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Cartilla de la moderna

para vivir a la moda1




Prólogo



Esta cartilla moral
que te doy con ironía
te enseñará a ser marcial,
pío lector, porque hoy en día
no hay más seguro caudal.

Hoy llaman marcialidad
a esta práctica moderna;
quien la sigue, a la verdad,
logra vida, si no eterna,
llena de comodidad.

Recibe de mí, hijo amado,
estos consejos, y piensa
que, no habiendo otro caudal,
ellos solos son tu herencia.

Yo te aseguro que valen
mucho más, si los observas
(según hoy el mundo está),
que otro género de hacienda.

Porque estos no sufren pechos,
gravamen ni otra gabela,
ni la envidia los inculca,
ni la malicia los cuenta.

No extrañarás el estilo,
ni el asunto te haga fuerza,
porque es doctrina que usan
los que siguen la moderna.

En lo cristiano no hay moda,
variedad, o diferencia;
creer firme lo que Dios dice
y lo que la Iglesia enseña.

Para vivir con desahogo,
la primera diligencia
que has de guardar con cuidado
es tener poca vergüenza,

porque al que su buena crianza
o sangre le da esta prenda,
vive honrado, mas ¿qué importa,
si la honra no es conveniencia?

Con no tenerla, tendrás
comodidad y llaneza,
y cualquier cosa es tuya,
con que por tuya la tengas,

pues aunque al dueño no cuadre,
¿en su disgusto qué arriesgas?
Come, duerme, grita y manda,
y él que rabie enhorabuena.

Hay algunos (que son pocos)
mártires de su vergüenza,
que sufren dos mil pesares
por un qué dirán. ¡Qué mengua!

Para tener buen partido
y asentar tu conveniencia,
has de seguir el dictamen
del dueño, aunque injusto sea;

te has de enojar si él se enoja,
o con razón o sin ella;
sigue su opinión en todo,
que sea mala o que sea buena.

La ingenuidad es delito,
y así no cuides tenerla;
engaña al que has menester,
tenga justicia o no tenga.

Aumentar la estimación
se logra de dos maneras:
murmurando al que se va
y alabando al que se queda.

En el trato has menester
mayor cuidado y viveza,
que vivir acomodado
más quiere maña que fuerza.

A los grandes tratarás
no con mucha reverencia,
que no se usa lo rendido
ni se estima la modestia.

Entre ellos has de cuidar
de afectar con diligencia
mucha lealtad, y con eso
basta, más que no la tengas;

porque la alabanza propia
ya en el mundo no es afrenta,
y si tú no te das fama,
no esperes de otro tenerla.

Cede siempre tu razón,
tu concepto o tu evidencia,
concédeles cuanto digan,
y verás lo que lo aprecian.

Sigue su gusto en el todo,
no busques la consecuencia;
haz aquello que ellos mandan,
y harás tú lo que tú quieras.

Ostenta muchas confianzas,
finge muchas diligencias;
hazte preciso en el mundo,
que habrá bobos que lo crean.

Con tus iguales, aún más
debes guardar estas reglas:
como son de tu tamaño,
con facilidad te observan.

Lo primero, es conveniente
hablar bajo y con cautela,
y aunque te saluden, no hagas
más que bajar la cabeza.

«Sí» o «no» a cuanto te pregunten,
con mesurada modestia,
siempre ocultando el sentir
y encarrujando las cejas.

Medias palabras no más
has de hablar, pues es gran treta
que los entiendas tú a todos,
y que a ti nadie te entienda.

Tratarás a tus menores
con desprecio y aspereza,
que la grandeza consiste
en usarla, no en tenerla.

Toma el primero lugar
en la sala y en la mesa;
vean que estás bien colocado,
y convenga o no convenga.

No digas que has sido pobre,
porque es rigorosa afrenta;
y aunque el serlo es accidente,
se tiene ya por esencia.

Escoge buenos parientes,
dispón tú allá tu ascendencia,
cuenta que has tirado el oro,
que no hay quien te pida cuenta.

No hables verdad en tu vida,
que la mentira no es mengua;
diles a todos que sí,
y haz solo lo que tú quieras.

No te exhorto a la mentira,
que el mentir no tiene regla,
y la forma del mentir
la ha de enseñar la materia.

No temas quebrar palabra,
que si el viento se las lleva,
no se ha de apurar un hombre
por lo que tan poco cuesta.

Si mal concepto formaren
de tu opinión, ¿qué se arriesga?
¿Te han de quitar algún brazo
por lo que aquel solo piensa?

En las concurrencias debes
no estar con mucha modestia,
que es desatención notable
lo político en cualquiera.

Si quieres ser entendido,
habla de todas materias
aunque no entiendas alguna;
quizá no habrá quien te entienda.

Y si hubiere alguno, poco
con él tu opinión arriesga:
pues si con uno la pierdes,
con los demás la granjeas.

No agradezcas cosa alguna,
que no hay cosa que agradezcas:
si lo que pides te dan,
tuya fue la diligencia.

Y si acaso sin pedirlo
algo te dieren, refleja
que lo que es gusto de aquel
no ha de ser en ti molestia.

Esta es razón peregrina
que no quiere mucha fuerza:
busca empeños que lo pidan,
y mejor si fueren hembras.

