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Romance del conde Grimaltos


ArribaAbajo Muchas veces oí decir
y a los antiguos contar,
que ninguno por riqueza
no se debe de ensalzar,
ni por pobreza que tenga  5
se debe menospreciar.
Miren bien, tomando ejemplo,
do buenos suelen mirar,
cómo el conde, a quien Grimaltos
en Francia suelen llamar,  10
llegó en las cortes del rey
pequeño y de poca edad.
Fue luego paje del rey
del más secreto lugar;
porque él era muy discreto,  15
y de él se podía fiar:
y después de algunos tiempos,
cuando más entró en edad,
le mandó ser camarero
y secretario real:  20
y después le dio un condado,
por mayor honra le dar;
y por darle mayor honra
y estado en Francia sin par
lo hizo gobernador,  25
que el reino pueda mandar.
Por su virtud y nobleza,
y grande esfuerzo sin par
le quiso tomar por hijo,
y con su hija le casar.  30
Celebráronse las fiestas
con placer y sin pesar.
Ya después de algunos días
de sus honras y holgar,
el rey le mandó al conde  35
que le fuese a gobernar
y poner cobro en las tierras
que le fuera a encomendar.
Pláceme, dijera el conde,
pues no se puede excusar.  40
Ya se ordena la partida,
y el rey manda aparejar,
sus caballeros y damas
para haber de acompañar.
Ya se partía el buen conde  45
con la condesa a la par,
y caballeros y damas
que no le quieren dejar.
Por la gran virtud del conde
no se pueden apartar:  50
de París hasta León
le fueron acompañar.
Vuélvense para París
después de placer tomar:
las nuevas que dan al rey  55
es descanso de escuchar,
de cómo rige a León
y le tiene a su mandar,
y el estado de su Alteza
cómo lo hacía acatar.  60
De tales nuevas el rey
gran placer fuera a tomar,
no prosigo más del rey,
sino que lo dejo estar.
Tornemos a don Grimaltos  65
cómo empieza a gobernar,
bien querido de los grandes,
sin la justicia negar,
trata a todos de tal suerte,
que a ninguno da pesar.  70
Cinco años él estuvo
sin al buen rey ir a hablar,
ni del conde a él ir quejas,
ni de sentencia apelar;
mas fortuna que es mudable,  75
y no puede sosegar,
quiso serle tan contraria
por su estado le quitar.
Fue el caso que don Tomillas
quiso en traición tocar:  80
revolvióle con el rey
por más le escandalizar,
diciéndole que su yerno
se le quiere rebelar,
y que en villas y ciudades  85
sus armas hace pintar,
y por señor absoluto
él se manda intitular,
y en las villas y lugares
guarnición quiere dejar.  90
Cuando el rey aquesto oyera
tuvo de ello gran pesar,
pensando en las mercedes
que al conde le fuera a dar.
¡Sólo por buenos servicios  95
le pusiera en tal lugar,
y después por galardón
tal traición le ordenar!
Él ha determinado
de hacerle justiciar.  100
Dejemos lo de la corte,
y al conde quiero tomar,
que estando con la condesa
una noche a bel folgar,
adurmióse el buen conde,  105
recordara con pesar;
las palabras que decía
son de dolor y pesar:
-¿Qué te hice, vil fortuna?
¿Por qué te quieres mudar  110
y quitarme de mi silla,
en que el rey me fue a sentar?
¡Por falsedad de traidores
causarme tanto de mal!
Que según yo creo y pienso  115
no lo puede otro causar.
A las voces que da el conde
su mujer fue a despertar;
recordó muy espantada
de verle así hablar,  120
y hacer lo que no solía,
y de condición mudar.
-¿Qué habéis, mi señor el conde?
¿En qué podéis vos pensar?
-No pienso en otro, señora,  125
sino en cosa de pesar,
porque un triste y mal sueño
alterado me hace estar.
Aunque en sueños no fiemos,
no sé a qué parte lo echar,  130
que parecía muy cierto
que vi una águila volar,
siete halcones tras ella
mal aquejándola van,
y ella por guardarse de ellos  135
retrújose a mi ciudad;
encima de una alta torre
allí se fuera a asentar;
por el pico echaba fuego,
por las alas alquitrán;  140
el fuego que de ella sale
la ciudad hace quemar;
a mí quemaba las barbas,
y a vos quemaba el brial.
