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Invectiva apologética

Por el Doctor Hernando Domínguez Camargo, natural de Santa Fe de Bogotá, del Nuevo Reino de Granada, en las Indias Occidentales: en apoyo de un romance suyo a la muerte de Cristo; y contra el émulo que quiso censurarlo apasionado.

Obra póstuma.

Pónese el mesmo romance de el Autor, y otro del Muy Reverendo Padre Maestro Fray Hortensio Feliz Palavesino, al mesmo intento.

Publícala Don Atanasio Amescua y Navarrete, muy estudioso de uno y otro ingenio. [308]
            

Al Licenciado Antonio Ruiz de Navarrete, Cura y Vicario de la Iglesia Parroquial de Iongovito en las Indias Occidentales

     Ofrezco a vuesa merced esa invectiva Apologética, gracioso parto, aunque póstumo, de un florido ingenio, que si vivo se granjeó algunos aplausos, difunto los solicita mayores a su abrigo y amparo; pues saliendo del encogimiento y retiro adonde le recató su modestia, anhela ambicioso en sus alas el dilatado teatro deste mundo y de el otro; pues a cualquiera bien entendido le lisonjeará el humor y picará el gusto.
Gonzalo de Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, cap. 11, lib. 2.

En el cap. 9 deste lib. 2 de mesmo Argote hallarás el privilegio deste honor y merced.

     Y ya que a los hijos naturales no se les concede la dicha de elegir Padres que acrediten su nobleza, los del entendimiento nacieron con mejor estrella y mayor fortuna. Crecida ha sido la de este huérfano; pues se ve prohijado, a instancias de su propia elección, de la generosidad u nobleza de vuesa merced. Bien sabida es ella en todo el mundo, donde la han dado ha conocer los Navarretes de Baeza, de donde vuesa merced trae su ilustre prosapia. Y para que la información fuese más legal, juntó los dos apellidos de Ruiz y Navarrete. Pues de Pero Ruiz (palabras son de Gonzalo Ruiz Argote de Molina, en su nobleza de Andalucía) se precian, por escrituras auténticas, descender los Navarretes. Están en el arco viejo sus armas, que son la Cruz de veros azules y de plata en campo rojo, con orla de ocho chapas de oro, en el mismo color. Siendo uno de los treinta y tres Caballeros a quien el Rey don Alonso el Sabio en la Era de 1307 dejó en el presidio del Alcázar de Baeza, para guarda y defensa de aquella Ciudad; a los cuales dio el heredamiento de las tierras de Larafe y la torre de Gil de Olit. [309]
Mira ese dileto en el mesmo Autor, cap. 202, del lib. 2.

Casiod., lib. 3, varia. Epist. 6.



Casiod. d. loc.

     No sólo ennoblecieron su Patria casando sus descendientes con lo más ilustre de aquella Ciudad, aún del Reino; pero por repetidos siglos en gobiernos en armas, letras y virtudes, ilustraron, no sólo a España y a Europa, mas a todo el mundo. A esta nobilísima Posteridad se ajustan muy bien las palabras de el Rey. Teodorico hablando de la sangre de los Decios: Qui tot annis continuis simul splendor claritate virtutis. Et quam vis rara sit gloria, non agnoscit in tam longo stemate variata. Sæculis suis producit nobilis vena primarios: nescit inde aliquid nasci mediocre: tot probati, quot genit: et quid difficile provenit electa frequentia. Ninguno descaece de la grandeza de sus pasados, antes con sus proezas y memorables hechos acreditan mejor sus blasones y engrandecen más el timbre de su sangre: esforzándose cada uno a merecer por si propio nuevos lustres a su casa; por dejarles más patrimonio de hazañas a sus descendientes, que ellos heredaron de sus abuelos: Qui quamvis fulgeant communione meritorum, invenies tamen quem possis laudare de propiis. Adelantó el mesmo Teodorico. �Quién le quitó esta gloria en las armas al Maese de Campo Alonso Navarrete, Caballero del Hábito de Santiago, y Alcaide del Castillo de Porcuna, cuando militó en las banderas de el Emperador Carlos Quinto, y sirvió después al Rey Felipe Segundo, en la memorable jornada de S. Quintín, donde solos ochocientos hombres desbarató doce banderas de Infantería del Francés, y un crecido número de Caballería? En lo supremo de el gobierno, �quién le negará este honor al Capitán Baltasar Navarrete, Gobernador en el Reino de Nápoles del Estado de la Reina de Polonia? Por las letras �quién a Don García Navarrete, Colegial y Catedrático de Prima de Leyes en el Colegio de Sevilla; y al Licenciado Gaspar Navarrete, Oidor de la Chancillería Real de Granada?









Casiod. 3, variar. Epist. 5.
     Y aunque vuesa merced no tuviera tanto heroico ascendiente, que le ennobleciera ilustre, sus oficios y puestos le sacaran gloriosamente deste empeño. Pues en la [310] Ciudad de Almaguer, cuando se le reía más la fortuna y sus venas de oro se desangraban generosas y enriquecían a todo el mundo; fue Regidor y Alguacil mayor propietario suyo, y después Alcalde Mayor de sus opulentas minas, que si el oro acreditó su suelo de rico, vuesa merced por hijo, y parto suyo, añadió los últimos quilates de nobleza a su patria. Y habiendo sujetado la cerviz, y dado las manos a los dulces lazos de Himeneo en la Ciudad de Buga, fue alcalde Ordinario suyo, con aprobación y aplauso de todos; pero avecindado en la Ciudad de Pasto, no sólo fue Fiel Ejecutor y Regidor della; pero Teniente de Gobernador, Justicia Mayor y Corregidor de los naturales. Bien ceñido le viene a vuesa merced lo que de un nobilísimo Patricio dijo Casiodoro: Eligitur quippe in te nascendi laus, vivendi gloria, et cum multa trahas ab antiquis, miruiste placere de propiis.








1 Petr., cap. 2, 9.

Isai., cap. 49, 6.

Act. 13, v. 45.

     Y cuando vuesa merced en el siglo iba subiendo a pasos tan apresurados en la primavera de su edad; viendo cortada en flor la vida de su querida esposa, por las manos violentas de la muerte, dio de mano a sus oficios y pompas, y se ordenó de Sacerdote: mas en breve se vio Pastor de más puro rebaño; pues en concurso de otros muchos, fue elegido por Cura y Vicario de Iongovito en la jurisdicción de Pasto; porque se conociese que su aventajado talento de vuesa merced no sólo había sido para lo político y humano; pero para lo espiritual y supremo de las almas: y por el mesmo caso que se consagró a Dios y renunció gobiernos de la tierra, le remuneró en su Iglesia, con potestad tan suprema de franquear los Cielos, y cerrar los abismos, alcanzando su jurisdicción a tan distantes extremos; dando vuesa merced a su nobleza esmalte tan excelente; que su Padre San Pedro le acredita con el preeminente honor y renombre de la mayor Majestad de la tierra: Vos autem genus electum, regale Sacerdotium, gens sancta, populus acquisitionis. Para que comunique la luz de su doctrina, y enseñanza a estos bárbaros y primerizos Cristianos deste nuevo mundo: Ecce dedite in lucem gentium, ut sis salus mea, usque ad extremum terræ. Como [311] lo tenía prometido Dios por Isaías; y se cumplió, y cumple a la letra de vuesa merced y otros Ministros Evangélicos, como explicó San Pablo a los Indios, que embarazaban la predicación del Evangelio a los gentiles.
     Y aunque esta Invectiva Apologética no hubiera tenido tan buen gusto, de irse por su propia elección al abrigo de vuesa merced yo mesmo se lo solicitara; no sólo por lo que a vuesa merced estimo; pero principalmente por tocarme tanto en el parentesco y sangre, con harto honor mío y obra, que había llegado a mis manos y era de mi genio, no se había de valer de otras cosas, como de otra sombra, que la de vuesa merced pues me faltara a mí mesmo, si faltara a este reconocimiento y a lo que debo a los muchos beneficios que tengo recibidos de su amor y generosidad.
     Divierta vuesa merced con este florido e ingenioso juguete esas soledades a que le ató su obligación, mientras yo con asunto más serio, desempeño segunda vez mi afecto, que como hijo, que me toca, le acariciara más amoroso; pues la fuerza de la sangre no dudo solicite más tiernamente la voluntad, y arrastre más gustosamente el cariño. Tarea es esta de un eclesiástico y pastor como vuesa merced que en el redil y abundosas vegas de la Iglesia recogen y apacientan estas nuevas ovejas, que de los incultos campos de la gentilidad redujo el celo católico: con que es fuerza mire con buenos ojos este póstumo suyo, pues son ambos de una mesma profesión. Y si esto pide su orfandad de las piadosas entrañas de vuesa merced Estoy cierto, que a ambos nos sacará gloriosamente del empeño, lo ilustre de su generosidad, y noble de su persona, que prospere el cielo, con las dichas y ascensos, que merecen sus relevantes prendas, etc.
 
B. L. M. de vuesa merced S. M. S. y M. A. P.
Don Atanasio Amescua y Navarrete. [312]
 

Al curioso que leyere

     Aunque es verdadera la común y ordinaria sentencia de Horacio: Omne tullit punctum, qui miscuit utile dulci; pues no solamente el Escritor ha de solicitar útil el afecto, y aún rendir la voluntad: Lectorem delectando partiterque monendo. Pero ya que no se pueda siempre todo, no le falta su punto de virtuoso, a quien sin dañar las costumbres, trata de desahogar el corazón y divertir sólo el ingenio; y más cuando no se tira a ventana señalada, ni naufraga por conocido la fama de alguno en particular entre las chanzas y burlas. Pues ni la rosa, el clavel, ni la azucena perdieron de su cultura y estima, porque su pompa se cifrase toda en hojas y colores, sin que llegase al colmo sazonado del fruto; ni porque sola enamorase a los ojos, solicitase al olfato, sin que picase ambiciosa a lo delicado del gusto.
     Deste género de escritos, es el que ofrezco al discreto lector en esta invectiva Apologética; pues sin tocar en las costumbres, ni depravar la voluntad, divierte entendido e ingenioso su Autor; que no se puede negar, sino que estaba de buen humor, cuando hizo este juguete. Tampoco llega a ser contra el crédito de otro; pues aunque mormura discreto y zahiere con mil sales al que hizo el romance de Cristo en la Cruz, que comenta y sobre que discurre, al parecer, sentido; pero no señala quien sea su Autor, y serían muy pocos a cuya noticia llegase su conocimiento; y de su modestia me persuado, que a raros lo comunicaría su buen gusto. Ni después de muerto pasó por muchos ojos; pues puedo asegurar, que de la mano, a quien hizo heredero de sus papeles, llegó a [313] la mía; y por no defraudar a los curiosos de tan ingenioso divertimiento, le doy a la estampa y al teatro de los entendidos.
     Demás, que el romance publica lo culto del numen, y lo galante del ingenio de el poeta que lo hizo; y por esta parte, mas llega a ser gloria, que ignominia suya; pues ningún entendido que le lea negará esta verdad; pero también confesará conmigo cuán en los ápices repara una grande capacidad, cuando alguno pagado de su vena, con el calor de la edad le provoca arrestado: y a mi entender, si advirtiera después el poeta más reportado y menos fogoso tan valiente impulso, no quisiera haberse puesto en la liza a competirle las lanzas. Y no es el primero que con picantes y donaire procura desagraviarse de quien (aunque entendido y sabio) pretendió tocarle en lo sagrado del numen, profanándole sus versos. Valiente ejemplar tiene en don Luis de Góngora a (a quien bebió su levantado espíritu, y imitó en lo descabellado de sus números) que con sus sales y picantes salpicó a no pocos que ofendieron a las divinas aras de su ingenio y al retiro sagrado de su culto. Y donde mejor explica su sentimiento es en dos Sonetos, el uno que comienza:
 



D. Luis de Gong.
             Es el Orfeo del Señor D. Juan           
     El otro,
Anacreonte Español, no hay quien os tope.
 
Adonde pica y se hiere donairoso a dos grandes ingenios de España, porque le calumniaron su estilo, y motejaron de escuros sus versos. Leelos y verás cuán bien le imita nuestro poeta em defenderse y en no dejarse ajar del émulo, que mal satisfecho o malicioso calumnia.
     Y porque puede ser, que a la primera vista algún ingenio escrupuloso, o por mejor decir, pasajero o antojadizo, repare en las chanzas y donaires [314] con que nuestro comentador apoda los tormentos y pasos del Calvario; y severo censor le condene a que deben ser notados muchos, y aún borrados no pocos de los apodos, con que se burla de la pintura del poeta; quisiera que no se precipitase celoso y condenase arrestado, sino que advirtiese que el autor, como muy pío y católico, venera reverente al original de Cristo paciente y doloroso; como a cada paso lo nota en el discurso desta invectiva: sólo apoda y censura la mala copia del romance, que a su entender, con mil borrones, e imperfecciones desfigura más que retrata aquella bella, aunque dolorosa imagen del crucificado. Como tampoco debía ser censurado un valiente pintor, si pusiera faltas en un trasunto de un aprendiz, que trocando las sombras en luces y descompasando las líneas, pintase un monstruo en lugar de un Cristo crucificado: y si hiciera mofa desta copia, si apodera donairoso estre trasunto, no dijéramos, que hacía burla de Cristo y sus tormentos (que es el verdadero original) sino del mal pincel que le retrató irrisivo. No necesita de aplicación la imagen, cuando corre tan paralelas líneas.
     Si tienes, lector amigo, ingenio y buen gusto, juzgo que no reprobarás el que he tenido, en ofrecerte este Comento, tan lleno de donaires a tu divertimiento. Confiésote que siempre he venerado, y aplaudido el genio del Autor: y por adquirirle más aficionados, le ofrezco a los ojos de muchos, que si no le miran con el achaque de desganados, recavará aplausos su lindo humor, y agradecimientos mi cuidado.
 
