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ArribaAbajoCAPITULO IV

De la mudanza de forma, ó de la industria fabril, y de la rural comprendida en ella


Siendo la sociedad una série continua de cambios, es indudable que todos somos mas ó menos comerciantes; y si el resultado final de nuestros trabajos es siempre una produccion útil, puesto que el único efecto de todas nuestras fábricas es producir utilidad, tambien somos todos productores ó fabricantes; porque en efecto, no se encontrará siquiera una persona tan desgraciada que no haya hecho en toda su vida alguna cosa útil; pero por un efecto de las combinaciones sociales, y de la division de ocupaciones que acarrean,   —96→   cada cual ha tenido que dedicarse á una especie particular de industria. La que se dirige á labrar y modificar los seres que nos rodean para apropiarlos á nuestros usos, la llamamos especialmente industria fabril ó fabricante, en la cual comprendemos por las razones que hemos espuesto anteriormente la que se propone estraer las primeras materias de los elementos que las encierran, esto es, la que comunmente se llama industria rural. Veamos ahora cuales son los métodos ó los modos conque obra la industria fabril en general.

Mr. Say ha notado con mucho juicio que en toda industria se encuentran tres partes distintas: 1.ª el conocimiento de las propiedades de los seres que podemos emplear, y de las leyes de la naturaleza á que estan sujetos: 2.ª el uso de este conocimiento para producir un efecto útil: 3ª. la egecucion del trabajo   —97→   necesario para lograr el fin; esto es, en toda industria hay las tres cosas que dice Say: teoría, aplicacion y egecucion.

Antes de existir las sociedades, ó en la infancia de ellas, todo hombre era fabricante de las cosas que necesitaba, y asi en todo género de fabricacion tenia que desempeñar por sí mismo aquellas tres funciones; pero luego que comenzaron á hacer progresos, y á civilizarse mediante la maravillosa posibilidad de los cambios, cada cual se fue aplicando esclusivamente á la clase de industria que le pareció mas útil, ó á una de las tres partes constitutivas de ella, y de este modo quedaron separadas, la teoría corresponde al sábio, la aplicacion al empresario, y la egecucion al obrero.

Mas el afan de todos estos trabajadores necesariamente ha de tener un   —98→   premio, porque el hombre nace desnudo y falto de todo, y de consiguiente no puede acumular sino despues de haber ganado, y antes de haber acumulado no tiene para subsistir mas que sus facultades físicas y morales: así, si el uso de ellas es improductivo en un ramo, preciso es que ó se aplique á otro, ó se deje morir de hambre, por lo tanto es indispensable que cada uno de estos trabajadores gane un salario que salga de las ganancias de aquella fabricacion á que coopere.

Pero todos ellos necesitan hacer algunas anticipaciones para comenzar á recibir un salario, porque no es posible que su servicio merezca recompensa sin que antes se hayan preparado y egercitado para hacer útil su trabajo.

El sábio, por egemplo, ó el que por ahora consideramos como sábio, antes de haber descubierto ó aprendido   —99→   algunas verdades inmediatamente útiles y de cómoda aplicacion, ha tenido que hacer largos estudios, ó muchas observaciones y esperiencias, comprar libros y máquinas, en una palabra, hacer algunas anticipaciones antes de recibir la menor retribucion por el empleo de sus fuerzas.

El empresario necesita tambien para desempeñar la parte que tiene en la industria, de algunos conocimientos preliminares y de una educacion, preparatoria mas ó menos vasta, y aun antes de comenzar á fabricar ha menester de una casa para establecer en ella su fábrica, colocar sus máquinas y abrir sus almacenes; todo lo cual seria inútil si careciese de las materias brutas y de los medios indispensables para pagar sus obreros, á lo menos hasta la venta de sus primeros productos, y estas cosas exigen por necesidad anticipaciones enormes.

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Finalmente hasta el obrero mas miserable necesita tener alguna cosa aunque no sea de mucho valor: asi, apenas se hallará profesion ú oficio que no requiera en los que le egercen la propiedad de algunas herramientas; y cuando no ¿cual será él obrero que no tenga su vestido y ajuar? y aunque no hubiese hecho mas que mantenerse hasta que comienza a ganar una subsistencia frugal á costa de su trabajo, preciso es suponer que tenía ya una pequeñísima acumulacion de valores, la cual no ha podido ser sino el resultado de algun trabajo anterior, esto es, de algunas riquezas anteriormente adquiridas. Que él las haya adquirido, ó que las haya heredado de sus padres, parientes ó amigos, ó que hayan sido los intereses de un capital impuesto, ó la renta de una fundacion piadosa, ó el efecto de la caridad de sus hermanos, es indiferente á nuestro propósito;   —101→   porque siempre será cierto que sus gastos han salido de las anticipaciones, háyalas hecho él ú otro por él, y bien cierto es que no las hubiera podido hacer si sus mayores hubiesen vivido como los animales, esto es, si nada les hubiese sobrado del producto de su trabajo.

Ahora bien, ¿que son todas estas anticipaciones grandes ó pequeñas? Son lo que comunmente se llama capitales, y yo llamo sencillamente economías ó ahorros, esto es, el escedente de la produccion de nuestros antepasados sobre su consumo; porque si este hubiese sido exactamente igual á aquella, nada hubieran ahorrado, ni aun lo preciso para mantener sus hijos: asi, nosotros no hemos heredado de nuestros mayores sino este solo escedente, el cual como se ha ido acumulando lentamente en una larga serie de siglos, y en todos los ramos de la industria, y creciendo   —102→   cada dia en una progresion acelerada, ha venido al cabo á enriquecer las naciones cultas é industriosas; y esto es lo que las diferencia de las hordas de los salvages, como hemos visto en el cuadro que rápidamente delineamos en el capítulo primero de esta obra.

Los escritores de economia han tratado muy despacio acerca de la naturaleza y empleo de los capitales, entrando en unos pormenores minuciosos, como son por egemplo, las divisiones y subdivisiones de capitales, productivos, improductivos, fijos, en circulacion, moviliarios, inmoviliarios, permanentes, destructibles, y otras infinitas cuya utilidad no comprendo; porque las unas son problemáticas, las otras se fundan en circunstancias muy variables, y finalmente otras son enteramente supérfluas. A mi me parece que para el obgeto que nos proponemos bastará saber que los ahorros anteriores son   —103→   necesarios para comenzar toda empresa industrial por mezquina que sea: por esta razon son tan lentos en todo pais los primeros progresos de la industria, porque en los principios es cabalmente cuando son dificiles los ahorros; y á la verdad ¿como podrá acumular el que apenas gana mas que lo que absolutamente necesita para mantenerse? ¿con qué afan y con cuantas privaciones no deberá hacer sus primeros ahorros?

Sin embargo, poco á poco y con ausilio del tiempo y de algunas circunstancias afortunadas se van formando los capitales, los cuales ni todos son de un mismo género, ni tampoco pueden ser iguales; y de aqui nacen las tres clases de trabajadores que cooperan a toda fabricacion, elevándose los unos á aquella á que aspiraban, y tuvieron la dicha de llegar, y perdiéndose ó quedándose muy atras otros que fueron desgraciados   —104→   en la suya. Por esta razon es tan grande la diferencia que se nota en los salarios, porque el sábio, por egemplo, que puede dirigir los trabajos necesarios para la fabricacion, y hacerlos menos costosos y mas productivos, será por necesidad buscado y largamente pagado. Verdad es que si sus conocimientos no son de una utilidad inmediata, ó si se han difundido y héchose muy comunes, se espone á verse desatendido, y aun sin empleo; pero siempre que se le necesite su salario será crecido.

Pero no tiene la misma esperanza el miserable obrero, que no puede ofrecer mas que sus brazos, porque siempre será mezquino su salario, á no ser que la demanda de brazos fuese mayor que la oferta, pues en este caso subirá alguna cosa; pero si por el contrario, se presentasen mas trabajadores que los que se necesitan, bajará hasta el punto de   —105→   no poder ganar su subsistencia, en cuyo triste caso perecen estos infelices por efecto de su inevitable pobreza.

El empresario asalaría siempre estas dos clases de cooperadores á la fabricacion, el sabio y el obrero, por un efecto de la naturaleza misma de las cosas; porque no basta tener conocimientos y habilidad industrial para dirigir una empresa, es menester que antes de todo exista la empresa y un fondo para hacer las anticipaciones, y asi el que le tiene es inevitablemente el que elige ó el que emplea y asalaría á los que cooperan con él, es decir únicamente el que puede cubrir los gastos que exige el establecimiento y el surtido de máquinas, herramientas, materias primeras y dinero para pagar los salarios, á lo menos hasta la venta de sus primeros productos.

Mas ¿cual será la medida de la recompensa del empresario? No puede ser otra   —106→   que la cantidad de utilidad que hubiese producido y hecho producir. Lo haré ver por medio de un egemplo, Supongamos que un empresario de chales de lana merina, compra una porcion de lana que le cuesta mil pesos fuertes, y que la convierte en pañuelos, anticipando quinientos pesos para cubrir los gastos de fabricacion, y que despues los vende por dos mil pesos fuertes; habrá ganado quinientos, pero si los vendiese por mil y quinientos, habría perdido su tiempo y trabajo, y si por mil habría perdido ademas, quinientos pesos de su capital. Todos estos riesgos que corre son posibles, porque, está inevitablemente sugeto á la incertidumbre que no puede alcanzar al asalariado, recibiendo este siempre el precio estipulado, suceda lo que quiera al empresario.

Dícese comunmente que las ganancias del empresario, equivocadamente llamadas salario, puesto que nadie se las   —107→   ha prometido, deben representar el precio de su trabajo, los intereses de su capital, y la indemnizacion de los riesgos que corre, que todo esto es necesario, y que es justo que sea asi. No diré yo que no sea justo, aunque sí me parece que la aplicacion de esta palabra justo es inoportuna en este caso; porque no habiendo contraido nadie con él la obligacion de pagarle estas ganancias, no hay injusticia en dejar de pagárselas. Convengo tambien en que es necesario que tenga este beneficio para que continúe en su empresa y no se disguste y abandone su profesion; pero digo que estos cálculos nada influyen en el éxito bueno ó malo, de su empresa, dependiendo este solamente de la cantidad de utilidad que produzca, de la necesidad mayor ó menor que haya de sus productos, y finalmente de los medios que tengan los compradores para procurárselos; porque para   —108→   que se demande una cosa es preciso desearla, y para comprarla no basta el deseo de poseerla si no hay otra que dar en cambio.

Esta sencillísima esposicion descubre todo el mecanismo y los resortes secretos de esta parte de la produccion que consiste en la fabricacion, y al mismo tiempo pone de manifiesto el germen de los intereses encontrados entre el empresario y asalariados por una parte, y entre el empresario y consumidores por otra, mútuamente entre los asalariados, entre los empresarios de un mismo ramo, entre los empresarios de ramos distintos, porque entre ellos se reparten con mas ó menos desigualdad los medios de los consumidores, y finalmente entre estos mismos consumidores, porque entro ellos se distribuyen tambien las comodidades y regalos que procura la utilidad de las cosas producidas. Asimismo nos hace ver   —109→   que los asalariados desean que haya pocos asalariados y muchos empresarios; éstos que haya pocos empresarios, especialmente de su mismo ramo, pero muchos asalariados y muchos consumidores, y que éstos por el contrario quieren muchos empresarios y asalariados, y pocos consumidores; porque cada cual teme la concurrencia en su ramo de produccion y quisiera ser solo en él para dar la ley. Si seguimos, mas adelante esta complicacion de intereses opuestos en los diferentes progresos de la sociedad, y estudiamos el juego de las pasiones que engendra, veremos á estos mismos hombres al pie del trono implorando el apoyo de la fuerza en favor de los intereses que los preocupan, ó por lo menos ocupados en disfrazar estos intereses individuales con la máscara del bien comun, ó con otros pretestos tan especiosos como este, con el fin de sorprender y arrancar   —110→   de las menos del gobierno aquellos reglamentos prohibitivos que puedan molestar y aun arruinar á los que les perjudican en esta lucha universal.

Si hay alguna clase que no siga esta misma direccion i es sin duda la de los consumidores, porque como lo son todos no es posible que se reunan en cuerpo para solicitar escepciones: ademas de que no necesitan de una salvaguardia, teniéndola en la ley general, o mas bien en la libertad; y como su interes es cabalmente el interes comun, ni tienen representantes especiales, ni procuradores animosos y enconados. A veces sucede que las ilusiones los dividen, y separando entonces sus intereses personales del bien universal, solicitan parcialmente y con otro fin algunas gracias contra su mismo interes real; pues aunque éste sea el de todos, no todos tienen las luces necesarias para conocerle, por lo mismo   —111→   que es general, ni la justicia indispensable para respetarle, porque cada particular desea obtener alguna preferencia. Por el contrario, á los que tienen un interes predominante el mismo interes los reune, forman un cuerpo, nombran agentes eficaces y activos, echan mano de mil pretestos para deslumbrar y conseguir mercedes del gobierno, para lo cual rara vez faltan los medios; sobre todo si son ricos los miembros que le componen, ó son temibles como los pobres en tiempos de revueltas y asonadas, esto es, cuando se les revela el secreto de su fuerza y se les escita á abusar de ella.

Por ahora seria, inoportuno el llevar tan adelante las consecuencias que se derivan de los hechos generales que acabamos de establecer. Bástanos tener presente esta verdad: que los trabajos mas necesarios son generalmente los mas demandados y constantemente empleados, pero   —112→   son tambien los mas mal pagados, sin que absolutamente pueda dejar de ser así, porque siendo las cosas necesarias á todos los hombres de un uso universal y continuo, debe suceder que el número de sus fabricantes sea siempre mayor, y que su fabricacion haya venido á ser á fuerza de tiempo, de repetidos ensayos y de prácticas sumamente sencillas, menos costosa, ya por la perfeccion de los instrumentos, ya por, la invencion de máquinas y de otros métodos ingeniosos: así exigiendo sus productos menos inteligencia y gastos, naturalmente debe haber bajado su precio todo lo posible. Por otra parte es indispensable que sea así, porque de otro modo la clase pobre, que es la mas numerosa, y de consiguiente la mas consumidora de estas cosas, no se las podria procurar, andaria descalza y desnuda, á la intemperie de las estaciones; le faltaria que comer, y al cabo vendria á morir de inedia.   —113→   Por el mas bajo precio de estas cosas se arregla el de los salarios, y asi es que los obreros que trabajan en su fabricacion son los mas necesariamente mal asalariados.

Todo cuanto acabamos de decir de la industria fabril, es igualmente aplicable á la agricultura, y á todos los ramos de fabricacion; porque en todos ellos hay realmente teoria, aplicacion y egecucion, y son indispensables para desempeñar estas partes las tres especies de trabajadores, sábios, empresarios y obreros, pero lo que particularísimamente debe aplicarse á la agricultura es la verdad general que establecimos, á saber, que los trabajos mas necesarios son los que se pagan mas mezquinamente, cabalmente porque son los mas necesarios. Con efecto, los productos mas considerables é importantes de la agricultura son las plantas cereales necesarias para nuestro mantenimiento;   —114→   pues ahora bien ¿qué precio tendria el trigo, si los salarios de los obreros que cooperan á su fabricacion, fuesen tan caros como los de los empleados en las artes mas primorosas de lujo? Bien cierto es que los pobres obreros de las artes mecánicas mas comunes no lo podrian pagar, y que moririan de hambre á no ser que subiese el precio de sus salarios hasta ponerse al nivel con el de los obreros de la agricultura; pero aun en este caso ¿qué sucederia? que siendo mas demandado el trabajo de aquellos que el de estos, subirian sus salarios en la misma proporcion, de modo que nada habrian hecho, hallándose en el mismo punto de que partieron. Tales son las leyes de la necesidad.

Si los salarios de los obreros empleados en la agricultura son muy mezquinos con respecto á los que ganan los obreros de las demas profesiones, tambien son   —115→   menores las ganancias de los empresarios rurales con respecto á las de los demas, porque sus métodos son muy conocidos, y su empleo no requiere sino una capacidad mediana. Todos los conocimientos que necesitan son el resultado de una larga esperiencia y de muchos mas ensayos que los que se cree comunmente, y así han acumulado una gran masa de luces respectivamente bien aplicadas; por lo cual son poquísimos los medios que hay de mejorar las tierras de modo que aumenten considerablemente sus rendimientos, digan lo que quieran algunos especuladores temerarios, que al cabo vienen a ser víctimas de su propia locura. De aqui es que las ganancias de los empresarios de la industria rural son muy pequeñas con respecto a sus fondos, á los riesgos que corren, y á los trabajos que requiere, esceptuando de esta regla general algunas circunstancias estraordinarias y raras:7   —116→   finalmente sus métodos sencillísimos y conocidos son tambien muy embarazosos en la práctica, porque exigen mucha atencion y tiempo; y asi un hombre solo no puede emplear en este ramo fondos considerables: no podrá, por egemplo, dirigir á un mismo tiempo cinco ó seis labores grandes, aun cuando tuviese cinco   —117→   ó seis veces ocho mil pesos para ponerlas en cultivo, á pesar de que esta suma es bastante mediana en comparacion de las que se emplean en otros ramos de comercio. Así es imposible que este hombre que no puede procurarse ganancias considerables y proporcionadas á los fondos que tiene, acumule grandes caudales; y he aqui la razon porque hay y habrá siempre muy pocos capitales empleados en la agricultura, con respecto á los que tienen las naciones. Los hechos nos confirmaran esta verdad, y, nos esplicarán al mismo tiempo el fenómeno que advertimos en este género de industria, á saber, las diferentes formas que toman comunmente las labores rurales, las quales no tienen, ó parece que no tienen analogia alguna con las de las demas industrias. Esta es una materia interesante, y que aun no he visto bien esplicada en ningun escrito de agronomía ni de economia.

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Rara vez vemos que un hombre rico, activo y que aspire á aumentar su fortuna, emplee, cl dinero en comprar una labor inmensa, con intencion de cultivarla por sí mismo y hacerla su ocupacion esclusiva, porque si la compra es ó para volverla á vender, ó para facilitarse algunos recursos que considera como necesarios para otra empresa, ó para aprovecharse de su madera, ó finalmente para cualquiera especulacion mas ó menos fugaz, esto es, para un obgeto de comercio, pero no de agricultura. Por el contrario, vemos frecuentemente, que el tiene una buena posesion, la vende para emplear su precio en otra distinta empresa ó procurarse una profesion mas lucrativa, todo lo cual prueba que la opinion general sobre esta materia es que la industria rural no es realmente el camino que conduce á la fortuna.