En materias de interés
(que es la más útil materia)
no repares en tu padre,
en tu honor, ni en tu conciencia.

Único objeto ha de ser
en todo la diligencia
del dinero, que en tenerlo,
el todo en todo granjeas.

Don Dinero sea tu amigo,
tu sangre y tu descendencia,
doña Dinero tu dama,
y dinero tu conciencia.

Dinero, digo, aunque todo
por el dinero se pierda:
justo o injusto, dinero,
y como viniere, venga.

Como consigas el medio
al fin, los medios desprecia,
pues son los medios que digo
el fin que solo aprovecha.

No busques en los empleos
el honor, pues es bobera
que por una aprehensión
del mundo tengas molestia.

El provecho solo busca
del útil, no de la ostenta,
mira que la estimación
es solo una vana idea.

Estimación, fama, honor,
pende de acciones ajenas,
¿y qué haré yo con matarme,
si ellos no quieren tenerlas?

Tente tú por muy honrado,
que esto basta a que lo seas,
créelo tú sin fastidiarte,
y que todos lo creen piensa.

Solo en el dinero no hay
aprehensión ni cautelas;
si no tienes, no tendrás,
aunque pienses que lo tengas.

No te fíes de ninguno,
engaña siempre que puedas,
sé en tus tratos miserable,
que a todo llaman viveza.

Si jugares, guardarás,
no aquellas del juego reglas
que por comunes se saben
y por vulgares se observan:

en albures cuidarás
de jugarlos con quien tenga,
porque el que no tiene, dime:
¿qué ha de perder, aunque pierda?

Respeto no guardes nunca,
solo guarda la moneda,
que guardar formalidad
no dice cuando se juega.

Cuando estés ganando, estate,
y no te estés cuando pierdas,
a tu mano pon bastante,
y apuesta poco a la ajena.

El rehundir es cosa ya
que se sabe que aprovecha;
esconde cuanto ganares,
y cuanto pierdas confiesa.

Atiende solo a ganar,
nunca guardes consecuencia;
no des barato a ninguno;
que si quieren ver, que vean.

Los juegos de diversión
son buenos, pero refleja
que lo que a los otros quita,
a ti nada te aprovecha.

Y es menester que de todo
lleve su poca de mezcla,
conque si pierdes no juegues,
y solo ganando juega.

Con las damas, es preciso
que alambiques una esencia
de estas máximas, segura
para tenerlas contentas.

Hablo de damas comunes
o vulgares, no de aquellas
que en privilegios de nobles
tiran gajes de discretas.

El que es político, enfada;
el obsequioso molesta;
el prudente es un cobarde,
y el ingenuo es una fiera.

Si es callado, es ignorante;
si humilde, de baja esfera;
si habla verdad, lo formal
se moteja por afrenta.

Conque, atendiendo sagaz
a estos consejos, no seas
ni prudente ni obsequioso,
ni hables verdad, ni agradezcas.

Porque al que finge estimarlas,
como que creen sus finezas,
agradecen sus lisonjas
y reconocen la deuda.

No hay para imprimir mentiras
más bien dispuesta materia
que las mujeres, y así,
quien dice verdad, lo yerra.

En su opinión se gradúan
al revés todas las prendas:
el atrevimiento es gala;
la presunción, gentileza;

el descaro, sociedad;
política, la llaneza;
la adulación, cortesía,
y la mentira, fineza;

la osadía, rendimiento,
y gracia la desvergüenza.
Conque advertido, sagaz,
con malicia y con cautela,

finge, miente, engaña, adula,
sé atrevido, osado, y piensa
que lograrás más favor
que el que las ama de veras.

Los respetos mujeriles
debe guardarlos cualquiera,
bien sean ellos los que fueren,
bien sean las que fueren ellas.

Pero acá, para inter nos,
sin que ninguno lo entienda,
vive persuadido a que
la más presumida es necia.

Conque es preciso tratar
con una proporción media:
lejos cuando quieras tú,
y cerca cuando ellas quieran.

Al fin, en lo general,
estos consejos observa,
que en pocos renglones doy
porque mejor los aprendas:

Has de ser entremetido
para que estimado seas;
de tu hacienda no dispongas,
dispón de la hacienda ajena.

No le sirvas en tu vida
a quien servirte no pueda;
no visites al enfermo,
aunque favores le debas.

Visita al rico, no al pobre,
que alguna vez aprovecha;
no des al que nada tiene,
dale al que darte algo pueda.

Apunta siempre y no des,
que la esperanza alimenta;
di que sí a cuanto te pidan,
y no des aunque lo tengas.

Engaña en tu trato a todos,
que es el fin de la moderna;
cobra cuanto te debieren,
y no pagues lo que debas.

Aquella es tu obligación;
esta, obligación ajena;
sé hipócrita en general,
pero esconde la vergüenza.

Aquel que de ti se fiare,
haz que pague su bobera;
quítale al pobre en confianza,
que el pobre nunca se queja.

Con abatir al humilde
harás lucir tu potencia;
enójate con aquel
que defenderse no pueda.

Préciate de ser marcial,
aunque otra cosa no seas,
que el parecerlo consiste
solo en no tener vergüenza.

Al que te haya menester
quita, manda, abate y pena;
y al que te pueda servir,
sirve, adula, engaña y ruega.





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