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Libro IV

Del decir agraciado



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Capítulo I

De la dificultad de la pronunciación agraciada


1. Queda por esplicar la última parte de la rhetórica, que es el decir agraciado, por el qual se entiende la devida conformidad de la voz i de los movimientos del cuerpo, según la variedad de las cosas de que se trata, i de los afectos del ánimo que tiene el que habla, o los que desea manejar.

2. La gracia consiste en proporcionar el metal de la voz i el movimiento del cuerpo a las cosas que se dicen. Según esto, el decir agraciado tiene dos partes, que son pronunciación i acción. La pronunciación pertenece al oído; la acción, a la vista; i por estos dos sentidos se introduce la persuasión en el ánimo, i se moderan sus passiones.

3. La buena pronunciación se logra, como todas las otras diciplinas, por beneficio de la naturaleza, aplicación al arte, i diligente egercicio.

4. La naturaleza sin enseñanza, suele ser ciega; la enseñanza sin naturaleza, inútil; el egercicio sin una i otra, impossible.

5. Primeramente es necessaria la naturaleza, porque ai algunos tan vergonzosos, que no se atreven a hablar en público, como Isócrates, primer maestro de la eloqüencia griega. Refiere Aulo Gelio896, que Theofrasto, el más erudito, elegante i suave de todos los filósofos, nombrado assí por la divinidad con que parecía que hablava, deviendo decir unas pocas palabras al pueblo de Athenas, atajado de la vergüenza, enmudeció; i lo que es más, Demósthenes, príncipe de los oradores griegos, que han sido los más eloqüentes de todo el mundo, hablando con Felipe, rei de Macedonia, se cortó.

6. Otros tienen miedo de hablar, porque su voz es bronca o mugeril. Algunos no pueden pronunciar cierta letra, como Demósthenes la R, primera letra de la rhetórica, a cuya arte dio admirables egemplos con su maravillosa eloqüencia; o para pronunciar alguna letra, la truecan con otra, i tal vez omiten algunas sílabas, porque no pueden enlazar unas pronunciaciones con otras. Otros, como frai Hortensio Feliz Paravicino, tienen la voz baja i no se oyen sino con dificultad. La aplicación a vencer estos i semejantes defetos, los disminuye mucho o los quita totalmente, como lo consiguió Demósthenes, pronunciando muchos vocablos que tuviessen R897. Refiere Antonio de Lebrija898, que en su tiempo, para facilitar a los niños la pronunciación, se les hacía pronunciar esto:


Cabrón pardo pace en prado,
Pardiez pardas barvas ha.



7. Si la naturaleza favorece, el arte mejora. Pero ai algunos que no se valen de ésta para el egercicio, de los quales graciosamente decía Catón, que estavan entretenidos en las escuelas de Isócrates, para ir a abogar por los reos del infierno, aludiendo al tribunal de los tres jueces infernales, que los poetas fingieron que avía en los infiernos, Eaco, Minos i Rhadamantho899.




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Capítulo II

De la memoria, que es mui importante para el decir agraciado


1. El saber bien de memoria lo que se ha de decir da grande confianza para pronunciarlo como se deve. Por esta causa casi todos los rhetóricos antiguos tuvieron a la memoria por una de las partes de la rhetórica. Pero ninguna potencia del alma es parte de alguna de las ciencias, sino, o medio necessario para adquirirlas, como el entendimiento, o para conservarlas, como la memoria. Pero por no dejar de tratar de ella, siendo tan importante para decir bien i agradablemente, por manera de digressión apuntaré algo.

2. Memoria es un fácil percebimiento de la disposición de las cosas i palabras fielmente renovadas en el ánimo; i si no es una representación de la cosa ausente, por la presencia de su imagen, con diferencia de tiempo passado. Tiene dos empleos: el uno es de percibir fácilmente las cosas; el otro, de renovar fielmente su percepción o conocimiento. El entendimiento percibe las cosas halladas por medio de la invención con relación a las palabras pertenecientes a la elocución, obuen acomodamiento de las palabras, proporcionadas para decir las cosas i las sentencias halladas; i si después de este percebimiento no huviesse memoria, que renovasse los pensamientos de las cosas inventadas i dispuestas i suministrasse las palabras correspondientes para significar aquellos pensamientos, no avría oración o lenguaje.