Así aunque algunos hombres acaudalados   —119→   compren tierras, no lo hacen con el fin de aumentar considerablemente sus caudales, sino movidos de algun obgeto particular. Si las ocupaciones á que estan dados son lucrativas, ya las compran por que tienen mas fondos que los que exigen sus especulaciones, ya porque se proponen asegurarse un recurso en la desgracia poniendo una parte de ellos al abrigo de los reveses comunes de la vida. Si desempeñan cargos públicos, ó viven ociosamente de sus rentas, es con el fin de imponer su dinero de un modo sólido y agradable; pero ni unos ni otros se proponen el cultivar por sí mismos las tierras que compran, pues bien los ocupen negocios serios, especulaciones útiles, ó distracciones y placeres, siempre tienen otras muchas cosas que les interesan mas ó que miran con mas aficion, y así las alquilan á los empresarios de labor, como hubieran alquilado el dinero con que las   —120→   compraron8 para no pensar sino en tomar los réditos sin cuidar si el empleo que ha hecho de ellas el empresario le ha sido perjudicial ó ventajoso.

Sin embargo, acaso es una felicidad, el que los hombres acaudalados compren   —121→   tierras para arrendarlas, porque como la agricultura es una profesion penosa y poco lucrativa, los que se dedican á ella son comunmente los que estan faltos de grandes medios; y de consiguiente, si necesitasen comprar las tierras, el precio de ellas absorveria sus escasos fondos, y no tendrian los indispensables para hacer frente á las continuas anticipaciones que exige la labranza, y asi serian pobrísimas todas sus empresas; pero si por una parte les es sumamente cómodo el encontrar tierras que tomar en arrendamiento, sufren por otra los mismos inconvenientes mas ó menos grandes que los empresarios que toman á préstamo algun dinero para dar mas estension á sus empresas: ambos estan en un mismo caso, pues unos y otros pagan muy bien el beneficio que se les hace, lo cual minora sus productos y hace su existencia precaria; porque es muy cierto que el negociante que no   —122→   hace la mayor parte de sus especulaciones con fondos propios, está en una situacion muy arriesgada, y rara vez gana en ellas; y en el mismo caso se hallan los arrendadores de tierras por grande que sea la hacienda que cultiven.

En suma, los propietarios que arriendan sus tierras son prestamistas, y nada mas, y asi es muy estraño, que casi siempre se haya confundido é identificado su interes con el de la agricultura, que les es tan ageno, como lo es el de los prestamistas de dinero con respecto al de las empresas que hacen los que le toman. Por lo tanto me admiro del amor y respeto supersticioso con que casi todos los hombres, y particularmente los agrónomos, miran á los grandes propietarios territoriales, llamándolos columnas del estado, alma de la sociedad9, padres sustentadores   —123→   de la agricultura; al paso quedan los nombres mas ignominiosos y viles á los prestamistas de dinero que hacen cabalmente lo mismo que ellos10. Un mayorazgo rico que acaba de alquilar su tierra por una renta escandalosa, se cree por solo esto un hombre de provecho y utilísimo al estado: no sospecha siquiera de su escrupulosa probidad, muy al contrario, juzga de sí mismo que es un hombre puro y sin mancilla, y el infeliz ignora que es aquel mismo usurero áspero   —124→   é inexorable, á quien condena sin vacilar en su tribunal recto; y acaso el mismo colono le tendrá por muy justo en aquel mismo momento en que acaba de hacerle víctima de su codicia; porque hasta este punto nos alucina la diferencia de nombres, y somos el juguete de las palabras. Verdad es que mientras lo somos entendemos muy mal las cosas de que se habla, y al reves, cuando entendemos mal las cosas, no comprendemos bien el significado de las voces de que usamos para representarlas. No puedo menos siempre que la ocasion se ofrece, de insistir sobre esta causa primordial de todos nuestros errores y atrasos en las ciencias; porque no es posible raciocinar bien sin fijar antes de todo el significado invariable de las palabras; y cuando no se raciocina bien, es imposible que las ciencias hagan progresos. Pero volvamos á nuestro asunto.

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Cuando los ricos compran muchas tierras, hay abundancia de ellas que tomar en alquiler, y de consiguiente pueden hacerse muchas empresas rurales sin necesidad de que tengan fondos proporcionados á ellas los que se dedican á este trabajo. Insensiblemente se van arreglando y distribuyendo las tierras del modo mas favorable á los intereses de sus cultivadores; y asi se forman en las grandes propiedades diferentes clases de cultivo, las cuales no son por cierto obra del capricho ó del acaso como á primera vista parece, sino de la misma naturaleza de las cosas, como lo vamos á hacer ver.

En los paises fértiles, la feracidad de la tierra no es directamente provechosa al que la cultiva, sino á su dueño; porque este exige siempre por ella un alquiler proporcionado á su calidad; pero como la porcion que un solo hombre puede   —126→   labrar produce considerablemente en esas tierras, y las ganancias de todo empresario, en igualdad de circunstancias, estan siempre en razon directa de la estension de su fabricacion, es claro que las mayores ganancias de esta, ó los mayores rendimientos de la tierra, convidarán y atraerán á todos los empresarios que tengan medios de bienestar y un cierto grado de capacidad. Verdad es que no es la fecundidad de la tierra la que los enriquece é ilustra, pero sí es la que los ha llamado, y la que ha impedido que aplicasen sus facultades á otra especie de fabricacion. El interes del hombre consiste en aprovecharse cuanto pueda de sus medios disponibles, y ciertamente no podrá acomodarle una fabricacion reducida que inutilice una parte de sus fondos y de su actividad personal, y cuyas ganancias no correspondan á sus esperanzas: asi por propia conveniencia se van dividiendo   —127→   las grandes labores en porciones de tierra, cuya medida comun es con corta diferencia de trescientas á quinientas fanegas y su casa de labranza. El labrador no ambiciona otra cosa, se establece pacíficamente en ella, se surte de los aperos necesarios, de yuntas, ganados, herramientas y provisiones suficientes para poder aguardar los frutos de su primera cosecha, y hace con gusto todas estas anticipaciones, porque sabe que las ha de recibir colmadas. La observacion, la esperiencia, y sobre todo la necesidad le convidan á hacer algunos ensayos que le descubren nuevos medios mas económicos y útiles de produccion y de salida para sus productos. En suma todos estos labradores fabrican, comercian y ocupan un lugar distinguido entre los demas empresarios de industria. Estas son las que se llaman entre nosotros grandes labores y grande cultivo; pero á pesar de estos bellos nombres que   —128→   se les dan, una grande labor nunca será mas que una fábrica muy pequeña; pero si es casi el minimum de la industria fabril en general, es el maximum de la industria rural en particular.

Cuando el terreno es menos fértil, es imposible que la industria rural llegue á este punto; porque supongamos una labor que contenga el mismo número de fanegas de tierra que otra situada en un suelo feraz, es claro que sus productos seran reducidisimos con respecto á los de esta, é insuficientes para la prosperidad de la empresa; y si se duplica el número de fanegas para doblar los productos, entonces un hombre solo será incapaz de cultivarla y beneficiarla por sí mismo11, ademas de que los gastos y riesgos deberan   —130→   aumentarse en la misma proporcion, y de consiguiente la empresa no podrá hacer frente á todos ellos. Por otra parte, como el interes personal es el móvil de las acciones humanas, dificilmente podreis hacer que se encarguen de su cultivo los mismos hombres inteligentes é industriosos, porque con solo que haya en el pais algunos capitales aunque sean pequeños, y una mediana habilidad industrial, acudirán los medios naturalmente á otra especie de fabricacion; ¿y qué resultará de esto? que los propietarios de estas tierras cuyas producciones son tan reducidas las dividirán en suertes para arrendarlas mas comódamente a los colonos mas pobres ó pegujaleros, los cuales no las podrán cultivar con atencion y esmero   —130→   porque no pudiendo cifrar en sus productos el total de su subsistencia, las deberan mirar como un suplemento á ella, ó como un recurso meramente ausiliar; y así en estos paises se advierten á cada paso pequeñísimas labores ó pobres chozas rústicas cuando mas, con un puñado de tierra, y alguna vez dos ó tres fanegas aisladas y una miserable barraca. Con todo eso se alquilan estas suertes: los que las toman conducen á ellas los aperos de labranza, las yuntas, los instrumentos y herramientas necesarias, y procuran cuanto pueden aprovecharse de sus propias fuerzas; pero por mas que hagan es imposible que despleguen los mismos medios físicos y morales, que los grandes labradores de quienes hemos hablado; porque los que las toman en alquiler son por lo regular algunos propietarios territoriales pobres de la misma comarca, con intencion de agregar su cultivo á otras   —131→   ocupaciones, á fin de que los rendimientos de todas juntas les den lo necesario, tanto para mantenerse como para ir sosteniendola empresa: asi ni aun imaginan aumentar sus comodidades y regalos, porque el deseo de un bienestar ó de una vida agradable, nace siempre de la posesion de los medios ó de la posibilidad de adquirirlos, y aqui mas bien deben faltar que sobrar, á no ser que algunas circunstancias estraordinarias y raras alteren parcialmente y en algunos casos el órden natural y necesario de las cosas. Esto es lo que muchos escritores llaman pequeño cultivo, en contraposicion del grande de que hablamos antes. Sin embargo que es pequeño con respecto al otro, no es muy exacta la espresion, porque vamos á ver ahora mismo que hay todavia otras labores ú otro cultivo mas pequeño, ó si se quiere mas miserable que este, pero no será fuera de propósito advertir   —132→   antes de pasar adelante, que tanto esta especie de pequeño cultivo como el cultivo á brazo de que voy á hablar, rinden ordinariamente á sus propietarios un alquiler mayor que el grande en proporcion de la estension y calidad de las tierras, por la sencillísima razon de que el número de colonos pobres es mucho mayor que el de los ricos, y de consiguiente debe ser tambien mucho mayor la concurrencia de los licitadores á ellas; pero esta carestia de alquiler es y debe ser la causa que irrevocablemente pone á los miserables colonos en el estado de desnudez y penuria que hace tan mediana y poco lucrativa la especie de su cultivo.

Cuando el suelo es todavia mas ingrato, ó cuando son pocos los propietarios rurales pobres, como alguna vez sucede por efecto de diferentes circunstancias, ya no tienen los grandes propietarios la misma facilidad para dividir sus   —133→   tierras en suertes; porque como apenas producen, nadie quiere tornarse el trabajo de cultivarlas, y de consiguiente no hay demanda; pero los propietarios remedian el mal, de este modo: forman lo que comunmente se llama haciendas ó quinterias, y les agregan comunmente tantas tierras como á las grandes labores y a veces mas, sobre todo si pueden incluir en este número las baldias, que por lo regular no son escasas en estos paises, y que no dejan de ser útiles porque pueden aplicarse á dehesas de pasto, y tambien sembrarse de cuando en cuando para dar un desahogo ó descanso á las de de pan llevar; pero como estas quinterias son muy grandes por su estension, y muy pequeñas con respecto á sus productos, y de consiguiente hay que trabajar mucho para ganar poco, de aqui es que el labrador ó colono que tiene algunos fondos propios, aunque sean muy cortos, dificilmente   —134→   se resuelve á ocuparlas y acarrear á ellas sus criados, su ajuar y sus yuntas y ganados, porque ninguno quiere gastar lo que tiene, y trabajar incesantemente para perderlo todo, ó á lo menos para no ganar. Para que estas quinterias se labrasen, cultivasen y beneficiasen, seria preciso que sus dueños las abandonasen y no exigiesen por ellas alquiler alguno; y asi para no verse en este caso y tener, que perderlo todo, ¿qué hacen? las proveen de animales de labor, de aperos, herramientas y cuanto requiere el cultivo, convidan con ellas á una familia pobre del campo que no tenga mas mayorazgo que el sudor de su frente, estipulan el darle la mitad de sus productos en recompensa de sus afanes, y de aqui ha venido el nombre de quinteros, á aparceros ó colonos á mitad.

Si la tierra es sumamente mala, entonces esta mitad es insuficiente para mantener   —135→   aun en la miseria á los colonos, los cuales se van por necesidad atrasando hasta que la imposibilidad de pagar obliga sus dueños á despedirlos, y les suceden otros, porque nunca faltan infelices que no saben que hacer de sí para ganar un pedazo de pan, y aquellos van á otra parte donde sufren la misma suerte. Conozco algunas quinterias de estas que no hay memoria que hayan podido mantener á los aparceros con la mitad de sus rendimientos. Si la quinteria es algo mejor ó no tan mala, su colono, va vegetando bien que mal y haciendo algunos ahorros, aunque nunca los que necesitaria para elevarse a la clase de verdadero empresario: sin embargo hay tiempos y comarcas, donde la gente del campo es algo menos pobre, y suele encontrarse en ella algunos individuos que á fuerza de trabajo y frugalidad, han ido economizando alguna cosa, que aunque   —136→   muy corta, es con todo eso bastante para mantenerse un año y poder sosegadamente aguardar los primeros frutos, y asi prefieren tomar una quinteria en arrendamiento mediante un alquiler fijo, á partir con otro sus productos, porque confian en sus brazos, saben que es suyo cuanto pueden ganar y que nadie les ha de defraudar la recompensa con que la tierra paga su sudor. Por lo tanto son en general mas activos y ganan algo mas si la calidad de la tierra lo permite, si son afortunados, si sus familias no son demasiado crecidas y si es moderado el alquiler que pagan, este es, si se reunen mil circunstancias felices que rara vez van juntas. Con todo eso, no son propiamente verdaderos labradores ni tampoco verdaderos empresarios, porque al fin el propietario territorial les anticipa los aperos de labranza el ganado &c. y ellos no ponen de suyo mas que el trabajo:   —137→   asi es preciso incluirlos en la clase general de quinteros.

El número de cabezas que el propietario entrega y confia al quintero se llama en Francia cheptel12, el cual se va sucesivamente aumentando todos los años en los paises donde se fomentan las crias, y el quintero parte con él la criazon, como parte tambien las mieses; pero al despedirse de la quintería debe volver al propietario un cheptel de igual valor que el que recibió al entrar en ella, y como no tiene propiedad alguna con que poder afianzar, el propietario ó su administrador se convierten entonces en unos celadores importunísimos y severos que le cuentan sus pisadas para impedirle que   —138→   venda demasiados productos, y se quede sin prenda que pueda responder del valor del cheptel. Cuando el propietario, ó no quiere ó no puede anticipar el fondo del cheptel, como sucede en algunas partes, lo suministran los ganaderos ó especuladores de ganados, y tambien los capitalistas estrangeros, los cuales celan con igual rigor al quintero, y le arrebatan la mitad de las crias que hace en pago de los intereses del fondo que le anticipan; bien que al quintero le es muy indiferente que estas vejaciones que sufre vengan del propietario ó del prestamista, porque en ambos casos sufre la misma violencia y es un miserable empresario, falto de medios, y esprimido por dos prestamistas inexorables y muy caros, el que le dá la tierra y el que le dá el ganado; y uno y otro son dos ladrones que le roban, sus ganancias sin dejarle de ellas mas que un pedazo de pan, que en algunos casos apenas   —139→   le bastará para vivir. Por esta razon se llama pequeño cultivo este modo de cultivar, y con mucha propiedad, si bien se hace a veces sobre una porcion estensa de tierras.

Aun hay otra especie de labor que se llama tambien pequeño cultivo cual es la de aquellos propietarios territoriales pobres que cultivan sus tierras por sí mismos. Casi todas las naciones de la Europa moderna allá en su primitivo estado de ignorancia y embrutecimiento, estaban divididas en dos solas clases, señores y siervos, comprendiéndose en esta última los pobres: los primeros, aunque eran pocos en comparacion de los últimos, eran los propietarios de todo el suelo, y los otros trabajaban únicamente por ellos y para ellos, ya como criados, ya como siervos, ya finalmente como asalariados: mas los progresos de una industria activa y las enagenaciones que sucesivamente y   —140→   por varios motivos fueron haciendo los señores de algunas de sus tierras, formaron con el tiempo en casi todas partes un número mayor ó menor de pequeños propietarios territoriales, que se asemejaban unos á otros en que todos vivian sobre sus tierras, y en que su sola profesion era el cultivo; pero á pesar de esta semejanza, considerados con respecto al cultivo, no todos pueden incluirse en una misma clase, porque los unos labran y benefician una porcion de tierras bastante considerable, como se vé particularmente en las endebles, que fueron las que enagenaron los señores antes que otras á causa los pocos rendimientos que les daban. Verdad es que estos no hacen los mismos gastos que los ricos labradores de gran cultivo; pero no obstante las labran con animales de tiro mas ó menos buenos, tienen tambien sus ganados, y por lo tanto su labor es enteramente parecida á las   —141→   pequeñas, de que ya hemos hablado13. Por el contrario, hay otros que no tienen sino una porcion muy reducida de tierras, que cultivan á mano, ya sembrándolas, de legumbres, ya de semillas y ya plantándolas de cepas. Aun estas requieren positivamente este género de cultivo que como vemos, difiere mucho del anterior. Por otra parte casi todos los que se dedican   —142→   á él tienen que ir á ganar un jornal la mayor parte del año, porque es imposible que puedan vivir del solo producto de sus tareas. Semejantes á estos son los que toman en alquiler de los ricos algunas pequeñas chozas con algunos pedazos de tierra, que se llaman comunmente jornaleros ó gañanes &c. Su industria y modo de vivir es enteramente parecida á esta, con la sola diferencia, que el alquiler que pagan representa el interes del capital que poseen los otros; y ved aquí una tercera clase á la que se dá tambien el nombre de pequeño cultivo, y que comprende dos muy distintas.

Ademas de esto hay muchos escritores que llaman grande cultivo al que se hace con mulas ó caballos, y pequeño al que se hace con bueyes, muy persuadidos á que esta division corresponde exactamente á la de labradores y quinteros; pero yo dudo mucho que estos nombres   —143→   sean equivalentes, porque aunque los pegujaleros trabajen á brazo, tambien los labradores de labores pequeñas y los propietarios de la primera de las dos especies de que hemos hablado mas arriba, pueden labrarlas alguna vez con bueyes y no siempre con mulas y caballos; y por lo tanto es pequeño este cultivo en el sentido riguroso de la voz. Puede suceder tambien, y lo vemos con efecto en muchos paises, que los grandes labradores prefieren labrar sus tierras con bueyes, sobre todo cuando lo exige asi la calidad del terreno. Verdad es que los quinteros en general labran con bueyes: 1.º porque como este medio es el menos costoso, es natural que le antepongan al otro mas caro, casi todos los propietarios territoriales; 2.º porque los malos paises que son por lo regular donde hay quinteros, no producen otra cosa que mal heno, poca ó ninguna avena, y ni aun se prestan   —144→   á prados artificiales; 3.º porque estos quinteros son perezosos, torpes, desmañados y no se les pueden confiar animales delicados como son los caballos; pero no es esto solo lo que los constituye quinteros y lo que los distingue de los labradores, sino su miseria, su absoluta falta de medios, la imposibilidad en fin de hacer algunas anticipaciones: este es su carácter distintivo y peculiar, y el que hace que no sean mas que simples quinteros y que su cultivo sea realmente pequeño, aunque alguna vez ocupe este una inmensa estension de tierras, por cuya causa hay agrónomos que en este caso le consideran como grande cultivo, en oposicion al de los pequeños labradores y pegujaleros, ó solamente en oposicion con el cultivo á mano.