¡Cierto tal sueño como este  145
no puede ser sino mal!
Esta es la causa, condesa,
que me sentiste quejar.
-Bien lo merecéis, buen conde,
si de ello os viene algún mal,  150
que bien ha los cinco años,
que en corte no os ven estar,
y sabéis vos bien, el conde,
quién allí os quiere mal,
que es el traidor de Tomillas  155
que no suele reposar:
yo no lo tengo a mucho
que ordene alguna maldad.
Mas, señor, si me creéis,
mañana antes de yantar  160
mandad hacer un pregón
por toda esa ciudad,
que vengan los caballeros
que están a vuestro mandar,
y por todas vuestras tierras  165
también los mandéis llamar,
que para cierta jornada
todos se hayan de juntar.
Desque todos estén juntos
decirles heis la verdad,  170
que queréis ir a París
para con el rey hablar,
y que se aperciban todos
para en tal caso os honrar.
Según de ellos sois querido,  175
creo no os podrán faltar:
iros heis con todos ellos
a París, esa ciudad,
besaréis la mano al rey
como la soléis besar,  180
y entonces sabréis, señor,
lo que él os quiere mandar;
que si enojo de vos tiene
luego os lo demostrará,
y viendo vuestra venida  185
bien se le podrá quitar.
-Pláceme, dijo, señora,
vuestro consejo tomar.
Pártese el conde Grimaltos
a París, esa ciudad,  190
con todos sus caballeros
y otros que él pudo juntar.
Desque fue cerca París
bien quince millas o más,
mandó parar a su gente,  195
sus tiendas mandó armar,
hizo aposentar los suyos
cada cual en su lugar.
Luego el rey de él hubo cartas,
respuesta no quiso dar.  200
Cuando el conde aquesto vido
en París se fue a entrar;
fuérase para el palacio
donde el rey solía estar;
saludó a todos los grandes,  205
la mano al rey fue a besar:
el rey de muy enojado
nunca se la quiso dar,
antes más le amenazaba
por su muy sobrado osar,  210
que habiendo hecho tal traición
en París osase entrar;
jurando que por su vida
se debía maravillar
cómo, visto lo presente,  215
no lo hacía degollar;
y si no hubiera mirado
su hija no deshonrar,
que antes que el día pasara
lo hiciera justiciar:  220
mas por dar a él castigo,
y a otros escarmentar
le mandó salir del reino
y que en él no pueda estar.
Plazo le dan de tres días  225
para el reino vaciar
y el destierro es de esta suerte:
que gente no ha de llevar,
caballeros, ni criados
no le hayan de acompañar,  230
ni lleve caballo o mula
en que pueda cabalgar:
moneda de plata y oro
deje, y aun la de metal.
Cuando el conde esto oyera  235
¡ved cuál podía estar!
Con voz alta y rigurosa,
cercado de gran pesar,
como hombre desesperado
tal respuesta le fue a dar:  240
-Por desterrarme tu Alteza
consiento en mi desterrar;
mas quien de mí tal ha dicho,
miente y no dice verdad,
que nunca hice traición,  245
ni pensé en maldad usar;
mas si Dios me da la vida
yo haré ver la verdad.
Ya se sale de palacio
con doloroso pesar;  250
fuese a casa de Oliveros,
y allí halló a don Roldán.
Contábales las palabras
que con el rey fue a pasar;
despidiéndose está de ellos,  255
pues les dijo la verdad,
jurando que nunca en Francia
lo verían asomar,
si no fuese castigado
quien tal cosa fue a ordenar.  260
Ya se despedía de ellos;
por París comienza a andar
despidiéndose de todos
con quien solía conversar:
despidióse de Valdovinos  265
y del romano Fincán,
y del gastón Angeleros,
y del viejo don Beltrán,
y del duque don Estolfo,
de Malgesí otro que tal,  270
y de aquel solo invencible
Reinaldos de Montalván.
Ya se despide de todos
para su viaje tomar.
La condesa fue avisada,  275
no tardó en París entrar:
derecha fue para el rey,
sin con el conde hablar,
diciendo que de su Alteza
se quería maravillar,  280
cómo al buen conde Grimaltos
lo quisiese así tratar;
que sus obras nunca han sido
de tan mal galardonar,
y que suplica a su Alteza  285
que en ello mande mirar,
y si el conde no es culpado
que al traidor haga pagar
lo que el conde merecía
si aquello fuese verdad,  290
y así será castigado
quien lo tal fue a ordenar.
