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Capítulo tercero. Las ermitas de Doña Mencía


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Generalidades

«Las tres Ermitas que están dentro de la población están dedicadas al Espíritu Santo, a Nuestra Señora de las Angustias y a San Sebastián; y la primera tiene anexa una casa que sirve de Hospital a los transeúntes, las dos que están fuera, una a Santa Catalina Virgen y la otra es el Calvario o última estación del Vía Crucis»243.



La anterior transcripción nos hace saber la existencia de cinco ermitas en Doña Mencía, con las advocaciones señaladas. Frente a las parroquias y los conventos, que son los embriones primarios de la estructura eclesiástica secular y regular, su creación y los actos que en ellas se desarrollan lo son por intervención directa del pueblo. Responden a la necesidad de dar culto a determinadas devociones que gozan de gran arraigo local, siendo los celebraciones religiosas que allí se desarrollan más espontáneas y populares que los que tienen lugar en las parroquias, y suponen romper el monopolio ejercido por éstas en la colonización espiritual de los espacios urbanos244.

Además de las mencionadas, a finales del siglo XVIII también se pensó en construirle una ermita al Cristo de la Penas, que era una efigie de piedra que se encontraba en la plaza del Llanete245, como nos hace saber el testamento de don Francisco Gómez Moreno, tesorero del duque de Sessa, otorgado el 31 de diciembre de 1798246.

Hemos de tener presente que por el singular estatuto jurídico del Convento Parroquia de Nuestra Señor de Consolación, las ermitas eran el único espacio sacralizado de la villa señorial que iba a estar sujeto plenamente a la autoridad diocesana. Y en los actos allí organizados, los miembros del clero secular podían ejercer como eclesiásticos, sin necesidad de contar con el consentimiento de los dominicos247. Esta peculiaridad se vería fielmente reflejada en la ubicación de la sede de la vicaría de Doña Mencía, cuya responsabilidad era desempeñada por un eclesiástico secular nombrado por el obispo de Córdoba, ubicada en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias y no en la parroquia que sería el supuesto normal248.

Su situación económica no era muy desahogada, y derivaba de las ofrendas y limosnas que los fieles hacían en las ceremonias religiosas que allí se organizaban, así como los donativos y rendimientos monetarios de sus escasos bienes.

Con respecto a las misas, además de las dotadas en las capellanías que allí estaban fundadas, era habitual su celebración en cumplimiento de mandas pías testamentarias. Así resulta del testamento de Inés de Vida otorgado el 26 de junio de 1680249: «Mando otras zinco misas a Nra Señora de las Angustias para que las diga el Lizdo Pedro de Gálvez Castroberde, y si esta muerto otro qualesquiera sacerdote clérigo en la dicha ermita, y se ella se pague su limosna de dos reales cada una, que así es mi voluntad».

De igual forma se expresó don Juan López Cubero, en su postrera voluntad fechada el 28 de abril de 1736250: «Yten mando que el día que se executare su entierro, fuese por la mañana o por la tarde, se lleven quatro belas a la hermita del Santo Cristo del Calvario y queme descubriendo Su Majestad hasta fin de su entierro. También mando se lleben dos belas a la hermita del Espíritu Santo y que estén enzendidas durante su entierro. Y asimismo mando a la hermita de Nuestra Señora de las Angustias se ponga a Su Majestad otras dos belas enzendidas, estando descubierta y que ardan hasta que se fine su entierro».

Los miembros de las linajudas de la localidad, también legaban dinero para el mantenimiento de estos edificios religiosos. Así consta en una manda pía otorgada por don Miguel Francisco Alcalá Galiano el 14 de diciembre de 1710251: «Mando veintte y zinco reales de limosna a la Ermita del Santto Calvario, para ayuda a su reedificazion. Mando ottros veintte y zinco rreales de limosna a la Ermita de Santta Cattalina Marttir, para ayuda a su conserbazion. Mando ottros veintte y zinco rreales de limosna a la Hermita del Señor Sn Sebastián para ayuda a hazer lo que se ofreziere en ella, con declarazion que esttas tres Ermitas esttan esttramuros de estta Villa. Mando otros veintte y zinco rreales de limosna a la Ermitta de Nuestra Señora de las Angusttias, que estta denttro de estta Villa, para los gastos que se ofrezcan Mando otros veintte y zinco rreales de limosna a la Ermitta del Espíritu Santto para ayuda a reedificar la casa donde se rrecogen los pobres, que estta contiguo lo uno con lo ottro».

De igual forma se expresó don Pedro Valera Roldán en su última voluntad otorgada el 30 de junio de 1716252: «Mando para la Hermita de Sr. Sn Seuastian estramuros de esta Uilla lo necesario para que se compre una cáliz y una alba por quanto los demás ornamentos necesarios para celebrar la Sta. Misa que era mi yntencion dar a dicha Hermita los tengo comprados y entregados. Mando de limosna para la Hermita de Nra. Sra. de las Angustias de esta Uilla cinquenta reales. Mando de limosna a la Cofradía de la Sta. Caridad de esta Villa cinquenta reales. Declaro tengo satisfecho al Ldo. Dn. Pedro de los Stos. Rodríguez, Uicario que fue de esta Uilla y Maoirdomo de la Hermita del Sto. Calbario Estramuros de ella, cinquenta reales que era y es mi uoluntad dar de limosna para dicha Hermita de que tango reciuo de dicho Dn Pedro de los Santos. Declaro tengo entregado a Dn Francisco Sánchez Maiordomo de la Hermita de Sta. Cathalina Mártir, Estramuros de esta Uilla cinquenta reales de que tengo reciuo los mismos que fue y es mi uoluntad dar de limosna para dicha Hermita».

Su ornamentación también corría por cuenta de los donativos de los vecinos, de los que vamos a exponer ejemplos puntuales. Así nos lo hace saber el primer testamento de la beata Francisca de San Jerónimo, de 26 de julio de 1622253: «Yten mando que una echura de vulto de Nuesttra Señora que tengo con dos vestidos, uno verde y otro negro, y un Xpo de barro, se ponga en la ermita de Nuestra Sra de las Angustias, y se le entreue a cuyo cargo está dicha ermita».

De igual forma lo hizo don Bartolomé Romero Roldán en su codicilo de 8 de marzo de 1662254: «Mando que el día que io fallezca, se ponga en la ermita de Nuestra Sª de las Angustias desta uilla un quadro que tengo de Nuestra Sª de la Sierra, y que siempre esté en dicha ermita, para lo qual lo mando. [...] Mando un lienço que tengo de Jesús Naçareno y Nuestra Sª de Regla se ponga en la ermita de Santa Catalina, extramuros desta uilla, para lo que lo mando y que esté allí siempor por ser mi boluntad. Mando que un lienço pequeño que tengo de Nuestra Sª del Carmen se ponga siempre en la ermita del Espíritu Santo desta uilla, para lo qual lo mando».

De la misma manera actuó Francisco de Porras, como nos lo hace saber en su última voluntad de 13 de abril de 1710255: «mando un santo adorno que tengo al Santo Xpto del Calvario». También don José Francisco Alcalá Galiano, contador mayor de los estados del duque de Sessa, en su testamento de 20 de mayo de 1738256: «Declaro tengo mandado hazer dos frontales de jaspe, dos aras, dos cruzes para la ermita de San Sebastián desta villa, y su importo lo tengo pagado a Don Pedro Galiano mi pariente, y se an de poner en la puerta de dicha ermita por los pedreros, que está comprendida la conduzion en dicho ajuste, lo declaro para que conste».




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San Sebastián

Durante el Antiguo Régimen San Sebastián fue objeto de gran devoción en muchas poblaciones, pues se le consideraba como el remedio más eficaz, para luchar contra las pestes contagiosas que habitualmente azotaban pueblos y ciudades. Y esto explica que en casi todas existiera una ermita, capilla o altar que le estaba dedicada. Tenemos constancia de su existencia en Doña Mencía desde 1508, por lo que estaba fundada antes257.

El examen de las mandas pías testamentarias, nos hacen saber de las obras que allí se realizaban a mediados del siglo XVI. Así se expresa Pedro López Bujalance, en su testamento de 2 de mayo de 1548258: «Yten mando para la obra del Bienaventurado San Sebastián y Santa Catalina cinco maravedís a cada una de las dichas ermitas con el Ospital».

Asimismo nos informan de la devoción de que era objeto San Sebastián y de la existencia de una cofradía que le daba culto. Así consta en el testamento de Juan López Crespo fechado el 7 de julio de 1638259: «Yten mando se dé limosna a la Cofradía de Señor San Sebastián dos ducados».

Cuando Doña Mencía se vio afectada por una peste contagiosa durante el verano de 1680, muchos mencianos invocaron su protección, destacando entre todas la que hizo doña Ana de Tienda, en su última voluntad de 28 de junio de 1680260: «Mando [...] quatro fanegas de trigo de las que se cojieren en el sembrado de una haza que tengo en el sitio de la Peñasilla y otras hazuelas en el término desta villa, en aparcería con Fernando Roldán y Francisco Roldán hermanos, estas para aiuda a la obra que se a de hazer en la casa y ermita del Señor San Sebastián extramuros della [...] Mando se diga por mi intención en el dicho Combento de Nra Señora de Consolación desta villa, una misa rezada ofrecida a Señor San Sebastián, y que para su zelebrazion se dé por mis albazeas dos belas y se page su limosna de mis bienes».

Esta manda pía también nos hace saber del mal estado en que se encontraba su fábrica, por lo que se tuvo que cerrar al culto hasta su reedificación. Y las misas que se celebraban por las capellanías allí erigidas, tuvieron que oficiarse en las Angustias, como nos hace saber una de las cláusulas de la fundada el 24 de mayo de 1688 por don Francisco Alcalá Galiano y doña Ana Ortiz261:

«por quanto la dicha Hermita de Sn Seuastian parte donde es nra voluntad que se cumplan y dignas dichas misas, oy del presente esta maltratada y no se puede celebrar en ella durante el tiempo que no se labrare, queremos que las dichas misas se cumplan y digan en la Hermita de Nra Sra de las Angustias de dicha uilla de Dª Mencía, y luego que conste auer hecho y labrado dicha Hermita de Sn Seuastian, proseguir dicho cumpliento en su Yglesia, esto por causa que muchos pobres de dicha uilla no se hallan en la combenienzia dezente para poder ir a oyr misa a las partes más publicas, y hallándose con la dicha combenienzia cumplirán con la obligazion de xptianos católicos, sin faltar ninguno, ni dar lugar a cometer culpa».



Podemos acreditar la existencia de las citadas obras, conforme al contrato suscrito entre don Salvador Valera Roldán, que era el mayordomo de la ermita y encargado de su reedificación, con Juan Cobo del Rincón. Está fechado el 12 de febrero de 1688, y tenía por objeto la entrega al primero de 50 caíces de cal, dando por cada uno 7 reales y un cuartillo262.

Transcurrieron varios años hasta ser terminadas, pues en el testamento de don Juan Valera Roldán otorgado el 18 de junio de 1700, consta un donativo de cien reales de vellón con ese fin263: «Asimismo, mando para la obra de la hermita del Señor San Sebastián extramuros desta villa zien reales, que le entreguen al dicho Lizenziado Don Salbador Valera por cuia quenta corre».

El Ayuntamiento también colaboró en sufragar parte de los gastos, como nos hace saber el acta de 2 de julio de 1712, cediendo el rendimiento de dos celemines de tierra de los propios de la villa con ese fin264.

