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ArribaAbajoJornada II

 

Salen RAQUEL y RUBÉN.

 
RUBÉN
¿Cómo en inútil llanto el tiempo pierdes,
engañada Raquel? ¿Así remedias
la ruina y eversión del Pueblo Hebreo?
¿Así, Raquel, redimes las miserias
de tu infeliz Nación? ¿Así el injusto 5
bando revocas? ¿De esta suerte piensas
volver a tu perdido valimiento?
¿De tantos infelices las querellas,
que cifran en tu influjo sus alivios,
atiendes de este modo? El llanto deja; 10
deja inútiles quejas y sollozos
a mejor ocasión, y considera
que el general destierro que esperamos
atemoriza a todos y consterna.
El pacífico hogar, el quieto albergue 15
edificados por las manos nuestras,
quedarán de su dueño abandonados
a injusto poseedor; y las riquezas,
que acumuló la industria y la fatiga,
apagarán su avara sed apenas. 20
Considéranos ya, que fugitivos
peregrinamos apartadas tierras,
y entre bárbaros dueños arrastramos
del cuello esclavo la servil cadena.
Ancianos, niños, jóvenes, mujeres, 25
de la suerte que aguardan se lamentan,
y el triste sollozar del Idumeo
música es que al Castellano alegra.
Reprime, pues, el llanto; y si pretendes
templar con él lo acerbo de tus penas, 30
resérvale a ocasión más oportuna.
Del indignado Alfonso en la presencia
las perlas, que aquí viertes sin provecho,
de nuestra libertad rescate sean.
RAQUEL
No, Rubén, con tan frívola esperanza 35
aumentes mi dolor; deja a mi pena
que goce del alivio que la suerte
por único recurso la reserva.
Nuevos tiempos, Rubén, nuevas fortunas
corren ya aquí. Mis lágrimas, que fueran 40
bastantes otro tiempo a dar al mundo
sentimiento y dolor, ya se desprecian;
ya en vez de compasión iras concitan.
Cuando Alfonso otra vez sólo por ellas
la guerra declarara al Universo, 45
del Tajo undoso la dorada vena
retroceder hiciera hacia su origen,
la noche en claro día convirtiera,
tanto en tan breve tiempo se ha mudado,
tan otro está, que juzgo se deleita 50
en verlas derramar. Prueba costosa,
¡ay memoria infeliz!, cruda experiencia
vienen de hacer, Rubén, las ansias mías
de lo poco que puedo y valen ellas.
En medio de mis lágrimas amargas, 55
Alfonso, el mismo Alfonso, me condena;
de su boca, Rubén, sé mi destierro,
he escuchado yo misma la sentencia:
de sí Alfonso me aparta riguroso.
Mira si es bien que de su mal se duela, 60
o que admita esperanzas de consuelo,
quien tan contraria suerte experimenta.
RUBÉN
No tan contraria es como imaginas.
Los males, cuando a ser extremos llegan,
como pasar no pueden de aquel punto, 65
que empiecen a ceder, Raquel, es fuerza.
Ya el desaire mayor has tolerado:
ya no hay (créeme, Raquel), cosa que temas;
ya Alfonso arrepentido por ventura,
medios inquiere de templar tus quejas. 70
Sólo de Rey respetos le contienen;
y si éstos le obligaron a que hiciera
contra tu amor esfuerzos tan violentos,
no dudes que en su pecho las centellas
que apagar pretendió un temor en vano, 75
libre ya de él, con más furor se enciendan.
Hondas raíces el amor ha echado
en el alma de Alfonso; no se quiebran
cadenas que labraron tantos días,
Raquel, tan fácilmente como piensas; 80
no se puede borrar tan brevemente
la estampa que en el pecho dejó impresa
pasión tan generosa; pues no bastan
sustos, temores, sobresaltos, penas,
disgustos, amenazas, desventuras, 85
ni cuantos males la naturaleza
por mayorazgo repartió a los hombres,
a retraer a quien amó de veras.
En ti la prueba tienes. Si del mundo
el dominio absoluto te ofrecieran; 90
si cuantas perlas el Oriente envía,
cuanto oro Arabia tiene, el Catay sedas,
púrpuras Tiro, olores el Sabeo,
el turco alfombras, el Persiano telas,
cuanto tesoro encierra en sus abismos 95
el hondo mar, y cuanta plata cuentan
sudaron los famosos Pirineos,
cuando Vulcano liquidó sus venas;
si todo esto, Raquel, porque de Alfonso
el amor desdeñases, te ofrecieran, 100
¿te movería acaso? ¿le dejaras?,
¿pudieras olvidarle? Pues si encuentras
ese imposible en ti, ¿cómo presumes
que Alfonso, cuya amante pasión ciega
ejemplo singular ha sido al orbe, 105
olvidarse de sí tan breve pueda?
Delirio es de tu amor tal pensamiento;
recobra la esperanza, y aprovecha,
si quieres remediar el mal presente,
Raquel, el corto tiempo que te queda. 110
RAQUEL
Pues ¿puedo prometerme algún remedio
a tan extremo mal?
RUBÉN
La diligencia
madre es de la ventura.
RAQUEL
¿Y la que tiene
del rigor de su suerte tantas pruebas,
no será necia en esperar venturas? 115
RUBÉN
Necedad es mayor creer que deba
favorecer la suerte al negligente.
RAQUEL
Cuando remedio ya ninguno queda,
¿no es prudencia ceder a la desgracia?
RUBÉN
Pero ninguno llamará prudencia, 120
persuadirse que son irremediables
los males de la vida. No hay adversa
fortuna que la industria no deshaga,
o modere a lo menos.
RAQUEL
¿Pues se encuentra
alguna que remedie tan gran daño? 125
RUBÉN
Sí, Raquel, si a mi arbitrio te sujetas.
RAQUEL
¡Ay, Rubén!, mi esperanza a nueva vida
con tu discurso has vuelto. Ya se ahuyentan
con tus consejos sabios mis recelos,
mi temor con tus graves advertencias. 130
Dispón, Rubén: Raquel obedecerte
sólo sabrá.
RUBÉN
Pues si a mi arbitrio dejas
de esta acción el gobierno, nada dudes;
cuenta como lograda ya la empresa.
Alfonso, compelido del respeto 135
de sus Vasallos, hace resistencia
a su amor, y en su cuarto retirado,
finge desvíos, desamor afecta.
Pero yo sé, Raquel, que interiormente
por verte muere, por hablarte anhela, 140
y que hasta conseguir desenojarte,
juzga las breves horas por eternas.
Batalla con afectos diferentes
el corazón del hombre; mas si llega
a tomar el amor en él partido, 145
por él el campo y la victoria quedan.
Esto supuesto, Alfonso ha de buscarte;
y si hiciere a su amor tan grave fuerza
que el impulso quebrante de su afecto,
supla esta falta nuestra diligencia. 150
Necesario es que a Alfonso te presentes,
antes que se efectúe nuestra ausencia;
que de esto sólo pende la esperanza,
y en esto el logro de ella se interesa;
pues si vuelve otra vez a verte Alfonso, 155
difícil es que a abandonarte vuelva.
Resuélvete; y en tanto tus pesares
a cuantos de ellos informarle puedan
ostenta y exagera astutamente.
Haz, Raquel, aparato de tus penas; 160
lean todos tu enojo en tu semblante;
tu dolor en tus ojos todos vean.
Esto conviene.
RAQUEL
Pues si así conviene,
y ves, Rubén, dispuesta mi obediencia,
hasta que llegue el lance que meditas, 165
los aires henchiré con mis querellas,
molestaré la tierra con mis voces,
y aun sembraré en los cielos mis endechas.

