No tenemos datos concretos sobre el primer edificio que sirvió de iglesia, salvo que estaba construida en 1419, pues así consta en la bula dada por Martín V el 3 de octubre de ese año. Concedía indulgencias de «dos años y dos quarentenas de perdón, a todas las personas que habiendo confesado y comulgado visitasen la Iglesia de Santa María de Gracia de Doña Mencía, el día de la Natividad de Nuestra Señora, y diesen una limosna»44.
Fue edificada a instancias de Don Diego Fernández de Córdoba, como nos hace saber el expediente que la convirtió en parroquia, aunque por error aparezca con la advocación de Santa María de Gracia45:
Hemos visto en el capítulo anterior cómo este edificio fue mejorado por lo menos en dos ocasiones. La primera vez en el período comprendido entre 1422 y 1487, cuando el noble cordobés y sus descendientes percibieron de forma indebida todos los diezmos del lugar, destinando sólo una parte al templo. Esta situación se puso de manifiesto en 1486, durante el pontificado de Don Iñigo Manrique apreció el irregular modo de actuar del conde de Cabra, imponiéndole como contraprestación la obligación de ampliarla.
También tenemos constancia de que a mediados del siglo XVI se estaban realizando obras en la iglesia conventual, como nos hace saber el testamento del comerciante de paños Francisco López Bujalance otorgado el 2 de agosto de 154846: «Yten mando para la obra de la Yglesia de esta dicha Villa un real».
No sabemos cómo era ni quién fue el autor de este edificio, salvo que estaba ubicado en el peor sitio posible de todos los que había en los alrededores del castillo, por estar asentado sobre un suelo deslizante. Tenemos constancia documental sobre los problemas de ruina que ya le amenazaban en 1619, lo que significa que eran anteriores. El coro se estaba cayendo, y los religiosos solicitaron a fray Domingo Cano, provincial de los dominicos en Andalucía, la correspondiente licencia para poder tomar 300 ducados a censo, con los que sufragar los gastos derivados de su reparación47:
Fueron realizadas por Antón Rodríguez Pintado, vecino de Baena y maestro de albañilería, siendo su importe de 2.000 reales. Este contrato nos permite conocer con detalle las obras realizadas, y cómo quedó el coro a su término48:
En 1658 se vuelven a realizar trabajos de albañilería, como nos hace saber las actas del Cabildo municipal celebrado el 14 de julio, que autorizó a llevar agua al cenobio desde una fuente pública. A partir de este momento serán una constante histórica las continuas referencias a los trabajos de reparación49.
Las secuelas negativas de lo inapropiado del terreno sobre el que se asentaba la iglesia, se habían puesto de manifiesto en 1648 con motivo del sínodo convocado por fray Domingo Pimentel. Entonces las autoridades locales denunciaron el incumplimiento por los dominicos, de sus obligaciones de mantenimiento y reparación50.
Sin embargo, la verdadera razón de su mal estado venía motivado por la razón antes señalada. Por ello se realizaron importantes obras entre 1674 y 1685, durante los tres prioratos de fray Juan de Quesada, hijo del Convento de Santa Catalina Mártir de Jaén51:
El Protocolo de Hacienda, además de hacernos saber la importancia de las obras ejecutadas, señala algunas de las realizadas en la iglesia conventual, entre la que destaca la torre en la que se colocó una nueva campana, si bien no indica a quién corresponde su autoría52:
Asimismo fray Juan de Quesada cuidó mucho de que tuviera buenas piezas de orfebrería. Así adquirió una custodia para el Santísimo, una lámpara grande para la nave mayor, ciriales y atriles de plata, una vara también de plata para la cruz, así como una media luna del mismo material para Nuestra Señora de Consolación. También un terno de colores cuyo costo ascendió a mil ducados, lo que significaría que se trataba de un conjunto ornamental de cierta calidad53.
Tenemos más apoyatura documental, que acredita la categoría de las obras realizadas durante estos años. Pues se edificó nuevamente la capilla mayor conforme a un contrato fechado el 4 de mayo de 1684, que nos hace saber que la piedra de cantería utilizada procedía de la vecina localidad de Luque, y fue traída por Diego Marín. Recibió 85 reales por cada carretada de piedras, y por día de trabajo dos arrobas de vino y una de aceite, recibiendo a cuenta del porteo 320 reales, de los que 200 le fueron entregados por los dominicos54:
Su realización y la de dos portadas para las casas de don Pedro Valera Roldán y don Jerónimo Cubero, se encargó el 4 de mayo de 1684 al maestro de cantería Juan de Aranda Salazar55. Durante el labrado de la piedra y su colocación, también le sería proporcionada la comida como parte del precio por su trabajo, que ascendió a 716 reales. Este cantero ya había participado en las obras que se habían ejecutado en años anteriores, en la de Nuestra Señora de la Ascensión de la localidad cordobesa de Luque56:
Para nuestra exposición vamos a servirnos de las siguientes fuentes documentales: los procedentes de los protocolos notariales de Doña Mencía y de otras localidades cordobesas; un manuscrito existente en el Archivo General de la Orden de Predicadores de la Provincia de Andalucía, que narra la historia de la fundación del Convento de Santo Domingo y sus avatares históricos hasta 1756; los aportados por las actas capitulares del Ayuntamiento de Doña Mencía, correspondientes al siglo XVII y XVIII; la que formaba parte del archivo conventual, especialmente el Protocolo de Hacienda y el Libro de Memorias Perpetuas de misas; por último, las correspondientes a las capellanías y otras mandas pías que se encuentran en el archivo parroquial.