Finalmente, para acabar de embrollar las ideas hay algunos escritores anglomanos como por egemplo, Arthuro   —145→   Young, que parece que se recrean en llamar pequeño cultivo á nuestros mayores cultivos, sin mas razon que porque ven algunos barbechos; reservando el nombre de grande á aquel cuyas tierras siguen su sistema predilecto de la division en hojas, sin reparar que en el cultivo mas pequeño, aun en el que se hace á brazo, es donde frecuentemente se encuentran las tierras que no descansan.

Véase aquí pues por nuestra cuenta cinco o seis modos distintos de emplear unas mismas palabras, de los cuales dos ó tres por lo menos separan cosas enteramente parecidas, y confunden otras absolutamente diferentes; y usándose de estas palabras de un modo vago é indeterminado, sin decir nunca el significado que se les dá, ¿cómo es posible que los hombres se entiendan á no ser por un milagro?

Así soy de parecer que para poder   —146→   escribir con alguna precision sobre materias de agricultura, es indispensable comenzar desterrando de ella las espresiones, grande y pequeño cultivo, por ser demasiado insignificantes y equívocas, y distinguir cuidadosamente cuatro especies de cultivo que tienen sus caractéres particulares, porque son esencialmente distintas y porque á ellas se pueden reducir cómodamente todos los cultivos posibles14; las cuales son: 1.ª grandes   —147→   labores ó cultivo de los empresarios ricos é inteligentes, que hacen largamente todas las anticipaciones necesarias, los cuales no los hay sino en los paises que lo merecen: 2.ª las pequeñas labores ó el cultivo de los empresarios que labran tambien con animales propios de tiro, pero cuyos medios son mas reducidos que los de aquellos, los cuales no los hay sino en los paises de tierras endebles, y esta clase comprende los pequeños labradores y propietarios que incluí antes en la 1.ª: 3.ª las quinterías o el cultivo de los quinteros ó aparceros, que aunque tambien labran con animales de tiro, son agenos, lo cual sucede siempre en los malos terrenos: 4.ª los pegujaleros ó el cultivo á brazo, así el de los propietarios como el de los colonos, cultivo que se encuentra donde quiera, aunque mas particularmente en tierras destinadas á viñas; pero en general es mas raro en los parages ó muy fértiles   —148→   ó muy ingratos: en aquellos porque las tierras estan todas en manos de propietarios territoriales ricos, y en estos porque como el producto de las tierras no alcanza á pagar el trabajo de sus cultivadores, prefieren estos el ir á ganar un jornal mas bien que afanarse en valde y perder su tiempo. Me parece que esta division es mas clara y precisa que todas las demas, porque esplica las causas de los efectos; y asi nos serviremos de ella para lo que nos falta que decir.

Me parece que he probado que cuando los propietarios territoriales no labran por sí mismos sus tierras nada tienen de comun con la agricultura, con las leyes á que está sugeta, ni con los intereses que la dirigen: que no son mas que unos renteros ó prestamistas de una clase particular; y así qué hablándose en este lugar de la fabricacion de productos debia prescindir de ellos y ceñirme á hablar   —149→   de los empresarios de cultivo.

Cuando hablé de estos hice ver dos cosas: 1.ª que las ganancias de los empresarios de las fabricaciones mas necesarias eran las mas mezquinas de todas en proporcion de la cantidad de sus anticipaciones, y productos: 2.º que las empresas rurales tienen un inconveniente que les es peculiar, el cual consiste en que un hombre solo no puede aumentar sus ganancias con aumentar considerablemente la estension de sus tierras, porque entonces no podria labrarlas.

Despues puse de manifiesto estas verdades: 1.ª, que solo los paises muy fértiles son los que pueden rendir suficientes productos para que se mantengan con desahogo sus empresarios; de donde se deduce que solo en ellos podremos encontrar los empresarios ricos, y con medios y habilidad bastante para aprovecharse de la utilidad de sus tierras, que es cabalmente   —150→   lo que observamos. Añadí que estos casi nunca cultivaban con sus propios fondos sino con capitales agenos, cuyos circunstancia es siempre fatal á los fabricantes; y sin embargo llamamos á estos empresarios grandes labradores.

2.ª Que cuando las tierras no son tan buenas la misma pequeñez de las ganancias desviaba de su cultivo á los grandes empresarios ó labradores, y asi los que las labraban debian ser por necesidad empresarios medianos y de corta capacidad; y á estos los llamamos pequeños labradores.

3.ª Que cuando el suelo es todavia mas ingrata no rinde ganancia alguna, y de consiguiente: que deben faltar los empresarios; porque los quinteros, como que no anticipan cosa alguna, y solo ponen de suyo el trabajo, no son en rigor sino unos asalariados.

4.ª y última. Que algunas veces es la   —151→   empresa tan reducida que el empresario y el obrero son por necesidad una misma persona, que no emplea otras máquinas que sus brazos, y que aun tiene que emplearlos frecuentemente en otra parte para ganar un jornal, como son los pegujaleros, que por lo regular son á un mismo tiempo jornaleros y gañanes, y asi es dificil que esta empresa pueda tentar á ningun capitalista.

Sin embargo, estas verdades, generales tienen una escepcion. Sucede, y no puede menos de suceder, que un ramo de produccion muy precioso, como por egemplo el de ciertas drogas para los tintes, ó el de ciertos vinos muy estimados atraen á ellos los capitalistas ricos que acuden siempre adonde los llama la voz de su interes; y asi vemos que algunos de estos compran á veces las tierras adecuadas para estos géneros de produccion, las cultivan por si mismos, conservan sus   —152→   productos, y hacen especulaciones inmensas y afortunadas; pero esta misma escepcion corrobora la regla general, puesto que en tanto es mayor el mérito y precio de estas mercaderías en cuanto son raras, ó lo que es lo mismo en cuanto son propiamente mercaderías de lujo; asi aunque estas fabricaciones sean tambien rurales no pertenece n á la primera clase, que comprende como hemos dicho las de primera necesidad.

Si esta descripcion es exacta, ó la fiel representacion de los hechos, y si es cierto que la agricultura es siempre una profesion penosa y poco útil aun en las circunstancias mas favorables, ¿por qué nos admiramos de que no ocupe en la sociedad el puesto mas honroso entre todas las demas industrias, y de que los capitales se desvien y huyan de ella? Convengo en que es muy sensible que estos no acudan á fomentar un ramo tan   —153→   precioso de produccion, pero no puede suceder de otra manera mientras que sus dueños los puedan emplear en otros artículos con mas fruto. El único medio que yo alcanzo para que los capitales acudan á la agricultura, es que sobreabunden en otros distintos ramos de produccion, que es á lo que deben encaminarse todos nuestros esfuerzos. Este mal, si realmente es un mal, es de suyo incurable, y conviene mucho saber que lo es así; porque por mas que declamemos y repitamos que la agricultura es la primera de todas las artes, la madre que alimenta al hombre, que es la vocacion natural de este, que debemos todos honrarla á porfia, á imitacion del emperador de la China que una vez cada año conduce el arado con sus propias manos y abre un surco en la tierra, y otras mil y mil cosas tan lindas como estas, nada adelantaremos, porque   —154→   nunca llegaremos á cambiar el curso natural de la sociedad: estas son vanas declamaciones que no deben llamar nuestra atencion. Sin embargo, será muy del caso que hagamos unas breves reflexiones sobre la primera de estas frases á saber, que la agricultura es el arte mas precioso; porque encubre un error, y el ponerle de manifiesto será lo mismo que refutarle.

No hay duda en que la agricultura es la mas preciosa de todas las artes considerada por el lado de la necesidad, porque para vivir es menester comer. Si es esto lo que se ha querido decir, no tengo dificultad en convenir en que se ha dicho una verdad inconcusa, pero muy insignificante.

Mas si se ha querido decir que es la única arte absolutamente necesaria, entonces es muy inexacta la asercion, porque el hombre tiene otras muchas   —155→   necesidades fuera de la del comer, como por egemplo, la de vestirse, abrigarse, preservarse á lo menos, en su choza de la intemperie de las estaciones y de los insultos de las fieras; y aun el mismo cultivo ha menester del auxilio de otras artes como de las del herrero y carpintero, y hasta sus mismos productos necesitan tambien del servicio de otras muchas para que los podamos aplicar nuestros usos, como de las del molinero y panadero.

Finalmente, si se ha querido decir como lo dicen muchos, que la agricultura es la mas preciosa de las artes, considerada con respecto á las riquezas, entonces la asercion muy lejos de ser un axioma es completamente falsa; porque hemos ya visto que los labradores son inevitablemente los empresarios que ganan menos y de consiguiente los menos ricos, y no puede ser cierto respecto   —156→   de las naciones, que son colecciones de individuos lo que es falso respecto de estos. Para convencerse de la fuerza de esta demostracion, imagínense por un lado veinte mil hombres ocupados en producir trigo para venderlo, é igual número en fabricar reloges, y que unos y otros encuentran salidas á sus productos: yo pregunto ¿quienes ganarán mas y serán mas ricos? Bien cierto es que será Ginebra y no la Polonia.

Lo que ha impedido el conocimiento de esta verdad, es una anfibología, cual es la de haberse confundido estas dos espresiones: nuestros medios de subsistencia, y nuestros medios de existencia, que son dos cosas muy distintas. No hay duda que nuestros medios de subsistencia son las materias alimenticias y asi la cantidad de ellas que puede producir un pais es el límite necesario de su poblacion; pero nuestros medios de   —157→   existencia son la suma de las ganancias, que nos puede rendir nuestro trabajo, y con las cuales nos podemos procurar la subsistencia y regalos de la vida. El polaco, por egemplo, cultiva incesantemente su tierra, coge mucho trigo y vende al estrangero á vil precio el escedente sobre sus consumos, y no por eso vive con mas abundancia ni aumenta sus goces y poblacion; pero el ginebrino que por el contrario, no siembra en sus tierras ni aun una patata y se emplea esclusivamente en fabricar reloges, tiene el trigo y las demas cosas que necesita, mantiene á su familia, educa á sus hijos, ahorra y suele hacerse rico. Aquel tiene sobrados medios de subsistencia, pero le faltan los de existencia, al paso que este sin tener los de subsistencia, se los procura abundantemente mediante los muchos de existencia que tiene. Por lo tanto, son dos cosas que deben   —158→   distinguirse con mucho cuidado, y sin embargo se confunden ordinariamente aun en las obras mas precisas, pues he notado este defecto hasta en el escelente tratado de Malthus sobre la poblacion, donde prescinde absolutamente de esta diferencia; lo cual contribuye á que muchas observaciones delicadas y preciosas por otro lado no tengan la claridad y exactitud que pudieran.

No se crea por esto que yo desprecie la agricultura, ni que intente hacerla despreciable, sino muy al contrario: conozco toda su importancia, y sé muy bien que aunque la riqueza sea en sí misma muy útil, no es á ella sola á la que deben aspirar los particulares y las naciones, cuya existencia seria siempre muy precaria, si se hubiesen de procurar del estrangero los medios de subsistencia. Sé tambien que aunque toda empresa rural no sea propiamente hablando   —159→   sino una fábrica muy reducida, pero como son infinitas en una gran nacion con respecto á todas las demas, preciso es que todas ellas vengan á componer una porcion inmensa de la industria y riqueza nacional. Los pormenores en que me he detenido para poner en claro el juego de todos los resortes de la industria rural, hacen ver el mucho interes conque la miro; y el mejor medio que yo encuentro de hacer ver lo que debe favorecérsela es el de manifestar que es una profesion tan necesaria como ingrata; pero aun no hemos llegado á este punto. Por ahora debemos limitarnos al estudio y esposicion de los hechos, dejando para mas adelante el deducir de ellos las consecuencias, seguros de que esta operacion será sencillísima si hubiesemos hecho bien la primera. Por de pronto bastan estos principios generales sobre la industria fabril; pasemos á la mercantil.



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ArribaAbajoCAPITULO V

De la mudanza de lugar ó de la industria mercantil


El hombre aislado fabricaria tambien hasta cierto punto, porque trabajaria para su propio bien, pero no comerciaria; porque ¿con quien habia de comerciar? Comercio y sociedad son sinónimos pues hemos visto en el capítulo primero que la sociedad es en su origen y esencialmente un comercio contínuo ó una série incesante de cambios de todo género, cuyas principales utilidades y prodigiosos efectos indicamos aunque rápidamente. De aqui es que hay comercio antes que haya comerciantes en el significado riguroso que damos á esta palabra, porque el comerciante es un agente que facilita el comercio:   —161→   le sirve, pero no le constituye. Asi, los cambios que hace como comerciante no son mas que cambios preparatorios; pues el cambio útil no concluye, ni llega completamente al término á que esencialmente aspira, sino cuando la mercaderia ha pasado de la mano de su fabricante á la del que necesita de ella, ya para consumirla, ya para emplearla en una nueva fabricacion, y es claro que el que la usa para este fin es un verdadero consumidor. El comerciante viene y se interpone entre estos dos hombres, el productor y el consumidor; no para perjudicarles, porque no es ni párasito ni molesto, sino por el contrario, para facilitar las relaciones, el comercio y la sociedad porque repitámoslo, estas tres cosas son una misma con respecto á este productor y consumidor. Asi el comerciante es útil, y de consiguiente es un productor, pues dijimos en el capítulo 2.ª que todo hombre   —162→   útil era productor y que no era posible serlo de otro modo. ¿Pero cómo es el comerciante productor de utilidad? Esto es lo que nos resta examinar, para lo cual será muy conveniente que antes de pasar adelante presentemos algunas nociones preliminares que nos servirán mucho para proceder con método. En el capítulo 1.º nos ceñimos á indicar las ventajas generales del cambio y comercio de particular á particular; veamos ahora cuales son las del comercio de provincia á provincia y de nacion á nacion, tomando por egemplo la España que es una nacion muy vasta y conocida.

Supongamos que no hay mas nacion en el mundo que la España, ó que por todos sus lados está cerrada de desiertos inmensos imposibles de atravesar; que su suelo tiene algunas porciones de tierras fértiles de pan llevar, otras de mediana calidad, algunas otras húmedas, solamente   —163→   propias para dehesas de pastos, otras situadas sobre laderas áridas que tan solo pueden servir para plantío de cepas, y finalmente otras montañosas que no puedan producir mas que leña. Abandonad ahora á sí mismos todos los cultivadores de estas tierras y decidme ¿qué es lo que harán? ¿qué partido tomarán? Los que cultiven el grano podrán naturalmente multiplicarse mucho, porque tienen en abundancia los medios de subsistencia; pero como tienen otras muchas necesidades, como son la de vestirse, abrigarse, alojarse &c. tendran que malograr muchas de sus escelentes tierras destinándolas a montes, viñas y pastos, cuando una pequeña parte hubiera bastado para adquirir por medio del cambio de sus frutos estas mismas cosas, y el resto habria mantenido á muchos individuos, ó aumentando las comodidades y regalos de los que existiesen en el pais: asi esta comarca   —164→   no estará tan poblada ni tan abundantemente provista como lo estaria si tuviese comercio. Peor que la de estos será la condicion de los que de tienen mas que viñas, los cuales no pudiéndose facilitar el trigo que necesitan por medio, del cambio de su vino ni vender el sobrante, no producirá mas que el indispensable para su uso, y por otro lado se esforzarán y redoblarán sus trabajos: ingratos para forzar sus áridas lomas á que siquiera produzcan un mal grado y asi la poblacion de está comarca, aunque toda ella labradora, será corta y miserable. Infinitamente peor que la de todos estos será la de aquellos infelices que no habiéndoles tocado en suerte sino tierras pantanosas ó á lo mas de pasto, demasiado húmedas para el trigo y demasiado frias para el arroz, no les queda otro recurso que hacerse pastores, de las solas reses que puedan necesitar para vivir. Verdad es que   —165→   teniendo en este caso á su disposicion bestias de carga, de tiro y silla para hacerse formidables á los ricos labradores ó poseedores de mejores tierras, se haran vandidos como lo son todos los pueblos pastores, y ved aqui un mal todavía mayor que el de su miseria. Finalmente, los que ocupan las tierras montañosas no podrán vivir sino de caza, se harán cazadores y subsistirán más ó menos bien segun fuese mayor o menor la abundancia de los animales propios para su uso pero sin pensar si quiera en aprovecharse de sus pieles; porque ¿qué podrian hacer de ellas? Pues este seria el estado de la España si faltase la comunicacion entre todas sus provincias: la mitad de ella seria salvage y la otra mitad estaria mal provista.

Supongamos por el contrario abierta una correspondencia activa y fácil entre todas estas comarcas que componen la   —166→   nacion, aunque privada de relaciones esteriores en cuyo caso ni la falta de salidas, ni la necesidad de aplicarse á trabajos incesantes é ingrato para forzar las tierras á que den los productos mas necesarios para la vida, podrán detener la produccion mas adecuada á cada una de ellas. La de trigo producirá cuanto pueda, y enviará su escedente á la de vino, para tener trigo. Una y otra surtirán á la de pastos, la cual multiplicará sus ganados á proporcion de las salidas, y las tres reunidas alimentarán á la de las tierras mas montañosas, la cual les dará en cambio maderas y metales. Las comarcas situadas al norte, cultivarán y aumentarán el lino y cáñamo para enviar lienzos á las del mediodia, y estas haran lo mismo con sus sedas y aceytes para poder pagarlos. Se aprovecharán hasta las menores   —167→   ventajas locales, porque la comarca que solo tuviese pedernal, surtirá de piedras de escopeta á las que no le tienen, y sus habitantes vivirán de este producto: la otra que no tiene mas que canteras enviará á las que carecen de ellas piedras de silleria y de molino: la arenosa producirá la rubia para los tintes, y la arcillosa proveerá para el surtido de las alfarerias. Las comarcas situadas á las costas del mar estenderán prodigiosamente sus pesquerias, pudiendo salar y escabechar los peces para enviarlos al interior, y lo mismo hará con respecto á la sal marina, los alcalis de las plantas marítimas, gomas de árboles resinosos y otros mil productos de distintas clases. En suma, por donde quiera se verán nacer á porfia nuevas industrias, asi por un efecto necesario de los cambios, como tambien por el de la comunicacion recíproca de las luces; porque asi como ningun pais lo   —168→   produce todo, tampoco le hay que todo lo invente. La comunicacion difunde los conocimientos y hace que lo que se sabe en un punto se sepa en todos, y siempre es mucho mas fácil aprender y aun perfeccionar, que inventar. El comercio por su parte inspira el deseo de la invencion, y solo su mucha estension es la que puede facilitar diferentes industrias de que pueden subsistir, y con efecto subsisten todos los que se emplean en ellas porque hay, con que pagarles su trabajo, habiéndose hecho mas productivo el de sus vecinos. Tenemos ya aqui la nacion española, poco ha tan indigente y desierta, cubierta de una inmensa poblacion ricamente abastecida; pues todas estas maravillas son el efecto necesario é inmediato del mejor uso que ha hecho de las ventajas parciales de cada comarca y de las facultades de cada individuo de ellas, sin que le haya sido necesario ni posible   —169→   acudir á otras naciones para que la provean, ni tampoco para empobrecerlas, pues supusimos al principio que era, la única existente sobre la tierra. Mas adelante hablaremos y juzgaremos de esas quiméricas ventajas que las naciones pretenden hacer a costa de sus vecinas, y entonces aprenderemos á apreciarlas en lo que merecen, pero mientras tanto podemos asegurar que todas ellas son ilusorias ó muy mezquinas, y que la verdadera utilidad del comercio esterior, ante la cual enmudecen todas, consiste en entablar entre las diferentes naciones las mismas relaciones que las que establece el comercio interior entre las diferentes partes de una misma nacion; constituirlas en un estado de sociedad reciproca; dilatar la estension del mercado universal, y aumentar por este medio las ventajas del comercio interior de cada una.

