Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

[123]

ArribaAbajo

�Había papúas? Imágenes, representación y fronteras visuales

Max Quanchi

School of Hurnanities, Queensland University of Technology



     Partiendo de las Molucas en 1526 Jorge de Meneses visitó Nueva Guinea occidental y la bautizó con el nombre de Ilhas dos Papuas [Islas de los papúas], del término malayo �orang papuwah� u �hombres de cabello rizado�. El término Ilhas dos Papuas apareció por primera vez en un mapa anónimo portugués en 1537(49). Veinte años más tarde, en junio de 1545, el barco español �San Juan�, al mando de Íñigo Ortiz de Retes, costeó el noreste de Nueva Guinea e informó que la población de todas estas islas es negra, con el cabello rizado, que los habitantes de las Molucas llaman 'papuas'. El 20 de junio, al llegar a la desembocadura del río Mamberamo, tomó posesión del territorio en nombre del rey de España y lo llamó Nueva Guinea debido a sus semejanzas con la costa africana de Guinea(50). Veinte años más tarde el nombre de Nueva Guinea apareció por primera vez impreso en el Mapa del Mundo de Mercator de 1569, y a partir de ahí dio comienzo una nomenclatura de larga vida y gran confusión(51). Estos papúas habían sido vistos y eran conocidos ya por los asiáticos desde mucho antes, y por los europeos, por ejemplo, en la Suma Oriental [124] de Tomé Pires, c. 1513, pero en los primeros mapas se localizaba incorrectamente su territorio y, como ha observado Gelpke, con Papúa se quería indicar con frecuencia la isla de Halmahera y las islas cercanas hacia el este(52). En 1605 Willem Jansz, en la �Duyften�, registró erróneamente el Cabo York como Nova Guinea y en un mapa de 1622 de un cartógrafo, basado en el viaje de Jansz, se da como Nueva Guinea. En el mismo mapa la costa sureste de Nueva Guinea se denomina �Custe van de Papouas� (Costa de los Papúas) y la masa territorial Duyfkenlandt (Tierra de la Palomita). Al año siguiente, 1606, cuando Torres costeó el sureste y pasó a través del estrecho que hoy lleva su nombre demostró la separación de las dos islas, su tripulación se refería a ella como Magna Margarita (Gran Bosque) mientras que el segundo de a bordo, Diego Prado de Tovar anotaba que sus tres dibujos eran de nativos de Nueva Guinea. Estos bastos dibujos han llegado hasta nosotros como las primeras imágenes que se han conservado de la población que conocemos hoy por papúas(53). Durante los dos siglos y medio siguientes sólo se realizaron algunos intentos artísticos y literarios para representar a estas poblaciones y su cultura material(54).

     El uso de 'papúa' y de �Nueva Guinea� se complicó aun más en una publicación de 1832 cuando Dumont d'Urville acuñó el término �Melanesia�, llevando a que algunos mapas incluyesen las tres denominaciones(55). Entre 1884 y 1906 las denominaciones correctas, las localizaciones geográficas, la identidad etnográfica y la cartografía se hicieron aun más confusas, cuando la porción [125] noreste fue anexionada por los alemanes y se convirtió en la Kaiser Wilhelmsland (�Tierra del Káiser Guillermo�, o Nueva Guinea Alemana) y la porción sureste pasó a ser la Nueva Guinea Británica y luego, después de 1906, el Territorio Australiano de Papúa(56).

     Después de 1914, cuando las tropas australianas ocuparon el territorio alemán, la mitad de la porción nororiental de la isla pasó a llamarse inmediatamente Nueva Guinea. Cuando la Sociedad de Naciones dio el control del territorio a Australia en 1921, se la conoció más tarde gracias a la utilización del término del mandato. A comienzos de este siglo la expresión Nueva Guinea Británica desapareció del uso. La expresión Nueva Guinea siguió usándose ocasionalmente para identificar al mismo tiempo a los territorios del noreste y del sureste. Más tarde el uso de Nueva Guinea se generalizó para denominar a toda la mitad oriental una vez que se hicieron mapas de las tierras altas y las tres regiones -Papúa, las tierras altas y la costa norte, y las islas estaban bajo control australiano-. La mala utilización política de la expresión Nueva Guinea persiste hoy en día aun cuando la isla está dividida en una nación soberana en el este, Papúa Nueva Guinea, e Irian Jaya (Papúa Occidental) en el oeste, territorio colonizado por Indonesia. Para la población autóctona de la región la denominación �papúa� era tan desconocida para la población local como cualquier otro nombre genérico(57).

     El territorio conocido por Papúa por los australianos a comienzos del siglo XX fue la colonia delimitada política y geográficamente como colonia británica y luego australiana, y no se sabía bien si había poblaciones más allá de la frontera holandesa que pudiesen llamarse también papúas. También se ignoraba la posible diversidad dentro del territorio que se extendía de la cordillera y el Trans-Fly, en occidente, hasta los archipiélagos del Mar del Coral al este, y de la costa del golfo de Papúa a las cadenas montañosas centrales a lo largo de [126] la frontera, arbitrariamente fijada, entre los territorios alemán y británico. El canal, las islas y la población del Estrecho de Torres no se consideraron parte de este país recién construido e imaginado, Papúa.

     En el cambio del control británico al australiano, en el interregno de 1901-1906, los términos Papúa, Papúa Británico, Papúa Australiano, Nueva Guinea y Nueva Guinea Británica solían utilizarse con poco rigor en las prolongadas lecturas del Papua Bill (el proyecto de Ley de Papúa) en el parlamento de la recién creada Commonwealth de Australia. Cuando fue presentada en el parlamento australiano por Edmund Barton, todas las referencias hablaban de Nueva Guinea Británica. En 1903 Papúa había sido añadido entre paréntesis al proyecto de Ley. Más tarde fue Papúa el que adquirió significación y Nueva Guinea fue colocada entre paréntesis. En 1906 era simplemente el Proyecto de Ley de Papúa. Tras varios retrasos, Barton presentó la segunda versión del Proyecto de Ley de Papúa (Nueva Guinea Británica) en julio de 1903, observando que �el nombre con el que la isla se conocía antes era el de Papúa� y que la expresión Nueva Guinea Británica carecía de claridad. Afirmó que Papúa era un nombre más corto y que era el nombre preferido. Obviamente Barton se mostró confuso respecto de la ubicación y la geografía de la nueva posesión australiana y respondió a las interposiciones contradiciendo su afirmación anterior y mostrándose de acuerdo en cambio con que �Nueva Guinea� era el nombre corriente y que Papúa no podía aplicarse a toda la isla. Su argumento en favor del nombre de Papúa consistía en que la característica más distintiva de la nueva posesión era el golfo de Papúa. Cuando finalmente se procedió a la lectura en el Senado, en noviembre de 1904, Josiah Symon abrió el debate observando que tanto Nueva Guinea como Papúa se utilizaban para referirse a toda la isla y repitió la propuesta de Barton sobre el golfo de Papúa, pero manifestó la indecisión general respecto del nombre declarando que �por esa razón supongo que hemos llamado al Proyecto de Ley Proyecto de Ley de Papúa(58).� [comillas del autor].

     Los analistas del tiempo y los posteriores han afirmado que había una ignorancia general sobre Papúa en medios políticos y burocráticos, excepto en el caso del senador Staniforth Smith, que había efectuado un breve viaje por el territorio, y más adelante Atlee Hunt, del Departamento de Asuntos Exteriores, que había enviado una misión informativa en 1905. Sin duda había cierta confusión acerca de lo apropiado de los nombres pero a menos que estos políticos no leyesen nunca un periódico, un semanario ilustrado, una revista mensual o un diario, que no comprasen o leyesen nunca un libro o una tarjeta postal o escuchasen un discurso [127] público les habría sido difícil el no haber visto nunca alguna imagen fotográfica en blanco y negro de los papúas. En este período, por ejemplo, el Bulletin publicaba anuncios lustrados con fotografías de Burns Philp sobre cruceros a Papúa, se publicaban casi un centenar de libros ilustrados entre 1880 y 1906, Magistrados Residentes, como A. C. English, de vacaciones �en el sur�, daba charlas en Sydney, ilustradas con 120 diapositivas(59) y el Wide World Magazine publicaba artículos ilustrados sobre Papúa escritos por C. W. Abel, L. J. Dehring, R. H. Mackellar, R. M. Macdonald, J. T. O'Malley, R. C. Ross Johnston, B. Thompson y C. Vaughan. En 1903 y 1905 Staniforth Smith había publicado artículos en The Australasian, en 1905 en el Bulletin, y publicó treinta y una fotografías en una serie de tres artículos en la Review of Reviews. En 1903 publicó asimismo, pagada por él, una recopilación de sus artículos periodísticos con el título de British New Guinea(60). El misionero Chalmers había sido asesinado en el Golfo de Papúa, el vicegobernador interino se había suicidado bajo el mástil de la bandera en Port Moresby, los anglicanos habían establecido misiones recientemente en Wanigela, Makawa y Mamba y varios cientos de mineros europeos se habían lanzado a la carrera del oro en Woodlark, Keveri, Yodda, Gira y otros campos. Los historiadores West, Gibbney y Primrose afirmaban que existía �un desinterés general respecto a Papúa�, que �la ignorancia general eran muy profunda� y que �el nivel de conocimiento en ambas cámaras era extremadamente limitado(61)�, desinterés que era puesto en duda por la importancia de Papúa en la conciencia visual del público lector.

     A caballo entre los dos siglos se produjo un aumento del número de libros y revistas ilustrados, postales, y diapositivas sobre Papúa. Parecía no haber acuerdo sobre el nombre. De una muestra de 328 libros ilustrados obre Papúa publicados entre 1880 y 1930, el 25% utilizaba en el título el término �Papúa�, el 32 % utilizaba �Nueva Guinea Británica� o �Nueva Guinea�, el 4 % usaba �Melanesia�, y el 2 % alguna combinación de estos términos. Los 250.000 individuos, estimados muy burdamente, llamados unas veces papúas, y otras neo-guineanos o melanesios(62), fueron registrados, etiquetados y representados [128] en un mapa. Para los lectores australianos, �qué significados se indicaban para el uso del término papúa?

     La cartografía fotográfica visual de Papúa y de los papúas comienza cuando W. G. Lawes, A. E. Dwyer, J. W. Lindt, T. F. Bevan y otros llegaron a este territorio con sus cámaras en los años 70 y 80 del siglo XIX. Por aquellas fechas diversos hechos se superpusieron: el �descubrimiento� (por los europeos) significaba que Papúa y los papúas eran sinónimos de la (última) frontera; las nuevas técnicas de reproducción e impresión significaban que era posible incluir imágenes en libros y revistas; y, en tercer lugar, la eclosión de material profusamente ilustrado significaba que el mundo podía ver directamente, pero por medio de otros, a un papúa �en su vida real�.

     Estas imágenes visuales a comienzos del siglo XX se hicieron necesarias para que Papúa y los papúas se convirtiesen en significantes para varios discursos -los papúas como salvajes (para la literatura); los papúas como paganos (para las misiones); los papúas como mano de obra (para los pequeños empresarios y promotores); los papúas como tipos humanos (para los antropólogos); los papúas como descubrimientos y curiosidades (para los viajeros); los papúas como agricultores y pescadores (para los geógrafos); los papúas como súbditos (para los administradores coloniales), y los papúas como raza (para que los filósofos, ensayistas y extravagantes pudiesen �diferenciar jerárquicamente a la humanidad(63).�). El tener conciencia de la diversidad de los grupos o centros lingüísticos, culturales, políticos o geográficos se vio contrastado por la necesidad de crear un �papúa� único. Este país imaginario fue construido parcialmente a través de las pruebas fotográficas proporcionadas por la difusión mundial de pequeñas series de fotografías, o, lo que es lo mismo, una Galería papúa.

     El presente trabajo omite varias cuestiones interesantes: el término "papúa", �se utilizaba para Nueva Guinea oriental antes del establecimiento de los europeos, cuándo los papúas comenzaron a conocer este término para uso general, cuándo adquirió significado político para los pueblos papúas (como en Papua Besana) y cuándo los nuevos significados evolucionaron hasta ser utilizados internacionalmente (como en el Free Papua Movement [Movimiento de Liberación [129] de Papúa] u OPM)? Y se deja a un lado asimismo el cómo fueron denominados y etiquetados a su vez los diversos europeos y visitantes por las poblaciones papúas y de qué modo los papúas reaccionaron ante las imágenes fotográficas que vieron de sí mismos(64). Mi finalidad en este trabajo es, pues, analizar las imágenes fotográficas, los significados occidentales y la aplicación popular más que científica de la palabra �papúa� en los primeros años del Siglo XX(65).

*******

     Las imágenes visuales sobre Papúa publicadas antes de los años 90 del siglo XIX eran dibujos, pinturas al pastel u óleos y, cada vez más, aguafuertes basados en fotografías(66). Aun cuando los grabados siguieron utilizándose durante los veinte años siguientes, los informes sobre las misiones, el trabajo de campo etnográfico, la administración y las expediciones, y los libros y artículos de recuerdos debidos a residentes y viajeros, lo mismo que las tarjetas postales, álbumes y diapositivas acabaron basándose pronto sólo en fotografías para su material ilustrativo. Por ejemplo, en 1901, el British New Guinea Annual Report (Informe anual de la Nueva Guinea Británica) incluía ocho fotografías en el texto y otras 31 fotografías en un apéndice especial y en 1902 la obra del misionero Cecil Abel, Savage life in New Guinea, contenía 70 ilustraciones. Los informes oficiales y las publicaciones comerciales que 20 años antes carecían de ilustraciones o, como mucho, tenían cinco o seis grabados, ahora estaban profusamente ilustrados, a veces con unas cien láminas fotográficas a toda página o a media página.

     Estas fotografías tenían límites geográficos, determinados por la proximidad a fondeaderos de la costa, por la presencia permanente de europeos o por la regularidad de sus visitas. Los motu, koita y los pueblos costeros de hula, aroma, kerepuna, tupueselei, hanuabada, elavala, porebada y koiari hacia el interior del puerto colonial de Port Moresby dominan las primeras fotografías. [130] Samarai, las áreas anglicanas cerca de Wanigela y las aldeas en las zonas insulares de la misión metodista se fotografiaron más tarde. Por la época en que patrullas a pie o utilizando canoas y pequeñas lanchas se dirigían hacia el interior montañoso y a veces hasta el Golfo y el río Fly, había quedado establecida la galería iconográfica de los productores de sago y de los alfareros, beldades y dandies, tipos humanos, casas en los árboles, dobu, lakatoi y aldeas marinas. (VÉASE FIGURAS 1,2, 3 y 4).

     La galería fotográfica completa incluía los iconos mencionados antes y también las escarificaciones corporales, atavíos funerarios, calabazas penianas y adornos para la nariz, lanchas misioneras, conversos y por convertir, perfiles antropométricos, retratos de la rama recién descubierta del árbol de la civilización y �momentos congelados� de un mundo nativo primitivo que presuntamente desaparecía. Fotografías formales/polémicas �de gran interés etnológico(67)� tomaron en Papúa la mayoría de los residentes o visitantes europeos y esto se incrementó cuando la cámara de fotografías portátil de carrete de Kodak y Eastman hizo de la fotografía instantánea informal/curiosa algo accesible a todos los que visitaban Papúa o vivían en el país.

     En el período anterior a la cámara de carrete portátil que permitió la instantánea le flaneur, los fotógrafos de la categoría informal/curiosa y de la formal/polémica manipularon y colocaron cuidadosamente las imágenes que iban a fotografiar. La mayoría no eran fotógrafos profesionales, sino oficiales de patrulla, exploradores, comerciantes, viajeros o misioneros que apuntaban las cámaras con decisión para garantizar una buena vista, y con poca preocupación por los aspectos técnicos referentes a una composición exacta, evitando que su sombra saliese en la fotografía o tratando de saber quién, dónde o qué habían fotografiado. Los muchos centenares de personas que tomaron fotografías en Papúa eran aficionados que copiaban lo mejor que podían lo que fotografiaban y las técnicas de las fotografías que ellos veían en la masa de material ilustrado que iba publicándose.

Fig. 1.- �ELA-VARIA (ELAVALA) PORT MORESBY, NUEVA GUINEA BRITÁNICA�
c. años 90 del siglo XIX, Australian Stereograph Company Collection, Archivo n� a.448,
Kaystone Mast Collection, California Museum of Photography,
University of California, Riverside.
[131]

Fig. 2.- �N� 17 ALDEA ARBÓREA, DISTRITO DE MOTU, NUEVA GUINEA�
(de una diapositiva original de c. años 90 del s. XIX, en la colección H. R. King Photography),
Archivo n� Ig.128, Royal Anthropological Society, Londres.
[132]

     Construir un papúa era posible también tomando prestadas o comprando las fotografías de colegas, transeúntes, viajeros y amigos residentes. Dos incidentes en los que estuvo involucrado J. E. Nixonwestwood en 1913-1914 demuestran la existencia de este popular pasatiempo. Cuando visitaba la Isla de Thursday en 1913 como Recaudador de Aduanas en Daru, reunió diez fotografías de los isleños del Estrecho de Torres tomadas por �uno de Jardines� trece años antes, en 1900. En Daru, algunos meses más tarde, cuando los hermanos Pryke [131] [132] volvieron de su expedición al alto río Fly en busca de Rupert Clark, estuvieron con Nixonwestwood y éste �obtuvo cierto número de fotografías de ellos y algunas otras placas.� Más tarde observaría, cuando trataba de que se publicasen las fotografías, que había hecho las placas con permiso de los Pryke(68). Aun [133] cuando la mayoría de los residentes o de los visitantes de Papúa no especificaban ni registraban sus hábitos coleccionistas, era práctica habitual, obviamente, pasarse fotografías de unos a otros.

Fig. 3.- Sín título, sin fecha, de colección de placas de cristal O. M. Manning,
Archivo n� ON3, Box 1, A7, Mitchell Library, Sydney.

     El resultado de todo ese conjunto de tomar fotografías, coleccionarlas y hacerse con ellas fue un archivo muy abundante formado por decenas de miles de fotografías. La comprensión pública de Papúa no se basaba en este gran número sino en un pequeño número que solía repetirse una y otra vez. Esta serie acabó reduciendo Papúa a unas cuantas imágenes contadas. [134]

Fig. 4.- �MUCHACHAS ALDEANAS, HANUABADA, PAPÚA CENTRAL�
de la colección C. P. Connigrove, sin catalogar, Mitchell Library, Sydney.

     Este proceso reduccionista implicaba el envío a Europa o a Australia de imágenes que eran lo suficientemente interesantes como para que se hablase de ellas después de la cena o para animar el sobrio texto de diarios y revistas. Su número era limitado debido a que la acción de representar a Papúa debía ser portátil (en vez de tener que ver centenares de fotografías) y completa (los lectores querían ver �toda Papúa�, no imágenes repetitivas de una aldea en concreto, de un paisaje, de un baile o de una casa de los espíritus). El punto de vista de salón, victoriano y eduardiano (y colonial), consistía en ofrecer entre cinco y diez imágenes que suscitaran su inmediato reconocimiento, asombro o aclamación. [135] Estas cinco o diez imágenes se seleccionaban de entre la masa de potenciales imágenes disponibles, no en el sentido de que toda esa masa estuviese disponible para elegir lo que se quería, sino en el sentido de que el escenario, el tema y la composición acabaron pronto viéndose �constreñidos�, y de que todo aquél que tenía una cámara empezara a tomar una serie de fotografías semejantes(69). La reducción era cosa de funcionarios, viajeros, periodistas y autores, que seleccionaban las imágenes que parecían exóticas y que podían mostrar y demostrar la idea de la diferencia que los europeos que iban a Papúa deseaban enviar a su país, y que los lectores australianos y europeos querían ver confirmada.

     En este proceso, la fotografía de un puente colgante, de un lakatoi o un dobu, era el equivalente gráfico de estar allí, de viajar por toda Papúa y conocerlo todo sobre el lugar y la gente. Después de un decenio del florecimiento de las primeras imágenes fotográficas que se hicieron públicas en los años 80 del siglo XIX, esta exigua colección se había consolidado como una galería papúa. Los editores, vendedores de tarjetas postales y los usuarios de diapositivas acabaron basándose pronto en este reducido conjunto de imágenes. En el ámbito privado cada residente o cada viajero recopilaba el mismo conjunto de imágenes para apoyar su propia historia. Al hacer esto reducían Papúa a un conjunto limitado y portátil de símbolos o iconos gráficos. El que esta pequeña galería incluyese lo que raras veces sucedía, lo ya superado, lo no característico o lo atípico no se ponía en cuestión. Había imágenes geográficamente definidas por la proximidad con Port Moresby y con algunos otros fondeaderos. No se discutía si cinco o seis fotografías podían representar a la totalidad del modo de vida, de la organización social y del nivel de civilización de los papúas. La cámara no mentía. Se asumía que la realidad, la verdad o lo típico quedaba reflejado en las imágenes. En pocas palabras, el imperativo iconográfico enviaba a los fotógrafos a captar gente que preparaba lakatoi, sagú o confeccionaba cacharros de barro, bellezas locales y dandies para su galería papúa porque eso era lo que, en muy poco tiempo, el mundo exterior esperaba ver. Se esperaba que la entidad llamada Papúa debía ser diferente, pero reconocible. El proceso de reducción y sumarización captaba la diferencia, pero también confirmaba y perpetuaba una visión occidental establecida del nativo, del salvaje, de la colonia, de la misión y de la frontera. [136]

     Cuando W. N. Beaver publicó Unexplored New Guinea en 1920 observó que �parece que no hay mucho sitio para al menos otro libro más entre los libros más recientes que tratan de Papúa(70)�. Hacia 1920 había ya cientos de libros publicados, el conocimiento occidental sobre Papúa había aumentado y las denominaciones genéricas tales como �nativo papúa� estaban perdiendo utilidad ante los estudios sobre grupos específicos lingüísticos, culturales y geográficos, tales como los mafula, los isleños de Entrecasteaux, los trobriandeses y los pueblos del Trans-Fly. Beaver respondió a este aumento del conocimiento sobre la diversidad de Papúa incluyendo en sus diecinueve fotografías pies de foto que permitían identificar aldeas o puntos geográficos específicos (Goaribari, Motu, Tirio, Babiri, Río Fly, Orokaiva, Bamu, Kiwai, Gigara). Beaver utilizó también dos términos no específicos, �División oriental� y �tipo� y seis pies de foto no incluyen ninguna localización. Beaver fue más diligente que otros autores y directores de publicaciones. Para la mayoría había no varios tipos de papúas, sino uno sólo. En los libros populares, en las revistas y diarios la práctica habitual era el pie de foto sin especificar.

     Las motivaciones y supuestos que crearon este país imaginado pueden verse en la práctica de los pies de fotografía. Los lectores no podían quedar sin información. Los pies de foto subrayaban un mensaje que se habría perdido en fotografías desprovistos de aquéllos. En muchos casos los pies sustituyeron la necesidad de estudiar la imagen del mismo modo que el conferenciante declara �ahora vamos a trasladarnos a las viviendas papúas�, impuso a la audiencia un mensaje establecido y tomó de ella la necesidad de descifrar las imágenes cambiantes que ve ante él. Por ejemplo, en la imagen de la muy repetida �casa de aguja� de Kerepuna, la comprensión de la organización social, el liderazgo, las relaciones entre hombres y mujeres, el cuidado de los hijos, el culto de los espíritus o el respeto por los muertos son cosas que son dejadas a un lado por el pie de ilustración y por la petición del conferenciante de que la audiencia vea ahora �casas�.

     Nunca se pudo controlar qué hacer con la diversidad. Las ediciones de 1905 y 1920 de una enciclopedia popular informaba a los lectores de la edición de 1905 que existía un deslizamiento gradual por el que los papúas pasaban de una influencia malaya en el oeste a ser puros o verdaderos papúas �negros, con el pelo ensortijado�, para acabar influidos por los polinesios en el este del archipiélago. En la edición de 1920 todo esto se reescribió y los papúas, �principalmente sobre bases etnográficas� se llamaron ahora papuanesios, limitados por [137] melanesios al este(71). En ambas ediciones se decía a los lectores que �no es fácil generalizar sobre los hábitos y costumbres de una raza tan extendida y tan poco conocida�, pero luego se procedía a generalizar definiendo a los papúas como raza separada con una larga lista de características compartidas físicas, de cultura material y sociales.

