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Libro V

De los razonamientos distintos de la oración persuasiva



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Capítulo I

Origen i progresso natural de los razonamientos


1. Hasta aquí hemos tratado del artificio de la oración persuasiva por ser el razonamiento más perfeto, en el qual puede emplearse toda el arte rhetórica. Pero como ai otras especies de razonamiento, i cada uno tiene sus reglas especiales, para que nada falte a esta rhetórica, será bien proponerlas todas, cada una de por sí, esplicando la naturaleza de cada razonamiento i la manera de componerle con la mayor perfeción, para cuya inteligencia conviene tomar las cosas desde su primer origen.

2. Si observamos el lenguaje de los hombres, lo primero que se advierte en él es el señalamiento de las cosas materiales más agradables a los infantes, que son las que dan placer a sus sentidos. Se acompaña este señalamiento de la cosa con el nombre de ella para que, siempre que se le pronuncie después, reconozca por medio de la memoria lo que ya conoció, renovando la imaginación de aquello mismo. I esto que sucede al principio en el conocimiento de las cosas espuestas a los sentidos, acostumbrándose los infantes a conocer i combinar las relaciones uniformes del nombre a la cosa significada i de la imaginación a la misma cosa imaginada; sucede también después en el conocimiento de las cosas del entendimiento, morales o espirituales, quando siendo el hombre capaz de hacer reflexiones sobre sus pensamientos, i las relaciones metafísicas que se hacen de las cosas del conocimiento, como son las científicas, de las morales i de las que por su naturaleza son espirituales; sirve esta reflexión como de un índice o mostrador de ellas.

3. Aprendidos desta manera los nombres de las cosas, el infante empieza a entender el habla o lenguaje, comenzando por las sentencias o proposiciones por las quales se va instruyendo; i desta manera viene a passar del percebimiento sencillo de las imaginaciones de las cosas materiales, al juicio de unas i de otras, como si digéssemos, hablando según los lógicos, de la aprehensión al juicio. I empezando entonces el egercicio del habla, o del lenguaje, cuyo oficio es manifestar las verdades útiles que se saben o (lo que es una misma cosa) la dotrina útil al mismo que habla, o al que oye, o a qualquier otro, i consiguientemente al público; empieza a tener lugar la persuasión, siempre que conviene mantener la voluntad en algún buen propósito, o moverla a hacer lo que deve o no hacer, i lo que deve omitir. El primer egercicio, pues, de la rhetórica natural, o del modo natural de persuadir, que nosotros suponemos ya reducido a arte, para tratar de él con mayor perfeción, es la sentencia, cuyas diferencias redugeron los gramáticos griegos i después los latinos a siete, que se pueden hallar distinguiendo las significaciones deste nombre, es a saber, de llamar, de mandar, de preguntar, de desear, de jurar, de agradecer, o acariciar, i finalmente de significar, o decir alguna cosa afirmando o negando; a cuyas diferencias añadieron otra los rhetóricos, entendiendo por sentencia, un pensamiento no particular sino universal, agudo i elegante, que contiene dotrina excelente para instruir el ánimo i bonificarle o mejorarle. Pero nosotros que vamos averiguando i siguiendo la orden natural, entendemos aquí por sentencia, el sentimiento del entendimiento; o el juicio que hace afirmando o negando, nombre que universalmente comprende todo el lenguaje humano, compuesto de sentencias en este sentido.

4. Comenzando el infante a dejar de serlo, movido del deseo natural de saber, empieza a preguntar lo que ignora, o lo que duda; esto es, pregunta si la cosa ¿es o no es? ¿Qué es? ¿Quál sea?, i ¿quán grande?

5. A la pregunta sigue la respuesta, que es una decisión, resolución, o juicio de lo que se ha preguntado. La respuesta deve ser la más acomodada a la inteligencia de los niños, naturalmente crédulos por lo poco que saben i aún no capaces de razones sutiles.

6. De la pregunta i respuesta nace la conversación, la qual, si es pacífica se llama plática; i sicontenciosa i controvertida, disputa o altercación.

7. La necessidad de tratar con los ausentes fue causa de que se inventassen las letras, con el uso de las quales se puede tener conversación con ellos, la qual se logra por medio de las cartas mensageras i de sus respuestas.

8. La utilidad de comunicar con los ausentes, o de encomendar a la memoria de los venideros la noticia de las conversaciones verbales o de palabra, dio principio a los diálogos.

9. La importancia de hacer saber a los venideros las cosas presentes dio motivo para la invención de las inscripciones i de las relaciones, cuyas especies son narraciones sencillas, anales i historias.

10. Escrivir del arte de todas estas cosas, i tratar por menor i cumplidamente de cada una dellas, pedía otros tantos libros, quantas son ellas; pero escriviéndose esta obra por manera de instrucción casi necessaria i suficientemente útil a todo género de gentes bien educadas, bastará decir de cada una lo más principal, en quanto pertenece al rhetórico tratar de ella.




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Capítulo II

De la pregunta


1. El que pregunta quiere respuesta, o a lo menos que el otro piense conformándose con su parecer. Esto es lo mismo que decir que o se pregunta para aprender, o para instruir, o convencer a otro. Ai pues dos géneros de preguntas. Una descubierta i otra encubierta. De la descubierta se usa quando aquél a quien se pregunta está aparejado para enseñar. Assí preguntava Nicodemus a Jesu-Christo918. De la pregunta encubierta se usa quando uno quiere ocultar lo que sabe, i lo pregunta, no como quien lo ignora, porque esso sería engañar, sino dissimuladamente, como quien desea que otro le informe; o quando uno quiere averiguar los designios agenos; o trata con alguno de aquellos hombres que llamamos cerrados, o con algunos mui recelosos, cautelosos, o taimados; en cuyo caso la pregunta no ha de ser declaradamente del assunto, sino de cosas que antes parezcan casualmente ofrecidas que buscadas, pero que tengan algún oculto enlace, de suerte que suceda que por el hilo, como suelen decir, se saque el ovillo.

2. Siendo pues el fin principal de la pregunta la propia información, el rhetórico que intenta persuadir pretende la información agena para el convencimiento, ahora sea de aquél con quien habla, o ante el juez, o del oyente delante de quien habla.

3. Para convencer a aquél con quien se habla, o se pregunta de manera que la misma pregunta contenga la instrución, como quando decía Don Quijote de la Mancha siguiendo su manía de cavallero andante919: «¿Quién más honesto, i más valiente, que el famoso Amadís de Gaula? ¿Quién más discreto, que Palmerín de Inglaterra? ¿Quién más acomodado i manual, que Tirante el Blanco? ¿Quién más galán, que Lisuarte de Grecia? ¿Quién más acuchillado, ni acuchillador, que don Belianís? ¿Quién más intrépido, que Perión de Gaula? ¿O quién más acometedor de peligros, que Félix Marte de Ircania? ¿O quién más sincero, que Esplandián? ¿Quién más arrojado, que don Girongilio de Thracia? ¿Quién más bravo, que Rodamonte? ¿Quién más prudente, que el rei Sobrino? ¿Quién más atrevido, que Reinaldos? ¿Quién más invencible, que Roldán? ¿I quién más gallardo i más cortés, que Rugero, de quien decienden hoi los duques de Ferrara, según Turpín en su Cosmografía?» En cuyas preguntas vemos que cada una instruye en el carácter del cavallero andante de que se habla. O se van multiplicando preguntas, i a cada una se va añadiendo la razón de que aquello no es lo que se deve aprovar. Desta suerte, Juan de Mariana920 introdujo al rei Don Alonso el Onceno, preguntando desta manera a los prelados i grandes del reino, que avía mandado juntar: «¿Por ventura será bien hacer paz con los moros? Pero no ai que fiar en gente sin fe, sin palabra i sin religión. ¿Pediremos socorro fuera de nuestros reinos? No era malo; mas a los reyes nuestros vecinos se les da mui poco del peligro i necessidad en que nos veen puestos. ¿Tendremos confianza de que Dios nos ayudará i hará merced? Temo que le tenemos mal enojado con nuestros pecados i que no nos desampare». Con este modo artificioso de ir moviendo dudas por medio de preguntas, i de resolverlas con las respuestas inmediatas, glossó un poeta esta copla:



   Contentamiento, ¿do estás
Que no te tiene ninguno?
Si piensa tenerte alguno,
No sabe por donde vas.