 (Vase.) 

RUBÉN
Sí, Raquel; que si ayuda la fortuna
mis prevenciones, o he de hacer que vuelvas 170
a ser segunda vez dueña de Alfonso,
o he de perder la vida en esta empresa.
Mas ¡ay de mí! que aunque me aliento en vano,
lucho con mil recelos y sospechas,
y de un trágico fin o desventura 175
el justo horror de confusión me llena.
Que lidiar contra un vulgo alborotado,
oponerse al poder de la Nobleza
y mantener una privanza injusta,
¿quién sino un despechado lo emprendiera? 180
¿Pero qué importa aventurar la vida?
Aventúrese todo, Raquel tenga
segunda vez de Alfonso el albedrío;
que si esto se consigue, ya te queda,
Rubén, abierto campo a tus venganzas. 185
Muera Hernando, Alvar Fáñez también muera
y cuantos Ricos Hombres en Castilla
contraponerse a mis intentos puedan.
Yo haré que en recompensa de su agravio
pida Raquel a Alfonso sus cabezas, 190
y que reos de estado por mi industria,
les dé amor vengativo la sentencia.
¿Mas dónde Garcerán apresurado
así corre? Perpetuas compañeras
son de la iniquidad las inquietudes; 195
siempre el malvado lidia con sospechas.
 

(Sale MANRIQUE.)

 
MANRIQUE
Rubén, ¿has visto al Rey?
RUBÉN
En su retrete,
según acabo de informarme, queda.
Mas ¿qué motivo así te precipita?
MANRIQUE
El ganar las albricias de la nueva 200
de que ya está Toledo sosegada;
y el que antes era todo turbulencias,
ya es teatro de aplausos.
RUBÉN
Pues ¿qué causa
pudo mover pasiones tan opuestas?
MANRIQUE
El haber ofrecido Hernán García 205
de Raquel el destierro, y tu cabeza.
RUBÉN
¿Mi cabeza, Manrique?
MANRIQUE
No lo dudes.
RUBÉN
¿Qué dices?
MANRIQUE
Que a ti el Pueblo te condena.
RUBÉN
¡A mí! ¿Por qué razón?
MANRIQUE
Porque a tu influjo
de Raquel atribuyen las violencias; 210
su rigor, su codicia, sus audacias,
obras de tu enseñanza consideran,
y el encanto y prisión de Alfonso Octavo,
lecciones aprendidas en tu escuela.
RUBÉN
¡Yo, Manrique...! Si el Cielo...
MANRIQUE
Esas disculpas
215
con quien pueda estimarlas aprovecha.
Duéleme tu desgracia; mas no alcanzo
a remediarla; así no me detengas,
pues yo sirvo a mi Rey. Sólo un consejo
darte podré de mi amistad por prueba; 220
y es que en las desventuras declaradas,
oponerse a la suerte es imprudencia.