No hay duda en que este comercio   —170→   puede, existir y existe de hecho hasta cierto punto antes que haya verdaderos comerciantes, esto es, hombres que se ocupan esclusivamente en servir al comercio; pero sin auxilio de las relaciones recíprocas entre todas las partes de una nacion ó sin la intervencion, de los comerciantes, seria el comercio muy reducido y nunca podria estenderse mucho; porque aunque sea cierto que inmediatamente despues de poseer yo ó fabricar una cosa útil, la puedo cambiar por mí mismo sin necesidad de intermedio, por otra que posee mi vecino; pero no siempre sucede asi, y rara vez lo podré hacer cómodamente, pues mi vecino podrá no querer comprar cuando yo quiero vender, ó podrá querer vender mas porcion que la que yo necesito, ó no acomodarle la cosa que le ofrezco, ó estar muy distante de mí, ó quizás no saber que yo la quiero vender. Finalmente, en   —171→   el discurso de nuestra vida necesitamos de un millon de cosas diferentes, y si cada vez que necesitamos una tuviésemos que ir directamente á buscar su inmediato productor, la pasariámos en correr y viajar, y valdria mas el trabajo y gastos que hiciésemos, que las cosas que deseásemos, y asi nos seria indispensable pasarnos sin ellas.

Pero se presenta el comerciante y evita toda esta diligencia y cuidado; porque él trae de todos los paises el sobrante de sus productos y lleva á ellos los que les faltan: está siempre dispuesto á comprar cuando se le quiere vender y á vender cuando se le quiere comprar; guarda sus mercaderías hasta que se necesitan y se las piden; las divide y subdivide en pequeñisimas partes cuando así se quiere; descarga, al productor de las que le embarazan, las pone á la vista del consumidor, se las facilita o las allega á él, y de   —172→   este modo se establecen las relaciones útiles y cómodas. Pues ¿y qué ha hecho el comerciante en todo esto? Como comerciante no ha mudado la forma de las mercaderías, pero si su lugar, dándolas de esta manera una grande utilidad; porque si los valores son como digimos en el capítulo 3.º la medida del grado de utilidad, claro es que una cosa traida de un pais donde era desestimada ó valia poco, á otro donde es estimada y vale mucho, ha adquirido mediante el trasporte un grado de utilidad que no tenia.

Bien conozco que esta esplicacion es tan sencilla que mas bien parece una bagatela escrita para muchachos, que para hombres ya formados, no pudiendo presumirse que estos ignoren unos hechos tan triviales y comunes; pero estas verdades tan simples demuestran otra muy controvertida, y es que todo el que produce utilidad es productor, y de consiguiente   —173→   que los comerciantes son tan productores como aquellos á quienes se ha querido honrar esclusivamente con este nombre. ¿Pero cuál es la recompensa que corresponde al comerciante por la utilidad que produce? Esto es lo que vamos inmediatamente á examinar.

Si estudiamos atentamente la industria mercantil veremos que requiere las mismas funciones que la fabril, esto es, teoria, aplicacion y egecucion; y de consiguiente supone tres clases de trabajadores; sábio, empresario y obrero. Veremos tambien que sucede en esta lo mismo que en la rural, á saber, que el trabajo menos pagado es cabalmente el que se emplea para la produccion de las cosas mas necesarias, aunque con la diferencia que el empresario de comercio puede indemnizarse de la pequeñez de sus ganancias aumentando indefinidamente sus especulaciones mientras lo permitan las salidas   —174→   de sus mercaderias, lo cual no puede hacerlo el de agricultura, y de aquí el proverbio comun: en una gran ciudad no hay comercio pequeño. El director de una empresa mercantil asalaría a todos los que emplea, hace cuantas anticipaciones son precisas, y al fin de todo: la retribucion que paga, sus trabajos, sus gastos y riesgos es el aumento de valor que ha dado á las cosas, el cual hace que sus ventas escedan á sus compras. Asi en esta parte es enteramente parecido al director de una empresa fabril, porque ambos pierden en vez de ganar si se engañan en sus especulaciones ó son inútiles sus trabajos; y ambos trabajos; ya sobre sus propios fondos, ya sobre los que toman en alquiler: la paridad es completa y escusado es insistir en ella, tanto mas cuanto no es, todavia tiempo de que discutamos cuestiones delicadas, ni apreciemos el mérito de ciertas combinaciones   —175→   compuestas. Nos basta lo dicho hasta aqui para que dando una sola ojeada en general podamos conocer fácilmente los progresos sucesivos de la sociedad y de la industria, y convencernos de que las cosas que comunmente se creen mas abstractas y profundas son de suyo sencillisimas, de que han sido necesarios para obscurecerlas todos los esfuerzos de la preocupacion y del charlatanismo, y de que no es menester un discernimiento muy fino para resolver dificultades que parecen muy embarazosas cuando no se examina la materia subiendo hasta sus principios. Mas adelante veremos que todo es fácil, y que no se encuentran tropiezos cuando se comienza por el estudio de los hechos y se establecen las verdades fundamentales. Ahora pasaremos á decir algo de la moneda, que es lo que nos falta para acabar de sentar estas bases.



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ArribaAbajoCAPITULO VI

De la moneda


He hablado del egercicio de la industria y del comercio, sin haber nombrado siquiera la palabra moneda, porque esta no es realmente indispensable al comercio como tampoco lo son los comerciantes, que son sus agentes así como aquella es su instrumento; pero puede existir y existe de hecho hasta cierto punto antes que los comerciantes y la moneda, y sin necesidad de sus auxilios, sí bien le son sumamente útiles.

Vimos ya en el capítulo 3.º donde hablamos de los valores, que todas las cosas útiles tienen un valor determinado, ó por mejor decir tienen dos, aunque por ahora no hablaré sino del valor convencional ó precio venal. Todos estos valores   —177→   se miden unos por otros. Si todo el mundo está dispuesto á dar por la cantidad de una cosa determinada una cantidad doble mayor de otra, claro es que se aprecia aquella dos veces mas que esta: asi ya está fijada la relacion de su valor, y se pueden cambiar y negociar aquellas dos cosas sobre este pie sin tener que recurrir á una materia intermedia: puede darse, por egemplo, heno por trigo, trigo por leña, una carretada de vidriado por otra de tejas &c.; pero sobre ser muy molesto este medio de cambiar lleva consigo muchos inconvenientes bastante graves, porque por de pronto desvia de sus ocupaciones ordinarias á todos los industriosos y les roba su precioso tiempo, haciendo de este modo penosos todos los cambios y quizas imposibles muchos de ellos. Ademas hay muchas mercaderias que no pueden dividirse cómodamente para ajustarlas con otras: hay otras que   —178→   no pueden conservarse mucho tiempo ni aun hasta el instante en que se puede necesitar de ellas, y caso que se pudiesen conservar son por lo regular muy embarazosas, porque no siempre acomodan al poseedor de las otras que necesitamos, y por las cuales deseariamos cambiarlas; y aunque encontremos por fortuna el hombre que buscamos puede suceder y sucede con frecuencia, que no quiera desprenderse sino de una porcion de ellas; mayor ó menor de la que nosotros necesitamos, y ved aqui ya imposible el cambio. Todas estas dificultades no pueden menos de desalentar el comercio, desfallecer la industria, y mantener aquel y esta en un estado de debilidad y languidez. Aunque estos inconvenientes son bastante perceptibles, conviene mucho insistir en ellos, porque tal es el hombre que apenas le afecta sino lo que ha esperimentado, y aun nos cuesta trabajo el   —179→   concebir su existencia: nos parece quimérico este órden de cosas, porque como nunca le hemos visto no podemos tener una viva idea de él; pero con todo eso ha existido y verosímilmente por mucho tiempo antes del actual que vemos, y del cual nos quejamos, y no sin motivo sí bien le es superior por todos respetos.

Por fortuna entre todas las cosas útiles se distinguen notablemente los metales preciosos: son estos una mercaderia como cualquiera otra que tiene el valor necesario que le da el trabajo que costó estraerlos de la mina, y trasportarlos, y el venal que les dá la posibilidad de trasformarlos en vasos, alhajas, muebles é instrumentos; pero todavia tienen otra propiedad muy digna de aprecio, porque se los puede acrisolar de modo que cada uno sepa fijamente la cantidad que tiene de ellos,   —180→   y que se logre que todas sus partes sean homogéneas, cuya circunstancia facilita la comparacion y escluye el temor de padecer engaño en la calidad. Ademas de esto son inalterables y susceptibles de division en partes grandes ó tan pequeñas como se quiera, y finalmente son fáciles de trasportarse. Por esta razon es muy natural que cuando nos proponemos conservar un valor por un tiempo indefinido hasta que le hayamos menester, antepongamos el metal precioso á cualquiera otra cosa aunque esta sea util; y con efecto vemos que el que tiene una mercaderia espuesta á averiarse, ó cuya calidad puede ser incierta ó variable, embarazosa ó poco susceptible de cómoda division, la desea cambiar por otra que no tenga estos inconvenientes. De esta disposicion general resulta necesariamente que esta mercaderia que tiene sobre todas las   —181→   demas tantas y tan apreciables preeminencias, sea mucho mas estimada, y venga á ser insensiblemente la medida comun de todas; y esto es lo que cabalmente ha sucedido en todas partes. Acaece generalmente en esto lo mismo que en las demas cosas que nos parecen estraordinarias, cuando no podemos dar razon del porqué, é inevitables cuando conocemos las causas: pero luego que una cosa es podemos asegurar que hay razones poderosas para que sea, aunque después se puedan descubrir otras razones todavia mas poderosas que aquellas para que no sea; lo cual no sucede en el caso presente. Los metales preciosos adquieren un valor venal mayor, adquiriendo una nueva especie de utilidad en el hecho de ser medida comun y general de todos los valores, y tipo universal de todos los cambios; pero prescindiendo de esta circunstancia por   —182→   ser poco interesante á la materia que tenemos entre manos, tienen tambien la ventaja de que su valor venal ó su precio se hace mas constante que el de cualquier otra mercadería, porque como todo el mundo los demanda y busca no estan sugetos á las variaciones de precio que otras cosas, que unas veces se apetecen y otras se desprecian. Fuera de eso no depende de la inconstancia de las estaciones, y poco ó nada de la de los acontecimientos: su cantidad total no muda sino por efecto de algunas causas estraordinarias y lentas; y asi cada dia se les confirma la posesion en que estan de ser la medida comun de los cambios. Sin embargo, todavia no son moneda, sino tejos ó barras que pasan de mano en mano, y es indispensable pesar y ensayar cuando mudan de dueño, cuya operacion es muy embarazosa.

Luego que la sociedad está mas civilizada,   —183→   la autoridad pública competente interviene para hacer mas cómodo este instrumento universal de los cambios, dividiendo los metales preciosos en porciones adaptada á los usos mas comunes de la vida é imprimiéndoles un sello que justifique su peso total, comprendiendo en él la cantidad de materia heterogénea conque se los ha ligado para la facilidad de la fabricacion, aunque no se la ha de contar por valor real; y esto es lo que se llama su peso y ley. Ya tenemos aqui los metales preciosos transformados completamente en moneda; y no puede caber duda en que la autoridad ha hecho en esto un grande bien, aunque despues haya producido por otros actos de su intervencion en esta materia muchos males, como mas adelante veremos.

Esta corta esplicacion relativamente á la naturaleza de la moneda, nos manifiesta   —184→   primeramente que no puede haber mas que un solo metal moneda, esto es, un valor con el cual se puedan comparar todos los demas valores; porque en todo cálculo no puede haber mas que una especie de unidad que sirva de base. Este metal, cuyo valor es el término de comparacion de todos los demas, es la plata, por ser la que se acomoda mas fácilmente á las muchas subdivisiones que son indispensables en los cambios: el oro es demasiado raro, y los demas metales harto comunes.

Sin embargo, el oro viene al auxilio de la plata cuando se le necesita para pagar sumas considerables, como lo harian tambien las piedras preciosas si fueran susceptibles de division, sin perder nada de su valor; pero el servicio del oro siempre es subsidiario, esto es, solo sirve comparando su valor con el de la plata. La proporcion de ambos metales   —185→   es próximamente en Europa de 15 ó 16 á I, y varía como todas las demas proporciones de valores, segun la mayor ó menor demanda. En la China es por lo comun de 12 ó 13 á I, y en Yndostan por el contrario se dice que es próximamente de 18 ó 20 á I. Por lo tanto es ventajoso llevar plata á la China, porque por 12 onzas de plata se recibe una de oro, que devuelta á Europa vale 15 onzas de plata, y queda una ganancia de tres. Por el contrario, es una buena especulacion llevar oro al Yndostan donde por una onza de este metal dan 18 de plata, quedando una ganancia de tres. La autoridad pública puede no obstante acuñar moneda de oro y fijar la proporcion que deba tener con la de plata, ó lo que es lo mismo, ordenar que siempre que no haya estipulaciones en contrario se deba recibir indiferentemente una onza de oro ó 15 ó 16 de plata,   —186→   al modo que establece por medio de una ley el interes que debe ganar una suma prestada en todos aquellos casos en que no se ha estipulado ó no se ha podido estipular de antemano por los contratantes; pero asi como la autoridad pública no puede, ó á lo menos no debe fijar la tasa del interes que exige un prestamista y consiente la otra parte, del mismo modo no debe coartar la libertad que todos tienen de estipular amigablemente entre si la cantidad de oro que quieran dar ó recibir por una cantidad determinada de plata; y efectivamente en las grandes operaciones de comercio se procede en uno y otro punto con esta libertad y segun acomoda á los contratantes por mas que las leyes lo resistan; y si asi no fuese jamas se harian tales negocios.

Tocante a la moneda de cobre ó de vellon, donde quiera que hay moneda   —187→   de plata es una moneda falsa15 ó no es verdadera moneda; porque dado caso que contuviese la cantidad de cobre suficiente para cubrir exactamente el valor de la plata con el cual se la quiere igualar, siempre seria cinco o seis veces mas pesada que ésta, y de consiguiente muy embarazosa para los cambios; y aun esta proporcion variaria como la del oro, y con mas frecuencia todavia en razon de los muchos usos que tiene el cobre, y por lo tanto la moneda de este metal no vale sino la cantidad de plata que comunmente se dá por ella. Asi es que únicamente debe servir para completar una suma cuya mayor parte posible se pague en moneda de oro ó plata; porque esta diferencia de valor   —188→   es siempre tan pequeña que es fácil salir de la moneda de cobre inmediatamente haciéndola servir para igual destino, pero cuando la ley autoriza, como lo ha hecho algunas veces, el pago de sumas considerables en moneda de cobre, perjudica notablemente al que la recibe, porque dificilmente podrá reducirla á plata por todo su valor nominal, sino solamente por su valor real, que es cinco ó seis veces menor; lo cual corrobora la proposicion que arriba sentamos, á saber, que nunca puede haber mas que un solo metal que sirva de término comun de comparacion para todos los demás valores, y que este metal es la plata.

Puesto que la utilidad de la estampa consiste en transformar un pedazo de metal en una pieza de moneda para justificar su ley y peso, superflua será para hacer nuestros cálculos la invencion de monedas imaginarias, como libras, sueldos,   —189→   dineros y otras de esta clase, las cuales se llaman sin embargo monedas de cuenta16. Hubiera sido mas claro decir: una pieza de onza, de media onza y de una dragma, de un grano de plata, que decir: una pieza de seis libras, de tres libras, de doce ó de quince sueldos, porque siempre se hubiera sabido fijamente de que cantidad de plata se hablaba. Es una idea tan natural la que presenta al espíritu aquel modo de esplicarse, que en mi concepto se hubiera tal vez preferido al otro si todas las monedas hubiesen sido de la misma ley; pero como no siempre ha sido uno mismo el grado de su pureza de aqui provino acaso que se adoptase este medio para manifestar que tal onza determinada de plata valia un sexto mas que otra, diciendo   —190→   que la una valia seis libras, y la otra cinco; y acaso no se habrá adoptado aquella espresion sencilla y clara, precisamente por ser clara; porque los que han intervenido en esta materia, no querian que los entendieran los demás, y á la verdad que tenian razon para ello; de lo cual veremos bastantes pruebas.

Pero sea lo que quiera de esto, una vez admitidas y usada en los contratos estas denominaciones arbitrarias, es menester mucha circunspeccion para cambiarlas, porque son graves los perjuicios que puede ocasionar esta novedad. Si yo, por egemplo, he recibido veinte mil reales con la condicion de pagarlos al cabo de un año, y en este tiempo manda el gobierno que la cantidad de plata que se llamaba veinte reales se llame en adelante cuarenta, ó lo que es lo mismo si acuña pesos fuertes de cuarenta reales que contengan la misma cantidad de plata   —191→   que contenia antes un peso fuerte, yo que pago con estos nuevos pesos no pago realmente veinte mil sino diez mil reales. El gobierno no me hace á mi esta gracia por pura bondad, aunque participe de ella en el caso de serle yo deudor, sino con el fin de pagar con menos lo que debe á sus infinitos acreedores, y salir de sus apuros. Bien conoce que es una injusticia manifiesta; pero la encubre con el disfraz de generalidad y de reciprocidad, que como se asemeja en apariencia á la equidad, deslumbra á los incautos: en una palabra, dora la píldora para que se trague con menos náuseas; pero á pesar de todos estos prestigios, semejante conducta, hablando con claridad, equivale á permitir que todos roben, para poder él hacer lo mismo, que es lo que han hecho frecuentemente casi todos los gobiernos con tanto descaro y tan poco comedimiento, que lo que hoy se llama   —192→   en Francia, por egemplo, una libra, y que antes era realmente una libra de plata de doce onzas, hoy que vale el marco cincuenta y una libras, apenas es 8II, lo cual quiere decir que en diferentes veces se han robado las 80/81 de lo que se debia, y de consiguiente si hubiese en el dia una renta perpetua de una libra por veinte, impuestas en aquellos tiempos, se pagaria hoy con la una parte de las ochenta y una que entonces se prometieron, y se deben en realidad; y si apenas subsiste renta alguna de estas, es porque todas se han ido sucesivamente pagando, del mismo modo que se pagan hoy los intereses; pero lo mas horrible que yo veo en esta iniquidad legal, es que no solamente permite la injusticia, sino que la ordena, y aun compele á que se cometa; porque á no ser por algunas circunstancias estraordinarias, el particular mas delicado y puro se ve precisado á   —193→   prevalerse á su vez de la odiosa facultad que se le da; porque usando todos de ella con respecto á el, muy luego lo dejarian por puertas sino los imitase. No hay remedio, situado entre dos bancarrotas inevitables preciso es que se decida por la que la ley autoriza.