Glossa

    Contento, si tú viniesses,
¿Cómo te recibiría?
Siempre te importunaría,
Que nunca me despidiesses
De tu dulce compañía.
    Pero pues menos te das
A quien más te ha menester,
No quiero pedirte más
De que me des a entender,
Contentamiento do estás.
    ¿Estás en casa de ricos?
No, que nunca están contentos.
¿Duras mucho en aposentos
De Grandes? No, que son chicos
Sus breves contentamientos.
    ¿Tiénete algún importuno
Que dio alcance a su deseo?
Bien pudo tenerte alguno.
Pero al fin ¿sabes qué veo?
Que no te tiene ninguno.
    ¿Tiénente los reyes? No.
¿Tiénente los papas? Menos.
Luego falta ai de hombres buenos,
Pues que siempre ando yo
Llorando duelos agenos.
    I pues todo el mundo es uno,
I en él a ninguno has dado
Contentamiento ninguno;
No lo tiene bien pensado,
Si piensa tenerte alguno.
    Contento, ¿dónde te has ido?
Donde me tendrá sobrado
Quien se huviere contentado
De no averme allá tenido
Sino como de prestado.
    Pues del cielo no te irás
Como de la tierra ingrata;
Que en bolviendo el rostro atrás,
Quando el hombre no se cata,
No sabe por dónde vas.



4. Ai otra manera de preguntar, i es ir anticipando a la pregunta algunas proposiciones verdaderas, i tenidas por tales del que ha de quedar convencido, de suerte que de ellas naturalmente i sin trabajo alguno infiera lo consiguiente que se intenta persuadirle, cuya manera de insinuar i persuadir las verdades alabó Platón en su Epinómide, i celebróa Parménides en su Theeteto, porque usó de ella; i Sócrates la practicó freqüentíssimamente, según nos le representó Platón en sus Diálogos. Egemplo del segundo modo de preguntar puede ser el siguiente de frai Luis de León, que aviendo de provar que Jesu-Christo es príncipe de paz921, antes de hacer i confirmar unas eficacíssimas preguntas, anticipó una instrución mui sabia, diciendo assí con eloqüencia a todas luces admirable: «El sentido i las fuerzas del alma más viles que nos mueven con ira i deseos, con los demás apetitos i virtudes del cuerpo, reconocen luego el nuevo huésped, que ha venido a su casa, i la salud i nuevo valor, que para contra ellos le ha venido a la voluntad; i reconociendo que ai justicia en su reino, i quien levante vara en él, poderosa para escarmentar a lo reboltoso i rebelde; recógense poco a poco; i como atemorizados se retiran i no se atreven ya a poner unas veces fuego i otras veces yelo, i continamente alboroto i desorden, bulliciosos i desasossegados, como antes solían; i si se atreven, con una sofrenada la voluntad santa los pacifica i sossiega; i crece ella cada día más en vigor; i creciendo siempre, i entrañandose de contino en ella más los buenos i justos deseos, i haciéndolos como naturales a sí; pega su afición i talante a las otras fuerzas menores; i apartándolas insensiblemente de sus malos siniestros, i como desnudándolas dellos, las hace a su condición e inclinación della misma i de la lei santa de amor en que está transformada por gracia; deriva también i comunica a los sentidos su parte; i como la gracia apoderándose del alma, hace como un otro dios a la voluntad; assí ella deificada i hecha del sentido como reina i señora, quasi le convierte de sentido en razón. I como acontece en la naturaleza i en las mudanzas de la noche i del día, que como dice David en el salmo922, en viniendo la noche salen de sus moradas las fieras, i esforzadas i guiadas por las tinieblas, discurren por los campos i dan estrago a su voluntad en ellos; mas luego que amanece el día i que apunta la luz, essas mismas se recogen i encuevan; assí el desenfrenamiento fiero de cuerpo i la rebeldía alborotadora de sus movimientos, que quando estava en la noche de su miseria la voluntad nuestra caída, discurrían con libertad i lo metían todo a sangre i a fuego; en comenzando a lucir el rayo del buen amor, i en mostrándose el día del bien, buelve luego el pie atrás i se asconde en su cueva, i deja que lo que es hombre en nosotros salga a luz, i haga su oficio sossegada i pacíficamente, i de sol a sol. Porque a la verdad, ¿qué es lo que ai en el cuerpo que sea poderoso para desasossegar a quien es regido por una voluntad i razón semejante? ¿Por ventura el deseo de los bienes desta vida le solicitará, o el temor de los males della le romperá su reposo? ¿Alterarse ha con ambición de honras, o con amor de riquezas, o con la afición de los ponzoñosos deleites desalentado saldrá de sí mismo? ¿Cómo le turbará la pobreza al que desta vida no quiere más de una estrecha passada? ¿Cómo le inquietará con su hambre el grado alto de dignidades i honras, al que huella sobre todo lo que se precia en el suelo? ¿Cómo la adversidad, la contradición, las mudanzas diferentes i los golpes de la fortuna le podrán hacer mella al que a todos sus bienes los tiene seguros i en sí? Ni el bien le azozobra, ni el mal amedrenta, ni el alegría lo engríe, ni el temor le encoge, ni las promessas lo llevan, ni las amenazas le desquician, ni es tal, o que lo próspero o lo adverso le mude. Si se pierde la hacienda, alégrase, como libre de una carga pesada. Si le faltan los amigos, tiene a Dios en su alma, con quien de contino se abraza. Si el odio, o si la embidia arma los corazones agenos contra él, como sabe que no le pueden quitar su bien, no los teme. En las mudanzas está quedo, i entre los espantos seguro; i quando todo a la redonda dél se arruine, él permanece más firme, i como dijo aquel grande eloqüente, luce en las tinieblas, i empellido de su lugar no se mueve. I lo postrero con que aqueste bien se perficiona últimamente, es otro bien que nace de aquesta paz interior; i naciendo della acrecienta a essa misma paz de donde nace i procede. I este bien es el favor de Dios, que la voluntad assí concertada tiene; i la confianza que se le despierta en el alma con aqueste favor. Porque ¿quién pondrá alboroto o espanto en la conciencia que tiene a Dios de su parte? ¿O cómo no tendrá a Dios de su parte el que es una voluntad con Él i un mismo querer? Bien dijo Sófocles: Si Dios manda en mí, no estoi sugeto a cosa mortal. I cierto es, que no me puede dañar aquello a quien no estoi sugeto. Assí que de la paz del alma justa nace la seguridad del amparo de Dios; i desta seguridad se confirma más i se fortifica la paz. I assí David juntó, a lo que parece, aquestas dos cosas, paz i confianza, quando dijo en el salmo923: En paz i en uno dormiré i reposaré». Otro egemplo del segundo modo de preguntar puede ser éste del Profeta Amós924: «¿Por ventura caminarán dos juntos, si no se huvieren antes concertado? ¿Por ventura el león bramará en la montaña, sin aver hecho presa? ¿Por ventura el leoncillo dará bramidos en su cueva, si no huviere cazado algo? ¿Por ventura caerá el ave en el lazo de la tierra sin cazador? ¿Por ventura alzaráse el lazo de la tierra antes que aya cogido algo? ¿Por ventura sonará la trompeta en la ciudad, i no se atemorizará la gente? ¿Por ventura avrá trabajo en la ciudad que el Señor no le aya embiado? Porque no hará el Señor cosa alguna, sin que descubra su secreto a los Profetas sus siervos». Otro egemplo del mismo modo de preguntar devemos a santa Theresa de Jesús, que dice assí925: «¿Qué esposa ai que recibiendo muchas cosas de valor de su esposo no le dé si quiera una sortija, no por lo que vale, que ya todo es suyo, sino por prenda que será suya hasta que muera? ¿Pues qué menos merece este Señor para que burlemos dél, dando i tomando una nonada que le damos? Sino que este poquito de tiempo que nos determinamos de darle, de quanto gozamos con otros i con quien no nos lo agradecerá, ya que aquel rato le queremos dar, démosle libre el pensamiento, i desocupado de otras cosas, i con toda determinación de nunca jamás se lo tornar a tomar, por trabajos que por ello nos vengan, ni por contradiciones, ni por sequedades; sino que ya, como cosa no mía, tenga aquel tiempo i piense me le pueden pedir por justicia, quando del todo no se le quisieres dar».