Cuando el rey aquesto oyera
luego la mandó callar,
diciendo que si más habla  295
como a él la ha de tratar,
y que le es muy excusado
por el conde le rogar,
pues quien por traidores ruega
traidor se pueda llamar.  300
La condesa que esto oyera,
llorando con gran pesar,
descendióse del palacio
para al conde ir a buscar.
Viéndose ya con el conde  305
se llegó a lo abrazar;
lo que el uno y otro dicen
lástima era de escuchar:
-¿Este es el descanso, conde,
que me habíades de dar?  310
¡No pensé que mis placeres
tan poco habían de durar!
Mas en ver que sin razón
por placer nos dan pesar,
quiero que cuando vais, conde,  315
cuenta de ello sepáis dar.
Yo os demando una merced,
no me la queráis negar,
porque cuando nos casamos
hartas me habíades de dar.  320
Yo nunca las he habido,
aún las tengo de cobrar,
ahora es tiempo, buen conde,
de haberlas de demandar.
-Excusado es, la condesa,  325
eso ahora demandar,
porque jamás tuve cosa
fuera de vuestro mandar,
que cuando vos demandéis
por mi fe de lo otorgar.  330
-Es, señor, que donde fuéredes
con vos me hayáis de llevar.
-Por la fe que yo os he dado
no se os puede negar;
mas de las penas que siento  335
esta es la más principal,
porque perderme yo solo
este perder es ganar,
y en perderos vos, señora,
es perder sin más cobrar;  340
mas pues así lo queréis,
no queramos dilatar.
¡Mucho me pesa, condesa,
porque no podáis andar,
que siendo niña y preñada  345
podríades peligrar!
Mas pues fortuna lo quiere
recibidlo sin pesar,
que los corazones fuertes
se muestran en tal lugar.  350
Tómanse mano por mano,
sálense de la ciudad;
con ellos sale Oliveros,
y ese paladín Roldán,
también el Dardín Dardeña,  355
y ese romano Fincán,
y ese gastón Angeleros,
y el fuerte Meridán:
con ellos va don Reinaldos,
y Valdovinos el galán,  360
y ese duque don Estolfo,
y Malgesí otro que tal;
las dueñas y las doncellas
también con ellos se van:
cinco millas de París  365
los hubieron de dejar.
El conde y condesa solos
tristes se habían de quedar:
cuando partirse tenían
no se podían hablar.  370
Llora el conde y la condesa,
sin nadie les consolar,
porque no hay grande ni chico
que estuviese sin llorar.
¡Pues las damas y doncellas,  375
que allí hubieron de llegar,
hacen llantos tan extraños,
que no los oso contar,
porque mientras pienso en ellos
nunca me puedo alegrar!  380
Mas el conde y la condesa
vanse sin nada hablar;
los otros caen en tierra
con la sobra del pesar,
otros crecen más sus lloros  385
viendo cuán tristes se van.
Dejo de los caballeros
que a París quieren tornar;
vuelvo al conde y la condesa,
que van con gran soledad  390
por los yermos y asperezas
do gente no suele andar.
Llegado el tercero día,
en un áspero boscaje
la condesa de cansada  395
triste no podía andar.
Rasgáronse sus servillas,
no tiene ya que calzar:
de la aspereza del monte
los pies no podía alzar;  400
do quiera que el pie ponía
bien quedaba la señal.
Cuando el conde aquesto vido,
queriéndola consolar,
con gesto muy amoroso  405
la comenzó de hablar:
-No desmayedes, condesa,
mi bien, queráis esforzar,
que aquí está una fresca fuente
do el agua muy fría está  410
reposaremos, condesa,
y podremos refrescar.
La condesa que esto oyera
algo el paso fue a alargar,
y en llegando a la fuente  415
las rodillas fue a hincar.
Dio gracias a Dios del cielo,
que la trujo en tal lugar,
diciendo: -¡Buen agua es ésta
para quien tuviese pan!  420
Estando en estas razones
el parto le fue a tomar,
y allí pariera un hijo,
que es lástima de mirar
la pobreza en que se hallan  425
sin poderse remediar.