3. La memoria se facilita con el orden, se aumenta con el egercicio, i se fortalece con la repetición.

4. El orden ayuda mucho a la memoria, si se advierte bien lo que se puso en el principio, medio i fin, como se ve en esta ingeniosa canción de Juan Destúñiga:


    Amor me fuerza i me prende,
Temor me manda sufrir,
Dolor me va a descubrir
Lo que mi seso defiende.
    Amor con ansias mortales
Delibrar quiere mi pena.
Temor con tristes señales
Todo mi bien desordena.
    Dolor, que matar contiende,
Mui mal se puede sufrir;
Que él mismo va a descubrir
Lo que mi seso defiende.



5. El egercicio deve ser en los niños en contextos de palabras significativas de cosas fáciles de entender, como suelen ser las materiales expuestas a los sentidos i juntamente bien ordenadas, para que al que sabe bien la orden de las cosas, no falten palabras ya aprendidas. La repetición deve siempre ser con atención.

6. Memoria artificial es la que se ayuda del arte, que suele ser en esto mui ostentosa en los que tienen memoria natural, como la tuvieron i mui maravillosa Carmadas i Metrodoro Scepsio900; i al contrario, es mui inútil en los desmemoriados. Esta arte se vale de la imaginación. Por esso Carmadas i Metrodoro, afectaron valerse de imágenes o simulacros, como si escrivieran901. Su uso, pues, consiste en las imágenes o figuras fantaseadas por las quales se representan las cosas. Pero los mui dados al uso de ellas son menos discursivos.




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Capítulo III

De la pronunciación agraciada


1. La pronunciación, propiamente hablando, es el govierno de la voz, cuyo metal principalmente proviene de la situación natural i conveniente de las partes sanas del cuerpo; pero qualquier que sea su quilate, la ha de perficionar el arte i egercitar según ella para que, qualesquiera voces que se ayan de pronunciar, se profieran con el sonido conveniente a las cosas que se dicen. La voz es un sonido que, formado de los instrumentos de naturaleza, sale de la boca del animal.

2. La voz se distingue por la cantidad i calidad: una i otra son varias, según las cosas i los afectos del ánimo.

3. Los preceptos pertenecientes a la voz, o miran a toda la oración, o a ciertas partes de ella.

4. En toda oración se considera en el metal de la voz assí la cantidad como la calidad.

5. Por razón de la cantidad es la voz grande o pequeña, tarda o precipitada.

6. Por razón de la calidad es llena o débil, suave o áspera, perceptible o fusca, aguda o grave &c.

7. En la cantidad se han de observar tres cosas.

8. La primera, que la grandeza o la corpulencia de la voz se govierne por la del lugar.

9. La segunda, que cada cosa se pronuncie con alguna pausa, porque hablar arrebatadamente es cosa indecorosa, i lo que assí se dice, se percibe menos, i los que son de ingenio algo tardo, aunque lo oyan bien, no pueden juntar tan aprissa ni comprender su enlazamiento. Fuera de que hablando precipitadamente, el número de la oración se escapa de los oídos sin gusto i sin fruto del oyente.

10. La tercera cosa que deve observarse es que el que tiene la voz flaca, raras veces la levante, muchas la bage, i con freqüencia la varíe.

11. El órgano de la voz es semejante a las cuerdas de los instrumentos: quanto más remissa, es más grave; quanto más levantada, más aguda.

12. En lo que toca a la calidad, principalmente se han de atender en el quilate de la voz, la claridad i la suavidad.

13. A la claridad pertenece hablar llana i articuladamente, no atropellada ni pausadamente.

14. Para la claridad tal vez conducen quatro cosas.

15. La primera, hablar en el exordio sossegadamente, porque se dañan las arterias si se irritan con los gritos antes de averlas suavizado con la blandura de la voz, la qual las templa i afina. Fuera de que se tiene por especie de descortesía empezar gritando desentonadamente.

