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Ricardo Rojas y «El canto errante»

Luis Sáinz de Medrano Arce





Se reproducen seguidamente en facsímil tres escritos del argentino Ricardo Rojas conservados en el Archivo Rubén Darío. Se trata de dos cartas (documentos 777, 778) y una tarjeta (documento 787) de interés para el conocimiento de la preparación de El canto errante, libro que, como es sabido, Darío publicó en Madrid a fines de 1907.

Julio Saavedra Molina («Bibliografía de Rubén Darío», Revista chilena de Historia y Geografía, Santiago, 1946) investigó el origen de los poemas de este libro y se refirió al apoyo de Gregorio Martínez Sierra y Alberto Insúa en los trámites de la edición, cuyas pruebas dedujo erróneamente que fueron corregidas por Darío. Dictino Álvarez (Cartas de Rubén Darío, Madrid, Taurus, 1963) aportó, a este respecto, cartas del editor, Pérez Villavicencio; Insúa, Valle Inclán, J. Mariño y Martínez Sierra, verdadero corrector de las pruebas, que ilustran el proceso hacia la edición. Hay, como es previsible, copiosas puntualizaciones en cuanto al origen de los poemas en las notas de E. Mejía Sánchez a la Poesía de R. Darío (Caracas, Ayacucho, 1977; Managua, Nueva Nicaragua, 1993).

De la necesidad que Darío tenía de reunir suficiente material para cumplir con las exigencias del editor es prueba la propuesta de Insúa, en fecha ya muy avanzada (27-9-1907), a Darío de que permitiera la inserción de algunos poemas de La victoria del hombre (1903) y su labor periodística.

Testimonio de la buena relación que Darío estableció con Rojas, quince años más joven que él, durante su visita a Buenos Aires entre fines de agosto y octubre de 1906, es el expresivo poema «A Ricardo Rojas» que le dedicó en un ejemplar de Cantos de vida y esperanza, poema recogido póstumamente en Del chorro de la fuente (Poesías completas, Madrid, Aguilar, 1967). Como consecuencia, no es raro que se sintiera animado a solicitarle posteriormente, ante las muestras de admirativo entusiasmo apreciadas en el joven escritor, que recopilara para él cuantos poemas dispersos le fuera posible con vistas a su proyectado libro.

La primera carta de Ricardo Rojas, fechada en Buenos Aires el 1.º de marzo de 1907, presupone otra de Darío, con la referida petición, escrita en Palma de Mallorca, donde el nicaragüense permaneció desde la primera quincena de noviembre de 1906 a marzo de 1907. Abrimos aquí un paréntesis para manifestar que todo lo relacionado con las dos permanencias de Darío en Mallorca -la segunda, de octubre a diciembre de 1913- y los poemas allí escritos, 11 de los cuales pasaron a El canto errante, ha sido últimamente documentado con minuciosidad por Carlos Meneses (Poesía mallorquina de Rubén Darío, Valencia, Instituto de Estudios modernistas, 1997). La tarjeta, sin fecha, parece haber sido escrita muy poco después y se puede entender como adjunta a dos cartas -propiamente, sobres- con diverso material poético remitidas a Mallorca, que habían sido precedidas por otro envío hecho a París, residencia habitual del poeta. Se percibe la inseguridad del remitente en cuanto a la localización de Darío, a pesar de su confianza en «no errar». Por último, la segunda carta, fechada en París el 22 de junio del mismo año, corresponde al comienzo de la permanencia de Ricardo Rojas en Europa, que se prolongó hasta julio de 1908. El 22 de junio de 1907 Darío se encontraba, para decepción de su corresponsal, fuera de París, sin duda en la Bretaña, donde sabemos que ese verano mantuvo una conflictiva entrevista con su legítima esposa, malgré lui, Rosario Murillo -Edelberto Torres precisa la entrevista en Quenat-. De todos modos ya había dejado unas líneas para contactar con el argentino, quien en carta de 29 del mismo mes (documento 776) le asegura que se reunirá con él en la ciudad de Brest.

En los tres escritos se aprecia el ferviente deseo de Rojas de complacer al maestro nicaragüense con la aportación de material poético para El canto errante. El primero es sin duda el más expresivo en este sentido, en cuanto está poblado de referencias a personajes y textos de interés, que pasamos a apostillar brevemente.

