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Pintores jesuitas en la Corte china (siglos XVII y XVIII)

Agustín Muñoz Vidal

Grupo de Investigación ASIA

Universidad Complutense



     La presencia de los misioneros jesuitas en China durante los siglos XVII y XVIII ha sido objeto de gran atención por parte de la historiografía contemporánea desde diversos puntos de vista. De esta forma, se ha analizado con profusión la labor realizada en el Celeste Imperio por los jesuitas en su faceta de matemáticos, cartógrafos, astrónomos, diplomáticos, intérpretes, traductores y, claro está, como misioneros, durante el gobierno de los tres grandes emperadores Qing: Kangxi (1662-1722), Yongzbeng (1723-1735) y Qianlong (1711-1799).

     Sin embargo, la importancia que, para la Historia del Arte, tuvieron los jesuitas que visitaron China, no ha originado las investigaciones que serían necesarias para una adecuada comprensión del mecenazgo artístico en la corte china durante este período. El propósito de este artículo es analizar los aspectos más relevantes en relación con la actividad artística de estos misioneros.



EL SIGLO XVII: SE DESPIERTA EL INTERÉS EN LA CORTE

     Francisco Javier, el primer misionero jesuita en Extremo Oriente aconsejaba, en una carta de 1552 a sus superiores en Europa, que los misioneros jesuitas en aquellas tierras, además de que �supiesen alguna cosa de la esfera, porque huelgan en grande manera los gipones en saber los movimientos del cielo, los eclipses de sol, menguar y crecer la luna; cómo se engendra el agua de la lluvia, la nieve y la piedra, relámpagos, cometas y otras cosas ansí naturales�, que también, para ganarse el respeto y la admiración de los soberanos asiáticos, �sería bueno que fuesen buenos artistas (134)�. Esta referencia es sumamente importante, ya que Francisco Javier fue el precursor de muchas de las estrategias puestas en práctica posteriormente por la Compañía de Jesús en China. [86]

     La formación artística fue un aspecto que no se tuvo en cuenta durante muchos años por parte de la Compañía de Jesús en el criterio de selección de los misioneros destinados a Extremo Oriente. Así, por ejemplo, Matteo Ricci en una carta de 1605 sólo pedía que se mandase a la misión china desde Europa a un buen matemático o astrónomo para la corrección del calendario.

     Por ello la actividad pictórica de los jesuitas en el siglo XVII se limitó prácticamente a los trabajos realizados por el japonés Japoco Niva (1579-1635) y el pintor chino, Yu Wenhui (1572-1630), bautizado como Manciel Pereira, ambos Jesuitas y formados en la academia que el italiano Giovanni Niccoló (1560-1626) tenía en Japón.

     Japoco Niva, hijo de un japonés y de una china, llegó a Pekín en 1602, donde trabajó en secreto con dos pintores chinos cristianos, puede que con la intención de no despertar el interés del emperador Wanli (1573-1620) y de los grandes letrados, para de esta forma no verse obligado a quedarse en la capital. Yu Wetihui, que había sido enviado a Japón para formarse como pintor con Niccolò, volvió a la capital china en 1605 y pintó el retrato de Matteo Ricci, hoy conservado en el Istituto Storico de la Compañía de Jesús en Roma, siendo éste probablemente el primer ejemplo de una obra de estilo europeo realizado por un pintor chino (135).

     Las enseñanzas de estos dos artistas en la corte china fueron continuadas por un jesuita italiano que llegó a la corte en 1648: el padre Luigi Buglio (1606-1682). La estancia de Buglio en Pekín, junto con el escaso interés que mostró por el arte Shunzi (1644-1661), el primer emperador Qing, que gustaba más de los conocimientos de los jesuitas astrónomos y matemáticos, hizo que no fuera necesaria la presencia de un artista jesuita en palacio. Sin embargo, el afán en la adquisición de nuevos conocimientos por parte de Kangxi, el emperador que sucedió a Shunzi, cambió radicalmente esta situación a finales del siglo XVII, ya que, en palabras del padre Bouvet (1656-1730), uno de los jesuitas más queridos por Kangxi, �... lo que mas estimaba su Magestad [Kang-XI] en el Mundo era la virtud, después la ciencia, ya habilidad en las Artes (136).� Por ello el emperador Kangxi pidió en 1697 a Bouvet que buscase en Europa misioneros expertos en estas especialidades.

     Es muy posible que el interés de Kangxi por la pintura europea naciera tras contemplar las obras pictóricas, muchas de ellas retratos, que formaban parte de los regalos que llevaban los jesuitas que acudían a la capital china, [87] como ocurrió en el conjunto de regalos que el propio Bouvet ofreció a Kangxi tras su regreso de la misión que le había encargado el gran emperador chino:

                �los colocamos [los presentes] con tan bello orden, que muchos de los principales Señores, que los vieron, sin cansarse de admirarlos, no pudieron menos de confessar, que no havia visto cosa tan rara, y curiosa en aquella Corte. Para considerarlos mas de cerca, y mas despacio, hizo el Emperador, que se los llevassen pieza por pieza: y como su inteligencia es grande en esta especie de obras, conocio mejor que todos el grado de estima, que merecian. Lo que mas golpe le dió, fué la planta del Palacio Real, y sobre todo, el Retrato del Rey, del qual no acertaba á apartar los ojos: como si en la naturalidad, y viveza de los colores, viera todas las maravillas, que nos havia oido contar de nuestro Augusto Monarca (137)�.           

     El carácter realista de los retratos debió ser, por tanto, el principal factor que despertó la curiosidad de Kangxi; muchas obras de este tipo llegaron en estos años a la capital china, como lo prueba la siguiente descripción de una de las dependencias de la iglesia de los jesuitas en Pekín:

                �Se entra en un patio ancho de quarenta pies, y largo de cinquenta: está entre dos grandes quartos bien proporcionados, que son dos grandes salas, á la moda de la China: la una sirve para las Congregaciones, e instrucciones de los Catecumenos: la otra para recibir á las personas, que nos vienen á visitar. En esta ultima se han colocado los retratos del Rey, del Señor Delphin, de los Principes de Francia, del Rey reynante de España, de Rey legitimo de Inglaterra, y de otros muchos Principes, con los instrumentos de Mathematica, y Musica. Tambien están alli los grandes Libros de Estampas magnificas, gravadas en Francia, y publicadas, para dar á conocer á todo el Universo la grandeza de nuestra Corte. Miran todo esto los Chinos con la mayor curiosidad (138)�.           

     Fue entonces cuando el consejo de Francisco Javier empezó a ser puesto en práctica, dando lugar a uno de los fenómenos más sorprendentes de la Historia del arte: la escuela pictórica chino-europea del siglo XVIII.



LOS PINTORES JESUITAS DEL SIGLO XVIII

     Uno de los aspectos técnicos que más asombraron a Kangxi fue la representación tridimensional de la realidad que proporcionaba la perspectiva europea. Ésta debió ser la razón que llevó a la Compañía de Jesús a elegir pintores [88] jesuitas hábiles en esta ciencia. Los primeros artistas que se escogieron dentro de este plan preconcebido fueron el italiano Giovanni Gherardini y el francés Belleville; sin embargo, de éste último pintor no se puede asegurar que fuera un virtuoso en el dominio de la perspectiva, ya que no se ha conservado ninguna obra suya y las referencias documentales de su labor en China son muy escasas.

     Giovanni Gherardini, a pesar de lo que se suele afirmar, no llegó a China en 1700 sino en 1699 (139), ya que ha quedado constancia de que en noviembre de 1699 estaba pintando los frescos ilusionistas de la iglesia jesuítica situada dentro del recinto imperial en Pekín (140), como cuenta uno de sus compañeros:

                �...yà está quasi acabada [la iglesia]. Su entrada es por un gran pòrtico, que està rodeado de galerìas. Luego que sepamos que las Pinturas, en que M. Gherandini, Pintor italiano muy famoso, trabajaba quando salì de Pekin, están concluìdas, y que se haya dedicado publicamente nuestra Iglesia, se hará de ella un plan, y descripcion (141)�.           

     Este dato ha de modificar la autoría de algunas obras con influencia europea, existentes en las colecciones de Pekín y Taipei, erróneamente atribuidas a pintores chinos, ya que bien pudieran ser bien del pintor italiano. La elección de Gherardini no fue equivocada, ya que además de ganarse la admiración de Kangxi, como se verá más adelante, su pintura ilusionista típicamente barroca sorprendió a los chinos que visitaron el templo cristiano, como cuenta el padre Jartoux en su descripción de los frescos del italiano:

                �El cielo está enteramente pintado, y repartido en tres classes. El medio representa un cimborrio, ò media naranja abierta, de grande Architectura. En ella se vèn unas colunas de marmol, que sostienen una fila de bobedas arqueadas, y superadas de una hermosa balaustrada. Las colunas mismas están encaxadas en otra balaustrada de bello dibuxo, con cestones de flores bien ordenadas. Superior à todo se ve al Padre Eterno, sentado en una nube sobre una grupa de Angeles, teniendo un Globo en la mano.

     En vano deciamos à los Chinos, que todo esto está pintado sobre un Plàn unido: no pueden persuadirse, que las colunas no estèn derechas, como lo parecen. Es verdad, que los claros estàn tan bien dispuestos por enmedio de las bovedas arqueadas, y de las balaustradas, que es facil engañarse. Esta pieza es del pincel del señor Gherardíni, Pintor Italiano.

     A los dos lados de la media naranja hay dos ovalos de pintura muy alegre. El Retablo està pintado como el cielo de la Iglesia: sus lados son una continuacion [89] en perspectiva, de la misma Architectura. Es gusto ver à los Chinos abanzarse para registrar esta parte de la Iglesia, que imaginan estàr detràs del Altar: al llegar se paran: buelven atrás, y se adelantan otra vez, alargando las manos para descubrir, si en la realidad topan con los ensalces, ò los lexos, que representan los colores (142)�.

          

     Gherardini enseñó pintura, siguiendo así la labor de Buglio, a varios artistas cortesanos hasta 1704, año en el que abandonó China al no poder resistir la disciplina jesuita. En una carta de otro de los misioneros que trabajaban en la corte, el padre Fontaney, ha dejado constancia de la presencia en 1703 de otro pintor francés:

                �Los Portugueses de Macao se apoderaron de un joven Pintor Francés, que nos traìa nuestras pensiones, con algunos libros, y algunos instrumentos Mathematicos. Pusieronlo preso, y le embiaron a Goa con una Escolta, en donde en breve tiempo murió (143)�.           

     Aunque el nombre de este pintor todavía no es conocido, el viaje de este artista francés demuestra que, para las autoridades de la Compañía de Jesús en Europa, el envío de pintores a China comenzaba a ser un objetivo prioritario.

     La necesidad existente en la corte de pintores jesuitas tras la marcha de Gherardini y el frustrado viaje del citado pintor francés, quedó demostrada en 1711, cuando llegó a la capital china el padre Matteo Ripa (1682-1745), quien fue prácticamente obligado por el emperador Kangxi a ejecutar algunos paisajes chinos al óleo.

     Aunque el emperador quedó satisfecho con los resultados conseguidos por Ripa, la falta de preparación específica del jesuita italiano en el arte pictórico aconsejó el viaje del que se convertiría en el mejor pintor jesuita en la corte imperial: el también italiano Giuseppe Castiglione (1688-1766), que llegó a Pekín en 1715 (144). Castiglione ejerció una gran influencia en las preferencias estéticas de los emperadores y en la pintura cortesana china durante casi cincuenta años, creando una escuela ecléctica, en la que desarrolló un lenguaje pictórico, fruto de la síntesis de los estilos europeo y chino, que enseñó a gran número de pintores cortesanos, como Ding Guanpeng, Qin Kun y Tangdai.

     Giuseppe Castiglione, formado en Italia con Andrea Pozzo, el gran pintor italiano de pintura de quadratura, fue el artista preferido de tres emperadores: [90] Kangxi, Yongzheng y Qianlong. Su trabajo en la corte imperial fue de naturaleza muy diversa. Como pintor ejecutó rollos, gran parte de los cuales se encuentran en el National Palace Museum de Taipei, de temas variados: retratos, flores y pájaros, escenas de caza, caballos, mascotas, paisajes, escenas históricas, etc. También contribuyó a la decoración del fastuoso conjunto de palacios de estilo europeo que él mismo, en colaboración con el padre Michel Benoist (1715-1774), diseñó a partir de 1747: los palacios de estilo europeo del Yuanmingyuan, una de las residencias veraniegas de los emperadores chinos en el siglo XVIII.

     Castiglione, conocido en China por el nombre de Langshining, fue el primer pintor en encontrar la fórmula adecuada para armonizar las técnicas pictóricas chinas y europeas, como se puede apreciar en su Cien caballos en un paisaje (Taipei, National Palace Museum), que pintó para Yongzheng en 1728 o en su Mercado nocturno de Yang-ch'eng (colección privada, Atherton, California) fechado en 1735.

     El enorme éxito conseguido por Castiglione, y el deseo expresado por el emperador Qianlong de tener a otro pintor en la corte, animó a las autoridades de la Compañía de Jesús a mandar a otros artistas: el francés Jean-Denis Attiret (1702-1768) y el alemán Ignatius Sichelbarth (1708-1780), que llegaron a Pekín en 1738 (145) y 1745 respectivamente.

     Aunque en la actualidad la labor de catalogación de los fondos pictóricos del National Palace Museum de Taipei no ha supuesto el descubrimiento de ninguna obra de Attiret, las cartas de sus compañeros jesuitas demuestran su participación en la decoración pictórica de los palacios del Yuanmingyuan (146), así como en la realización en el verano de 1754 de una serie de cincuenta retratos de generales en la residencia veraniega de Jehol; en esta actividad colaboraron Castiglione y Sichelbarth, como también ocurrió años más tarde, en 1766, durante la realización de la serie de pinturas de batallas de la conquista del Turquestán, encargadas por Qianlong, trabajo en el que también colaboró el pintor agustino Jean-Darnascène Salusti.

     Los fallecimientos de Castiglione en 1766 y de Attiret en 1768 obligaron a la Compañía de Jesús a mandar a otro pintor a la corte china. En este caso fue el italiano Giuseppe Panzi (1733-1812), que empezó a trabajar en palacio en 1772 donde retrató una vez al emperador y a algunos altos funcionarios, sin despertar [91] la fascinación que había originado Castiglione; sin embargo, Panzi no por ello dejó de ser apreciado por su mecenas, como lo prueba el hecho de que cuando el embajador inglés Macartney visitó la residencia de Jehol en septiembre de 1793 viera expuesta en uno de los pabellones una de sus pinturas de Panzi.

     El capítulo de pintores jesuitas en la corte china se cierra con la figura del francés Louis de Poirot (1735-1814), pintor e intérprete, el último componente de la misión francesa en territorio chino. Poirot tuvo que compartir su escaso protagonismo en las preferencias artísticas de los emperadores chinos con el lazarista francés Joseph Paris, relojero y pintor que trabajó en Pekín desde 1785.

     Hay que señalar que estos pintores que vieron el cambio de siglo en Pekín, al igual que sus compañeros astrónomos, matemáticos e intérpretes, quedaron muy lejos, en la calidad de su trabajo y en la admiración de los emperadores, de los logros alcanzados por sus inmediatos antecesores.



LA CONVERSIÓN DE LOS PINTORES

     En general, el trabajo de los pintores jesuitas en la corte china supuso un sacrificio de índole profesional mayor que el que tuvieron que sufrir los misioneros especializados en otras materias, puesto que los cartógrafos, matemáticos, y los astrónomos, aunque aprovecharon los conocimientos chinos que les fueron útiles, nunca tuvieron que renunciar a su propio método de trabajo. En cambio, los pintores jesuitas tuvieron que adaptarse rápidamente a las exigencias estilísticas de sus patronos. Así, Attiret, en 1743, aunque demostraba flexibilidad y sensibilidad al reconocer: �Me he trocado algo en Chino: mis ojos, y mi gusto lo son desde que lleguè aqui (147)�, también reconoció �pintar casi siempre cosas contra mi gusto, y mi genio (148)�. En definitiva, los pintores jesuitas fueron los que más lejos llevaron la máxima de Francisco Javier: convertir es convertirse.

     El rechazo que Attiret sentía hacia la pintura china fue bastante frecuente en los misioneros, a pesar del esfuerzo de síntesis que realizaron en la corte. Estas actitudes contrarias al arte pictórico chino se encuentran ya en Ricci, quien en 1602 escribía lo siguiente: �Siendo los chinos amantísimos de la pintura no pueden empero compararse en ella con nosotros... No saben pintar al óleo ni dar sombra a las cosas que pintan, y por ello todas sus pinturas son apagadas y sin ninguna viveza (149)�. Otro caso que demuestra a la perfección esta [92] actitud jesuita ante la pintura china es la carta del padre D'Entrecolles de 1712 en la que habla de los �Pintores de Porcelana�, esto es, de los decoradores de porcelana:

                �Su ciencia, y lo mismo se puede decir de todos los Pintores Chinos, no está fundada sobre principio alguno, ni consiste mas que un uso, ayudado de un rasgo de una imaginacion no muy fecunda. Ignoran las sólidas reglas del Arte, y sin embargo se les debe conceder, que pintan Flores, Animales, Paysages, que en la Porcelana, como tambien en los Abanicos, y Linternas de Gasa fina, no dexan de admirarse (150)�.           

