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Análisis histórico y sociológico de la Exposición de Filipinas en la España finisecular

María Teresa Sánchez Avendaño

Universidad Complutense de Madrid



INTRODUCCIÓN

     Lo que se pretende conseguir con este estudio es profundizar más en el intento que, a través de la cultura, realizó el gobierno español con la Exposición de Filipinas en 1887 para acercar las colonias del Pacífico a la metrópoli y crear sentimientos de hermandad entre ambos pueblos. Ésta es una cuestión muy poco estudiada y que incluso ha sido considerada en palabras de Luis Calvo Teixeira, en su libro Exposiciones Universales: El mundo en Sevilla, como un suceso �sin ningún interés, ni repercusión internacional, política o comercial(244)�. En las siguientes páginas se demostrará el gran interés que tuvo la Exposición como intento de popularizar lo filipino en España, en donde lo importante no era la repercusión internacional que pudiese tener dicho evento sino la mejora de las relaciones políticas y comerciales entre ambas comunidades.

     El fenómeno de las exposiciones comenzó a desarrollarse, al menos tal y como es conocido actualmente, en el s. XIX, puesto que, a pesar de la existencia de los �gabinetes de curiosidades� desde el s. XVI -que alcanzaron un gran desarrollo en el Siglo de las Luces-, éstos carecían de las características propias de las exposiciones: la capacidad de concentrar en un lugar más o menos reducido, y durante un breve espacio de tiempo, las más variadas actividades que reflejen al hombre en sus diversas facetas. Las exposiciones abarcaron todos los ámbitos desde la tecnología a la cultura y costumbres populares; así mismo podían tener un alcance nacional o internacional. Estas exposiciones también promocionaron el conocimiento de las diversas culturas, tanto europeas [272] y americanas como de lejanos países, que atraían a los espectadores deseosos de conocer las formas de vida de exóticos pueblos.

     En numerosas ocasiones estos eventos servían para mostrar al público de las potencias imperialistas diversos aspectos de sus colonias: las materias primas, los avances que la civilización occidental había introducido en dichos territorios para mejorar su calidad de vida, e incluso, en ocasiones, se mostraban a algunos nativos que, vestidos con sus atavíos originales, enseñaban al visitante sus costumbres y modos de vida. Este tipo de exposiciones dio origen a numerosos museos etnológicos y antropológicos como el Museo de Historia Natural de Chicago, cuya colección procede en origen de la Exposición Colombina celebrada en dicha ciudad en 1893, o como el Museo Tervuren de Bruselas que alberga las colecciones procedentes del Congo Belga que se mostraron en la Exposición que se organizó en la capital belga en 1897(245).



LA EXPOSICIÓN DE FILIPINAS EN MADRID: OBJETIVOS

     El Gobierno español, ya desde 1870, se empezó a percatar de la necesidad de promocionar sus colonias en el Pacífico. Fue en esta época cuando se redactó un primer decreto para la organización de una exposición que sirviese para dar a conocer Filipinas a los españoles. En las Exposiciones Universales de Filadelfia (1876) y Amsterdam, (1883) nuestra colonia ultramarina había tenido una representación importante y los resultados obtenidos en el intento de acrecentar la riqueza y el desarrollo del Archipiélago fueron tan satisfactorios que sirvieron como estímulo para la organización del certamen filipino de Madrid.

     La Exposición de Amsterdam fue la que más influyó en la idea que quería transmitir la Exposición de Filipinas a la sociedad española. Simplemente el nombre del mencionado certamen holandés: Exposición Universal Colonial y de la Exportación General es una muestra clara de la similitud de concepto entre ambas y de la influencia que la primera tuvo sobre la segunda. El ideario holandés fue duramente criticado en su momento, puesto que parecía convertir la exposición en una especie de zoológico en el que los visitantes podían observar las costumbres de los nativos de las colonias y divertirse con sus �extravagancias�. Esto humillaba a los aborígenes, pero la situación se agravó ya que la mayoría de los nativos murieron a causa de enfermedades europeas para las que no tenían defensas. [273]

Fig. 1- Vista exterior del Palacio de Cristal del Retiro (Madrid).
Grabado de la Ilustración Española y Americana.

[274]

     En la Exposición de Madrid también se trató de reproducir el modo de vida de los nativos de las colonias, en este caso de las Filipinas y, como veremos posteriormente, a pesar del elevado número de nativos filipinos que participaron en la Muestra, pocos fueron los que fallecieron. Pero al contrario de lo que ocurrió en Holanda parece, por lo que cuentan las crónicas, que en general se trató a los filipinos con un gran respeto. Cierto es que se estudió su fisonomía, se les midió y pesó para completar estudios antropológicos sobre ellos, pero estas investigaciones que podían considerarse humillantes para los indígenas se justificaron por considerarse una práctica común también realizada a occidentales de diversas clases sociales e incluso a los propios científicos en numerosas ocasiones(246).

     Resulta curioso observar que, incluso en artículos que trataban exclusivamente la Exposición de Madrid, haya críticas irónicas hacia otros tipos de colonización comparándolas con la española, y textos laudatorios sobre las cualidades del colonialismo español que, según algunas publicaciones, lejos de ser como el resto, fue más humanitario y respetuoso con sus súbditos, advirtiendo además a Filipinas que no debería alejarse de la protección española, como se puede apreciar en las siguientes palabras de Manuel Antón en El Globo:

              �...dejando para la Antropología histórica los Tasmanios, aniquilados en nuestros días por la sabia colonización inglesa... [los Negritos]... en nuestro archipiélago Filipino, donde gracias al sistema colonial altamente humanitario de los españoles, se conservan en mayor proporción que en ningún otro país...(247)           

     Pero es cierto que existían discrepancias; para ciertos autores la idea de traer a un grupo de nativos al mundo desarrollado suponía sacarlos de su entorno natural y llevarlos a otro ambiente para el que no estaban preparados, con el único fin de satisfacer la curiosidad occidental.

              �Una Exposición de productos filipinos es una gran idea, útil a España. Pero traer a Madrid un par de docenas de filipinos y joloanos para enseñarlos a Madrid como bichos raros, parece que está en contradicción con la antigua idea de la dignidad humana. En el catálogo de la Exposición podrán colocarse dos líneas sucesivas que digan: �Núm. 207. Un carabao.- Núm. 208. Un filipino, tejedor de paja� Esto es muy bonito y muy interesante, pero no me parece que da idea muy elevada de cómo se entiende en Europa el respeto al ser humano.           
   En la prensa se dijo que los individuos de la comisión filipina (nombre distinguido que se da a los infelices víctimas de la curiosidad europea) estaban instalados en malas condiciones. El mismo día en que la desdichada Basilia muere anuncia la prensa que se va a buscar nuevo alojamiento a los supervivientes. [275]
   La coordinación de estas dos noticias puede dar motivo a comentarios; pero nada habrá más injusto. Basilia se ha muerto de exceso de salud y por tener el mechinal en que dormía excelentes condiciones higiénicas.
   �Pobre muchacha! En el cielo de las huríes, cuyo número habrá ido a aumentar, pensará buenas cosas de nuestra civilización. Los de su raza, menos cultos que nosotros, practican el principio de la hospitalidad de un modo muy distinto y mucho más caritativo(248).

Fig. 2.- Interior del Pabellón Central de la Exposición. Sección de Marina y Guerra.
Fotografía de Laurent y C�. Archivo Ruiz Vernacci. Patrimonio Nacional.

     Un proyecto tan costoso, como era traer desde Filipinas los productos que se expusieron en la Muestra, así como los animales y las personas que vinieron de tan lejanas tierras para participar en la Exposición, debía tener un objetivo importante que justificase tanto esfuerzo: dar a conocer Filipinas a los españoles, como queda bien explicado en uno de los artículos de La Ilustración Española y Americana del día 8 de julio de 1887.: [276]

              �La Primera Exposición de Filipinas que actualmente se celebra en el Parque de Madrid es un concurso de grandísima importancia por muchos conceptos, y especialmente porque da a conocer los ricos y variados productos naturales e industriales del archipiélago filipino y el estado de la civilización de los indígenas de aquellas regiones, para que los gobiernos de la nación reparando en lo posible el sistemático abandono de los anteriores por espacio de tres siglos, procuren en lo sucesivo el desenvolvimiento de los gérmenes de riqueza que atesora el fértil suelo filipino y la cultura de sus habitantes(249)�.           

     A. Sánchez Pérez, en su artículo �La Oceanía en Madrid�, publicado en La Opinión, completa las pretensiones del gobierno sobre la Exposición:

              �Que los industriales lleguen a un conocimiento completo y práctico de la producción filipina para utilizarlo en bien de la Península y de las islas es el objetivo principal del decreto. Con él se logrará que la gran masa de numerario que sale de la Metrópoli, para adquirir en países extraños algodón, azúcar, cacao, tabaco y otros productos, vaya a nuestras posesiones en Oceanía, donde comerciantes extranjeros lo monopolizan con daño evidente de los intereses del país...(250)           

     Como bien indica A. Sánchez Pérez, estos objetivos se reflejan en las palabras dichas por Gamazo, Ministro de Ultramar en 1885, en el preámbulo del decreto de esta Exposición que este periodista recogió en el periódico La Opinión(251):

              �Los productos del suelo y los veneros de riqueza de aquella isla feracísima no son debidamente conocidos; y esta ignorancia en que vive la Metrópoli contiene acaso la explicación de que no se hayan establecido grandes corrientes de comercio que impulsen la agricultura e industrias de la Península, a la vez que fortalecen los indisolubles lazos de la patria(252)�. [277]           

     Para otros, en cambio, simplemente se trataba de rememorar las épocas en que España era un gran Imperio, así lo manifiesta Emilio Castelar en el prólogo de la revista El Globo, en donde considera que la Exposición habrá sido ventajosa con tan solo recordar al español sus antiguas glorias:

              �Aunque sólo sirviera la Exposición Filipina para recordar cómo descubrimos el hemisferio austral; como entramos por América en el Mar Pacífico; y como extendimos tras nuestras quillas en las aguas infinitas las vías conducentes a circumnavegar la tierra, ciñéndola un zodiaco de glorias nacionales, tendría esta grande aglomeración de productos y de recuerdos una incalculable utilidad; la de fijar en el espíritu público y en la memoria popular inmortales nombres(253)�.           

     El 30 de junio de 1887 se inauguró oficialmente en el Parque del Retiro la primera exposición que se celebró en la capital española sobre las colonias del Pacífico. Pero este proyecto se venía pensando desde hacía varios años; de hecho, Alfonso XII ya había recibido con entusiasmo la idea de celebrar la exposición sobre Filipinas que le propuso el Gobierno de entonces, en cuya presidencia estaba Cánovas del Castillo.

              �Tuvieron varias conferencias los Excelentísimos Sres. D. Antonio Cánovas del Castillo, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros y D. Víctor Balaguer... Nombrado el Sr. Balaguer Presidente del Consejo de Filipinas, cargo gratuito y honorífico, propuso la idea al Consejo, y éste aceptó e hizo suya...(254)�.           

     Pero el día en que se iba a presentar el proyecto de este importante acontecimiento, el 25 de noviembre de 1885, murió el Rey Alfonso XII, por lo que se tuvo que hacer cargo de la exposición S.M. la Reina Regente. La presidencia del Consejo de Ministros había cambiado, ahora la ocupaba Sagasta; estos inconvenientes fueron la causa de que la Muestra que se iba a inaugurar en principio el 1 de abril de 1887 se tuviese que aplazar hasta mediados de junio ya que además, surgieron problemas por el deficiente transporte que existía entre las islas y no llegó a Madrid la última remesa de productos filipinos hasta pocos días [278] antes de la apertura de la Exposición. La inauguración, que tuvo lugar en la tarde del 30 de junio de 1887, debió ser espectacular a juicio de los periódicos; a la misma asistieron S.M. la Reina Regente y todos los Ministros, así como el Comité de la Exposición, la siguiente descripción de la Ilustración Española y Americana es un documento que refleja fielmente el acontecimiento:

              �El acto inaugural se efectuó, según hemos dicho, en la tarde del 30 de Junio, en el salón del centro del nuevo Pabellón de cristal; en el textero frente a la entrada se hallaba instalado el trono, destacándose en rico tapiz y entre magníficas palmeras murcianas; a los lados se colocaron los dignatarios y personajes invitados al acto, habiendo concurrido, además los señores ministros (a excepción del de la Guerra, que estaba enfermo), el cuerpo diplomático en pleno, las mesas del Senado y el Congreso, muchos diputados y senadores, representantes de la aristocracia, la milicia, la magistratura, las academias, la prensa periódica y numerosas y elegantes señoras.           
   Pocos minutos antes de la hora prefijada para la ceremonia llegaron al pabellón los filipinos igorrotes, los carolinos, los joloanos, toda la colonia oceánica, con sus trajes, armas, coronas de plumas y turbantes exóticos, de formas extrañas y brillantes colores, situándose a la entrada, en dos filas laterales...
   Poco después llegó S. M. la Reina Regente, que vestía sencillo traje negro, acompañada de S. A. La infanta D.TM Isabel, vestida de elegantísimo traje azul celeste, siendo recibidas las dos augustas señoras con entusiastas vivas que se confundían con los acordes de la marcha Real.
   El Sr. Ministro de Ultramar, D. Víctor Balaguer, después que la Reina Regente tomó asiento en el trono, adelantóse hacia el centro de la sala, y previa la venia de S. M., pronunció las siguientes frases:
   �En nombre de S. M. la Reina Regente declaro abierta la Exposición de Filipinas que se celebra en España, y declaro igualmente inaugurado este pabellón, que servirá en lo futuro de Museo Ultramarino permanente.�
   El acto concluyó con estas palabras, y las Reales personas, seguidas de numerosa y brillante comitiva, visitaron en seguida las principales secciones del concurso(255)�.


LOS PABELLONES Y ANEXOS DE LA EXPOSICIÓN

     En la Exposición se intentó, como dijimos anteriormente, reproducir el suelo filipino, con todo lo que lo poblaba -diferentes aborígenes de las etnias más representativas, la fauna, la flora, la artesanía, etc.- en el Parque del Retiro, el entorno más propicio que el Madrid de entonces supo encontrar, produciéndose un choque cultural entre los antiguos jardines de los Austrias y las reproducciones del hábitat filipino que se hicieron con motivo de la Muestra, lo cual llamó profundamente la atención de Castelar: [279]

Fig. 3- Interior del Pabellón Central de la Exposición. Sección de Bellas Artes.
Fotografía de Laurent y C�. Archivo Ruiz Vernacci. Patrimonio Nacional.

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              �Imaginaos el contraste que formará con todos estos artificios de un palaciego campo el hombre de la Naturaleza, el salvaje de aquellas selvas...(256)�.           

     Los pabellones principales de la Exposición fueron fundamentalmente dos: el pabellón central y el Palacio de Cristal. Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923) fue el arquitecto de ambos recintos. El pabellón central, denominado en aquel entonces Palacio de la Industria, y hoy conocido con el nombre de Palacio de Velázquez, ya había albergado en su interior la Exposición de Minería de 1883. Fue aquí en donde se colocaron la mayor parte de las secciones de la Muestra. El edificio estaba dividido en varios sectores. En la primera galería que se encontraba a la derecha, estaban representadas, en la primera sección, la Geología, Mineralogía, Antropología y la Meteorología. Al final de esta sección había un gabinete cuadrado con la colección del Sr. Álvarez Guerra, en la que estaban expuestas ejemplos de la mayoría de los productos y actividades de las colonias del Pacífico. En la nave central de la derecha todo lo relacionado con la Etnografía de aquellas tierras se daba a conocer a los visitantes en lo que constituía la segunda sección, que estaba repleta de maniquíes vestidos con diferentes trajes típicos y sus armas, mostrando las costumbres y la vida de las razas indígenas del archipiélago. En la tercera nave a la derecha se alojaban la tercera y la cuarta sección que correspondían al Ministerio de la Guerra y la Marina, en donde se exponían modelos, planos y libros que explicaban como era la guerra terrestre y marítima anterior y posterior a la conquista española, así como la organización del ejercito del momento. Al otro lado del salón central se situaba la sección quinta, con la Botánica y Zoología y en el centro de ella estaba representado el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, con colecciones que contenían objetos relacionados con materias tan diversas como la Entomología o la Antropología. El salón central del ala derecha exponía máquinas, aperos agrícolas y otros utensilios que conformaban la sexta y la séptima sección, es decir, Maquinaria, Industria y Manufacturas, desde donde se accedía a las Bellas Artes, octava y última sección.

