Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

121

Ver Georges Larnoinhe, «Quelques réflexions sur les principales traductions anglaises des Mille et Une Nuits», en: VV. AA., Les Mille et Une Nuits. Contes sans frontiére, Toulouse, 1994, pp. 41-49.

 

122

En este sentido, la «obra visible» según G. May, Les Mille et Une Nuits d'Antoine Galland, París, 1986.

 

123

Véase Luigi Martellini, Introduzione a Pasolini, Roma, 1989, pp. 133-136.

 

124

No quiere esto decir, como parecen apuntar algunos críticos, que Pasolini se plantee una especie de paréntesis lúdico en su producción, paréntesis que sea de comprensión simple y factura fácil. Al contrario, buena parte de las sombras que preceden a la trilogía se proyectan sobre las dos primeras películas, cuya factura condensada resultó una verdadera tortura al director. Sólo cuando Pasolini vuelve los ojos hacia Oriente y las Mil y una Noches después de Los Cuentos de Canterbury parece liberarse más rotundamente de sus sentimientos (a los que no eran ajenas las sucesivas crisis en su relación con Ninetto Davoli). Ver VV. AA., Pier Paolo Pasolini. «Una vita futura», Milano, 1985, pp. 149-150.

 

125

Ver Nico Maldini, Pasolini, una vita, Torino, 1989, pp. 367-368.

 

126

En realidad, según la historia, Alí Sar y Zumurrud; ver Las Mil y una Noches, traducción de Juan Vernet, Barcelona, 1990, vol. I, pp. 1070-1108 (noches 309-327). Todas las citas de Las Mil y una Noches irán referidas a esta edición.

 

127

Ya en la obra literaria puede notarse este cierto carácter «estático» de la historia de Shahrazad, cuyo recuerdo va diluyéndose a medida que avanzan los cuentos: «Es evidente (...) que, a medida que va avanzando la colección, ésta pierde por completo el contacto con la historia-cañamazo, y pese a que va siendo recordada al finalizar cada noche con una expresión estereotipada, lo cierto es que el epílogo constituye, en cierto modo, una sorpresa para el lector», Julio Samsó, Antología de las Mil y una Noches, Madrid, 1986 (r.), pp. 11-12.

 

128

En efecto, la historia subsiguiente de la discusión acerca de la belleza de los jóvenes la sostienen en las Mil y una Noches, en la historia de Qamar az-Zamán y Budur, el ifrit Dahnas y la ifrita Maymuna, pasmados ante las respectivas bellezas del príncipe Qamar az-Zamán y la reina Budur, quienes habían jurado a sus respectivos padres no casarse jamás (ver Las Mil y una Noches, vol. I, pp. 778-795, noches 177-187). Ver Edgar Weber, Le secret des Mille et Une Nuits. L'inter-dit de Shéhérazade, Toulouse, 1987, pp. 109-204.

 

129

No así en el cuento, en donde Qamar az-Zamán, pensando que es un ardid de su padre el rey para casarle, resiste la tentación de la belleza de Budur y se mantiene casto, sólo tomando como prenda un anillo de Budur. No sucede así con Budur, quien sí poseerá al joven Qamar, según el texto, porque las mujeres son más concupiscentes que los hombres» (Mil y una Noches, p. 794). Al extrapolar la historia de su contexto original, Pasolini no necesita de esta castidad de Qamar az-Zamán y, por el contrario, al hacer que el joven etíope también haga el amor con la joven, iguala narratológicamente ambas figuras dentro de su propósito inicial en esta secuencia.

 

130

N. Maldini, pp. 365-366.