     Esta postura tan radical, que igualmente se puede encontrar en los escritos del pintor Gherardini, sin duda se debe en parte a una estrategia calculada que buscaba el desprestigio de la pintura china, con el objeto de poder utilizar más eficazmente en los ambientes cultos de la corte china las obras occidentales, sobre todo aquellas de contenido religioso.



LA ADMIRACIÓN DE UNOS GRANDES MECENAS

     Otro aspecto interesante que merece la pena ser destacado en relación con la presencia de los pintores jesuitas en Pekín, es la gran importancia, desde el punto de vista artístico, que tuvieron sus patronos, dato que sin duda revaloriza el trabajo de estos artistas en China. Como ya se ha señalado, tres fueron los emperadores que dieron entrada en la Academia Imperial de Pintura a estos misioneros: Kangxi, Yongzheng y Qianlong, emperadores que patrocinaron ambiciosos proyectos artísticos y de recopilación bibliográfica, y convirtieron el periodo en el que reinaron, desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII, en una de las edades doradas del arte chino, en las que el coleccionismo imperial de pintura no tiene comparación dentro de la historia de los emperadores.

     El interés por el arte fue especialmente acusado en Kangxi y Qianlong, ambos poetas y calígrafos. Estos dos emperadores patrocinaron la compilación de catálogos de pinturas y caligrafías. Qianlong, el gran mecenas de los pintores jesuitas, aumentó los fondos de la colección imperial realizando más de ocho mil adquisiciones de obras pertenecientes a las mejores colecciones de pintura de China, y encargó la catalogación de la colección imperial de pintura en 1745 y en 1793 (151). La pasión de Qianlong por la pintura fue tan grande que �cualquiera [93] que quisiera obtener el favor del emperador podía estar seguro de él si se le presentaba con un par de rollos de pinturas (152)�. Por otra parte hay que señalar que la Ruyiguan, la Academia imperial de pintura, de nuevo en funcionamiento en 1661, alcanzó con Qianlong su máximo esplendor durante la dinastía Qing (153).

     Los pintores jesuitas fueron muy estimados por estos emperadores, al igual que lo fueron los misioneros empleados en el Departamento imperial de astronomía. Uno de los privilegios de los que disfrutaron estos pintores era la visita frecuente de los emperadores a los talleres de la academia imperial para verles trabajar y hablar sobre pintura. Las visitas de los emperadores al taller de los pintores jesuitas comenzaron con la estancia de Gherardini en Pekín, ya que éste debía ser el �Pintor Italiano que había venido a China y a Pekin con los padres Franceses� que, según una carta anónima de principios del siglo XVIII, �pintaba delante del emperador [Kangxi] (154)�.

     El emperador Yongzbeng llegó a decir, poco después de ser entronizado, a algunos misioneros de Pekín �que si los que predican la Ley Christiana, han tenido entrada en la Corte, y en ella son todavia tolerados, es unicamente por la utilidad y ventaja, que saca el Imperio de su habilidad en las Artes, y Ciencias (155)�. Este mismo emperador que, en comparación con otros, no era un gran amante de la pintura, admiró profundamente a Castiglione. Tanto es así que durante su reinado el italiano era el único jesuita que tenía un acceso directo al emperador:

                �Por lo que mira à los Missioneros, que residen en Pekin, estan todavia con bastante quietud: los servicios, que han hecho, y los que podràn hacer, han hecho alguna impression en el Emperador [Yongzheng]: pero se contenta la Corte con no inquietarlos, y no darles muestra alguna de benevolencia. Un solo Jesuita Italiano, excelente Pintor, està empleado en Palacio: si, lo que es raro, se llama algun otro, es, porque absolutamente se necessita de su servicio (156)�.           

     Como ya se ha comentado, Castiglione fue el artista favorito de los tres grandes emperadores Qing. De hecho, se conoce por una carta de Amiot de 1723 que el italiano recibía de Kangxi y de Yongzheng frecuentes regalos, como grandes rollos de seda y platos de comida de la propia mesa de los emperadores, detalles que el propio Amiot reconoce como grandes deferencias según el ritual chino. [94]

     Qianlong tuvo una especial predilección por el italiano, con el que además solía conversar sobre temas artísticos. Así, en 1738 un misionero jesuita contaba que: �El dia siguiente veinte y tres de la Luna, y 14 de Diciembre, passó su Magestad, à las diez de la mañana, al quarto donde estaba pintando el Hermano Castiglione. Le preguntó varias cosas sobre la pintura (157)�.

     Qianlong no sólo premiaba con sus visitas a Castiglione, sino que también Attiret y Sichelbarth gozaron de tal honor, como contaba el padre Gaspar en 1746: el �Hermano Castiglione, Pintor Italiano, singularmente estimado del Emperador... con otros dos Pintores Jesuitas, veìa à su Magestad con frequencia (158)�. El propio Attiret, en 1743, reconocía haber sido objeto de tales atenciones:

                �Fuì recibido del Emperador de la China tan bien, como lo puede ser un Estrangero de un Principe, que piensa que es el unico Soberano del Mundo, que por su educacion es insensible à todo; y està persuadido, que los hombres, y mas un Estrangero, son muy felices de poder servir, y trabajar por él: porque ser admitido à la presencia del su Magestad, poder verle muchas veces, y hablarle, es, en el concepto de los Chinos, lo sumo de la dicha, y de la felicidad: muy caro comprarían esta gracia si se vendiera. Haga, pues, V. m. juicio si me tienen por bien pagado, viendole todos los dias. En efecto, es casi todo el premio que recibo por mis trabajos, exceptuando algunos cortos presentes en seda, u otra cosa de poco valor, y que rara vez se me embia (159)�.           

     Sin embargo, la documentación muestra cómo Castiglione, al igual que durante el reinado de Yongzheng, fue durante largos períodos de tiempo el único pintor que veía al emperador. De hecho, con motivo de la persecución contra el cristianismo que se desató a principios del reinado de Qianlong, los misioneros quisieron presentar al emperador un memorial en defensa del cristianismo y tuvieron que recurrir al italiano por ser el único que podía hacerle llegar el texto al emperador, como relata el padre Parennin:

                �Hicimos juicio, que en tan apretadas coyunturas, podiamos valernos de un camino extraordinario, y contrario al estilo de Palacio: consistia en hacer, que el Hermano Castiglione le presentasse nuestro Memorial. Le empleaba su Magestad en la pintura, en un quarto vecino al suyo, y con frecuencia iba à vèr [95] pintar... Para el dia dos de Mayo estuvo dispuesto el Memorial, y el dia siguiente tuvo el Hermano ocasion de presentarlo. Vino el Emperador, como solia, á sentarse cerca de él para verle pintar (160)�.           

     Por último, es necesario destacar la importancia como fuente documental que, desde el punto de vista de la Historia del Arte, tiene el trato preferente de los emperadores hacia estos artistas, ya que les dio la oportunidad de acceder a lugares donde los demás misioneros no podían entrar, como reconoce Attiret:

                �Si no fuera por mi tal qual habilidad en la pintura, estarìa aqui los veinte, y los treinta años, como otros muchos Europeos, sin poder jamás pisar sus umbrales [del Yuanmingyuan]. En todo este Reyno no hay sino un hombre, y este es el Emperador: todas las diversiones son para èl solo; y èl solo, sus mugeres, y Eunucos pueden vèr por adentro esta casa: rara vez pueden entrar en ella, ni en sus Jardines aun los Principes; y los Grandes no passan de las Salas de Audiencia. De los muchos Europeos que estàn aqui, solamente los Pintores, y Reloxeros, por razon de sus empleos, tienen libre la entrada (161)�.           

     Sin embargo, la vida de los pintores, dado el gran interés que despertaron en sus patronos, no era fácil; en la documentación se refleja un número de encargos bastante apreciable para los pintores jesuitas que trabajaban en la corte. Las cartas personales de algunos de estos artistas son también un fiel reflejo de esta situación. De nuevo Attiret, fuente indispensable para nuestra investigación, nos muestra en sus escritos el ritmo frenético de trabajo al que eran sometidos: �El pasage donde pintamos es uno de los pequeños Palacios [Yuanmingyuan] de que he hablado, y casi todos los dias viene su Magestad [Qianlong] à vernos trabajar: no podemos ausentamos, ni dàr un passo mas adentro (162)�, y ante la petición que le hacen de realizar un plano del conjunto del Yuanmingyuan dice lo siguiente: �Respondo, que necessito para ello por lo menos tres años, y no tener otra cosa que hacer: no tengo un instante para mi, y me veo precisado à quitar del sueño el tiempo que gasto en escrivirle (163)�. En efecto, Qianlong gustaba de seguir muy de cerca el trabajo de sus pintores, a menudo corrigiéndoles, como dejó escrito Attiret: �Lo que pintamos, viene mandado por el Emperador: hacemos los diseños, los vè, los muda, y reforma bien, ò mal à su voluntad, y es preciso passar por lo que hace sin replica (164)�. [96]



EL GÉNERO DEL RETRATO

     Otro de los aspectos que merece la pena destacar en relación con el trabajo de estos pintores es su labor como retratistas imperiales. Ésta ha sido una faceta no suficientemente valorada por la historiografía, ya que se ha afirmado frecuentemente que los retratos no fueron los encargos más importantes que recibieron estos artistas; sin embargo, las cartas de los misioneros y los memoriales de la corte demuestran lo contrario.

     De esta forma, cuando Kangxi escribió la relación de misioneros jesuitas que residían en Pekín, dejó constancia de que la ocupación principal de Gherardini era pintar retratos (165), actividad que continuaron Castiglione y Attiret durante gran parte del siglo XVIII, según nos relata éste último pintor:

                �En quanto à la pintura, fuera del retrato del hermano de su Magestad, de su muger, de algunos Principes, y Princesas, de algunos Privados, y Señores, nada he pintado segun el gusto de Europa... Los del Emperador, y de la Emperatriz havian sido pintados antes de mi llegada por uno de nuestros Hermanos, llamado Castiglione, Pintor italiano, y muy habil, con quien estoy todos los dias (166)�.           

     Incluso Poirot es citado en las crónicas de la embajada de Macarmey a finales del siglo XVIII como retratista oficial del Emperador (167). La técnica de los jesuitas fue muy apreciada en este tipo de obras, ya que dotaban a las figuras de un realismo totalmente ausente en el retrato chino tradicional que, por el contrario, procuraba ante todo captar el espíritu y la función social de los personajes.

     El papel de los pintores jesuitas como retratistas es especialmente importante, dado el carácter sagrado que estas obras tenían en el caso de los retratos de Estado de los emperadores. En Pekín estos piezas se exponían en un templo situado al norte de la Ciudad Prohibida, donde formaban parte del ritual relacionado con el culto a los emperadores; por ello es digno de destacar que se dejara en manos de artistas extranjeros la realización tales obras. Estos retratos funcionaban como verdaderos sustitutos de la figura imperial, como lo podía ser cualquier objeto que hubiera tocado con sus manos el emperador:

                �Siendo este año Chino el sesenta del Reynado del Emperador, desde su primer dia se diò principio à los regocijos, y siestas extraordinarias. Todos los Mandarines, grandes, y pequeños, han ido à postrarse delante de fu Retrato, y à [97] hacerle los mifmos honores, que fe practican en Pekin delante de la puerta interior de Palacio (168)�.           

     De esta forma, la sacralidad de la figura imperial se transmitía a estas obras; así se ha de comprender la reacción de los chinos que subieron a bordo del Lion, uno de los barcos de la expedición diplomática inglesa de Macartney, cuando en junio de 1793 se dirigía a Pekín: �Un piloto chino subió a bordo con algunos de sus compatriotas. Lo examinaron todo con gran curiosidad. Viendo el retrato de su Emperador en el salón de recepción del embajador, inmediatamente se lanzaron con el rostro contra el suelo y besaron el suelo muchas veces con gran devoción (169)�.

     La importancia de los retratos que pintaron los jesuitas también se puede apreciar en la influencia que dichas obras tuvieron en artistas chinos del siglo XIX, que supieron en algunos casos adaptar con gran maestría la innovaciones extranjeras a su propia tradición pictórica, a pesar de que la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, y la ausencia de pintores entre los misioneros protestantes que llegaron en el siglo XIX, les privó de verdaderos maestros occidentales en el arte de la pintura.

     Esta carencia fue muy notable en la corte de Pekín; tanto es así que un artista occidental, fuera o no jesuita, no volvió a retratar a un miembro de la familia imperial hasta el año 1903, cuando la pintora Katherine Carl a petición de Sarah Conger, esposa del embajador americano, inmortalizó a Cixi, la última emperatriz. La reacción de Cixi ante la petición de la señora Conger, según relató años más tarde su dama de compañía, es bastante elocuente: �En el rostro de Su Majestad se pintó cierto asombro, porque había estado con gran atención mientras hablaba la intérprete... eché de ver que Su Majestad no sabía lo que era un retrato, pues no se había retratado nunca ni había visto retrato alguno (170)�.



LA PERSPECTIVA Y EL SOMBREADO

     Los dos recursos empleados en estos rollos que más gustaban a los emperadores, y que también se pueden apreciar en los demás géneros tratados por los pintores jesuitas, eran la perspectiva europea y el sombreado. Desde principios del siglo XVII los misioneros pidieron en sus cartas libros con ilustraciones, dada la pasión que éstas suscitaban en el ámbito cortesano por estos dos [98] aspectos formales. Las peticiones fueron atendidas, y a la biblioteca de los jesuitas en Pekín acabaron llegando libros de arquitectura: una copia del tratado de Palladio, tres copias del de Vitrubio, una de la obra de Giovanni Rusconi, etc. (171) Por otra parte, también hay que tener en cuenta, como ya se ha comentado, el asombro que despertaron los cuadros que los jesuitas regalaron a los emperadores.

     El trabajo docente de los jesuitas en la academia de pintura fue en este sentido igualmente decisivo. Ya en 1649 Francesco Sambiasi (1582-1649) publicó el Hua ta (Respuestas sobre la pintura), conocido en francés como Réponses sur le peinture allégorique, una pequeña monografía en chino que trataba el tema de la representación tridimensional de los objetos, y Buglio enseñó perspectiva a los pintores cortesanos chinos, redactando con posterioridad un tratado de perspectiva que fue presentado a Kangxi.

     Pero cuando la perspectiva occidental ejerció una fuerte influencia en la pintura china fue durante la estancia de Castiglione en Pekín; el pintor italiano llegó incluso a tomar como discípulo a Nian Xiyao, Superintendente de Aduanas y director de la fábrica imperial de Jingdezhen entre 1726 y 1736, quien a partir de estas enseñanzas escribió un manual en chino que era una adaptación simplificada del tratado de Andrea Pozzo Perspectiva Pictorum et Architectorum.

     Aunque tradicionalmente se ha entendido esta aceptación de los recursos pictóricos de los europeos como una extravagancia más de unos patronos desconocedores de la verdadera estética china, es conveniente indicar que el estilo de pintura de Castiglione y sus compañeros tenían antecedentes en la pintura de este país; así, durante la dinastía Song del Norte (siglos X al XII), uno de los periodos clásicos del arte chino, la pintura se caracterizó por un cierto realismo logrado en muchos ocasiones gracias a un tenue sombreado. De hecho, la llegada de los pintores jesuitas coincidió con un auténtico revival pictórico de aquella lejana época por parte de muchos artistas locales (172). [99]



ArribaAbajo

La integración económica de Canadá en la cuenca del Pacífico

  (173)

Sergio Plaza Cerezo

Doctor en Ciencias Económicas

Profesor Asociado de Política Económica

(Universidad Complutense de Madrid)



1. INTRODUCCIÓN

     Los canadienses disfrutan del mayor nivel de calidad vida en el mundo, si escogemos como medida el índice de desarrollo humano elaborado por Naciones Unidas. La construcción de un sólido Estado del Bienestar y la presencia de un sesgo hacia la redistribución territorial en las políticas públicas constituyen algunas señas de identidad �europeas� frente a Estados Unidos: las transferencias hacia los gobiernos provinciales y las personas físicas absorben más del cincuenta por ciento del gasto público federal (174). Los canadienses han alcanzado importantes logros económicos y sociales; mientras, la permanencia de Quebec en la Confederación reproduce unas expectativas favorables sobre el desarrollo del país. Estos acontecimientos han creado un clima propicio para que los políticos afrontasen con apremio la solución de los principales problemas económicos, como son: el endeudamiento público y la necesidad de eliminar plenamente unas barreras inter-provinciales que fragmentan el mercado interno. El mantenimiento del Estado del Bienestar en un contexto fiscal restrictivo; la formación de una sólida unión económica; y, la evolución de la competitividad hacia las industrias y servicios de alto valor añadido suponen algunos retos ante el siglo XXI.

