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ArribaAbajo- V -


El natalicio. -La estancia de la flor. -Los forasteros. -Los aprestos. -El vecindario. -Los parabienes


    En la cima de esa loma,
y en un tiempo afortunado,
paraba en su Estancia60 grande
don Faustino Bejarano,
andaluz rico, rumboso,  390
y en general estimado,
porque fue sin duda alguna
el hombre mas bien portado.

    Con él vivía su esposa,
siendo el adorno del pago,  395
doña Estrella, la porteña
más donosa y de más garbo,
-19-
que en esos tiempos pisaba
en el suelo americano;
dama la más respetosa  400
y apreciable por su agrado,
con que allí favorecía
a todo el género humano;
así es que a la Estancia grande
el gaucho más desgraciado,  405
aunque fuese forastero,
podía llegar confiado
que de sus necesidades
sería allí remediado
por la señora en persona  410
o su esposo idolatrado.

    Con todo, aquel matrimonio,
que vivía en un estado
de riqueza y abundancia,
no se creiba61 afortunado,  415
porque no tuvieron hijos
en una máquina62 de años.
Ansí es que se lamentaban,
hasta que el cielo apiadado
le concedió a doña Estrella  420
aquel ojeto desiado,
en un hijo que parió
el día de Todos Santos.

    ¡Qué festejos, qué alegría,
en la estancia y en el pago  425
originó un nacimiento
tan feliz e inesperado!
-20-

    Corrió luego la noticia
con la prontitú del rayo,
y a ver al recién nacido  430
se descolgó el vecindario,
trayéndole parabienes
al señor don Bejarano,
que a todos los recebía
agradecido y ufano.  435

    Luego, mientras doña Estrella
se restableció del parto,
para cristianar al niño
en Chascomús63, se aprontaron
en la estancia y en la villa,  440
con un lujo temerario,
todas las cosas precisas,
sin reparar en los gastos.

    Algunos días después,
de Buenos Aires llegaron  445
dos coches con dos familias,
y una punta de soldados
de escolta de los viajeros,
que todos eran foráneos,
y que a la cuenta serían  450
personas de mucho rango,
pues las damas y galanes
traiban copete empolvado.

    Cayeron de tardecita
y dos días descansaron,  455
hasta el tercero en que todos
-21-
Para la villa rumbiaron,
en el coche de la Estancia
y los otros mencionados.

    A los tres se les prendieron  460
doce caballos platiados64
del crédito del patrón,
y otra tropilla de bayos
arriaba yo de reserva
sin que fueran necesarios,  465
porque los fletes de tiro
eran pingos soberanos,
tanto que sobre la rienda
Y pelo a pelo cincharon
hasta llegar a la villa,  470
donde recién sujetaron.

    Doña Estrella y su marido
también nos acompañaron,
y una porción de sirvientes,
además de los soldados  475
de la escolta y los vecinos
más conocidos del pago,
sin contar los que en la villa
ya se hallaban de antemano,
a las mentas del bautismo  480
las funciones esperando,
y a las cuales asistieron
lo mejor acacharpados65.
-[22]-



ArribaAbajo- VI -


El bautismo. -Chascomús. -Los padrinos. -Las damas de copete. -Los caballeros galanes. -El patroncito


    Por supuesto, a Chascomús
con felicidá llegamos  485
en la mesma tardecita
que de la estancia marchamos;
y, como la nochecita
se nos venía acercando,
ya se hallaba de la iglesia  490
todo el frente iluminado
con más de mil candilejas
y otros faroles pintados.

    Yo, como era muchachito,
luego que encerré los bayos,  495
volví corriendo a la iglesia,
y anduve allí curiosando,
a fin de mirarlo todo
con muchísimo cuidado.