     El segundo de los pabellones, el Palacio de Cristal, se situaba próximo al lago y había sido construido expresamente para esta ocasión, �levantado a la diosa Naturaleza, para el culto de las flores y las plantas...(257)�. Esta obra de Ricardo Velázquez fue objeto de gran cantidad de elogios por parte de la prensa, que admiró su elegancia y belleza(258), aunque le atribuyó una originalidad [281] que no poseía ya que era un tardío ejemplo de los pabellones en hierro y cristal que tenían su origen en el Cristal Palace construido por Joseph Paxton para albergarla Exposición de Londres de 1851.

     También había instalaciones complementarias como el poblado igorrote, que se encontraba entre la vegetación del parque y en donde vivían los nativos de esta etnia. Un bahay de nipa y bambú, donde los tagalos elaboraban los vegueros. El visitante podía alquilar una canoa tripulada por un nativo y navegar por el lago del Retiro al tiempo que fumaba tabaco filipino. En la travesía se encontraba con la cabaña donde mujeres venidas de diferentes islas del Pacífico tejían el abacá y la seda de forma artesanal. Más adelante se veían animales vivos propios del Archipiélago filipino que habían sido traídos desde su país de origen.

     Además de lo anteriormente mencionado, había también un pabellón destinado a biblioteca y sala de lectura que reunía gran cantidad de libros, tanto nacionales como extranjeros, escritos en diferentes idiomas, todos ellos sobre diversos temas relacionados con las colonias españolas del Pacífico. Se podían consultar periódicos y revistas publicados en Filipinas y también los editados con motivo de esta Exposición. Así mismo, se invitó a los filipinos a llevar objetos propios de las Islas para vender sus productos a los visitantes. Los vendedores iban vestidos con los trajes típicos de sus respectivas regiones. También se podía visitar un pabellón en donde se mostraban los productos que se elaboraban en Europa con las materias primas filipinas, así como aquellos que siendo de procedencia europea eran utilizados en el Archipiélago filipino.



LAS DIFERENTES SECCIONES DE LA EXPOSICIÓN

     Como ya dijimos anteriormente, la sección primera, dedicada entre otras materias a la Geología, exponía fundamentalmente rocas, cartas y mapas geológicos, dibujos y fotografías que colgaban en las paredes, así como maquetas de cartón piedra de algunos volcanes filipinos. Este tipo de fenómenos volcánicos se trató con especial interés, mostrándose gran cantidad de rocas de esta procedencia así como libros que explicaban estos temas.

     La Mineralogía tenía como fin mostrar al visitante los metales que poseía Filipinas, su metalurgia y las diferentes formas de extracción que se utilizaban [282] con cada mineral. Los metales a los que se concedió más importancia fueran los preciosos, principalmente el oro. También se trató la metalurgia del hierro, del cobre y del plomo y se llevaron modelos de hornos de fundición nativos que estaban acompañados de una explicación detallada sobre su funcionamiento.

     El apartado de Antropología estaba representado por los nativos de diferentes etnias que viajaron a Madrid, así como de un gran número de esqueletos y cráneos de las diferentes razas del Archipiélago(259).

     En la tercera y cuarta sección, dedicadas como se dijo anteriormente a Guerra y Marina, destacaba la amplia colección de armas, panoplias, cascos y cañones joloanos junto con lanzas y otros instrumentos de guerra. Todos estos objetos se acompañaban de descripciones del armamento y de las costumbres militares de las colonias del Pacífico.

     La sección quinta, dedicaba un amplio espacio a la Botánica, ya que era la rama biológica en la que los españoles habían desarrollado más investigaciones, por lo que fue una de las secciones más científicas y mejor documentadas. Se expusieron varias colecciones privadas de plantas medicinales, que alcanzaban el número de 232 ejemplares, así como otras de frutos, tubérculos y raíces comestibles. También estaban representadas la gran diversidad de maderas de Filipinas, alrededor de 700 tipos de maderas diferentes. Se realizaron cuadros, que colgaban de las paredes, mostrando diferentes especies de árboles, y cuyos marcos estaban fabricados con las maderas de las especies a las que representaban.

     Formando parte de la misma sección, se dedicó otro apartado al estudio de la Zoología, que abarcó desde la fauna marina a los reptiles, aves, mamíferos, etc... Las colecciones de fauna terrestre fueron de las más admiradas tanto por los estudiosos como por los visitantes. Se llevaron ejemplares vivos de gran cantidad de especies de animales propias del Archipiélago como caimanes, tortugas, serpientes, peces, así como una gran variedad de aves y mamíferos, destacando los cérvidos y los bóvidos. También se mostraron ejemplares disecados y esqueletos de diferentes especies.

     A pesar del gran esmero que se puso en la Exposición ésta debió tener algunas deficiencias importantes, como por ejemplo los escasos estudios y colecciones españolas con las que pudo contar la Muestra, ya que las investigaciones sobre diferentes aspectos filipinos estaban en general muy poco desarrollados. Así mismo no debió visitarla un amplio número de extranjeros, lo que sin duda agradecieron muchos españoles como Augusto G. De Linares quien, en [283] el capítulo que escribió para la revista El Globo sobre fauna marina, denunció la pobre investigación que España promovió en este campo:

              �Afortunadamente los extranjeros, que saben mejor que nosotros hasta donde debe llegar nuestra miseria en punto a estudios de la fauna inferior de Filipinas, no han venido, ni es de temer que vengan a sonrojarnos con su presencia en la Exposición, donde saca aquella a pública vergüenza la metrópoli... Esperamos, sin embargo, para bien de propios, que estemos solos y no acudan los extraños en busca de novedades ignotas...(260)           

     En una exposición en la que se pretendía incentivar las inversiones de la metrópoli en las colonias del Pacífico tuvieron especial importancia las secciones dedicadas a la industria y las materias primas filipinas. Por ello, se puso especial interés en mostrar al visitante los cultivos propios de las colonias del Archipiélago así como los aperos de labranza, arados, etc. Lo que más atención originó fue la máquina con la que se trabajaba el abacá, una planta que tras ser tratada se extraía la fibra de sus hojas, utilizándose ésta con fines textiles. Se llegó a organizar una demostración de este trabajo artesanal, acontecimiento al que se invitó a toda la prensa, así como a ingenieros y hombres de ciencia. La prueba despertó un gran interés entre los asistentes como podemos leer en este texto:

              �...Ayer se efectuó un acto de grandísima importancia, se planteó un problema de gran transcendencia para aquellas islas, cuestión de vida o muerte, de cuya resolución, fácil a nuestro entender, depende el engrandecimiento y riqueza de aquellas comarcas.           
   En un lugar retirado y pantanoso, separado del movimiento... se levanta una instalación sencilla, verdadera representación de las faenas agrícolas en nuestras posesiones de Oriente. Cobijados por clásico techo de pajiza nipa, se exponen los artefactos que sirven hoy para una de las primeras industrias y materias de exportación que más riquezas dan a las afortunadas provincias de nuestras colonias...
   Es indudable que ante lo importante de la industria abacalera, tratándose como se trata de un producto que sólo tiene vida en aquellas determinadas regiones, comprendiendo la búsqueda que es hoy por los mercados extranjeros esta planta, la notable importación que hacen los Estados Unidos, sabiendo que tal es su bondad y su importancia, que los holandeses han hecho grandes esfuerzos para llevarla a sus colonias y los ingleses a la India, convencidos de su grandísimo interés, nos parece que motivo es este para llamar la atención del Sr. Ministro de Ultramar y pedir que lo mismo que se nombrarían comisiones para el estudio de asuntos que tal vez no tengan la trascendencia del que en estos momentos nos ocupa, nombrase con urgencia una Comisión de ingenieros y mecánicos que con facilidad puedan resolver esta cuestión de vida para aquellos pueblos... [284]
   Por todos conceptos está obligado el señor Ministro de Ultramar a estudiar esta cuestión porque estos son los actos de la Exposición que deben llamar y preocupar la atención del Gobierno, y bien se sintió ayer que el Sr. Balaguer no asistiese a estos ensayos, ni tampoco se presentase nadie en comisión oficial y técnica para poder estudiar el mal y presentar luego el pronto remedio...(261)

     La industria filipina también estaba representada por los telares en los que las nativas tejían artesanalmente, en el siguiente texto podemos leer la admiración que despertó esta labor:

              �...La [obra] que elaboran es excelente, tanto como la mejor de su clase que se puede fabricar en Europa. Quien no atienda más que al producto, sin considerar el tiempo, los salarios y la paciencia que son necesarios para lanzarlo al mercado, [285] se quedará prendado de tanta perfección. Hay algunas instalaciones tejidos que no los repugnaría la más acreditada fábrica de Malinas o de Belfast(262)�.           

Fig. 4.- Máquina del abacá en el Parque del Retiro (Madrid).
Grabado de la Ilustración Española y Americana.
[284]

     También se estudiaban todos los productos que se exportaban e importaban en la época entre España y Filipinas. La industria tabacalera era una de las empresas más importantes del Archipiélago y su papel como patrocinadora en la Exposición fue fundamental. La empresa de Tabacalera filipina había construido una cabaña de nipa en la que se mostraba a los visitantes cómo se elaboraban las hojas de tabaco, cómo eran las plantaciones, y cómo se realizaba la recolección de esta planta. La calidad de la instalación y la destacada colaboración que tuvo la Compañía general de tabacos de Filipinas en la organización de este evento le hizo merecedora del gran diploma de honor, máximo galardón que concedía el comité organizador al mejor expositor.

     En la octava sección se mostró al público todo lo relacionado con las Artes y con la instrucción pública. Sobre este último aspecto se mostraban en paneles explicativos los diversos dialectos y lenguas filipinas, e incluso aparecían muestras de la literatura de aquellas regiones, así como análisis de su enseñanza, el tanto por ciento de alfabetización que existía en las colonias filipinas, etc. En lo referente a las Artes, se expusieron instrumentos musicales típicos del Archipiélago, partituras de cantos populares.

     La Exposición contenía además numerosas muestras de dibujo, pintura y escultura realizadas por los artistas filipinos que vivían en las colonias, por los que habían venido a la metrópoli, e incluso por los pensionados que viajaron a París y a Roma. Los artistas más apreciados eran aquellos que tenían la oportunidad de estudiar fuera de Filipinas, esto se demuestra en artículos como el escrito por Alfredo Vicenti para El Globo:

              �Lo que primero salta a la vista, es la inmensa distancia que separa a los artistas propiamente filipinos de aquellos otros que, si bien nacidos en el Archipiélago, han venido a perfeccionar sus aptitudes en Europa.           
   Así los únicos cuadros, dignos por todos los conceptos de ese nombre, están firmados en Roma, París o Madrid, por Luna, Resurrección Hidalgo y acaso Vilanueva(263)�.

   Pero también se expusieron obras de arte nativo: armas, algunas parejas de anitos, diferentes tallas de madera y una pareja de sarcófagos joloanos. Estas obras tuvieron una crítica muy diversa. Algunos, como Alfredo Vicenti, consideraban [286] al arte filipino como simple imaginería popular que no merecía más que un trato anecdótico(264).

     Francisco Alcántara, era representativo de la otra postura existente. Este autor escribió en su artículo de La Opinión todo lo contrario; criticó que se expusiesen más obras artísticas de influencia europea que del arte autóctono de Filipinas, ya que no era frecuente admirar este tipo de arte aborigen en Occidente; así mismo llamó la atención sobre las aptitudes natas de los filipinos para el diseño, como mostraban los objetos de la cultura propiamente filipina que se podían ver en la Exposición.

              �Una de las pocas ocasiones que en los pueblos europeos se presentan para el estudio del arte, desde sus orígenes hasta nuestros días, nos la ofrecen los objetos de arte diseminados por las salas del palacio de la Exposición.           
   ...Nada existe en la Exposición que muestre cómo han procurado los españoles aprovechar las grandes aptitudes de los indios para las artes del diseño... porque las obras de Luna y algunos otros pintores o escultores, si bien prueban las aptitudes de aquella raza para las artes, son productos de la cultura europea generalmente(265)�.

     Por último, cabe señalar que además de las secciones comentadas había una instalación particular perteneciente a Álvarez Guerra y Castellanos y que albergaba un compendio de objetos muy variado y que podría englobarse en las secciones anteriores. Libros, moluscos, uniformes militares, muestras de tejidos vegetales, etc. componían la colección reunida ilustre viajero durante su estancia en Filipinas.

     La Exposición no sólo consistió en los objetos que formaban las diferentes secciones que ya hemos tratado. En el pabellón destinado a la Comisión Regia se organizaron además cielos de conferencias impartidos por especialistas en historia, geografía y usos y costumbres, y sobre todas aquellas materias que fuese necesario dar a conocer para acercar las colonias del Pacífico a los españoles.

     El ideario que pretendía transmitir la Muestra fue reforzado por la gran difusión que tuvo este acontecimiento en la prensa. El Globo, por ejemplo, le dedicó un monográfico en el que no sólo se analizó la Exposición sino que también [287] se estudió en profundidad, y por especialistas, cada uno de los aspectos que conforman la sociedad, la cultura, la industria y el hábitat de Filipinas, de una forma más amplia y científica de lo que se hizo en el Parque del Retiro. Pero además del Globo toda la prensa dedicó amplios artículos a explicar al lector en que consistía el evento. De esta forma se consiguió tal difusión que el impacto de lo filipino se reflejó incluso en los aspectos más insignificantes de la vida cotidiana. Resulta curioso por ejemplo, la aparición en la prensa de la época, justo en las fechas en que se estaba celebrando la Exposición, de un anuncio que comunicaba la próxima inauguración de Los Igorrotes, sin explicar de que se trataba. Tras varias semanas en los periódicos por fin se editó otro anuncio en los siguientes términos:

LOS IGORROTES

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Apertura con éxito extraordinario

Artículos de bisutería fina desde UNA PESETA, con

GRAN REGALO SORPRESA

     El anuncio utilizaba el nombre de una de las etnias que habían visitado la Exposición del Retiro -recordemos que una de las cosas que más había llamado la atención del público habían sido los nativos venidos directamente de Filipinas- como reclamo publicitario para un asunto que nada tenía que ver con la Muestra: la apertura de una nueva tienda. Otro de los medios que sirvió para acercar Filipinas al público fue la amplia colección de fotografías que realizó la firma Laurent y Compañía, la casa fotográfica más prestigiosa del s. XIX en España, sobre la Exposición, estas fotografías se reprodujeron como grabados en periódicos de gran difusión como La Ilustración Española y Americana y El Globo. La familia real recibió como regalo de esta compañía un álbum con todas las reproducciones fotográficas que se hicieron para la ocasión.



CONCLUSIONES

     Hay que destacar que, a pesar de que esta Exposición no fue más que otro intento que se hizo desde el Gobierno para tratar de acercar a España y sus colonias del Pacífico, al menos consiguió promover el interés entre los españoles por Filipinas. Por ello, en nuestra opinión, se alcanzaron parte de los objetivos que se pretendían en un principio. Cierto es que desde el punto de vista actual esta Muestra no parece un evento de relevancia histórica, pues no está demostrado que mejorase sustancialmente las relaciones comerciales entre [288] ambos pueblos ni pudo evitar el distanciamiento entre España y Filipinas. Pero para la España de entonces sí supuso un acontecimiento de primer orden. Así lo refleja en el artículo que escribió para El Globo E. Maisonnave:

              �Puede decirse, que en el presente siglo sólo se han realizado cuatro hechos favorables a la colonización, que había de sacar aquel pueblo del seno de la ignorancia y de la barbarie: la creación de la Escuela Normal de Manila en 1863; la libertad del trabajo decretada por el ministro D. Fernando León y Castillo en 1881; la reforma tributaria llevada a cabo en 12 de Julio de 1883 por Gaspar Núñez de Arce, y la última Exposición de productos de Filipinas realizada por D. Víctor Balaguer. Todo lo demás han sido reformas, en su mayoría, de escasa importancia; y si alguna se registra, inspirada por sentimientos de progreso y libertad, no se ha cumplido...(266)           

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Filipinas en la ilustración gráfica de la segunda mitad del siglo XIX en España

Agustín Muñoz Vidal



     En España, durante el siglo XIX, la prensa se configuró como el factor de formación de la opinión pública más destacado. Las publicaciones ilustradas, aunque frecuentes tenían una tirada menor que los diarios, fueron sin duda en este sentido igualmente decisivas, ya que la expresión gráfica se convirtió en un instrumento propagandístico muy poderoso.

     Por otra parte, la importancia de los mensajes icónicos contenidos en estas revistas gráficas radica en que estos aportan al investigador una serie de datos, según Michel Novele auténticas confesiones involuntarias llenas de matices que en muchos casos están ausentes en el discurso escrito. Para Vovelle estas imágenes dentro del conjunto de expresiones figurativas tienen un gran valor como iconografía histórica, esto es, como fuente indispensable para el estudio de la historia de las mentalidades(267).