     La inserción de Canadá en la Cuenca del Pacífico constituye una oportunidad para la revitalización económica del país. El primer objetivo de este [100] ensayo consiste en ponderar su grado de integración en esta zona del planeta; posteriormente, se valoran las consecuencias económicas de este proceso, recalcando las implicaciones para las provincias más occidentales: British Columbia y Alberta. Finalmente, se realiza una reflexión acerca de cómo puede afectar el nuevo escenario a la propia cohesión territorial de Canadá.

     La región de Asia y el Pacífico ha registrado el comportamiento más dinámico dentro de la economía mundial durante los años noventa; y, las expectativas apuntan hacia un protagonismo creciente de estos países en el nuevo orden internacional. Por estas razones, la inserción regional se ha convertido en un objetivo para aquellas economías que tienen una puerta de entrada hacia el océano Pacífico, como es el caso de Canadá. La expansión de la bandera con la hoja de arce hacia el oeste ha sido una constante en la historia del país: por ejemplo, cabe recordar cómo el Canadá central consiguió que la lejana British Columbia ingresase en la Confederación a cambio de la construcción de un ferrocarril transcontinental. La vinculación entre el Atlántico y el Pacífico constituye la armadura del país; y, el desplazamiento de los centros de gravedad hacia el oeste realza la importancia de estos lazos. Una ponderación del grado de inserción de Canadá en la Cuenca del Pacífico exige el análisis de dos aspectos, como son: la participación institucional en la APEC, organización que se ha convertido en el �punto de encuentro� de los proyectos de integración regional; y, la interdependencia económica con los países de Asia y el Pacífico.



2. LA INTEGRACIÓN DE CANADÁ EN LA APEC

     El Foro para la Cooperación Económica en Asia y el Pacífico (APEC) constituye una organización formada por dieciocho países de la Cuenca del Pacífico, habiendo sido creada en 1989. Los primeros años se han caracterizado por la aplicación de un enfoque �gradualista� en el proceso de cooperación, propiciando un acercamiento entre un colectivo de países caracterizados por la extrema heterogeneidad en sus niveles de desarrollo. La Cumbre de Yakarta (1994) ha representado una culminación, mediante el compromiso para alcanzar objetivos ambiciosos de integración. La formación de una gran zona de libre cambio transpacífica debe constituir una realidad hacia los años 2010 -en el caso de las economías desarrolladas- y 2020 -para la totalidad de países (175)-.

     Esta organización ha abanderado un modelo de �regionalismo abierto� que complemente la liberalización comercial conseguida por el GATT y la [101] Organización Mundial del Comercio (OMC). Los canadienses han sido miembros fundadores de la APEC, apoyando los avances graduales en el proceso de integración. La política exterior de Ottawa se ha fundamentado tradicionalmente en el multilateralismo, buscando una diversificación de los vínculos internacionales. La reducción de la vulnerabilidad frente a Washington y el consiguiente aumento en el poder de negociación han constituido los objetivos principales desde que se lanzara la iniciativa de la �Tercera Opción� en los años setenta. La presencia de Ottawa en la élite mundial del G-7 evidencia el éxito de esta estrategia.

     La �conexión transpacífica� registra unas connotaciones especiales en esta trama; una sociedad canadiense multicultural busca nuevos valores más allá de su caracterización como un país �europeo� en Norteamérica. La crisis del Estado del Bienestar ha resultado patentizada por el agravamiento del endeudamiento público; y, la inserción clásica en el comercio internacional como una economía exportadora de productos intensivos en recursos naturales necesita una renovación. Por estas razones, la diplomacia de Ottawa ha registrado un interés creciente por las cuestiones relativas a la Cuenca del Pacífico: algunas noticias recientes recogen cómo Canadá ha lanzado una propuesta para construir una zona de libre cambio entre el NAFTA y la ASEAN, dos organizaciones sub-regionales cuyos países miembros también forman parte de la APEC. Algunas razones económicas y geopolíticas que avalan una mayor inserción de Canadá en la Cuenca del Pacífico son las siguientes: [102]

     a. La búsqueda de una inserción más favorable en el comercio internacional. La APEC constituye un vehículo para conseguir una mayor penetración exportadora dentro de unos mercados asiáticos en expansión; sin embargo, la intensidad de los intercambios ha resultado débil hasta el momento. La interdependencia económica con Asia y el Pacífico debe acelerar el crecimiento y los cambios estructurales en la economía. En palabras de un diplomático de Ottawa, �para Canadá, la participación en la APEC supone el camino imaginable más efectivo para asociarnos al milagro económico asiático�. El ministro canadiense de Comercio consideraba cómo la competitividad global de la economía de su país estará cada vez más definida por las relaciones económicas con la región de Asia y el Pacífico (176).

     b. Una mayor cohesión territorial interna. Las provincias occidentales de Alberta y British Columbia han registrado el comportamiento más dinámico de la economía canadiense, probablemente como consecuencia de su mayor inserción en la economía entrelazada del Pacífico. La internalización de estos efectos sobre el resto del país constituye una condición necesaria para la cohesión territorial de la Confederación en un contexto político marcado por la regionalización extrema, según se analiza posteriormente.

     c. El fortalecimiento de Canadá como una potencia de tamaño intermedio en la región. El prestigio de Ottawa en los foros internacionales; su asiento en el G-7; y, la caracterización como uno de los cinco países del área pertenecientes a la OCDE exigen una participación activa de Ottawa en el proceso de �arquitectura transpacífica�. Por razones históricas y culturales, Canadá se puede convertir en un interlocutor privilegiado entre Europa y la Cuenca del Pacífico. Por otra parte, la experiencia atlantista de Ottawa puede resultar fundamental para la creación de un marco institucional estable donde se discutan las cuestiones de seguridad y defensa en Asia y el Pacífico. La APEC ha conseguido definir y articular claramente la visión de Canadá sobre esta zona del mundo, aumentando su poder de negociación y multilateralizando la agenda de asuntos exteriores. Por ejemplo, a mediados de los años ochenta un comentarista político criticaba que �ningún gobierno de Ottawa había diseñado una política suficientemente coherente hacia la región del Pacífico (177)�. [103]

     Washington, Canberra y Ottawa tratan de vertebrar un orden multilateral en Asia y el Pacífico en torno a valores como la democracia, la defensa de los derechos humanos o el libre comercio tal como existe en la esfera atlántica en base a las máximas del �idealismo wilsoniano�. Sin embargo, una compleja red de alianzas moldea la particular �realpolitik� de la región, según percibe Kissinger; mientras, Huntington advierte cómo la prosperidad económica de China y el reforzamiento de la autoconfianza en sus propios valores culturales constituye la fuerza principal que puede promover el �choque de civilizaciones� con un Occidente empequeñecido que no acepta la pérdida de su poder hegemónico en el mundo (178). La comunidad transpacífica articulada en base a una fortísima interdependencia económica constituye la gran apuesta para conseguir la estabilidad regional dentro de un orden menos dependiente de las alianzas bilaterales trazadas por Washington tras la Segunda Guerra Mundial. Ottawa puede desempeñar un papel importante dentro de esta trama como �puente� entre Estados Unidos y Asia, disponiendo de dos bazas fundamentales: la caracterización de Canadá como país occidental pero crecientemente multicultural, como consecuencia de la creciente inmigración asiática; y, una tradición multilateralista de política exterior.



3. LA RELACIONES ECONÓMICAS CON ASIA Y EL PACÍFICO

     Una vez analizada la dimensión institucional de la integración de Canadá en la APEC, el objetivo siguiente consiste en valorar el grado de intensidad que han alcanzado las relaciones económicas con los países de Asia y el Pacífico. Para ello, este epígrafe se centra en los aspectos siguientes: los intercambios comerciales; y, la movilidad de capitales y personas.



3.1 Las relaciones comerciales

     La Cuenca del Pacífico se ha convertido en el centro de gravedad de la economía mundial: los intercambios entre Norteamérica y Asia Oriental constituyen el vector más dinámico del comercio inter-bloques; mientras, el vector euroasiático se ha superpuesto sobre unas relaciones transatlánticas en el hemisferio norte cuya intensidad evoluciona a la baja. [104]

     El comercio exterior de Canadá se realiza fundamentalmente con los países de la APEC, resultando hegemónicos los vínculos con Estados Unidos. Este sesgo regional tiene unos fundamentos geográficos: la mayor parte de la población reside a escasa distancia de una frontera extendida desde el Atlántico hasta el Pacífico. Los intercambios entre ambos países tienen un carácter intra-industrial, concentrándose especialmente en la rama del automóvil. La zona de libre cambio (1989) ha propiciado una creación de comercio espectacular a pesar de los bajos aranceles previos: las exportaciones hacia Estados Unidos suponen un 28 por ciento del PIB canadiense (1996), frente a una proporción del 16 por ciento (1990).

     Las relaciones comerciales con Asia y el Pacífico muestran todavía un grado de desarrollo reducido; no obstante, la expansión de este vector tiene su correlato en el declive de los intercambios realizados con la Unión Europea. El libre comercio con Estados Unidos y Méjico dentro de la zona NAFTA podría estar originando una ligera desviación en los intercambios con Japón y Europa occidental; sin embargo, se advierte una creación de comercio en las relaciones con los �dragones asiáticos�: las importaciones procedentes de Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur y China suponen un 1.6 por ciento del PIB canadiense (1996), frente a un 1.4 por ciento a finales de los años ochenta. Los lazos con Japón, los países de la ASEAN, China, los �cuatro dragones�, Australia y Nueva Zelanda representan en tomo al diez por ciento de los intercambios comerciales de Canadá, según datos correspondientes a 1996. La inserción de Canadá en la Cuenca del Pacífico no resulta excesivamente favorable: el país se ha especializado en la exportación de materias primas y productos intermedios intensivos en recursos naturales; mientras, las manufacturas constituyen el grueso de las importaciones. Los exportadores deben aumentar sus ventas de bienes y servicios con una mayor elasticidad renta y valor añadido si quieren contrarrestar un descenso potencial en la demanda asiática de los productos procedentes de Canadá: por ejemplo, las mercancías originarias de este país han reducido su participación dentro de las importaciones de Japón desde un 4.4 por ciento del total en 1988 hasta un 3.2 por ciento en 1995. La presencia en los mercados asiáticos denota la capacidad de Canadá como un exportador eficiente de materias primas y bienes intensivos en recursos naturales: los alimentos y las materias primas constituyen más del cincuenta por ciento de las ventas dirigidas hacia Japón; mientras, los cereales monopolizan las exportaciones hacia China (179).

     Las economías asiáticas están registrando un crecimiento acelerado de la renta per cápita con el subsiguiente impulso sobre las importaciones. La expansión [105] de la demanda interna en estas economías genera expectativas favorables, destacando algunas coordenadas:

     a. La apertura gradual del mercado interno japonés, como consecuencia de las presiones estadounidenses. La protección comercial, fundamentalmente instrumentada con barreras no arancelarias, tiene un coste elevado en términos de bienestar para los consumidores. Las autoridades han iniciado una liberalización gradual de un sistema de distribución interna que obstaculiza el acceso de los bienes foráneos en condiciones competitivas.

     b. Las clases medias se han fortalecido en las generaciones sucesivas de �dragones� asiáticos, propiciando un �boom� en la demanda de consumo. Por ejemplo, las economías de la ASEAN constituyen el mercado donde las ventas de automóviles van a registrar un mayor crecimiento durante los próximos años.

     c. Las inversiones públicas van a alcanzar grandes magnitudes durante los próximos años en los países asiáticos. Los gastos en infraestructuras pueden absorber en torno a un siete por ciento del PIB de los países de Asia Oriental durante los próximos diez años, destacando sobremanera el apetitoso mercado chino. Las empresas canadienses pueden obtener un volumen de negocio destacado en áreas terciarias intensivas en capital humano como la consultoría empresarial, la ingeniería, los servicios de protección ambiental o los negocios financieros. La liberalización económica propiciada por el NAFTA dentro de Norteamérica supone una vía para que las firmas canadienses internalicen la cultura de la globalización necesaria para competir en Asia. El bienestar de los canadienses se asocia indisolublemente a los destinos de su sector exterior: las exportaciones de bienes y servicios sobrepasan el 38 por ciento del PIB (1996), resultando estratégica una mayor proyección en Asia.



3.2 La movilidad de capitales y personas

     La movilidad de capitales a largo plazo constituye un buen indicador para medir el grado de interdependencia económica. Algunas economías de Asia Oriental como Japón, Corea del Sur o Taiwán se han convertido en grandes exportadores de capital como consecuencia del tensionamiento de sus estructuras hacia el ahorro. Por otra parte, la economía canadiense refleja una tasa reducida de inversión interna bruta: un 18 por ciento del PIB. La formación de un gran mercado norteamericano dentro del NAFTA relanza el carácter estratégico que la localización en Canadá adquiere para las inversiones asiáticas: [106]



CUADRO N.� 1

 

LA INMIGRACIÓN EN CANADÁ 1996

 

DESTINO

CANADÁ

BRITISH COLUMBIA

ALBERTA

 

ORIGEN

 
1. Hong Kong 29.676 (100) 112.108 (40.8) 1.840 (06.2)
2. India 20.986 (100) 6.012 (28.6) 1.518 (07.2)
3. China 17.403 (100) 4.235 (24.3) 1.252 (07.2)
4. Taiwán 13.031 (100) 9.210 (70.7)

442

(03.4)
5. Filipinas 12.686 (100) 2.957 (23.3) 1.094 (08.6)
6. Pakistán 7.649 (100) 307 (04.0)

451

(05.9)
7. Sri Lanka 6.044 (100) 151 (02.5)

68

(01.1)
8. Irán 5.650 (100) 1.269 (22.5)

230

(04.1)
9. Estados Unidos 5.634 (100) 1.185 (21.1)

563

(10.0)
15. Corea S. 3.129 (100) 998 (31.9)

334

(10.7)
16. Vietnam 2.460 (100) 353 (14.3)

301

(12.2)
 
TOTAL 221.184 (100) 50.154 (22.7) 13.913 (06.3)
 
NOTA: Las unidades figuran en número de personas.
Los datos entre paréntesis corresponden al porcentaje provincial sobre las llegadas totales a Canadá.
Fuente: Citizen and Inmigration Canada

por ejemplo, los japoneses y los coreanos han adquirido posiciones de creciente importancia en la industria del automóvil, el sector con una mayor tradición de libre comercio regional. No obstante, Estados Unidos y Méjico ejercen una especial fuerza de atracción sobre la IDE foránea: una localización central, la capacidad de innovación tecnológica y el dinamismo del mercado interno explican los atractivos del primer país; mientras, los bajos salarios constituyen la principal ventaja para invertir al sur del Río Grande. Por ejemplo, Estados Unidos está absorbiendo más del 42 por ciento de los flujos anuales de IDE japonesa durante los últimos tiempos como auténtico destino estratégico. La inversión directa extranjera (IDE) procedente de Japón y los �dragones� asiáticos todavía representa una pequeña proporción de los totales recibidos por Canadá: un cinco por ciento en 1992. El incremento en la llegada de capitales procedentes de Hong Kong -que suponen casi un dos por ciento de la IDE acumulada en Canadá- representa el fenómeno más interesante. Por el momento, Estados Unidos y la Unión Europea constituyen el origen de la mayor parte del �stock� de inversión directa extranjera: un 64 y un 24 por ciento, respectivamente. En términos generales, la atracción de inversiones extranjeras constituye [107] una buena estrategia: algunos estudios empíricos han mostrado cómo las empresas foráneas que operan en Canadá registran una mayor productividad del trabajo y aprovechan más eficientemente las economías de escala derivadas del mayor tamaño de las plantas (180).

     Por otra parte, la IDE canadiense también se concentra en Estados Unidos y la Unión Europea: un 58 y un 39 por ciento del total acumulado, respectivamente. Sin embargo, la exportación de capitales hacia los países asiáticos adquiere una importancia creciente: Canadá ha sido el origen del cinco por ciento de la IDE recibida por Japón en 1993. Por otra parte, este país absorbe un 2.5 del �stock� de IDE canadiense -solamente un 0.4 por ciento en 1980-; mientras, las EDAs canalizaban un 7.5 por ciento del total en 1992 -frente a un 2.5 por ciento en 1980-. Los datos más recientes atestiguan una penetración creciente en otros países de Asia Oriental, destacando la República Popular China donde Canadá ocupa la décima posición en el �ranking� de inversores extranjeros.

     La ayuda oficial para el desarrollo (AOD) constituye un vector importante de la presencia canadiense en Asia y el Pacífico, habiendo puesto en marcha el gobierno su estrategia �Pacífico 2000� en 1989. Los países de Asia y el Pacífico adquieren una importancia creciente como destino de la AOD concedida por Ottawa. Según datos correspondientes a 1994, los países de Asia Oriental percibían casi un 19 por ciento de la AOD bilateral canadiense -frente a un 4.1 por ciento en 1970 y un 5.7 por ciento en 1980-. La República Popular China se ha convertido en el primer país destinatario de la ayuda canadiense; mientras, Indonesia ocupa la sexta posición. La lógica economicista y geopolítica implícita en la importancia estratégica de Asia oriental para la competitividad de Canadá se impone sobre los lazos históricos dentro de la Commonwealth que, tradicionalmente, habían impuesto una actuación preferente en Asia meridional. La participación antaño preferente de esta última región en el reparto de la AOD canadiense ha descendido vertiginosamente: un 15.8 por ciento del total (1994), frente a un 59.5 por ciento en 1970 y un 35 por ciento en 1980.