El conde cuando vio el hijo
comenzóse de esforzar:
con el sayo que traía
al niño fue a cobijar;  430
también se quitó la capa
por a la madre abrigar;
la condesa tomó el niño
para darle de mamar.
El conde estaba pensando  435
qué remedio le buscar,
que pan ni vino no tienen,
ni cosa con que pasar.
La condesa con el parto
no se puede levantar;  440
tomóla el conde en los brazos
sin ella el niño dejar
súbelos a una alta sierra
para más lejos mirar.
En unas breñas muy hondas  445
grande humo vio estar,
tomó su mujer y hijo,
para allá les fue a llevar.
Entrando en la espesura
luego al encuentro le sale  450
un virtuoso ermitaño
de reverencia muy grande;
el ermitaño que los vido
comenzóles de hablar:
-¡Oh válgame Dios del cielo!  455
¿Quién aquí os fue a aportar?
Porque en tierra tan extraña
gente no suele habitar,
sino yo que por penitencia
hago vida en este valle.  460
El conde le respondió
con angustia y con pesar.
-Por Dios te ruego, ermitaño,
que uses de caridad,
que después habremos tiempo  465
de cómo vengo, a contar:
mas para esta triste dueña
dame que le pueda dar,
que tres días con sus noches
ha que no ha comido pan,  470
que allá en esa fuente fría
el parto le fue a tomar.
El ermitaño que esto oyera,
movido de gran piedad,
llevóles para la ermita  475
do él solía habitar.
Dioles del pan que tenía,
y agua, que vino no hay:
recobró algo la condesa
de su flaqueza muy grande.  480
Allí le rogó el conde
quiera el niño bautizar.
-Pláceme, dijo, de grado;
¿mas cómo le llamarán?
-Como quisiéredes, Padre,  485
el nombre le podréis dar.
-Pues nació en ásperos montes
Montesinos le dirán.
Pasando y viniendo días,
todos vida santa hacen;  490
bien pasaron quince años,
que el conde de allí no parte.
Mucho trabajó el buen conde
en haberle de enseñar
a su hijo Montesinos  495
todo el arte militar,
la vida de caballero
cómo la había de usar,
cómo ha de jugar las armas,
y qué honra ha de ganar,  500
cómo vengará el enojo
que al padre fueron a dar.
Muéstrale en leer y escribir
lo que le puede enseñar,
muéstrale jugar a tablas,  505
y cebar un gavilán.
A veinte y cuatro de junio,
día era de San Juan,
padre y hijo paseando
de la ermita se van;  510
encima de una alta sierra
se suben a razonar.
Cuando el conde alto se vido
vido a París la ciudad.
Tomó al hijo por la mano,  515
comenzóle de hablar,
con lágrimas y sollozos
no deja de suspirar.






Romance de Montesinos


ArribaAbajo Cata Francia, Montesinos,
cata París, la ciudad,
cata las aguas de Duero
do van a dar en la mar;
cata palacios del rey,  5
cata los de don Beltrán,
y aquella que ves más alta
y que está en mejor lugar,
es la casa de Tomillas,
mi enemigo mortal;  10
por su lengua difamada
me mandó el rey desterrar
y he pasado a causa de esto
mucha sed, calor y hambre,
trayendo los pies descalzos,  15
las uñas corriendo sangre.
A la triste madre tuya
por testigo puedo dar,
que te parió en una fuente,
sin tener en qué te echar;  20
yo, triste, quité mi sayo
para haber de cobijarte;
ella me dijo llorando
por te ver tan mal pasar:
-Tomes este niño, conde,  25
y lléveslo a cristianar,
llamédesle Montesinos,
Montesinos le llamad.
Montesinos, que lo oyera,
los ojos volvió a su padre;  30
las rodillas por el suelo
empezóle de rogar:
le quisiese dar licencia
que en París quiere pasar
y tomar sueldo del rey,  35
si se lo quisiere dar,
por vengarse de Tomillas,
su enemigo mortal,
que si sueldo del rey toma,
todo se puede vengar.  40
Ya que despedirse quieren
a su padre fue a rogar
que a la triste de su madre
él la quiera consolar
y de su parte le diga  45
que a Tomillas va buscar.
-Pláceme, dijera el conde,
hijo por te contentare.