Para analizar debidamente las manifestaciones de religiosidad popular, es habitual utilizar los valiosos datos que aportan las visitas generales que realizaba el obispo o su representante, a las parroquias sujetas a su jurisdicción. Tenían por objeto la inspección del clero local, y de los fondos destinados a las fábricas, ermitas, capellanías, así como el control de las cofradías.
No hemos encontrado en la documentación a la que he tenido acceso en el Archivo General del Obispado de Córdoba, la relativa a visitas generales correspondientes a Doña Mencía, que tuvo que ser más bien escasa, como consecuencia de la singularidad que hemos expuesto. Éstas se limitaban al sagrario de la iglesia parroquial, (que no era el mismo que el de la conventual y que se encontraba en la capilla mayor), santos óleos, pila bautismal, y los libros de bautismos y desposorios.
Tampoco podemos aportar los informes de las realizadas por los obispos dominicos, a los conventos que formaban parte de sus provincias. El de Nuestra Señora de Consolación pertenecía a la de Andalucía y su documentación prácticamente ha desaparecido, entre los distintos procesos desamortizadores que afectaron a las órdenes religiosas, y la que resultó destruida durante la Guerra Civil57.
La que forma parte de los protocolos notariales a pesar de sus limitaciones, nos va a resultar muy útil, pues nos permite analizar el comportamiento y mentalidad religiosa durante el Antiguo Régimen, especialmente mediante el examen de las mandas pías. Sin embargo, una parte muy importante de la correspondiente a Doña Mencía ha desaparecido, lo que dificulta nuestro trabajo aun más, pues es muy escasa la del siglo XVI58.
La contenida en los testamentos es una fuente indirecta, frente a la procedente de las visitas episcopales, cabildos de cofradías, o disposiciones de la autoridad eclesiástica o civil, etc., que aportan datos muy reveladores sobre estas manifestaciones religiosas. Asimismo es parcial, pues no toda la población expresaba su última voluntad en debida forma, por carecer de recursos económicos para hacerlo, o aun teniéndolos por haber fallecido sin testar por las muertes imprevistas que eran habituales en aquella época, como eran las epidemias o los accidentes sufridos sin la debida asistencia sanitaria.
Pero las disposiciones testamentarias otorgadas durante el Antiguo Régimen, son algo más que un acto jurídico que se limitaba a distribuir los bienes de los testadores entre sus legítimos herederos. Pues nos permiten ver la vinculación que existía entre determinadas familias, con las capillas sujetas a su patronato. Además son muy importantes las cláusulas decisorias, como las que se refieren a elección de sepultura, tipo de entierro, misas y advocaciones concretas a las que se ofrecen, altares o capillas donde éstas se celebran, donativos a imágenes religiosas o cofradías. De su examen, podemos deducir conclusiones generales sobre conductas religiosas, sentimientos y devociones personales, así como reflejar la geografía religiosa de una localidad, y son extensibles a toda la sociedad de ese lugar59.
Como hemos dicho analizaremos con detalle las disposiciones sobre misas por el ánima del testador, siendo una constante histórica del catolicismo la necesidad de celebrar misas por los difuntos, y más concretamente el valor de la misa como sufragio. Por ello tenemos que distinguir los siguientes tipos:
Misas por una vez: Son aquéllas en las que el otorgante, dispone que durante los días de sus honras fúnebres, se oficien por su alma novenarios, treintenarios, así como las que se encargan en determinados altares o capillas, donde existen imágenes de su devoción. Se denominan «por una vez», pues a diferencia de las que veremos a continuación, no se repiten periódicamente. Es importante señalar el deseo de que se celebren en altares que tuvieran la condición de privilegiados, lo que permite ganar las indulgencias concedidas por ello. Sabemos que a mediados del siglo XVII, en el convento existían tres que tenían esta categoría, como señala el testamento de María de Navas otorgado el 26 de abril de 164460: «mando que luego que fallezca, se digan por mi ánima, nuebe misas de ánima en los tres Altares Prebilegiados de dicho Conbento, dichas el mismo día que yo falleciere».
Memorias perpetuas o fundaciones de misas: consisten en la celebración de una o varias misas cada año, por el alma del fundador. Para su pago, se gravaban perpetuamente algunos de sus bienes con la obligación de abonar con sus frutos el estipendio correspondiente, siendo un ejemplo más de la propiedad vinculada característica del Antiguo Régimen. Dentro de este grupo, tenemos que distinguir dos clases, fundación de aniversarios y memorias de misas.
La fundación de aniversarios consistía en la celebración de una o varias misas anuales, en el aniversario del fallecimiento. En segundo lugar la memoria de misas, que va a ser el supuesto más común que vamos a contemplar, y eran las oficiadas en días señalados por el fundador de la memoria perpetua, y que normalmente se corresponde con la celebración de la fiesta religiosa de aquellas devociones que le eran más queridas. Sobre este tipo, disponemos de la documentación original del archivo conventual61.
Capellanías: también son fundaciones religiosas. En ellas, tras el aparente propósito de celebrar misas por las necesitadas almas de los miembros de la familia del patrono, servían para asegurar el sustento económico de los segundones de familias ricas, pues durante el Antiguo Régimen con la institución jurídica del mayorazgo, el primogénito heredaba la práctica totalidad de los bienes de la familia.
Otra fuente documental que utilizaremos será el manuscrito que narra la fundación del convento, con sus avatares históricos hasta 1756. Responde a la típica obra apologética sobre monasterios y órdenes religiosas, que nos da una visión algo deformada de la realidad, con la trama que es habitual en estos casos: su fundación, celebración de capítulos, vidas de sus religiosos más ilustres, y milagros de las imágenes que en él se encontraban. También aporta datos reales y que nos serán muy útiles en nuestro trabajo, sobre todo cuando sean contrastados con los procedentes de distinto origen62.