     La movilidad de personas tiene una importancia fundamental para un país como Canadá, forjado con gentes llegadas de otros lugares: según se observa en el cuadro n� 1, más de 222 mil inmigrantes se establecieron en el país solamente en 1996. Las estadísticas reflejan cómo Asia se ha convertido en la reserva principal de inmigrantes: en 1993 llegaron más de 146.000 personas procedentes de aquel continente. La inmigración asiática representa casi un 58 por ciento del total, frente a un 50 por ciento en 1980 y un 14 por ciento en [108] 1970. La �asiatización� de un país que camina hacia el multiculturalismo resulta sintomática: Hong Kong, India, China, Taiwán, Filipinas y Paquistán encabezan el �ranking� de inmigración. Las universidades canadienses también realizan una función de enlace cultural, encontrándose en sus aulas un gran número de estudiantes asiáticos.



4. LA INTEGRACIÓN DEL OESTE DE CANADÁ EN LA CUENCA DEL PACÍFICO

     Las provincias más occidentales de Canadá, British Columbia y Alberta, registran el nivel más elevado de integración en la Cuenca del Pacífico, cabiendo analizar dicho proceso desde una perspectiva espacial desagregada. Estas economías registran el comportamiento más dinámico y expansivo de Canadá; mientras, sus altos niveles de productividad y renta per cápita se sitúan claramente por encima de los valores medios del país, reflejando una mayor prosperidad relativa (véase mapa n� l).

     Según se observa en el cuadro n� 2, British Columbia muestra un grado elevadísimo de interdependencia económica con Asia y el Pacífico respecto al promedio canadiense. Los datos relativos a las importaciones resultan elocuentes: la intensidad comercial con Japón multiplica por nueve veces los valores registrados con la Unión Europea. La provincia tiene una dependencia menor frente al mercado de Estados Unidos; este parámetro reduce la tradicional vulnerabilidad del sector exportador canadiense ante la evolución cíclica de la demanda interna al sur de la frontera. La recesión de los primeros años noventa resultó más suave en las provincias occidentales que en el conjunto del país: un mayor volumen de intercambios relativos con Asia podría haber amortiguado los efectos lesivos asociados al bajón del mercado de Estados Unidos para una economía tan abierta como Canadá. La �conexión pacífica� adquiere un sesgo continental: British Columbia realiza un volumen destacado de sus transacciones con el estado fronterizo estadounidense de Washington. La inserción económica en la Cuenca del Pacífico está reforzando la integración económica entre los territorios de la costa oeste norteamericana dentro de una región transfronteriza que comienza a denominarse como Cascadia: la intensidad comercial de British Columbia con California y Oregón se sitúa por encima de los valores medios canadienses (véase cuadro n� 2).

     British Columbia y Alberta presentan una estructura exportadora competitiva en los mercados internacionales. Este atributo ha constituido un rasgo fundamental del modelo tradicional de nacionalismo económico canadiense, donde las provincias occidentales conseguían divisas mediante las exportaciones y se aprovisionaban de manufacturas en Ontario. La balanza comercial de [109] British Columbia registra un superávit; sin embargo, el déficit resulta palpable en los intercambios con el resto de Canadá. Según datos de 1990, las exportaciones hacia los mercados exteriores duplican las ventas dirigidas hacia otras provincias. La primera modalidad de intercambios generaba 218 mil empleos; mientras, solamente 138 mil puestos de trabajo estarían vinculados al comercio interior (181). Alberta y British Columbia son las economías que generan más empleo, atrayendo cantidades crecientes de inmigrantes: los nuevos residentes llegados al país se establecen en British Columbia y Alberta en una proporción que supera un tercio del total (véase cuadro n� l). Paralelamente, unos 92 mil canadienses emigraron a la primera provincia: los jóvenes acuden a una tierra de oportunidades; mientras, un clima más benigno atrae a los pensionistas. La firma de un acuerdo para el perfeccionamiento de la unión económica canadiense (1995) puede propulsar estos movimientos migratorios internos al suprimir ciertas barreras interprovinciales que obstaculizaban la libre circulación de trabajadores y profesionales. El dinamismo del mercado de trabajo reproduce unas buenas expectativas sobre estas provincias: los salarios medios son mayores y las tasas de desempleo resultan más bajas que en el resto de Canadá; y, Alberta presenta la tasa de actividad más elevada del país.

     La pujanza exportadora de Alberta y British Columbia se ha cimentado sobre unas ricas dotaciones de recursos naturales. Las industrias papelera y forestal constituyen la primera actividad de British Columbia; mientras, la economía de Alberta se apoya en sus recursos energéticos. Los productos básicos y los bienes derivados de la industria petroquímica constituyen el grueso de las exportaciones dirigidas hacia Asia y el Pacífico: un 53 y 24 por ciento del total, respectivamente. Los productos básicos explican las dos terceras partes de las ventas destinadas a Japón y Corea del Sur, destacando el comportamiento del mercado de la carne de vacuno: las importaciones coreanas han aumentado un 625 por ciento entre 1988/94; y, China absorberá más de seis mil toneladas anuales de carne hacia año 2000 (182)

     La �conexión transpacífica� también abre las puertas para la exportación de bienes intensivos en alta tecnología y servicios valor añadido elevado. Las inversiones asiáticas están considerando el Canadá occidental como una de sus localizaciones preferentes en Norteamérica. Alberta y British Columbia afrontan el reto: el dinamismo del Oeste se rebela frente a la hegemonía de Ontario, corazón industrial clásico de Canadá. [110]



CUADRO N.� 2
 
I.I.C. DE BRITISH COLUMBIA*
 
I.C.C. (Export.) 1993 I.C.C. (import.) 1993
JAPÓN 5.5 4.0
RFSd 2.8 2.1
AUST Y N.Z. 2.9 2.5
CHINA 1.7 1.7
UNIÓN EUROPEA 1.3 0.5
ESTADOS UNIDOS 0.7 0.7
WASHINGTON (USA) 3.9 6.7
CALIFORNIA (USA) 1.6 2.2
OREGÓN (USA) 3.9 6.2
 
* I.I.C.=Índice de intensidad comercial
I.I.C.(Export)=(Export. de B.C. al país j/Export. totales de B.C.)/(Export. de Canadá al país j/Export. totales de Canadá).
I.I.C.(Import)=Import. de B.C. procedentes del país j/Import. totales de B.C.)/(Import. Canadá desde el país j/Import. totales de Canadá)
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Statistics Canadá (Cat. n� 65-202 y 65-203).


     La atracción de inversiones extranjeras y el cambio estructural desde unas economías basadas en los recursos naturales hacia una articulación mayor con el capital humano y la alta tecnología se explican desde varias razones:

     a. En primer lugar, la tradición exportadora ha creado una sensibilidad especial para aprovechar los beneficios potenciales derivados de la inserción en el Pacífico, más difíciles de intemalizar en aquellas estructuras con menor apertura comercial. En realidad, podríamos hablar de una �cultura de la exportación� propiciada por la experiencia histórica que ha permitido el aprovechamiento de unas economías de aprendizaje asociadas al proceso de integración regional.

     b. En segundo lugar, estas provincias disponen de unas buenas infraestructuras, como consecuencia de su pujanza económica y una fuerte orientación hacia el comercio exterior. Por ejemplo, una mayor integración del transporte intermodal ha conseguido abaratar entre un 35 y un cuarenta por ciento las tarifas para el envío de mercancías por [111] vía ferroviaria desde Alberta hacia las terminales del puerto de Vancouver (183).

     c. En tercer lugar, Alberta y British Columbia cuentan con una buena dotación de capital humano, habiendo resultado notables las inversiones en educación e I+D: la primer provincia dispone del mayor nivel de gasto en I+D per cápita dentro de Canadá. British Columbia y Alberta son las provincias -junto con Quebec y Ontario- donde se pone un mayor énfasis en los estudios de formación profesional, tomando como indicador la proporción de estudiantes en los �Community Colleges� respecto a las universidades. Un gran número de pequeñas empresas localizadas en Alberta explota �nichos� específicos de mercado en áreas como la biotecnología, el software informático, la protección medioambiental o las tecnologías para la construcción de infraestructuras energéticas. La presencia de economías de aglomeración puede comenzar a resultar significativa en algunas actividades: por ejemplo, cabe destacar el crecimiento de la producción de equipos de telecomunicaciones propiciado por la relocalización en Alberta de operaciones llevadas a cabo en otras provincias. Algunos autores destacan cómo la capacidad de Calgary para la innovación y el desarrollo queda atestiguada con la aparición de compañías locales en la industria del petróleo que han logrado una expansión importante, como es el caso de Nova o Dome (184). La excelencia de algunos centros universitarios apoya la expansión de las actividades industriales intensivas en alta tecnología, al igual que está ocurriendo en California.

     Precisamente, la inmigración de mano de obra altamente cualificada, principalmente procedente de Asia, supone una inyección permanente de �savia fresca� para el �stock� de capital humano del oeste de Canadá. Este aporte explicar en parte el dinamismo de las pequeñas y medianas empresas de nueva creación que florecen en el sector servicios desde California hasta British Columbia, denominándose �gacelas� por su rápido crecimiento.

     d. En cuarto lugar, la calidad de vida resulta elevada en estas provincias. Las ciudades del oeste de Canadá suelen aparecer en los manuales de urbanismo como ejemplo de equilibrio y armonía, frente a la crisis de las �inner cities� que asola los Estados Unidos: por ejemplo, según un �ranking� [112] elaborado en 1995, Vancouver podría ser la segunda gran urbe del mundo más habitable; mientras, Boston, la ciudad mejor situada al sur de la frontera, solamente ocupa la trigésima posición (185). Los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Calgary (1984) y la Exposición Universal de Vancouver (1986) han representado un buen escaparate ante los potenciales inversores internacionales. La cercanía de la naturaleza constituye uno de los grandes atractivos de las ciudades del oeste dentro de una sociedad de frontera que no olvida los tiempos de la �fiebre del oro�. Calgary se encuentra próxima al parque nacional de Banff, situado en las Montañas Rocosas; mientras, resulta normal realizar un viaje de dos días y medio de carretera desde Vancouver para alcanzar unos conocidos baños termales situados en el norte de la provincia. Aquellos más aventureros pueden afrontar el reto de recorrer la mítica �Alaska Highway� que, desde su inicio en Dawson Creek, atraviesa el territorio del Yukón: los automovilistas deben estar prevenidos ante la aparición de osos, alces, caribúes y coyotes, según advierte este autor por propia experiencia.

     La expansión del turismo -segunda y tercera actividad más importante en British Columbia y Alberta, respectivamente- está consiguiendo promocionar una buena imagen del Canadá occidental al otro lado del Pacífico: según recoge un informe oficial, los visitantes de Hong Kong aprovechan sus vacaciones para analizar la posibilidad de inmigrar posteriormente. El auge del turismo adquiere su plena expresión en el marco de las relaciones con Asia y el Pacífico: Alberta recibió 188.000 visitantes procedentes de esta región en 1992 -casi un cincuenta por ciento desde Japón-; el turismo asiático destinado hacia British Columbia creció un 170 por ciento entre 1978-88, reemplazando Japón al Reino Unido como origen principal de los turistas extranjeros (186).

     e. British Columbia y Alberta constituyen dos mercados en expansión para bienes y servicios de demanda fuerte, como correlato de la calidad de vida alcanzada. La expansión de la inmigración de mano de obra cualificada y bien remunerada, una renta �per cápita� elevada y una alta propensión al consumo constituyen su columna vertebral. Para calibrar el último parámetro, cabe destacar cómo British Columbia y Alberta presentan unas tasas personales de ahorro por debajo del promedio canadiense a pesar de disponer de unos ingresos �per cápita� superiores. [113]

     f. La formación de una economía regional articulada entre las provincias y los estados de la costa oeste de Norteamérica. Las áreas más dinámicas de Estados Unidos y Canadá se localizan en una zona que dispone de activos tales como capital humano y tecnología en abundancia, así como un mercado con consumidores de alto poder adquisitivo. Además, las provincias canadienses están aprovechando los efectos externos derivados de la aparición de deseconomías de aglomeración en las principales ciudades californianas. Por ejemplo, según datos recientes, el coste per cápita anual de la congestión generada por el tráfico viario alcanza unos 870 dólares en Los Angeles. El �corredor� simbiótico Seattle-Vancouver se apoya en las industrias de alta tecnología de la primera ciudad y la elevada calidad de vida disfrutada en ambas zonas metropolitanas. Esta particular fusión contribuye a desplazar hacia el norte los centros de gravedad en la costa oeste de Norteamérica.

     g. La tradición industrial desempeña un papel notable en British Columbia. La fijación de unos salarios elevados en la industria papelera ha conllevado grandes inversiones en capital y tecnología que han modernizado la estructura productiva, manifestando una flexibilidad ante el cambio (187). Además, unos costes laborales al alza suponen un incentivo para desventaja buscar �nichos� de competitividad en segmentos con mayor valor añadido y productividad.

     h. La aplicación de políticas regionales. La descentralización de la política regional canadiense supuso la creación de una agencia autónoma para el oeste de Canadá: la �Western Economic Diversification� (WED) trata de reducir la vulnerabilidad comercial frente a la volatilidad de los precios de los productos básicos. La actuación de la WED enfatiza la innovación, atrayendo inversiones mediante incentivos fiscales y subvenciones: los proyectos susceptibles de obtener financiación deben implicar la introducción de nuevas tecnologías, nuevos mercados o mejorar la competitividad (188).

     Un �círculo virtuoso� emergente enlaza la inserción en la Cuenca del Pacífico y los cambios estructurales registrados en Alberta y British Columbia. La integración refuerza la competitividad de las economías provinciales; por su parte, este fenómeno fortalece las relaciones con las economías del área. Un mayor ritmo de crecimiento en el Canadá Occidental altera los parámetros que [114] definen la estructura territorial: una proporción creciente de la población del país reside en Alberta y British Columbia; mientras, estas provincias generan un porcentaje cada vez mayor del PIB confederal (véase mapa n� l).

     La pujanza económica de Vancouver constituye el exponente que mejor evidencia la internalización de los efectos expansivos derivados de la asociación con Asia y el Pacífico. La ciudad canadiense se ha convertido en un �centro intercambiador� privilegiado entre esta región y un Canadá históricamente orientado hacia la esfera atlántica. Esta zona metropolitana florece al amparo de los hábiles programas inmigratorios que conceden el pasaporte canadiense a aquellos hombres de negocios foráneos dispuestos a invertir en el país. Vancouver ha recogido el testigo de un enclave como Hong Kong, que acaba (1-VII-1997) de reintegrarse en la República Popular China; y, este fenómeno histórico ha actuado como una externalidad positiva para la metrópolis canadiense. Esta urbe afortunada ha comenzado a ser denominada �Hongcouver�: una quinta parte de los habitantes de la ciudad tiene como lengua materna el chino; mientras, la ciudad hace frente al mercado inmobiliario más alcista dentro de Canadá. El fenómeno adquiere rango estructural y debe explicarse más allá de la nueva �fiebre del oro�: las inversiones asiáticas están contribuyendo para insertar a Vancouver en la senda de la alta tecnología. Las autoridades municipales están fomentando el desarrollo de ciertas industrias estratégicas, tales como: los servicios financieros, educacionales y sanitarios; la gestión de recursos naturales; las producciones cinematográficas; y, las manufacturas de alta tecnología (189). El eje Hong Kong-Vancouver actúa como una superautopista que conecta Norteamérica con Asia Oriental, reduciendo los costes de transacción para que ambos bloques se fusionen en el seno de la APEC. Vancouver constituye una lanzadera extraordinaria para afrontar el reto que supone un mercado asiático difícilmente penetrable en parte por las diferencias culturales. El fraude protagonizado por una firma minera canadiense que prometía extraer oro en grandes cantidades en una explotación indonesia donde se habían agotado los filones ejemplifica la lejanía de Asia.



5. UNA REFLEXIÓN FINAL

     Los canadienses afrontan un reto apasionante, consistente en transmitir hacia el resto del país el �boom� económico asociado a la �conexión transpacífica�. El tiempo dirá si dicho empeño resulta posible; mientras, la prosperidad [115] de las provincias occidentales constituye el mejor argumento para insertar a Canadá en la Cuenca del Pacífico. El interrogante plantea si este fenómeno podría llegar a erosionar la cohesión territorial de Canadá...

