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41

J. M. Martínez Domingo, Los espacios poéticos de Rubén Darío, Peter Lang, New York [...], París, 1995, p. 33.

 

42

A. Salvador, «Rubén Darío y la ciudad modernista», en J. Issorel, Once estudios sobre Rubén Darío, Presses Universitaires de Perpignan, 1995, p. 180.

 

43

Vid. C. Tomás McNamee, El pensamiento católico de Rubén Darío, tesis doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 1967. Se trata de un estudio prototípico que muestra la íntima religiosidad de Darío. Religiosidad, añadimos, querida y defendida, que no impide que Darío, se sintiera llamado al examen y la racionalización de la crisis religiosa en la sociedad que le tocó vivir.

 

44

El verso pertenece a «La dulzura del Ángelus», poema de Cantos de vida y esperanza.

 

45

Darío la ofrece en «El conde de las Navas» (I-593), artículo recogido en Letras, 1911, en el que menciona, sin querer apurar la lista, los trabajos de Laserre, Zola, Archelet, Baraduc, Camboné, Huysmans, Gourmont y el propio conde, Juan Gualberto López Valdemoro.

 

46

Cf. el poema «Canto de esperanza» de Cantos de vida y esperanza, donde leemos: «En un pozo de sombra la humanidad se encierra/ con los rudos molosos del odio y de la guerra». Se trata de una raza de perros de Molosia, ciudad del Epiro, Grecia.

 

47

«Sus figuras, muy bien hechas, tienen ojos que no miran, gestos que no dicen nada; es un mundo de verdad epidérmica, de realidad por encima» (III-178). En una oportunidad posterior (abril del 900) se refirió a «su vasto dominio de la pintura y su indigente comprensión del arte» (III-372).

 

48

Atando algunos cabos, creemos que los comentarios de Darío se refieren al «Salón des Independants» de 1911, donde constituyó un verdadero escándalo la amplia presencia de pintores cubistas en su, desde entonces famosa, «sala 41». Aquí se consolidó esta tendencia y su propia denominación. Figuraba en el «Salón», entre otros cuadros la «Torre Eiffel» de Robert Delaunay, verdadera exaltación de la geometría, y cabe recordar, para entender aun mejor la actitud de Darío, el ningún aprecio que sentía por este monumento.

 

49

Su visita al pabellón de Italia en junio de 1900 en la Exposición de París (P, II-407,415), que constituyó una «iniciación» a ese viaje, le suscitó ya un cúmulo de emociones líricas.

 

50

Visto lo dicho en la nota anterior, es patente la temprana fobia de Darío ante la que podemos llamar prevanguardia pictórica, que, año tras año, encontraba asiento en el Salón des Independants.