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Las salpicaduras de una guerra lejana. La guerra ruso-japonesa de 1904-1905 y, la neutralidad española según la Prensa española de la época

Víctor Calderón de la Barca



     En 1904 España había dejado de ser una potencia y sin embargo lo que ocurría allende sus fronteras no le era ajeno. Al menos debería pronunciarse ante un conflicto que a comienzos de ese año se iba viendo cada vez más inevitable: la guerra entre Rusia y Japón.

     �Dónde se colocaría España en el juego de las alianzas internacionales?, se retiraría a un discreto segundo plano manteniendo la neutralidad?, �con quién simpatizarían los españoles: con una Rusia cultural y geográficamente más próxima o con los casi desconocidos, pero modernos japoneses? Intentaremos contestar estas preguntas describiendo la sucesión de los acontecimientos militares de esta guerra, la situación internacional en que se produjo y su repercusión en las ideas que los españoles tenían de la despótica Rusia de los zares y de aquel lejano Imperio del Extremo Oriente.

     Veamos, pues, cuál fue la posición oficial de España, cómo reaccionaron los españoles y cómo recogió la Prensa nacional de principios de siglo las noticias de la guerra ruso-japonesa y del otro gran acontecimiento inseparable del primero: la revolución rusa del año 1905.



ORÍGENES DEL CONFLICTO

     La revolución que acabó con el Shogunato de los Tokugawa y restauró el poder del trono en 1868 no sólo supuso la creación de una peculiar forma de gobierno constitucional, también trajo consigo la construcción de un poder militar que llevaría al Japón a extenderse más allá de sus fronteras y a levantar, al igual que hacían las potencias europeas, su propio imperio.

     El archipiélago de las Ryukyu, que a pesar de tener sus propios reyes y ser una zona lingüística y culturalmente próxima a Japón, era un Estado tributario [152] de China, fue cedido por el Celeste Imperio tras la expedición de castigo que los japoneses enviaron a Taiwán con motivo del asesinato de unos pescadores. Las Ryukyu quedaron incorporadas a Japón y se convirtieron en la prefectura de Okinawa en 1879.

     La isla de Sajalin, habitada desde tiempos remotos por varias poblaciones, entre ellas los ainu -minoría étnica hoy casi extinta que los japoneses incorporaron a su nación- era reclamada en su totalidad por los rusos, quienes alegaban haber sido ellos sus descubridores y haber sido ocupada por los siberianos. Del sur de la disputada isla saldrían los japoneses en 1875 al firmar un tratado por el que a cambio Rusia reconocía la soberanía japonesa de las Kuriles.

     La intromisión japonesa en Corea, Estado también tributario de China, dio lugar a la guerra chino-japonesa de 1894: los japoneses se internaron en Corea, penetraron en Manchuria, destruyeron la flota china y se adueñaron del puerto de Weihaiwei. El Tratado de Shimonoseki del 17 de abril de 1895 ponía fin a la guerra. Los japoneses ganaron la isla de Taiwán, el cercano archipiélago de Pescadores y la península de Liaodong en el sur de Manchuria. Los chinos tuvieron que pagar una gran indemnización valorada en 25.000.000 de libras esterlinas y se vieron obligados a aceptar la independencia de Corea, que, de no poder ocuparla militarmente, no era la peor solución para los estrategas japoneses. Más aún, lograron los mismos desiguales acuerdos diplomáticos y privilegios comerciales que los occidentales habían arrancado a los chinos.

     Pero tales conquistas encontrarían algo más que suspicacias entre las potencias occidentales: el Zar y el Káiser -los puertos, libres del hielo, de esta zona eran muy apetecidos por Rusia (273)- y Alemania poseía el puerto de Tsinotao en la península de Shandong -así como los franceses -temerosos de que sus posesiones en Indochina pudiesen verse amenazadas- decidieron poner coto a la expansión japonesa. La ingerencia de esta �Triple Intervención� obligó a Japón a devolver a China la península de Liadong.

     El trabajo de Rene Pinón publicado en La Época (274) con el título de �La lucha por el Pacífico� nos remonta a los orígenes del conflicto: [153]

                Los acontecimientos de Extremo Oriente no son sino consecuencia de los de 1894-1895. El Japón no perdona a Rusia que por su causa le fuera arrebatado el fruto de sus conquistas en China. Gobierno y Nación quedaron orientados a un solo fin: constituir un Ejército y una Marina capaces de vencer a Rusia... arrojar de Asia a los europeos y arrancarles sus colonias, libertar a todos los pueblos amarillos y dominar como una Gran Bretaña asiática sobre los mares e islas del Pacífico occidental...           

     En efecto, los 5.000.000 de libras esterlinas adicionales que recibió Japón de China por la devolución de Liaodong y el abandono de Port-Arthur -que más tarde ocuparían los rusos- los emplearon en contratar con los armadores británicos la construcción de los más modernos buques de guerra.

     El señor Pinón terminaba así su análisis:

                Renunciar a Corea sería para Japón cerrar toda salida a su emigración y actividad mercantil... Quiere además poner el pie en Manchuria, recorrida en 1894 y 1895 por sus armas triunfantes. El que llegue a ser árbitro de Manchuria se encontrará a poca distancia de Pekín... La Corea, la Manchuria, la hegemonía de la China del Norte: he ahí lo que se disputan las armas de China y Japón�.           

     El Imparcial (275) publica un mapa de la zona y comenta así los intereses estratégicos de Rusia y Japón:

     �El extremo norte del Mar Amarillo forma el gran golfo de Peichihli, donde se encuentra Port-Arthur, el Gibraltar del Extremo Oriente... Port-Arthur perteneció al Imperio chino hasta 1895, en que lo conquistaron los japoneses, pero las grandes potencias europeas obligaron a éstos a evacuarlo tomando posesión de él los rusos... Dueña Rusia de todos los territorios situados al norte de Corea, desde Vladivostók hasta Port-Arthur, queda ésta a su merced... La Península de Corea sólo está separada del Japón por un estrecho que mide una longitud de 60 kilómetros... Por eso los japoneses desean: primero, que los rusos evacuen la Manchuria; segundo, ejercer ellos y no los rusos el protectorado sobre Corea, y tercero, que sea China la que vuelva a ocupar la Manchuria y quede ésta abierta al comercio universal... En cambio los rusos pretenden: primero, hacer permanente la ocupación de Manchuria para proteger sus fronteras con China y tener libre comunicación por tierra entre sus provincias extremas de Asia y Port-Arthur; segundo, poseer algunas estaciones en Corea, especialmente el Puerto de Masanipo, para no tener cerrado el estrecho de Corea que comunica el Mar del Japón con el Mar Amarillo y, por tanto, Vladivostók con Port-Arthur.�

     Los intereses de ambas potencias estaban cada vez más enfrentados. El choque parecía inevitable. [154]



ACTITUD DE LAS GRANDES POTENCIAS EN EL CONFLICTO

     Según el Heraldo de Madrid (276) el diario oficioso Washington Star aconsejaba a sus colegas de la Prensa estadounidense que moderasen el tono violento de sus artículos adversos a Rusia y favorables a Japón, dando a entender que, mientras no se resolviera el asunto de Panamá, no le quedaba a la Casa Blanca más remedio que observar una neutralidad absoluta en el conflicto.

     La Casa Blanca tuvo que desmentir una nota del New York Sun, según la cual se permitiría a los buques japoneses hacer uso de los puertos filipinos para propósitos estratégicos. El New York Journal opinaba que la actitud del Gobierno norteamericano se podía resumir como de �neutralidad oficial, pero dando a los japoneses todas las pruebas de simpatía� (277).

     Tras la humillación sufrida en 1895 Japón comprendió que no podía enfrentarse con todas las potencias europeas a la vez y su diplomacia aprovechó las rivalidades entre la odiada Rusia y el Imperio británico forjando con éste (a pesar de que los británicos, siguiendo los mismos pasos que los rusos habían dado al ocupar Port-Arthur, se adueñaron de Weihaiwei, el puerto del que los japoneses tuvieron que retirarse tras su guerra con China) una alianza en febrero de 1904, que sería la primera entre una potencia europea y un Estado asiático. Según este Convenio anglo-japonés Gran Bretaña intervendría sólo en el caso de que Japón fuese atacado por una tercera potencia.

     El interés de los británicos en la alianza quedaba bien justificado por una rivalidad con Rusia, que llegaba a aquella zona de Asia. Mientras Rusia intentaba justificar sus pretensiones en Manchuria aduciendo la vigencia del Tratado firmado con China en mayo de 1858, el cual permitía la navegación de los ríos Amur y Ussuri -fronterizos ambos entre Siberia y Manchuria- a los buques rusos y chinos con exclusión de cualquier otra nación, Gran Bretaña argumentaba que sus barcos tenían derecho, de acuerdo con el Tratado firmado con China el 5 de septiembre de 1902, a navegar por todos los ríos del inmenso país, incluyendo los dos citados.

     Y no sólo eran objeto de disputa y preocupación las vías fluviales. La nueva concesión hecha por China a Rusia de un ramal ferroviario en Manchuria en 1898 era muy importante desde un punto de vista estratégico. Ello permitiría transportar tropas en muy pocas horas desde Mukden, la capital de Manchuria, hasta Port-Arthur, ciudad desde la que se dominaba el estrecho de Peichili y que los rusos habían empezado a fortificar sin esperar a que el Gobierno chino aprobase oficialmente la prórroga de su arrendamiento. [155]

     Para compensar la cada vez mayor influencia de los rusos sobre China, los británicos no sólo contaban con el puerto de Weihaiwei en el mismo golfo de Peichihli, sino que ese mismo año de 1896 se iniciaba el arrendamiento por un período de 99 años de los �Nuevos Territorios� de Hong Kong.

     Con los alemanes en Shandong y los franceses en Kwangchouwan el desmembramiento del Celeste Imperio era un peligro que los nacionalistas chinos más extremistas quisieron evitar con su Rebelión Boxer y el famoso sitio de los 55 días de Pekín. El orden quedó restaurado en 1902 e inmediatamente comenzaron los acuerdos bilaterales. Al ya citado anglo-japonés siguió otro entre Francia y Rusia el 16 de marzo; el 8 de abril Rusia reconocía la independencia de China y prometía evacuar Manchuria siempre y cuando quedara garantizado su derecho sobre el ferrocarril, promesa que nunca cumpliría y que fue causa directa de la declaración de guerra del Japón.

     Aunque las simpatías de Gran Bretaña se inclinaban del lado del Japón y las de Francia del de Rusia, ambas potencias prefirieron mantenerse expectantes y vigilándose mutuamente durante la guerra.

     El Heraldo (278) resumía así la situación internacional inmediatamente anterior al comienzo de la guerra:

                �Para el Emperador de Alemania era urgente que Rusia se desviase de los Balcanes y del Mar Negro animándola a extenderse por Siberia y agitando el bocado de Manchuria. Con Rusia ocupada en Asia, el Imperio alemán tenía las manos libres para actuar en la crisis balcánica�.           

     En el Japón la doctrina Monroe había tocado sus fibras más sensibles. La frase de Roosevelt que afirmaba que el Pacífico sería un mar exclusivamente americano no podía pasar inadvertida para un país cuya densidad de población le empujaba a la expansión territorial.

     En el Imperio japonés la unidad política se fortalecía, mientras en el Imperio del Zar la revolución socavaba su firme.

     A pesar de las aparentes simpatías que Japón despertaba entre algunas potencias de Occidente, no se olvidaba la advertencia hecha algunos años antes por Guillermo II: �Pueblos de Europa, tened cuidado con el peligro amarillo�. La expansión de Japón por el oeste se observaba con cautela. �Hasta podría ocurrir que los aliados de hoy se conviertan en los enemigos de mañana� -se refería el Heraldo a los Estados Unidos y Gran Bretaña-. [156]



ESPAÑA NEUTRAL

     La posición española en el conflicto queda bien definida en el artículo que con el título de la �Guerra y los neutrales� publica La Época (279):

                Si conservásemos las islas Filipinas, tendríamos interés directo en el resultado de la guerra. Alejados hoy de Asia, con cortos intereses en China y no muy grandes en ese archipiélago que fue nuestro, el interés de España consiste exclusivamente en que la guerra actual no se extienda a otras naciones.�           

     Este interés por evitar la extensión del conflicto era compartido por todas las potencias europeas, pero el temor a que sucediese lo contrario no era pequeño. Incluso en España, a pesar de hallarse tan lejos del teatro de la guerra y de no tener interés alguno en el conflicto que se ventilaba, se alzaron voces como la de Maura advirtiendo del peligro que suponían lo que él llamó en el Senado �las salpicaduras� de una guerra lejana. Palabras que no pecaban de retóricas, como bien se puso de manifiesto en el debate que siguió a una supuesta o real nota del Gobierno británico. El Journal des Débats (280) comentaba:

                �Se ha dicho que el Gobierno inglés había manifestado al español que si, en previsión de complicaciones internacionales, no aseguraba la defensa de ciertos puntos estratégicos, y en particular de las Baleares, se vería aquél en la necesidad de proveer por sí mismo a tal defensa. El presidente del Consejo de Ministros, Sr. Maura, ha desmentido esta versión�.           

     La Prensa española se hizo amplio eco de la nota. El Noticiario acusaba que Gran Bretaña imponía a España una neutralidad armada:

                No se nos consulta; se nos manda. No se nos llama; se nos ordena�.            

     La Tribuna decía:

                La energía del Ministro de la Guerra para cumplimentar el encargo de Inglaterra nos hace sentir en el alma ese frío precursor de las cercanas y terribles catástrofes (281)�.           

     Fuese o no real la nota, las medidas militares adoptadas en España para completar la defensa de Baleares, Canarias y otros puntos no hacían sino subrayar la posición de estricta neutralidad del Gobierno. Así lo entendía el aludido [157] periódico francés para quien �sería equivocado sacar consecuencias pesimistas respecto a la actitud que el Gobierno de Madrid pudiera adoptar a consecuencia del conflicto ruso-japonés. España nada tiene que ganar ni que perder en Extremo Oriente. El tomar, pues, estas precauciones será para hacer respetar su neutralidad�.

     Ya en plena guerra un grave incidente, que a punto estuvo de hacer entrar en ella a Gran Bretaña, volvía a poner de manifiesto la neutralidad española. El 21 de octubre varios buques de guerra de la escuadra rusa del Báltico, que había recibido orden de poner rumbo a Extremo Oriente, bombardearon a unos pesqueros ingleses que faenaban en la zona de Hull. Los rusos argüirían más tarde que entre los pesqueros se encontraban dos torpederos japoneses que habrían ido al Mar del Norte para cortar el paso a su escuadra, cosa que nunca pudieron demostrar a pesar de sus protestas. Gran Bretaña exigió explicaciones y el almirante Freemantle calificó el acto de piratería añadiendo que la Marina británica estaba dispuesta a echar a pique a la escuadra rusa inmediatamente. El Gobierno de San Petersburgo declaraba por su parte no tener noticia oficial de lo ocurrido.

     La escuadra rusa siguió su itinerario haciendo escala en Vigo. La llegada al puerto español de la escuadra dio lugar a un movimiento inusitado de barcos de guerra españoles, que habrían de velar por el mantenimiento de la neutralidad; eso sí, bajo la supervisión no muy discreta de catorce buques británicos.

     El comandante de Marina de Vigo fue hasta el Alejandro para saludar al almirante ruso y comunicarle que tenía orden del Gobierno de no permitir a la escuadra hacer carbón en el puerto. En el Congreso el Ministro de Marina se limitó a decir que por el momento no se iba a permitir a los barcos rusos hacer provisiones.

     Los periódicos británicos declaraban unánimemente que la guerra era posible si el Gobierno de San Petersburgo no daba una respuesta explícita y satisfactoria.

     Como se ve interesaba mucho a las autoridades españolas mantener la más escrupulosa neutralidad estando los ánimos tan encendidos y con la flota rusa en Vigo.

     El Imparcial (282) decía:

                �Hasta ahora se ha librado España de aquellas, salpicaduras de la guerra que llenaron de zozobra el ánimo del Sr. Maura... Importa conservar de una manera rigurosa la neutralidad. Téngase en cuenta no sólo nuestra obligación como pueblo que permanece neutral en la lucha de rusos y japoneses, sino el [158] estado de la opinión en Europa y la agitación producida en Inglaterra por los sucesos de Hull.�           

     El Gobierno español accedió al fin tras un Consejo de Ministros a proporcionar no más de 400 toneladas de carbón por buque para que pudieran llegar a Tánger.

     Pero no habrían de salir tan pronto todos los barcos. Rusia accedió a las reclamaciones británicas -reparación, indemnizaciones y castigo a los culpables, cuya responsabilidad fijaría la Comisión oficial nombrada al efecto de conformidad con el Convenio de La Haya- quedando detenida en Vigo parte de la escuadra mientras durase la �enquête�.

     El 1 de noviembre se hizo a la mar el resto de la escuadra. El almirante ruso, sospechando que Gran Bretaña, de acuerdo con Japón, trataba de evitar que la flota llegase al Extremo Oriente, decidió salir de Vigo sin más dilaciones y dirigirse a la zona marítima de Marruecos para aprovisionarse de carbón.

     Mientras tanto las �enquêtes� de Vigo y Hull, oficiales ambas, pero internacional la primera y puramente británica la segunda, siguieron su curso.