Ya se parte Montesinos
para en París entrare,  50
y en entrando por las puertas
luego quiso preguntar
por los palacios del rey
que se los quieran mostrar.
Los que se lo oían decir  55
de él se empiezan a burlar,
viéndolo tan mal vestido
piensan que es loco o truhán;
en fin, muéstranle el palacio,
entró en la sala real,  60
halló que comía el rey,
don Tomillas a la par.
Mucha gente está en la sala,
por él no quieren mirar.
Desque hubieron ya comido  65
al'jedrez van a jugar,
solos el rey y Tomillas
sin nadie a ellos hablar,
si no fuera Montesinos
que llegó a los mirar;  70
mas el falso don Tomillas,
en quien nunca hubo verdad,
jugará una treta falsa,
donde no pudo callar
el noble de Montesinos,  75
y publica su maldad.
Don Tomillas que esto oyera,
con muy gran riguridad,
levantando la su mano,
un bofetón le fue a dar.  80
Montesinos con el brazo
el golpe le fue a tomar,
y echando mano al tablero
a don tomillas fue a dar
un tal golpe en la cabeza,  85
que le hubo de matar.
Murió el perverso dañado,
sin valerle la maldad.
Alborótanse los grandes
cuantos en la sala están;  90
prendieron a Montesinos
y queríanlo matar,
sino que el rey mandó a todos
que no le hiciesen mal,
porque él quería saber  95
quién le dio tan grande osar;
que no sin algún misterio
él no osaría tal obrar.
Cuando el rey le interrogara
él dijera la verdad:  100
-Sepa tu real Alteza
soy tu nieto natural;
hijo soy de vuestra hija,
la que hicisteis desterrar
con el conde don Grimaltos,  105
vuestro servidor leal,
y por falsa acusación
le quisiste maltratar.
Mas agora vuestra Alteza
puédese de ello informar,  110
que el falso don Tomillas
sepan si dijo verdad,
y si pena yo merezco,
buen rey, mándemela dar,
y también si no la tengo  115
mándesme de soltar,
y la buen conde y la condesa
los mandéis ir a buscar,
y los tornéis a sus tierras
como solían estar.  120
Cuando el rey aquesto oyera
no quiso más escuchar.
Aunque veía ser su nieto
quiso saber la verdad,
y supo que don Tomillas  125
ordenó aquella maldad
por envidia que les tuvo
al ver su prosperidad.
Cuando el rey la verdad supo
al buen conde hizo llamar,  130
gente de a pie y de a caballo
iban por le acompañar,
y damas por la condesa
como solía llevar.
Llegado junto a París  135
dentro no quería entrar,
porque cuando de él salieron
los dos fueron a jurar
que las puertas de París
nunca las vieran pasar.  140
Cuando el rey aquello supo
luego mandó derribar
un pedazo de la cerca
por do pudiesen pasar
sin quebrar el juramento  145
que ellos fueron a jurar.
Llévanlos a los palacios
con mucha solemnidad,
y hácenlos muy ricas fiestas
cuantos en la corte están.  150
Caballeros, dueñas, damas
les vienen a visitar,
y el rey delante de todos
por mayor honra les dar,
les dijo que había sabido  155
como era todo maldad,
lo que dijo don Tomillas
cuando lo hizo desterrar.
Y porque sea más creído
allí les tornó a firmar  160
todo lo que antes tenían
y el gobierno general,
y que después de sus días
el reino haya de heredar
el noble de Montesinos  165
y así lo mandó firmar.






Romance del moro Calaínos


ArribaAbajo Ya cabalga Calaínos
a la sombra de una oliva,
el pie tiene en el estribo,
cabalga de gallardía.
Mirando estaba a Sansueña,  5
al arrabal con la villa,
por ver si vería algún moro
a quien preguntar podría.
Venía por los palacios
la linda infanta Sevilla;  10
vido estar un moro viejo
que a ella guardar solía.
Calaínos que lo vido
llegado allá se había;
las palabras que le dijo  15
con amor y cortesía:
-Por Alá te ruego, moro,
así te alargue la vida,
que me muestres los palacios
donde mi vida vivía,  20
de quien triste soy cautivo,
y por quien pena tenía,
que cierto por sus amores
creo yo perder la vida;
mas si por ella la pierdo  25
no se llamará perdida,
que quien muere por tal dama
desque muerto tiene vida.