Esta contribución se prolongó en el tiempo, y conforme a lo solicitado por el presbítero don Juan Luis Alcalá Galiano, que era el mayordomo de la ermita, el Ayuntamiento volvió a dar terreno para ampliar su fábrica. La petición fue formulada por primera vez el 13 de febrero de 1735, sobre un solar recibido a censo perpetuo por Juan Serrano para que construyera una casa265:

«que por parte del Señor Don Juan Luis de Alcalá Galiano, presbítero, comendador del Orden del Santi Spiritus, mayordomo de la ermita de Señor San Seuastian desta villa, se a dado a entender a dichos Señores se halla encargado en la mayordomía expresada, y con el deseo de amplificar la Yglesia del Glorioso Santo porque se ha dedicado a juntar las limosnas que sea posible, y que esta Fábrica no la puede hazer si dichos señores no le conceden un poco de sitio a la linde de dicha ermita, pues mediante esta amplitud podrá hazer Fábrica competente y para la mayor desensia y culto del dicho Glorioso Santo [...] dichos Señores acordaron que un sitio o solar que tiene tomado a zenso Juan Serrano vecino de la uilla, cuyos réditos paga a dicho Conzejo, y no tiene fabricado nada en él, sea para dicha Ermita por estar en sitio aparente para la Yglesia».



De igual forma procedió el citado mayordomo en Cabildo celebrado el 19 de octubre de 1736, en este caso sobre los recibidos en su día por Miguel de Priego266. Posiblemente las obras estaban terminadas sobre 1739, conforme nos hace saber el testamento de don Juan Santos Valera Roldán, otorgado el 28 de septiembre de ese año, al referirse a una imagen de San Antonio de Padua que se iba a colocar en la ermita, lo que suponía que estaba o se iba abrir al culto religioso267:

«Mando a la Hermita de Señor San Sebastián desta villa cinquenta ducados, y que se entregasen a su mayordomo para que se gasten en lo que fuese más necesario al culto del Santo y de Señor San Antonio de Padua, que avia oído decir se colocava en dicha Hermita».



Hemos dicho que existía una cofradía encargada del culto a San Sebastián y del mantenimiento de su ermita, siendo de las pocas que disponía de algún bien raíz de su propiedad. Su origen está en un legado de don Salvador Valera Roldán, conforme a su primer testamento fechado el 8 de abril de 1733, al donar dos fanegas de tierra a la ermita para celebrar con mayor solemnidad la festividad del santo el 20 de enero, y mantener la fábrica, reedificarla y cuidar de su ornamentación268:

«Mando al Señor San Sebastián dos fanegas de hazuelas que tengo mías propios de una linde adentro, en el sitio de la Peña Elmez término de esta villa [...] y esta tierra la mandó para que con sus frutos y rentas perpetuas se reedifique y mantenga la Ermita del Santo Vendito para su culto y desencia en esta villa y por la espezial deboción que tengo y he tenido al Santo Glorioso, pues a mi cuidado se devio la Fábrica de ella. Y espezialmente para que en el día del Santo y su Víspera se tenga esta Ermita abierta con sus velas y lámpara enzendida, para que los fieles visitándola imploren su protezzion y se aumente en este pueblo su devoción y culto: Y en el día del Santo se diga en esta Ermita una Missa a las nuebe o diez de la mañana para las almas de mis señores padres, abuelos y ermanos y si no la nezesitaren para las Venditas Animas del Purgatorio, y se an de dar por el mayordomo que es o fuere de Señor San Sebastián tres rreales de limosna al Sacerdote que la zelebrare y esto se ha de obserbar desde el día de mi muerte en adelante todos los años perpetuamente y el demás producto que diese dicha haza se aplique para lo demás que necesite dicha Hermita así para reedificarla como para ornamentos y lo que conduzca a su mayor dezenzia».



El Catastro de Ensenada nos hace saber que las citadas tierras estaban arrendadas a don Bartolomé Luque por cien reales de vellón anuales, y que la ermita tenía a su favor una memoria perpetua de treinta y seis reales de vellón sobre una casa sita en la calle del Sacramento269.




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Espíritu Santo

Ya hemos señalado qué era el oratorio que estaba junto al Hospital de la Caridad, y a veces el citado lazareto era conocido como del Espíritu Santo, como consta en el testamento de Pedro López Bujalance otorgado el 2 de agosto de 1548, lo que supone que ya existía a mediados del siglo XVI270.

A mediados del siglo XVII su fábrica también fue objeto de obras, como señala el testamento de Juan López Cantero, otorgado el 4 de marzo de 1665271: «Mando quatro reales para la obra del Espíritu Santo, mando quatro reales para la obra de Nuestra Sra de las Angustias».

También se sostenía de limosnas, y sus ornamentos procedían de donaciones de particulares, de las que vamos a exponer dos ejemplos puntuales. En primer lugar, el legado de un cuadro de Santa Cecilia hecho por Jerónima León en su última voluntad fechada el 3 de enero de 16752272: «Yten mando que luego que yo fallezca, se dé de limosna a la Iglesia del Espíritu Santo un lienzo de Señora Santa Cecilia para poner en dicha Iglesia».

También tenemos constancia de la entrega de importantes cantidades de dinero, para la adquisición de valiosas piezas de orfebrería, como la que consta en el testamento de Pedro Borrallo Marín fechado el 23 de agosto de 1753273: «Mando a la Hermita del Espíritu Santo desta dicha villa quatrozientos y zinquenta rreales de vellón para que con ellos se compre un cáliz y una patena de plata, para que siempre esten en dicha Hermita y se pueda celebrar el Santo Sacrificio de la misa, para cuyo fin tengo enbargados al Rvdo. Padre Fray Francisco Cantero, religioso presbítero del Orden de Predicadores y conbentual en dicho Convento Parrochia desta villa, ziento y zinquenta rreales, y lo que falta a los dichos quatrozientos y zinquenta rreales que tengo mandados, es mi boluntad que los entrego Don Juan Joseph Roldán Galiano [...] y esto quiero se execture luego yncontinenti porque tengo mucho deseo de benir a celebrar dicho Sacrificio de la Misa, y oírla en dicha Hermita antes de que muera».

Estaba dotada con una capellanía fundada el 4 de julio de 1756 por don Pedro Muñoz de Alcaudete. Tenía por objeto la celebración de 24 misas rezadas, y por cada una de ellas se darían dos reales de vellón, siendo nombrado como primer capellán don Lucas Muñoz Cubero, cargo que no ejerció por estar estudiando Derecho en el Colegio del Sacromonte en la ciudad de Granada, sustituyéndole el polémico vicario don Juan Pedro Muñoz274.




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Santa Catalina Mártir

La devoción a esta santa está muy vinculada a la Orden de Predicadores, y tenemos constancia de la existencia de una ermita con esta advocación a principios del siglo XVI, como nos hace saber el testamento de Fernando Padillo, otorgado el 26 de agosto de 1523275:

«Yten mando al Hospital desta Villa dos reales e mando a Santa Catalina e a Señor San Sebastián e a cada una medio real, e a Santa María la Mayor de Córdoba, e a los Santuarios de la dicha çibdad lo que es uso e costumbre».



A principios del siglo XVII fue reedificada mediante donativos, que ponen de manifiesto la gran devoción de que era objeto. El importe de las obras ascendió a más de 30 ducados, que fueron abonados conjuntamente por la beata dominica Francisca de San Jerónimo y por Alonso López Alcalde. Las obras estaban finalizadas el 19 de abril de 1613276:

«Sepan quantos esta escritura bieren como yo Francisca de San Geronimo, beata relixiosa de la Orden de Santo Domingo, bezina que soi desta uilla de Doña Mencía, digo que por quanto Alonso López Alcalde, bezito desta dicha billa, gastó en fabricar y alçar la casa de Sª Santa Catalina desta uilla, más cantidad de treinta ducados, así en madera, como en teja, cal y yeso, y otros materiales, que se gastó en la dicha obra, el qual por hacer limosna a la bienaventurada Santa Catalina hace suelta y remisión de los doce ducados con que yo me obligue a pagarle a el susodicho los diez y ocho ducados restantes, y porque yo la dicha Francisca de San Geronimo tengo mucha deboción con la bienaventurada santa, y porque tengo prometido de acudir a la dicha su casa a hacer lo que fuera necesario en serbicio de la bienaventurada Santa Catalina, quiero obligarme a pagar a el dicho Alonso López los dichos diez y ocho ducados, a los plaços que en esta escritura yra declarado».



En ella estaba erigida una capellanía fundada por el notario del Santo Oficio don Pedro Roldán Galiano, y tiene por fecha el 26 de noviembre de 1694. Su objeto era la celebración de 24 misas rezadas cada año277.

Son muchas las mandas pías en las que constan legados para esta ermita y de las que exponemos algún ejemplo puntual, como la hecha por don Juan José Roldán Galiano en su testamento otorgado de 1763, y que refleja su vinculación con la familia Roldán278:

«Mando a la Hermita de Señora Santa Catalina, extramuros desta villa un ornamento para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, el qual tenía heho a sus expensas en la casa de su morada, que son cáliz, patena de plata, casulla de raso, alba, amitto y demás anexidad para dicho fin, y que todo se entruege con su formal rezibo a el Mayordomo de dicha ermita, con más doscientos reales de vellón de limosna para ayuda para fabricar avitazion para el cantero o lo más preziso en ella».






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Nuestra Señora de las Angustias

El fomento de la devoción a la Virgen de las Angustias está muy relacionada con los dominicos, pues cuando San Álvaro de Córdoba fundó en 1420 el Convento de Escalaceli, se llevó una imagen de esta advocación pasionista a su cueva para rezarle.

La primera referencia que podemos aportar sobre Nuestra Señora de las Angustias consta en el testamento de Benita Fernández, otorgado el 13 de marzo de 1605279: «Ytem mando se digan una misa a el Nombre de Jesús reçada y otra a San Jazinto reçada. Yten mando se diga una misa reçada a Nuestra Sra de los Santos, otra a Nra Sra del Rosario, y otra a Nra Sra de las Angustias reçadas».

Sabemos de la existencia de esta ermita desde 1623. Así no lo hace saber el segundo testamento de la beata Francisca de San Jerónimo, otorgado el 10 de febrero de ese año, al legarle el remanente de sus bienes con el fin de ornamentarla280:

«Ytem mando se dé de limosna a las quatro hermitas desta villa que son Ssanta Catalina, San Seuastian, el Espíritu Santo y Nra Señora de las Angustias a cada una un real, [...] y cumplido y pagado este mi testamento, las mandas en el contenidas, el remanente que de mis vienes quedazen, por quanto no tengo hijos ni herederos forçossos, mando que se den de limosna para la obra de la casa y adorno de la capilla y altar de Nra Señora de las Angustias».



A partir de este momento son muchas las cláusulas testamentarias en las que constan donativos para la misma, como resulta de la postrera voluntad de María de Arévalo, fechada el 19 de junio de 1644281: «Mando se dé a la Birgen de las Angustias un quadro de Santa Polonia que yo tengo». O el de Antonia Ruiz, otorgado el 5 de octubre de 1650282: «Mando se dé de limosna a Nra Señora de las Angustias ocho reales para aiuda hacer un frontal para su Yglesia. Anssimismo, mando a Nra Señora de las Angustias un quadro de la imagen de Nro Señor Jesuxpo del Ece Homo». De igual forma se expresó Francisco Blanco en una manda pía de 12 de diciembre de 1667283: «Mando a Nra Señora de las Angustias quinientos reales para que con ellos se haga un estandarte que tenga estampado en la una parte Nra Señora de las Angustias y en la otra Nro Padre San Francisco, los quales dichos quinientos reales se den de mis bienes». Y en el testamento cerrado de Jerónima León otorgado el 3 de enero de 1675, también consta otro legado para el adorno de su fábrica284: «Yten mando que luego que yo fallezca se dé limosna a Nuestra Señora de las Angustias desta villa cien reales para hacer un frontal, y dos lienzos el uno de Nuestra Señora de las Angustias, y el otro de Señor San Juan para poner en su capilla».

