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ArribaAbajo¿Por qué las Tradiciones peruanas constituyen un valor?

Bogdan Piotrowski


Universidad de La Sabana
Bogotá, Colombia

Ilustración

Sin arriesgarnos demasiado, podemos reconocer que la literatura representa uno de los elementos más ilustrativos y de mayor alcance social en el funcionamiento de la cultura. La literatura es el testimonio lingüístico más fidedigno de los quehaceres del hombre, del desarrollo de las ideas, de la interpretación del universo, de la evolución de la ética y de la estética. Por otra parte, tampoco nos costará mucho esfuerzo admitir, según la interpretación antropológica, que la cultura está constituida por las manifestaciones de toda actividad libre y racional del hombre.

Por ende, nos parece legítima la pregunta: ¿de qué manera una obra literaria contribuye, en el sentido distributivo, a la consolidación de una sociedad? Y, para ser más precisos, tratemos de averiguar ¿por qué las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma constituyen un valor cultural y qué papel desempeñan en la sociedad peruana?

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La literatura forma una importante parte constitutiva de la cultura y, como tal, aunque esto no sea muy frecuente, puede y debe ser estudiada desde el punto de vista de la teoría de la cultura.


Consideraciones culturológicas

Cuando nos acercamos a otra cultura son precisamente los elementos diferentes, los distintos a los cuales estamos acostumbrados, los que nos llaman la atención. Esta actitud es muy bien conocida entre los etnógrafos y muchos de ellos nos han dejado valiosísimas descripciones y largas enumeraciones de los diferentes fenómenos culturales. En este sentido, la historia de la cultura nos da numerosos ejemplos desde E. Taylor. Siguiendo este modelo de la búsqueda, surge, de forma natural, la inquietud sobre el lugar de las Tradiciones en la literatura. Y podríamos extender nuestra interrogación acerca de la originalidad de la obra de Palma hacia los límites que nos impone el concepto de la literatura nacional, la continental o quizá hasta la universal. Nuestras consideraciones sobre su presencia en estos conjuntos y sus diferentes aspectos las presentaremos más adelante aunque desde ya podemos señalar que la obra palmista constituye un conjunto de los elementos originales e independientes.

Muy conocidas son las interpretaciones de la cultura como un sistema de elementos y de sus interrelaciones. Hallar la esencia de esta integración no es nada fácil, pero probablemente la literatura permite revelar de modo más convincente su sentido unitario, y en caso del autor de las Tradiciones su obra resulta sumamente firme y consecuente. Trataremos de demostrar cómo los escritos de Palma están relacionados con los demás elementos constitutivos de la cultura peruana, latinoamericana o universal, pero también de qué modo ejercían su influencia. Numerosos son los ejemplos de estas relaciones. La configuración de ellas permite compartir y reclama la identidad.

La tercera actitud culturológica, la que indaga la cultura por su significado y busca el sentido de sus diversas manifestaciones, nos permite precisar la pregunta inicial de este trabajo sobre el código que crea Ricardo Palma y qué tipo de comunicación logra establecer por intermedio de su obra. Es cierto que no basta con analizar los elementos de la cultura y sus relaciones, también es necesario estudiar cómo éstos son comprendidos en la sociedad y qué motivación ejercen entre los miembros de la sociedad en que funcionan. Es comprensible, que en esta interpretación se destaque la importancia de la comunicación interpersonal,   —93→   pero también el significado que puede tener un objeto cultural, en este caso las Tradiciones, dentro de la sociedad. Naturalmente, concebimos su papel de forma dinámica y activa, tanto en el sentido objetivo cuanto en el subjetivo. Nos referimos a la cultura como a un universo simbólico.

Esta última propuesta tiene sus grandes atractivos y quizá facilita más la comprensión de la literatura misma. En nuestras consideraciones prevalecerán los aspectos relacionados con la comunicación del medio cultural e histórico que se refleja en los escritos que nos dejó el tradicionista, pero también en los mensajes que derivan de sus páginas y cuya vigencia se mantiene todavía.