Por último emplearemos los procedentes de las actas capitulares del Ayuntamiento de Doña Mencía, que informan sobre las fiestas religiosas del Corpus, San Pedro Mártir, Jesús Nazareno, y algunas relacionadas con la Semana Santa.
Entre los santos más vinculados a la Orden de Predicadores, (Santo Domingo de Guzmán, Santo Tomás de Aquino, San Jacinto, San Vicente Ferrer y Santa Rosa de Lima, etc.), ésta fue una de las devociones más alentadas por los dominicos en Doña Mencía. Por ello en 1591 el papa Gregorio XIV concedió un jubileo pleno por cinco años, a todas las personas que confesadas y comulgadas visitasen el día de San Pedro Mártir la capilla de los Ángeles de la iglesia conventual, pues allí era donde recibía culto63:
La imagen de San Pedro Mártir y su reliquia que fue traída de Roma por fray Bartolomé Caballero en 1589, al volver del capítulo general de la Orden de Predicadores celebrado en 158964. Este religioso era natural de Doña Mencía, y fue nombrado en el capítulo provincial celebrado en Jerez de la Frontera entre el 18 y 19 de abril de 1587, como provincial de Andalucía, desempeñando esta responsabilidad hasta 159165.
El culto religioso al santo dominico es de los más antiguos y arraigados. Así resulta del examen de las mandas pías testamentarias correspondientes a los años finiseculares del siglo XVI y primera mitad del siglo XVII, bien sea por las misas que se ofrecían por el ánima del testador y que le eran encomendadas, o por donativos a su cofradía.
La primera referencia que hemos encontrado aparece en el testamento de Alfonso García Roldán otorgado en 158066: «Yten, mando que digan por mí anima una Misa a Sn Pedro Mártir, e otra a Sto. Tomás de Aquino, Rezadas». En iguales términos se expresa la última voluntad de Cristóbal Ruiz de Úbeda fechada el 21 de septiembre de 159967: «mando se digan por mi ánima una Misa al Bienabenturado San Seuastián, otra a San Pedro Mártir, y otra a Santana». Asimismo lo hace Juan López de Castro en la suya, fechada el 26 de agosto de 160468: «Yten mando se digan una misa por mi anima al Sr. Sn Pedro Mártir, y una misa a Nuestra Sra de los Santos, y dos misas a la Santísima Trinidad y al Sr San Jazinto una misa».
A partir de este momento este tipo de mandas pías serían habituales en casi todos los testamentos de los mencianos, de los que sólo hemos expuesto algunos casos puntuales para no ser reiterativos. Y cuando Doña Mencía se vio afectada por una peste contagiosa durante el verano de 1680, además del Nazareno fueron muchos los que también recurrieron a su intercesión. Y en estos términos se expresaba don Juan de Alcalá Galiano en su testamento fechado el 17 de junio de 168069:
De igual forma lo hizo doña Ana de Tienda en su última voluntad otorgada el 28 de junio de 1680, haciendo un importante donativo para su ajuar70: «mando un belo de tafetán doble a Nra. Señora de la Sierra, y otro a Señor Sam Pedro Mártir, Patrón de esta Villa, y que sean del color que pareziere a mis albazeas, y un manto de torzidillo a Nra Señora de la Soledad, y una armilla de tele de plata encarnada a Nra. Sra del Rosario».
Las memorias perpetuas también reflejan esta veneración, como la fundada por Ana Gutiérrez, sin que sepamos su fecha exacta pero sí que fue reconocida por su heredera María Alonso de Henares el 3 de marzo de 1604, por lo que es anterior. Consistía en una misa solemne cantada con vigilia que se celebraba el día de San Pedro Mártir en su Octava, y estaba dotada con 3 reales71.
Otra fue erigida por don Jacinto Roldán Galiano en 1722, que además era el patrono de su capilla. Estaba dotada con cuatro misas cantadas que había de oficiar en su altar los días de San José, San Pedro Mártir, San Juan Bautista y San Jacinto, abonándose por cada una quince reales de vellón72.
Desde 1628 ya tenemos constancia de la existencia de la cofradía que rendía culto al santo dominico, como resulta del testamento de Bernardo Jiménez de Navas otorgado el 8 de septiembre de 1628, por lo que su fundación es anterior. Y en una de sus cláusulas fundó una memoria de dos misas, una a San Nicolás y otra a San Pedro Mártir, estando dotadas ambas con tres reales de vellón73:
A partir de este momento son constantes los señalados donativos, como resulta del testamento de Francisca Núñez de Tienda de 29 de noviembre de 162874: «Yten mando se dé limosna de mis bienes a las cofradías del Rosario, Caridad y San Pedro Mártir dos reales cada un, y un real a la de Jesús Nazareno». De igual forma se expresó Bartolomé Sánchez Borrallo en el suyo otorgado el 15 de mayo de 164475: «Mando se dé limosna a la cofradía de San Pedro Mártir quatro reales».