Desde 1650 podemos acreditar la existencia de una cofradía encargada de rendir culto a esta advocación pasionista, por lo que su fundación es anterior. Nuestra afirmación se basa en el contrato suscrito el 4 de agosto de ese año por Gaspar de Montes, en calidad de mayordomo, con Benito Ruiz de Lucena e Isabel Ocaña. Su objeto era la adquisición de un solar anexo a la ermita para destinarla a su servicio, pagándose once ducados y medio285.

Son muchas las disposiciones de última voluntad, que hacen referencia expresa a las obras que se realizaron en su fábrica a mediados del siglo XVII, sirviendo de muestra el testamento del gallego Francisco Blance, que era mercader de mulas, y está fechado el 7 de julio de 1665286: «Mando quinientos reales para ayuda para la obra de Nra Señora de las Angustias desta uilla, que son los mismos que ya aberlos tengo mandado». Y tuvieron que ser importantes, pues se construyó una nueva portada de piedra, realizada por Lorenzo Martínez que había trabajado en la parroquia de la localidad cordobesa de Luque287.

El contrato fue suscrito el 20 de marzo de 1666 por el Concejo de la villa con el prestigioso cantero, especificando con detalle como debía de ser su traza y su precio en 1.500 reales de vellón. El patronazgo de los duques de Sessa sobre esta obra se reflejaría en un escudo que se pondría en la portada, y debía estar terminada en junio del año siguiente288.

A finales de 1667 los citados trabajos estaban terminando, pues ya se estaba encalando la fábrica de la ermita. Lo indicado resulta del testamento de Francisco López Moreno fechado el 20 de septiembre de 1667289: «Declaro debo a la obra de Nra Señora de las Angustias ocho fanegas de cal, y asimismo tengo pagados quince reales que entregue en quenta de una manda que hiço Bartolomé Romero mi suegro, y mando para la dicha obra seis reales».

Durante el siglo XVIII se siguieron haciendo donativos, destacando el que consta en la postrera voluntad de doña Francisca de Navas, fechada el 22 de mayo de 1708290: «Mando a Nuestra Señora de las Angustias mill reales de bellón, para que con ellos se haga para su Yglesia una lámpara de plata, los quales se paguen luego que yo fallezca al dicho Cipriano Rodríguez mi marido».

Ya hemos dicho que el sostén económico de las ermitas derivaba de donativos, y lo recaudado en las misas que por capellanías u otras mandas pías allí se oficiaban. Pero otro medio era lo obtenido por el alquiler de un telar de tejer paños, que era propiedad de esta cofradía. La primera noticia que tenemos del mismo, consta en el testamento de José Antonio Santa Cruz, que fue otorgado el 20 de febrero de 1703291:

«Declaro me deue Fernando Muñoz de Alcalá sesenta y quatro reales y medio, de la memoria que paga del telar a Nuestra Señora de las Angustias, y para ello me a dado veinte reales por mano del Sr. Vicario, y lo demás me deue y es mio, por quanto en las quentas pasadas que se me tormaron se hizo cargo de la dicha cantidad».



Podemos aportar dos testimonios documentales que acreditan la existencia del citado arrendamiento. El primer contrato fue suscrito entre Juan Antonio Montoro en calidad de mayordomo, con Francisco Romero y María de Doblas, y está fechado el 9 de julio de 1722, pagándose 15 reales cada año292:

«parecieron Francisco Romero y María de Doblas, su muger, vezinos de la villa de Sueros [...] otorgaron por la presente, y reziven en arrendamiento de Juan Antonio Montoro, vezino de esta dicha villa, mayordomo de Nuestra Señora de las Angustias y su Ermita en ella, un telar de teger paños peltrechado de todo lo nezesario, propio de Nuestra Señora y por el tiempo que biniere dicho Francisco Romero, que entonzes se cumple este arrendamiento con declarazión que los otorgantes o sus herederos, lo an de rrestituir quando llegue el caso, que balga doszientos reales por averse apreziado de presente en esta cantidad, y si tubiere rasgo lo an de pagar a dicha mayordomía, y si mejora a los otorgantes. Y en prezio de rrenta cada uno año de quinze rreales, que satisfarán a los plazos que abajo se rrefieren, de cuyo telar los dichos Francisco Romero y su muger se dieron por contentos y entregados a su voluntad, sobre que rrenunziaron las leies de la entrega, prueba del rrezivo, mal engaño y demás que deste caso tratan, los quales dichos quinze rreales del primer año de dicho arrendamiento se obligaron de pagar juntos el día de Santiago del año que viene de mil sietezientos y veinte y tres, segunda otro tal día del año siguiente de mil siettezientos y veinte y quatro».



El segundo que hemos encontrado es del 24 de marzo de 1744, actuando como mayordomo don Marcos León Bonilla, que era vicario de doña Mencía, suscribiendo el alquiler con Francisco de Navas, que abonaría anualmente 33 reales293.




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Cristo del Calvario

Fue la última ermita que se erigió y la única de las cinco que sigue abierta en la actualidad, recibiendo culto la imagen de un Crucificado que responde al modelo iconográfico de Cristo de la Sed, es decir una efigie que dialoga con la que persona que reza ante él.

Como señala Santiago Sebastián, ante la imposibilidad de ir a Tierra Santa, en la Edad Media se crean los primeros Calvarios con las estaciones del Vía Crucis, y se impone la idea de un peregrinaje de sustitución. Como primer precedente de este tipo de reproducciones del Gólgota está el realizado en el Monte Valeriano, sito en las inmediaciones de París, realizado a instancias de Humberto Charpentier en 1663, cuando fundó una comunidad de sacerdotes dedicados al culto al Calvario294.

Durante el Barroco se consagró definitivamente esta devoción, que sigue la tendencia de conferir carácter sagrado a los espacios exteriores, siendo el Calvario del Bom Jesús del Monte, ubicado en las cercanías de la ciudad portuguesa de Braga, el mejor exponente del urbanismo impregnado de carácter religioso.

Tenemos constancia que esta devoción arraigó en Doña Mencía a finales del siglo XVII, pues en 1687 ya aparece designado como Calvario un cerro que guarda cierto parecido con el Gólgota, y donde años más tarde se erigió una ermita con esta advocación295.

La primera referencia temporal que acredita su existencia consta en el testamento de Cristóbal Moreno, otorgado el 12 de mayo de 1697, por lo que es anterior. En el mismo se acuerda la celebración en la Ermita del Calvario de cinco misas rezadas por su ánima, dando de limosna por cada una dos reales de vellón296: «Mando se digan por dicha mi ánima en la Ermita del Ssto Christo del Caluario y por el Pe Fray Jacinto Borrallo mi confesor cinco misas reçadas, y que se le pague su limosna a raçon de dos reales cada una».

A partir de entonces, son constantes las mandas pías que contienen referencias al Cristo del Calvario y a su ermita, y de las que vamos a exponer algunos ejemplos expresivos de la gran devoción que suscitaba. En primer lugar el testamento de Cipriano López de Luque, otorgado el 14 de diciembre de 1706297: «Declaro ttengo mandado al Santto Xpto del Caluario fanega y media de trigo, mando que se le paguen a su mayordomo para ayudar a obrar su sta casa». En iguales términos el de don Sebastián Pérez de Castro, del 25 de agosto de 1708, que vuelve a reiterarnos las obras que se realizaban en su ermita298: «Mando de limosna [...] y para la obra del Santo Christo del Calvario otros seis reales». O Pedro Romero Aceituno en su postrera voluntad de 30 de octubre de 1709299: «Mando dos arrobas de azeite a la lanpara del Santo Christo del Calvario, el qual se la de dar en ocho años cada uno un quarto, y que an de comenzar uno y otro a correr desde el día de mi fenecimiento en adelante».

Las obras de las que hemos hablado aun no estaban terminadas en 1713, como nos hace saber el pliego de deudas contenidas en la testamentaria de don Juan de Córdoba y Arrebola, que era el hermano mayor de la Cofradía de la Vera Cruz300. Deudas de unas tejas que se deuen al Sto. Xpto del Caluario: Asimismo se sacan por deuda treinta reales que es el valor de doszientas zinquenta tejas que dicho difunto quedó deuiendo a la hermita del Santo Caluario, y es lo mismo que se ha justificado valer con la traedura.

También sabemos que el escribano público Francisco Muñoz de Alcalá era muy devoto del Cristo del Calvario, como nos hace saber en sus últimas voluntades. En primer lugar su testamento, de 17 de agosto de 1738, donde consta una deuda a favor de la ermita301: «Declaro que Dn Seuastián Cubero vecino de la villa de Zuheros deue a la ermita del Santo Christo del Calvario desta villa nueve reales de una libra de zera labrada». Mucho más expresivo es su codicilo fechado el mismo día, donde además de un importante donativo, declara que es mayordomo de la cofradía encargada de darle culto:

«Declara que es mayordomo dela Cofradía del Santo Christo del Calvario, y tiene gastado en lo que se a ofrecido más de mil reales estra de las limosnas, que esta cantidad perdona a dicha cofradía = como asimismo declara que los ornamentos y cosas que rezibio de cofradía están completos, excepto una casualla, alba y amito que esta siruiendo en la ermita de Nra Señora de las Angustias desta dicha uilla».








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Capítulo cuarto. La Semana Santa en Doña Mencía durante los siglos XVI y XVII


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Antecedentes y peculiaridades de las celebraciones pasionistas

A comienzos del siglo XV, la conjunción de varias circunstancias dieron lugar al nacimiento de las primeras cofradías penitenciales y de los desfiles de Semana Santa. Destacan la disciplina pública, la práctica del Vía Crucis, el auge de la devoción y culto a la Pasión, así como que los gremios se limitaran exclusivamente a asuntos profesionales, dedicándose las cofradías a la mejora espiritual de sus miembros.

La disciplina pública está muy relacionada con el dominico valenciano San Vicente Ferrer. Por tanto, no es de extrañar que desde el Convento de Santo Domingo se fomentara su práctica, al ser un medio de expiación de los pecados, lo que ya suponía un claro precedente de las procesiones penitenciales durante los días de la Semana Santa.

Fray Álvaro de Córdoba dentro del proceso de reforma de la Orden de Predicadores, fundó en 1420 en las afueras de Córdoba el Convento de Escalaceli, donde instaló un Vía Crucis que se considera el primero de Europa, y desde el que extendió su práctica en razón de la dificultad de desplazarse a Tierra Santa. Se trataba de un peregrinaje de sustitución, consistente en recorrer rezando cada una de las catorce estaciones en que se dividía, en memoria de los pasos que dio Jesucristo camino del Calvario.

Esta práctica devocional se concretó en Doña Mencía en la existencia de un lugar con cierto parecido al Gólgota y que tenía por nombre Calvario, pues era la última estación de un Vía Crucis existente en esta localidad302.

Asimismo, la celebración del calendario litúrgico nos hace saber de la conmemoración de la Pasión de Jesucristo, antes del nacimiento de las propias cofradías penitenciales. Pues durante el siglo XV esta fiesta religiosa se limitaba tanto para los fieles como para el clero, a los actos y oficios litúrgicos que se celebran en las propias parroquias el Jueves, Viernes Santo y Domingo de Resurrección303.