     El Heraldo de Madrid comunicaba el regreso a la capital de España del canciller de la Legación japonesa, Sr. Arai, que había estado en El Ferrol cerciorándose sobre el terreno del cumplimiento de la neutralidad por parte de España.

     La preocupación española por la presencia de la flota del Báltico fue motivo para que Mariano de Cavia diera rienda suelta a su verbo sarcástico en El Imparcial (283):

                �Tout est bien qui finit bien�... �Salpicaduras dijiste, egregio Maura? Más peligrosas y corrosivas que las del vitriolo nos las temimos (al llegar) a Vigo la escuadra rusa... Afortunadamente todo se ha arreglado y las salpicaduras profetizadas por Maura... han sido de ternura... de babeo cariñoso. Al salir del gobierno militar el almirante Rojedestvensky, se le acercó un viejo marino y le besó la mano, salpicándosela con sus lágrimas... Muy santo y muy bueno... (pero) sabido es que las mejores visitas son las más cortas. A estas visitas y a otras por el estilo tiene que decirles Juan Español lo que la gallina enferma al zorro de la fábula que fue a preguntarle cómo estaba: Muy bien en este instante mejor, si usted se quita de delante�.           

     La posición neutral de España debe juzgarse a la luz del juego de alianzas y rivalidades internacionales en una Europa dominada por el �imperialismo� y el afán expansionista de las potencias. [159]

     En el Journal des Débats (284) se afirmaba que España �nada tenía que ganar ni que perder� en el Extremo Oriente tras la derrota militar con los Estados Unidos y la subsiguiente pérdida de las Filipinas; pero al lejano teatro de la guerra ruso-japonesa llegaba la larga mano de Gran Bretaña y de Francia, aliada la primera de Japón y la segunda de Rusia, y con estas dos naciones europeas España tenía mucho que negociar.

     El desastre de 1898 fue a la postre un revulsivo que llevó a la España del recién entronizado Alfonso XIII a salir de su política de aislamiento y lanzar a su diplomacia a hacerse con una posición respetable en Europa, objetivo que los responsables de la política exterior española sabían que sólo podía lograrse no interfiriendo en el equilibrio de poderes forjado en Europa.

     El imperialismo español, con sus enclaves africanos de Melilla, Ceuta, Fernando Poo, Río Muni, etc., tenía los ojos puestos en Marruecos; pero también tenían aquí fuertes intereses Francia y Gran Bretaña, esta última muy interesada en controlar desde el sur el estrecho de Gibraltar, que en parte ya controlaba desde el Peñón.

     El hecho de que España, a pesar de su interés, no firmara con Francia un Tratado -que se había estado gestionando desde 1902, y que habría dado lugar al reconocimiento recíproco de esferas de intereses en Marruecos- por la necesidad de contar con Gran Bretaña y el temor a la reacción británica (285)� ilustra claramente la posición española.

     Mientras en Extremo Oriente los intereses de Francia y Gran Bretaña se enfrentaban no muy disimuladamente por mediación de quienes estaban ya luchando con sus ejércitos en las tierras y las aguas de Corea, China y Manchuria, en este otro extremo del continente euroasiático se delegaba en España la misión de mantener la neutralidad en el Estrecho de Gibraltar y el statu quo en la zona.

     La diplomacia española ganó con su prudencia y sabiendo explotar rivalidades ajenas el reconocimiento de su esfera de influencia en Marruecos, primer paso para iniciar la futura ocupación militar y lograr más tarde el Protectorado.

     Ahora bien, las aspiraciones de la diplomacia española difícilmente podrían materializarse sin un poder militar que sustentara las negociaciones de los responsables de la política exterior. [160]

     En un siglo que había alboreado con la hegemonía del ferrocarril y del buque de vapor -que como todos los progresos técnicos tenían un interés no menos militar que comercial- era natural que los políticos españoles se ocuparan de un tema particularmente importante para la defensa nacional y los afanes expansionistas: la reorganización del maltrecho poderío naval.

     Don José de Canalejas abrió el año de 1904 haciendo una reflexión desde las páginas del Heraldo (286) sobre el mapa político español, en la que distinguía tres grandes corrientes ideológicas: la de los conservadores de Silvela y Maura, la de los republicanos de Salmerón y la de los liberales demócratas, a la que él mismo perteneciera.

     La preocupación por levantar de sus ruinas el antiguo poderío naval español quedó patente en declaraciones de distintos políticos del momento: �Los conservadores defendían que la restauración del poder naval era una etapa necesaria para ciertas inteligencias internacionales�. Silvela había dicho en sus discursos y en artículos de revistas y periódicos que era urgente la alianza con Francia y que �a la alianza no se va sin barcos ni ejércitos�. Los republicanos, con Salmerón a la cabeza, prometían que los diputados de la minoría votarían la costosa ley de creación de la escuadra...

     Así pues, los intereses de España en Marruecos, las relaciones diplomáticas con las grandes potencias europeas, especialmente con Francia y Gran Bretaña, y la necesidad de ganar tiempo para reconstruir el poderío militar español -además de la ausencia de intereses directos en Extremo Oriente- constituyen la clave que explica la política de estricta neutralidad del Gobierno español en la guerra ruso-japonesa, por muchas que pudieran ser las simpatías dinásticas entre Alfonso XIII y el Zar.

     Si ésa era la posición oficial, de la opinión pública puede decirse que seguía el curso de la guerra por mera curiosidad, aunque no por ello dejara de haber manifestaciones en pro y en contra de ambos contendientes. Si nos atuviéramos a los cariñosos recibimientos que la población de los puertos, donde en distintas ocasiones atracaron los buques rusos, dispensaba a sus tripulaciones -anécdotas siempre aireadas en términos muy elogiosos por la Prensa- cabría deducir un cierto favor del público español hacia la cansa de Rusia. Y, sin embargo, en esa misma Prensa también menudeaban artículos muy laudatorios hacia el Japón. Buena muestra de ello es el que don Emilio Sánchez Pastor publicó en el Heraldo (287) con el título de �La grandeza del Japón� y en el que aparece una frase que no ha dejado de oírse hasta hoy: �el milagro japonés�, [161] que el periodista explica por los esfuerzos dedicados a la instrucción pública. Haciendo referencia al Rescripto imperial número 215 de 1890 dice:

                �Las escuelas primarias tienen por objeto procurar a los niños una educación a la vez moral y patriótica... La Historia se propone desarrollar el amor a la patria: con las Ciencias, el amor a la Naturaleza: con el Dibujo, el sentimiento de lo bello, y con todo lo demás el amor al trabajo... La instrucción obligatoria...�.           

     Los rusófilos españoles malamente podrían defender sus simpatías hacia el gran Imperio ruso regido por un tirano, cuando en su propio país las ideas liberales eran hegemónicas y aún las más conservadoras defendían sin ambages el régimen representativo. Malamente podían simpatizar con el represivo régimen zarista quienes desde el Parlamento español daban carta de legalidad a las Asociaciones obreras y asistían a la creciente difusión de las ideas socialistas. Por el contrario, el régimen surgido en Japón tras la revolución de 1868 y que se había dotado de instituciones representativas al estilo de las �civilizadas� naciones europeas no podía sino despertar las simpatías de los demócratas españoles. El carácter autoritario de los sucesivos gobiernos de la era Meiji, escondido tras la enredadera de instituciones sólo representativas en apariencia, no se les alcanzaba a los entusiastas del Japón, como lo era sin duda el escritor y diplomático Reynoso, que al calor de los acontecimientos bélicos y los triunfos de la �Prusia de Oriente� publica un libro de viajes, al estilo de los de Pierre Loti, en el que refiere sus observaciones tras un año de permanencia en �La Corte del Mikado�, título elegido para su obra. En ella resume la Historia del Japón desde sus míticos comienzos hasta la actual revolución liberalísima y hondamente reformadora�.

     El comentario que Luis Morote hace del libro en el Heraldo (288) le da pie a una triste reflexión:

                �Al lado de la civilización portentosa del Japón está la irreparable desventura en que cayó España por su política medieval y teocrática en las Filipinas, y por su política medieval y guerra en las Antillas�.           

     Luis Morote alude a las pruebas documentales del libro de Reynoso, según las cuales antes de que empezara la guerra hispano-norteamericana el mariscal Yamagata había declarado que Japón estaba dispuesto a comprar las islas Filipinas a España por 40 millones de libras esterlinas, mientras los Estados [162] Unidos hacían a su vez otra oferta para comprar Cuba. Esta digresión de la obra de Reynoso le sirve a Morote para exclamar:

                ��Cuán diferente la situación actual de España, de haber admitido esas proposiciones!�           

     Comentando el capítulo dedicado a la revolución de 1868 dice el editorialista del Heraldo.

                �En igual época, en igual año el Japón y España alzáronse contra poderes históricos, derrocaron una dinastía, abrieron las puertas al derecho y la civilización modernos. La diferencia está en lo que es hoy el Japón y lo que es hoy España, mereciendo aquél ser comprado con Prusia y nosotros con Turquía... Reynoso da cifras elocuentes que encierran el secreto de los triunfos inmensos del Japón: 8 millones de niños en las escuelas; el patrón oro como moneda nacional, un ejército de 632.000 soldados y una marina de 35.355 hombres, una poderosa escuadra... 4.481 millas de ferrocarriles del Estado y 15.362 de caminos prefecturales y luego 42.227 millas de alambre en sus teléfonos...�.           

     La mayoría de los rusófilos españoles lo eran no por sus simpatías hacia el Zar, sino por compartir la extendida creencia de que nunca una nación asiática podría imponerse a otra blanca.

     Los que desde el principio apostaron por Japón lo hicieron no tanto por lo que de este país conocieran como por su animadversión al régimen de los Zares.

     Si los mismos hechos militares demostraran lo infundado de aquella creencia, la sangrienta represión con que el Gobierno del Zar restauró el orden durante los sucesos revolucionarios de 1905 no haría sino alimentar la antipatía de los liberales y demócratas españoles hacia la autocracia rusa.



VICTORIAS DE LOS JAPONESES POR TIERRA Y POR MAR

     La guerra fue una continua sucesión de victorias japonesas. El 9 de febrero de 1904 la escuadra japonesa lanzó su primer ataque sobre la rusa. Sólo al día siguiente anunciarían los japoneses la Declaración de Guerra. El almirante Togo logró embotellar a la escuadra del almirante Alekséiev en Port-Arthur. Con ello quería impedir su reunión con los barcos de Vladivostók y los que desde Europa se dirigían a esas aguas. Las tropas japonesas fueron desembarcadas e inmediatamente marcharon sobre Setil para ir al encuentro de las rusas, que a su vez avanzaban desde Manchuria. [163]

     El comentarista militar del Heraldo (289) describía así la situación:

                Si la escuadra del Zar queda anulada, aunque Port-Arthur con sus formidables fortificaciones resista, la fase principal de la campaña se desarrollará por tierra, y en tal caso, el gran desequilibrio entre el poder militar de Rusia y el de Japón quedara compensado a favor de este imperio por su proximidad al teatro de operaciones, al que podrán transportar en mucho menos tiempo que los rusos un ejército considerable y bien municionado�.           

     No en vano el almirante Togo (290) había estudiado en Inglaterra, donde asimiló la filosofía de Nelson de atacar al enemigo en sus propios puertos. Y si los almirantes copiaban el modelo de la Royal Navy, los generales del Ejército de Tierra habían aprendido de sus instructores prusianos. La victoria de Prusia sobre Francia en su guerra de 1870 aleteaba aún en el corazón de sus admiradores japoneses.

     Aunque bloqueada en Port-Arthur, la escuadra rusa mantenía la esperanza de que la del Báltico y la del Mar Negro pudiesen llegar en su auxilio. En efecto, los acorazados del Báltico habían recibido ya la orden de poner rumbo a Extremo Oriente. Sin embargo, la escuadra del Mar Negro no podría salir tan fácilmente -a una pregunta formulada en la Cámara de los Comunes respecto a la actitud del Gobierno británico ante los propósitos de Rusia de que su escuadra pasara por el Bósforo, el Gobierno contestó que no había razón para pensar que Rusia violara los Tratados o que Turquía accediera a dar paso a la citada escuadra-, y la del Báltico habría de hacer frente a dos serios inconvenientes: primero, la distancia -la escuadra no iría por el estrecho de Bering, como en un principio se había anunciado, sino parte por el Canal de Suez y el grueso de las divisiones por el Cabo de Buena Esperanza-, y segundo, la lentitud de su marcha -de los 40 buques que formaban la escuadra la mitad eran transportes abarrotados de carbón, pues de otro modo no podrían hacer el viaje, ya que los deberes de la neutralidad impedían que se les suministrase en los puertos de la travesía.

     El 1 de mayo las tropas rusas de Kuropátkin, generalísimo de los ejércitos de Tierra allí destacados, sufrían un gran descalabro en la batalla del río Yalu. [164]

     Lapoulide, el comentarista del Heraldo hace una severa crítica de los generales rusos �cuya incapacidad pone en entredicho el prestigio de las armas del Zar�.

     Los analistas militares del momento manifestaban unánimemente su admiración por el Estado Mayor japonés, cuya conducta obedecía a un pensamiento estratégico inicial del que carecía el Estado Mayor ruso: �...para poder utilizar su ejército en tierra necesitaban los japoneses anular la escuadra enemiga. A ello se dedicaron desde el instante en que resonó la palabra guerra en aquellas regiones.�

     A propósito del sitio de Port-Arthur dice Lapoulide (291):

                �El general Oku y sus colegas, que no son jefes de tribu, bárbaras, sino militares a la moderna, no cometerán el disparate de arrojar sus batallones de cabeza al asalto de las obras sólidas y bien artilladas que defienden por tierra el puerto y plaza rusos...�.           

     No se empleaban ya los métodos de sitio y asalto que se usaron hasta la segunda mitad del siglo XIX; las armas nuevas habían modificado esos procedimientos:

                �El general Oku emplazará sus baterías para cañonear las obras enemigas... Podemos esperar días, quizá meses antes de que el momento culminante de ese ataque llegue a presentarse�.           

     El 1 de enero de 1905 caía �el baluarte del Zar en el Mar Amarillo�. El Heraldo (292) comentaba:

                �La importancia de la toma de Puerto Arturo sólo la negarán los rusófilos a todo trance... En los primeros días de esta pelea... nosotros declaramos no sólo nuestras simpatías, por los japoneses, sino también la seguridad absoluta de su victoria. �Dónde quedan ahora aquellos filósofos que nos hablaban de que la transformación de los japoneses era puramente exterior la corteza, y que rascando rascando aparecía el bárbaro amarillo, muy cerca aun de su edad de piedra?�           

     El 10 de marzo caía Mukden, la capital de Manchuria. Al día siguiente decía Vicente Vera en El Imparcial:

               La evacuación de la capital de la Manchuria representa ante los pueblos del Oriente de Asia la derrota definitiva de los rusos, su inferioridad frente a los japoneses... Mukden, además de su importancia como posición militar, fue residencia [165] de los antepasados de la dinastía imperial china. Es la ciudad sagrada... Mientras Mukden ha estado en poder de los rusos, las gentes de la Manchuria aún consideraban a éstos como dominadores. Ahora todo este prestigio ha desaparecido�.           

     En la misma fecha publicaba Vera otro artículo sobre la moral japonesa y las virtudes de sus soldados:

                �El principio fundamental de la moral japonesa es la lealtad y obediencia del individuo al Estado y a la familia. El individuo se debe no a sí mismo, sino a la organización de la que forma parte... Esta doctrina formulada por Confucio constituye la base de la ética japonesa... Hoy la organización del Estado se asemeja en un todo al régimen de los países más civilizados de Occidente. Se abolió el régimen feudal y rige el representativo... Pero existe el mismo Código moral, sólo que la obediencia y lealtad a los señores es ahora obediencia y lealtad a la patria. Éste es el primer deber que inculcan a los niños... El individuo no es nada y la patria lo es todo. Luego viene la obediencia a los padres y a los maestros y el respeto a la propiedad ajena... Por su país sacrificio completo y sumisión absoluta... Así el japonés va contento a la guerra y es perfectamente disciplinado�.           

     El 29 de junio era derrotada la escuadra de Rozhdiestvenski en la batalla de Tsushima. Deshechas las escuadras de Port-Arthur y Vladivostók, destruido el ejército de Kuropátkin, le tocaba ahora el turno a la flota que desde el Báltico había navegado durante cinco meses los mares sólo para acabar siendo echada a pique por las fuerzas de Togo. Cien mil japoneses cercaban ya Vladivostók.



LA REVOLUCIÓN EN RUSIA

     En Rusia los reveses de la guerra fueron seguidos de explosiones revolucionarias: si a la caída de Port-Arthur siguieron los sucesos del 22 de enero, �el domingo sangriento de San Vladimiro�, tras la derrota naval de Tsushima en el estrecho de Corea la revolución estallaba en Odesa y los marinos del acorazado �Potemkin� se sublevaban.