También se refleja la existencia de la citada cofradía, en la última voluntad de Salvador Rodríguez Valera de 1 de mayo de 164876: «Mando [...] a la Cofradía de San Pedro Mártir un real de limosna». Asimismo actuó Salvador Jiménez de Jorge, en la suya otorgada el 10 de mayo de 164877:
«Mando a la Cofradía del Señor San Pedro Mártir un real de limosna. Mando a Nuestra Señora de los Sanctos otro medio real». |
Hemos visto como la efigie del santo se encontraba en 1591 en la Capilla de los Ángeles de la iglesia conventual, pero debido al gran fervor que despertaba se acordó que tuviera la suya propia. No sabemos la fecha exacta en que se erigió, pero fue antes de 1616, pues a partir de ese año era obligatorio que en todos los conventos dominicos hubiera un libro conocido como protocolo de hacienda, en el que debían constar todas sus escrituras y títulos de propiedad. Y el de Doña Mencía nos hace saber de la existencia de esta capilla78:
Originariamente pertenecía a la familia baenense de los Noguera, pero el 20 de abril de 1673 pasó a ser propiedad de don Pedro Roldán Rubio. El título jurídico utilizado para esta transmisión fue la donación, conforme a la escritura que transcribimos, que transfiere la titularidad de la capilla con el derecho de asiento y entierro79:
Conforme a lo dispuesto en el documento anterior, don Pedro Roldán Rubio acordó en su última voluntad fechada el 28 de agosto de 1695, que su cuerpo fuera inhumado en la Capilla de San Pedro Mártir80:
Podemos aportar más datos que acreditan el patronato ejercido por la familia Roldán. Así don Jacinto Roldán Galiano, que era hijo del anterior y familiar del Santo Oficio, acordó en 1722 que los productos de los bienes del mayorazgo del que era titular, estarían a cargo de las obras de su conservación, y cuidaría de las imágenes de San José y San Juan Bautista que allí estaban colocadas81:
La devoción de que era objeto San Pedro Mártir iba en aumento, reflejándose en las fiestas patronales organizadas en su honor por el Ayuntamiento, así como en los donativos que recibía, reuniendo un importante ajuar del que también tenemos exacto conocimiento82:
En la actualidad no tenemos ninguna apoyatura documental que determine el momento de su designación como patrono de Doña Mencía, pero su explicación no puede ser otra que la voluntad de los hijos de Santo Domingo de Guzmán de que así fuera, quedando fusionada en este santo una dimensión religiosa y devocional, así como la festiva y lúdica.
El Archivo Histórico Municipal nos hace saber de la importancia de las fiestas patronales, que corrían por cuenta del Concejo de la villa, así como su importe y la manera de sufragarlas. También nos informan sobre la identidad del diputado o mayordomo que cuidaba de organizarlas.
Para cubrir sus gastos, además de lo que aportaba la Cofradía de San Pedro Mártir con la recogida de limosnas, el Ayuntamiento concedía a quien fuese nombrado como mayordomo, una suerte de tierra de extensión variable de los propios de la villa. Es decir, de las tierras de cultivo o de pasto de su propiedad que arrendaba a particulares, y con su rendimiento económico se abonaban los gastos.
Otras veces su cofradía pedía prestado trigo al pósito municipal, siendo la primera referencia documental que aportamos de 9 de abril de 1649. En esta fecha Juan Pérez Moreno y Blas Gómez Cubero, en nombre y representación de la citada hermandad, se obligaron a entregar al pósito doce fanegas de trigo, por haberlas pedido para pagar las fiestas patronales, lo que permite saber que estos vecinos fueron encargados de su organización ese año83.
Como indica Gómez Pérez, las actas capitulares indican las concretas suertes de terreno que se destinaban a este fin. Así la del 1 de febrero de 1655 se refiere a «la suerte que se ha acostumbrado, se dé de limosna para que se siembre, para ayuda a los gastos de la fiesta del glorioso S. Pedro Mártir, Patrón desta villa».
La de 15 de septiembre de 1666 a la «suerte de dos fanegas de tierra de la dehesa Lataxea, siempre que la arrendase la villa». El 8 de mayo de 1687 se nombró como mayordomo a don Jacinto Roldán Galiano, asignándole también un terreno para tal fin. Además, nos hace saber de la recogida de limosnas para sufragar los gastos, al referirse a las «bazinetas», que ya hemos visto reflejadas en el inventario de alhajas de la Cofradía de San Pedro Mártir:
Otro documento que vuelve a reflejar esta recogida de limosnas resulta del Cabildo celebrado el 9 de mayo de 1689. En él se nombró a Francisco Muñoz Aceituno como nuevo mayordomo para el año siguiente, facultándole para que «pueda echar sus bazinetas el domingo de cada una semana, y deligenziar y juntar las demás limosnas, que entre los deuotos quisieran dar para dicho fin».
Durante muchos años las dos fanegas de tierra utilizadas con este propósito eran las que se encontraban junto a la ermita del Cristo del Calvario. Sin embargo en 1712 los mayordomos de las fiestas se excusaron debido a su mala calidad y poca producción, por lo que se acordó dedicar otras fincas rústicas mucho más productivas, sitas en el lugar conocido como «la Careluela», que estaba cerca de la ermita de San Sebastián:
Durante el siglo XVII la cuantía del dinero que se destinaba a las celebraciones cambiaba cada un año. En 1650 excedieron de 200 reales, sin que sepamos su importe exacto, y el Cabildo celebrado el 5 de junio de 1650 nos informa del modo en que obtuvo dicha cantidad:
El 20 de mayo de 1661 se nombró a Diego de Montes como diputado encargado de su organización, y nos hace saber que su importe fueron 519 reales. Gómez Pérez señala que el nombramiento de mayordomo correspondía al Ayuntamiento, entre los miembros de la corporación, y para que su desempeño fuera más aceptable, se le eximía del pago de ciertos impuestos o de otras cargas municipales, como el alojar soldados en sus domicilios.