     La imaginería visual, y en particular la adopción de un pequeño conjunto de imágenes como galería iconográfica, continuó promocionando la idea de que había una entidad única cultural, política, geográfica y lingüística llamada Papúa. En un artículo de 1894 ilustrado con trece fotografías de un lakato, casas en los árboles, bellezas indígenas, �casa de aguja� de Kerepuna, el transportista de objetos de alfarería motu y una escena aldeana sin especificar, reproducido todo ello de la obra de J. W. Lindt Picturesque New Guinea y del Álbum de la Proclamación de A. E. Dwyer de 1884, sugerían más una cultura común que culturas diversas. Aun así, el texto sugería que �una de las características más sorprendentes de la etnografía papúa (...) es la gran diversidad de tipos raciales (...), el papúa puro, si existe, sólo se puede encontrar en la costa noreste y en el todavía inexplorado interior(72). Diez años más tarde, en el apartado anual sobre Papúa de la revista Australia Today, Atlee Hunt afirmaba que los papúas han sido �descritos de varias maneras, como los más salvajes y los más avanzados de los pueblos de color de los trópicos�. Resumía la opinión de su tiempo sugiriendo que había dos razas, una más oscura, más corpulenta y salvaje, que habitaba el río Fly y las áreas del Golfo, y una más clara, más esbelta de cuerpo y más amigable de carácter que vivía en la costa sur y este y en los archipiélagos(73). Sin embargo, las ilustraciones del artículo ofrecían una vez más lo genérico, homogeneizando la galería papúa de las viviendas sobre los árboles, aldeas, y bellezas y varones motu y koita.

     La idea de que había un papúa puro siguió siendo popular. El periodista T. J. McMahon, que visitaba el país en 1916, afirmaba que la isla era �notable por la gran divergencia de tipos de nativos�, pero había papúas puros que vagabundeaban �libres y sin ser molestados, una raza bastante diferente de la de los pueblos de la costa�. Los pies de foto de McMahon ofrecían a los lectores una gama de tipos que incluía a los habitantes de la costa y de las montañas, que podían ser indolentes, oscuros, de agradable aspecto, felices, taciturnos, salvajes, [138] bárbaros, hábiles artesanos. Otros, decía, variaban de una apariencia animal, vigorosos, corpulentos, a un aspecto de pigmeo(74).

     En los años 20, cuando Frank Hurley comenzaba a publicar las fotografías de sus expediciones a Papúa, incluyó primeros planos íntimos y retratos de grupo, y afirmó que había �una diferencia de opinión respecto de las afinidades etnológicas de los papúas�. Decía que algunos eran más primitivos que otros y que había posibles diferencias entre los de la costa y las �tribus de las montañas�, pero luego pasaba a describir cómo era un papúa genérico negroide, alto, bien formado, marrón oscuro o negro profundo y con una nariz prominente, frente estrecha y rostro oval(75). Anotando con cuidado el nombre y situación de las distintas aldeas y con frecuencia el nombre de sus habitantes, las 83 imágenes de Pearls and savages [en la versión española hay 93 fotografías, N. del T.] y las 22 del National Geographic contradicen su afirmación de la existencia de un papúa �típico�.

     El papúa típico solía describirse en el material impreso como feo, salvaje y malo, �sedientos de sangre y de carácter traicionero, en quien no hay que creer ni un momento y ante el que hay que estar siempre en guardia ante la posibilidad de que, sin que importe lo que deba esperar, pueda atacar cuando estemos desprevenidos(76).� Con todo, el autor de este perfil psicológico tan negativo, H. Cayley-Webster, había sido ayudado con habilidad y lealtad, durante sus expediciones fotográficas de 1895, por un joven de 17 años llamado Tagi, al que después llevó consigo a Londres. De los 17 retratos de papúas de su libro Through New Guinea and the cannibal countries sólo pueden verse actitudes felices, prestantes, confiadas y positivas. Contradicciones como éstas se dan repetidas veces en el material publicado. Los papúas eran salvajes en el mecanismo [139] literario pero no en la imaginería fotográfica. En el texto, hombres y mujeres se describen regularmente como salvajes, dignos de desconfianza, enfermizos, y de aspecto físico mísero, mientras que las ilustraciones fotográficas que los acompañan suelen presentarlos de aspecto enérgico, inteligente, atentos, fuertes y amigables. (Los fotografiados no eran representativos de las comunidades visitadas, pues los fotógrafos preferían a la gente joven, en su mayoría mujeres y no solían fotografiar a los viejos, a los lisiados o a los físicamente malformados).

     Se produce una conceptualización, una referencia literaria y un lenguaje coloquial del papúa a fines del siglo XIX y primeros años del XX. El discurso crítico sobre las construcciones occidentales del salvaje se han centrado en siglos anteriores(77) y las denominaciones �primitivo� y �salvaje� se pueden hacer remontar a los tiempos clásicos. En la época moderna estos términos aparecen con los primeros contactos occidentales con África, las Indias Occidentales y las Américas en el siglo XIV, XV y XVI. El término salvaje tiene un lugar asimismo en la posterior imagen europea del Pacífico(78). Katherine George observó que el lenguaje de los primeros escritores destacaban �lo extraño, lo sorprendente y las cualidades degradantes de los pueblos y las culturas� con el fin de crear un abismo entre los civilizados y los primitivos y este proceso se ha observado en estudios sobre América(79), en particular durante el revisionismo [140] asociado con el repensamiento del significado del 1492 y los viajes de Colón. Peter Hulme ha Observado que �subyacente a la idea del discurso colonial, en otras palabras, está la presunción de que durante el Período colonial amplias partes del mundo extraeuropeo fueron �producidas� por Europa a través de un discurso que imbricaba conjuntos de interrogantes y supuestos, métodos de procedimiento y análisis y tipos de escritura e imaginería(80).� Estas ideas Pueden aplicarse también a la imaginería visual, fotográfica de los primeros años del siglo XX porque las mismas estructuras y procesos que dieron forma al descubrimiento del mundo extraeuropeo en los primeros siglos, dieron forma también para Europa y para Australia al descubrimiento y la construcción de una entidad conocida por Papúa. Hay que observar que el término salvaje ha perdido una parte de su poder cuando los antropólogos crearon un conocimiento favorable, empático, moderno de los pueblos que antes se incluían en la categoría de monstruos, cazadores de cabezas y caníbales. Estos términos tan negativos continuaron utilizándose en títulos de libros, pies de foto y en el lenguaje diario, pero para los modernos europeos los papúas eran más accesibles al conocimiento de los europeos y estaban menos distanciados (atemorizados) que antes. Es decir, la cronología que sitúa el descubrimiento de Papúa por los europeos sobre todo en el siglo XX significa que mucho de lo que se ha escrito sobre la construcción europea del salvajismo de los primeros siglos no se aplica. El surgimiento súbito, mundial, con gran profusión y gran variedad de formatos, de imágenes fotográficas íntimas de papúas tiene más que ver con los �hechos periodísticos� de finales del siglo XX que con los salones y círculos y con las formas culturales artísticas, literarias y populares que llevaron como mucho a una pequeña porción de europeos urbanos y rurales medievales a prestar atención a los salvajes. La difusión de la fotografía popular y las nuevas técnicas de reproducción fotográfica de libros y revistas a finales del siglo XIX significan también que el Omai de Cook y el Tagi de Beaver no necesitaban ser llevados a Europa.

     El término papúa surgió en una era de modernidad y la colocación por los europeos del salvaje en el mundo se resolvió por una estrategia común en álbumes y sesiones de diapositivas. Esto significaba el emparejamiento de imágenes para representar la transición de un mundo primitivo a otro civilizado y de la edad de la piedra al mundo moderno. Esto podía sugerirse también en una única imagen al retratar a papúas al lado de lo más moderno de la tecnología [141] occidental -el avión y el barco de acero-. El salvaje frente a un avión o hidroavión se utilizó tanto que acabó constituyendo casi un género en sí mismo(81). El salvaje que escucha un gramófono, que sugiere igualmente el poder de la tecnología europea entre los pueblos primitivos, era otra composición popular y varias fotografías tomadas por Mick Leaby en las Highlands en los años 30 tuvieron una amplia difusión(82). Un �nativo del Valle de Biaru� que investiga las �complejidades del telescopio del hombre blanco� era otra variación sobre el mismo tema(83) (Fig. 5). La creencia de que los europeos estaban llevando la civilización a Papúa y de que los papúas se mostraban ingenua y respetuosamente receptivos ante esta transferencia de tecnología e ideas fue promovida por medio de diapositivas que alternaban imágenes de la vida papúa �primitiva� y de la ya �influida(84)� y a través del emparejamiento de ilustraciones de libros y revistas en las que se veía canoas de balancín y canoas excavadas en un tronco por un lado, y por el otro botes balleneros de las misiones(85) y en composiciones que situaba a un lakatoi en primer plano sobre un fondo de barcos de vapor o de acero(86). El progreso civilizador se representaba por medio de imágenes de un jefe caníbal que se convirtió en funcionario del gobierno(87) [142] [143] o �lo viejo y lo nuevo� (una madre que recibía a su hija de vuelta a casa tras cinco años de escuela)(88) o �padres e hijos� (dos ancianos semidesnudos que llevan arcos y flechas de pie junto a dos muchachos con el uniforme del Armed Native Constabulary (ANC) y con fusiles)(89). Estas imágenes eran afirmaciones explícitas de progreso. Las representaciones del progreso desde el paganismo al cristianismo eran comunes también en las publicaciones misioneras. La LMS, por ejemplo, representaba visualmente el �impacto de la civilización� con una fotografía de un papúa sobre una moto en la playa de Ela(90). Un conjunto de tarjetas postales preparadas para la Mission du Sacre Coeur d'Issoudin, en la isla de Yule, incluía a varios hermanos y hermanas junto a conversos papúas y en una postal Monseñor Verjus está yuxtapuesto a un �tipo montañés� sugiriendo así los beneficios de la transición del profundo salvajismo de las montañas al pasivo cristianismo de la costa(91). Debemos observar que los mensajes que llevan estas imágenes eran ambiguos. Sin los pies de foto, podría habérsele atribuido otros significados contrarios, aunque no hubiese sido ésa la intención de los fotógrafos y de los editores.

Fig. 5- �MIRANDO SIN VER�, de BP Magazine, marzo de 1933.
Tomada por H. L. Downing, titulada �Individuo de la tribu biaru con un telescopio�,
en la colección H. L. Downing, sin catalogar, Mitchell Library, Sydney.
[142]

     El público lector y deseoso de rudimentos �caía en la confusión a causa de estos papúas -fuesen costeros, del interior, oscuros/brutales, claros/amables, puros, papuanesios, melanesios, salvajes, avanzados, inteligentes, bien hechos, taciturnos, listos, políticamente astutos, hábiles, falsos o indolentes- o los lectores ignoraban la diversidad y asumían que existía un papúa homogéneo y uniforme y que todos los habitantes eran iguales, es decir papúas?

     Las primeras fotografías publicadas representaban y describían a los papúas de forma anónima como �nativos� y �tipos� (Fig. 6). En una segunda fase, se hizo un esfuerzo consciente para asociar las imágenes a un lugar determinado y se ponía nombre a algunos individuos. De todos modos, el impacto global de la imaginería visual era deshumanizante -hombres y mujeres eran objetos o curiosidades-. El papúa que podía ser situado geográficamente era una construcción política e imperial; las imágenes visuales sumarias y reduccionistas que ignoraban la diversidad y creaban un tipo común -un papúa- era una construcción [144] [145] sobre todo debida a la (in)comprensión popular de las primeras etapas de la antropología. La antropología había creado una necesidad académica de documentación proveniente del mundo extraoccidental, que fletaba cajas de objetos que habían satisfecho esa necesidad, pero que ahora estaba siendo satisfecha cada vez más por una o dos fotografías en blanco y negro y una carta de un corresponsal en Papúa. A su vez, los visitantes que iban a Papúa sentían la necesidad de informar, de proporcionar datos, de obtener el reconocimiento académico respecto a los pueblos y culturas �nuevos� que habían descubierto.

Fig. 6.- �UN ESPLÉNDIDO EJEMPLAR DE NATIVA�, c. años 90 del s. XIX,
Australian Stereograph Company Collection, Archivo n� a. 448, Kaystone Mast Collection,
California Museum of Photography, University of California, Riverside.
[144]

     T. F. Bevan, que esperaba una Medalla de Oro de la Royal Geographical Society, publicó un folleto en 1888 sobre su quinta expedición a la Nueva Guinea Británica, pero a parte tres instantáneas �de explorador� obligatorias de su lancha, de los ríos y montes, sus imágenes fotográficas de Papúa eran etnográficas: jefes, canoas, viviendas, aldeas y retratos individuales y de grupo(92). Veinte años más tarde un ensayo con imágenes de fray A. -M. Fillodeau en la revista Lone Hand, que se dedicaba a las actividades misioneras y pastorales obligatorias, se dedicaba también a los papúas y a su cultura material (dos tercios de las 46 páginas)(93). En las ediciones de 1905 y de 1920 de una típica enciclopedia de comienzos de siglo, de 14 fotografías incluidas en una entrada sobre Papúa, dos son vistas, tres representan actividades de la administración y el resto son etnográficas, la mayoría de tipos y de la cultura material. La influencia de la antropología es evidente asimismo en los libros y revistas misioneros ilustrados en las que los editores deseaban nativos, no vistas de ríos, lanchas, puestos misioneros e iglesias. Las motivaciones de este énfasis etnográfico está relacionado con varias exigencias documentales superpuestas referidas a las tierras de frontera.

     La convergencia de estas influencias complementarias y opuestas de la antropología, de las misiones civilizadoras, de los gustos populares y del imperio puede verse en una misteriosa fotografía de una ceremonia de proclamación en la localidad de Suau, Isla de Stacey, South Cape, el 21 de noviembre de 1884(94). (Fig. 7). Por su geografía y cronología está cargada de intención imperial y civilizadora y es una imagen importante porque puede observarse junto a otras fotografías (y textos) de acontecimientos que precedieron y siguieron [146] cuando el comodoro Erskine recorrió la costa y proclamó el protectorado británico. �Por qué no se reprodujo en libros, revistas y demás material ilustrado aun cuando se trataba de la primera fotografía tomada en Papúa? Su impopularidad en los años 80 y 90 del siglo XIX se debió quizá a que carecía de un mensaje imperial/colonizador obvio para los lectores europeos y australianos(95).

Fig. 7.- �El HMS Nelson saludando a la bandera en la Mision, Suau,
Isla de Stacey, South Cape�, de Narrative of the Expedition of the Australian squadron
to the southeast coast of New Guinea Octobre to December 1884, Álbum, placa 27,
Australian National Library, Canberra (hay también copias en la Mitchell Library,
Sydney y en la Michael Somare Library,
University of Papua New Guinea, Port Moresby.) [147]

     La fotografía, tomada posiblemente por A. E. Dwyer, muestra a cuatro barcos de la Armada Real británica anclados en la bahía formada por la costa continental y la isla. De los cañones del HMS Nelson sale humo. En primer plano un grupo de papúas de los que algunos descansan, otros está en cuclillas o se asoman con aspecto relajado observando la ceremonia que se desarrolla a unos 30 metros de distancia. Algunos oficiales se cobijan bajo un árbol que sobresale, mientras que la mayor actividad tiene lugar en un lugar abierto en la playa. El fotógrafo se ha situado detrás del grupo de papúas que reposan, con lo que nos ofrece un gran ángulo visual de la ocasión. El efecto de esta colocación es romper la formalidad, la geometría y la colocación de los funcionarios. La atmósfera indiferente del primer plano se opone al formalismo del fondo. La semidesnudez de los papúas, sus actitudes relajadas, su idea de que cualquier postura es confortable, que contrasta con la postura erecta, con las chaquetas, cuellos y pantalones de los europeos y las rígidas filas de los miembros de la escolta militar en posición de firmes. Rodeado por el dosel de la jungla por un lado y por las cumbres que circundan las oscuras aguas de la bahía por el otro, el fotógrafo ha preferido destacar a los papúas, más que a la bandera al viento. Hay también una sugerencia: que los papúas semidesnudos en primer plano se hallan en una etapa de progreso distinta de la de sus colegas vestidos con ropas europeas. La fotografía destaca las diferencias en el comportamiento de papúas y europeos y las diferencias en el sentido atribuido a la ceremonia, a los rituales y símbolos. Esta imaginería chocan con las imágenes de otras representaciones formales estrictamente militares de izar la bandera que se dio a lo largo de la costa. El fotógrafo ha representado un encuentro transcultural más que una gran ocasión imperial.

     La colocación en el registro histórico de una imagen individual como la del fotógrafo de la Isla de Suau es difícil ya que los fotógrafos se sitúan fuera de la metáfora, de la metonimia, de la ironía o de la figuración que normalmente se considera cuando se analizan los tropos o la composición verbal del discurso(96). Para un discurso que es visual y toma la forma de diapositiva, de tarjeta postal, de lámina de libro, de revista �ilustrada� o de álbum, podemos servirnos de las metodologías que se han aplicado a la literatura, al arte y a los textos etnográficos e históricos, el principio postestructuralista de que los textos (y las fotografías) suelen omitir lo que quieren decir. Que hay significados más allá de la imagen contenida en el espacio de una fotografía, y que las fotografías tienen un pasado y un presente son puntos de partida útiles.

     En el pasado (a comienzos del siglo XX) la fotografía llevaba en ella legitimidad y concretaba el éxito del trabajo de campo misional, administrativo o etnográfico. Apoyaba y respondía a los imperativos académicos y coloniales de documentación científica sobre otros que estaban a punto de unirse a la comunidad británica de súbditos coloniales. Para el mundo público de lectores y de los que aprendían mirando, estas fotografías capturaban la realidad y para los redactores y editores cubrían la demanda popular de imágenes que eran exóticas, diferentes y de la vida real.

     En el presente (es decir, a fines del siglo XX posmoderno) se atribuyen nuevos significados a estas mismas imágenes. Por ejemplo, los lakatoi, las casas de los árboles y los bailarines vestidos para la danza se convirtieron en conos duraderos y aparecían en los informes oficiales, trabajos de ficción, etnografías e historias contemporáneas. Surgían de una masa de imágenes y de representaciones y su status de conos quedaba contextualizado por los discursos misioneros, científicos, viajeros o coloniales. Pero reivindicar la existencia de una relación entre el llamado mundo real, la representación y la apropiación son más bien de tanteo pues la fotografía no siempre encaja con el punto de vista supuesto, con la ideología aceptada, con un género literario particular, o incluso con el texto escrito del autor que acompaña a las fotografías. En segundo lugar, el mensaje que el fotógrafo pretende ofrecer con su composición y el [149] encuadre original era diferente del mensaje que mucho más tarde los autores, redactores y editores impusieron a la imagen. Tercero, la incertidumbre existe debido a que ésta fue también una gran época de los que aprendían mirando y una fotografía o un conjunto de fotografías se suponía que tenían un impacto en la formación de actitudes, de conocimientos y de opiniones posteriormente recicladas en otros foros, pese a la dificultad de saber qué recordaban y reciclaban estos observadores y lectores de su contacto visual íntimo pero indirecto con Papúa y los papúas. Cuarto, es igualmente especulativo atribuir a los lectores lo que piensan acerca de los acontecimientos, de los objetos y comportamientos captados en las imágenes fotográficas, cuando ellos ven las fotografías en un decenio diferente y en un medio intelectual y político diferente.

     Se dio a veces cierto reconocimiento ocasional pero sano por parte de algunos autores y editores de que las imágenes solían ser engañosas y manipuladoras, pero la mayoría de los lectores de los primeros años del siglo XX aceptaron las imágenes como registro verdadero y probablemente hallaron dificultades en distinguir entre las imágenes in situ, le flaneur, y las imágenes que eran inventadas o manipuladas. Las memorias, conferencias sobre viajes y las historias del explorador, del Magistrado Residente, del viajero y del misionero eran en el mejor de los casos selectivas y los incidentes solían recordarse muy poco. Eran historias que no tenían por qué ser creídas necesariamente. Por el contrario, a través de la fotografía el público podía ver la realidad con sus propios ojos, y la representación no se desvanecía sino que permanecía y podía ser visitada repetidamente. Aunque puestos en guardia a veces por los mecanismos literarios de la narrativa, los lectores probablemente no se preguntan si todo el mundo en Papúa vive o no en casas arbóreas, si todo el mundo navega en un lakatoi multicasco, preparan sagú, tienen cuerpos complejamente tatuados o bien esperaban voluntaria y coquetamente, medio desnudos, a los fotógrafos, en su mayoría varones y totalmente vestidos.

     El lakatoi, por ejemplo, se convirtió en un marcador cultural o una representación iconográfica de Papúa, aun cuando no estaba extendido a toda Papúa e incluso en la zona Motu-Golfo sólo se vio durante un breve período de tiempo con ocasión del intercambio comercial anual laurabada-hanuabada (este-oeste). Tanto se difundió la publicación de las imágenes del lakatoi que se puede perdonar a los lectores el haber pensado que los lakatoi recorrían las costas de Papúa de forma regular y por todo tipo de razones. Un dibujo de un lakatoi, basado en una fotografía, apareció en el primer sello de correos de la Nueva Guinea Británica. El predominio de los lakatoi se vio contrarrestado por algunas fotografías de canoas normales y de balancín de otras partes de Papúa, pero se suponía que los límites o el alcance geográfico, la construcción, los usos, los rituales asociados y las conexiones genealógicas, sociopolíticas o ceremoniales de los lakatoi, sobre la base de la documentación visual, eran pan-papúas. [150]

     Estudios recientes sobre la disposición de los objetos de los museos y en particular la relación entre el proceso de representación, el mundo �real� y los asuntos de apropiación(97) sugieren el proceso por el que las imágenes visuales construyeron Papúa. Michael O'Hanlon ha apuntado que el contexto dado y específico de la recopilación y de la exposición �influye inevitablemente la imagen de una cultura que una exposición retrata(98).� De este modo, mientras las fotografías se utilizaron pocas veces en exposiciones y muestras, apareciendo solamente como telón de fondo ampliado o como vista única de costa o de plantación con el fin de situar geográficamente una colección de vasijas, adornos, tallas, armas u objetos diversos, y aunque los objetos y no las fotografías eran el modo dominante de ver y aprender en una exposición o en un museo, la relación entre objeto y conocimiento, y la relación entre representación, realidad y apropiación, sugiere pistas útiles para seguir el rastro de las fotografías desde el momento en que se cierra el obturador hasta la lectura pública, la mesa del editor, la exposición de diapositivas y libros, revistas y diarios ilustrados.

     Las fotografías alcanzaron una enorme audiencia tras el boom de las revistas y diarios ilustrados de fines del siglo XIX y primeros años del XX. Como ha dicho Raymond Betts, estas publicaciones profusamente ilustradas estaban motivadas por visiones de imperio, colonias y pueblos coloniales y sugiere, por ejemplo, que la revista francesa L'Ilustration creó opinión sobre los pueblos y culturas de las colonias y condicionó la visión francesa del mundo fuera de los límites de la Francia metropolitana(99).

     Aunque ninguna publicación en lengua inglesa tuvo el mismo impacto, la barrera de imágenes de una proliferación de revistas y periódicos ilustrados tuvo un impacto semejante en las visiones de Australia y del Reino Unido [152] sobre Papúa y los papúas. Por ejemplo, en Australia, el Lone Hand (1907-1921), Queenslander (1866-1939) y el Australasian (1850-1910) se leyeron ampliamente. Del Sydney Mail (1860-1939) se vendieron más de 116.000 ejemplares durante la Gran Guerra de 1914-18 y 68.000 ejemplares de números especiales como el dedicado a las visitas de la flota de Estados Unidos en 1908 y 1925, mientras que un número normal semanal vendía una media de 30.000 ejemplares(100). Los diarios regionales, como el North Queensland Register, de Townsville, y el Cairns Post and Northern Herald estaban también profusamente ilustrados. Los artículos acompañados de fotografías sobre Papúa eran normales en estos y otros periódicos y revistas ilustrados.