 (Vase.) 

RUBÉN
¡Oh Cortes, oh Palacios, centro infame
de engaños, falsedades y cautelas!,
¡cuán a mi costa llego a conoceros! 225
Si éste, que debe toda su opulencia,
su valimiento y auge a mis influjos,
así me corresponde, ¡cuánto yerra
quien de áulicos confía en esperanzas,
quien cree cortesanas apariencias! 230
Mas ¿cómo en reflexiones importunas
malogro el tiempo? El Pueblo mi cabeza
está pidiendo; yo la causa he dado;
el riesgo es conocido y está cerca.
¿Qué arbitrio me darás, ingenio mío, 235
para librarme de ocasión tan recia?
Mas ¡ay de mí!, que el Cielo acaso quiere
dar a mi iniquidad la justa pena,
y cansado tal vez de tolerarla,
pretende hacer de su justicia muestra. 240
Escarmienten los malos en mi daño,
y en mi desdicha la impiedad aprenda
que no siempre se peca impunemente,
y que si acaso el Santo Cielo deja
correr tras de sus vicios los mortales, 245
es por darles lugar para la enmienda,
y que su tolerancia justifique
en medio de las iras su clemencia.
Pero del Rey las guardias se descubren.
¿Qué es esto? Triste corazón, alienta; 250
que pues Alfonso al público se ofrece,
aún queda a mis astucias franca puerta.
Venga Raquel; renueve su hermosura
la antigua llaga que a cerrarse empieza,
y Fénix hoy amor entre cenizas 255
nuevo ser, nueva vida a cobrar vuelva.
 

(Sale la GUARDIA.)

 
GUARDIA
Despejad.
RUBÉN
Ya en el campo de batalla
tienes al enemigo. Última prueba
ésta es de tu poder, astucia mía.
Refuerza, amor, tus vencedoras flechas 260
a favor de Raquel, porque en Toledo
se tremole hoy triunfante tu bandera.

 (Vase.) 

 

(Salen ALFONSO y MANRIQUE.)

 
ALFONSO

 (A la GUARDIA.) 

Retiraos.

  (A MANRIQUE.) 