5. Destos dos modos de preguntar, el primero es más a propósito para los niños, porque es más sencillo; i el segundo, para los más crecidos, porque supone conocimiento más estendido i mayor práctica en inferir unas cosas de otras.

6. La pregunta ante el juez, o se hace con ánimo sencillo de persuadir la verdad, o doblado, de sólo ganar la vitoria. Del primer modo, como si uno preguntasse al que es acusado de parricidio: ¿Tú; mataste a tu padre? Del segundo modo, instruyendo al reo en la manera de responder como lo practicó el emperador Augusto según Suetonio926, i sucedió assí. Para que a los parricidas se diesse la pena de meterlos en el culeo, esto es, dentro de una odrina con una vívora, un gallo i un perro; era menester que el reo lo confessasse. Augusto, pues, a uno convencido de parricida, con el fin de librarle de dicha pena, le preguntó: ¿Ciertamente tú; no mataste a tu padre? Con cuya pregunta le indujo a negarlo. Este modo de preguntar será lícito al juez que no es supremo en la república, en caso que sepa que la acusación es calumniosa. Pero el Juez Supremo no necessita dél.

7. Preguntar al que se sabe que ignora la cosa, arguye sospecha de engaño, como se ve en la primera pregunta que leemos averse hecho en el mundo, quando el diablo dijo a Eva927: ¿Por qué os mandó Dios que no comiesseis de todos los árboles del Paraíso? Para vencer engañosamente a Eva, la introdujo en los arcanos de Dios.

8. Omito la pregunta sofística, porque no devemos tratar de manifestar cómo se hace, por lo qual justamente reprehendió Pedro Gassendo a Aristóteles, que lo enseñó en su Lógica; sino que deve ser oficio nuestro instruir en el modo de responder a ella. I assí passemos adelante.




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Capítulo III

De la respuesta


1. La pregunta, oes de hecho, o de qüestión; o de seguida de sucessos, esto es, si la cosa ¿es o no es? Si es, ¿qué es?, ¿quál i quán grande sea?

2. Quando se pregunta siai ser, o no; la respuesta deve ser breve, i conviene confirmarla con alguna razón. Como si preguntando si es de día, respondiesse otro que ya rayava el sol.

3. Si se pregunta, ¿qué es la cosa? La respuesta deve ser su definición, o descripción, en la qual tienen lugar las semejanzas i comparaciones.

4. La pregunta de quál i quán grande sea la cosa, pide adorno en la respuesta. Assí dijo Dios por Isaías928: «¿Para qué os he de castigar más, si sé que añadiréis más rebeldía? Todas las cabezas están enfermas, i todo corazón decaído. Desde la planta del pie hasta la coronilla no ai en él cosa sana; la herida, el cardenal i la hinchazón no se han vendado, ni curado con medicamento alguno, ni ablandado con aceite».

5. La mayor habilidad del respondiente consiste en conocer la malicia del que propone, i en confundirla; de que los evangelistas nos dan muchos egemplos, pero es singularmente admirable el que refiere san Lucas929. El hombre prudente considera bien los interesses propios, que tienen relación con los agenos; los que tiene el que pregunta i sus allegados; las circunstancias de los tales intereses; i se reconoce que le preguntan sobre alguna, cuyo conocimiento le puede ser dañoso, o la calla con dissimulo, si el callar no le hace sospechoso, o la viste con circunstancias verdaderas aplicadas a otro fin también verdadero, ocultando el fin principal.

6. Pero dejando a los políticos christianos estas sutilezas del trato humano, generalmente hablando, quando se hace alguna pregunta, se ha de tener presente que los vicios de la razón humana son cinco, es a saber, lo que es ageno de lo que se trata; la oscuridad; la ambigüedad; la falsedad i lo inconsiguiente. I assí el que responde, como su fin es instruir, deve procurar quitar estos vicios del que pregunta del mejor modo que pudiere, siendo oficio del que juzga separar las cosas agenas, o fuera del assunto; esplicar las oscuras; distinguir las dudosas; negar las falsas, i omitir las no consiguientes.




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Capítulo IV

De la conversación


1. Casi todos los hombres hablan. Ai muchos que parece que hablan bien, pero son mui raros los que verdaderamente lo consiguen. La fuerza de los afectos del ánimo, i la buena voz i agradable pronunciación, dissimulan mucho; i tal vez la velocidad del hablar no da lugar a formar juicio. Pero hagamos alguna reflexión considerando i examinando la naturaleza de la conversación, por la qual deve entenderse una esplicación alternada de los pensamientos i de los movimientos de la voluntad comunicados por medio de la voz viva a fin de lograr la instrución conveniente. En la conversación, pues, deven considerarse las personas que hablan; el assunto de que tratan; el fin del assunto; i el estilo con que deve esplicarse.

2. Las personas que hablan son o superiores i inferiores, o iguales.

3. La conversación del superior, que es el que, si quiere, la ha de mover; deve ser clara, breve i grave sin afectación. La del inferior, que no deve moverla sino por necessidad, o decorosa diversión; deve ser clara, breve i respetosa.

4. La de los iguales, o casi iguales, clara, breve i agraciada.

5. A toda conversación, pues, conviene la claridad i brevedad; i en qualquiera deve huirse la oscuridad, que es contraria al fin de la conversación; i la proligidad fastidiosa; i también las palabras torpes, las locuras i truhanerías, condenadas por san Pablo en la Carta a los Efesios930. I la afectación enfadosa; i mucho más el descuido de lo necessario, i la falta de prudencia i de respeto.

6. En quanto a los assuntos, éstos pueden ser varios, esto es, todos los que pidiere la necessidad de qualquier de los que hablan, o el regulado gusto de los superiores i de los iguales; pero no de los inferiores, que por la reverencia devida a lossuperiores no deven variarle sin necessidad o venir al caso.