     Por ejemplo, después de sus viajes por Papúa de 1915 y 1917, T. J. McMahon publicó nueve reportajes y noventa y seis fotografías en el Cairns Post and Northern Herald, cuatro reportajes y veintiocho fotografías en el Australasian, y seis reportajes y cuarenta y cuatro fotografías en el Queenslander, y artículos ilustrados en Lone Hand, Wide World Magazine, Sunset, The Pacific Monthly, Illustrated London News, Town and Country Journal, World�s Work, Overland Monthly, Trans Pacific y el Importer and Exporter Journal of Australasia. No fue sino uno de los muchos expertos, visitantes, residentes y distantes autores de café que publicaron sobre Papúa en esta época.

     Lo que el público lector pensó, memorizó y luego recicló sobre �Papúa� puede rastrearse a través de la mecánica de la diseminación y consumo de imágenes públicas. Un estudio informativo sobre la diseminación es el análisis de los norteamericanos Goetzmann y Goetzmann, The West of the imagination(101). Éstos demostraron que la historia, el arte, la fotografía y el consumo/diseminación públicos quedaban relacionados a través de la formulación de ideas y la promoción de mitologías populares modernas. Los Goetzmann hacían remontar el impacto en el país al �Este� de los primeros artistas y fotógrafos que atravesaron el subcontinente norteamericano y crearon un �Occidente� para que los habitantes de las ciudades del este pudiesen temer, poseer y fantasear. Su investigación es instructiva por el modo cómo analizan las imágenes que se devuelven al Este, pero más todavía por el seguimiento de estas imágenes desde el momento en que entran y se difunden en el dominio público. Otros estudiosos han registrado, identificado, anotado, catalogado y descrito imágenes [152] históricas de los nativos americanos, de los cowboys y pioneros, pero The West of the imagination abrió nuevas perspectivas al unir el punto de creación de la imagen (sobre lienzo o en negativos), la lectura del mensaje por parte de las audiencias urbanas (por medio de exposiciones, etiquetas de botellas de cerveza, portadas de libros, álbumes) y la posterior construcción del �Occidente� (expresada en la ideología del �destino manifiesto�).

     Sorprendentemente, los innovadores estudios de Bernard Smith en su European vision and the South Pacific, publicados en 1960, no han tenido réplicas por parte de los historiadores de la fotografía. Treinta años más tarde Smith continuó el libro con Imagining the Pacific: In the wake of the Cook voyages y había habido estudios semejantes sobre la formación de imágenes a través del arte de los nativos americanos, de los maoríes y de los aborígenes australianos(102). La importancia de estos estudios sobre la imagen en el arte reside en que han destacado los procesos contextuales y psicológicos que estructuran el cuadro del artista. Éstos también subrayan la relación existente entre la representación, el ejercicio del poder y el deseo de conocer nuevos mundos a medida que van descubriéndose. Leonard Bell observaba que en la imaginería artística sobre los maoríes las �representaciones nunca dejaban de plantear problemas, no eran fieles, transcripciones� y que cada imagen tenía su propio conjunto de determinantes históricamente ubicados y tenía su propio componente ideológico(103). El mismo nexo entre la representación, un conjunto o conjunto de determinantes y la ideología existe en las imágenes fotográficas.

     En contradicción con los argumentos de Smith y de los Goetzmann está el hecho de que la mayor parte del primer arte del Pacífico y del primer arte y de la primera fotografía de �Occidente� nunca lo vio el público del tiempo y que lo que acabó viendo no entró en el ámbito público durante decenios y con frecuencia no lo hizo hasta un siglo después de que hubiese sido esbozado, preparado, pintado, arreglado o �instantaneado�. Los museos, por ejemplo, compraron colecciones de fotografías, pero raramente organizaban una exposición [153] o mostraban sus colecciones(104). En comparación, gracias a la accesibilidad ofrecida por la placa seca y luego por la cámara �Kodak� y la demanda de un voraz mercado de prensa y libros ilustrados, el acceso del público a las imágenes fotográficas de Papúa en blanco y negro fue inmediato y generalizado.

     Otra diferencia es que las imágenes de �Occidente�, que incluyen nociones como la del �último de su tribu�, la de noble salvaje y la de misión civilizadora, fueron contextualizadas por los debates filosóficos, políticos e intelectuales de mediados y finales del siglo XIX que fueron superado o eclipsados en el caso de Papúa por la categórica conexión entre la formación de la imagen de los papúas y los primeros pasos en los estudios de antropología.

     Al viajar de Papúa al mundo occidental, las imágenes sirvieron de marcadores culturales para ubicar a los papúas y elaborar el término �Papúa� en las enciclopedias. Con todo, debido al limitado conocimiento de estos pueblos y su relativa insignificancia a escala global, la población del Golfo, de las Highlands y de las islas pocas veces aparecían en las páginas de las publicaciones con los panameños o los paraguayos porque, de una manera que sólo produce dudas respecto de la utilidad del término �papúa�, solían quedar diluidos en las enciclopedias bajo en subtítulos tales como Nueva Guinea, Islas del Pacífico, Mares del Sur o Melanesia.

     Mientras que algunos editores publicaban cualquier material que tuviesen a mano o efectuaban selecciones casuales según lo que ellos creían que eran los gustos populares, otros etiquetaban y clasificaban cuidadosamente cada elemento de acuerdo con el mensaje que deseaban lanzar. La Sociedad Misionera de Londres (la London Missionary Society, LMS) utilizaba un sello en la parte de atrás de sus colecciones impresas que identificaba al �país, el tema, el texto en el que aparece la fotografía, el Número de serie y el Número de negativo�. Bajo el encabezamiento �Papúa� los libreros de la LMS y los editores de The Chronicle utilizaban una segunda serie de subtítulos que incluía:

          Miscelánea

          Documentación

          Actividad de la Iglesia y de la Misión

          General-Paisajes [154]

          General-Tipos

          Impacto de la Civilización

          Vida familiar

          Artesanía y objetos

          Usos-costumbres(105)

     Luego, las imágenes se agrupaban por distritos, por ejemplo, Occidental, Golfo, Delena o Port Moresby. La ventaja de esta clasificación era que las fotografías individuales podían ser localizadas rápidamente para conferencias, reconversión a diapositivas, ampliaciones para exposiciones, para The Chronicle y para los numerosos libros que publicaba la LMS. El misionero H. M. Dauncey que tenía y tomaba prestada una gran colección de fotografías de Papúa, utilizaba también un sistema de clasificación semejante, pero lo había ampliado añadiendo categorías por ocupaciones, tipos de costumbres, de usos y de formación(106). Por el contrario, en un conjunto de ochenta diapositivas utilizadas en una ceremonia misionera en Sydney, F. J. Spain agrupó el material de la forma más sencilla:

          Algunos papúas (14 diapositivas)

          Dónde viven (13 diapositivas)

          Cómo viajan (11 diapositivas)

          Lo que hacen (18 diapositivas)

          Escenas de misión (24 diapositivas).

     La sesión de Spain terminaba con una diapositiva de las palabras del himno �Stand Up for Jesus(107).� En otra serie de diapositivas de Papúa agrupó este material bajo siete encabezamientos -actividades y artesanía de los nativos, escenas aldeanas, barcas, grupos de personas, formaciones coralinas, iglesias y edificios europeos y �papúas misceláneos(108)�-. El Magistrado Residente en [155] Rigo, A. C. English, utilizó una clasificación semejante cuando presentó unas diapositivas en Sydney en 1904. Dividió las diapositivas de conferencia y 120 la siguiente manera:

           Port Moreshy, Kapa Kapa (sede central de la LMS) y Rigo           
Extensión de la influencia del gobierno y de los beneficios de la civilización Aldeas marinas
Iniciación y ceremonias
Tribus de las montañas-homicidios, venganzas, y práctica de la brujería
Populosas y poderosas aldeas costeras
Miscelánea (curiosidades, tapa, viviendas, muchachas de la misión, lanchas, ANC)(109).

     Cuando los fotógrafos de Sydney Kerry y Compañía pusieron en venta fotografías de W. G. Lawes organizaron el catálogo dividiéndolo en cuatro encabezamientos -general, misión, antropología y panoramas(110)- y cuando el misionero R. L. Turner ofreció un conjunto de 31 diapositivas para la tercera conferencia de una serie que había planeado, las dividió en cinco encabezamientos -Nueva Guinea salvaje, trabajo de los nativos, vida en la aldea, historia de Lotu y la iglesia- lo que es un evidente progreso de las tinieblas a la luz, de los brujos a los pastores protestantes y de las tribus a las congregaciones(111). Estas clasificaciones reducían a los papúas a un término científico comprensible y reconocible y facilitaba su apropiación en una epistemología ya existente.

     La formación de la imagen de un lugar -el país imaginado de Papúa- había evolucionado desde los intentos coloniales de instaurar un estado de inocencia y una necesidad de protección, legitimando así la anexión y la colonización. También las misiones necesitaron imágenes de las almas salvajes para conseguir ayuda para la tarea evangélica de conducir a las almas hasta la luz. Los inversores australianos y los pequeños capitalistas necesitaban mano de obra. Los voyeurs buscaban imágenes de cuerpos desnudos o semidesnudos. Había también un interés popular en descubrir pueblos extraños y diferentes de tierras alejadas de Europa. Las enciclopedias seriadas del tipo de The world of today (1905-07), The new world of today (1920-22), Peoples of all nations (1922) y Countries of the world (1924-25) y otras cubría la demanda de narraciones de aventuras y de acontecimientos extraños en lugares remotos. [156]

     Aunque denominados papuas por los primeros viajeros portugueses, españoles y holandeses y aunque ocupaban valles, llanuras, costas y archipiélagos de oeste a este, los papuas se vieron desbordados por una época moderna con fronteras nuevas y definitivas y descubrimientos por parte de los europeos. En la construcción visual de esta nueva entidad política, la diversidad de pueblos y culturas fue incluida, homogeneizada y marginalizada como complementaria y las motivaciones conflictivas fueron representadas hasta el final por las misiones, los capitalistas, los subimperialistas, los administradores, los antropólogos, los que buscaban medallas de oro, los periodistas y los fotógrafos.

[Traducción del inglés: C. A. Caranci] [157]



ArribaAbajo

Histórica violación de derechos humanos del pueblo Rapa Nui

Alberto Hotus*

*(112)

INTRODUCCIÓN

     Rapa Nui o Isla de Pascua ha sido objeto de muchos estudios o investigaciones realizadas por especialistas de distintas nacionalidades, pero la mayoría ha privilegiado lo concerniente a reconstrucción o restauración arqueológica. Como muestra de esto tenemos: Tahai, Ahu a Kivi y otros.

     No se ha efectuado en cambio, ningún estudio respecto a la comunidad étnica y sus derechos ancestrales como es el caso de la tenencia de la tierra; este pueblo ha sufrido sucesivos cambios derivados del contacto con autoridades gubernamentales que no han tenido el mínimo respeto por nuestra cultura totalmente diferente al resto de los habitantes chilenos continentales y cuyos resultados no han sido previstos en todas sus consecuencias.

     El pueblo Rapa Nui, antes del contacto con extranjeros, tenía establecido los aspectos puntuales de nuestra cultura, derechos y deberes concernientes a la familia, comportamientos entre padres e hijos, modo de vida en el medio ambiente, creencia, etc.

     Actualmente los problemas se han agravado tanto que requieren pronta solución.



EL CONSEJO DE ANCIANOS

     El �Consejo de Ancianos Rapa Nui� es una entidad de análisis y toma de decisión; formado por 36 personas miembros que representan a cada apellido [158] de la Isla, cuyo objetivo es defender nuestros derechos a la territorialidad, cultura e intereses de Rapa Nui.

     Las autoridades administrativas no reconocen la autoridad y atribuciones del Consejo de Ancianos, pues según ellos, no corresponderían de acuerdo con la ley chilena. Absurdo concepto, puesto que la soberanía de Isla de Pascua o Rapa Nui fue entregada a la República de Chile el 9 de Septiembre de 1888, por acuerdo de voluntades entre el rey rapa nui Atamu Tekena, que representaba a los Jefes o Ancianos y al pueblo pascuense y el Capitán de Corbeta de la Marina de Chile, don Policarpo Toro Hurtado en representación del gobierno de Chile. En dicha entrega de soberanía los Jefes Rapa Nui reservaron sus derechos e investiduras, como consta en documentos enviados por Policarpo Toro Hurtado a las autoridades Chilenas, en ellos dice: �Los abajo firmantes Jefes de la Isla de Pascua declaramos ceder para siempre y sin reserva al Gobierno de Chile la soberanía plena y entera de la citada isla, reservándonos al mismo tiempo nuestros títulos de Jefes de que estamos investidos y de que gozamos actualmente�.

     Una proclamación celebrada ese mismo día, firmada por el Capitán Policarpo Toro, expone: �Declaramos aceptar, salvo ratificación del Gobierno de Chile, la cesión plena, entera y sin reserva de la soberanía de Isla de Pascua, cesión que nos ha sido hecha por los Jefes de esta Isla para el Gobierno de la República de Chile�.

     Al respecto, existe seria documentación nunca discutida en su originalidad y alcances demostrativos de que el acuerdo de voluntades de las partes, entre el gobierno de Chile y la autoridad política rapa nui se refirió a la soberanía y no a la propiedad privada. En ninguna parte de dichos acuerdos se menciona la intención de adquirir la propiedad física de la isla, pactando solamente su soberanía; de forma que Rapa Nui llegó a incorporarse al Estado Chileno y a la Nación, mediante dicho acuerdo.

     �Por qué los Jefes Ancianos rapa nui aceptaron la solicitud chilena de entregar la soberanía de Isla de Pascua?

     Según nuestra tradición y documentos, Policarpo Toro en nombre de su gobierno ofrecía a cambio educación, progreso y lo más importante, respeto y protección de la tierra de los pascuenses o rapa nui, como propiedad privada y para siempre, lo que no ha cumplido.

     Luego del acuerdo de voluntades entre las partes, fue nombrado por el gobierno chileno como Agente de Colonización, a don Pedro Pablo Toro Hurtado, Capitán del Ejército de Chile y hermano de Policarpo Toro.

     En 1895 toda la población pascuense es arrinconada a punta de fusil en una pequeña reservación de 100.000 m2 en Hanga Roa, sin dejarle espacio para plantar. Les fueron quitadas sus tierras y animales, quemadas sus plantaciones y llevaron animales para que comiesen las que salvaron de las quemazones. [159]

     Murieron niños de corta edad y personas mayores por falta de alimentos. Por las noches algunos hombres y mujeres saltaban las cercas para ir donde fueron quemadas sus plantas a levantar piedras, buscando algún grano de poroto o tubérculos para comer. (Este acontecimiento en nuestra lengua se llamó �onge kote hurehure�). Si eran sorprendidos por los ciudadanos de la empresa, eran azotados y castigados a trabajo forzado. Ese mismo año, Pedro Pablo Toro Hurtado arrendaba las tierras de la isla, por orden de Policarpo Toro, a extranjeros y comienza desde allí la explotación de nuestra tierra, animales, hombres, mujeres y niños.

     Los extranjeros, creyéndose con derechos sobre los pascuenses, los hacían trabajar como esclavos, incluso los reyes de Rapa Nui fueron sometidos sin consideración.

     El rey Atamu, Tekena que había entregado la soberanía de nuestra isla para Chile, también tuvo igual trato. Los pascuenses luchaban en contra de estas injusticias y sobrevivían demostrando así que eran �dueños y señores� de sus tierras, sin aceptar jamás condición alguna hasta la actualidad.

     La Compañía Explotadora aplicaba trabajos forzados a todas las mujeres mayores de 14 años, solteras o casadas; y a los hombres, desde 14 años hasta el más viejo. Trabajo que debían realizar de sol a sol sin derecho a alimentación, remuneración ni descanso. En las noches de luna se les hacía trabajar hasta media noche y el que se negaba por cansancio u otro motivo era azotado. Todo esto sucedía después del acuerdo de voluntades del 9 de Septiembre de 1888.

     Atamu Tekena sufría moralmente al comprobar que había sido engañado por el Chileno Policarpo Toro Hurtado e impedido de ejercer su mandato al ser rechazado por los propios pascuenses; entrega su cargo a otro descendiente de reyes de la tribu de los Miru, Simeón Riroroko a Ngure, conforme a la voluntad de los Jefes tribales y del pueblo en general. Triste es para el pueblo rapanui que Atamu, Tekena no fuera reconocido por los chilenos por la soberanía que les entregó. No existe en la isla nada que recuerde su memoria.

     Encontrándose Simeón Riroroko en posesión del cargo, comprobó que no se había cumplido el �acuerdo de voluntades� por parte de los chilenos, protestaba ante el administrador que también ejercía el cargo de gobernador marítimo nombrado por el gobierno chileno como su representante, pero sin encontrar respuesta o solución.

     Durante la administración de uno de los colonizadores chilenos, Alberto Sánchez Manterola, falleció el pascuense Nicolás Iti Teao, a causa de una herida en el vientre que le hiciera un chileno de nombre desconocido por motivo que el pascuense no quería beber vino el día 18 de Septiembre, día de la Independencia Nacional [chilena]. Las autoridades nada hicieron al respecto, sencillamente murió un pascuense y para ellos no hay justicia. [160]

     Viendo Simeón Riroroko el sufrimiento de su pueblo, pidió autorización al gobernante marítimo Alberto Sánchez Manterola para salir de la isla hacia el continente (Chile) a hablar con el Presidente de la República, respecto a las injusticias que se cometían con su pueblo. En ese tiempo ningún pascuense podía ausentarse de la isla, porque la Compañía Explotadora lo tenía prohibido, ya que eran declarados �leprosos�.

     Se conseguía con ello mano de obra gratuita.

     Fue así que Simeón viajó al continente en compañía de Juan Tepano y Juan Arakiti'a, los dos últimos viajaban a cumplir con el Servicio Militar obligatorio en el Regimiento N� 2 �Maipo�, de Valparaíso. A la llegada de Simeón Riroroko a Valparaíso, el Intendente de la Provincia quiso hablar con él, pero éste no aceptó puesto que sólo quería hablar con el Presidente de Chile, de acuerdo a su rango. Al retirarse el rey de la Intendencia de Valparaíso con Juan Tepano y Juan Arakiti'a, se encontraron con un tal Alfredo, empleado y persona de confianza de Enrique Merlet, este último era un comerciante chileno y explotador de la Isla de Pascua.

     Continuando con Alfredo, éste invitó al rey Simeón Riroroko a cenar y pernoctar en su casa, ubicada en el cerro Alegre de Valparaíso.

     Al día siguiente, Alfredo avisó a Juan Tepano y Juan Arakiti'a en el Regimiento Maipo que fuesen a visitar al rey, que se encontraba muy enfermo en el Hospital Van Buren. Cuando los dos pascuenses llegaron al hospital, allí les informaron que el rey había fallecido por �envenenamiento� y el cuerpo no estaba en el hospital.

     Mientras tanto en la isla, al tener conocimiento de la tragedia o muerte del rey, fue sucedido por su hermanastra Angata Veritahi. Ella era una mujer pascuense de la tribu de los Miru y Haumoana que fue llevada por los Misioneros católicos a Tahití en 1872, en donde ingresó a la escuela de catequistas de Moorea; años más tarde regresa a Isla de Pascua, enviada por el Obispo de Tahití Tepano Heussen, para que se hiciera cargo de la iglesia de Pascua, trayendo ovejas y vacunos para hacer crianza. Estos animales fueron robados por la Compañía Explotadora.

     De Angata, nacieron muchos hijos; sus descendientes conforman la mayor parte de la población pascuense o rapanui. Angata, continuaba exigiendo el cumplimiento y respeto a los derechos del pueblo rapanui, hablando con los administradores de la Compañía hasta 1913, año en que ella toma la firme decisión de exigir que la empresa devuelva los vacunos y ovejas de nuestro pueblo a las autoridades administrativas chilenas que arrendaron la isla en 1895, por un valor de $ 1,200 anuales y por el plazo de 20 años. En ese tiempo era administrador de la Compañía el ciudadano inglés don Henry Percy Edmunds, quien se negó a devolver los animales a los pascuenses. Angata era secundada por Daniel Teave y Matías Hitu Kavatutia. Como Edmunds se negara a entregar los [161] animales, Angata ordenó a Daniel y Matías que reunieran gente para ir a sacar los animales que les pertenecían y que se encontraban en poder de la Compañía, no sin antes avisar a Edmunds de su decisión.

     Edmunds y sus empleados, incluidos oficiales y tripulantes de un buque anclado en la isla, se prepararon armados de fusiles para repeler a los que ellos consideraban �ladrones�.

     Los pascuenses sabiéndose dueños de sus animales, traspasaron a caballo la cerca de la Compañía, sin temor alguno, sacando de allí 40 vacunos y 100 ovejas que servirían de alimento para ellos y sus familias.

     Según cuentan los abuelos, cuando ellos fueron en busca de los animales, cayó una espesa neblina, motivo por el cual los cuidadores que estaban armados no vieron nada, en cambio los pascuenses veían perfectamente, traspasando la cerca sin que los animales emitiesen un solo ruido que pudiese delatarlos. Esto fue confirmado por el propio administrador Henry Edmunds.

     Pasado un tiempo, Angata avisó nuevamente a Henry Edmunds, que si no llegaban a un acuerdo, volverían a sacar animales. Otra vez Edmunds y sus empleados esperaron armados sucediendo lo mismo de la vez anterior; sacando los pascuenses 60 vacunos y 100 ovejas, lo que hacía un total de 100 vacunos y 200 ovejas. Lamentablemente en esa oportunidad llegó el buque de la Marina de Chile, Corbeta General Baquedano, alertado por el administrador.

     Los pascuenses fueron acusados de �ladrones� y tomados presos, excepto Angata, haciéndoseles un sumario. El fiscal fue un Capitán de Corbeta de apellido Escobar. Dicho sumario sobreseyó a todos, menos a Daniel María Teave que a petición del administrador Edmunds, fue llevado atado al continente (Chile) como �delincuente� y considerado un líder peligroso para los intereses de la Compañía Explotadora.

     Daniel María Teave falleció en Chile en forma misteriosa, igual como sucedió con Simeón Riroroko. Nunca se supo oficialmente en la isla cual fue la causa de ambos decesos ni donde fueron sepultados sus cuerpos. Cabe preguntarse, �qué pasó con la promesa de protección y progreso hecha por las autoridades chilenas a través del Capitán Policarpo Toro el 9 de Septiembre de 1888?, �dónde estaban dichas autoridades mientras se esclavizaba a los pascuenses?



CON LEPRA Y SIN BANDERA

     Es posible que a causa del sumario anteriormente mencionado, Chile envía a la isla autoridades de gobierno como gobernadores marítimos. Se hicieron algunas mejoras en el Leprosario, en el cual los internados comienzan a recibir algo de alimentos como carne y leche. [162]

     Como información: el primer leproso que llegó a la isla, fue un hombre hijo de tahitiano llamado Esteban y que venía en el Transporte �Angamos�, comandado por el Capitán Policarpo Toro. Este hombre fue el que contagió a los pascuenses dicha enfermedad.

     Una vez puesto en funcionamiento el Leprosario, los primeros auxiliares médicos enviados a Pascua no poseían conocimientos de la lepra, por tal motivo establecieron que todas las familias pascuenses serían examinadas una vez a la semana. Todos los pascuenses tenían que asistir al consultorio en donde debían desnudarse para ser examinados. Si en este examen se les encontraba una mancha en el cuerpo, de inmediato eran encerrados en el leprosario, cometiéndose así un grave error, pues recién allí eran contagiados, debido al contacto directo con los que estaban realmente enfermos de lepra.

     Muchos padres escondían a sus hijos que nacían con manchas, como es común que las tengan los polinesios, arriesgándose a ser llevados presos por �incumplimiento� de tal disposición.

     Gracias a esos padres se evitó que todos los pascuenses fuéramos leprosos. Estos vejámenes duraron hasta 1963, cuando las autoridades sanitarias, con apoyo del gobernador marítimo, quisieron aislar 60 niños sanos que tenían entre 7 y 10 años, cuyos padres se opusieron firmemente. Felizmente, llegó en esa oportunidad a la isla el buque Escuela �Esmeralda� y el Comandante ordenó al médico que no se aislara a los menores por unas simples y pequeñas manchas en sus cuerpos.

     Este error habría sido desastroso y fatal para el pueblo rapa nui.

     Los pascuenses que no enfermaban quedaban bajo régimen militar y debían �pagar� como impuesto para el fisco, con un día de trabajo sirviendo a los blancos (así se denominaba a los funcionarios continentales), haciendo labores domésticas para ellos. Como dar alimento a los cerdos, plantar verduras y otros trabajos similares.