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Romance a la Pasión de Cristo

por el Doctor Hernando Domínguez Camargo, a imitación de otro del muy Reverendo Padre Maestro Fray Hortensio Feliz Paravisino, Predicador de las Majestades de Filipo Tercero el piadoso y Filipo Cuarto el Grande.

 
     ArribaAbajoEn dos cruzados maderos,
          nudosos monstruos del bosque
          que aun para leños son rudos,
          si para troncos disformes,
     Con más heridas que miembros, 5
          vinculado miro a un hombre,
          víctima que pensil muere,
          porque vivan Absalones.
     Sierpes de rubí se arrastran
          por la lluvia de aquel monte, 10
          benjamines, que si nacen,
          es porque matan atroces,
          atricidas, que revientan,
          porque la piel los aborte,
          y en la vaina de las venas 15
          son palpitantes estoques.
     Racimo en mostos bañado
          blandido el vástago enorme,
          hueso a hueso, y nervio a nervio
          descoyuntado lo expone. 20
     Insensible se estremece [315]
          a tanto tormento el roble,
          no más que su afinidad,
          que contrajo en los dolores.
     Muchas blasfemias le vibran 25
          del vulgo las irrisiones,
          sin que su inocencia muda
          por sus agravios abogue.
     Oídos sus muchas llagas
          le vocean cuantos oyen, 30
          y el hidrópico de injurias
          ecos le consagra dobles.
     Bárbara impiedad [...]
          Diadema, Clavos y Mote,
          que afrentado lo lastimen, 35
          que atormentado lo mofen.
     Rayo inmundo las salivas,
          en sus hermosas facciones
          vibra más en la más bella
          desgarrados deshonores. 40
     En el campo de su carne,
          los azotes, los cambrones, [316]
          púrpura vid se desatan,
          que mucha hermosura estorbe.
     Las que encadenó zafiro, 45
          selladas gotas se encogen,
          preñados racimos son,
          que vindimiaron sayones.
     En las bien surcadas piele
          porque hondas orillas logren, 50
          por entre rocas de huesos
          torrentes purpúreos corren.
     Feo hermosamente el rostro,
          a pesar de los rigores,
          derrotada beldad nada 55
          en náufragas perfecciones.
     �Qué Sol vivió aquellos miembros!
          que aun entre cenizas torpes,
          con ser tan grande el Ocaso,
          le están latiendo candores. 60
     Mal se doctrinan los clavos,
          porque opriman y no corten
          manos, que trastornan Cielos,
          pies, que huellan esplendores.
     Ejes de este Cielo ceden, 65
          y es forzoso que se agobien;
          que manos que cargan mundos,
          doblan Atlantes de bronce.
     Cuatro rosas desanudan
          de los clavos los botones; 70
          para que en manos y pies
          caliente carmín se deshojen.
     El peso le da a las manos
          roturas que desabrochen,
          para que en los pies el clavo 75
          rugosos clavos le doble.
     Espinoso laberinto,
          la cruda diadema impone,
          duro yugo a la melena,
          Zodiaco de escorpiones. 80
     Nilo es dorado el Cabello,
          porque en rojos marañones
          las avenidas de sangre
          crecientes de oro arrebole
     Greñas en la espalda ondean 85
          de oro y carmín chamelote
          crenchas en el rostro baten
     Su de sangre, y luz tornasoles.
          descabellado enredo
          en dubias inundaciones, 90
          si hace el oro que se anegue,
          hace el carmín que se ahogue.
     Anegados en su sangre
          de los ojos los faroles,
          entre el golfo del cabello, 95
          ya aparecen, ya se esconden.
     Crece el piélago sus iras,
          y en sus últimos angores,
          en rocas de bermellón
          hace, que su luz zozobre. 100
     Lirio destroncado el labio,
          que clavel ardió en rubores,
          nácar fue de blancos dientes,
          ayer perlas, hoy carbones.
     Cuna arrulló de rubí 105
          todo el Sur en netos orbes,
          ya sepulcro de ceniza
          hace que en sombras reposen.
     La barba partida enredan
          torzales de nácar, donde 110
          carámbanos de coral
          los cuajados nudos formen.
     Al cadáver de la lengua
          entre cárdenos terrones,
          poca hiel y mucha sangre 115
          el túmulo le componen.
     Elevado el paladar
          es escollo donde topen
          en la canal del aliento
          en hilos que se derroten. 120
     Rosada mejilla estraga
          de acerada mano el golpe; [317]
          menos crudo sea el arado,
          cuando los claveles tronche.
     Como el piélago en la orilla 125
          blancos lame caracoles,
          como al lilio en los vergeles
          le están peinando los Nortes.
     Lágrimas y sangre inundan
          cruentamente salobres, 130
          en la nariz, la eminencia
          de una descollada torre.
     Una Mujer a su lado,
          a tanto mar roca inmoble,
          al piélago de tormentos, 135
          yunque inflexible se expone.
     Madre la dijo afligida
          de aquel Hijo que socorre,
          con beberle esponja viva
          de sus ansias las mayores. 140
     En su vista arden las almas,
          en su dolor tan conformes,
          que se engazan en sus penas
          yedras los dos corazones.
     Ecos se alternan, y rocas, 145
          en quien quiebra, en quien responde
          una alma sola en los pechos,
          mucho amor en pocas voces.
     En la vista bebe aquel
          de aquesta las aflicciones, 150
          y en los párpados se brindan
          de mucha hiel amargores.
     Inerme el rigor jubile
          en su carcaj los arpones;
          pues linces dardos le tiran 155
          amorosamente atroces.
     El siniestro lado ocupa
          Ave Real, aquel Joven,
          que reinó con sus pestañas
          átomos a sus fulgores. 160
     Heliotropio es de aquel Sol,
          que aunque el carmín lo arreboce,
          legítimas simpatías
          de sentimientos acordes.
     Este Mirasol de pluma, 165
          o esta Águila de flores,
          que con hojas siguió luces,
          que con ojos miró Soles.
     Ave, en la herida del pecho
          rayos de sangre conoce, 170
          flor del abierto costado
          rocíos de agua recoge.
     Un delito a dos mancebos
          fija a dos troncos uniformes,
          de quien en coros alternos 175
          glorias atiende y baldones.
     Bebe tósigos el uno,
          si el otro antídotos coge;
          que tan nuevo centro hizo
          antípodas dos Ladrones. 180
     Bastarda araña es aquel,
          si es abeja aqueste noble,
          que del jugo de una rosa
          miel y venenos componen.
     Porosa imán una esponja 185
          quiere que su labio agote
          tanta hiel, quien ya la tuvo
          de acibarosos licores.
     Liba hiel, quien ya la tuvo
          para vibrar el azote; 190
          no la bebe, que rehuye
          letargos a sus dolores.
     Esto se ha acabado (dijo)
          en corpulentos clamores,
          y el período vital 195
          punto la muerte le pone.
     De los Cielos las Esferas
          ruedas son de ebrios relojes,
          que en sus ruedas desvanece
          Corifeo el primer moble. 200
     Por despeñarse a su fin,
          el freno furioso coge, [318]
          pues la virtud, que lo impele,
          dándole está remezones.
     A su volumen cerúleo 205
          un pavoroso desorden
          violentamente arrancó
          de sus dos ejes conformes.
     De su encaje se desatan,
          y con excéntricos topes 210
          se descaminan sus vueltas
          al precipicio discordes.
     Desanudados sus globos
          de sus diamantinos gonces,
          hacen, que en giros opuestos 215
          unos en otros se rocen.
     Al rubio fanal del Cielo,
          que Mariposa a Faetonte
          ardió golosa de luces,
          diole un soplo y apagole. 220
     Globo lleno el de la Luna,
          descarnado de arreboles,
          esqueleto es de los Astros
          en que se arguyen feroces.
     Gotas de ese mar de luz 225
          les enjugó resplandores
          a las Estrellas, que son
          de lo que fueron borrones.
     Ciego al Cielo Polifemo
          le niega instituciones 230
          Argos que acedó sus ojos,
          con nocturnos alcoholes.
     Pavón de zafiro el Cielo
          cerúleas ruedas depone,
          que hace agitada la tierra, 235
          que Astros su polvo le borre.
     Caducos riscos se mueven,
          tan ágiles, tan veloces,
          como si arterias tuvieran
          con espíritu de azogue. 240
     Golfo la tierra parece,
          que en confusos Horizontes
          los olajes de collados
          se están alternando choques.
     El velo, que le oyó a Judas 245
          las mal pagadas traiciones,
          rotas, como él las entrañas,
          el aire puebla de horrores.
     Tejido Jordán se rasga,
          y en las orillas que rompe, 250
          maretas de lino agita,
          que arca a Cristo reconoce.
     Absalón de lino pende
          roto el pecho, porque el bote
          de la lanza, que hirió a Cristo, 255
          le está desgarrando broches.
     En su caos los elementos
          confusos se desconocen,
          y en una pella se enredan
          leve y grave, luz y noche. 260
     Lenguada llama, ancho yerro
          en la muerta antorcha entonces
          pavesas de rubí apura,
          cenizas de agua descoge.
     Ambiguos raudales bebe 265
          aquella luz de dos cortes,
          y embriagada de agua y sangre
          derrama lo que no sorbe.
     Intimándole a los clavos,
          que los huesos le perdonen, 270
          como a Cordero la Ley
          da regalías que goce.
     De sus carnes se revisten
          almas de muchos Varones,
          que a sus substancias las urnas 275
          químicos fueron crisoles.
     Pío afecto dio al cadáver,
          porque tres Soles lo alojen,
          túmulo Virgen, que anime,
          plebeyo mármol que informe. 280 [319
 