(Charles) Soussens fue un escritor suizo instalado en la Argentina, que Darío conoció bien durante su primera estancia en ese país y a quien dedicó, además del soneto al que se refiere Rojas («Esquela a Charles de Soussens» de 1895, incorporado a El canto errante), un poema datado en el mismo año, «"Himno" a Jacques de Soussens», recogido en Del chorro de la fuente, que comienza significativamente: «Soussens, sans sous, poeta...». Por cierto que Rojas, al calificarlo como «horizonte triste y profundo» y «el hombre más bueno del mundo» no hace sino utilizar unas definiciones hechas por Darío en ese poema, presente también la primera en «Versos de año nuevo» (1910) (Del chorro de la fuente), donde Darío alude a «el himno famoso», que debió, en efecto, de serlo. De la «oda» mencionada por Rojas no tenemos noticia. En el Archivo Rubén Darío se encuentra una carta (documento 795) de este personaje, no fechada pero que puede datarse con seguridad a poco de la llegada de Darío a la capital argentina en la jira de difusión de la revista Mundial en 1912, en la que le da una amistosa bienvenida. De la popularidad de Soussens habla, en fin, el hecho de que Manuel Gálvez lo retratara en El mal metafísico (1916) bajo la apariencia del bohemio poeta belga Jacques de Noulens y le dedicara un expresivo recuerdo en Amigos y maestros de mi juventud (1944), en el que subraya su amistad con Rubén Darío. Añadiremos que, además del proyectado poema dedicado a Darío, Soussens escribió un emotivo soneto evocando al nicaragüense dos días después de su muerte (P. C., I, apartado inicial «Guirnalda Liminar»). Recordaremos, por último, que ofreció un soneto, en francés, como en el caso anterior a Ricardo Rojas a su regreso a Buenos Aires (recogido en A. Chiappori y otros, La obra de Rojas, Buenos Aires, «La Facultad», 1928).

En cuanto a «Ingegnieros» (la grafía, reproduce el auténtico apellido de este escritor nacido en Palermo, castellanización a medias, suponemos, del italiano «Ingegneri», apellido que a partir de cierto momento sustituyó por «Ingenieros»), se trata evidentemente de José Ingenieros, el conocido pensador positivista de quien Gálvez también se ocupó en las obras antes mencionadas (es «el doctor Escribanos» en El mal metafísico y cuenta con un capítulo en Amigos y maestros..., «La verdadera historia de José Ingenieros»).

Innecesario destacar la amistad que Darío mantuvo también con el siguiente de los escritores mencionados (Leopoldo) Lugones, a cuya esposa dedicó desde Mallorca la conocida «Epístola», iniciada en Amberes, que se insertó en El canto errante.

(José) Pardo, recordado también en «Versos de Año Nuevo» («Y José Pardo era tenorio») fue otro de los argentinos participantes en los gratos convivos porteños de los días de Prosas profanas, como lo prueba la expresiva carta de 22 de octubre de 1911 (documento 772) que dirigió a Darío desde Buenos Aires, en la que, al recordarlos, alude por cierto a «Soussans [como Rojas], aquel del célebre himno», cuyas estrofas, con algunas alteraciones, reproduce. Añadamos que la mención a «Ingegnieros» en esta carta corrobora lo señalado sobre cuestión onomástica. Cabe también recordar que, con motivo de la venida de Darío a España en diciembre del 98, el mismo Pardo en carta de fecha desconcertante -febrero 6/98-, que habría que interpretar como un lapsus, sustituyendo 98 por 99- (documento 773) lamenta no haberse despedido de Darío cuando éste se embarcó, y le envía «algunos trabajos [y versos] suyos que le pueden servir por allí» (ninguno de esos poemas pasó a El canto errante). No estaba, pues, descaminada la gestión que sugiere hacer ante él Ricardo Rojas en 1907. Rojas se refiere también a (Eugenio) Díaz Romero, relevante modernista, y a (Emilio) Becher, gran especialista en poesía francesa, de la misma edad que él y por quien mostró gran estima hasta el punto de ocuparse de la edición de sus obras.

En lo que respecta a los otros poemas mencionados, los «hexámetros por la efeméride de Mitre» («Árbol feliz» (en La Nación, 27-6-1898) con la «Oda a Mitre» (inmediata al fallecimiento de éste el 19-1-1906) pasaron a El canto errante con el título genérico de «In memoriam Bartolomé Mitre»; también «Dante» (en La Nación, 16-7-1897), -con el título de «Visión»-. Las «composiciones en fiestas a María Guerrero y a Leopoldo Díaz» -la gran actriz española y el excelente poeta parnasiano rioplatense- no lo hicieron. Ambas, escritas en 1897, con los títulos respectivos de «Despedida de María Guerrero al público de Buenos Aires» y «Balada a Leopoldo Díaz» pueden verse en El chorro de la fuente. «Los osos» («La canción de los osos») quedó para el entonces imprevisible Canto a la Argentina y otros poemas (1914) tras aparecer en Mundial Magazine (abril 1913). El poema «sobre la pampa», es decir, «Desde la pampa» (1898) (v. su edición facsímil y comentario en Anales de Literatura hispanoamericana, 25, 1996) entró asimismo en El canto errante. Desconocemos cuál pudo ser «esa otra dedicatoria suya» a la que alude, por último, Rojas.




