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Estas noticias biográficas están tomadas principalmente de la Fama póstuma a la vida y muerte del Doctor Frey Lope Félix de Vega Carpio, escrita por el Doctor Juan Pérez de Montalván, y publicada al frente del tomo 24 de la Biblioteca de Autores españoles, que es el Primero de los cuatro (24, 31, 51 y 52) que contienen las comedias escogidas del Fénix de los ingenios, coleccionadas para dicha Biblioteca por el Sr. Hartzenbusch. A la biografía hecha por Montalván sigue el Juicio general de las obras de Lope que el Sr. Gil de Zárate hace en la segunda parte de su Manual de Literatura y un trabajo de D. Adolfo de Castro que se titula: Relación entre las costumbres y los escritos de Lope de Vega.

 

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La sola enumeración de las principales obras escritas por Lope bastan para dar una idea de la prodigiosa fecundidad de este ingenio, de cuya fácil pluma salieron, además de las obras dramáticas: La Acadia, novela pastoril de que más adelante hablaremos, La Hermosura de Angélica, La Jerusalén conquistada, La Gatomaquia, el poema de San Isidro, y la Dragontea que anteriormente hemos mencionado; La Corona trágica en que refirió la desgraciada muerte de María Estuardo y El Laurel de Apolo, varias veces citado por nosotros. Publicó además dos tomos de novelas cortas, poemitas, fábulas mitológicas, etc. y otros dos de obras devotas, cutre ellas el Romancerillo espiritual, el Viacrucis y los Soliloquios amorosos que son verdaderas joyas de nuestra poesía religiosa. Escribió además La Dorotea, novela dramática en que se refieren aventuras de su juventud, y una multitud de obras más, cuyos títulos solamente requieren mucho espacio. Las obras sueltas de Lope están coleccionadas por el erudito D. Cayetano Rosell, en el tomo 38 de la Biblioteca de Autores de Rivadeneyra.

 

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Al hablar de nuestro teatro nacional, usamos de la palabra comedia en la amplia acepción que en la época que historiamos se le daba, y no en su estricto sentido. Comedia significa aquí, por tanto, producción dramática en general.

 

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En esta obra un imaginario duque de Ferrara castiga con la muerte el incestuoso adulterio cometido por su hijo y su segunda esposa. La semejanza entre este argumento y la versión que corrió entre las gentes acerca de la misteriosa muerte del príncipe D. Carlos, hijo de Felipe II, ha hecho creer que esta tragedia encerraba una alusión a dicho suceso; conjetura comprobada en cierto modo por la prohibición de que se representara esta obra, que sólo una vez se puso en escena, por causas (dice Lope) que al lector le importan poco.

 

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Tragedia pudiera llamarse, a no ser porque el desenlace, aunque no es feliz, tampoco puede considerarse como trágico.

 

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Semejante a este drama, y fundado también en la idea del honor y en sentimientos monárquicos y democráticos, es el titulado: Peribáñez y el Comendador de Ocaña.

 

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Las vidas de San Francisco, San Gerónimo, San Pedro Nolasco, Santo Tomás de Aquino, San Nicolás de Tolentino, Santa Teresa y otros, sirvieron a Lope para esta clase de comedias: la que se refiere a la vida de San Gerónimo se titula El Cardenal de Belén y en ella aparece en un principio el protagonista como un mancebo galante y calavera, y después es un santo azotado por los ángeles y triunfando de Satanás en un combate material y visible. El argumento de la de San Isidro dura de cuarenta a cincuenta años y figuran en él un sin número de interlocutores.

También buscó asuntos en las Sagradas Escrituras y llevó a la escena las historias de Tobías y Ester, el robo de Dina, hija de Jacob y otros hechos de la Biblia.

 

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D. Ramón de Mesonero Romanos. Discurso preliminar al primer tomo de Dramáticos contemporáneos a Lope de Vega, que es el 43 de la Biblioteca de Autores españoles.

 

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Lecciones de Literatura dramática, pronunciadas en el Ateneo de Madrid.

 

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Esta Academia fue fundada en 1591 por D. Bernardo Catalá y Valeriola, y estaba compuesta de un cierto número de individuos que se reunían los miércoles por la noche, de donde tomó el nombre la Academia, y se originaron los de Silencio, Sombra, Tinieblas, Reposo, Vigilia, etc., con que se apellidaban los académicos: Tárrega llevaba el título de Miedo, y Gaspar de Aguilar y Guillen de Castro, de quienes más adelante hablaremos, los de Sombra y Secreto, respectivamente.