¿Qué, en fin, ya se ha aplacado
el furor de la Plebe?
MANRIQUE
La presencia
de Hernando refrenó sus osadías; 265
que sólo su valor las contuviera.
Y porque más afianzada quede
la pública quietud, las cien banderas
y los dos mil Jinetes destinados
y prontos a marchar ya sobre Cuenca, 270
del Campo de la Sagra en que se alojan,
sobre Toledo vuelven; y la fuerza
ocupada, señor, de San Cervantes
con el nuevo presidio, ya no queda
motivo de temer, por más que intente 275
segunda novedad la Plebe inquieta.
ALFONSO
¡Oh suerte miserable de los Reyes,
cuán vanamente el fausto os lisonjea,
si juzgáis os exime de cuidados
el poder, la corona y la opulencia! 280
¡Oh nombre ciegamente apetecido!
¡Oh títulos pomposos de grandeza,
sólo sonido, vanidad y viento!
¿Quién, que os conozca, habrá que os apetezca?
¿Pues qué sirve el poder en los Monarcas, 285
si siempre el Rey en sus acciones queda
sujeto a la censura del vasallo,
que injusto las abona o las reprueba?
¿Qué sirve la Corona, si su engaste
es de la voluntad fuerte cadena, 290
prisión equivocada con imperio,
y esclavitud llamada independencia?
¿Para qué es la opulencia, si los graves
cuidados que a los Reyes nos rodean,
tiranizan el gusto de gozarla, 295
ocupándole siempre en extenderla?
¡Oh fortuna envidiable del villano,
contento en la humildad de su bajeza,
y libre de los sustos y desvelos
que de continuo al poderoso cercan! 300
¡Oh mesa venturosa, que guarnece
grosero plato de paterna herencia,
que convierte en sabroso y delicado
aquel placer que a tu contorno vuela!
Pajiza habitación de la alegría, 305
a cuyo umbral humilde nunca llega
ni de la envidia el tiro venenoso,
ni el ímpetu crüel de la soberbia.
¡Cuánta ventaja hacéis a los altivos
Alcázares Reales, que aposentan 310
por huéspedes perpetuos de sus techos
desvelos, sinsabores y sospechas!
¡Cuán libremente sus deseos goza
el simple Labrador, cuya pobreza
ni excita emulación en sus iguales, 315
ni en los más poderosos competencia!
Si al pellico y cayado el Cetro de oro
la Púrpura Real trocar pudiera,
¡cuán ventajoso el cambio juzgaría!,
¡con cuánta libertad en las florestas 320
del amor solamente frecuentadas
gozara tu hermosura, Raquel bella!
Nunca de estado la razón tirana
tanto bien, tanta gloria me impidiera.
¡Oh suerte! ¡Oh condición! ¡Oh Reino, cuánto 325
me debéis, si a Raquel por causa vuestra
de mí separo! Pero ¿qué pronuncio?
¿Podrás, Alfonso, tú, vivir sin ella?
No; que mi vida pende de sus ojos.
No; que en su pecho mi alma se aposenta. 330
Mas la razón, el reino, mis vasallos,
mi honor, su misma vida, las estrellas,
todo influye en su ausencia, ¡Oh suerte injusta!
¡Oh cruel dolor! ¡Oh bárbara violencia!
MANRIQUE
No deis lugar, Señor, a reflexiones 335
que aumentan vuestro mal y vuestra pena.
ALFONSO
Deja, Manrique, que mi mal me aflija;
deja que mis dolores cobren fuerzas;
deja que mi pasión me martirice.
MANRIQUE
Mirad, Señor, que vuestra vida...
ALFONSO
Deja
340
que avivando el dolor y sentimiento,
el fuego que en mi pecho se alimenta,
en las aras de amor mi triste vida
ofrenda noble y holocausto sea.
Porque vea Raquel que si ha podido 345
el cuerpo separar la suerte adversa,
el alma, no; que libre de embarazos
a Raquel volará como a su esfera.
¡Oh días miserables, de horror llenos,
llenos de luto, llenos de tristezas, 350
los que sin ti, Raquel, ya me amenazan!
¡Oh eternas noches de dolores llenas,
aquéllas que, tu ausencia lamentando,
pasaré en largo llanto y mudas quejas!
Garcerán, si el amor que me has debido 355
quieres pagar, con sola una fineza
saldrás de obligaciones. Con tu acero
abre este pecho, rómpeme las venas;
mi espíritu desata de estos lazos;
dame, dame la muerte; no suspendan 360
la ejecución respetos de vasallo;
piedad será esta vez, lo que otra fuera
el delito mayor, pues se redimen
con sólo un mal inmensidad de penas.
MANRIQUE
No así ofendáis, Señor, mi amor y celo 365
con proponerme acciones tan violentas,
tan fuera de razón, y desusadas.
Volved en vos; desvaneced ideas
que os turban la razón y los sentidos:
conservad vuestra vida; ved que en ella 370
se cifra el bien de todo vuestro Reino.
Y si el amor, si la pasión os ciega
tanto, que a riesgo ponga vuestra vida,
porque ésta se conserve, todo ceda;
todo ceda, señor, a vuestro gusto. 375
¿Pensáis que puede haber quien no prefiera
tanto bien a cualquier otro respeto?
Yo os lo afirmo, Señor: todos desean
que viváis a Castilla largos siglos.
Además de que ya las tropas cerca 380
de Toledo, y la plebe sorprendida,
no queda que temer. Y antes debiera
de Raquel el destierro revocarse
en obsequio, Señor, de vuestra regia
autoridad, que queda desairada 385
de otro modo.
ALFONSO
¡Qué en vano me aconsejas!
En vano tu lealtad, tu amor y celo,
quiere templar lo acerbo de mis penas.
¡Cómo!, ¿podré olvidar de mis vasallos 390
la justa pretensión? ¿Bien visto fuera
que cuando ellos por mí se sacrifican,
de lealtad siendo ejemplo, y de fineza,
como tú dices, yo correspondiese
a tan notable fe, abusando de ella? 395
No, Garcerán, los cielos no permitan
que yo amancille con acción tan fea
la historia de mi vida desdichada.
Y pues remedio ya ninguno queda,
acábame, ¡oh dolor! Dame la muerte, 400
serás piadoso aquesta vez siquiera.
MANRIQUE
Apartad ya, Señor, el pensamiento
de tan tristes objetos.
ALFONSO
Mal penetras,
del mal que me fatiga y acongoja
el rigor, la crüel naturaleza. 405
Si el enfermo, que siente lastimada
una parte del cuerpo, aunque no sea
de las más principales, no es posible
que el pensamiento de su mal divierta,
quien tiene como yo llagada el alma 410
de herida tan antigua y tan acerba,
¿cómo podrá, Manrique, distraerse
insensible al dolor que le atormenta?
MANRIQUE
Mirad que llega gente.
 

(Sale un GUARDIA.)

