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Rodolfo Usigli y Jalisco

Alejandro Usigli Casas





Definir, proyectar y fortalecer nuestra identidad cultural representó el esfuerzo conjunto de hombres y mujeres que dedicaron sus vidas a ello hace doscientos años, hace cien años, y las generaciones de mexicanos y mexicanas del siglo XX, contribuyeron mayormente e esta ingente tarea. Me es muy grato y honroso hablar acerca de mi padre, y en esta ocasión la honra es doble, pues también hablaré de jaliscienses ilustres, muy queridos, y admirados, vínculos afectivos humanos y literarios que unieron a mi padre con Jalisco a través de contemporáneos suyos, y generaciones más jóvenes.

Nuestro marco contextual temporal se ubica en las postrimerías del fin de la Revolución. Las gestiones de José Vasconcelos como rector de la universidad nacional y, posteriormente como secretario de educación han convertido el movimiento cultural de la ciudad capital de México en un crisol de arte y cultura en el que absorción y difusión de conocimientos son vertidos en un cauce borboteante que esparce por todo el país los talentos de los artistas e intelectuales así como sus expresiones, manifestaciones, experimentos e intercambio de experiencias forman el manantial en que todos los participantes, o peces, se conocen.

En 1932, Rodolfo Usigli publica su libro intitulado México en el teatro, lo cual, aunado a su trayectoria en el medio teatral y periodístico lo inserta de manera definitiva en el torrente de la vida cultural y académica. A través de su quehacer, surgen los encuentros con los demás forjadores contemporáneos de nuestros valores culturales, en diferentes momentos y escenarios. Aquí les presento al abanico de personalidades Jaliscienses que distinguieron a mi padre con su amistad:

JOSÉ CLEMENTE OROZCO, genio de la pintura mural mexicana, asistía asiduo en 1939, a los ensayos innovadores que mi padre denominó «Teatro de Medianoche», consistentes en representaciones para un público noctámbulo, después de la última función de cine, en el local del cine Rex, frente a la Alameda Central. A Orozco le llamó la atención la escenografía y le interesó el concepto plástico que proponía mi padre, de utilizar una escenografía «modular-multifuncional» que sirviera para diversas puesta en escena aprovechando los mismos elementos distribuidos de manera diferente, así que don José Clemente le obsequió algunos esbozos para fondo escenográfico, que desafortunadamente no firmó, entre ellos uno que representaba a la justicia, una mujer grotesca, semidesnuda, embriagada, con una venda semiamarrada sobre los ojos, bailando y zarandeando alegremente la balanza sostenida en una de sus manos. Su amistad fue invariable.

FEDERICO OCHOA, quien nació en familia acomodada y eligió la profesión de payaso, con el nombre de «Firuláis». Al parecer llevó una vida feliz, aunque su familia lo desheredó. Estudiante de teatro, don Federico interpretó al Hombre del Paraguas en la comedia en un acto de mi padre, Vacaciones I, que presentó en el efímero Teatro de Medianoche.

LA FAMILIA MARÍN PRECIADO, cuyos hijos fueron todos médicos, uno de ellos, Federico, mi padrino, y cuyas hijas algunas se casaron con pintores famosos (Guadalupe con Diego Rivera, Isabel con Wolfgang Paalen, María con Carlos Orozco Romero), y literatos famosos (Carmen con Octavio Barreda), amistad incondicional, familiar, artística y de tertulias literarias, a veces más de tertulias únicamente, que duró casi cincuenta años.

EL DR. ELÍAS NANDINO, con quien sostuvo duelos literarios y compartió el quehacer poético, faceta poco conocida de mi padre, en las reuniones de intelectuales que se acostumbraban en el primer tercio del siglo pasado. Fue también el doctor Nandino quien extendió el certificado de salud prenupcial para los contrayentes Rodolfo y Argentina, o sea mis papás, en 1949. El doctor Nandino era un hombre prolífico y generoso, tanto con sus versos como con su profesión médica.

