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ArribaAbajoEl bautismo y el canal de Tamarite

«... Un baturro, llorando, ha cogido a su hijo y le ha echado agua por la cabeza como bautizándole.

«El principio de los riegos es el nacimiento de todo este país alto-aragonés a nueva vida.»


(El Imparcial, 3 de Marzo de 1906).                


¡Oh qué hermoso bautisterio! ¡Bautismo regenerador de un pueblo caído para la vida social! ¿Por qué lloras, hijo del pueblo, qué triste presentimiento te hace subir a los ojos esas lágrimas purificadoras?

Ese baturro de Monzón que, llorando, ha querido purificar a su niño parabólico derramando agua sobre su diminuta cabeza en la orilla de ese nuevo Jordán, es un símbolo... tal vez de un bautismo de sangre o quién sabe si de un bautismo de martirio.

En ese mismo pueblo alto-aragonés nació, ha poco más de medio siglo, otro niño, alegría de un modesto hogar, al pie de histórico castillo, cerca, muy cerca del sitio donde se reunieron en otros mejores tiempos las Cortes de Aragón y Cataluña. Tal vez aquel fausto natalicio que pasó desapercibido para todos menos para los suyos, vino al mundo en Aragón, como un continuador de aquella vigorosa raza de excepcionales cualidades de energía y fiereza, ejemplar modelo de generaciones, libres e independientes.

Aquel niño, que ha dado a España días de gloria, cuando, empezaba a crecer, por azares del destino fue trasladado a Graus, su pueblo adorado. Transcurrieron varios años y aquel niño, de peregrino ingenio, llegó a ser hombre singular, de virtudes y cultura sin ejemplo.

No olvidó jamás durante su errante y larga peregrinación por el mundo de la ciencia y del patriotismo en sus diversas fases, aquel pedazo desventurado de la patria que se llama Litera, a todo ese empobrecido país que le sirvió de cuna y fue anhelo de su vida transformarle en hermoso panorama de verduras, enriquecido por la ganadería. A este fin hizo varias excursiones por el Mediodía, Centro y Norte de Francia, estudiando y recogiendo ciencia en agronomía e industria rural. Estudió los sistemas arteriales y de irrigación que nos legaron los árabes. Hizo objeto de minucioso análisis la parte económica y rentística relacionada con la canalización, alumbramiento y embalse de las aguas pluviales y derivado de esto la fuerza motriz. Dio grandes paseos por mapas y aforos de estiaje, por trabajos orográficos, hidrológicos y meteorológicos; estudió sobre el terreno las condiciones de productibilidad del suelo y transformaciones de cultivo, el carácter jurídico de la propiedad y la influencia que el regadío había de tener en la resolución del difícil problema social hasta que, penetrado de la importancia de su estudio, presentó en 1880 al Congreso de Agricultores celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Madrid, una memorable, razonada proposición, en la que empuñaba decidido su bandera, y pásole el nombre de «Política hidráulica» al simbólico baturro que acaba de ser bautizado, en el canal de Aragón y Cataluña.

Desde entonces, apenas si aquella prodigiosa actividad ha dado reposo a su inteligencia. No cesó en la propaganda, ya con su pluma o con su elocuente palabra, de esta nueva política que hizo el principal objeto de sus amores y de sus preocupaciones. Reseñar cuanto a este fin hizo Joaquín Costa, es tarea por demás difícil en un trabajo periodístico y para inteligencia tan pobre como la mía.

Fundó la «Liga de Contribuyentes de Ribagorza», y como nexo de ésta la Cámara Agrícola de Barbastro, y cuando todos los políticos de Aragón se estaban ocupando de sus guerras, familiares, y nadie se acordaba de ese simpático cuan desolado país como no fuera para burlarle en todos sus derechos civiles, aquella Asociación escribía en su Reglamento esto que copio:

«Art. 1.º De conformidad con las bases establecidas por el Real decreto de 14 de Noviembre de 1890, se constituye una Asociación titulada «Cámara agrícola del Alto Aragón» con el fin de procurar la pronta salvación de la agricultura y con ella la del país, promoviendo la construcción de canales de riego por el Estado en toda la nación, y muy particularmente los de Tamarite y Sobrarbe, derivados de los ríos Ésera, Ara y Cinca; así como también de pantanos, tales como el de Roldán y demás que sean posibles en la provincia de Huesca.»