    Por eso hasta ahora me acuerdo  500
de lo que me embelesaron
los vestidos de esas gentes,
por lindos y currutacos.
¡Qué relumbrar esas ropas!
¡Qué maravilla y encanto!  505
-23-

    Ya dije antes que las damas
traiban copete empolvado,
y esa tarde del bautismo
mucho mejor se lo armaron,
en distintos envoltorios  510
sujetos a un enrejado
de puros hilos de plata
por la cabeza ligados,
y después en las orejas
unos grandes zarcillazos,  515
tan sumamente lucidos
que deslumbraba el mirarlos.

    Luego traiban las polleras
de terciopelo encarnado,
con dibujos de antejuela  520
desde el pescuezo hasta abajo,
y por el pecho y las mangas
todas llenas de volados
de encajes, como una nieve
de blancos y almidonados;  525
y de ahí primorosamente
tenían todas las manos,
desde el codo hasta los dedos,
cubiertas de un aforrado
o tejido de hilo de oro  530
muy lindamente cribado.

    Ahora, de los caballeros
tampoco estoy olvidado,
pues, como si en este istante
los estuviese mirando,  535
me acuerdo de sus golillas
con unos grandes moñazos,
y luego su calzón corto
-24-
(por supuesto que de raso),
un justillo hasta el encuentro66  540
por todas partes floriado.

    De ahí, un casacón terrible
con alamares bordados;
después, sus medias de seda
rayadas de azul y blanco;  545
y por último, en los pieses,
encima de los zapatos,
tamañas hebillas de oro
ribetiadas de topacios;
y al cinto sus espadines  550
con vainas de cuero blanco;
una bolsa con la trenza,
y un sombrero todo arquiado.

    Vestidos de esa manera
aquellos caballerazos,  555
cuando pasiaban a pie
daba temor el mirarlos,
tan serios y tan formales,
lo mesmo que los caranchos67
que al redor de una osamenta,  560
con las alas arrastrando
y la mayor fantasía,
marchan tiesos paso a paso,
como si fueran alcaldes
con el copete parado.  565

    Cuando damas y galanes
-25-
de los coches se bajaron,
en yuntas de par en par
a la iglesia se colaron,
y entre música y repiques  570
los olios se comenzaron;
en los que al niño en la pila,
al tiempo de cristianarlo,
Ángel le dieron por nombre...
nombre en el que le acertaron,  575
porque fue luego en la tierra
todo un ángel humanado,
cautivándose el cariño
de toditos los paisanos,
que el nombre de patroncito  580
en seguida le agregaron.
-[28]-



ArribaAbajo- VIII -


La cena. -Los manjares. -Los alegrones. - Los mosqueteros


    Bailaron duro y parejo,
y al primer canto de gallos
salieron los bailarines
de a pares hembras y machos,  585
y se fueron a otra sala
a cenar juntos, sentados
en rueda de una gran mesa
toda orillada de platos,
y llena de punta a punta  590
de diferentes guisados,
y de muñecos de dulce
en distintos enjaulados,
en forma de castillitos
con flores y embanderados.  595

    Después, había pasteles
de toda clase y tamaño,
como igualmente un tendal
de gallinas y de pavos,
y multitud de limetas  600
de vino superiorizazo,
del mesmo que yo esa noche
siempre logré echar un trago,
que me lo largó un sirviente
-29-
de los que allí se apedaron,  605
después que los gamonales68
solamente se alegraron.

    Antes de la madrugada
salió el cura cabeciando,
y más atrás el alcalde  610
divertido y trompezando.
Y así que hicieron la punta
esos dos, ya cabrestiaron69
todos los demás; y al fin
barrigones se largaron  615
los tragaldabas que al baile
sólo a tragar se costiaron,
sigún dijeron allí
los que andaban criticando,
ya porque habría de qué,  620
o ya por andar galgueando70;
pues de ambas gentes presumo
que no falta en tales casos.