Acerca de la identidad

El tema de la autonomía de la creación frente a la simbología de la sociedad, al universo cultural, es uno de los importantes elementos en la apreciación del legado literario de Ricardo Palma. En la esfera simbólica de la vida social siempre participan todos los miembros de la sociedad, tanto los grandes creadores como Ricardo Palma, cuanto los hombres corrientes, frecuentemente anónimos como, por ejemplo, sus lectores. Todos pertenecemos a un grupo social y a la red axiológico-normativa que esto implica. Es comprensible que cada individuo oscile entre la actitud de la continuidad social o del cambio, entre el conformismo que permite perdurar y la actitud rebelde que representa el descontento y la necesidad de la modificación. Aceptar y continuar o más bien innovar. Sabemos que el tradicionista se inclinaba por la segunda opción, se identificaba con el liberalismo y dejó muchas muestras de ello. Al mismo tiempo vale la pena subrayar que siempre representaba la actitud de su autonomía creativa.

La cultura concebida como el sistema simbólico de la comunicación implica la existencia de los sujetos de esta última. Palma tenía sus profundas raíces en la cultura peruana, de ella extraía los temas de su inspiración, pero sus textos activamente consolidaban el presente de la cultura nacional y extendían sus influencias posteriormente. No cabe ninguna duda que las Tradiciones peruanas ejercían y siguen ejerciendo la función unificadora en la cultura. Hasta más, también podríamos hablar de la función orientadora y de la función normativa frente al sistema social. El pasado del país queda aprovechado de múltiples maneras, pero siempre con el afán de consolidar la conciencia colectiva y, por ende, el sentido de nacionalidad. Algunas historias sirven   —94→   como modelo orientador, unas indican las nefastas consecuencias, otras aún aprovechan los ejemplos para hacer reflexionar al autor y buscar soluciones viables en circunstancias similares.

No podemos olvidar que en la época de R. Palma, la sociedad en el Perú, al igual que en los demás países hispanoamericanos, no hacía mucho tiempo había estrenado la independencia de la antigua Corona, sin embargo, no se autodefinía a plenitud, todavía no vivía de modo convincente su sentido de nación. Era importante establecer el carácter propio y, desde luego, los rasgos diferenciales respecto de los demás. Si ya se aproximaba al dominio de su territorio definitivo, quedaban por definir algunas partes de las fronteras. El mismo español, lengua común de muchos otros países americanos, no pudo ser considerado como elemento por excelencia nacional, como sucedía en los países del Viejo Continente. En el Perú existían diferentes grupos sociales y raciales, con distintos intereses, pero la población que ocupaba el territorio del país estaba ligada con vínculos estructurales y organizacionales colectivos. Los unían siglos del pasado común que se reflejaba en la organización de la sociedad, en las creencias, en la arquitectura, en las artes plásticas, en los alimentos y en muchísimos objetos de la vida diaria.

Los grupos más influyentes impusieron su concepción de estado. Pero la soberanía exige la elaboración de un sistema propio de cultura, con el fin de ir cristalizando sus propios valores, normas, reglas de conducta, etc. A las élites intelectuales, a las que pertenecía naturalmente Ricardo Palma, correspondía despertar la conciencia nacional, especialmente en las capas bajas y en los grupos minoritarios de la sociedad peruana, invitándolos a consolidar el sistema social común, sin renunciar a su identidad y, de este modo, crear varios subsistemas que correspondieron a la real pluralidad étnica del país.

Se percibe que R. Palma aspiraba a que los variados elementos culturales peruanos fortalecieran la concepción unitaria del estado. Y, por ende, del sentido de pertenencia de los habitantes del país heredero de los Incas.




Los valores peruanos

La cultura son los valores. Para poder hablar de la cultura peruana hay que hablar del mundo de los valores peruanos. Los valores nacionales, por lo general, son deseados y respetados por la totalidad de la sociedad. Son supratemporales y supraindividuales. Tienen y deben   —95→   tener la fuerza del precepto. La vigencia del sistema de los valores es aceptada comúnmente por todos los miembros de la comunidad. La literatura, en este sentido, afirma su importancia y los divulga. El valor cultural es sancionado socialmente y ayuda a los individuos a orientarse en los momentos de la toma de decisiones y a fortalecer su personalidad.

Después de las etapas iniciales de la Independencia quedó obvio que la diferente realidad sociopolítica del Perú esperaba cambios del perfil de la cultura. Palma actuaba y creaba en función de este llamado. Sus esfuerzos se encaminaban hacia la afirmación de la identidad cultural. Indudablemente el sentido romántico del liderazgo que encarnaba el autor lo motivaba más a cumplir con este propósito.

El narrador de las Tradiciones peruanas siente y sabe más que un lector, el ciudadano corriente, y transmite la idea de que sus comentarios ayudan a construir el bien común.

