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No podemos vacilar en aceptar esta observación del viajero francés si recordamos cuál era el género de vida que se seguía en el Paraguay en el siglo XVI, descrito en numerosas relaciones de la época comentadas recientemente por ENRIQUE DE GANDÍA, en Indios y conquistadores en el Paraguay, Buenos Aires, 1932. (N. del E.)

 

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ENRIQUE PEÑA, en Don Jacinto de Lariz, Turbulencias de su gobierno en el Río de la Plata, 1646-1653, Madrid, 1911, con apéndice documental, ha estudiado diligentemente el período gubernativo de este irascible personaje, que inicia su mando el 9 de junio de 1646 y lo resigna el 19 de febrero de 1653 en don Pedro de Baigorri Ruiz. Deficiencias de información o, como se ha dicho, porque «los porteños de entonces le fantasearon bastante para reírse de él» (RÓMULO ZABALA y ENRIQUE DE GANDÍA, en Historia de la ciudad, etc., t. I, p. 276), lo cierto es que no se produjo la expulsión que relata Acarette, aun cuando ese fuera el íntimo deseo de los jesuitas y el anhelo de los guaraníes, pobladores de las Misiones, molestos por la presencia del gobernador Lariz que a todo trance quería localizar las minas de oro de que le hablara algún indígena locuaz y burlón. (N. del E.)

 

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No podemos abrir juicio acerca de la vinculación que mantuvieron Baigorri Ruiz y los jesuitas, pero no deja de ser sumamente fantaseosa buena parte de lo que se afirma en este párrafo. Cierto fue que el gobernador percibió una «comisión» de parte de los comerciantes holandeses por permitirles el libre comercio en la ciudad. Ello le pudo constar a Acarette por referencias directas escuchadas tanto en el Río de la Plata como posteriormente durante su viaje al Potosí. Como que los comentarios eran tan elevados de tono e insistentemente repetidos que el teniente general de justicia y guerra, almirante Eugenio de Castro, en el acuerdo capitular del 19 de febrero de 1659 ordenó el levantamiento de una información, pues «como es publico en todo esta Siudad que en estas probinçias y en las del Peru se an esparsydo algunas calumnias manifiestamente falsas en perjuycio desta Siudad y en descredito del Señor maestre de Campo Don Pedro de Baygorry Gobernador y Capitan general desta probinçia»; pues bien, los cabildantes convinieron «unanimes y conformes a una bosque se hiciese la información pedida «que tienen por cosa muy conveniente», más nunca volvieron a ocuparse de este punto. No pudiendo demostrar la inocencia del gobernador, acordaron echar tierra sobre las «calumnias manifiestamente falsas». (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, publicados bajo la dirección del Archivero de la Nación JOSÉ JUAN BIEDMA por resolución del Excmo. Gobierno Nacional, t. XI, lib. VI y VII, años 1656 a 1663, p. 108, Buenos Aires, 1914). (N. del E.)

 

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La cuestión referente a la existencia de minas de metales preciosos halladas por los jesuitas se mantiene en debate desde el siglo XVI. Verdad es que realizaron ingentes trabajos y numerosas diligencias para descubrir vetas de calidad, que aun cuando no rindieron en forma, ellos compensaban con los reducidos gastos de explotación, que corrían a cargo de los indígenas de las reducciones o doctrinas, pero debe convenirse en que no pudo guardarse durante dos siglos tan celosamente el paradero de las excavaciones. De cualquier modo, nadie admitiría que el oro obtenido en las minas jesuíticas resultara «más fino que el del Perú». (PABLO HERNÁNDEZ: Misiones del Paraguay, Organización social de las doctrinas guaraníes de la Compañía de Jesús, pp. 226 y sigs., Barcelona, 1913). (N. del E.)

 

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Recuérdense las justas conclusiones a que arribó EMILIO A. CONI en Historia de las vaquerías de Río de la Plata (1555-1750), Madrid, 1930, acerca del desarrollo de la ganadería en esas regiones. (N. del E.)