     En los últimos años la utilización de las publicaciones periódicas se ha convertido en imprescindible para la realización de investigaciones sobre la opinión pública y las percepciones de los sucesos históricos. Sin embargo, a pesar de los planteamientos de autores como Vovelle y Arcas Cubero(268), el análisis de la imagen desde este punto de vista ha sido poco frecuente en la historiografía.

     Este estudio pretende ser el comienzo de una serie de investigaciones que, a partir del elemento gráfico presente en las publicaciones periódicas españolas, [290] profundicen en las percepciones sobre Filipinas que durante el siglo XIX grabadores y dibujantes transmitieron a los lectores. Esta primera aportación está centrada fundamentalmente en el análisis de las imágenes y percepciones pertenecientes a los dos momentos más fecundos en este sentido: los años setenta y los últimos años del siglo.



TIPOS Y VISTAS EN LAS REVISTAS ILUSTRADAS DE LOS AÑOS SETENTA

     En la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a aparecer las revistas ilustradas de gran tirada, publicaciones que apostaban por un periodismo literario, con informaciones que fluctuaban entre el costumbrismo, la divulgación cultural, artística y científica y, en muchas ocasiones, la información política y de sucesos de actualidad. Estas revistas ilustradas -que en cierta manera eran herederas de publicaciones que habían aparecido en años anteriores como El Semanario Pintoresco Español- con sus artículos y, sobre todo, con sus imágenes, es evidente que conformaron la sensibilidad política y cultural de un amplio sector de las clases medias españolas(269).

     La publicación gráfica más importante dentro de este tipo de prensa, por su calidad y difusión, fue La Ilustración Española y Americana(1869-1921). Esta gran revista ilustrada fue la primera en incluir en sus páginas de manera muy significativa imágenes relativas a Filipinas a principios de los años setenta. De esta forma, La Ilustración Española y Americana participaba del notable interés sobre Filipinas que, según ha señalado Cayetano Sánchez, se adueñó de la prensa madrileña entre 1868 y 1872(270).

     Desde febrero de 1872 en esta revista comenzaron a aparecer de forma periódica una serie de ilustraciones: los Tipos filipinos. Es importante destacar que el autor de estos dibujos fue Francisco Ortego(1833-1881), uno de los dibujantes satíricos más importantes del siglo XIX. Ortego fue colaborador de numerosas revistas de su tiempo -como El Fisgón, El Sainete, Gil Blas, Don Diego de la Noche, El Garbanzo y Fray Verás- en las que sus dibujos humorísticos [291] se hicieron célebres. Sin embargo, hay que señalar que Francisco Ortego realizó numerosas ilustraciones de temática costumbrista. Esta faceta de su obra ha llevado a Valeriano Bozal a considerar a Ortego como, además de un gran dibujante satírico, �un gran creador de tipos(271)�.

Fig. 1.- F. Ortego. Gobernadorcillo y Chino cargador de Agua.
La Ilustración Española y American, 1872.

[292]

     Los primeros dibujos de Ortego publicados dentro de la serie de Tipos filipinos de La Ilustración Española y Americana, fueron el Indio con el gallo, el Cocinero indio, el Gobernadorcillo y el Chino cargador de agua, que aparecieron el primer número del mes de febrero. Estos dibujos, como también ocurriría en los siguientes números, contaban con un artículo de A. de Villaralbo titulado �Recuerdos de Filipinas(272)�. En el texto, A. de Villaralbo hace un análisis de los tipos presentados por Ortego en sus dibujos. Así, son muy significativos sus comentarios sobre el Indio con el gallo: �Los naturales de todos los países, o más bien los hombres en general, poseen ciertos rasgos característicos que los hacen asemejarse unos a otros; mas el indio filipino, sin embargo, constituye una verdadera excepción; se parece sólo a sí mismo(273)�. Esta descripción, mejor que ningún otro documento, muestra la interpretación que harían los lectores de estas ilustraciones- los Tipos filipinos de Ortego constituían verdaderas rarezas. En este sentido, los dibujos de Ortego funcionarían estéticamente como el resto de tipos que abundaban en las revistas ilustradas desde la primera mitad del siglo XIX. De hecho, el propio A. de Villaralbo invitaba a la contemplación lúdica de estas imágenes, como se aprecia en el texto que dedica al Cocinero indio: �Vedle de regreso de la plaza, hecha ya la compra, la cual conduce en los extremos de una caña o pedazo de palma brava�. Los Tipos filipinos de Ortego son imágenes pintorescas, esto es, iconos creados para el divertimiento del espectador, según Bozal imágenes que funcionan como �ejemplo y prototipo de una realidad curiosa y entretenida(274)�. Justamente como bien trata en todo momento de destacar A. de Villaralbo, y tan deficientemente consigue Ortego en sus dibujos, son las diferencias las que crean el pintoresquismo.

     En el siguiente número de la revista apareció otra entrega de A. de Villaralbo, con el mismo título de �Recuerdos de Filipinas�, que describía el dibujo de Ortego del Chino cargador de agua, y otra obra del artista: Mestiza española y Mestizo española(275). Los comentarios de A. de Villaralbo sobre estas dos últimas figuras aparecieron en el siguiente número(276) y, por último, a finales de febrero se publicaron El indio y la india elegante junto con su correspondiente [293] artículo. Las reflexiones A. de Villaralbo sobre estas dos figuras son muy reveladoras, ya que reflejan la intención de mostrar estas imágenes como una auténtica galería de personajes curiosos dignos de ser contemplados:

              �Entre la gran variedad de tipos que existen en el delicioso país del que tan gratos recuerdos conservamos, habríamos podido escoger otros más originales, más extraños, más característicos por sus rasgos y condiciones; pero como tal vez habremos de ir describiendo todos, unos en pos de otros, de aquí que hayamos dado hoy la preferencia a los que retrata el grabado de esta página.           
   No se crea por esto que el indio y la india elegantes no son dignos de fijar la atención. En el archipiélago filipino todo es nuevo para el europeo, todo merece estudiarse, todo ofrece rasgos y condiciones especiales que evidencian más y más la diversidad de la raza, la variedad de las costumbres, la diferencia de caracteres�

     Para más adelante concluir que �En realidad, el indio y la india elegantes no poseen condiciones propias bastantes para constituir verdaderos tipos, cual otros tantos de los que existen en el vasto archipiélago filipino, y que, como el cocinero o el gobernadorcillo, hemos procurado dar á conocer(277)�.

     Los numerosos tipos que ilustraban las páginas de las revistas del momento -como el mendigo, el estudiante, el cura y el baturro- no eran sino representaciones de personajes pertenecientes a diversos grupos sociales o profesionales, de tal forma que, según ha señalado Valeriano Bozal, resultaran perfectamente distinguibles los rasgos que convencionalmente definían a tales individuos en cuanto miembros del grupo. De esta forma, siguiendo la tesis de Bozal(278) lo que Ortego en principio intentó no fue el copiar la realidad, sino invitar al lector a mirar la realidad a través de ese artificio ordenador o concepto visual que constituye el tipo, de tal forma que, por ejemplo, el Cocinero indio funcionara como modelo de todos los cocineros, el Gobernadorcillo como el equivalente de todos los funcionarios nativos, etc.

     Valeriano Bozal sostiene que en los años inmediatamente posteriores a la Revolución de 1868 se produjo un verdadero renacer del costumbrismo -que él llama segundo costumbrismo- motivado por el auge de revistas como La Ilustración Española y Americana. Según Bozal este costumbrismo se caracterizaría, sobre todo, por una nueva preocupación por los motivos populares que se manifestaría en muchos autores por medio de la creación de tipos. De esta forma, dibujantes como Daniel Urrabieta, Guisasola, Baldomero Galofre, E. [294] Laporta y Perea habrían dado de nuevo entrada en los repertorios iconográficos a los tipos y oficios populares. Bozal asegura que el propio Francisco Ortego dibuja tipos, figuras exóticas -sus Tipos filipinos- dentro de este segundo costumbrismo(279). Este planteamiento se resiente en varios aspectos: las ilustraciones de asunto filipino de Ortego, aunque coinciden con este segundo costumbrismo, y visualmente funcionan como verdaderos tipos, como imágenes pintorescas, no fueron creadas con esta intención. Francisco Ortego nunca viajó a Filipinas, por lo que no pudo observar la realidad filipina directamente. Por ello en este caso el proceso de simplificación que supone la creación de tipos no pudo realizarse. Ortego, como se puede comprobar en los textos que acompañan a las ilustraciones, dibujó sus figuras a partir de unas fotografías. Éste sin duda es el motivo que puede explicar la rigidez y falta de expresividad de las mismas, a pesar de la indudable calidad de Ortego como dibujante y de la maestría del grabador Capuz, una de las principales figuras del grabado español del siglo XIX.

     Esta circunstancia es muy apreciable al comparar estas creaciones de Ortego, como dibujante, y Capuz, como grabador, con las ilustraciones de tipos cubanos realizadas por artistas españoles de menos categoría como, por ejemplo, El calesero de alquiler y el de la casa grande(280) del dibujante Perea y el grabador Rico, donde la vitalidad y caracterización de las figuras es mucho mayor.

     Sin duda, dentro del conjunto de Tipos filipinos, la figura que más cercana se encuentra al estilo de Ortego es el dibujo del Gobernadorcillo, seguramente por la propia cualidad esperpéntica del personaje, que también fue ensalzada en el texto de A. de Villaralbo. Ésta fue sin duda, de esta galería de personajes, la figura que más éxito tuvo. Según se señaló anteriormente, el Gobernadorcillo se convirtió, al funcionar como tipo, en modelo de todos los gobernadorcillos:

              �En las solemnidades religiosas concurre á la iglesia, en la que tiene señalado puesto preferente, rodeado de la principalía, con la que se reune en el Tribunal, á donde acude escoltado por tenientes y alguaciles. En tales ocasiones el gobernadorcillo se exhibe en todo su esplendor: para ellas guarda el frac puesto sobre la camisa que flota por cima del pantalón, el sombrero de copa alta, los zapatos ó botas, prendas especialmente las dos primeras, que por lo general debe á algun padrino que las desentierra del empolvado rincon en que lloran su olvido(281)�. [295]           

Fig. 2.- Francisco Ortego. Indio con el gallo y Cocinero indio.
La Ilustración Española y Americana, 1872.

     A pesar de que, como reconocía el propio Villaralbo �...á fuer de justos, confesamos que en los pueblos inmediatos a Manila, no se ven tipos como el que representaba la viñeta [el Gobernadorcillo de Ortego], sacado en fotografía de una provincia bastante lejana�.

     La prueba de la permanencia de este tipo -casi con toda seguridad una creación original de Ortego- son las referencias al modelo que se encuentran en dibujantes y caricaturistas que trabajaron en la prensa española muchos años después de la muerte de Ortego. De esta forma, se podría citar el dibujo humorístico de Ramón Cilla, artista que será tratado en los siguientes apartados de este estudio, publicado en diciembre de 1896 en la revista Madrid Cómico con el título de Afán de honores, en el que aparece uno de los clásicos cesantes de [296] Cilla, mirando un escaparate y exclamando lo siguiente: �Pero �Dios mío! �No hará falta un gobernadorcillo para Filipinas? Porque yo estaría divinamente con sombrero de copa y los faldones de la camisa para afuera�. Es evidente que si Cilla se atrevió a hacer este chiste gráfico fue porque existía un conocimiento suficiente en el público de esta imagen esperpéntica del funcionario nativo en Filipinas(282).

     Los Tipos filipinos de Ortego debieron tener una difusión muy amplia, por la fama que disfrutó el propio artista durante los años que trabajó en España y por la publicación de estos grabados en otras revistas ilustradas. Las relaciones entre este tipo de publicaciones del siglo XIX en España, tanto en Madrid como en otras localidades, no están suficientemente estudiadas. Por ello, para hacer una valoración exacta de la popularidad de los grabados de tema filipino de Ortego habría que esperar a que la historiografía resolviera sus carencias en estas cuestiones. Sin embargo, se puede apuntar que, por ejemplo, todas las ilustraciones comentadas de Ortego, así como los textos de A. de Villaralbo, aparecieron de nuevo en la revista ilustrada El Bazar entre septiembre y octubre de 1874, siendo incluso la ilustración del Gobernadorcillo portada de uno de sus números.

     Tras las interesantes aportaciones de Ortego otros artistas cultivaron la temática costumbrista filipina en las revistas ilustradas -con obras notables como el Chino de la Escolta, en febrero de 1873 en La Ilustración Española y Americana, y en febrero de 1875 en portada en El Bazar-, aunque este tipo de imágenes fueron desapareciendo progresivamente de las revistas, dejando paso a otro tipo de propuestas que también habían aparecido en los primeros años de la década de los años setenta: las vistas filipinas.

     El 1 de octubre de 1872 La Ilustración Española y Americana continuó publicando ilustraciones de temática filipina con cinco grabados de vistas de la colonia española, dibujados a partir de fotografías por Perea y grabados por artistas tan prestigiosos como Capuz y Rico. Entre estos grabados, que en su mayor parte muestran vistas de barrios de Manila, destaca la Pesca con sarambao en el río Pasig, dibujado por Perea y grabado por Rico. Los grabados, como ocurría con los de Ortego, estaban acompañados por un texto, en este caso titulado �Varias vistas de Filipinas�, donde se percibe el interés por subrayar el exotismo que inspiraban estos mundos desconocidos, �verdaderos paraísos, pues la imaginación no puede imaginarse nada más poético(283)�.

     Estas vistas, al igual que otras que se siguieron publicando en La Ilustración Española y Americana y otras revistas ilustradas -en la citada revista El [297] Bazar fueron de nuevo reproducidos estos grabados de paisajes filipinos así como otros de parecidas características en marzo de 1874 -durante los años 70, responden a la tradición culta de ilustraciones artísticas, en este caso con el valor añadido del pintoresquismo, en consonancia con el gusto del momento dominante en pintura, esto es, el naturalismo y el paisaje realista.

Fig. 3.- Perea. Pesca con sarambao en el río Pasig.
La Ilustración Española y Americana. 1872


PERCEPCIONES E IMÁGENES EN LAS REVISTAS ILUSTRADAS HUMORÍSTICAS Y SATÍRICAS DURANTE EL PERÍODO DE LA REVUELTA TAGALA Y LA GUERRA DEL 98

     La notable presencia de Filipinas en la ilustración gráfica de los años setenta en las publicaciones periódicas españolas no tiene parangón con el número de imágenes que, ya en el final de siglo, se dedicaron a Filipinas con motivo del conflicto bélico que comenzó en 1896. [298]

     Hasta ahora el único estudio que ha intentado estudiar este fenómeno de la prensa gráfica en el período de la guerra, aunque centrado en la temática cubana, ha sido desarrollado por Carlos Serrano(284) partiendo de unas fuentes ciertamente diferentes a las aquí utilizadas. Carlos Serrano ha analizado cómo la prensa ilustrada española fue presentando los acontecimientos de la guerra en Cuba, principalmente a través de los documentos fotográficos. Este planteamiento podría ser igualmente válido para el caso de Filipinas(285), sin embargo durante este período las fuentes disponibles son especialmente ricas y, en nuestra opinión, algunas demuestran una mayor subjetividad y presentan matices más interesantes. Por ello, en esta ocasión, se ha querido centrar la investigación en los dibujos publicados en la prensa española en esta crítica fase histórica y, de manera especial, en los dibujos humorísticos y en las caricaturas(286).

     A finales del siglo XIX, las ilustraciones humorísticas y satíricas alcanzaron una madurez digna de ser destacada. Así, tras la herencia dejada por revistas como El Motín, El Cencerro, La Tramontana y La Caricatura, en los últimos años del siglo tomaron el relevo en la preferencia del público y en el desarrollo del género publicaciones tan relevantes como Madrid Cómico, Gedeón, El Cardo, La Campana de Gracia, etc.

     Las ilustraciones humorísticas de tema filipino, o en las que al menos Filipinas tenía una presencia importante desde el punto de vista iconográfico o temático, fueron sorprendentemente muy numerosas en este período. Sin duda la publicación que más atención prestó a Filipinas en sus caricaturas en este fin [299] de siglo fue la republicana La Campana de Gracia. De esta forma se confirma en el campo de la prensa satírica la tesis de Sánchez Fuertes sobre el mayor interés por los asuntos filipinos mostrado por la prensa republicana en comparación con la llamada prensa seria(287). Esta publicación barcelonesa, creada en 1870, era una de las revistas satíricas más importantes de España en los últimos años del siglo XIX y, por ello, una de las más influyentes en la opinión pública. La Campana de Gracia dedicaba gran parte de sus caricaturas a comentar y criticar aspectos de la actualidad política, y contaba con uno de los conjuntos de colaboradores artísticos más prestigiosos de aquellos años.