     También se le prohibía pescar en todos los sectores ocupados por la Compañía Explotadora. Para hacerlo, debían solicitar permiso al gobernador marítimo, el que era concedido si el solicitante tenía buena conducta, en caso contrario, el permiso era denegado.

     En 1913, el Comandante de la Armada de Chile, Basilio Rojas ordena quitar la bandera pascuense (reva reimiro) que se izaba todos los domingos, día en que se realizaba la asamblea de los pascuenses. Desde entonces fue prohibido usarla, a pesar de que en el acuerdo de voluntades de 1888, Chile se comprometió a respetar los derechos y las decisiones del pueblo pascuense.

     Después del sumario por el acarreo de sus animales en 1914, es nombrado sucesor de Angata, Moisés Tu'uhereveri, que duró muy poco en el cargo, porque la Compañía Explotadora lo consideraba líder peligroso para sus intereses por lo que fue llevado al continente. Posteriormente ingresaba a la Marina de [163] Chile, regresando a la isla totalmente cambiado en su forma de pensar, referente a los derechos pascuenses.

     El gobierno de Chile reemplazó a Moisés Tu'uhereveri por Juan Tepano a Rano, quien había viajado a cumplir con su Servicio Militar y fue nombrado �Cacique�. Lamentablemente, Tepano fue muy negativo para los pascuenses, por apoyar a la Compañía Explotadora azotaba a sus propios hermanos pascuenses. Debido a esta mala conducta con su pueblo fue rechazado y se retiró voluntariamente del cargo en que lo había puesto el gobierno chileno.

     Después los pascuenses trataron de formar grupos que los representaran, entre éstos surgieron líderes como Daniel Chávez Manuheuroroa, Mateo Hereveri Vaka, Gabriel Hereveri Vaka, Isaías Fati Parakei y Matias Hotus Ika. Ellos fueron los que por primera vez realizaron una huelga, exigiendo a la Compañía lo siguiente:

     a) establecimiento del derecho a 8 horas de trabajo, b) el derecho de cada trabajador a ganar una suma de dinero por el trabajo realizado, c) el derecho a recibir alimentos durante cualquier faena realizada por los pascuenses en favor de la empresa, d) establecimiento del valor real de las mercancías que les vendía la empresa, y e) la educación prometida por Policarpo Toro Hurtado en nombre del gobierno de Chile, que no se había cumplido.

     Por estas justas peticiones los pascuenses fueron azotados y amenazados por el gobernador marítimo de ser llevados presos a la isla �Más afuera�, sin embargo se pusieron firmes; finalmente lograron algunos de estos derechos como por ejemplo, se les daba carne y sueldo a los trabajadores. En todo caso, siempre fueron perseguidos por las autoridades chilenas.

     Desde la llegada de Tati Salmón, socio de otro explotador de la isla de nombre John Brander, que llegó a la isla en 1867, se obligó a los pascuenses a hablar en lengua tahitiana prohibiendo la lengua rapanui, porque la esposa de Salmón llamada To'eto'e era tahitiana y porque era otra forma de controlarlos para lograr que los pascuenses fuesen leales a la Compañía explotadora. Los pascuenses no aceptaron a pesar de los azotes y otros castigos que recibían de Salmón.



EL PROBLEMA DE LA TIERRA

     En Abril de 1929, el gobierno chileno pone término a la concesión de la Compañía Explotadora y el fisco chileno ordena a Bienes Nacionales a inscribir las tierras de Isla de Pascua a su nombre. Dicha orden no fue cumplida por razones que desconocemos. A todo esto, los pascuenses no sabían lo que pretendía hacer el fisco, puesto que confiaban en el acuerdo de voluntades de 1888, según el cual Chile tiene solamente la soberanía de la isla y no así la propiedad de la tierra que es de los pascuenses. [164]

     Resultado: con la entrega de la soberanía a Chile vino la esclavitud y la inscripción de nuestras tierras a nombre del fisco, lo que demuestra una abierta usurpación, por la buena voluntad de los Jefes rapanui al entregar la soberanía a Chile.

     Finalmente, en noviembre de 1933, se inscribe la totalidad de las tierras pascuenses a nombre del fisco, aplicando el artículo 590 del Código Civil Chileno que dice: �son bienes del Estado todas las tierras que estando situadas dentro de los límites territoriales carecen de otro dueño, es tierra fiscal�, sin considerar el verdadero derecho, de propiedad que correspondía a los pascuenses.

     Dicha inscripción fue publicada en el diario El Heraldo de Valparaíso como una forma de demostrar su derecho. Cabe agregar, que hasta 1987, aún no llegaban diarios de Valparaíso a Isla de Pascua. �Cómo podrían entonces informarse los pascuenses que sus tierras eran inscritas a nombre del fisco chileno?

     Para poder justificar esta inscripción fiscal, los gobernadores marítimos empezaron a extender a los pascuenses un título provisorio por los terrenos en que ellos vivían, explicando que era una �forma� de ordenamiento y que por lo cual no tendrían problema alguno, pero en tal título provisorio se establece que �el beneficiado tiene la obligación de mantener cerrado, arbolado y cultivado su terreno, perdiendo todo derecho si durante un año no lo hiciere. No podrá gravar ni enajenar el terreno que se le entrega para usufructo, mientras el Supremo Gobierno dispone su posesión definitiva�. Este requisito no fue entendido por los pascuenses y fue pasando el tiempo, hasta el 11 de noviembre de 1979, fecha en que se dictó el D. L. 2885.

     Todo esto era inexplicable para los pascuenses, en su mayoría analfabetos; debían aceptar los títulos del lugar en que vivían y eran obligados a abandonar propiedades de sus antepasados si alguno poseía más de 5 ha. Más aún, dichos títulos tenían una cláusula �que si el terreno no era cerrado, arbolado y sembrado en un plazo determinado, perdería el derecho sobre esas 5 ha. las que posteriormente eran entregadas a otro o sencillamente eran denominadas �terreno fiscal�.

     A todo esto, los malos tratos continuaban. Si los pascuenses reclamaban eran castigados físicamente y encarcelados, según las autoridades, por faltarle el respeto a un blanco. Si un niño �blanco� castigaba a un niño �Kanaba� o pascuense, éste no podía devolver el golpe, ni siquiera con palabras. Si esto sucedía, era castigado incluso el padre. El castigo consistía en trabajar para los �blancos� y por las noches eran encerrados en garitas.

     En 1938, por falta de alimentos y otros graves motivos, la señora Clementina Hito, se trastornó. El Dr. Álvaro Tejeda L. y el practicante Arsenio Flores la castigaban aún más, la encerraban en una cueva subterránea de 1,50 m de diámetro y 1,50 m de altura, dentro del sitio del cementerio, aduciendo que era un peligro público. [165]

     En 1940, nuevamente los pascuenses nombran a 3 personas para que representaran sus intereses, puesto que, los nombrados anteriormente, algunos habían fallecido y otros renunciado por falta de garantías de las autoridades.

     Estas tres personas eran: Daniel Chávez Manuheuroroa, Juan Chávez Manuheuroroa y Alberto Huke Make, y ellos llevaron las peticiones pascuences a conocimiento de las autoridades del gobierno chileno y Compañía Explotadora. A pesar de que consiguieron algunos beneficios, el maltrato continuaba. Consiguieron que se instalara un comedor, con mesa, plato, ollas y servicios, terminando así con los medios tambores en que se cocinaba anteriormente

     Lograron además precios más convenientes por el kilo de maíz que los pascuenses vendían a la Compañía, para la crianza de cerdos. Se logró que el trabajo fuese asignado a los jefes de familia y no por referencia o recomendaciones.

     El mismo año 1940, comienzan los pascuenses a desobedecer a las autoridades administrativas, escondiéndose en las bodegas de los buques de la Compañía, que venían en busca de las mercaderías (lana, cerdos, mantecas y otros) que era llevado a Chile continental. Así, por medio de los periódicos nacionales, llegaron nuestras quejas a las autoridades de gobierno directamente, logrando con ello mejorar un poco nuestra situación, pero los malos tratos continuaron.

     En 1949, comienza el trabajo de una cancha de aterrizaje para aviones Catalina. Los Pascuenses hombres, mujeres y niños trabajaron en la limpieza de piedra y malezas. Las mujeres y niños con sus vestidos recogían las piedras y los hombres acarreaban las piedras en carretas y carretillas.

     En 1951, llega el avión Catalina N� 205 (Manutara), comandado por el Comandante Roberto Parragué y los isleños asistieron a recibirlo, cantaron con mucho entusiasmo con un canto especial que compusieron.

     Para tal evento, desde 1949 a 1951, los pascuenses trabajaron sin pago ni alimentos, haciendo el camino que más tarde sería la pista de aterrizaje, todo el trabajo lo hacían con la esperanza de salir algún día hacia Chile o que llegaran alimentos y ropas, lo que era muy escaso en ese tiempo.

     Las autoridades les hacían creer que esta pista de aterrizaje sería de mucha utilidad para el pueblo pascuense. Sin embargo, se convirtió en un monopolio de la empresa aérea LAN CHILE, que explota a los pascuenses, cobrando precios inalcanzables por el flete, incluso de los artículos de primera necesidad.

     Por ejemplo, si el kilo de azúcar en Chile vale 1 dólar norteamericano, más el valor del flete por kilo, en la isla cuesta 3 dólares y 50 centavos el kilo.

     Un pasaje a Tahití, al pascuense le cuesta 1.200 dólares. A un tahitiano o francés, para venir a la isla en el mismo avión LAN CHILE, le cuesta 390 dólares. Cabe preguntarse: �por qué esta gran diferencia o discriminación?. Todo esto es el pago a los pascuenses por haber cedido la soberanía de la isla [166] a Chile y trabajar sin pago ni alimentación. Nunca hemos pedido que se nos regale lo que necesitamos, sino que en misión de soberanía, los artículos de primera necesidad sean subvencionados por el aislamiento en que nos encontramos, tal como Chile lo hace con la Antártica.

     Se logró que las mercaderías que vendía la Compañía Explotadora fuesen ofertadas en forma pareja y no se diera preferencia a los �blancos� o continentales que enviaba el gobierno chileno. En todo caso, un día se les vendía a los pascuenses y otro a los continentales. Estos últimos reclamaron que los pascuenses podían sobrevivir sin esas mercaderías y no así los continentales que estaban acostumbrados a la comodidad. Nuevamente los pascuenses fueron postergados, perdiendo lo logrado por sus defensores.

     En 1953, la Compañía Explotadora de la Isla de Pascua traspasa todos los bienes que tenían los pascuenses, incluyendo animales a la Armada Nacional, sin costo alguno. En 1965, la Armada traspasa los bienes y animales a la Corporación de Fomento y la Producción (CORFO). Los animales ovinos y bovinos fueron exterminados en 1980 y los bienes destruidos.

     En 1952, la autoridad de gobierno llama a los ancianos para que formen un grupo representativo y que reemplace a los 3 anteriores, los cuales se denominaron �Consejeros� y ellos fueron: Esteban Tepano, Napoleón Ika, Pedro Atan, Jorge Tepano, Lázaro Hotus, Juan Luis Palcomio, Leonardo Pakarati, Luis Atan y Juan Pont Hill.

     Este grupo trató de solucionar los problemas pascuenses con ideas de las autoridades chilenas, pero esto no se pudo hacer, puesto que en la isla no se pueden aplicar leyes dictadas para el continente, por tener realidades diferentes. Este grupo fracasó en su intento, reorganizándose y quedando solamente Jorge Tepano, Lázaro Hotus, Luis Atan y Leonardo Pakarati.

     Este segundo grupo, tampoco resultó por motivo de que las autoridades chilenas no están de acuerdo en la entrega de atribuciones a los pascuenses.

     En ese entonces, en la isla existía el �toque de queda� y los rapanui debían recogerse en sus respectivos hogares a las 21 horas. El que infringiera tal disposición era castigado con 2 días de trabajo a favor de los �blancos� (continentales), si eran reincidientes, se les condenaba a un mes de trabajo. Esta disposición era solamente para los pascuenses, no para los continentales.

     Otra disposición era que los animales de propiedad de los pascuenses no podían traspasar algunos límites del pueblo. Si estos límites eran traspasados, los animales eran castigados, encerrándolos por un mes a pan y agua. Se colocaba una taza de agua y un trozo de pan frente a ellos y como es lógico que los animales no podían comer esto, se morían. Esta absurda disposición duró hasta el año 1958.

     Hasta 1953, el trato con los enfermos internados en el Leprosario era vejatorio. 1. Los hombres eran separados de las mujeres. 2. Tenían guardia que [167] vigilaban los dos pabellones que estaban distantes unos 200 metros. 3. Los guardias supervigilaban que los hombres y mujeres por ningún motivo conversaran. 4. Las puertas y ventanas tenían barrotes y en las noches las cerraban con candado. 5. A cargo del Leprosario estaban las monjitas y el padre Sebastián Engler, quien influía en esta situación, pues según él, era pecado mortal que los enfermos se juntaran aunque fuera a conversar. Debido a estas injusticias los enfermos pascuenses protestaron, hasta que al fin terminaron.

     Los pascuenses continuaban bajo régimen militar y por cualquier motivo eran castigados con azotes, como alimento se les daba pan y agua y se les obligaba a trabajar para los �blancos�, limpiando sus casas habitaciones, alimentando a sus cerdos, plantando verduras, cortando leña, yendo a buscar agua en el volcán a 8 a 9 Km del pueblo y otros trabajos domésticos.

     Si el �blanco� estimaba que necesitaba los servicios del pascuense, podía ordenar que continuara trabajando sin pago alguno por otro mes. Así abusaban con los pascuenses. Todos estos vejámenes duran hasta 1966, al dictarse el D. L. 16.441, en que se declaraba a Isla de Pascua como Departamento de la Provincia de Valparaíso. Como esta situación fue manejada políticamente, se produjo una división entre los pascuenses.

     Es importante analizar el motivo porque se dictó el D. L. 16.441 en 1966. Resulta que la doctora canadiense Helen Evans Reid, especialista en salud infantil, llegó a la isla en una expedición auspiciada por la Organización Mundial de la Salud y el gobierno canadiense, para llevar a cabo un detalle estudio de la salud de los habitantes de la isla; pero antes de que pudiera comenzar con su trabajo, la doctora Reid y los demás miembros de la expedición se encontraron en medio de una crisis política.

     Tal como se relata en el libro de la doctora Reid sobre la Isla de Pascua, Un mundo lejano, los isleños se habían quejado poco antes de la llegada de la expedición, a través de una carta abierta al Presidente de Chile, que el gobernador Naval no los trataba con la dignidad que todo ser humano merece; que no se les permitía viajar libremente ni en el territorio de la isla ni a Chile; que tampoco podían votar en las elecciones chilenas a pesar de ser ciudadano de la Provincia de Valparaíso que no podían utilizar la radio para dirigirse a sus hijos en su propio idioma.

     La carta mencionaba que los pascuenses eran de sangre polinésica y terminaba pidiendo que el colonialismo debía terminar de tal modo que los pascuenses como comunidad pudiesen cantar, �pero sin ser forzados a ello�.

     Pocos días después de escribir la carta, el gobernador o gobierno de Chile despachó un buque de guerra a la isla, así como un comisionado especial y un grupo de infantes de Marina para tratar de solucionar la situación imperante.

     La situación en la isla fue tensa durante algunos días. Inventaron que los isleños hablaron de dispararle al gobernador y los infantes de marinas chilenos [168] circulaban con los dedos puestos en los gallitos de los fusiles. Sin embargo, finalmente se restableció la paz, se eligió como Alcalde al líder del grupo demandante, Alfonso Rojas Haoa, profesor de la escuela de la isla y el Comisionado chileno prometió intentar la obtención de una nueva constitución para la isla, así como administración Civil. Es interesante comparar el resultado de la petición de los años 1980 con la carta abierta de los años 60.

     En 1956 después del fallecimiento del profesor Lorenzo Baeza fue prohibido que los niños pascuenses hablaran su propio idioma dentro del recinto escolar.

     En 1966, se supo en la isla que en la oficina de Tierras y Bienes Nacionales de la isla habían sido inscritas todas las tierras a nombre del fisco, en 1933.

     Por motivo de dicha inscripción, un grupo de pascuenses solicitó audiencia a su S. E. el Presidente de la República, don Eduardo Frei Montalva, para pedirle que la tierra y los pascuenses fuesen incluidos dentro de la ley indígena, dictado en favor de los Araucanos en 1885. Esta iniciativa fue apoyada por el Presidente Frei, enviándola a la Cámara de Diputados en donde fue rechazada por estimar que la Isla de Pascua fue incorporada a la República de Chile el 9 de septiembre de 1888 fecha posterior a la dictación de dicha ley indígena.

     Consciente el Presidente Frei de la necesidad de los pascuenses, dicta el D. L. 16.441 de noviembre de 1966.

     En la dictación de dicha ley 16.441, la Cámara de Diputados y de Senadores acuerdan por unanimidad devolver la tierra a sus dueños, los pascuenses, pero la Corporación de Fomento y la Producción se opuso, por estimar que las tierras en la isla estaban muy erosionadas y que se plantarían árboles y que una vez recuperada sería devuelta a los pascuenses, promesa que hasta la actualidad no se ha cumplido, porque parecieran haber existido intereses particulares de explotar la tierra con fines de lucro, incluso algunos pascuenses nombrados por las autoridades pertinentes que ocupan cargos administrativos, pretenden desconocer el derecho de sus propios hermanos. Tal es el caso del gobernador actual, Sergio Rapu Haoa y otros.



EL DESPOJO FINAL

     En 1974 fueron tapadas por el parque Nacional Rapa Nui todas las aguadas que existían a orillas del mar en las cuales bebían agua nuestros vacunos y caballos; esto ocasionó que murieran todos y el pueblo rapanui actualmente no posee animales, excepto una persona que está criando animales, corriendo el riesgo de que estos mueran en verano por falta de agua.

     Este problema a ninguna autoridad interesa, no ven el daño que esto causa, considerando además que un 90% de la población étnica es cesante y tiene que sobrevivir como pueda. [169]

     En 1976, Alberto Hotus Chávez, gestionó la desafectación de una franja de terreno que ocupaba el Parque Nacional, para que fuese entregada a varios pascuenses que no cuentan con terrenos agrícolas para su subsistencia. Esta petición fue aceptada, desafectándose los lugares solicitados, pero el gobernador Sergio Rapu Haoa, entregó dichos terrenos a personas que ya tienen parcelas, quedando sin terrenos los que nada tienen.

     A pesar de los reclamos pascuenses de que respeten su propiedad; en noviembre de 1979 se dicta el D. L. 2885, con lo cual el fisco o gobierno regularizaba los títulos de poseedor regular de tierras de Isla de Pascua. Con la dictación de dicha ley, nuevamente se nos engaña y la situación se torna cada vez más grave, puesto que continuamos pidiendo el justo respeto a nuestros derechos y no �mero título�, el cual automáticamente reconoce al fisco como dueño de las tierras de Isla de Pascua.

     En vista de la oposición nuestra a aceptar este denigrante �título de dominio�, las autoridades administrativas locales, comenzaron a presionar a los pascuenses, especialmente a los que ocupaban cargos fiscales: si no regularizaban sus títulos de dominio, iban a ser despedidos de sus trabajos. Y a los ocupantes que no lo hicieran se les quitaban las tierras y además algunos isleños fueron engañados que dicho título de dominio podría avalar operaciones o préstamos del Banco del Estado, para el desarrollo de la isla y de la familia. Más tarde esta falsedad fue comprobada. Varios pascuenses que ocupaban terrenos prestados de familiares, sacaron títulos para así apropiarse de ellos, y por haber vivido más de 10 años en dichos terrenos, el D. L. 2885 les daba garantía para apropiarse de ellos.

     La mayor parte de nosotros los pascuences, no hemos sacado títulos para no reconocer al fisco como dueño de nuestras propias tierras, cuestión que es parte de la campaña oficialista de gobierno, al igual que organizar Juntas de Vecinos, Codecos, Coderes, Secretaría de la Juventud, Secretaría de las Mujeres y Centros Deportivos.

     En 1976, Alberto Hotus Chávez, reclama ante las autoridades para que sea retirada la prohibición de que los niños pascuenses hablen su propia lengua en la escuela y pide la creación de un liceo para la isla, para que los pascuenses al igual que el resto de los chilenos tengan su educación completa.

     Por esta justa petición se armó un gran revuelo a nivel nacional. Finalmente se retiró la prohibición y al mismo tiempo se comenzó a enseñar la lengua rapanui en forma escrita, a pesar de ello ha sido insuficiente puesto que esta tarea le fue entregada a un continental, que no conocía la cultura local.

     Hay que considerar además que no existe un centro cultural en el cual los niños pascuenses pudieran entregar los conocimientos de su lengua y cultura, que sólo se mantiene en forma tradicional de padres a hijos, por lo cual a través del tiempo se ha ido transformando. [170]

     Siguiendo la iniciativa y la tradición de nuestros abuelos, los actuales pascuenses decidimos defendemos de estos nuevos atropellos organizando para ello el �Comité defensor del Patrimonio rapanui� y el �Consejo de Ancianos rapanui�.

     Como primera medida, este �Consejo de Ancianos� escribió una carta y pidió una entrevista con el subsecretario de Tierras y Bienes Nacionales, don Luis Simón Figueroa, solicitando la modificación del D. L. 2885, por estimarlo nefasto para los intereses pascuenses, exponiéndole los motivos que más abajo anotamos.

     El señor Simón Figueroa no hizo nada al respecto a pesar de que la petición la hicimos personalmente y por escrito, en una visita a la isla en 1980.

     En 1981, llega el Intendente de Valparaíso, Vicealmirante don Raúl López Silva, de visita a Rapa Nui y nuevamente el �Consejo de Ancianos� le solicita a él que hiciera llegar a S. E. el Presidente de la República, don Augusto Pinochet Ugarte, nuestra disconformidad a la dirección del D. L. 2885 que nos quitaba el derecho a nuestras propiedades ancestrales.

     Todas estas peticiones cayeron al vacío, pues jamás obtuvimos respuesta ni solución. Un año más tarde, visita la isla el nuevo Intendente de Valparaíso, el Vicealmirante don Luis de los Ríos Echeverría, a quién también le hicimos entrega de un nuevo escrito con las mismas peticiones. El Intendente de los Ríos prometió hablar con el presidente Pinochet, pero nunca supimos el resultado de nuestra petición.



LAS CARTAS

     El 20 de mayo de 1982 escribimos una carta directamente al Presidente de la República de Chile, don Augusto Pinochet Ugarte, solicitando la información de una Comisión Bipartita, a fin de dar solución a los problemas de la tierra rapanui. Tampoco recibimos respuesta, demostrándonos que las autoridades en general no tienen ningún interés en solucionar los problemas que suceden en la isla, ni reconocer ni respetar nuestros derechos naturales o inmanentes a la tenencia de la territorialidad en Rapa Nui.

     Las cartas enviadas a las autoridades chilenas tenían el mismo tenor, por tal motivo solamente se copiará la enviada al presidente Pinochet, la que dice:

     �Estimado señor Presidente. Nos permitimos con todo respeto molestar vuestra atención para comunicarle los problemas que nos afectan y que día a día se agravan más, debido a que ha habido poco interés en solucionar los problemas que hay en la isla y que tanto hemos pedido a las autoridades personalmente y por escrito para una solución satisfactoria y definitiva, sin tergiversar o mal interpretar nuestros planteamientos, especialmente en la entrega de títulos de dominio en la isla y la tenencia de la territorial de la isla. [171]

     En forma prioritaria los problemas son: 1. La tierra como privada de los pascuenses. Este problema se viene arrastrando desde 1896 y se complicó aún más en 1933, al confundir Bienes Nacionales el concepto �soberanía� con el concepto sobre derecho de propiedad privada, al aplicarse a Isla de Pascua el artículo 590 del Código Civil y que dice: �Toda la tierra situada dentro del territorio nacional que carece de otro dueño, es tierra fiscal�, lo que en Rapa Nui no es el caso, por cuanto los pascuenses somos dueños legítimos, con derechos inmanentes, sobre la totalidad de la Isla de Pascua, desde tiempo inmemorial de nuestros antepasados y no es efectivo que Pascua careciera de otro dueño, por tal motivo la inscripción fiscal no tiene cabida.