    Finalmente, los padrinos,
luego que se retiraron,  625
toda esa mañana entera
durmiendo se la pasaron;
y de ahí, a la tardecita,
a la estancia regresaron,
donde luego los festejos  630
cuatro días continuaron,
en los que se divirtieron
lindamente los paisanos;
-30-
pues, sólo para los piones71,
me acuerdo que se carnearon  635
seis vaquillonas con cuero;
las que se les entregaron
con dos hornadas de pan,
y un barril de vino blanco,
muchas limetas de caña,  640
y güena yerba y tabaco.

    Por último, los padrinos
después que allí voraciaron72,
y que a todos los sirvientes
les hicieron un regalo  645
de tres pesos por cabeza,
y cinco a cada soldado,
entre ¡vivas! y algazara
de la estancia se largaron,
otra vez a Buenos Aires  650
donde eran avecindados.



ArribaAbajo- IX -


La estancia de la flor. -El ombú. -El Pampero. -El río salado


    Ahora un camino distinto
tomará mi relación,
-31-
supuesto que de la estancia
tan sólo la situación  655
he dicho, y nada tocante
a su linda población;
que al fin la Indiada salvaje
a sangre y fuego arrasó,
un día que felizmente  660
doña Estrella y el patrón,
por hallarse en otra parte,
no perecieron los dos.

    Coronaba aquella loma,
referida en lo anterior,  665
un ombú73, del cual decían
hombres más viejos que yo,
que más de cien primaveras
florido reverdeció,
desafiando tempestades  670
con altiva presunción,
hasta que, cuando más fuerte
y arraigado se creyó,
un huracán del pampero74
-32-
de la loma lo arrancó,  675
y hasta el río del Salao
rebramando lo arrastró,
y ese río torrentoso,
en la mar lo sepultó.
Pues ese ombú, el más soberbio  680
que en esos campos se vio,
erguido se interponía
entre la tierra y el sol,
cubriendo de fresca sombra
a un inmenso caserón  685
de ochenta varas en cuadro,
trabajado con primor,
de adobe crudo, tejado,
y madera superior.

    Todo el frente que habitaba  690
la familia del patrón,
del lado que hacia al campo
y de la banda exterior,
con arces de largo a largo
lo ceñía un corredor,  695
y también a un oratorio,
de lo lindo lo mejor.
Después, en los otros puntos
tenían colocación
una tahona, dos cocinas,  700
el granero y el galpón75
-33-
del uso de la pionada76;
y en seguida otro mayor
para apilar el cuerambre77,
y en cierta separación  705
el sebo, la cerda y lana,
con toda ventilación.
De ahí, palomar y cochera,
y después la habitación
que ocupaba el mayordomo;  710
y al lado un cuarto menor
que guardaba un armamento
nuevito y de lo mejor.
Luego, otras piezas asiadas78
donde metía el patrón  715
a las gentes de su agrado,
cuando era de precisión.

    Además de eso, a la casa,
por si acaso, a precaución,
la rodeaba toda un foso  720
de cinco varas de anchor,
y profundo, de manera
que agua nunca le faltó.

    Ansí, del lado de adentro,
de la zanja al rededor,  725
sauces coposos y eternos
ostentaban su verdor;
y álamos que hasta las nubes
se elevan por su altor,
hacían de aquella estancia  730
un palacio encantador.
-34-

    Después de eso, una estacada
de ñandubay79 de mi flor80,
tan pareja y tan fornida
que el poste más delgadón  735
no lo arrastraba una cuadra
el pingo más cinchador,
a todito el caserío
le servía de cordón,
dejando entre la estacada  740
y la paré un callejón
para andar holgadamente,
y pelear en la ocasión;
pues para eso en cada esquina
arriba de un albardón  745
como triángulo empedrao,
estaba listo un cañón;
y en la de junto al potrero
en vez de uno había dos,
defendiéndole la entrada.  750
Ansí no había temor,
encerrando allí la hacienda
en caso de una invasión
de los Pampas o Ranqueles,
que entonces daban terror,  755
pues en cada luna llena
-35-
caiban como nubarrón
a robar en las estancias,
y matar sin compasión,
quemando las poblaciones  760
entre algazara y furor.
Pero no facilitaban
en la estancia de la Flor,
donde, si se aparecían,
en levantando un portón  765
que hacía de puente al foso,
con toda satifaición
se les peleaba de adentro
como del fuerte mejor

    Afuera estaba la chacra,  770
en tan linda situación,
que un arroyo la cercaba
para regarla mejor.