Así lo refleja el Cabildo celebrado el 15 de septiembre de 1666, en el que dejaba sin efecto el nombramiento como mayordomo de Fernando Jurado. Al mismo, se le había entregado «una suerte de dos fanegas de tierra en la dehesa Lataxea, [...] y había de ser libre de Cargas Concejiles y de echarle soldados, en cuia conformidad a hecho dos años de fiesta, y considerando la billa ser muy graboso el dho asiento a sus becinos por ser dicho Fdo. Jurado onbre de mucho caudal».
Otro ejemplo similar sucedió en 1709 cuando se designó a Francisco Vargas, eximiéndole de alojar soldados en su domicilio y otras cargas concejiles, como refleja el Cabildo de 11 de junio de ese año84. En 1712 se vuelve a nombrar a Francisco de Vargas y en Cabildo de 2 de julio queda otra vez exento de alojar soldados. Por fin, el celebrado el 29 de abril de 1726 decide que sea alternativo, entre familiares del Santo Oficio, por haber sido San Pedro Mártir primer inquisidor, y los miembros del concejo de la villa:
Como señala Gómez Pérez se pedía al hermano mayor la mayor solemnidad de las fiestas y lucimiento posible. En las del siglo XVII consistían en una procesión que tenía lugar después de la ceremonia religiosa, como se deduce del inventario de alhajas transcrito85. Antes hemos señalado que también se contrataban músicos para dar más realce, como reflejaba el acta capitular de 8 de mayo de 1687. En los mismos términos se expresa la de 9 de mayo de 1689, en la que se nombró como mayordomo a Francisco Muñoz Aceituno:
Asimismo para que tuvieran el mayor esplendor se celebraban «regocijjos de toros», que tenían lugar en la plaza del Pradillo, en donde el concejo municipal tenía un toril. Así lo refleja el Cabildo municipal de 25 de abril de 1650, consta una expresa referencia a las corridas de toros:
Éstas eran habituales durante las fiestas patronales, y por ello en sus fechas previas se arreglaba el toril al que hemos hecho referencia. Así ocurrió el 15 de abril de 1678, cuando el Ayuntamiento abonó al empedrador Bernardo Perea siete reales de vellón por haber empedrado su puerta86:
«la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Consolación: es Imagen muy antigua, y ay tradición, de que antes que se fundasse esta Villa, fue aparecida en un hueco del Castillo, descubierta por una luz milagrosa, que a veces de dexaba ver en aquel sitio. A esta Santa Imagen, dio las primeras veneraciones el Mariscal de Castilla Don Diego Fernández de Cordova, este objeto de sus cariños, y devoción, era el escudo, a cuyo amparo debió las gloriosas victorias, que consiguió de los moros. De que se siguió, que los nuevos pobladores de esta tierra, siguiendo este exemplo de devoción, pusiessen en esta Imagen toda la esperanza de su consuelo en qualesquiera conflictos; y esta memoria, confirmada con las experiencias se ha aumentado hasta los tiempos presentes. En años escasos de agua, se ha experimentado, que por el recurso al Patrocinio de esta Señora, han sido abundantemente socorridos, con la deseada llubia, creciendo las mieses hasta una abundante cosecha: Como sucedió el año de mil seiscientos y quince, en que no habiéndose cogido ningún grano de los lugares de la Comarca, en el término de esta Villa fue abundante la cosecha, que se tuvo por milagrosa»87. |
La narración anterior es el típico documento apologético, que nos hace saber de la prodigiosa aparición de la imagen de Nuestra Señora de Consolación, así como la devoción de que era objeto por Don Diego Fernández de Córdoba. Asimismo relata una rogativa en orden a conseguir una buena cosecha de grano en años de sequía, con lo que pretende reflejar su carácter milagroso.
El tenor literal del relato anterior, está relacionado con el proceso de conquista y repoblación de las tierras andaluzas frente a los musulmanes. Como señala Rodríguez Becerra, el marianismo dominaba los sentimientos religiosos del ejército cristiano, especialmente de sus cuadros de mando. Los territorios capturados fueron puestos bajo la protección de la Madre de Dios, erigiéndose parroquias, ermitas y santuarios bajo distintas advocaciones marianas, dando lugar a leyendas donde se favorecía a sus protegidos frente a los nazaritas88.
La narración del hallazgo de este icono religioso, quiere manifestar su vinculación con Doña Mencía, en orden a la permanencia de sus habitantes en el lugar. Además en tanto símbolo sagrado perdería su valor como tal, si hubiera sido tallado en madera o esculpido en piedra, y se tuviera conocimiento de la identidad de su autor.
Fray Juan López, obispo de Monopoli, nos hace saber que como todas las imágenes, Nuestra Señora de Consolación se «especializó» en algún tipo de milagro. Concretamente en que se produjeran lluvias en años de sequía con los que obtener una buena cosecha, como ocurrió en 1615 y las ideas que expondremos más adelante sobre las rogativas públicas son aplicables a este caso89.
La apelación de los mencianos a su intercesión se vuelve a reflejar en el Cabildo municipal de 16 de junio de 1662, donde se acordó abonar de los propios de la villa los gastos de una celebración religiosa, que tuvo lugar en acción de gracias a la Virgen por la buena cosecha obtenida ese año: «ziento y catorce reales que se gastaron en una Fiesta que hizo la Villa a Nuestra Señora de Consolazion, por los buenos temporales y a la Siempre Pura Conzpecion de Nuestra Sª»90.
Pero la realidad histórica de los hechos comenzó en 1419, cuando don Diego Fernández de Córdoba edificó de su hacienda una iglesia. Y el papa Martín V dio un breve ese año, para promocionar el culto religioso en ella al disponer indulgencias para quienes la visitasen91:
Nieto Cumplido señala que durante todo el siglo XV bajo distintas advocaciones marianas, se erigieron multitud de edificios religiosos. Y que de esta forma se refleja la gran devoción de que era objeto en Andalucía la Virgen María, como sería el caso de Doña Mencía92.