 
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Romance al mesmo intento

del Muy Reverendo Padre Maestro Fray Hortensio Feliz Paravisino
 
     ArribaAbajoDe aquella montaña al ceño
          fatigados tornasoles,
          bermejea un bulto verde,
          misterios encierra el bosque.
     Un hombre descubro a un tronco, 5
          que en aquella encina o roble,
          cuanto él de las ramas pende,
          tanto de la sangre corre.
     Quiero llegarme más cerca,
          que de inhumanos cambrones 10
          bárbara diadema tejen,
          que le hiera y le deshonre.
     Cuatro penetrantes llaves
          (que todo cuanto abren rompen)
          del humano mármol sueltan 15
          fuentes de coral veloces.
     En pies y manos el peso
          roturas fabrica enormes,
          dando a las fuentes y a mares,
          estrechos anchos que logren. 20
     De los juncos a los clavos
          no hay parte, que no coloren,
          rubís, que heridas desatan,
          zafir que restrañan golpes.
     Entre cinco mil agravios, 25
          dura tempestad de azotes,
          si bermejas lluvias vierte,
          sangrientas ramblas dispone.
     Marfil los huesos ostentan,
          que al Elefante más noble, 30
          en purpúrea hermosa vida,
          violaron limpios ardores.
     Rizo entre la escama alada
          le atiende dragón disforme,
          �qué será ver la ruina 35
          triunfante sepulcro entonces?
     Como un cordero padece,
          él es Varón de dolores,
          sin que el saber tantos males,
          para el buscarlos le estorbe. 40
     �Sobre la diestra mejilla
          mano ajena le conoce
          brazo infame en un rendido
          fuiste a sellar sin razones?
     Qué mal el sudor le enjuga 45
          de las blasfemias atroces
          el rocío, en que no el alba
          se rió, sino la noche.
     �Cuán hermoso ser debía!
          pues entre tantos rigores, 50
          si no defienden, acuerdan
          su belleza las facciones.
     A una mujer se parece,
          que junto al árbol biforme
          constantemente afligida 55
          llama tiernas atenciones. [320]
     �Hijo debe ser suyo,
          valiente mujer responde,
          si por la boca cuidados
          se mandan tan superiores? 60
     El alma en los ojos late
          intercadentes pasiones,
          sin parecer, que en el pecho
          más que suspiros informe.
     �Oh cómo para el dolor 65
          todos sobran los sayones!
          que entre sí los dos amantes
          se los inventan mayores.
     �Él desde la Cruz la mira,
          ella al pie le corresponde 70
          a tan ardientes reflejos,
          que nieves obstinó monte!
     Ya Soles, ya espejos arden,
          y dulcemente feroces
          vuelven al rostro los ecos 75
          a rasgar los corazones.
     Unos en otros deslizan
          los rayos a hacer el golpe,
          y en todos ellos cruel
          más que ciego, amor se esconde. 80
     Que de animadas centellas
          olvida al fuego a que arroje,
          si bien ninguna se pierde.
          cuando las demás sobren.
     Pedazos de alma sangrientos 85
          son, que llueven ambos Soles,
          y Madre de rojas perlas
          el labio nácar las coge.
     Roca así de bermellón,
          sino derrumba colores, 90
          liquida el golpe del agua
          resplandecientes tersones.
     Despedirse el hijo muestra,
          dirigiendo en las razones
          a la Madre, no palabras 95
          aceros si de dos cortes.
     Mal escuchó la encomienda
          a un bello y modesto Joven,
          que al otro lado del Leño
          vivo imán se bebe el Norte. 100
     Es Ave Real, que obediente,
          vista y pluma al Sol opone,
          y si no se agota luces,
          rayos le cuenta menores.
     Nido le halagó su cerco 105
          en mullida luz, durmiose,
          con qué perspicaces sueños
          el Sol adentro descoge.
     Otros dos mancebos hace
          el suplicio vil conformes, 110
          si bien el uno blasfemias,
          ruegos el otro interpone.
     Que le acuerde de él le dice,
          cuando en su Reino se goce,
          y él envuelve la promesa 115
          mas que esperanzas, favores.
     Mejor habladas que Abel
          levanta su sangre voces,
          pues insta a un Padre, que nombra,
          hermanos tanto perdone. 120
     Bien, �qué a su Dios le pregunta,
          entre quejosos clamores,
          porque le ha desamparado?
          �ay voz, cuánta enigma escondes!
     Cran sed confiesa el paciente, 125
          cuando en acervos licores,
          ebria esponja al seco labio
          ministro vil le socorre.
     Gravemente piadoso
          le ofrece el brebaje torpe; 130
          y él piadosamente grave,
          si no se bebió, gustole.
     Todo está acabado, dijo
          en tan alentadas voces,
          que a su desmayo la muerte 135
          las admiró disconformes. [321]
     Ya el Padre encomienda el alma,
          ya en los ojos se conoce
          dura quietud, que en su hielo
          resigna los resplandores. 140
     Ya lánguido mortalmente
          a tales contradicciones
          cede, y la cabeza inclina,
          la luz del mundo acabose.
     Espira mirando el suelo, 145
          en quebrados resplandores;
          señal, que aún no le enojaron
          tan dolorosos baldones.
     �Ya muere, ya, aunque se impidan
          al matarlo los baldones; 150
          ya espiró? Sí, �sí estarán
          contentos los ofensores?
     No estarán, que indignamente
          se aparta el vulgo en facciones,
          y no hay uno, que se duela, 155
          cuando hay tantos que le mofen.
     La gloria de Redentor
          le dicen, que no se arrogue;
          y pues dio vidas a otros,
          que alguna para sí tome. 160
     Que descienda si es su Rey,
          a que su Fe le corone,
          y tan ilustre paciencia
          obscuramente revoque.
     �Ah canalla! Su inocencia 165
          prestan vuestros fervores,
          que no merecen las culpas
          tan locas indignaciones.
     �Qué pretende este tumulto?
          �qué intentan estos rumores? 170
          �injurias, aún no escampáis?
          lloved, como halléis adonde.
     Quebrando están dos verdugos
          las piernas a los ladrones,
          segur villana, en un muerto 175
          el odio inútil no encones.
     �Adónde va aquel soldado,
          que al ristre la lanza pone?
          Mas �ay! que al blanco sangriento
          fue desapiadado el bote. 180
     �Qué puerta le abrió en el pecho!
          a que la vida se asome,
          y a dos brazos de agua y sangre
          de muerto mar les de nombre.
     �En lucha amiga, y tan fiel, 185
          se precipitan conformes,
          que si las ondas se mezclan,
          se respetan los colores?
     Mas �qué novedad es esta?
          �qué importunas impresiones? 190
          los fuegos del cielo apagan
          en uno y otro horizonte.
     Las sombras extiende el aire,
          y en ellas lutos descoge,
          y al túmulo pavoroso 195
          alto obscuridad compone.
     Húrtase a la vista el día,
          sucediéndole temores,
          con que la noche asegura
          litigiosas posesiones. 200
     La cabellera flamante
          tras la corona depone
          el Sol, y en pardas cenizas
          dispensa los arreboles.
     Tierna entre el susto la Luna 205
          eclipse violento escoge,
          y en colusión de la tierra,
          renuncia sustituciones.
     Sintiéronse las Estrellas
          de sus brillantes candores 210
          desnudar y al duro imperio,
          la más crespa asistió dócil.
     Retirado el Sol ateza
          el mundo nuevo Etiope,
          que en este segundo caos, 215
          el primero reconoce. [322]
     �Válgame Dios, y qué estruendo!
          parece que el primer moble
          se viene al suelo arrastrando
          la turba de esotros Orbes. 220
     Si enfaiseados (94) los ejes,
          en cuyos eternos bronces
          se mueren tantas firmezas,
          se afirman tantos temblores.
     Algo se ha desencajado, 225
          que el crujido sordo se oye,
          como que de las Esferas
          los movimientos se topen.
     Azudas de cristal grandes
          son, que cuando no se rocen, 230
          rechinan desapacibles
          entre el músico desorden.
     Duramente agradecida
          rimbomba en acentos dobles
          la tierra, que hasta su centro 235
          estremecida se encoje.
     Respira en los monumentos,
          y rompiendo obligaciones
          de mármol, compele muchos,
          a que el depósito arrojen. 240
     Al aire usurpan espacios
          las exhaladas visiones,
          de ya vivientes fantasmas,
          de ya animados horrores.
     Las piedras que se hallan libres, 245
          averiguando traiciones,
          se quebrantan, o se encuentran,
          inquiriendo los Autores.
     �Qué despechados se afligen,
          cuando obstinados no lloren, 250
          verdaderamente Hijo
          era de Dios este Hombre! [323]



Dedicatoria al Alférez Alonso de Palma Nieto

     Este pretérito con contera del verbo do das, que se trae en gratis dato todas las dedicatorias, quiere decir dedi, di: porque a vuesa merced le di en el busilis y al poeta en el chispite, y a entrambos se les di entre ceja y ceja. El busilis de vuesa merced era asombrarme con el romance, como si yo fuera tordo, nacido en los desiertos y no en los campanarios. Y el chispite del poeta, era rempujar más allá lo dicho en otros dos romances, al mismo intento, como si no fueran para mí las dos columnas poéticas de Alcides; y para el poeta el silla, y Caribdis, donde naufragó su chalupa. Y haberles dado este punto a entrambos, es haberles dado entre ceja y ceja a la emulación cejijunta en los ajenos aciertos; y este es el dedi de mi dedicatoria, con perdón de la contera, que sé que a no a que la coman, sino a que la meen los perros: y tómese de este orín muy en hora buena, que no saltarán dedicatorias mohosas en los libros impresos a quienes venga de molde. Dedico en fin a vuesa merced el romance que me envió, que es volverle en pelotazo la pelota: porque me la sacó tan preñada de viento, que la juzgué vejiga con consonantes en el aire; y yo que conocí en los aires que estos eran [324] ruidos y no nueces, traté de contarle las chazas, y anotarle las faltas, por si en ellas les hallase las quince de corto, y hallé por mi cuenta, que ni tiene chanza que no sea digna de nota, ni nota que no sea de alguna falta, ni falta que no sea para rechazada; ni quinces que no se pasen a miles. Quererlas contar todas fuera meterme a guarismo, y agotarme de números, siendo ellas tan sin número que son cuento de cuentos. Busqué en el romance a Cristo y halleme con el Anticristo de las puertas adentro de mis ojos (que no todos los ojos tienen antepuertas como los míos): quejeme de vuesa merced que me convidó con la carne de doncella monja, y me escondió en ella el anzuelo de fraile: si no lo he tratado bien, nadie me lo tendrá a mal; que no es el Anticristo persona con quien come migas en un romance, una pluma católica. Persuádome (aunque vuesa merced no me dice el mal-hechor) que se engendró este romance entre velo y capilla, porque él me ha parecido monja con barbas, y fraile con afeites. Hipocentauro compuesto de delitos poéticos y hermafrodito de hipérboles que son delitos, y delitos hipérboles. Él me pareció tan malo que no pude decir bien de él. Sin hacerme más malo que él. No conozco a su autor, pero po no errar, como en Atenas se erigieron Aras al ignoto Deo, se las levanto yo al ignoto Diábolo, y no le levanto testimonio, si fueran cadahalsos. Siempre vuesa merced amparó mis versos no quisiera que ahora se enfadara de que gasto tanta prosa: vuesa merced y yo somos siempre amigos en verso y en prosa, defiéndame por su vida, no de los maldicientes, sino de el mismo romance, porque sólo él es el que dice mal por todos; y para todos los que quieren decir mal de él, que yo digo bien en decir mal de lo malo. No lo albergue vuesa merced en su Aprobación, sin llevar contra yerba, que no alberga la palma basiliscos en versos, ni versos basiliscos; y pues es palma de los poetas, a quienes se la lleva, si no le dan como yo: [325] haga sombra benigna a esta mi defensa apologética, en que trae Apolo un palmo de geta, porque viene haciendo hocico a la fealdad monstruosa de el Anticristo, y quiere desagraviar a Cristo muerto, a manos de malos romances, como a manos de malos pecados; pues todo el romance es un pecado en asonantes, cristicida sacrílego, que es lo mismo que Anticristo poético. Léame vuesa merced en la chorrera, salmodio cristalinamente sonoro, adonde vuesa merced como David español canta estrofas sagradas a Dios en su Santo Juan de Dios; y comunique mis verdades claras con claridad de sus aguas, y verá que es tan fácil como beberse un jarro de agua el conocerlas. Si no las hallare limpias, amo tendrá el agua en su chorrera y amo el jabón en su censura, dele como a ropa de Marica a ella un jabón, y a mi me de otro jabón, que con eso, si ellas se van carilimpias de mis manos, de las de vuesa merced saldrán carilavadas. No las permita a otros ojos, que yo no quiero ojos de jabón, que me den otros; y ojos por ojos, hartos me tengo yo, sin que me den más. Bástanme cuatro limpios como el cristal. Vuesa merced en su defensa ponga un ojo a la margen, y remítalos a que me prueben la calumnia, que si es papel, y por escrito, será otro tanto oro, porque me hallaran para defenderme, lleno de letras hasta los ojos. Dele Dios a vuesa merced vida, y a mí salud, para que me envíe muchos romances, en que yo divierta la soledad de estos desiertos.

Tumerque, 2 de mayo de 1652. [326]



Lucifer en romance de romance en tinieblas, paje de hacha de una noche culta, y se hace prólogo luciente, o proemio rutilante, o babadero corusco, o delantal luminoso, este primer razonamiento al lector