7. Lo principal que se ha de atender en el assunto, es el fin a que deve enderezarse. I aviendo de ser éste tal, que instruya, es necessario que sea conveniente, o a quien mueve la conversación o a quien la sigue. Lo primero aconsejó divinamente el Eclesiástico diciendo931: «Con el hombre irreligioso no trates de santidad; ni con el injusto de justicia; ni con la muger de su combleza; ni con el medroso de la guerra; ni con el mercader del trueque; ni con el comprador de la venta; ni con el desagradecido del agradecimiento; ni con el impío de la piedad; ni con el deshonesto de la honestidad; ni con el desapiadado de la beneficencia; ni con el perezoso de ningún trabajo; ni con el jornalero casero de la conclusión de la obra; ni con el esclavo perezoso de hacer muchos negocios; no escuches a éstos en ningún consejo; si sé de contino pío con el hombre que conocieres que guarda los mandamientos del Señor». Aconsejó sabiamente lo segundo santa Theresa de Jesús, diciendo assí en el Camino de Perfeción932: Uestro trato sea siempre ordenado a algún bien de aquel con quien habláredes.

8. En quanto al méthodo de la conversación, en ella se pueden considerar tres partes: salutación, assunto i despedida.

9. La salutación i la despedida deven ser conformes al uso. Hablando con el rei, besarle la mano equivale a ella; i con el papa, besarle el pie.

10. La primera propuesta del assunto pide ser premeditada, pero como no es fácil pensar lo que el otro irá diciendo después, no es possible reducirlo a méthodo cierto. La diferencia que ai entre el necio i el sabio es que el necio dice todo lo que se le viene a la boca, i el discreto lo que es del caso, porque sabe lo que ha de decir i lo que ha de callar; i aun en quanto al tiempo i al modo, observa la ocasión i el méthodo conveniente; porque a veces hace como incidente el assunto principal tratándole como casualmente ofrecido, no como buscado de propósito. Otras veces emplea mucho tiempo en captar la benevolencia sin ser molesto; i quando la tiene bien ganada, i dispuesto el ánimo del oyente para la persuasión, propone lo que intenta i tal vez esfuerza menos en la aparencia lo que más quiere esforzar, haciendo de manera que la resolución sea de quien oye i la aprovación de quien ocultamente persuade.

11. Pero si lo que se intenta persuadir fuere de tal calidad que es necessario proponerlo abiertamente, entonces el prudente rhetórico considera si conviene o no entrar de golpe en la plática; porque ai propuestas que parecen tan dissonantes, que importa no manifestarlas enteramente i de un golpe, por evitar que el oyente no se niegue a ellas; i después, o por preocupación de juicio, o por tema de mantenerle, no quieren ceder, i más si huviere testigos. I assí toca a la prudencia de quien habla, pensar si lo que ha de persuadir, pide razonamiento seguido i no interrumpido, o cortado, para irlo infundiendo por partes del mejor modo que pueda, de suerte que cada una de ellas bien provada por sí, se reciba de mejor gana que todas juntas vertidas de un solo golpe. Porque quando un ánimo se halla ya preocupado, o de algunas razones que cree ser verdaderas, o de passiones que tiene por justas, o de algún interés que piensa ser útil, no es fácil desimpressionarle de un golpe de aquellas razones, passiones i intereses; i solamente con que le haga fuerza una razón o aparencia de ella sostenida del interés i de la passión, se mantiene en el propio parecer; i siempre ai que responder o que pretestar; i entonces se ha de emprender de nuevo la persuasión hallando al ánimo del otro empeñado en la defensa; i despreciado ya lo que si se huviera dicho oportunamente, serviría a la prueva i al convencimiento, pierde su fuerza por averse anticipado. Tal vez pues, conviene decir las cosas de manera que se vaya provando lo que se va diciendo; lo qual, propuesto i provado con arte, suele concederse, porque parece que no perjudica al todo del negocio; i continuando en hacer lo mismo en cada parte, se conviene el todo del assunto. A esto se añade que, diciendo uno la cosa por partes, por las respuestas que oye i por el semblante que observa, fácilmente conoce cómo se recibe lo que dice; i si ve que mal i que no lo podrá persuadir, oculta con recato lo demás i dice solamente lo que no puede dañar.

12. Esta arte de ir provando i persuadiendo por partes, es necessaria en las conversaciones en que se controvierte o se disputa algo, i es el modo con que disputava Sócrates para convencer a los sofistas; el qual, como tratava con hombres resabidos, que pensavan que sabían demasiado i querían darlo a entender, hablava con ellos como quien quería aprender. Les preguntava la esplicación de las palabras oscuras de qué se valían; con lo qual les hacía ver, o que no podían esplicarse, o que se declaravan tan malamente que a las claras se conocía su ignorancia. Si no querían esplicarse, hacía burla de su dotrina, i dava a entender a los demás que la oscuridad afectada en lo que decían era artificio malicioso para engañar a los ignorantes. En las disputas no se alterava para mantener la igualdad del ánimo i la serenidad del juicio. Preguntava ¿qué partes tenía la cosa de que tratava?, ¿qué respetos o relaciones?, ¿qué resultava de ellas? Hacía muchas preguntas sueltas i tales que el respondiente no conociesse a qué fin se dirigían. Usava de muchas semejanzas i comparaciones. Preguntava en qué fundavan sus opiniones; i sobre las respuestas que oía, establecía presupuestos, i uniéndolos después i ordenándolos, naturalmente sacava la conseqüencia que pretendía.

13. Como las obras de Platón, donde se enseñó esta manera de conversar, están compuestas en forma de diálogos, que propiamente son conversaciones escritas, conviene leerlas para oservar bien esta manera de conversar tan celebrada de los hombres más sabios.

14. Es tan apropiado para convencer este modo de arguir por preguntas, que le autorizó Jesu-Christo quando los príncipes de los sacerdotes i los escribas le pusieron en el mayor peligro con una pregunta, la más maligna que pudieron pensar. Assechándole embiaron espiones que se simulassen justos para cogerle a palabras en lo que digesse i entregarle a la justicia i a la potestad del presidente. Preguntáronle pues, diciendo933: Maestro, sabemos que hablas i enseñas bien, i que no eres acetador de persona alguna, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Esnos lícito dar tributo a César o no? Iconsiderando Jesús la astucia dellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen i la inscripción? Irespondiendo, digeron: De César. Entonces les dijo: Restituid pues a César lo que es de César i a Dios lo que es de Dios. Desta suerte manifestó Jesu-Christo que conocía la malicia de los que querían perderle; i hizo respuesta verdadera la misma respuesta dellos, sin que pudiessen cogerle en palabra alguna que fuera, o contraria a Tiberio César o al pueblo.

15. Para hablar bien, importa acostumbrarse a oír a los que hablan mejor. Quintiliano dice934: Que no condujo poco a la eloqüencia de los Gracos Cornelia su madre, como a la hija de Cayo Lelio i a las de Quinto Hortensio, la eloqüencia de sus padres. También aprovecha mucho la freqüente i repetida lición de los mejores libros, porque sus autores escrivieron mejor que hablaron; i es mui conveniente aprender de memoria aquellos pedazos en que más esmeraron su ingenio i eloqüencia. I primeramente conviene leer los escritores prosistas para formar un buen estilo, i después los poetas para hacerle más afectuoso quando convenga, i más dulce y halagüeño. Finalmente el que conversa, según dijo el comendador Hernando de Ludueña en su Dotrinal de Gentileza:


   Conviene que sea gracioso
En demandas i respuestas,
De que los grosseros huyen;
Sobre discreto, donoso,
Con unas razones prestas
Que los enojos destruyen.
Porque la dulzura tal
Es gracia bien especial,
I el que la tiene cumplida,
Do quiera le dan cabida
I lugar mui principal.



16. Por esto importa mucho saber en qué consiste la gracia del decir, distinguiéndola de la chanza, de la bufonada i de la ridiculez de estilo, i desta suerte, fácilmente se conoce la distinción que ai entre los estilos gracioso, chancero, bufonesco i ridículo.