En aquellas Asambleas de Agricultores celebradas en Barbastro y presididas por D. José Salamero, de memorable recuerdo, en las que aquel niño de Monzón quiso infiltrar, y lo consiguió, un rayo de esperanza en el cerebro de aquellos aragoneses de tan dormidos alientos; sembró la nueva doctrina de que los canales y pantanos de riego debían ser construidos por cuenta del Estado, pues de otra forma no se construiría jamás.

El territorio del alto Aragón -decía Costa en un párrafo de sus hermosos discursos- se halla cortado en dos fajas paralelas: una de montañas, productoras de agua corriente; otra inferior, de planicies esteparias, sin bosques, sin lluvias y sin manantiales. Por esto, el camino de fomentar su agricultura, se cifra entero en el aprovechamiento de las aguas que descienden del Pirineo para regar los Monegros, los Somontanos, la Litera...»

En otro mitin celebrado en Tamarite el 29 de Octubre de 1892, decía Costa a los literanos, que si le ayudaban, antes de los diez años correrían las aguas por el cauce del canal. A tal objeto, desde aquella afligida población se dirigieron extensos telegramas al Sr. Cánovas del Castillo y al Sr. Sagasta (Presidente del Consejo de ministros el primero), interesándoles a favor de esta obra redentora, como más tarde gestionó Costa en Madrid celebrando varias conferencias con los citados señores y con otros varios que habían de tener forzosa intervención en este asunto.

Tamarite, todo el país comprendido en la zona regante, país sin ilusiones, engañado durante ciento veinte años, harto de oír palabras halagadoras desconfiaba del éxito que pudiera obtener la campaña, con tanto acierto emprendida por Costa. Yo recuerdo haber oído a varios labriegos cuando el mitin, que en su dialecto decían, no veurem mai baixà el aigua pel canal. Joaquín Costa hubiera podido replicar, parodiando a Jesús cuando decía a San Pedro con motivo del lavatorio: «Esto que hago tiene misterio que no alcanzas a comprender; yo te lo descubriré después, ahora déjate gobernar.»

Nos refiere la historia de la Iglesia que cuando tuvo lugar el nacimiento del Bautista, todo el pueblo de Judea, atónito, se preguntaba:

«¿Quién piensas será este niño?» Tal interrogación hubiera podido hacerse la Litera al venir al mundo Costa, aquel niño, monzonense. Difícil contestación tiene la pregunta. No hay, cosa más ignorada ni más oculta al hombre, que su eterno paradero.

Criado y educado en Graus donde habitó durante su mocedad, Costa sintió gran pasión por aquel rincón de Ribagorza, al cual ha vuelto después de su fatigosa labor intelectual y ha vivido en él muchos años como buscando un sedante a su cansado organismo, escuchando deleitado al río Ésera un día y otro día el rumor robustecido de sus olas alborotadas, preñadas de promesas alentadoras, con el eco fragoroso de las dos peñas gigantes, el Morral y las Forcas, que las encajonan y oprimen21.

Al calor de esta idea salvadora, el alma sensible de Costa se derretía como níveo copo de blanca escarcha. Con heroica decisión, quiso que aquellas aguas puras, dulces y cristalinas descendientes del Pirineo, no mezcladas todavía con el limo e impurezas de la tierra baja, se confundiesen en las tierras sedientas y amargas de la Litera y Somontanos.

En la serena y clara visión de solitario estudioso, Costa veía todo un país agobiado por la sequía y como lógica consecuencia por la usura, que lo aprisionaba entre sus garras, que lo asfixiaba, y quiso rescatarlo por medio del canal y echar fuera aquella horrible opresión, como Cristo echó del templo a los negociantes, y la Litera y los Somontanos no tuvieran que repetir las palabras de David «Zelus domus tuæ comedit me». El celo de enriquecerte a costa de la desgracia, me comió.

