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Pragmática y estilo en «Diario de un cazador»

Leo Hickey





Parto casi de cero, concretamente de un factor pragmático y otro estilístico. La pragmática estudia los usos del lenguaje, entre ellos los llamados «actos de habla», o actos que realizamos al hablar: nos saludamos, prometemos, avisamos, pedimos e impartimos información, etc. De hecho, el acto de impartir información constituye un objeto primordial de la pragmática y el factor que me interesa aquí es la distinción entre el acto de impartir información nueva, desconocida para el oyente, y el de expresar información dada o ya conocida.

Según una de sus múltiples definiciones, estilo es igual a elección no semántica, elección que no afecta, o apenas afecta, al importe semántico de lo que decimos. Si existe más de una manera de expresar aproximadamente una misma cosa, existe estilo; si no, no hay estilo. La elección no tiene necesariamente que ser libre. Cuando el protagonista de Diario de un cazador dice (17/10): «hay una chavea que me tiene gilí», y no dice: «hay una señorita por la que estoy embelesado», se considera que ha elegido un estilo coloquial, aun cuando la alternativa formal no entraría en el idiolecto de Lorenzo. El factor estilístico que me interesa es la elección entre formas propias de la información dada y de la información nueva.

El término «pragmaestilística» sirve para denotar el estudio de la relación entre el acto realizado y el estilo elegido, o de cómo el elemento pragmático repercute en el estilo. Todo novelista trabaja por necesidad con una mezcla de información dada e información nueva: si sólo reiterara lo que los lectores ya sabían, su texto resultaría sumamente aburrido; si todo fuera nuevo, sería incomprensible. Pero las proporciones no tienen que estar necesariamente equilibradas, ya que en la novela -y la voz «novela» tiene algo que ver con «novedad»-, lo nuevo tiende a prevalecer sobre lo ya sabido. Aquí pretendo tratar el efecto estimulado en el lector de ficción por la combinación de rasgos estilísticos típicos de la expresión de información dada -alusiones o referencias, oraciones subordinadas y el uso del artículo definido etc.-, y la comunicación de información nueva -oraciones más completas, afirmaciones, artículo indefinido etc.-. En Diario de un cazador leemos (30/12): «eché el ojo a una prima de Tochano que había venido de Villanueva... Pasé la tarde con la prima de Tochano». En dos líneas, la chica pasa de ser desconocida a ser conocida, tanto por el narrador como para el lector, y el cambio está reflejado en la elección del artículo.

Claro, al tratarse de una obra de ficción, el concepto de información dada puede referirse a algo que los lectores, o una mayoría de ellos, pueden saber, no sólo acerca del mundo empírico, sino también acerca de la parte de la obra que en un momento dado ya han leído. También habrá escalas de más o menos conocimiento.

Se dan, pues, cuatro combinaciones pragmaestilísticas. 1.ª Información dada acerca del mundo real de 1952 y 1953, años a los que se refieren las fechas del diario: (21/01) «Los de la Universidad se presentaron esta mañana a sacar a los chicos por lo de Gibraltar... se pusieron conmigo como si yo fuera Churchill»: la referencia a Gibraltar, sin explicaciones, invita al lector a completar mentalmente la noticia de las protestas contra la ocupación británica de Gibraltar y de quién era Churchill. 2.ª Información dada en la ficción: (15/08) Al Director del Centro «Le dije lo de la casa», sin explicitar de qué casa se trata ni qué se dijo de ella. 3.ª Información nueva acerca del mundo real: (23/11) «El Mele me preguntó dónde acostumbra anidar la perdiz, y le dije que en Castilla suele hacerlo en las cebadas y los trigos», información probablemente nueva para los lectores y expresada con una sintaxis completa. 4.ª Información nueva referente a la ficción: (10/07) «Ayer se ahogó el Mele», oración completa.

Existen varias estratagemas estilísticas para codificar la información dada además de la referencia anafórica o deíctica, la oración subordinada o el artículo definido ya mencionados. Notablemente se dan los llamados indicadores de la presuposición, que constituyen un tema bastante amplio y técnico, pero de los que un ejemplo obvio serían los iterativos, como el verbo «volver» en: (15/08) «En el café volví a discutir con Tochano», que presupone que el narrador había discutido antes con Tochano.

Lo interesante para nosotros es que un escritor puede expresar cualquiera de los dos tipos de información -dada o nueva- como si se tratara del otro, explicitando lo ya sabido y aludiendo elípticamente a lo nuevo, obligando así al lector a procesarla de maneras distintas: reconociendo y agregándola casi automáticamente a lo que ya sabe, o captando y analizándola con más esfuerzo, respectivamente, matizando así la calidad de la experiencia estética.

Al hablar de la experiencia estética del lector, me refiero por supuesto al efecto íntegro estimulado por la lectura: importe semántico, que consta de la información transmitida, tanto presupuesta como afirmada -«fondo» en términos antiguos-, combinado con la apreciación, el disfrute, del lenguaje o estilo, la «forma», como se decía antes. Identifica, reconoce y recuerda lo que ya sabía, resuelve y entiende lo nuevo, aprecia y goza del nivel lingüístico, que es el estilo.

Ya no son cuatro, pues, sino ocho, las posibilidades pragmaestilísticas que nos interesan, según sea la información a) dada o nueva, b) referente al mundo empírico o al ficticio, y c) expresada en formas sintácticas completas o elípticas -y eso sin distinguir si la información aportada acerca del mundo real es exacta o inexacta.