16. La segunda cosa que conduce a la claridad de la voz, es que lo que dice, se distinga con espacios algo largos, porque la voz se recrea con la respiración, i las arterias, mientras se calla, descansan, i un huelgo no alcanza a otro. También es descortesía, i hablar al aire, no dar tiempo al que oye para que entienda lo que se le dice.

17. La tercera cosa es que la voz se varíe con freqüencia, porque deste modo puede conservarse entera. Dejo a parte que la voz siempre uniforme es desagradable. Si la oración es qual deve ser, es mui fácil mudar la voz conformándola con la variedad de lo que se dice, especialmente en los afectos del ánimo, procurando que sea agradable en la alegría; llorosa en la compasión i tristeza; titubeante, baja i abatida en el miedo; grave i comprendida con un sonido, en la molestia; aguda en la ira; comovida i vehemente en el ímpetu i en la violencia; dulce i remissa en el deleite i regocijo.

18. La quarta cosa que conduce, es evitar las esclamaciones agudas, porque éstas quitan la gracia a lo que se dice i ofenden los oídos de quien oye, i los gritos son indignos de personas de juicio.

19. La suavidad de la voz se consigue con la imitación de aquellos que hablan con ella suavemente i con la moderación del sonido, con la qual se mantiene hasta la fin con firmeza i dulzura.

20. Esto es lo que ai que decir de los quilates de la voz en lo que toca a toda la oración.

21. Pero hablando con mayor especialidad, la voz se ha de variar según las partes de la oración, mayores o menores.

22. Por mayores se han de entender el exordio, la narración, la confirmación i la peroración. Por menores, las partes formadas de las referidas partes, que varían el tono de la voz según el afecto del ánimo.

23. Comenzando por las partes mayores, llegando el orador al lugar destinado para hablar (al qual no deve ir apriessa por no llegar anhelando) no deve empezar luego luego, sino hacer alguna pausa fijando los ojos en el suelo, como quien ha de hablar consideradamente, imitando en esto al prudente Ulisses902, si ya no es que aya de empezar ex abrupto, esto es, súbitamente i de improviso, i como solemos decir, de rompe i rasga.

24. Fuera pues deste caso, en el exordio se ha de hablar con voz baja i como vergonzosa, sino es que la indignación la pide más alta i entonada. La llaneza de la voz conduce para conciliar los ánimos de los oyentes i evitar la nota de arrogante i también para la firmeza de la misma voz. Pero no ha de ser tan sumissa que no la oiga todo el auditorio: en cuyo defeto veo incurrir a muchos.

25. Acabado el exordio, se levanta la voz algo más, sin llegar a desentonarla, procurando conservarla en un estado natural, de manera que se perciba bien. La voz de la proposición i narración ha de tener cierta moderación agraciada.

26. En la confirmación se varía la voz, teniendo cuidado de que sea más severa quando se reprehende, si ya no es que las pruevas sean tan débiles que nos riamos de ellas, porque entonces se ha de pronunciar irónicamente, esto es, sonriéndose i mofándose.

27. En la peroración ordinariamente deve ser la voz más recia, de suerte que con ella se manifieste la confianza en la justicia de la causa i la seguridad de la vitoria en la bondad de los oyentes.

28. Las partes menores de la oración, o bien pertenecen a las palabras, o a las cosas, o a los afectos del ánimo.

29. Las palabras, o se consideran de por sí, o conjuntas. En las palabras consideradas de por sí se ha de procurar que no se coma alguna letra o sílaba, i que quando son enfáticas, se pronuncien con énfasi o retintín; i que aquellas en que consiste más la fuerza o gracia de lo que se dice, se pronuncien con más pausa, como las palabras irónicas, metafóricas, equívocas i otras semejantes. Sirve también la pausa de decir para que no ofendan las cacofonías o malos sonidos, haciendo alguna detención entre la última sílaba de alguna dicción i la primera de la inmediata para que, unidas con pronunciación veloz no exciten la idea de alguna significación puerca o torpe.

30. Considerando las palabras conjuntas o enlazadas, se ha de procurar que lo que está propuesto harmoniosamente, no se diga con afectación ni de manera que dissuene.