     Letor anónimo, que es letor sin nombre (no te escandalice el vocablo) ni te parezca el epíteto pulla, que más te quiero sólo, que mal acompañado de epítetos ruines. Y aún queriéndote a solas, y solo, no sé si te ha de dejar leerme el Fénix, que piensa no solamente que es el solo del mundo, sino que él es solo en el mundo; y le parece que le quito a él lo que te digo a ti; y como si [327] quitara de las piedras por [...] él, te enterrará vivo en las Soledades de Góngora, que es como en la Sima de Cabra. Si te llamo letor amigo, me arañarán las busconas que piensan que para ellas solas han hecho a todos los amigos del mundo. Si te digo letor mío, te parecerá que te hecho el gato a las barbas. Si te invoco pío, me responderán los pollos. Si letor cándido, se me enojará la nieve. Si benigno, me desterrará del mundo la benignidad de los príncipes. Si halagüeño, me comerán los perros. Si letor con ojos, porque sin ellos no serás letor legítimo, me sacará los ojos el Pabón. Si letor con manos, porque me tengas en las tuyas y no me pongas en atril, como libro de canto, me comerán los valientes, que son todos manos. Si letor sabio, se enojarán las barbas de los Letrados, que tienen pelos doctos y cubillas graduadas. Si letor discreto, es meterte en baraja con los frailes de la Orden, que tienen discretos por elección, y no por naturaleza. Si letor Cristiano, es mentira, porque te hará desbautizar este Anticristo; y será letor anti-cristiano. Si letor bautizado, es tratarte como a vino de taberna. Si letor urbano, es darte que hacer con las pontificiales, que te hundirán a gritos. Si letor con lengua, porque me puedas pronunciar, es meterte a pleitear con los que andan con la lengua de un palmo, como perros con sed, por decir mal desta obra. Si letor a secas, es tratarte como a pan mascado en día de ayuno. Si letor no más, es dejarte como a Pedro por demás: conténtate con tu Aimonio, mutatis mutandis y la A en D, dice el maldito, es mejor compañía de Demonio crepúsculo, y en sin duda, que de culto legítimo de la noche. Y para mi traer, mejor es traer Diablo ambiguo, que crítico hermafrodita de latín y romance. Ya no dirás que no te he dado maldito aquel epíteto, pues te doy el epíteto de el maldito: a Dios, y ventura, llámote letor entendido [328] (porque es ventura hallar un letor entendido) ya di contigo, y no se te de nada de los cultos, que ellos no son entendidos, ni por activa ni por pasiva, ni en tiempo, ni por tiempo ninguno, sino que son como el infierno, eternidad de tinieblas (que es nudo ciego de los tiempos) ni pienses que no es todo uno ananónimo y entendido, que son lo mismo sin duda, porque si anónimo es sin nombre, ahora no tienen nombre los entendidos. Sabrás, pues, letor anónimo, que mi amigo el de la Dedicatoria, me envió un romance, cerrado y sellado, con más misterios en su carta y más sellos en su pliego que el Libro de Apocalipsis, y yo me lo dije, cuando lo vi cerrado y sellado, que no podía ser sino Apocalipsis poético, que es en buen romance, romance culto. Enviómelo tan garrido de episodios y tan galán de panegíricos, que lo ponían sobre las estrellas, que yo pensé hallarme en las manos por lo menos con el cielo cristalino, claro, transparente, y hallarme en ellas con los espacios imaginarios que aunque están sobre las estrellas, son vagos, escuros y lóbregos, porque le da la luz por culas (no es la frase escura, aunque lo parece) y con ser a medio día y estar la luna llena, me pareció que se me caía el cielo, y lo que está sobre el cielo encima, y sin saber cómo me hallé pronunciando aquellas palabras del Areopagita: Aut Deus naturæ patitur, aut mundi machina dissoluitur. Y es así que padecía Cristo a manos de un romance; y él con su escuridad me borró el día de tal manera, que me hallé tullidos los ojos y con tinieblas palpables en las manos. Pues tenía en ellas esta tinta razonada. Creí que era melindre de mis ojos morciélagos, porque los míos tienen por niñas dos lechuzas (ya ves, que aunque sea en mí, digo mal de lo malo): quiéreme mis antojos de cristal para limpiarlos, que estaban pasados de este hollín articulado, que me los había penetrado y hecho los dobletes de azabache pez transparente; y fue lo mismo que limpiarlos con los cendales del tintero en que el poeta arrebujó la luna. Dioles a ellos y a mis ojos tiricia [329] (95) atezada; porque todo lo que veía me parecía negro. Hallé mis ojos con cataratas de brea y nubes de humo. Topeme a ciegas con otras lunas de cristal, que com inciertos relámpagos andaban como lucernas desmigajadas, relumbrando en el romance y quedeme también a la luna, porque las tenía deslumbradas y quebradas un verso, que dice: Ya de golpes, ya de sangre se quiebran o se deslumbran. Encendí una linterna para andar por los malos pasos de las coplas, y apagómela un torbellino de hebras, que lo sopló un huracán con balcarrotas (que no se entiende con los vientos de la nueva premática) salime a las estrellas y vilas a medio día apagadas una a una, como candelas de miércoles de tinieblas: y fue ventura, que no me diera alguna gaznatada la mano de Judas. Volvime al Sol como a piélago de la luz, y hallelo naufragando en salvas de abalorio, que es madera de que se labran los buenos timones. Volvime a mí mismo, y hallé mi socorro en mi naufragio; llameme a morciélago y busqué mis lechuzas en mis ojos, diciendo, el ayude Dios a los nuestros y entonces pude ver al romance, y me trató como de casa; pues de corona sois y no habláis (me dijo) en esta noche con asonantes, todos los gatos somos pardos y para todos hay lobas como bocas de lobo. Yo tengo tinieblas de contagio y soy landre de obscuridades, anatema poética, matadora de candelas, ya soy noche consanguínea de la obscuridad, y tú tienes tinieblas de afinidad, yo soy la descomunión de las coplas, y tú el participantes. Entonces me mostró su cara, como la noche misma, y yo ya me hallé mascando con los párpados un dragón, sonábanme en las pestañas chasquidos como de huesos que se quiebran, y eran carbones que rechinaban. Mirelo de pies a cabeza, me pareció que pisaba con dos áncoras de navío y que tenía manos de arpón, uñas con agallones, y garras con orejas. Mirenlo a la boca y vila con impresión de terasca entumida, entallada de bostezo perdurable, que nunca se cierra, estebada de hocico, y despernencada de quijadas, los dientes eran [330] colmillos, eran chuzos de marfil con corcova; y los que eran dientes, parecían almocafres de hueso o escarpias de cuerno. Mirele al espinazo y pareciome todo iguanas en el petera; y tasajera de peje, escarpias de cuerno. Mirele a la cola y pareciome embrión de caimán por madurar con macetas de cáscaras de huevo de avestruz por escamas. Mirelo a las alas y pareciéronme sus plumas de escorpiones aserrados, de ranas en prensa, de alacranes batidos y de sapos acepillados, metidos de batán en una pieza. Mirelo a la cara y pareciome herejía crestada de hipérboles, Hipogrifo capotudo de frasis, furia desgreñada en consonantes, Harpía desatada en versos, y Quelidro ponzoñoso de metros. Mirelo a los ojos y no lo vi despidiendo espadañas de fuego, sino metáforas de brea y progimnasmas de hollín, que son las llamas de los cultos. Mirelo a la boca y pareciome que pronunciaba en lugar de lengua con un murciélago de rasina, lóbrego de vocablos y pegajoso de habla como que mascara trementina. Dígote Lucifer (le dije) Príncipe de la tinieblas, atezado de culturas; y él me agradeció la cortesía, porque peor es ser (me dijo) Anticristo poético, que cuño de Lucifer e imprenta de diablos. Híceme cruces de ver tan descomunal sabandija: y él me dijo que diera en otra parte con los conjuros, y que él era ladrón de casa y tordo viejo en la iglesia, que se anidaba en los campanarios, y que a él le guardaban el sueño los badajos; y que convidara a otro perro con ese hueso, que él trataba aún de roerle los huesos a al Cruz; y de andarse sin miedo entre la Cruz y el agua bendita; y que se cobijan con las estolas; y que lo echase de ver, pues él se venía enmascarado en la Pasión, paseándose por el Calvario, haciendo moneda falsa de los dolores; y adulterándole el cuño a los tormentos de Cristo. Yo que vi que no era el Demonio al uso, y vuelto al revés del Diablo, pues él de Príncipe de las tinieblas se transforma en Ángel de luz; y éste transformaba las luces en tinieblas; trate de conjurarlo con Elías y Enoc, [331] invoquelos y el uno se estaba muy quieto, embalsamado en siglos, tratando de no corromperse; y el otro se está hecha conserva momia de los años, guardándose para Anticristo de carne y hueso, y no para Anticristo de papel y tinta, como de agua y lana. Enviaron con todo una hacha, y en ella escrita con tinta de luz esta letra: Caligno terræ scinditur percusa Solis spiculo. Yo que me vi con la hacha en las manos, y que era arma de dos luces y antorcha de dos cortes; y que en la ocasión era cuanto yo podía desear, me entré destrozando noches en la montaña lóbrega del romance, porque sus tinieblas no son como las de Egipto, palpables y muelles como algodones de tintero, sino negras y duras, como troncos de ébano. Metime a leñatero de esta selva confusa, y en ella me hago rajas por hacerla astillas; y he hecho mucha leña rajando trozos de azabache; daré golpes de luces y luces de golpes, y haré lumbre como leña y leña como lumbre: procuraré no sólo que la ilumine, sino que la queme, y que se le vayan en humo los humos al poeta, y que las cenizas que quedaren, unas lo metan en colada y otras se le peguen al casco; y le acuerden que es hombre, aunque parece poeta. Acuérdate ingenio de azogue que pareces plata con vida, que te vienes a los ojos muy bulliciosa de conceptos y cosquillosa de consonantes, y te juzgas hervidero de perlas al cabo a la cabeza, adonde te subes no la dejarás rica, sino perlática, sediciosa de sienes y tartajosa de nuca; y amotinándole los sesos, se los haces herver en el casco; porque aunque como el azogue parezcas el espíritu vital de la plata, si lo dejas calificar de la balanza, en igual cantidad con otro hallaras, que es la quinta esencia de lo pesado y antonomasia inquieta de lo grave, ciento pies luminoso, que aunque lo dividan en átomos, cada uno tiene la pie como verso; y ellos se rascan todos, y caminan hacia atrás y hacia delante; y alrededor, por buscarse unos a otros, y buscar cambalaches lucientes. Esto es, cada copla suya, víbora [332] resplandeciente que hecha gigote, ella se palpita toda en miembros de argentería, esto es cada verso tuyo, mal compañía, y contagiosa vecindad del plomo, que hurtándole su color, lo saca de juicio y quitándole los pies pesados de plomo, con que anda en los versos atentados, lo mete a metal de andadura, haciéndolo tropezar en antiparístasis de sí mismo, esto es cada metáfora tuya, andariega de semejanzas encontradas. En fin, lector sin nombre, esta mi antorcha de dos luces te descifrará a Cristo de la enigma sacrílega, en que lo tiene anudado, y escondido este romance Anticristo. Mi Elías en prosa, no atiende a más, que a defender a Cristo de estos malos versos, y a darle con sus faltas en la cara a este Anticristo poético, o hipogrifo, escondido en metros numerosos, no más que para el oído. Mis palabras refiérelas a sus monstruosidades, que a ellas sólo tiran, no las rempujes a las hermosuras fatigadas de Cristo en la Cruz, ni a lo que de él en ella nos enseña la Fe, que esas están retocadas por el pincel armónicamente delgado de Paravisino, Apeles numeroso de nuestro siglo, y no sé si bien imitada por el tosco mío en otro romance en que no presumí emulaciones suyas, ni pretendí más que velar reverente en sus huellas los pies de tan divino Apolo. No sé si perdí las tintas, he al menos, que si di con ellas y con los pinceles a los pies del imposible, habrá sido gloriosa modestia de mi ruina, como niño discípulo puse mi papel sobre las letras de tan gran maestro, y llevé la mano con la pluma sobrescribiendo sus divinos: sonantes; pero aunque en el aire de la letra se parezcan (que lo dudo) bien se conoce en ellas lo que tembló la mano, y lo medroso que corrió la pluma: y así no son más que borrones de discípulo, con el buen garbo de letra del maestro. El señor Anticristo con presunción grande, pareciéndole que era lo mismo meter pluma que cuchara, y que era tan fácil escribir versos, que revolver caldos; trató de pintar como el Paravisino, y quiso pintar Cristos y monas; en lo sutil de sus [333] versos se verá si son líneas de Apeles, o pinceladas de espátula, que es cuchara catecúmena, cristiana por madurar, y poesía eno en versos sino en versa: no es lo mismo borrar que hacer borrones; los versos bien borrados salen sin borrón, y los versos sin borrador, son todos borrones: multa lictura coercuit, no se hizo para las cucharas, sin para las plumas; en unos papeles dibujan la pluma, en otros los cendales del tintero. Llévese esta ceniza en la frente y conocerá que sus versos son vanidad articulada y polvareda métrica. Los Homeros antiguos dormitaban tal vez, pero los modernos roncan, y es cada copla suya una modorra de 4 pies, y duermen a verso suelto, como a sueño suelto; no causan admiración las letras de aquellos a quien gradúa, no el estudio, sino el tratar con los que no saben. Es grande Universidad la ignorancia. Yo no quito a Cristo lo que es suyo, que fuera quitarlo del altar, quítole las sombras poéticas, que en lugar de relevarlo hermoso, lo ofuscan monstruo. El título se lo dice, antipatía en romance de Anticristo romance. Elías en prosa de Anticristo en verso. Metamos mano a las plumas, como a plumas, y no como a espadas, que no es la poesía dogma de Mahoma, que tiene los silogismos en las puñadas. La apología es bien criada con las personas, con lo escrito es su pleito. No es respuesta de una conclusión en el arte, una sonetada a la persona: yo no conozco al autor, ni me mato por conocerle, porque no me mate si lo conozco. Ocios son de una pluma mal halagada de la soledad: quéjese de mí lo escrito, que no es malo decir de lo malo. Lo dicho con atención, llama las atenciones, y lo dicho sin ella, a las carcajadas. Si hallares sal en mis notas, échasela en la mollera al poeta, y no habrás hecho poco: si las hallares insípidas, échales un grano de sal de la tuya, y hazlas tasajo de papel, y guárdalas colgadas al aire de su censura. Vale. Lector anónimo. [334]



Erratas del libro

     La primera errata es toda la obra, que el erró el tiro, pues tiró a pintar un Cristo y pintó una mona. La segunda errata es trascendental, que es el autor mismo; porque dio una en el clavo y ciento en la herradura. La tercera, es la de algunos versos buenos, pero acertados por yerro. Y así, todos lo malos tienen el yerro de la cría, y los buenos el yerro por acierto, que es el contrayerro del ganado orejisano: y así no hay ninguno bueno, ni malo, que no tenga su yerro, porque no se lo quiten por ganado mostrenco. La cuarta, es yerro contra sus autor, pues se clavó en cuanto dijo. Las otras no son erratas, tomadas de orín, y mohosas como estas, sino yerros de par en par, bruñidos y claros. El primero, copla segunda: Rasgos de yerro son los clavos. No es yerro de disparate, porque el clavo tiene pies y cabeza; pero es hierro con garabato, porque rasgos escritos son garabatos, o rabos postizos de las letras, o cometas inciertos de los caracteres, que no hacen ni deshacen en el papel, y estos hacen en la copla papel de rasgos, siendo hierro macizo de Vizcaya: y si hacen algo, son vizcainadas. El segundo, copla sexta, es hierro contra hierro, pues es hierro contra el epíteto de las lanzas, pues siendo ellas las que ganan su opinión a punta de lanza, se lo achaca a las espinas, para que ellas ganen, a precio de puntas. El tercero, copla novena, de tanta acerada punta, en que hace un hierro valiente, pues tiene buenos aceros, aunque este es hierro encubierto; pues los clavos eran de hierro, como Dios lo crió, descalzo [335] de pie y de pierna, y aquí los calzó de zapatos de acero el poeta, porque no se les lastimasen los juanetes en el camino blando de las manos de Cristo, y abierto en los barrenos de la Cruz. El cuarto, copla diez y siete, es hacer clavo en la envidia: las manos rompe la envidia, porque aunque ella es tan fea que tiene cara de herrero, nunca tuvo cara de hierro, ni fisonomía de clavo, que no era tan aguileña y rompiendo la envidia lo mismo que rompe el clavo, cuando cathea Iacintos, es no sacar un clavo otro, sino clavar uno en otro. El quinto, copla veinte y tres, es del acero que se busca la cabeza de Cristo y da en el costado, porque acertó por hierro, al acero que la busca, y haciendo a esa misma lanza aguja, por norte de aquella aguja, es hacerla hierro con ojo, y es pulla con otra Longinos, que era ciego de a tres, y darle a la lanza ojos, cuando él no los tiene, es decirle, que vea por interpuesta persona, y que traiga gomecillo de acero, que es darle con su falta en los ojos. El sexto, es copla veinte y cuatro, que es un hierro ánima en pena, en una vaina de lengua, lengua con alma de hierro. El séptimo, es en la misma copla veinte y cuatro, y es yerro de lengua, yerros de lengua se aúnan, pues a las blasfemias descortésmente, que dice, que son lapsus linguæ, yerros de lenguas, y que no acertaron a deshonrar a Cristo; pues habiendo de ser alabanzas, no más que por yerro de lengua fueron blasfemias, y que dieron en él por dar en otro. El octavo, es copla veinte y siete, el saretrado irgonauta, pues para un marinero es mala munición las aljabas; porque estas son estuches de arpones de hierro; y querer que navegue con ellos el Argonauta, es querer arpón de hierro a los rayos visuales, que visivo arpón la turba, que es hacer los rayos con lengüetas, y equivocarlos con la lengua, con lama de hierro de arriba, y darles veinte y seis, los estribos de la lanada, que la nada debe de ser buen vergajón de hierro, [336] que se baten buenos estribos, o buen metal, de que se vacían; estos son yerros claros, y que los conocerá Longinos con su aguja de marear en las manos. Otros yerros hay, que andan disfrazados con pellejos de orín: y para estos es menester un lector avestruz que los dijera en la herrería de este romance; conoceralos cuando a cada copla le demos su calda, porque es gente menuda, y hierros de poca cuenta, hierro viejo y roblones de herraduras de ciento en copla, como de ciento en carga. [337]