     A pesar de las derrotas del ejército ruso y de los llamamientos a la paz hechos desde todo el mundo, el Zar se empeñaba en seguir la guerra. Pero en Rusia el movimiento popular a favor de la paz se extendía rápidamente y las huelgas obreras se multiplicaban. El 21 de enero hubo huelga general. Los enfrentamientos entre manifestantes y cosacos se saldaron al día siguiente con miles de muertos, el Santo Sínodo excomulgaba al sacerdote Gapón, líder de las multitudes. El Imparcial, hablando de la sangrienta jornada del 22 de enero decía: [166]

                �La Corte rusa es un hervidero de intrigas. No se puede ganar el mando como en los países libres y parlamentados... Los ministros que se han sucedido en el monopolio de la voluntad cesariana reflejan ahora su gloria en la nieve manchada de sangre de San Petersburgo�.           

     Don Miguel de Unamuno bajo el epígrafe de �Lo de la Santa Rusia� escribe con amarga ironía en el Heraldo (293):

                �...lo castizo es el Zar y el Santo Sínodo... �Tolstoi?, �Gorki? �Qué es eso? Unos extravagantes que se han atracado de libros franceses, ingleses y alemanes: unos malos rusos... aprovechan esas gentes la ocasión en que el honor de la patria se halla empeñado en una guerra con el Extranjero para hacer revoluciones...

     La guerra no es del pueblo ruso contra el japonés, pues aquél no ha recibido agravio alguno de éste, sino que más bien podrá llegar a considerarle un día como su liberador... lo más terrible es esas masas inconscientes de pobres soldados... que disparan contra sus padres y hermanos y defienden la causa de los que los tiranizan...�.

          

     En �El oro japonés� Mariano de Cavia ridiculiza los poderes de Rusia:

                �Crea don Patricio Buenafé que no hablo en broma... los nipones están cubriendo de oro a muchos rusos: al general Kuropatkin, por adaptar a su estrategia el siempre p'atrás... a los grandes duques de la familia imperial por negar al pueblo ruso algo de lo que prodigan en Niza, Montecarlo... a los croupiers y las señoras del honor hipotecado.... al general Trepoff por comerse a los rusos crudos...�.           

     La importancia de los sucesos de Rusia decidió a tres grandes periódicos -El Liberal, El Imparcial y Heraldo- a enviar allí a sus corresponsales: Vicenti, Mar y Morote darían cuenta sobre el terreno de todo lo que ocurriera en la capital y otros lugares del Imperio.

     En su viaje en tren desde París a Petersburgo el corresponsal del Heraldo transcribe su conversación con un coronel retirado ruso:

                La culpa de tanta calamidad la tiene la guerra con Japón y el gran error de haber construido el ruinoso ferrocarril transiberiano. Se hizo este ferrocarril pensando que se transportarían a montones frutos riquísimos de la Manchuria. �Y qué transportamos? Soldados y soldados para que los devore la fiebre o los destroce el enemigo�.           

     El sueño de los mercaderes rusos -unir Europa, a través del Imperio, con 400 millones de chinos y 44 millones de japoneses; ir de Europa a Shanghai [167] por Vladivostók en 20 días, en vez de los 35 que se tardaban por el Canal de Suez- ese sueño se transformó en una pesadilla cuando el ferrocarril se dedicó al transporte de soldados que no volverían nunca.

     Del ferrocarril transiberiano hablaba también Vicente Vera en El Imparcial (294):

                De San Petersburgo a Moscou hay trenes con servicio semejante al de otras naciones europeas. En Moscou, la antigua capital de Rusia, es donde verdaderamente empieza la línea que atraviesa la Siberia, con dos ramales al filial: uno que va a Vladivostók, y otro a Puerto-Arturo... La distancia de Moscou a Puerto Arturo es de 9.000 kilómetros, y en recorrerlos emplean normalmente los trenes 14 días... A partir del lago Baikal los trenes van blindados... En la Manchuria han sido frecuentes los ataques a los trenes, ya por los chinos del país, ya por los piratas de la costa, que se meten a veces muchas leguas tierra dentro por los ríos... En la península de Liaotung, antes de llegar a Dalny, el tren se detiene para examinar los pasaportes de los viajeros. Dalny se halla en la costa del Golfo de Corea, a 45 kilómetros, de Puerto-Arturo, el Gibraltar del Extremo Oriente.�           

     Uno de los grandes éxitos periodísticos de Luis Morote fueron las sendas entrevistas que les hizo a las dos grandes figuras de la literatura rusa de la época (295).

     Desde su casa de Yásnaia Poliana, Tolstoi acusa al Zar de haber provocado la guerra, cuyas funestas consecuencias compara con las que sufrió España en su guerra con los Estados Unidos:

                �Muchos años habréis de llorar la juventud sepultada en Cuba, Puerto Rico y Filipinas... Se habla de que estamos muy lejos del canibalismo antiguo en las luchas entre las naciones, (pero) �qué son sino peleas de ese género la destrucción de escuadras y el sitio de Port-Arthur? Perderemos el honor y la vida los rusos, como los perdieron los españoles. �Pero ganarán la libertad los japoneses?... El Japón, que había logrado extender la instrucción en términos increíbles, que había progresado en condiciones gigantescas... caerá después del triunfo en la organización guerrera a la que sucumbió Alemania, o en el delirio de grandeza que está siendo el oprobio de los Estados Unidos... El que triunfa es el Mikado, pero no el pueblo, que ata más y más sus ligaduras�.           

     Gorki coincide con Tolstoi en que la derrota rusa beneficiará al pueblo, pero a diferencia del pacifismo del autor de La guerra y la Paz, ve en aquélla, al menos en la que mantienen rusos y japoneses, un instrumento liberador:

                �Si los japoneses no nos derrotaran, se retrasaría en siglos la revolución en Rusia. La guerra ha sido y será, pese a las grandes calamidades que produce, un [168] agente de progreso a fin de redimir a los pueblos que no saben ni quieren redimirse a sí mismos... �Pobres de nosotros si Napoleón no viene a Rusia! �Ah! El Japón vale más que un Bonaparte.           


FIN DE LA GUERRA Y TRATADO DE PAZ DE PORTSMOUTH

     Tras la destrucción de la flota rusa en el estrecho de Corea, el Presidente Roosevelt cree llegado el momento de poner fin a la guerra y envía en tal sentido una nota a los gobiernos ruso y japonés.

     Japón, a través del vizconde de Hayashi, ministro del Mikado en Londres, contestaba que su país estaba dispuesto a entablar negociaciones, si Rusia las pedía oficialmente.

     �Podrían las condiciones para la paz limitarse tras la victoria militar a una repetición de las cláusulas del ultimátum dado por Japón en febrero de 1904, días antes del estallido del conflicto?

El Heraldo (296) responde así:

                �Rusia no se dio cuenta, como tampoco se la dio Europa, del suceso de menor influencia en el mundo que representaba la revolución japonesa de 1868, de que había aparecido una nueva potencia naval y militar a la que bien se podía llamar la Prusia del Oriente... Rusia siguió tratando con Japón como si fuese el estado semibárbaro que dependía del Shogunato... El resultado ha sido la guerra... La pérdida de Port-Arthur y tal vez de Vladivostók, la pérdida de la Manchuria y la indemnización de guerra son base de la paz. Sufra Rusia la expiación de sus faltas históricas�.           

     El corresponsal del Heraldo en Londres, Leslimay, informaba de la caída de la costa occidental de la isla rusa de Sajalin y de su capital, Korsakov, en manos de los japoneses, que disponían así de una inmejorable base para sus operaciones navales contra Vladivostók y les permitía el dominio absoluto de la región marítima siberiana.

     Además de su riqueza hullera y petrolífera, de sus bosques y de las pesquerías, además de su posición estratégica, la conquista de la Isla tenía una importante motivación política.

                �...el ejército japonés no había ocupado ninguna parte integrante del gran Imperio... Los enfrentamientos habían tenido lugar en tierras chinas y, por consiguiente, como había sugerido Francia, la campaña había sido colonial, y, por tanto, no había por qué pagar ni un kopec de indemnización... La toma de Sakhalin [169] vino a echar por tierra todos los cálculos. Los japoneses, antes de firmarse la paz, eran dueños de 63.000 kilómetros cuadrados, de tierras rusas.           

     El 5 de septiembre se firma por fin el Tratado de Paz en la pequeña ciudad estadounidense de Portsmouth, bajo los auspicios del Presidente Roosevelt. Los japoneses, para sorpresa de todos, renunciaron a la indemnización, aunque recobraban Sajalin -que quedó dividida por el paralelo 50 de latitud norte- y ganaban Port-Arthur y el ferrocarril de la Manchuria meridional.

     Simultáneamente en Tokio se producían graves disturbios. El pueblo Japonés no quería que el Emperador ratificara los términos del Tratado, que le parecían una claudicación. El corresponsal del New York Times hacía el siguiente comentario (297):

                �La opinión de todos los observadores, ya sean pro-japoneses o pro-rusos, es que el resultado de la victoria ha sido el hecho más sorprendente de la Historia de la Diplomacia. Una nación desesperada, derrotada en todas y cada una de las batallas de esta guerra... ha dictado sus propios términos al vencedor�.           

     Probablemente pueda encontrarse la explicación de esta actitud de los japoneses si tenemos en cuenta que el país se hallaba exangüe y con escasas posibilidades de continuar una guerra que le había costado ya mucho oro y demasiados hombres, mientras que Rusia, pese a sus derrotas y sus problemas, disponía aún de una enorme reserva de lo uno y de lo otro.

     La Prensa inglesa y la francesa informaban de los numerosos enfrentamientos que se estaban produciendo en Tokio con la policía. La sublevación nacional japonesa contra la paz sólo fue apaciguada por el carácter ofensivo de la renovación de la alianza entre Japón y Gran Bretaña.

     Definitivamente el Tratado de Portsmouth ponía fin a la guerra, y simultáneamente las noticias del lejano Imperio del Sol Naciente iban ocupando un espacio cada vez menor en las páginas de la Prensa española. Terminaba la guerra, pero Europa por fin había comprendido que en Asia había emergido una nueva gran potencia capaz de medirse con Occidente. [170]



BIBLIOGRAFÍA

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CONNAUGHTON, R.: The War Of The Rising Sun And Tumbling Bear; Routledge. Londres 1988.

ESTHUS, A. R.: Double Eagle and Rising Sun, Duke University Press.

REISCHAUER, O. EDWIN: Japan. The Story of a Nation, Tuttle. Tokio 1990.

PEREIRA, J. C.: Introducción a la política exterior de España (Siglos XIX y XX), Akal, Madrid 1983.

WHITNEY HALL, J.: El Imperio Japonés, Siglo XXI, Madrid 1983.

MUTEL, J.: Japón. Fin del Shogunato y el Japón Meiji, Vicens-Vives, Barcelona 1972. [171]



La presencia de Japón en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, y su repercusión en la sociedad española finisecular

El Japonismo literario y artístico



KIM SUE-HEE

     La influencia o la visión del Extremo Oriente, Catay-China, Zipango-Japón y Cauli-Corea, de �lo lejano� o del �paraíso inalcanzable�, pero imaginable, quedó cristalizada en las obras artísticas y literarias del Occidente. Es una vertiente de las conexiones culturales entre dos mundos distanciados geográficamente, pero imaginados y soñados a través de las noticias, crónicas o cartas, enviadas por los misioneros y los viajeros, y a través de las obras del arte u otros objetos artísticos, llegados a Europa, desde el tiempo remoto. Desde el siglo XVI, en que aconteció el primer encuentro llevado a cabo por los peninsulares ibéricos por motivos religiosos, la presencia española en los países de Asia Oriental y del Pacífico contribuyó grandemente a estas transmisiones, sobre todo, a través de las rutas marítimas que enlazaban el sur de China, Japón, Filipinas y otras islas y la Península ibérica por vía de Méjico (298).

     La visión del Extremo Oriente en Europa y en España se podría dividir en siguientes etapas. La primera etapa se define como la �tierra de las maravillas� de Marco Polo, como la leyenda de la riqueza material de China o de Japón, que invitó al viaje y a la aventura en busca de esos fabulosos tesoros. La segunda representa el mito de un mundo confucianista y racional debido a la difusión de los escritos del jesuita Matteo Ricci sobre las religiones y las filosofías. Así, la Europa del siglo XVII conocería el Extremo Oriente como �el paraíso espiritual�, y de ello se ha derivado la idea contradictoria del Occidente materialista� y �el Oriente espiritual� (299). La tercera etapa está representada por [172] los escritos de G.H.F. Hegel que dictan sobre la historia del Extremo Oriente, planteando el entendimiento del concepto de lo estático y lo dinámico, o de la teoría extremooriental de la dualidad en la creación del Universo.

     La cuarta etapa se define como �la idealización� o como �el mundo de fantasía� del lejano Japón. El círculo de literatos y artistas europeos del último tercio del siglo XIX, los hermanos Goncourt, J. M. de Heredia y otros en París, y en Barcelona, los Masriera, A. de Riquer, A. Mestres, A. García Llansó, J. M. Sert etc., crearon obras influidas por el arte y la literatura del Extremo Oriente, representado por el Japón en el último tercio del siglo XIX. El ambiente del exotismo japonizante de aquel momento está reflejado en la carta de P. Gauguin, dirigida a su amigo E. Bernard, �el Nabi japonés� en 1890 y los ensayos de J. Masriera y de E. Pardo Bazán, por citar ejemplos (300).



VÍAS DE INTRODUCCIÓN: EXPOSICIONES UNIVERSALES

     Desde la apertura de Japón al Occidente en la década de 1860, las �curiosidades� extremorientales, particularmente japonesas, llegaron e inundaron rápidamente el mercado europeo: vestidos típicos (�kimonos�), biombos, lacas, porcelanas, espadas, armaduras, pinturas, o estampas etc. Su mejor camino de expansión sería a través de las exposiciones universales que se celebraban en las ciudades europeas, además del incipiente comercio de exportación y las tiendas particulares de objetos orientales. Las exposiciones universales o internacionales se iniciaron en el siglo XIX, como consecuencia de la industrialización y del aumento de relaciones mercantiles entre los pueblos, y ofrecían la supuesta concurrencia de hombres de muchos países y la acumulación de los más variados objetos de la actividad humana sin omitir los objetos de arte, de la belleza no siempre útil, sino de la fuente de satisfacción espiritual (301). A través de estos medios, los productos del Lejano Oriente se difundieron rápidamente en un ambiente social de fácil acceso y de entusiasmo por las cosas exóticas.

     Sobre todo, los grabados japoneses, que llegaron, en ocasiones, como envoltorios de objetos importados como lacas o porcelanas, impresionaron el ambiente pictórico y literario de Europa. Estas estampas denominadas �Ukiyoe� reflejan el concepto de la �pintura del mundo ligero y transitorio� o �del mundo flotante�, a través de sus imágenes de escenas populares y costumbristas [173] de fuerte colorido (302). Junto a otros objetos artísticos, los grabados estaban de moda como una especie de curiosidad por una civilización diferente, y abundan testimonios que hablan del conocimiento y el impacto provocado por estas estampas, escritos por los pintores o los escritores, 1os teóricos del exotismo japonizante finisecular.

     Una de las primeras noticias notables sobre la aportación japonesa viene a ser la Exposición Universal de París en 1867 como se describe en lo siguiente:

                �...Mr. Kerrigan, experto norteamericano en cuestiones de arte afirma que la Exposición Universal de París, celebrada en 1867 fue la que sirvió para llamar atención del mundo occidental sobre el arte japonés. Y señala cómo desde aquélla quedaron definitivamente influenciados de las maneras y conceptos de los artistas japoneses. Degas, Toulouse-Lautrec, Mary Cassat y otros. Llegando a afirmar que, más o menos perceptiblemente, a todos los artistas de entonces, alcanzó la expresada influencia...� (303).           

     En la citada afirmación, faltaría nombrar a los artistas catalanes, coetáneos de los franceses, M. Fortuny i Marsal u otros, debido al poco conocimiento del arte español fuera de España del siglo XIX en general.

     Las noticias llegadas desde las ciudades europeas de las exposiciones universales llenaban las páginas de las publicaciones periódicas españolas, y notoriamente, La Ilustración Española y Americana (I.E.A) fue su fiel divulgador de casi todas esas noticias puntualmente, igual que fue la presencia de algunas revistas como Luz y Joventut en la divulgación de la nueva corriente artística de fin del siglo XIX. Por ejemplo, en 1871, La I.E.A. dio las noticias de la Exposición Internacional de Londres en la cual se han reunido las acabadas esculturas y perfectos modelos, de los monumentos más notables de la China y de la India, etc., junto a los cuadros bellísimos y originales� (304).

     Aunque se habían celebrado otras exposiciones de importantes participaciones, la de París de 1872 fue más bien una exposición en la que escaseaban los productos extranjeros aún con la aportación española representada por las producciones catalanas (305). Asimismo, en las páginas de la citada publicación aparecieron noticias de otras exposiciones universales como las de Lyon o de Viena. La noticia aparecida en el mismo número de la I.E.A. fue sobre la Exposición Artística e Industrial en Kioto, la antigua ciudad de Japón, en la que participaron los países europeos (306). [174]

     Una de las exposiciones más importantes en cuanto a la aportación extremooriental fue la de Viena, en 1873. La grandiosa acogida de las muestras japonesas en la citada exposición impresionó a los propios japoneses que pensaron revivificar su arte tradicional, el objetivo que contenía unos valores alabados en el Occidente (307). A lo largo de 1873, habían sido publicadas noticias sobre la exposición en la I.E.A., tanto de las crónicas como de los estudios de los productos expuestos. Un ejemplo de lo citado es el artículo titulado �El gusano de seda de roble�, que explicaba la aclimatación del gusano de seda traídos del Extremo Oriente. El autor del reportaje reveló su profundo conocimiento sobre el tema que ocupó varias páginas durante dos meses:

                �...Muchas fueron las preconizadas, y entre ellas apareció como la mejor la del aliento o barniz del Japón, �Bombyx Cynthia�, que, ya conocida en Italia fue introducida en Francia por Mr. Guérin Méneville y excitó al principio gran entusiasmo... Por fin, en 1861 aparece el �Yama maï�, igual por lo menos a sus rivales como hermosura de seda y demás circunstancias...

     en España el clima las da sin gasto alguno con sólo retrasar, por medio de sencillas precauciones, el nacimiento de los gusanos: economía que facilita singularmente el establecimiento de esta industria en nuestro país...�

     �...la seda es infinitamente superior por todos los conceptos... su uso se irá generalizando cada vez más; es sabido que en varias naciones de Asia la usan hasta los más pobres...� (308).