17. Gracia de hablar es una manera de decir agraciadamente. I assí no solamente tiene lugar en las cosas alegres, sino también en las tristes, como quando Miguel de Cervantes Saavedra introdujo a cierto Ambrosio hablando assí de su difunto amigo Chrisóstomo935: «Esse cuerpo, señores, que con piadosos ojos estáis mirando, fue depositario de un alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas. Esse es el cuerpo de Chrisóstomo, que único en el ingenio, solo en la cortesía, estremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tassa, grave sin presunción, alegre sin bageza, i finalmente primero en todo lo que es ser bueno, i sin segundo en todo lo que fue ser desdichado. Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado; rogó a una fiera, importunó a un mármol, corrió tras el viento, dio voces a la soledad, sirvió a la ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojo de la muerte en la mitad de la carrera de su vida, a la qual dio fin una pastora a quien él procurava eternizar para que viviera en la memoria de las gentes».

18. Chanza es un dicho burlesco; i estilo chancero es aquel en que se hace burla de otro; i si esto se hace en ausencia del chanceado o burlado sin el fin de amonestar a huir de aquella imperfeción de que se hace burla, i con el fin de motejar i disminuir el crédito ageno o de deleitarse en decir mal de otro, se llama murmuración.

19. Bufonada es el dicho del bufón, truhán o juglar, que de todo se chancea i con todos, como el célebre don Francés de Navarra en tiempo de Carlos Quinto, cuyo estilo es bufonesco, truhanesco o juglaresco.

20. Ridiculez de hablar es un modo de decir que hace reir de lo que se habla i de quien habla, porque no habla a propósito. Tal suele ser el estilo de los entremeses. Deleitáronse mucho deste género de decir don Francisco de Quevedo Villegas i don Luis de Góngora, porque estimaron más el aplauso del vulgo que el de los sabios; pero vale más agradar a pocos discretos, que a infinitos no tales.

21. La gracia no ha de recaer sobre maldades ni sobre miserias, porque no son cosas dignas de gusto, sino de admiración i de misericordia. La gracia siempre es agradable i honesta, porque su materia es en sí honesta o en sí indiferente, enderezada al agrado, que es virtud civil; pero no es siempre conveniente, porque se ha de usar con dicernimiento de personas i distinción de assuntos. La chanza tal vez no es honesta, como la de muchos trobadores antiguos i de algunos poetas modernos, i dificultosamente es decorosa, porque se requiere mucha prudencia i cautela para no ofender, ni zaherir, ni satirizar con ella. Solamente a los hombres desvergonzadamente malvados deja de ofender la chanza pesada. I assí es materia mui agena della qualquier acción torpe. Tampoco es digna de la chanza la fealdad natural inculpable, porque no merece risa, pero sí la fealdad; no si es emendable i no es moral. La materia pues de las chanzas son las cosas que no son facinerosas, ni calamitosas, ni pertenecen a los que amamos mucho, si ya no es que sepamos que sabrán i querrán sufrirlas. La gracia es propia de cortesanos discretos; la chanza conviene más a los bufones i gente no modesta. De las gracias i donaires se ha de usar, como del sueño i de otros descansos, después de aver satisfecho a las cosas más graves i serias; de las chanzas, raríssimas veces. La gracia, pues, ni es chancera, ni abufonada, ni ridícula; ni hace chancero, ni bufón, ni ridículo al que la dice, sino discreto i amable; cuyo estilo no deve ser esparcido ni descomedido, sino ingenuo i chistoso, templado con prudencia, como el manjar con un granito de sal, i por esso los dichos graciosos se dicen sales, El hombre salado i gracioso en el hablar se distingue del decidor, donairoso o dichero, en que éste freqüenta con demasía los dichos agradables i con ellos causa fastidio, porque como está abezado a decirlos, le falta la prudencia de mesurarse quando conviene i lo piden las personas con quien habla, el lugar, el tiempo i el assunto. La dicacidad, si podemos nombrar assí la facilidad i libertad de decir que tienen el dichero i el decidor, provoca a risa; i la gracia a admiración con placer. Marco Antonio el discreto decía936 que las gracias son dote de naturaleza que no echan menos el arte. I Cayo Julio César, hijo de Lucio, fue de parecer937 que los que avían intentado dar arte de decir gracias fueron hombres sosos, i que solamente hicieron reír con su sosedad. Passemos pues adelante. La chanza se diferencia de la sátira en que aquélla tiene por fin la risa, i ésta la emienda. El estilo de aquélla es festivo; el de ésta, grave i tajante.

22. La bufonada, entendida assí, no se diferencia de la chanza, sino en que aquélla es indiscreta, haviéndolas con todos i tratando de todas las cosas bufonescamente; i la chanza de ciertas a su tiempo i sazón i con determinadas personas. I assí la chanza es más cauta. Las burlas no deven ser largas aunque sean buenas, como dijo don Luis Milán en el Cortesano, i el refrán: La burla dineros cuesta.

23. La ridiculez atiende tanto a la risa, que desatiende a quien la causa, haciéndose también ridículo, cosa que suele hacer también el bufón, pero no el chancero, ni el decidor, i menos el gracioso. Pero aunque se distingan por sus obgetos i fines, la gracia, donaire, chanza, bufonada i ridiculez, freqüentemente suelen confundirse dando mayor extensión de la que se deve al nombre gracia, como lo practicó Matheo Alemán en su Atalaya de la Vida938, esplicando assí confusamente las especies que avemos distinguido: «Para decir gracias, donaires i chistes, conviene que muchas cosas concurran juntas. Un don de naturaleza que se acredite juntamente con el rostro, talle i movimiento del cuerpo i ojos; de tal manera que unas prendas favorezcan a otras i cada una por sí tengan un donaire particular, para que juntas muevan el gusto ageno. Porque una misma cosa la dirán dos personas diferentes: una de tal manera, que te quitarán el calzado i desnudarán la camisa sin que con la risa lo sientas; i otra, con tal desagrado, que se te hará la puerta lejos i angosta para salir huyendo; i por más que procuren estos esforzarse a darles aquel vivo necessario, no es possible». Esta ha sido una descripción del truhán, bufón o juglar. Prosigue pintando al hombre gracioso, suponiendo en él la gracia natural. «Requiérese también acción continua para saber cómo i quándo, qué i de qué se han de formar (las gracias i donaires). También importa memoria de casos i conocimiento de personas, para saber casar i acomodar lo que se digere con aquello de quien se digere». Lo siguiente pertenece a la murmuración: «Conviene solicitud en inquirir lo más digno de vituperar, i más en los nobles, vidas agenas. Porque ni los visages del rostro, libre lengua, disposición del cuerpo, alegres ojos, varias medallas de matachines, ni toda la ciencia del mundo, será poderosa para mover el ánimo de un vano si faltare la salsa de la murmuración. Aquel puntillo de agrio, aquel granito de sal, es quien da gusto, sazón i pone gracia en lo más desabrido i simple. Porque a lo restante llama el vulgo retablo (la caja de títeres que trahen algunos estranjeros representando alguna historieta) artificio con poco ingenio». Buelve a tratar generalmente de las gracias i chanzas, i especialmente destas, diciendo: 'También es importancia, oportunidad i tiempo, en quien las quiere decir; que fuera dél i sin propósito, no ai gracia que lo sea; ni siempre se quieren oír, ni se podrán decir. Pídanle al más diestro en ellas que las diga; i si le cogen al descuido, lo dejarán helado. Aquello le aconteció a Cisneros (un famosíssimo representante) (que nombran Andrés Rei de Artieda en la célebre carta al marqués, de Cuéllar, Bartholomé Gimenez Patón, en la Eloqüencia Española; Agustín de Rojas, en el Viage entretenido; i Alonso López Pinciano en la Poética)' hablando con Manzanos, que también lo era, i ambos de Toledo, de los más graciosos que se conocieron en su tiempo, que les dijo: Veis aquí, Manzanos, que todo el mundo nos estima por los dos hombres más graciosos que hoi se conocen. Considerad que en esta fama nos manda llamar el rei nuestro señor. Entremos vos i yo, i hecho el atamiento devido (si de turbados acertáremos con ello) nos pregunta: ¿Sois Manzanos i Cisneros? Responderéisle vos que sí, porque yo no tengo de hablar palabra. Luego nos buelve a decir: Pues decidme gracias. Agora quiero yo saber qué le diremos. Manzanos le respondió: Pues, hermano Cisneros, quando en esso nos veamos (lo que Dios no quiera) no avrá mas que responder, sino que no están fritas». Esta respuesta sería ridícula, porque es despropositada. Pero hace reír, porque se funda en una metáfora disparatada, que contiene una oculta proporción de las gracias que no se ocurren al entendimiento, i por esso deja de agradar, como las cosas que por no estar fritas, tampoco agradan ni son de comer. I esto baste en quanto a la gracia del decir.