Mas porque me entiendas, moro,
por quien preguntado había,  30
es la más hermosa dama
de toda la Morería,
sepas que a ella la llaman
la grande infanta Sevilla.
Las razones que pasaban  35
Sevilla bien las oía:
púsose a una ventana,
hermosa a maravilla,
con muy ricos atavíos,
los mejores que tenía.  40
Ella era tan hermosa,
otra su par no la había.
Calaínos que la vido
de esta suerte le decía:
-Cartas te traigo, señora,  45
de un señor a quien servía:
creo que es el rey tu padre
porque Almanzor se decía:
descende de la ventana
sabrás la mensajería.  50
Sevilla cuando lo oyera
presto de allí descendía:
apeóse Calaínos,
gran reverencia le hacía.
La dama cuando esto vido  55
tal pregunta le hacía:
-¿Quién sois vos el caballero,
que mi padre acá os envía?
-Calaínos soy, señora,
Calaínos el de Arabía,  60
señor de los Montes Claros.
De Constantina la llana,
y de las tierras del Turco
yo gran tributo llevaba,
y el Preste Juan de las Indias  65
siempre parias me enviaba,
y el Soldán de Babilonia
a mi mandar siempre estaba:
reyes y príncipes moros
siempre señor me llamaban,  70
sino es el rey vuestro padre,
que yo a su mandado estaba,
no porque le he menester,
mas por nuevas que me daban
que tenía una hija  75
a quien Sevilla llamaban,
que era más linda mujer
que cuantas moras se hallan.
Por vos le serví cinco años
sin sueldo ni sin soldada;  80
él a mí no me la dio,
ni yo se la demandaba.
Por tus amores, Sevilla,
pasé yo la mar salada,
porque he de perder la vida  85
o has de ser mi enamorada.
Cuando Sevilla esto oyera
esta respuesta le daba:
-Calaínos, Calaínos,
de aqueso yo no sé nada,  90
que siete amas me criaron,
seis moras y una cristiana.
Las moras me daban leche,
la otra me aconsejaba;
según que me aconsejaba  95
bien mostraba ser cristiana.
Diérame muy buen consejo,
y a mí bien se me acordaba
que jamás yo prometiese
de nadie ser enamorada,  100
hasta que primero hubiese
algún buen dote o arras.
Calaínos que esto oyera
esta respuesta le daba:
-Bien podéis pedir, señora,  105
que no se os negará nada:
si queréis castillos fuertes,
ciudades en tierra llana,
o si queréis plata u oro
o moneda amonedada.  110
Y Sevilla, aquestos dones,
como no los estimaba,
respondióle: -Si quería
tenella por namorada,
que vaya dentro a París,  115
que en medio de Francia estaba,
y le traiga tres cabezas
cuales ella demandaba,
y que si aquesto hiciese
sería su enamorada.  120
Calaínos cuando oyó
lo que ella le demandaba
respondióle muy alegre,
aunque él se maravillaba
dejar villas y castillos  125
y los dones que le daba
por pedirle tres cabezas
que no le costarán nada:
dijo que las señalase,
o diga cómo se llaman.  130
Luego la infanta Sevilla
se las empezó a nombrar:
la una es de Oliveros,
la otra de don Roldán,
la otra del esforzado  135
Reinaldos de Montalván.
Ya señalados los hombres
a quien había de buscar,
despídese Calaínos
con muy cortés hablar:  140
-Déme la mano tu Alteza,
que se la quiero besar,
y la fe y prometimiento
de comigo te casar,
cuando traiga las cabezas  145
que quesiste demandar.
-Pláceme, dijo, de grado
y de buena voluntad.
Allí se toman las manos,
la fe se hubieron de dar  150
que el uno ni el otro
no se pudiesen casar
hasta que el buen Calaínos
de allá hubiese de tornar,
y que si otra cosa fuese  155
la enviaría avisar.
Ya se parte Calaínos,
ya se parte, ya se va:
hace broslar sus pendones
y en todos una señal;  160
cubiertos de ricas lunas,
teñidas en sangre van.
En camino es Calaínos
a los franceses buscar:
andando jornadas ciertas  165
a París llegado ha.
En la guardia de París
cabe San Juan de Letrán,
allí levantó su seña
y empezara de hablar:  170
-Tañan luego esas trompetas
como quien va a cabalgar,
porque me sientan los doce
que dentro en París están.