AGUSTÍN YÁÑEZ, con quien también lo unió un gran amistad personal y literaria, que duró toda la vida, en la que ambos compartían su amor por México. El licenciado Yáñez, uno de los jalisciences que más lustre han dado a este gran Estado, fue electo su gobernador, pero quizás fuera de Jalisco, se le recuerda más en el resto del país, por haber sido uno de los grandes secretarios de educación, al lado de José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. El licenciado Yáñez, cuando fue director de lo que hoy conocemos como Radio Educación, invitó a mi padre a fines de los 30 para que impulsara el teatro universal y mexicano a nivel radiofónico en la Secretaría de Educación Pública. Años después fueron compañeros nuevamente, en el Seminario de Cultura Mexicana. Su valiosa aportación a la novelística y al ámbito académico jurídico ha dejado una profunda huella en nuestra cultura.

En otra época Rodolfo Usigli conoció, y trató al MAESTRO JOSÉ ROLÓN, a quien admiraba pues era un músico destacado, que defendía y promovía la música inspirada en motivos mexicanos, fundador de la primera orquesta sinfónica de México. Siendo ya un músico realizado, el maestro Rolón fue a París a perfeccionar sus conocimientos y estudiar composición y contrapunto bajo la tutela de Paul Dukas y Nadia Boulanger. Usigli desarrolló una magnífica amistad con su hija María Luisa, también de gran talento, quien manifestó su interés en el teatro, y fue decidida promotora de esa expresión artística, incluso llegó a formar parte del cuadro de actores radiofónicos de mi padre.

En el Seminario de Cultura Mexicana en el transcurso de un cuarto de siglo, Usigli cultivó una amistad duradera con el MAESTRO BLAS GALINDO, compositor de renombre mundial, incansable impulsor de los valores musicales mexicanos.

MARGARITA MENDOZA LÓPEZ, admirada y recordada, bailarina, escritora e investigadora, fue una amiga por partida doble, por su matrimonio con el investigador teatral José Rojas Garcidueñas, entrañable amigo de mi padre. Margarita organizaba tertulias en su casa, y la convivencia era de discusión, debate e intercambio literario al más alto nivel, con escritores, maestros y estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras. Margarita fue la primera directora del Centro de Investigación Teatral que lleva el nombre de mi padre, y con su inesperada muerte ocurrida durante el sismo de 1985, muchos proyectos importantes quedaron olvidados.

JUAN RULFO, por quién mi padre sentía admiración y con quien le vi conversar animadamente en diferentes ocasiones en reuniones de tipo social-familiar, y Rulfo participaba, aunque ustedes no lo crean, pues sabemos que no era nada extrovertido. La obra literaria y fotográfica de Juan Rulfo habla por él, y está allí para nosotros.

JUAN JOSÉ ARREOLA fue uno de sus alumnos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, un joven alegre y dicharachero, que también fue actor en algunas de las puestas en escena de mi padre y otras que él no dirigió, como el estreno de Corona de Sombra, en que interpretó a uno de los generales mexicanos, no recuerdo si Miramón o Mejía. El Maestro Arreola dejó una importante presencia en el medio cultural con su propia obra, la más conocida de ellas su renombrado Confabulario, y sus recorridos anecdóticos por los callejones de Guanajuato durante los festivales cervantinos.

HUGO GUTIÉRREZ VEGA, poeta de enorme trayectoria reconocida internacionalmente, con quien lo unieron los menesteres de la poesía y las visicitudes de la diplomacia. Hugo además fue gran promotor de mi padre en el terreno poético, a través de la UNAM.

