehesas, de vuestros despoblados y páramos, y veréis resucitada la edad aquella en que los santos obraban milagros, y florecían las varas secas, y llovía maná, y se multiplicaban a ojos vistas los panes y los peces. Las aldeas ascenderán a categoría de villas; las villas se harán ciudades; Barbastro se convertirá en una pequeña Zaragoza; Monzón adquirirá las proporciones de Lérida; Binéfar, Tamarite, Almacellas, Fraga, La Almunia, San Esteban y otra multitud de poblaciones, ahora rústicas y terrosas, serán ciudades que rivalizarán en agricultura, en industria y en riqueza con las más opulentas de Cataluña; volverán los tristes emigrantes, esparcidos por el mundo, a congregarse en torno al cementerio donde reposan las cenizas sagradas de sus padres, que no alcanzaron la dicha ambicionada por Zacarías de ver al Redentor antes de morir; bajarán aquellos montañeses de acero a urbanizar el llano, cubriéndolo de caseríos y aldeas; diseminadas entre los cultivos, para aprovechar los saltos de agua, fábricas de harinas, de tejidos y de conservas, donde se elaborarán el trigo, el cáñamo, la lana y las frutas que han de afluir a ellas en río continuo para la exportación; el ferrocarril de Zaragoza a Cataluña tendrá que triplicar sus trenes de mercancías y proyectar ramales secundarios en dirección al Ebro y en dirección al Pirineo; a derecha e izquierda de la vía, inmensa pradera roja y verde, de trébol, alfalfa y esparceta, poblada de rebaños lucidos de vacas y ovejas en libertad, entre setos de arbolado, recreará la vista fatigada del viajero que la contemple desde los miradores del tren kilómetros y kilómetros; y el extranjero que haya pasado antes por aquí y contemplado con angustia los horribles páramos africanos por donde cruza avergonzada la locomotora, desde el Gállego al Segre, lanzando silbidos que no son de aviso, sino de burla contra nuestro fatalismo musulmán y nuestra desidia dahomeyana, y vea la mágica transformación obrada en diez o doce años, no podrá menos de exclamar: «Áquí ha penetrado la civilización: ¡Al fin ha dejado de ser esto un pedazo de África!»

Al conjuro de esa voz del Ésera, émulo del Tajo de Fray Luis, surgió la Cámara Agrícola del Alto-Aragón empuñando su bandera de «Política hidráulica»28.