          

     España fue participante en la citada exposición, y la importancia de los productos catalanes fue notablemente visible como se refleja en las ilustraciones de la I.E.A. (309) En otros grabados se ven reflejados aspectos relacionados con el Extremo Oriente, tales como �El pabellón chino para guardar y servir té� o �Tipos de la Exposición de Viena�. En éste, veinte perfiles de cabezas dibujados en silueta negra retratan con fidelidad los principales tipos y sus rasgos �que se suelen encontrar actualmente el curioso en la avenida de Práter vienés, como motivo de la Exposición�. Son notables los dos perfiles de un japonés y una japonesa, junto al de obrero catalán, en representación de los españoles. Según las noticias aparecidas en las publicaciones de la época, la Exposición Universal de Viena fue que:

                �Persia, Japón, China, que por la primera vez se asociaron formalmente al concierto europeo, seguían el ejemplo de las más avanzadas a los concursos de esta especie, sin competir a la extensión con las primeras potencia...� (310).           

[175]

     En 1876, unos artículos titulados las �Cartas de Filadelfia� publicados en la L.E.A. versan sobre la exposición celebrada en la ciudad norteamericana, en la que participaron treinta y ocho naciones del mundo. En éstos frecuentemente se dieron noticias referente a China o a Japón como la siguiente:

                �...en el Palacio de la Industria, la China y el Japón levantan murallas de madera alrededor de su departamento para empezar a embalar sus artísticos productos, que tanto han admirado en la Exposición... y el Japón, que había levantado otras dos (casas), de rarísima y original arquitectura, ha hecho solemne cesión de ellas a la Ciudad de Filadelfia...� (311).           

     En 1878 se celebró otra exposición en París, dedicando una sección a los productos de Japón que están detallados en el ��Catalogue de la Section Japonaise de l'Exposition Universelle de Paris�. Las crónicas para España fueron enviadas por Alfredo Escobar y A. Fernández de los Ríos, que escribieron acerca de los preparativos de la exposición y sobre todo, de los países extremoorientales. Un artículo de Escobar dijo que:

                �... El Japón, el pueblo más ilustre de Asia, arregla instalaciones a la europea para sus artísticos productos. Con el bambú y las cortinas de paja fina no forman como China, instalaciones que acusan un gusto primitivo y original, sino que los trabajan hábilmente como pudiera hacerlo un artista francés...� (312).           

     Asimismo, unos años más tarde, en el Catálogo Ilustrado da Exposiçâo Retrospectiva de Arte Ornamental, Portugueza e Hispanhola editado en Lisboa en 1882 están incluidos unos objetos artísticos japoneses (313).

     En 1899, en la Exposición Universal de París, el prestigio de Extremo Oriente empezó a reanimarse y la afición de coleccionar objetos de arte procedentes de aquel remoto mundo creció entre los pintores y los escritores que llegaron a ser unos entusiastas coleccionistas de todo lo extremooriental, en particular, de las estampas japonesas. Según el crítico y escritor Alain Jouffroy, los pintores de aquel entonces �se orientalizaban� (314).

     Es muy conocida la carta de Gauguin en la que relató su impresión acerca del arte japonés. Los pabellones del Extremo Oriente ejercieron un profundo efecto sobre él, que lo veía como un lugar, entre todos los lugares del mundo, donde todos los aspectos contradictorios de la naturaleza �se reconciliarían�: [176]

                En el arte del Extremo Oriente está escrito con letras de oro un gran sistema filosófico, y creo que allí conseguiría renovarme a mí mismo. En estos momentos, el Occidente está en vías de descomposición y un hombre fuerte podría renovar su cuerpo, como Anteo, poniendo simplemente su planta en el Extremo Oriente. Un año y dos después podría regresar como nuevo...� (315).           

     Las noticias de las exposiciones universales de Europa o de otros países del mundo fueron divulgados en España a través de las publicaciones periódicas como La Ilustración Española y Americana, ya citada, o Hispania. En ésta, Rafael Puig y Valls escribió una crónica sobre la Exposición Universal de París de 1900, que fue divulgada con la ilustración de Antonio Utrillo, un hermano de Miguel Utrillo, uno de los que han puesto de moda �las sombras chinescas� en el cenáculo �Els Quatre Gats� en la Barcelona finisecular, que frecuentaba un Picasso joven. En la citada crónica el autor habló sobre �Théâtre des auteurs gais� en la cual citó a una actriz japonesa (316). Hay que anotar que Ramón Casas envió las noticias y los comentarios sobre la citada exposición en sus cartas desde París (317).



LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE BARCELONA DE LOS �TRES OCHOS�

     En 1888 se celebró la primera Exposición Universal en España, en la ciudad de Barcelona. El Japón fue uno de los países participantes de mayor impacto. Antonio García Llansó fue uno de los miembros del Jurado Calificador de la Exposición, designado por el Imperio del Japón y asimismo, profundo conocedor de la cultura japonesa y autor de Dai Nipón, un libro dedicado al Japón. Con motivo de la Exposición escribió un libro titulado La Primera Exposición Universal Española, publicado en noviembre del mismo año, que definió las exposiciones como un paso más que los pueblos dan en la anchurosa vía del progreso, donde alcanzan un lazo que los anuda, un medio para conocerse y la manera de desterrar antiguas preocupaciones e injustificados antagonismos de nacionalidad y de raza. Y añadió que:

                �... Recientes son los resultados y el éxito que han alcanzado las diversas exhibiciones verificadas en París, Londres, Viena, Filadelfia, Amsterdam y Amberes... De allí la gran importancia que desde el primer momento revistió el [177] proyecto de celebrar en Barcelona una Exposición Universal, importancia mayor, si se tiene en cuenta que será la primera que se verifique en España...�.      �...Dada la importancia fabril, manufactura y comercial de Barcelona, debía el Certamen condiciones de universalidad...           

     Esta circunstancia y la de ser nuestra ciudad, por su situación y condiciones, de los centros en donde convergen las corrientes industriales de la península y las comerciales del globo, unida por el mar con remotos países y con el continente por varias líneas férreas, fueron causas poderosas que tuvo en cuenta el Sr. Serrano de Casanova, al concebir el atrevido proyecto de realizar la primera Exposición Universal española...� (318).

     García Llansó escribió varias disertaciones y artículos sobre la Exposición, reunidos bajo los títulos de �Las Ventajas de la Exposición�, �El Aspecto general de la Exposición�, �La Convivencia del programa de clasificación�, �Un mes antes de la apertura�, �La Víspera de la inauguración�. �El veinte de Mayo de 1888� etc., además de su primer libro ya mencionado. Sucesivamente escribió sobre las secciones de diferentes países del mundo participantes en el Certamen, y dedicó más páginas a la sección japonesa.

     Por añadidura, el ambiente cultural de Cataluña era propicio para dicha celebración de semejante índole y sobre todo, su situación socio-económica estaba en el punto clave para consagrar cualquier novedad y para lanzarse tras ella hasta sus últimas consecuencias� (319).

     El acontecimiento se quedó reflejado en los escritos de J. Yxart en 1889 que disertó sobre los temas tales como �el espíritu europeo del barcelonés�, �el cosmopolitismo y las relaciones extranjeras de Barcelona�, etc. La importancia de la ciudad de Barcelona como el único importante centro europeo de España y como una puerta por donde entran las novedades del mundo es comparable con París, Bruselas o Londres. Una nota curiosa y significativa de Yxart recogiendo la frase de Querol fue una comparación gráfica o una idea instantánea y sugestiva sobre la montaña de Monjuich, situada en un extremo de la ciudad de Barcelona, como �una inmensa proa que navega hacia Oriente...� (320).

     La exposición Universal de Barcelona de los �tres ochos� significó un gran impulso renovador para el panorama artístico. Muchos estudiosos e historiadores han calificado la Exposición como el artífice del comienzo del Modernismo, [178] un estilo nuevo que alcanzó su esplendor en el fin del siglo XIX en Barcelona. Antoni Gaudí, uno de los arquitectos más importantes de aquel entonces, colaboró en la construcción de un parque dentro del recinto de la Exposición. Según las noticias divulgadas y recogidas posteriormente, Barcelona contaba, en aquel entonces, con más de un millón de habitantes y el número de los visitantes llegaría a ser de casi dos millones. Todos los barceloneses demostraron su entusiasmo, tanto la clase burguesa y alta como la obrera y baja que la veían como una curiosidad artística. Sobre todo, la figura del alcalde de Barcelona y promotor y alma de la Exposición, Rius i Taulet, se quedó reflejada en las páginas de las publicaciones periódicas. Rius i Taulet dijo lo siguiente de Domènech Montaner:

                �Un constructor sin par... Es el autor de aquel Gran Hotel Internacional alzado en el Paseo de Colón en cincuenta y cinco días de trabajo ininterrumpido, en ocasiones de la Exposición de 1888 que hizo decir que los catalanes éramos los yanquis de Europa� (321).           

     Sobre la figura del alcalde dijo Fernanflor en la I.E.A., que la Exposición Universal de Barcelona fue una �alcaldada del señor Rius i Taulet� y añadió que �aunque la Exposición se llama Universal, propiamente es catalana� (322).

     Aproximadamente una década más tarde, la I.E.A. publicó una foto del alcalde con su sable de honor, regalo del emperador del Japón, lo cual denota la importancia de la participación japonesa en la citada exposición. Asimismo J. Carner dijo lo siguiente en un artículo, publicado en la I.E.A.:

                �El goce purísimo del artista ante su obra soñada, inunda el alma de Rius, presidiendo aquellas fiestas de la Exposición. Contemplar como la atención del mundo es atraída a su ciudad, cómo las escuadras de los pueblos más poderosos de la tierra saludan a la Reina en nuestro puerto...�.           

     Junto a los comentarios favorecidos y entusiasmados de los propios catalanes, la importancia de la celebración de la Exposición Universal en Barcelona reside, para nuestro estudio, en ser la ciudad como el captador de las corrientes renovadoras, culturales y artísticas que cimentaron los gérmenes del movimiento moderno del arte, y sobre todo, al mismo nivel europeo de las ciudades más avanzadas, como París o Bruselas, a las que fueron introducidos el arte y los objetos artísticos del Extremo Oriente, acompañados de una nueva y diferente estética. La proliferación de las cosas �exóticas� provocó poderosamente la atención de los catalanes que supieron captar y reaccionar ante la [179] novedad sugestiva procedente de una civilización diferente. En la década de 1880, Cataluña y el País Vasco estaban al frente del desarrollo industrial que daría un apoyo fundamental al cosmopolitismo artístico, abierto hacia las corrientes renovadoras en el arte y la literatura. Un ejemplo de ello sería la figura de Alexandre de Riquer y los productos salidos del �Castell dels tres dragons�, un taller artístico-industrial dirigido por Antoni Maria Gallissà, que contribuye a la renovación de las artes industriales y que es el hecho comparable con el del inglés Morris. Alexandre de Riquer intentó restaurar las artes industriales junto con un grupo de arquitectos y teóricos a su vez (323).

     Asimismo hay que anotar el avance tecnológico logrado en la Exposición Universal de Barcelona que cita Juan Bassegoda y Nonell:

                �En Cataluña, usándose de la excelente mano de obra derivada de la organización gremial del medievo, se logró la tecnología avanzada de la Exposición de 1888 con estructuras metálicas de gran interés (los cuchillos de �ala de mosca�, de Juan Torras) y la torre de doscientos metros (no realizada) de Pedro Falqués...� (324).           

     Cierta rivalidad existente entre Barcelona y París, reflejada en la poesía de C. Cumá, publicada en La Campana de Gracia en 1889, demuestra el interés general de los catalanes referente a las exposiciones universales y los acontecimientos internacionales (325). El ambiente exótico y japonizante o extremoorientalizante del año 1888 se quedó reflejado en la siguiente anotación de los títulos de los libros publicados y anunciados en la revista La Esquella de la Torratxa: Son títulos sugerentes como �Nits de Lluna� de Frederich Soler en poesías, �Espinas de una flor...� y �i Flor de un día� de Manuel Angelon en novelas, �Algo� de Joaquim Maria Bartrina, La Exposición Universal de Barcelona, humorada agre-dolsa en vers de C. Cumá, Poesías asiáticas, El Hipnotismo del Dr. William Harveley, Fuliculí-Fuliculá de Manuel Cubas (326). Igualmente [180] podríamos incluir en esta lista La Sulamita, una comedia de Marco de Costales; La Historia del casco de José Ramón Mélida; La Exposición de Filipinas, una colección de artículos publicados en �el Globo� de Madrid; Latigazos, poemas microscópicos, de J. Navarro Reza; Mariposas sin alas, comedia dramática de R. Fernández de Miranda (327); La Inmigración china en Filipinas de Ramón Jordana y Morera; y Las piratas de Filipinas de Antonio García del Cantón. Además, están los artículos referentes a las noticias sobre el Japón y el Extremo Oriente durante el período de la Exposición Universal de Barcelona y algunos otros artículos como el titulado �Manila: muestrario de productos filipinos destinados al Japón� de E. Martínez de Velasco (328).

     Y por añadidura, Antonio García Llansó y J. Yxart publicaron sobre la Exposición siendo ellos mismos los autores, testigos y espectadores directos de ésta. También fue presentado un libro titulado Los Estudios completos sobre la Exposición Universal de Barcelona de 1888 por los autores José María Serrate, Teodor Mora y Adolfo de Castro en la publicación La Ilustración Española y Americana, el año siguiente del acontecimiento. Ésta había publicado asiduamente las noticias y las crónicas de casi todas las exposiciones universales celebradas en las ciudades europeas e incluso americanas y dedicó numerosas páginas a la divulgación de la Exposición de Barcelona. Entre éstas se destaca el artículo publicado el 22 de noviembre de 1888 con un grabado ilustrativo de la sección japonesa (Anexo - l).

     Asimismo hay unas noticias anecdóticas relacionadas con los países de Asia, algunas de las cuales citamos. En la sección de la �Revista Musical� de la I.E.A. del 30 de noviembre de 1888 escribió J.M. Esperanza sobre una opera titulada �Lakmé� de Gondinet y de Gille que relata el amor trágico de una mujer india, Lakmé, con un soldado inglés, con su suicidio final. Es una obra comparable a la de �Madame Butterfly� del compositor italiano Puccini. El ambiente orientalizante del escenario del jardín de bambúes y flores fue captado por el crítico como un sinónimo de un mundo lejano y exótico.

     Otra revista coetánea, La Esquella de la Torratxa publicó unos artículos acerca de la Exposición y la participación Japonesa que dijo lo siguiente:

                �...i a continuació l'hermosa casa de fusta dels japonesos, decorada ab llanternas de paper pintat, guardada per ninots vestits de guerrer y constantment de compradors de adquirir algun objecte típich de aquell remot país... [181]

     (Un dibujo ilustrativo del puesto japonés con los parasoles, lámparas o faroles de papel, las máscaras y las armaduras de muchos etc., interrumpe el artículo)

     Per qual motiu, com dihuen molt bé en lo ki-ki-ri-ki:

     Les japonais

     sont toujours gais (329)�.

          

     J. Yxart escribió un libro titulado �El Año pasado�, �Letras y artes en Barcelona� que describió la instalación japonesa y sus productos artísticos de la Exposición de Barcelona de 1888:

     �... La caseta japonesa, junto al lago, es también característica tal vez más que por su estilo harto conocido, por ser peculiar modelo de la habilidosa maestría con que improvisan los japoneses tales construcciones valiéndose particularmente del bambú y de la madera de enebro en su estado natural, contándolos, ensamblándolos, y labrándolos primorosamente y de tal modo, que pueden montar y desmontar el pabellón fácilmente y utilizando todas sus piezas...

     Los pintados farolillos colgantes bajo el cobertizo o ensartados a lo largo de las cuerdas ondulando, atadas de uno a otro poste; el mismo color natural de la madera empleada, le dan ese aspecto de construcción transitoria, que tiene un hechizo indefinible, y es el más propio, el más acorde con los mismos objetos expuestos, primorosos, quebradizos, elegantes y de colores delicados... Junto a ésos, ofrecen sus abanicos de paja los japoneses...� (330).