Aprobación

     Si escribiera en verso, yo me diera a prueba (hermano lector) que deseas verme aprobado de bonetes sabios, capillas doctas y barbas graduadas: yo he caído en la cuenta, y me he querido rapar a navaja de estos enfados y de andar pidiendo a otros lo que yo puedo darme, porque es gran palabra el ave de tuyo. Y si puede ser cuña de mi mismo palo, �por qué quieres que otros metan en mi palo su cuña? Yo me apruebo hasta tente bonete; yo me calo la capilla; y yo me castro las barbas, y quiero ser más doctor capón que doctor probado; y con eso me ahorro de rogar a nadie, y salgo al mundo con mi cara eunuca, que es más que lavada, y tan limpia que no has de hallar un pelo de que asirme; porque yo veo en los bonetes grasa y no letras; en las capillas mugre y no réplicas; y en las barbas pelos y no argumentos. Mi prosa (hermano lector) es una viuda honrada, larga y tendida con sus tocas, arrastrando por esos papeles, como por esos suelos; no trata de prenderse con consonantes, como alfileres; ándase con su monjil tinta, sin reparar en si le cuelgan rabos, haciendo lodos, por esos renglones adelante, sin cuidar si la una punta hace zarpas, y la otra la arremanga; porque no tiene pasos, que le cuenten, ni pies que le vean, ni largos, ni cortos, como las coplas, sino patas apostólicas, que calzan sus catorce puntos de una margen a otra; y las musas andan de puntillas saltando y brincando de consonante en consonante, y haciendo renglones ciclanes, ellas lloran perlas, y estotra duelos; esta trae manto de [338] anascote, y ellas cocinen a escote: y así ellas son buenas para probadas, y esta es buena para privada, que eso es ser viuda. En fin, yo me ahorro de pruebas ajenas, porque mi prosa se ha llamado ahorro Mahoma; porque las pruebas son una sabandija de las escuelas, con quien yo no estoy bien, son Monacillos de las conclusiones, muletas en que andan los silogismos, columpiándose por un argumento adelante, son mojones de la bodega de la Lógica, que todo se les va en pruebas, por eso y por librarme de esta plaga de Egipto, yo me apruebo a mí mismo, y sé que tengo cara de probar vinagre: y que si me apuran, y Dios no me tiene de su mano, y me tapa la boca, probaré hiel y vinagre a este Anticristo poético, y que se lleve este tormento, que desechó Cristo, porque no se esté mano sobre mano en el Calvario; pues se anda disfrazado en hábito de culebra, emboscándose en la pasión y diciendo mal de los tormentos. Y pregunto yo, �qué mejor cara tiene un yo me entiendo que un yo me apruebo? Pues si éste es cerrado de mollera, este otro es tupido de labios. Yo me entiendo, cuando me apruebo; y yo me apruebo porque me entiendo; y yo me cierro a dos arneses, porque me apruebe quien me entendiere; porque yo sé, que si llegan a probarme, han de persuadirse, que este romance me reventó la hiel en el cuerpo, y me ha dejado amargo de hechos, cuando yo me era amargo en el nombre. Por aquí me conocerás, aunque no me recibas a prueba. [339]



Introducción a la obra

     Vamos ya a las inmediatas, pues estamos en lo estrecho del Monte Calvario (romance mío, ya entenderás por el mío, pues eres gato con asonantes) sabrás, que en él estamos tres romances crucificados. El primero, es verdadera Imagen de Cristo, pues esta dándonos a los dos perdones de lo que le hemos hurtado, y de lo que le hemos hecho padecer sin culpa: que tú me atormentes a mí con el tuyo, y yo a ti con el mío: y que desde nuestras cruces nos echemos pullas con uñas, que es echarnos el gato a las barbas, nuestro merecido nos tenemos: Nos quidem digna factis recipimus; hic autem quid? Dejémosle morir en paz con su habla en la boca, que es Paravisino el Apeles de esta Imagen. Mi romance, como buen Ladrón, confiesa sus hurtos y dice que es mío, con perdón, y con su Cruz en la mano y su vela de bien morir, en la habla, en las víctimas boqueadas, dije que sus versos fueron hurto de aire, pues no le hurtó más que el buen aire al romance, y en una palabra hace bien por su alma, como buen Cristiano confiesa culpas, pide perdones, y solicita responsos, todo en la moneda de Job: Memento mei Deus, quia ventus es vita mea. Esta vida de viento, que es vanidad de poeta, lo hizo camaleón cicatereo, que le ganzuó en las locuciones el buen aire a las voces, y el garbo numeroso a los asonantes. A tu romance en la fisonomía, se le conoce que es mal ladrón, no está su Cruz en pie, sino ágatas, porque se le conozca [340] el oficio en el aire de el cuerpo, hurtando aún el aire con el cuerpo, y hecho ganzúa de carne y hueso, nos quiere dar gatazo con sus coplas, vendiéndonos en cada una un gato desollado por una liebre hermosa.

     No tienes verso, que no sea gatillo en tus metáforas, con que les has arrancado las muelas a las voces, dejándoles vacías las quijadas, bañadas en sangre, y escupiendo las venas: mueres, en fin, como gato con rabia, despedazándote a ti mismo, amarrado a tu parecer más que a tu cruz, soplando gestos, maullando visajes, perneando ademanes con todo el cuerpo, dando tarascadas en vago, y manotadas en seco, y agonizando siempre, no acabas de morirte, porque tienes vida de siete temples, y crucificado dos veces. Una, porque te ponen en una cruz tres hurtos; y otra, porque tú te pones en cruz; muriendo le hurtas a la verdad su confesión, por ser ladrón por el cabo, y hasta el cabo, que es serlo hasta las cachas. Y pues tienes la vida también pegada; porque tienes hechos carne y sangre tus hurtos: óyeme tu vida y milagros.

                                                                                                                                                 


Aug., cap. 10, tom. 4.
     Niegas que eres ladrón, y confiesas que eres metafórico, de hay me la quiero; porque en ti son sinónimos, y no dos cosas. Demos traslado a las metáforas que te acusaron de el crimen y te cogieron con las ganzúas en las manos, y te convencerá en su nombre San Agustín, capítulo décimo, en el tomo cuarto: Ita ut hac ipsa, quæ appellatur, methaphora, hoc est, de re propria, ad rem non propriam usurpata translatio. Porque una metáfora comedida es ladrón de capa negra, que hurta con licencia de la prosodia; pero tus metáforas son aves de rapiña tan descaradas que son rapiñas de par en par de las voces; Piraterías públicas de las locuciones; asaltados bandoleros de las frasis; despojo violento de los tropos; barrabasadas insignes del lenguaje, que meten a saco la consonancia florida de la retórica; porque en una metáfora comedida no se quitan, sino se truecan [341] la capa las voces; pero en tus metáforas desgarradas, se quitan unas a otras, no las capas, sino los cueros vivos, y con la priesa que les das, se los visten al revés, calzándose los brazos en las piernas, los cogotes en los zancajos, y la cabeza en los pies; con que todas están, no sólo punta con cabeza, sino sin pies ni cabeza, y ellas te convencen de ladrón desuella coplas. Yo ni por el pensamiento me enojo con el Cristo verdadero, ni con el bien pintado con colores elocuentemente expresivos de sus tormentos; con esta quimera poética es mi rabia, es mi antídoto en prosa, contra este Anticristo romance es mi antipatía en romance; porque hecho mona de Cristo crucificado, le falsea el cuño a sus tormentos, pues porque a él lo mataron a los treinta y tres años, él le acabó la vida a las treinta y tres coplas: y de aquí colegirás claramente que no hablo en nada de esta Apología con el Cristo verdadero; pues a Cristo no le quebraron hueso ninguno, y a él no le dejo yo hueso que no le quiebre; y si no lo queréis creer, miradme en estos cascos los del poeta quebrados, y los míos vacíos. [342]
                 

1

          A sombra de un seco tronco.
             Un hombre se dificulta,
             Bulto a quien viste el rigor,
             Blanco a quien tira la injuria.
 
Tytere tu patulæ recubans subtegmine fagi.
 
     No podrá calumniar mi pluma al poeta, que no ha leído ni aún el primer verso de Virgilio, pues se desayuda su romance con una valiente imitación suya; ni que su musa deja de ser culta por falta de obscuridades; pues la Aurora primera de sus versos viene coronada de Martes, aciaga de frasis y capotuda de coplas, andándose, ya que no a sombra de tejados, como Aurora delincuente, a sombra de secos troncos, como novios sin dote. Antípoda del Patulæ de Virgilio, porque no le achaquen que es pura traducción y no imitación airosa, y que se cobija con sombra ajena, aunque sea de tan buen árbol; porque a pesar de Virgilio, él sabe muy bien que hace mejor sombra un tronco seco que un árbol coposo. A sombra de un seco tronco, un hombre dificulta. Si como es hombre el que se dificulta, fuera mujer, ya le habíamos dado en el punto de la dificultad de este verso, pues en el culta, que por contera disimulada de lo difícil, se estaba dicho, que era difícil culta, y seria por las señas, su musa culta, difícil y obscura en este romance. Pero hombre dificultoso (sino es culto, que es lo más probable) será adivinanza de carne y hueso o enigma en cuerpo y alma, o alma y cuerpo penando en algún nudo gordiano, o materia y forma, andando a gatas en algún problema de Aristóteles; porque este hombre entitativo y corpóreo, para caber debajo de la sombra de un tronco seco, había de apostatar de hombre y meterse a grano de mostaza; o esta sombra había de abjurar de tinieblas y meterse a cuero, para poder dar de sí, y cubrirlo, [343] y aún entonces serían menester calzadores, que le metiesen la sombra en el cuerpo, y el cuerpo en la sombra. Pero según el intento de la copla, este hombre asombrado es Cristo en la cruz, y agora tiene más dificultad; porque yo no entiendo cómo la sombra de la cruz puede cubrir el cuerpo de Cristo, si no es poniéndole el Sol a las espaldas; pero como lo contradice la hora nona del texto, y la estrechura palmar de la cruz: será forzoso para que el tronco seco, derecho y angosto, a quien estaba vinculado estrechamente, Cristo le haga sombra; poner a Cristo boca a bajo, y que el Sol hiera en el reverso de la Cruz: y aún en esta forma prensado como con usillo, no tiene lugar en que meterse esta sombra, porque no hay sombra a donde hay contigüidad de cuerpos, sin lugar vacío, para que el cuerpo intermedio, pueda hacer en el opaco al aire; de modo que aunque metamos en prensa esta copla, no le hemos de sacar jugo a la locución, y es mucho que en una copla culta, aún le falten lugar a las obscuridades.
 
          Bulto a quien viste el rigor.
 
     El rigor viste este bulto; pero no diciendo de qué lo viste el poeta, y no habiendo en el Calvario, sino quien se los quite a Cristo, y los juegue, es forzoso, que este vestido sea de así te andarás, y de su cuero mismo. Y si lo viste de cardenales y sangre (además, de que esto es vestido de sí mismo, pues del cuero salen las correas) eso lo decimos nosotros y no la copla, y compuso el poeta romance y no salmo, que se ha de decir a dos coros, el coro a parte de las coplas, y el coro a parte de los que las leen, y adivinan lo que se comió la pluma, que eso es meter poca letra y mucho solfa; y querer que le entendamos, no sólo lo que escribe, sino lo que se había de escribir. Y si hemos de pensar en el vestido que no le quiso dar el poeta, y se lo remitió al rigor. Yo no digo que el rigor no puede ser sino sastre de jubones de azotes, y que de estos estará vestido, no Cristo, sino Anticristo, [344] y que como sabida, no quiso cantarse el poeta en decirlo por expresas palabras, sino viste el rigor, ya se entiende, que es de jubones de azotes.
 
          Blanco a quien tira la injuria.
 
     Bien concertó el poeta las medidas de los versos; pero no el sentido, porque por estar tan sombrío y vestido en la ropería del rigor del vestido, ya se entiende, es a propósito para blanco, blanco de la injuria; porque esta tal injuria debe de ser ave nocturna, que no sólo ve de noche, sino la noche con ser privación, que es cuanto se puede ver. Y para ella es blanco, lo que para nosotros es sombrío, opaco y cárdeno: y por eso juntó al bulto lo blanco con galante viveza para hacello fantasma, que bulto blanco, yo no sé que pueda ser otra cosa, y más metido a la sombra; y no es mucho que le parezca esto en su puntería a la injuria estando muerto; pues vivo y resucitado, les pareció lo mismo a los discípulos: y acordándose de esto el poeta, como escrituario a bulto, no quiso bulto blanco sin fantasma, ni fantasma a secas, y sin texto, por no decir cosa que no sea de espanto en este su romance.
 