     La globalización abre las puertas para la construcción de una economía mundial sin fronteras; mientras, la integración económica dentro del NAFTA ha abierto un debate nacional acerca de cómo el eje norte-sur (estados + provincias) se superpone sobre un eje este-oeste (provincias + provincias) que define el mercado canadiense. Las elecciones federales celebradas en junio de 1997 han ahondado un proceso de regionalización de la política canadiense que en los anteriores comicios (1993) había dinamitado el bipartismo clásico entre liberales y �tories�. Paradójicamente, un sistema electoral mayoritario encargado de perpetuar el modelo importado del Reino Unido se ha encargado de consolidar una Cámara de Representantes absolutamente atípica. Los Liberales mantienen por un margen escaso la mayoría absoluta alcanzada en 1993 con una proporción de 155/301 diputados en el Parlamento de Ottawa, gracias a su peso hegemónico en Ontario, donde han alcanzado 101/103 escaños. Los nacionalistas del Bloc Québécois se consolidan como fuerza política fundamental en la escena federal (44 escaños); y, los Reformistas se ha convertido en el primer partido de la oposición con 59 representantes. Las provincias occidentales constituyen la plataforma electoral de un �Reform Party� que expresa el descontento del Oeste hacia el intervencionismo de Ottawa y el trato preferencial que Quebec podría estar recibiendo dentro del país desde su punto de vista. Este partido ha conseguido un éxito aplastante en Alberta y British Columbia gracias al sistema mayoritario, según refleja el siguiente número de escaños: 24/26 y 24/34, respectivamente. La prosperidad económica consolida a las provincias occidentales como �have provinces� o contribuyentes netas dentro del sistema de pagos redistributivos que transfiere rentas desde el gobierno federal hacia las provincias más prósperas. La comunidad de intereses creciente con la Costa Oeste de Estados Unidos y Asia Oriental agudiza la desconfianza frente a unas instancias federales situadas en la lejana Ottawa. La �asiatización� del patrón migratorio propulsa un rápido avance del proceso de multiculturalización en aquella parte de Canadá que mira hacia el Pacífico, quedando obsoleto el viejo país binacional (anglófonos 'versus' francófonos) representado por Ontario y Quebec. El regionalismo díscolo del oeste abandera junto al nacionalismo québécois el club de �fuerzas vivas� que amenazan la unidad de Canadá. No obstante, algunos factores permiten reproducir unas expectativas favorables sobre el desarrollo del país, como son: la permanencia de Quebec en la Confederación, una vez celebrado el referéndum sobre la autodeterminación (1995); la firma de un acuerdo para la liberalización del comercio interno (1995); y, la aplicación de una férrea política de ajuste presupuestario que ha sabido neutralizar un problema de déficit público antaño [116] insalvable. El tópico que plantea el �americanismo� del Canadá Occidental frente al �europeismo� del resto del país presenta algunas fallas: por ejemplo, un partido de corte socialdemócrata (el NDP) gobierna en British Columbia a pesar de la hegemonía de los reformistas en el plano federal. La inserción de las provincias occidentales en la Cuenca del Pacífico contribuye a internalizar la cultura de la globalización sobre el conjunto del país, constituyendo la descentralización territorial una ventaja en un escenarios donde ciudades y regiones buscan su propia proyección autónoma. Sin embargo, la preservación de un país que ha funcionado razonablemente bien constituye un bien público para los ciudadanos canadienses: se trata de arbitrar un equilibrio entre los aires llegados del Pacífico que impulsan una mayor eficiencia y una herencia procedente del otro lado del Atlántico que ha garantizado una sensibilidad hacia la equidad. Una mayor competitividad resulta necesaria en cualquier caso para cohesionar el país. [117]



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Notas

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El MRTA y Japón: las imágenes quizá distorsionaron el análisis

     Cuando el MRTA decidió asaltar la fiesta japonesa en Lima tuvo unas razones muy claras: quería poner el dedo en la llaga del fuerte apoyo prestado hasta ahora desde Tokio al régimen de Alberto Fujimori pero, además, al efectuar el asalto en territorio japonés, contaba también con la oposición frontal de Tokio al uso de la violencia. Lo consiguió durante un tiempo, tuvo inmovilizados a los militares gracias a esa excelente cosecha de rehenes, tanto japoneses como peruanos, y a las preferencias niponas por la negociación.

     No les faltaban razones a los emerretistas para pensar que Tokio se opondría a una solución violenta. Recientes secuestros de empresarios japoneses en América Latina se han saldado hasta ahora con pingües beneficios para los secuestradores: las compañías niponas pagaban lo necesario con tal de que la vida de su compatriota no corriera peligro. Las encuestas de opinión pública en Japón, por su parte, han mostrado que la preocupación casi única era la vida de los retenidos mientras que los típicos problemas para tomar decisiones rápidas han permanecido; a pesar de que se instaló una sala anexa a la oficina del Primer Ministro para tratar las crisis a raíz del terremoto de Kobe en 1995, Hashimoto ha debido ir continuamente al centro de informaciones del Ministerio de Exteriores o Gaimushô. La diplomacia japonesa, además, ha seguido mostrando las dificultades que tiene normalmente para dar respuesta a situaciones relativamente imprevistas como el asalto de Lima: chian, un término que se podría traducir como paz social o seguridad, es asumido allí como algo tan normal como el aire que se respira y la violencia es aún difícil de afrontar. Las normas de funcionamiento ya o son como en su propio país. El exterior sigue siendo un medio inseguro para Japón y los contactos mutuos están dominados por la vulnerabilidad; Tokio es hipersensible a las manifestaciones antijaponesas; [120] Japón, ciertamente, tiene unas características culturales propias que impregnan sus decisiones en el exterior y favorecen la tendencia a resolver los problemas echando tierra por medio de dinero y evitando al máximo las soluciones comprometidas. El asalto de Lima no podía ser menos y así lo ha demostrado Tokio en los primeros tiempos del asalto, enviando a su Ministro de Exteriores a evitar la toma violenta en los primeros momentos del asalto.

     Pero quizás Nestor Cerpa ha supervalorado los ases que tenía en la manga. Si contaba con la negativa absoluta japonesa a un asalto, para no vincular el cumpleaños del emperador con el derramamiento de sangre, tal como se ha afirmado en algunas ocasiones, se equivocó. El comportamiento antaño inexplicable de Japón va acercándose al de otros países y esos símbolos que hace años habrían podido provocar reacciones viscerales han perdido mucha fuerza: la muerte del emperador Shôwa, Hirohito, en 1989, no provocó una bajada generalizada en la bolsa, a pesar de las predicciones de muchos especialistas, incluidos los japoneses. Posiblemente les han jugado una mala pasada a los emerretistas las imágenes tópicas de Japón, porque, aunque éstas siguen estancadas, el país va cambiando. El exotismo prevalece, al igual que hace cien años, aunque lo que predomina ahora es la idea del dinero a espuertas.

     Posiblemente, si el MRTA hubiera estudiado más en profundidad la forma de actuar nipona habría tenido también en cuenta otras particularidades de la política nipona que han estado muy presentes a lo largo de este secuestro, porque si había preocupación por la vida de los rehenes, también estaba la determinación por evitar convertirse en el objetivo predilecto para airear cualquier tipo de protesta (o de demanda de dinero) en el continente. Pensar a largo plazo es también una característica japonesa al tomar decisiones y, en el caso de Perú, esa consideración se ha impuesto sobre la posibilidad de tener bajas entre los rehenes. Habiendo salido todos los japoneses vivos, muy pocas críticas se pueden ver en la prensa de Tokio al asalto; al contrario que en España, incluso los periódicos que podrían haber estado más proclives a la negociación han preferido ver el asalto como forzado por la situación. Y, más aún, algunos periódicos han preferido soslayar cuestiones que pudieran empañar el éxito y el diario más vendido, Yomiuri, ha destacado sin plantear dudas la versión de un soldado asaltante, quien ha asegurado que los secuestradores disparaban �salvajemente� sus fusiles de asalto y detonaban las minas de control remoto mientras que los secuestrados se escabullían para cubrirse.

     Otras características propias de la forma nipona de actuar han estado presentes a lo largo del secuestro. La más llamativa ha sido la pretensión del primer ministro Hashimoto de no saber nada sobre el asalto: es norma de la política exterior japonesa mantener siempre un perfil bajo y dejar que los demás sean los que aparenten estar al mando. Por otro lado, es bastante probable que [121] dimita el embajador Morihisa Aoki; ya no tendrá que hacerse el seppuku o el harakiri como en tiempos pasados, pero la idea de asumir las responsabilidades permanece, independientemente de haber sido culpa suya la entrada de los emerretistas el pasado diciembre. Además, Japón sabe aprender de los errores pasados y tratará de distanciar su ayuda al país del presidente Fujimori. A lo largo de los meses que ha durado el encierro, los periodistas japoneses han tenido tiempo de hablar y escribir sobre la situación en Perú y de la necesidad de desvincularse del régimen. Será una victoria póstuma de Cerpa.

FLORENTINO RODAO

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Reseñas

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Pacífico

YAHUDA, Michael: The International Politics of the Asia-Pacific, 1945-1995. Routledge, Londres/Nueva York 1996, pp. 298 + IX.

     Despejado a medias el polvo de los reacomodamientos mundiales de la postguerra fría, comienzan a delinearse los contornos, no ya de un orden internacional sustituto pero sí de actores y regiones que indudablemente serán los protagonistas principales de los próximos años. De la mano de la globalización una región del mundo reclama para sí el derecho de poner un sello vigoroso en los asuntos mundiales del siglo XXI: el Asia-Pacífico. Es una necesidad irrenunciable del analista, político o empresario de este tiempo intentar comprender en sus líneas principales a una zona en la que ya se desarrolla el mayor volumen anual de tráfico comercial internacional, en la que subsisten conflictos geopolíticos de vieja data y con la que todos los países tienen o tendrán relaciones inescapablemente estrechas. El último libro de Michael Yahuda, The International Politics of the Asia-Pacific, 1945-1995, es una excelente oportunidad de introducirse sistemáticamente en los principales acontecimientos y protagonistas de la dramática y compleja historia de la región desde la Segunda guerra Mundial y en la prognosis de sus principales problemas.

     En la Introducción, Yahuda (que se desenvuelve en su labor académica como Reader in International Relations en la London School of Economics and Political Science, University of London) plantea la necesidad metodológica de desarrollar un análisis de tipo histórico que trate de captar las complejidades de la interacción de los intereses de las grandes potencias, las regionales y las locales. Este enfoque le permite avanzar cronológicamente y simultáneamente en el entramado de relaciones internas y externas que enmarcaron cada acontecimiento relevante de la historia todavía caliente de la región.

     La obra se divide en dos partes centrales. En la primera se analiza la significación de la Guerra Fría para la región, y consta de tres capítulos: el impacto de la Guerra Fría y las luchas por la independencia, abarcando el período 1945-54; la aplicación de la bipolaridad entre 1954-70; y el período de la tripolaridad, 1971-89. La parte segunda se concentra en las políticas de las grandes potencias y en cuatro capítulos aborda el rol e historia de Estados Unidos, la Unión Soviética/Rusia, China y Japón vis a vis el Asia-Pacífico. Finalmente en la Conclusión corona su esfuerzo con una evaluación del impacto del fin de la guerra fría y del nuevo significado de la región en la política internacional.

     Yahuda se concentra en las relaciones entre tres niveles de análisis: primeramente el global, caracterizado por el clivage ideológico, militar y económico en Asia entre Estados Unidos y la Unión Soviética-, segundo, el regional, fuertemente afectado por el acomodamiento provocado por las presiones generadas en los otros dos niveles y, por último, el local, que está definido por los problemas de identidad y seguridad de las débiles élites emergentes en los estados recién establecidos.

     Esta manera de abordar en forma sintética y ordenada la historia contemporánea del Asia-Pacífico hacen de este libro un medio ideal para quienes se aproximan por primera vez a un área y un período tan complejos y problemáticos. Es por ello recomendable como libro de enseñanza. Para quien posea un conocimiento más profundo, es un prolijo repaso y recordatorio que bien vale tener a mano, aunque no dejemos de subrayar que el enfoque propuesto por el autor será lo que seguramente provocará la reflexión y lo que constituye uno de sus aspectos más valiosos. Aparte del método, indudablemente su Conclusión es otro punto clave de la obra: en efecto, en ella se concentra en el período 1990-95, y plantea opinión fundada sobre una serie de temas que van desde APEC a posibles acuerdos de seguridad multilaterales. Podría pensarse en la necesidad de un capítulo más largo, dada la demanda de trabajos académicos sobre el período, pero en el plan de la obra la consideración de la postguerra fría es sólo una parte y por ende su tratamiento obligadamente acotado.

     Yahuda considera que el fin de la Guerra Fría en el Asia-Pacífico básicamente consiste en el fin de la bipolaridad pero no del conflicto [126] ideológico y político. El hecho principal en el que se basa para sustentar esta afirmación tan debatida es la persistencia de los poderosos partidos (y estados) comunistas de China, Vietnam y Corea del Norte. Pero se adelanta aún más para acuñar un nuevo concepto-marco: la Nueva guerra Fría. Ésta no debe asociarse a aquella que le precedió caracterizada por la bipolaridad, y tampoco consiste en un conflicto total entre ambos campos.

     Desde la crisis de Tiananmen, los derechos humanos, el predominio de la ley y la democracia han sido las demandas y preocupaciones occidentales. Paralelamente, el surgimiento de una fuerte corriente de opinión asiática sustentando la existencia y prevalencia de un set de valores asiáticos ha establecido el núcleo del debate en el terreno de las ideas fundamentales. Desde el punto de vista de la seguridad, la región está embarcada en un proceso de redistribución de poder aún no finalizado y con varios conflictos latentes. En lo económico, la emergencia industrial y comercial de China se proyecta como una fuerza principal que será decisiva para modelar la región. Como corolario de esta interacción de factores las discrepancias políticas son de primer orden. China ve todavía a Estados Unidos como una fuerza imperialista que persigue ora abiertamente (�contamment strategy�) ora sutilmente (�engagement strategy� y �peaceful evolution�) la socavación del dominio del régimen comunista y la república popular. Estados Unidos, sin el enemigo claro de la guerra Fría, no puede frenar los impulsos históricos de su autoasignada misión de promotor de la democracia y los derechos humanos, que no considera occidentales sino universales. Y este impulso o se anida en la voluntad del gobierno sino en una sociedad que despertó con Tiananmen de la ilusión que se forjó de China con los acuerdos estratégicos de los setenta y la arrolladora revolución aperturista de Deng Xiaoping en los ochenta.

GONZALO S. PAZ



Micronesia

HIDALGO NUCHERA, Patricio (compil.): Redescubrimiento de las islas Palaos, Miraguano Ediciones/Ediciones Polifemo, Madrid 1993, Biblioteca de Viajeros Hispánicos; 219 pp.

     La Biblioteca de Viajeros Hispánicos publicó en su momento algunos interesantes y raros títulos de viajeros de los siglos XVI al XVIII, y otros de viajeros, o más bien turistas, del siglo XIX. Entre los primeros se encuentran la Historia del Gran Reino de la China, de fray Juan González de Mendoza, o el escrito de Bartolomé Leonardo de Argensola, Conquista de las Islas Malucas, o Cartas del descubrimiento del Gran Catayo, de Antonio de Andrade, o el Viaje del mundo, de Pedro Ordóñez de Ceballos, entre otros, y el título que comentamos.

     Éste consiste en una recopilación de cuatro conjuntos de textos de viajeros sobre la �vuelta� de los españoles a las islas Palaos -hoy Belau, todavía fideicomiso estadounidense- �Vuelta� porque ya a partir de 1526, y hasta la segunda mitad del siglo, los españoles avistan o visitan las Carolinas, en particular Ruy López de Villalobos toca las Palaos en 1542 o 1543, aunque sin consecuencias. Olvidadas durante más de un siglo, España las �reclama� en 1686, los jesuitas se interesan por ellas, a comienzos del XVIII España envía varias expediciones, todas fracasadas, en 1708, 1709, 1710, y 1712. Un nuevo intento en 1731 tampoco tendrá éxito. España olvida el archipiélago hasta 1885, cuando lo anexiona, junto con el resto de las Carolinas, hasta que la guerra de 1898 desanima definitivamente a España, que vende las islas a Alemania en 1899, colofón de una política colonial insulsa y absurda.

     Los textos recopilados se refieren precisamente a los cuatro primeros intentos del siglo XVIII, todos ellos patrocinados o inspirados por los jesuitas de Filipinas. Tras una introducción general demasiado breve y esquemática (y un capítulo dedicado a �Los méritos y servicios [127] de D. Francisco de Padilla�, se incluyen los cuatro viajes mencionados, cada uno con una breve introducción descriptiva, que son:

          -el viaje de Pedro González de Pareja, de 1708, fracasado al no encontrarse ninguna isla, sobre el que se incluye un único documento.

          -el viaje de Miguel de Elorriaga de 1709, también fracasado, por buscar las Palaos al este de las Marianas, del que se incluyen algunos documentos sueltos (instrucciones, cartas, etc.) y el diario de a bordo.

          -el viaje de Francisco de Padilla, de 1710, a iniciativa del poder civil, se hizo en la dirección adecuada, alcanzando las Palaos (concretamente las islas Sonsorol), pero la expedición constituyó un fracaso, al perder una parte de la tripulación y, más tarde, al ser atacados por los habitantes de una isla. Se incluyen documentos varios y el diario de viaje.

          -el cuarto viaje, a iniciativa de los jesuitas, se realizó en el contexto agridulce del �redescubrimiento� de las Palaos y del fracaso de los contactos con los habitantes del archipiélago acaecido en el viaje anterior. Lo lleva a cabo Bernardino de Engoy y Zabala en 1712, partiendo de la posesión española de Guam, en las Marianas, pero también fracasa, en parte debido a la prepotencia de los españoles. De él se incluyen dos documentos.