31. Finalmente se deve tener gran cuenta de las cosas i de los afectos, de suerte que las cosas alegres i agradables, se digan con gusto; las tristes con sentimiento. I assí para que la manera de decir convenga a lo que se dice, las cosas admirables se dirán con detención; las atroces, apresuradamente; las apetecibles, con dulzura; las tristes, lamentándose; las grandes, con magestad; las medianas, templadamente.

32. Para persuadir i amonestar se usará de voz grave; para alabar, de levantada i magnífica.

33. Ai ciertos tropos i figuras que piden particular pronunciación: la ironía, voz burlesca; la hipérbole, llena; la prosopopeya da licencia para remedar la voz del que se introduce hablando, pero este remedo no ha de ser con escarnio, ni contra la gravedad de quien habla, ni contra el decoro de quien oye; la aposiopesis o reticentia se pronuncia cortadamente.

34. Últimamente, se deve observar en el trato civil, qué voz es propia de los que se admiran, preguntan, desean, temen, se regocijan, i assí de los demás afectos i passiones del alma, procurando imitar a la naturaleza. Sea pues la voz en las cosas alegres, llena i naturalmente agradable; en las tristes, llorosa; en la indignación, áspera, espesa i anelante; quando un inferior trata de mover la ira al superior, algo pausada; quando el superior al inferior, más comovida; quando se halaga, o se confiessa algo, o se satisface, o se ruega, deve ser blanda i sumissa; la de los que prometen, o persuaden, o amonestan, grave; la de los vergonzosos i medrosos, retenida i despacio; la de los que exhortan, fuerte; la de los que disputan, suelta; la de los miserables, flaca, oscurilla i lamentable; en las salidas, esparcida i clara; en la esplicación de las cosas, natural, esto es, media entre el sonido agudo i el grave. En suma, se levanta en los afectos comovidos, como la ira; se baja en los más sossegados, como en el deleite i gozo; i tiene sus altibajos según el assunto de que se trata.




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Capítulo IV

De la acción agraciada


1. La acción deve acompañar a la voz, i tiene mayor fuerza que ella; porque las palabras griegas solamente mueven al que entiende la lengua griega; las latinas, al que sabe la latina; pero la acción, que señala el movimiento del ánimo, mueve a los presentes, aunque no entiendan el lenguaje en que habla. Muchos que no supieron hablar, como lo vemos en sus escritos, fueron tenidos por eloqüentes por causa de la acción, de manera que no sin razón dijo Demósthenes que en la oración hace la acción el primero, segundo i tercer papel903; i por esta consideración aprendió el modo de governar la acción, de Sátiro representante904; i Cicerón, de Quinto Roscio i Esopo; aquél, representante de comedias, i éste, de tragedias905. No me atrevo yo a aconsejar otro tanto; porque los representantes de hoi suelen hacer demasiadas acciones, i el respeto devido a los oyentes pide mucha compostura.

2. La acción de que tratamos aquí, propiamente se llama ademán, i es aquel movimiento que hace el que habla con la cabeza, ojos, boca, o todo el semblante, o con los brazos, manos, dedos, cuerpo, piernas i pies, i aun quando calla i quiere esplicarse con acciones de algunos de sus miembros o de todo el cuerpo.

3. Las cosas que se dicen, la voz que las significa i el gesto que acompaña la voz, deven tener entre sí tal correspondencia, que el gesto se ajuste a la voz i la voz a las cosas; i assí todas admirablemente se alíen para lograr la vitoria de la persuasión, porque las afecciones de la voz mueven a los oídos; i la configuración del cuerpo, i principalmente del semblante, a los ojos, por cuyos sentidos se introducen los afectos en el ánimo de quien oye i ve.

4. Lo más admirable es que las naciones que tanto se diferencian en las lenguas i en las costumbres, suelen conformarse en las acciones, significando con unos mismos gestos unas mismas cosas.

5. Los gestos, o significan las cosas naturalmente, o por costumbre, o por mera voluntad. La risa naturalmente demuestra la alegría. Levantar los ojos es costumbre de sobervios; bajarlos, de modestos o vergonzosos. Descubrir la cabeza, en unas naciones es acción de reverencia; en otras, no.