Ejemplos referentes al mundo real. 1.ª Información dada y tratada como dada, rasgo muy frecuente: (17/06) «[...] hoy soy más popular que el Tato» no explica que el Tato era un torero muy popular. 2.ª Información dada tratada como nueva, combinación poco frecuente: (15/08) «A las seis de la mañana ya olía la resina de la carretera. Eso quiere decir calor». Notamos que no dice «quería», que formaría parte del cuento, sino «quiere», que coloca la afirmación plenamente en el mundo real, o (06/09) «codorniz sin perro es tiempo perdido». 3.ª Información nueva tratada como nueva, algo común a todos los usos del lenguaje: (04/09) «[...] el nido de una liebre... No lo había visto nunca. Es un socavón en el surco hecho con mucho arte y forrado de pajitas y pelusas»: notamos la sintaxis completa y el tiempo presente. 4.ª Información nueva tratada como dada. Tenemos un sinfín de ejemplos, notablemente la veintena de lugares -algunos auténticos, otros inventados- nombrados sin la más mínima elaboración, aunque no es probable que muchos lectores los conozcan: «lo de Hiera», «la parte de Quintanilla», «Aldeachica», «Villatorán», «Villagina», etc.

Ejemplos referentes al mundo de la ficción. 5.ª Información dada tratada como dada, modalidad muy frecuente: (05/09) «El señor Moro me había dicho que eso de las propinas se acabó con la Guerra, pero cuando vi su interés por repartir las papeletas le paré los pies»: los lectores de 1955 reconocerían directamente la relación, aquí solo aludida, entre propinas y papeletas, o (21/07) «eso de la playa artificial», por no mencionar los soportales (02/12) o el sereno (04/02). 6.ª Información dada tratada como nueva, es decir algo ya narrado y vuelto a narrar en forma completa, modalidad poco frecuente: (02/12) «No sé qué me da esta mujer que me tiene como tolondro», sentimiento repetido a lo largo de la narración. 7.ª Información nueva tratada como nueva. (28/12) «A mediodía recibí un paquete... un ataúd del tamaño de una caja de zapatos... Dentro estaba mi retrato junto al de Anita», broma pesada narrada en detalle. 8.ª Información nueva tratada como dada: (15/08) «Al fin dejé el Instituto», oración con la que se inicia el diario y que no indica de qué Instituto se trata, aunque el lector no sabe nada del tema. Así también vienen, sin más, los nombres de la treintena de personajes, desde Aquilino y Asterio hasta Zacarías y Zoilo.

Ya estamos tocando un aspecto de la esencia y el encanto de Diario de un cazador. Ostenta gran parte de los rasgos comunes del género o subgénero diario-narración en primera persona del singular y relata sólo lo que sabe el cronista al escribir para un lector ambiguo: ¿él mismo, la posteridad, la papelera? A veces deja a medio narrar detalles que podría elaborar: no informa nunca al lector de qué decía el ABC del 2 de mayo. Otros detalles no los entiende ni el mismo narrador, como quién fue el autor de la broma pesada del ataúd. Ciertos aspectos los entiende el narrador pero no el lector, entre ellos todo lo referente a la caza (08/12). También se insinúa información que el narrador domina y el lector sólo adivina, como que los cien mil habitantes aludidos son de Valladolid (06/12) o que el Centro en el que trabaja Lorenzo es la Escuela de Comercio, aunque soy consciente de haber dicho una burrada puesto que cosa que no aparece en la obra, cosa que no existe.

Diario de un cazador, diario ficticio, manifiesta una gran variedad de estrategias para obligar al lector a poner su imaginación en su lectura: (15/08) «A la madre no le gusta el traslado» -el lector tiene que imaginarse de qué traslado se trata. (21/12) «No charlaba de caza con él desde la perdiz aquella de La Mudarra» -el lector podrá inventarse alguna riña entre dos cazadores acerca de quién dio a alguna perdiz. Y ¿cómo introduce el cronista su nombre y profesión, detalles que apenas puede contarse a sí mismo? Pues, (15/08) «[...] me planté y le dije de malos modos que esa liebre la había quedado yo como me llamo Lorenzo», y (12/03) su madre dice «que si un día tengo un hijo será bedel como yo». Y nos enteramos de que Zacarías es dueño de una frutería al leer (04/02): «Tochano se cabreó y le dijo...que no sé qué c...hacía entonces que no cerraba la frutería y se dedicaba a cazar patos en las salinas».

Así que diario ficticio, escrito en lenguaje hablado, lenguaje de un chico de un nivel de educación más bien bajo pero de un nivel de sensibilidad y humanidad extremadamente alto. De manera que estamos hablando o, mejor dicho, hemos hablado ya, de una obra de ficción de ficción, o de ficción ficticia.






Bibliografía

  • Delibes, Miguel. Diario de un cazador. Barcelona: Destino, 1955.
  • Escandell Vidal, M.ª Victoria. Introducción a la pragmática. Barcelona: Anthropos, 1993.
  • Hickey, Leo. Curso de pragmaestilística. Madrid: Coloquio, 1987.
  • —— The Pragmatics of Style. Londres: Routledge, 1989.
  • —— «Equilibrio pragmaestilístico en el texto literario» en Foro Hispánico 8 (1994): 65-74.
  • Levinson, Stephen C. Pragmatics. Cambridge: Cambridge University Press, 1983.


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