No es este el lugar propio para manifestar todos los efectos morales de semejantes leyes, que fuera de esto son bastante perceptibles; pero en cuanto á los efectos económicos, de los cuales hablamos ahora, los mas principales son: I.º los acreedores del estado á quienes el gobierno paga con la nueva moneda, son mas pobres en la parte que les defrauda, y él y sus deudores mas ricos en la misma, y de consiguiente equivale esto á una contribucion de plata impuesta á una sola clase de ciudadanos, repartida entre ellos con suma desigualdad, y aun aumentada inútilmente en una porcion   —194→   igual á la que ganan los demas ciudadanos que se encuentran en la misma situacion que el gobierno, y cuyos intereses aparentes son el pretesto ó la máscara de sus disposiciones: 2.º aun los acreedores á quienes el gobierno no paga actualmente sus capitales con esta nueva moneda, sufren la misma pérdida que los otros; porque si bien es verdad que conservan su renta con el mismo valor nominal, tambien lo es que es menor hoy su valor real. Pero considerado el gobierno como tal acreedor se invierte la proposicion en daño suyo, porque comienza á hacer respecto de los contribuyentes, el mismo papel que los acreedores á quienes defrauda, pagándole aquellos los impuestos anuales con un valor mucho menor; y si suponemos disminuido por mitad el valor de la moneda, aunque le paguen la misma cantidad de moneda que fija el impuesto, le pagarán realmente con   —195→   la mitad de la plata efectiva. Es verdad que como tiene la fuerza en la mano, dobla pronto los impuestos existentes, y con esto se cree haberse puesto á la par y ganado lo que dejó de pagar.

Sin embargo no sucede lo que piensa; porque el tercer efecto de semejante operacion es inspirar un justo recelo de que el gobierno la vuelva á repetir: falta entonces la confianza en sus palabras, ninguna seguridad basta, nace la desconfianza en todas las relaciones sociales, y por consiguiente disminuyen considerablemente todas las especulaciones industriales y mercantiles: así, la nacion padece, la riqueza nacional se disminuye, y los impuestos son vanos, porque no hay valores para cubrirlos; el trabajo que los pagaba se ha minorado, y el que nada gana nada puede dar.

Ademas, el gobierno necesita que se le provea de muchas cosas, y que se le anticipen otras que no puede exigir con   —196→   la fuerza: los precios de todas se han duplicado si el valor de la moneda ha quedado reducido á la mitad, y como este mal trasciende á todos los géneros, todos son ya mas caros y mas escasos, y finalmente el que se resuelve á tratar con un gobierno que no tiene palabra, no sé descuida en hacerle pagar á buen precio el temor que le inspira su poca delicadeza, porque sabe de cierto ó presume con mucha razon que mañana podrá volver á abusar de su fuerza, y asi calcula el valor de todos estos riesgos, que son por lo regular demasiado inminentes. Asi pues todos los gastos del gobierno se han aumentado en mayor proporcion que sus rentas, aun despues de haber doblado los impuestos.

En suma, con estas operaciones se ha hecho un verdadero robo que mas bien perjudica que favorece al gobierno; pero no obstante que son tan injustas y desastrosas como acabamos de ver, se han mirado   —197→   casi generalmente como muy sábias en materia de hacienda; lo cual prueba hasta que punto se puede seducir al hombre y hacerle juguete de palabras. Es necesario decirlo, aunque sea con mengua del espíritu humano: acaso se hubiera evitado semejante error con solo haber designado desde el principio las piezas de moneda solamente por su peso, como hemos dicho, y no por nombres insignificantes y vagos, porque entonces es probable que todo el mundo hubiese visto que media onza nunca puede ser una.

Sin embargo, aun debemos dudarlo, cuando vemos que otros muchos prestigios tan groseros, y aun mas funestos que este, alucinan todavia á muchos, ó por lo menos no se los conoce bien. Esta observacion general y aplicable á infinitos casos nos trae directamente al papel-moneda, el cual aun en el momento en que escribimos17 tiene inundada la Europa,   —198→   y se recurre á él siempre, á pesar de la esperiencia constante que hay de sus funestos é inevitables efectos.

Es regla universal que para sostener una injusticia es siempre indispensable apoyarla en un error. Los que se propusieron robar políticamente á sus acreedores una parte del dinero que les debian, disminuyendo la cantidad de plata que contenían las monedas con que querian verificar el pago, discurrieron de este modo: «la plata no tiene en sí misma valor alguno, puesto que no se come ni se bebe; no es en todo rigor sino el signo de los valores reales, y aun esta cualidad de signo se la da la estampa del Monarca: asi, es indiferente que esta se imprima en un pedazo mayor ó menor de metal.» Pero este sofisma hubiera venido á tierra con solo decirles: «pues si la plata no tiene valor real ¿por qué reteneis la que estais debiendo? ¿para qué   —199→   la quereis? Pagad vuestras deudas con ella, y luego si lo tuviéseis á bien, imprimid la efigie de vuestro Monarca en pedazos de madera, y vereis entonces el efecto que tiene vuestro signo.» Ciertamente que no hubieran necesitado de mucha penetracion para conocer la poderosísima fuerza de este raciocinio; pero no se les ha hecho, porque de una parte no era muy fácil probar directamente que la plata tiene un valor peculiar y necesario como todas las demas cosas útiles, y de otra hubiera sido imposible demostrar esta verdad invenciblemente, sin subir antes como lo hemos hecho, y acaso como no se ha hecho hasta ahora, á la causa primera y única de todo valor, que es el trabajo.

Esta necedad (preciso es algunas veces llamar las cosas con sus nombres propios) de que la plata no es mas que un signo se ha sostenido con mucho empeño, y aun á cada paso se repite, siendo   —200→   no pocos los escritores que no la dan otro nombre que este, y no escritores como quiera adocenados, sino muy metidos á historiadores y políticos. Si los consultáis os esplicarán muy detenidamente y con el tono grave de maestros el sistema de Law, le discutirán y darán mil vueltas, sin echar siquiera de ver que descansa sobre solo este principio y que todo lo demás que se encuentra en él no son sino adornos accesorios imaginados para disfrazar lo que esencialmente es18. Así pues aunque es verdad que en el dia los gobiernos apenas adoptan este medio para salir de sus   —201→   apuros, no por eso se crea que le han abandonado ni proscrito; nada menos que eso: aquel hermoso principio conserva todavia su fuerza, y si se prescinde en la apariencia de él no es por vergüenza ni pundonor, sino porque se ha descubierto una aplicacion mas completa de él, pues al fin en la moneda mas falsa se hallaba siquiera alguna cantidad de plata; pero en la que hoy se le substituye no hay plata alguna, y esto es indudablemente mejor. Verdad es que los gobiernos no han seguido á la letra el consejo que ha poco dábamos de poner la estampa del Monarca en pedazos de madera; pero la han puesto en hojas de papel, que es lo mismo. Las muchas relaciones de la sociedad perfeccionada sugirieron este pensamiento, y las mismas sirven todavia para encubrir el fráude. Me esplicaré con claridad.

El papel no tiene otro valor necesario   —202→   que el coste de su fabricacion como cualquiera otra cosa, ni otro valor venal que el precio que tiene como papel en la tienda. Cuando yo tengo un pagaré ú otra cualquier obligacion activa de una persona abonada por la suma de mil pesos, este papel no tiene mas valor real que el de una hoja de papel, pero no el de mil pesos que me promete: para mí no es mas que un signo de que podré recibir mil pesos cuando quiera, y así es que cuando el signo es indudable, ó cuando puedo en todo tiempo recibir el valor que promete, no me doy prisa á realizarle, sino muy al contrario, si me tiene cuenta le traspaso á otro que cómo yo le tomará con gusto; este á un tercero y asi sucesivamente, y acaso todos ellos preferirán el signo á la cosa significada, por ser menos pesado y mas trasportable; pero ni yo ni el que me recibe este papel tenemos hasta ahora un valor real (porque   —203→   considero como nulo el de la hoja de papel) aunque tenemos tanta seguridad de recibir cuando queramos el valor que representa como de comer cuando tenemos dinero, y esta seguridad es la que nos hace decir que el papel y el dinero son una misma cosa. Sin embargo, esta espresion nunca es exacta, porque el papel promete un valor, y el dinero le tiene en sí mismo.

Fundándose en esta anfibología dice el gobierno: «vosotros estais de acuerdo en que el papel de un particular rico equivale á dinero; luego mi papel será tambien dinero, porque yo soy mas rico que todos los particulares: además convenis todos igualmente en que mi estampa es la que dá al dinero la cualidad de signo de todos los valores, pues mi firma no se diferencia de la estampa, y asi debe comunicar al papel la misma virtud que aquella comunica á la moneda. No   —204→   se detiene aqui sino que toma otras muchas precauciones que nunca faltan para convencer de lo mismo, esto es, de que el papel que vá á emitir representa realmente valores inmensos, para lo cual ya le hipoteca sobre una porcion considerable de bienes del patrimonio Real, ya sobre las ganancias de una compañía de comercio que se dice las tendrá muy grandes, ya finalmente sobre los fondos de una caja de amortizacion, que no puede menos de producir efectos maravillosos, ó sobre todas estas cosas juntas. La poderosa fuerza de unas razones tan sólidas hace que aquellos que esperan nuevas mercedes de un gobierno pródigo para con ellos y sus acreedores que temian no ser pagados, que aguardan recibir los primeros este papel, del cual podrán deshacerse antes que se desacredite, y que ademas hacen sus cuentas para indemnizarse largamente en las contratas sucesivas   —205→   de lo que puedan perder admitiéndole, comiencen á decir: «estamos plenamente convencidos de que es escelente el papel que se acaba de crear: no hay duda que es un pensamiento admirable, capaz él solo de redimir el estado; y nosotros por nuestra parte estamos dispuestos, a recibirle con gusto, porque le apreciamos tanto como si fuese dinero. No faltarán algunos espíritus desabridos y recelosos que segun tienen de costumbre desconfien de él y reusen recibirle, pero el gobierno no debe retroceder, sino al contrario, tener energía y firmeza, y mandar desde luego que todos le reciban forzosamente como le recibimos nosotros, y de este modo prevendrá todas las dificultades.» El pobre pueblo deslumbrado con tantos sofismas, y que escucha los elogios que le dan, halla buena esta medida, la aplaude, se vá aficionando al papel, le desea y toma, y se persuade fácilmente   —206→   á que solo los locos o los perversos son los que pueden censurar una disposicion tan útil y juiciosa. Así se crea el verdadero papel-moneda, esto es, un papel que todo el mundo puede dar y todo el mundo debe recibir como si fuese una buena moneda, sin percibir siquiera que la misma violencia con que se quiere hacer este papel mejor que lo que es de suyo, es cabalmente la que le vicia en su raiz.

Con efecto, el gobierno que le ha creado para salir de sus apuros y pagar á sus acreedores, tiene buen cuidado de crearle con abundancia; y como manda que se reciba y le recibe él mismo, vá, cundiendo con facilidad, y se halla en poder de todos juntamente con el dinero: asi parece al principio que aumenta la actividad del cambio porque multiplica los capitales. Por otra parte no se le emplea sino en hacer pagos considerables ó   —207→   en imposiciones de fondos; y viendo que se hacen como antes el servicio diario y los infinitos cambios pequeños, que son los que constituyen el órden habitual de la sociedad, todo el mundo vive contento, y nadie se queja.

Poco á poco el gobierno se va sirviendo de él para sus gastos ordinarios, y como tiene barro á mano no guarda medida y los hace con demasiada prodigalidad: se empeña en guerras con las naciones vecinas, ó quiere influir y mandar en todos los gabinetes, ó acomete empresas atrevidas de administracion; cosas en que no hubiera pensado si el papel no hubiese venido á tentarle, porque reducido á sus escasísimos recursos pecuniarios hubiera sentido que todas estas locuras sobrepujaban á sus fuerzas y que edificaba en el ayre: el papel se va pues aumentando prodigiosa mente, y entonces los asentistas comienzan á hablar al gobierno   —208→   en este lenguage: «los géneros se han puesto muy caros y nos es ya moralmente imposible el hacer el abasto de ellos á los mismos precios que antes.» Pero buen cuidado tienen de callar el verdadero motivo. No dicen que es porque la promesa del gobierno no vale dinero, y que recelan ya de su cumplimiento, sino todo al contrario. Dicen, aparentando una dolorosa sorpresa: «esto depende de un embarazo momentáneo que desaparecerá fácilmente con que el gobierno suspenda todos los pagos menos los nuestros: es un efecto de las intrigas de un partido de descontentos y rebeldes que es menester subyugar, de la malevolencia de los estrangeros que con el fin de hacer mas penosa nuestra situacion, reusan darnos las cosas que les pedimos si no nos presentamos á ellos con dinero en mano.» Y como todas estas razones son sólidas preciso es que el gobierno acceda   —209→   á ellas, y sobre todo á la ley de la necesidad. Asi se van aumentando los gastos prodigiosamente, y al mismo paso el papel moneda.»

A pesar de todo siempre se recibe el papel porque hay obligacion de recibirle; ¿pero qué sucede? que todos piden mucho mas por las mismas cosas, y se establece muy luego una proporcion conocida y consentida entre el papel y el dinero, la cual llega á ser tan ventajosa á este que no puede menos de gravar á los asalariados, acreedores del estado, censualistas y propietarios territoriales que tienen dadas en arrendamiento sus tierras y á quiénes se les paga con papel. Los primeros se aumentan, y sobre todo los empleados del gobierno que son una nueva carga para este; al paso que los demas sufren el mal sin remedio. Hasta el mismo gobierno sufre á su vez, porque desacreditado el papel pierde sobre sus impuestos   —210→   como pierden los particulares, sobre sus rentas y arriendos, y estas pérdidas repetidas le van poniendo en nuevos apuros. No hay duda que podria salir de ellos fácilmente con solo aumentar los impuestos; pero como le es mas fácil crear mucho papel para cubrir el déficit, se abstiene de aquel medio que siempre es ingrato, y prefiere este como mas suave y llevadero, y de aquí una nueva causa de emision y de descrédito.

La diferencia entre el papel y la plata va creciendo progresivamente, y asi todos huyen de tener créditos activos, y de consiguiente ni fian ni prestan: nadie quiere comprar para volver á vender, porque no sabe á qué precio podrá hacerlo, y de este modo va desfalleciendo todo comercio. La proporcion ó mas bien la desproporcion nunca para y llega hasta imposibilitar las transacciones ó ventas diarias de aquellos pequeños artículos de   —211→   primera necesidad, cuyo valor es menor que el del papel, y que es indispensable pagar con dinero; porque todo el mundo prefiere dar cien pesos en papel mas bien que veinte y cinco en dinero, y por la misma razon si uno necesita doce pesos nadie se los prestará aunque ofrezca una cédula de ciento. En tal estado el mal es universal: todos alzan el grito y se quejan, y los clamores son interminables porque unos y otros tienen razon. Entonces el gobierno crea nuevas cédulas para facilitar el pago de las sumas pequeñas19, y se persuade haber remediado el mal cuando realmente acaba de hacerle mas grave; porque el efecto inmediato, de esta medida es no verse siquiera un peso en circulacion; y luego que las cosas mas   —212→   usuales se paguen con papel, es natural que suban á un precio proporcionado á su descrédito, esto es, á un precio á que nadie puede alcanzar. En una situacion tan lastimosa de cosas no queda al gobierno otro recurso que fijar la tasa á todos los géneros necesarios.

Esta medida violenta, aunque inevitable, destruye enteramente la sociedad, no quedando de ella mas que un latrocinio ó depredacion universal; todo es ya fráude ó angustia y tormento: el gobierno por su parte acude á las requisiciones, y el pueblo por la suya al pillage, porque solamente la violencia es la que puede obligar á vender perdiendo ó á desprenderse de cosas necesarias que pueden escasear mañana: todo comienza á faltar, porque el fundado temor que todo el mundo tiene de ser otra vez desposeido de lo que legitimamente le pertenece, retrae á todos de hacer provisiones y nuevas fabricaciones;   —213→   abandónanse las profesiones mecánicas y mercantiles; nadie piensa en vivir con los productos de una industria reglada; subsiste cada cual de lo que puede esconder ó de lo que puede robar, como si estuviese en un pais enemigo; los mas menesterosos mueren á millares, y asi puede decirse propiamente que se ha disuelto la sociedad habiendo cesado los cambios que la constituyen.

Cuando llegan las cosas á este punto ya no se hace caso de las cédulas pequeñas, porque ni aun las grandes bastan para pagar las sumas mas mezquinas. En Francia se ha visto dar de contrabando tres mil francos por un par de zapatos, y muchas gracias encima; porque la fuerza podrá obligar á darlos por nada cuando los hay, pero no á que se hagan cuando no existen. El gobierno entonces se ve precisado á dar un valor nominal muy crecido á cada hoja de su papel, no solamente   —214→   para que pueda servir de algo, sino tambien para que le represente á él mismo un valor real algo mayor que el que le cuesta su fabricacion, que es cabalmente lo que hizo la Francia en los últimos tiempos del papel-moneda, creando unos mandatos que no eran en rigor sino unos nuevos asignados20 bajo otra forma diferente, pero á los cuales dió un valor centuplo del de los otros, porque sin esta circunstancia no hubieran podido cubrir el precio de su fabricacion; y asi sucedió que una cédula de cien francos asignados por egemplo, no tenia efectivamente el valor real de la hoja de papel en que estaba escrito: valía mas que ella la misma hoja en blanco, o el precio que habia costado, y ninguno hubiera vacilado en posponerla á   —215→   cualquiera de estas dos cosas.

Este hecho que nos pareceria increible si no lo hubiésemos presenciado, prueba dos cosas21: 1.º que cuando nos empeñamos en ir contra el órden natural de las cosas es preciso que toquemos en estremos monstruosos: 2.ª que tan imposible es dar á unas cosas el valor real que no tienen, como el quitar á otras el valor natural y necesario que tienen, el cual consiste, como lo hemos dicho mas de una vez, en el precio del trabajo que cuesta su produccion.

