1
«Lazarillo de Tormes, o la polisemia», en La novela picaresca y el punto de vista, Barcelona, Seix Barral, 1970, 19732 y 19823 (aparte reimpresiones). La última edición, en particular, contiene correcciones de algún relieve. Las traducciones inglesa (Cambridge University Press, 1984), italiana (Bolonia, Il Mulino, en prensa) y japonesa (por S. Yamazaki, en preparación), además de adiciones bibliográficas, contienen un apéndice, publicado también en castellano con el título de «Puntos de vista. Posdata a unos ensayos sobre la novela picaresca», en Edad de Oro, III (Universidad Autónoma de Madrid, 1984), págs. 227-240.
2
Madrid, Cátedra, 1987. Salvo en unos pocos párrafos, esa nueva edición anula la publicada primero en La novela picaresca española, I, Barcelona, 1967 (pero, en realidad, 1966), págs. IX-LXXVI, 5-80 (Clásicos Planeta, 12*), y luego, con sendos apéndices, como volumen independiente en la serie Hispánicos Planeta, 4 (Barcelona, 1976), y en los Clásicos Universales Planeta, 6 (Barcelona, 1980, y reimpresiones).
3
Francisco Ayala, Experiencia e invención, Madrid, 1960, pág. 151 (y cfr. 144-145).
4
A. Castro, «El Lazarillo de Tormes», en Hacia Cervantes, Madrid, 19602, pág. 136.
5
Albert
A. Sicroff, «Sobre el estilo del
Lazarillo de Tormes», en Nueva Revista de
Filología Hispánica, XI (1957), pág. 170. Creo, sin embargo, que el
prof. Sicroff, más que a la
falta material de una conclusión apropiada, se refiere a la
conciencia -del autor- «de no haber
realizado plenamente su proyecto literario»
(pág. 169); ni aun así me
atrevo a compartir su opinión.
6
F. Maldonado de Guevara, Interpretación del «Lazarillo de Tormes», Madrid, 1957, págs. 41 y 32.
7
No sé, con todo, que se haya reparado en que el pasaje inmediatamente aducido y su parejo en el tractado VII nos dan el «argumento», las causas eficiente y final -permítase el tecnicismo- del Lazarillo, y por ende iluminan singularmente su estructura.
8
Cito según la edición de Burgos, 1554, por Juan de Junta (reproducida en facsímile -junto a las impresiones de Amberes y Alcalá de Henares, del mismo año- por A. Pérez Gómez, con nota preliminar de E. Moreno Báez, Cieza, 1959); modernizo la grafía y, dado lo breve y bien conocido del texto, no indico la foliación.
9
Tomo la acuñación de un excelente artículo de Claudio Guillén, «La disposición temporal del Lazarillo de Tormes», en Hispanic Review, XXV (1957), pág. 268, y la juzgo muy afortunada, en tanto precisa un rasgo estilístico esencial, a la vez que muestra con qué disfraz tradicional se contrabandeaba una creación literaria muy nueva, una novela.
10
Las
simétricas referencias a «el
caso»
, al principio y al fin del Lazarillo, se
diría que deciden una respuesta afirmativa a las preguntas
de Claudio Guillén, págs. 269-270: «¿Conocería el amigo del
Arcipreste de San Salvador la indigna relación que con
éste tenía Lázaro? ... ¿Responde o no
la confesión final de Lázaro a una petición de
cuentas?»
. [Por más que Claudio Guillén no
identifica «el caso»
como tal
ni lo relaciona con la estructura del Lazarillo, se
comprende que la explicación ofrecida en su memorable
artículo (ahora reimpreso en El primer Siglo de
Oro, Barcelona, 1987) haya podido confundirse alguna vez con
la que yo presentaba en el trabajo aquí reproducido, porque,
por caminos harto distintos, nuestras respectivas conclusiones
vienen a confluir en más de un punto. Cfr.
La novela picaresca y el punto de vista, pág. 25, n.
21, y mis ediciones de 1976, pág. 93, y de 1980, págs. 94-95].