VICENTE LEÑERO, joven ingeniero cuya vocación por las letras fue tal, que primero empezó por la novela y siguió con la dramaturgia, quizás lo más difícil, a mi modo de ver, luego siguió con la narrativa, el periodismo y el guionismo, ámbitos todos en los que ha destacado y obtenido innumerables reconocimientos a nivel nacional e internacional. Leñero es un innovador que creó el concepto de teatro-documental. Cuando mi padre presenció la obra de Vicente, Pueblo rechazado, que había causado escándalo y fue motivo de censura ya que enfocaba el problema de la vocación sacerdotal y planteaba el recurso del psicoanálisis para ello, ese tema polémico y su tratamiento dramático llamaron la atención de mi padre y desde ese momento surgió la amistad inquebrantable de dos dramaturgos que escriben, en diferentes momentos y estilos, sobre temas sociales centrales para nuestra identidad nacional. Igual que la obra de Usigli, la de Leñero sufrió los embates de la censura en varias de sus puestas en escena, como la ya antes mencionada, así como El martirio de Morelos, y Nadie sabe nada, entre otras, igualmente polémicas.

GUILLERMO SCHMIDHUBER DE LA MORA, es el más joven de los jaliscienses que forjó amistad con mi padre, ya en sus últimos años. Dramaturgo laureado que se inspiró en la obra de mi padre para seguir su propia vocación, el doctor Schmidhuber buscó a mi padre para conocerlo y presentarle su opera prima, La catedral humana, ganadora del primer lugar al talento juvenil a nivel nacional, y empezaron una conversación que todavía no concluye y que los unió como seres eminentemente teatrales y mexicanos. Rodolfo Usigli le extendió al joven autor un «certificado de vocación teatral», de la misma manera en que George Bernard Shaw se lo otorgó a él hacia finales de la 2.ª Guerra Mundial, en su residencia de Ayot St. Lawrence, cerca de Londres. El doctor Guillermo Schmidhuber, dramaturgo y estudioso del teatro reconocido internacionalmente, ha dividido su trabajo entre sus dos grandes pasiones: Sor Juana Inés de la Cruz, y Rodolfo Usigli, a quienes ha dedicado profundas investigaciones, y en el caso de Sor Juana realizó el hallazgo de un valioso manuscrito suyo; su libro más reciente, intitulado Apología de Rodolfo Usigli, en ocasión del centenario de su nacimiento, se suma a importantes trabajos realizados por estudiosos de universidades estadounidenses y europeas.

OTROS VÍNCULOS, enlazan a mi padre con Jalisco: nuestro tío Alberto, su hermano mayor, vino a radicar a Guadalajara a finales de los años cuarenta, y aquí nacieron nuestros primos Rodolfo y Karla. Rodolfo, médico de profesión emigró a los Estados Unidos, y nuestra prima Karla aquí se encuentra con su familia, en esta capital.

Acerca de la actividad teatral y Guadalajara, quiero compartirles algo que considero de trascendencia para la historia del teatro mexicano, que ha pasado desapercibido hasta ahora. En 1936, llegó a Guadalajara la compañía teatral encabezada por el joven primer actor y director Fernando Soler, y cuya primera dama era su bella esposa la actriz Sagra del Río, haciendo «la legua», como se llamaba a las giras artísticas, y en el magnífico Teatro Degollado presentó, con gran éxito... el estreno mundial de una de las comedias impolíticas de Rodolfo Usigli, intitulada Estado de Secreto.

A pesar de su éxito, se pudo presentar en la ciudad de México sólo hasta 35 años después, en una breve temporada de teatro mexicano del Instituto Nacional de Bellas Artes, auspiciada por el Maestro Héctor Azar, con dirección del talentoso Alejandro Bichir (papá de los jóvenes Bichir: Odiseo, Bruno y Demián), y luego fueron 36 años los que transcurrieron hasta el 2007, 2008 y 2010, con muy breves temporadas (29 representaciones cada una), en un espléndido y exitoso montaje del director Mauricio Jiménez con la Compañía Nacional de Teatro, del INBA.