 

2

          Descuadernado volumen
             Sólo por dañarlo juntan
             Rasgos de hierro, que anima,
             Hojas de clavel que suda.
 
     �Oh cómo le sudaron las sienes al poeta en esta segunda copia, convirtiendo aquel hombre dificultoso, bulto vestido y blanco sombrío, no en volumen, sino en babalumen, cargarlo de rasgos de hierro y de hojas sudadas! Doyte que el cuerpo descoyuntado de su Anticristo sea libro descuadernado, y que quien lo descuadernó, fueron los yerros y los golpes que le sacaron del cuerpo dichas hojas de sangre; si estas lo [345] descuadernaron, �cómo lo juntan por dañarlo? que el juntar es poner el cuaderno de cada miembro en su lugar y unirlo; y si matarlo fue descuadernarlo; juntarlo, forzosamente ha de ser componerlo; y en esta �cómo cabe el dañarlo? Y quiero que el juntarlo sea conocerlo con los clavos en la cruz, eso pueden hacerlo los clavos, pero no las hojas; sino que quiere que sean de espada, y no de clavel.
     De la Gramática Española en esta copla, no se hizo caso, porque ella parece hecha acaso. Porque aquel, descuadernado volumen, no tiene partícula, que muestre ser persona que hace ni que padece de él, ni al, que son las notas con que nuestro español señala nominativo o acusativo, acción o pasión; y porque no lo parezca mía, deslindemos la copla y lo veremos claro en su prosa. Descuadernado volumen sólo por dañarlo, juntan rasgos de hierro, que anima, hojas de clavel, que suda. Y no poniendo al, al descuadernado volumen, está el desdichado, tras estar descuadernado y cargado de yerros y sudando hojas, en un pie, como grulla, y para caerse de su estado, porque le falta el estribo del al, que ha de sustentar el peso del sentido cabal de la oración.
     Rasgos de yerro, dice, que son los clavos; esta palabra, rasgos, es propiamente los rasgos, o rasgones, que hacemos en una ropa cuando la rompemos; y en este sentido, no son ellos los rasgos, sino los rasgadores, y la carne de Cristo, la que tiene los rasgos. Translativamente, se dicen rasgos los caracteres inciertos o delirios airosos, que formamos con la pluma en un papel, y a estos no son a los que anima el volumen, sino ellos son los que animan al volumen, pues las letras son las que dan alma a las hojas, pues la hacen razonar, y no las hojas ni el volumen a las letras.
     Hojas de clavel que suda, le costó sudor de sangre al poeta, habiendo dicho volumen, por seguir, no su metáfora, sino su tema, como desatinado. Porque el volumen ni se compone de hojas que produce y brota sua natura, [346] el volumen, sino de agregación de ellas, que se le pone ab extrinseco para formarle; y hacer sudar hojas a un libro, es como hacer sudar a un santo, o hacer a un cuerpo sudar resmas de papel, que sudará mejor sangre, que al fin la sangre tiene gotas, com propiedad, y no manos de papel ad Efesios.



Luc. 22, v. 44.
     Este volumen debía de estar enfermo de rasgos gálicos y lo metió en unciones, y le hizo sudar hojas en lugar de sesos, que quizá fuera más fácil; y el clavel debía de tener achacoso el capullo, y no teniendo gomas que sudar, porque el sudor no se malogre, suda lo que tiene más a mano, que son hojas; debiose de acordar el poeta escrituario de el gutta sanguinis decurrentis in terra; y quiso aludirle con las hojas de clavel sudadas, porque hojas y gotas se parecen como un huevo a otro, y no estuvo la gracia en el texto, sino en lo esquinado del encaje.
 
 

3

          Monarca le jura un leño,
             Blasfemó un ladrón le burla,
             Hombre, que tronco se miente,
             Árbol, que vidas consulta.
 
     Los dos primeros versos fueran cabeza de oro, si en los dos segundos no le nacieran patas de barro, y hubiera seguido el poeta la metáfora con la consonancia que pide el Arte; porque si lo blasfema un ladrón, es distantísimo de la blasfemia, que para proferirla se mienta tronco mudo, y insensible, que es muy a propósito un leño para decir pesares: Porque blasfemó un ladrón le burla, se casa con Hombre, que tronco se miente. Y miente en decir, que para injuriar se miente tronco, pues no hay tronco, que sepa decir blasfemias, ni tal tronco deslenguado se hallará en Silva de varia lección; y si ya este verso, que está dado al Diablo de per se, y ex natura sua, lo diera al Diablo el poeta, cuando lo hizo, acertara por yerro, porque es más a propósito para blasfemar un Diablo, [347] que un tronco; de donde se conoce cuan endiablada copla es esta, pues en ella sólo viniera a propósito lo que estuviera dado a todos los diablos.
     Pues tratar el árbol de consultar vidas, cuando jura Monarcas; es honra y provecho, que no hay calzador que los meta en un saco. Que el leño haga el papel de rey, que le jura rey por el pergamino que tiene clavado el INRI, yo se lo creo, aunque es mal rey de armas un madero; y mal relator un leño, para jurar reyes, y se levanta con el oficio de el letrero, que es el que propiamente le jura: y no me negará esto el letrero, que lo dice en otra copla más abajo: El timbre de cuatro letras, Regios poderes promulga. Pero, que por jurarle rey este árbol. se haga consultor del Santo Oficio de las vidas; y llame a consejo a todos lo que tienen alma, no lo puedo apear, porque no le hallo a lo uno encaje, que venga con el otro.



Indic. 9, 15.



Genes. 3, v. 1, 2.

     Árboles consultores de reinos y electores del Imperio, si he leído en la Escritura, cuando los fructíferos dieron el mando, y el palo a la zarza. Pero poner a consultor de vidas al Árbol de la vida de la Cruz, que nos la dio, es poner en consulta y en la balanza del y del no, lo que él se tiene por naturaleza. Y así, no sé para qué hace este árbol estas consultas de vidas, a vueltas de jurar reyes, trocando el manto real, por la garnacha de jurisconsulto de vidas, dando su corona por una gorra, debe de haber árboles in utroque, como doctores. Sólo conozco un consultor de vidas en el Génesis, y este es el Diablo que consultó con Eva la vida, que le persuadió, que tenía la fruta del árbol vedado, levantándoles testimonio a sus manzanas; y de la vida que le consultaba en el árbol que le consultaba en el árbol, se pasó a jurar los reyes dioses; eritis, sive Dii. Pero no es posible que el poeta quiera en la cruz consultas, pasadas por la boca de la serpiente.
(?) [348]
 
 

4

          El hilo de aquella vida,
             Cuando sus quiebras anuncia
             Por laberintos de nieve
             Encamina sus angustias.
 









Manc., 15-35.
     No se podrá decir que no lo hila delgado nuestro poeta en esta cuarta copla, pues no cansado de la consulta de vidas de la copla pasada, le da al hilo de la vida de su Anticristo, sino garnachas de consultas, capuces de angustias y propiedades vitales muy a lo criador, porque sepamos que hace coplas de nada. El hilo es inanimado, anunciar, es profetizar, que sobre ser acto vital, dice penetración de futuros, que es cosa muy a propósito para las profecías que dice un hilo; y siguiendo esta opinión, lo mismo será hilo anunciador que profeta; y en culto se llamará el profeta Jeremías, porque como aquél tiene lamentaciones, este tiene angustias y ambos serán profetas de una clase, condiscípulos de los Martes y concolegas de los agüeros. Nuncio de quiebras, yo lo diré estallido, pero quiebras, que tienen achaque de nuncios, dígolas potras. Mas dijo el poeta, que dijeron los Evangelistas, que sin tanto ruido de quiebras ni estallidos, dijeron con sinceridad llana: Spiravit, espiró, sin meterse en más laberintos de nieve, ni en más descaminos de angustias.
     Que el hilo descamine angustias, es poner en camino, y de camino al hilo de la vida y con botas y espuelas, y sin guía para el viaje de la otra vida. Si las Parcas le hubieran descubierto pies, le hubieran dado cuentas que subir, aunque se les hiciera cuesta arriba, y no huesos en que andar al retortero; conociéronle hebras, y así ellas tienen tijeras y no desjarretaderas, y así nosotros buscaremos hilos de vida de andadura y no de trote, para pasar nuestro camino, [349] sin molernos los huesos; y para entrar en la sierra nevada de nuestros laberintos de nieve, que deben de ser los parasismos en las últimas agonías, llevaremos gabán y almilla de bayeta, y bota colgada del pescuezo, y no cruz, vela bendita, y bulla, y nos fuéramos al cielo en el paso asentado de el hilo de nuestras vidas, como en una litera.
     Este hilo nos llevará por sus pasos contados al laberinto de nieve del cuerpo de su Anticristo sangriento, y cárdeno, cuando la nieve es blanca y resplandeciente. Yo no alcanzo, qué enredos y ambages tenga este cuerpo en su cruz, para que sea laberinto, ni tal le pase por el pensamiento, porque él se está largo y tendido, y patente a todo el mundo, sin meterse en enredos, ni tener vueltas como espada, ni revueltas como cuento, ni rincones, como recámara, ni enredos como chisme. Él encamina sus angustias; es frase aciaga y de paso de Viernes Santo, que lleva a la Virgen, hecho el corazón un erizo de espadas; y a San Juan con dolores descabellados en la melena, destornillado de miembros; y haciendo maretas lastimosas por la calle de la amargura.
     Ni sé, como se conozca aún hilo en la cara, las angustias, ni tal fisonomía descubrió Baptista de la Porta en su Libro de Phisonomiis.
     Ni hay cosa tan descaminada, como descamina sus angustias. Porque angustia dice acción vital, que es expresión de color en el semblante, y esta retórica para los ojos le conviene muy bien a la cara torcida y angustiada de un hilo.
     Angustia se dice de angosto; y de aquí, angusta viarum, los caminos estrechos. Y decir, que una culebra se encamina por las angustias de una peña, es tropo, que metafóricamente dice, la dificultad con que camina por sus estrechos. [350] Pero descaminar las angustias, es decir, que ellas se descaminan, habiendo de ser el hilo de la vida, quien se descamina por ellas. Y así, el laberinto de nieve, no es este cuerpo, sino esta copla, pues enreda lo activo con lo pasivo, lo traslaticio con lo originario, para que se enrede en ella el entendimiento que le busca piadoso sentido a la afligida y angustiada fisonomía del hilo.
 
 

5

          El timbre de cuatro letras,
             Regios poderes promulga,
             Si de una imagen borrada
             Los letreros se consultan.
 
     El timbre de cuatro letras, Regios poderes promulga, ya lo sabemos, que nos lo dijo la copla de arriba: Monarca le jura un leño; y no somos sordos ni ciegos, para que después de habernos quebrado con ello las cabezas un leño, nos lo quiera meter por los ojos un timbre. Ya sabemos que monarca le jura un leño, aleluya, aleluya. Y regios poderes promulga, aleluya, aleluya; que no son Antífonas de Pascia, que se han de andar jugando a la pelota los gaznates, sacando y volviendo aleluyas en el aire las nueces. No le dirán a nuestro poeta que no ajustó las medidas a sus coplas, pues es tan ajustada que aunque lo parecen son las mismas, porque es grande viveza de ingenio vestir un huevo, para diferenciarlo con las cáscaras de otro, y grande fecundidad de retórica parir versos tan mellizos de conceptos, que ha menester la señal del timbre, para que los conozca la madre que los parió. Mulas hay, que son gastadores en el ejército de los poetas que meten fajina y no letra.
     Si de una imagen borrada; aquí se le vino toda la borra del tintero a la pluma a nuestro poeta; la imagen para serlo ha de ser semejanza expresa de lo que significa, y espejo fiel de lo que representa, y [351] imagen borrada, quiere decir imagen tapada con borrones para que no se vea de lo que es imagen o lo que representa. Cristo en la cruz, no era figura tapada sino representativa de sus agonías fatigadas; y para esto cada gota de su sangre era un Timantes, y cada miembro borrado con ella era un Apeles divino, que le expresaban vivamente muerto, por que esa imagen y este borrón de la muerte era lo que representaba Cristo en la cruz; y para esa representación cada borrón era una pincelada primorosa; y cada llaga una boca, que le publicaban afligido, despedazado y muerto: y esas sus deformidades eran sus mayores hermosuras.
     Esta consulta del letrero es del consejo del árbol que consulta vidas, repitiendo un asonante mismo en una y en otra copla, que es sobra de consultar borrones y falta de no consultar al borrador, ni al arte, aunque sea la Poética de Rengifo, siquiera por no malograrle los calendarios de consonantes, puestos en iguales hileras, acabándose la vida, porque estén iguales los penitentes o porque se parezcan entre sí, como un huevo a otro, o como esta copla a otra.
 
 

6

          Cuando espinas, cuando abrojos
             Rubios quilates le apuran,
             Del oro de su cabello
             Tienen aprecio de puntas.
 