El emperador aquel día  175
había salido a cazar:
con él iba Oliveros,
con él iba don Roldán,
con él iba el esforzado
Reinaldos de Montalván;  180
también el Dardín Dardeña;
y el buen viejo don Beltrán,
y ese Gastón y Claros
con el romano Final:
también iba Valdovinos,  185
y Urgel en fuerzas sin par,
y también iba Guarinos
almirante de la mar.
El emperador entre ellos
empezara de hablar:  190
-Escuchad, mis caballeros,
que tañen a cabalgar.
Ellos estando escuchando
vieron un moro pasar;
armado va a la morisca,  195
empiézanle de llamar,
y ya que es llegado el moro
do el emperador está,
el emperador que lo vido
empezóle a preguntar:  200
-Di, ¿adónde vas tú, el moro?
¿cómo en Francia osaste entrar?
¡Grande osadía tuviste
de hasta París llegar!
El moro cuando esto oyó  205
tal respuesta le fue a dar:
-Vo a buscar al emperante
de Francia la natural,
que le traigo una embajada
de un moro principal,  210
a quien sirvo de trompeta,
y tengo por capitán.
El emperador que esto oyó
luego lo fue a demandar
que dijese qué quería,  215
por qué a él iba a buscar;
que él es el emperador Carlos
de Francia la natural.
El moro cuando lo supo
empezóle de hablar:  220
-Señor, sepa tu Alteza
y tu corona imperial,
que ese moro Calaínos,
señor, me ha enviado acá,
desafiando a tu Alteza  225
y a todos los doce pares,
que salgan lanza por lanza
para con él pelear.
Señor, veis allí su seña,
donde los ha de aguardar;  230
perdóneme vuestra Alteza,
que respuesta le vo a dar.
Cuando fue partido el moro
el emperador fue a hablar:
-¡Cuando yo era mancebo,  235
que armas solía llevar,
nunca moro fue osado
de en toda Francia asomar;
mas agora que soy viejo
a París los veo llegar!  240
No es mengua de mí solo
pues no puedo pelear,
mas es mengua de Oliveros,
y asimesmo de Roldán;
mengua de todos los doce,  245
y de cuantos aquí están.
Por Dios a Roldán me llamen
porque se vaya a pelear
con el moro de la enguardia
y lo haga de allí quitar:  250
que lo traiga muerto o preso,
porque se haya de acordar
de cómo viene a París
para me desafiar.
Don Roldán cuando esto oyera  255
empiézale de hablar:
-Excusado es, señor,
de enviarme a pelear,
porque tenéis caballeros
a quien podéis enviar,  260
que cuando son entre damas
bien se saben alabar,
que aunque vengan dos mil moros
uno los esperará,
cuando son en la batalla  265
véolos tornar atrás.
Todos los doce callaron
si no el menor de edad,
al cual llaman Valdovinos,
en el esfuerzo muy grande;  270
las palabras que dijera
eran con riguridad:
-Mucho estoy maravillado
de vos, señor don Roldán,
que amengüéis todos los doce  275
vos que los habíades de honrar:
si no fuérades mi tío
con vos me fuera a matar,
porque entre todos los doce
ninguno podéis nombrar,  280
que lo que dice de boca
no lo sepa hacer verdad.
Levantóse con enojo
ese paladín Roldán;
Valdovinos que esto vido  285
también se fue a levantar,
el emperador entre ellos
por el enojo quitar.
Ellos en aquesto estando,
Valdovinos fue a llamar  290
a los mozos que traía;
por las armas fue a enviar.
El emperador que esto vido
empezóle de rogar
que le hiciese un placer,  295
que no fuese a pelear,
porque el moro era esforzado,
podríale maltratar,
-que aunque ánimo tengáis
la fuerza os podría faltar,  300
y el moro es diestro en armas,
vezado a pelear.
Valdovinos que esto oyó
empezóse a desviar
diciendo al emperador  305
licencia le fuese a dar,
y que si él no se la diese
que él se la quería tomar.
Cuando el emperador vido
que no lo podía excusar,  310
cuando llegaron sus armas
él mesmo le ayudó a armar:
diole licencia que fuese
con el moro a pelear.
Ya se parte Valdovinos,  315
ya se parte, ya se va,
ya es llegado a la guardia
do Calaínos está.