Facsímiles


1

Documento 777


Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, recto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, recto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, vuelto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, vuelto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 2, recto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 2, recto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 2, vuelto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 2, vuelto




2

Documento 787


Facsímil de una tarjeta de Ricardo Rojas a Rubén Darío

Facsímil de una tarjeta de Ricardo Rojas a Rubén Darío




3

Documento 778


Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, recto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, recto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, vuelto

Facsímil de una carta de Ricardo Rojas a Rubén Darío, hoja 1, vuelto






Transcripciones1


1

Buenos Aires, marzo 1.º de 1907

Mi querido poeta:

Desde el día siguiente de recibir la suya, me puse a la busca de versos para El canto errante. El afecto mental y personal que vd. me declara, vd. sabe cuánto es correspondido por mí en admiración y amistad. De ahí que realizara con gusto la requisa, abriendo paréntesis en las pequeñas, cotidianas labores. Esa misma noche me encontré en la calle a Soussens, hombre triste y profundo. Le comuniqué su propósito. Llevaba en el bolsillo, en recorte sucio y deshilachado por los años, el viejo soneto suyo dedicado a él, en su carácter de vate y de suizo. En el bolsillo aún, no sé si por hábito o por casualidad. ¿Lo recuerda?: «Y a Suiza Buenos Aires pueda enviar algún día / tu cabeza lunática coronada de sol». Se negó a dármelo inmediatamente, porque quiere ponerle unas notas y enviarle también la contestación suya en versos franceses. Considera todo esto escolio indispensable... ¡No hay duda que éste es el hombre más bueno del mundo!

Dicen que hay una oda a Soussans [sic]. No conozco sino la primera estrofa. Me avisan que Ingegnieros [sic] debe de tener el original. No he podido verlo a éste aún. Si la consigo se la enviaré, aun cuando, por su índole funambulesca tal vez no quiera incluirla. Pero ¿la mitad de Quevedo no está colmada de poesía rufianesca, jacaresca y hampesca?

Lugones me dijo no tener absolutamente nada. Copió, sin embargo, su dirección, y leyó su carta.

A Pardo lo veré.

A Díaz Romero lo vi. Promete.

El que me ayudó -y mucho- es nuestro excelente Becher. Él me ha dado todo lo que no va con mi letra, de lo que ahora le remito.

Fue fácil encontrar los hexámetros por la efeméride de Mitre. Los tercetos Dante, lo mismo, porque yo los tenía. En aquella sazón, vivía yo en mi provincia, y copiaba o recortaba en un cuaderno los versos que me parecían buenos. Tenía entonces 15 años. Recordé tenerlos y los busqué. En sus páginas he encontrado los tercetos y esas composiciones en fiestas a María Guerrero y Leopoldo Díaz.

Me hablan de una poesía Los osos y otra sobre la pampa... ¿No recuerda vd. cuándo salieron?

Y por si acaso desea incluirla, va esa otra dedicatoria suya, que, en las páginas de El canto errante, honrarían al poeta que las inspiró. Su afectuoso amigo,

Ricardo Rojas

Sr. Rubén Darío
Palma de Mallorca




2

Mi querido poeta: Van dos cartas con los versos pedidos y otros. Lo más ha ido dirigido a París, pues vd. ha tenido la peregrina ocurrencia de no avisarme a dónde debía remitírselos. Lleva la dirección rue de Marivaux, 3. Me la dieron en La Nación. Van muchas cosas de las que vd. quizá ya ni se acordaba. Para no errar, le envío ésta a Mallorca. Acúseme recibo para tranquilidad mía, pues me costó algún trabajo conseguir lo que le mando, y sentiría que se extraviara.

Suyo afmo. amigo,

Ricardo Rojas

[La tarjeta tiene como texto impreso: Ricardo Rojas. Rivadavia 2589].




3

París, 22 de juin [sic] de 1907.

Mi querido poeta:

He sentido en el alma no encontrarlo en París, y es tanto mi deseo de verlo que acepto su invitación. Por ahora estoy orientándome. Dentro de quince o veinte días haré mi primera escapada, sustrayéndome a la caricia de esta ciudad maravillosa.

Traigo para vd. una buena cosecha de versos suyos para El canto errante, fuera de los que le remití, unos a Palma, otros a París.

Ya charlaremos.

Cuando me decida a partir le anunciaré mi viaje. Por hoy le anticipa un abrazo su verdadero amigo,

Ricardo Rojas

[La carta va escrita en un papel con el siguiente membrete: Hotel Gibraltar, rue de Rivoli, I, rue St. Roch, Paris. Adresse télégraphique: «Gibotel-Paris»].







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