Tenemos constancia documental de los mismos, como resulta de la memoria perpetua fundada por el bachiller Hermosilla y su esposa Isabel Castro, en su testamento otorgado el 7 de mayo de 1548, al disponer que se pusiera un cirio de cera delante del Santísimo Sacramento el Jueves Santo. Por tanto, nos hace saber de la instalación del Monumento al Santísimo en la capilla mayor, y la visita por los mencianos a la iglesia conventual durante los días de Semana Santa304:

«el bachiller Hermosilla y Isabel de Castro su muger, [...] otorgaron ante Pedro Gutiérrez, escribano publico de la Villa de Vaena, se convinieron con este Convento en que por dos Missas Reçadas que se avian de decir por las Animas de sus padres cada fiesta de Nuestra Señora de cada un año, y por que el Juebes Santo de cada un año pusiesen un cirio de cera blanca delante del Santísimo Sacramento en este dicho Convento. Y que asimismo, digesen una Missa de la Concepción de Nuestra Señora en cada un año en su día, y a la tarde una Vigilia, y el día siguiente una Missa de Réquien Cantada, que todo esto tenían obligación los susodichos de decirlo en este Convento».



En Doña Mencía también se celebraba en el siglo XVI la Pascua de Resurrección, que como señala Sánchez Herrero, es la primera fiesta religiosa en importancia y antigüedad, pues sólo más tarde se introdujeron la de Pentecostés y Navidad, así como el desarrollo del Triduo Sagrado de Semana Santa. Y con la Resurrección se conmemora el paso de Cristo de la muerte a la vida, tras su pasión, crucifixión y sepultura305.

Así resulta de la última voluntad de Catalina Sánchez fechada el 10 de mayo de 1582, en la que acuerda la imposición de 4.000 maravedíes a censo perpetuo, y con sus rendimientos se celebrara por su alma unas vísperas y misa cantada en los tres días de Pascua de Resurrección, estando obligado el convento a poner la cera306:

«testamento otorgado por Cathalina Sánchez vecina que fue de esta villa de Dª Mencía, muger de Christobal Ruiz Melendo, su fecha a los diez de maio del año de mil quinientos ochenta y dos, ante Francisco Rodríguez escribano público, y entre las cláusulas que comprehende ai una, por la que mandó que de sus vienes, se sacasen quatro mil marabedis, y se ympusiesen a zenso perpetuo, y con sus réditos, se dixesen en este Combento Parrochia unas Bisperas, y al día siguiente de ellas una Misa Cantada todo en los tres días de Pasqua de Resurrección, aplicado por el Anima de dicha Cathalina y un Responso en su sepultura por el Sacerdote que celebre la dicha Misa, y que previno que la Parrochia pusiese la cera necesaria, y que si el dicho censo se redimiere en alguna ocasión, se tornase a ymponer para que perpetuamente se dixese la dicha fiesta y misa».



La fuerte devoción de que era objeto la Pasión de Jesucristo entre todos los estamentos sociales, también se refleja a través de otras mandas pías de las que sólo expondremos algunos ejemplos puntuales. Así se expresa el testamento de Lorenzo Gutiérrez, fechado el 8 de diciembre de 1604307: «Yten mando se digan por mi anima a la sangre de Jesuxpo dos misas reçadas». En iguales términos lo hizo Andrés Jiménez en el suyo, que fue otorgado el 30 de octubre de 1612308: «mando se diga por mi ánima [...] a los clabos de nuestro Señor Jesucristo otra missa».

Todas las órdenes religiosas y en especial las mendicantes fomentaron todo lo relacionado con la Semana Santa. Y desde el Convento de Santo Domingo también se impulsó este tipo de celebraciones, hasta el punto de que los religiosos no cobraban nada por las procesiones penitenciales que celebraban309.

Aranda Doncel señala los tres tipos característicos de hermandades penitenciales que se fundan en el territorio del obispado, y las fechas a partir de las cuales tiene lugar su nacimiento. En primer lugar las de la Vera Cruz, teniéndose constancia de su existencia desde el año 1538. Serán seguidas de las del Entierro de Cristo o Soledad de Nuestra Señora, y a partir de 1573 se funda la primera en la ciudad de Córdoba. Las últimas son las de Jesús Nazareno, las cuales empiezan a documentarse a partir de 1579310.

Entiendo que el proceso de creación de cofradías penitenciales en Doña Mencía, está íntimamente relacionado con el que hemos señalado, participando en líneas generales del mismo en cuanto a tiempos de fundación y advocaciones.

La diferencia estaría motivada por la importancia de los dominicos en todas las manifestaciones de religiosidad popular. Y se manifestará en el apoyo que va a disfrutar la Cofradía del Entierro de Cristo sobre las otras, y especialmente frente a la Vera Cruz, por cuanto la procesión del Santo Sepulcro estaba a cargo de la del Dulce Nombre de Jesús, advocación estrechamente vinculada a la Orden de Predicadores.

La otra nota peculiar que va a distinguir la Parroquia de Doña Mencía, consistirá en que por delegación del obispo de Córdoba, a partir de 1672 correspondía al prior del Convento de Santo Domingo el control de casi todas las cofradías mencianas (y no sólo las penitenciales). Su intervención se extendía a la elección de hermano mayor, dación de cuentas ante notario, así como proceder contra los cargos directivos o cualquier cofrade311:

«la Visita que se hizo en 3 de mayo de 1672, por el Licenciado Dn Francisco de Craso, Visitador General de este Obispado, por el Yllmo. Sor. Dn Francisco de Alarcón, se encarga a dicho Prior el cuidado con todas las Hermandades y Cofradías de este Villa, que proceda contra los Hermanos Mayores, y cofrades de todas ellas, obligándoles a que dentro del término que le señalen, haga cada una elección del Hermano Mayor y de Oficiales, asistiendo a dichas elecciones, y presidiéndolas y tomando las cuentas por ante Notario que dé de ello fee».



Y frente a lo dispuesto en las Constituciones Sinodales del obispado de Córdoba de 1662312, el control de estas asociaciones religiosas no correría a cargo del visitador nombrado por el obispo. Por tanto, la vigencia de la normativa dictada por la silla de Osio sobre manifestaciones de religiosidad popular, quedaría sujeta a lo que dispusiera sobre su aplicación el citado prior.

Esta celebración fue impulsada por el Concilio de Trento, y servía para manifestar de forma visual los mensajes de los Evangelios de la liturgia del Triduo Pascual. Y para hacerlos más comprensibles, se recurre a los sermones y representaciones con figuras bíblicas, que han llegado a convertirse en el símbolo de la Semana Santa de Doña Mencía.

Los sermones de Pasión eran tres: del Mandato que tenía lugar en la iglesia conventual, y por cuenta de la Cofradía de la Vera Cruz; la representación del Paso, que estaba a cargo de la Cofradía de Jesús Nazareno, en una plaza pública; por último, el Descendimiento en la noche del Viernes Santo, por la del Dulce Nombre de Jesús y Entierro de Cristo.

Estos actos servían como complemento a los Santos Oficios, teniendo un carácter narrativo y didáctico, por ser una vía muy útil para la enseñanza de los misterios de la fe. Como recursos pedagógicos para conseguirlo, además de la plática del predicador participaban las figuras bíblicas de apóstoles, evangelistas y otros, así como los «resaores» o pregoneros narrando la Pasión313.

Durante el Antiguo Régimen, esta magna fiesta religiosa se articulaba en la villa señorial en torno a las tres clásicas cofradías penitenciales. El Jueves Santo por la noche la Vera Cruz y el Cristo de la Columna. En la madrugada del Viernes Santo, le correspondía a Jesús Nazareno realizar su estación de penitencia, y por la noche, tras el Sermón del Descendimiento desfilaba la del Dulce Nombre de Jesús y Entierro de Cristo.

Pero comenzaba el Domingo de Ramos con la procesión de las palmas que tenía lugar dentro de la iglesia conventual, en la que además de los vecinos participaba el Concejo de la villa. Tenemos constancia documental de las cantidades satisfechas para adquirir las palmas, como consta en el Cabildo municipal de 22 de abril de 1666314:

«Ciento y quarenta reales que por cédula de primero de Abril pasado deste año pago a Pedro Roldán Rubio, Jurado que fue desta Villa que se le dieron para las palmas que se trajeron para este Concejo para el Domingo de Ramos».



Otra referencia similar aparece reflejada en el fechado el 4 de agosto de 1677, al acordarse se abonase a Sebastián de Montes 50 reales, por haberlas traído desde la ciudad de Granada para la Semana Santa de ese año315:

«Cinquenta reales que en birtud de cédula su fha de catorce de março pasado de este año, parece entregó a Sebastián de Montes becino desta Villa, para trajese de la ciudad de Granada palmas para esta Villa para el Domingo de Ramos».



También participaba el Ayuntamiento en otras celebraciones pasionistas, en que era preceptiva la asistencia de sus miembros. Y entre los actos que tenían lugar en la iglesia conventual, destacan el Miércoles de Ceniza, Jueves y Viernes Santo, así como el Domingo de Resurrección.

Podemos acreditar de forma fehaciente la presencia del Cabildo municipal en estas festividades. Así nos lo hace saber el pago de 30 reales de vellón, efectuado en 1678 por el Ayuntamiento al carpintero Juan de Navas, por la realización de un escaño de madera de pino con tres pies para su asiento en la iglesia conventual, ocupando por ello un lugar privilegiado en los actos que allí tenían lugar316:

«Por la presente, mandamos nos el Cauildo Justicia y Regimiento desta uilla de Dª Mencía, a Gabriel Rodríguez Moiano, rrecetor de los propios del, que luego que conste nro libramiento sea requerido por parte de Joan de Navass, vecino dellla y maestro de carpintero en ella, lo de y pague treinta rreales, los mesmos que al susodicho se le deuen por rracon del trauajo que a tenido en auer hecho un escaño de pino con tress piess para el asiento de dicho Cauildo en la Iglesia Mayor desta dicha uilla, que es la cantidad a la que se a juntado con dicho Juan de Nauass, que conste nro libramiento y rrecibo de el susodicho, serán uien dados y pagados, y se le reciuiran en quenta en las que dieren de nro Cauildo, as lo tenemos y mandado por cauildo que conocemos a sido celebrado ante el infraescrito escribano, fho en la uilla de Dª Mencía en treinta y un díass del mess de octubre de mill y seiscientos y setenta y ochos añoss».



Para mayor lucidez los capitulares debían de ir vestidos de negro, como nos hace saber el acta de 8 de julio de 1725. Y también se dispuso que los que sin estar ausentes de la villa o enfermos no asistieran a estos actos, tendrían que pagar una multa de mil maravedíes, que se destinarían a sufragar los gastos de las fiestas del Corpus y su octava317.

La importancia y arraigo social de la Semana Santa también se reflejaba en que el nomenclátor callejero, que recogía nombres relacionados de forma directa con esta fiesta religiosa. Como ejemplo de lo indicado, sería el caso de la calle nominada como de la Amargura, en recuerdo de ese momento de la Pasión de Jesucristo318.




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Las cofradías penitenciales mencianas


Cofradía de la Vera Cruz y el Cristo de la Columna

Era habitual que las de la Vera Cruz fueran las primeras en aparecer en el tiempo, fundándose las más de las veces a instancias de los franciscanos, por ser éstos los custodios de los Santos Lugares. Por ello fueron difusores de la devoción a la Santa Cruz, que hunde sus raíces en el siglo IV cuando Santa Elena, que era la madre del emperador Constantino, encontró la Verdadera Cruz en el Monte Calvario319.

