Madrugué a
costa del sueño, |
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tanto a vuestra
persuasión, |
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cuanto a ver por experiencia |
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si hipérboles del amor |
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tal vez salen verdaderos. |
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Las cuatro daba el reloj; |
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de correr sudaba el alba, |
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porque la alcanzaba el sol. |
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Salieron las dos hermanas; |
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que a ser tres como eran dos, |
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las tres gracias en mentira |
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fueran verdaderas hoy. |
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Iban en chapines bajos |
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(a la brida los llamó |
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un crítico recoleto |
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en la nueva locución), |
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de las manos, y, tapadas, |
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hacia la Puerta del Sol |
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echaron, y yo tras ellas, |
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siguiendo sus pasos voy. |
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Llegaron al Buen Suceso |
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-bueno me le dé el
amor-, |
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por las gradas de la
fuente171 |
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ellas, por la puerta yo, |
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—152→ |
frontera de la Victoria; |
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que ansí me lo
aconsejó, |
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para asegurar sospechas, |
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la advertencia y
discreción. |
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Hincáronse de rodillas |
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después del altar
mayor, |
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delante de aquel traslado |
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del alba que humanó a
Dios. |
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Imitelas hasta en esto, |
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ellas norte, el imán
yo, |
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más curioso que devoto; |
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pero amor ya es
devoción. |
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No sé qué me daba el
alba,172 |
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previniendo a la razón, |
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con presagios, cautiverios; |
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pero afirma el cazador |
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que la garza, entre infinitos, |
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conoce luego al halcón |
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que tiene de darle alcance; |
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y ansí yo a su
imitación, |
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desde el instante que vi |
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mi dama en el borrador |
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del celoso manto, tuve |
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esperezos de afición. |
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Salió un clérigo al
altar, |
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y a fuer de predicador, |
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nos dio a probar una
misa173 |
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en puntos, como sermón. |
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Creí que se
descubrieran; |
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pero en vano me salió; |
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—153→ |
que no dio el cuidado en ellas |
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a los ojos permisión. |
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Acabose el sacrificio: |
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y apenas la bendición |
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recibieron, cuando vuelven |
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las espaldas, sombra yo |
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de sus pasos. Quiso el cielo, |
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cuando el planeta mayor |
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de púrpura entapizaba |
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su real peregrinación, |
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que tropezase mi dama |
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en un hoyo, a
intercesión |
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de mis ruegos: que en Madrid |
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todo sirve a la
ocasión. |
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Llegué diligente a
darla |
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la mano que recibió, |
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salvo el guante,174
aunque por él |
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rayo o nieve me abrasó; |
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y derribándola entonces |
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el viento registrador |
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el manto de la cabeza, |
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vi... No sé
comparación |
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que no quede
vizcaína;175 |
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—154→ |
porque estrellas, luna y sol, |
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cristal, oro, rubíes,
perlas, |
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jazmín, rosa, clavel,
flor, |
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todo está manoseado, |
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siendo en cualquiera
canción176 |
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epítetos de alquiler, |
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si niños de
entierro177
no. |
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Ya vos sabéis su
hermosura, |
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y remitiéndome a vos, |
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lo que a la lengua no
fío, |
640 |
dejo a la imaginación. |
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Vuestra viuda, airada
entonces, |
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velos sutiles corrió |
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a un retablo de hermosura, |
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que, fulminando rigor, |
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me dijo: «La
cortesía, |
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hidalgo madrugador, |
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agradeciera, a venir |
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no con tanta
prevención. |
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No es tan de alto la
caída |
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—155→ |
que necesite favor |
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quien, para excusarse dellas, |
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vendrá en zapatos desde
hoy». |
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Echola el manto, y, airada, |
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su camino prosiguió, |
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pagando instantes de penas |
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en siglos de privación. |
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Sin atreverme a seguirlas, |
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me trujo a mi
habitación |
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poco a poco, no el sentido, |
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pues sin él, amigo,
estoy: |
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el deseo de contaros |
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mi amorosa relación |
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debió de animar mis
pies. |
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Llegué en fin, mas no os
halló |
665 |
mi dicha en casa, y sentilo; |
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que en la comunicación |
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de los amigos descansa |
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el tormento más atroz. |
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Buscándome
Santarén |
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-ya sabéis su extraño
humor-, |
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sacó, entre burlas y
veras, |
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mi mal, por la
turbación. |
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Contésele importunado, |
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y estorbos facilitó |
675 |
que, si cumple cual promete, |
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mi dueño es, su esclavo
soy. |
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Trasformado en un instante |
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vino en mercero
gascón,178 |
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—156→ |
con una caja a la espalda, |
680 |
imitando oficio y voz. |
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Pidiome que le entregase |
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un presente de valor, |
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que despachaba a Lisboa |
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a mi hermana, en
ocasión |
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que se casa noblemente; |
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dísele, en fin, y
metió |
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en la caja prevenida, |
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perlas, diamantes, olor, |
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guantes, zapatillas, medias; |
690 |
y a vueltas desto
encerró |
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bujerías179
que, curiosas, |
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ocupaban un cajón. |
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Hízome escribir en
verso |
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dos papeles; y, aunque estoy |
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en la minuta de Apolo, |
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con la priesa y
turbación, |
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para una décima breve |
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me dio el tiempo
comisión; |
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que un soneto que la
envío, |
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el Camoens me le
prestó. |
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Fuese con esto y, hallando |
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favorable la ocasión, |
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y para feliz agüero |
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abierta la puerta,
entró |
705 |
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—157→ |
donde, si al uso del mundo |
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joyas poderosas son |
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para allanar imposibles, |
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ya me juzgo vencedor. |
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Éste, amigo, es mi
suceso; |
710 |
de dos hermanas los dos |
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a un tiempo somos amantes, |
|
uno de otro imitación. |
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Una caída fue causa |
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de vuestra enajenación; |
715 |
de la mía un
estropiezo: |
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¿Qué semejanza
mayor? |
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¡Quiera Dios que a buen
paraje |
|
llegue esta navegación, |
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viento en popa la esperanza, |
720 |
sin borrasca ni temor! |
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