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Véase Fernando Fernán-Gómez a Santiago Tarancón, «Fernando Fernán-Gómez. Reconciliarse con el público» (Primer Acto, núm. 196 (1982), págs. 12-15) y los propios artículos del autor sobre el particular publicados en El País Semanal: «Los clásicos y el humor» (31.XII.1978), «Viejas tendencias» (7.XII.1986), «El ocaso de las novedades» (14.XII.1986), «Experimentos teatrales» (21.XII.1986), «Texto y decorado» (8.VII.1990).

 

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Cuando José Carlos Plaza dirija el montaje teatral de Las bicicletas son para el verano en 1982, hará hincapié en que uno de los problemas que hubo de solventar en cuanto al texto dramático de Fernán-Gómez fue la de inventar algunas escenas de enlace, de unión, de las que carecía un texto que parecía más próximo a un guión cinematográfico que a una obra teatral. «En defensa del trabajo en equipo», Primer Acto, núm. 195 (Septiembre-Octubre, 1982). Paradójicamente, un año después, parte de la crítica cinematográfica resaltaría el carácter de «teatro filmado» de la versión al cine de la misma obra, subrayando una más que fiel adaptación a la gran pantalla. Miguel Bayón, «Las ilusiones perdidas», Cambio 16, núm. 634 (Enero, 1984), pág. 88.

 

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Recordemos que las críticas del estreno hacían referencia tanto al excesivo academismo (Ramón Freixas habla de «...un film errado por su afán de hacer una obra bien hecha y lustrosa pero cuyo tono es inadecuado y desafinado». «El eterno maldito. Fernando Fernán-Gómez», Dirigido por..., núm. 93, Mayo, 1993), como a un historia desaprovechada por un análisis superficial y sorprendente «en un director tan afín a la distorsión próxima al esperpento, dentro de un discurso coral, que destaca a una estética que hace de la fealdad un código de representación» (Carlos Balagué, crítica a Mi Hija Hildegart, Dirigido por..., núm. 47, 1977).

 

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De nuevo, palabras de Carlos Balagué. Pero también en otra ocasión se ha echado de menos la singularidad del realizador: cuando en 1984 se estrenó la versión cinematográfica de Las bicicletas son para el verano, la crítica consideraba la película una copia casi exacta del montaje teatral de José Carlos Plaza. «Película de productor» que en opinión de Ignasi Bosch debería haber sido dirigida por su propio autor, asegurando de este modo, cuando menos, la singularidad y personalidad del producto («Bicicletas con soda», Contracampo, núm. 35 (1984), págs. 28-31).

 

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Amorós, Andrés, «El actor y los demás, de Fernando Fernán-Gómez», Ínsula, núm. 491 (Octubre, 1987), pág. 19.

 

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Fernando Fernán-Gómez a René Palacios More, «Vida, pasión y eternidad de los cómicos de la legua», La Gaceta del Libro (Febrero, 1985).

 

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Umbral, Francisco, crítica del estreno de 7.000 días juntos, película dirigida por Fernando Fernán-Gómez en 1995, El Mundo, 29.I.1995.

 

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Realidad muy conocida, valgan como ejemplo las palabras de Francisco Ayala: «Cuando se anuncia una película como adaptación de una novela o un drama, resulta difícil negarse a la tentación de establecer un juicio comparativo entre ambas producciones y de medir la cinematografía con el criterio de la literaria. Nada más falso, sin embargo, que este punto de vista. (...) La novela presta, sencillamente, materia a la película, y lo único que la distinguiría de cualquier otro argumento, su calidad artística, eso no puede trasuntarlo a la versión cinematográfica. Pues la novela-base es (o quiere ser) una obra de arte, y la película sacada de ella será otra obra de arte distinta. Cada una tiene sus correspondientes intenciones estéticas...», El escritor y el cine, Madrid, 1988, pp. 134-135.

 

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Ver Nikita Elisséeff, Thèmes et motifs des Mille et Une Nuits, Damasco-Beirut, 1949.

 

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París, 1704-1717.