24. En la conversación se moverán o se aplacarán los afectos del ánimo, según fuere menester encaminarlos.

25. El estilo, si queremos esplicarnos bien, deve ser apropiado a las cosas de que se trata i a la persona que las oye, claro, breve, agradable. Si no conviene declararnos, sea oscuro i tal vez impertinente sin afectación de ignorancia ni muestra de cautela.

26. Si a poco tiempo para conversar, i es necessario informar al oyente, conviene hablar con suma brevedad i claridad. Si importa no informarle, deve ser el estilo prolijo tomado de principios remotos, cuyo conocimiento no dañe, aplicándolos a circunstancias indiferentes, pero verdaderas para que no se falte a la verdad. I assí se passará el tiempo acomodado, siguiendo en esto la costumbre de Catón.

27. La pronunciación deve ser, ni mui pausada, para que ni el que habla se escuche i parezca de tardo ingenio, pesado i machacón, ni mui veloz, para que sea bien oído i bien entendido.

28. Las acciones deven ser pocas i mesuradas; lo contrario es afectación ridícula i despreciable, propia de entremesistas.




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Capítulo V

De las cartas mensageras


1. Carta mensagera es un breve razonamiento escrito, que uno o muchos dirigen a otro o a muchos, a fin de esplicarse con mayor comodidad.

2. Es razonamiento; i assí puede tener todas las partes dél, esto es, salutación, introdución, proposición, narración, confirmación, rechazamiento, epílogo i despedida.

3. Deve ser breve el razonamiento, para que se distinga de un libro, como lo son la carta de Quinto Cicerón a su hermano Marco Tulio sobre la petición del consulado; la de Marco a Quinto del modo de governar la provincia del Asia; i las consoladoras de Séneca a Helvia, a Polibio i a Marcia.

4. Este razonamiento es escrito, el qual imita i suple la conversación; pero, como se supone que suele ser más de pensado que ella, i ciertamente lo es por el tiempo que se gasta en escrivir, siendo más tardía la pluma que la lengua, conviene que los pensamientos sean más exactos i el estilo algo más adornado; porque la carta es una especie de presente que se hace a quien se embía i un testimonio duradero de la manera que tiene cada qual de pensar i decir.

5. La escritura distingue la carta mensagera del razonamiento de palabra. No añado que deve escrivirse al ausente, porque también puede escrivirse al presente. Mi ahuelo, don Juan Siscar, que fue mui docto i mui prudente, me decía algunas veces que quando se me ofreciesse tratar de algún negocio grave, si quería tener prenda de otro para la reconvención, le tratasse por escrito si la condición de la persona con quien huviesse de tratarle lo permitiesse, i que si no convenía dar prendas por alguna justa razón, le tratasse solamente de palabra i sin testigos. Lo cierto es que la escritura representa mejor los negocios de muchos cabos, i no da tanto lugar para escabullirse, i puede examinarse de espacio, i no admite interpretaciones.

6. Puede escrivir la carta uno a uno, como Cicerón a su grande amigo Pomponio Atico; uno a muchos, como el mismo Cicerón a Terencia i a Tuliola; dos a uno, como Décimo Bruto i Cayo Cassio a Marco Antonio; dos a muchos, como Cicerón padre i hijo a Terencia i Tuliola, madre i hija.

7. Los que escriven pueden formar un cuerpo místico, como los nuevos pobladores que escrivieron al rei Artagerges para embarazar la edificación del templo de Gerusalén939; o aquel a quien se escrive, como quando escrivió Neyo Pompeyo al Senado la insigne carta que se conserva entre los fragmentos del libro tercero de la Historia de Salustio.

8. Las cartas se inventaron a fin de esplicarse los que las escriven con mayor claridad por medio dellas que por mensages o por símbolos i geroglíficos. Las introdujo la necessidad, por no poder ir a hablar a otro; las mantiene la comodidad, para poder tratar uno con qualquier del mundo por distante que esté, sin moverse de su silla. Se logra también esta comodidad entre los presentes, porque además de informar a otro de palabra, se le puede dejar otro informe por escrito, más fiel i más duradero.

9. Si este informe es una sencilla propuesta, que solamente contiene el nombre de aquel a quien se escrive, del que escrive, i una insinuación ligera de lo que éste pide o acuerda, se llama membrete o esquela.

10. Pero si el igual escrive en derechura al igual, o el inferior al superior, o el superior al inferior, el tal escrito se llama carta mensagera, i por excelencia carta; si el superior manda algo en ella, se dice orden; si quiere que se haga alguna averiguación, comissión; si el inferior pide algo al superior, se llama memorial, porque sirve para recordarle lo que se pide, cuyo uso introdujo Cayo Julio César940 para tomarse tiempo para responder.

11. Qualquiera carta, membrete o esquela puede tener su respuesta. I assí se llama; bien que la que dan los superiores supremos a los memoriales en que se pide decissión legal, se llaman decreto, decretal o rescrito, la qual respuesta deve ser precediendo consejo de letrados doctos, justos i prudentes, i ha de ser clara, breve i grave, i con estilo legal.

12. La primera parte de las cartas es la salutación. Los hebreos, los griegos, los latinos, los bárbaros, i por decirlo en una palabra, todas las naciones antiguas usaron deste modo de saludar: El rei Mithrídates al rei Arsace salud; Marco Tulio Cicerón saluda a Cayo César; o más sencillamente: Cicerón a Atico. Deste último modo con solos los apellidos se saludavan los mui amigos941; de aquel otro, los que se tratavan con más cumplimiento, añadiendo solamente el título o ditado de aquel a quien se escrivía, como Plinio a Trajano emperador, salud.

13. El que escrivía anteponía su nombre, guardando en esto la orden natural, para que la primera noticia del que recibía la carta, fuesse de la persona que le avía escrito. Esta orden era tan constante, que Marcial, que en la dedicatoria del libro octavo de sus Epigramas antepuso el nombre del emperador Domiciano al suyo, por esto ha sido reprehendido como truhán. I Ausonio Galo escriviendo la carta 20, aviendo antepuesto el nombre de Paulino, varón consular, al suyo, se desculpó con la necessidad del verso por faltar a la costumbre.

14. Los modernos han variado dos cosas: la una, es anteponer el nombre de aquel a quien escriven, pareciéndoles más respetuoso lo contrario, como si el respeto consistiesse en esto i no tuviera esta opinión contra sí la autoridad de las cartas canónicas de los apóstoles san Pablo, Sant-Iago, san Pedro, san Juan i san Judas.

