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Caracteres distintivos de las obras dramáticas de D. Juan Ruiz de Alarcón; trabajo que precede a la colección de las obras de este ingenio coleccionadas por dicho señor en el tomo 20 de la Biblioteca de Autores españoles. Contiene este tomo, además del apreciable y docto trabajo del Sr. Hartzenbusch, artículos críticos acerca de las obras de Alarcón, de Martínez de la Rosa, Lista, Mesonero y Gil de Zárate. Al final lleva juicios y observaciones, sobre casi todas las comedias en particular, de críticos nacionales y extranjeros, trabajos todos que deben consultarse. La Academia española, que publica una Biblioteca selecta de Autores clásicos españoles, ha dedicado los tomos IV, V y VI de ella a las comedias escogidas de Alarcón: el prólogo o discurso preliminar que va a la cabeza del primero de dichos tomos, es de D. Isaac Núñez de Arenas.

 

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«Si no hubiese leído el Mentiroso, dice Molière, creo que no hubiera escrito comedias». En el prólogo o examen que hace de dicha comedia su autor, el mismo Corneille, dice: «Esta pieza está en parte traducida y en parte imitada del español. El asunto me ha parecido tan ingenioso y bien manejado, que he dicho muchas veces que daría dos de las mejores que he compuesto, con tal que ésta fuese invención mía». Corneille confiesa que además de éste, había tomado otros asuntos de los españoles, como por ejemplo, el del Cid, cuyo original es de D. Guillen de Castro, confesión preciosa, atendido el carácter de nuestros vecinos y su manera de tratar nuestras cosas. Voltaire confirma dicha confesión cuando en su comentario de El Mentiroso dice: «preciso es confesar que debemos a España la primera tragedia interesante y la primera comedia de carácter que ilustraron a Francia». La obra Corneille fue a su vez imitada en Italia por el célebre Goldoni (Mantua, 1750). Mr Philarete Chasles en sus Estudios sobre España, el alemán Adolfo Federico de Schak en su Historia de la literatura y arte dramático en España (Tomo II);y Ticknor en la obra tantas veces citada por nosotros, se expresan en los mismos términos que los críticos anteriores.

 

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Así lo ha puesto en claro el erudito literato Sr. Hartzenbusch, a quien debemos la fe de bautismo de Rojas: en ella consta que fueron padres de este poeta el alférez Francisco Pérez de Rojas y Doña Mariana de Besga Ceballos.

 

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Supónese por algunos que Rojas falleció en Madrid por el mes de Abril del año 1638. Fúndase esta creencia en lo dicho por los Avisos o Relaciones de aquella época dados a conocer por Barrionuevo, que existen inéditos en la Biblioteca nacional: los correspondientes al 24 de dicho mes y año, dicen: «Viernes, sucedió la muerte del poeta celebrado D. Francisco de Rojas, alevosamente sin que se haya podido penetrar la causa del homicidio, si bien el sentimiento ha sido general, por su mocedad». A lo que añadieron los de 22 de Mayo: «Ha corrido voz por la corte que la muerte sucedida en días pasados del poeta Francisco de Rojas, tuvo su origen del vejamen que se hizo en el palacio del Retiro las Carnestolendas pasadas, de donde quedaron algunos caballeros enfadados con el dicho». Es cierto, en efecto, lo del vejamen celebrado por Felipe IV en el Buen Retiro para celebrar la elevación al imperio de su cuñado Fernando III, rey de Hungría y de Bohemia, y consta asimismo que a la Academia burlesca asistió Rojas como juez-fiscal, y fue además premiado por un romance que tenía por argumento declarar: Cuál estómago es más para envidiado, el que digiere grandes pesadumbres o grandes cenas; es también más que probable, casi seguro, que Rojas fue el poeta alevosamente acuchillado con tal motivo; pero lo que no puede admitirse es que muriera a consecuencia de semejante lance, pues como más adelante veremos, él mismo dispuso la publicación de sus obras en 1640 y 1645 y aún existe un autógrafo suyo en que declara que iba a cumplir los 53 años, por lo que debió escribirle en el de 1660 próximamente. No existen más noticias biográficas de Rojas.

 

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Entre las que se le atribuyen indebidamente figuran: El desdén vengado, que es de Lope, según mal autógrafo de éste que existe en la biblioteca del Duque de Osuna; La difunta pleiteada, que también la menciona Lope como suya; En Madrid y en una casa, que el Sr. Hartzenbusch dice ser de Tirso; El Sordo y el Montañés, atribuida a Fernández de León; Lo que pueden los indicios, que debe ser de Diamante, y alguna otra de escasa importancia.

 

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Esta costumbre estaba muy generalizada entre los ingenios de aquella época, Rojas escribió, siguiéndola, las siguientes comedias: La Baltasara, El Catalán Serrallonga, También la afrenta es veneno y El monstruo de la fortuna y Lavandera de Nápoles en compañía de Vélez y de Coello; otra con el último título con Calderón y Montalván: El mejor amigo el muerto, con Calderón y Belmonte; El pleito que tuvo el diablo con el cura de Madridejos, con Vélez y Mira de Mescua; También tiene el sol menguante, con Vélez; El bandolero Solposto, con Cáncer y Rosete, y El Vaquero gran Señor y gran Tamborlán de Persia, con Villanueva y el maestro Roa.

 

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Ochoa, en su Tesoro del Teatro español.

 

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Discurso preliminar al tomo 14 de la Biblioteca de Autores españoles, que es el que contiene las comedias escogidas de Rojas, coleccionadas por el Sr. Mesonero Romanos: es un trabajo lleno de erudición y de atinadas observaciones, en el cual se hallan compendiados los juicios que acerca del poeta que nos ocupa han emitido Martínez de la Rosa, Gil de Zárate, Ochoa y Schack.

 

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Esta obra ha sido trasladada al teatro francés bajo su segundo título de El amo criado. Deben citarse además estas otras comedias de Rojas: Abre el ojo, D. Diego de noche, Lo que quería ver el Marqués de Villena, La hermosura y la desdicha, Primero es la honra que el gusto, Sin honra no hay amistad, etc.

 

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Hablando de los dramas de Rojas dice el Sr. Mesonero en su Discurso ya citado, que en la mayor parte de los argumentos renunció el poeta voluntariamente a la originalidad, porque todos o casi todos habían ya sido presentados en la escena por Lope, Guillén de Castro, Montalván, Mira de Mescua y Vélez: esta circunstancia conviene que se tenga muy presente al juzgar a los dramáticos que florecieron por estos tiempos. En No hay ser padre siendo rey y en El más impropio verdugo recuerda Rojas La piedad en la justicia, de Guillén de Castro; en Los bandos de Verona y en Los celos de Rodamonte, trata asuntos tratados ya por Lope; en Persiles y Segismunda siguió al pie de la letra la novela de Cervantes, y últimamente, en el mismo García del Castañar se ha observado que pudo tener a la vista El Comendador de Ocaña, de Lope; La Mujer de Peribáñez, de Montalván; El celoso prudente, de Tirso, y La Luna de la Sierra, de Vélez de Guevara.