     Es de agradecer al compilador la reunión de estos textos de expediciones poco conocidas, generalmente marginadas por pertenecer al siglo XVIII -fuera de la época de los grandes viajes de los siglos XVI y XVII-, por no estar incluidas en el contexto americano y ni siquiera, directamente, en el filipino. Los textos tienen interés no sólo para el conocimiento de los viajes del XVIII, sino -para variar, tengamos presente también, alguna vez, la historia de las poblaciones que recibían nolens volens a los españoles- para el de la propia historia de Micronesia, generalmente muy descuidada por los historiadores españoles.

CARLO A. CARANCI



DRIVER, MARJORIE G. y OMAIRA BRUNAL-PERRY (compils.): Carolinians in the Mariana Islands in the 1800s, Micronesian Area Research Center, University of Guam, Guam 1996. Pp. 312.

     Los carolinos tienen fama en toda Micronesia de ser grandes navegantes, grandes emigrantes, y dinámicas minorías allí donde se asientan. Aunque esto puede decirse de otras poblaciones micronesias (y polinesias y melanesias), es sin duda cierto en el caso de los carolinos, que estuvieron presentes en la gran mayoría de las islas y archipiélagos micronesios.

     En el caso de las islas Marianas, la presencia carolina es numerosa, dentro de los cánones demográficos micronesios: de los algo más de 46.000 habitantes de las Marianas -sin Guam- algo más de la mitad son micronesios (el resto extramicronesios), un 25 por ciento de los cuales son carolinos, concentrados sobre todo en Saipán, Tinián y Rota, y en Guam -separada esta isla artificialmente del resto de las Marianas por los dominadores estadounidenses- Una buena parte de los carolinos sigue hablando sus lenguas de origen, varios dialectos chuukeses, y manteniendo gran parte de sus elementos diferenciales respecto a las restantes poblaciones.

     Estas diferencias entre las distintas poblaciones de las Marianas, chamorros, carolinos y extranjeros, no pasaron inadvertidas, obviamente, a los españoles durante su dominación sobre el archipiélago, lo que quedó reflejado en la actitud de la administración colonial, en la política -por ejemplo en los intentos de utilizar a unas comunidades contra otras-, en la economía, en el papel omnipresente de la Iglesia, en el poblamiento con carolinos, etc., lo que quedó reflejado a su vez en la documentación oficial.

     Dos eminentes estudiosas de la historia micronesia han emprendido precisamente la tarea de recopilar documentos españoles sobre la inmigración, presencia, situación y actividades de los carolinos en las Marianas. Se han centrado en uno de los siglos en que más activa [128] fue esa presencia y sobre el que más abundantes son los documentos, el XIX. Las compiladoras han hecho una selección de la Spanish Documents Collection del Micronesian Arca Research Center (MARC), y son los que aquí nos presentan, en edición bilingüe inglesa-española. La obra se divide en varias secciones. En la primera, �Habitantes y poblaciones�, en la cual, entre otras cosas, podemos conocer la evolución de la inmigración carolina y la repartición de la población desde el punto de vista étnico y lingüístico, los traslados forzosos, cte. La segunda sección se centra en el �Desarrollo económico�: se presentan documentos sobre un fenómeno peculiar, la contribución de los carolinos al transporte de mercancías y por tanto a las comunicaciones, en un contexto colonial en el que ambos servicios eran casi inexistentes. Otros documentos nos hablan de los arrendamientos de islas a particulares para su explotación, con el consiguiente traslado de mano de obra carolina, etc.

     En la tercera sección se presentan documentos bajo el epígrafe de �Problemas específicos�, en los que se recogen aspectos económicos (explotación de cocotales, o las grandes sequías, por ejemplo), políticos (la deportación de nacionalistas y anticolonialistas filipinos y sus deplorables condiciones materiales), y sociológicos (nuevos asentamientos carolinos en Tinián, peticiones de escuelas, etc.).

     En la última sección, �Misceláneos�, se nos informa de la caza de ballenas por parte de franceses, estadounidenses y británicos, la buena acogida de náufragos extranjeros por parte de los micronesios, y la desaparición de un carolino.

     La obra, que incluye un glosario de términos españoles (en particular sobre administración colonial) y una bibliografía, tiene gran interés para el conocimiento de la vida micronesia en el pasado siglo, y un particular interés para los escasos historiadores españoles que estudian las ex colonias españolas de Oceanía y los aun más escasos que estudian la historia y la realidad actual de las Marianas y de Micronesia como tales.

C.A. CARANCI



DRIVER, M.G, y O. BRUNAL-PERRY (compils.): Reports Concerning the Mariana Islands. The Memorias of 1844-1852, Micronesian Arca Research Center, University of Guam, Guam 1996. Pp. 204.

     Las guerras de independencia en la América española y la pérdida, por España, de la mayor parte del imperio americano en los dos primeros decenios del siglo XIX, llevó a Madrid a replantearse la viabilidad de los restos coloniales de América, Asia y Oceanía. Y, como corolario, a tratar de reconfigurar la relación con la metrópoli y la estructura política y administrativa de lo que quedaba. En el Pacífico la remodelación colonial afectó a Filipinas y a las posesiones de Micronesia.

     En efecto, como explican las recopiladoras, Filipinas se convierte, tras el corte de relaciones con el México ex español, en una minimetrópoli del Pacífico español y de ella dependerán, entre otras, las islas Marianas a partir de 1817. Este expediente permitirá sobrevivir (malamente) a las posesiones españolas del Pacífico oceaniano, con presupuestos bajos, con grandes lagunas administrativas, con un desinterés creciente por parte de Madrid, hijo del desinterés anterior, que sólo se reanimará a fines del XIX, cuando las demás potencias imperialistas comiencen a ambicionar el imperio español del Pacífico: pero esta es otra historia.

     Por el momento, a partir de los años 20 y 30, penosamente, España trata de salvar lo salvable. Y esto es lo que intenta en las Marianas (reconvertidas en la Provincia [de Filipinas] de las Islas Marianas). Entre 1828 y los años 50 trata de proporcionar nuevas leyes y regulaciones que permitan consolidar la posesión de las islas, acompañadas por toda una serie de informes de mayor o menor entidad y de mayor o menor calidad, pero todos de interés para la comprensión de las dificultades de España en la zona y de la historia de Micronesia bajo dominación colonial. [129]

     En el presente libro (en edición bilingüe inglesa-española) las autoras recopilan varios de estos informes, o memorias, elaborados entre 1844 y 1852, debidos todos ellos a gobernadores, administradores y otros funcionarios, y encargados por la Intendencia del Gobierno Superior de Filipinas, que serán tenidos en cuenta en su política de reformas en Filipinas y en las Marianas.

La primera Memoria, �Descripción de las Islas Marianas�, de Gregorio de Santa María, es de 1844, y en ella se describe sobre todo la isla de Guam (o Guajan) desde una perspectiva meramente colonial (los habitantes autóctonos prácticamente no aparecen): administración, comercio, localidades, edificios, tropas, economía, etc.

     La segunda Memoria es la del Gobernador de las Marianas Pablo Pérez (1849-52), que se diferencia de la primera en que describe también otras islas del archipiélago, y sobre todo en la dirección ideológica digamos así más colonialista, en la que los habitantes autóctonos son considerados con suficiencia, a la espera de que la civilización (occidental) los redima. Tras una breve descripción geográfico-sociológica pasa a los aspectos económicos y luego de nuevo a los ideológicos coloniales cuando explica las causas de la sublevación de 1829, para terminar analizando las repercusiones del terremoto de 1849.

     La tercera Memoria, �Noticias interesantes sobre las Islas Marianas�, de Nicolás de Saavedra, es de 1852. En ella se vuelven a describir geográficamente las Marianas, y a analizar minuciosamente su clima, vegetación, fauna, geología, sus posibilidades como colonia de explotación económica y poblamiento (reducido). Y se hace un somero repaso de la historia y de las características de los naturales y de su psicología y aptitudes, digno de peor causa, en el que se incluye una lista de españoles muertos por los isleños, y de los isleños que se opusieron a los españoles y de los que colaboraron con éstos.

     Juan Ruiz Roda escribió dos Memorias, también en 1852. La primera, breve y concisa, se centra en la relación de los isleños con los barcos balleneros, que a veces se los llevan con contratos confusos, que camuflan en ocasiones situaciones de semiesclavitud, perdiendo las islas, sin contrapartida económica, según Ruiz Roda, brazos que deberían servir a la economía local y colonial. Pasa luego a proponer modificaciones sociológicas en la familia micronesia e incluso el trabajo y la residencia forzados para los isleños y la prohibición de la bebida local, la tuba. La segunda Memoria es una lista de consejos y propuestas que incluyen un repoblamiento con chinos y otros, para suplir a la presunta falta de mano de obra, para reducir el número de cargos militares, limitar el uso de la tuba, reagrupar por la fuerza en una sola localidad a los habitantes de las aldeas micronesias, dispersas, poco pobladas, con el fin de controlarlos y facilitar su explotación laboral, etc.

     El quinto y último documento es la Memoria del padre Vicente Acosta, de 1852. Se refiere a los problemas en gran parte ya enumerados por Ruiz Roda y al modo de combatirlos: la presencia de los buques balleneros, la tuba, el fomento del interés por la ganadería entre los isleños, la reagrupación de la población en una sola localidad.

     Esta rápida sucesión de memorias, todas muy parecidas y con casi idénticos fines (mejorar la explotación colonial, aprovechar mejor las posibilidades de las islas, controlar a la población, alejar a los extranjeros, etc.) indican una preocupación de Manila y de Madrid por tratar de sustituir lo perdido en América por lo conservado en el Pacífico. Pero digamos simplemente -para no salirnos del tema- que Madrid no podrá hacer mucho más, y arrastrará penosamente estas colonias hasta su pérdida en 1898-99.

CARLO A. CARANCI [130]



Filipinas e Insulindia

RAFAEL, Vicente L. (compil.): Discrepant Histories. Translocal Essays on Filipino Cultures, Anvil Publishing, Manila 1995. 331 pp.

     Una de las cuestiones más debatidas tanto entre los especialistas como entre los ciudadanos de la República de Filipinas es qué es ser filipino. Varias �graciosas� referencias se pueden encontrar sobre ello, desde ser la persona de un país que ha estado 300 años en un convento y 50 en Hollywood a la de aquel �que habla inglés, católico romano de raza malaya con un nombre español y que come comida china�. Una buena parte de esas características propias, como puede comprobarse, vienen de la influencia exterior. Así, no es de extrañar que haya una nueva referencia clave en esa identidad: los filipinos emigrados. Rafael es uno de los autores más conocidos y más originales en la búsqueda de lo que es la identidad filipina, tal como demostró en su libro ya convertido en clásico, Contracting Colonialism y, además, él mismo es miembro de esa diáspora de la que tanto se preocupa, puesto que vive desde hace bastantes años en Estados Unidos, impartiendo clases en la Universidad de California en San Diego.

     En �Discrepant Histories� sigue en su búsqueda de esa identidad filipina y lo hace desde una perspectiva distinta a la que se suele adoptar: buscando las semejanzas con otras regiones más que las diferencias. Los ensayos del libro, como él afirma, son ensayos sin fronteras e inscribe a su libro dentro de los �estudios culturales� frente a los �estudios de área�. Describe a los primeros por una �profunda ambivalencia hacia las posibilidades de estabilizar áreas de conocimiento y mucho menos de prestar fe a las demandas imperialistas y nacionalistas de tales totalidades�, refiriéndose a las pretensiones de los estudios de área por el tratamiento a los �estados-naciones como unidades elementales de análisis y para ver a las propias regiones como entidades estables representables fijamente en mapas y en los trabajos de las maquinarias burocráticas� (p. XV). Señala que no le interesan mucho los debates teóricos sino más bien trasladar tales debates a las fronteras que separan los estudios de área de las diferentes disciplinas. Más que preguntarse sobre el pasado como tal, afirma que los ensayos se preguntan sobre las condiciones que hacen del pasado constitutivo y desbaratador, simultáneamente, del presente. En definitiva, los define como ensayos sin fronteras y lo justifica afirmando que la realidad de las Filipinas siempre ha excedido los bordes artificiales que actualmente posee, evadiendo sus reivindicaciones imprescindibles y las obligaciones compulsivas (p. XVII).

     Comienza el libro con un artículo magistral de un profesor suyo, Benedict Anderson, autor de otro libro que también se ha convertido en un clásico, �Comunidades imaginadas�. Anderson hace un análisis histórico del sistema político filipino en �Democracia caciquil� a través de Corazón Aquino (apellido de soltera, Cojuanco) y lo que ella significa como la principal característica del sistema en Filipinas: el poder económico que los mestizos chinos han conseguido en Filipinas. Opone esa característica a América Latina (los mestizos están frecuentemente en el poder, pero no los mestizos chinos) y al resto del Sudeste de Asia (los mestizos, tanto chinos como no, están fuera del poder). Otros tres artículos por Reyaldo Ileto (�El cólera y los orígenes del orden sanitario norteamericano en las Filipinas�), Warwick Anderson (�Donde cada perspectiva agrada y sólo el hombre es infame: Medicina de Laboratorio como Discurso Colonial�) y Michael Salman (�Nada sin trabajo�: Ciencia penal, Disciplina e Independencia en las Filipinas bajo Estados Unidos�) tratan algunas de las formas en las que los filipinos fueron llevados a creer en la bondad de la modernización y el progreso implantado por los americanos.

     Una tercera parte trata sobre el nacionalismo y la diáspora, con artículos del propio Rafael sobre (�Nacionalismo, imágenes e intelectualidad filipina en el siglo XIX�), Óscar V. Campomanes escribe sobre Filipinos en los Estados Unidos y su Literatura del Exilio y Martin F. Manalansan sobre el Sida (�Hablando del Sida: El lenguaje y la experiencia gay filipina en Estados Unidos�). El [131] libro acaba con tres artículos de antropólogos sobre la cultura actual en Filipinas, uno de Fenella Cannell sobre concursos de bellezas entre hombres que se celebran en pueblos en la región de Bicol (�El poder de las apariencias: Belleza, Imitación y Transformación en Bicol�), otro de Jean-Paul Dummont trata sobre la ocultación de la violencia, consciente e inconscientemente, en una pequeña isla Visaya, Siquijor, caracterizada por la tranquilidad pero en la que no han dejado de ocurrir hechos violentos (�Ideas on Philippine Violence: Assertions, negations and Narrations�), y otro de Neferti X. Tadiar sobre el significado de los pasos a distinto nivel dentro de la cambiante configuración de Manila (�Manila's New Metropolitan Form�).

FLORENTINO RODAO



GARCÍA DE LOS ARCOS, María Fernanda. Forzados y Reclutas: Los criollos novohispanos en Asia (1756-1808), Potrerillos Editores, Méjico 1996. 338 pp.

     María Femanda García de los Arcos puede esgrimir varios argumentos para demostrar sus conocimientos sobre Filipinas. Uno de ellos es su profundo conocimiento de Archivo General de la Nación en México, otros son sus estrechos contactos y aprendizaje de la escuela francesa de historiadores y otro puede ser su extensa bibliografía sobre Filipinas, entre la que se puede destacar el libro Estado y Clero en las Filipinas del siglo XVIII, publicado en México, en la Universidad Autónoma Metropolitana en 1988. Con el libo que comentamos vuelve a dar una nueva prueba de este conocimiento tan profundo y ello ayuda a que un tema aparentemente de escaso interés puede hacer que se lea el libro con apasionamiento.

     El libro que nos ocupa trata de los envíos de soldados de Nueva España a México en el último medio siglo antes de la independencia mexicana, una emigración pensada como temporal en un principio pero convertida en definitiva. Nos habla en sus capítulos de la demanda constante de soldados en Filipinas, de la forma de reclutamiento en el Nuevo Mundo, de la composición de las remesas, del traslado y embarque y de su influencia cultural en las Filipinas, no sólo en esos momentos sino también el camino hacia la independencia. La profesora García de los Arcos, además, se vale de su profundo conocimiento de Filipinas para introducimos en el conocimiento de la vida filipina e incluso en las alternativas que fueron consideradas. En la conclusión final hace aseveraciones que van más allá de la vida de estos soldados, como que �el centro de gobierno y de la administración del virreinato del norte se comportaba como la verdadera capital transpacífica americana, mucho más de lo que las apariencias se suelen plantear� (p. 276), nos habla de los intentos de las manifestaciones de transición que aparecieron por esas fechas y de la preocupación por la defensa que fue la que llevó a esa emigración. Pero la defensa no era sólo pensada frente a los enemigos exteriores, sino frente a las posibles infidelidades de los naturales; en ese sentido cobra interés el interés de los soldados como �agentes de hispanización y novohispanización�.

FLORENTINO RODAO



VATIKIOTIS, Michael R. J.: Indonesian Politics under Suharto, Routledge, Londres/ Nueva York 1993. Pp. 220.