AMBIENTE DEL FIN DEL SIGLO XIX: EL JAPONISMO LITERARIO Y ARTÍSTICO EN ESPAÑA

     Los contactos ya iniciados en el siglo XVI y las influencias, mutuas entre el Extremo Oriente y el Occidente se desarrollaron extraordinariamente desde el siglo XVII, debido a la introducción de los objetos del arte extremooriental, junto a las noticias enviadas por los misioneros o viajeros. Si la influencia de lo extremooriental en los siglos XVII y XVIII está limitada en general a las artes decorativas, en el siglo XIX el arte oriental, particularmente el japonés, influye en la pintura europea profundamente y además, en las decorativas, en la escultura y notoriamente en el campo de la arquitectura.

     Todo este fenómeno ocurrió a partir de la década de 1860 aproximadamente cuando Japón empezó a abrir sus puertas al Occidente, tras haber estado éstas obstruidas por el régimen militar de Tokugawa. En este momento [182] Europa, el Occidente, sufre sus contradicciones internas e intentan superarlas, entonces, aspirando a un nuevo conocimiento de la vida y de la realidad que desborda por todas partes sus ideas habituales. Como un camino o un modo de este cambio y con una curiosidad superficial y exótica, se acerca al Extremo Oriente, a su arte y a su conocimiento, que le parecen asimilables o imitables.

     Como bien definiría Octavio Paz, poeta mejicano y gran conocedor de la literatura extremooriental:

                �...Hay períodos en los que predomina la sensibilidad hacia fuera, el amor a la exploración y al viaje... y un ejemplo de ello fue la fase inicial del Modernismo entre 1890 a 1905...� (331).           

     Precisamente en estos momentos el Occidente intenta mirar a los mundos de ficción, situados en el Extremo Oriente, en el pasado concluido o también en un mundo de fantasía. El gusto por lo chinesco en el siglo XVIII se convierte de esta forma en una tendencia al exotismo en el siglo XIX.

     No obstante, el orientalismo se manifiesta en dos vertientes diferentes y fundamentales: la del Extremo Oriente, incluyendo a China, Japón, Corea, las Islas Filipinas y algunos países de la península Indochina; la otra del mundo árabe, el Oriente Cercano, incluyendo el norte del continente africano y en ocasiones a la India inclusive. De la segunda vertiente podemos decir que su apogeo se sitúa en el siglo XIX, desde Delacroix hasta Fortuny i Marsal, quienes permitieron una auténtica iniciación a un arte diferente en sus principios y en su sensibilidad a través de viajes artísticos de los pintores y los literatos. Otra notable influencia del arte del mundo árabe surgiría a principios del siglo XX, en el cual acusarían sus consecuencias los pintores como Matisse. No obstante, antes habría que nombrar a los artistas españoles como Marià Fortuny i Marsal (1834-74) y Josep María Sert (1876-1945) junto a Eugenio Lucas(1817-70) y Francisco Lameyer(1 825-77) entre otros.

     La inclinación por lo árabe es sustituido por el orientalismo, por lo extremooriental, más concretamente, por lo japonés. Si el ambiente japonizante en el ámbito español de fin del siglo XIX ha sido un reflejo de las aficiones de índole general por las cosas y culturas orientales, el mismo afán empieza a especificarse, para determinados sectores apasionados por el Oriente, en unos objetivos concretos.

     El arte japonés fue un ideal soñado por los pintores como Degas, Manet, Monet, Gauguin, Van Gogh, Whistler y los españoles, los artistas catalanes y vascos. Si bien existen bastantes trabajos y artículos sobre este tema en el [183] ámbito europeo, especialmente francés, no se puede ignorar la existencia de las obras de artistas españoles (332).

     La España de fin del siglo XIX es calificada por Juan Antonio Gaya Nuño como uno de los períodos más confusos y contradictorios de la historia de España, extendiendo la parte del siglo XIX entre la declaración de guerra de Marruecos en 1859 y el final de otra contienda �bien infausta� en 1898, lo que equivale a la fecha también clave de 1900. En política interior, un ascendente sentimiento revolucionario que culmina en la proclamación de la Primera República, en 1873, para concluir con la Regencia; en política exterior, liquidación total de los restos del Imperio Ultramarino y comienzo de un peligroso aislamiento del resto de Europa; en lo literario y plástico, mezcla de admiración ilimitada hacia lo extraño y de introversión y revisión de lo propio (333).

     En efecto, el ambiente era propicio para el exotismo. La moda japonizante está en el ambiente de la clase burguesa, la clase dominante, sustituyendo a la aristocrática o la eclesiástica anteriores, y surgieron, desde ese momento, escritos y publicaciones sobre el Extremo Oriente. No obstante, la literatura �exótica� propiamente dicha floreció en los primeros décadas del siglo XX, aunque los artículos o los escritos referentes al Extremo Oriente surgieron al final del siglo XIX como un modo de difusión de lo extremooriental. El ambiente japonizante descrito por Pedro Salinas se refleja en sus escritos:

                �...en los años del japonismo artístico, al final del siglo XIX, la posesión de ese indumento. �kimono�, calificaba al europeo feliz que lo lograba como persona de gusto extremado y singular. Conocer ciudades remotas, arquitecturas extrañas, formas sociales de otros países, nos distinguen de la mayoría que no las conoce...� (334).           

     El cultivo de los temas extremoorientales entre los pintores y los poetas europeos nos explica la introducción del mismo motivo en el panorama artístico español, en la misma época, en la que se manifiesta el gusto por lo oriental a través de sus obras. Este fenómeno pudo ocurrir de esta forma, o bien fuera una simple imitación o la introducción de temas y objetos extremoorientales, o como un reflejo de la influencia de las filosofías y las religiones del Extremo Oriente. Su máximo representante, entre los literatos, sería el poeta centroamericano Rubén Darío acompañado por otros escritores y poetas como: Francisco Villaespesa, Enrique Gómez Carrillo, Gómez de la Serna, Edmundo González Blanco, Juan Ramón Jiménez, entre otros. [184]

     Rubén Darío, a pesar de no ser poeta español, fue uno de los que más influencia había ejercido en la poesía española y en el ámbito cultural de la época por su enorme importancia, tanto por el peso de su poesía como por lo significa como un modelo más difundido de �chinoiserie� y japonerías. A través de los testimonios de la época, alrededor de 1900, la importancia y la influencia de Rubén Darío fueron ya reconocidas en las letras hispanoamericanas (335). Igualmente fue asiduo al círculo de �Els Quatre Gats� junto a los pintores, escultores y literatos españoles como Joan Maragall, Rafael Nogueras Oller, Eduardo Marquina, etc., en el comienzo de 1900. Rubén Darío se presentó en busca de Santiago Rusiñol o de Pompeyo Gener, amigos de Apel�les Mestres, una de las máximas figuras del �Extremorientalismo� en el ámbito español (336).

     Rubén Darío prefirió el Extremo Oriente, quizá por su lejanía geográfica, o por su época antigua, no conocida por los occidentales, el �oriente Antiguo� que se refleja en muchas de sus obras. En el poema �Divagaciones� dijo claramente:

                �...Ámame japonesa, japonesa antigua, que no sepa de naciones occidentales...�.           

     El entusiasmo de Rubén Darío se había reflejado directamente en su poesía. Sus obras más conocidas son de temas orientales, unas veces declaradas, otras veces captables. Casos declarados son los poemas de las �Las Divagaciones� o �El País del Sol�, por ejemplo.

     Al examinar el fondo alusivo de las imágenes de mujeres en sus obras, nos sorprende la descripción de estas princesas que tanto le gustan, casi todas vestidas de seda, con un abanico en la mano y recostadas sobre un palanquín o en un diván. Las cosas y las palabras preferidas por el poeta son en su mayoría de inspiración extremooriental, tales como: �el abanico�, �el pavo real�, �la libélula�, �de seda�, �la porcelana�, �la pagoda�, �el loto�, �el crisantemo�, etc.

     Esto no significa que sólo se encuentran estas cosas o estas imágenes en el Extremo Oriente, sino que éstas nos recuerdan inmediatamente al Extremo Oriente, que más tarde se reflejaría en las obras plásticas de los artistas catalanes y vascos. Fue Rubén Darío que dijo que:

                �Los llamados decadentes, es cierto, han consagrado gran parte de sus cuidados a los prestigios de la forma; mas no se han quedado solamente en el mundo [185] marmóreo de la Grecia, tan caro a las escuelas académicas por lo que tiene de limitado, de lineal y de comprensivo. Han buscado por todas partes las manifestaciones profundas del alma universal, han visto en el Oriente (Extremo Oriente) un mundo de extrañas iniciaciones...� (337).           

     Antes que los hermanos Goncourt introdujeran la moda del japonismo artístico en el ámbito parisino, ya había manifestaciones del orientalismo, particularmente protagonizado por Théophile Gautier, uno de los primeros orientalistas europeos junto con los escritores citados, que junto a su hija creó obras de �chinería� de lo cual Rubén Darío recordó así:

                �...Gautier adoraba a las princesas chinas...�.           

     Otro literato, Enrique Gómez Carrillo, quien pudo haber recibido algunas lecciones de literatura china o japonesa, en uno de sus escritos comparó a Rubén Darío con Li Tai-Pe (o Li Bo), uno de los poetas más representativos de la literatura china. Y en un comentario sobre el libro titulado �Monsieur Phocas! y de su protagonista dijo lo siguiente que es comparable con el pensamiento de Gauguin, reflejado en una carta dirigida a su amigo Emile Bernard, después de haber visto el arte japonés en la Exposición Universal de París. Tanto Gómez Carrillo como Gauguin hablaron de �lo nuevo� y �el aire fresco� que se pudiera encontrar en el Japón, en el Extremo Oriente:

                �... un día Sir Tomas Welcome le dice: �Abandone usted a Ethal... abandónelo usted y márchese usted en busca del sol, del aire, de frescura, hacia países nuevos, la India, el Japón...� (338).           

     La revista dirigida por Gómez Carrillo, El Nuevo Mercurio, publicada en 1907, contribuyó a la gran difusión del orientalismo, sobre todo, de la moda del japonismo en España. Es debido a la colaboración asidua de su director y autor en varios temas japonizantes, tales como: L'Âme Japonaise, Por Por Tierras lejanas, El Japón Heroico y Galante, etc. Asimismo escribió algunos artículos como �El Heroísmo japonés�, que cuenta el espíritu heroico de los guerreros japoneses; �El sentimiento poético japonés�; �La China Nueva�, en las páginas de El Nuevo Mercurio en 1907. Particularmente l'Âme japonaise, el alma japonesa fue traducido al francés por Ch. Barthez llegando a tener cinco ediciones [186] y fue un éxito en América y en Europa (339). �Mis orientales� es otro artículo de Gómez Carrillo referente al tema exótico.

     Un poeta español de la línea de Rubén Darío, Francisco Villaespesa escribió una obra singular de la chinería-japonería antes de 1900. Villaespesa pasa ya en esta época por unos momentos efímeros del exotismo, paralelo a lo de Rubén Darío. Su japonería es un ejemplo típico que no añade nada a la chinería y la japonería de Rubén Darío y repite los mismos elementos con la misma facilidad. Un soneto de Villaespesa es el ejemplo de lo dicho:

           �Perfume a rosa temprano           
tu oculto jardín transmina;
carne en miel áurea y lozana,
de naranjada mandarina.
En tu tez de porcelana,
la pupila oblicua y fina
finge la ilusión lejana
de un vuelo de golondrina.
Y en la paz de la arboleda
�Qué envidia tendría el Micado
de quien desate el tesoro
de tu kimono de seda
color de cereza, bordado
de crisantemos de oro! (340).

     La última estrofa de la poesía de Villaespesa, que habla del kimono japonés bordado de flores de crisantemo, nos lleva directamente a la indumentaria de las figuras femeninas de Alexandre de Riquer.

     Más tarde, Juan Ramón Jiménez incluye en Las Hojas Verdes una japonería además de escribir �Ninfeas y almas de violeta� (1900) u otras obras poéticas japonizantes:

           �Heine. Laforgue. Verlaine...           
Luna de mi corazón,
niña blanca, si ha nacido en el Japón.
Baja a mis labios tu cara
de flor de almendro, pues eso
lo necesito yo para darte un beso.
Háblame tú con tu voz
musmé fresca y gentil
luna de nardo, de arroz y marfil! [187]
Y si fueras por tu cuna
noble y pálida princesa
cásate conmigo, luna japonesa!�

     Aunque son obras de las primeras décadas del siglo XX, Juan Ramón Jiménez escribió sus versos japonizantes muy parecidos a los de Rubén Darío. En su obra �Melancolía� Juan Ramón delata su conocimiento sobre el arte japonés al incluir el nombre de un grabador japonés de la escuela de Ukiyo-E. Se trata de Utamaro, uno de los grabadores japoneses más populares en el ambiente literario y artístico de Europa finisecular que le dedicó elogios -entre ellos se encontraba Gauguin- que Juan Ramón dijo lo siguiente:

           ��Oh, a esta hora,           
los góticos y florecidos
claustros.
el Partenón, el Nilo,
las cosas de Utamaro,
la mujer nunca vista,
el arte solitario...!�

     Asimismo Juan Ramón confesó que:

                A veces he ido a mis primeros versos y a los paisajes donde los viví, con la idea de encontrar aquel resplandor oriental de la poesía. aquel color de 1899...� (341).           

     Juan Ramón Jiménez conocía las estampas japonesas y al hacer una crítica en la revista Forma sobre las obras de su amigo Joaquín Sorolla hizo referencia a las características del grabado japonés:

                �Si los japoneses hubieran sentido el claro oscuro como han sentido las entonaciones de color, su pintura habría sido indudablemente la más milagrosa de la naturaleza; pero en sus paisajes artémicos, en sus interiores descoloridos como heliotropo, como nieve, como arroz, las figuras están aplastadas y toda la gracia del dibujo y de la composición se pierde en una lividez difusa de luminosidades de líneas...� (342).           

     Con estas manifestaciones se refleja lo que el grabado japonés era conocido en aquel entonces como la pintura representativa del Extremo Oriente, y un literato como Juan Ramón escribiera una comparación entre la pintura occidental y la japonesa. Las notas más características del grabado japonés son [188] descubiertas por el poeta: la entonación de colores, la gracia del dibujo y de la composición, etc. Por añadidura, la revista finisecular Forma, subtitulada �la Publicación ilustrada del arte español antiguo y moderno y de obras extranjeras existentes en España�, fue como una guía en el gusto o en la dirección artística de aquel fin del siglo, junto a otras revistas como la Luz o la Joventut en el ambiente renovador barcelonés.

     Los autores traducidos al español y comentados, los que nos interesan por orientalismo, son Lafcadio Hearn con su Kokoro, Impresiones de la vida Interna del Japón, Judith Gautier con El Romance de la Vía Láctea, los hermanos Goncourt con Japoniserías de Mallarmé, entre otros. El ambiente estaba suficientemente salpicado por el japonismo desde el periodismo hasta la moda femenina, uno de cuyos ejemplos, o más bien indicios, fue descrito por Gómez de la Serna en lo siguiente:

                �Fue entre el final y principio del siglo, como una alusión al Sol naciente y como vestigio de lo que aún de Filipinas el saldo postrero, entró el furor de los salones Japoneses, y hasta en la casa que hoy ocupa el teatro Alcázar se inauguró un salón japonés y una máscara enorme de viejo �bonzo� colgado sobre la embocadura...

     Sonaba un �gong� cuando comenzaba sus varietés y todas las artistas salían en puros kimonos, que en seguida se quitaron, quedándose en traje de antiguas bañistas, la mayor malicia que consentían las costumbres...� (343).

          

     De este �bonzo� ya teníamos una referencia tan temprana en el siglo XVI, en los capítulos XIX y XX del libro de Juan González de Mendoza la Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reino de la China que contó lo siguiente:

                �...Hay entre los muchos sacerdotes de los ídolos, a quien llaman �bonzos� de los cuales hay grandes conventos... (344)�.           

     De lo mismo dijo Cirici Pellicer en su libro La Estampa Japonesa lo siguiente:

                De los siglos IX, X, XI y XII han llegado hasta nuestros días numerosas máscaras religiosas o de teatro, caracterizadas por una expresión enérgica que realza la violencia de los pelos de caballo que las adornan. Presentan estas caras una viva variedad de sentimientos encarnados en genios o dioses...�.           

[189]

I. INTRODUCCIÓN

     Las relaciones de los varios grupos nacionales españoles antes de estallar la Guerra Civil no eran tan intensas como generalmente se cree con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón. Tampoco existían unas relaciones estrechas con los movimientos fascistas alemán o italiano, hacia los cuales tenían simpatías ideológicas (345), Alemania e Italia, debido a sus políticas expansionistas particulares, estaban teniendo un proceso de mutuo acercamiento a propósito de la Guerra de Etiopía. A partir del día 18 de julio de 1936, al comenzar la Guerra Civil española, cada país, por separado, se alineó a favor del bando franquista y se embarcó en una política de intervención armada. Paralelamente, [206] en el mes de octubre nació el denominado Eje Berlín-Roma y, más tarde, en noviembre de 1936, fue firmado por Alemania y Japón el Pacto Anti-Comintern. Posteriormente, en noviembre de 1937, Italia se adhirió al Pacto y se definieron las relaciones del Eje Tokio-Berlín-Roma. �Qué relación tuvo el régimen de Franco con estos países?