Calaínos que lo vido
empezóle así de hablar:  320
-Bien vengáis el francesico,
de Francia la natural,
si queréis vivir comigo
por paje os quiero llevar;
llevaros he a mis tierras  325
do placer podáis tomar.
Valdovinos que esto oyera
tal respuesta le fue a dar:
-Calaínos, Calaínos,
no debíades así de hablar,  330
que antes que de aquí me vaya
yo os lo tengo de mostrar
que aquí moriréis primero
que por paje me tomar.
Cuando el moro aquesto oyera  335
empezó así de hablar:
-Tórnate, el francesico,
a París, esa ciudad.
que si esa porfía tienes
caro te habrá de costar,  340
porque quien entra en mis manos
nunca puede bien librar.
Cuando el mancebo esto oyera
tornóle a porfiar
que se aparejase presto  345
que con él se ha de matar.
Cuando el moro vio al mancebo
de tal suerte porfiar,
díjole: -Vente, cristiano,
presto para me encontrar,  350
que antes que de aquí te vayas
conocerás la verdad,
que te fuera muy mejor
comigo no pelear.
Vanse el uno para el otro,  355
tan recio que es de espantar.
A los primeros encuentros
el mancebo en tierra está.
El moro cuando esto vido
luego se fue apear;  360
sacó un alfanje muy rico
para habelle de matar;
mas antes que le hiriese
le empezó de preguntar
quién o cómo se llamaba,  365
y si es de los doce pares.
El mancebo estando en esto
luego dijo la verdad,
que le llaman Valdovinos,
sobrino de don Roldán.  370
Cuando el moro tal oyó
empezóle de hablar:
-Por ser de tan pocos días,
y de esfuerzo singular
yo te quiero dar la vida,  375
y no te quiero matar;
mas quiérote llevar preso
porque te venga a buscar
tu buen pariente Oliveros,
y ese tu tío don Roldán,  380
y ese otro muy esforzado
Reinaldos de Montalván,
que por esos tres ha sido
mi venida a pelear.
Don Roldán allá do estaba  385
no hace sino sospirar,
viendo que el moro ha vencido
a Valdovinos el infante.
Sin más hablar con ninguno
don Roldán luego se parte  390
íbase para la guardia
para aquel moro matar.
El moro cuando lo vido
empezóle a preguntar
quién es o cómo se llama,  395
o si era de los doce pares.
Don Roldán cuando esto oyó
respondiérale muy mal:
-Esa razón, perro moro,
tú no me las has de tomar,  400
porque a ese a quien tú tienes
yo te lo haré soltar:
presto aparéjate, moro,
y empieza de pelear.
Vanse el uno para el otro  405
con un esfuerzo muy grande:
danse tan recios encuentros
que el moro caído ha;
Roldán que al moro vio en tierra
luego se fue apear:  410
-Dime tú, traidor de moro,
no me lo quieras negar:
¿cómo tú fuiste osado
de en toda Francia parar,
ni al buen viejo emperador,  415
ni a los doce desafiar?
¿Cuál diablo te engañó
cerca de París llegar?
El moro cuando esto oyera
tal respuesta le fue a dar:  420
-Tengo una cativa mora,
mujer de muy gran linaje:
requeríla yo de amores,
y ella me fue a demandar
que le diese tres cabezas  425
de París, esa ciudad:
que si éstas yo le llevo
comigo había de casar;
la una es de Oliveros,
la otra de don Roldán,  430
la otra del esforzado
Reinaldos de Montalván.
Don Roldán cuando esto oyera
así le empezó de hablar:
¡Mujer que tal te pedía  435
cierto te quería mal,
porque esas no son cabezas
que tú las puedes cortar!
mas porque a ti sea castigo,
y otro se haya de guardar  440
de desafiar a los doce,
ni venirlos a buscar,
echó mano a un estoque
para el moro matar.
La cabeza de los hombros  445
luego se la fue a cortar:
llevóla al emperador
y fuésela a presentar.
Los doce cuando esto vieron
toman placer singular  450
en ver así muerto al moro,
y por tal mengua le dar.
También trajo a Valdovinos
que él mismo lo fue a soltar.
Así murió Calaínos  455
en Francia la natural,
por manos del esforzado
el buen paladín Roldán.



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