     Con algún retraso nos llega este título de un periodista británico especializado en asuntos del Asia sudoriental, en el que se analiza el período suhartista en Indonesia. Suharto controla el poder en este país desde el sangriento golpe de Estado antisukarnista y anticomunista, apoyado por Occidente, de 1965, y la toma directa del poder en 1967, es decir, desde hace treinta años. Desde entonces su poder ha sido casi total y en él ha sabido mantenerse con habilidad y relativa flexibilidad, entre las distintas fuerzas y componentes existentes en el país. Esto es lo que nos explica el autor, tras hacernos una interesante semblanza de Suharto desde antes de 1965. [132]

     Suharto, explica Vatikiotis, siempre ha otorgado a las fuerzas armadas una posición central, que tendrán posiblemente un papel de importancia el día en que falte aquél -que ya tiene 76 años (en 1997) y no está demasiado bien de salud-, en el mantenimiento de la �unidad� del país, en la continuidad del régimen, en la continuidad de las relaciones privilegiadas con los países occidentales y con las transnacionales.

     Es cierto, por otro lado, que el régimen de Suharto, dice Vatikiotis, ha tenido algunos éxitos más que medianos en el campo de la economía, en particular en el del crecimiento económico, que a veces el autor parece confundir con el del desarrollo.

     Analiza luego, con cierta extensión, el papel del Islam en un país oficialmente islámico, que tiene fama de ser tolerante, pero que trata de imponer el Islam muchas veces por la fuerza -por ejemplo, en Irian Jaya-, en el que el integrismo no es excesivamente radical, porque los partidos musulmanes están, en parte, asociados al poder.

     Escaso espacio, generalmente de pasada, concede el autor, en cambio, a los problemas étnicos en un país multiétnico y con marcadas diferencias regionales, y uno de los más conflictivos, en el que la tendencia centrífuga de las minorías nacionales puede incidir en el futuro -piénsese en el hoy menos virulento problema de las Molucas, o en el de Irian Jaya y en el de Timor, en el malestar de otras poblaciones, aun de las malayas, por la política de la Transmigrasi o traslado de poblaciones a islas menos pobladas-.

     El futuro de Indonesia, pues, depende de varios factores de entidad, que Vatikiotis considera con incisividad periodística y con una leve simpatía indulgente hacia Suharto y su régimen, quizá deslumbrado por su estabilidad y por los muchos atractivos del país: así, nos dice que el general ha ido acumulando una ingente fortuna familiar, como otros dictadores del mismo tipo, pero... añade Vatikiotis, Subarto, a diferencia de éstos, ha reinvertido parte de su fortuna...

C.A. CARANCI



RODAO, Florentino: Españoles en Siam (1540-1939), CSIC, Madrid 1997, 206 pp.

     Asia siempre ha interesado poco a los estudiosos españoles: los asianistas han sido y son pocos, y su calidad no ha sido o es siempre la deseable (digamos, de pasada, que Oceanía ha interesado aun menos, y no tememos exagerar si decimos que sólo hay tres o cuatro oceanistas españoles).

     Ni siquiera el imperio español de Asia y de Oceanía y las relaciones de España con estas partes del mundo han interesado gran cosa a los estudiosos, mucho menos, sin duda, que el estudio del imperio americano. De ahí que los filipinistas hayan sido siempre relativamente pocos, aunque no han faltado (y los estudiosos de la Micronesia ex española prácticamente no han existido como tales -es decir, como estudiosos a tiempo completo o al menos parcial pero con una continuidad y una profundidad operativas-). Hay que decir, sin embargo, que en los dos últimos decenios el número de filipinistas ha aumentado y lo mismo la calidad de su producción.

     Y, como era de esperar, tampoco ha interesado mucho la presencia española en otras zonas de Asia, pese a que España mantuvo contactos y relaciones más o menos intensas con China, Japón, Annam, Camboya, Siam, y varias partes de lo que hoy es Indonesia o Malaysia y pese a que, en determinados períodos, estuvo a punto de poner pie en el continente asiático. Y pocos han sido los títulos aparecidos sobre estos contactos y, aun así, de manera errática, hasta hoy.

     Por eso, además de los méritos que puedan tener, hay que dar la bienvenida a los escasos títulos que van apareciendo penosamente: uno de éstos es el necesario y también muy interesante libro de Rodao, que viene a llenar un hueco en la historiografía de las relaciones con los demás países de Asia.

     Se trata de una historia de las relaciones de España con Siam (hoy Thailandia) desde el [133] siglo XVI hasta 1939. Estas relaciones fueron más intensas de lo que habitualmente se cree. Sin embargo, estuvieron presididas siempre por la inconclusión.

     El autor estudia las relaciones bastante exhaustivamente, dividiéndolas en cuatro etapas: la primera, a partir del siglo XVI, es corolario de la expansión imperial del Reino de España por Asia sudoriental. España trata, desde su posesión de Filipinas, de comerciar con el Sudeste de Asia y de anexionarse nuevos territorios en ese área, en lo que hoy son Camboya, Laos y Thailandia, sin éxito. Del resultado son responsables la inoperancia, la indecisión, los problemas presupuestarios, y la actitud remisa de los gobernantes siameses -que, digámoslo de pasada, ya mantenían relaciones comerciales y políticas con las entidades políticas filipinas antes de la llegada de las españolas-. Rodao resalta justamente lo determinante que fue la unión temporal entre España y Portugal en 1580 -y luego la separación en 1640-, al menos indirectamente: marca el declinar del comercio portugués con Asia suroriental por el Cabo de Buena Esperanza, entre otras consecuencias (p. 6-7).

     En la segunda etapa, que Rodao hace comenzar en 1604 y prolonga nada menos que hasta 1821, priman los aspectos comerciales, la piratería, los conflictos armados y la competencia con Holanda sobre los aspectos políticos e imperiales. Pero ahora también, sobre todo a partir del siglo XVIII, fracasan los numerosos y ahora más sólidos intentos -siempre desde Filipinas- de establecer relaciones diplomáticas y económicas de importancia y duraderas y de incluir al Siam de Ayuthia en la red comercial americano-asiática establecida por los españoles, cuyo símbolo será el galeón de Manila. Asimismo, a partir de 1630 -y ante el peligro de la presencia holandesa en América-España semiabandona Asia y se concentra en aquel continente, lo que, como bien dice el autor (p. 63), representa un giro en el interés español por Asia. Las cosas no cambian para España con el advenimiento de la dinastía Chakri en la nueva capital, Bangkok, en 1782 y el fortalecimiento de Siam como potencia del área.

     La tercera etapa cubre el siglo XIX, en la que España, tras la pérdida de las colonias americanas, y a partir de la dependencia directa de Filipinas de la metrópoli, pretende con poco realismo, sacar algún provecho de su presencia en Asia y de sus antiguas relaciones con Siam, con resultados mínimos (algún tratado, en 1870, en 1880, un consulado en Bangkok, un poco de comercio, algún nuevo plan expansivo sobre el papel), en un contexto de imposible competencia con las grandes potencias europeas en Asia y de claro declive imperial de Madrid. (Esta etapa incluye la visita a España en 1897 del rey siamés Chulalongkon [el Chulalongkorn de los ingleses], salpicada de ridiculizaciones y zafiedades racistas en la Prensa española a costa del despistado rey, además displicentemente recibido.).

     Tras la derrota de 1898 se inicia la cuarta etapa: España ha perdido las Filipinas y con ellas terminan los sueños coloniales y todo interés por Asia y, obviamente, también por Siam. Sólo entrado el siglo XX se establecen relaciones diplomáticas formales, pronto dentro del marco de la Sociedad de Naciones, pero escasas, marcadas por la indiferencia y la lejanía física y psicológica, y sin especiales pretensiones por parte una España que pronto se iba a ver hundida en la guerra civil, y un Siam donde un golpe militar (1932) iba a abrir el camino a la monarquía constitucional. Los últimos contactos de cierta entidad, que no cuajan, tienen que ver con el intento frustrado del bando nacional en la Guerra Civil española de obtener el reconocimiento de Siam.

     El estudio termina con un muy interesante y original pero desgraciadamente breve capítulo sobre las visiones mutuas (Cap. V, �Percepciones mutuas�, pp. 167-174): la que se tenía en España sobre Siam, en la que predomina, sobre todo del siglo XIX en adelante, el [134] complejo de superioridad europeo, el desconocimiento y el racismo -véase el recibimiento a Chulalongkon-; y la que los siameses recibían sobre España a través de los británicos primero -bastante superficial e incluso �folklórica�- en el siglo XIX, y la que recibirán a través del Japón semifascista que conducirán a Siam a simpatizar con el bando rebelde durante la Guerra Civil de 1936.

     Unas relaciones, pues, las establecidas entre España y Siam, cuya característica principal fueron los escasos resultados, y creemos que esta es la idea que quiere transmitirnos Rodao. El autor habría deseado unas relaciones más intensas y profundas entre ambos países, pero su postura �reivindicativa� no se sitúa en una perspectiva imperial, sino sobre una base igualitaria: a lo largo de todo el libro se constata esta actitud respetuosa hacia los siameses. Una prueba, entre otras, de ésta es que el autor se toma la molestia de explicarnos, a veces extensamente, la historia y la política siamesa de esos siglos: lo más frecuente es que el historiador europeo asuma una única perspectiva, y nos deje an ayunas sobre la evolución, opiniones y actitudes de la otra parte.

     Unas relaciones, en suma, concluye Rodao, poco intensas, poco profundas, discontinuas e improvisadas, pero relativamente estables, quizá por su propia exigüidad, demasiado condicionadas por las propias situaciones internas -lo que quiere decir que por ninguna de las dos partes había una política sólida y autónoma- y, por si fuera poco, por �Las influencias de carácter extrabilateral� que �han marcado profundamente las relaciones (...)�, como fueron los conflictos en estos países se vieron envueltos (camboyano-siamés, hispano-holandés, fin del imperio español de América, políticas británica y francesa en el Sudeste de Asia, etc.).

     Sólo queda decir de este sólido estudio que es lástima que el autor no lo haya continuado hasta hoy.

C.A. CARANCI



Asia

BUSTELO, Pablo y PLAZA, Sergio (Coordrs.): Desarrollo económico e integración comercial en Asia Oriental, A.E.C.I., Madrid 1996. 334 pp.

     Como escribe Pablo Bustelo en el primer artículo de este libro colectivo titulado �La orilla asiática del Pacífico: retos y perspectivas en los años 90�, que sirve como introducción general al mismo, la orilla asiática del Pacífico es la región de mayor crecimiento económico del mundo en los últimos treinta años y el lugar hacia el que se está trasladando el centro de gravedad comercial, industrial, financiero y tecnológico del planeta. Las tendencias recientes de la economía mundial y de las relaciones internacionales están teniendo consecuencias importantes entre las que se cuentan algunas adversas, en la región. No obstante, las perspectivas económicas de la misma hasta fines del decenio en curso y principios del siglo XXI parecen, a todas luce, excelentes.

     Esta región está compuesta por países muy diversos: además del superdesarrollado Japón y de China, en proceso de reformas económicas, se cuentan otros países considerados todavía en desarrollo pero con un ritmo sin precedente de progreso económico y social, como son los nuevos países industriales asiáticos (los cuatro �pequeños dragones�): Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur; también los principales países de la Asociación de Naciones de Asia Suroriental: Thailandia, Malaysia, Indonesia y Filipinas (los tres restantes miembros de la ASEAN son Singapur, Brunei y Vietnam); varios países de economía centralizada como Laos, Camboya, Myanmar y Corea del Norte; y por último, varios países del Pacífico, de muy escasa entidad económica. [135]

     En este libro se estudian las principales economías de la región en un conjunto de ocho trabajos que constituyen la parte primera de la obra con el título de �Desarrollo económico de Asia Oriental�, y que son: �La economía china: reforma y perspectivas� por Pablo Bustelo y Ángel Martínez González-Tablas, �Los cuatro dragones asiáticos en la economía mundial� por Pablo Bustelo, �Filipinas: subdesarrollo y recuperación� por Irene Maestro, �Las economías de Indochina en los años 90: de la guerra al duelo entre plan y mercado� por Andrew Mold y Carlos Oya, y varios artículos cuyo autor es Serio Plaza: �El desarrollo económico de Malasia�, �El desarrollo económico de Tailandia�, �El desarrollo económico de Indonesial, y �La ayuda oficial al desarrollo japonés en Asia Oriental�.

     La orilla asiática del Pacífico es también escenario de formas novedosas peculiares de cooperación económica y de integración comercial. A este tema está dedicada la segunda parte del libro que contiene siete trabajos bajo el título de �Integración comercial en Asia Oriental� y que son: �El proceso de integración comercial del Pacific Rim asiático: el triángulo de crecimiento Japón -NIEs-DAEs� por Caterina García Segura, �Las migraciones económicas en Asia Oriental� por Sergio Plaza, �Comercio e integración intraindustrial en Asia-Pacífico: perspectivas de vinculación con América Latina� por Carlos J. Moneta, y cuatro artículos por Pablo Bustelo: �La APEC en la economía mundial�, �La cumbre de Osaka de la APEC y la liberalización económica de China�, �La ASEAN en los años noventa� y �El Área Económica China: crecimiento e integración�.

     Cada artículo contiene cuadros e índices estadísticos, relación de bibliografía, y notas y referencias bibliográficas a pie de página.

J.U. MARTÍNEZ CARRERAS



Asia oriental

LARGE, Stephen S.: Emperor Hirohito and Shôwa Japan, Routledge, 1992, 249 pp.

     Tras la muerte de su padre, el emperador Taisho el 25 de diciembre de 1926, Hirohito se convirtió en el 124 emperador de Japón. Su reinado duró más de 60 años (1926-89) siendo el más largo en la historia del país nipón y posiblemente en la historia mundial reciente. Durante este período, Japón soportó graves situaciones: la crisis de 1929, varias guerras y una ocupación extranjera. Sin embargo, ésto no impidió su rápida recuperación hasta convertirse en una de las principales economías del mundo.

     El propósito del autor no es otro que mostrar imparcial y objetivamente la personalidad del emperador, su visión del mundo y su papel político en los acontecimientos que el país tuvo que vivir. Muchos estudios se han centrado en la guerra del Pacífico o en la interpretación de la conspiración imperial a comienzos del período Shôwa; no obstante, Stephen Large muestra las controversias que rodearon a Hirohito contra todo lo escrito hasta ahora acerca de su reinado, en particular, el papel jugado en la década del expansionismo japonés de 1941-45.

     El primer capítulo, titulado �The making of Shôwa Emperor�, está dedicado a la educación y formación recibida por el joven emperador y a los valores que le son inculcados (benevolencia, sentido común, patriotismo, etc.), En el segundo �Japanese aggression and the limits of imperial influence, 1926-33� se señala la invasión japonesa de Manchuria y el interés del emperador por conseguir la paz y el progreso de su país.

     Tras este suceso se llevará a cabo una restauración de los valores tradicionales y que el autor denomina en el tercer capítulo �The challenge of Shôwa Restoration radicalism, [136] 1931-37. En este período se querrá abolir la influencia extranjera (individualismo, comunismo, liberalismo) y volver a una comunidad política unida bajo un soberano absoluto, el cual legitimaría la renovación de Japón. Dentro de esta renovación, se incluyó el ejército, que sufrió una purga de mandos tras su insurrección en febrero de 1936. La rebelión debilitó al emperador, al no ser la persona más indicada para ir contra ellos y carecer de liderazgo y tener unos poderes limitados que le hacía incapaz de encargarse de tal tarea.

     Con la guerra chino-japonesa se vio que el emperador estaba ansioso por jugar un papel exitoso en los asuntos del mundo. Esto es lo que se deduce de la lectura del capítulo 4.� �The Emperor and War 1937-40�. Sin embargo, y ya en el capítulo 5 �World war and the imperial will 1941-45�, su papel en la vida política se vio reducido a aceptar la política elaborada por su gobierno sin poder expresar su parecer acerca de lo que estaba ocurriendo en esos momentos. Como dijo una vez �era el deber imperial y no podía hacer nada�. La responsabilidad política de impedir la guerra era de los hombres de estado del gobierno y no del emperador; una vez que el gobierno hace una política él no podía elegir aprobarla o no. �Hacer otra cosa sería destruir la Constitución�. Tras la guerra se le acusó de criminal de guerra y tuvo que enfrentarse al deseo de su gobierno de que abdicara. Se le vio como el responsable moral de la entrada de Japón en la guerra, ante Dios y los japoneses.

     El período de postguerra y de ocupación norteamericana de paso a un nuevo capítulo, �The Emperor and the Occupation 1945-52� donde podemos ver cómo Hirohito contribuyó al proceso de adaptación de la monarquía a la democracia liberal a través de su renuncia al carácter divino del emperador y de la reforma de la Constitución de 1898, en cuyo artículo 9 se renuncia a la guerra como un derecho de la nación. De esta forma el emperador pasa a ser el símbolo del estado y de la Unidad de los ciudadanos, desposeyéndole de toda autoridad política. Se llevará a cabo un mayor acercamiento de la monarquía a los ciudadanos y una popularización del emperador y su familia, que se ve sobre todo en los años 1952-70 y que corresponde al capítulo 7 �The politics of imperial symbolism�. En este período los mass media se hacen eco del gran éxito que tenía la imagen de Hirohto y aparece en la mayoría de las publicaciones, mostrándole como un hombre de familia como cualquier ciudadano japonés.