Existe constancia documental que acredita la antigüedad y arraigo de esta devoción, por lo menos desde mediados del siglo XVI, tanto por la celebración de misas de ánima que le eran ofrecidas, como con fundaciones de memorias perpetuas. Del primer grupo vamos a exponer solamente algunos ejemplos, pero que reflejan de forma elocuente el fervor que suscitaba. Así resulta del testamento de Andrés López otorgado el 6 de octubre de 160593: «Mando se digan por mi ánima diez misas a Nuestra Señora de Consolación». De igual forma se expresa Antonia de Vera en el suyo del 21 de octubre de 166794: «Mando se diga por mi ánima un nouenario llano de nuebe misas reçadas, y se salga con responso sobre mi sepultura, con doble y puesta la cruz en ella. Y el dicho nouenario se haga a Nuestra Señora de Consolación».
El Libro de Memorias Perpetuas del Convento de Santo Domingo, nos hace saber que las primeras que le fueron dedicadas están fechadas a principios del siglo XVI, siendo una práctica habitual en esta época la celebración de varias misas cantadas o rezadas en las principales festividades de la Virgen María, entre las que se incluye la Natividad de Nuestra Señora, que se conmemora el 8 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de Consolación.
Así resulta del testamento de don Cristóbal de Córdoba, regidor de Baena, que fue otorgado el 1 de octubre de 1526. Dispuso que se oficiara por su alma y la de su mujer una misa en las festividades de la Virgen María, donando al convento la huerta del Saladillo95.
Destaca por su antigüedad e importancia económica la erigida el 5 de enero de 1534 por doña Francisca de la Cerda y Zúñiga, condesa de Cabra y segunda esposa de don Diego Fernández de Córdoba. Su objeto era la celebración de varias misas cantadas, por el alma de la fundadora y de don Diego, que fue el primogénito de su marido y que murió con tan sólo 17 años de edad, y fue inhumado en la capilla mayor. Y algunos de estos oficios religiosos tenían lugar en las nueve festividades principales de Nuestra Señora, entre las que se incluye el 8 de septiembre.
En principio su dotación económica era dinero, pero don Juan de Córdoba, en calidad de albacea testamentario del tercer conde de Cabra, la permutó por el mesón existente en la calle Llana, y por una venta sita en el camino que iba a la vecina localidad de Baena, así como una tienda en esta última población. Todos estos bienes reportaban importantes recursos económicos al cenobio cuando los arrendaba a los vecinos96:
Por su parte el bachiller Hermosilla y su esposa Isabel de Castro, también fundaron una memoria de misas el 7 de mayo de 1548. Y entre otras se habían de oficiar dos rezadas en cada una de las festividades de la Virgen, donando a cambio al convento un olivar y una viña97.
Otro ejemplo que vuelve a poner de manifiesto la antigüedad de esta devoción, se refleja en el reconocimiento de una memoria perpetua efectuada el 4 de noviembre de 1548 por parte de Bartolomé López Amo, de la que fundó su padre Juan López Amo, lo que supone que su origen es anterior a esa fecha. Estaba dotada con dos misas rezadas, que también se celebrarían el día de la Natividad de Nuestra Señora98.
Asimismo Hernando Zarco erigió en su testamento otorgado el 16 de enero de 1561, otra dotada con diez misas rezadas a celebrar el 8 de septiembre. Y en 1580 durante el pontificado del dominico fray Martín de Mendoza, el visitador del obispado dispuso su reducción a la mitad, abonando cinco reales por cada una, en vez de los diez originales99.
De igual forma, Alfonso de Veas creó otra de tres misas rezadas a celebrar los días de la Anunciación, Asunción y Natividad de Nuestra Señora. Se trataba de una muy antigua, en razón de que el Protocolo de Hacienda sólo nos dice que Bartolomé Sánchez Vila Real la reconoció el 12 de abril de 1573, por lo que su origen es anterior a esa fecha100.
Otra importante fundación pía para oficiar misas el 8 de septiembre, nació por voluntad de Bartolomé Ruiz de Almoguera el 7 de abril de 1644. Dispuso en su testamento un patronato de legos, que contemplaba la celebración de varias misas rezadas en las principales fiestas de la Virgen o en sus octavas101.
El 19 de diciembre de 1698 doña Isabel Díaz donó a su hijo don Sebastián Pérez de Castro determinados bienes raíces, gravados con la obligación de celebrar seis misas rezadas en las principales festividades de Nuestra Señora, estando dotada cada una con 12 reales de vellón102.
Además de las indicadas, el matrimonio formado por don Jerónimo Ortiz Cubero y doña Juana Rodríguez erigieron otra el 5 de marzo de 1704, su objeto era celebrar con toda solemnidad en la capilla mayor seis misas cantadas en las seis festividades principales de la Virgen103.
De forma similar procedió María Cepero conforme a su testamento de 17 de agosto de 1750, para que se oficiara por su ánima y la de sus padres y difuntos una misa rezada. Su celebración tendría lugar el 8 de septiembre y su dotación era tres reales104.
También dejamos constancia de la creada por Alonso Sánchez Alcaide, sin saber cuándo fue su origen temporal. Tenía por objeto la celebración de varias misas rezadas, y una se oficiaba el 8 de septiembre105.
El último ejemplo que exponemos, resulta de la última voluntad de doña Rosalía de Vargas otorgada el 7 de agosto de 1772. Dispuso que el día de San Juan Bautista se celebrara una misa por su alma, y se pusiera media libra de cera a Nuestra Señora de Consolación106.