    Luego, había tres corrales
de suficiente grandor  775
dos para hacienda vacuna
en los que sin opresión
cabía todo un rodeo81
mansito y resuperior.
Después, el tercer corral  780
tan sólo se destinó
para encerrar las manadas,
que eran una bendición,
mucho mas la de retajo82,
del esmero del patrón,  785
-36-
por la multitú de mulas
que esa manada le dio;
de modo que, año por año,
remitía una porción
para los pueblos de arriba:  790
trajín que lo enriqueció.
Luego, para la majada,
al ladito de un galpón
que cubría seis carretas,
un bote y un carretón,  795
dejando el chiquero83 aparte,
el corral se les formó;
y para cuidarla bien
ahi mesmo a la imediación
dormían los ovejeros84,  800
cada perro como un lión
que toriaban85 al sentir
el más pequeño rumor.

    Tal era la estancia grande
que don Faustino pobló,  805
conocida allá en su tiempo
por la Estancia de la Flor,
en cuyo sitio, hace poco,
há que un día estuve yo
contemplando una tapera  810
en triste desolación,
y un cardal sobre la loma,
de las raíces al redor
-37-
de aquel ombú portentoso
que huracán derribó...  815

    Allí, donde la riqueza,
y la amistá, y el amor
hizo dichosos a tantos
que don Faustino estimó;
y allí donde la fortuna  820
recompensaba el sudor
del pobre que trabajaba
con buena comportación;
pues don Faustino tenía
la excelente condición,  825
que al conocerle a cualquiera
una buena inclinación,
y un rigular proceder,
le franquiaba el corazón,
sin más interés ninguno  830
que el gusto de hacer favor...
últimamente, un ingrato
llenó al fin de sinsabor
los días de la vejez
de aquel hombre bienhechor  835
siendo el caso que allí mesmo
en la estancia de la Flor,
de dos huérfanos mellizos,
que chiquitos recogió
y con el mayor esmero  840
hasta mocitos los crió,
uno de ellos ¡Virgen santa!
tan desalmado salió,
y tan de malas entrañas,
que los campos aterró,  845
y él sólo con sus delitos
-38-
una cadena formó
de sucesos, que parecen
increibles a la razón,
del modo que sucedieron;  850
pero que evidentes son,
como lo demostraré
al fin de esta relación,
para que almiren ustedes
¡la Providencia de Dios!  855

    Ahora me permitirán
hacer una suspensión
de este cuento, hasta mañana,
que con el favor de Dios
espero poder seguirlo  860
hasta darle conclusión;
pues ya la hora es avanzada,
y hoy he dado un madrugón
que me tiene soñoliento.

    Siendo ansí, con el perdón  865
de ustedes me voy a echar.

    -Con toda satifaición
puede, amigazo, le dijo
Tolosa en contestación,
anidarse cuando guste.  870
Velay, en ese rincón.

    -Muchas gracias, dijo Vega;
y al istante se paró
a recebir un hijar86
-39-
que la moza le alcanzó,  875
sobre el cual con su recao87
su pobre cama tendió;
y dando las buenas noches
él también las recibió,
y antes de echarse a dormir  880
bajo del poncho rezó.

    Luego, en los brazos del sueño
los sentidos entregó;
y en cuanto sobre el lomillo88
la cabeza reclinó,  885
batiendo el gallo las alas
la media noche cantó.
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