     Sin embargo, hay que señalar que prácticamente todas las caricaturas que atañen a esta investigación, la mayoría de un notable humor incisivo, son anónimas. Lamentablemente la inexistencia de estudios monográficos sobre las obras publicadas en La Campana de Gracia hace imposible por el momento la identificación de estas ilustraciones. Sin embargo se puede presentar una lista provisional de artistas a los que seguramente hay que atribuir la mayoría de estas caricaturas. El dato lo aporta la propia publicación, ya que en el número extraordinario que dedicó a los soldados españoles heridos que regresaban de las guerras de Cuba y Filipinas incluyó la relación de artistas que colaboraron en este ejemplar: J. Pellicer Montseny, R. Miró, F. Gómez Soler, J. Lluís Pellicer, J. Blanco Coris, Apeles Mestres, R. Fradera y Mariano Foix(288). Hay que señalar que en esta lista no están incluidos los dos únicos artistas que sí firmaron sus dibujos relacionados con el conflicto filipino: J. Negro y Manuel Moliné (1833-1901), uno de los más famosos dibujantes de su tiempo, con una larga serie de dibujos sobre Filipinas(289).

     La segunda publicación satírica en número de caricaturas sobre Filipinas es Gedeón, semanario madrileño que apareció en 1895 y sin duda, junto a La Campana de Gracia, una de las revistas satíricas más importantes del fin de siglo. En el caso de Gedeón, los problemas de identificación no son importantes, ya que la mayoría de las caricaturas están firmadas por los dos grandes dibujantes que prácticamente monopolizaron la producción de ilustraciones en los primeros nueve años de esta revista: Joaquín Moya (?-1928) y, sobre todo, Pedro Antonio de Villahermosa (1869-1945), que firmaba con el seudónimo de Sileno.

     Otras publicaciones satíricas también dedicaron considerable atención a Filipinas en sus ilustraciones. Así, es justo destacar la revista El Cardo, por las caricaturas [300] que dejó en sus páginas Pedro de Rojas (1872-1947) y por la participación del menos afortunado Poveda. También, aunque su aparición es algo tardía, hay que recordar las caricaturas de El Acabose, también realizadas en su gran mayoría por Pedro de Rojas. El Acabose, fundado en noviembre de 1898, publicación de un humor ciertamente ácido a consecuencia de los recientes desastres coloniales, aunque no dedicó numerosas caricaturas a Filipinas, los escasos ejemplos que proporciona son interesantes porque constituyen el final de la evolución de un lenguaje codificado en los años anteriores en otras revistas.

     Por último hay que señalar que otra muestra del interés que originó Filipinas se puede apreciar en la aparición de revistas satíricas durante el crítico período de guerra con intención de tomar partido en el conflicto de la colonia asiática. Según J. M. Cadena éste sería el caso de El Pájaro Verde, publicación que comenzó su corta vida en Barcelona en 1898. El Pájaro Verde ya había sido publicado entre 1860 y 1861 dentro de la moda de las publicaciones satíricas con nombres parecidos, como las revistas El Pájaro Azul y El Pájaro Negro. En 1898 esta revista renació con caricaturas políticas en las que claramente se advierte, según J. M. Cadena, que la preocupación principal de su línea editorial era pedir que se terminara la guerra de Filipinas(290).

     Dentro de este conjunto de publicaciones que dieron entrada al tema filipino en sus caricaturas hay que mencionar al Madrid Cómico, revista festiva y costumbrista fundada en 1880, carente de todo componente satírico que, sin embargo, incluyó varias caricaturas sobre Filipinas de Ramón Cilla (1859-?), uno de los dibujantes de monos(291) más populares de las revistas humorísticas.



RELIGIOSOS, MASONES Y REBELDES

     Buena parte de las críticas de las revistas satíricas anteriormente citadas tuvieron como principales protagonistas a las órdenes religiosas que tenían intereses en Filipinas. Es evidente que la publicación que más intensamente se preocupó por esta problemática fue La Campana de Gracia. En este sentido hay que indicar que en estas caricaturas de la publicación catalana se puede apreciar una pervivencia de la iconografía ya creada durante largos años de [301] anticlericalismo profesado por buena parte de las revistas satíricas españolas como el malagueño País de la Olla y La Tramontana(292). Las ilustraciones de La Campana de Gracia prolongan el recurso gráfico del fraile barrigudo, �símbolo del humorismo anticlerical español(293)�, en este caso además caracterizado como amo absoluto de Filipinas. Desde abril de 1893 La Campana de Gracia publica caricaturas anónimas en las que los religiosos además son presentados como las únicas soluciones novedosas que el gobierno español encuentra para Filipinas y, ya a partir de 1896, los frailes son acusados de ser los causantes del conflicto, al ser dibujados manipulando al general Blanco y enriqueciéndose desmesuradamente. El siguiente comentario anónimo sobre las causas de la sublevación resume a la perfección el contenido de estas caricaturas:

              �Se necesita ser ciego para no verlo. España se limita a ejercer un predominio anacrónico, no se basa en los progresos de la civilización moderna, en el desarrollo de la riqueza y del comercio, ni mucho menos fomenta la emigración peninsular que allí se podría establecer en beneficio de todos. En lugar de agricultores, comerciantes y hombres de iniciativa, España manda frailes. Ellos son los amos...(294)�.           

     Por su parte, Sileno y Moya en Gedeón prácticamente no dibujaron sobre esta cuestión y en El Cardo sólo apareció un chiste gráfico de Pedro de Rojas, carente de toda agresividad, sobre los misioneros(295). En este sentido hay que indicar que, si se realiza una mínima comparación con otros periódicos de la época, por regla general, y sobre todo en lo que concierne al mensaje puramente figurativo, las revistas satíricas no propugnaron un anticlericalismo violento en relación al conflicto filipino(296). [302]

Fig. 4.- �Vista Espanya!, La Campaña de Gràcia, 1896.

     Gedeón en cambio centró sus críticas desde agosto de 1896 en el origen masónico de la revolución filipina, utilizando para ello buena parte de la simbología más clásica asociada a lo masónico: el compás y la escuadra dibujados en la ropa de un gobernadorcillo que sostiene un martillo, el insurrecto filipino con cuerpo de serpiente (motivo iconográfico preferido por Moya), los tres puntos (motivo iconográfico preferido por Sileno), etc(297). El Cardo en ocasiones hizo referencia al tema masónico, aunque de manera indirecta, sin apoyarse en las ilustraciones. Por otra parte hay que señalar que en las revistas gráficas [303] de información general, como La Ilustración Española y Americana, las referencias iconográficas a la masonería en relación con el conflicto filipino son muy escasas(298).

     Otro de los enemigos que en las ilustraciones acecha a España y a su colonia en Extremo Oriente es el insurrecto filipino. La prensa satírica había elaborado claramente ya durante el año 1895 una iconografía muy definida del insurrecto cubano que se perfeccionó en Gedeón y La Campana de Gracia: un negro salvaje que agita su arma ensangrentada en busca de su próxima víctima. Esta iconografía del cubano rebelde se formuló a pesar de las numerosas imágenes que informaban de la presencia de blancos en el bando separatista(299). La guerra de Filipinas en cambio sí presentó una clara diferenciación étnica entre los combatientes y, curiosamente, la configuración figurativa del rebelde filipino fue mucho más tardía y forzada en comparación con el caso cubano. En términos generales se puede afirmar que en las [304] revistas satíricas el insurrecto filipino no adquirió matices tan sanguinarios como en el caso de Cuba, lo que prueba que, por lo menos en el caso de Filipinas, la prensa satírica no planteó el conflicto como una guerra de razas, tal y como afirma Carlos Serrano que ocurre en el caso cubano(300), aunque en cierta forma la imagen del rebelde filipino recibió ciertas influencias del separatista antillano que facilitaron la síntesis visual necesaria en toda caricatura. En los artículos también se aprecia esta percepción menos negativa de los rebeldes filipinos que, según el marqués de Alta Villa, �...tienen el mérito de su bravura; hacen cara á nuestros soldados á pesar de su inferioridad como raza y como organización, y sabiendo el escarmiento que les espera, contrastando su conducta con la de los cubanos y su cobardía que no tiene nombre(301)�. De hecho, ni siquiera en las páginas de las revistas gráficas de información general se advierte un especial ensañamiento en relación con los rebeldes filipinos. Tanto es así que en La Ilustración Española y Americana no se percibe un planteamiento despectivo hasta bien entrado el año 1898(302).
Fig. 5.- L'Aguinaldo de aquest any. La Campana de Gràcia. 1897.


ALEGORÍAS Y SÍMBOLOS DE FILIPINAS: PATRIOTISMO Y DIMENSIÓN CRÍTICA EN LAS REVISTAS SATÍRICAS

     En las caricaturas de las publicaciones estudiadas Filipinas adoptó numerosas configuraciones simbólicas y alegóricas, verdaderas confesiones gráficas de la concepción que se tenía de esta colonia en la España finisecular. En primer lugar hay que señalar que, de manera especial, La Campana de Gracia potenció la imagen de Filipinas como parte integrante e inseparable de España, en consonancia con la mayor parte de las tesis defendidas por la prensa española. [305] De esta forma, Filipinas, por ejemplo, aparece en La Campana de Gracia como una joven dama coronada que, de la mano de España, comparte su triste destino con la metrópoli(303) en compañía de Cuba, y también como una isla acechada por los enemigos, los frailes y los rebeldes, que es defendida por España.

     Gedeón por su parte, tanto en sus ilustraciones como en sus textos, manifestó su patriotismo apoyando de una manera expresa a Polavieja, el único personaje relacionado con el conflicto filipino que nunca apareció ridiculizado en sus páginas, sino que invariablemente fue representado en términos naturalistas(304). Éste es uno de los casos más claros en las caricaturas estudiadas que ejemplifican cómo este tipo de ilustraciones humorísticas no siempre fueron agresivas ni críticas, sino que a veces fueron utilizadas para expresar afinidades y para acentuar la popularidad del personaje representado.

     Pero tanto en La Campana de Gracia, como en el resto de publicaciones satíricas, Filipinas también adoptó la forma de un ataúd sobre el que se sienta la figura femenina de España; un puñal clavado en el corazón de la metrópoli que provoca una fuerte pérdida de sangre; una palabra escrita en el cielo que también sangra ante la desesperación de los españoles; una isla en llamas, pero ahora abandonada a su suerte por la incompetencia de los políticos; una alforja llena de esqueletos; un velero que va a naufragar, etc.

     Este planteamiento doble, a veces complementario, demuestra cómo desde 1896 estas publicaciones, respetando la sacralidad del concepto de patria propio de la época(305), fueron de las pocas voces que mostraron la otra cara del conflicto con su evidente capacidad de denuncia a través de la imagen. En este caso la insensatez que, como tópico, suele asignarse a la prensa por su comportamiento creando un infundada moral de victoria durante los últimos años del siglo, no fue generalizada. Estas revistas no renunciaron a sumarse a la actitud intervencionista dominante, pero desde el punto de vista gráfico, como han señalado autores como López Ruiz y Vilar, su periodismo no se caracterizó por la creación de una falsa sensación de poderío militar y, en muchos momentos, demostraron mayor lucidez que otro tipo de publicaciones al alejarse con facilidad [306] del discurso oficial(306). En el caso del conflicto cubano, el único hasta ahora estudiado suficientemente desde el punto de vista iconográfico, Vilar ha destacado la actitud fuertemente crítica de La Campana de Gracia con una �sorprendente capacidad de denuncia(307)�.

     Hay que indicar que estas revistas satíricas prácticamente no dieron entrada a caricaturas con una excesiva connotación bélica. Una excepción a esta regla se puede encontrar en la portada anónima de La Campana de Gracia en octubre de 1896 titulada La aspiración de los españoles, y en la que el león, que simboliza a España, aparece derrotando ferozmente a sus enemigos, los rebeldes cubanos y filipinos(308). Si aparecieron dibujos con una apreciable carga de violencia ocasionalmente en alguna de las revistas gráficas de información general de fin de siglo que incluían caricaturas en sus páginas. Éste es el [307] caso de Nuevo Mundo, que en enero de 1897 publicaba una caricatura de Pedro de Rojas alusiva a los métodos empleados por Polavieja en Filipinas, en la que el militar español aparecía orgulloso en un campo lleno de cadáveres(309). Incluso en el Madrid Cómico, que fomentaba un humor bonachón y conformista, algunas caricaturas de Ramón Cilla, al menos por el texto que las acompañaban, inspiraban una evidente tensión militarista(310).

     Esta falta casi generalizada de provocación belicista en las revistas satíricas se advierte igualmente en la escasa publicación de los típicos dibujos informativos de aquellos años. El único caso destacable es la portada del primer número de marzo de 1897 de El Cardo, dibujada por Pedro de Rojas y titulada La insurrección de Filipinas, en la que el humorista ha abandonado su peculiar estilo de monos para recrear un imaginado avance triunfante de las tropas españolas(311). En cambio estos dibujos fueron

Fig. 6.- Rojas. Aguinaldo. El Acabose. 1899.



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�Ellos y nosotros� y �Los Indios de Filipinas�, artículos de Pablo Feced y Graciano López Jaena (1887)

Introducción y notas de:

Luis Ángel Sánchez Gómez



INTRODUCCIÓN

     Los dos breves artículos que ahora presentamos son sendas muestras significativas -no digo representativas- de dos formas de entender las realidades filipina y española decimonónicas. Es más, son dos formas absolutamente enfrentadas de interpretar y afrontar la historia, la vida, y lo que hoy definiríamos como la diversidad étnica y cultural.

     El primero es obra del español Pablo Feced Temprano (1834-1900), bajo el seudónimo de �Quioquiap�. Por los datos que nos proporciona �El Espasa�, sabemos que nació en Aliaga (Teruel) y murió en Macao. Luchó contra los carlistas pero, como seguidamente veremos, su visión de la población indígena de Filipinas se asentaba en una ideología mucho más absolutista y tradicionalista que aquella contra la que combatió en la Península. Marchó a Filipinas en 1884, para hacerse cargo de una finca adquirida en la provincia de Camarines Sur, en el sur de la isla de Luzón, por su hermano José. Éste era cinco años mayor que él y residió en Filipinas entre 1868 y 1880, donde fue magistrado y alcalde mayor en diversas provincias.

     Poco, muy poco tiempo necesitó Pablo Feced para formarse una idea clara y contundente de la historia, las tierras y las gentes de Filipinas y para darla a conocer a sus compatriotas insulares y peninsulares. Desde 1885 colabora en el periódico madrileño republicano El Liberal -y en el Diario de Manila- con artículos realmente poco acordes con una ideología o aptitud �liberal�, aunque dichas colaboraciones sí demuestran el talante abierto del diario.

     Todos los textos publicados por Feced presentan sin tapujos el abierto rechazo, el sincero desprecio que siente por la población filipina y por la política que España aplica en la colonia, concretamente por toda política que no asuma y haga asumir la �tradicional superioridad� de los españoles frente a los indígenas. Casi [310] todos estos artículos fueron reunidos por su autor en el volumen titulado Filipinas: Esbozos y pinceladas, que publicó en Manila en 1888. Sin embargo, y curiosamente, el texto que hoy reproducimos no fue incluido en esa recopilación(312). Probablemente, alguien le recomendó que no lo hiciera: su carga de odio racial quizás fuera considerada excesiva, incluso para la época.

     El evidente carácter racista de toda la obra de Quioquiap fue reconocido incluso por su amigo W. E. Retana, por supuesto, sin emplear esa calificación. Con éste fundó, tras su regreso a la Península en 1890(313), el muy conservador periódico La Política de España en Filipinas (1891-1898), con el objetivo de contrarrestar la labor �propagandista� desarrollada desde La Solidaridad, órgano de la colonia filipina residente en España, entre cuyos fundadores se encuentra precisamente López Jaena.

     Decíamos que Retana era consciente de la intransigencia de Feced y así lo hace notar, excusándole, en el artículo que sobre este último escribirá años después en el volumen XXIII de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, �El Espasa�, editado en 1924(314). Así, de los artículos de Feced dice que llamaron la atención por la exactitud de la visión de lo observado�. Anota, no obstante, que el �indio no sale bien librado de su pluma�, pero lo justifica porque Feced no lo hace �por odio a la raza, como han supuesto algunos, sino por la idea, verdaderamente pobre, que de las facultades de los malayos en general tenía Quioquiap�. El mismo Retana asegura en otro lugar(315) lo siguiente: �Quioquiap, hombre de fondo muy bondadoso, no quería mal a los indígenas; pero tenía de la raza un concepto pobrísimo: de aquí que el nombre de este escritor, el más brillante, en cierto modo, que ha habido en Filipinas, sea execrado por los naturales del Archipiélago�.

