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Santo Tomás y el descenso del entendimiento

Salvador Bové



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ArribaAbajoPrimera parte

Espíritu de Santo Tomás de Aquino en sus relaciones con el problema filosófico actual. (Sermón predicado en la iglesia del Seminario de la Seo de Urgel el día 7 de marzo del año 1910).



ArribaAbajoDedicatoria

Al Excmo. e Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Benlloch y Vivó, Obispo de Urgel, Príncipe Soberano de Andorra, Senador del Reino, Caballero Gran Cruz de la Orden del Santo Sepulcro y del Mérito Militar, Capellán de Honor y Predicador de S. M., etc. etc.

No hay para que ocultar, Excelentísimo Señor, que, fijo mi pensamiento en Vuestra Excelencia, elegí yo y desarrollé, en mis solaces literarios, el tema del presente Panegírico.

He procurado siempre, cual debe hacerlo todo sacerdote diocesano, vivir en contacto espiritual con Vuestra Excelencia; escuchar las pulsaciones de su alma; beber de su espíritu, para, de este modo, amoldar todos mis actos, no a los mandatos, sino aun a las más leves indicaciones de Vuestra Excelencia.

Y, tocante al estudio de las ciencias eclesiásticas, parecióme que, allá entre los pliegues más recónditos de Vuestro corazón, se escondía, cual hermosa y rica perla, una afirmación que decía: vetera novis augere atque perficere: hemos de aumentar el tesoro de la ciencia antigua con los modernos adelantos; aumentarlo y perfeccionarlo.

*  *  *

Pues bien, dije para mí, no basta manifestar que la Doctrina tomista sirve admirablemente para la defensa del dogma católico: esto lo sabe ya todo el mundo.

Es necesario declarar y evidenciar a nuestros jóvenes levitas, que, con las obras de Santo Tomás en la mano, podemos asimismo tomar asiento en las asambleas de los sabios modernos y departir con ellos acerca de la solución del problema filosófico actual.

Divus Thomas heri, hodie et cras.

Haciéndolo de esta manera, aumentaremos y perfeccionaremos el tesoro de la ciencia antigua; levantamos muy alta la gloria del Angélico; y seguimos la mente y el corazón de nuestro queridísimo Prelado. Vetera novis augere atque perficere.

*  *  *

Esto es lo que yo, haciéndome eco del pensamiento de Vuestra Excelencia, inculco diariamente a mis queridísimos alumnos: acendrada piedad, amor al estudio, adaptación de ese estudio a las exigencias del presente y firmísima adhesión al Prelado.

Sobre todo la adhesión al Prelado: la adhesión a nuestro Pastor y Maestro es la garantía y la prenda segurísima de las victorias que hemos de reportar de nuestros enemigos y que la Iglesia espera confiadamente de nosotros.

No me canso, ni me cansaré jamás, de repetirles aquellas palabras de Pío X: «Es preferible que una obra no se lleve a cabo, antes de que se haga contra la voluntad o el parecer de los Obispos.»

Antiguo es el texto; pero no menos de actualidad perenne. Decía San Ignacio en su carta a los de Éfeso, que los sacerdotes «debemos estar unidos al Obispo como las cuerdas al arpa.»

Obedeceremos a Vuestra Excelencia y estudiaremos a Santo Tomás de Aquino: esto nos dice la voz del deber, cuyo eco percibimos nuevamente y con toda claridad en una carta reciente del Eminentísimo Cardenal Vives y Tutó. (Al Sr. Presidente de la «Alianza de Seminarios Mayores» en Francia: 13 Julio de 1909).

Vos, cuyas hermosas y santas ocupaciones son semejantes en todo a las de aquellos Prelados de quienes dice el Beato Raimundo Lulio, que tienen su lecho entre la piedad y la sabiduría, seréis lumbre de nuestras inteligencias y el objeto predilecto de nuestro corazón; y el Doctor Aquinatense será el caudillo de nuestro ejército y el general en jefe de todas nuestras empresas y cruzadas intelectuales.

*  *  *

Puede que el más alto elogio que se haya escrito del Angélico Doctor sea el que viene consignado en aquellas palabras de Santiago de Viterbo: Creo firmemente que nuestro Salva dor ha enviado a los fieles, para ilustrarlos y para iluminar a la Iglesia universal, primero, a San Pablo; después, a San Agustín; y, por último, a Santo Tomás de Aquino; después del cual no creo que aparezca otro doctor semejante hasta el fin de los siglos.

Pero Santo Tomás es un espíritu que no exprimen sus discípulos, ni aun los tan ilustres como Cayetano y Suárez -dicen hoy día los más ilustres representantes del Tomismo.

La doctrina científica de nuestro Doctor no es un sistema petrificado -continúan-; sino que, al revés, es un organismo viviente.

Santo Tomás es espíritu, es virtud, es germen de riquísimos progresos1.

Pues bien; las páginas que siguen vienen a ser una prueba, humilde y tímida, de estas afirmaciones.

El problema filosófico actual es el llamado Descenso del entendimiento. ¿Podemos discutirlo y solucionarlo con las obras del Angélico en la mano? ¿O es solamente, nuestro Santo, una gloria del pasado?

Yo creo que es una necesidad del presente y hasta una esperanza del porvenir. Santo Tomás puede ser nuestro guía en la solución del problema filosófico actual. Él admitió la legitimidad del Descenso del entendimiento.

Santo Tomás, virtualidad y germen de riquísimos progresos, contiene, en semilla, la solución del problema filosófico de nuestra época.

En ello no se habían fijado los antiguos tomistas, sencillamente porque el Descenso del entendimiento no se había planteado, en su integridad, hasta el presente.

Es un estudio nuevo, pero necesario.

Santo Tomás de Aquino es la más perfecta realidad de aquel figurado tesoro de donde sacaba el Sabio las enseñanzas de lo pasado y los remedios del porvenir: qui profert de thesauro suo nova et vetera.

He aquí el tema, pues, que vamos a desarrollar con el favor divino: Santo Tomás de Aquino y el Descenso del entendimiento.

Ello nos demostrará con cuánta verdad escribía en 1368 el Papa Urbano V, que Tomás de Aquino, siguiendo las huellas de San Agustín, enriqueció la Iglesia con muchísimas obras llenas de doctrina y de erudición: ac Beati Augustini vestigia insequens, Ecclesiam eamdem doctrinis et scientiis quamplurimis adornavit. Pues sabida cosa es que San Agustín propugnó y aplicó el Descenso del entendimiento.

Ahora bien, Excelentísimo Señor, en obra de tamaños alientos ¿me será lícito acogerme a la benevolencia de mi queridísimo Prelado?

Espero confiadamente que sí, pues sus bondades me son conocidas; y por ello me atrevo a dedicarle y ofrecerle y consagrarle el presente modestísimo Ensayo, seguro de que vuestra Excelencia se dignará aceptar gustosísimo el primer trabajo literario que de mis manos ha salido desde que soy súbdito, agradecido y humildísimo, de un Padre tan amante, de un Prelado tan celoso y de un Maestro tan docto como lo es Vuestra Excelencia Ilustrísima.

Besa su Anillo Pastoral, implorando sus paternales bendiciones, este su afectísimo servidor y humilde Capellán

Salvador Bové, Pbro.

La Seo de Urgel, 16 de Marzo de 1910.



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