O sea, que, como dijo algún ente insertado en la burocracia nacional, en alguna ocasión que no vale la pena recordar, «Usigli está muy visto». ¿Estarían ustedes de acuerdo?

Estado de Secreto es un tratamiento de comedia sobre los funcionarios y políticos tan sui generis, por no decirles corruptos, de la vida institucional posrevolucionaria, cuyo protagonista es el ficticio Ildefonso Suárez N. «Poncho», carismático personaje, bribón de siete suelas, que vio la vida gracias a lo que mi padre consideró «una obra de colaboración; en él cada político ha puesto una gota de sangre y cada mexicano un grano de ingenio... Muchos hombres de la política mexicana querrán sin duda reconocerse en él; pero en el fondo de su conciencia sabrán que se hallan lejos de aquella excelencia y perfección... (R.U. dixit.

La Muestra Estatal de Teatro 2010 celebrada en Guadalajara, Jalisco, contó con la participaron de obras representativas del centenario y bicentenario que se conmemoran, entre ellas El gesticulador, de Rodolfo Usigli.

Las muestras de teatro son, sin duda, una de las formas de iniciar el proceso de formación de un público espectador y lector.

Sin embargo es necesario continuar sin interrupción ese camino hacia sus siguientes etapas, que aun no se han dado de manera permanente, para que mediante su recorrido se cobre conciencia de presentar en la escena profesional un repertorio nacional, antes de llegar al internacional. Este proceso de adopción repertorial implica una etapa ulterior hacia el desarrollo del arte teatral.

Para ello habrá que seguir el ritual comunicativo autor-lector-espectador que surge de la lectura primigenia, para que el público llegue a la sala de espectáculos con un espíritu crítico, analítico y propositivo que asuma el contenido social dramático esencial y lo lleve emocional y racionalmente consigo como ejercicio de autocrítica y contribuya así, individualmente al fortalecimiento nuestra identidad cultural.

Por último, quiero expresar mi afecto permanente a las y los jaliscienses por su talento creativo y artístico de ayer y de siempre, y agradecer de corazón a Jalisco por recordar a Rodolfo Usigli, en su 31 aniversario luctuoso. Muchas gracias.

Guadalajara, Jalisco, a 18 de junio de 2010.






Cancioncillas




[1]


el viento -poeta loco
que se persigue la cola-
el viento no sabe muchas
canciones -Sabe una sola.




[2]


un canto de soledad
que dialoga con la piedra
es lo que el agua me da.




[3]


Y el fuego es un baile a solas
que nunca encuentra pareja-
no le duran las que toma
por eso siempre las deja.




[4]


Acostada sin Adán,
su larga canción, la tierra
¿a quién se la cantará?




[5]


niña toda de agua
toma la forma de mis manos
y se me escurre por entre los
dedos
y la canción blanquea en ella como
espuma.




[6]


Hoy salí a vender silencio-
Silencio por la ciudad.
Vendía el silencio a gritos.
Nadie me quiso comprar.




[7]


el solitario se mira
a sí solo, sin pausa alguna.
Así solo lo vi viéndose
en un espejo sin luna.




[8]


¿Por qué no ser rey?
¿Por qué no ser loco?
El que lo es, mi vida,
No se da cuenta.
Y me parece poco
Ser rey,
Ser loco
Sin que se sienta.




[9]


Hace tiempo que no lloro.
Es por pura vanidad.
Me estoy forjando una lágrima.
Una sola, pero de oro.




[10]


Yo quería enamorame
de una muchacha en flor.
Pero estaba tan lejana
Que hice el viaje a ultramor.
Hoy ya no puedo volver
Ni está la muchacha en flor.




[11]


Cuando a la pluma le salen alas
hay que dejarla volar
fuera de la jaula de estar
cantando canciones malas.

Rodolfo Usigli (1937)




Decir



Decir que un tiempo se irá
Y que otro tiempo vendrá
Decir que se muere un día
Y que otros morirán.