     Obviamente, Retana no era la persona más adecuada para juzgar la obra de Feced, aunque es evidente que su conocimiento de la realidad filipina era realmente notable(316) y que los artículos de Quioquiap poseen un estilo ágil y son de [311] grata lectura; siempre, claro está, que seamos capaces de abstraemos de la acritud que desbordan. Pero la cuestión no es que este personaje tuviera una �pobre idea� del filipino; el problema es mucho más serio.

     Decíamos al comienzo que el texto no es �representativo� pero sí significativo. En efecto, otorgar o asumir representatividad es siempre delicado. No podernos argumentar que todos los españoles residentes en Filipinas, o en la Península, pensaran de modo semejante a Quioquiap. De hecho, el propio autor se queja amargamente de la política �asimilacionista� de la metrópoli, de la �ceguera� de las autoridades, sea cuales fueren. Son precisamente esos años, la década de 1880, los que permiten ver una transformación más notable en la política española en Filipinas, introduciéndose novedades significativas que afectan a todos los órdenes sociales, políticos y económicos, si bien con grandes limitaciones.

     Pero el enorme complejo de superioridad del �blanco� colonizador frente al indígena, el tremendo racismo presente en las juicios de Feced sí que aparecen de forma reiterada en actitudes y manifestaciones de los españoles durante toda la etapa colonial. Las leyes siempre pretendieron ser paternalistas y protectoras del �indio�, pero la práctica de las autoridades religiosas, civiles y militares estaba lejos, mayoritariamente, de esa pretensión, algo, por otra parte, común en cualquier contexto colonial.

     Feced desprecia el aspecto físico del filipino, le atraen más, aunque sea en algún caso por la mayor repugnancia que le inspiran, los individuos de otras colonias de Occidente. No le perdona su carencia de barba -viril obsesión decimonónica- ni su aparente eterna juventud.

     Pero, en realidad, Feced no habla de �eterna juventud�, sino de algo parecido a un perenne infantilismo, que es muy distinto. Esa primera impresión ha de ser refrendada por la ciencia y el autor echa mano a una de las armas más temibles de la época: la antropología; concretamente, la joven antropología física.

     Que los antropólogos decimonónicos crearan y mantuvieran imágenes negativas, tremendamente etnocentristas, de los calificados como pueblos �salvajes� o �primitivos� no era extraño(317). Ahora bien, Feced manipula meras consideraciones [312] formales para aplicarlas a la caracterización �físico-moral� del filipino. Si éste es capaz de emplear con maña los pies, se convierte en un bestial �cuadrumano�. Su cierto prognatismo facial, su color de piel y una aparente, para el �hombre blanco�, �disarmonía� corporal, sirven para �probar� su mayor vinculación con el �mono�, consideración tremendamente popular en la época gracias a Darwin y, más aún, a sus detractores. No hace falta señalar que, al margen del carácter racista de todas estas consideraciones, quien las hace desconoce por completo la diversidad étnica de los habitantes del archipiélago filipino.

     Por supuesto, con tales cimientos, la caracterización última del filipino no puede ser sino un tremendo escarnio, no limitándose su autor a los tópicos al uso en la época sobra la indolencia del indígena. La conclusión es simple: son �cerebros sin ideas�; y si no hay ideas, si no existe la capacidad para el raciocinio, el filipino es un simple animal, un cuadrumano, como ya había adelantado.

     Pero no es ésta la única conclusión a la que pretende llegar Feced, se plantea otra aún más trascendental desde una óptica colonial. Si la colonia está habitada por seres irracionales, ya sean unos indolentes y sumisos y otros salvajes, no caben proyectos de asimilación, no es posible que ellos sean como nosotros, nunca podrán ser �nuestros hermanos�, la �diferencia de razas� lo impide, la barrera es y será insalvable por los siglos de los siglos.

     Llegado a este punto, es cuando el articulista no puede reprimir su indignación por la política española en las islas. Esto demuestra que, al menos sobre el papel, la administración española hacía lo posible, como ya ocurrió en América, por considerar a los indígenas en un plano de relativa igualdad con el peninsular, todos ellos �hijos de Dios� y súbditos de la Corona. No quiere esto decir que se permitieran en el archipiélago libertades sociales y políticas, que apenas existían en la Península.

     Tras esta última anotación, y con esto cerramos el círculo introductorio, se nos podrá reprochar el haber seleccionado un texto quizás demasiado extremista, de un salvaje racismo, que en realidad no representaría la orientación seguida por la política española en Filipinas. Ya hemos dicho que no hemos pretendido que fuera representativo. Sin embargo, sí que es un ejemplo de un estado de opinión generalizado, del que existen muestras durante todo el período colonial. Y no se trata de simples ideas expresadas de forma oral, que debían de ser muy comunes. Textos como el que reproducimos debieron de contribuir si duda a generar, quizás únicamente a preservar, ese estado de opinión contrario a la armonización étnica y cultural. Podrían citarse numerosos ejemplos, textos redactados por funcionarios, políticos, religiosos, científicos, etc., desde el siglo XVII hasta 1898. Por supuesto, también hay opiniones contrarias, pero son las menos. Convendría analizar y tener en cuenta estas caracterizaciones [313] culturales para captar el sentido último de este, y cualquier otro, proyecto colonial.

     Pero vayamos ahora con López Jaena y su artículo. Graciano López Jaena(318) nació en Jaro (Iloilo), en 1856 y murió en Barcelona, en 1896. Había llegado a la Península en 1880, comenzando unos estudios de medicina que nunca concluyó. Colaboró de forma notable en la prensa de la época, defendiendo la liberalización de la política española en el archipiélago y la representación en Cortes y atacando de modo realmente intenso la presencia y labor de los frailes en las islas.

     Especialmente representativo de su verbo fogoso, aptitud que le otorgó notable fama entre la colonia filipina peninsular, fue el discurso que pronunció en el Ateneo de Barcelona, el 25 de febrero de 1889, acerca de la presencia de Filipinas(319) en la Exposición Universal de Barcelona de 1888(320). Tras una exaltada descripción de la geografía y la historia de su tierra y una crítica realmente dura al planteamiento y realización de esa participación insular en el evento, aprovecha la ocasión para arremeter sin ambages contra el clero regular de Filipinas. Un par de frases sirven de elocuente ejemplo de su inflamada oratoria (y de la permisividad del momento): �El fraile, señores, es el factor omnipotente de la nada, de los atrasos, de las desdichas de aquellas Islas de Oceanía. En sus manos están las válvulas del saber, de la ciencia y de la moral; pero enseñan fanatizando, imbuyen idiotizando, educan prostituyendo�(321); ��Españoles! hora es ya de mirar por nuestras desgraciadas Filipinas, de librarlas del monaquismo opresor, dominante en sus pueblos�(322). Su actividad propagandista en España se canalizó, entre otras vías, a través de las publicaciones España en Filipinas y La Solidaridad.

     El texto que aquí se reproduce fue una respuesta inmediata al de Quioquiap que le precede. Como ya hemos anotado, éste llevaba tiempo publicando en el mismo diario artículos de contenido semejante, pero el de �Ellos y nosotros� hizo rebosar el vaso de la paciencia de los �propagandistas� filipinos y López Jaena era el más exaltado y el menos dispuesto a permanecer en silencio.

     Su texto, pese a todo lo dicho, es realmente equilibrado, mucho más calmado que otros de su autor. No devuelve los insultos, que son muchos y realmente denigrantes. Se limita a ofrecer ejemplos que demuestran lo errado, en el [314] mejor de los casos, de las afirmaciones y descalificaciones que Quioquiap dirige contra los filipinos, destacando la capacidad del indígena para la lucha y el trabajo(323). Como colofón, quiere demostrar que el atraso que efectivamente padece el archipiélago tiene dos únicos culpables: el clero regular y la falta de libertades políticas.

     No vamos a detenernos a comentar ciertas contradicciones presentes en algunos argumentos de Jaena. El principal sería su incapacidad para asumir la diversidad étnica y cultural del archipiélago, el eurocentrismo que le conduce a aceptar únicamente el desarrollo económico e industrial, de corte occidental, como factor de progreso. Pero quizás le estamos pidiendo demasiado. Por eso, tampoco extraña que Jaena acuse a Quioquiap de dibujar a Filipinas como �país de la Cafrería�. Los �cafres�, los �salvajes� de otras latitudes, pueden resultar efectivamente atrasados, necios y estúpidos. En Filipinas, sin embargo, no hay salvajes, no hay pueblos primitivos; mejor dicho, los hay, pero para los �ilustrados� se trata de compatriotas que deben ser asimilados, no hay espacio para el �atraso�, la modernidad acabará con su forma de vida(324).



�ELLOS Y NOSOTROS�,

por Pablo Feced(325) (Quioquiap)

     No creo fuera debilidad mía, creo más bien que no hay castila bago(326) a quien no cause impresión indefinible, al poner el pie en Manila, el abigarrado conjunto de desgarbados cuerpos, rostros lampiños y fisonomías muertas. [315]

     El grave y majestuoso árabe que en Port-Said se tropieza y se ve cruzar impasible por las orillas de aquella enorme acequia, causa respeto; es un antiguo rival. Horror y repulsión inspira el hijo de los peñascales de Adén, con su negruzco (sic), su sucio traje y la cabeza cubierta por casquete de cal. Mezcla de atracción y desconfianza el vivo e inquieto parsi, el mercachifle del índico. Extrañeza y antipatía el grave cíngalo de atusadas patillas, moño femenil y largo sayal; repugnancia, por fin, el rudo cooli de largo cuerpo y larga trenza.

     La impresión que en Manila recibe el viajero es distinta. Esta colección de adolescentes, de niños grandes, como los llama un escritor del país, dan a la capital del Archipiélago cierto aspecto de hospicio suelto. La barba es en los individuos y en las razas signo de virilidad.

     Así, al primer encuentro, el filipino es simpático; vésele acercarse sin miedo ni desconfianza, y al contemplar de cerca estos rostros inmóviles, tan limpios de pelo como de signos de energía, estos ojos medio dormidos y medio entornados, la actitud humilde, y al escuchar su voz oscura y temblorosa, imagínase uno tener a su lado un sonámbulo.

     Hay sobre todos éstos un motivo de simpatía profunda. Sin barbas y sin fisonomía, sin apellido a veces y a veces casi sin ropa, el filipino es un español, es nuestro compatriota. Esto no lo saben los españoles netos hasta no poner el pie en las sucias y desiertas calles de la Perla del Oriente.

     No se ha hecho todavía, que sepamos, un detenido estudio científico de estos cuerpos, con relación a su especialidad orgánica, hoy que tanta importancia se da a esta rama de la antropología. El eminente Virchou(327), al examinar algunos cráneos filipinos, anota, entre otras particularidades diferenciales (sic) del tipo caucásico, cierta conformación de las regiones frontal y nasal, el aplastamiento anormal de la nariz y el estado prognático tan marcado de las mandíbulas.

     Este aplanamiento frontal, el prognatismo facial, la rudimentaria nariz, la desproporción entre el tronco y las extremidades inferiores, la estrechez torácica, la color rojiza y el aspecto general de esta raza, recuerdan habitualmente, aun entre gente indocta, la teoría darwinista y el antecedente antropoide de estas gentes.

     Así, el grave Bowring(328), dice del indio que �tiene más de cuadrumano que de bípedo, pues sus manos son largas y los dedos de los pies tan ágiles y diestros, que se sirve de ellos perfectamente para trepar a los árboles, por la jarcia de los buques y para otras varias funciones activas�. [316]

     Gagor(329) habla de mujeres y niños que, por no encorvarse, cogen con los dedos de los pies los cangrejos y moluscos apresados en sus redes, y también por no encorvarse se ve a todas horas convertir al indio en ágiles manos(330) sus anchos y desnudos pies.

     Así, la Fisiología marca en él signos acentuadamente diferenciales; la Etnología establece distancias con las familias superiores humanas, y la Antropología, rudimentaria aquí en sus varios aspectos, hace punto y aparte en sus aspectos todos (sic).

     Y es que por cualquier lado que se les mire siempre aparece el pigmeo y siempre un abismo entre ellos y nosotros. Lástima que estas diferencias, estas distancias, estos abismos, no los vea la ciencia oficial, la rutina burocrática, ni desde tras las ahumadas conchas(331) de las oficinas, de Manila, a veces ni desde los confortables despachos de la plazuela de Santa Cruz(332) otras.

     �Aquí no hay más que españoles�, dice al poner el pie en Malacañán(333) cada gobernador general, y sazona su arenga de rúbrica recalcando con atildada oratoria esa fraternidad imaginaria. �Es altamente justo y oportuno - decía hace tres años la Intendencia de Manila a sus jefes de provincia, dando instrucciones para el establecimiento de la cédula personal- que V. patentice cómo el Estado, al necesitar reponer sus perdidos ingresos (por el desestanco(334)), aprovecha la ocasión de añadir una más a la serie de sus reformas sociales y políticas, inspiradas en la igualdad para todos los hijos de España... borrando de la ley toda diferencia de razas�.

     La ley convencional y artificiosa podrá pretender borrar esas diferencias; pero la Naturaleza, incontrastable en su poder, echa por tierra todo el edificio oficinesco, y al querer tomar cuerpo y vida esos absurdos en este abigarrado cuerpo social, siempre, allá en el fondo del cuadro, se destaca altivo y de pie el castila, sumiso y de rodillas el malayo. [317]

     Así, la Exposición(335) que se proyecta, y que en su día será juzgada, no dará, cualquiera que sea su éxito, el resultado de que(336) �el peninsular se acostumbre a no ver en el filipino sino a un hermano al que está obligado a guardar las mayores deferencias y consideraciones�; ni tampoco dará el resultado de que el filipino no vea en la Península sino �una madre cariñosa que se ha desvelado y desvela por elevarle a la altura de los pueblos más cultos y civilizados; y por último, que así el peninsular como el filipino, no tengan uno para otro sino motivos de gratitud y mutuo cariño�.

     �Qué entiende el pobre indio de cuerpo flaco y flaco cacumen; qué entienden ni aún los de flamante camisa y bastón autoritario(337) de todas las maternidades y fraternidades, civilizaciones y culturas con que quiere regalarle el oído la regia Comisaría(338)? Con todos los trabajos de propaganda hechos aquí y desde allá, todavía ignoran las tres cuartas partes, por lo menos, de los indios que allá en los jardines del Retiro se les prepara espléndida fiesta; más de las cuatro quintas partes ni han leído ni oído leer la encomiástica y regia alocución, y más de las cinco sextas ni saben lo que es cultura y civilización, ni sospechan que son hermanos nuestros.

     La ignorancia de estas gentes de lo que es y de lo que en España pasa, corre pareja con la sabiduría oficial en lo que al Archipiélago concierne.

     Aquí, ni en sueños existe entre estas gentes esa aspiración de que la Comisaría habla(339) a �ocupar en el concierto de las naciones civilizadas el puesto distinguido que les corresponde�, ni en sueños se sospecha ese �nivel envidiable a que ha llegado la elevación moral del Archipiélago�, de que hablaba años atrás otro documento oficial. [318]

     España implantó aquí su dominio casi desde el primer día, organizó como pudo su administración, dio a esta raza sumisa, tras largos años de contacto, cierta domesticidad social, la sacó en gran parte del atraso primitivo y de la oscuridad de las selvas, la libertó de la piratería y la morisma pero, a pesar de esto, o hay que volver del revés el castellano, o no puede en serio decirse, como muy seriamente decía hace tres años un centro administrativo, que �España ha colocado estas islas poco a poco al nivel de los pueblos cultos�.

     Ciudades de chozas, caminos de charcas, puentes de troncos, costas bravas, campos yermos, cuerpos sin ropa, cerebros sin ideas; en los montes, todos tribus independientes y selváticas, y aquí, en los llanos, sus hermanos, ayer todavía, en 1850, cuando se les impuso apellidos(340), no muy seguros aún, montón inanimado de humanos seres; una civilización en embrión y una sociedad en pañales.

     No los culpemos a ellos, no nos culpemos tampoco nosotros. �Dios crió diversidades de razas, -decía el siglo pasado un fraile filipino-, así como formó diversidad de flores�; y a unas razas, debió añadir, les dio la energía de la voluntad, el vuelo del pensamiento, el impulso irresistible del progreso, y a otras les negó aquellos altos atributos, estrechó los horizontes del alma y las inmovilizó en las selvas.

     Ni es cuestión de educación y enseñanza; �poco más que la doctrina cristiana aprende una andaluza -dice un viajero alemán, comparando con la nuestra esta raza- y es, sin embargo, en su juventud una criatura encantadora�. Menos educación, menos enseñanza que los indios de estas oficinas recibe el gañán de nuestras montañas y, sin embargo, bajo aquella corteza se ve palpitar una energía, una personalidad, toda la majestad de un hombre, el corazón que luchó en las Navas, en Lepanto y Bailén; el brazo que levantó las moles de nuestras catedrales, el factor ignorado y potente que engendró a España.