     Para nosotros los pascuenses, esta inscripción es un atropello y usurpación que trató de legalizar, aprovechándose en ese tiempo de la buena fe e ignorancia de nuestro pueblo en materia de leyes, que tiene la impresión de haber perdido el derecho sobre nuestra tierra, sin haber tenido conversaciones previas o a posterior, ni antes de ser dictado el D. L. 2885 de 1979.

     Bajo este artículo 590, fue cometida una gran injusticia con el pueblo pascuense y actualmente hasta no hay respeto a esta comunidad, siendo tratados muchas veces como extranjeros en nuestra propia tierra, e incluso sintiéndose indignos al no tener derecho a ser escuchados. Esta situación se la expusimos personalmente al entonces Subsecretario de Tierras y Bienes Nacionales, Luis Simón Figueroa, en 1980.

     En esa oportunidad no tuvimos ninguna respuesta a nuestra solicitud que fue con la buena intención que llegara a vuestras manos, lo que no fue así. En vista de esto, durante la visita que hiciera el Intendente de la V Región, don Raúl López Silva, el 6 de abril de 1981, le hicimos entrega nuevamente de otro escrito, en presencia de la comunidad rapanui, solicitando una pronta solución a esta situación que día a día se agrava más en esta lejana isla, especialmente en lo que se refiere al D. L. 2885, respecto al otorgamiento de títulos de poseedores regulares de dominio en Isla de Pascua.

     Al referimos al D. L. 2885 del 22 de noviembre de 1979, queremos aclarar dos conceptos, para que no se produzcan confusiones negativas. 1. El concepto �soberanía� y el concepto �propiedad privada�.

     Sin confundir estos dos conceptos, nos permitimos plantear el problema que nos afecta directamente. El pascuense sabe que es chileno y que la soberanía de Pascua es chilena por acuerdo de voluntades del 9 de septiembre de 1988 hasta la fecha, según Atarmi Tekena en representación de los jefes tribales y Policarpo Toro Hurtado en representación del gobierno chileno.

     Uno de los acuerdos más importantes según nuestra tradición fue que el gobierno chileno debía respetar a los Jefes de Rapa Nui y pueblo, conservando su investidura y sus tierras como propiedad privada para siempre. [172]

     En vista de esto, en una reunión realizada acá en la isla con el Secretario Ministerial de la V Región de Tierras y Bienes Nacionales, don Marcelo Juraseck Wander Molen, con aproximadamente cien personas, le hicimos entrega de un escrito -que a continuación se detalla para su conocimiento- para que él lo presentara a las autoridades competentes para una nueva resolución, �Decreto Ley 2885 de noviembre de 1979, donde dice: Ministro de Tierras y Bienes Nacionales. Establece normas sobre otorgamiento de Títulos de Dominio y administración de terrenos fiscales en Isla de Pascua, debe decir: Establece normas sobre reconocimiento de tierras como propiedad del pueblo pascuense de acuerdo con el uso corporativo. En esta indicación no debe confundirse este concepto, con el concepto de soberanía.

     En el considerando dice: �Que las características particulares que presenta Isla de Pascua, los problemas relacionados a la constitución del dominio, así como el interés turístico de su territorio y la necesidad de preservar su valor arqueológico, cultural e histórico, hacen aconsejable dictar para ella normas especiales, distintas de las que rigen la administración y disposición de los bienes del Estado en el resto del país.

     La Junta de Gobierno de Chile ha acordado dictar el siguiente D. L. 2885, debe decir: en la parte pertinente no como �bienes del Estado�, sino como �propiedad privada de los pascuenses�.

     Título primero, donde dice �del otorgamiento de títulos de dominio y de la administración de terrenos fiscales� debe decir: �de reconocimiento y administración de tierras de los pascuenses�.

     Artículo primero, donde dice: �Facúltese al Presidente de la República para otorgar títulos gratuitos de dominio en terrenos fiscales, urbanos o rurales de la Isla de Pascua, debe decir: �Facúltase al Presidente de la República de Chile, para reconocer el derecho privado del pascuense sobre la totalidad de la Isla de Pascua�.

     En la parte pertinente del mismo artículo, donde dice: �podrá también concederse a los chilenos no originarios de la Isla, siempre que sean hijos de padre o madre nacidos en ella que acrediten domicilio o residencia de cinco años y que ejerzan en ésta una profesión, oficio o actividad permanente�, debe decir: �podrán concederse a los chilenos no originarios de la Isla de Pascua, siempre que sean hijos de padre o madre nacidos en la Isla�. El último requisito de que tenga profesión, oficio o actividad permanente es absurdo.

     El resto de los artículos y disposiciones, deberán ser estudiados en la isla por una Comisión bipartita, una nombrado por el �Consejo de Ancianos� y otra por el gobierno de Chile.

     A nuestro juicio el nombramiento de una Comisión bipartita y el trabajar en la isla en presencia de la Comunidad, sería una medida muy importante ya que se aclararían muchos puntos que no están claros. Debemos reconocer que [173] el espíritu del D. L. 2885 es bueno y que podría favorecer al pascuense, pero adolece de errores, confusiones y otros que hay que corregir�.

     Considerando que ninguna de las autoridades chilenas dio respuesta, es que decidimos escribir a autoridades morales extranjeras, para que intercediesen a nuestro favor ante el Presidente chileno.

     El 20 de mayo de 1983, enviamos cartas a las siguientes personas: Señor presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, don Ronald Reagan; Su Santidad el Papa Juan Pablo II; Señor Presidente de Francia, François Miterrand; al señor Secretario General de las Naciones Unidas, don Javier Pérez de Cuéllar.

     Las cartas que fueron enviadas a personalidades en el extranjero tenían el mismo tenor, que es el siguiente: �Distinguido señor: El �Comité Defensor del Patrimonio e intereses de Rapa Nui�, firmante de este documento, molestamos respetuosamente vuestra atención y solicitamos su intervención como primer autoridad de esa entidad, ante el señor Presidente de la República de Chile y exponernos para su conocimiento el problema que aqueja al pueblo pascuense. Hacernos llegar a S. E, nuestro clamor para que se llegue a establecer en justicia nuestros derechos y expectativas que han sido atropellados, especialmente en la tenencia de la tierra como propiedad privada del pascuense, sin confundir el concepto soberanía. El atropello en los aspectos de índole cultural, olvidando que los pascuenses somos un grupo de raza con cultura e idiosincrasia diferente al del chileno continental y como tales, debemos tener una mayor ingerencia en el manejo de los asuntos locales, como lo dice en la parte pertinente del acuerdo de voluntades del 9 de septiembre de 1888.

     En dicho acuerdo de voluntades, Chile por intermedio de Policarpo Toro, se comprometió a respetar nuestra tierra como propiedad privada del pascuense, traer progreso, trabajo, un buque anual de abastecimiento y ser vigilante de la soberanía, educación y trato digno a los habitantes de esta isla. Dicho acuerdo, no se ha cumplido en su mayoría. Solamente hemos sido tramitados sin que esta promesa de más de 90 años se realizara. Y desde hace 70 años que este pueblo ha reclamado sus derechos. Debido al exceso de reclamos, en 1914, fue reportado un pascuense a Chile continental, según las autoridades de ese tiempo, era �causante de desorden�, esa persona falleció a los pocos días por motivos que hasta hoy desconocemos. En 1964, debido a que reclamamos nuestro derecho a sufragio electoral y a que fuésemos reconocidos como chilenos; el Gobierno de Chile de ese tiempo, envió tropas para acallarnos. A pesar de esto, nuestras peticiones continuaron.

     Últimamente hicimos entrega de documentos a las autoridades, entrevistándonos con algunas de ellas.

     -Subsecretario de Bienes Nacionales, don Luis Simón Figueroa, en mayo 1980. [174]

     Vicealmirante don Raúl López Silva, abril 1981.

     Vicealmirante don Luis de los Ríos Echeverría, enero 1983.

     Sr. Presidente de la República, don Augusto Pinochet Ugarte, agosto 1982. A todas estas peticiones no hemos obtenido respuesta.

     El mismo año 1982, autoridades locales prohibieron el uso de nuestra lengua rapanui en reuniones vecinales.

     Importantes ante estas injusticias de las autoridades, decidimos escribirle a Ud. con la esperanza de ser escuchados. Conociendo el espíritu de justicia que anima a su señoría que ha prestado ayuda económica y asesoría técnica a muchos países y como no contamos con medios económicos para viajar a entrevistamos con Ud. y otras autoridades es que solicitamos:

     1. Que su Señoría asigne una persona que se contacte con este Comité acá en Isla de Pascua para que se imponga de los problemas que nos aquejan antes de interceder con el Presidente, señor Augusto Pinochet Ugarte.

     2. Que su Señoría tome ciertas medidas de protección para la seguridad de nuestro pueblo, por posibles represalias de parte de algunas autoridades de nuestro país. Rogamos a Su Señoría disculpar el atrevimiento de dirigirle esta petición y en la confianza de vernos favorecidos con su intervención, le saludamos muy atentamente. Se adjunta lista de firmantes�.



MATAVERI Y EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO

     En 1982, el gobernador Provincial de Isla de Pascua, Ariel González Cornejos, prohíbe a los pascuenses hablar nuestra propia lengua en reuniones públicas y otra serie de prohibiciones, por las cuales este �Consejo de Ancianos� reclamó públicamente a través de la Revista del Domingo, del Diario �El Mercurio� de Santiago y otros diarios del país.

     El mismo gobernador, en el mismo año, conjuntamente con el actual gobernador Provincial don Sergio Rapu Haoa, autorizaba a que fuesen abiertos los ahu, (altares antiguos donde nuestros antepasados enterraban a sus muertos) por un grupo de estudiantes norteamericanos, por lo cual nuestro Consejo también reclamó.

     Se han destruido sin contemplaciones reliquias arqueológicas para abrir caminos, en consecuencia que en la isla no necesitamos más caminos ya que hay muchos.

     Con nuestras quejas y reclamos es muy posible que haya pensado el Presidente de la República de Chile, que sería una buena medida nombrar un gobernador pascuense y fue asignado en ese cargo a don Sergio Rapu Haoa, con tan mala suerte para los pascuenses, que esta persona no era el más indicado para cautelar los intereses del pueblo rapanui, puesto que es anti rapanui. Durante [175] estos últimos 4 años que lleva en este cargo, no ha hecho nada a favor de la comunidad, sino solamente los beneficios han sido para él y sus propios familiares.

     En 1985 hubo un acuerdo entre el gobierno de EE.UU. y de Chile en el cual este último cedía parte de la isla para ampliar la pista de aterrizaje del aeropuerto Mataveri, sin consultar o conversar previamente con los pascuenses. El malestar de los pascuenses que protestaron en los medios de difusión a nivel nacional, no fue considerado.

     En septiembre de 1986, los pascuenses presentaron una petición ante el Conservador de Bienes Raíces, haciendo uso de los derechos ancestrales, para inscribir un terreno a nombre de Juan Chávez Haoa, lo cual fue rechazado por el Conservador, por estimar que existe otro procedimiento de inscripción de acuerdo al D. L. 2885, del Estado de Chile.

     Juan Chávez Haoa reclamó ante el Juez de Letras del Juzgado en causa N� 512 que fue acogido en primera instancia a favor de Juan Chávez Haoa. Actualmente esta causa se encuentra en la Corte de Apelaciones de Valparaíso.

     En el punto 9 del fallo de primera instancia, dice textualmente:

     �Punto 9. Que de acuerdo con lo expuesto, la solicitud de inscripción del recurrente se aviene con el orden jurídico interno de la nación chilena y se encuentra encuadrada dentro de lo preceptuado por el artículo 101 en relación con el artículo 58 del Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces; y teniendo además en cuenta las facultades que me conceden los artículos 11 y 12 de la ley N� 16.441.

     RESUELVO: Ha lugar a lo solicitado en cuanto el señor Conservador de Bienes Raíces del Departamento de Isla de Pascua deberá acoger a tramitación la solicitud de inscripción del bien raíz individualizado en autos, debiendo efectuarse las publicaciones de rigor por medio de tres avisos transmitidos a través del canal de Televisión Nacional de Isla de Pascua y de un Cartel fijado en la oficina del mismo Conservador durante quince días, a lo menos. El funcionario antes aludido deberá dar cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 10 del Decreto Ley 1939 de 1977, debiendo oficiar a la Dirección de Tierras y Bienes Nacionales del Ministerio de Bienes Nacionales para los fines allí señalados.

     Con el informe favorable de dicha repartición, o si ella no informare dentro del plazo de treinta días que señala el artículo 10 del Decreto Ley 1939, procederá el señor Conservador a practicar la inscripción requerida siempre que se hubiese dado cumplimiento a lo establecido en el inciso segundo del artículo 58 del Reglamento antes citado.

     Al primer otrosí: Téngase a la vista el expediente sobre posesión efectiva de don Nikonoro Mariu Manuheuroroa y otros. [176]

     Al segundo otrosí: Por rendida la información de perpetua memoria.

     Al tercero otrosí: Por acompañados los documentos.

     Al cuarto otrosí: Téngase presente.

     Notifíquese y archívese en su oportunidad. Dictado por don Juan Jansana Salazar, Juez Letrado Titular. Certifica: Que la presente es copia fiel original. Hanga Roa, 6 de noviembre de 1986. Fdo. Pedro Riroroko Atam, Secretario Subrogante.�

     Por fin en el año 1987, se crea el Liceo de Isla de Pascua, dando de esta forma la oportunidad de que todos los hijos de esta tierra tengan a futuro sus estudios secundarios y no con el procedimiento de becas para continuar los estudios en el continente. Las cuales eran limitadas solamente para los niños con mejor rendimiento. Por otra parte, algunos padres no aceptaban dichas becas por el temor de ver alejarse a sus hijos pequeños a lugares que nunca conocieron y con una forma de vida totalmente diferente a la nuestra en la isla.

     Ahora en septiembre de 1987, ha llegado otro grupo de arqueólogos y se está excavando con autorización del gobernador Rapu sin el consentimiento del pueblo rapanui. Estos arqueólogos continúan �saqueando� antiguas reliquias de la isla, con la anuencia del gobernador pascuense que acepta que se continúe destruyendo los sitios arqueológicos de Pascua.

     En abril del presente año, el presidente Pinochet declara al diario �El Tiempo�, de Madrid-España, y en su parte pertinente ofende al pueblo pascuense. Por tal motivo el �Consejo de Ancianos� publica una carta en la Revista �Análisis� de Santiago de Chile, cuyo tenor es el siguiente: �Señor Juan Pablo Cárdenas, Director Revista Análisis Santiago. Señor Director: El �Consejo de Jefes rapanui� de Isla de Pascua, molesta vuestra atención para solicitar tenga a bien dar un espacio en la Revista que dignamente dirige, para que sea publicado el siguiente artículo: 1. En el mes de Abril del año en curso, el general Augusto Pinochet Ugarte hizo una declaración en el Diario �El Tiempo�, de Madrid-España, y en su parte pertinente ofende al pueblo pascuense. Por medio de su Revista queremos aclarar sus palabras, pues no hacerlo puede ser interpretado como aceptación total de lo afirmado por el General. 2. Cuando el periodista pregunta al general Pinochet: �Señor presidente, Ud. firmó un importante acuerdo con los Estados Unidos; permite a los americanos agrandar el aeropuerto internacional de Mataveri en Isla de Pascua, para prever un aterrizaje de emergencia de una nave espacial. El resultado es que buen número de los habitantes de la Isla quieren reaccionar con el fin de resguardar su integridad. �Qué me puede decir sobre esto?�. El General responde: �Las obras ya están adelantadas y ese tratado ha permitido establecer un sistema positivo de cooperación espacial entre nuestros dos países, permite que Chile figure en proyectos de la mayor importancia o interés, asegurando un intercambio tecnológico real en el campo espacial. En lo que se refiere al descontento de algunos [177] habitantes, lo encuentro injustificado. �Siempre se están quejando por algo! Les mandamos ayuda, les enviamos dos veces al año un gran barco lleno de comida. Antes de nuestra llegada, allí había lepra. Hemos tomado grandes medidas sanitarias, comprando a Estados Unidos un hospital completo, ya construido. Es típico de los pueblos rústicos; hablan y hablan y siempre buscan atacar en las pequeñeces�.

     Muy dolido está el pueblo pascuense con las palabras ofensivas del Presidente de Chile, respecto a la minoría étnica rapanui. Este Consejo de Jefes tiene el deber de aclarar lo siguiente: �Quién informó al general Pinochet que se enviaba a Pascua, �o pueblo rústico� como él nos trata, un gran barco cargado de comida dos veces al año como ayuda?. Lo cierto es que los pascuenses deben viajar vía aérea dos veces al año a Santiago y de allí a Valparaíso a comprar mercaderías que posteriormente serán vendidas a la comunidad pascuense a precios inalcanzables, debido a los altos costos de fletes en los barcos contratados por los comerciantes para tal objeto, aparte del IVA que también se nos aplica, lo que agrava más aún la sobrevivencia de la población. Como ejemplo diremos que en el continente el kilo de pan vale 100 pesos; aquí en la isla, 300 pesos. Respecto a los que dice el General de que �cuando llegamos había lepra en la isla�. Para vuestro conocimiento el primer leproso que llegó a Pascua fue un hombre tahitiano de nombre Esteban, que lo trajo el Capitán Policarpo Toro en el Transporte �Angamos�, el 9 de septiembre de 1888. En cualquier libro que se hable de la isla, no aparece nada sobre la lepra antes de 1914.

     Cuando el entrevistado se refiere al hospital que existe en la isla, éste es producto de la soberanía que corresponde al gobierno de Chile.

     4. Esta es nuestra respuesta al general don Augusto Pinochet Ugarte y no �hablamos y hablamos por ser pueblo rústico�. Jamás hemos mendigado comida a ningún gobierno. Sólo hemos exigido el reconocimiento de nuestros derechos ancestrales e inalienables de la territorialidad de la isla, usurpados por el fisco en 1933. 5. Nunca un Presidente de Chile se había referido a la minoría étnica rapanui en forma tan despectiva. Creemos no merecer ese trato. No es injustificado que �siempre nos estamos quejando�, puesto que jamás se ha considerado al pueblo pascuense, único dueño de sus tierras, para cualquier medida que deban tomar respecto a ella. Fdo. Marcelo Pont Hill, Secretario del Consejo y Alberto Hotus Chávez, Presidente del Consejo�.

     El gobernador Rapu, ha cambiado el nombre o el significado real de lo que es nuestra Isla de Pascua, en cuanto a su denominación. Como ejemplo, antes de que él ocupara ese cargo, siempre se hablaba de la cultura rapanui. Ahora por su cuenta y sin consultar a nadie, cambió a �cultura chilena oceánica�. Otra cosa antes se hablaba de la posesión chilena, ahora se habla del territorio chileno, desconociendo nuestra calidad de polinésicos. [178]

     En buenas cuentas este gobernador está cuidando la seguridad de su estado en el cargo y no le interesa el estándar de vida de sus propios hermanos pascuenses ni el derecho de sus hermanos rapanui. Sus deseos son que termine la denominación de rapanui o pascuense y que toda esta minoría étnica pase a llamarse como cualquier otro lugar de Chile, sin tradición ni cultura para que el progreso llegue a la isla. Pero los pascuenses sabemos que este deseo es por su interés personal y familiar.

     Con el último viaje de septiembre del Presidente Pinochet, el gobernador Rapu ha obligado a los pocos empleados públicos pascuenses y continentales a hacer acto de presencia con sus esposas e hijos y recibir al Presidente de la República don Augusto Pinochet. Según Sergio Rapu Haoa, si no se cumplía esta disposición, el empleado público pagaría la consecuencia de ser despedido de su trabajo. [179]



ArribaAbajo

La expedición al Estrecho de Torres de 1898: Elaboración de historias

Elizabeth Edwards

Museo Pitt Rivers, Univ. de Oxford



     Este trabajo sobre la Expedición Cambridge al Estrecho de Torres de 1898 se refiere más al acto de fotografiar como expresión histórica y a la utilización de la fotografía como interacción social en la �elaboración de historias�, que a lo que las fotografías son en términos evidenciales. Aunque lo específico de mi argumentación se relaciona sólo con esta expedición, mi meta es más amplia, y consiste en demostrar cómo un enfoque como éste puede utilizarse para ampliar nuestro pensamiento historiográfico sobre cómo pensamos que conocemos el pasado a través de las fotografías y cómo éstas son por sí mismas herramientas para la construcción de historias. Al abrir espacios subjetivos quizá sea posible profundizar en la estructuración del discurso fotográfico en esta metanarrativa, no simplemente en términos contextuales como contención y explicación sino como metáfora poética de experiencias múltiples. En un sentido amplio el uso complejo de la fotografía es parte del papel básico pero múltiple propio de la información visual, de las relaciones visuales y del análisis visual que constituye una metanarrativa de la agenda u orden del día intelectual de la Expedición (Langham 1981:67-68). En particular deseo mostrar cómo el uso de la fotografía por parte de la Expedición llevó a cabo dos órdenes del día inherentes a la naturaleza de la propia fotografía, estableciendo usos temporales concurrentes aunque opuestos en la confección y uso de las imágenes que sólo podían constituirse fotográficamente. Las fotografías se convierten, a través de estas tensiones temporales, literalmente, en los usos, en primer lugar, de una expresión referente a una noción de la cultura del Estrecho de Torres y, en segundo lugar, de interacción.

     La Expedición de Cambridge al Estrecho de Torres, bajo la dirección de Alfred Cort Haddon, se considera un giro en el desarrollo de la antropología británica, una forma naciente de la moderna escuela del trabajo de campo sistemático, científico y sociológicamente fundamentado (Stocking 1983:83-84). Haddon tenía estudios de zoología, con tendencias fuertemente teóricas. Había [180] visitado el Estrecho de Torres antes de 1888, cuando era profesor de Zoología en Dublín, para examinar los arrecifes de coral y su fauna. En sus ratos libres recogía artefactos, hacía fotografías, hablaba con la gente, recopilaba historias, escuchaba narraciones sobre la pesca del dugón, las hazañas del héroe totémico Kwoiam, y visitaba lugares sagrados con los ancianos. Esta experiencia de sentarse con los ancianos para escuchar narraciones del pasado antes de que llegara la Misión en 1871, y el sentido de pérdida que esto engendró convirtieron a Haddon al estudio de la cultura (Urry 1993). Haddon anhelaba volver al Estrecho de Torres para estudiar y registrar las culturas de las islas antes de que fuese, como él decía, demasiado tarde lo que era un ejercicio de etnografía de salvamento-:

              En muchas islas los nativos desaparecen rápidamente, y en otras más han sufrido tantas modificaciones por el contacto (...) no podemos negar que nuestro deber es recopilar las características físicas, la artesanía, la psicología, las ceremonias y creencias religiosas de los pueblos que se desvanecen; y es esta una labor que en muchos casos sólo puede llevar a cabo la presente generación (...). La historia de estas cosas, una vez desaparecida nunca más se podrá recuperar� (Haddon, 1897:306).           

     En 1896 Haddon daba clases en Cambridge, donde en un principio había estudiado para científico, y también en Dublín, y tuvo la suficiente confianza al menos en cuanto a los fondos y apoyos mínimos necesarios como para comenzar a hacer planes. En 1897 ya estaba preparado (Haddon 1898:352). El equipo que al final consiguió era del mejor calibre posible, y acabaría haciendo grandes aportaciones no sólo a la antropología y a la psicología sino, de manera más general, a una actitud equitativa de aceptación y comprensión de Melanesia occidental (Denoon 1996). El equipo estaba formado por Haddon, el zoólogo que se estaba convirtiendo rápidamente en antropólogo, y tres médicos, McDougall, Seligman y Myers. Un cuarto médico, que se unió más tarde al equipo, fue W. H. R. Rivers, que se hallaba a la cabeza de una disciplina que estaba surgiendo entonces, la psicología experimental. Rivers era, por muchas razones, el miembro más importante de la Expedición por lo que respecta a sus aportaciones futuras como científico y por la energía intelectual que imprimió a la expedición y que obtuvo tras su experiencia en el Estrecho de Torres. Era un hombre fascinante, brillante y complejísimo pero hablar de él me llevaría fuera de mi finalidad, que consiste en escribir sobre la expedición (Slobodin 1978, Langham 1981). El equipo se completaba con dos miembros menos plurifacéticos, Sydney Ray, maestro de escuela y experto en lenguas melanésicas, y Anthony Wilkin, que se había licenciado recientemente por Cambridge. Wilkin se había entusiasmado con las clases de sociología de Haddon en Cambridge, y se unió a la Expedición como responsable de la fotografía y de ciertos [181] aspectos del estudio de la cultura material. Con todo, y aunque Wilkin tomó materialmente la mayoría de las fotografías y reveló y positivó la mayor parte sobre la marcha, debo referirme a ellas como si fueran de Haddon, pues está claro, a juzgar por la relación y documentos de la Expedición que Haddon dirigía el trabajo fotográfico y que fue, sin duda, la fuerza intelectual de su realización. La producción fotográfica completa que ha llegado hasta nosotros comprende poco menos de 300 imágenes del Estrecho de Torres, unas 300 de Papúa Nueva Guinea (Distrito Central), unas cuantas del delta del río Fly y los famosos cuatro minutos de película (Long y Laughren 1993).