6. Es tan general este lenguaje, que los representantes mímicos o momos, esto es, remedadores i contrahacedores con gestos, davan a entender antiguamente con acciones todo lo que querían i eran entendidos de todo el pueblo, como hoi la danza de matachines. La escultura, i lo que es más, la pintura, significan las cosas representándonos las acciones, con las quales parece que nos hablan.

7. Los preceptos de la acción, hablando generalmente, unos pertenecen a la vida, como los que enseñan que la acción sea grave i veraz, cuya parte siendo propia de la buena crianza, toca a la éthica o filosofía moral. Otros pertenecen al lenguaje i singularmente a la oración persuasiva. Todos los preceptos bien practicados adornan mucho: aquéllos, las acciones morales; éstos, las civiles.

8. Los preceptos del movimiento del cuerpo en parte miran a todo el cuerpo i en parte a algún miembro suyo.

9. A todo el cuerpo, como estar en pie o sentado; echado o a cavallo. De donde nace la división del gesto sencillo o compuesto.

10. Sencillo es aquel que solamente tiene una configuración, como estar en pie o echado. Compuesto, el que tiene dos configuraciones, como estar sentado o a cavallo.

11. El assiento deve ser teniendo derecha la parte superior del cuerpo i inamovible la inferior. Assí se suelen tener las conversaciones; i es costumbre de superiores i de maestros estar sentados, aunque Aristóteles no lo hacía assí, sino que se passeava, i por esso se dijo peripatético, que quiere decir passeante.

12. Estar echado es propio de miserables i rendidos, que casi están sin acción ni movimiento.

13. El estar en pie ha de ser con derechura i levantamiento proporcionado, sin erguir el cuello, como grulla; ni torcerle, como hipócrita; sin indecentes figuras de los dedos i sin compasses, visages, guiznes ni medallas de matachines.

14. El movimiento de todo el tronco del cuerpo ha de ser uniforme; el bolverse de lado, varonil. En las contiendas se ha de estender el brazo; en las cessaciones se ha de encoger.

15. En pie hablan los que se encuentran; los inferiores delante de ciertos superiores en algunos casos, aunque éstos estén sentados, i particularmente delante del rei, costumbre ya recibida en los tiempos heroicos, pues la refiere Homero en el libro primero de su Ilíada.

16. En pie suelen hablar los oradores, sino es que sentados hagan pláticas: en lo qual se ha de seguir la costumbre. El que habla de pies no se ha de passear, sino es que el igual o el superior quiera hablar passeando yendo lado a lado con él, o que el que habla, sea maestro o superior tan elevado, que pueda tomarse esta licencia.




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Capítulo V

Del gesto agradable del semblante i de toda la cabeza


1. La cabeza deve estar derecha, no tiessierguida, ni torcida, ni inclinada a la cerviz, no pendiente, ni baja, ni bolviéndose a todas partes como si fuera un torno sin buen assiento. Pero tampoco deve estar yerta, ni inamovible, que es cosa propia de bárbaros, sino modestamente levantada, porque, si es con demasía, es señal de atrevimiento, de sobervia o de avilantez. 92

2. Hemos hablado de la postura en que generalmente deve estar la cabeza, pero lo que se dice regula algunas acciones della, porque inclinarla es muestra de reverencia, de humillamiento, de vergüenza, de súplica, de temor o de dolor. Cubrir la cabeza es señal de tristeza, manifestando assí que se huye del trato, de la conversación i del consuelo de los demás. Ten por más decoroso bolverla un poco a la parte contraria del que no se quiere oír, haciendo ademán de apartarle con las palmas de las manos, abiertas haci afuera junto a la cabeza, que no cubrirla con la ropa, que parece demasiada exterioridad. Menear la cabeza es indicio de irrisión, de escarnio, de mofa o de burla.