     Este estudio trata sobre las cuestiones de las relaciones internacionales de la Guerra Civil Española, derivadas de la participación del bando franquista en el pacto anticomunista nipo-germano-italiano del día 27 de marzo de 1939, desde el punto de vista de las relaciones entre los gobiernos de Tokio y de Salamanca-Burgos, lo que no se ha tratado hasta el presente. Por otro lado, ofrece materiales para entender más ampliamente la cooperación entre el Fascismo, cuya investigación está enfocada principalmente, hasta ahora, sobre los acontecimientos relativos a Europa.



2. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y LOS PAÍSES DEL EJE

     La idea del Pacto Anticomunista surgió alrededor de los años 1934 y 1935, al principio como alianza entre Alemania y Japón, y con este objetivo fue planeada (346). El calificativo de �Anticomunista� mostraba que esta alianza tenía un carácter ideológico muy claro y desde este punto de vista, el Frente Popular español era interpretado, por tanto, como un instrumento del Comintern. El informe del Ministro de Exteriores de Japón, Arita Hachirô, al Consejo Privado del Emperador, señalaba �El conflicto en España es una conspiración del Comintern� (347). Considerando las intenciones de esta alianza anticomunista, no obstante, la Cuestión Española no fue la principal disputa que condujo a ella, y en eso coincidían tanto por el lado alemán el Ministerio de Exteriores y el órgano de Ribbentrop (Auswärtiges Amt) como, por el japonés, el Ministerio de Exteriores (Gaimushô) y la denominada �Diplomacia Militar� (348).

     No se puede demostrar que el �levantamiento nacional� del 17 de julio de 1936 fuera a causa de una conspiración planeada por los nacionales con Alemania, Italia y, además, Japón (349). No obstante, tras el estallido de la Guerra Civil, [207] las relaciones entre los nacionales españoles y los países del Eje, Alemania e Italia, fueron más allá de los formalismos (350). A finales de julio de 1936, unos días después del estallido de la Guerra Civil, mientras que las negociaciones germano-japonesas del Pacto Anticomunista comenzaban a configurarse, los generales Franco y Mola solicitaron a Hitler el envío de armas y de otra ayuda, usando diferentes intermediarios (351). Hitler autorizó la ayuda al Ejército de África dirigido por Franco, en gran medida a cambio de conseguir una mayor influencia en Marruecos y se puso en marcha al acabar el mes de julio de 1936 (352). La solicitud de ayuda a Hitler por Franco, en cualquier caso, se realizó por una razón ideológica, mientras que la respuesta positiva del alemán fue por una motivación económica de asegurar los recursos militares y otra de estrategia contra Francia (353).

     Así, desde finales del mes de julio, se puso en marcha la ayuda militar, tanto desde Alemania como desde Italia, que también se aceptó la solicitud de ayuda material del bando nacional (354). Esta ayuda en los primeros momentos del conflicto, según sigue afirmando Whealey, fue un factor clave para permitir a los nacionales establecer un frente de batalla en la península y, más tarde, reforzar su iniciativa, aunque habían comenzado siendo inferiores en cuanto a fuerza militar (355). Por poner un ejemplo, la ayuda efectiva para el envío de material militar y de efectivos del ejército de Marruecos a Andalucía se prolongó desde el 29 de julio al 11 de octubre (356). Como consecuencia de esta ayuda italo-alemana en el transporte de tropas, se alivió finalmente la frustración del �Alzamiento�; es decir, este envío del �Ejército de África� permitió que tuviera éxito [208] el movimiento al juntarse los ejércitos nacionales del Norte y del Sur, dirigidos por Mola y Franco. Si comparamos las medidas efectivas de apoyo por parte alemana e italiana con la ayuda japonesa al levantamiento nacional, dejando aparte el condicionamiento geográfico, ésta no fue muy activa, tal como podremos comprobar en los párrafos siguientes.

     El 28 de julio de 1936, el �Comité de Salvación Nacional� de Burgos, presidido por Cabanellas, envió una carta al Gobierno japonés pidiendo su reconocimiento y ayuda:

                �Tengo el honor de informar al Gobierno de Su Excelencia de la afirmación y la toma del poder del nuevo Gobierno del Estado Español, con el título de Comité de Defensa Nacional, constituido el 23 del corriente en Burgos, su sede provisional, bajo mi presidencia y con los miembros Andrés Saliquet, Miguel Ponte, Emilio Mola, Fidel Dávila -generales-, Federico Montaner y Fernando Moreno -coroneles- nuestro gobierno espera y desea mantener con el de Su Excelencia las mismas relaciones cordiales y amistosas que han existido siempre entre nuestros dos países� (357).           

     Dos días después, el día 30, fue enviada de Burgos a Tokio otra carta con contenido semejante, pero la petición de Mola y los suyos no fue aceptada por Japón. Además, Esteban Roldán Oliarte, una persona residente en ese momento en Tokio cercana a los nacionalistas y que recibía algunas facilidads del gobierno japonés, dirigió una carta al Ministro de Exteriores, Arita: �Pero aún dentro de ese protocolo y de las consiguientes precauciones puede ese gobierno [japonés] tener un gesto amable para el Gobierno del General Miguel Cabanellas por lo que representa de valla al comunismo soviético� (358).

     El gobierno japonés, finalmente, no acabó mostrando una actitud especialmente activa. Más bien, estaba ocupado con la Unión Soviética y con el problema de China y en ese momento contemplaba la Guerra Civil Española como un problema que le resultaba ajeno. Por otro lado, desde el 6 de agosto de 1936, empezaron las negociaciones para la Política de No-intervención respecto a la [209] Guerra Civil Española, principalmente por parte del Reino Unido y Francia. Japón no participó, pero Alemania e Italia sí llegaron a hacerlo en estos acuerdos de No-Intervención que, sin embargo, prácticamente no tuvieron efecto en España (359).

     Hitler ordenó al capitán Canarias, por un lado, tener una entrevista con Franco, realizándose el 2 de agosto y, por otro, lo envió el día 4 a Italia, a tener una entrevista secreta con el jefe del Estado Mayor, el general Mario Roatta. Se puede considerar que Hitler trató de coordinar su política �ante la Guerra Civil� por medio de las conversaciones secretas con Italia.

     El gobierno japonés, por su parte, recibió el 26 de agosto una declaración de la Legación Española en Japón en la que daba cuenta de su adscripción al bando nacional, dando aprobación tácita. Al mismo tiempo, los miembros de la Legación de Japón ante el gobierno de la República escapaban de Madrid y el gobierno de Tokio recibía oficiosamente informes del bando nacional facilitados por el representante del Comité de Salvación Nacional en Lisboa, enviados por su Legación en esta ciudad (360).

     La política de Mussolini con respecto a España fue más activa que la de Hitler y el 27 de agosto desembarcó un equipo de 200 hombres en la isla de Mallorca (361). Mussolini se entrevistó con el Ministro sin cartera enviado por Hitler, Hans Frank, en relación con el problema de la Guerra Civil española y desde entonces ambos países asumieron una política común ante la guerra española y se comprometieron mutuamente a formar una zona de �control exclusivo�, Alemania en el Báltico e Italia en el Mediterráneo (362).

     Al llegar el otoño, se aceptó el consejo de W. Warlimont, del Consejo Mayor Económico, sobre la ayuda de Alemania a España, indicando que ésta debía ser algo más activa y tuvo lugar lo que se denomina como �Estrategia Otto�, centrada en la entrega de armamento como forma de intervención en la Guerra Civil. Así, en el mes de septiembre fueron enviados al Ejército nacional un equipo de 553 hombres por parte alemana y otro de 413 por la italiana (363).

     Llegando el mes de octubre, la situación evolucionó vertiginosamente. El 23 de este mes el Pacto Anticomunista se firmó provisionalmente entre Alemania y Japón, yendo el mismo día Ciano a visitar oficialmente Berlín, reuniéndose con Hitler el día 24 y consultando el caso del reconocimiento del [210] gobierno provisional de los Nacionales en España. Este reconocimiento tuvo lugar el 18 de noviembre de 1936. Después, el 31 de octubre Alemania envió la Legión Cóndor y comenzó a funcionar la táctica �Wintembung Hansa� (364). A finales de noviembre de 1936, el número de oficiales destinados a la ayuda a Franco había sido ampliado a 4.523 hombres (365).

     Italia consolidó gradualmente su alianza con España, pero no llegó a cumplirse, por otro lado, la idea de un Pacto Anticomunista independiente del nipo-alemán entre Roma y Tokio (366). Por parte de los nacionales, el 28 de noviembre, el representante del gobierno italiano, Filippo Anfuso, consiguió la promesa de que el Mediterráneo sería zona exclusiva. A cambio de esta promesa, fueron enviados un buen número de soldados a la península, principalmente del Ejército de Tierra. En primer lugar, el 26 de diciembre salió el denominado Corpo Truppe Volontarie, compuesto de 3.000 hombres y en enero del año siguiente se añadieron otros 25.000 hombres más. Finalmente, el 30 de enero de 1937, el número de italianos integrados en el Ejército Nacional ascendió a 28.700 hombres (367). Esta intervención de potencias extranjeras en la Guerra Civil no ocurrió solamente en el bando nacional, sino también en el republicano; los primeros carros de combate procedentes de la Unión Soviética comenzaron a participar en el frente el 24 de octubre de 1936 (368). De esta forma se convirtió en una auténtica guerra lo que había empezado como un pronunciamiento de los nacionales.

     Con el desarrollo de esta situación, el Ejército nacional, que no se había unificado hasta entonces, lo fue bajo el mando de Francisco Franco, como Generalísimo, a partir del 1 de octubre (369). Respecto a la unificación política, sin embargo -aunque se considera que estaba más integrado en comparación con el bando republicano-, hubo de esperarse hasta abril de 1937. Así, con el partido de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS como eje, se formó una coalición en el bando nacional bajo los �principios franquistas� como amalgama. La autoridad conservadora y contrarrevolucionaria de Franco consiguió prácticamente el poder absoluto en el año 1938 (370). El 25 de noviembre de 1936, el Ministerio de Exteriores alemán envió el siguiente telegrama a sus delegaciones en España respecto a la firma del Pacto Anticomunista: �Hoy se establece el Pacto Anticomunista germano-japonés, sin embargo su objetivo [211] nunca será contra terceros países (371). Sobre la forma de tratar de unificar las delegaciones en el exterior, el embajador alemán en Salamanca, Von Faupel, intentó sondear a su país de la siguiente forma el 3 de diciembre: �Hoy en día, no hay lugar donde haya aumentado tanto la amenaza del Comunismo como en España, por lo tanto pido instrucciones sobre el Pacto Anticomunista, si tenemos que dialogar sobre este tema o no� (372). Inmediatamente, recibió las siguientes instrucciones de su país: �No hay necesidad de conversaciones� (373).

     Sobre esta cuestión, ya se habían enviado instrucciones en el mes de octubre afirmando �la nazificación de España no es deseable� (374). Este pensamiento, opinión del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, también fue la respuesta al problema de la participación española en el Pacto Anticomunista. A pesar de ello, el mismo embajador Von Faupel volvió a plantear en el mes de noviembre. Von Faupel, quien había pasado por el Freikorps, era muy ideológico e incluso tenía intención de realizar la nazificación del bando nacional por medio de la ayuda a la facción �izquierdista� de la Falange, dirigida por Manuel Hedilla (375). Por otra parte, aunque Franco y el bando nacional eran �anticomunistas� ideológicamente, por sí mismos no solicitaron participar en el Pacto Anticomintern. Por ejemplo, Franco dijo lo siguiente por aquellas fechas: �Hemos de concienciarnos que esta lucha está adquiriendo para nosotros cada vez más el carácter de una Cruzada, es decir, una lucha por defender nuestro pueblo y nuestra cultura. Ya intentada varias veces desde España, esta lucha es la que trae la paz a este mundo a punto de destruirse� (376).

     Esto es sólo una parte de la visión mundial de Franco, no obstante, muestra que su pensamiento no era pseudorrevolucionario en el sentido de querer destruir la situación presente, sino más bien conservador-reaccionario. La actitud de Von Faupel no fue aceptada por Franco y en octubre de 1937 volvió a su país, dejando en su puesto a Von Stohrer, funcionario procedente del Ministerio de Asuntos Exteriores, quien había ya tenido experiencia previa en España, en donde había trabajado entre los años 1913 y 1919. En este punto deseamos añadir algunos datos sobre la táctica político-militar alemana hacia la Guerra Civil. En los años 1936 y 1937, la participación española en el Pacto Anticomunista no les interesó a las oficinas diplomáticas del partido nazi y además la política en relación a la Guerra Civil Española no podía dañar a Hitler. Cuando [212] éste decidió intervenir, tenía dos ideas principales; por una parte, que la ayuda podría servir como propaganda anticomunista para fanatizar a las clases medias y altas, y por la otra, que su intervención podría producir el incremento de su poder militar y la neutralización de Europa a través de una política de apaciguamiento por parte del Reino Unido, Francia y otros países (377). Al finalizar el año 1936, la ayuda a los nacionales alcanzó su punto más alto y desde ese momento la intervención no aumentó (378).

     Con respecto a la actividad de Japón, el Ministro japonés en España, Yano Malkoto, envió un telegrama el 4 de diciembre de 1936 a su Ministro de Exteriores, Arita Hachirô, que señalaba: �Corren rumores de que, como resultado de la alianza nipo-alemana, Japón reconocerá a Franco� (379). Sin embargo, después de todo, era sólo en rumor. Simplemente, la actitud de los militares en el Japón de entonces no podía dejar de ser tenida en cuenta. En este sentido, se expresaba el capitán del Ejército de Tierra, Nishiura Susumo, residente en Francia, en un telegrama dirigido el 6 de enero de 1937 al Subsecretario del Estado Mayor, que puede ser considerado como muy interesante:

                �1) [...] Alemania trata de establecer una influencia propia en el lado del ejército revolucionario [Nacional], 2) [...] Alemania tiene la promesa de obtener recursos minerales en la parte oriental de España y además espera convertirlo en una posición de diversión contra Francia, mientras que Italia está llegando a ocupar puestos estratégicos muy importantes en la isla de Mallorca [...] 3) Hoy, con la alianza existente entre Alemania y Japón, el ejército gubernamental [republicano] está mirando a Japón con abierta hostilidad, por lo tanto nosotros [el gobierno de Japón] tenemos que tener contacto con los militares revolucionarios [nacionales] y tomar su actitud como una fuerza muy importante en el lado anticomunista. Ya que Alemania está colonizando a España, en el futuro será necesario revisar la disminución de la presión directa contra la Unión Soviética desde la parte alemana. Los intelectuales del ejército revolucionario están sintiendo cada vez más la ambición alemana de colonizarlos. 4) [...] El armamento de la Unión Soviética es bueno� (380).           

     El Agregado Naval en Francia también envió el 7 de enero a sus superiores información, citando palabras del Agregado Militar Nishiura Susumu: �La Unión Soviética, aprovechando la Guerra de España, lleva a concentrar la atención de Alemania hacia el Oeste [...]. Por parte de Alemania e Italia, parece que ellos intentan evitar extenderse a una guerra general a causa de la Guerra Civil Española� (381). En definitiva, la forma en que se había llegado a comprender [213] la guerra española en Japón, y especialmente en el Ejército japonés, era diferente de la de Alemania o Italia (382). Pero este análisis no llevó a ningún resultado concreto hasta que, al entrar Japón en el fangal de lo que sería la Guerra con China, desde julio de 1937, la Guerra de España dejó de ser observada desde la lejanía, para pasar a ser vista como algo que afectaba directamente.

     Así, el 6 de noviembre de 1937, en el segundo año de la Guerra Civil, los tres países del Eje firmaron el Pacto Anticomunista con el fin de anular las relaciones bilaterales que habían existido antes. En menos de un mes, el 1 de diciembre, el gobierno japonés reconoció formalmente al gobierno de Franco (383). Por supuesto, este reconocimiento a Franco por parte de Japón no fue debido a una gestión activa que partiera del gobierno japonés, más bien, con el comienzo de la Guerra Chino-Japonesa, no quedaron muchas alternativas para Japón y hubo de buscarse una salida por medio de las alianzas anticomunistas. Japón fue requerido por Italia y Alemania para reconocer el gobierno de Franco de tal forma que se hiciera efectivo ese frente anticomunista. Ésta es la verdad de lo ocurrido (384).

     Además, estos nacionales, que recibieron el �reconocimiento� en este año de 1937, no buscaban una alianza política con ningún país determinado sino, más bien, lo que se deseaba ardientemente era cooperar en un sentido práctico como, por ejemplo, una �colaboración anticomunista policíaca� con Alemania (385). Al acabarse el año 1937, los tres países del Eje estaban reunidos en la [214] misma mesa. Por supuesto, la Guerra Civil española era un tema tratado en la conversación, aunque no era su tema principal (386). Poco después, tras llegar el año 1938, Japón se acercó más a los países del Eje y llegó a tener una relación más íntima con el gobierno de Franco.