 
GUARDIA
Para hablaros,
espera que la deis, Señor, licencia 415
Raquel.
ALFONSO
¿Qué es lo que escucho? Fuerte lance
me preparas, fortuna; cruda guerra
vas a moverme, amor, en este encuentro.
¿Pero qué riesgo hay ya, cuando no queda
a la revocación arbitrio alguno? 420
¿Y no será crueldad que cuando llega
Raquel a suplicar a Alfonso Octavo,
ni aun admitirla a su presencia quiera?
¿Qué dudo, pues? Decid que Raquel llegue.
 

(Vase el GUARDIA.)

 
MANRIQUE
Ya con Rubén, Señor, aquí se acerca. 425

 (Vase.)  

 

(Salen RAQUEL, RUBÉN y acompañamiento de judías.)

 
RAQUEL

  (De rodillas.) 

Si presumís, Señor, que a vuestras plantas
segunda vez me trae aquel designio
de que anuléis el rígido decreto
de mi ausencia, o mi muerte, que es lo mismo...
ALFONSO

 (Alzando a RAQUEL.) 

¡Ay de mí! Alzad del suelo. (¡Raquel llora! 430
Mucho de ti recelo, valor mío.)
Proseguid, pues. ¿Qué es esto, duros astros?
¿Qué os detenéis?
RAQUEL
Oíd, que ya prosigo.
Si presumís, Alfonso, que este llanto,
si pensáis que estos débiles suspiros, 435
prendas en otro tiempo inestimables,
cuando suerte mejor y el cielo quiso,
vienen acaso a ser intercesores
entre vuestro rigor y mi delito
(sin haber correspondido a vuestro afecto 440
merecer puede nombre tan indigno),
no lo temáis. Mi llanto y mis sollozos
sólo son expresión de mi martirio,
vapores que a los ojos ha exhalado
la amante llama que en mi pecho abrigo. 445
Con muy contrario intento a vuestra vista
vuelvo, Señor; pues si antes he pedido
suspendierais el orden de mi ausencia,
llevada de mi amante desvarío,
ya con mejor acuerdo sólo trato 450
de cumplir vuestro gusto, y sólo aspiro
a dar la última prueba en mi obediencia
del amor con que siempre os he servido.
Bien sé que obedecer vuestro mandato
la vida ha de costarme, cuando miro 455
que no pueden cortarse a menos riesgo
lazos que tanto amor y tiempo ha unido.
Mas si en esto, Señor, de mi fineza
los subidos quilates acredito,
dulces serán los últimos tormentos, 460
si han de manifestar cuánto os estimo.
Males no habrá de cuantos me propone
la triste idea del destierro mío,
que no les dé accidentes de deleite
al ser por vuestra causa padecidos. 465
La dura soledad, que me amenaza
en la mortal ausencia que medito,
será recreación del pensamiento
al contemplar sois vos quien la ha querido.
El cansancio, Señor, la grave angustia 470
de mi espíritu vago y peregrino,
trocará las congojas en descanso
y hará de la fatiga misma alivio;
y los insultos a que quedo expuesta
del feroz vulgo, adularán mi oído, 475
viendo que aborrecerme así les mueve
de su Rey el afecto y el cariño.
Esto supuesto, y que es inexcusable
ausentarme de vos, pues mi peligro,
la voz del Pueblo, su quietud, los Cielos 480
lo tienen decretado y convenido;
si algún mérito tiene, amado Alfonso,
tan constante pasión, amor tan fino,
de tantos años la correspondencia,
la noble emulación con que habéis visto 485
mi ternura y la vuestra competirse,
votos con tal desgracia repetidos,
tantas promesas por mi mal frustradas,
con que no pienso ya reconveniros,
pues me tiene tomados mi desdicha 490
de cualquiera esperanza los caminos;
en recompensa sólo una fineza
me atrevo a suplicaros y pediros,
cuyo derecho no podrá usurparme
el rigor de esta ausencia o exterminio. 495
Esta es, Alfonso, que, pues no es posible
apagar esta llama que respiro,
de mi pecho arrancar vuestro retrato,
ni de mi pensamiento este delirio,
os deba esta infeliz, que así os adora, 500
un recuerdo tal vez, que fuisteis mío,
que en los años dichosos que me amasteis
y yo fui vuestra, pudo el amor mismo
ternezas aprender de mis afectos,
que siempre el mío fue vuestro albedrío, 505
y finalmente que por adoraros,
ausente, triste y desterrada vivo.
Esto, Señor, mis lágrimas pretenden:
éste el intento es que me ha traído
a causaros molestias con mi vista, 510
y esto lo que por último os suplico.
Esto hará mis tormentos menos graves,
mis males menos duros y prolijos,
y aborrecible menos este aliento,
mientras la Parca tuerza el vital hilo. 515
Y pues instan, Señor, inconvenientes,
temores, sobresaltos y peligros
a que me ausente, ¡ay, Dios, cuántos ahogos
el espíritu siente al proferirlo!,
dadme, Señor, Licencia; y este llanto, 520

 (Arrodíllase.) 