3. El semblante deve variarse según la naturaleza de las cosas de que se habla, con las quales deve conformarse la acción para que, haciendo lo contrario, no se dé ocasión de reir a los oyentes, como la dio aquel rhetórico, de quien dice Filostrato que, haviendo dicho O Júpiter, inclinó el semblante hacia tierra i añadiendo O Tierra, le levantó haci al cielo, haciendo con esto acciones contrarias. Para no incurrir pues en este defeto, si se tratare de cosas alegres, deverá el semblante manifestarse risueño; si de tristes, entristecido, o a lo menos, mui mesurado.

4. De la frente i de las cejas habló admirablemente Plinio el mayor diciendo assí906: «Solamente el hombre tiene semblante; los demás, (animales) boca o pico. También tienen frente los otros animales, pero solamente en el hombre es indicio de la tristeza, alegría, clemencia i severidad. En la subida de ella tiene el hombre los sobrecejos, que unas veces se mueven con igualdad; otras, alternadamente; i en ellos se manifiesta parte del ánimo. Negamos, significamos que queremos. Estos especialmente significan el fasto. La sobervia en otro lugar tiene su origen, pero aquí su assiento. En el corazón nace, acá sube, aquí está pendiente. Ningún lugar más alto i al mismo tiempo ningún igual despeñadero halló en el cuerpo donde estuviesse solitaria». Este insigne testimonio se entenderá mejor explicándole. La tristeza se manifiesta en la frente estando arrugada. En quanto a los sobrecejos dijo mui bien Fortunaciano907: Los sobrecejos, no sólo modifican los ojos, sino que señorean a la frente; porque por ellos el semblante, o se encoge, o se levanta, o se afloja. En quanto a la alegría de que habla Plinio, es indicio de ella la frente serena i rasa, i significa quietud, alegría i clemencia; la arrugada, cuidado o enojo. Lo que añade de la clemencia es como una conseqüencia de la alegría, porque los alegres suelen ser clementes. La severidad se manifiesta en la frente encogida, o con los sobrecejos bajos, o también desiguales. Fuera desto, el hombre con los sobrecejos niega i assiente i se puede añadir que avisa o insinúa. La sobervia se manifiesta enarcando las cejas. I assí mismo la gravedad afectada, como la de cierto filósofo, que descrivió Luciano en su Timón. Dejó Plinio de decir que la frente también señala vergüenza, i el sobrecejo, ira.

5. Pero principalmente los ojos son ventanas del ánimo o imagen suya la más perfeta. El encendimiento de ellos significa la ira. Si están bueltos a la parte contraria de lo que se trata, son señal de negligencia, de dissimulo, de fastidio, de menosprecio o de odio; mui atentos, denotan abstracción; clavados en el suelo señalan la vergüenza, o la admiración, o vehemente aplicación a la consideración de algo, o un ánimo modesto; como lo observé muchas veces en el dotor Juan Bautista Corachán, admirando en él que siendo mui amigo mío i un anciano venerable por su edad i sabiduría, nunca ví que me mirasse ni que mirasse a otros en las conversaciones. También poner los ojos en el suelo es señal de ánimo doblado, por lo que dice el refrán: De quien pone los ojos en el suelo no fíes tu dinero. Los ojos abiertos significan favor; los demasiadamente abiertos, fatuidad; los cerrados, odio, o meditación, o pensamiento elevado; los medio cerrados, adulación o assechanzas; los mui abiertos, vigilancia; los hiertos, estupor o éxtasi; los entorpecidos, pereza; los vagos i como que nadan, lacivia; i guiñando o parpadeando, pensamientos aviesos o traidores. Al que hace oración a Dios, conviene levantar los ojos al cielo, como throno el más magnífico de su Divina Magestad.

6. Inclinar el oído es propio de quien atiende, o quiere obrar de buena gana, o es obediente.

7. Las narices que fácilmente respiran, manifiestan blandura; las llenas de viento, grande ira; las que le recogen, desasossiego.

18. Si la parte superior i la inferior de la boca están caídas, significan desesperación; si hinchadas, fasto, congoja o sobervia; si mui apretadas, ira.

9. Los airados i también los que se admiran, suelen morderse los labios; los alegres los apartan un poco.

10. Besar a otro es indicio de amistad, pero esto se usa poco en España entre hombres, i no deve practicarse entre los de diverso sexo.