     Aun cuando se incluye en gran medida en el paradigma de salvamento, la naturaleza de laboratorio científico sistemático de la expedición se vio acentuado por la refinada tecnología reunida (Sillitoe 1977; Gathercole 1977: 23): un cine Newman y Guardia con 30 bobinas de 75 pies de película, el proceso fotográfico en color desarrollado por Ives & Joly, dos fonógrafos con dispositivos para grabar y reproducir, y aparatos fotográficos -todos ellos aparatos miméticos, y también el más reciente equipo de test psicológico (CULSC Haddon Papers Box 10/1022). En su mayoría estos últimos estaban destinados a medir la agudeza visual, la capacidad y rendimiento visualizadores, el reconocimiento y diferenciación de los colores; añadido a los instrumentos visuales miméticos, el acento técnico puesto en la visualidad y en la visualización articula claramente los objetivos intelectuales básicos. Este compromiso intelectual con la visualidad forma uno de los amplios nexos con la documentación fotográfica que nos permite penetrar en la superficie de los documentos y del contenido y considerar a las fotografías como parte integral del planteamiento intelectual de la Expedición, permitiendo así que avance nuestra comprensión de sus discursos y la interacción con la población del Estrecho de Torres. Unir esta metanarrativa de la visualidad con el �pensamiento fotográfico�, y preguntar fotográficamente cuestiones constituidas referentes a modos de inscripción, nos da una capacidad de penetración en los más amplios trabajos de la conexión mientras que al mismo tiempo sugiere las limitaciones y ambigüedades de nuestras pretensiones respecto de la agenda visual en la antropología de fines del siglo XIX y primeros años del XX.

     Las ambigüedades temporales, como he sugerido, son inherentes a la fotografía misma. Si la historia es puesta a prueba por la naturaleza de sus documentos, es esencial considerar, aunque sea brevemente, la naturaleza ontológica de la propia fotografía como parte de esa estructura. Estas consideraciones son fundamentales para mi argumentación. No sólo configura información vieja de manera nueva sino información diferente de maneras inimaginables (Schwartz 1996:41). En varias maneras la fotografía desafía a la historia. Desafía las conexiones diacrónicas sobre las que se han basado en Occidente las estructuras de la historia, más que el que la fotografía se separe un momento [182] de la corriente de la vida de la que se extrajo (Berger 1980:51-52). Pero mientras es �del pasado�, es también �del presente�: da la impresión de tiempos coexistentes, en la famosa frase de Barthes el �Entonces Allí se convierte en el Aquí Ahora� (1984:44). La fotografía contiene y constriñe dentro de sus propios límites, rompiendo el equilibrio y el flujo natural de esos procesos que son el centro del estudio histórico. El fragmento de espacio y tiempo es transportado en su totalidad aparente a espacios constituidos de forma diferente, en dirección a los mal definidos límites entre nosotros y el pasado, de presencia y ausencia, de materialidad e inmaterialidad. El tiempo y el evento (o el acontecimiento, si se prefiere) se fusionan, se hacen realmente tiempo, ese pasado, se hace evento, las apariencias y significancias del momento elevados por la fotografía. Con todo, las posibilidades de las fotografías, como expresiones de la experiencia histórica, provienen precisamente del modo en que cambian por la fuerza de su naturaleza, aparte de las historias cronológicas y lineales de causa y evento en un tiempo medido, para convertirse en historias desconocidas. Median entre las articulaciones históricas formales y estratos de experiencia y memoria articulados menos claramente. A la inversa, la fotografía acentúa el paso del tiempo y el cambio, foco de reflexión individual y colectiva, incluso de la nostalgia, comprometiendo el tiempo social y la experiencia social y humana del tiempo en sus formas culturalmente diferenciadas (Gosden 1994:2-7). Posiblemente ninguna otra forma histórica, salvo las historias orales, poseen esta fluidez.

     La relación entre el tiempo, la fotografía y la etnografía de salvamento es fundamental. Revela no sólo los objetivos profundos de la Expedición en términos científicos sino que sugiere asimismo resonancias �románticas�, una estructura de sentimiento, en especial en las respuestas de Haddon, de acuerdo con lo que Clifford ha llamado la �pastoral etnográfica�. La contradicción fundamental entre las condiciones de posibilidad de captar el momento subjetivo experiencial de una comunidad y las condiciones de posibilidad de conocimiento científico trae consigo esta amplia �estructura de sentimiento�. Esta contradicción define un motivo cultural primitivista muy arraigado referente a la �comunidad intacta�, articulada y racionalizada en esta específica instancia a través de los mecanismos de la etnografía de salvamento (Clifford 1986:112; Stocking 1989:9). Esto se ve mejorado por la naturaleza de la fotografía, cuyo realismo eleva y teatraliza, aunque paradójicamente produce la impresión de la autenticidad de la experiencia. Los diarios de Haddon y ciertos pasajes de Headhunters, su popular libro (1901) sobre la expedición, despliega un lirismo en el lenguaje y una proyección imaginativa más allá de la observación, un lirismo suprimido en los volúmenes del Informe de la Expedición. Por ello deseo sugerir que el acto y los usos de la fotografía presenta una interacción más compleja de etnografía de salvamento y que la �estructura del sentimiento� [183] que define la noción del primitivo que desaparece, el final de la sociedad �tradicional� (Clifford 1986:116). Ulteriormente, esto constituye formas del diseño conceptual de la fotografía en vez de presentar una imagen manifiesta de la cultura del Estrecho de Torres que permanece en su superficie resueltamente realista.

     La mayor parte de las fotografías del Estrecho de Torres (que se distribuyen casi por igual a través de toda la zona excepto por lo que respecta a las islas septentrionales de Saibai, Dauan y Daru, donde la producción fotográfica fue más limitada) incluye retratos y fotografías de lugares y temas sagrados o rituales. Esto está en la línea del interés de Haddon en el totemismo y las creencias religiosas como elementos cohesionantes de la organización social y su posterior interés en los lugares que son el núcleo de la cultura premisionera del Estrecho de Torres tal como él la percibía (Haddon 1904). Es notable la intensidad fotográfica con la que fueron captados los lugares sagrados. La preocupación del autor consistió en ser cuidadoso, completo, y denso en la inscripción que es al mismo tiempo el deseo de la precisión científica, que Taussig ha descrito como �mini-ritual de cientificidad� (1993:199), con el fin de inscribir la realidad de estos restos de la sociedad del Estrecho de Torres (según definición de Haddon) en una placa fotográfica. Pero lo directo y claro de la imagen fotográfica fueron más que un mero simulacro, pues revelan también un anhelo subjetivo que puede leerse como afirmación metafórica de un sujeto, una poética basada en esa �estructura de sentimiento�. A través de la fotografía de reescenificación o nueva representación es como estas estrategias se articulan más claramente. Tienen una cualidad doblemente o incluso excesivamente mimética, en la que la comprensión de la copia se convierte en el cimiento de una realidad profundamente más seria, que se expresa a través de la noción de copia no sólo de �verdades� culturales sobre el Estrecho de Torres (el referente) sino sobre las bases culturales del paradigma de salvamento mismo (Gruber 1970:1297; Taussig 1993:255).

     Esto queda ejemplificado a través de las imágenes referidas a Kwoiam. Este había sido casi la última actividad de Haddon cuando el 30 de octubre, durante su visita de 1888, poco antes de abandonar Mabuiag para ir a la Isla de Thursday, realizó, según sus palabras �un peregrinaje final� a los lugares asociados a Kwoiam (CULSC Haddon Papers Item 1029, Diario 1888:67). Kwoiam era el héroe totémico, cuyo culto mítico se localizaba en Pulu y era básico en todas las ceremonias de iniciación y de muerte en el Estrecho de Torres occidental (Haddon 1904:367-373). Ésta es la serie de imágenes en las que el método de reescenificación se hace revelador y transcendente. Tenemos aquí la visualización de la verdadera raíz del mito, no sólo en la fotografía de espacios sagrados, tales como los kwod, sopsop y zogo y los lugares de representaciones míticas pero en este caso a través de la reescenificación del [184] momento mítico que define el espacio topográfico y el espacio social del Estrecho de Torres -la muerte de Kwoiam-. El paisaje se marcó por medio del contacto con el cuerpo de Kwoiam y con los de sus víctimas -la huella de su pie está en la roca, los cantos rodados son las cabezas de sus víctimas-. El paisaje está trazado por medio de su interacción social (Figura 1), una corriente que nunca se agota es el lugar donde arroja su lanza contra la roca, los planos con hierba y pandanus donde tenía sus huertos. Sus hazañas incluían muchas muertes con su correspondiente caza de cabezas, pero Kwoiam acaba sufriendo una emboscada por parte de sus enemigos. Se retiró a la cumbre de una montaña donde, acurrucado en el suelo, murió.

           �Los arbustos del lado de la montaña de Kwoiam tienen la mayor parte de sus hojas con manchas rojas, y ni unas pocas tienen color rojo brillante. Esto se debía a la sangre que salía a chorros del cuello de Kwoiam cuando lo cortaron tras su muerte; hasta el día de hoy los arbustos son testigos de este ultraje a un héroe muerto� (Haddon 1901:147).           

Fig. 1. �Vivienda de Kwoiam�, Pulu, Mabuiag. (CUMAA T.Str.65).

     Pero Haddon también escribe inmediatamente antes de este pasaje: [185]

Fig. 2. �La muerte de Kwoiam�, Pulu, Mabuiag. (CUMAA T.Str.66).
           �Quise que uno de los nativos que nos habían acompañado se colocase en la misma postura que Kwoiam cuando agonizaba, de modo que yo pudiese registrar la postura que había asumido aquél, fotografiado en el mismo sitio (...)� (Haddon 1901:146).           

     Por medio de la reescenificación (Figura 2) el cuerpo físico se reinserta en el espacio mítico a través de la representación realista, que se expresa a través de los realistas programas de la fotografía. Esto lleva a un total colapso de las temporalidades, a la distinción entre tiempo mítico, histórico y contemporáneo. La descripción de Clifford del paradigma de salvamento, �una incesante colocación de otros en un presente que se hace pasado� (1986:44) se invierte cuando el pasado, un pasado mítico imaginado, se hace presente a través de la fotografía. Además, la propia reescenificación es en sí misma teatral y no sólo en el sentido de reproducción o copia: es una intensificación, un aumento de la realidad a través de la intensidad del momento fotográfico, como acción y como imagen. Y estas expresiones no son tampoco del todo ajenas a los hombres del Estrecho de Torres. Estas reescenificaciones conmemorativas del mito [186] fueron, como en otros muchos lugares, fundamentales en el sistema de creencias del Estrecho de Torres, y en rituales como las danzas de iniciación del Bomai Malu, y el transporte del pasado mítico al presente a través de la representación.

     No sólo parece que el ritual de la fotografía resacraliza el espacio, sino que permite a Hatidon compartir el tiempo pasado (casi, por un instante, permitiendo la existencia de un espacio para el tiempo intersubjetivo) en vez de un insistente alocronismo que Fabian identifica como el paradigma temporal antropológico que todo lo impregna (1983:32, 37-38). Estas fotografías sugieren una agenda temporal en acción más compleja, ambigua y fluida.

     Aquí tenemos no sólo la intensidad ritual de la reescenificación y el colapso de las temporalidades. Esto va acompañado de un marcado agotamiento de la intensidad de inscripción. Los informes de Newman y Guardia, la prestigiosa firma fotográfica londinense que proporcionó el equipo fotográfico y cinematográfico de la Expedición, muestran que la Expedición tomó muchos más negativos de placa de un cuarto que de un medio. Ésta última se utilizó en unos cuantos retratos y para la inscripción de lugares de mayor importancia ritual. La elección tecnológica consistente en utilizar la placa de un medio, más grande, con una emulsión más lenta y una longitud local corta permite una inscripción más cuidada en la placa, detallada en cada matiz de la textura y de las sombras. Esto contribuye a una intensidad de inscripción fotográfica que refleja un significado intelectual y cultural. Es precisamente en términos históricos un ejemplo de donde los discursos intelectuales, científicos, filosóficos y estéticos se superponen a las técnicas mecánicas, pero un ejemplo que sólo puede revelarse a través de la interrogación de la ontología fotográfica (Crary 1990:8; Schwartz 1996:54). Estas imágenes dependen, en su poder etnográfico o histórico, de la quietud temporal de la fotografía de detener el cambio, de suprimir el cambio y de reactivar a los muertos. La capacidad de combinar intelectualmente el tiempo mítico, histórico y contemporáneo depende precisamente de la atemporalidad representacional de la fotografía, que invita a la liberación temporal del observador para que tome parte en la actualidad de un pasado imaginado -visualización de un pasado imaginado hecho presente mientras actúa simultáneamente en un medio intemporal.

     Utilizando la serie de Kwoiam para pensar con lecturas abiertas más profundas del paradigma de salvamento de la expedición, sugiriendo quizá una poética relacionada de la experiencia fotográfica y etnográfica. Puede verse realizado en mayor o menor medida en un considerable número de otras imágenes. Se destaca repetidamente la intensidad y claridad de la inscripción.

              �Ocasionalmente se requerían algunas piedras para ser colocadas de pie, o para juntar a las que estaban rotas. La mejor vista para el fotógrafo debía elegirse [187] cuidadosamente y luego se hacía necesario quitar el follaje; a veces había que podar un poco algunas ramas de los árboles en el caso de que proyectasen sombras que distraían. Por lo general las ramitas, hojas y plantitas debían arrancarse del suelo o de entre las piedras o las conchas para no complicar innecesariamente la fotografía (...). Muy pocas veces hube de dar la vuelta a una piedra labrada para que se viese lo esculpido más claramente; ocasionalmente movía un poco las conchas, con el fin de que se viesen mejor, pero sólo cuando éstas no tenían una posición definida. Prestar atención a estos pequeños detalles es necesario para producir fotografías inteligibles pero debemos tener mucho cuidado para no excedernos o modificar de alguna manera el objeto o el santuario� (Haddon 1901:66; el subrayado es nuestro).           

     La descripción, en el diario de Haddon, de las fotografías del Au Kosker zogo en su cueva sigue la misma línea:

              �Sustituí la cabeza, pero no pude hacerle lo mismo al otro que coloqué del lado del cuerpo -tras muchos problemas pudimos enfocar la cámara y la dejamos en exposición durante media hora o así. Para nuestra sorpresa vimos que por la tarde, cuando revelamos, teníamos un negativo bastante bueno� (CULSC Haddon Papers Box 10/1030 Diary 1898:85).           

     Como si para penetrar e inscribir ulteriormente la experiencia cultural de estos escenarios Haddon emplease de nueva reescenificación en los términos simples de volver a colocar juntas a las figuras sagradas o bien de ponerlas en escena. Además, la totalidad de la noción de �desbrozar el terreno de maleza� y de hacerlo visible de nuevo es una poderosa metáfora del paradigma de salvación, recuperando la �cultura tradicional� de la �maleza� de las influencias coloniales... Claramente, la asociación de lugar y memoria sirvió de útil instrumento de explicitación para el etnógrafo pero, al mismo tiempo, vista en el contexto de un proyecto fotográfico general emerge la dimensión poética.

              �Cuando todo estaba preparado la fotografía la tomaba por lo general Wilkin, y nosotros nos sentamos, y un nativo me contó la �storia� relacionada con ello... Era más interesante escuchar estas historias allí mismo, contadas por nativos que creían en ellas� (Haddon 1901:66).           


           Teníamos con nosotros a los Mamoose, Enocha, Jimmy Dei, Ulai y Kaige, todos los cuales pertenecían al zogo. Aprendimos los nombres de las piedras y luego, a petición nuestra, los hombres del zogo se situaron en la postura y actitud adecuadas para consultar al zogo, y así se los fotografió. Fue muy sugerente ver el afecto reverente que los ancianos tenían hacia el zogo, y parecían contentos por el cuidado con el que se había desbrozado y trazado� (Haddon 1901:54) (Fig. 3).           

     Esta es otra de las facetas de estas estrategias complementarias de reescenificación e inscripción. No son sólo ilustraciones ni un libro de anotaciones [188] visual, sino una demostración de cultura más próximo al método científico de experimentación y prueba. No hay duda de que el dibujo, la inscripción y la fotografía fueron para Haddon parte de esa tradición de dibujo científico que a través de su realismo podía explicar el mundo real (Urry 1993:73) y que en términos intelectuales representaban vías alternativas a la revelación de la verdad. Es evidente que en 1898 Haddon llevaba consigo intenciones fotográficas muy precisas con las que construyó las imágenes tanteadas en 1888 o representó como fotografías, en 1898, dibujos hechos en 1888. Dado que Haddon recibió unos conocimientos dentro del legado cultural de las ciencias naturales, no es descabellado ver su pensamiento y planes visuales como similares a la repetición del experimento, metodología standard para la verificación de los resultados científicos. El acto de repetición no sólo permitía reinscribir con gran detalle y cuidado sino que daba una mayor densidad a la verdad etnográfica así representada. La reescenificación contiene tensiones entre las mitopoéticas del pasado -como queda reflejado en el lenguaje de Haddon sobre la muerte de Kwoiam- y una tradición racional de demostración de las ciencias físicas y biológicas. No se trataba de una mera ilustración, sino de una parte integrante de la prueba y [189] transmisión de la evidencia científica, una tradición que podemos hacer remontar a la ciencia del Renacimiento e incluso a la ciencia clásica.

Fig. 3. �Regalo de comida� Mer. (CUMAA T.Str.233).
[188]

     Estas imágenes y, como he sugerido, en especial la muerte de Kwoiam, abren para nosotros una lectura mucho más profunda de los planes y actividades de la etnografía de salvamento, no solamente en el Estrecho de Torres, sino en un sentido general que cubre la totalidad de la noción de reescenificación y verdad histórica, la fluidez entre el pasado y el presente. Esto demuestra que tenía un lugar en paradigmas mucho más amplios que admitían las posibilidades intelectuales de la reescenificación que iba de las reconstrucciones que hacía Franz Boas, para la cámara, de las tecnologías kwakiutl a �In the Land of Headhunters� de Edward Sheriff Curtiss (1914) o incluso la película de Robert Flaherty sobre la vida de los inuit, �Nanook of the North� (1922) (Jacknis 1984:33-42; Holm y Quimby 1980). Esto no significa afirmar que estos REENACTMENTS se veían como �reales� de manera simplista. Más bien, las precondiciones intelectuales para las expresiones del pasado dejan tienen en cuenta la validez demostrativa de la reescenificación.

     Hay indicios de otra perspectiva, la de la población del Estrecho de Torres. La reescenificación y la performance como poderosos instrumentos sociales, como hemos sugerido, eran fundamentales para la expresión del Estrecho de Torres. Clifford ha afirmado que hasta cierto punto las culturas se escriben a sí mismas en las etnografías a través de la versión de cultura dada al etnógrafo (1986:118). No es descabellado suponer que precisamente que esto está ocurriendo a través de las reescenificaciones. Haddon iniciaba la acción a través de sus peticiones, la forma inscrita la dictaban los isleños que �desarrollaban� las acciones sociales y los mitos según sus propios términos. Haddon cuenta una anécdota sobre la representación de la muerte de Kwoiam:

              �Se necesitó una gran cantidad de persuasión para inducir al hombre a desnudarse, aun cuando era amigo nuestro y nos conocía bien. Finalmente lo conseguimos, pero la mojigatería que mostraba era ridícula.� (Haddon 1901:146).           

     Aun cuando Haddon considera esto como una simple reticencia a quitarse la ropa y nosotros deberíamos leerlo como una abierta manifestación de las relaciones coloniales y un comentario sobre ellas, podemos suponer (y sólo suponer, pues no hay clara evidencia) de que puede representar más bien una reticencia profunda por parte del actor a liberar las poderosas implicaciones de la historia de Kwoiam. El informe de 1898 del Residente del Gobierno en la Isla de Thursday al Subsecretario del Departamento del Secretario de Interior de Queensland presentado en 1899, el año siguiente a la Expedición, afirma sobre las Islas Murray: [190]

              �Social y políticamente ha habido un notable malestar. El grupo del Dr. Haddon, con la minuciosa introspección de sus sabios les dio qué pensar y asombrarse de lo que iba a venir luego:� (Queensland Government Paper C.A.741899:4 en CULSC Haddon Papers Box 10/1022).           

     Podemos preguntamos si la reescenificación, más que la �psicologización� no puede haber jugado su papel en este �malestar� pese al limitado número de actores. Los informes sugerirían que la historia de Kwoiam posee todavía un significado cultural profundo; la reescenificación constituía posiblemente una expresión consciente de elementos que habían sido suprimidos en la negociación de la experiencia del Estrecho de Torres y la Misión en el último cuarto del siglo XIX (Beckett 1987:39-60).

     De todos modos la historia de Haddon introduce un elemento en los planes, el de las experiencias de la vida real representadas hasta el final en los conceptos socialmente activos del tiempo. La historia del actor reticente es la premisa o precede el modo en que ésta �encapsula� las experiencias de la población en un tiempo histórico, el paso del tiempo marcado por la diferencia. Lo que quiero discutir ahora es la representación de las intersubjetividades de la diferencia en tiempo y experiencia.

     La exposición, la proyección por medio de diapositivas, el intercambio y la donación de imágenes fotográficas jugaron un papel fundamental, durante las expediciones, en las relaciones sociales con los isleños del Estrecho de Torres. Esto no debería ser interpretado como la tecnología del encantamiento o como la fascinación colonial por las respuestas indígenas a las tecnologías miméticas tratadas por Taussig (1993:212-235). La visualización del pasado y de las ideas estaba lejos de enajenarse a la población de las Islas por estas fechas. Cuando Haddon llega, incluso en 1888, ya ha habido una larga experiencia de representaciones gráficas de distintos tipos y de su realización. Las diapositivas mostradas por los misioneros, por ejemplo, incluyen una amplia gama de material visual, hacia los años 80 del siglo XIX, precisamente el período de máxima actividad misionera en el Estrecho de Torres, cuando la diapositiva se había convertido en algo de rigueur para el intervencionismo de la enseñanza e instrucción moral victoriana (Landau 1994:29). Sin embargo, el compromiso de Haddon y el uso social de las fotografías se situó a nivel humano. Como ha afirmado Denoon (1996), la Expedición del Estrecho de Torres fue una de las primeras veces en que se escuchó la voz de los melanesios y se tomaron en serio, y la utilización de fotografías de la Expedición en este contexto debe verse como parte de esa comunicación.

     La fotografía, como medio de interacción social, estaba planeada. La Expedición llevaba dos proyectores de diapositivas y el diario de Haddon muestra que practicaban con ellos dando clases a los pasajeros que viajaban a bordo del [191] barco que los transportaba. Tenían diapositivas de interés general y reconocida popularidad para la población del Estrecho de Torres, por ejemplo una diapositiva novedosa con partes movibles que mostraba a algunas ratas que bajaban por el cuello de un hombre que roncaba -con la que Haddon y Wilkin finalizaban siempre la sesión. Y lo que es más importante, llevaban diapositivas de las fotografías de Haddon de 1888. De su primera tarde en Mer escribió Haddon que:

              �Casi todos mis viejos amigos que estaban vivos se volvieron y muchos otros y con gran contento de ellos les mostré algunas de las fotos. Continué con mi última visita no sólo de éstas sino de otras islas. Teníamos muchísimo tiempo y pueden imaginar lo que gocé de él. El Mamoose y otros a veces gritaban cuando veían las fotos de los amigos fallecidos pero la mayor parte del tiempo estaban en un estado de gran contento� (CULSC Haddon Papers Box 10/1030 Diary 1989:63-64).           