Y continuaba Costa en su vidente imaginación contemplando un país caído y semi-agonizante; vio en la Litera al tullido de la parábola, abandonada, tirada por el suelo, despreciada, y se aproximó a ella compasivo y díjole, parodiando a Jesús: ¿Queréis ser sanos Somontanos y Litera? Respondiéronle a una: ¡Señor, no tengo hombre que me eche en la piscina! Varias veces han intentado curarme con el agua del canal; ¡pero no han sabido aplicar el remedio, no han meditado bien el plan curativo, no conocían el procedimiento, ni contaban con medios para la consecución! Entonces Costa, como el Ángel del gran consejo de que nos habla Isaías, les dijo: «Levántate y anda.» La Litera tiene su canal próximo a terminarse, y pronto lo tendrá el Somontano con el de Sobrarbe, si en ello ponen empeño Barbastro y su comarca.

Durante el apostolado hidráulico de Costa, fue un gran sembrador de ideas y de doctrinas, haciéndolo con tanto celo y virtud, desprovisto de toda jactancia y vanagloria, que despertó la fe perdida, y todos nos dispusimos a recibirle, a obedecerle y a seguirle: la semilla germinó, creció con grande magnificencia y ha dado muy sublime fruto.

Ahora acuden a mi memoria unas entusiastas cartas que me escribía el malogrado Enrique Porta, y en su patriótico entusiasmo profetizaba que las futuras generaciones levantarán una estatua a Costa junto a la boquera del canal de Tamarite, y otra en la de Sobrarbe que, mirando las dos a la del inmortal Pignatelli y enlazadas las tres con la inscripción Ego pluam vobis panes, formarán el triángulo de la constelación boreal, recordando las grandezas de Aragón.

Junto al recuerdo anterior también debemos consignar otro. Hemos visto durante el último cuarto de siglo algo que contrista el ánimo sereno de los más grandes hombres. Una serie de injusticias y casi persecuciones a cuanto significaba obra patriótica de Costa, que no lo hubieran podido hacer mejor los más encarnizados enemigos de la patria española. Pero Cristo ha dicho: «Quien se humillare será ensalzado.»

Un día, el pueblo, aproximándose a Jesús, le dijo: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿de dónde tienes tanta cizaña? Respondióles: El hombre enemigo lo hizo. Prosiguiendo su respuesta, díjoles: Dejad crecer el trigo y la cizaña hasta el tiempo de la siega, y entonces yo diré a los segadores: Coged primero la cizaña y atadla en sus haces para ser quemada, y recoged el trigo en mi granero.

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§ 11.-Notas sueltas: Bilbao y la Litera. -Era tan grande el amor, era pasión la que sentía Costa por el porvenir del Alto Aragón -cuyo afecto no fue correspondido en la medida- que le hizo escribir esto que copio, tomado de unas notas suyas, pero que son de un gran sugestivo interés e irrebatible argumentación.