     Los últimos años de su vida son reflejados en el capítulo 9 �The Emperor and the imperial institution in late Shôwa Japan 1970-89� donde resaltan dos cosas. La primera, el viaje que en 1971 hizo con su familia por Europa para reconciliar posturas tras la guerra, y cuya acogida por la población europea no fue tan satisfactoria como se esperaba pues abucheos y gritos llamándole criminal de guerra se sucedían en las diferentes apariciones públicas; y en segundo lugar, el viaje que en 1975 realizó a USA para mejorar las relaciones con este país, sobre todo, tras la crisis del petróleo de 1973. A la vuelta del mismo salió de la luz pública internacional y volvió a la relativa oscuridad, donde permaneció hasta su muerte, de cáncer, el 7 de enero de 1989.

     El libro termina con una conclusión bastante apropiada en la que señala que el caso de Hirohito es paradójico pues comienza su reinado queriendo la paz para su país, pero ésta resulta ilusoria al entrar Japón en guerra. Su reinado será recordado por dos décadas, 1926-1945.

     Para terminar, cabe decir que el libro ofrece también grandes conocimientos de la cultura política de la aristocracia, la dinámica del estado japonés y el intrincado juego entre el nacionalismo y la democracia en Japón desde la guerra del Pacífico. Es por ello que resultará de gran interés a los especialistas en estudios japoneses.

SUSANA PÉREZ GONZÁLEZ [137]



HERZOG, Peters: Japans Pseudo-Democracy, Japan Library, Folkestone 1993, 279 pp.

     La obra que nos ocupa tiene como objeto el análisis del actual sistema democrático japonés. Este sistema, tal como Herzog ilustra detalladamente, se configuró durante el complejo período de ajuste que siguió a la II Guerra Mundial, en el curso del cual Japón, alentando el firme propósito de integrarse política y económicamente en el nuevo mapa internacional modelado a la manera de Occidente, hubo de instaurar un régimen de gobierno que legitimase su posición en dicho contexto. La consolidación del nuevo sistema democrático constituyó un proceso largo y dificultoso, desarrollado en varias etapas: en primer lugar, fue preciso descartar la ideología que había predominado en el período de pre-guerra, y durante ésta; el siguiente paso significativo tendría lugar el 3 de noviembre de 1946, con la promulgación de la primera Constitución japonesa. Herzog se detiene esta fecha como momento determinante a la hora de interpretar las acusadas disfunciones que hoy podemos observar en el sistema democrático japonés. Según el autor, a Constitución del 46 fue aprobada de forma harto irregular, pues su instauración respondió antes a la presión del general MacArthur, respaldado por las tropas estadounidenses acuarteladas entonces en la isla, que a la voluntad de los ciudadanos japoneses. Dicha circunstancia vendría agravada por la carencia, en el Japón contemporáneo, de los valores, instituciones y estructuras sociales precisas para basar un régimen democrático entendido a la manera occidental, todo lo cual explicará, finalmente, la forma peculiar que en la actualidad adopta el panorama político japonés, mezcla �impenetrable� de tradiciones ancestrales y modernos conceptos occidentales. Esta contradicción básica entre valores, actuaciones y funcionamiento político constituirá el foco de interés del autor a lo largo de los diez capítulos que integran el libro. Se trata de una obra viva, deliberadamente controvertida, que nos adentra en algunos de los aspectos más conflictivos del Japón contemporáneo: la lucha electoral y la legitimación, la corrupción y el escándalo, los derechos civiles y religiosos... todo lo cual sirve de argumento a Herzog para referirse al sistema político japonés como una �pseudo-democracia�.

ARÁNTZAZU RUIZ RODRÍGUEZ



PHARR, SUSAN J. y KRAUSS, ELLIS S.: Media and Politics in Japan. University of Hawaii Press. Honolulu 1996, 389 pp.

     Tal y como dicen los autores del libro en el prefacio, no hay ninguna sociedad industrializada tan saturada de medios de comunicación como Japón, ni tan siquiera los Estados Unidos, a quien se suele poner de ejemplo en los estudios relacionados con el tema. En Japón existen cinco diarios nacionales con una tirada cercana a los dos millones de ejemplares cada uno, lo que supone la más alta circulación de periódicos por renta per cápita en el mundo. Alrededor del 90% de los adultos leen el periódico diariamente y la media de hoyas que las personas ven la televisión al día es de 3. Además existen siete estaciones de televisión 5 AM y 3 FM y una gran variedad de revistas y publicaciones menores. De esta forma, Japón se presenta como un laboratorio para explorar e investigar el papel que los medios de comunicación juegan hoy en las democracias y para reelaborar teorías derivadas de las experiencias norteamericanas.

     Dada la escasa bibliografía existente sobre los políticos japoneses, esta obra será bienvenida por los especialistas en el tema, así como para intelectuales y estudiantes interesados en el Japón contemporáneo.

     �A qué intereses sirven los medios de comunicación? �Qué papel juegan en la vida política? �Son sirvientes del Estado o son los guardianes y defensores del público? �Qué efectos causan los medios de comunicación en la conducta de los ciudadanos japoneses? Estas y otras preguntas que serán respondidas a lo largo de la obra, son centrales para interpretar el papel de los mass media en cualquier sociedad industrial.

     Este libro es una colección de ensayos realizados por sociólogos, politólogos, psicólogos sociales y periodistas, en los que son tratados temas como el poder de los mass media en las organizaciones comerciales, el uso que la burocracia hace de ellos y el papel de los medios de comunicación en los escándalos políticos.

     La obra está compuesta por un prefacio, una introducción y doce capítulos divididos en cuatro partes. El primero �Media as Trickster in Japan: a comparative perspective� señala los cuatro roles posibles que los mass media pueden desempeñar: como espectadores, limitándose [138] a transmitir información de los actores políticos, sin servir a ningún interés; como vigilantes del interés público, como sirvientes o instrumentos del Estado y como Trickster o revolucionarios.

     En el capítulo 2 �Mass media as business organitations: a US-Japanese comparison�, se lleva a cabo una comparación de los media de Japón y USA diciendo que en ambos casos son un negocio.

     En el capítulo 3 �Portraying the State: NHK Television News and Polities� se expone cómo el mayor canal de televisión japonesa, NHK, ha retratado al Estado y los posibles efectos sobre los políticos. El Estado y la burocracia son descritos como guardianes de los intereses públicos afrontando los problemas de la sociedad. La falta de independencia de la prensa japonesa es el tema principal del capítulo 4 �Japan's press and Polities of Scandal�. El capítulo 5 �Television and Political turmoil: Japan's summer of 1993� se expone cómo el PLD, el partido gobernante hasta ese momento, perdió las elecciones y tuvo que hacer coalición con el partido socialista.

     En el capítulo 6 �Media an Policy change in Japan� se muestra a los mass media on el cuarto poder junto al PLD, la burocracia y los negocios. El uso que hacen los movimientos de protesta de la prensa y televisión a la hora de hacer públicas sus reivindicaciones, es el tema del siguiente capítulo �Media and Political Protest: the Bullet Train Movements�. En el capítulo 8 �Media Converage of US-Japanese Relations� se expone el conocimiento y grado de atención que la prensa de cada país tiene del otro.

     En los capítulos 9, 10 y 11 titulados respectivamente �Media Exposure and the Quality of Political Participation in Japan�, �Media in Electoral Campaigning in Japan and USA� y �Media Agenda Setting in a local Election: the Japanese Case�, hay una visión general de la influencia de los mass media en la participación de los ciudadanos en política. Desde 1950 éstos han ejercido y ejercen un papel democratizador, en un país que emergía de una guerra donde los políticos se han mantenido gracias a hombres influyentes, donde las decisiones se toman en secreto y donde el dinero y la corrupción ha calado profundamente dentro de la estructura de todas las conductas de los políticos. Finalmente en el capítulo 12 �The Mass Media and Japanese Politics: effects and Consequences� se trata de evaluar el papel y el impacto de los mass media en la vida política japonesa. Así se considerará su estructura y autonomía, el papel que juegan en los políticos de élite en Japón y cómo los mensajes afectan a la vida social y participación democrática en los ciudadanos.

     En conclusión, nos encontramos ante una obra lo suficientemente buena como para hacemos comprender un poco más, la forma de actuar y pensar de la sociedad japonesa, tan desconocida y admirada al mismo tiempo.

SUSANA PÉREZ GONZÁLEZ



Ríos, Xulio: China �Superpotencia del siglo XXI?, Icaria Editorial, Barcelona 1997.

     En este libro, mediante un análisis de la situación de China en la última década, se intenta responder a la pregunta formulada en su título: �será China una superpotencia del siglo XXI?. Para Xulio Ríos, director del Instituto Galego de Análisis e Documentación Internacional, la respuesta parece ser afirmativa. El gigante asiático está pasando de ser una sociedad aislada y volcada sobre si misma a abrirse más al mundo, a participar cada vez más activamente en las transacciones económicas internacionales y en la toma de decisiones a nivel mundial.

     Los factores que han propiciado esta profunda transformación y que le conducirán a esa nueva categoría de superpotencia son principalmente tres: en primer lugar la nueva situación internacional creada por el fin de la bipolaridad. La desaparición del bloque socialista y especialmente la desintegración de la URSS, ha repercutido en China de manera muy profunda. Ha modificado la relación estratégica con EEUU, ha dado un nuevo contenido a sus relaciones con Rusia, y ha facilitado su expansión en el Pacífico.

     En segundo lugar, en el orden interno, la política de apertura (kaifang) y reforma (gaige) que los dirigentes del Partido Comunista Chino aplican desde finales de la década de los setenta. En tan breve plazo dicha política ha permitido a la República Popular China multiplicar por cuatro su economía y elevar [139] sensiblemente el nivel de vida.

     En tercer lugar, la próxima reunificación del país con el regreso de Hong Kong, Macao y probablemente después Taiwán, reforzará su capacidad política y económica al acumular potenciales tanto financieros como industriales, que hará de la combinación de las tres economías una fuerza imparable.

     Sólo cuestiones de tipo interno tales como medioambientales, socioeconómicos y políticos pueden desestabilizar a China. La confluencia de los factores antes señalados, abre una etapa de transición llena aún de incógnitas, pero que sin duda reservará a China un papel importante en el nuevo orden internacional.



LAURA M� SÁEZ GARRIDO.



WANG, Enbao.: Hong Kong 1997. The Politics of Transition, Lynne Riemmer Colorado 1995.

     Este libro trata sobre el problema de Hong Kong, comenzando con una breve revisión histórica y pasando por las relaciones entre China y Gran Bretaña durante los noventa y nueva años que ha durado el mandato de ésta sobre este territorio. Hace hincapié en las ideas nacionalistas chinas y en cómo se ha llevado a cabo el proceso de devolución de una forma pacífica, equilibrando los intereses de ambos países. Explica las negociaciones llevadas a cabo durante la escritura de la Ley Básica y las ideas principales de la declaración conjunta de 1984. Finalmente hace un breve esquema del sistema político establecido en Hong Kong por la Ley Básica de principios de los años noventa. También relaciona la modernización china con Hong Kong y la posible influencia que éste pueda tener para poder llevarla a cabo.

     Hay que agradecer a ese autor que no intente adivinar las posibles tendencias futuras, como hacen otros autores que escriben sobre este tema y se limite a presentar hechos. Es un libro útil para conocer esta problemática y, aunque a veces resulte un poco reiterativo, intenta estudiar todas las dimensiones y repercusiones tanto para los habitantes de Hong Kong como para los de la República Popular.

VANESA CASADAS PUERTAS



América

PIPITONE, Ugo: Asia y América Latina. Entre el desarrollo y la frustración. IUDC, Madrid 1996. 221 pp.

     Ugo Pipitone, economista italiano afincado en México desde hace dos décadas, nos muestra en este libro las condiciones necesarias para que un proceso de desarrollo económico sea próspero, Su teoría surge de la convicción de que cualquier proceso de este tipo debe llevar ligado tres �retos ineludibles�: el Estado, la agricultura y el comercio exterior.

     Al análisis de cada condición le dedica un capítulo. Las coordenadas de cada uno de ellos son las siguientes. Primero, sin unas estructuras institucionales sólidas y eficaces capaces de generar una administración pública eficaz y una sociedad con un alto nivel de legitimidad el proceso de desarrollo económico puede caer en una auténtica frustración. Segundo, son necesarias también unas estructuras agrícolas al mismo tiempo eficaces y de amplias bases sociales, �La agricultura ha sido históricamente un prius insustituible y los países que han fracasado en consolidar estructuras sólidas de sus agriculturas, antes o después, han fracasado en producir bases industriales igualmente sólidas�. Tercero, el desarrollo también supone cierta eficacia para poder operar en un plano internacional, pudiendo competir a nivel mundial tanto en el plano de desarrollo tecnológico como para canalizar los recursos externos y completar los ahorros nacionales.

     Un proceso de industrialización no es pues siempre determinante para el desarrollo; son más importantes las formas, condiciones y circunstancias en que un país llega a plantearse el problema de la industrialización.

     Mediante el análisis de la historia reciente de Asia Oriental y América Latina, intenta dar cabida a una serie de preguntas tales como: �existe otro camino que no sea el capitalismo para encontrar el desarrollo?, �De dónde surgen las energías sociales que de pronto se desatan en la vida colectiva de un pueblo y [140] generan riquezas ahí donde antes había pobreza y que modifican pautas de comportamiento y valores asentados en el curso de siglos?.

     Con un lenguaje profundo que a veces hace necesario releer varias veces un mismo trozo, nuestro autor intenta aproximarnos un poco más a la difícil tarea de encontrar una fórmula capaz de generar un desarrollo económico eficaz.

LAURA M� SÁEZ GARRIDO



Ficción

F. SIONIL, José: Viajero. A Filipino Novel, Solidaridad Publishing House, 1993 Manila. Pp. 278.

     El libro de F. Sionil José es una novela histórico-psicológica, cuyos protagonistas principales son Salvador de la Raza y las Filipinas.

     Salvador de la Raza es un huérfano filipino que, en la Segunda Guerra Mundial, es llevado a EE.UU. y adoptado por un militar americano. En esta tierra de promesas y de racismos puede estudiar y vivir sin ningún problema económico; y, además, mantiene unas fuertes relaciones afectivas con su hermana y su padre. Vive las contradicciones de la sociedad norteamericana en los años 60 y 70, desarrolla sus estudios académicos sobre Asia y, sobre todo, Filipinas: siempre en búsqueda de su identidad y de su pasado.

     Esto lo lleva a viajar a España y Japón, a interrogar y a interrogarse sobre su historia y la historia de su país hasta que vuelve a Filipinas a principio de los años 80, después del asesinato de Benigno Aquino en agosto de 1983. Esta vez el viaje no tiene razones académicas. Es la vuelta al principio, a su origen. Es la decisión de dejar el sueño de América� (�the dream of América�) y de quedarse hasta la muerte en su tierra, al lado de sus compatriotas que intentan luchar por el futuro de Filipinas.

     Es una novela fascinante, por la forma y por el contenido. Salvador de la Raza es un viajero de la historia y, además, de los sentimientos y sufrimientos humanos; nos enseña sus estudios, sus experiencias, sus inquietudes.

     A lo largo de toda su vida se siente sin pasado, y se pregunta la importancia que pueden tener para un hombre su pasado y su identidad étnica.

     Buscando su identidad llega a Filipinas. Conoce toda la historia de su país, tal y como ha sido contada en libros y documentos; una historia de viajeros y emigrantes (�my countrymen dislodged from the warmth of their homes�).

     Pero sólo viviendo allí puede, finalmente, conocer a su gente, la pobreza y el sufrimiento de un pueblo que se ha dejado destruir y colonizar por sus propios dirigentes.

     Salvador de la Raza es un historiador: ve la crueldad, la hipocresía y la intolerancia que dominan su país, como herencia de la colonización española y de su Inquisición.

     Pero los encuentros con Benigno Aquino y con sus compatriotas le enseñan que los filipinos quizá hayan sido más crueles consigo mismos que los japoneses y los norteamericanos (�There is no mystery at all about how this nation deteriorated, how it has been colonized by its own leaders. But this internal colonization wouldnt have happened if the Filipinos did not want it, but they permitted it through their ignorance, their incapacity to look at the Filipino elite as their exploiters.�).

     Con sus compañeros vive las contradicciones del �gobierno revolucionario de Cory Aquino (desde 1986): el problema de los guerrilleros; la falta de una verdadera reforma agraria; policías y militares que todavía pueden matar a la gente sin dar cuenta a nadie de lo que hacen; el derecho de voto, que no ha llevado ni comida ni zapatos a la población; la falta de educación e instrucción, que sigue dejando pobres a los pobres.

     Salvador de la Raza elige apoyar a los revolucionarios en lo que pueda, y quedarse con ellos en las montañas, que han sido el inolvidable hogar de su infancia. Trabaja con ellos en el desarrollo de una conciencia crítica más fuerte, y de unas formas de lucha más eficaces contra su propia oligarquía (�a seminal work on revolutionary nationalism�). Juega un papel crítico en el movimiento popular filipino que parece ser el fin y la finalidad de su vida física e intelectual.

DANIELA CARBONI

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