     Cuando, cuando espinas y abrojos, cuando es [352] lo mismo, que cuando, y casi lo mismo espinas que abrojos, y majar en hierro frío es lo mismo que lo uno y lo otro. Gran trabajo le costaría a nuestro poeta examinar punto por punto y punta por punta en una cambronera bien barbada y bien espesa de espinas hembras, para que sin repetir el mismo significado, tenga gracia la cadencia sonora del versecillo, con los nudos interpolados y a trechos y a compás de los dos cuandos, maridando los dos sexos de espinas y abrojos para que Dios les dé hijos de bendición del género epiceno.
     Rubios quilates le apuran. Buenos ensayadores deben de ser los dichos abrojos y espinas, pues hallan quilates que apurar en el sangre de Jesucristo; y no teniendo ellos desde el vientre de su madre más oficio que picar y romper, se quieren embarazar con crisoles y solimanes, por quien apura quilates, al paso que sube los metales de punto, los purga de escoria, que no la tiene la sangre de Cristo, ni en cuanto Dios, ni en cuanto Hombre. Porque como unida al Verbo Divino, son sus quilates infusos simul, y no adquiridos a fuerza de purgalla de metales bajos; y no está una sangre más subida de quilates que otra: ni hay gota de a veinte y gota de a veinte y tres y medio, porque igualmente está unida al Verbo; ni tampoco se puede aquilatar la sangre de Cristo, mirándolo como hombre puro, pues la sangre es, como el agua homogénea, que no tiene graduación en el quilate, por ser uno de los elementos, cuasi simples, de que se compone el cuerpo, mirada como elemento; y en los hombres y en Cristo toda la sangre es colorada: y aunque fuera quilatable la sangre de Cristo, eso no lo podían hacer los abrojos, que sólo a derraman más o menos conforme hieren; y eso es derramar más de la substancia y no subirla de quilate; con que se ve claro que esta es ignorancia de veinte y cuatro quilates.
     De el oro de su cabello, tienen aprecio de puntas. [353] Que prendan el cabello las puntas del masculino abrojo, y de la espina femenina; yo lo creo, pero aquel aprecio de puntas, aunque más se precie de haber despuntado el poeta, es disparate, que no tiene precio, porque precio de puntas o puntas de precio, yo no hallo que sean, sino las que se venden en las tiendas por su justo precio. Ganar a punta de lanza es frase española, pero a lanza de puntas y tener aprecio de puntas, es volver patas arriba nuestro español, y poner punta con cabeza nuestras locuciones: también tiene puntas el oro, y estas son puntas de precio; pero no son a precio de puntas; y aquí las puntas son de las espinas; y el oro del cabello, que son cuerpos diferentes y que no se penetran; y si tienen las espinas el quilate del oro de el cabello es quilate de afinidad y postico; teniéndolo de consanguinidad en la sangre de Cristo de que están bañadas, que es quilate infuso y no apurado, como quiere la copla. En fin, la locución está bizca y con ojos de basilisco; y si más la miro, temo, que me ha de reventar la hiel en el cuerpo; allá se lo haya con sus puntas, como con su pan se lo coma. Y si se le atravesare la espina, San Blas se acuerde de ella.
 
 

7

          Ondas de oro, olas de nácar,
             Gota a gota se conjuran,
             Y al torbellino de hebras
             Lo anegan, sino lo ocultan.
 
     Estas ondas de oro son el cabello, que no puede ser otra cosa; y el torbellino de hebras, también será el cabello, ello se lo dice. Pues como el cabello, ello se lo dice. Pues �cómo el cabello hace contra el cabello y él mismo se anega a sí mismo, peleando en traje de ondas, contra sí mismo, en hábito de torbellino? No es esto traer por los cabellos hasta los mismos cabellos, que el que anega y el anegado, no han de ser lo mismo. [354]
     Pues aquella cadencia sonora, de gota a gota, como en destilador, es muy mucha flema para la cólera de una tempestad que se conjura, como dice la copla, y derretirse el cabello gota a gota (además de que es metáfora con mal de orina) es querer hacer gotoso al cabello, y que tenga gotas la melena, aunque no quiera ni pueda, porque él no es fluido; enfermedad es esta, que aunque se va de ordinario a los pies, ahora contra su natural se le ha subido a Cristo y a la copla a la cabeza para que se vea que ni tiene pies ni cabeza cuanto en ella se dice.
     Torbellino, es conjuración de agua y viento, en la región del aire que es elemento elevado y superior al agua; y para anegar y esconder a este torbellino, había de subir Juanelo con su artificio de peroles, quebrándolos com huevos unos con otros, el agua más arriba del viento, y desde allá soltarla de golpe, (habiéndola primero conjurado, no con motines, sino con ensalmos) sobre el pobre torbellino nazareno de hebras; y así lo podría anegar; y de otra manera no es posible.
     Lo anegan, si no lo ocultan; es valiente ascenso de progimnasma revoladora, que va de más a menos. Anegar, dice ocultar fatalmente; y esconder, dice ocultar simplemente (cuando lo que se anega se oculta; y no todo lo que se oculta se anega) contra toda ley de buena graduación, que ha de subir de menos a más; y no bajar de más a menos: y lo contrario es, ni más ni menos, que meter a retóricos a los potros de Gaeta, que son fronterizos de rabo y pacilargos de ancas.
 
 

8

          Diviviéndole en dos ríos,
             (Que quien los divide enturbia)
             Es sumiller el rigor
             De tanta cortina rubia.
 
     Cual arriba y cual abajo, y en ondas arriba y torbellino [355] abajo, como Dios fue servido de hebras, y estas ondas de oro, se dividen en dos ríos, por manos del tal rigor sumiller, como por manos de malos pecados, que de Sacristán de cortinas, desde que nació del vientre de su madre, lo hace nuestro poeta, amojonador de orillas; y es obra nueva, que se ande el pobre sumiller hecho a hacer chirrear argollas, y a sofaldar tafetanes, atascado en el cieno, hasta las cachas, repujando con puñados de arena las olas de la madre, y dándole en que entender a las espumas, hecho legislador de corrientes. Al fin, este rigor, que poco ha era Sastre de jubones de azotes y ahora per saltum, es sumiller de coros (porque nadie desconfíe de su fortuna, aunque sea desastrada) divide pelo a pelo, en dos ríos de madejas al torbellino, espeluzado de hebras, y a las hebras mal acondicionadas de maretas.
     En cuatro fuentes dividió Dios las aguas del paraíso, y no eran tantas como las de la mar, y nuestro poeta las estrechó en dos ríos: y siendo así, que a las del paraíso les dio Dios, por término, para que no se diesen de empellones la dilatada redondez de la tierra, tamaña como Dios la hizo, nuestro poeta señaló el rostro proporcionado de Cristo, para campo de batalla de dos ríos caudalosos, que para que no lo anegaran, y se les pudiese ver siquiera la nariz, era fuerza que estuvieran sus aguas tan apretadas, como herramienta en estuche. Y más aguas alborotadas de torbellinos, que habían de estar quebrando sus ímpetus, como en escollos, en las faiciones de Cristo. Pero mandoles que no lo hiciesen la copla, y es fuerza que obedezcan.
     Aquel verso (que quien los divide enturbia) que está entre los cuernos del paréntesis, con más susto, que si se viera en los cuernos de un toro, anda vago, y sobre su palabra en esta copla, como ablativo absoluto, que ni rige, ni es regido; y llamándose a libertad de gramática, que es dueño muy riguroso de las voces y tiene grillos de tiempos y cárceles de concordancias: Que quien, que quien, adivínenme [356] de quien es este, que quien, que quiere ser relativo y conocer amo, y no sabe por dónde, ni halla agujero adonde meterse con el sumiller debajo de cortina rubia, ni andar en pleitos con el enturbia. Al fin él es alma de Garibay, que ni le quiere Dios ni el Diablo; porque los ríos no son los que enturbian, sino los enturbiados: el rigor no hace más que correr la cortina y dividir, y no se quiere meter en enturbiar, ni en revolver caldos; y quien lo enturbia sólo es el poeta: porque si el pobre sumiller, rigor es el que divide, y también enturbia por sus pecados; y del dividir, y no se quiere meter en enturbiar ni en revolver caldos; y quien lo enturbia sólo es el poeta: porque si el pobre sumiller, rigor es el que divide y quien enturbia por sus pecados; y del dividir se había de argüir el enturbiar, dividiendo el cabello en dos ríos; y poniendo la orilla, con orilla de crenchas, no sé yo cómo las había de enturbiar, porque eso ya se lo tiene hecho de antemano. El olaje de sangre, y dividir cabello precisamente como lo hacen los peines, no es enturbiarlo, sino es que son de plomo alcahuetes de canas, que es tarde, y hay muchos a quienes despachar.
 
 

9

          Marfil no ya revelado
             Le ha consentido la lluvia;
             Jaspe si de los cinceles
             De tanta acerada punta.
 
     En esta copla es alcahueta y consentidora esta lluvia, que como si fuera nacida, no en las nubes, sino en las malvas, no se le conoce padre ni madre, pues no se sabe de qué es esta lluvia. Pero yo digo que lluvia sin cédula no es buena, sino para hija de la pila, y que así será de agua; pero no es propósito, porque no nos dice el texto que lloviese aguacero ninguno sobre el cuerpo de Cristo Señor nuestro; y su es de sangre, dígalo la copla, [357] (96) y no nosotros: en fin ella se sabe, que es alcahueta de jaspe; y también que es lluvia ad Ephesios. También esta copla opilada de jaspe, y así le hace el poeta desopilador tomar los aceros, en tanta acerada punta: y si los dichos cinceles son los clavos que labran el jaspe del cuerpo de Cristo, los debió de calzar el poeta, que ellos eran de hierro, como Dios lo hizo. También es tanteadora esta copla, pues no contenta con andar tanteando, el tanta cortina rubia, se pone tantear tanta acerada punta; y jura a tantos y cuantos, que ha de ser justicia conmutativa entre la cortina y la punta, dándoles a cada una tanto por tanto, y quedarse ella en el romance, hecha un tanto con asonantes.
     Marfil no ya relevado, es el cuerpo de Cristo; pues �quién lo acepilló y lo dejó hecho una tabla sin el decoro sobresaliente de sus miembros? Que aquel No ya, está muy pacífico de relieves y muy desentendido de marfiles, no más que alargando la mensura a la copla, sin más ni más, como pedazo de corcho en una longaniza, que no sirviéndole de nada a las muelas, hace muy bien el papel (no de lonja, sino de Longinos, estirándole la fisonomía y no la sustancia) y que no consienta la lluvia que los miembros de Cristo no sean relevados y sobresalientes; está allí a secas y sin llover; porque qué se le da a la lluvia, ni qué le va ni le viene, que los miembros de Cristo sean marfil relevado o no lo sean, que ella se hace lluvia de lo que se quisiere (pues el verso no nos dice qué es) se contenta con mojar y no con raspar y comer relieves, que eso dice lo fluido de su natural. Que no es lluvia de garlopas y limatones, para que le limen y acepillen los relieves, ni aguacero de pella de barro, para que se los entierren. Jaspe si de los cinceles. No sé si es de buen gusto esta lluvia, que no quiere consentir al marfil blanco que se ha enamorado galán de lo relevado y consiente el acero largo y mohoso, que lo haga jaspe, que es piedra hovera y pecosa. Aquí de Dios, el cincel cava al jaspe, y le hace hoyos y relieves, mas no lo hace jaspe vario de colores, porque el color es accidente que se entiende con los ojos; y la [358] acción del cincel, obra en la substancia que pertenece inmediatamente al tacto; y mediante él a los ojos. Y séase, no marfil relevado, porque no lo consiente la lluvia o séase jaspe labrado de cinceles: los relieves del cuerpo de Cristo, a pesar de la lluvia, que no lo consiente, ya despecho de el cincel que los muerde, sin dependencia de ninguno de ellos, se dio Dios, y él se los sacó de el vientre de su madre; pues �quién le mete a la lluvia en quietar ni poner en lo que Dios hace?
     Válgate Dios por sangre, y que mal contenta está con el color natural, que Dios le dio, que se anda hecha un camaleón, glotoneando transformaciones por este romance. La primera fue hojas sudadas en el descuadernado volumen. La segunda borró la imagen. La tercera, quilates rubios. La cuarta, hondas de nácar. La quinta, turbión que divide. La sexta, cortinas rubias. La séptima, lluvia que no consiente; que son los siete pecados mortales de esta pluma, y el guillen cerven adonde entran todos los ingredientes de epítetos, que abultan los botes articulados de estas coplas, para que estén de bote en bote de desaciertos; y en ellas no haya de todo, como en botica, sino más que en la botica; pues en ella no hay volumen en bote, y en ellas sí, porque sólo este romance es el pastel en bote, antonomasia preñada de los hojaldres retóricos.
 