Sánchez Herrero nos hace saber la razón que explica la amplia difusión, que tuvo lugar en toda España durante la segunda mitad del siglo XVI, la fundación de las cofradías con esta advocación, así como su vinculación con los franciscanos320.

Desconocemos la fecha exacta del nacimiento de la Vera Cruz de Doña Mencía, pero posiblemente tendría lugar a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Pues estas hermandades penitenciales comenzaron a erigirse en nuestro obispado durante el pontificado de don Leopoldo de Austria (1541-1557), extendiéndose a partir de esa fecha por casi todas las poblaciones de su territorio321.

En esta localidad nunca existió convento de los franciscanos, y este hecho explica que la Vera Cruz nunca tuvo mucho arraigo, pues los dominicos fomentaron aquellas advocaciones pasionistas más relacionadas con ellos, como las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, que desde un punto de vista iconográfico tiene su representación en la imagen que procesionaba con el nombre de Entierro de Cristo o Santo Sepulcro.

Tenemos muy escasas referencias documentales sobre esta cofradía, incluso en las mandas pías testamentarias, que suelen ser muy expresivas de devociones más queridas por los testadores. Pensamos que la razón antes apuntada, explica en parte esta ausencia, sin perjuicio de que la práctica inexistencia de documentación notarial de Doña Mencía anterior al año 1600, contribuye a esta falta de noticias322.

No obstante, existe algún testimonio que acredita la antigüedad de la devoción a la Santa Cruz, y que se reflejaba en la existencia de una capilla con la advocación del Santo Crucifijo, propiedad de la linajuda familia baenense de los Noguera323:

«Tiene este Convento un olivar grande en el Pago de Cotillas, término de Vaena, que solía ser de los herederos de Diego de Noguera, fundador que fue de la Capilla del Crucifijo, que al presente es de San Pedro Mártir donde está su relicario, en la qual Capilla está enterrado él y un heredero suio llamado Diego de Noguera».



La primera que vamos a aportar aparece en el testamento de Melchor de León otorgado el 22 de agosto de 1622, donde se reflejan donativos a varias hermandades entre las que se incluye la Vera Cruz, lo que acredita su existencia en esta fecha,y que su fundación es anterior a la misma324: «yten mando un rreal para la cofradía del Nombre de Jesús, y para Nra SSª del Rosario otro, y otro a la cofradía de la Vera Cruz».

En iguales términos se expresó María de Arévalo en su última voluntad, otorgada el 19 de junio de 1944, en el que consta un legado a esta hermandad325: «Mando se dé limosna a cada cofradía desta billa y [...] la del Dulce Nombre de Jesús, y la de Nuestra Señora del Rosario, y la Santa Bera Cruz, y Nuestra Señora de los Sanctos».

También se manifiesta este fervor religioso en la última voluntad del familiar del Santo Oficio de don Juan de Alcalá Galiano, estando fechada el 17 de junio de 1680. En una de sus mandas pías, acuerda la entrega de dinero a varias cofradías y hermandades, entre las que se incluye la que estamos analizando326:

«Asimismo, mando a las demás Cofradías desta Villa cinquenta rreales, a la del Dulce Nombre de Jesús y Entierro de Cristo, y a la de Jesús Nazareno ciento, y otros cinquenta a la de Nra. Sra. del Rosario y Vera Cruz, y que todo lo referido se entrege a sus Hermanos mayores, escriviendo dichas limosnas en sus libros, con yntervenzion de dichos mis alvazeas, por quien se tome recibvo para que conste su cumplimiento».



Disponemos de un importante testimonio documental, que nos hace saber que el cargo de mayordomo era desempeñado en el año 1713 por don Juan de Córdoba y Arrebola327: «Declaro deue a la Cofradía de la Santa Vera Cruz que es de mi cargo Juan Vaena, vecino desta villa una túnica».

Como todas las de Semana Santa, tenía su residencia canónica en la iglesia conventual, sin saber en qué capilla se hallaba establecida en la primera fábrica parroquial. Cuando se construyó la última a mediados del siglo XVIII, era la del Sagrario, como nos hace saber el Inventario de la parroquia de 1860, al describirnos con detalle los enseres que en la misma se encontraban, entre las que se incluía la Santa Cruz que hacía su procesión el Jueves Santo328:

«Una Santa Cruz grande de madera con remates de plata en los brazos y una corona de lo mismo con una estrella también de plata. Dos bandas para dicha Santa Cruz, una blanca de encaje de hilo y otra negra de blonda. Esta Cruz también tiene unas andas de madera talladas para las procesiones».



Era habitual que estas cofradías hicieran su estación de penitencia en la tarde noche del Jueves Santo, con un Crucificado con la advocación de Cristo de la Vera Cruz o Cristo de la Sangre, así como una Dolorosa, si bien posteriormente se añadieron otras imágenes que representan distintos momentos de la Pasión329.

No tenemos constancia de que en Doña Mencía participara alguna imagen de Cristo Crucificado. En cambio, sí formaban parte del cortejo procesional el Cristo de la Columna, del que podemos acreditar su existencia a mediados del siglo XVII. Durante esa centuria y la siguiente su advocación sería Cristo de la Humildad, si bien a partir del siglo XIX se le conoce con el nombre del Cristo de la Columna, que será el que nosotros vamos a utilizar330.

La antigüedad de su devoción consta en la última voluntad de Juan Muñoz Vallejos, otorgada el 16 de junio de 1662. Dispone la celebración de varias misas por su ánima, y entre las que se incluyen cuatro dedicadas al Cristo de la Columna (Humildad)331:

«Mando que luego que io fallezca se digan por mi ánima tres misas de anima en los altares preuilegiados del dicho Combento, y se digan ansimismo por su ánima: [...] quatro a Nra Señora de Consolación, = quatro a San Pedro Mártir = quatro a Nra Sra del Rosario = quatro a Jesús Nacareno = tres a Nuestra Señora de las Angustias = zinco a las cinco Llagas de Nro Sr Jesucristo = doce a los doce Apóstoles = quatro al Sancto Christo de la Caridad = quatro al Sancto Christo de la Humildad =».



En iguales términos se expresa Salvador Gómez en su testamento de 29 de agosto de 1677, en el que constan donativos a determinadas cofradías e imágenes religiosas, y entre ellas una de dos reales para esta imagen pasionista332:

«mando a la Cofradía de Nra. Señora del Rosario dos reales de limosna, y dos al Santo Christo de la Humildad, uno a Nra. Sra. de los Santos, otro a Jesús Nazareno, otro al Dulze Nombre de Jesús, otro a las Animas Benditas del Purgatorio, y otro al Santo Sepulcro».



Durante el verano de 1680, cuando Doña Mencía se vio afectada gravemente por la peste contagiosa, fueron muchos los mencianos que también invocaron al Cristo de la Columna (Humildad), para que intercediera por su salud física y espiritual. Así se expresó María Jurado en una manda pía otorgada el 12 de junio de 1680, al acordar la celebración de seis misas por su ánima que le fueron ofrecidas333. De igual forma lo hizo María Roldán en su testamento otorgado el 24 de junio de 1680, al acordar que se oficiaran por su alma cuatro misas334.

Por último Inés de Vida, en su postrera voluntad fechada el 26 de junio de 1680, también nos hace saber de la veneración que sentía por esta imagen pasionista335: «mando zinco misas cantadas al Santo Christo de la Humildad, y que se digan por un religioso del dicho Comvento».

El fervor suscitado por esta imagen pasionista continuará durante el siglo XVIII. Y también se reflejará en los cuadros que los vecinos tienen en sus domicilios, y que manifiestan cuáles son sus devociones más queridas. Así resulta del testamento de Simón de Pedrejosa, otorgado el 18 de abril de 1704336:

«Lo primero, un lienzo de Nra SSª de la Uitoria = otro lienzo de Nro Ssor Amarrado a la Coluna = otro lienzo del Niño Jesús con el mundo en la mano = otro lienzo de Ssor Santiago = otro lienzo de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas = otro lienzo de Nra SSª de las Angustias = otro lienzo de San Onofre».



Asimismo, un representante muy destacado de la familia de los Valera, don Pedro Valera Roldán, en su última voluntad fechada el 30 de junio de 1716 acordó la donación de un velo de raso para su ajuar337:

«Mando un belo de raso de media nobleza y un frontal de lo mismo para el Altar del Santo Christo de la Humildad, mi Señor, que estta en la Yglesia del Comuentto de Sr. Santo Domingo de esta Uilla».



No sabemos que la capilla ocupaba en el primitivo edificio de la iglesia conventual. Cuando se construyó la nueva fábrica parroquial a mediados del siglo XVIII, tenemos constancia de que estaba en la de Santo Domingo de Guzmán, conforme nos hace saber la escritura de donación de la citada capilla al presbítero don Juan Santos Valera Roldán en 1742338:

«dan y donan a dicho Señor Don Juan Santos Balera la dicha Capilla y entierro que se entiende por lo que toca a sitio para su familia y de sus subsesores, toda la grada, que da al Arco de la Capilla por que a hecho de jaspe y bueltauno y otro lado, y lo que corresponde vajando a la Capilla del Santo Christo de la Umildad, hasta llegar al arco que la diuide y al arco toral, de manera que la losa y zenefa de la vóbeda de esta Capilla de que se trata, perteneze con todo el sitio correspondiente a dicha cenefa y losa, vía recta hasta dicha grada de jaspe del Altar expresado es de dicho Señor Don Juan Santos con lo demás que queda declarado».



El acto religioso más importante que celebraba, era la estación de penitencia que realizaba en la tarde noche del Jueves Santo, si bien con carácter previo tenían lugar una serie de actos que servían de preparación339.

Entre ellos destaca el Sermón del Mandato, donde el predicador hacía saber al pueblo inculto e ignorante en los misterios y verdades de la fe, que Jesucristo aceptó la decisión de Dios de sufrir la vergüenza y escarnio de ser azotado por gentiles, derramando en la Columna su sangre (igual que en la Santa Cruz) para redimir el género humano.

El recurso pedagógico utilizado para hacerlo entender, que acompañaba la plática por el predicador, era el hacer una representación de ese momento de la Pasión, en la que junto a Cristo de la Columna, también participaran figuras bíblicas y los «resaores» o pregoneros.

De su existencia también tenemos constancia, en la rica documentación que sobre manifestaciones de religiosidad popular se conserva en el Archivo Histórico Nacional, y que procede del Consejo de Castilla. Se trata de un testimonio que se refiere a la celebración del Sermón del Mandato durante el siglo XVIII, concretamente en 1775, por lo que presupone su existencia durante el siglo XVI y XVII340.

Es un procedimiento judicial y dentro de la multitud de pruebas practicadas, consta la declaración de dos presbíteros dominicos, concretamente fray Fernando Espinosa y fray Jacinto Jiménez. Estos religiosos nos hacen saber de los actos que celebraba la Cofradía de la Vera Cruz antes de la procesión, entre los que se incluía el referido en la iglesia conventual:

«que en dicha Yglesia Parrochia, como única Yglesia, se haze la función entre otras dla del Santo Entierro de Christo [...] y en quanto a escaños, además de los que ay en la Yglesia para el día Juebes, se traen otros particulares, que sirven para los Oficios de dicho día, y Ermandad de Vera Cruz, y se quedan en dicha Yglesia, y todos sirven en el Viernes Santo».



A su fin y previo a la procesión tenía lugar el canto de Tinieblas, y también una plática de disciplina dirigida especialmente a los hermanos de sangre. Existe constancia documental del primero, como nos lo hace saber en el Inventario de la parroquia fechado en 1811, al indicarnos de la existencia de un tenebrario para el indicado canto341.