Decir que el amor es duro
Y que no dura el amor
-el diamante más seguro
es más seguro carbón-.

Decir que es inútil ir
Y venir-
Ir de donde vienen unos,
Venir de donde otros van.
Decir, decir.

Decir que la rosa tiene
Pétalos de hielo rosa
Para defender su espina
De las miradas curiosas.

Decir que dice la noche
El gran secreto del día,
que dice que el sol se hace
de la luna derretida.
Decir el verso que va,
Decir el verso que viene,
Dicen que quiere decir
No decir lo que conviene
Decir el silencio vivo,
Decir la palabra muerta;
Decir el aire, decir
El fuego, decir la espera.

Y decir qué fue primero:
El silencio, la palabra,
La forma de la mujer,
El deseo que la labra.

Decir la muerte que teje
nuestro tejidos Penélope
y desteje por el día
lo que por la noche teje.

Decir la estrella, decir
El tiempo, decir la norma
Que rompe todas las normas.
Decir la nieve sin fin.

Decir la hora, la sombra,
La muerte de estar despierto
En paréntesis de sueños
Que se cierran. Y decir

Que nada diremos.
Decir decir.

Rodolfo Usigli (1937)




Teatro de la soledad función única



Con unas solas alas
Sobre las olas, alas
En una sola sala
Sola
He llegado por fin al espectáculo
Por esta vez sin mi bestia costumbre
Y sin mi silencioso niño blanco de mayo
Solo
Bajo esta sola luz opaca
Me pregunto qué voy a ver, «qué van a dar»:
Un monólogo, una aria
Un solo
Un solitario
Porque no hay un programa
Ni un espectador
Sino esta monumental, esta insoluble,
Esta sólida soledad en la sala
La orquesta toca un vals de hielo
El telón se levanta solo.

Una sola decoración al fondo
Muestra una distancia profunda y sola
En un clima petrificado.
Primera actriz insólita,
La soledad entra de espaldas, invisible
Vergonzante negra como una noche
Inconsciente sin estrellas
Como si nadie hubiera entrado
Más que un ritmo más que lento.
La soledad negra
Vuelve la cara después de un momento
La soledad fulgurante
Ondulante
Como un paso de sandunga, en movimiento
De sangre derramada
Ojo de fuego
Seno desnudo
Brazo huesoso
Pierna casta
Perfil marino
Con un ademán digno del teatro griego
Pronuncia una sola palabra
Y descorre el telón invisible del aire
Y vacía el mar por un escotillón
Y arrasa con el pie la tierra del escenario
Y detiene la marcha del fuego.
Y el espacio se puebla de coros, de figuras,
De palabras, de brazos ondeantes,
De deseos de colores
Pero la soledad con una triste furia
Juega actúa en un juego de horror
(she plays playfully in a play of horror)
gira y los va tocando con su dedo tendido
recorre la escena mutilando senos
y cortando cabezas claras
y amputando rosados sexos
para componer un maravilloso ramillete único
del telar cae
una convencional nieve de utilería
no muy limpia quizá pero efectiva,
que ella mira caer, Hécuba Triste, Medea Pensativa,
desolada Coéfora en huelga
sin horror y sin odio y sin remordimiento
irremediable          indesplazable          eterna
estatua de sí misma
pero en la concha guiña un ojo
la cabeza parlante de la memoria
mientras yo solo grito bravo
y ella como una niña rebelde y graciosa
con el pie hace rodar hasta la sala
la cabeza parlante pintada
como un globo terrestre que da un sonido de hojalata
y estalla en mis oídos como un globo de goma.
El telón baja solo-
Para aplaudir como es preciso,
Bato una sola mano contra la sola mano
Del ángel hemisférico de yeso
Que soporta solo el techo.
El espectáculo valía la pena
Pero es triste salir solo del teatro
Sólo del teatro solo.

Rodolfo Usigli (1936)



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