11. Morderse la lengua es indicio de dolor i de impaciencia en el trabajo.

12. Mostrar los dientes, señal de burla, de insultar o provocar, acción no decorosa; rechinarlos i dar diente con diente, indicio de indignación, de dolor o de embidia.

13. Escupir a otro, es feo indicio de desprecio, [afrenta practicada con Jesu-Christo].

14. La barba no ha de tocar con el pecho.

15. Por último, sabiamente dijo el Eclesiástico908 que el corazón del hombre muda su semblante, o bien para las cosas buenas, o para las malas.

16. Bolver la cara o esconderla, es indicio de quien niega, abomina o desprecia.

17. Inclinar el rostro a tierra, señal de agradecimiento, de rubor, reverencia o adoración.

18. Levantar el rostro al cielo, es indicio de buena conciencia i de implorar el favor celestial.




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Capítulo VI

Del gesto de la cerviz i de los miembros que pertenecen al tronco del cuerpo


1. La cerviz sigue el movimiento de la cabeza, i por esso deve estar derecha, pero no hierta; porque si estuviere assí, la voz saldría mui adelgazada.

2. Si la barba se acerca al pecho, se hace menos clara, porque se aprieta la garganta.

3. La cerviz mui erguida es indicio de fasto, presunción i altanería; naturalmente levantada, es señal de libertad. Algunos por parecer graves, están tiessos de tal modo, como si se huviessen engullido algún assador, según decía Epicteto citado por Arriano909. La cerviz libre, i naturalmente levantada, es indicio de hombre bien nacido. Los que la inclinan haci abajo, o tienen una vergüenza rústica, o manifiestan el agovio en que se hallan, o la sugeción a otro, o están remordidos de la conciencia. Por esta causa este gesto es propio de los que se presentan con súplicas a los superiores o especialmente a Dios, i es una señal de la humildad christiana.

4. Los hombros ni se han de levantar, ni bajar demasiadamente, pues éste es gesto servil. Quintiliano910, Plutarco911 i Libanio912, refieren que Demósthenes, para emendar el vicio que tenía de menear los hombros a menudo, ponía pendiente una lanza sobre un hombro, estando metido él en un angosto púlpito para que si en el calor del decir le levantasse, herido de ella le sirviesse de aviso, i porque tenía la lengua estropajosa, de suerte que no podía pronunciar la primera letra del arte que estudiava, i decía letólica por rhetórica, emendó este vicio poniendo chinas debajo de la lengua i procurando hablar mucho con ellas.

5. Los brazos se han de alargar con moderación, especialmente en los afectos del ánimo más vehementes. Plegarlos es señal de pereza i poltronería. Con los brazos cruzados se significa la humildad i sumissión.

6. Las manos también tienen lenguaje mudo eficacíssimo. En los Hechos Apostólicos leemos913 que san Pablo, aviendo de hablar, estendió la mano para hacerse oír.

7. O se mueve una mano solamente o ambas. Si una sola, deve ser la derecha; no la izquierda, que es señal de mala educación.

8. En el exordio no se estiende la mano, sino quando la oración más se enfervoriza i quando el dictamen empieza a manifestarse i quando fenece.

9. Quando uno habla de sí, se aplica la mano al pecho; quando de otro, se estiende haci a él. Levantándola i doblándola haci a nosotros, llamamos a otro. Enderezándola i apartándola de nosotros, manifestamos la aversión.

10. El movimiento de la mano deve ser comenzando de la izquierda, i declinando haci abajo, i después alzándola haci al lado derecho; si el que habla reprehende a sí propio algún hecho, aplica al pecho la mano hueca.

11. Para significar que se abomina algo, se pone en la palma de la mano izquierda la parte contraria de la derecha, i se aparta con desdén. Se suplica i se adora con las palmas juntas i alzadas.

12. Levantando las manos manifestamos la admiración.

13. El que tiene el ánimo sossegado, mueve la mano ordenadamente; el que le tiene alterado, con precipitación. El que amenaza, cierra el puño.