En vano se dirá que una cosa es el uso del papel-moneda, y otra es el abuso; que todas las cosas aun las mas útiles   —216→   son funestas cuando no se usa de ellas con medida, y que el abuso es mas bien culpa del hombre que vicio de las cosas. La esperiencia demuestra que este principio no es cierto en la materia que tratamos; y aun prescindiendo de la esperiencia, demuestra la razon que habiendo hecho el primer abuso en cuanto á papel-moneda, es forzoso hacer otros muchos; y, que se hace moneda al papel, es decir, que se le dá un curso forzado para abusar de él en adelante. Porque si se le dá un curso libre, en el momento que se comienza á temer que el gobierno no podrá hacer frente á sus empeños comienza tambien la repugnancia á recibirle, y desde entonces se descubre que algun dia se encontrará el gobierno con obligaciones contraídas superiores á sus fuerzas, esto es, se ve de antemano un momento en que tendrá que abusar de él. Si se le dá un curso forzado es porque se   —217→   cierran los ojos para no ver este momento, y está decidido el gobierno á pasar mas adelante contrayendo empeños que no podrá cumplir. En una palabra, si el papel es bueno, él encontrará tomadores sin necesidad de hacerles violencia, y si es malo es una iniquidad y un absurdo precisarles á que le reciban. Este es un dilema que no tiene réplica; y asi es muy justa esta célebre espresion de Mirabeau, de que él se olvidó demasiado despues de haberla dicho: la creacion de todo papel moneda es un acceso del despotismo que delira.

La esperiencia ha demostrado que las consecuencias de este delirio son todavia mas funestas que las de la alteracion de las monedas; porque al fin esta no tiene mas que, un efecto momentáneo, que aunque es un granizo para unos es para otros una lluvia benéfica; y con tal que no se repita, luego vuelven á tomar las   —218→   cosas su curso regular; pero el descrédito gradual del papel-moneda, mientras qué este existe, produce el mismo efecto qué produciria un número infinito de alteraciones sucesivas de la moneda que se repitiesen hasta su total aniquilacion; y como no es posible que durante este tiempo desastroso pueda haber seguridad de nada, no puede dejar de trastornarse é invertirse el órden de la sociedad: por otra parte, siempre que el gobierno crea papel, lo hace con esceso, y por pequeñas que sean las sumas que prometa son siempre mucho mayores que las que crea cuando acuña moneda aunque sea falsa; y asi el mal es mucho mayor.

Tenemos pues que el papel-moneda es la mas culpable y funesta de todas las bancarrotas maliciosas: que á esta le sigue en orden la alteracion de las monedas metálicas; y que cuando un gobierno sea tan desgraciado que no pueda   —219→   cumplir sus obligaciones, lo mejor que puede hacer es declarar francamente su quiebra, y ponerse de acuerdo lealmente con sus acreedores, como lo hace un negociante imprudente, pero honrado. El mal es entonces mucho menor, la reputacion le queda, y muy pronto renace la confianza, que son tres ventajas inapreciables. En fin, cuando hay candor y probidad todas las desgracias tienen remedio. Ved aqui pues uno de los muchos puntos en que se tocan la economia y la moral, que no son en todo rigor sino dos partes distintas de la historia de nuestra voluntad.

Despues de haber hablado de los usos de la moneda, de su valor real y de los riesgos que inevitablemente acarrea toda operacion que se encamine á substituirla con otros valores ficticios, será conveniente que nos ocupemos siquiera un momento en lo que se llama interes del dinero.   —220→   Esta materia seria sencillísima como otras muchas si no se hubiese procurado embrollarla, y si se hubiese comenzado á tratar de ella despues de unas nociones preliminares como las que hemos dado.

Asi como se alquilan caballos, coches, muebles, casas, tierras y todo cuanto es útil y tiene un valor, se puede tambien alquilar el dinero, que asimismo es útil y tiene un valor, y se cambia á cada instante por esas otras cosas; pues este alquiler del dinero es lo que se llama interes, el cual es tan legítimo y debe ser tan libre como cualquier otro; porque asi como el gobierno no puede fijar el precio de un arriendo de una casa, o de una labor, tampoco puede fijar la tasa del interes del dinero. Es tan evidente este principio, que nunca se ha debido dudar de él.

Pues entonces ¿qué es lo que se   —221→   llama interes legal? Me esplicaré: un particular presta á otro una suma, y ó no han podido ó no han querido estipular espresamente el interes: cumple el plazo, y el prestamista exige el interes que le corresponde; pero el otro ó se niega á pagarle á pretesto de no haberse estipulado, ó no se pone de acuerdo con el prestamista sobre el que debe ser, y ambos á dos se presentan en juicio: es muy justo que el que ha recibido un beneficio le pague; y asi el tribunal debe entonces fijar la tasa del interes; pero como estos casos son muy frecuentes y varios, se ha tenido cuidado de fijarle de antemano por medio de una ley; pues el interes que esta ha determinado es lo que se llama interes legal, el cual no debe ser ni demasiado grande ni demasiado pequeño: no demasiado grande; porque puede suceder que el deudor de buena fé haya deseado   —222→   sinceramente pagar, y se lo hayan impedido algunas circunstancias inevitables, y no es justo que se le grave por haberse visto precisado involuntariamente a retener el dinero: no demasiado pequeño, a fin de que el deudor de mala fé que se ha valido de trampas legales para diferir el pago no gane por haber retenido indebidamente fondos agenos. En una palabra, es menester tener mucho cuidado en que no perjudique al acreedor ni al deudor; para lo cual la ley deberá fijar aquel mismo interes que presuma que hubieran estipulado las dos partes contratantes, esto es, debe arreglarse á la tasa mas comun en circunstancias semejantes. Pero cuando las partes le hubiesen estipulado espresamente, entonces debe enmudecer el interes legal; porque el gobierno no debe intervenir en las transacciones particulares, sino cuando se necesita de su apoyo para que   —223→   las obligaciones se cumplan fielmente.

No obstante esto, el bien de la sociedad en general exige que sea bajo el interés del dinero: I.º porque todas las rentas que los industriosos pagan á los capitalistas son como otros tantos fondos quitados á la clase laboriosa para cebar á los ociosos: 2.º porque cuando estas rentas son crecidas arrebatan una parte tan considerable de las ganancias debidas á las empresas industriales, que imposibilita la continuacion de muchas de ellas: 3.º porque cuanto mas crecidas son estas rentas tanto mayor es el número de holgazanes; pero ni aun por estas razones debe el gobierno fijar á la fuerza la tasa del interes, porque hemos visto ya que la sociedad tiene absolutamente los mismos motivos para desear que los arriendos sean muy bajos, y sin embargo á nadie le ha ocurrido hasta ahora decir que son usurarios é ilicitos   —224→   todos los arriendos que esceden de un precio determinado22. Por otra parte,   —225→   no se disminuye el interes fijando su tasa; es todo lo contrario: lo que hace esta es convidar al disimulo y abrir la puerta á mil supercherias y fraudes clandestinos; porque el prestamista no soltará sus capitales sin haberse antes asegurado de un interes que le indemnice hasta del riesgo que corre en haber eludido una ley imprudente y aun injusta.   —226→   El verdadero y único medio de disminuir el precio del interes es procurar que la nacion en general sea rica, porque siéndolo tendrá muchos capitales que imponer, y los industriosos poca necesidad de tomar prestado.

En vez de fijar la tasa del interes pudiera aplicarse á esta especie de contratos el principio de la lesion en mas de la mitad del justo precio23 que en   —227→   ciertos casos autoriza la ley para rescindir algunas obligaciones contraidas, aunque   —228→   que seria muy embarazoso en materia de préstamos; porque es indispensable   —229→   atender á mil circunstancias dificiles de estimar, y particularmente al riesgo á que se espone el prestamista cuando se desprende de sus fondos. Mas ¿por qué no habrá tambien de aplicarse este mismo principio á los arriendos? En mi concepto hay mas razon que para los préstamos; porque aqui se corre un riesgo de perder los fondos, y alli no; pero repito que yo preferiria siempre el dejar á los particulares una libertad absoluta para la celebracion de sus contratos.

Para concluir el capítulo de las monedas, y de todo lo concerniente á ellas, solo nos resta hablar dos palabras del cambio y del banco, cosas que aunque   —230→   distintas se confunden con frecuencia, por lo cual las examinaremos separadamente.

El cambio ó el servicio del cambista es una operacion de las mas sencillas, pues consiste, ó en trocar una moneda por otra cuando se le pide, para lo cual le basta saber la cantidad de oro ó plata pura que contiene cada una de las dos, y dar la misma cantidad que recibe, reteniendo para sí el salario convenido en retribucion del pequeño servicio que hace; ó en trocar barras ó tejos por una moneda cualquiera, que es exactamente lo mismo, sin mas diferencia que tener que incluir en cuenta el corto aumento de valor que da al metal la cualidad de moneda que adquiere, mediante la efigie ó sello del Soberano. Si fuera tan fácil justificar la ley de los metales como su peso, el interes personal mas ingenioso para pescar á   —231→   rio revuelto no podria obscurecer estas transacciones; pues á pesar de esta pequeña dificultad de ensayarlos, son todavia muy claras siempre que no se complican, porque al fin las dos cosas que se van á cambiar estan á la vista, y no hay que hacer mas que valuarlas y trocarlas; pero la operacion del cambista se complica frecuentemente con la del banquero del modo que vamos á esplicar.

El oficio del banquero consiste en hacer que se entregue en un pueblo que se le indica la misma suma de dinero que recibe en otro; en lo cual hace un servicio, porque si yo necesito de mi dinero en este punto, ya para pagar mis deudas, ya para emplearle ó gastarle, tendria que llevarle o enviarle, y cualquiera de estas cosas ocasionaria gastos y riesgos; pero el banquero que tiene allí un corresponsal, me da una cédula contra él, llamada letra de cambio,   —232→   en virtud de la cual me entrega mi suma; éste se encuentra mañana en igual caso, hace la misma operacion, y quedan mútuamente pagados, habiendo los dos hecho un servicio á dos personas; y como todo servicio vale un salario, ambos á su vez han retenido por el suyo la cantidad que se estipuló del dinero trasportado á esto se reduce el servicio y la ganancia del banquero.

No puedo concebir como algunos escritores después de haber disertado largamente sobre esta materia, confesado su utilidad, y aun exagerado su importancia, hayan desconocido el aumento de valor que la mudanza de lugar crea en las mercaderias, y rehusado dar el nombre de productores á los negociantes que las trasportan; porque sin salir de este egemplo que es bastante sencillo, supongamos que yo que vivo en Madrid debo mil pesos en Cadiz,   —233→   estimaré mas darlos á un banquero, que llevarlos yo mismo, ó enviarlos por tercera persona; y al revés, si tengo en Cadiz la misma suma, no tendré inconveniente en recibir del banquero novecientos noventa y cinco pesos, y daré por bien perdida la diferencia de los cinco, por no tener que irlos á buscar á Cadiz; lo cual prueba que toda mercadería al llegar á su destino, ha adquirido realmente un valor que no tenia antes, y esto es lo que me obliga á dar una recompensa al banquero, aunque nada le cueste el beneficio que me hace.

A esta primera ganancia que el banquero tiene añade regularmente otra; porque yo le doy mi dinero, y él me da una letra pagadera á los quince ó veinte dias, por egemplo: pues ello es preciso que la letra llegue á Cadiz, que se presente, que se acepte y aguarde el vencimiento del plazo que fija. El pagador   —234→   de ella debe recibir el aviso del librancista para hacer los fondos, porque puede suceder que no los tenga, y nunca faltan otros muchos pretestos para alargar el plazo: sin embargo al librador no se le carga en cuenta el interes de la suma de su letra, sino desde el dia en que vence y se paga; mas entretanto disfruta de mi dinero gratuitamente, puede emplearle como quiera y procurarse una ganancia bastante considerable, y es claro que si tuviese diez y ocho ó veinte comisiones iguales á esta ganaria todo el interes de la suma por el tiempo de un año.

Aun puede tener otra ganancia. Cuando muchos negociantes de Cadiz son deudores á muchos de Madrid, entonces aquellos demandan letras pagaderas en Madrid, y de consiguiente escasean: pueden faltar á los banqueros fondos disponibles en esta plaza, ó aparentar que son deudores   —235→   á sus corresponsales, y se valen de esta ocasion para pedir ademas de su retribucion ordinaria otra estraordinaria, y acaso me exigirán mil veinte, ó mil veinte y tres pesos por una letra de mil á mi orden sobre Madrid, y yo que necesito indispensablemente hacer un pago, arrostro este sacrificio porque no puedo hacer la negociacion mas barata; pero si algunos negociantes de Madrid necesitasen al mismo tiempo de letras sobre Cadiz, los banqueros de Madrid podrian darme por mil pesos una letra de mil veinte, ó mil veinte y tres, puesto que este es el precio que tienen en Cadiz; pero como ellos solos son los que estan enterados de estos movimientos, toman siempre sus medidas para evitar que los particulares se aprovechen de todo este beneficio y cargarles algo mas que la pérdida necesaria; y asi esto es para ellos un nuevo manantial de ganancias.   —236→  

Esto es lo que se llama con mucha impropiedad en mi concepto curso del cambio, debiendo llamarse curso del banco; porque como estas dos plazas Cadiz y Madrid están dentro del reyno, y se sirven de una misma moneda, no hay cambio, sino solamente un trasporte de dinero, el cual es peculiar del banco. Dícese que este curso está á la par cuando por mil pesos se me dan los mismos en otra parte; y, alto ó bajo, cuando se necesita dar mas ó menos de los mil pesos24 no contando el derecho de comision del banquero.

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Pero por el contrario la operacion del cambio se mezcla con la del banco y la complica, cuando hay necesidad de trasportar fondos de un pais á otro; como por egemplo, si la suma que yo doy en Madrid y por la cual me dan una letra sobre París, la he entregado en moneda española, y se me ha de pagar en moneda francesa; de consiguiente es menester antes de todo comparar ambas monedas   —238→   para determinar la cantidad de metal puro que contiene cada una de ellas, valiéndose de las leyes comunes de su fabricacion: es preciso ademas valor á lo menos por aproximacion la merma que puedan haber sufrido las dos monedas en sus respectivos paises desde que entraron en circulacion, y esta es la razon porque en igualdad de las demas circunstancias se pide menos por pagar una suma en un pais, cuya moneda es antigua, desgastada y menoscabada por los recortadores de estas especies que cuando es nueva é intacta; porque en efecto, en este último caso, la moneda contiene realmente mas metal que en el otro, y el tenedor de la letra recibirá mas por la misma suma: así este cambio es un nuevo manantial de ganancia que tienen los banqueros.

A esto vienen á reducirse todas las operaciones de cambio y de banco, las   —239→   cuales son, como acabamos de ver, sumamente sencillas; y serian asimismo muy claras si todas las monedas llevasen el nombre de su peso, y la marca de su ley, y si la pedanteria y charlatanismo no se hubieran empeñado á porfia en disfrazar y obscurecer unas nociones tan comunes y triviales como estas con nombres bárbaros y con una gerigonza de escuela, que prueba la absoluta ignorancia de sus autores.

Los banqueros hacen también otra especie de servicio, que consiste en pagar al tenedor de una letra la suma que promete antes de haber vencido, mediante un interes correspondiente al tiempo que falta para su vencimiento, cuya operacion se llama descontar. Otras veces reciben efectos no exigibles distintos de las letras de cambio, como pagarés, cédulas, créditos á largos plazos, títulos de propiedad, hipotecas sobre bienes raices; y   —240→   pertrechados de todas estas seguridades, anticipan algunas sumas, mediante un interes mas ó menos crecido: otras veces dan á una persona abonada, mediante tambien una recompensa, un crédito sobre ellos hasta cierta suma determinada, y entonces se hacen agentes de todos sus negocios, cobran sus créditos y pagan sus alcances. De todos estos modos nos pueden ser útiles, aunque en estos casos son esencialmente prestamistas y agentes de negocios, mas bien que banqueros, si bien los servicios del banco se mezclen á estas operaciones. Sin embargo, todas ellas se comprenden ordinariamente bajo las denominaciones de banco, de descuentos, de socorros, de crédito, circulacion &c.

La tendencia comun, ó la unidad de intereses de estos cambistas, banqueros, agentes, prestamistas y descontadores, los reune después en grandes compañías particularmente á los ricos mas ó mas   —241→   acreditados, y aparentan que hacen esto para el bien comun, diciendo por egemplo: «cuantos mas sean nuestros negocios, tanto mayor será la economia con que los podremos hacer: el que no hace mas que uno, tiene que exigir una retribucion que le pueda mantener; mas nosotros que hacemos muchos nos podremos contentar con una muy pequeña en cada uno de ellos.» Pero no hablan la verdad: todo esto es un pretesto ilusorio, porque aunque es cierto que hacen mas negocios, tambien lo es que emplean en ellos mas capitales, y ciertamente no puede ser su intencion que cada parte de estos les produzca menos. Lo que realmente se proponen es abarcar cuanto puedan, alejar la concurrencia de sus rivales, hacerse los amos y dictar la ley. Los gobiernos por su parte que tienen con estas compañias una mina, procuran beneficiarla concediendoles   —242→   privilegios en daño de sus concurrentes y del público. Encuéntrase el gobierno en uno de sus apuros, les pide sumas considerables, y ellas reconocidas á sus mercedes y con la esperanza de estenderlas mas, se las otorgan de buen grado, unas veces graciosamente y otras á un interes muy bajo; y de este modo, el uno vende su proteccion, y las compañias la compran, lo cual es ya un mal gravísimo.

Pero no es este el único inconveniente de las compañias; tienen otro todavia mayor, cual es la creacion de sus cédulas sin interes pagaderas á la vista, y que venden por dinero efectivo; porque son infinitas las personas que dependen de estos cuerpos, ó estan en relacion con ellos, y todas se dan prisa á tomar y ofrecer las cédulas. El público que tiene una confianza absoluta en su solvencia las recibe con gusto, porque son muy   —243→   cómodas, y así van cundiendo y aumentándose prodigiosamente y entretanto las compañias hacen una ganancia loca; porque toda la suma que representan las cédulas, no les costó mas que la fabricacion del papel y se aprovechan de ellas como si fuesen dinero efectivo. Sin embargo, hasta ahora ningun mal hay en esto, porque sus tenedores las pueden reducir cuando quieran.