El fervor religioso que despertaba esta advocación mariana, también se reflejó en los donativos que recibió durante el dramático verano de 1680, cuando esta villa señorial se vio afectada por una peste contagiosa que causaba estragos en su población. Lo indicado resulta del testamento de María Muñoz Romero, fechado el 30 de mayo de 1680107:
Por ser la titular de la parroquia los dominicos le hicieron importantes ofrendas, que convirtieron su ajuar en uno de los mejores del convento. Y siendo prior fray Juan de Quesada mandó labrarle en la ciudad de Córdoba una media luna de plata, «que hubo de plata 21 pesos y medio, y todo con la hechura costó 430 reales»108.
Durante el siglo XVIII se mantiene el culto religioso a la Virgen de Consolación, que siguió recibiendo más donativos para mejorar su ajuar. Así consta en la última voluntad de doña Magdalena Moreno, que fue otorgada el 22 de octubre de 1759109:
El Arancel e Inventario de la parroquia de 1811 nos hace saber que todos los años se hacía una procesión para su mayor culto, y por ser la titular del templo su costo corría por cuenta de la fábrica parroquial. Este inventario contiene una referencia a su rico ajuar110:
Sin ningún género de duda, varias razones explican que fuera la advocación mariana que más fervor religioso suscitaba en Doña Mencía durante el Antiguo Régimen. En principio, hemos de tener presente que cada orden religiosa procuraba fomentar aquellas devociones con las que estaba más vinculada. Así, los carmelitas impulsaron la de la Virgen del Carmen, los franciscanos la Inmaculada Concepción, y los hijos de Santo Domingo de Guzmán propagaron la de Nuestra Señora del Rosario. Y se explica este arraigo por la presencia de éstos ejerciendo funciones parroquiales, y monopolizando casi todas las manifestaciones de religiosidad popular.
Desde la silla de Osio también se fomentó este culto religioso. Así el prelado cordobés fray Martín de Córdoba y Mendoza (1578-1581), dominico e hijo del conde de Cabra, acordó que en todas las parroquias de la diócesis se establecieran cofradías con esta advocación, sin que sepamos la fecha exacta de su creación en Doña Mencía111.
Asimismo se atribuyó a su intervención milagrosa la victoria cristiana sobre los turcos en la batalla de Lepanto (1571), pues coincidió el día de su derrota, con la procesión que alabando a la Virgen del Rosario le hizo la cofradía que con esta advocación existía en Roma. Así se refleja en los estatutos de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Doña Mencía, al hacer expresa referencia a su intercesión para conseguir este triunfo militar112.
Más importante fue que bajo su amparo, se fundó una hermandad de entierros, que era una sociedad de socorros mutuos característica del Antiguo Régimen, que tenía por fin sufragar los cuantiosos gastos ocasionados por la muerte de las personas, y de la que formaban parte la mayor parte de los mencianos. Por esta razón, era algo más que una simple cofradía de gloria, que tenía por objeto venerar a la Virgen María como reina gloriosa, bajo la advocación dominicana del Rosario113.
Sería interminable reseñar las muchas mandas pías, que de manera constante se otorgaron a su favor desde los años finiseculares del siglo XVI, que nos hacen saber de la antigüedad del fervor religioso que suscitaba. Como hemos hecho en casos análogos y para no ser reiterativos, sólo vamos a exponer algunas de las más señaladas, pero que son muy ilustrativas. Alonso García Roldán en su testamento de 23 de octubre de 1599, dispuso la celebración de una misa con sermón y procesión en honor de la Virgen, así como la donación de un rico vestido de raso114:
El de la beata dominica Francisca de San Jerónimo, otorgado el 26 de julio de 1622, también nos hace saber la presencia de pinturas de Nuestra Señora del Rosario en los domicilios particulares de los mencianos, lo cual era reflejo del culto que recibía115: «Yten mando a María de Ocaña [...] mi sobrina dos paramentos, uno que tiene pintado a Nuestra Señora del Rosario, y oro a mi padre Ssanto Domingo, y se le dén». En iguales términos se expresó Fernando Ortiz Campanario en su postrera voluntad fechada el 8 de enero de 1626, y que nos hace saber de la práctica habitual del rezo del rosario por los vecinos de la villa116.
Durante 1680 cuando Doña Mencía sufrió las consecuencias de una peste contagiosa, también fueron muchos los vecinos que solicitaron la intercesión de Nuestra Señora del Rosario, para que pusiera fin a tan difícil situación. En este sentido es muy expresivo el testamento de doña Ana de Tienda otorgado el 28 de junio de 1680, en el que consta el donativo de una armilla de plata para la Virgen117:
De igual forma se expresó María Jurado, en su primer testamento otorgado el 12 de junio de 1680, al legarle un velo de tafetán y una armilla118:
Otro ejemplo elocuente se refleja en la última voluntad de Francisco Gómez Jurado otorgada el 2 de julio de 1680, donde se acuerda la entrega de media fanega de trigo a su cofradía, siendo éste uno de los recursos habituales que le servían para su financiación119:
Por su parte María Cantero en una manda pía fechada el 29 de julio de 1680, legó a esta cofradía otro ornamento de cierto valor120: «Mando a cada cofradía un real de limosna, y doce a Jesús Nazareno = Mando a Nra. Señora del Rosario una armilla de ormesí encarnada con guarnición de plata, que dejo encerrada en la cada de Juan R. Moiano, fiscal».