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La ría de Bilbao es uno de los focos de producción más activos que existen en el mundo. A ella afluyen de los flancos de la montaña ríos de hierro, fábricas de acero, depósitos de vino, buques cuya arboladura semeja una selva movible, como isla flotante cubierta de selva vegetal. La luz eléctrica la ilumina, porque no bastaba las horas del día para la entrada y salida de los buques. ¿Cuál ha sido la condición para que pueda eso verificarse? La construcción de muelles, de faros, y ahora de puertos de abrigo, etc., por cuenta del Estado. ¿Es que el gasto es improductivo? No seguramente, es el caso que con esos millones aumenta de valor el suelo, los solares, las casas, las minas, los embarcaderos, a costa de los millones del Estado. En el Alto Aragón, junto al ferrocarril, en un corto trayecto entre Sariñena y Almacellas, ha de constituirse uno de los centros de producción vegetal y animal más poderoso del globo, merced a los dos canales que representan la mitad del agua nueva utilizable hoy en España con canales y pantanos. Existe una nación que vive sólo por la agricultura, y cuya agricultura, vive sólo del Nilo: Egipto, una de las dos mayores y más portentosas civilizaciones del mundo antiguo... Pues bien, la superficie total del territorio cultivado por medio del agua del Nilo es de 2.100.000 hectáreas: divididlo en cinco partes: nuestros dos canales representan una de ellas. Con esto podréis formaros mejor idea de la situación de las cosas, de lo que representan estos 400 kilómetros cuadrados de la provincia de Huesca, fertilizados por el agua del Ésera y el Ara. Aquellas chimeneas de la ría de Bilbao que vomitan las exhalaciones del hierro, serán aquí chimeneas de las fábricas de harinas, de tejidos, de conservas, etc. Aquellas arboladuras y mástiles de naves, serán aquí millones de frutales... Carros y tranvías y ruedas hidráulicas ascendiendo el agua a tierras más altas y el ruido animador de las turbinas y humaredas del arado de vapor, y los rebaños de ganados de todas clases: los embarcaderos donde los buques se cargan de hierro serán los andenes de cien estaciones cargando vacas y ovejas para Barcelona, lana para las fábricas, frutas para el extranjero, latas de pescado en conserva para América y para el consumo interior.

En 30 millones estaba presupuestado el puerto exterior de Bilbao que el Estado construye a sus expensas: 30 millones había de costar el canal de Tamarite. ¿Quién me dirá a mí que el Estado tiene obligación de construir el primero y no el segundo, o que es más beneficioso construir el puerto que el canal?

Si el Estado hubiese dicho a los propietarios de minas «dragad la ría, encauzadla, construid los muelles, levantad los faros, crearos el puerto», ¿cuándo se habría creado esa maravilla del trabajo humano, único hilo casi que nos une a la Europa industrial de nuestro siglo?

¿Para qué sirven los puertos con sus muelles? Para cargar. Pues lo primero es tener carga, y por tanto, lo primero es que los agricultores produzcan mucho.

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Entre el puerto y el interior, el ferrocarril es como el río que lleva su corriente de mercancías al mar, que es el puerto; pero ese río necesita ser alimentado de mercancías en la cabeza, como los ríos ordinarios de agua: y como los ríos ordinarios son alimentados de agua por las nieves y la lluvia. El puerto a un extremo, requiere al opuesto el canal: es la oposición del agua salada y el agua dulce: y a los dos ha de atender el Estado con igual solicitud, como no lo ha hecho hasta ahora a un extremo Bilbao, el Estado está construyendo un puerto exterior presupuestado en 30 millones de pesetas; al otro extremo, la Litera y Sobrarbe, el Estado debe construir los canales que cada uno está presupuestado también en 30 millones de pesetas: el agua dulce no merece menos que la salada, y para que la marina española viva, es preciso que tenga mucho que transportar, y para que la marina tenga mucho que transportar, tratándose de una nación de labradores, es preciso que los labradores sean ricos, y para que los labradores sean ricos, tratándose de clima cálido y seco como el nuestro, es preciso que posean mucha agua de riego.

He aproximado Bilbao a la Litera y no arbitrariamente. Bilbao es uno de los focos mineros y fabriles más grandes y opulentos que hay en Europa.

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Se dice: no pueden bajarse las tarifas de ferrocarriles, porque transportan poco y sus rendimientos son insignificantes. Pues el medio de que las Empresas ganen y puedan rebajar los fletes, es que la agricultura tenga mucho que exportar y que importar, por tanto, que produzca mucho. Otro tanto ha de decirse de las industrias manufactureras.

Hemos llegado tarde a la obra de colonización: colonicemos nuestro país duplicando su potencia productiva, que es tanto como cuadruplicar su extensión: conquistemos las aguas, que es tanto como conquistar tierras aquí donde la tierra sin el agua no vale casi nada.

Esmaltemos el territorio de innumerables alquerías y torres; contemplemos desde ellas la espuma de las cascadas que se forman en los desniveles de las acequias y brazales, llamando en constante clamoreo a la industria...