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En opinión de Vidal Estévez: «El afán con el que [Fernán-Gómez] ha desarrollado su obra no parece haber sido la búsqueda y el perfeccionamiento de un estilo, o de una escritura, ni un deseo de autoría más o menos estilista y demiúrgica, sino la productividad en su más pura y estricta materialidad, la voluntad del hacer antes que la ilusión del decir». «El cuerpo del autor», en Fernando Fernán-Gómez. El hombre que quiso ser Jackie Cooper, San Sebastián, Patronato Municipal de Cultura, 1993, pág. 77.

 

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Umbral, Francisco, Prólogo a la novela de Fernán-Gómez El viaje a ninguna parte, Madrid, Debate, 1990, 4ª ed. (1985).

 

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Fernán-Gómez, Fernando, «Artículos», Sección «Impresiones y depresiones», El País Semanal, 9.VIII.1987.

 

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Fernando Fernán-Gómez a Antonio Castro, El cine español en el banquillo, Fernando Torres Editor, Valencia, 1974, pág. 151.

 

105

Bellas, Ramón, crítica del estreno de Las bicicletas son para el verano, Reseña, núm. 139 (Julio-Agosto, 1982), pág. 25.

 

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Fernando Fernán-Gómez a Emilia Levi, «El teatro en España cuida más el escaparate que a los actores», s.d., 22.VIII.1984.

 

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Es curioso incluso que cuando en 1990 Fernán-Gómez publicaba en El País Semanal un artículo dedicado al libro Berlanga, contra el poder y la gloria, de Antonio Gómez Rufo, elogiara ante todo la amenidad y la diversidad con que el autor había sabido prender y mantener la atención del lector, definiéndolo como una especie de «libro-tertulia», en la que «el autor asume no sólo la función de escritor, sino la de organizador y también [...] la de moderador». «Contra el poder y la gloria», Sección «Impresiones y depresiones», 10. VI. 1990.

 

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A este respecto, es significativo que Carlos F. Heredero señalara entre las características más peculiares de una película como El malvado Carabel una «irregular configuración narrativa», lo cual «confirma que en el cine de Fernán-Gómez la escena tiene prioridad sobre el relato y la secuencia, aislada, frecuentemente convertida en un bloque con autonomía propia, se impone por encima de la organización del discurso». «Los caminos del heterodoxo», en Fernando Fernán Gómez. El hombre..., cit., pág. 26.

 

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Podemos imaginar hasta qué punto la literatura ha determinado su trabajo de actor cuando oímos hablar a Fernán-Gómez de su método de interpretación, de cómo ha preferido siempre la concentración y la precisión a lo puramente comunicativo, el trabajo «desde dentro» a la exhibición espectacular (de ahí también su progresivo alejamiento del teatro, siempre de cara al público, y su plena dedicación como actor cinematográfico), y, sobre todo, cómo su preparación ha consistido, más que en intentar comprender al personaje, en leer aquello que se suponía que podía leer: «Si hacía de cura, leía libros de mística. Si hubiera tenido que hacer de Napoleón (cosa improbable) jamás habría leído una biografía del emperador sino El príncipe de Maquiavelo». Fernando Fernán-Gómez a Francisco Llinás, «Fernando Fernán-Gómez: un talento en la penumbra», Liberación, 7.XII.1984. Véase asimismo el artículo de Fernán-Gómez «Maneras de leer», El País Semanal, Sección «Impresiones y depresiones», 12.VI.1988.

 

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En opinión de Vidal Estévez, «de distintas maneras, en uno o varios momentos, a través de un personaje principal o no, nunca falta esta señalización explícita de un modo, llamémosle anómalo, de interpretación». Una señalización que «...debido a su manifiesta teatralidad trasciende la transparencia del naturalismo y rompe con la manera plácida de inscribir la mirada del espectador en el relato». «El cuerpo del autor», en Fernando Fernán-Gómez. El hombre..., cit., pág. 86.