15. La otra cosa que han variado, es guardar la firma de su nombre para el fin de la carta; lo qual tuvo principio en las firmas de las escrituras públicas, para que no se sobreañadiesse algo; o no se variasse alguna hoja, si lo escrito fuesse de mano agena, i para que se significasse la ratificación de lo escrito.

16. La pragmática de las cortesías manda que solamente se escriva el nombre i el empleo o título, pero la adulación ha introducido el Beso la mano, con agravio de la soberanía, i lo que es intolerable, el Beso los pies, en ofensa de Jesu-Christo, a quien esteriormente no se puede hacer reverencia más obsequiosa. Empezó a practicarlo algún necio i vil adulador; siguiéronle los criados i después los dependientes, i assí se ha ido introduciendo este abuso.

17. Empezar la carta por la salutación no se ha quitado por entero, porque siempre se suele poner alguna cortesía. Al criado o notoriamente inferior, se escrive nombrándole solamente; al igual, amigo o amigo i señor; al superior o respetado como tal, Señor mío; al religioso, Reverendo Padre i señor mío; si es mui grave, Reverendíssimo Padre i señor mío; al obispo, Ilustríssimo señor; al grande o embajador de persona soberana, Excelentíssimo señor; al cardenal, Eminentíssimo señor; al Consejo Real de Castilla, Mui poderoso señor; al rei de España, Sacra Cathólica Real Magestad; i porexcelencia, Señor. De la misma suerte los tratamientos tienen su progresso: al criado, hijo o mui inferior, se llama ; al igual, o no dependiente, o superior, Merced; al religioso, Reverencia o Reverendíssima; a los camaristas i obispos, Señoría Ilustríssima; al grande, embajador o general, Excelencia; a los cardenales, Eminencia; a los hijos de los soberanos, i a muchos soberanos, i al Consejo Real, Alteza; al rei, Magestad; al pontífice máximo, Santidad o Beatitud.

18. Esto supuesto, como dichas cortesías son generales a muchos, únicamente ha quedado el uso de poner al principio de la carta el nombre de los Sumos Pontífices, de los reyes, príncipes sus herederos i el Mui poderoso señor, atribuido al Consejo Real, poniendo a lo último de la carta en lugar bajo i a la parte izquierda el nombre o el título de quien escrive la carta o memorial; pero quando se escrive a los demás, suele ponerse el nombre de aquel a quien se endereza enfrente de la firma, algo más arriba que ella, para manifestación del respeto que se le tiene, quiero decir, al lado derecho de la carta, que es el izquierdo del que escrive; i el que escrive pone su nombre en la parte inferior de la página escrita, correspondiente a su derecha.

19. De propósito omito otras muchas cosas pertenecientes al ceremonial de las cartas i memoriales; porque no trato de escrivir un formulario según las leyes de la etiqueta i mui variable, sino lo perteneciente a la rhetórica. I assí dejo de advertir si la esquela puede escrivirse en quartilla doblada a la larga, i la carta también en medio pliego con mayor o menor margen, según la cortesía que quisiere darse; si la carta de cumplimiento se ha de escrivir en pliego entero i proporcionada margen, o a media margen; i al Sumo Pontífice sin doblar el papel con una tercera parte de margen; si los cortes del papel han de ser dorados quando se escrive a persona de gran respeto, o negros si está de pésame; si el lacre o la oblea han de ser colorados o negros, según el assunto i el estado de alegría, o de tristeza de aquel a quien se escrive, como éste no sea mui inferior; si se ha de rubricar la firma o no; si la carta se ha de plegar de uno o de otro modo, como villete o como carta, sin saetilla o con ella para evitar que se abra, como suelen practicarlo los jesuitas, poniendo sobre ella parte del sobrescrito según el uso de las antiguas secretarías reales; si la carta se ha de sellar i con qué especie de sello. Solamente advertiré que en lo que toca a las personas, se ha de considerar primeramente, quién escrive a quién; porque no ofreciéndose hazer algún memorial o dar cuenta al soberano de algún sucesso mui importante, no es cortesía escrivirle en derechura, sino al secretario a quien toque informarle en la especie del negocio de que se trata.

20. En quanto a otras personas, deve empezar a escrivir el que está obligado a dar cuenta de algún sucesso, como de averle nacido algún hijo, aver logrado algún empleo, aver llegado a algún lugar, tener que dar alguna noticia importante o querer establecer alguna comunicación.

21. El superior no suele responder, particularmente si el assunto es escabroso, i necessita de silencio, i de no dar prendas; porque responder relativamente, aunque sea por palabras generales está espuesto a la interpretación, si se combina con la carta antecedente. Los demás por lo regular están obligados a dar respuesta, la qual deve darse presto, para que assí se manifieste la estimación que se hace de la persona que ha escrito; porque retardar la respuesta voluntariamente supone o desprecio o descuido; i quando por alguna casualidad se dilate, tiene lugar la desculpa de la tardanza, procurando que no sea frívola, ni afectada. A veces se dilata la respuesta hasta que vaya acompañada de la obediencia; bien que, tratando con los superiores, conviene dar aviso del recibo de la carta i de la presteza de ánimo para obedecer, o del deseo de que se proporcionen las cosas de manera que se pueda hacer lo que se ha pedido o mandado; advirtiendo mucho lo que se promete, pues deve ser lícitamente hacedero i practicable. Si algunas cartas piden dilación en la respuesta, son las que irritan el ánimo, moviéndole a ira.

22. Los que escriven deven dar el tratamiento correspondiente a las personas a quien escriven, según la costumbre de los bien educados.

23. En lo que toca a los assuntos, raras veces son dotrinales, sino quando se comunican lo hombres doctos, o quando escrive un maestro a un dicípulo; o un padre a su hijo. Freqüentemente son los assuntos de las cosas que suceden en la vida civil; i cómodamente pueden reducirse a los tres géneros de decir que distinguieron los antiguos, es a saber, demostrativo, deliberativo i judicial.

24. Fuera desto se ha dicho que el assunto de las cartas puede ser dotrinal.

25. I assí son filológicas muchas de Paulo Manucio, de Justo Lipsio i del licenciado Cascales, que en ellas fue afectadíssimo.

26. Lógicas, muchas de Pedro Gassendo al príncipe de Condé.

27. Físicas i Metafísicas, las de Renato Cartesio, i muchas de Pedro Gassendo i de otros que impugnaron a Cartesio.

28. Morales, casi todas las de Séneca a Lucilio, las del venerable maestro Juan de Ávila, del venerable patriarca de Antioquía i arzobispo de Valencia, don Juan de Ribera, i las de santa Theresa de Jesús.

29. Políticas, la de Quinto Cicerón a su hermano Marco Tulio sobre la petición del consulado; la de Cicerón a su hermano Quinto sobre administrar bien el Asia; la del rei Mithrídates a Arsaces; i las de Salustio a Julio César sobre el establecimiento de la república.

30. Legales, la de Lelio Taurelo a don Antonio Agustín; las de Francisco Hotomano i otros muchos.

31. Theologales, las de san Pablo i las demás canónicas, muchas de san Basilio, de san Gerónimo i de san Agustín.

32. Militares, algunas del duque de Alva a don Juan de Austria.

33. Historiales las del bachiller Fernán Gómez de Ciudad Real i Hernando de Pulgar.

34. Histórico-chronológicas, las del dotor i canónigo Juan Vergara.

35. Críticas, muchas de Josef Escalígero, de Isaac Casaubono, de Claudio Salmasio, de Thomás Reinesio; i por no salir de España, las del eruditíssimo bachiller Pedro Rhúa, i la que excede en gracia a todas, la quinta de las de santa Theresa de Jesús, que llaman del vejamen.