     La segunda tarde presenció cosas semejantes, con mucha más gente aun, e incluso una más ante la demanda popular. La fascinación, diversión y tristeza se basaba en el paso del tiempo, tiempo experimentado medido a partir del espacio y del tiempo subjetivo del propio espectador, desde la perspectiva de los isleños y de la de Haddon -constituida de forma diferente- Así tenemos el surgimiento de dos trayectorias temporales, el tiempo europeo y el tiempo del Estrecho de Torres. Pero Haddon y Wilkin hacen aportaciones a su conjunto de diapositivas; la gente sube por la colina hasta el edificio de la antigua misión donde la Expedición reside con ramos y ristras de productos hortícolas y cocos:

              �(...) Pronto hubo un gran montón de productos de huerta en el suelo. En este momento la veranada estaba llena ya de nativos, hombres y mujeres, y enseñé de nuevo mis fotografías, pero no se dijo una sola palabra sobre la fruta. Ellos miraban una y otra vez las fotografías (...)�. (Haddon 1901:10).           

     Fue una relación de reciprocidad, cocos y diapositivas. Wilkin luego fotografió los productos de la huerta (Fig. 4) e hizo una diapositiva que mostró en la siguiente sesión, que gustó mucho.

     Haddon y Wilkin respondieron a los deseos y necesidades de la gente, a petición de ésta, con sesiones de diapositivas o de fotografías. Por ejemplo, Wilkin y Haddon hicieron de fotógrafos de boda el 11 de mayo de 1898 cuando contrajeron matrimonio Jimmy y Aba:

              �Tomé una foto de ellos cuando terminó la ceremonia (...). Y el jueves Wilkin y yo hicimos diapositivas de esta foto y de un regalo de comida� (CULSC Haddon Papers Box 10/1030 Diary 1898:64) (Fig. 5). [192]           

     Al día siguiente, cuando ofrecieron otra sesión de diapositivas que comenzó con grabados de Voyage of H.M.S. Fly, de Jukes, de la recepción del capitán Blackwood en el Estrecho de Torres en 1845 �Mostré la foto, de la boda del último miércoles� (ibid.:67) que fue recibida con gran emoción. Fue mostrada directamente después del regalo de comida que parece reforzar la reciprocidad. También satisfizo el deseo de fotografías en una ocasión muy diferente:

              �Fuimos a preguntar quién había muerto. Con pena nos dijeron que había sido el hijo pequeño de Waria (...). Waria estaba muy deseoso de tener una fotografía de su hijito muerto para no olvidar cómo era. Naturalmente así lo hicimos�. (Haddon 1901:123).           

     También se dieron fotografías como regalo por la cooperación con la investigación científica, tests de visión, etcétera:

Fig. 4. � El matrimonio de Jimmy y Aba�, Mer. (CUMAA T.Str.222).
           �La mayoría de la fotografías sobre la Isla de Murray se revelaron in situ, y en un buen número de casos las copias de los retratos se regalaron a los modelos para agradecerles el haberse dejado someter a ser psicologizados.� (Haddon 1901:28). [193]           

Fig. 5. �Wanai y familia�, Mer. (CUMAA T.Str.190).

     Aun así, fueron estas fotografías, si debemos creer a Haddon, las que proporcionaron gran placer a las gentes del Estrecho de Torres (Fig. 6). Asimismo Haddon incluyó algunas de estas imágenes en sus memorias personales de la Expedición. En Cambridge se guarda un pequeño álbum que contiene lo que sólo podemos interpretar como imágenes que eran significativas para él. Contiene numerosos retratos en los marcos para fotos graciosamente dibujados (cuatro formas diferentes en cada página) y en la primera página se yuxtaponen la fotografía de los miembros de la Expedición y una fotografía de sus guías e intérpretes amigos, fotografiados un momento antes/después en el mismo sitio y en la misma pose. El título del álbum, gofrado, es igualmente significativo: �Sunny Memories� (CULSC Haddon Papers Item 1018).

     Las fotografías se convirtieron asimismo en puntos activos de interacción social a través de su representación. La materialidad de las fotografías y de las diapositivas se utilizó para apoyar pautas de temporalidades humanas en el nivel consciente y en el inconsciente. Las sesiones de diapositivas en una estancia oscura, suspendía al espectador, tanto al de la Expedición como al isleño, en la oscuridad, los desplazaba a un no-espacio de un tiempo compartido de un mundo visual recreado que, no obstante, se relacionaba directamente con la [194] [195] historia y la memoria personales, colectiva e individualmente consideradas. De nuevo, como las reescenificaciones, esto aprovecha específicamente las ambigüedades fotográficas, reproduciendo de forma aparentemente fiel lo que una vez fue experiencia real, vivida, una ubicación y, aun así, un desplazamiento rigurosos, un énfasis en lo que ha sido -la intensidad aquí no es la de la inscripción, sino la del tiempo experimentado-. La comunicación, como ha afirmado Fabian (1983:30-31), es en última instancia contingente respecto de la creación de un �tiempo compartido� intersubjetivo. Pese a las diferentes trayectorias de estas imágenes cuando acaban absorbidas en muy diferentes historias y memorias, este espacio compartido de historias que se entrecruzan y comunican, fue articulado y materializado a través de la fotografía, haciendo que la fotografía se convirtiese en punto de interacción social. Con todo, salir de esta interacción del mismo conjunto de imágenes no era la misma historia. Más bien nuevos significados se agrupaban alrededor de las imágenes a medida que entraban en diferentes espacios, medidas por diferentes tiempos. Un mensaje, sólo uno entre varios de tales ejemplos, le fue enviado a Haddon, a través de Cowling, un buceador buscador de perlas, en junio de 1901, de parte de un hombre llamado solamente Tommy, que había trabajado en estrecho contacto con la Expedición:

              �Tommy quiere que le pida que le envíe una foto de su familia que usted tomó de una de sus hijas cuando ésta murió, y quiere verla de nuevo� (CULSC Haddon Papers Box 10/1024).           

     La fotografía de la Expedición al Estrecho de Torres, con todo, quedó recuperada de nuevo, absorbida en otra memoria, una superficie de contacto entre lo individual y lo colectivo -pero este es otro asunto-.

Fig. 6. �Pasi, Mamoose of Dauer, la primera fotografía en 'Sunny Memories'�. (CUMAA T.Srt. 164).
[194]


***

     De todo esto espero que podamos extrapolar algunas nociones sobre la simplificaciones historiográficas de la inscripción fotográfica de historias. Se ha dicho que la esfera de la investigación histórica se extiende sólo hasta donde llega la explicación historiográfica, de modo que el exceso único se hace inexplicable (Le Goff 1992). La fotografía parece portarse precisamente así. Las fotografías poseen una densidad de experiencia e inscripción que resiste al pensamiento histórico convencional. Las fotografías de la Expedición al Estrecho de Torres plantean, en mi opinión, cierto número de consideraciones historiográficas -la naturaleza y el contexto de la inscripción, la transformación y realización de la inscripción, un opaco poder evidencial, las complejidades de las tensiones creativas entre contenido, construcción, contexto y realización. De [196] todos modos, quizá por medio de una consideración de las fotografías no sólo �como� cosas, sino como cosas para pensar como entes activos en la elaboración y reelaboración de historias, no sólo surgen como puntos de diálogo e interacción en términos de contexto, sino quizá nos permiten comenzar a ampliar el alcance historiográfico y comprender cómo nos relacionamos con las fotografías como fuentes históricas dinámicas. Creo que es una paradoja fascinante el que miembros de la Expedición al Estrecho de Torres creasen fotografías que eran �minirrituales de cientificidad� que verificaron la existencia no sólo de su objeto de estudio sino de actitudes científicas que, aun así, son capaces de revelar una estructura de sentimiento en la ciencia, y a través de sus formas sociales, según la admirable frase de Dening (1990), una poética de historias.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fuentes archivísticas

     Haddon Papers, Cambridge University Library Special Collections (CULSC).

     Torres Strait Expedition Photographs, Cambridge University Museum of Archaeology & Anthropology (CUMAA).

     Department of Arts of Africa, Oceania and the Americas, Photograph Study Collection, Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Wilkin Alhums. (MMA). [197]



BIBLIOGRAFÍA

     BARTHES, ROLAND: Camera Lucida: Reflections on Photography. Fontana, Londres 1984 [1980], trad. S. Heath.

     BECKETT, JEREMY: Torres Strait Islanders. Custom and Conflict. Cambridge University Press, Cambridge 1987.

     BERGER, JOHN: The Uses of Photography, Writers' Cooperative, Londres 1980.

     CLIFFORD, JAMES: �On Ethnographic Allegory�, en J. Clifford & George Marcus (compils.): Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography. University of California Press, Berkeley 1986. Pp. 98-121.

     COOTE, JACK H.: The Illustrate History of Colour Photography, Fountain Press, Londres 1993.

     Crary, Jonathan: The techniques of the Observer: On Vision and Modernity in the Nineteenth Century. (MIT Press, Cambridge (Mass.) 1990.

     DAVIS, ALAN & STANBURY, P.: The Mechanical Eye in Australia. Oxford University Press, Melbourne 1985.

     DENING, GREG: �The Poetics of History�, en A. Bierseck (compil.): Clio in Oceania. Smithsonian Institution Press, Washington DC. Pp. 347-380.

     DENOON, DONALD: �W. H. R. Rivers and Fin de Siècle Colonial Cultures�. Artículo no publicado para la Conferencia de la Asociación de Historiadores del Pacífico, Universidad de Hawaii, Hilo, julio 1996.

     DOONAN, STEVEN: �The Joly and McDonough Colour Processes�, History of Photography 18(2): 195-196.

     EDWARDS, ELIZABETH: �Visuality and History: Diamond Jenness's Photographs of D'Entrecasteaux Islands, Massim, 1911-1912 - A Case Study in Re-Engagement�, Canberra Anthropology 17 (2), 1994:1-26.

     Id.: �Visualiseing History: A Contemplation on two photographs by Captain W. D. Acland�, en C. Blanton (compil.): Picturing Paradise: Colonial Photography of Samoa 1875-1925. Southeast Museum of Photography, Daytona Beach 1995.

     FABIAN, JOHANNES: Time and the Other, Columbia University Press, Nueva York 1983.

     GATHERCOLE, PETER: �Cambridge and Torres Strait 1888-1920. Cambridge Anthropology 3(3), 1977:22-31.

     GOSDEN, CHRISTOPHER: Social Being and Time. Blackwell, Oxford 1994.

     GRUBER, JACOB W.: �Ethnographic Salvage and the Shaping of Anthropology�, American Anthropologist 72, 1970: 1289-1299.

     HADDON, ALFRED C.: �The Saving of Vanishing Knowledge�, Nature, n�. 1422, vol. 55, 1897:305-306.

     Id.: The Study of Man. Murray, Londres 1898b.

     Id.: Head-Hunters, Black, White and Brown. Methuen, Londres 1901.

     HADDON, ALFRED C. et al.: �The Necessity for the Inmediate Investigation of the Biology of Oceanic Islands�. British Association for the Advancement of Science: Report of the 67th Meeting, 1897, 1898a:352.

     Id. et al.: Reports of the Cambridge Anthropological Expedition to Torres Straits. Vols. I-VI. Cambridge University Press, Cambridge 1901-1935. [198]

     HOLM, BILL & GEORGE I. QUIMBY: Edwards S. Curtis in the Land of the War Canoes: A Pioneer Cinematographer in the Pacific Northwest. University of Washington Press, Seattle 1980.

     JACKNIS, IRA: �Franz Boas and Photography�, Studies in Anthropology of Visual Communication 10(1), 1984: 2-60.

     JONES, E.: Florence Buchanan: The Little Deaconness of the South Seas. Central Mission Board, Londres 1921.

     LANDAU, PAUL: �The Illumination of Christ in the Kalahari Desert�, Representations 45, 1994:26-40.

     LANGHAM, IAN: The Building of British Social Anthropology: W. H. R. Rivers and His Cambridge Disciples in the Development of Kinship Studies 1898-1931. D. Reidel, Dordrecht 1981.

     LE GOFF, JACQUES: History and Memory. Columbia University Press, Nueva York 1992 [1977], trad. S. Rendall y E. Claman.

     LONG, CHRIS & PAT LAUGHREN: �Australia's First Films, Facts and Fables: Part Six: Surprising Survivals from Colonial Queensland�, Cinema Papers, 96, 1993:32-36.

     QUIGGEN, A. H.: Haddon the Headhunter: A Short Sketch o the Lifie of A. C. Haddon. Cambridge University Press, Cambridge 1942.

     RUSSELL, MARTIN: Newman and Guardia Ltd. Emanen, Chester-le-Street 1988.

     SCHWARTZ, JOAN M.: �We Make Our Tools and Our Tools Make Us� Lessons from Photographs for the Practice, Politics and Poeties of Diplomatics�, Archivaria 40, 1995: 40-74.

     SILLITOE, PAUL: �To Mer, Mabuiag, Muralug and Moresby: The Torres Strait Expedition�, Cambridge Anthropology, 3(2), 1977:1-21.

     SLOBODIN, R.: W. R. H. Rivers. Columbia University Press, Nueva York 1978.

     STOCKING, GEORGE: After Tylor: British Social Anthropology 1888-1951. University of Wisconsin Press, Madison 1995.

     Id. (compil.): �The Ethnographer's Magic: Fieldwork in British Anthropology from Tylor to Malinowski�, en Observers Observed: Essays on Ethnographic Fieldwork (History of Anthropology 1): University of Wisconsin Press, Madison 1983, pp.70-20.

     Id. (compil.): �Romantic Motives and the History of Anthropology�, en Romantic Motives: Essays on Anthropological Sensibility. History of Anthropology 6),University of Wisconsin Press, Madison 1989, pp. 3-9.

     TAUSSIG, MICHAEL: Mimesis and Alterity: A Particular History of the Senses. Routledge, Nueva York 1993.

     TONKIN, ELIZABETH: Narrating Our Pasts. Cambridge University Press, Cambridge ANNO????

     URRY, JAMES: Before Anthropology: Essays on the History of British Anthropology. Harwood Acadernic, Camberwell 1993.



[Traducción del inglés: C.A. Caranci] [199]



ArribaAbajo

Las percepciones etnográficas, geográficas y políticas en la obra de Blasco Ibáñez: Macao, Java y Manila a comienzos del siglo XX

Leoncio Cabrero



INTRODUCCIÓN

     Al referirnos a Vicente Blasco Ibáñez, el término lingüístico de percepción, lo tenemos que emplear con el doble sentido que tiene. Percepción, es la acción de percibir, representación de una cosa en la mente. El término percepción deriva, del verbo latino percipere, que deriva a su vez de capere, coger.

     De aquí que el término percepción se utilice como la captación por los sentidos o por la inteligencia servida por los sentidos, y así decimos: percibo una lejana música, percibo la luz que entra por la claraboya o percibo el olor de las algas cuando camino junto al mar. Pero también percibir es en término económico. Percibo 50.000 pesetas por los derechos de autor: a fin de mes percibo mis honorarios o Dña María, la viuda de García, percibe una pensión de viudedad.

     La obra de Blasco Ibáñez, sobre todo a la que nos referimos en nuestro trabajo, la vuelta al mundo de un novelista, está llena de percepciones captadas por los sentidos y que con un lenguaje sencillo, nada retorcido, llega al lector, y lector se siente sumergido en las descripciones y vive las mismas emociones que el novelista. Pero también Blasco Ibáñez percibió sabrosos ingresos por los derechos de autor, y en 1925, llevaba vendidos 164.000 ejemplares, de su novela, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 100.000 de la Barraca, y 80.000 de La vuelta al Mundo de un novelista. Su éxito como autor arrastró las envidias de sus contemporáneos, sin pararse a analizar. La agudeza del autor con la percepción de los sentidos, sobre todo con la vista, al describir con todo pormenor, lo que veía. Blasco Ibáñez fue un naturalista, un impresionista de la pluma y de la palabra, acertada y oportuna. [200]EL AUTOR

     Como la Revista Española del Pacífico tiene una difusión internacional, no solamente en Europa, sino en las lejanas islas del Pacífico y en los países de Extremo Oriente, creo obligado dedicar unas líneas al novelista y demostrar que no es conocido sólo en el mundo literario español de la primera mitad del siglo XX, sino una figura de reconocido prestigio internacional.

     Vicente Blasco Ibáñez nació en Valencia en 1867, Estudió derecho y desde muy joven se sintió atraído por la ideología republicana, siendo un reconocido antimonárquico. En 1884 comenzó a trabajar como secretario, para algún biógrafo como �negro� del autor de folletines históricos Manuel Fernández y González. Lo mismo nos da, el hecho es que la etapa inicial de Blasco está marcado por la obra de su jefe. En 1891, fundó en Valencia, el periódico El pueblo, de contenido republicano, al mismo tiempo que comenzó a escribir la Historia de la revolución española desde la Guerra de la Independencia hasta la restauración en Sagunto. Persona inquieta, en 1909, se estableció como colono en Argentina donde fundó dos haciendas: �Cervantes� y la �Nueva Valencia�, fueron unos utópicos proyectos de explotación agrícola, en las que inicialmente el gobierno argentino puso grandes ilusiones, los resultados fueron un auténtico fracaso y la ruina económica.

     De regreso a Europa, marchó a París en 1914, y allí escribió los Cuatro jinetes del Apocalipsis (1916) obra que fue conocida mundialmente, con gran repercusión en Estados Unidos, novela de la que se han realizado varias versiones cinematográficas. El éxito alcanzado fue el motivo de la invitación que recibió de diversas ciudades norteamericanas para pronunciar conferencias, siendo nombrado Doctor �Honoris causa� por la Universidad de Washington. De vuelta España decidió exiliarse voluntariamente a Niza, donde tenía una casa, al no aceptar la Dictadura de Primo de Rivera. En Francia continuó su hostilidad antimonárquica, publicando un folleto titulado Por España y contra el rey (1924) y que fue lanzado desde un avión en territorio español, hecho que ocasionó un grave problema diplomático.

     Podríamos citar más de medio centenar de títulos, pero mencionamos nada más que aquellos relacionados con Oriente o con América: La Argentina y su grandeza; En busca del Gran Kan; Oriente en el país del Arte; la Reina Calafia, Cristóbal Colón y, por supuesto, la Vuelta al mundo de un novelista, en la que concretamos nuestro trabajo.



LA VUELTA AL MUNDO DE UN NOVELISTA

     En el primer tercio del siglo XX se puso de moda una nueva forma de viajar da las clases sociales adineradas y superpudientes: la de atravesar varios [201] océanos con todas las comodidades y lujo. Viajes que se vieron apoyados por la construcción de grandes transatlánticos, unos pudieron lograr su propósito, otros de nombres conocidos, que por fallos humanos o fallos técnicos no pudieron culminar sus viajes de placer, fueron años donde el tiempo no se valoraba, las prisas no existían, y junto a los recorridos de mares y océanos, se sumaron los ferrocarriles, los expresos de lujo atravesaban tierras y países de Oriente, viajes permitidos para solventes económicos, y Blasco Ibáñez, con una buena situación económica, tuvo la curiosidad, envidiable curiosidad, de dar la vuelta al mundo a bordo del Franconia, en 1923.

     El afán de conocimiento de nuevas gentes, de nuevos pueblos cuenta con escritores de una gran imaginación como el mundialmente conocido Julio Verne, o películas, en las que las fantasías de viajes son, el tema principal, como se desarrolla en una célebre película francesa, donde el protagonista, el actor francés Jean Gabin, soñaba viajar echando barquitos de papel en la bañera y se imaginaba que navegaba y conocía paisajes y gentes de la lejana China, pero Blasco Ibáñez ni soñó ni imaginó, sino que lo percibió con sus pupilos y acarició con sus manos la realidad de las tierras nuevas que describe para nuestro trabajo hemos seleccionado las descripciones que nos ha dejado en su realista novela sobre el sudeste asiático, y hemos centrado el artículo en tres zonas geográficas controladas y colonizadas por tres potencias europeas: Portugal, Holanda y España. Tres naciones con distintos modos de actuación en las lejanas tierras de Ultramar.

     Blasco Ibáñez se documentó concienzudamente de todo cuanto iba a recorrer y conocer y antes de redactar su obra -a la que consideramos no una novela, sino un libro de relatos- volvió a completar su formación histórica, de siglos pasados de las tierras que visitó y recorrió. No podemos negar al autor su vasta cultura universal.

     Los detalles técnicos del Franconia, la descripción de los pasajeros, todo ello es ya un ejemplo de percepción, pero no nos interesa; ni tampoco el nombre del vapor que le condujo desde Europa hasta Estados Unidos para embarcar en el lujoso navío.



MACAO

     El Franconia abandonó Hong Kong y se dirigió hacia Macao. La ciudad aparece lentamente, tiene un aspecto multicolor, y una ciudad de mezcla, con población oriental y al mismo tiempo tiene el empaque de una ciudad que quería tener aires europeos. En 1923, los edificios, en su mayoría eran de albañilería, y no de madera. Eran viviendas con planta baja y un piso superior con arcadas y galerías cubiertas, por encima de los tejados sobresalían los campanarios de las iglesias y conventos. [202]

     Macao fue denominada primitivamente Ciudad del Santo Nombre de Dios en China, Macau. El puerto viejo de la ciudad tenía más sabor oriental que el resto de la ciudad. En él parecían anclados juncos de tamaño diverso y embarcaciones que recordaban pequeños galeones. Éstas lucían en sus proas figuras de dragones enroscados, de color dorado. El velamen de su arboladura lo formaban esteras confeccionadas con bambú, a babor y estribor portaban varias piezas de artillería, eran pequeños cañones, pero de gran calibre; eran piezas antiguas de hierro que se cargaban por la boca.

     La marinería que deambulaba por las embarcaciones o que transitaba por los muelles, tenía un aspecto curioso. Eran auténticos atletas amarillos que llevaban desnuda la parte superior del cuerpo; de sus cabezas colgaban unas largas trenzas que cruzaban verticalmente sus espaldas sudorosas.

     De muchas de las embarcaciones arrancaban delgadas columnitas de humo perfumado; eran perfumes que se quemaban ante un pequeño altar dedicado a la diosa de las aguas. Ante el ídolo se consumían diminutas varillas de sándalo.

     Las proas de las embarcaciones tenían a ambos lados unos orificios redondos, pintados, que imitan ojos. Para las ignorantes gentes de la mar esos ojos, eran necesarios y fundamentales. Eran los ojos vigilantes -a su juicio- que permitían un buen viaje. No se arriesgaban a iniciar su andadura en embarcaciones que no tuviesen �ojos�, creían que durante la noche, cuando ellas dormían, la embarcación esquivaba arrecifes y escollos, sin que nadie la gobernase.

     Blasco Ibáñez se detiene en los orígenes históricos y para ello se remonta al siglo XVI cuando los chinos concedieron a los portugueses una pequeña franja de tierra, de pocos kilómetros. Esa ocasión se hizo como reconocimiento y recompensa a los portugueses por haber auxiliado con sus navíos a las autoridades de Cantón ante los ataques piráticos que pretendieron apoderarse de la ciudad.

     En varias ocasiones los holandeses intentaron ocupar Macao pero fueron rechazados por los portugueses. Ya en el siglo XIX, la guarnición portuguesa mantuvo varios combates para frenar a los chinos, que pretendían recuperar la península.

     En 1923, era gobernador en Macao el Dr. Rodrigo Rodrigues, médico de Profesión, republicano reconocido, antimonárquico, y que al gobernar la República en Portugal, se vio obligado y comprometido a colaborar con el nuevo gobierno lusitano.

     Todavía a comienzos del siglo XX, la ciudad conservaba una mezcla de edificios chinos y caserones portugueses del siglo XVII. De la antigua catedral de San Pablo se conservaba todavía una primitiva fachada en piedra y también quedaban restos del convento anexo fundado por los jesuitas, utilizado por [203] estos, antes de la expulsión, como lugar de descanso antes de iniciar su viaje misional hacia el interior de China.