El cortejo procesional estaba formado por los tres pasos señalados, participando hermanos de luz y disciplinantes o hermanos de sangre. Los primeros se encargaban además de alumbrar a las imágenes, de cuidar y atender a los hermanos de sangre, que estaban flagelándose durante la procesión, imitando los azotes recibidos por Jesucristo durante la Pasión. Podemos acreditar su existencia en todas las cofradías penitenciales a través de varias mandas pías, como refleja el testamento de Miguel Pérez Caracuel, otorgado el 25 de marzo de 1648342: «Yten mando se digan por penitencias mal cumplidas quatro missas».

Finalizada la procesión, los disciplinantes se lavaban los azotes con vino, y correspondía a los mayordomos proveer de alimentos a los cofrades que los necesitasen, costumbre que ha arraigado fuertemente en Doña Mencía, aunque hayan desaparecido hace varios siglos los disciplinantes.

Las cofradías con esta advocación celebraban aquellas fiestas más directamente relacionadas con el culto a la Cruz, como eran el Día de la Invención o hallazgo de la Cruz, la Exaltación de la Santa Cruz, y el Triunfo de la Cruz. Salvo la segunda, las otras dos no tenía mucho arraigo popular, al verse oscurecidas por otras de mayor arraigo en la localidad.

Así la Invención de la Santa Cruz que se celebraba el 3 de mayo, se veía totalmente eclipsada por las fiestas patronales en honor del dominico San Pedro Mártir de Verona, que tenía lugar el 29 de abril. El 14 de septiembre era la Exaltación de la Santa Cruz, pero todo el protagonismo se centraba exclusivamente en la imagen de Jesús Nazareno.

Tampoco hemos encontrado en el Libro de Memorias Perpetuas del Convento de Santo Domingo, ni en los muchos testamentos que hemos analizado, ninguna referencia a la fiesta del Triunfo de la Cruz que se conmemora el 16 de julio, lo que supone que pasaba bastante desapercibida.

No tenemos ninguna constancia documental de que esta cofradía fuera propietaria de bienes raíces o censos, y en el Catastro de Ensenada no aparece ni siquiera mencionada. Como era habitual sus ingresos económicos derivarían básicamente de limosnas, cuotas por entrar a formar parte de la misma, el dinero conseguido por el alquiler de túnicas, insignias, cirios, etc., y los velos y lutos utilizados en los entierros de los hermanos343.




Cofradía del Dulce Nombre de Jesús y Entierro de Cristo

En nuestro obispado, el proceso de fundación de las cofradías del Entierro de Cristo comenzó en el último tercio del siglo XVI. La primera se erigió en la ciudad de Córdoba en el Convento de los Carmelitas Descalzos de Puerta Nueva en 1573, durante el pontificado de fray Bernardo de Fresneda.

En los años siguientes se crearon en otras poblaciones, y en algunas la estación de penitencia de la noche del Viernes Santo, era realizada por cofradías que no tenían títulos pasionistas, como era el caso de las del Dulce Nombre de Jesús de La Rambla y Baena344.

En Doña Mencía también será la cofradía con esta advocación, la encargada de hacer una estación de penitencia con el Entierro de Cristo o Santo Sepulcro. Por esta razón, vamos a referirnos previamente al origen de la devoción al Dulce Nombre de Jesús, y su vinculación con los dominicos y el Santo Sepulcro345.

El nexo de unión con la Orden de Predicadores se remonta al pontificado de Gregorio X (1271-1276), pues durante el II Concilio de Lyon, celebrado en esta ciudad francesa durante 1274, se dictó una bula de desagravio con el fin de acabar con las blasfemias y juramento proferidos contra el Dulce Nombre de Jesús. Y se encomendó a éstos que extendieran su culto a través de la predicación, monopolizando esta devoción. Por ello, en todos sus conventos existía una capilla o altar dedicado al Dulce Nombre, y es fácil deducir que desde fechas tempranas, y con anterioridad a la existencia de las procesiones de penitencia, existiría una cofradía con esta advocación346.

Es evidente que en la sociedad mediática de la época, el púlpito del convento de Santo Domingo, era el medio de comunicación social más convincente y con mayor audiencia de la localidad, y las ideas religiosas allí expresadas calarían profundamente en todos los sectores sociales. Y ésta es una de las razones que explican la antigüedad y arraigo del culto al Dulce Nombre de Jesús.

Y no podemos pasar por alto las muchas referencias, que constan en las mandas pías ponen de manifiesto el fervor que suscitaba, teniendo presente que por lo menos durante el siglo XVII, las referencias a su cofradía son también válidas para el Santo Sepulcro, si bien a partir del siglo XVIII serán distintas.

Así se expresa Benita Fernández en su última voluntad otorgada el 3 de marzo de 1605, al disponer la celebración de una serie de misas por su ánima, reflejando cuáles son las advocaciones objeto de su veneración, entre las que se incluye la que analizamos347: «Yten mando se digan por ni ánima una misa a el Nombre de Jesús Reçada y otra a San Jazinto reçada».

De igual forma lo hace Alonso de Arévalo en su testamento fechado el 26 de septiembre de 1622, al legar dinero a su cofradía348: «Yten para la del Sacramento un rreal, y a Nra Sª del Rosario otro. A la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús un rreal».

El gran arraigo de esta devoción dominica era tal, que no se limitaba a los naturales de la localidad, como resulta de la postrera voluntad de Domingo Rodríguez «de nación portugues», otorgado el 2 de octubre de 1623349: «Mando se digan por mi ánima [...] otra al Santo Nombre de Jesús, dos a Nuestra Señora del Rosario [...] y a Nra Señora de la Sierra dos missas, y a Santo Domingo, San Pedro Mártir y San Jazinto a cada uno una missa».

Y como reflejo del fervor religioso que suscitaba, era habitual que en los domicilios de los mencianos existieran pinturas que representaban al Dulce Nombre de Jesús. Así resulta de la dote de bienes de Isabel Díaz, esposa de Pedro Domínguez, y que está fechada el 1 de febrero de 1654350: «Dos quadros, de la imagen del Dulce Nombre de Jesús y San Francisco en once reales».

Si bien carecemos de documentación propia de la Cofradía del Dulce Nombre, que nos haga saber cuándo empezó a hacer estación de penitencia con la imagen del Santo Sepulcro, disponemos de varios testimonios que acreditan plenamente esta vinculación. En primer lugar, el testamento de don Juan de Alcalá Galiano otorgado el 17 de junio de 1680, en el que consta donativos a varias cofradías, entre los que se incluye la del Niño Perdido y Entierro de Cristo designándolas como una sola351:

«Asimismo mando a las demás Cofradías desta Villa cinquenta rreales, a la del Dulce Nombre de Jesús y Entierro de Christo, y a la de Jesús Nazareno ciento; y otros cinquenta a la de Nra Sra del Rosario y Vera Cruz, y que todo lo referido se entregue a sus Hermanos Mayores, escribiendo dichas limosnas en sus Libros, con intervención de dichos mis albaceas, por quien se tome recibo para que conste de su cumplimiento».



Mucho más elocuente es el tercer codicilo de Jerónima de León otorgado el 12 de diciembre de 1682, donde se refleja claramente que esta hermandad era la encargada de sacar en procesión el Entierro de Cristo. Así resulta en el siguiente legado de una sobrecama que serviría para el Santo Sepulcro352:

«Mando a la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús para el Santo Sepulcro una sobrecama que tengo encarnada y pálica y que se le dé a su Mayordomo luego que yo fallezca. Mando a Nuestra Señora de la Soledad una barquina y un jubón de chamelote negro y un manto de repemado y se le dé luego que yo fallezca. Mando a Nuestra Señora del Rosario un bestido carmesí de color que se entiende pollera y jubón y que se entregue a su Maiordomo luego que yo fallezca. Mando para la imagen de la Magdalena un tapapies de armesí verde y una armilla de seda blanca y negra y una camisa de seda negra, y se le dé luego que yo fallezca».



Jerónima de León manifestó la gran veneración que profesaba a la imagen del Santo Sepulcro, no sólo con el donativo que hemos transcrito, pues también solicitó en este codicilo al escribano que estaba recogiendo sus últimas voluntades, que dejara constancia de una preciosa oración, que contiene una referencia expresa al Sermón del Descendimiento. Éste es otro indicador más de la antigua y arraigada devoción que los mencianos tenían al Santo Sepulcro353:

«pido al presente escribano escriva y siente en el la oración de la Savana Santa diziendo así = Dios que nos dejaste las señales de tu Pasión en la Sabana Santa en la qual fue enbuelto tu cuerpo Santísimo, quando por Josep fue bajado de la Cruz, concédenos piadosisimo Señor que por tu muerte y sepultura seamos llevados a la Gloria de la Resureccion, donde vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos, Amen».



En otras localidades, la Orden de Predicadores aprovechó la existencia de las hermandades del Dulce Nombre antes de crear una nueva penitencial, para estar presente en la Semana Santa, que eran controladas por los franciscanos con las de la Vera Cruz354. Hemos visto cómo los dominicos monopolizaban casi todas las manifestaciones de religiosidad popular, incluidas las de Semana Santa. Por tanto, podían organizar las cofradías de penitencia y sus procesiones como les viniera en gana, sin tener que «competir» con otra orden religiosa.

La razón de que fuera la del Dulce Nombre la encargada de realizar esta procesión de penitencia, venía determinado por ser la Soledad de María la advocación pasionista mariana que le corresponde, y existir una relación muy directa entre ambos. Aparece reflejada en el Evangelio de San Lucas, y deriva de la asociación de las ideas, de la soledad del Niño Jesús perdido en el Templo por tres días, y la Soledad de la Virgen a la muerte de su Hijo, hasta la Resurrección también transcurridos tres días355.

Ahora vamos a explicar la vinculación que existía entre la advocación del Santo Sepulcro o las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo y los dominicos, que favorecieron el establecimiento en sus conventos de cofradías cuyo objeto era la veneración de la Quinta Angustia y las Cinco Llagas, por serle un tema muy querido356.

Estas advocaciones, se representan iconográficamente por la imagen de Jesucristo tras recibir la lanzada de Longinos acompañado de la Virgen y San Juan, pues esta ofensa a Jesucristo era la Quinta Angustia o Dolor de la Virgen. Solían tener los brazos adaptados para participar en el Sermón del Descendimiento357.

El arraigo de la veneración a las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo en Doña Mencía, es contemporáneo al nacimiento de las procesiones de Semana Santa. Así resulta de la memoria perpetua fundada en su testamento por Francisco López Ballesteros, otorgado el 22 de octubre de 1576, para la celebración de cinco misas rezadas dedicadas a esta advocación pasionista358:

«una cláusula del Testamento de Francisco López Ballesteros, por la que mandó una Memoria Perpetua de cinco Misas Resadas a las Cinco Llagas de Nro. Sor. Jesuchristo, una Fiesta de Misas, Vísperas a Señora Sta. Ana en este Combento Parrochia, por el ánima de María López su primera muger, y por su limosna mandó se pagasen ocho reales».



Desde el último tercio del siglo XVI son continuas las referencias que constan en las mandas pías, que reflejan la devoción de que era objeto la imagen del Entierro de Cristo o Santo Sepulcro. Ejemplo de lo indicado es la última voluntad de Alonso García Roldán fechada en 1580, cuando dispuso la celebración de cinco misas rezadas a las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo359:

«Yten mando, que el día de mi enterramiento vengan con mi cuerpo el Padre Prior e Frailes del dicho Monasterio con la Cruz, y lleuen mi cuerpo a la dicha Yglesia, y me hagan tres asentos con tres responsos cantados, y mi cuerpo presente me digan una Misa e Vijilia solemne e zinco misas ofrezidas a las Zinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, rezadas si fuere ora e sino otro día siguiente».