3. LA PARTICIPACIÓN DEL GOBIERNO DE FRANCO EN EL PACTO ANTICOMUNISTA

     Al comenzar el año 1938, repentinamente, comenzó el problema de la concreción en hechos del �fortalecimiento del Pacto Anticomunista�. En el caso japonés se observa un mayor interés desde el punto de vista de la táctica y la estrategia frente a la Unión Soviética; por otro lado, en el caso alemán, el punto de partida consiste en la estrategia frente a Gran Bretaña. Ya que la existencia del Pacto nipo-germano-italiano mostraba con una mayor claridad la línea divisoria frente a los Estados Unidos y al Reino Unido, en el gobierno japonés de entonces se dieron posturas pasivas frente al Pacto, especialmente en su Ministerio de Exteriores o Gaimushô. Es decir, el gobierno japonés pensaba que debía de abstenerse de mostrar una postura de hostilidad hacia Estados Unidos e Inglaterra.

     La política del gobierno nacional de España era más sensible que la del japonés con respecto a los gobiernos de los países democráticos. El 4 de mayo de 1938, el embajador alemán, Von Stohrer, envió el siguiente telegrama a Berlín:

                �Cuando se le preguntó a Franco si era oportuna o no la participación en el Pacto Anticomunista, él dio la siguiente respuesta: 'Yo mismo tengo una postura propia claramente anticomunista. Sin embargo, mientras continúe la Guerra Civil, la participación de España en el Pacto no puede llegar a realizarse. Ello es porque nosotros no podemos desestimar la fuerza de Francia e Inglaterra. Portugal y Grecia también tienen dudas por este motivo. Sin embargo, cuando termine la guerra no podremos dejar de pensar en ello� (387).           

[215]

     De esta forma, Franco rechazó oficialmente la participación en el Pacto Anticomunista y Alemania no insistió más (388). Observando el proceso de rechazo de Franco a la participación en el Pacto Anticomunista, podemos percatarnos de lo siguiente: 1) La intención de separarse de Alemania e Italia por parte de los nacionales. 2) Por parte de Italia y Alemania, ellos tomaron una política menos agresiva hacia Franco, proveniente de unas intenciones apaciguadoras hacia el Reino Unido y Francia (389).

     Para explicar especialmente este hecho, podemos observar el telegrama que envió el 13 de marzo de 1938 el encargado de Negocios japonés en España, Teiichiro Takaoka (390), al Ministro de Exteriores, Hirota Kôki:

                �A petición del vicepresidente del gobierno y Ministro de Exteriores, Jordana, he tenido una entrevista el día 11 en Burgos... [...] La razón por la que le solicité tener una entrevista con Vd. es porque tengo que pedirle algo especial con un secreto, absoluto. El gobierno japonés habrá tenido conocimiento de una pérdida, la del Crucero Baleares. Nosotros estamos actualmente construyendo el Crucero Navarra y otros para complementar dicha pérdida, pero para poder suplirla en estos momentos tenemos que preguntar a vuestro gobierno si hay posibilidad de que cediera a España dos destructores [...] Considerando la relación de amistad y sinceridad entre Japón y España, y el hecho de que ambos países están luchando por los mismos ideales, finalmente Franco ha llegado a pensar en pedir a Japón [...] es una petición urgente [...] Como ha mencionado el Ministro de Asuntos Exteriores en su conversación, actualmente parece que Alemania e Italia no están de acuerdo con la cesión de dos destructores, por lo que no volví a preguntar a Jordana sobre este asunto. Pienso que esto es demasiado importante para dar mi propia opinión, pero si me permite que yo se la diga, no importa si [Japón] es un país del Pacto de No-Intervención o no [...] Es un hecho abiertamente conocido, [...] aunque hay dificultades [...] actualmente el gobierno se está enfrentando con una gran crisis [...]. La vida y la muerte de Franco depende de la decisión de los tres países del Eje. Me temo que, en el caso de que le haga falta cualquier cosa, material o espiritualmente, y de que se pierda esta [216] oportunidad, se puede echar a perder el sentido de nuestro reconocimiento al gobierno de Franco� (391).           

     Entre la documentación del Gaimushô no está el telegrama de respuesta al del día 13. Sin embargo, según el telegrama enviado por Takaoka al Ministro Hirota Kôki el día 20 de marzo, la respuesta de Hirota fue así: �Por nuestra parte, a diferencia de Alemania e Italia, no debemos intervenir intensamente en los asuntos militares y políticos de España. [...] De ahora en adelante, hemos de tener mucha precaución de no ser involucrados[...]� (392). Más tarde, sobre este problema, el Ministro envió un telegrama afirmando que si hubiera una petición española para construir barcos nuevos, el gobierno japonés habría podido considerarla favorablemente� (393).

Posteriormente, el lado franquista pidió por segunda vez la cesión de barcos, no la construcción de nuevos. El telegrama enviado por el encargado de negocios, Takaoka, transcribía una entrevista con Jordana, señalando:

                �El gobierno de Franco agradece la buena voluntad del gobierno Imperial y reconoce los motivos japoneses para tener que negarlo y la razón de esta petición, que señala que Japón y España están luchando contra el comunismo. Las dos luchas son complementarias y para que la marina española llegue a completar el dominio de Franco -considerando que la reparación y construcción de nuevos barcos aún no esta terminada-, solicitamos barcos al Gobierno Imperial, con el fin de salvar la dificultad actual [...] Si España tuviera tiempo valdría la pena pedir nuevos barcos, pero actualmente la situación militar es muy apurada y es necesario complementar la pérdida del Baleares, lo más pronto posible, insistiendo así, entiendo la necesidad de las Fuerzas Armadas Imperiales de tener el mayor número de barcos posibles para prepararse ante cualquier conflicto internacional. España pide que se los concedan con la condición de devolverlos inmediatamente, si Japón le pide a España que lo haga. [...] El gobierno de España está seguro que el de Japón va a tomar todas las medidas necesarias para aceptar esta petición, pidiendo barcos relativamente viejos, como el �Kamikaze� y el �Akikaze�... Aquel gobierno da la mayor importancia a esta petición y con este hecho espera la buena voluntad del gobierno Imperial� (394).           

     Al recibir la petición del bando nacional, la gestión le fue encargada también, desde Burgos, al teniente coronel Seiji Moriya, que había estado en España, para intervenir cerca del lado japonés, sobre todo de su ejército. En telegrama [217] de 11 de abril señalaba Takaoka: �Nosotros también hemos mandado el telegrama sobre el asunto de los barcos� (395). Sin embargo, la respuesta final del gobierno japonés sobre la cesión de los barcos fue negativa� (396).

     Sobre esta cuestión, las autoridades correspondientes del lado nacionalista se refieren de la siguiente forma: �Quisiera agradecer la intención favorable de vuestro país y la intermediación suya [Takaoka] y hemos entendido suficientemente la situación. También agradecemos mucho la respuesta tan amable. En relación con esta respuesta, tras informar al General Franco y consultar al Gabinete, deseamos que nos pida nuestra intermediación en caso de que la necesite� (397).

     Sobre los detalles de estos momentos, es interesante señalar lo que el entonces Ministro de Marina del bando nacional, almirante Cervera, recuerda (398):

               �El día 5 de marzo, el �Baleares� fue hundido. Esta pérdida fue un golpe muy grande para la marina nacional. Por eso, llegamos a perder un tercio de nuestra Marina. Además, la mayoría de los otros barcos estaban en reparación y el grupo dedicado a la fuerza aérea no servía como potencia militar. Tal es el panorama cuando nos encontramos con la proximidad del huracán. La solución que se nos ocurrió fue la concesión de los barcos por los países amigos; en primer lugar, con respecto a Alemania, la situación con el Reino Unido empeoraba y la vigilancia inglesa era cada vez mayor, por tanto la marina alemana tuvo que retirarse de las aguas territoriales españolas. En el caso de Italia, la disputa con el Reino Unido se hacía cada vez más fuerte y no pudo mostrar un comportamiento provocativo. Finalmente, ni Alemania ni Italia pudieron acceder a la petición y, por ello, España tuvo que solicitarla a Japón. Esta solicitud fue realizada por medio de la Legación de Japón en España y de los militares del ejército de tierra que estaban en España. Al principio, se veía que el asunto iría sin problemas; sin embargo, no tuvo éxito. España no estaba de acuerdo con esa forma de dar una esperanza y luego fracasar (399).           

[218]

     Finalmente, la cesión no llegó a ser aprobada por Japón, a pesar del celo del intermediario Takaoka en ello, lo que le hizo concebir esperanzas temporales al Almirante Cervera (400). Sobre el porqué de la insistencia del gobierno de Franco al solicitar la cesión de los barcos, Whealey menciona que durante la primavera del año 1938, todavía no existía convicción en una futura victoria del bando franquista (401). Además, este asunto de la cesión de los barcos tenía tanta importancia que no se pudo dejar pasar inadvertido; insistieron incluso que la ayuda de armamentos de Francia al gobierno republicano desde el 12 de marzo al 3 de junio de 1938 fue provocada por la indefensión en la línea costera causada por el hundimiento del Baleares (402). El 15 de abril, no obstante, el ejército nacional llegó a rodear Barcelona al alcanzar la costa mediterránea y el 31 de mayo, con la toma de Vinaroz, Franco hizo un llamamiento para convertir la pérdida del Baleares en una victoria (403).

     Después de rehusar la cesión del barco, las relaciones entre España y Japón mantuvieron un buen estado. Como un ejemplo de ello podemos presentar el tratamiento que Moriya recibió del bando franquista. Él acompañó a su ejército en las operaciones de la primavera del año 1938 (404). Este acompañamiento no fue simplemente una mera observación, también estuvo presente en la dirección de las operaciones según se puede deducir a través de las fotos y otros documentos que posteriormente llevó a Japón (405).

     Así, Moriya pidió a Franco la cesión de armamentos capturados de fabricación soviética que pudieran contribuir como materiales de referencia para los militares japoneses, aunque no tenía intención de pagar compensación al bando nacionalista. Principalmente, a Moriya le interesaban los tanques, cuyo coste de producción podía llegar a 100.000 yenes (406). [219]

     Italia, por su parte, pensaba que era necesario establecer una esfera de influencia en el Mediterráneo lo antes posible, en el caso de que la Unión Soviética también se desentendiera sustancialmente de España y de que Inglaterra y Francia reconocieran de facto al Gobierno de Franco (407). Para ello pensó [220] en poner fin a la Guerra Civil lo antes posible y cooperar con un gobierno estable como el de Franco. En los comienzos del año 1939, tuvo lugar un acercamiento diplomático conjunto ante el Gobierno de Franco entre Alemania e Italia. Según Ciano, el 1 de enero de 1939, �Ribbentrop propuso concretar los pactos anticomunistas en una alianza [...]�, poniendo como prerrequisito la participación de España (408). A continuación, el 23 de enero del mismo año y según los documentos del lado alemán, mantuvo la siguiente conversación con Ribbentrop. Pensemos sobre la participación de España después de la torna de Cataluña [...] hacia el 16 de enero Stohrer habló [...] �Yo mismo (Stohrer) he preguntado privadamente al gobierno de España [...] hay probabilidad La participación, cuanto antes mejor [... ], hay que continuar debilitando la conexión con Inglaterra� (409).

     Con respecto a estas preguntas de Alemania e Italia en el mes de enero sobre la participación de España, no hubo contactos con el lado japonés. La respuesta del lado nacional se produjo el día 25, pero fue negativa (410). Después, el 31 de ese mismo mes, Alemania intentó asociar a Japón para presionar a Franco conjuntamente no sólo con la ayuda de Italia (411). El 4 de febrero, no obstante, el Ministro de Exteriores del Gobierno de Burgos, Jordana, mostró de nuevo su rechazo ante la �participación� (412). Cuatro días después, el 8 de febrero, Ciano escribía lo siguiente en su diario ante la actitud de rechazo de España: �Solicité a Berlín la rápida realización de un convento con España. Era para impedir la reconciliación entre París y Burgos. Lo que recuerdo es que a partir de noviembre de 1936 existen acuerdos con España� (413).

     Después de un lapso de tiempo, a mediados del mes de febrero, los países del Eje volvieron a presionar aún más agresivamente a Franco: �Alemania e Italia, conjuntamente, y Japón de forma independiente, presionaron para conseguir la participación de los españoles� (414). Franco, con el pretexto de los funerales del Papa Pío XI, se mostró poco dispuesto a una conversación conjunta con Alemania e Italia pero a pesar de la actitud franquista, ambos países mantuvieron sus esperanzas.

     Así, poco después, el día 20 de febrero, ya con la confianza definitiva en la victoria y con la perspectiva del reconocimiento por Inglaterra y por Francia, el gobierno de Franco decidió secretamente la adhesión al Pacto Anticomunista. En esta ocasión, puso la siguiente condición: �Hay que mantenerlo secreto hasta el fin de la Guerra� (415). [221]

     El 27 de febrero, tanto el Reino Unido como Francia reconocieron al gobierno de Franco. Después, el 1 de marzo, �el enviado de Japón, Yano Makoto, tuvo una entrevista especial a solas con Franco [...] en la que insistió en hacer pública la participación de España en el Pacto Anticomunista (416). Ante ello, Franco le respondió que había que esperar al final de la Guerra y le aludió asimismo sobre el peligro de la francmasonería (417). Después, por parte japonesa, se insistió para que se insertara en el texto la participación del Manchukuo con fecha de 25 de febrero y para que la publicación se hiciera al mismo tiempo que la firma (418). Sin embargo, el 19 de marzo Japón retiró su insistencia en hacer pública la participación de España en el Pacto Anticomunista, enfatizando más el hecho de conseguir la firma española en el acuerdo. El 21 de marzo de 1939, el representante encargado, Yano, mandó a su país el siguiente telegrama:

     �Ahora, como resultado de las conversaciones con España, Alemania e Italia quieren firmar el día 24� (419). Finalmente, la firma fue estampada tres días después, el 27 de marzo a las 6 de la tarde.

     El protocolo firmado en esta fecha contiene las siguientes estipulaciones. (Por su parte, España decidió ignorar los anexos secretos del Pacto).

     Protocolo en relación con la participación de España en el acuerdo frente al Comunismo �Internacional�: Por una parte, el Gobierno Imperial de Japón, el de Italia y el de Alemania, y por otra parte el gobierno de España, cuyos plenipotenciarios firman a continuación.

     Art. 1.- España participa en el Pacto contra el Comunismo �Internacional� y su protocolo adicional de fecha 25 de noviembre de 1936 y del protocolo de 6 de noviembre de 1937.

     Art. 2.- La fórmula que facilita la cooperación entre los funcionarios en cuestión de los países participantes del protocolo adicional antes mencionado, tiene que ser decidida por un acuerdo de futuro entre los funcionarios firmantes.

     Art. 3.- Cada artículo del Pacto y el Protocolo adicional de 25 de noviembre de 1936 y el protocolo de 6 de noviembre de 1937 son adjuntos a este protocolo como anexo y este protocolo se elabora en versión alemana, italiana, japonesa y española respectivamente y entrará en vigor tras la firma. Firmantes: Eberhard Von Stohrer (Alemania), Roberto Cantalupo (Italia), Makoto Yano (Japón) y Francisco G. Jordana (España) (420). [222]

     Se pudo mantener en secreto la condición añadida por el lado español. �Considerando el rápido avance de la situación, no se dice nada sobre la fecha de la publicación de la participación de España� (421). Por fin, sobre el anuncio oficial, �acordamos la propuesta española llegada el día 6 por la mañana, señalando que se hará publica su participación el sábado 8 por la mañana� (422). Simultáneamente, tanto para el interior como para el exterior, los medios de comunicación anunciaron públicamente la participación de España en el Pacto Anticomunista y The Times comentaba así: �El comunismo que comenzó la Guerra Civil Española, por el momento, está oprimido, pero el objetivo actual del Gobierno español es crear un sistema de defensa que no lo permita nunca más y es por esta razón [...] por lo que participa en el Pacto� (423).

     Según estos detalles mostrados más arriba, la España de Franco fue miembro del Pacto Anticomintern, con Alemania, Italia y Japón, pero su participación no fue de ninguna manera sustancial. Ello fue debido a que la ratificación de este Pacto fue hecha el 29 de noviembre de 1939, cuando la II Guerra Mundial ya había estallado hacía más de dos meses. La España de Franco, salvo por el ofrecimiento de tropas para la lucha de Alemania contra la Unión Soviética, fue neutral en el gran conflicto mundial. El siguiente telegrama enviado a Japón por el ministro japonés en España muestra muy bien la relación de España con los países del Eje después de su participación en el Pacto Anticomunista:

                �La actitud de Alemania, cuando negociaba con España sobre la participación en este Pacto, era más dinámica que la de Italia [...] El que suscribe considera que Franco, en caso de una Guerra en Europa, tornaría una actitud neutral, como es el caso de la Conferencia de Munich, y lo que voy a decir ahora es simplemente mi opinión, pero para nosotros, aunque España no participe en la guerra directamente, sería suficiente que mantuviera una actitud neutral y ofreciese ayuda económica y material, tales como minerales u otras materias necesarias� (424).           


IV. CONCLUSIÓN

     Después de dos años de haber comenzado la Guerra en Europa y dos semanas antes de estallar la guerra en el Pacífico entre Estados Unidos y Japón, se reunieron en Berlín, el 25 de noviembre de 1941, los países afiliados al Pacto Anticomunista, con el objetivo de intentar su extensión. Por parte española fue enviado el Ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, [223] quien reafirmó la presencia de España en el frente anticomunista (425), pero no por ello España llegó a participar en la II Guerra Mundial. Madrid mantuvo la neutralidad desde el principio hasta el final (426). Al acabar la Guerra, en los juicios celebrados por las naciones aliadas en Nuremberg y en Tokio, este Pacto Anticomintern fue tratado como punto de partida de la conspiración conjunta de los tres países del Eje, salieron a relucir los planes secretos conjuntos de la conspiración. Sin embargo, el caso del mantenimiento de una posición neutral en la Guerra por parte de España y su participación en el Pacto Anticomunista no llamó especialmente la atención.

