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290.       J. Sánchez se refiere a otras asociaciones similares posteriores a la de Platón: �Esta clase de reunión de sabios se conoce también en Egipto, pero con el nombre de Museo. El primer Tolomeo fundó en Alejandría un museo, que era una asociación de sabios. En el siglo VIII Carlo Magno estableció en su palacio de Pairo un museo o asociación de hombres doctos, cuyo objeto era no enseñar sino consultar. El emperador era uno de los miembros. Seguramente por primera vez vemos a los miembros de una asociación de intelectuales usar un nombre supuesto. Cada miembro asumía el nombre del autor antiguo que más admiraba y cuyos escritos le gustaban más. Carlo Magno escogió el nombre de David. Otros nombres empleados fueron Homero, Livio, etc. Duró esta sociedad hasta la muerte de su fundador� (op. cit., p. 11).

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291.       Cf. S. Guinot, �Tertulias literarias de Valencia en el siglo XV�, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, II, 9-12 (enero-abril 192l), pp. 1-5, 40-45, 65-76, 97-104.

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292.       E. Cotarelo y Mori, �La fundación de la Academia Española y su primer director D. Juan Manuel F. Pacheco, Marqués de Villena�, BRAE, I (1914), pp. 4-38, 89-127. Sobre la vida cultural y la actividad literaria promovidas por el Magnánimo, cf. J. C. Rovira, Humanistas y poetas en la corte napolitana de Alfonso el Magnánimo, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1990.

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293.       Willard F. King, a este respecto, señala: �Ludwig Pfandl es el único escritor que al tratar del origen de las academias españolas propone una teoría diferente (Cultura y costumbres del pueblo español de los siglos XVI y XVII, 2� ed. esp. [Barcelona, 1942], pág. 183). Afirma sin paliativos que las academias privadas de los siglos XVI y XVII fueron meras imitaciones de los clubs de estudiantes creados por los jesuitas en sus escuelas, para fomentar la discusión metódica de diversos ejercicios escolásticos. Indudablemente existieron estas organizaciones jesuíticas, y posiblemente algunos de los miembros de academias españolas privadas mientras asistieron a los colegios de jesuitas participaron en la �academia escolar�; pero ningún español de la época menciona siquiera este posible modelo eclesiástico en conexión con las academias privadas de seglares. Parece más probable que la academia pedagógica de los jesuitas estuviese basada en el conocido original italiano y, a lo más, sirviese de intermediario entre Italia y España. Más adelante veremos que las primeras academias españolas preceden en varios decenios a la apertura, en 1564, de los colegios de jesuitas al público en general� (op. cit., pp. 11-12, nota).

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294.       No fue España excepción en esto. En 1537, sólo tres años después de la versión de Boscán, se tradujo al francés Il cortegiano. La primera academia reglada en Francia es la del miembro de La Pléiade Jean-Antoine de Baïf, en 1570. Sin embargo, con la creación por parte de Richelicu de la Académie Francaise en 1635, estas reuniones se bifurcaron en dos grupos: el salon, que atiende sobretodo al ingenio y al juego social, y la académie, organizada corrio centro de estudio.

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295.       El género dialogístico es constituyente esencial del Humanismo, y en el caso concreto de España produjo obras definitivas, que culminan en De los nombres de Cristo de Fray Luis de León. Cf. J. Gómez, El diálogo en el Renacuniento español, Madrid, Cátedra, 1988.

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296.       Además de los ya citados trabajos de J. Sánchez y W. F. King, que contienen noticia, entre otras, de las academias referidas, cf. L. de Torre, �De la Academia de los Humildes de Villamanta�, BRAE, II, (1915), pp. 198-218; F. Fernández Murga, La Academia de los Ociosos, Roma, Instituto Español de Lengua y Literatura, 1951; J. M. Blecua, �La Academia del Conde de Fuensalida�, NRFH, XV (1961), pp.459-462; A. Egido, �Las academias literarias zaragozanas del siglo XVIV,en AA. VV., La literatura en Aragón, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza. Aragón y Rioja, 1984: E. Rodríguez Cuadros, �La Academia de los Nocturnos de Valencia: hacia la reconstrucción de una cultura poshumanista�, Glosa. Revista de Filología (Universidad de Valencia), I (1987), pp. 11-16.

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297.       Op. cit., cap. IV. En p. 167 escribe J. Sánchez: �Un desarrollo normal de esta clase de asamblea intelectual fue la academia ficticia, organización cuya trama el escritor se inventa y describe, pero fundada en sus propias observaciones hechas en las academias verdaderas. Estas academias de ficción son, seguramente, la mejor y más fidedigna crónica que poseemos para conocer el funcionamiento, usos y costumbres de las academias reales. Hay que observar que algunas de estas academias ficticias no lo son en su totalidad, sino una mezcla de lo real y ficticio; otras son producto de una fértil imaginación; y hay algunas que contienen mucho autobiográfico o biográfico�.

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298.       W. F. King, op. cit., passini.

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299.       A. Egido, �Una introducción a la poesía y a las academias literarias del siglo XVII�, Estudios Humanísticos. Filología (Universidad de León), 6 (1984), p. 11.

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