Sin embargo, debemos también advertir que la preocupación por lo peruano del gran escritor limeño no es excluyente, no se aísla de las otras culturas, ni de las vecinas, hispanoamericanas, ni de las de los otros continentes (especialmente de Europa). El autor está plenamente consciente de la necesidad de un diálogo permanente, porque en caso contrario mutilaría su creación. Sus viajes y la abundante correspondencia que mantuvo con el exterior son ejemplos evidentes de su actitud de apertura.

Es bien sabido que no todos los valores son iguales. Para una adecuada visión axiológica y su práctica permanente, es necesario disponer de una clara jerarquía de los valores. Hablando de los valores peruanos, los hallamos de diferente tipo y en distintos ámbitos. Todos ellos caracterizan la cultura del Perú y son identificados no solo por sus nacionales sino también por los extranjeros que los consideran como típicos. Solamente para visualizar la idea, podemos acudir a las cautivadoras cerámicas provenientes de las diferentes culturas precolombinas, las reliquias arquitectónicas como las pirámides mochica, vestigios urbanísticos chimú, o el sagrado incaico Machu Picchu, sin hablar de las numerosas y riquísimas construcciones coloniales o las abundantes manifestaciones del arte plástico de esa época.

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En la historia de la literatura peruana la lista de las obras que son reconocidas universalmente es considerable, pero la creación de Ricardo Palma se perfila como una de las más representativas. Podríamos añadir algo más: no hay ninguna exageración en aseverar que el tradicionista fue uno de los reales teóricos de la cultura de su país. Creó una imagen completa y unitaria de la cultura peruana. Sus textos incluían tanto los elementos que revelan su desarrollo cuanto los peligros que la acechaban. Perfilaba su misión. Los valores culturales que conllevan sus frases se incrustaban en la naciente imagen ideológica del sistema socio-cultural, y algunos aún siguen muy vigentes.




La historia y la literatura

En la época de Palma la independencia del país no era una aspiración ni tampoco una declaración abstracta, sino una realidad. El momento histórico imponía sus reglas y el tema de la identidad parecía uno de los más urgentes de cimentar. El escritor entendía la importancia del estado para una nación pero, igualmente, qué representaba una nación para un estado. Se daba cuenta de la necesidad de una visión histórica que hubiera permitido aglutinar los esfuerzos comunes. Ofrecerla completa y pulida de una vez no era posible, pero «por entrega», sí. A este propósito la tradición respondía perfectamente y, además, la prensa hacía circular sus ideas de manera amplia en todos los estratos sociales. Sus ventajas con el tiempo se volvían cada vez más contundentes y convencían más.

Ricardo Palma participó en el gran proyecto civilizador peruano que aspiraba a transformar la sociedad de su país en una nación moderna y democrática, de acuerdo con los ideales del modelo republicano. Sin embargo, sus experiencias no cumplieron sus expectativas; recordemos su alejamiento de la vida política, después de haber sido diputado y senador en varias legislaturas y de haber ocupado destacados cargos en el gobierno. Probablemente, la actividad cultural le parecía que colmaba mejor sus desafíos y sus retos de la vida. Conviene citar aquí unas confesiones íntimas que hace a su esposa. Aunque el escritor se refiere a su hijo y a su participación en un club político de la Universidad, las frases de la carta, escrita desde Madrid el 28 de diciembre de 1992, nos permiten comprender mejor su propia actitud: «Esa conducta de Clemente me disgusta; pues él sabe que yo no milito en ningún partido. Gracias a esa prescindencia mía, no tengo odiosidad política de caceristas, resistas, varcarcelistas, pierolistas, ni demás istas. No combato ni defiendo a   —97→   ninguno». El desengaño político de Palma se refiere tanto a las relaciones humanas cuanto a los aspectos de fondo. Su madurez lo conduce a realizar el afán virtuoso en la literatura y en la historia.

El ideal republicano prometía pero no lograba incorporar los cambios a la realidad económica y social del país. El segundo lustro de los años treinta no fue nada fácil, viendo el caos político. Los años siguientes, aunque hay que reconocer cierto progreso en la economía (especialmente la explotación del guano, construcción del ferrocarril y del telégrafo, etc.) también traían los momentos adversos y la desestabilización. Muchos sectores del país quedaban al margen. Los diferentes intentos políticos de dar un cauce adecuado quedaban frustrados. La suspensión del pago de la deuda externa y el conflicto con los Estados Unidos, la guerra con España y luego con Chile, dejaron sus huellas dolorosas en la memoria colectiva.