última ofrenda que a mi amor dedico,
os quede por seguro que ni el tiempo,
destierro, ausencia, penas ni martirios,
recelos, amenazas ni desastres,
ni de la muerte el riguroso filo 525
serán bastantes a borrar del pecho,
de tanta fe depósito y archivo,
la imagen vuestra que por tantos años
labró el amor, el trato y el destino.
ALFONSO
¿Qué es esto, Sacros Cielos? ¿Qué centella, 530
qué extraordinario ardor no conocido
a mi pecho ha inspirado, Raquel mía,
tu llanto y tu dolor? ¿Cuándo se ha visto
sino en mi daño tan extraño exemplo,
fenómeno tan raro y peregrino? 535
Alza, Raquel, del suelo; de tu llanto
suspende los raudales: no abatido
tengas el cielo, de quien eres copia.
No desperdicies los tesoros ricos
de tus preciosas lágrimas; recoge 540
al lastimado pecho los suspiros.
Deja el llanto y dolor, deja la pena
a este infeliz, a quien el hado impío
maltrata con rigor tan importuno.
A mí, a quien el perderte es ya preciso, 545
y muriendo vivir en esta ausencia,
corresponde, Raquel, este ejercicio.
Segura partir puedes de que en cuanto
este espíritu rija el condolido
cuerpo, que tantos males debilitan, 550
su alimento será y manjar continuo
llanto y dolor, pesar y sentimiento.
¡Mas ay de mí, infeliz! ¿Qué he proferido?
¿Yo, que Raquel se ausente pensar puedo?
¿Yo puedo proponerlo y consentirlo? 555
¿Yo, que aliento al influjo de su vista?
¿Yo, que en fe de que me ama sólo animo?
No es posible, ni el Cielo lo consienta.
Raquel, no has de partir; antes el hilo
se corte de mi vida.
RAQUEL
¿Qué he escuchado?
560
¿Qué pronunciáis, Señor? ¿No sois vos mismo
quien ha determinado mi destierro?
ALFONSO
Fue atentando, fue error, fue desvarío.
RAQUEL
¿Pues vos no me intimasteis la sentencia?
ALFONSO
No lo puedo negar; temor lo hizo. 565
RAQUEL
¿No os mostrasteis de piedra a mis razones?
ALFONSO
O no era yo, o estaba sin sentido.
RAQUEL
¿No sois vos mismo quien me aconsejaba?
¿No sois aquel que astutamente fino
me pintaba los riesgos?
ALFONSO
Verdad dices;
570
tenlo por sueño, tenlo por delirio.
RAQUEL
¿No despreciasteis mis reconvenciones?
¿No os vi sordo a mis llantos y gemidos?
¿Por fin de mí no huisteis?
ALFONSO
¿Qué más quieres,
Raquel, si te confieso mi delito? 575
Sírvame este rubor, esta vergüenza
que paso al confesarlo, de castigo.
Errores son que debes disculparlos,
pues tuvieron de amarte su principio.
Yo te amaba, Raquel; yo te apartaba 580
de mis ojos; contempla mi martirio.
RAQUEL
¡Con qué facilidad un pecho amante,
si está tan empeñado como el mío,
admite las disculpas que desea,
y aun tal vez disimula su artificio! 585
Mas cuando yo os conceda que forzado
obrasteis, y que sólo mi peligro
os turbó la razón, ¿es por ventura
menor el riesgo ya?, ¿los conmovidos
corazones están más aquietados?, 590
¿se han disipado ya mis enemigos?
¿clama menos el Pueblo?, ¿la Nobleza
pondrá a sus quejas término? ¿Vos mismo,
a quien ya los temores vencer saben,
me dais seguridad de reprimirlos? 595
¿Queréis que expuesta quede a una violencia?,
¿del vulgo fiero al bárbaro capricho?,
¿de un soberbio al insulto? Quien me ama,
¿podrá esto tolerar? ¿Qué poderío,
qué autoridad, qué auxilio me asegura 600
de tantos riesgos? Si es que os he debido
algún amor, Alfonso, no mi vida
expongáis de esta suerte; y pues preciso
es que me ausente, adiós, amado Alfonso,

 (Llorando y en ademán de irse.)  

adiós, y el Cielo...
ALFONSO

  (Deteniéndola.) 

El Cielo que ha querido
605
a tan graves desdichas conducirme,
y es de mi puro amor y fe testigo,
no permita que Alfonso sin ti viva.
Raquel amada, hermoso dueño mío,
¿así a Alfonso abandonas?
RAQUEL
Las estrellas,
610
el Cielo así lo manda, y mi destino.
ALFONSO
¿Que en fin estás resuelta a abandonarme?
RAQUEL
Cuánto me pesa en este llanto explico.
ALFONSO
Pues si mi desventura es tan notoria,
esta vida, este espíritu mezquino 615
como inútiles prendas considero;

  (Sacando la espada.)  

acero noble, rayo que esgrimido
de mi diestra, blasones duplicasteis
a Marte poderoso, yo os dedico
a mejor ministerio: sed piadoso 620
instrumento de amantes sacrificios.
Y tú, Raquel, si quieres testimonios
de mi constante amor ciertos y fijos,
pues no oyes mi razón, estas alfombras
te los ofrezcan con mi sangre escritos. 625

 (En ademán de echarse sobre la espada.)  