Igualmente tenemos constancia de varias memorias perpetuas en honor de la Virgen del Rosario o que se oficiaban en su capilla. En primer lugar la fundada por Juan Clavijo el 4 de junio de 1670, para celebrar una misa cantada el día de San Juan Bautista en la capilla mayor, y dos rezadas, una el día de San Jerónimo y otra en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, estando éstas dotadas con cuatro reales de vellón cada una121.
También don Juan Valera Roldán instituyó otra el 18 de junio de 1700, cuyo fin era que se oficiara una misa cantada en su altar el día de San Juan Bautista. Su limosna era 6 reales de vellón y la cera necesaria para su celebración, estando su pago a cargo del mayorazgo de los Valera122.
El 10 de abril de 1702 don Jerónimo Ortiz Cubero y su esposa doña Juana Rodríguez, fundaron una de las que mayor dotación económica aportaba al convento. Tenía por objeto la celebración de varias misas, entre las que se incluían una cantada todos los sábados del año que se oficiaba en la capilla de la Virgen con diácono y subdiácono, además de decir un responso sobre su sepultura, dando de limosna once reales por cada una de las misas123:
Otro ejemplo es la erigida por Juan Amo el 1 de septiembre de 1729 para celebrar tres misas rezadas, en los días de la Santísima Trinidad, Nuestra Señora del Rosario, y Santa Bárbara, dotadas con 400 reales de vellón124.
Don Francisco Pablo Cubero Ortiz, alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición y hermano mayor de su cofradía, fundó en su testamento de 10 de diciembre de 1792 una memoria de una misa cantada ofrecida a Nuestra Señora del Rosario. Se celebraría el 7 de marzo o el día siguiente, abonando quince reales de vellón. Tenía una cláusula penal, para en caso de impago de esa cantidad durante el mes de marzo, a partir del 1 de abril el propietario de las casas a cuyo cargo estaba la memoria, habría de abonar dos reales más por cada día que pasara sin satisfacerlos. Además, si también transcurría el de abril sin retribuirse estas cantidades, se le desposeería del derecho de propiedad sobre la casa, que pasaría a ser del pariente más cercano, pero gravado con la misma pensión125.
Igualmente podemos acreditar con un importante testimonio documental, cómo la propia cofradía va adquiriendo ornamentos para su ajuar, que llegaron a convertirlo en el más rico de todos los que había en la iglesia conventual.
Así resulta del contrato suscrito el 23 de mayo de 1612, para la adquisición de un vestido para la Virgen, obligándose Hernando López Montoro como hermano mayor, con Cristóbal Burbano vecino de la localidad cordobesa de Luque, y que importó 60 ducados. Esta cantidad nos hace suponer que era de mucho mérito y calidad, tal como describe con cierto detalle la siguiente escritura de obligación126:
Por su parte Teresa Alonso, que era esposa del citado hermano mayor, en su postrera voluntad fechada el 6 de mayo de 1612, también legó a la Virgen un manto de palmilla azul127: «Yten mando que se le dé a Nuestra Señora del Rosario desta dicha billa un manto de palmilla açul con un franjo de oro».
Podemos acreditar como desde el siglo XVII esta cofradía invertía parte de sus recursos económicos en censos, que era el tradicional sistema de ahorro de estas asociaciones durante el Antiguo Régimen. Ejemplo de lo indicado, resulta de la escritura de reconocimiento de un censo por parte de Miguel Ortiz Doblas de cincuenta ducados anuales, y que está fechada el 10 de septiembre de 1669128:
Aunque tengamos constancia de su existencia en la primitiva fábrica parroquial, no sabemos cómo era ni dónde estaba ubicado el altar donde recibía culto Nuestra Señora del Rosario129. A principios del siglo XVIII se edificó una nueva contigua a la Mayor, lo que refleja su importancia devocional y social. Esta afirmación se basa en la escritura de fundacional de la memoria perpetua erigida por don Jerónimo Ortiz Cubero y su esposa doña Juana Rodríguez, fechada en 1704130.
Sin embargo tardó en terminarse su fábrica, pues durante los siguientes años continuaron las obras, como refleja el primer codicilo de don Juan Valera Roldán otorgado el 22 de enero de 1713. En el mismo consta un donativo de 400 reales de vellón para su terminación131:
A pesar del tenor literal de esta manda pía, el dinero fue entregado en vida por el propio don Juan Valera Roldán, como resulta de una cláusula de su tercer codicilo, otorgado el 15 de agosto de 1713132:
Otra referencia a estas obras, consta en el testamento del licenciado don Pedro Valera Roldán y que tiene por fecha el 30 de junio de 1716. Y en una de sus mandas pías, consta un donativo para su capilla de 200 reales de vellón y una pintura de Nuestra Señora de los Dolores, lo que supone que aun no estaban concluidas las obras133:
También colaboró desinteresadamente en sufragarlas don Francisco de Gálvez Castroverde y Romero, quien en su postrera voluntad fechada el 10 de abril de 1718, acordó dar media fanega de trigo134:
«Declaro tengo mandada otra media fanega de trigo a Nra Sra del Rosario desta uilla, para ayuda a la obra de su camarín, es mi boluntad se le dé a la persona que cuida de dicha obra». |
En iguales términos, se expresó Juan Blas Gómez Cubero en la suya de 5 de julio de 1718, al dar ocho reales de vellón con la finalidad indicada135: «Es mi uoluntad y mando a la Cofradía de Nra Sra del Rrosario, ocho reales para ayuda a la obra de su Camarín».
No sabemos si se llegó a terminar, pero veremos como cuando se construyó la nueva fábrica parroquial entre 1737 y 1742, se le hizo un suntuoso camarín que presidía la nave de la Epístola, siendo también fiel reflejo de la importancia tanto devocional como social de su cofradía.