Las dificultades del momento sugerían buscar la fuerza de identidad en el pasado glorioso. La reflexión sobre las experiencias públicas, colectivas o individuales, permitían desarrollar una actitud crítica y afrontar el día presente. Estuardo Núñez, con mucho tino, aseveró que «El culto de la "tradición" suponía poner la historia al servicio de la literatura». Y, no únicamente al servicio de la literatura, esta última tenía el papel no solamente de vehículo de ideas, sino también de la cultura en el sentido más amplio. La sociedad esperaba un poder sabio y sólido y de ella provenían los lectores que buscaban con esperanza una nueva orientación. El mismo crítico más adelante lo relacionó también con el género literario, con el tiempo de la creación y su influencia posterior: «"La tradición" resultó el primer eslabón de una corriente nacionalista, que recoge el narrar popular [...] Ella respondía a una misma actitud de afirmar la identidad nacional y continental ante el descrédito de una literatura "importada" vigente antes de surgir la tradición». La circunstancia es clara. Una buena piedra angular y bien puesta permite edificar grandes construcciones. Así también ocurrió con la tradición. Empezó a cumplir más expectativas de las esperadas al inicio. Constituyó una respuesta popular a las necesidades sociales de su tiempo.



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La tradición en cuanto el género literario y su función culturógena

La creación de una forma literaria que responda perfectamente al lector constituye hitos culturales.

La epopeya fue acogida por la antigüedad grecorromana como su forma por excelencia. El hombre medieval disfrutaba de sus canciones de gestas y en el renacimiento el soneto se volvió la cumbre artística. Algo parecido ocurrió con la tradición en el Perú decimonónico.

La literatura nacional, para poder constituirse, exige ciertos requerimientos como, por ejemplo, la existencia de sus propios géneros literarios. La tradición lo cumplió cabalmente y, además, se propagó en muchos otros países. Se va reconociendo cada vez más el hecho de que contribuyó significativamente al proceso de formación de la historia de la literatura hispanoamericana.

La polémica acerca de lo genérico de la tradición ya es rica y larga. Si bien es cierto que las voces están divididas, parece que la idea de su legitimidad va ganando el terreno. Hay voces como la de este profesor universitario quien sostiene que «El caso de las Tradiciones como género literario es único en el Perú, y en América Latina sólo puede compararse con la literatura gauchesca como otra expresión literaria sui generis». Pensamos que en otras literaturas nacionales hispanoamericanas se dieron otros géneros literarios. Y para dar algunos ejemplos: en México tenemos la novela de la revolución, en Colombia, la novela de la violencia, etc. Mas, sí nos parece relevante que cada uno de los ejemplos está estrechamente vinculado con el momento histórico y las circunstancias reclaman su creación y, luego, se encargan de su divulgación.

También se conocen muestras de admiración de los escritores que acogieron el género palmista, desde México hasta Chile y Argentina, y quienes lo cultivaban en sus respectivas patrias. Estuardo Núñez, el Néstor de los intelectuales peruanos, en su estudio monográfico Ricardo Palma, escritor continental, indicó a más de cincuenta conocidos escritores de todos los países hispanoamericanos, fuera del Perú, que de alguna manera desarrollaban la tradición como género literario; entre ellos, por ejemplo, Miguel Ángel Asturias; además, también señaló un nutrido número de escritores peruanos, entre otros, a la conocida novelista Clorinda Matto de Turner.

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De este modo se puede admitir que la tradición logró ejercer la función culturógena o culturoformativa, a nivel nacional, pero también continental.

Ricardo Palma empleó todos los niveles del español: la lengua culta y la cotidiana, la popular; a veces, hasta acudía a sugerir, en casos necesarios y justificados por algunas razones estéticas o conceptuales, a algunas expresiones de la lengua vulgar. Tampoco le quedaban ajenas la terminologías especializadas, tomadas de los lenguajes más variados, desde el hípico o el náutico hasta el heráldico, militar o filosófico. Sus aportes en todos los campos lingüísticos y metalingüísticos siguen enriqueciendo el habla de los peruanos. Estos rasgos los tenemos que considerar como sumamente característicos para la tradición. De cierta manera pueden ser considerados, al lado de los temas y del estilo, como elementos constitutivos, indispensables para practicar, y en consecuencia, para indicar qué texto es o no es una tradición.