Pero el gobierno que no creó ó no mantiene las compañias sino con el fin de tener siempre á la mano un recurso para sus urgencias, se encuentra mañana en un apuro, acude á ellas y les pido en calidad de préstamo sumas enormes. No se las pueden negar, porque conocen que con solo retirar aquel su proteccion vendran á tierra, y asi crean una cantidad, escesiva de nuevas cédulas y se las dan: el gobierno las emplea inmediatamente, auméntase y sobrecárgase la circulacion,   —244→   comienza el recelo y la inquietud, todo el mundo se apresura á reducir, y como el gobierno no ha pagado lo que tomó, las compañias no pueden hacer frente á todas; les falta dinero, invocan el apoyo de la fuerza, solicitan que se las autorice á no pagarlas, y que se les de un curso forzado; lo obtienen como lo piden, y la sociedad queda inundada de papel-moneda, y comienzan los efectos inevitables y funestos de que hemos hablado mas arriba. La caja de descuentos de Francia fué la que creó los asignados, y el banco de Londres el que ha traido la Inglaterra á su estado actual; y asi acaban todas las compañias privilegiadas, sin que puedan acabar de otro modo, porque con decir que son compañias privilegiadas se dice que son por necesidad radicalmente viciosas, y todo lo que es esencialmente malo, es preciso que al cabo perezca, por brillantes que sean sus primeros   —245→   sucesos: se mantiene en la sociedad en un estado irregular y violento; pero la necesidad se va haciendo cada dia mas invencible.

Me seria fácil demostrar que aunque estas grandes máquinas fundadas sobre el dolo y la supercheria, no acarreasen este funestísimo mal, para nada serian buenas; porque los exagerados bienes que prometen son todos ilusorios, ó tan pequeños, que apenas pueden añadir cosa alguna á la masa de la industria y riqueza nacional; pero por ahora seria supérfluo el descender á estos pormenores, bastándonos conocer de un modo general el curso corriente de los negocios. Mas para no perdernos en el camino que tenemos todavia que andar hasta llegar á nuestro término, será muy conveniente que demos una ojeada rápida por el que hemos andado.



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ArribaAbajoCAPITULO VII

Reflexiones sobre lo que precede


Podrá parecer quizás á algunos de mis lectores bastante raro el método que he seguido hasta aquí para presentar mis ideas, y poco necesario el haber subido tan arriba para establecer algunas verdades demasiado comunes. Otros todavia mas delicados juzgarán que es poco exacto el órden que he dado á mis capítulos, y que he abandonado las materias antes de haberlas profundizado ó desenvuelto como debiera; pero como mi ánimo no ha sido escribir un tratado completo de economía política, sino la 2.ª seccion de un tratado de nuestras facultades intelectuales ó un tratado de la voluntad, que   —247→   fuese una continuacion de el del entendimiento, no he debido entrar en todos los pormenores de las ciencias morales sino limitarme únicamente á examinar cómo estas se derivan de nuestra naturaleza y de las condiciones de nuestra existencia, para descubrir por este medio los errores que hayan podido introducirse en ellas por no haber subido oportunamente hasta este primer origen ó causa primordial de lo que somos y de lo que sabemos. Para llevar al cabo mi designio no necesitaba por cierto el abundar de ideas, sino el encadenarlas unas con otras, presentarlas en su órden natural, y seguir esta cadena con tanta severidad que no dejase roto eslabon alguno. Asi me parece, que con el auxilio de este método que hemos seguido, nos encontramos ahora, y sin echarlo de ver, mucho mas adelantados en nuestro camino que lo que creemos.

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En efecto, hemos visto ya que la facultad de querer ó la propiedad que tenemos de estar dotados de voluntad, dándonos el conocimiento distinto de nuestro individuo, nos dá necesariamente la idea de propiedad; y asique esta y todos sus efectos son una consecuencia indispensable de nuestra naturaleza, y ved aqui en seco un manantial fecundo de divagaciones y declamaciones.

Vimos despues que esta misma voluntad que constituye todas nuestras necesidades es la causa de todos los medios precisos para poderlas satisfacer, y de consiguiente que el empleo de nuestras fuerzas dirigido por ellas es nuestra sola, riqueza original, y el único principio del valor de las cosas.

Antes de deducir consecuencia alguna de esta segunda observacion vimos tambien que no solamente nos es ventajoso el estado social, sino que nos es   —249→   tan natural que nos seria imposible vivir de otro modo, y ved aqui agotada otra materia fecundísima de lugares comunes.

Estos dos puntos reunidos, á saber, el examen de los efectos que produce el empleo de nuestras fuerzas y el del aumento de poder debido al estado social, nos ayudaron mucho para comprender lo que es producir, con respecto á seres como nosotros, y lo que debemos entender por esta palabra, y asi quitamos para siempre toda influencia á esta gran causa de equivocaciones y anfibologías.

Mediante estos primeros principios, y algunas nociones preliminares sobre la medida de la utilidad de las cosas, vimos claramente esta importantísima verdad que disipa la obscuridad de toda esta materia; á saber, que nuestra industria se reduce á mudanza de forma y de lugar, y de consiguiente que el cultivo es tina fabricacion como cualquiera   —250→   otra. Este conocimiento nos sirvió despues mucho para poder comprender el curso de toda industria, sus intereses y los obstáculos que se oponen á él; esto es, los que la entorpecen ó detienen. Asi no nos será ya dificil el apreciar las cosas y los hombres de muy distinto modo que se suelen apreciar.

Finalmente, distinguimos entre todas las cosas que tienen valor las que podrían servir de moneda, por sus cualidades propias y preeminencias peculiares, como son los metales preciosos: examinamos y vimos las ventajas y utilidad de la buena y verdadera moneda, y los inconvenientes que lleva consigo el alterarla ó reemplazarla con otra enteramente ficticia y falsa. Dimos despues una ojeada rápida por todas esas pequeñas operaciones comunmente miradas como muy grandes, las cuales son el efecto del cambio de estas monedas, ó de su trasporte   —251→   económico, bajo el nombre de banco.

En suma, nos hemos formado, si yo no me engaño, ideas exactas y ciertas sobre todas las circunstancias importantes de la formación de nuestras riquezas, faltándonos ahora conocer cómo se distribuyen en entre los diferentes miembros de la sociedad y cómo se consumen; esto es, como usamos de ellas. Hecho esto habremos formado sin advertirlo un estracto raciocinado y completo de los maravillosos resultados del empleo de nuestros medios de existencia.

Esta segunda parte ó la distribucion de las riquezas en la sociedad es acaso de las tres que constituyen la economía política, la que ha dado mas margen á reflexiones delicadas, y en la cual se encuentran los fenómenos mas compuestos; pero si nosotros hubiésemos esclarecido la primera caminaremos, en esta como sobre un   —252→   terreno conocido; las tinieblas se irán retirando conforme nos vayamos acercando ellas, y por donde quiera que pasemos veremos la luz, pero para esto es preciso que no soltemos el hilo que nos ha guiado hasta aqui.




ArribaAbajoCAPITULO VIII

De la distribucion de las riquezas entre los individuos


Hasta ahora hemos considerado al hombre colectivamente; fáltanos pues consíderarle distributivamente. Por este lado se nos presenta con un semblante muy diferente, porque aunque la especie humana en general sea rica y poderosa y se aumenten cada dia sus recursos y medios de existencia, no se aumentan en la misma proporcion los de los individuos,   —253→   que como seres animados estan sugetos al dolor y á la muerte. El periodo de la vida humana es cortísimo, y todavia es mas corto el de su acrecentamiento y fuerza, y no todos le gozan: la constitucion mas robusta no está esenta de las frecuentes alteraciones que poco á poco la van viciando, y asi aun los mas felices despues de haber disfrutado de algunos placeres muy pasageros van perdiendo sus fuerzas y declinando; y lo mas que pueden conseguir es disminuir sus penas y alejar el término de ellas. Toda su industria no pasa de aqui y me parece que no es inútil tener siempre á la vista el cuadro triste pero verdadero de nuestra mísera condicion, porque él nos enseñará á no empeñarnos en lo imposible y á no imputarnos injustamente los males que no hubiésemos podido evitar, porque son consecuencias necesarias de nuestra naturaleza: él nos desvia del romance   —254→   para conducirnos á la historia.

Aun estos mismos medios y riquezas, impotentes como son para nuestra felicidad, estan repartidas con suma desigualad, y esto es inevitable, porque asi como hemos visto que la propiedad está en la naturaleza, puesto que es imposible que no seamos propietarios de nosotros mismos y de nuestras facultades, por la misma razon es tambien natural la desigualdad, no siendo posible que todos los individuos se asemejen y tengan el mismo grado de fuerza, de inteligencia y felicidad. Esta desigualdad natural se dilata y manifiesta á medida que se van desenvolviendo y diversificando nuestros medios, y se echa menos de ver mientras estos son limitados, si bien existe realmente. Asi no hay razon para negarla á los pueblos salvages, donde la hay de hecho del mismo modo que entre nosotros, aunque con la diferencia, que es   —255→   sumamente perjudicial, de consistir en una fuerza que no tiene freno.

En vano desconoceriamos la propiedad natural y nos opondriamos á sus efectos para desterrar de este modo de la sociedad esta desigualdad natural, porque el arte nunca puede destruir las obras de la naturaleza. En el caso de ser hacederas semejantes convenciones serian una esclavitud muy contranatural, y de consiguiente muy intolerable para que pudiese subsistir, y nunca conducirian al fin, porque mientras subsistiesen habria tantas pretensiones para lograr una parte mayor en los bienes comunes, ó una mas pequeña en la pena comun, como las hay actualmente entre nosotros para la defensa de las propiedades particulares: asi el único efecto de semejante órden de cosas sería establecer la igualdad de miseria y desnudez, apagando la actividad de la industria personal. No ignoro   —256→   cuanto se ha dicho de la comunidad de bienes de los espartanos, pero yo afirmo con toda seguridad que cuanto se ha dicho es un cuento; que no es verdad porque es imposible que lo sea. Creo sí firmemente que las leyes de Esparta respetaban muy poco los derechos de los hombres libres, y hollaban abiertamente los de los ilotas; pero la prueba demostrativa de que habia propiedades es que habia robos. ¡Oh maestros de los hombres, y qué de cosas contradictorias nos habeis dicho sin echarlo de ver!

La oposicion frecuente de intereses entre nosotros y la desigualdad de medios son pues condiciones precisas de nuestra naturaleza, como lo son la enfermedad y la muerte: asi no puedo concebir cómo haya gentes tan idiotas que digan que esto es un bien, ó tan ciegas que aseguren que es un mal fácil de remediarse. Yo creo que es un mal, pero   —257→   un mal necesario al cual es preciso someterse, de donde deduciria esta consecuencia si no fuese todavía algo prematura: que las leyes deben proteger siempre al débil contra el fuerte, lejos de dar apoyo á este para que le oprima impunemente, que es por desgracia lo que vemos, bien que no es dificil conocer la causa.

Supuestos estos datos la sociedad debe tener por base la libre disposicion de las facultades del individuo, y la garantía de lo que pueda adquirir mediante el uso de ellas. Entonces cada uno se esfuerza cuanto puede: este se apodera de un campo cultivándole, aquel edifica una casa, el otro inventa un método ingenioso y útil, esotro fabrica ó transporta, todos cambian, y los que tienen mas habilidad ganan, y los económicos acumulan. Una de las consecuencias que se derivan de las propiedades individuales   —258→   es que cuando su poseedor muere sin testar la ley designa de un modo general la persona ó personas á las cuales deben pasar sus bienes, y es muy natural que sea á sus hijos ó parientes, y en estos casos el heredar es un nuevo medio de adquirir, y lo que es mas, ó mas bien lo que es todavia peor, un medio de adquirir sin trabajo. Con todo eso mientras que la sociedad no ha ocupado todo el espacio de que puede disponer, todos pueden prosperar fácilmente, porque los que no tienen mas que brazos, cuando no encuentren un empleo bastante útil de su trabajo, se apoderarán siquiera de un terreno que no tenga dueño, y se aprovecharán absolutamente de él, no teniendo que comprarlo ni pagar un alquiler y por esto es tan general el bienestar en las naciones nuevas é industriosas. Pero una vez ocupado todo el suelo, ó cuando solo queda por ocupar una pequeñísima   —259→   porcion de él entonces comienza el apuro, porque los que no hubiesen ahorrado ó hubiesen ahorrado poco, no podrán hacer anticipaciones, y tendrán que ponerse á salario de los que puedan hacerlas25, ofrecerán en todas partes su trabajo, y bajará su precio, pero se casarán con todo eso, se cargarán de hijos y aumentarán imprudentemente la poblacion de esta clase menesterosa, y no pudiendo entonces ocuparse todos serán preferidos los mas hábiles y robustos, teniendo los demas que ofrecer sus brazos por nada y arrastrar una vida miserable, precaria y tan infeliz como la de los mismos salvages.

Esta clase menesterosa ó falta de los bienes de fortuna, es la que llaman algunos   —260→   escritores de economía los no propietarios, espresion viciosa por muchos lados; porque en primer lugar si por no propietarios se entiende los que no tienen absolutamente derecho alguno de propiedad, es quimérica esta clase, pues hasta los pobres de que hablamos, sean mas ó menos pobres poseen todos alguna cosa que necesitan conservar; y en el caso de que no fuesen propietarios sino de sus personas, de su trabajo y del salario de este, todos estarian sumamente interesados en que se les respetase esta propiedad, que tan frecuentemente es violada por tantos reglamentos que han dictado aquellos mismos hombres que tienen siempre en la boca las palabras de propiedad y justicia. A nadie puede ser estraña una cosa que está en la naturaleza, porque ésta habla con todos y á todos comprende. Y es tan cierto este principio aplicado al derecho de propiedad,   —261→   que aun el mismo ratero á quien la ley castiga por haberle violado, tiene interes en que se respete, como no se le separe de la sociedad, porque al dia siguiente de haber sufrido el castigo no podrá estar seguro de conservar lo que le queda si no es protegida la propiedad.

En segundo lugar los mismos escritores de economía dan por lo comun el nombre de propietarios á los poseedores de fondos en tierra, en oposicion á los que llaman equivocadamente no propietarios, cuya division es enteramente falsa y vacía de toda idea; porque ya hemos visto que un fondo en tierra no es sino un capital como cualquier otro, como por egemplo, la suma de dinero que ha costado ú otro efecto de valor; y asi yo puedo ser muy pobre poseyendo un pedazo de tierra, y muy rico sin tener una pulgada. Por lo tanto es ridículo llamar propietario al poseedor de una   —262→   mala cerca y no á un hombre millonario. Mucho mas razonable seria dividir la sociedad en pobres y ricos, si supiésemos donde habíamos de tirar la linea de demarcacion; pero aun cuando esta division no fuese tan arbitraria seria tan ilusoria como la otra, mirada por el lado de la propiedad, porque ello es preciso no olvidarnos que hasta el mendígo tiene el trismo interes en conservar el cuarto que recoge, que el grande mas opulento en que se le respeten sus inmensas propiedades.

La distincion de los asalariados por una parte y de los que los asalarían por otra, bien fuesen estos consumidores ó empresarios, seria sin duda mas real que aquella, atendiendo á la diferencia de intereses; y los empresarios podrian considerarse como unos verdaderos consumidores de trabajo; pero con todo eso esta clasificacion tendria el inconveniente de   —263→   reunir estremos muy distantes y cosas diferentes unas de otras, incluyendo por egemplo en la clase de los asalariados al ministro de estado y á un gañan, y en la de consumidores á un zapatero y á un rico mayorazgo ocioso; mas al cabo es cierto que el interes de todos los asalariados es aumentar sus salarios como el de los empresarios es disminuirlos; que el mismo empresario que en este instante tiene interes en pagar barato á sus asalariados, le tiene en el instante siguiente en que el último consumidor de sus productos se los pague caros; y sobre todo es cierto que todos nosotros sin escepcion somos consumidores mas ó menos, porque hasta el obrero mas miserable consume todos los dias géneros que han producido otros asalariados. Sobre esto tengo que hacer dos reflexiones.

I.ª Siendo el interés de los asalariados el del mayor número y el de los   —264→   consumidores el de todos, no puede concebirse cómo los gobiernos modernos se hayan podido prestar y se presten todavia á sacrificar á los asalariados para favorecer á los empresarios, vejándolos con maestrías cofradías, gremios y otras muchas trabas del sistema reglamentario, y á sacrificar tambien los consumidores á estos mismos empresarios, concediéndoles privilegios y á veces monopolios.

2.ª Aunque cada uno de nosotros tenga sus intereses particulares, sin embargo mudamos tan frecuentemente de papel en la sociedad, que por lo comun tenemos bajo un aspecto, un interes contrario al que tenemos bajo otro, de modo que nos encontramos sin saber cómo estrechamente unidos con aquellos mismos con quienes ha poco estábamos en una guerra abierta, y esta circunstancia es sumamente preciosa para la especie humana en general, en cuanto impide   —265→   que podamos formar cuerpos constantemente enemigos y armados los unos contra los otros. El interes personal nos divide, pero muy luego nos vuelven á reunir los intereses comunes de propietarios y consumidores, y cesan los conflictos momentáneos que produjo el interes de cada uno. Asi todos nosotros tenemos siempre interes: I.º en que se respete la propiedad: 2.º en que se perfeccione la industria, ó lo que es lo mismo, en que se haga del mejor modo posible la fabricacion y el trasporte. Estas verdades son útiles para comprender bien el mecanismo y juego de la sociedad y apreciar las ventajas que nos resultan de ella, y por lo mismo me he detenido en estos pormenores necesarios para ponerlas de manifiesto. Volvamos pues ahora á la historia de la distribucion de las riquezas, de la cual nos desviamos para establecer estas verdades que no son enteramente   —266→   estrañas de la materia que nos ocupa.

Algo me parece que apresuré el momento en que una sociedad nueva comienza á sentir la miseria, fijándole en el de la ocupacion universal de su suelo, esto es, en aquel momento en que ya nadie puede apropiarse un pedazo de él sin comprarle ó alquilarle. No hay duda en que esta ocupacion acaba con un medio poderoso que habia de bienestar, que el trabajo pierde una ocasion de emplearse con grandes ventajas, y de consiguiente que deja de aumentarse con la misma rapidez que antes la cantidad de las subsistencias, porque no habiendo ya tierras, no es posible descuajarlas ni meterlas en labor. Lo único que puede hacerse, es perfeccionar el cultivo de las que hay, lo cual es siempre mas dificil y menos provechoso de lo que comunmente se cree. Sin embargo la sociedad   —267→   tiene todavia otros inmensos recursos que las artes le ofrecen á porfia, sobre todo si la clase de hombres que componen la nueva sociedad, es originaria de una nacion ilustrada é industriosa y si tiene relaciones con otros paises civilizados, porque en este caso no necesitan inventar ni descubrir, que es lo mas lento, sino aprovecharse de lo que ya se conoce y practicar lo que se sabe, lo cual es mucho mas fácil.