36. El assunto destas cartas científicas, qualquier que sea, solamente necessita de proposición; de divissión, si la admite i requiere; de definición de lo que se trata; i de esplicación puntual por los lugares comunes. Todo lo qual deve ordenarse de manera que de lo general se proceda a lo particular, procurando que unas cosas se infieran de otras, con una conseqüencia natural i diciéndolas con estilo mui propio, claro i no prolijo. Las cartas dotrinales solamente tienen lugar entre personas eruditas.

37. Lo más freqüente es que los assuntos sean de lo que está sucediendo, como se ve en las mejores juntas de cartas, que en mi juicio son, entre los antiguos, las de Cicerón i Plinio; i entre los modernos, las de Ángel Policiano i don Manuel Martí.

38. Según lo dicho, como suelen acaecer muchas i varias cosas, por lo mismo son varios los assuntos de las cartas; i quanto más amigos o familiares son los que se escriven, tanta mayor libertad ai de variarlos; pero de qualquier que se trate, se ha de procurar evitar la confussión; de suerte que de cada uno se escriva separadamente, en distinto capítulo, poniendo tal vez una transición de un assunto a otro; o a lo menos empezando otro párrafo; porque la inconseqüencia de los assuntos muchas veces no admite passage fácil; o aunque le admita, se omite por evitar la uniformidad de los enlazamientos, o por no perder tiempo en ellas.

39. Para observar bien la distinción de artículos, según la variedad de los assuntos, i ordenarlos bien, aprovecha apuntar antes las proposiciones de los assuntos de que se quiere tratar; hecho esto, se observa si algunas de ellas tienen travazón entre sí; las que la tienen, se unen; i las demás se ordenan, como mejor conviene. Se considera si cada proposición puede provarse de por sí, i se nota la prueva; i bien ordenado todo esto en un papelillo, se escrive la carta con reflexión, procurando que la amplificación no sea oratoria, sino más sossegada, i adornada de semejanzas i de egemplos.

40. Las relaciones escritas son en todo como las verbales; i su estilo es también el mismo, esto es, puro i claro.

41. Si el assunto pertenece a alguno de los tres géneros de decir, demostrativo, deliberativo o judicial, se tratará en las cartas, según se dijo hablando de la oración, aunque con menos vehemencia, magnificencia i sublimidad.

42. Las cartas familiares suelen escrivirse sin exordio, i también los memoriales. Una entrada no esperada suele causar novedad i gusto.

43. El exordio de las cartas, o es común a muchas, o propio. Común a muchas cartas aquel en que se pretesta la causa de escrivir, manifestando el deseo de saber de la salud agena; o dando disculpa de escrivir, sin otro motivo que el de acordar la buena voluntad, o de repetir lo que ya se ha escrito, causando nueva molestia en fe de la liberalidad o prudencia de aquel a quien se escrive.

44. Exordio propio es el que se toma del mismo assunto.

45. La conclusión de la carta también puede ser, o común, o propia. Común, como el ofrecimiento de la propia voluntad; el encargo del cuidado de la salud de aquel a quien se escrive; la salutación de los amigos; la petición i esperanza de la respuesta.

46. Conclusión propia del assunto, es el deseo de otro mejor empleo quando se da alguna enhorabuena; el de la vida larga i prosperidad en el nacimiento de los hijos; i assí otras innumerables conclusiones.

47. En quanto a las despedidas, los antiguos solían practicarlas con su Vale, esto es, procura tener salud. Nosotros los christianos hemos mejorado la fórmula, rogando a Dios que guarde la persona de aquel a quien escrivimos.

48.Los antiguos solían omitir la fecha, i era éste un gran defeto. Los modernos señalamos el lugar donde escrivimos, el día, el mes i el año, contando éste por el nacimiento de nuestro Señor Jesu-Christo, cuya cuenta empezó en el reino de Aragón en el año 1349,en el de Valencia año 1358, i en las Castillas año 1383.

49.Me agrada más el estilo de poner la fecha a lo último de la carta en el mismo contesto della, que no separadamente en la margen al principio della; porque además de ser la fecha parte de la carta, el orden natural pide que se ponga quando se acaba de escrivir, que es el último estado del tiempo que mejor informa; i si se digere que se anticipa la fecha para que luego sepa el letor en qué día se escrivió, también conviene saber quién la escrivió, i esto no se sabe sino viendo la firma que está a lo último. I assí la primera diligencia de quien lee una carta deve ser ver quién la escrivió, i en qué día, mes i año, i después leerla. La fecha puesta a lo último tiene otra comodidad, i es que si después se añade otra posdata, se le puede poner otra fecha; i esta repetición no se deve ni se puede hacer al principio, donde se puede cortar.

50. La brevedad es mui propia de las cartas que se escriven a personas graves o de cumplimiento; i es mucho más necessaria en estos tiempos en que la freqüencia de los correos i la muchedumbre de cartas no dan tiempo para leer muchas, i menos para responder a las prolijas. Verdad es que a los familiares i mui amigos suelen agradar las cartas largas, porque suplen el gusto de la conversación i menudamente informan de las cosas caseras o de las que estiman. Por largas, entiendo las de muchos cabos inútiles; no las de prolijo estilo, que siempre es enfadoso, aunque solamente se trate de una sola cosa.

51. Me he abstenido de poner egemplos de todo lo perteneciente a las cartas, porque fácilmente los hallará el que leyere las juntas de ellas que yo he publicado, latinas i castellanas, las quales pienso aumentar, si Dios me da vida i salud942.

52. Aprovecha mucho leer buenas cartas para su imitación i mejoría. Juan de Mariana, por acomodar su historia al gusto de sus lectores, fingió que la hija del conde don Julián, oprimida del dolor que tenía de su afrenta que dicen le avía causado el rei don Rodrigo, determinó escrivir una carta a su padre deste tenor943: «Ojalá, padre i señor, ojalá la tierra se me abriera, antes que me viera puesta en condición de escriviros estos renglones, i con tan triste nueva poneros en ocasión de un dolor i quebranto perpetuo. Con quántas lágrimas escriva esto, estas manchas i borrones lo declaran. Pero si no lo hago luego, daré sospecha que no sólo el cuerpo ha sido ensuciado, sino también amancillada el alma con mancha i infamia perpetua. ¿Qué salida tendrán nuestros males? ¿Quién sin vos pondrá reparo a nuestra cuita? ¿Esperaremos hasta tanto que el tiempo saque a luz lo que ahora está secreto i de nuestra afrenta haga infamia más pesada que la misma muerte? Avergüénzome de escrivir lo que no me es lícito callar. ¡O triste i miserable suerte! En una palabra. Uestra hija, uestra sangre i de la alcuña real de los godos; por el rei don Rodrigo, al qual estava encomendada, como la oveja al lobo, con una maldad increíble ha sido afrentada. Vos, si sois varones, haréis que el gusto que tomó de nuestro daño se le buelva en ponzoña, i no passe sin castigo la burla i befa que hizo a nuestro linage i a nuestra casa». Observó don Diego de Saavedra que esta carta es algo declamatoria; i valiéndose de sus materiales, formó estotra, más breve i más elegante944: «En tu partida, o padre i señor, fiaste de los peligros de palacio mi honor. Flacas son las armas femeniles para defendelle quando la violencia i tiranía de un rei se resuelve a contrastalle. Lo que en esto ha passado, podría descubrir el tiempo en mi persona; i entonces el silencio detenido, mientras no me obligava la necessidad a romperle, me haría cómplice del delito. No se puede explicar más la pluma con la vergüenza, irritada con la infamia. Ojalá, querido padre, no huviera yo nacido, o antes deste infeliz sucesso huviera muerto; porque si bien no tuve culpa en él, fui instrumento de tu afrenta».



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