     Contacto más largo, labor más enérgica no han borrado diferencias con el negro y el gitano. Tampoco aquí entre ellos y nosotros.



�LOS INDIOS DE FILIPINAS�,

por Graciano López Jaena(341)

     Nuestras posesiones en Oceanía son, por desgracia, aquí poco conocidas; muchos ni las conocen por el mapa; la generalidad se imagina que Filipinas está enclavada en el continente americano o es feudal del imperio chino.

     Lejos, está muy lejos Filipinas de la Península. Tres mil leguas la separan. Y esa distancia y desconocimiento casi absoluto en que aquí se vive respecto [319] del Archipiélago, proporcionan motivo y ocasión a ciertas plumas para escribir y contar cosas raras, estupendas, del pueblo español allende los mares.

     Tales son, a nuestro juicio, los escritos de Quioquiap(342); leyéndolos, cualquiera que no ha visto Filipinas diría que aquél es un país de la Cafrería; ha vertido en sus artículos conceptos absurdos acerca de la raza que puebla aquél Archipiélago, que me merecen ser rectificados para que la opinión no se extravíe en su juicio sobre el estado social de aquel pueblo.

     Reivindicar ante el público el buen nombre de Filipinas, de las injurias e injustas agresiones inferidas por la pluma de Quioquiap y para que no se crea ni aquí ni allí que somos tales como los describe en sus artículos, son nuestro objeto al escribir estas líneas.

     Dicen de nosotros, los indios: �el pobre indio de cuerpo flaco y flaco cacumen... cerebros sin ideas... montón inanimado de humanos seres...�

     La sinrazón del ataque, lo absurdo de las afirmaciones es digno, por toda respuesta, del silencio.

     Pero no debemos respuesta a Quioquiap; debemos culto a la verdad y protesta ante el público. Sigamos nuestra labor: expongamos al indio filipino tal como ha ido desarrollando, en estas tres centurias de dominación española, su aptitud y capacidad para la civilización, para el progreso, negada por el escritor anónimo(343).

     Esos cuerpos flacos sin ropa y flaco cacumen, esos cerebros sin ideas, esa raza antropoide de la familia cuadrumana, ese montón inanimado de humanos seres fueron los que un día pelearon virilmente al lado de muy contados españoles contra la invasora flota del chino Limahong(344); esos pigmeos sin energía, esa colección de adolescentes, de niños grandes, esos malayos sumisos y de rodillas ante el castila de pie, demostraron su energía, su valor, su virilidad, bien a pesar de Quioquiap, derrotando con Simón de Anda y Salazar, de gloriosa memoria, a la reina de los mares, a la poderosa Inglaterra, y librando de esta suerte, a España, del baldón ignominioso hecho al nunca vencido pendón de Castilla, por el arzobispo de Manila(345), gobernador general entonces del Archipiélago, que capituló débilmente con los ingleses, entregando las islas a poder de ellos(346). [320]

     Joló, Sipac, Balanguingui, son testimonio elocuente del heroísmo filipino(347). La Cochinchina debe su advenimiento a la moderna civilización, al bravo y siempre victorioso ejército indofilipino que la conquistó para la Francia(348).

     Cochinchina progresa y está más adelantada que Filipinas. �Por qué? Porque la libertad en ella impera; los derechos individuales, los políticos, la libertad de comercio son allí un hecho, cosa por la que en España aún se están librando grandes batallas.

     Si Filipinas no ha dado otra cosa a esta nación hidalga más que días de ventura, paseando por todo el Extremo Oriente su pabellón gualdo y rojo cargado de glorias y laureles, �cómo se denigra tanto a los siempre nobles y leales habitantes de aquellas islas?

     Perezosos, holgazanes, indolentes, ineptos para el trabajo como incapacitados para el progreso, decía también de nosotros en uno de sus artículos anteriores.

     Iloilo, Cebú, Negros, Pangasinán, poblados de haciendas de azúcar montadas conforme a los adelantos modernos, con sus máquinas de vapor, con sus arados ingleses, con sus tachos(349) al vacío; Camarines con sus plantales de abacá, Batangas con sus cafetales, son un solemne mentís contra esas aseveraciones inexactas: indios son los dueños de esas numerosas haciendas e indios son sus cultivadores.

     Y cuenten que el comercio de Filipinas data de veinte años a esta parte, con la apertura de sus tres puertos al comercio extranjero, y ya es hoy un centro comercial, si no al nivel, casi a la altura de los más importantes del mundo.

     La libertad es el termómetro del progreso de un pueblo; en Filipinas, la libertad es un mito, �cómo queréis que camine a pasos agigantados al progreso?

     Imperando allí el absolutismo, la suspicacia, las injurias burocráticas, el Campo de Bagumbayán, Marianas, son el premio a la cultura(350). �Cómo pretendéis que el indio exteriorice las ideas que bullen en su cerebro? [321]

     En cuanto a la instrucción, la estadística arroja un dato elocuente, siendo el número de los que saben leer y escribir mayor en aquellas islas que en la Península.

     No negamos que Filipinas está atrasada, atrasadísima, y este atraso, lejos de ser su causa la refracción a la cultura, la ineptitud de nuestra raza para el progreso, está (digamos muy alto) en el fraile que, misionero de la fe católica y representante de España, de su civilizadora empresa en aquellas regiones, ha hallado en el indio un filón inagotable de explotación, sumiéndole en la ignorancia y en el fanatismo. [322] [323]



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La mirada de algunos viajeros chinos sobre el Vietnam del siglo XVII

*(351)

Claudine Salmon



INTRODUCCIÓN

     El advenimiento de los Qing(352), en 1644, produjo gran agitación en las provincias meridionales de China y precipitó el movimiento natural de emigración hacia el sur. Entre los fugitivos �Ming� se encontraban soldados, comerciantes, letrados confucianos, monjes budistas, y también pintores y médicos. Vietnam, situado en los confines del mundo chino, iba a atraer a estos fugitivos que allí encontrarían, como otras veces, una cultura que, parcialmente, era también la suya. La mayor parte de éstos se limitaron a adaptarse silenciosamente a los nuevos amos que habían elegido, que eran, sobre todo, los señores Nguyên que reinaban en el Quang Nam (Annam central), y participar activamente en la expansión del budismo sinizado y de la cultura china hacia el sur, lo que en la época era una cierta forma de �vietnamización�(353). Con todo, algunos viajeros de la segunda mitad del siglo XVII han anotado sus impresiones o incluso han redactado textos en prosa muy elaborados que nos permiten entrever de qué manera, en función de sus marcos de referencia, se acercaban a este mundo [324] sinizado meridional. Hemos establecido tres grupos de textos: el primero, que es fruto de los partidarios de los Ming del sur; el segundo, de funcionarios de la dinastía Qing, y, el tercero, de personajes, aparentemente menos politizados, a saber un letrado y un monje aventurero.

     El primer grupo comprende dos confucianos. Zhu Shunshui (1600-1682) y Xu Fuyuan (1600-1665), que se consideraban leales y fieles servidores de la dinastía Ming y no estaban dispuestos a arrodillarse ante los Nguyên, ni siquiera ante los Lê(354). Éstos hubieron de abandonar Vietnam, no sin antes componer algunos textos, para justificarse y para explicar su visión política. Uno de ellos dejó una narración titulada Annan gongyi jishi, �Memoria del servicio en Annam�, que ha presentado y anotado de forma destacable Chen Chingho (Chen Jinghe)(355); el otro escribió algunos poemas y una carta, aparentemente destinada al soberano Lê, que se conservan en la recopilación de sus obras titulada Diaohuangtang cungao (bajo el título Jiao xing zhaigao, �Extractos de un viaje al Jiaozhi�); ambos han sido estudiados brevemente por Peng Guodong(356).

     El segundo grupo debe relacionarse con la consolidación del poder de los Qing en el sur, y el establecimiento de relaciones diplomáticas con la dinastía de los Lê. Un primer emisario, Wu Guang, se dirigió a Thang Long (Hanoi), en 1644, para rendir homenaje fúnebre al �rey de Annam�, Lê Duy Ki, que había muerto el año antes. Wu escribió un informe sobre su viaje (Fengshi Annan riji o �Diario de una misión a Annam�) que no parece haber sido publicado hasta la llegada de la República(357). Otros emisarios, que visitaron el norte de Vietnam a lo largo de los años que siguieron, redactaron también relatos, como el de Li Xiangen (1668-69), del que existe, en forma manuscrita, una versión china (Annan shishi jiyao o �Protocolo de una misión a Annam�) y una manchú -que ha sido objeto de una traducción abreviada en alemán por Haenisch(358)- y de la que se ha publicado solamente un capítulo de la versión china (con el título de Annan zaji o �Notas diversas sobre Vietnam�)(359); y asimismo el de Zhou Can que, en 1683, en nombre del emperador Kangxi, fue a hacer un [325] sacrificio a los manes de los reyes Lê Dui Hi (muerto en 1676) y Lê Duy Dinh (m. en 1680); se titula Shi Jiao jishi o �Narración de una misión en Jiaozhi� y existe al menos en forma de manuscrito(360).

     El tercer grupo corresponde a los testimonios de estilo ligeramente más espontáneo, debidos a dos personajes, en primer lugar menos comprometidos con la política oficial. Uno de aquéllos, el Annan jiyou(361), relata el viaje que Pan Dinggui, �letrado� originario de Jinjiang, en Fujian, realizó de una manera que se presentaba como fortuita(362) -aunque habría que dudar de ello(363)-, por mar, desde Gaoliang (en la actualidad Gaozhou, Guangdong) hasta Hanoi, en 1688. El otro, el Haiwai jishi o �Relatos de ultramar�, fue redactado por el monje chan (de la secta Caodong) Dashan el cual, en 1695, viajó a Hué por invitación del príncipe Nguyên Phuc Châu (1691-1725) y se dedicó a un fructuoso comercio de amistad y de mercancías(364). La publicación de su libro en 1696, las [326] excentricidades y los excesos varios que se le reprocharon dieron pie a la acusación que cayó sobre él y que quizá fue la causa de su muerte, sobrevenida, al parecer, en 1702, cuando, de vuelta a China, viajaba escoltado para ser sometido a juicio.

     Las razones que llevaron a estos chinos a visitar Vietnam eran, pues, diferentes, y modelaron en parte su manera de ver las cosas. Las mentalidades cambiaron mucho en China durante esta segunda mitad del siglo XVII. Por un lado, los funcionarios letrados de los Ming, que se unieron a los Qing (o erchen, es decir, los hombres de Estado que sirvieron a ambas dinastías) trataron de transmitir a sus nuevos amos, todavía poco aculturados, toda una serie de conceptos y modos de pensar, heredados de la anterior dinastía; por otro lado, todos los que aceptaron someterse a los Qing, hubieron de hacer, al menos en apariencia, una serie de compromisos. El caso del monje budista Dashan es particularmente revelador. La biografía que se le dedica en las fuentes sino-vietnamitas dice que se había hecho bonzo por fidelidad a los Ming(365), mientras que las fuentes chinas observan, todo lo más, que se hizo monje �por una cierta razón� (you gu chujia)(366). Una vez en Cantón frecuentó a los letrados locales, como Qu Dajun (1630-1696, que no se unió definitivamente a los Qing hasta 1681), los hombres que entonces estaban en el poder como Shang Zhixin el cual, tras haber sido nombrado Pitignan wang, es decir, �Rey de la pacificación del sur�, se alió durante un tiempo al rebelde Wu Sangui y finalmente se suicidó en 1680. Más tarde, en 1695, Dashan hizo alusión a un poema de Xu Fuyuan, resistente Ming, poema que acababa de descubrir en Culao Cham (cerca de Faifo), pintado en la pared de un templo en Ma Yuan, y, aclara, compuso uno que escribió a continuación(367). Estos detalles muestran lo difícil que es comprender a estos intelectuales cuya visión política no cesaba de fluctuar.

     Querríamos insistir en cuatro aspectos de la visión de estos viajeros chinos: 1) el que los tres grupos tengan los mismos puntos de referencia histórica; 2) una [327] cierta semejanza en el modo de considerar al Vietnam en el �orden chino�(368), tanto entre los resistentes Ming como entre los emisarios Qing, e incluso en Pan Dinggui; 3) el punto de vista de un monje �aventurero� que no dudó en ponerse al servicio de un príncipe que no había sido �reconocido� por los Qing; 4) más allá de la mirada política, el lugar dado a la alteridad, e incluso al exotismo.



El Vietnam y su anclaje en la historia de China

     Son Xu Fuyuan y Pan Dinggui quienes hacen remontar a las épocas más antiguas la historia del Vietnam en sus informes sobre el mundo chino. Pan comienza su relato diciendo: �el Annam es el país ocupado desde la Antigüedad por los yuechang(369), pueblo que la historia menciona, en la época de los Zhou, por ser el que envió a China, para llevar el tributo, representantes e intérpretes que recibieron del ministro Zhougong, para que pudiesen volver a su país, carros dirigidos al sur.�(370) Y un poco más allá sigue diciendo: �Después de la dinastía de los Qin, esta nación a veces ha estado sometida a China y otras veces se ha rebelado contra ella. Cada vez que volvían el poderío y la prosperidad, China ordenaba inmediatamente a sus generales que lo redujesen a la obediencia (...). Bajo los Han fue Ma Yuan, que poseía el título de �Mariscal dominador de las olas�, y bajo los Ming, Zhang Fu, duque de Ying. Sus templos y sus imágenes se levantan todavía gloriosamente por el país; con todo, el poder milagroso del Mariscal Ma lo hace aun más temible que el duque de Ying. Asimismo, no hay persona, después del propio rey, que no vaya a su templo a rendirle culto y, en ciertas épocas del año, a dirigirle plegarias.�(371) En Xu Fuyuan, la alusión a los yuechang aparece en un poema. A diferencia de Pan Dinggui, que querría que hubiese habido presentación de tributo, Xu, más objetivo, se limita a decir que �los yuechang vinieron a la corte�(372). Los otros autores [328] no llevan a cabo una presentación histórica tan completa, pero todos están de acuerdo en insistir en la pertenencia del Jiaozhou a China desde la época de los Han. El emisario Li Xiangen observa asimismo que �bajo los Qin y los Han [el Jiaozhou] estaba dividido en xian y en jun�, es decir, dependía del imperio chino. Por el contrario, no se permite ninguna alusión a la reconquista temporal en el siglo XV, bajo los Ming.

     Xu Fuyuan es el único que menciona las grandes hazañas del general Zhao Tuo (o Triêu Da, m. en 137 a.C.), llamado también Wei Tuo o �Virrey Tuo� que, después de haber pacificado las poblaciones del sur, se proclamó rey del Nanyue (o Nam Viêt)(373), a la caída de la dinastía de los Qin (206), y estableció la capital en Panyu (cerca de la actual Cantón) pero que, en el 196 a.C., acabó por reconocer la soberanía de la dinastía Han y fue un vasallo fiel hasta su muerte. Después de haber visitado un templo que se le había dedicado, en un lugar no precisado, pero sin ninguna duda situado en el norte de Vietnam, compuso el poema siguiente, en el que al mismo tiempo rinde homenaje a Lu Jia (c. 228-c. 140 a.C.), el diplomático itinerante que fue a entregar a Zhao Tuo la declaración de lealtad:

                          Hombre valeroso de tiempos pasados,           
Su templo es todavía objeto de un
   culto y se hacen sacrificios en
   honor de su efigie;/
Ha aprovechado la ocasión para separar
   Lingnan del Estado de Qin;/
Cambiando de idea, abrió las fronteras
   y recibió las cartas credenciales
   de los Han./
Entre el verdor de los árboles se
   ocultan los huevos de los
   gorriones,/
El texto de la estela se oscurece,
   apenas distinguimos la base en
   forma de tortuga./
Después de la última misión del
   letrado Lu, entre los que le
visitaban./
�había todavía quién sintiese placer
   en interrogarse sobre el Xinyu(374)? [329]

     Por lo que respecta al héroe de la pacificación bajo los Han, el general Ma Yuan (14 a.C.-49 d.C.), cuyo nombre mencionó anteriormente Pan Dinggui, está presente constantemente en el ánimo de nuestros viajeros. Ha quedado como aquél que supo erigir las columnas de bronce que �se levantan entre la civilización y la barbarie en el lugar donde se autorizan ciertas relaciones entre los dos mundos de esencia diferente (...); disciplinan a los habitantes y a los dioses de los territorios extranjeros�(375). Esta es sin duda la razón por la que nuestros viajeros se consuelan al llegar a Vietnam, al recordar las famosas columnas. Xu Fuyuan, en un poema dedicado a Ma Yuan, se refiere tanto a las columnas, como si las hubiese visto realmente(376), como al culto al pacificador:

                       Las columnas de bronce, vestigios           
   sagrados antiguos, están allí,/
Los jefes de los bárbaros man y yi han
   huido todos con gran prisa./
Hasta nuestros días se venera a Ma
   Yuan junto al río;/
Todos los días, los bateleros hacen
   ofrendas de lirios perfumados(377).