En efecto mientras que la agricultura ofreció ganancias considerables, todos los hombres desocupados, ú ocupados con poco fruto, se aplicaron á esta industria con el fin, de estraer los productos de la tierra y esportarlos; porque si no hubiesen hecho mas que recoger sus producciones sin trasportarlas, claro es que los progresos de la industria no hubieran sido tan rápidos; mas esta circunstancia ó esta nueva ocupacion empleó   —268→   todos los brazos, y apenas pudieron los salarios mas crecidos atraer á la profesion de las artes necesarias los brazos absolutamente indispensables; pero respecto de todas aquellas cosas que no es indispensable fabricar en el mismo pais en que se consumen, se consideró mas económico y acertado conducirlas aun de puntos distantes, y asi se hizo dando en cambio los productos propios; de donde se deduce, que el primer comercio de las sociedades nuevas consiste únicamente en esportar materias brutas él importar obgetos manufacturados.

¿Qué es lo que sucederá pues á nuestra sociedad, cuando haya llegado al punto de tener ocupado todo su suelo? No ofreciendo ya la agricultura medio alguno de hacer una fortuna rápida, los que no tuviesen tierras que cultivar abrazarán para vivir otras diferentes profesiones, ofrecerán su trabajo y se perjudicarán   —269→   los unos á los otros; pero aunque sea inevitable que en esta caso de oferta de mucho trabajo y poca demanda, bajen los salarios, con todo eso, antes que puedan llegar á ser tan bajos como son en los paises civilizados, de donde trae los obgetos manufacturados, comenzara á ofrecer un beneficio seguro su fabricacion dentro del mismo pais, porque no hay duda que son grandes ventajas para el fabricante el tener á su lado los consumidores, no tener que hacer los gastos indispensables para trasportar sus productos, ni esponerse á riesgos inevitables, ni sufrir los inconvenientes que trae consigo la lentitud ó la dificultad de las comunicaciones, y todo esto es mas que suficiente para compensar un cierto grado de carestia en la mano de obra. Asi se van estableciendo fábricas de todo género, muchas de las cuales ayudadas de algunas circunstancias prósperas, surten para el   —270→   consumo interior y se abren salidas para surtir tambien al estrangero; de donde nacen poco á poco y se fomentan muchos ramos de comercio. Todas estas nuevas ocupaciones emplean una grande poblacion que se mantiene de los productos del suelo, puesto que ya no es posible esportar tantos productos como antes, habiéndose aumentado los habitantes y no habiendo seguido la misma proporcion los productos de la tierra. Esta nueva industria va creciendo cada dia y corriendo el mismo periodo que antes corrió la rural, y mientras que crece mantiene, si no la riqueza, por lo menos el bienestar en las últimas clases del pueblo26. La   —271→   miseria comienza cuando para ó retrograda esta industria, porque ocupados entonces todos los empleos lucrativos y no siendo posible crear otros, debe haber en todas partes mas oferta de trabajo que demanda; los obreros menos hábiles ó menos afortunados, no encuentran obra ó ganan un salario mezquino; el hambre y la miseria los debilita y estenúa; muchos de ellos al cabo perecen, y siempre hay un gran número de miserables. Este es el estado de nuestras envejecidas naciones. ¿Pero estos males, se me dirá, tienen   —272→   remedio ó son necesarios? ¿Son las naciones las que los aceleran, ó son el inevitable término de las cosas humanas? Yo haré ver inmediatamente, que llegan la él antes que debieran, por su propia culpa, y que hay medio de evitar hasta cierto punto esta crisis; pero antes son necesarias algunas esplicaciones preparatorias.

Me persuado á que el cuadro que acabo de hacer de los progresos de una sociedad nuevamente formada es verdadero y evidente, porque es la simple esposicion de los hechos, deducidos de lo cada cual puede ver, si no esta preocupado de falsas ideas. No hay aqui sistema arbitrario, ni teoría alguna establecida de antemano; es la historia de los sucesos. Puede verse en él que yo he pintado una nacion situada en la mejor posicion posible, que disfruta de todas las ventajas locales y se aprovecha juiciosamente   —273→   de ellas, y que al fin llegamos á esta triste consecuencia que su estado de absoluta prosperidad es necesariamente transitorio; fenómeno que no es posible esplicar por estas palabras vagas, de degeneracion, corrupcion y vejez de las naciones, como si un ser abstracto pudiese ser realmente viejo ó joven como un ser viviente todas espresiones metafóricas, de que tan torpemente se ha abusado, y solo sirven á veces por no haber otras mejores; pero en la realidad nada esplican, y aunque tuviesen un significado preciso, representarian efectos mas bien que causas. Asi es necesario penetrar mas adentro y prescindir de voces. Todo suceso inevitable debe tener una causa natural; y la causa de este es la fecundidad de la especie humana: de consiguiente antes de volver á tomar el hilo de la distribucion de nuestras riquezas es indispensable que hablemos de la poblacion.



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ArribaAbajoCAPITULO IX

De la multiplicacion de los individuos ó de la poblacion


El amor es una pasion que trastorna de tal manera nuestra mente que no es estraño el que no hayamos podido analizar y conocer todos sus efectos. Por lo que hace á mí estoy tan distante de condenar ó cercenar escesivamente sus placeres con los filósofos de una moral rígida, como del empeño de algunos políticos en aumentar nuestra fecundidad y acelerar la multiplicacion de nuestra especie; porque ambas cosas me parecen, estremos igualmente contrarios á la razon. Prescindiré de la opinion de los moralistas, y examinaré solamente la de los   —275→   políticos, que es la que por ahora nos interesa, comenzando por sentar los hechos, para lo cual es una circunstancia necesaria que demos una ojeada por todo lo que nos rodea.

En esta materia como en todas vemos que la naturaleza se ocupa únicamente en la conservacion de las especies, pero no acerca de los individuos; porque es tan maravillosa su fecundidad en todas ellas que si no se malograsen casi todos los gérmenes que produce, y si por falta de alimento no pereciese casi inmediatamente que nace la mayor parte de los seres, una sola familia de plantas bastaria en cortísimo tiempo para cubrir toda la tierra, y una sola especie de animales para poblarla. La especie humana está como todas sugeta á la ley comun, aunque tal vez en menor grado. Una inclinacion impetuosa y violenta arrastra al hombre á su reproduccion. Un hombre   —276→   y una muger de buena constitucion y de salud robusta, cuando llegan á cierta edad, con tal que tengan medios abundantes de subsistencia pueden producir y criar muchos mas hijos que los necesarios para que los reemplacen en la tierra; y sino abrevia la carrera de sus dias algun accidente imprevisto, mueren al cabo de vejez cercados de una numerosa familia que cada dia se va aumentando; y asi la especie humana se multiplica muy rápidamente cuando las circunstancias le son favorables. Tenemos una prueba de ello en los Estados Unidos de la América septentrional, cuya poblacion total dobla de veinte en veinte años, y en algunos parages de quince en quince ó de doce en doce, sin que en esto influya notablemente la inmigracion, y sin que la fecundidad de las mugeres sea alli mayor que en otros paises. Es de notar, sea la que fuese la razon de ello, que son   —277→   contados los que en este pais llegan á una vida larga, de modo que la duracion media de la vida seria alli mas corta que en la mayor parte de la Europa, á no ser por los muchos niños que en este pais mueren de miseria en sus primeros años. Ya tenemos aqui pues un dato incontestable en que podernos fundar.

Siendo esto asi podrá preguntarse, ¿pues cómo es la poblacion estacionaria y á veces retrógrada, en infinitos paises muy sanos y aun muy fértiles? Dimos ya la respuesta en el cap. 4.º cuando distinguimos los medios de existencia y de subsistencia Digimos alli que estos últimos eran las materias alimenticias necesarias para la vida, y de consiguiente la parte mas esencial de los medios de existencia, pero no mas que una parte; que los medios de existencia eran los que contribuian á preservarnos de los peligros de las incomodidades y molestias,   —278→   y de consiguiente que comprendian cuantos recursos nos proporcionan las artes y las ciencias, esto es, el entero caudal de nuestros conocimientos. Comprendida bien esta distincion podremos ya sentar este principio general: la poblacion es siempre proporcionada á nuestros medios de existencia; el cual nos va á esplicar inmediatamente todos los hechos con todas sus circunstancias.

La poblacion de los pueblos salvages no solamente es estacionaria sino tambien muy reducida, porque son pocos los medios de existencia que tienen. Ademas de la falta de géneros alimenticios carecen de mil comodidades, descuidan de sus hijos, ó no los cuidan con aquella atencion y delicadeza que requiere la tierna edad, y asi son muchos los que perecen: no saben precaverse del rigor de las estaciones, de la insalubridad del clima, ni de las epidemias que suelen   —279→   segar las tres cuartas partes de una poblacion; y como por otra parte no tienen ideas sanas del estado social, son continuas y destructivas las guerras, atroces las venganzas, y comun el abandono de ancianos y mugeres: asi la desgracia y los pesares, contribuyen en estos pueblos infelices á malograr, y quizas á disminuir la fecundidad de la especie.

Pero los pueblos civilizados por el contrario, tienen todos los medios de que carecen los otros, y por esto su poblacion se aumenta, cada da con mas ó menos rapidez; pero se detiene cuando llega á un punto en que muchos de sus individuos no pueden procurarse, mediante su trabajo, un salario suficiente para mantenerse ellos y sus familias; y si en general es todavia algo progresiva aunque muy lentamente en el estado actual de nuestras decrépitas naciones, es porque los progresos de las artes y ciencias,   —280→   y particularmente de la social que cultivan mas ó menos, aumentan siempre de cuando en cuando, ó perfeccionan nuestros medios de existencia, y abren nuevas salidas al comercio y á la industria. Tan cierto es esto que si por efecto de algunas causas naturales ó políticas, llegan á disminuirse en un pais ó á ser menos abundantes los primeros manantiales de las ganancias, luego retrograda la poblacion; y por el contrario, si se disminuyen de golpe por efecto de grandes epidemias ó guerras crueles, inmediatamente vuelve á tomar su nivel con tal que se hayan conservado los conocimientos útiles; y la razon es muy sencilla, porque siendo iras demandado y mejor pagado el trabajo, el pobre tiene mas medios de mantener su familia.

Si de estas observaciones generales descendemos á hechos particulares, podremos esplicarlos con la misma facilidad.   —281→   Tomemos por egemplo la Rusia, aunque advirtiendo que no es mi ánimo hacer la apología, ni la censura de una nacion que absolutamente no conozco, si bien puede asegurarse por punto general que no es mas hábil que las demás naciones europeas, y sin embargo está demostrado que su poblacion se aumenta mas rápidamente que la de los demas estados de Europa, sin que sea otra la causa de este efecto que el tener inmensas porciones de terreno sin duelo conocido, que ofrecen á los que se quieren trasladar á él muchos medios de existencia. Si á pesar de esta incalculable ventaja no es la multiplicacion de hombres en este pais tan rápida como en los Estados Unidos, consiste en que su organizacion social y su industria están muy distantes de la perfeccion a que en esta nacion han llegado. Los paises fértiles, en igualdad de circunstancias, son   —282→   mas poblados que los demas, y reparan fácilmente sus desastres, porque la tierra ofrece grandes medios, esto es, porque es muy productivo el trabajo que se emplea en el cultivo de la tierra: asi la Lombardía y la Bélgica continúan siendo muy florecientes á pesar de haber sido devastadas muchas veces. «La Polonia es muy fértil, se me dirá; y sin embargo su poblacion es muy corta y estacionaria.» No hay duda de que es asi, pero esta es una escepcion que depende de una circunstancia local: sus habitantes son esclavos y miserables, y nadando en la abundancia perecen por falta de medios de existencia; pero suponed por un momento que este crecido número de esclavos arrojase del seno de su patria el cortísimo número de tiranos que les chupan su sangre, y que todo su suelo fuese en adelante la propiedad de los industriosos que lo cultivasen, y bien pronto   —283→   vereis qué hábiles y activos son esos mismos pobres y siervos, y con cuanta rapidez se multiplican y crece la poblacion. Otros dos paises en general tan buenos como la Polonia cuales son la Wesfalia y aun la Suiza, no obstante que las leyes de esta son mas sábias que las de la Polonia, estan tambien poco poblados por falta de industria, al paso que Ginebra, Hamburgo y toda la Holanda lo estan escesivamente. La España por el contrario, con un suelo, feraz y delicioso, tiene una poblacion muy pequeña con respecto á su estension, aunque es un hecho constante que su poblacion hacia progresos muy sensibles durante los cuarenta ó cincuenta años últimos que precedieron a su última desastrosa guerra, sin haber hecho mas su gobierno que libertar la industria de algunas trabas, y fomentar la pública instruccion. Me parece pues que queda completamente demostrado   —284→   que la poblacion es siempre proporcionada á los medios de existencia.

Esta verdad ha sido reconocida por muchos escritores de economía política; pero se advierte en sus obras que no comprendieron toda su estension. Say, a quien he citado y hubiera podido citar muchas mas veces, es el primero en mi concepto que ha dicho con toda precision en su libro I.º cap. 46, que solo puede aumentar la poblacion lo que favorece á la produccion y de consiguiente lo que la disminuye á lo menos de un modo permanente, es todo lo que ataca los manantiales de la produccion; y es de advertir que Say entiende por produccion la produccion de utilidad. Asi es una idea que yo presento despues de él. Producir en este sentido es aumentar ó perfeccionar nuestros medios de existencia; porque todo lo que nos es   —285→   útil es un medio propio, para satisfacer nuestras necesidades, y solo lo que puede servir á este fin merece el nombre de útil; de consiguiente, el principio de Say es exactamente el mismo que el que establecí, y demostré antes. Dedúcese de aquí que es un absurdo el empeñarse en influir sobre la poblacion y torcer violentamente su curso natural por medio de estímulos inmediatos y directos, como son por egemplo, las leyes relativas á los matrimonios, los premios que se conceden á los que tienen un número determinado de hijos &c., y asi tiene razon Say para burlarse de las famosas ordenanzas de Augusto, Luis XIV y otros muchos legisladores ensalzados con exageracion porque realmente todos estos medios son muy vanos y nada podian influir en el aumento de la poblacion, y aun añade con igual razon a mi entender, que por el contrario cualquiera de los reglamentos   —286→   que hicieron estos Príncipes perjudiciales á la industria en lo mas mínimo podia y debia necesariamente disminuir la poblacion. Yo soy absolutamente del mismo dictámen.

Malthus no se detiene donde Say; aun profundiza mas la materia, y es de todos los que han escrito sobre la poblacion el que la ha estudiado con más detenimiento y desenvuelto mejor todas las consecuencias. Su obra estraordinariamente apreciable, es en mi opinion el último término de la ciencia, y nada deja que desear sobre este importante obgeto. No se ciñe á probar que aunque la poblacion se detenga mas o menos pronto en cada pais, segun son sus circunstancias particulares, es siempre, en todos ellos tan grande como lo puedo ser con respecto á sus medios de existencia, sino que tambien manifiesta que en todas las naciones civilizadas es en todos   —287→   los casos posibles demasiado crecida para poder hacer la felicidad de los hombres, porque estos, y sobre todo el pobre, que donde quiera compone, la clase mas numerosa de la sociedad, arrastrado de la necesidad imperiosa de la reproduccion, multiplica siempre con imprudencia y sin prevision, y se sumerge inevitablemente en la miseria, dando la vida á unos individuos que mañana demandarán una ocupacion que no se les podrá dar. Todo lo que establece en su apreciable obra lo funda no solo en razones convincentes, sino tambien en estados de muertos, nacidos y casados, en el cálculo de la duracion media de la vida y de la poblacion total, recogidos en diferentes paises y examinados con mucha atencion.

Añado esta última espresion examinados con mucha atencion, porque es muy necesaria. En primer lugar, todos estos datos son por lo comun muy inexactos,   —288→   y por exactos que puedan ser es preciso estudiarlos con mucha diligencia, y compararlos unos con otros con mucha sagacidad antes de juzgar y deducir consecuencias de ellos, pues sin esta precaucion nos pudieran inducir á graves errores. Ademas cualquiera que sea la imperfeccion de estas noticias se encuentran en pocos paises y de poco tiempo acá, de modo que en la ciencia de la economía política asi como en la de la astronomía, nos debemos fiar muy poco de las observaciones antiguas ó lejanas. Aun en Francia no merecen crédito alguno los simples libros de muertos, anteriores al año de 1700, porque no indican ni aun las circunstancias mas dignas de saberse; y por esta razon no he hecho mérito en los egemplos de poblacion que cité antes de lo que se nos cuenta de ciertos parages del Oriente, y de algunos pueblos antiguos ó de la edad media. Si la poblacion   —289→   de la China y la de España en tiempo de los romanos son ó fueron tan grandes como se nos dice, es preciso suponer que habrá para ello algunas causas locales; pero como carecemos de datos suficientes para convencernos de la verdad del hecho nos es imposible conocer sus causas, y mas imposible todavia el deducir consecuencias. La misma falta notamos en todas las partes de la economía politica y doméstica de los antiguos, porque esta ciencia estaba fundada casi únicamente sobre el uso de la esclavitud y las ganancias ó pérdidas que se hacian en la guerra, y en ella tenia muy poca parte el libre y pacífico desarrollo de la industria. Mas la economía de nuestro siglo es ya otra, porque también es otro el órden de cosas y el cúmulo de luces de nuestras naciones modernas. En cuanto á la asombrosa poblacion que dan algunos escritores á la Francia en tiempo de   —290→   Cárlos V, ó de Cárlos IX, en los siglos XIV y XVI esto es, cuando su industria era tan grosera y su organizacion política tan mala como la de la Polonia en el siglo XVIII, creó que lo único que puede y debe responderse es lo que antes dige sobre la maravillosa union que se cuenta de los espartanos, á saber, que no es esto cierto, porque es imposible que lo sea.

Pero sea lo que quiera de esto, todos los que han meditado y profundizado completamente esta materia, estan de acuerdo en que la poblacion es siempre proporcionada á los medios de existencia; de donde infiere Say esta consecuencia muy legítima que es un absurdo creer que la poblacion se pueda aumentar de otro modo que aumentando estos medios, y Malthus demuestra ademas que es una barbárie el empeñarse en aumentar la poblacion, que es siempre   —291→   demasiado grande, cuyo esceso es el orígen de todas nuestras miserias, y que aun considerada con respecto la fuerza, no aumenta la de los gobiernos que la favorecen; porque no pudiendo mantener mas hombres que los que permite la cantidad de los medios de subsistencia, no hacen mas con aumentar los nacidos que aumentar á proporcion las muertes prematuras y el número de niños con respecto al de los adultos, lo cual hace mas debil la poblacion á igualdad de su número. Asi pues es una verdad demostrada que el interes del hombre, mírese como se quiera, consiste en disminuir los efectos de su fecundidad.

No añadiré mas sobre una materia que aunque demasiado clara de suyo, ha dado lugar á tantas opiniones descabelladas como se han sostenido, hasta que se ha profundizado y tratado con la maestría que lo han hecho los dos escritores   —292→   de quienes acabo de hablar. El tiempo acabará de destruirlas.

FIN DEL TOMO PRIMERO