De igual forma se expresó Isabel Ortiz en su última voluntad otorgada el 6 de agosto de 1624360:

«Yten mando que el día de mi entierro, si fuera ora y sino el siguiente, digan por mi ánima cinco misas de cuerpo presente en onor y reverencia de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, y en fin dellas, una misa y vixilia solemne, i cuerpo y sepoltura todo solemne».



No sabemos la fecha exacta de adquisición de esta imagen pasionista. Sin embargo, en 1996 se emitió un informe técnico del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, que al referirse a su policromía señala la falta de correspondencia entre los estratos pictóricos del cuerpo y los de los brazos, por ser éstos posteriores a la ejecución de la obra, puesto que entre las distintas policromías que tiene la imagen, sólo existe igualdad entre las dos últimas361.

El acto más emblemático de la Semana Santa de Doña Mencía era el Sermón del Descendimiento, que tenía lugar en la capilla mayor antes de la procesión de penitencia en la noche del Viernes Santo, y que fue una representación fomentada por el Concilio de Trento respondiendo al gusto de la época por la teatralización del culto religioso362.

Su fin básico era el didáctico, y frente a las teorías protestantes pretendía enseñar con recursos visuales, al proceder al desenclavamiento de la imagen del Jesús por parte de dos vecinos que representaban a los Santos Varones, que una vez que Cristo muere en la Cruz su dimensión divina sigue unida tanto a su cuerpo, llagado por la Pasión y enterrado en el Sepulcro, como a su alma, aunque cuerpo y alma estuvieran separadas.

La prueba más evidente de la práctica del Sermón del Descendimiento es la propia imagen del Santo Sepulcro, que está especialmente preparada para ello, y su posterior introducción en la urna funeraria. Tenemos constancia documental de su existencia, unas veces de forma indirecta y que la datamos al siglo XVII, como la oración transcrita de la Sábana Santa. Sin embargo, existe apoyatura documental más que suficiente que nos pone de manifiesto también su antigüedad363.

Por último no podemos pasar por alto la estación de penitencia que se hacía en la noche del Viernes Santo, en la que participaban hermanos de luz y disciplinantes hasta su supresión por Carlos III en 1773. Sobre el hábito de la Cofradía del Dulce Nombre, tenemos constancia de su color durante el siglo XVII que no era el habitual blanco o negro, sino morado, como resulta del inventario y partición de los bienes por la muerte de Cristóbal de Luque, que fue efectuado en 1656. Este documento nos hace saber que Jerónimo Cubero, desempeñaba el cargo de hermano mayor de esta hermandad penitencial en ese año364:

«Mas se saca para deuda otros treinta y quatro reales, que por la susodicha se pagaron al dicho Geronimo Cubero como Hermano Mayor del Dulce Nombre de Jesús, del prezio de una túnica morada que dio para amortajar el cuerpo del dicho difunto».



Tampoco tenemos constancia documental que acredite que esta cofradía tuviera bienes propios como fincas rústicas o censos, no apareciendo tampoco en el Catastro de Ensenada como titular de alguna propiedad. Por tanto, se financiaba con donativos, limosnas, cuotas de entrada, participación en entierros, etc.




Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno

De las tres cofradías penitenciales mencianas fue la última en crearse. Sin embargo, muy pronto va a alcanzar un nivel de arraigo y aceptación popular superior a las otras, siendo varias las razones que explican la gran devoción de que era objeto esta imagen pasionista.

Como señala Moreno Navarro, el antropocentrismo andaluz da lugar a que las imágenes de Cristos yacentes no gocen de mucha devoción, más allá de los componentes de la cofradía respectiva, cualquiera que sea la calidad artística de estas esculturas. En cambio, la proyección a la dimensión religiosa de la fuerte humanización de las relaciones interpersonales, facilita mucho más que quien presencia o forma parte de una cofradía de Jesús Nazareno, pueda conversar y comunicarse de manera íntima con la imagen de tal advocación365.

Además, es muy fácil la identificación personal entre quien ve la desgarrada imagen de Jesús Nazareno, con una pesada cruz a cuestas camino del Calvario, con las dificultades y tropiezos que todos tenemos en la vida cotidiana, pues quien más que menos, arrastra su propia cruz366. Además de estas dos razones, también hemos que tener muy presente, lo expuesto sobre la atribución que se le hizo del fin de la epidemia de peste contagiosa, que hacía estragos entre los mencianos durante el verano de 1680.

La fundación de la Cofradía de Jesús Nazareno, es normal que coincidiera poco más o menos con la creación en el territorio diocesano de cofradías con esta advocación, y especialmente en pueblos vecinos. En Cabra se creó en 1586, y Baena fueron aprobadas sus reglas por el obispo Pacheco en 1589, por tanto a finales del siglo XVII está acreditada su existencia en dos importantes núcleos de población pertenecientes al ducado de Sessa367.

Doña Mencía formaba parte de este señorío y estaba muy relacionada con ambas localidades, especialmente con Baena pues hasta 1653 estuvo sujeta a su jurisdicción. Es razonable pensar que estas mismas pautas de comportamiento, se dieran en nuestra localidad. Sin embargo no tenemos datos que nos hagan saber de la fecha de su fundación, y como casi todas las cofradías mencianas, su existencia vendría autorizada por el visto bueno del prior del Convento de Santo Domingo.

No obstante podemos acreditar que desde 1628 existía como tal, por lo que su fundación sería anterior. Así no los hace saber el testamento de Francisca Núñez de Tienda otorgado el 29 de noviembre de ese año, en el que constan donativos a varias cofradías, entre las que se incluye la del Nazareno368: «Yten mando se dé limosna de mis bienes a las Cofradías del Rosario, Caridad, y San Pedro Mártir dos reales a cada una, y un real a de Jesús Nazareno».

Hemos visto como a partir de 1620 existen multitud de mandas pías, que ponen de manifiesto el culto y veneración que recibía el Nazareno por parte de todos los estamentos sociales mencianos. Y algunas nos hacen saber de la presencia de las mujeres en las cofradías penitenciales, como resulta del testamento de Inés María otorgada el 17 de julio de 1662369: «Declaro que soy hermana de la Cofradía de Jesús Naçareno, y el Dulce Nombre de Jesús y Nuestra Señora del Rosario, mando que acompañen las cofradías».

Otra nos hace saber de la identidad del mayordomo de esta hermandad penitencial, como hace la postrera voluntad de Antonio de Vera Asensio fechada el 29 de julio de 1668370: «Declaro debo a la Cofradía de Jesús de Naçareno y a Martín de Bilches mayordomo de dicha cofradía cinquenta reales de un poco de cera que me dio para enterrar mis hijos, mando se paguen de mis bienes. Y para en quenta de dichos cinquenta reales le e dado al dicho Martín de Bilches un poco de yeso».

Asimismo de la presencia de las hermandades en los entierros de los cofrades, siendo éste un recurso para su financiación. Lo anterior consta en el testamento de Antonio de Vera otorgado en 1684371: «Declaro que entre todos quatro hermanos se debe una túnica a la Cofradía de Jesús Nazareno, mando se le pague por averla para la mortaja de la dicha mi sepultura».

Su estación de penitencia tenía lugar en la mañana del Viernes Santo y en la misma también participaba la Virgen de los Dolores, aunque durante el siglo XVII su advocación fuera Soledad. Tal extremo se acredita en el testamento del familiar del Santo Oficio don Juan Alcalá Galiano, otorgado el 17 de junio de 1680372:

«Mando de mis vienes y hazienda se haga un manto de terciopelo liso negro con sus puntas de plata u oro para Nra. Señora de la Soledad, que sale en la Cofradía de Nro. Padre Jesús de Nazareno, el Viernes Santo por la mañana, a la qual la mando de limosna y que se entregue a su Her mano Maior, y se ponga por libro la persona por quanto se da, para que en todo tiempo conste la mucha debocion que siempre e tenido y tengo a dicha Cofradía a la qual tengo dado assi mismo dos cordones de seda, y hilo de oro con su ojuela para la ymagen de Nro. Padre Jesús».



Este importante testimonio, además de reflejar la antigua devoción que la familia Alcalá Galiano sentía por el Nazareno, es un indicador de la suntuosidad barroca que impregnaba las estaciones de penitencia durante la segunda mitad del siglo XVII, siendo expresión de la pujanza y vitalidad del movimiento cofrade en Doña Mencía. Este esplendor se refleja en los ricos mantos que cuajados de estrellas de plata, daban boato a las imágenes que participaban en los desfiles procesionales373.

Otro ornamento que también daba magnificencia era un palio con sus varas de plata, como consta en el testamento de don Tomás Jacinto Roldán Galiano otorgado el 26 de junio de 1712, cuando dispuso la venta de un animal para destinar su importe para la adquisición de ese ornamento374: «Mando que una jumenta parda que tengo se uenda, y su valor se dé de limosna a la Cofradía de Jesús Nazareno desta uilla, para auida a unas varas de plata para el palio».

Aunque en este momento sólo tengamos constancia documental de la existencia de este tipo de adornos como pertenecientes a esta cofradía, los mismos o similares también debían existir en las otras. Pues en la segunda mitad del siglo XVII y primer tercio del XVIII, las procesiones de Semana Santa alcanzaron su mayor fastuosidad, al impregnarse de los elementos estéticos barrocos.

Una nota que caracterizaba y distinguía a esta hermandad, era la disciplina pública de sus cofrades, que consistía en llevar pesadas cruces de madera durante el recorrido procesional375. Tenemos constancia de esta práctica por parte de los hermanos de cruz, que era una de las hermandades que formaban esta cofradía. Así se refleja en el testamento de Cristóbal de Córdoba otorgado el 6 de octubre de 1684376:

«mando se den dos reales para una misa por el alma de Pedro López difunto, por la Hermandad de Cruces que pertenecen a la Cofradía de Jesús Nazareno el Biernes Santo».



De igual forma se expresa la última voluntad de Juan del Campo, fechada el 20 de octubre de 1707377: «Declaro debo a [...] y a Esteuan Cubero, Cuadrillero de Cruces de la Cofradía de Jesús Nazareno dos reales, limosna de uan misa de un ermano difunto».

Podemos aportar más datos que acreditan como antes de 1680, la Cofradía de Jesús Nazareno también hacía su estación de penitencia acompañada de figuras bíblicas, como resulta de la última voluntad de Francisco García otorgada el 12 de diciembre de 1675, que también nos hace saber el color morado de las túnicas378:

«mando a la Cofradía de Jesús Naçareno desta Villa los recaudos con los que salgo el biernes Santo al ser ebangelista, que son un rrostro y un atril, porque así es mi boluntad, lo qual se le entregue luego que yo fallezca al Hermano Mayor que fuere desta Cofradía, menos una túnica morada que es con la que me an de enterrar».



De esta forma queda acreditada de forma fehaciente, la existencia de escenificaciones de la Pasión en la Semana Santa menciana del siglo XVII. Durante la estación de penitencia, acompañarían la misma distintos personajes bíblicos, con sus rostrillos y martirios.

El Sermón del Paso tenía lugar durante durante la misma. Su objeto era la escenificación de toda la historia del Misterio de la Redención, con especial referencia al Sacrificio de Isaac, por hacernos llegar el mismo mensaje religioso que la imagen de Jesús Nazareno subiendo al Calvario379.

A diferencia de los otros sermones, éste no tenía lugar dentro de la iglesia conventual, pues se buscaba un espacio abierto donde además de la plática del predicador, intervenían la imagen de Jesús Nazareno, la Virgen de los Dolores, la Magdalena, San Juan y la Verónica380.

