Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Premio Adonais para Centroamérica

Sergio Ramírez





Roberto Sosa, que nació en 1930, es uno de los dos poetas más importantes de Honduras (el otro es, por supuesto, Óscar Acosta) y ahora acaba de obtener en España el premio Adonais de la casa editorial Rialp, el cual ha sido concedido solo dos veces a un latinoamericano desde que el premio fue instaurado en 1943; su libro Los pobres obtuvo el voto unánime del jurado y se publicó este mismo mes en Madrid.

El Adonais es sin duda, un premio de gran importancia. Por una circunstancia exterior, Roberto llega a él en una época de crisis de la literatura española y el hecho es prueba de ese reflujo cultural de Latinoamérica hacia la metrópoli (como broma aparte hay que contar, que un periódico español publicó hace poco la noticia de que Barcelona se estaba convirtiendo en «la capital literaria» porque se habían pasado a vivir allí García Márquez, José Donoso y Vargas Llosa) y una evidencia de primera mano para la teoría de Fanon sobre el asalto de los países marginales dentro de una relación dialéctica. Actualmente, fuera de nombres como Félix Grande, Juan Goytisolo, Alfonso Sastre y Caballero Bonald, es muy poco lo que el país puede ofrecer como concurso a la literatura continental de un universo nuevo que es Latinoamérica, sino es la lejana herencia de una hermosa lengua, a menos que se tome en cuenta el fenómeno libros por libras al estilo del multitudinario José María Gironella.

Hacía esta introducción, porque uno a uno los premios tradicionalmente españoles han caído en manos de latinoamericanos, como el Biblioteca breve. Para Centroamérica, que a duras penas es reconocida como territorio literario, los premios revisten extraordinario interés; ahora Roque Dalton de El Salvador, ha ganado el de poesía del concurso Casa de las Américas 1969.

Roberto Sosa nació en Yoro y publicó Caligramas en 1958; Muros en 1966 y Mar Interior en 1967; es director de la revista Presente que divulga a los escritores centroamericanos y de la que como una hazaña singular en Honduras, se han publicado ya 54 números; es también coautor de dos antologías, una sobre el cuento y otra sobre la poesía hondureña. Fundó junto con otros jóvenes escritores el grupo Vidanueva que es prácticamente el único existente allá.

En Los pobres, Roberto no se aparta muy radicalmente de sus libros anteriores, sobre todo porque su visión poética es romántica y las imágenes tienen una luz sosegada, que está edificada sobre todo en las palabras, sin que alcancen una osadía formal que pueda lanzar al poema dentro de una aventura de renovación; así la experimentación se limita a un encuentro directo con el hecho buscado, sea este sensorial o resultante de la aprehensión de un estímulo tangible, en el mundo exterior. En esta última clase de estímulos es que está basado Los pobres, que si constituye un acercamiento de tipo social no deja de ser romántico; en lugar de una protesta a voz alzada que pueda debido a lo reconocible de la intención hacer perder al poema sus límites mágicos, lo que hay es un clima de ternura, una exposición de retratos de los pobres del mundo -que son los del Yoro y los de Tegucigalpa- con sus miserias y sus dolores, y de los retratos de los opresores, y de los que son instrumentos de los opresores. En fin, lo que es la justicia patas arriba:


Entré
en la Casa de la Justicia
de mi país
y comprobé
que es un templo
de encantadores de serpientes.
Dentro
se está
como en espera
de alguien
que no existe.
Temibles
abogados
perfeccionan el día y su azul dentellada.
Jueces sombríos
hablan de pureza
con palabras
que han adquirido
el brillo
de un arma blanca. Las víctimas -en contenido espacio-
miden el terror de un solo golpe.
Y todo se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.


(«La Casa de la Justicia»)                


Este equilibrio entre la denuncia como finalidad mediata del poema y su permanencia en lo lírico, es, me parece, la clave del libro, pues con toda seguridad la destrucción de su calidad podría resultar de un irse a cualquiera de los dos lados, y es por lo que existen tantas melopeas dulzonas y tantos clichés.

Para Roberto los pobres están no solo como tema central del libro, o como su motivo poético; también son habitantes de todo lo imaginable, son la historia y son el ser del país; lo demás no existe; son los que pueden/ destruir el aire como aves furiosas/ nublar el sol/. Están en las calles pidiendo limosna, litigando en los juzgados, caminando en las procesiones de pueblo, en las salas generales de los hospitales, en fin, en el recuerdo de su propio padre:


Me llevas de la mano
como lo hacías antes
Entramos en la única casa
que ha quedado en pie
después de la destrucción del día.
Cruzamos avenidas
que conducen a un mundo derrumbado.
Creemos escuchar una canción.
Volvemos.


(«Mi padre»)                


El carácter descriptivo de las imágenes despoja al poema de cualquier equívoco, de cualquier intervención directa del poeta, para imprecar o para conceder perdón; los pobres están allí como son, y no necesitan de auxilio para ser conocidos, para ser oídos, para ser vistos donde moran. Basta un traveling, un encadenamiento, una pura cinematografía a través de un ojo cargado de sueños, para ofrecerlos limpios de cualquier opinión contaminadora:


Aún veo a aquella campesina,
al carbonero
y a la bestia de carga inmóvil de cansancio
bajo el negro fuego petrificado;
y miro al viejo azotando a la pequeña,
porque ella, débil como era,
no podía dominar al asno de ojos de agua melancólica.


(«Tres sombras invertidas en el espejo»)                


Hay un valor fundamental en este breve libro de poemas, y es su autenticidad; si acaso no fija ninguna nueva perspectiva en cuanto a la forma, habría que recordar que no todos los juegos novedosos o anti devienen en auténticos. Y en poesía, campo tan peligroso para resbalar, ésta es la primera condición de supervivencia; antes que nada está la necesidad de comunicar algo y de ser recibido, vieja relación que no se resuelve a favor sino escribiendo con la conciencia de las palabras:


Un pobre más entre los suyos, el poeta canta:
Sobrevivo y envejezco.
Respiro el aire quieto de las fotografías
[...]
Y advierto lentamente
que se llena de plomo mi esqueleto.


Sosa, Roberto: Los pobres. Premio Adonais 1968, Ediciones Rialp, n.º 257, Madrid 1969, 47 pp.

San José, marzo de 1969.





Indice