 

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Propias y necesarias. Sólo dos años más tarde (julio 24 de 1660), el procurador general de Buenos Aires, don Alonso Pastor, representó al Cabildo «el miserable estado en que todos nos hallamos... la gran pobreza de todos originada de la falta de comunicación con otras ciudades así por la distancia como por no tener esta tierra frutos que poder comerciar ni que sacar a otras ni que inciten a los de otras provincias a venir por ellos, pues tan solamente tenemos de cosechas trigo, maíz, frutas y estancias de ganado vacuno en abundancia y otros en cortas unidades de que nos sustentamos». Luego de señalar que los ganados se hallan más baratos y mejores y con mayores conveniencias en la ciudad de santa fe de esta provincia, ochenta leguas menos de camino para cualquier saca», Pastor advierte que «los Jeneros de que necesita esta ciudad son bino, aceite, javon, cordovanes para Calçado y vestuario, todos necesarios para la vida y que ninguno se fexia ni trueca trigo, mais, ni vacas, sino aplata a que se llegan otros dos generos en segundo grado para cavida en estas Provincias que son yerva y tabaco de que comunmente ussan». Este era el Buenos Aires que conoció Acarette, cuyo único alivio «desde su poblacion an sido algunos navios assi de permisso de esclavos como de ropa y otros de arrivada a quienes emos bendido. El pan fruta, melones, sandias que con el ordinario rocio con que el cielo fertiliza esta tierra cada uno en su cassa hace su huerta de ortalissa, o legumbres que bende a los demas en fuera» (Correspondencia de la Ciudad de Buenos Aires con los Reyes de España, publicación dirigida por D. ROBERTO LE VILLIER, t. III, pp. 1-3, Madrid, 1918). (N. del E.)

 

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Felipe Próspero llamábase el infante hijo del rey Felipe IV y de su segunda esposa María Ana, nacido el 28 de noviembre de 1657 y fallecido el 1 de noviembre de 1661. Al parecer, entre los papeles que la corona confió a Acarette para el virreinato del Perú, no iba ninguno para el gobierno de Buenos Aires. La noticia del nacimiento del infante, por ejemplo, no se encuentra en los acuerdos capitulares de principios del año de 1658 como hubiera sido de rigor. Que había conocimiento del suceso lo prueba el acta del 8 de noviembre, donde se «leyó y Publico una Real Cedula de Su Magestad que se a traydo a dicha siudad agora nuevamente» por la cual se comu nicaba el nacimiento del príncipe Felipe Próspero (Acuerdos del extinguido Cabildo, etc., p. 93). (N. del E.)

 

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DIEGO LUIS MOLINARI suministra interesantes datos acerca del tratamiento que se prodigó a los esclavos en la colonia, en Datos para el estudio de la trata de negros en el Río de la Plata, introducción a FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, Documentos para la historia argentina, t. VII, Comercio de Indias, Consulado, Comercio de negros y extranjeros (1791-1809), pp. 34 y sigs., Buenos Aires, 1916. (N. del E.)

 

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DIEGO LUIS MOLINARI en la obra anterior mente citada y JOSÉ TORRE REVELLO, en Las clases sociales, la ciudad y la campaña, (ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA: Historia de la Nación Argentina, etc., cit., t. IV, primera sección, El momento histórico del virreinato del Río de la Plata, p. 503, Buenos Aires, 1938), se han ocupado de la condición social de los esclavos con profusa documentación. (N. del E.)

 

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En este punto la imaginación de Acarette, o sino su extrema ingenuidad, se desbordó sin cortapisas, originando una fantástica leyenda acerca de las fabulosas cantidades de ganados diseminados en toda la colonia, patraña ésta que no perjudicó a la colonia y que por el contrario, contribuyó a que se mirara al Río de la Plata como tierra de promisión. No muchos autores dieron crédito a esta exageración del viajero francés, sobre una riqueza ganadera que EMILIO A. CONI, en Historia de las vaquerías, ha llevado a su justo término merced a una estricta interpretación documental. (N. del E.)