RAQUEL

  (Conteniéndole.) 

Deteneos; ¿qué hacéis? ¿Qué furia es ésta?
Mirad que de la espada el duro filo,
cuando amenaza estragos a ese pecho,
los obra y ejecuta ya en el mío.
¿No advertís que ese golpe riguroso 630
será fin de mi vida? ¿Quién ha dicho
que muerto Alfonso Octavo Raquel puede
vivir un solo punto? ¿Habéis creído
que a vuestra costa pueden redimirse
mis desdichas? Vivid, Alfonso mío, 635
vivid, que Raquel sólo para amaros
la vida quiere. Ya, Señor, me rindo
a cuanto dispusiereis; ya Toledo
será otra vez mi centro; no hay peligro
que a trueque de agradaros me dé asombro, 640
que me dé susto a trueque de serviros.
ALFONSO
¡Oh portento de amor! Sea la eterna
gratitud que te ofrezco y sacrifico,
paga a tanto favor.
RAQUEL
¿Y los Hebreos
que no tienen, Señor, otro delito 645
que depender de mí?...
ALFONSO
Ya los indulto.
Y porque tu temor desvanecido
del todo quede; porque no receles
de un vulgo osado los infieles tiros,
desde hoy de mi Cetro y mi Corona 650
serás dueño absoluto. Mis dominios
a tu arbitrio se rijan y gobiernen;
de todos mis vasallos los destinos
de ti dependerán públicamente,
porque todos así te estén sumisos. 655
¡Ah de mi guardia!

 (Ocupando el solio.)  

 

(Salen MANRIQUE, la GUARDIA y acompañamiento de CASTELLANOS.)

 
MANRIQUE

 (Y los demás.) 

¿Qué ordenáis?
ALFONSO
Atentos
escuchad lo que mando y determino.
¿Soy vuestro Rey?
MANRIQUE
Por tal os veneramos.
ALFONSO
¿Sois mis Vasallos?
MANRIQUE
Este distintivo
nos honra.
ALFONSO
Y lo que yo sobre mi Trono
660
mandare y dispusiere, ¿no es preciso
que todos lo obedezcan?
MANRIQUE
¿Quién lo duda?
Nadie debe excusarse de serviros.
ALFONSO
Está bien; y el vasallo que se opone
al gusto de su Rey, ¿no es, decid, digno 665
de la pena mayor, y por rebelde
no se hace reo del mayor delito?
MANRIQUE
No hay duda.
ALFONSO
Pues supuesto que no hay duda,
y supuesto también que es gusto mío,
sabed que hoy en mi Trono sustituyo 670
a Raquel; mi poder y mi dominio
la transfiero, y yo mismo la coloco
en mi Solio Real; esto entendido,
pues confesáis debéis obedecedme,

  (Colocándola en el trono.) 

sabed que ya Raquel reina conmigo. 675
CASTELLANOS
¡Terrible ceguedad!
MANRIQUE
Si es vuestro gusto,
ya os obedezco y el primero rindo
a Raquel mi respeto.
 

(Van los demás besando la mano a RAQUEL como MANRIQUE.)

 
RUBÉN
Bien se logra
el fin de mis astucias y designios.
Ya de nuevo respiro.
RAQUEL
¡Qué gustoso
680
es el mando aun en medio de peligros!
ALFONSO
Ya estás, Raquel, en el lugar sagrado,
donde nunca alcanzar podrán los tiros
de tus contrarios; ya mi imperio todo
está en tu mano; ya de tu albedrío 685
dependen los que quieran ofenderte.
Los doce mil Soldados que destino
para asediar a Cuenca, ya en Toledo
entrando van; fiada en tal presidio,
tu gusto ley de mis Vasallos sea. 690
RAQUEL
Por testimonio de tu amor lo estimo.
ALFONSO
Y porque mi presencia no embarace
que obres con libertad, yo me retiro.
Adiós, bella Raquel.

 (Vase con la GUARDIA.) 

RAQUEL
El Cielo os guarde.
¿Qué es aquesto, fortuna? ¿Quién ha visto 695
tan extrañas mudanzas en su suerte?
¿Qué afectos hasta aquí no conocidos
el corazón combaten? La venganza
me inspira indignaciones y castigos;
y este asiento, que es centro de justicia, 700
contiene mi furor cuando me irrito.
¿Mas podré conservar mi vida acaso,
cuando me cercan tantos enemigos,
por más que este lugar me privilegie
del insulto del Pueblo? ¿El atrevido 705
infame Vulgo contendrá su furia,
porque yo disimule su delito?
No por cierto; que el vil nunca conoce
estas obligaciones, y al maligno
a quien se disimula un desafuero, 710
licencia se le da de repetirlo.
Prueben, pues, mi rigor.
 