     Dashan, al llegar a la costa de Quang Nam(378), compone un poema que muestra al mismo tiempo una escena apacible en medio de poblaciones bárbaras y, confusamente, la visión de las famosas columnas:

                          Las frías lluvias de los vastos           
   océanos se ensañaban
   violentamente con nuestras velas,/
Nos acercamos a la costa, es el
   comienzo de la primavera y todos
   llevan ropa de verano./
En el mercado, no hay más que rumor de
   cantos bárbaros./ [330]
En los almacenes, risas armoniosas y
   palabras masculladas;/
Soldados extranjeros se han reunido en
   la arena a lo largo de mil li./
El enviado del rey trae una carta./
Se sabe desde la antigüedad que en el
   sureste faltan tierras,/
Sin embargo, en el crepúsculo, hay
   muchas montañas que destacan.
Se percibe Culao (Goulou) y su terraza
   de cinabrio enfriado(379),/
Las columnas de bronce dividen los
   cañaverales(380) y separan las curvas de
   las aguas;/
Las gentes parecen tener un aspecto
   nuevo,/
Es que sus ropas son como las de
   antaño(381).

     Ma Yitan, a quien las gentes del lugar preferían llamar Bentou gong, es decir �el Señor del lugar�, aparece al menos seis veces en su narración, tras su marcha de Cantón(382). Unas veces se muestra amenazador, otras apacible. La mención más larga es aquella en la que se trata del culto que se le rinde en Culao Cham, donde Dashan va a invocarlo para obtener un viento favorable en su vuelta a China. Es en este momento cuando descubre, en la pared interior, un [331] poema escritos por Xu Fuyuan unos cuarenta años antes(383) y escribe, a continuación, una respuesta:

                          Rumor de movimiento de olas, rocas           
   escarpadas,/
El espíritu del general han se venera
   en Biyan./
Desde hace tiempo separa las cañas en
   el este, en dirección del agua,/
Hasta hoy, la travesía se hace
   viniendo del norte;/
En tres ocasiones sus admoniciones
   nos han llegado en sueños,/
Para anunciar mi vuelta retardada, yo
   escribo una carta./
Su poder mágico es antiguo, su efigie
   sigue allí,/
Viento de otoño, día que se acaba, él
   vigila sobre el Annam(384).

     Esta necesidad de tener seguridad al llegar a un país que se había convertido en extranjero, haciendo un llamamiento a la intercesión de Ma Yuan, se podía encontrar entonces en todos los niveles de la sociedad china. Los emisarios oficiales no eran excepción. Cuando la delegación encabezada por Li Xiangen llegó a la altura del Paso de los Fantasmas (Guimen guan)(385) se detuvo también para ofrecer un sacrificio a Ma Yuan. El texto no especifica si había un templo dedicado a Ma Yuan, pero hay muchas razones para creerlo así(386). �Nosotros honramos al general Ma dominador de las olas de la dinastía Han, presentando un texto para el sacrificio y también ofrendas de carne de cerdo, de camero, vino y otras cosas más; era una vieja costumbre.�(387) [332]

     Podemos ver, a través de estas observaciones que para nuestros viajeros chinos Vietnam no se percibía fuera de los lazos históricos que, a lo largo del tiempo, se habían establecido con China, y que esta visión, más o menos consciente, es la que proyectaban sobre el presente.



Vietnam y el �Orden chino�

     La proclamación de un principado independiente, en el sur, por parte de Nguyên Hoang ya en 1600 y la negativa de su hijo y sucesor, Nguyên Phuc Nguyên, a pagar el tributo a los Trinh(388), que administraban el norte en nombre de los Lé, no fueron aceptados nunca por la corte de los Ming. Ésta ignoró al nuevo Estado, pese al comercio que realizaban sus mercaderes. Esta actitud continuó bajo los Ming del Sur.

     También Zhu Shunshui se niega a inclinarse cuando se halla ante el príncipe Nguyên Phuc Tân (1648-87). La historia de las actividades ultramarinas de Zhu Shunshui sigue siendo bastante oscura. Según Chen Chingho, habría ido seis veces a Faifo(389) entre 1646 y 1654; las tres primeras, para apoyar la política de los Ming del sur, y las tres últimas para hacer negocios en beneficio de Japón, aunque trabajaba ya secretamente, parece ser, para Nguyên Phuc Tân(390). En el curso de su último viaje (1654-1658), fue capturado en Faifo, en 1657 (donde poseía una residencia, cerca del puente japonés), por los soldados del príncipe Nguyên y llevado por la fuerza a Ngoai Dinh Cat (en las proximidades de la actual ciudad de Quang Tri) donde entonces se hallaba Nguyên Phuc Tân. La intención de este último era conseguir letrados chinos para redactar la correspondencia con los señores Trinh, con los cuales seguía estando en guerra. Después de un viaje con escolta, durante el cual Zhu discutió amablemente con los distintos funcionarios que llegaron hasta él, respondiendo con muchos detalles a las preguntas que se le hacían sobre el significado de los diferentes términos chinos y sobre el reclutamiento de letrados, llegó muy inquieto al campamento del príncipe. Escribió una carta al encargado de los chinos, chino él mismo, para hablarle de su intención de no prosternarse ante el príncipe, aunque no pretendía insultarlo. El otro le respondió que �si quería morir, entonces podía no inclinarse�. [333]

     Luego se los convocó a una audiencia. Y se produjo una larga querella de rituales. Al no haber saludado como debía hacer un súbdito, un encargado se acercó a Zhu y trazó en la arena el carácter bai (�prosternaos�), pero Zhu se limitó a añadir la negación bu. Se hizo llegar hasta él a un médico originario de su región (a la sazón al servicio del príncipe) para que lo convenciese. Irritado, Zhu exclamó: �Cuando abandoné Faifo el otro día me despedí de mis amigos para siempre, y no voy a cambiar de idea por haber venido aquí; moriré respetando los ritos y entraré en la tierra sonriendo. No sé para qué sirve seguir discutiendo.(391)� A esto siguió un forcejeo que duró unos diez días, durante los cuales el príncipe envió a varias personalidades para convencer a Zhu. y trató de intimidarlo haciendo ejecutar y, literalmente, �despedazar� a un condenado al lado de su residencia para aterrorizarlo y forzarlo a entrar a su servicio. Pero Zhu concluyó diciendo: �El príncipe no conoce la gran rectitud (dayi), pero quiere cuidar su fama, y no le era fácil mandar que me ejecutasen arbitrariamente si ello no le iba a proporcionar algo de gloria.(392)� Zhu, cumplió su servicio temporal en la corte de los Nguyên y, llegado el momento, escribió una carta al príncipe, pidiéndole poder retirarse, lo que se le concedió. Durante este tiempo, dialogó con afabilidad con todos los vietnamitas que iban a verlo para hacerle preguntas, aunque siempre con cierta suficiencia. Y es que tenía la impresión de estar en un mundo chino pero sin estar realmente en él: �Es un pequeño país, pero es arrogante, el estudio es superficial y el saber mediocre; todo lo más puede rivalizar en talento con el Estado de Yelang(393); así que contempla el mundo desde el fondo de un pozo. Quiere dominar, pero teme perder su renombre; quiere ser agradable, pero en su fuero interno siente mostrarse conciliador; de buena gana echa a perder a los hombres, �es esto conocer los ritos y los letrados?�(394) Pese a sus desventuras y a su severa opinión Zhu permaneció en Faifo hasta 1658 para acabar en Japón, donde fue naturalizado al año siguiente(395).

     Sabemos bastante menos sobre la misión de Xu Fuyuan entre los Trinh. Según una fuente, se habría llevado a cabo en 1658, después de que su barco [334] se hubo extraviado(396), según otra, en 1651(397). Con todo, se conserva una carta escrita por Xu y, al parecer, destinada al soberano Lê en la que explica que al estar todavía al servicio de la dinastía Ming con la que los soberanos de Vietnam mantuvieron relaciones, codificadas por la etiqueta, durante más de doscientos años, no comprende por qué se pidió a los últimos emisarios que se prosternasen, dado que son siempre funcionarios Ming. La corte vietnamita no cedió, pero Xu y sus dos compañeros pudieron, aun así, abandonar el país sin ser humillados. Xu no intentó profundizar en la interpretación de la actitud de la corte Lê que actuaba de este modo porque sabía que los Ming se habían debilitado mucho, pero también porque no quería indisponer a los nuevos amos de China con los que tendría que vérselas.

     De hecho, algunos años más tarde, los Qing entraron en negociaciones con los Lê, con el fin de restaurar, en su beneficio, el procedimiento de investidura de los soberanos vietnamitas y la presentación del tributo. El emisario, Li Xiangen, que fue enviado en 1668 para arbitrar en nombre del emperador el contencioso entre Mae Nguyên Thanh y la corte Lê preparó, desde su llegada a la capital, el protocolo de la recepción. Una vez fijada la fecha del encuentro, los enviados �hicieron una copia de los estatutos del imperio e informaron a la parte vietnamita sobre cómo debía realizarse la recepción, la apertura y la lectura de la carta y los ketou, o prosternaciones, todo ello dado bajo la forma de una notificación a un país vasallo�(398). La víspera de la recepción, los maestros de ceremonias vietnamitas vinieron de nuevo a encontrarse con los emisarios de los Qing y anunciaron que, según el antiguo ritual, debían ejecutarse cinco ketou; la parte china replicó que, de acuerdo con las reglas de su Estado, los vietnamitas debían realizar tres genuflexiones y no menos de nueve ketou. Y Li Xiangen reproduce una frase de estilo directo que se supone que fue dirigida a los maestros de ceremonia: �En un tiempo en el que vuestro país ha quedado sometido al Gran Estado Qing, �cómo osaría no cumplir sus deberes?�

     El día de la recepción comenzaron de nuevo las dificultades; el rey se negó a salir de sus apartamentos para recibir a los emisarios por temor, como dijo Li Xiangen, o quizá, también, para mostrar su descontento. Finalmente, el rey no llevó a cabo el ketou como le había sido pedido. Por fin, todos los asistentes hubieron de arrodillarse para escuchar la lectura del escrito imperial, lo que irritó a los vietnamitas que gozaban del derecho de permanecer de pie cuando [335] se leía un texto proveniente de su rey. Asimismo, hablaron en su lengua durante todo el tiempo que duró la lectura. Cuando ésta terminó, tomó la palabra Li Xiangen, y dijo: �Nosotros hemos viajado al extranjero por orden del Hijo del Cielo. Que las gentes de vuestro país obtengan la posibilidad de vernos es algo excepcional. �Por qué, entonces, tal descortesía, como sucede entre los hombres de las estepas?�(399) El rey puso todavía dificultades para cumplir los dos últimos ketou. Una vez que se llevó a cabo la ceremonia del té, Li Xiangen se acercó al rey y con muy poca cortesía le dijo, al parecer: �Si el emperador nos ha enviado a los dos aquí, como dignatarios encargados de una misión, ha sido a petición de los dioses de vuestro país y de la población. �Leed detalladamente el escrito imperial! No será suficiente una hora para comprenderlo bien. Nosotros queremos volver a nuestra residencia para esperar.�(400) Si el emisario Li se expresó realmente así, entonces el rey Lê tenía motivos para estar furioso, tanto más que el Emperador le pedía que restituyese a Mac Nguyên Thanh los territorios que le había tomado tiempo atrás...

     Vemos, pues, que la proyección de cierto �Orden chino�, derivase éste de los delegados de los Ming o de los delegados de los Qing, hacía que, en realidad, el diálogo fuese extremadamente difícil. Pan Dinggui no difiere en este punto. Así juzga la situación política del Vietnam de su tiempo: �Resumiendo, antes de que China hubiese abandonado este país, formaba un territorio muy vasto. Después de nuestro desistimiento, en los comienzos de la dinastía Ming(401), más de diez prefecturas o subprefecturas fueron abandonadas por los Trinh, que se habían apoderado del poder, en manos de uno de sus parientes cuyo apellido era Muc(402), para que las custodiase. Más adelante, esta región fue escindida del resto del reino y se la denominó Quang Nam. Ambos Estados están en guerra desde hace años. Aunque reciben ambos el calendario del mismo soberano, han fijado entre ellos una frontera (...). Su frontera común se halla a orillas del mar, en un lugar vigilado por numerosas tropas. El territorio del Quang Nam es poco extenso, su población es poco considerable, pero sus tropas son fuertes. El Annam, en cambio, ocupa un vasto territorio, contiene una numerosa población y tropas de mala calidad. Así, pues, ambos adversarios pudieron continuar la lucha con gran mortandad, sin que ninguno de ellos haya derrotado al otro.�(403) [336]

     Fue este análisis el que lo llevó a la conclusión de que China se equivocó al �abandonar� este territorio(404); estamos todavía lejos de la época de las expediciones de Qianlong pero, aun así, nos dice: �No hay nada bajo el cielo que no pertenezca a los dominios del emperador [de China]. Después de los Zhou y los Qin, durante un millar y varios cientos de años, todas estas regiones han formado parte de China. Bajo los Ming las hemos abandonado. Se ha dicho, en verdad, que un �príncipe lleno de grandeza había dictado esta concesión voluntaria�: pero ésta no era, a pesar de todo, una buena política�(405) Era diferente, en cambio, la visión de su contemporáneo, el monje Dashan, como ahora veremos.



Dashan y el Sur profundo

     En su lucha para establecer un principado independiente, los Señores del Sur -en realidad ellos se llamaban �reyes�- recurrieron al budismo como cemento ideológico. Nguyên Hoang hizo construir el Thiên Mu Tu, �Templo de la Dama Celeste�, en 1601, al pie de una curva del Río Perfumado, un poco más arriba de la actual Hué(406). Este templo siguió siendo, bajo sus sucesores, algo así como el símbolo de la voluntad de independencia y en 1665 Nguyên Phuc Tân lo restauró, y otro tanto hizo en 1714 Bguyên Phuc Châu. Fue este último �rey� quien en 1694 hizo llamar a Dashan que se encontraba en un templo cerca de Cantón. Esto es, al menos, el modo en que nuestro autor presenta las cosas al comienzo de su narración(407). La intención de Nguyên Phuc Châu [337] era poder recurrir a monjes chinos para restablecer el orden en la religión y ayudarlo a consolidar su poder.

     El mismo Dashan nos dice, poco después de llegar a Hué y de instalarse en el templo Thiên Lâm Tu(408), que la religión se hallaba en un estado de gran confusión debido a que muchos hombres se refugiaban en los templos para huir del reclutamiento militar: �Los padres temen el reclutamiento para el ejército, y envían a sus hijos jóvenes a hacerse bonzos y muchos, de este modo, pueden escapar. Por eso los monjes son muy numerosos y la ley búdica está en desorden. No sólo estos monjes no han oído hablar nunca de la escuela de dhyana (chan), sino que incluso relegan a los estantes las obras de disciplina (lü) y de filosofía (lun), de modo que las costumbres de los que tienen el hábito cuadrado y la cabeza redonda es peor que el de las gentes del común.�(409)

     Dashan no alude en absoluto a sus relaciones con los bonzos del lugar, como tampoco con los del templo del que llegó a ser abad, ni con los monjes de su séquito que llegaron unos meses más tarde en otro barco. Parece ser que se muestra más deseoso de hablar de sus buenas relaciones con el joven rey y su círculo. Supo hacerse rápidamente con la amistad y el respeto del primero y se convirtió en su consejero religioso e incluso político.