     Mediante la participación del gobierno de Franco en el Pacto Anticomunista, se pudieron saber tanto la situación real de la política hacia el exterior de Franco como el contexto internacional, lo que llegó a definir la política internacional de España. Sin embargo, hasta este momento, no hemos podido consultar los documentos relacionados con la sección diplomática de los gobiernos de Burgos y Salamanca con el Ministerio de Exteriores japonés, los cuales serían muy útiles para aclarar positivamente la política exterior del bando nacional (427).

     Tal como hemos mencionado, el comportamiento que mostró el gobierno de Franco en el proceso de participación en el Pacto Anticomunista indica, además de su anticomunismo, el carácter conservador carente del sentido �pseudorrevolucionario� mostrado por el fascismo italiano o por el nazismo alemán. Franco estaba a favor del carácter anticomunista del Pacto, pero a la vez valoraba negativamente la colaboración política de esos tres participantes con el fin de alcanzar una posición de poder en la política mundial.

     La Guerra Civil Española en los años 30 se puede llamar también Guerra Civil Europea e incluso la Guerra Civil Mundial. Las izquierdas con la Unión Soviética y otros países que estaban a favor de la República y las derechas, con el Eje y otros países a favor de Franco, formaban globalmente el frente ideológico que chocó en España.

     Sin embargo, mientras el Frente Popular formaba política e ideológicamente un frente único internacionalmente, como el Comintern, el Eje, por su parte, aunque llegó a conseguir una unión ideológica así como el Pacto Anticomunista frente al Comintern, no fue más que una alianza política de poder, respondiendo a los deseos estratégicos de cada país. [224]

     Franco, aunque no podía rechazar los principios anticomunistas, fue muy cauteloso para que esa unión del Eje basada en el acuerdo anticomunista no se convirtiera en una alianza militar que obligase a España a participar en la guerra mundial. Para ello estaba el hecho evidente que España todavía no se había recuperado del cansancio de la guerra civil, pero a la vez influyó la ideología de Franco, la cual tenía un factor conservador que no le permitía seguir fielmente los objetivos ideológicos de una alianza como el Eje que buscaba un Nuevo Orden mundial (428).

Traducción del japonés: Florentino Rodao. Revisión: Watanabe Chiaki y Kakinuma Ritsuko.

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Italia y el reconocimiento diplomático del gobierno nacional español por parte de Japón

  (429)

Valdo Ferretti



     El verano y el otoño de 1937 representaron el momento de más intenso acercamiento diplomático entre la Italia de Mussolini y el Japón. En los meses de julio y agosto fue negociada la posibilidad de concertar un tratado político de neutralidad y consulta, un pacto militar y un acuerdo más genérico de colaboración contra el comunismo. Más tarde este último se materializó con la adhesión italiana como contrayente originario al Pacto Anti-Comintern el 25 de noviembre de 1937 y el mismo mes Italia fue el único país firmante del Tratado de las Nueve Potencias de 1922 que tomó una actitud favorable a Japón durante la conferencia de Bruselas, que había sido convocada con la intención de detener la guerra no declarada entre este último y China, que siguió al incidente del Puente Marco Polo del 7 de julio de 1937.

     Recientes investigaciones en los archivos españoles (430) han demostrado que, siempre en agosto de 1937, se iniciaron los sondeos a partir de los cuales se habría llegado el 2 de diciembre de 1937 al reconocimiento del gobierno nacional de Salamanca por parte de Tokio. Según la convincente conclusión de un estudioso, a este resultado se habría llegado sin embargo en gran parte por mérito de la acción italiana, que habría ayudado a vencer las fuertes perplejidades y dudas que se habían manifestado en el ambiente diplomático japonés (431). [226]

     El tema ha sido desarrollado, sin embargo, con referencia principalmente al material japonés y naturalmente al español, de modo que es posible integrarlo junto a alguna información obtenida gracias a los documentos de archivo italianos, que por otro lado en este caso son útiles sobre todo para confirmar el contenido de las fuentes ibéricas. Estas últimas nos ofrecen efectivamente una serie de detalles relativos más que nada a la actividad del embajador en Tokio, Giacinto Auriti, y al empeño que este diplomático puso en promover toda la operación. Estas fuentes permiten también tener dudas sobre si la actitud favorable del Ministro de Asuntos Exteriores Galeazzo Ciano no era en gran medida el resultado de las sugerencias y de las iniciativas de su representante. Antes de entrar en la esencia de nuestro tema es preciso concretar el marco de referencia de la acción italiana. Después del inicio de los combates en España, el gobierno japonés decidió mantener una actitud formalmente equidistante. La toma de posición en favor de los franquistas por parte de los funcionarios de la Embajada en Tokio fue considerada de carácter exclusivamente interno y las relaciones diplomáticas continuaron pasando como antes a través de la representación japonesa en Madrid. Según las investigaciones efectuadas hasta ahora, sin embargo, el apoyo que la Unión Soviética daba al gobierno republicano habría empujado ya al final de 1936 el Gaimushô a tomar en consideración la hipótesis de reconocer el régimen de Burgos o por lo menos de hacer una declaración por la que ambos contendientes fuesen considerados cobeligerantes. Sin embargo, con el fin de evitar repercusiones negativas en el plano internacional, habría condicionado todo en vista de la posibilidad de un análogo comportamiento por parte de Gran Bretaña. Con más vigor se movía en cambio el ejército japonés que aún en 1936, estando interesado de forma particular en el papel que los soviéticos estaban desempeñando, envió a España, para estudiar la situación in situ, al capitán Nishiura Susumu, a quien siguió poco tiempo después otro grupo de observadores.

     En estas circunstancias los nacionales españoles se sintieron a su vez instados a efectuar un paso más. El hecho que ellos tuviesen en Roma a un Embajador hacía de la capital italiana un terreno adecuado para iniciar contactos con los japoneses y fue precisamente a través de este canal por el que había sido solicitada la petición de enviar las misiones de las que hemos hablado. Efectivamente el 20 de agosto de 1937 el embajador de Franco en Roma, Pedro García Conde y Menéndez se reunió con el colega japonés Hotta Masaaki y le dijo que tenía instrucciones para pedir el reconocimiento por parte de Japón (432). Directivas para moverse en la misma dirección de Conde fueron recibidas también por la embajada española en Japón (433) y en esos mismos días también se movió la diplomacia italiana. [227]

     En ese momento el gobierno de Roma se ocupaba de tres problemas importantes entrelazados entre sí, que comprendían, además de los acontecimientos militares de la guerra civil, la difícil situación con las potencias europeas fieles a la Sociedad de Naciones, como Francia, Gran Bretaña y la URSS, y el conflicto en el Extremo Oriente entre Japón y China (434). Desde los tiempos del incidente de Sian en diciembre del año anterior, Ciano había llegado a la conclusión de que había un terreno común entre la política soviética en China y en España y que hubiese sido preferible para Italia tomar partido abiertamente por Tokio si Moscú hubiese establecido su control sobre el extenso país asiático (435). Por el momento la cosa había quedado sin consecuencias prácticas, pero en el verano de 1937 su opinión se reforzó ulteriormente. Los roces con Japón parecían empujar a la Unión Soviética a aligerar su compromiso en España (436), lo que respondía a los intereses italianos, y después del inicio de la guerra chino-japonesa, parecía que la gravedad de la situación en las fronteras mongoles y manchúes podía inducir a Moscú a reconsiderar considerablemente su apoyo al gobierno de Valencia. El 30 de agosto, el Ministro de Asuntos Exteriores Ciano anotaba en su diario:

                �Rosso me ha dicho esta mañana que los Soviets se quieren desenganchar de España a causa de los hechos de China y que reducirán al mínimo su ayuda. Sería una gran ventaja� (437).           

     El 21 de agosto de 1937 el gobierno de Nankín había concertado un tratado de neutralidad y colaboración con Moscú y este hecho había sido visto de forma hostil por la diplomacia y por la prensa italianas como prueba del hecho de que se estaba realizando un acercamiento diplomático entre China y la Unión Soviética, pero extrayendo de esto al mismo tiempo un argumento para motivar la benevolencia hacia Japón por la neutralidad mantenida ante al conflicto en Asia Oriental (438). La frase del diario muestra que detrás de esta actitud estaba la preocupación mencionada antes por el problema español, que de consecuencia tuvo que revestir un papel importante también en la negociación en curso para llegar a un acuerdo político con Japón. A los pocos días comenzaba a delinearse la actividad de Auriti desde Tokio.

     El 25 de agosto el embajador informó a Roma de la benevolencia con que eran vistos en Japón los éxitos de los franquistas e informó sobre las conversaciones [228] entre Conde y Hotta, expresando la opinión de que ellas habrían podido �tener gran influencia sobre las decisiones del gobierno japonés respecto a la España nacional�. Propuso también al Ministro que interviniera directamente en la cuestión �en caso de que V.E. juzgase útil interesar a este Embajador del Japón en apoyo causa española� (439). Posteriormente se encontró con el Ministro de Asuntos Exteriores Hirota y le preguntó si no creía contestar al acuerdo sino-soviético (para acentuar el carácter anticomunista de nuestra política) con el hecho de que Japón ahora había reconocido el gobierno del general Franco (440). El 31 durante otro coloquio en el Gaimushô obtuvo por respuesta que la cuestión era considerada favorablemente (441). El día 7 de septiembre Auriti puso un telegrama a Ciano que decía: �las presiones de V.E. para el reconocimiento del gobierno de Franco han sido muy eficaces� y la noticia de la intervención directa del Ministro italiano fue confirmada por el secretario de la legación española Castillo, en un telegrama de algunas semanas después (442).

     El saber que tenía la aprobación de sus superiores hizo más fácil la acción al embajador. Además de frecuentar asiduamente al colega español, inició contactos con el ejército japonés y hacia finales de mes hizo saber que el reconocimiento estaba �virtualmente decidido� aunque la resistencia de una parte de la diplomacia profesional, preocupada por alterar las relaciones con Gran Bretaña, se las estaba ingeniando para dar largas al asunto (443). Aunque los militares y el primer ministro Konoe se mostraban favorables, el Ministro de Asuntos Exteriores Hirota temía por los barcos japoneses que aseguraban el comercio con España. Las heridas del embajador británico en China en un bombardeo aéreo el 25 de agosto aconsejaban además, o al menos este argumento fue usado con Castillo y Auriti, que se evitaran iniciativas que amenazasen ulteriormente las delicadas relaciones con Londres. En el mes de octubre ocurrió además un episodio de concreta colaboración entre los dos diplomáticos, que contribuyó positivamente al desarrollo de los acontecimientos, al tiempo que parece confirmar el carácter en parte individual del papel jugado por Auriti. Hirota hizo presente a Castillo que ninguna solicitud formal de reconocimiento había sido presentada hasta ahora y este último superó el obstáculo siguiendo un consejo del embajador italiano (444), quien (asumiendo la plena iniciativa (445)) [229] le sugirió dijera a los japoneses que tenía instrucciones y que diera después un paso oficial. Tal expediente permitió desbloquear la situación, obteniendo la opinión favorable del Consejo Privado nipón. Sin embargo, ahora el Gaimushô intentó regatear. La gravedad de la situación internacional le hacía ver la conveniencia de evitar el aislamiento internacional y los acontecimientos de la VI conferencia de Bruselas hacían más intensa esta percepción. A los nacionales españoles se les hizo comprender que se deseaba el reconocimiento del Manchukuo por parte de ellos, obteniéndolo asimismo de Roma y de Berlín (446). El 15 de noviembre Hirota preguntó a Auriti si Italia pensaba actuar en este sentido (447), precisando que volvía sobre un problema ya tratado en el pasado porque ahora la situación había cambiado después del conflicto en China. Cuando Hotta se reunió con Ciano el día 14 para hablar de la conferencia de Bruselas, Hotta le dijo que su gobierno estaba dispuesto a reconocer el gobierno de Franco y, casi dando a entender que quería establecer una relación entre las dos operaciones, repitió la pregunta sobre Manchukuo (448).

     En ese momento Italia estaba dando otra muestra de su apoyo a la causa franquista. En la particular situación que se había creado después de la salida del Ministro Méndez de Vigo en 1936, a Castillo le faltaba el poder necesario para representar a su país ante el Gobierno nipón (449). Conde solicitó por lo tanto a Palazzo Chigi que Auriti se hiciese garante del colega español en el Gaimushô y el Ministro envió instrucciones al respecto a Tokio (450).

     Ciano confirmó su actitud de benevolencia reaccionando favorablemente también ante la nueva petición de los japoneses, pero se presentaron algunos problemas. Él deseaba actuar en el Manchukuo después de haber escuchado a los alemanes (451), mientras el Gaimushô deseaba actuar con arreglo al procedimiento que Italia había seguido cuando Roma y Berlín habían reconocido al régimen de Franco. Concretamente, los japoneses parecían tener presente el intercambio ocurrido en el año 1935 cuando Italia había abierto un consulado en Manchuria y Japón había reconocido la conquista de Abisinia (452).

     Auriti señaló también que según informaciones en su posesión, Hirota pensaba efectuar el reconocimiento no en Tokio, sino en Berlín (453). Ante esta perspectiva él mostró enseguida claramente contrario y preguntó nuevamente a Ciano que interviniera directamente, subrayando que estaba presente en la [230] capital japonesa un representante español plenamente autorizado, tal y como el gobierno de Salamanca confirmó en esos mismos días (454). Además pronto logró averiguar que esta línea era compartida por la misma Embajada alemana (455), que era contraria en principio a relacionar el reconocimiento de Manchukuo con el del régimen de Franco.

     Las investigaciones de Rodao han mostrado que Alemania dio prueba de una cierta frialdad frente al desarrollo de todo el asunto y resulta difícil comprender la razón de su actitud (456). Las informaciones de Auriti parecen aclarar el dilema. Al menos la embajada alemana en Tokio estaba satisfecha con la política italiana y dispuesta a colaborar, pero era contraria a la idea del intercambio. Temía de hecho que la misma propuesta fuese enviada sucesivamente al gobierno del Reich, que no deseaba reconocer el gobierno de Hsinking, como decía un telegrama del embajador italiano �aunque sólo sea para no dañar sus intereses en China, y para no ofender Inglaterra�. No existía por tanto contradicción, nos parece, entre su actitud frente a la guerra civil en España y a su política en Extremo Oriente.

     Por otra parte también Palazzo Chigi objetó que el reconocimiento italiano del régimen de Franco había tenido carácter unilateral (457), de modo que por lo que se refería a Italia las perspectivas de intercambio fueron dejadas caer por el momento, aunque se llegó al pleno reconocimiento del Manchukuo por parte de Italia el 7 de diciembre, en un clima de euforia debido a la firma del Pacto Anti-Komintern y a la conclusión de la conferencia de Bruselas.

     Los últimos días de noviembre vieron un clima en cierto modo febril. El Gaimushô intentó repetidamente aplazar la fecha final, que inicialmente parecía haberse fijado en el 25 de noviembre, también bajo la influencia de los militares, en el aniversario de la firma del Pacto Anti-Comintern de 1936 (458), y Auriti intervino repetidamente (459) hasta el último momento para contrastar esta tendencia, manteniéndose en contacto con el ejército (460). La ceremonia final tuvo [231] lugar el 2 de diciembre en la sede de la embajada española y en presencia del embajador italiano, mientras el mismo día Salamanca reconocía el Manchukuo.

     Desde el punto de vista de Roma se trató evidentemente de otro episodio más, coronado por el éxito, a través del cual se apoyó al franquismo, aunque en conjunto se desarrolló más que nada sobre el plano técnico de la acción diplomática. Esto brindó una ocasión al hábil embajador en Tokio para desempeñar un papel importante.

     Existe sin embargo otro aspecto significativo. El problema del reconocimiento italiano del Manchukuo en diciembre de 1937, ha sido considerado siempre, prácticamente, sólo en función de la acentuada mejora de las relaciones diplomáticas entre Roma y Tokio en el noviembre de 1937 y el deterioro que esto provocó en las relaciones con el gobierno chino de Nankín. El análisis desarrollado anteriormente muestra no obstante que solicitado por la diplomacia nipona con explícita referencia a la cuestión española. Si bien los italianos evitaron dar a la operación la forma de un intercambio, acaso para no aislar Alemania o para no dar una impresión de ofrecer algo a cambio de la benevolencia nipona hacia Franco, evidentemente todavía el factor dominante que les indujo a abandonar sus anteriores vacilaciones en aquel momento fue el hecho de que la cuestión había sido relacionada con un asunto de crucial importancia para ellos.

     Más en profundidad, entre el acercamiento diplomático a Japón y el deseo de conservar buenas relaciones con Chiang Kai-shek, Ciano fue llevado a atribuir mayor importancia al primero a finales de 1937, también y acaso sobre todo porque coincidía finalmente con objetivos que tenían estrecha relación con el principal teatro de su estrategia internacional en aquel momento, o sea la guerra civil en la Península Ibérica.

Traducción del italiano:

     Yasmina Unzain Tarantino.

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