(Sale la GUARDIA.)

 
GUARDIA
Hernán García
y Alvar Fáñez, creyendo en este sitio
hallar al Rey, entrada solicitan.
RAQUEL
Permitidlos entrar.
 

(Vase la GUARDIA.)

 
MANRIQUE
¡Duro conflicto!
715
 

(Sale ALVAR FÁÑEZ por un lado, con un pliego.)

 
ALVAR FÁÑEZ
Éste es, Alfonso, el bando... Mas ¿qué veo?
 

(Sale GARCÍA por el lado opuesto.)

 
GARCÍA
El obsequioso Pueblo... Mas ¿qué digo?
ALVAR FÁÑEZ
¿Es ilusión?
GARCÍA
¿Es sueño?
RAQUEL
¿Qué os suspende?
Alvar Fáñez, llegad. ¿No me habéis visto?
¿Qué os admira, Fernando? ¿Qué reparos 720
os detienen? ¿Habéisme conocido?

  (Levantándose.)  

Yo soy Raquel; Raquel, la que no ha mucho
insultasteis soberbios y atrevidos.
Raquel soy, ¿qué dudáis?, a quien Alfonso
sustituye en su mando, a quien él mismo 725
en su Solio Real ha colocado,
con quien todo el poder ha dividido,
a quien ya sus vasallos más leales
tributan los obsequios más rendidos.
Soy quien traidores castigar pretenden; 730
quien del rigor esgrimirá los filos
en cuellos alevosos; quien alfombras
hará a sus pies de espíritus altivos
y será con asombros y rigores,
de audacias escarmiento y exterminio. 735

 (Tomando el pliego a ALVAR FÁÑEZ y rompiéndole.) 

Mas tú, que de leal haciendo alarde,
solicitas mi daño y precipicio,
advierte que así apruebo iniquidades,
que así injusticias corroboro y firmo.
Y Tú, que Diputado de alevosos 740
viles Plebeyos el enjambre indigno
tan oficiosamente representas,
les dirás de mi parte cuánto estimo
su fineza, y que ya para pagarla
prevengo hierros, lazos y suplicios. 745
 

(Vase con RUBÉN y los demás judíos.)

 
ALVAR FÁÑEZ
¿Es posible que a tanto haya llegado
la ceguera de Alfonso?
GARCÍA
Estoy corrido.
No sé cómo he sufrido tal ultraje.
Manrique, ¿es esto cierto?
MANRIQUE
Ya lo has visto.
ALVAR FÁÑEZ
¿Y tú lo has permitido?
GARCÍA
¿Tú lo sufres?
750
MANRIQUE
El que lo pudo hacer es quien lo hizo.
El Rey así, Alvar Fáñez, lo ha mandado;
así, García, Alfonso lo ha querido.
Cuando su voluntad tan declarada
está, como notáis vosotros mismos, 755
ni debe replicar ningún vasallo,
ni puede resistirla sin delito.
Yo por lo menos sólo sé que debo
servir y obedecer al dueño mío.

 (Vase.) 

GARCÍA
Vive Dios, que es deshonra. Es ignominia 760
tal modo de pensar. ¿Pues quién te ha dicho,
infame adulador, que a su Rey sirve
quien, como tú, sus ciegos desvaríos
obedece sin réplica, debiendo
conducirle a un desdoro y precipicio? 765
Mas ya no es tiempo de esto; ya, Alvar Fáñez,
de Alfonso ves la ceguedad; ya vimos
de esa altiva Judía la arrogancia.
¿Quién seguro estará de sus caprichos?
¿Quién no debe temer sus osadías? 770
¿Será razón que el Castellano brío
obedezca las leyes de una Hebrea?
¿Será justo que aquellos que nacimos
los primeros del Reino, para darle
grandes ejemplos, mudos y abatidos 775
una beldad tirana respetemos?
Y el Pueblo, que en los dos ha transigido
sus acciones y fueros, ¿será justo
quede sujeto al abandono antiguo?
No, Alvar Fáñez: remedio pide el daño. 780
ALVAR FÁÑEZ
A cuanto quieras ya me determino.
GARCÍA
Redimamos el pueblo miserable.
ALVAR FÁÑEZ
Cuanto pienses y digas, te confirmo.
GARCÍA
Libertemos a Alfonso de este encanto.
ALVAR FÁÑEZ
Mi vida ofrezco para conseguirlo. 785
GARCÍA
Mas se debe excusar todo alboroto
no parezca motín el que es oficio.
ALVAR FÁÑEZ
A cuanto dispusieres me resuelvo.
GARCÍA
Pues si tú me acompañas, hoy consigo
eternizar el nombre Castellano 790
con la violenta empresa que medito;
y verá el mundo en mí, cuando contemple
los efectos que ya me pronostico,
la mayor lealtad en la osadía;
pues hay casos tan raros y exquisitos 795
en que es más fiel el menos obediente,
y más leal el que es menos sumiso.

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