Abordemos este tema aunque sea de un modo muy sumario. Ya el mismo inventor de la tradición estaba al tanto de la importancia de las definiciones de este género y nos ofreció algunas propuestas (en su correspondencia hallamos múltiples acercamientos). También lo hicieron sus contemporáneos, como el poeta colombiano Rafael Pombo, el uruguayo Francisco Escardó o el argentino Pastor Obligado. A lo largo del siglo XX, muchos hombres de letras famosos se refirieron al tema. Por lo general, se insiste en lo híbrido, que la tradición es una mescolanza de géneros. Se analiza la relación entre la historia y los aspectos de ficción. Se elogia el sentido de humor, de sarcasmo o de burla que tanto caracterizan toda la obra palmista. Nosotros quisiéramos llamar la atención a un aspecto de la tradición que, aunque parezca quizás evidente, no fue suficientemente exaltado, probablemente por ser bastante despreciado durante el siglo XX. Estamos pensando en la finalización de las tradiciones que se caracteriza por un sentido pedagógico. Casi siempre incluye una moraleja, a veces disimulada y otras veces muy expuesta. Este hecho, además de vincular la tradición a la literatura didáctica, permite destacar simultáneamente los elementos ideológicos que contiene. Este aspecto pone en relieve la influencia de la literatura en la consolidación de la cultura.



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A manera de nota final

Estamos muy al tanto de que vox populi en los estudios literarios del siglo XX se rechazaban las actitudes valorativas y se promovía la preferencia por los análisis formales, diríamos asépticos, con frecuencia descriptivos y exclusivamente estéticos, pretendiendo de este modo lograr una mayor objetividad. No soy el primero en proclamar que la objetividad en las ciencias humanas es un mito y aspirar a no valorar conduce a una utopía.

Las Tradiciones peruanas deben ser valoradas y permanentemente revaloradas. Esto no significa que las apreciaciones tienen que ser obligatoriamente ensalsadas. La crítica es necesaria para mantener viva, en circulación social, una obra literaria. La obra de Ricardo Palma desde el momento de su concepción fue enfocada hacia la afirmación de la identidad cultural del Perú y, con el tiempo, se convirtió en uno de sus pilares. La actitud progresista de su autor y la autonomía creativa frente a las distintas tendencias políticas (que en su época podían ser tema de discusión y de interrogación) resultaron ser facilitadoras de la interpretación lectora actual. Los textos no llevan ningún peso de antaño, bien que estén sumergidos en el pasado, y proporcionan la comprensión de la continuidad cultural.

No faltan dificultades metodológicas o conceptuales, pero éstas están presentes en todas las búsquedas y en todos los estudios. La neutralidad en la vida social no existe y también en la cultura es útil y hace falta que haya reflexión sobre la finalidad de sus elementos. Naturalmente entre el postulado y los hechos hay mucho trecho.

El tradicionista, al censurar el pasado, la Colonia hasta sus días, veía el estado peruano en el futuro, como un país de justicia social y de libertad, valores que hoy siguen siendo altamente apreciados. La tradición, según su opinión, debería contribuir a su construcción. En las Tradiciones de Cuzco leemos: «En el fondo, la Tradición no es más que una de las formas que puede revestir la Historia, pero sin escollos de ésta. Cumple a la Historia narrar los sucesos secamente, sin recurrir a las galas de la fantasía, y apreciarlos, desde el punto de vista filosófico social, [...] El tradicionista tiene que ser poeta y soñador». Estos rasgos tendría que heredarlos también su lector.



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Bibliografía

  • Aula Palma Discursos de incorporación al Instituto Ricardo Palma 1998-1999, Universidad Ricardo Palma, Lima, 1999.
  • Bazán, Dora. «Palma, el lenguaje, niveles de lengua y terminología» en Scientia N.º 1, Universidad Ricardo Palma, Lima 1999.
  • Mc Evoy, Carmen. La utopía republicana, ideales y realidades en la formación de la cultura política peruana (1817-1919), Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 1997.
  • Palma, Ricardo. Tradiciones Peruanas completas, Aguilar, Madrid, 1957.
  • Palma, Ricardo. Cartas a Cristina, Fundación Ricardo Palma, Lima, 1992.
  • Tauzin Castellanos, Isabelle. Las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Claves de una coherencia, Centro de Investigación Ediciones Conmemorativas Universidad Ricardo Palma, Lima, 1999.