También participarían las figuras bíblicas de Apóstoles, Evangelistas y Gestas y San Dimas, Pilatos, Barrabás y otros, mientras que los pregoneros narraban toda la escenificación que se estaba representando. El acto terminaba con la bendición de Jesús Nazareno a todos los mencianos, que por ello tenía un brazo articulado381.

Las fiestas religiosas que celebraban las cofradías con esta advocación, eran la Invención de la Cruz el 3 de mayo, y la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre. Como ya hemos dicho la primera siempre se ha visto oscurecida por las fiestas patronales en honor de San Pedro Mártir, y como la segunda era celebrada en la localidad en su honor.

El sustento económico provenía de los cuantiosos donativos, y de los rendimientos de algunos bienes de su propiedad. Las mandas pías dedicadas a Jesús Nazareno son innumerables, y además de hacernos saber el gran arraigo devocional, reflejan por su cuantía que ésta era una de las formas de financiación.

Ya hemos visto al hablar de la peste contagiosa que asoló Doña Mencía durante el verano de 1680, como la práctica totalidad de los mencianos pidieron el auxilio a Jesús Nazareno, como refleja el testamento de María Ortiz, de 28 de julio de 1680382: «Mando se haga un belo de tafetán y se dé a Nra Señora del Rosario, a quien lo mando de limosna. Mando otros quatro reales de limosna a la Cofradía de Jesús Naçareno, y que se pague todo esto de mis vienes».

De forma similar se expresó María Cantero en el suyo, otorgado el 29 de julio de 1680383: «Mando a cada cofradía un real de limosna, y doce a Jesús Nazareno».

Ésta era una de las escasas cofradías que tenían algún bien raíz, como resulta del legado de un solar sito en la plaza del Pradillo, hecho por Juana María de Ubeda el 22 de junio de 1700, siendo hermano mayor don Francisco Gálvez Romero384:

«parecieron Gabriel de Priego Correa y Juana María de Ubeda su muger, vezinos de esta Villa, yja y yerno de Baltasar de los Rreies, difunto vecino que fue de ella. La dicha Juana María pidió lizenzia al dicho Gabriel de Priego su marido, para otorgar esta Scriptura y que sea firme y baledero lo que en ella se contendrá. Y el susodicho se la dio y concedió, tan amplia y cumplida como se requiere, y la dicha Juana María de Ubeda la azeto en cumplida forma de que yo el Escribano doi fe. Y a ella usando dijeron que por muerte de Baltasar de los Rreies su padre y suegro, quedaron unas casas que oy están hechas solar en la Plaza del Pradillo desta Villa, y lindan con casas de Juan Gómez Jurado y otras de Diego Cubero vezinos della. Y que Don Francisco Gálvez Romero, vezino desta dicha Villa, Ermano Mayor que es de la Cofradía de Gesús Nazareno en ella, les a pedido zedan el derecho que tubieren a dicho solar de casas en la dicha Cofradía, y de su agrado y buena boluntad lo quieran hazer, y poniéndolo en efecto avida esta relazion por verdadera, otorgó la dicha Juana María de Ubeda, que se deziste quita y aparta de qualquiera derecho y aczion que le pertenezca a el dicho solar de casas, en el caso que lo tenga por qualesquiera bia que sea, y lo zede y renunzia en la dicha Cofradía de Gesus Nazareno y en el dicho su Ermano Mayor que de presente es o fuera en adelante, para que use y disponga del en la misma conformidad que lo pudiera hazer la otorgante, sino lo ubiera renunziado en dicha Cofradía, esto con tal de no quedar como no queda la dicha Juana María de Ubeda obligada en esta zesion a ningún género de saneamiento, porque tal qual fuere el derecho que tubiere a dicho solar de casas si alguno es, haze zesión del, en dicha Cofradía llanamente sin darle seguro alguno. Y se obligó a no reclamar ni contradezir dicha zesion en tiempo alguno, y si lo hiziese quiere no sea vida y admitida en Juizio ni fuera de el».



Con posterioridad se edificó sobre él una casa, que se arrendaba a particulares, obteniendo algunos recursos económicos, que si bien eran escasos por su cuantía, también eran bastantes seguros. Tenemos constancia de los mismos, mediante dos contratos de alquiler, el primero fechado el 6 de junio de 1717, siendo mayordomo el coronel de infantería don Juan Galiano Flores. Se acordó con Juan Ruiz León por un año de duración, abonando de renta 212 reales de vellón385.

Tenemos otro testimonio similar, y tiene por fecha el 11 de febrero de 1733, siendo mayordomo don Juan de Alcalá Galiano Flores y Calderón. Fue suscrito con Francisco de Ubeda por tiempo de un año y pagaría de renta 198 reales de vellón386.

El Catastro de Ensenada nos informa que en 1752, la cofradía había impuesto un censo sobre esta casa, que era poseída por Vicente Alcalá, y producía anualmente de réditos 132 reales de vellón387:

«La Cofradía de Jesús Nazareno sitta en el Comvento de Santto Domingo Parrochial de esta Villa, tiene en su término: Un Censo redimible de quatro mill y quattro cienttos reales de principal, impuestos sobre una cassa que en la Plaza del Pradillo de esta Villa posee Vicentte de Alcalá, seglar vecino de ella, quien paga por sus rédittos annuales, cientto y treintta y dos reales vellón, a razón de tres por ciento».








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La devoción a la Virgen de los Dolores

En Doña Mencía sólo existían dos imágenes pasionistas marianas, la Virgen de los Dolores y Nuestra Señora de las Angustias. Esta última tenía su propia ermita frente a la iglesia conventual, donde su cofradía le rendía culto por lo menos desde mediados del siglo XVII, sin que tengamos constancia de que participara en las procesiones de Semana Santa. Por tanto, la de los Dolores era la única imagen mariana que lo hacía en los tres desfiles procesionales que hemos visto, si bien no podemos acreditar que existiera una cofradía que le rindiera culto.

Previamente, hemos de hacer alguna precisión sobre las advocaciones que ha tenido a lo largo del tiempo, Virgen de la Soledad durante el siglo XVII, y Dolores a partir del XVIII, que es el que vamos a utilizar. Desde un punto de vista iconográfico es válida la doble denominación, y con estos dos nombres ha sido conocida la misma efigie de la Virgen en varias localidades388.

El cambio de Soledad a Virgen de los Dolores, está en íntima relación con la propagación de esta última devoción que tiene lugar en el tránsito de los siglos XVII y XVIII. Su ejemplo más notorio es la fundación de la congregación servita de la Virgen de los Dolores en la ciudad de Córdoba, si bien ya en 1680 empezó a celebrarse su festividad en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba389.

Asimismo tenemos constancia documental de la presencia de esta nueva advocación en Doña Mencía a principios del siglo XVIII. Así se refleja el testamento de don Pedro Valera Roldán otorgado el 30 de junio de 1716, al donar un lienzo de la Virgen de los Dolores para el camarín que entonces se le hacía a Nuestra Señora del Rosario390.

Antes hemos señalado que la Virgen de los Dolores (Soledad), procesionaba con el Viernes Santo por la mañana con la Cofradía de Jesús Nazareno. Pienso que también lo hacía con la Vera Cruz y el Entierro de Cristo, aunque no tengamos constancia documental que lo acredite durante los siglos XVII y XVIII, a pesar de que existen razones que apoyan nuestra tesis.

En primer lugar, no debemos olvidar que la advocación mariana que corresponde al Santo Sepulcro es la Soledad o Dolores de María. Además, durante el siglo XIX está acreditado el extremo anterior, y que también participaba en el desfile penitencial con el Cristo de la Columna. Esta situación se mantuvo en Doña Mencía hasta 1962, en que una devota donó una imagen pasionista de María, con la finalidad de que la de los Dolores no saliera en todas las procesiones de Semana Santa391.

Además así resulta del tenor literal del testamento de doña Juana Benegas de Saabedra Enríquez de Harana, esposa de don Juan José Alcalá Galiano Flores y Calderón, que está fechado el 7 de marzo de 1754. Esta última voluntad fue otorgada por el caballero de Santiago en virtud de poder otorgado al efecto, y se refiere a la Virgen de la Soledad que procesiona en la Semana Santa, sin distinguir entre los días que lo hacía y los que no, por lo que deducimos que participaba en todas392:

«Declaro el nominado Señor Testador haver dado de limosna a Nra. Señora de la Soledad que se halla colocada en dicho Convento Parrochia de esta Villa, un corte de puntas negras anchas, para que se peguen al Manto de terciopelo que tiene S M y que le sirve la Semana Santa».



Tenemos múltiples referencias que acreditan la antigüedad del la veneración a la Virgen de los Dolores (Soledad), como refleja la última voluntad de Pedro Ortiz Ramos, fechada el 1 de septiembre de 1649393: «Yten mando se digan por mi ánima en el dicho Combento ziento y veinte misas reçadas con las de cuerpo presente y de ánima, repartidas en la forma siguiente, [...] dos a Nuestra Señora de Consolación [...] dos a Nuestra Señora del Rosario [...] dos a Nuestra Señora de la Soledad». Así se expresa Catalina Ortiz de Henares en su testamento de 15 de marzo de 1662, al disponer se digan por su alma cuatro misas ofrecidas a esta advocación394.

De igual forma resulta del testamento cerrado de Jerónima de León otorgado el 3 de enero de 1675. En la manda pía que a continuación transcribimos, consta un importante donativo395:

«Mando que luego que yo fallezca, se dé limosna para la imagen de Nuestra Señora de la Soledad que está en el Convento de esta villa, una saya y un jubón que tengo ormesí negro, y un manto de seda, por que así es mi voluntad».



Pero la veneración que sentía Jerónima de León a la Virgen de los Dolores (Soledad), se vuelve a manifestar años más tarde en su tercer codicilo, fechado el 12 de diciembre de 1682, al legarle otros ricos ornamentos para su ajuar396.

Este fervor religioso también se manifestó cuando Doña Mencía se vio afectada por la peste contagiosa en 1680. Y fueron muchas las personas que imploraron su intercesión, como refleja el testamento de doña Ana de Tienda, otorgado el 28 de junio de 1680, al donarle un manto de torcidillo397.

Otro ejemplo de esta devoción, se refleja en la última voluntad de Juan Miguel Ortiz fechada el 28 de julio de 1698, al acordar se oficiara un novenario de misas ofrecido a la Virgen de los Dolores398: «Mando se diga por mi alma en dicho Conbento un nouenario de misas llano a Jesús Nazareno y a Nuestra Señora de la Soledad».

También se manifestaba en los cuadros que de esta imagen mariana existían en los domicilios particulares. Así resulta de la última voluntad de María Ortiz, fechada el 4 de mayo de 1724399: «Mando a Teresa Ortiz, muger de Mateo Borrallo un lienzo de Nra Señora de la Soledad». De igual forma se expresó doña Ana Valera Roldán, en una manda pía otorgada el 15 de enero de 1726. En la misma nos hace saber de la existencia de oratorios en los domicilios de las linajudas familias mencianas, y entre sus ornamentos en encontraba un cuadro de la Virgen de los Dolores400.

A mediados del siglo XVIII ya aparece esta Virgen bajo la advocación de Dolores, como nos hace saber el testamento de doña Rosaura Laguna fechado el 11 de febrero de 1753, cuando le legó una basquina de damasco negro401.

Igualmente se reflejaba en que algunos mencianos querían ser enterrados con el hábito de la misma, como resulta del testamento de doña Francisca Paula Roldán, fechado el 11 de septiembre de 1784402.





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