14. Cicerón914 alabó sacudir la frente o la cabeza con la mano; pero Quintiliano lo vituperó915, teniéndolo con razón por acción theatral, i no oratoria. Esso se practicava entre los hebreos en un grandíssimo dolor. Hoi le manifiestan los christianos dándose golpes en el pecho, cosa ya practicada en los tiempos heroicos, pues en la Ilíada de Homero leemos916 que se hirieron el pecho las esclavas de Aquiles, quando oyeron la noticia de la muerte de Patroclo.

15. También solían los antiguos sacudir el muslo para significar su dolor o su indignación, aviendo sido Cleón el primero que lo practicó en Athenas, si creemos a Plutarco, en su Nicias. Esto no deve imitarse.

16. Dar palmadas es indicio de parabién, de aclamación o de burla, acción que más conviene a la muchedumbre que al orador.

17. Apretar la mano es indicio de esperanza; abrirla, de petición.

18. Sacudir una mano con otra, señal de sentimiento; tenerlas remissas, indicio de temor, de caimiento de ánimo o de costernación.

19. Ponerlas sobre la cabeza, significa dolor, congoja, o impaciencia de ánimo.

20. Dar la derecha es señal de amistad; rehusar darla, de enemistad.

21. Al inferior no está bien jugar de mano razonando con el superior, porque es señal de mala crianza. Solamente se le permite quando está mui apassionado, porque la passión ciega la razón.

22. Poner la mano en el seno es señal de ociosidad; plegarlas, indicio de holgazanería o pereza; alzar las manos a Dios, de darle gracias.

23. Poner el dedo en la boca denota pedir silencio; apretar el dedo pulgar con el puño, favor i seguridad; sacarle, desfavor i castigo.

24. El pecho i el vientre no se han de sacar haci afuera, porque esso es afectación de superioridad indecente.

25. Bolver las espaldas es acción de menosprecio; hacer como quien echa algo a las espaldas, es señal de negligencia o de olvido.

26. Los antiguos, según refiere Servio917, dedicaron las rodillas a la misericordia, las orejas a la memoria, la frente al genio, i la mano derecha a la lealtad. Por esso, arrodillarse o echarse a abrazar las rodillas de otro, es acto de pedir misericordia o perdón, i de dar obediencia o de hacer obsequio, o reverencia.

27. Poner una pierna sobre otra es cosa descortés i fea; i estar a pies juntillas es propio de mugeres.

28. No se alargue más el pie derecho, sino el izquierdo; porque parece cosa viciosa i propia de espadachín alargar el pie i la mano de un mismo lado.

29. La mudanza de los pies no sea demasiadamente freqüente ni procurada.

30. Retirar el pie es propio de temeroso; adelantarle, de osado i atrevido.

31. Las personas graves mueven los pies con pausa; las comunes, con ligereza; los viejos, pesadamente; los mozos, con garbo; los niños no saben tenerlos quedos. Los setentrionales los mueven tardamente; los franceses, con ligereza; los españoles i los italianos, con moderación.

32. Dar puntapiés es señal de desprecio o de irrisión; i acocear, imitación de bestias.

33. En tiempo de Cicerón parecía bien dar alguna patada empezando o acabando alguna sentencia. Hoi no agrada a los hombres de mayor razón. Puede permitirse para significar algún gran dolor o indignación. Pero si esto con dificultad parecería bien delante de un gran príncipe, no sé por qué se ha de persuadir que se haga en presencia de un auditorio mui grave.

34. La última regla de la acción deve ser no afectar el arte i guardar el decoro que conviene a la persona que dice i a la que oye, pues unas cosas parecen bien en un joven, otras, en un viejo; unas, en los particulares, otras, en los príncipes, i algunas se deven tolerar en los aldeanos mal criados que no se dissimulan a los cortesanos, porque se supone que en aquéllos proceden de ignorancia, i en éstos de arrogancia i sobervia.

35. El uso de todas las acciones referidas se podría ilustrar con egemplos sacados de las Letras Sagradas i profanas; pero no es menester otra ilustración, sino la atenta oservación del trato común de los hombres bien criados i remirados.





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