     El paisaje de Macao queda encuadrado con el fondo de una cordillera, son las montañas de Katay, a las afueras de la ciudad islas y canales se repiten hasta el infinito, en medio de un gran jardín, mimado con sumo cuidado se encontraba una gruta, era la gruta en la que se refugiaba, Luis de Camoens, el autor de Os Lusíadas, en sus años de destierro apartado de la Metrópoli. La gruta era un gran corredor, enmarcado por grandes piedras, al final se encontraba un busto de Camoens. Los arriates de flores y las arboledas mezclaban dando una sensación de tranquilidad y melancolía, en la que se mezclaban el sosiego de las huertas chinas y la majestuosidad de los jardines portugueses. En el jardín había varias representaciones de mandarines, que tenían una peculiaridad. Las cabezas y las manos eran de loza, y el resto del cuerpo eran arbustos que se habían ido podando, hasta conseguir darles la forma del cuerpo humano, auténtico trabajo de expertos jardineros. Las rocas estaban cubiertas con diversas lápidas en las que estaban grabados fragmentos de Os Lusíadas. Blasco define a Camoens como �el hidaldo portugués, tuerto en la guerra, soldado heroico como el manco de Lepanto, desterrado de Goa a uno de las lugares más lejanos la monarquía lusitana�.

     Para el novelista, Macao, al igual que el resto de las ciudades orientales, no se caracterizaba por ser un lugar de costumbres castas y virtuosas, sino de vida activa un tanto disipada. Pero la diferencia entre Macao y el resto de las ciudades orientales era que tanto el juego como las diversiones estaban reglamentadas y controladas, contando para ello con una vigilancia policial, que velaba por el mantenimiento del orden.

     En Macao, en 1923, se satisfacía un impuesto público, severamente administrado, y que se invertía en el mantenimiento de obras públicas y en nuevas construcciones.

     En Macao el gran vicio era el juego, y en Macao era libre, era conocido como el �Montecarlo de Extremo Oriente�. El juego favorito de los chinos era el fantan, Blasco Ibáñez, al igual que cualquier turista, sintió curiosidad y visitó una casa de juego. �Todas tiene en ellas anuncios luminosos y rótulos chinescos, con grandes bandas de tela colgante, también se ven en las mismas calles fumadores de opio con sus lamparillas de luz fúnebre�.

     Es curiosa la descripción que el novelista hace de las mujeres que participaban en el juego. Eran mujeres chinas que gozaban de plena libertad, vestidas con pantalones y blusas de rica seda azul. Llevaban un flequillo de pelo, y en el pecho y muñecas lucían distintas piezas de joyería barata con muchas incrustaciones de pedrería. Fumaban sin parar, encendiendo un cigarrillo tras otro, dejando en el ambiente un perfume de opio. Cuando reían lo hacían con gran fuerza, con cierta �insolencia�. Todas juegan -escribe el novelista- �sumas considerables, [204] manejando el dinero con inconsciencia. Las más de ellas son cocotas nacionales residentes en Hong Kong, y Cantón y han venido a Macao para jugar al fantan con permiso de las opulentas comerciantes que las mantienen�.

     La mesa de juego la presidía un hombre: por su aspecto representaba bastante edad; tenía una larga barba, lacia y de color blanco. Con una gran lentitud y ceremonia iba desarrollando la marcha del juego. A su lado tenía un gran montón de sapeques, que eran unas piezas metálicas con un orificio en el centro. El juego consistía en tomar con las manos un puñado de sapeques y cubrirlos con un recipiente de hojalata. Una vez que se habían hecho todas las apuestas se descubrían las piezas, y el anciano, con una larga varilla, pero que no hubiese sospecha de trampa, las iba separando, formando grupos de cuatro piezas, al final quedaban unas piezas sueltas, una, dos o tres, números a los que arriesgaban su dinero los jugadores.

     En esas partidas empleaban bastante tiempo; los establecimientos donde se jugaba al fantan estaban abiertos día y noche, algunos jugadores, a pesar de la larga permanencia mostraban una gran destreza visual, y en cuanto el encargado dejaba al descubierto el montón de sapeques, mentalmente hacían los grupos de cuatro piezas y averiguaban las sobrantes.

     Quizá a Blasco uno de los aspectos urbanos de Macao que más le llamó la atención fue la rua da Felicidade, y así la describe: �esta calle de la Felicidad resulta semejante por su trafico a las que existen en todos los puertos de mar, pero aquí ofrece el interés de ser únicamente chinas los que la frecuentan empujados por el acuciamiento de la lascivia, se compone de casas estrechas, cuyo piso bajo ocupa enteramente la puerta. A través de su abertura se ve una especie de zaguán con el arranque de la escalera que conduce a las habitaciones superiores y algunos asientos chinescos ocupados por las dueñas y sus amigas. Son mujeronas de cabeza voluminosa, miembros delgados y grueso tronco, con una nariz tan aplastada, que apenas si resulta visible cuando sitúan de perfil su ancho rostro, amarillo como la cera. Estas hembras maduras, retiradas de las peleas sexuales, fuman gruesos cigarros mientras conversan lentamente, otras se peinan entre ellas, a la luz de una lámpara, colocada entre sus ídolos predilectos. Los pensionistas de dichas casas juegan en medio de la calle. Algunas se acercan a nosotros después de colocarse ante el menudo rostro una careta de gesto monstruoso, una máscara espantable de dragón o de genio, como únicamente saben imaginarlos los artistas chinos y las pobrecitas rugen para infundimos pavor, riendo a continuación de su travesura�.



BATAVIA. La antigua metrópoli javanesa

     El �país de las especias�, denomina el novelista a la isla de Java. Batavia está a varias millas del mar. Un canal navegable permitía en épocas anteriores [205] la llegada hasta las proximidades de los almacenes de los barcos, que eran de poco calado. En 1923 funcionaba un moderno puerto, el de Tondjona Priok; por el canal sólo navegaban sampanes del país y lanchones arrastrados por remolcadores.

     La erudición del novelista, la acumulación de datos históricos procedentes de sus lecturas le permitieron dejarnos un pormenorizado relato del pasado. Así, escribe, cómo en 1600, al igual que en Sumatra y las Molucas, los reyezuelos indígenas, desorientados y molestos con la conducta de los portugueses, se aliaron con los holandeses y su ayuda fue decisiva para que aquéllos se apoderaran del país. Al poco tiempo se convencieron que los nuevos dominadores eran peores que los anteriores.

     El novelista analiza el período cronológico 1602 a 1860, período caracterizado por el monopolio de la Compañía Neerlandesa de las Indias: �Todos los defectos probados o problemáticos de la colonización española en América pierden importancia si se les compara con la dureza explotadora de la célebre Compañía�. El gobernador enviado de Holanda actuaba con absoluto poder. En la calle solamente se dejaba ver desde su carroza dorada tirada por seis caballos y escoltado por varios oficiales. Delante del carruaje, con varios soldados, portando mazas de plata con las que se golpeaban a los viandantes que no se detuviesen al paso en la carroza y no saludasen haciendo una marcada inclinación. Los criollos ricos y los peninsulares que iban en carruaje debían detenerse, echar pie a tierra, y si iban acompañados de su mujer e hijos, estos tenían que hacer lo mismo, sumándose al resto de los transeúntes.

     El gobernador contaba con el asesoramiento de un Consejo compuesto por dieciséis ministros, denominados, edelheers, �consejeros de Indias�, que no secundarios resultaban menos temibles, algunos gobernaban en provincias, pero todos ellos residían en Batavia -actual Yakarta-, usaban también carroza dorada, tirada por cuatro caballos. Cuando un carruaje se cruzaba con ella, sus ocupantes tenían que ponerse de pie, en señal de saludo.

     La Compañía de las Indias estaba organizada como una oficina mercantil. Los oficiales del ejército, todos holandeses, dependían de los funcionarios civiles. Existía una graduación en el escalafón. Los más modestos se llamaban asistentes y al ascender obtenían el título de tenedor de libros, y así, submarchante, marchante, gran marchante y gobernador. Dichos grados civiles tenían sus correspondientes uniformes y gozaban de honores militares. El empleo de gran marchante estaba asimilado al de teniente coronel; submarchante, equivalía a capitán y tenedor de libros a teniente. En todos los puestos de la administración comercial los funcionarios recibían gratificaciones anuales ocultas, que representaban veinte veces más que los sueldos oficiales. Hubo años que los accionistas de la Compañía recibían un 60% de beneficios. [206]

     La riqueza de las islas consistía principalmente en la explotación de las especias. En el siglo XVIII los holandeses dominaban todos los mercados mundiales.

     En 1923 Batavia conservaba el sabor de siglos pasados. Al entrar en la vieja ciudad se pasaba bajo un arco, un arco triunfal levantado en tiempos de la Compañía. Su estructura arquitectónica era de mampostería blanca con hornacinas en las que estaban colocadas varias esculturas simbólicas, pintadas de negro. Al lado de ese monumento, de aspecto funerario, se conservaba un elemento tradicional, admirado y querido por el pueblo javanés.

     Aquel elemento popular era un cañón de bronce, verdoso por el paso de los años, situado en medio de un prado de flores de papel, flores que eran ofrecidas por devotos de dicho ídolo. Un sinfín de indígenas vendían varillas de sándalo, que las mujeres compran y queman con los ojos puestos en un cilindro, donde se consumía el sándalo. La tradición femenina, heredada de siglos, creía que si la mujer casada, deseosa de tener hijos, se sentaba sobre el cañón y ofrecía flores y perfumes adquiría un extraño poder y quedaba preñada.

     Al borde del canal más ancho se extendía una fila de casetones de dos pisos, que mostraban fachadas en estado ruinoso, con galerías cubiertas y adornadas las fachadas con columnatas rematadas con elementos arquitectónicos del siglo XVIII. Los herederos de los primitivos propietarios no habitaban en ellos, se habían trasladado a Westevreden, y las tenían alquiladas para oficinas comerciales y entidades bancarias.

     Blasco describe con realismo el ambiente urbano de Batavia: �Los chinos forman la mayoría del vecindario de Batavia y todo el movimiento nocturno se encuentra en las calles tortuosas, cuyas fachadas tienen celosías con dragones de oro, de cuyas ventanas penden rótulos sobre telas ondulantes. Después del regimiento constructivo de Batavia, que aglomeró sus casas como todos los ciudades antiguas sorprende la extensión inaudita de Westevreden�.

     En la ciudad de Westevreden existía una gran plaza, denominaba �plaza del Rey�, que tenía un kilómetro cuadrado. Todo el espacio era un verde prado, donde galopaban soldados domando y adiestrando a sus caballos.

     Llamaron la atención del novelista las casas: �Las viviendas elegantes de Westevreden ofrecen una particularidad que aún parece hacerlas más inestables. Todas ellas carecen de fachadas, únicamente las piezas interiores que sirven para dormir tienen tabiques y puertas. El techo está sostenido en su parte delantera por ligeras columnas y el corredor, el gran salón para recibir visitas, el gabinete donde la familia lee, se hallan al descubierto a la vista del que pasa. Los árboles del jardín sirven de movible cortina�.

     A un extremo de Westevreden se había ido formando durante el siglo XIX la tercera ciudad, llamada Micer Cornelius. Micer Cornelius fue un personaje holandés que se defendió heroicamente cuando los ingleses desembarcaron en [207] Java, ocupando la isla. La documentada información histórica de Blasco, una su obra: �Esto ocurrió en la época de Napoleón. Como el emperador francés se anexionó a Holanda, acabando por dar la Corona de este país a uno de sus hermanos, el gobernador inglés Raffles, fundador de Singapore, organizó una expedición desde dicha colonia, apoderándose de todas las indias holandesas, y Java no fue devuelta a sus antiguos poseedores hasta 1816�.

     Al principio Micer Cornelius fue una barriada indígena a la que acudían los javaneses, los días festivos, posteriormente se convirtió en una auténtica ciudad-jardín, de gran belleza.

     No podía faltar en la observación perceptiva del novelista la descripción de la artesanía y el cántico admirativo por la belleza femenina. Le llamó la atención la belleza de la mujer javanesa, y la delicadeza, con que lucían las telas pintadas con toda variedad de colores con la técnica del batik o batikado, contrastando con los ropajes usados por la mujer china, de color azul.

     A Blasco le llamó la atención el baño público. �A ciertas horas del día, en los canales de las calles más importantes, que son de cierta profundidad, se ven numerosos grupos de mujeres descendiendo con lentitud las escaleras de piedra para meterse en el agua, sin más ropaje que una de esas telas asiáticas, extremadamente sutiles, que tienen además el tono rosa de la carne. Tal baño en la calle no llama la atención de ningún habitante blanco en la ciudad. Lo ven todos los días. Además tiene por base un motivo religioso, respetado por las autoridades, como son musulmanas hacen sus abluciones en el canal�.

     Pero no todo fue para Blasco exaltación de la belleza femenina, sino repugnancia ante la costumbre tanto en hombre como de la mujer de masticar betel �materia que desfigura sus bocas y les hace escupir una saliva del mismo color que la sangre. En la calle se encuentran preparadores de esta materia, que tanto repugna a los europeos�.

     En la calle había vendedores de comidas preparadas, ahorrando en trabajo de cocinar a las javanesas, destacaba por su alto consumo un preparado de arroz guisado con cary (curry), y que lo entregaban envuelto en hojas de plataneras, que servían a manera de plato. Pero no todas las gentes soportaban este guiso por el excitante picante utilizado, que ponía los paladares al rojo vivo.

     Entre los recorridos turísticos obligados en Batavia, estaba la visita, junto a la iglesia vieja, una lápida alusiva a un traidor para los holandeses, Erberfelds. La lápida era una pieza vertical refundida en un muro y con una inscripción en holandés y en javanés que decía: Para perpetuar el nombre execrable del traidor Pieter Erberfelds, queda prohibido para siempre construir, o plantar en este sitio. Batavia 14 de abril de 1722.

     Blasco pormenorizó sobre el personaje. Erberfelds fue un mestizo rico, hijo de un colono alemán y de una Javanesa que intentó en el siglo XVIII una revolución [208] para expulsar a los holandeses. Él y 14 javaneses fueron condenados a muerte. Pero Erberfelds y el javanés Cotadia, considerado también cabecilla, antes de la muerte sufrieron una tortura cruenta, y de algún manual de historia o de algún documento retuvo los datos el novelista: �Serán extendidos y atados cada uno sobre una cruz y se les cortará la mano derecha. Luego serán atenazados en los brazos, las piernas y los pechos, de modo que las tenazas ardientes se lleven pedazos de su carne. Después se les abrirá el vientre y el pecho de abajo arriba, se les arrancará el corazón y se les echará al rostro. La cabeza cortada puesta sobre una estaca y el cuerpo hecho cuartas, quedarán expuestas fuera de la ciudad, para que sean comidas por las aves de presa. Encima de la lápida que execra la memoria del traidor hay una cabeza de yeso, atravesada por un largo clavo o hierro de lanza. Algunos dicen que dentro del yeso está el verdadero cráneo�.

     El españolismo del novelista aflora a su pluma y en las cuartillas no pudo por menos que lanzar una mirada al pasado hispánico: ��y pensar que fue la vieja Holanda protestante donde se imprimieron y escribieron la mayor parte de los libros, algunas veces fantásticos, sobre las crueldades de los españoles en América!�.

     No podía escapar a la percepción de Blasco Ibáñez la naturaleza, el paisaje, la vegetación, etc., quedando convencido del por qué Java fuese llamada la Isla del Paraíso: �tienen los caminos un color rojo oscuro de sangre coagulada. Ríos y arroyos donde un rojo más brillante y claro, igual al de la sangre fresca. Estos colores ardientes contrastan con el verde temblón de las plantas de arroz, ese verde charolado de las plataneras y otros árboles frutales en tomo a las viviendas, y el verde amarillento con reflejos metálicos de los matorrales y palmeras que cubren los terrenos sin cultivar... alcanzan los bambúes proporciones colosales. Las chozas están siempre al amparo de un grupo de estas cañas que se remontan majestuosas en el espacio. Frente a cada puerta se alza un mástil que parece destinado a sostener una bandera; pero lo que izan en su parte más alta es una jaula con uno o varios pájaros�.



MANILA

     De su estancia en Filipinas, Blasco lo único que conoció fue la capital, Manila. Según se iba aproximando el Franconia, contempló Cavite y los muelles de Manila. Le llamó particularmente la atención la limpieza de la ciudad. Parecía entrar en una casa pulcra, bañada de gran claridad. Manila, a juicio del novelista, en 1923, tenía el señorío y empaque de una gran ciudad. Las iglesias y el recinto amurallado le maravillaron, incluso las viviendas humildes, que estaban en lugares más alejados, los suburbios, construidos con techumbres [209] vegetales, estaban alineados con simetría, daban una armonía urbana al ambiente.

     Pulcritud y limpieza son las características básicas que destaca el novelista. Ese adecentamiento urbano se continúa con la descripción de los vestidos usados por los nativos. Las mujeres, los vestidos con el traje nacional �que sorprende por su gracia y distinción a los viajeros de gusto más refinado. Todas llevan una falda de cola larga como si fuesen a entrar en un baile. Sobre esta falda se seda, que es de diversos colores, llevan todas ellas un corpiño hecho de encajes filipinos. La gorguera del escote y unas puntas sobre los hombros parecen de lejos los extremos de unas alas plegadas dando a las filipinas cierto aspecto de mariposas, como si fueran a abrir de pronto unos brazos voladores y elevándose sobre el suelo�.

     Si a Blasco le llamaron poderosamente la atención los ropajes femeninos, no menos interés le causó la elegancia de los varones. Su observación le lleva incluso a percatarse de que a pesar del excesivo calor, y por tanto un abundante sudor, jamás mostraban una leve mancha en sus ropas, aspecto que conseguían al cubrirse varias veces al día de indumentaria.

     Al aspecto limpio de la ciudad, a la elegancia de sus habitantes, se sumaba la variedad y policromía de la flora: �Atravesamos un jardín con unos arbustos grandes, con árboles y flores enormes, de un rojo mágico. Algunos pasos más allá empiezo a ver tumbas entre esta vegetación maravillosa y me entero de que marchamos por un cementerio. Creo que en ninguna parte de la tierra la fealdad de la muerte ha logrado ocultarse bajo una envoltura tan seductora�. No tenemos que olvidar la simpatía de Blasco Ibáñez por los Estados Unidos, donde recibido varios homenajes e incluso una Universidad norteamericana le había nombrado Doctor Honoris Causa, y esa simpatía se aprecia cuando escribe sobre la enseñanza y los métodos pedagógicos empleados en el archipiélago. Según Blasco, en la fecha de publicación de su novela narrativa, todos los gobernadores norteamericanos, se habían preocupado especialmente de la instrucción pública: �De todo cuanto me muestran en Manila lo más extraordinario son las escuelas. Yo he viajado por la mayor parte de los Estados Unidos, y conozco el desarrollo de su enseñanza pública. Por eso puedo afirmar que las escuelas de Filipinas son superiores a las de muchos estados de la gran República. Hay que añadir que su profesorado, tanto masculino como femenino, está compuesto de hijos del archipiélago. Pude conversar en varias escuelas con maestros y maestras. Ellos son unos gentlemen pulcramente vestidos con el traje de ceremonia del país, smoking blanco y corbata negra. Ellas llevan la falda de seda y el corpiño de gasa, pues por nacionalismo consideran oportuno dar sus lecciones vistiendo a la filipina. Todos revelan en su conversación una gran cultura, un continuo estudio, su ansia insaciable de saber. Esto último y lo que caracteriza a los filipinos modernos. Maestros y discípulos desean siempre saber más�. [210]

     La simpatía de Blasco hacia la cultura norteamericana no podía ser una rémora en la admiración por el pasado español, y una vez más su sentimiento hispánico aflora cuando evoca a los tres siglos de presencia española en el archipiélago: �sería enorme injusticia negar u olvidar que España durante su época colonial, ilustró a este país, como podía hacerse entonces. Tres siglos de civilización española han quedado para siempre en la historia de Filipinas, con las torpezas y errores propios de otros tiempos, pero igualmente con todos sus adelantos espirituales. Ellos enseñaron a leer a los mismos indígenas. Las autoridades enviadas por la metrópoli lejana fueron estableciendo aquí todos sus progresos del resto del mundo, teniendo que luchar para ello con las distancias, cuando aún existía intacta la muralla arenosa del istmo de Suez�.

     Blasco muestra un sentimiento de aprecio y simpatía por todo lo español, a pesar de sus avatares políticos que le llevaron a morir fuera de España y lejos de su Valencia natal. Ese entusiasmo por lo �español� le lleva a hacer un análisis paralelo de la política empleada por España tanto en Filipinas como en Hispanoamérica, reconociendo que aquella echó los cimientos de la cultura y realizó la tarea más dura; después llegaron los pueblos modernos -se refería a los Estados Unidos- y se aprovecharon de lo ya hecho: �luego llegaron los pueblos modernos, los últimos que triunfaron, y al encontrarse con la sólida y ruda obra sin terminar, se encargan de los adornos de su fachada, columnas, capiteles, cornisas, todo lo que supone refinamiento y ofrece la admiración frívola del curioso, pero las paredes maestras, los fundamentos ocultos bajo el suelo son obra del albañil, que sudó y se esforzó más que nadie, para ver finalmente su trabajo olvidado o menospreciado�.

     El viaje de 1923 coincidió en Manila con una gran efervescencia política. La agitación venía arrastrándose desde 1902, cuando el general Alvar, siguiendo instrucciones de Aguinaldo, se rindió incondicionalmente a los norteamericanos. Pero Blasco intuyó que esa intranquilidad política se iba a prolongar por muchos años, y no se equivocó, captó que la auténtica independencia del pueblo filipino estaba aún muy lejos, veintitrés años tardó en conseguirse: �se sublevó el pueblo filipino contra la dominación española considerando, como todas las repúblicas hoy florecientes de América, que era ya bastante crecido para marchar por sí sólo. Procedió como los hijos que por ley natural abandonan la casa paterna, cuando los acorazados de los Estados Unidos desembarcaron sus tropas en Cavite existían una República Filipina y un ejército. Los Estados Unidos les ayudaron en la guerra contra la monarquía española, y.... todavía no han abandonado el país.�

     Y el novelista saca a colación las frases de un discurso pronunciado por el político filipino Manuel Quezón: �No importa que sea suave el yugo de un poder extranjero; no importa que pese ligeramente sobre los hombres; si no [211] está impuesto por su voz a su propia nación, el hombre no quiere, no puede ni cree ser feliz bajo tal peso�.

     La corte estancia de Blasco en Manila le permitió apreciar, el ambiente, no solamente entre los intelectuales, sino también en el hombre sencillo de la calle, ambiente movido, por un pacífico deseo de independencia, independencia que algún día llegaría. El novelista compara la postura de los norteamericanos y el deseo de los filipinos como una carrera de jinetes: �Yo veo la historia futura de Filipinas a modo de una carrera de jinetes. La escuela oficial, magnifica y opulenta, fabrica americanos para el porvenir. El nacionalismo filipino espera en la calle a las nuevas generaciones y les inspira el amor a la independencia. El fuego sagrado de la patria, se va renovando así de pecho en pecho. Es una obra de paciencia y de tenacidad. Esta lucha pacífica va a durar muchos años; pero vencerán finalmente los filipinos si el entusiasmo que muestran ahora, no es una ráfaga estrepitosa y pasajera; si desafían el cansancio, si no se desalientan ante lo largo del camino, y acaban por convencer al pueblo americano de que son dignos de obtener su independencia, provocando uno de esos arrolladores y generosos movimientos de opinión tan frecuentes en la vida de los Estados Unidos. Como dicen los cabalgadores de las llanuras sudamericanas, es asunto de ver a quién de las dos se le cansará antes el caballo�.

     El Franconia, abandonó Manila, allí quedan en el muelle vendedores tagalos que ofrecían a sus compradores pesados machetes, lanzas y espadas de los moros de Joló; primorosos encajes manileños y cajitas fabricadas con fibras del país.

     He intentado en este trabajo entresacar de la obra de Blasco Ibáñez tres sensaciones, tres percepciones vividas por el novelista, vinculadas con tres colonizaciones distintas en las tierras e islas del sureste asiático: Macao, Java y Manila. De la lectura de este artículo, que se ha redactado con los datos brindados por Blasco en 1923, el lector que lo lea con detenimiento podrá sacar sus conclusiones y examinar con detalle cuál de las tres colonizaciones fue mejor o peor: la portuguesa, la holandesa o la española. La historia quiere que sean analizadas no con apasionamiento, sino con objetividad. [212]

Arriba