     Resulta interesante comparar el recuerdo de su primer encuentro con el de Zhu Shunshui con el abuelo de Nguyên Phuc Châu. En esta ocasión ya no se trata de prosternación, de un lado ni del otro. Dashan es un hombre venerable de edad avanzada(410) y el rey tiene exactamente veinte años y se porta como si fuese su discípulo. El primero llega en palanquín hasta el palacio y el segundo espera en la escalinata del este: �Nuestro primer encuentro fue como si fuésemos viejos amigos; el rey me llevó al interior del palacio; había efigies majestuosas, gallardetes, y un �pez de madera�(411), como en los monasterios; dije yo entonces: �Su Majestad no desdeña las cosas antiguas.� El rey me miró riéndose. Hice mis devociones ante Buda y el rey golpeó el pez de madera y encendió el incienso (...)�(412) Una vez finalizada la ceremonia religiosa, el rey hizo sentar a Dashan y le dijo: �Yo, vuestro discípulo, soy gran admirador de vuestro saber, y pese a vuestra edad, estoy muy satisfecho que no me hayáis ignorado y estoy deseoso de recibir vuestras enseñanzas y tener la posibilidad de seguir la recta vía.�(413)

     Dashan se mostró emocionado por el fervor y la sinceridad del rey pero, al mismo tiempo, no por ello dejaba de ver la dureza del régimen debida, en parte, a que Nguyên Phuc Châu estaba continuamente en guerra. Cuando el rey mandó construir, para él y sus seguidores, cerca del Thiên Lâm Tu, una residencia y un almacén (sin duda para los numerosos productos que había traído de China), quedó sorprendido al ver que todos los obreros eran militares, lo que permitió terminar el trabajo en tres días. Intrigado, preguntó a la gente y le explicaron que todos los hombres en edad laboral estaban en el ejército y que en las aldeas sólo quedaban los niños, los viejos y las mujeres: �Todos los años, en el tercero o cuarto mes, el ejército va por los campos a reclutar a todos los hombres de más de diez y seis años y robustos; los atan a una especie de cangas de bambú que se parecen a escaleras, aunque más estrechas. A los que se enrolan voluntariamente se les enseña un oficio. Cuando terminan, se los distribuye en los barcos de guerra para que se adiestren; cuando es necesario combaten, y el resto del tiempo se los emplea en la administración. No se les permite volver a su aldea para visitar a sus allegados, a sus mujeres y a sus hijos hasta que no han cumplido la edad de sesenta años.�(414)

     Veinte días después de su llegada, cuando Dashan ha visto al rey sólo tres veces, y aprovechando la ocasión de que los Señores del sur se han separado de Annam(415), se arriesga a sugerirle varios consejos, con mucha cortesía, en cuatro puntos, referentes al modo de dirigir su Estado. En primer lugar, propone [339] que se lleve el tributo a los Qing para que se lo reconozca. Para ello sugiere despachar un emisario al Guangdong y luego enviar el tributo con una carta en la que se pide la investidura de �rey�(416), lo que tendría la ventaja de aumentar su poder, es decir, de ser temido por los Estados vecinos, o, dicho de otra manera, hacer que se plieguen sin tener que utilizar las armas. Luego Dashan, siempre preocupado por la pesadez del sistema militar, avanza la idea de que habría que mejorar las técnicas de protección de las fronteras con el fin de reducir el número de soldados. Invita al rey a tratar a los soldados con más compasión y en particular a dejarlos volver con sus familias con mayor frecuencia, lo que no haría sino aumentar su valentía y su lealtad. Finalmente, opina que habría que crear escuelas para desarrollar mejor los talentos, difundir la cultura china clásica, venerar a Confucio, crear bibliotecas, y contratar a profesores competentes y ello con la finalidad de �hacer que la nación sea cada vez más civilizada�(417).

     Cuando estaba a punto de terminar su estancia, llegó incluso a redactar reglas administrativas, en diez y ocho puntos, exhortándolo a que tuviese cada vez más compasión hacia los soldados, más amor hacia el pueblo, a que facilitase el comercio y enriqueciese al país(418). Nguyên Phuc Châu acogió muy bien el proyecto, diciendo, al parecer: �La ley y la conducta del pueblo de mi país no siguen generalmente los grandes principios; hoy me habéis gratificado con diez y ocho reglas que se basan en los ritos y las leyes de la China; hay que grabarlas en paneles y colocarlas delante de los edificios de la administración con el fin de que el pueblo y los soldados que están educados se informen.�(419) Dashan había quedado muy impresionado por el modo, que consideraba cruel, en que el rey hacía ejecutar a los condenados a muerte, es decir, por medio de un elefante que �los lanzaba al aire, luego levantaba las defensas, sobre las que caían, agujereándose el vientre y el pecho, de tal manera que poco después las víctimas estaban hechas pedazos�. Por eso le pidió que aboliese este castigo(420).

     Paralelamente Dashan, asistido por los demás monjes que se habían reunido con él, llevó a cabo largas sesiones de educación religiosa, a las que asistieron unos mil cuatrocientos novicios llegados de todos los rincones del país. El día de la ordenación estaba presente Nguyên Phuc Châu(421). Con ocasión de [340] otra ceremonia reservada a la familia real, Nguyên Phuc Châu recibió la ordenación de Dashan. Tomó el nombre de religión de Huonglong, y fue consagrado monje de la trigésima generación de la rama principal de la secta Caodong(422); Dashan pertenecía a la vigésimo novena. Nguyên Phuc Châu estimaba tanto a Dashan que, cuando éste hubo de posponer su vuelta a la espera del monzón, lo invitó a residir en el �Templo de la Dama Celeste� en el que se hallaba su pabellón de pesca(423). En recuerdo de esta feliz colaboración se sigue rindiendo culto, hasta hoy día, a la tablilla de Dashan(424).

     Vemos, pues, que, junto a su vocación religiosa, Dashan tenía un sentido de la política y de la administración extraordinariamente sólido y que su preocupación primera fue, ni más ni menos, la de ayudar a Nguyên Phuc Châu a introducir el Quang Nam en el orden chino. Al parecer el rey siguió sus consejos y en 1702 despachó a Cantón a dos chinos que llevaban regalos y una carta en la que pedía que la corte de los Qing le confirmase en su cargo, pero quedó sin respuesta(425).

     Pero, dejando a un lado la política, �cómo veían nuestros viajeros a la sociedad vietnamita?



�Mundo sinizado o mundo bárbaro?

     Para quienes viajaban por el norte de Vietnam el paisaje no era demasiado diferente al de la China meridional y Xu Fuyuan escribió incluso un poema para decir cómo la región se parecía a la de Jiangnan, su país natal:

                       Ríos sinuosos, extensiones de           
   arrozales,/
Después de las olas, es un buen lugar
   para acercar el barco a la orilla,/ [341]
Este paisaje se parece confusamente al
   del Jiangnan,/
Wuhui(426) y el Jiaozhou comparten el
   mismo cielo,/
Se plantan bambúes, se recolectan
   moras para alimentar a la
descendencia,/
Por doquier las muchachas están
   sentadas delante de la puerta del
   mercado,/
Si se cruzan con un huésped extranjero
   en su camino, le sonríen,/
�Para qué preguntar en el vado donde
   está la Arcadia(427)?/
Llevados por el viento, las altas
   velas penetran entre las parcelas
   verdes,/
Las aguas de la primavera suben sin
   más y no podemos extraviamos,/
Las mujeres indígenas posan su mirada
   sobre los viandantes que no conocen,/
Y sus risas ruidosas llenan el río
ante nosotros(428).

     Pero tampoco Dashan está completamente desorientado y, una vez pasados los primeros temores, y dejando a un lado los elefantes(429) y se siente casi tan a gusto como en su tierra, y se deja llevar por el ensueño al oír salmodiar a los monjes del Thiên Lâm Tu:

                          El Thiên Lâm Tu se levanta majestuoso           
   cerca del puente de madera./
Un pequeño sendero sombrío va
   perpendicularmente hacia las
   colinas,/
Pasan unos elefantes, caminando sobre [342]
   la vegetación perfumada, como si la
   apartasen./
Unos pájaros, con flores en sus picos,
   se abaten sobre las piedras del
   río,/
Los monjes yacen a la sombra de los
   biluo(430);/
El rumor de la recitación de los rezos
   disipa la tristeza del extranjero./
No le preguntéis sobre los cambios del
   mundo pasado y presente,/
Él se encuentra en un universo sereno
   y goza de la vida(431).

     Algunos meses más tarde, mientras está residiendo en el Templo de la Dama Celeste, asimila la colina sobre la que está construido a su homólogo del Zhejiang, el Tianmushan, y se pregunta si no ha sido el primero el que ha inspirado al poeta Li Bai (701-762) de los Tang su famosa balada �Paseo en sueños a la Montaña Tianmu�:

                          El Palacio de Brahma(432) lo fundaron los           
   reyes Nguyên,/
Delante del pabellón de jade de
   puertas bermellón crece musgo verde,
De la gloria de una dinastía no quedan
   sino hierbas y árboles(433);/
Las antiguas lluvias de flores se han
   cristalizado en la terraza
   perfumada./
Delante del patio, las nubes se
   mezclan al agua y a las montañas,/
Más allá de las columnas, las velas
   van y vienen,/
Me pregunto si la narración en verso
   del inmortal caído(434),/
No es, más bien, el fruto de un paseo
   en sueños aquí(435). [343]

     Cuando se trata de la sociedad, nuestros viajeros se encuentran cómodos junto a los letrados. Sin duda, encuentran dificultades para comunicarse oralmente. Li Xiangen y Dashan se quejan de sus intérpretes(436) y suelen preferir poner sobre el papel lo que tienen que decir, en vez de recurrir a sus servicios. Si Li Xiangen dice que los vietnamitas no utilizan los caracteres nôm en sus escritos oficiales(437), Zhu Shunshui, en cambio, observa que en la carta que le escribió el rey había numerosos caracteres locales y hubo de leerla varias veces para captar el sentido(438).

     Pan Dinggui, por su lado, se interesó por la caligrafía de los letrados vietnamitas y hace muy interesantes observaciones: �Para la caligrafía, los vietnamitas han adoptado las formas habituales bajo los Song. Los puntos y los trazos de que se componen los caracteres los trazan todos del mismo modo, en toda la extensión del reino. No hay diferencia entre los más bellos y los menos bellos. He buscado la causa de este hecho en mis charlas con los letrados, los mandarines y las gentes del país; resumiendo, cuando los chinos aprenden a escribir estudian la estructura de cada carácter en su conjunto; los vietnamitas, por el contrario, descomponen este carácter en sus puntos y trazos constitutivos; hacen así que estos materiales sean todos parecidos, tras lo cual los agrupan para formar los caracteres. He ahí un procedimiento distinto.� Además Pan observa con mucho acierto que no hay silla ni mesa, lo que cambia completamente los gestos del cuerpos(439): �Cuando escriben, están sentados en el suelo en una estera y, sin que sus muñecas reposen en absoluto en la estera, sujetan con la mano izquierda el papel, mientras que con la derecha manejan el pincel. Con ocasión de los grandes exámenes de la corte, y aun cuando deben escribir caracteres finos y regulares, no por ello dejan de escribir de esa manera, y la dificultad es así realmente grande�(440)

     Li Xiangen observa que los vietnamitas leen mucho, conocen bien los caracteres, pero se interesan sobre todo por las historias sobrenaturales; que no tienen tradición de enseñanza y que su formación no es muy sólida(441). Zhu Shunshui y Pan Dinggui se muestran menos severos en sus opiniones, pues han [344] encontrado letrados que se dedican al estudio y que poseen bibliotecas ricas en textos clásicos(442).

     Los numerosos intercambio de cartas prueban que letrados vietnamitas y chinos compartían un saber común y podían comunicarse en profundidad. Con todo, la comunicación cultural disminuía a medida que se descendía en la jerarquía social; por esto Dashan dice, aludiendo a los monjes con los que vivió poco después de su llegada: �Sentados o tumbados, los hombres son semejantes, pero sus pensamientos difieren.�(443)

     El desfase cultural se hacía más profundo cuando se pasaba del mundo de los hombres al de las mujeres. Dejando a un lado a Zhu Shunshui, que no comenta el problema, todos los demás viajeros son unánimes en constatar la situación, para ellos extraordinaria, de las mujeres vietnamitas. Lo que asombraba inmediatamente a los viajeros chinos es el lugar que ocupaban las mujeres en la vida pública. Su presencia en la calle, en los caminos, les parecía tan extraña que Xu Fuyuan y Dashan aluden a este hecho en sus poesías, éste último varías veces(444). Mientras se dirige en barco al palacio observa: �En las dos orillas hay más mujeres que hombres circulando.�(445) Y no menos sorprendente para ellos es que las mujeres dominaban el comercio. Pan Dinggui observa respecto al mercado de Dinh-dâu: �Cuando llega la época en la que se celebra este mercado, se reúnen miles de mujeres indígenas para comerciar.� Un poco más adelante generaliza: �El comercio lo realizan siempre las mujeres, incluso las esposas de los mandarines, que no temen rebajarse por ello.�(446) Dashan llega a conclusiones semejantes: �En los mercados el comercio está completamente en manos de las mujeres� y algo más adelante dice, respecto a los chinos establecidos en Faifo: �Por esto deben casarse con una vietnamita para facilitar el negocio.�(447) En otro lugar se arriesga incluso a explicar que las mujeres son más inteligentes que los hombres debido al clima(448); pero, en seguida, al igual que Li Xiangen y Pan Dinggui, condena esta extraordinaria libertad del género femenino. [346]

     Si Li Xiangen se limita a decir que, en general, las costumbres de los vietnamitas son depravadas y que no conocen la vergüenza(449), Pan Dinggui atribuye estas características sólo al género femenino: �Las mujeres llevan a cabo, en su mayoría, uniones libres y no conocen el pudor ni la moral, que decreta la separación de sexos.�(450) Por lo que respecta a Dashan, trata de dar una explicación de esta situación. Al referirse a los textos de más antigüedad, dice que los hombres deben dirigir lo exterior y las mujeres lo interior, que el marido es el pilar y la esposa y las concubinas deben someterse, y no sólo porque el yang tenga una posición más elevada que el yin, sino también para proteger al mundo de las mujeres. Ahora bien, prosigue, en el Dayue sucede lo contrario y los padres y amos no ven en ello nada de malo, �Por qué estos desórdenes? Porque, según él, �éstos no han recibido la educación de los sabios, lo que les habría permitido hacerlos desaparecer�. Y para que el lector calibre mejor el desfase cultural, hay que seguir la argumentación de una breve observación sobre una dama china ejemplar que residía en Quang Nam y a la que dedica un poema(451). Se ve en todas partes, en la mirada de los viajeros, y sobre todo en Dashan, la preocupación de aculturar y de hacer que las poblaciones de la periferia entren en el mundo chino.



Conclusión

     Así, pues, para nuestros viajeros, Vietnam ha participado siempre del mundo chino, unas veces como parte integrante del territorio, lo que, con mucho, les parecía la major solución, otras por haber reconocido una relación de lealtad y aceptado cierto número de contactos regulados por el ritual. Nuestros autores no se plantean demasiados problemas respecto a las poblaciones de Vietnam ni a las relaciones de éstas con los han. Con todo, Pan Dinggui dice que los señores Trinh, que administraban el norte de Vietnam, eran de origen chino: �Al preguntar yo a algunos indígenas, me dijeron que la familia Trinh había sido china en otra época, que durante varias generaciones había habitado en la provincia de Thanh Hoa y más tarde se había adueñado del reino�(452) Por lo que respecta a Dashan, parece ser que se pronuncia por la idea de que los Nguyên [346] eran también de origen chino. A punto de abandonar el Quang Nam, ofrece a Nguyên Phuc Châu un sello en el que ha hecho grabar los diez caracteres siguientes: Xiri Zhonghua seng, jinchao Nangguozhu, es decir, �Antaño monje chino, hoy jefe del Reino del Sur�(453). Pero no son tanto los lazos étnicos como una visión sinocéntrica del mundo la que hace que nuestros viajeros no puedan concebir al Vietnam si no es perteneciendo al espacio del imperio, como nos mostró claramente Zhu Shunshui por su comparación con el antiguo Estado de Yelang.

     Si a nuestros viajeros les gustaba el exotismo, era sólo durante un instante, durante el tiempo que se empleaba en escribir una poesía, o de apreciar un paisaje o un espectáculo, y en seguida las categorías chinas volvían a imponerse a sus sentimientos. Esta preocupación de �educar� a las poblaciones que, en fin de cuentas, forman parte, para ellos, del mundo chino, la hallamos en todos nuestros viajeros, con la única diferencia que establece una mayor o menor intensidad. Lo que resulta más sorprendente es que el monje Dashan, que había sabido tomarse amplias libertades, se haya mostrado en cambio tan exigente hacia los demás. Es interesante comparar esta voluntad de transformar a las sociedades bárbaras, criticando la educación de las mujeres, con el proyecto del emperador Yongle, de los Ming, con ocasión de las expediciones marítimas de Zheng He, de hacer distribuir unos diez mil ejemplares de los Lienü zhuan o �Biografías de mujeres ejemplares�. Vemos que esta voluntad de �transformar por la cultura� había atravesado el cambio de dinastía sin ningún problema, y que no era exclusiva sólo de la clase dirigente sino que, al contrario, se hallaba difundida en la sociedad y que un monje como Dashan estaba tan impregnado de ella como los laicos(454). [347]



Léxico

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     [Traducción del francés: C.A. Caranci] [350]

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