 

10

          Del bello cristal del rostro
             Eclipsadas las dos lunas;
             Ya de golpes, ya de sangre,
             Se quiebran o se deslumbran
 
     Dios me ayude con estas lunas de cristal que son los ojos, ojos linas son ojos de gato, que crecen, y menguan con ella; y son hermosísimos ojos los de gato para un Cristo crucificado. Y sería de ver en un hombre hermoso, ojos lunas; en la menguante [359] ojos de pulga, y en la creciente ojos de sapo; y en la conjunción, ciego como un topo. Y verlos menguar y crecer por cuartos, sería para descalzarse de risa.
     Las dos lunas eclipsadas de el bello cristal de el rostro, es la santa prosa del verso, adonde el bello cristal comprehende todo el rostro; y luego lo que se eclipsa deste rostro de cristal, son las dos lunas solas en grima de tinieblas, haciendo del todo parte y de la parte todo, que es retórica de maraña y locución babilónica. Del bello cristal de los ojos, eclipsados las dos lunas, si se deja peinar del entendimiento: porque si el cristal es el que se eclipsa y todo el rostro es de cristal, todo el rostro se eclipsará; ya esta cuenta tendría Cristo todo el rostro atezado, como de negro jolofo: bueno es el silogismo y no tiene más respuesta que decir que con un sacabocados cortarían del cristal del rostro las dos lunas; y sobre ellas solas dio como rayo el eclipse, porque eran duras; y el cristal mullido y de lana, dejándole las carnes de el cristal buenas y sanas de tinieblas. No se ve claro que esta locución retrógrada anda para atrás, confundiendo lo incluyente en lo incluso: que es como poner no el navío en el mar, sino la mar en el navío, que para echarlo a pique, como lo está esta copla, es cuanto se puede desear. Además, que hacer la carne del rostro de cristal, es frase diáfana, porque le da propiedad de calavera, con vidrieras, y se le vieran las quijadas, cuencas y cascos por entre la carne del cristal transparente que es cosa hermosísima.
     Pues el epíteto cantonero del bello cristal, es de retórica ramera, común de todos los vocablos, bello río, bello nombre, bello árbol, bello león, bello cielo, bello cristal; y en la casa pública de los epítetos, no hay nombre a quien no se le haga el amor.
     Ya de golpes, ya de sangre, se quiebran o se deslumbran. Que a estas susodichas lunas las deslumbre la sangre, no es deslumbramiento. Pero que las quiebren los golpes, si, por constante cosa es, que el atrevimiento sacrílego de los sayones, los respetó [360] más que la pluma del poeta; porque a Cristo no le tocaron los ojos irreverentes al majestuoso resplandor que de ellos se dimanaba: Por eso se los vendaron. Y este poeta cuervo, ya que no se los saca, se los quiebra. Quebrándose la cabeza, por quebrarle a Cristo los ojos y dando de ojos en cosa tan clara, anda a tienta coplas, come a tienta paredes, por el romance adelante, y como ciego de a dos, se queda, no a una luna, sino a dos, porque cada ojo tenga su luna a que quedarse. Que es tener todo el caudal de culto tenebroso, no en moneda sencilla, sino doble y redonda como ojos de buey.
 
 

11

          Cejas de un monte de nieve
             Arquean zonas purpúreas,
             Y en tempestad de delitos
             Serenidades anuncian.
 
     Yo no lo dije, que estaba de bote en bote llena de colores esta sangre camaleona de apariencias; cátatela iris profeta, hartándose de arreboles y Sibila adivinando serenidades y con su cara de Pascua, dando un buen día a la luz, sin lo aciago de nublados, ni el mal pronóstico de lluvias, llenando a dos carrillos de buenas nuevas al aire, y cantándoles con su bocaza de risa el aleluya a las nubes. No puedo N. poeta, siendo legítimo del despeño, dejarse de quebrar los ojos, sin hacerle las cejas en este monte de nieves cejijuntos y mal acondicionado; pues viene con sobrecejo de un Nerón, estirando las zonas, y haciendo los arcos para que sean cejas y no círculos, quitándole al globo redondo del cielo, la mitad de su pretina, y embebiéndole la medida de su cintura, para que pasada la pasión, cuando se la vuelva a poner su globo, le venga a media barriga; y en lo que le queda flojo, sea tripa horra la de cielo, y por falta de ceñidor se haga vagamundo del ijadas; y las estrellas que apretaba de talle, se anden follonas, engordando de luces y sobre su palabra ociosas panza, mostrenqueando por el cielo, no más que criando buen bajo, como mulas de arría. [361]
     El hacer que se arqueen las zonas: Arquean zonas purpúreas; es venirse a la boca la matemática, y dar arqueadas con ellas, pues si ellas se son nonas circulares, perfectamente redondas, �qué necesidad tienen de arquearse? Los duelos los hicieron arcos que ellas arcos se eran.
     Monte de nieve el cuerpo de Cristo, además que es mucha nieve para tantas llagas y cardenales, es agigantarlo de estatura y amontonarlo de miembros; siendo el más bien proporcionado de los hombres, y peca tanto el que excede por carta de más, como el que meñica por carta de menos, haciendo coplas a poco más o menos; y haya arcos y purpúreos, y tempestad y serenidades, y caiga donde cayere, como asperges de párroco en día de domingo; que sino diere la serenidad en la cabeza, la dejará calamocana; y si diere la tempestad en las narices, será catarro arrojadizo, y allá se lo haya la copla con sus serenidades, como Marta con sus pollos. Vámonos al caso y demos el golpe entre ceja y ceja de este monte; porque si todo él arquea zonas purpúreas, que son cejas, bien se deja entender cuan cejijunto, capotudo y hosco estaría este cuerpo, cuando padecía los tormentos de zonas y la enfermedad de arcos, y la perlesía de tempestades, hasta que quedase sano como una manzana, y con salud de entera serenidad, y entonces los arcos serán arcos, y las zonas, zonas, y las cejas, cejas, y el monte cuerpo que no tenga fuera de sus ejes los humores, ni ovalados los círculos, ni carilargas las zonas.
 
 

12

          La nariz entre el ahogo
             De netas perlas se inunda,
             Y en piélagos carmesíes
             Isla de plata se ofusca.
 
     Esta copla cogió a la nariz de Cristo en la pasión amate ahogado. Hasta ahora no había yo leído este peregrino tormento de Cristo, que le taparon los verdugos de las perlas las narices para ahogarlas, que esto es andar las narices entre el ahogo. Yo estaba persuadido, que los sayones eran narigones, ya sé que son como unas perlas; y es verdad, que a nosotros nos estuvieron [362] de perlas los tormentos de Cristo, confirmando por cosa cierta, que no era la nariz de Cristo pequeña, pues no es de las que se ahogan en poca agua, sino en piélagos carmesíes y en inundaciones de perlas; por eso debieron de llamar a los cintillos de perlas ahogaderas. En fin, como es poco lo que va a decir de una perla, a un sayón, ellos anduvieron tan crueles, que no contentos con haber sido quebrantahuesos de los ojos, se hacen agora garruchas de los resuellos y remolinos de los huelgos. Esta tal nariz que se ahoga, bien se ve que es de hombre paciente y manso, que si fuera hombre a quien se le hincharan, ellas nadaran como vejigas sobre el agua, y n se anduvieran inundadas coplas arriba y perlas abajo.
     Pues baptizar con nombre de perlas a las lágrimas de Cristo cuando muere, es cuanto se puede desear de triste, para lo funesto y amargo de las lágrimas de Cristo en la cruz. No ha de haber lágrimas, aunque sea de muerte y más amargas que la hiel, que no sean perlas, como si en ellas solas se encerrara toda la genealogía de los epítetos; y aunque sea a lo funesto de la muerte de Cristo, cuando habían de venir viudas, arrastrando anascotes y dándose dos mil bofetadas, se vienen afeitadas y netas con sus tocas de resplandor y su manto de gloria, y hemos de cubrir por fuerza su túmulo por joyas y no con bayetas: y si no traslado a los otros dos versos: Y en piélagos carmesíes, isla de plata se ofusca. El piélagos carmesíes, vaya; pero que para una nariz afilada y sobre flava cárdena y sangrienta de un moribundo fuese tragando mares este nuevo Colón de desatinos, a hallar un islote de plata, que encajar en la nariz de Cristo es para desternillarse de risa. No puedo entender, sino que como era isla para hacer narices, la anduvo a buscar y escogió esta a moco de candil, y la halló tan a propósito como antojos para un cojo, que busca muletas. �Válgate Dios por plata y por perlas! que aún se han de buscar para ceniza de los túmulos, rempujando el Potosí, hasta el Calvario, y trayendo a empellones la Margarita, hasta dar con ella en la calle de [363] la amargura; pues es decir que escampa de joyas: en la copla siguiente remito a su platería al lector.
     En fin, los judíos como les daba humo a narices la hermosura majestuosa de las de Cristo, no quisieron dejar de hacérselas ellos, por deshacérselas a él. Y como en ellos son la mano de reloj, por donde conocemos, no quisieron que hubiera narices en Cristo, en que ellos no pusieran sus manos; ni el poeta quiso dejar miembro tan principal, sin apodo: y cuando pensó que les decía algo que les viniera de perlas, con una frasi, que no fuera mocosa, se las dejó aisladas en una copla, como si fuera miembro al través, siendo ellas la faición, que más a derechas hermosea el rostro.
 
 

13

          Cárdeno esmalte el rubí
             A la amatista le hurta,
             Que del contagio de un lirio
             Los claveles se demudan.
 
     �Válgate por rubí! que aí te estabas escondido, y en acechanza, ganando perdones en hurtarle al ladrón sus ganzúas para robarle a la amatista su cárdeno esmalte, que lo guardaba ella para venderlo muy bien vendido a los mojicones. De hoy más quedan conmigo mal acreditados los rubíes; y si por mi voto fuera, mejor estuvieran en la horca, que en las sortijas; pues siendo ladrones de ladrones, se precian de tener sangre en el ojo, y se andan salpicando los dedos de los príncipes de sabañones resplandecientes, y dándoles garrote con otro a sus coyunturas. En fin, la pobre amatista, como mujer flaca, se dejó robar del rubí, y se queda hecha guijarro para toda su vida. Doliose de su trabajo el lirio, que es amatista silvestre, y hermano bastardo suyo, y trata de atosigar al clavel porque es rubí con hojas, flechándole un contagio envenenado de cárdeno (que debe ser el basilisco de las colores) con que no hizo más que desnudarse [364] el clavel, en lugar de caerse muerto de repente. Ahora bien, dejémonos de historias y vámonos a parlar con la copla; el hurto del rubí, fue causa del el lirio, que aquella conjunción, que, es allí unión de causalidad relativa, que arrebata la razón de arrebata la razón de arriba, a que haga un sentido de ilación con la de abajo, y se argüía de lo uno lo otro; pues míreme ahora el pío lector, que bien apesta un hurto y cuán contagiosa es una ganzúa; pues la causa de demudarse el clavel es que el rubí hurte a la amatista: y cuán a propósito y ad rem viene, que estándose los claveles quietos de raíces y pacíficos de hojas en la tierra, donde Dios los crió, porque el rubí ande ganzuando esmaltes cárdenos a la amatista en el Calvario, ellos y los lirios se den de cachetes y riñan las pendencias ajenas en los jardines y traten de darse tósigos. Y ya que dijo el poeta contagio, no lo había de hacer tan boquimuelle de veneno, que no hiciese más que demudar el clavel, debía de estar pasada de punto la ponzoña del lirio, que los contagios en el verso deben de perder su actividad, pues en él sólo tiene propiedad de susto que hace perder el color y no más. Grande triaca debe ser la de las coplas, bien se podrá pedir en las boticas una onza de atriaca, para curar emponzoñados de contagios mortales. �No es esto meter cizaña entre las flores y amotinar con una copla facinorosa la paz de la naturaleza? �No es esto decir lo mismo por lo mismo? Pues todo el aparato de rubíes, amatistas, esmaltes, cárdenos lirios, claveles, paran en que por los golpes se hace la sangre roja, moradas en los cardenales; y esto dicen los dos primeros versos, y esto mismo repiten los dos segundos; porque es fullería de retórica pobre, solar un concepto con dos versos, como zapatos viejos; porque con eso sirven como nuevos en una copla: cual más, cual menos, toda la lana es pelos; y morado po morado, moradas se son las amatistas y lirios; y rojo por rojo, rojos se son los claveles y rubíes; pero el poeta por afectar la claridad, quiere decir el pan por pan, y el vino por vino; porque no se quejen, que no habla bien claro. [365]
 
 

14

          Si a prevención del Múrice
             Los dientes gozaron cuna,
             Ya entre aparatos de polvo
             Yacen en sombras obscuras.
 
     Dicen en cuna, son diente de teta, que se mecen en colchones de múrice, mudado de acento y no de color, como el clavel; no llegó a él el contagio del lirio de la copla pasada, que él estuviera mudado de color y cárdeno, y quizá fuera mejor porque una encía golpeada, mejor se significa con lo mejorado del lirio, que con lo rojo resplandeciente del múrice. Y es a saber, que la carne desollada y momia de la encía es la que anda emboscada en la prevención del múrice, hecha coco colorado, para hacer asombrosos estos versos espeluzados de sombras y aparatosos de polvo, y espantar los niños de teta que están colgados de los pezones de la retórica y con la leche en los labios de la poesía. Al tordo de el campanario no lo azoran las badajadas, rey mío; prevención de múrice es grande adivinanza, para que se conozca por ella este que cosa y cosa de la encía; y si la madre que la parió la conociera por esa pinta, estoy cierto, que conocerá a un huevo por la fisonomía de un pantufo.
     Ya entre aparatos de polvo, yacen en sombras obscuras. Aquí yace el aparato a malas polvaredas, como a malas puñaladas. Aparato se dice del verbo latino parare, que es poner en orden y en su lugar cada cosa: y este aparato de polvo, está con mucho orden dispuesto en los dientes lastimados pulverulentos y ensangrentados de Cristo; como si las puñaladas de los sayones fueran mano de Apeles, y sus golpes pinceladas sutiles, que con mucho orden y concierto hubiesen puesto el polvo y sangre, entre diente y diente de la boca lastimada de Cristo. Aparato de polvo no hallo yo, que pueda ser, sino polvareda enmarañada del [366] aire, que es una pirámide de lindo garbo para un sepulcro tan callado como el de los dientes de Cristo en su boca después de muerto: allá el cabello fue torbellino, y aquí sepulcro es polvareda en la pluma tempestuosa de nuestro poeta; y polvareda y pirámide se parecen mucho en lo ligero y en estar entrambas a plomada y nivel; y es muy linda piedra mármol para entallar en ella una inscripción: cuando están en la copla con su aquí yacen los dientes atascados en su múrice, con su prevención hasta la rodilla y sus sombras obscuras hasta la boca.

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